LAS SIETE IGLESIAS

Sardis, Filadelfia (5a. Conferencia) (JND)

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SIETE CONFERENCIAS ACERCA DE LOS MENSAJES PROFÉTICOS A LAS SIETE IGLESIAS

 

J. N. DARBY

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina, — Valera Revisada en 1960, excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

Escritos Compilados, Proféticos, Volumen 5

 

QUINTA CONFERENCIA

 

Lectura Bíblica: Apocalipsis, Capítulo 3

 

SARDIS. Yo siento, amados hermanos, que el comienzo mismo de este capítulo lo consuela a uno de una manera particular en relación con la extraordinaria solemnidad del mensaje a la iglesia de Sardis. No conozco nada más solemne que el punto de vista desde el cual el Espíritu de Dios, en este mensaje a Sardis, considera a la iglesia profesante, en cuanto a su nombre, su carácter, y su responsabilidad en el mundo; porque, aun cuando el mensaje es a la iglesia, el punto de vista desde donde se la considera es lo que el Hijo de Dios es en Su propia plenitud de bendición; puesto que ella debería ser, en el poder de la gracia divina, la expresión de Su naturaleza y poder, de Aquel de quien emana su vida; y este mensaje es enviado necesariamente a la iglesia profesante de acuerdo con la declarada posición que ella ha tomado. Yo siempre encuentro una pequeña dificultad al hablar sobre el tema debido al sentido de responsabilidad que pesa sobre mí; y ruego que el Señor les pueda comunicar el sentido que tengo (no, más bien, un sentido mucho mayor del que tengo) de la responsabilidad relacionada con esto. De hecho, la iglesia de saisis estaba en una condición muy solemne. A pesar de eso, hay un consuelo dado aquí para la necesidad de la iglesia, en la plenitud y en la perfección de Cristo; y, cuando podía parecer que todo el resto fracasa, tanto más Cristo pone en evidencia la inalterable plenitud que siempre está allí en Él, para que se dependa de ella.

 

El carácter del Señor (el cual, como decía antes, es habitual en estos mensajes), se adapta al estado de aquellos a los que Él está hablando, — leemos, "El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto". (Versículo 1). Aquí no se dice, como fue dicho en el mensaje a Éfeso, "El que tiene las siete estrellas en su diestra"; sino, "El que tiene las siete estrellas". Y, presten atención, ninguna palabra es omitida o cambiada en la Escritura sin un significado pleno. Las estrellas (los ángeles) de las siete iglesias son los representantes simbólicos de las iglesias [véase nota 1], pero considerados en aquellos que tienen un carácter de autoridad bajo Él, el cual es la Cabeza del gobierno.

 

[Nota 1.] Aunque aquí tales asuntos no son mi objetivo, puedo comentar como explicación, ya que se ha puesto tanto énfasis en esto, que el ángel de la sinagoga no era de ninguna manera el gobernante de la sinagoga: ellos eran más bien los empleados de la sinagoga. Los ángeles pueden aventajar en fuerza, pero son espíritus ministradores. La estrella, como símbolo, no la palabra 'ángel', es lo que da el ideal de autoridad, aunque de autoridad subordinada.

 

En el mensaje a Éfeso, Cristo tiene toda la autoridad en Su mano (siendo las estrellas, como yo he comentado recién, los representantes simbólicos del completo sistema de autoridad, — es decir, de esa energía activa que caracteriza a las iglesias a los ojos de Cristo, que actúa en Su nombre en medio de los siete candeleros de oro), juzgando el estado de la iglesia, y teniendo a los representantes en Su diestra.

 

Pero aquí en Sardis, el fracaso e incluso la muerte espiritual habían entrado y caracterizaban el estado de la iglesia, pues leemos, "Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto". Hemos visto de qué modo el fracaso y el deterioro ya habían entrado previamente en la iglesia; pero, bajo un punto de vista, Sardis estaba en un estado incluso peor que cualquiera antes de ella, teniendo nombre de que vivía, aun cuando estaba muerta. Esto era el deterioro del poder vital, — no es el poder del mal obrando, sino una cosa moralmente desgastada y, consecuentemente, el Señor se presentó a Sí mismo a saisis como teniendo para la fe toda la plenitud del Espíritu Santo a Su disposición, — pues, "El que tiene los siete espíritus de Dios"; y las siete estrellas, que es todo el poder en la iglesia, estaban también a Su disposición (siendo el SIETE el símbolo de la perfección). [Véase nota 2].

 

[Nota 2.] Pero, yo pienso que esto es en la actividad de sus ministraciones.

 

Con independencia de cuál puede ser el fracaso de la iglesia, de cualquier forma en que ella puede haberse unido con el mundo, esto siempre permanece verdadero, a saber, que la capacidad plena y divina del Espíritu Santo en Sus varios atributos es su porción, bajo Él, el cual es la Cabeza de la iglesia y cuida de ella, y la ama, y vela sobre ella; así que, por una parte la iglesia está sin excusa, y por otra, el santo creyente tiene un recurso. Pero, ahora que toda la cosa ha fracasado completamente, que no solamente los santos de Dios fueron seducidos por la falsa doctrina de Balaam, y que Jezabel había encontrado allí un hogar, teniendo hijos nacidos allí (se dirá, tal como se dijo de Sión, "Este y aquél han nacido en ella" (Salmo 87: 5), así que aquí estaban aquellos que tenían nombre de Cristianos y su lugar de nacimiento en el mal mismo), se presenta otra escena aquí después que el mal se ha desarrollado plenamente por sí mismo, — un estado mortuorio, aunque toda la energía espiritual y el poder autoritativo está allí en Cristo mismo, con quien ellos tienen que ver. Y el hecho mismo de todo esto de estar tranquilos y siempre en Cristo puede condenar mucho a la iglesia profesante, la verdad preciosa de todo el poder en relación con el Espíritu Santo siendo entonces, como siempre, hecha resaltar ciertamente en Cristo, para el consuelo y bendición del fiel 'vencedor'. Ella es su soporte en medio del mal abundante.

 

Cualquiera que pueda ser la forma en que la corrupción haya entrado, sea Jezabel o sea Balaam, el Señor dice «Yo lo sé todo». Si la muerte está impresa sobre la iglesia profesante, a pesar de eso, Cristo dice «Yo tengo los siete espíritus de Dios y nada puede tocar esto» y, por consiguiente, mientras todo está saliendo mal, nosotros encontramos que Él tiene todavía todo lo que se necesita para la plena bendición de la iglesia, — "tiene los siete espíritus de Dios". Esto no es alterado ni en un ápice, ni por el fracaso del hombre, ni por la maldad de Satanás.

 

En Apocalipsis 4 versículo 5, y en el capítulo 5 versículo 6, tenemos igualmente mención de los siete espíritus de Dios, — siete lámparas de fuego; siete cuernos y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios, mención expresiva de poder multiforme y de sabiduría múltiple; de tal forma que es como si el Señor hubiese dicho, «Aquí está todo lo que puede producir el bien, y un bien seguro, y yo lo tengo todo en Mi custodia». En Tiatira, Él había sido obligado a enseñarles a esperar Su venida como el único refugio en medio del mal; y esta esperanza es presentada como la estrella resplandeciente de la mañana para iluminar el alma en medio de la oscuridad circundante. Luego, en la iglesia de Sardis, donde ellos tenían el nombre de que vivían mientras que estaban muertos, Él consuela además a los fieles con la seguridad de que no hay ningún fracaso con respecto a la fuente real de toda fuerza. Si toda provisión exterior se ha acabado, Él todavía es el mismo, y ahora Él hará que esto sea conocido a la iglesia como el poder que sostiene y sustenta a los pocos fieles; pero Él no hace un milagro para su liberación. Así igualmente podemos observar que cuando Israel hizo el becerro de oro no se obró ningún milagro para enfrentar ese fracaso sino que hubo allí poder espiritual en Moisés cuando él puso el tabernáculo fuera del campamento.

 

Los profetas profetizaron en Judá, pero no obraron ningún milagro, excepto cuando el reloj de sol de Acaz volvió atrás diez grados como una señal especial dada a Ezequías. Ellos testificaron con el propósito de traer al hombre de regreso a la verdad públicamente reconocida en un sistema establecido divinamente y consolar los corazones de los fieles. Pero, cuando toda la nación de Israel se hubo apartado abiertamente de Dios bajo Jeroboam y Baal fue establecido y adorado finalmente, entonces Dios obró milagros por mano de Sus siervos Elías y Eliseo. Así que, mientras Dios, en misericordia y gracia, siempre estuvo enviando testimonio tras testimonio a Judá, pero ningún milagro cuando entró el abierto fracaso, Su poder tuvo que ser mostrado para probar que Él era Jehová, en contraste con Baal, el cual Judá no negó. El poder para con los sostenedores corruptos de la verdad los corrompería aún más; el poder como testimonio para aquellos que se han alejado es la bondad paciente de Dios. Este es un gran principio en los caminos de Dios, y es de este gran principio del cual estoy hablando y no acerca de si hubo milagros allí. [Véase nota 3].

 

[Nota 3.] Moisés obró milagros como una prueba de su misión, puesto que nada estaba divinamente establecido en ese entonces en Israel. Pero esto no es nuestro asunto aquí. Es el mismo principio. Los profetas Judíos apelaron a lo que estaba establecido.

 

El gran principio práctico está establecido, a saber, que siempre podemos contar con Dios con independencia de cuál pueda ser el fracaso. Es verdad que no podemos sino ser conscientes del fracaso y debiésemos tener un sentido profundo de él, mientras, al mismo tiempo, nunca debemos permitir que el sentido absoluto del fracaso del hombre oscurezca el ojo de la fe para el conocimiento del poder de Cristo; más bien debe volverse más definitiva y claramente a eso que nunca puede fracasar. De esta forma podemos considerar con serenidad el fracaso de la iglesia porque lo consideramos desde nuestra posición morando en aquel amor que nunca puede fallar; pero, a pesar de eso, a nosotros nos debe importar y debemos sentirlo profundamente como siendo deshonroso para el Señor.

 

Tomen, por ejemplo, al apóstol Pablo; cuán completamente él se situó por encima de la posición de los fracasados Corintios y Gálatas cuando se elevó a la fuente de confianza en el Señor. Vean de qué manera tan chocante se habían conducido los Corintios cuando Pablo les escribió. Allí había "tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles" (1ª Corintios 5: 1). Por consiguiente, él tuvo que censurarlos, pero él consideró por encima de su estado real a la fuente de su vida y esperanza; y por consiguiente, antes de que él se ocupara del mal de ellos, puede hablar acerca de ellos como estando confirmados "hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo" (1a Corintios 1: 8); porque, "Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor". (1a Corintios 1: 9). Así también a los Gálatas. Cuando Pablo les escribió, dijo, "Estoy perplejo en cuanto a vosotros" (Gálatas 4: 20); porque ellos se habían puesto bajo la ley y por consiguiente, Pablo pregunta si debe cambiar su voz, — quiere saber de qué forma él debe hablarles; porque ellos estaban fuera del terreno Cristiano de la gracia y, en consecuencia, pasa a hablarles de acuerdo a la ley. Pero cuando él se vuelve a Cristo, entonces su corazón llega a la fuente de confianza, — no la confianza en ellos, sino acerca de ellos, — y entonces él pudo decir, "Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo". (Gálatas 5: 10). El estado correcto de nuestras almas es tener un valor justo por todo lo que hay en Cristo y habilidad para entenderlo y, consecuentemente, de todo lo que la iglesia debe ser para Cristo, con el propósito de tener un sentido más profundo de su fracaso, conforme a eso que vemos en Cristo de quien ella debe ser testigo fiel y llena de fruto; y entonces el sentido del fracaso aumentará, y no disminuirá nuestra confianza en el Señor Jesús. Y esto es lo que guardará firme y sereno al santo a través de todo esto, porque nuestra confianza no está en lo que la iglesia debe ser para Cristo, sino en lo que Cristo es para ella.

 

Observen, entonces, la benignidad del Señor, en la forma en que Él comienza este mensaje a Sardis. Antes de que Él se refiera a su terrible estado, Él se presenta, en primer lugar, como poseyendo aún el poder plenario del Espíritu para el recurso de la fe; para que, no obstante todo el fracaso y el mal que han entrado, el poder y el prevalecer del Espíritu todavía permanecían los mismos, porque no dependían del andar del santo aquí abajo, sino del valor de la obra de Cristo arriba. Tal como Dios antaño habló a Israel cuando ellos habían fracasado, por boca de Hageo el profeta, diciendo, "Según el pacto que hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, así mi Espíritu estará en medio de vosotros, no temáis" (Hageo 2: 5). Y así es aquí, — "Estas cosas dice el que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas". (Apocalipsis 3: 1 – VM). Entonces Él continúa para volver sobre el estado de la iglesia, — "Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto". ¡Qué terrible condición es esta! Retrata completamente lo que vemos a todo nuestro alrededor, — y no me refiero solamente al tiempo presente, sino al que ha sido realmente el estado de la iglesia durante el último siglo y más.

 

En Sardis, no es la iglesia como habiendo dejado el primer amor como en Éfeso (aunque eso ha sido el origen de todo lo que sucedido desde entonces), ni es como Esmirna, sufriendo bajo la persecución de Satanás, quien tiene el poder del mundo. Ni es como Pérgamo, morando en el mismo mundo donde está su trono, teniendo a los que retienen la doctrina de Balaam y de los Nicolaítas, una doctrina que permite obras de maldad. Ni es como Tiatira, tolerando que la profetisa Jezabel enseñe y seduzca a Sus siervos a cometer fornicación y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Ni ha llegado todavía al estado de Laodicea, simplemente lista para ser vomitada; ni es similar a Israel, como los adoradores abiertos y positivos de Baal. La gracia todavía tiene alguna obra para hacer, y por consiguiente la encontramos actuando aquí y allá. La iglesia de Sardis, como hemos visto, se había alejado de la doctrina maligna y de la enseñanza real de la corrupción; pero la maldad de Sardis era más negativa, — una forma muerta sin ningún poder vivo. Tiene el gran nombre de que vive, ciertamente. Aquí no es Jezabel, no es el comer cosas sacrificadas a los ídolos, ni tampoco es vomitada todavía de la boca de Cristo. Ellos tenían la verdad exterior, pero estaban muertos, no teniendo ningún poder vivo; tenían una cierta profesión exterior y confesada y apariencia de Cristianismo; pero, ¡lamentablemente! si tenía el nombre de que vivía, no había ningún poder de vida. Ellos sostenían el nombre y la doctrina del Cristianismo pero Cristo no estaba allí, ¡lamentablemente! Tomen ustedes la ortodoxia tal como es ahora y como ha sido desde un tiempo atrás, ¿y no es justamente esto? Salvados de Jezabel, ha entrado una forma muerta. Y recordemos aquí lo que hemos comentado antes, a saber, que en estos mensajes a las iglesias nada de lo que se pone bajo juicio tiene alguna referencia a la energía del Espíritu Santo obrando. Lo que es juzgado es el uso hecho de estas gracias y dones del Espíritu de Dios.

 

Tomen ustedes la obra de la Reforma como una ilustración de esto. Con referencia a lo que la produjo, hubo una obra indudable del Espíritu de Dios; y comprobamos con gozo lo que Dios estaba haciendo y no lo que Él está juzgando. Es por no ver esta distinción por lo que las personas entran en dificultad. Ahora bien, se puede preguntar, «¿Dónde está el fruto que debería haber sido producido por los privilegios entregados en la Reforma y que han sido disfrutados por tanto tiempo hasta ahora?» Dios enciende una luz, no para ponerla debajo de un almud, sino sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en casa; entonces Dios mira para ver si lo que Él ha puesto allí alumbra. En las iglesias encontramos que se habla de un buen o un mal estado, pero nunca se nombra el buen estado en relación con el Espíritu Santo como si Él lo produjera.

 

"No he hallado tus obras perfectas delante de Dios." (Apocalipsis 3: 2). La perfección que había en Cristo para ella había sido establecida por completo; y por consiguiente, Él busca aquello que debe responder a esto, la perfección en la que ella fue establecida originalmente. De esta forma, el Señor se presenta a Sí mismo como el Único que tiene todas estas perfecciones en poder y energía espirituales, y está buscando aquello que responda a estas. Nosotros podríamos decir, «¿acaso no es extraño decir que sus obras no eran perfectas cuando se nos dice que ellos estaban muertos?» No, porque el Señor no puede descender más abajo de Su propia medida al tratar con el mal, sea en la iglesia o con un individuo. Si Él da una norma, es por ella por la cual Él debe juzgar. La iglesia debe ser juzgada de acuerdo a los recursos que ella tiene a su disposición. Dios nunca desciende por debajo de esto buscando una respuesta a lo que Él ha hecho. Por consiguiente, tenemos que preguntarnos a nosotros mismos si, como individuos, estamos mostrando al mundo la santidad de la cual hemos sido hecho partícipes y el amor del cual nosotros somos el objeto. Hay muchos que PROFESAN a Cristo, mientras que hay comparativamente pocos que VIVEN a Cristo. Aquí no hay cargo con respecto a Balaam y su doctrina corrupta, o de comer cosas sacrificadas a los ídolos, o a Jezabel; sino que el Señor está buscando VIDA. Él busca obras completas, plenas, de acuerdo a la medida de la gracia con la cual Él ha relacionado a la iglesia. Si nos miramos a nosotros mismos, queridos amigos, ¿qué podemos decir? La pregunta no es si estamos produciendo algún fruto, sino si los frutos que se producen son los frutos correctos para Él, para quien se labra el terreno. Si yo labro un terreno y lo siembro con trigo, y no produce según mis trabajos dedicados a él, yo debo abandonarlo y no lo siembro más con trigo. No estoy hablando aquí acerca de la salvación de un alma, sino del juicio del Señor de los resultados en los santos, en almas ya salvadas.

 

Es cierto que Dios producirá los frutos de cada principio de Su gracia en perfección cuando Cristo tome Su poder; pero, antes de esto, Él se lo encarga al hombre. Él dio la ley a Israel, y ellos fracasaron absolutamente en respetarla. Pero Cristo dice, "tu ley está en medio de mi corazón". (Salmo 40: 8). Así también con Israel, Dios, en los postreros días, escribirá la ley en sus corazones. Ahora Israel se ha convertido en "refrán y escarnio entre todos los pueblos" (1º. Reyes 9: 7 — LBA), por haber sido infiel; pero en el día del poder de Cristo, cuando Dios producirá fruto en perfección y plenitud, entonces "Israel florecerá y brotará, y llenarán el mundo entero de fruto." (Isaías 27: 6 — LBA).

 

Tomen entonces el gobierno que fue puesto en la mano del hombre. A Nabucodonosor se le confió el poder y sabemos lo que resultó de esto. Pero, el gobierno será establecido en perfección cuando el reino del mundo habrá venido a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo. (Apocalipsis 11: 15 – LBA). Así también la iglesia de Dios fue establecida en la tierra completa en Cristo, para manifestar la gloria de su Cabeza ausente en el cielo y el poder del Espíritu Santo conferido a ella. Ella era la morada de Dios en el Espíritu. Pero, ¡lamentablemente! cuán miserablemente ella ha fracasado, y lo que Dios está buscando son los frutos de la gracia como un testimonio y testigo de Su gracia recibida. Pero cuando Cristo "venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron" (2a Tesalonicenses 1: 10), entonces la iglesia será manifestada en gloria y el mundo aprenderá que la iglesia ha sido amada con el mismo amor con el cual Cristo fue amado. Pero ahora es un asunto de responsabilidad, y esto para cada individuo si la iglesia fracasa. Se llegará a esto, con respecto a la iglesia profesante: que será vomitada de Su boca. Pero, recuerden que esta no es una cuestión de salvación sino de profesión ante el mundo.

 

Tomen el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo fue dado para producir ciertos resultados. Allí fueron producidos los frutos adecuados. Entonces, la pregunta con respecto al tiempo presente es, obviamente, ¿está la iglesia de Dios produciendo los frutos para Dios que responden al poder del testimonio que se le confió? No, la iglesia como un cuerpo no lo hace. Entonces la individualidad es mostrada, — "El que tiene oído, oiga" (versículo 6), y esto trae la pregunta a cada uno de nosotros, ¿hasta qué punto estamos nosotros produciendo individualmente un testimonio de la gracia de Dios?, — yo quiero decir, no un testimonio de acuerdo con la primera plenitud pública de poder manifestada en la iglesia, sino si acaso estamos nosotros llenando ahora la medida de lo que hemos recibido individualmente y el servicio espiritual de un santo, de acuerdo al poder de Cristo; porque, en la práctica, así trata Dios con la iglesia, y la gracia en Cristo es siempre suficiente para eso. Cuando la pregunta entre el alma y Dios es esta, ciertamente tendremos que reconocer que esta medida individual de gracia no es lograda. Es verdad que podemos contender celosamente por un NOMBRE; pero la pregunta ante Dios es con respecto al poder y a los frutos plenos de la gracia en la medida de lo que ha sido recibido, y si el alma no llega a eso, es algo terrible para ella estar descansando en una reputación religiosa, mientras las obras no son perfectas ante Dios.

 

¡Oh!, que el Señor nos preserve a todos de descansar sobre una reputación religiosa; porque estoy seguro de que de todas las cosas terribles que le pueden ocurrir a un santo de Dios, una de las peores es confiarse en una reputación religiosa, — sobre todo para uno que está comprometido en el ministerio. ¡Es lamentable! cuán a menudo hemos visto a una persona tal trabajando consagradamente, diligentemente, bendecido en sus labores, reuniendo a otros realmente en la verdad a Cristo, pero reuniendo de esta forma un círculo alrededor de él. El 'yo' está allí y de esta manera toma 'un nombre de que vive', llegando a estar satisfecho con el círculo que él ha hecho y descansando en los frutos producidos y no en Aquel quien es el único poder de vida. Así su utilidad se ha ido, y al final él mismo se detiene. Consideren ustedes ahora el contraste directo de esto en la senda terrenal del Señor. A cada paso que dio, Él perdió reputación con los que estaban alrededor de Él, porque Él siguió andando con Su Padre, resplandeciendo más y más luminoso; hasta que al final los hombres no pudieron soportar Su resplandor y, en lo que a ellos respecta, lo divulgaron en la cruz, porque los que estaban alrededor de Él no conocieron Su medida de comunión, y no pudieron de ninguna manera alcanzar ese nivel. Incluso Sus mismos discípulos no pudieron estar a la altura de lo que implicaba el discipulado; y ellos también Le abandonaron, tal como Él dijo, "seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo". (Juan 16: 32). Nosotros vemos así que el bendito Señor descendió más y más en la estimación del hombre hasta que ellos lo enviaron a la muerte, "y muerte de cruz".

 

Luego tenemos a Pablo. ¡Qué energía espiritual de fe hubo en él! Caminó con Dios en poder; pero vemos que los que estaban alrededor de él no pudieron lograr el punto que él había alcanzado; por consiguiente, como Pablo avanzaba, necesariamente debe dejarlos detrás de él. Su senda se tornó más y más solitaria y al final de su carrera él tuvo que decir, "me abandonaron todos los que están en Asia". (2a Timoteo 1: 15). Y además, "todos me desampararon… Pero el Señor estuvo a mi lado". (2a Timoteo 4: 16, 17). De todos los que él había reunido, Pablo tuvo sólo una persona que lo visitaba en la prisión. La energía plena se mantuvo en Pablo, en el poder con que él caminó con Dios, mientras otros retrocedieron; como él dice, ellos eran "enemigos de la cruz de Cristo…que sólo piensan en lo terrenal". (Filipenses 3: 18, 19). Y aún aquellos que no eran así no se estaban poniendo a la altura del punto de fe; ellos perdieron de vista su ciudadanía celestial; buscaron lo suyo propio más que las cosas de Cristo Jesús.

 

El grado de nuestro aislamiento será exactamente en proporción a que exista esta medida secreta de comunión en nuestro andar con Dios, en lo que está pasando a cada hora entre el alma y Dios. Lo que tenemos que buscar muy especialmente es que todas nuestras obras sean perfectas delante de Dios, que todos nuestros hechos sean medidos con referencia inmediata a Dios, y esto necesariamente debe producir un cierto grado de aislamiento. Esto fue así con Cristo: Él siempre fue humilde y Él ya estuvo solo, no obstante, lleno de amor por todos, perfecto en afabilidad con cada alma necesitada así como con Sus discípulos. Es que no importa de qué modo penetramos en la estimación de los demás ya que esto será la consecuencia necesaria de la fidelidad; y lo contrario de todo esto es con una gran exhibición ante el mundo, — exactamente esto, "tienes nombre de que vives, y estás muerto", "porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios". (versículos 1, 2). Las obras son hechas con referencia al hombre y no a Dios. Al mismo tiempo, es una cosa realmente correcta andar con los santos y mantener y cultivar sus afectos, aunque cuanto más fiel es el andar individual, mayor debe ser el aislamiento, porque habrá muchos menos que lo entiendan. Y sin embargo, cuanto más cercanos a Cristo, más grande, obviamente, será la gracia hacia los demás, como Él dice, "como yo os he amado, que también os améis unos a otros". (Juan 13: 34). De esta forma, en un andar cercano con Dios habrá un sentido permanente de Su favor secreto; pero entonces esta dependencia personal en Dios debe conducir al aislamiento. Nuestro camino será un camino solitario como siempre fue el de Cristo. Con toda Su gracia y humildad, para oír a todos y servir a todos, sí, incluso para lavarnos nuestros pies, aun así, Él fue dejado solo, pero no fue abandonado por Dios, tal como Él dijo, "el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada." (Juan 8: 29).

 

Vean ustedes ahora las consecuencias de las obras que no son perfectas delante de Dios; y esto es lo que yo siento que es tan solemne en la advertencia presentada aquí: "Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete". (Versículo 3). Observen aquí los dos conceptos, "recibido y oído". En primer lugar, la gracia que ella había recibido y en la cual había sido establecida y, en segundo lugar, la palabra revelada de Dios como su norma y guía. La gracia ha sido recibida y la palabra comunicada. No es que nosotros seamos llamados a considerar lo que no hemos recibido, sino lo que hemos recibido. El Señor presenta la medida de responsabilidad en estos dos conceptos, lo que la iglesia ha recibido y en lo cual ella ha sido establecida, y lo que fue OÍDO (siendo la palabra de Dios la única medida de guía revelada). Dios nos da Su palabra para guiarnos y gracia para andar conforme a ella.

 

"Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti." (Versículo 3). Velar ahora es una cosa muy pesada y fatigosa; porque uno tiene que vigilarse a sí mismo también, y nosotros somos propensos a dormirnos. El corazón se cansa de estar constantemente despierto para todo lo que pasa. Es imposible velar si no nos mantenemos cerca de Cristo, — si no somos conscientes de que Él nos está mirando y prestándonos atención. Necesitamos una gran vigilancia en el servicio activo. En verdad, todo nuestro servicio debería estar conectado con Dios como un asunto de fe individual. Nosotros podemos ser probados en esto. El bosque puede ser muy espeso pero el objeto al otro lado debería estar claro. Hay una tendencia constante de deslizarse lejos de esa claridad de juicio acerca de una cosa, claridad que deberíamos tener si estamos cerca de Cristo. Al juzgar una prueba en la presencia de Cristo, la manera de salir de ella parece fácil; pero cuando nos hemos situado en la prueba, no siempre lo vemos tan claramente. Cuando por vez primera estamos descendiendo a un valle, el objeto al otro lado y la dirección que deben ser tomados son vistos bastante claros; pero, cuando nos hemos situado en la espesura del valle no es tan fácil discernir la senda a través de los detalles del camino. Cuando entramos en el cansancio y la distracción de las circunstancias de la prueba estamos inclinados a perder la claridad de aprendizaje que tuvimos al juzgarla en la presencia de Cristo. Todos nosotros encontramos que hay mucha más dificultad práctica de ver tan claramente en la espesura del valle que cuando estamos en las alturas con Cristo. Nuestro ojo debe ser sencillo para hacer la voluntad de Dios y, mientras más humildes seamos, más sencillos seremos, y así seremos guiados a través por la sabiduría de Su propia voluntad, el cual ve el fin desde el principio y nos guía por Su palabra y Espíritu. La mente más grande del hombre que alguna vez fue oída nunca podría discernir las sendas de Dios, mientras que el 'niño pequeño' que recurre a Dios tiene la sabiduría de Dios. Cada paso que tomamos debería estar marcado con la sensación de la aprobación de Dios. Pues Él, "Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera" (Salmo 25: 9).

 

"Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti." Si en la iglesia profesante no hay esta vigilancia, ¡cuán solemne es el resultado! "Vendré sobre ti como ladrón". ¡Qué cosa más terrible cuando la iglesia profesante, con su gran nombre, es reducida al nivel del mundo en la estimación y el juicio de Dios, cuando ella no logra satisfacer con sus obras la expectativa de Dios! Él no ha hallado sus obras perfectas delante de Dios porque no están de acuerdo a los privilegios dados por Dios. Aquí Dios les dice a ellos que, «Si no está la respuesta a lo que yo te he dado, si no hay vigilancia, yo debo tratarte tal como será tratado el mundo». En 1a Tesalonicenses 5: 2, se dice con respecto al mundo, "el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche". Pero a los santos se les dice, "Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, como para que aquel día os sorprenda como un ladrón. Todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día". (1a Tesalonicenses 5: 4, 5 - RVA). Y cuando venga Aquel que trae el día, los hijos del día vendrán con Él. En realidad, ellos serán como los rayos del Sol de Justicia. "Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria" (Colosenses 3: 4); "cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron". (2a. Tesalonicenses 1: 10). Y además, "La gloria que me diste, yo les he dado,… para que el mundo conozca… que los has amado a ellos como también a mí me has amado". (Juan 17: 22, 23).

 

En 1a Tesalonicenses 5 el Espíritu de Dios contrasta el mundo con la iglesia de Dios; mientras que aquí en Sardis el Señor contrasta la iglesia profesante con los verdaderos santos de Dios, y le anuncia la porción del mundo. Por consiguiente, a Sardis se le habla como al mundo; no se le denuncia como a Jezabel, sino como recibiendo el juicio de lo que ella es en espíritu, el mundo; porque si la iglesia profesante no está ascendiendo a la medida de lo que ha "recibido y oído", ésta es su porción. Si no se la encuentra vigilando se está exponiendo en su medida al mismo juicio que el mundo. Obviamente nosotros no estamos diciendo que la iglesia de Dios, que es una con Cristo en la gloria y cuya vida está escondida con Cristo en Dios, podría ser tratada así alguna vez; pero es un pensamiento sumamente solemne que el gran cuerpo profesante, con su 'gran nombre de que vive' y una 'buena apariencia en la carne', esté a la espera del mismo juicio del mundo. De hecho ella es en sí misma el mundo. Entonces emerge esta pregunta, ¿hasta qué punto nuestras almas se han dado cuenta que todo lo que está sucediendo alrededor nuestro y que lleva el nombre de Dios, aun cuando no es de Dios, — es decir, la iglesia nominal, o la Cristiandad como se le llama, que es en verdad el mundo, pero teniendo este nombre, — será tratada como lo que es en verdad, — a saber, el mundo? Bien, entonces, estimados amigos, cuan solemne es este hecho de que nosotros estamos en este día en que vivimos atravesando una escena que debe ser visitada así porque Dios lo ha dicho y, ¡lamentablemente! no sabemos cuán pronto. No conozco nada más solemne que la identificación, en el juicio, de la iglesia profesante con el mundo, lo cual se encuentra aquí.

 

"Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas". (Apocalipsis 3: 4). Aquí tendremos expuesto otro asunto importante; porque aquí encontraremos las características de lo que es llamado la 'iglesia invisible'. "Pero tienes unas pocas personas en Sardis." Estas "personas" representan aquí a 'individuos' a quienes el Señor había contado y había conocido a cada uno de ellos por su nombre. Éstos son aquellos "que no han manchado sus vestiduras"; ellos no habían continuado con el mundo ahora que la iglesia profesante había manchado sus vestiduras. Puede ser que a Sardis no se le acuse con las seducciones de Balaam, o las corrupciones de Jezabel; pero ella está pensando en "lo terrenal" y está gloriándose en "su vergüenza". Sardis no ha guardado sus vestidos sin ser manchados por el mundo, y, por consiguiente, su mancha no es 'la mancha de Sus hijos'. Como dijo Pablo, "aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo;… que sólo piensan en lo terrenal". (Filipenses 3: 18, 19). De lo que aquí se habla es del espíritu del mundo llenando el corazón como un objeto aceptado, y de la conformidad a él para andar con él. Pero aquellos que se han asido de la cruz de Cristo con los vestidos sin manchar, "andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignos."

 

El carácter de la bendición responde siempre a la dificultad. Ellos habían guardado sus vestidos sin ser manchados por el mundo cuando estuvieron aquí abajo. Por consiguiente, caminarán con Él en vestiduras blancas allá arriba, "y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles"(versículo 5). Observen cuán individual es esto, — "su nombre", repitiéndose tan constantemente.

 

La fuerza de la expresión, "del libro de la vida", es evidentemente la de un registro general de la profesión, tomado de la costumbre de corporaciones de ciudades dónde un nombre puede ser inscrito, el derecho al cual puede demostrar ser falso, dando, a primera vista, un título válido a algo, aunque al ser investigado tendrá que ser borrado. Los que estaban inscritos en este libro tenían una profesión, "nombre de que vives". Esto era muy diferente de estar "escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida" (Apocalipsis 17: 8); porque, en ese caso, Dios los había escrito allí: este era así el libro de los consejos y propósitos de Dios.

 

"Y confesaré su nombre." El Señor distinguirá a cada uno que es Suyo. Y en estos individuos vemos que la iglesia invisible existe en medio de la ruina de todo, y cuando el cuerpo visible sea juzgado, ellos escaparán, y no meramente escaparán, sino que serán arrebatados para el Señor antes de esto. Para que, cuando el Señor venga a juzgar al mundo, ellos vengan con Él; y la iglesia visible, no respondiendo a la gracia, será tratada como el mundo. Por consiguiente, yo no dudo de que hay una iglesia invisible; pero observen que cuando la verdadera iglesia es invisible, entonces la iglesia visible es tratada como el mundo. Estas iglesias fueron llamadas candeleros, y Dios había puesto luz en ellos, no para ser puesta bajo un almud, sino para ser puesta en un candelero para dar luz a todo alrededor. Bien, entonces, ¿es invisible la luz? Si ella lo es, ¿para qué es útil la luz invisible? Sólo merece la condenación. Lo que ha sido dicho por los hombres durante los últimos trescientos años es bastante verídico, que hay una iglesia invisible, pero entonces ésta es la condenación de la que es visible. Considerada con respecto a su testimonio colectivo público para Dios, ¿confirma ella los preceptos de Cristo en su conducta y vida? No; y por consiguiente, no ha habido en la iglesia el testimonio visible de toda la gracia, y la verdad, y la bienaventuranza, que son la porción de la iglesia en Cristo.

 

Nosotros haríamos notar aquí cuán diferentes aspectos de la venida del Señor nos son presentados en estos mensajes. En Tiatira, en el estado Jezabel de la iglesia, Él aleja el ojo de toda esperanza de restauración, y lo vuelve a la Estrella de la Mañana para el consuelo de aquellos que, aunque no son de la noche, aun sintiendo que es de noche, están velando por la Estrella de la Mañana; presentando así la esperanza de Su venida como un refugio al fiel vencedor en medio del abundante mal. Aquí en Sardis, Su venida tiene el carácter de juicio, — "vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti". Estando Sardis en un estado muerto y deteriorado, necesariamente trae un juicio a sí misma; porque si la iglesia profesante entró en un estado como de muerte, entonces debe ser tratada como el muerto. Pero en Filadelfia, es una cosa bastante diferente; allí Él se dirige a un pobre y débil remanente en medio de la apostasía, con la esperanza bendita y alentadora de Su pronta venida, — "He aquí, yo vengo pronto."

 

FILADELFIA. Nosotros hemos visto que el curso general de las primeras de estas iglesias es la decadencia; luego, el hecho de ser desviadas por Satanás; después, las advertencias. Aquí se conforta a un remanente. Aquí, lo que caracteriza a los fieles es que, si bien ellos no tenían fuerza, sin embargo están en relación íntima con el Señor Jesucristo mismo. Lo que caracteriza al padre que está en Cristo, en la primera epístola de Juan, es el conocimiento de Aquel que es desde el principio. Así aquí en Filadelfia, nosotros tenemos poca fuerza, es cierto; pero no hay ninguna negación de Su nombre. El mensaje a la iglesia, el fundamento de la declaración hecha a ella, está relacionado con Cristo, es Él mismo; no es una cuestión de poder. Pero, cuando todo está saliendo mal, como en la epístola de Juan, dónde estaban los muchos Anticristos, estaban sin embargo los que tenían aquello por medio de lo cual podían detectar lo falso; leemos, "el que es engendrado de Dios se guarda, y el maligno no le toca". (1ª. Juan 5: 18, - VM). Sintiendo ahora que buscar cualquier restauración de la iglesia es un tipo de algo imposible, hasta donde concierne al poder aparente, guardar la palabra de la paciencia de Cristo es lo que caracteriza a la iglesia de Filadelfia; y el nombre del "Santo, el Verdadero", está impreso en ella de una manera peculiar. No hay ningún asunto de poder en la forma en que Cristo es presentado aquí, como en Sardis, sino la infalible certeza de lo que Él era en Su carácter y de lo que Él ha dicho, — "El que es santo, el que es veraz". (Apocalipsis 3: 7 – VM). Con estas dos cosas podemos juzgar todo. Cuando todo alrededor iba mal, ellos debían guardar la sencillez que había en Cristo; como en la epístola de Juan, — "Este es el verdadero Dios, y la vida eterna". (1ª. Juan 5: 20). "Hijitos, guardaos de los ídolos". (1ª. Juan 5:21). Ellos tenían la vida eterna en sus almas y, habiéndolo tocado y palpado, y habiéndolo visto por la fe, pudieron decir quién era este Verdadero; y también pudieron decir, este es el "Santo", porque Él no sólo es el Único que tiene el poder, sino que Él es el Santo.

 

Observen también que los caracteres de Cristo presentados aquí no forman parte de la gloria original de Cristo, de la que se habló en el capítulo 1, sino que se refieren a Su carácter moral, discernido por el santo ejercitado en la fe en la época a la cual la iglesia alude. Pero, los santos habían guardado aquí 'la palabra de la paciencia de Cristo'; y cuando la palabra de Dios es estimada como tal, entonces el carácter del propio Cristo gobierna el alma. Sus mandatos se vuelven nuestra autoridad, y el propio Cristo gobierna personalmente los afectos del corazón, y con un ojo sencillo el cuerpo está lleno de luz. Así fue con María, cuando la partida del Señor se acercó. La palabra de Dios vincula el alma con Cristo tal como Él era, y como Él es; sencillamente le presenta a uno un Cristo escrito. Vean en Mateo 5: "Bienaventurados los pobres en espíritu"; ¿y quién hay tan pobre en espíritu como Cristo? "Bienaventurados los de limpio corazón"; ¿y quién hay tan puro como Él? "Bienaventurados los mansos"; ¿y quién hay tan manso como Él? "Bienaventurados los pacificadores": y Él fue el gran pacificador, el Príncipe de Paz mismo.

 

Lo primero es, obviamente, tenerle a Él como el Cristo vivo para la salvación del alma; y luego, a través de la palabra escrita, obtenemos la percepción espiritual de lo que este Cristo es. Ella es la expresión sencilla del propio Cristo, de Aquel que era la imagen explícita de Dios; quién "se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad". (Juan 1: 14 - LBA). Y cuando obtenemos así el testimonio que el Espíritu da de Cristo, el corazón se aferra a Él como el "santo" y el "verdadero". Así, el Cristo encontrado en la palabra gobierna los afectos, porque no osamos estar y no nos atreveríamos a estar sin este Cristo escrito, o a apartarnos de Él. Este vínculo viviente con un Cristo vivo es el único resguardo contra aquellos que nos seducirían. Un Cristo santo en quien tenemos la verdad es la bienaventurada, fuerte y moral convicción del alma, cuando una Cristiandad mixta y sin vida es impotente contra el engaño y, cuando las mismas causas hacen incapaz a la iglesia profesante de discernir un camino llano, cuando no hay fe suficiente para arreglárselas sin el mundo, y la mezcla está por todas partes, entonces un Cristo santo y verdadero es la guía segura y sostén del alma.

 

Pablo dijo a Timoteo, "desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús". (2a Timoteo 3: 15), y ciertamente no puede haber conocimiento mejor a conseguir que el conocimiento de Cristo. Éste fue el argumento en la Epístola de Juan. El padre en Cristo ha "conocido al que es desde el principio" (1ª. Juan 2: 14); y él pudo decir lo que el verdadero Cristo era; él conoció a "el Santo, el Verdadero". No es desarrollo lo que se necesita, sino simplemente volver a la sencillez que es en Cristo, — conocerle a Él verdaderamente como fue revelado al principio, Él que era desde el principio. Por consiguiente, si mi alma está ligada al Cristo de la palabra escrita, el Cristo que yo he amado aquí es el mismo Cristo que yo estoy esperando que venga y me lleve allí arriba.

 

El bienaventurado retrato que obtenemos aquí del Señor Jesús no es parecido al presentado en el capítulo 1 de Apocalipsis con, "sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno", — firme, inmutable, un fuego consumidor en el juicio, y ahora revelado así, y según lo que fue revelado por el Espíritu Santo. Pero, el retrato que es presentado aquí de Él está en relación con el carácter moral dado de Él en la palabra escrita, — a saber, "El que es santo, el que es veraz". (Apocalipsis 3: 7 – VM). 

 

"El que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre." (Versículo 7). Cristo no está buscando fuerza en Sus santos: Él entra en Su propio servicio personal y peculiar y Él mismo sostiene "la llave"; y ésta es nuestra confianza. Si olas furiosas se levantan en los países a nuestro alrededor, y la predicación del evangelio parece estar prohibida, bueno, todo está en Sus manos. Yo podría desear que el evangelio pudiera predicarse en una cierta tierra, y los estorbos pueden parecer ser demasiados y demasiado grandes; pero mi consuelo es saber que Cristo tiene la llave, y todo el poder divino de Dios a Su disposición; y es como en Juan 10, "A éste abre el portero", así que cuando Jesús se presentó (como en los evangelios) nadie pudo dejar afuera Su testimonio. Todo los poderes de la tierra, — los Fariseos, los intérpretes de la ley, los principales sacerdotes, los gobernadores, los Pilato, y los Herodes (esos zorros), — no pudieron impedir a ninguna pobre oveja que oyera la voz del Buen Pastor en los días de Su carne; y así es ahora, porque Cristo es "el mismo ayer, y hoy, y por los siglos". Ésta es nuestra confianza al predicar el evangelio; porque yo no podría contar con un año más con toda la libertad con la que somos bendecidos en este país altamente favorecido, sino por esta sencilla promesa, "he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar" (versículo 8); y yo podría ir intrépidamente a cualquier país, cualesquiera que pudieran ser las circunstancias exteriores, si yo viera que el Señor hubiera puesto ante mí una puerta abierta.

 

Es obvio que debemos esperar el tiempo del Señor para tener la puerta abierta; como vemos en el caso de Pablo, pues una vez le prohibieron hablar en Asia y después lo encontramos allí durante tres años, reconociendo el Señor sus obras allí, de modo que toda Asia (de la que Éfeso, dónde él estaba reuniendo una iglesia, era la capital) oyó la palabra de Dios. Obviamente, nosotros tendremos que estar satisfechos de apoyarnos en fe en el brazo de Aquel que sostiene la llave, y en nuestra paciencia tendremos que sujetar nuestras almas; porque siempre habrá allí circunstancias para ejercitar nuestra fe, y Dios permitirá que surjan estas circunstancias, para demostrarnos que no podemos hacer nada sin Él. Porque es entonces cuando encontramos que no tenemos fuerza, y que Dios contesta a nuestra debilidad según Su propia fuerza; porque Él no puede fallar en responder a la fe que Él ha dado. "He puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar." Esta palabra me ha dado a menudo gran confianza, — "la cual nadie puede cerrar". Éste es un consuelo tan bienaventurado, a saber, que si Cristo ha abierto una puerta, ningún hombre, diablo, o espíritu maligno, puede cerrarla; y aunque no tenemos ni siquiera la fuerza para empujar la puerta para que se abra, ella está abierta para nosotros. La iglesia entera está débil, tan débil como puede estar, y eso en un mal sentido, pues, ¿qué fe tenemos nosotros? Nosotros oímos de una fe pequeña. Dios nos muestra Su poder, como hemos oído de lo sucedido en Madagascar. Pero, dónde están la fuerza y energía de la fe que deben ser oídas entre nosotros?

 

"Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba." (Versículo 10).  Esto sella nuestra seguridad y nuestro poder. Se trata de la propia paciencia de Cristo, porque Él también está esperando el reino, esperando hasta que Sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies. Nosotros esperamos cómo Él y con Él; pero esto es aquí mediante la palabra. Es eso lo que es nuestra garantía y nuestra seguridad, — la palabra por la que Él nos guía en la misma mente y espíritu en los que Él espera, separados del mundo y unidos a Él en las mismas esperanzas, y alegrías, y deleite, no encontrando descanso hasta que Él encuentre el Suyo, — es la guía de nuestra mente, por hacernos partícipes de la Suya, en los pensamientos y expectativas que Él tiene en Sí mismo. Sólo mantengamos retenida la palabra de la paciencia de Cristo en estos últimos tiempos peligrosos. Es nuestro poder contra el adversario, — en el conocimiento del propio Cristo, no en el poder eclesiástico, sino como santos y verdaderos, esperando separados del mundo, como Él está, y guardando Su palabra, y perteneciendo a Él, para que Él nos libre de la hora de la prueba que pende sobre el mundo y, mientras tanto, la puerta abierta del servicio es nuestra, a pesar de todo.

 

Pues, asociados así con Él, tenemos Su propia porción. No siendo moradores en espíritu en la tierra, sino esperando con Él, Él no nos hace atravesar esa hora de prueba que va a entresacar a aquellos que tienen su hogar aquí, confundiendo por el poder del enemigo y la tribulación de Dios a los hombres de este mundo, y haciendo del mundo, al que se haya aferrado cualquiera de los Suyos, un tormento demasiado grande para seguir aferrándose. El santo de Filadelfia escapa de todo esto; él puede mirar directo al cielo y al Cristo celestial al que él pertenece; y el corazón asociado con Él sabe que Él no faltará a su corazón, sino que en cuanto Él se levante a tomar Su lugar y poder hacia el mundo, lo arrebatará para estar con Él, según la esperanza que Él le ha dado. Sólo atengámonos simplemente a la palabra escrita de Dios, entonces podremos desafiar todo el poder de nuestros adversarios (y no que nosotros seríamos los adversarios de ellos, ¡Dios no lo permita!), que sólo haya en el corazón la conciencia de la aprobación de Cristo, y esa cercanía de corazón a Dios que toma la palabra de Dios por guía porque es la de Él, y entonces estará el poder de Cristo, la fuerza de Cristo hecha perfecta en nuestra debilidad. Lo que caracteriza a los verdaderos santos en este tiempo presente es la palabra escrita de Dios, en cuanto trae el carácter y nombre de Cristo como verdad y santidad en el corazón y, andando así, ellos estarán seguros, en el compañerismo y la comunión con Aquel que es "el Santo, el Verdadero".

 

"He aquí, yo haré a los de la sinagoga de Satanás, a los que dicen que ellos son judíos, y no lo son, sino que mienten: he aquí, los haré que vengan y se postren ante tus pies, y sepan que yo te he amado". (Apocalipsis 3: 9 - VM). Tenemos aquí a aquellos que tienen un carácter opuesto; y el Señor habla muy claramente, Él no los perdona ni por un momento. Ellos son la sinagoga de Satanás. ¿A qué pretendían estos Judíos? A todo lo que externamente les dio un título religioso para gobernar, para mandar, en la verdad, — es decir, en la antigüedad y en las ordenanzas establecidas por Dios, como ellas realmente lo fueron en el caso de los Judíos, y la prueba de que ellos eran el verdadero y único pueblo de Dios, el sacerdocio instituido por Dios. Ellos tenían la pretensión de ser los administradores competentes de Dios de Sus bendiciones, y ninguna de ellas en ningún otro lugar; y ellos tenían celo para con Dios, la posesión de Sus oráculos. Todo el resto, a excepción de ellos, estaban sin estos privilegios distintivos. ¿En qué otra parte se podía encontrar la vida eterna? Cuando la autoridad de Cristo es reconocida en el corazón, entonces entra esta palabra: a saber, «Os escribimos a vosotros que creéis, "para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios". (1ª. Juan 5: 13)». Si Dios nos ha dado vida eterna en Cristo, nosotros no queremos a los que pretenden ser los administradores exclusivos de esta; y no podemos permitir que entre ninguna cosa y haga separación entre nosotros y Él; no podemos alejarnos de Cristo, y tenemos el verdadero Cristo en la palabra, y no podemos sino hablar de las cosas que hemos visto y oído. A quién me quisiera guiar a otra parte, yo lo puedo descubrir fácilmente como de la sinagoga de Satanás. Ellos pueden prosperar ahora: yo esperaré con Cristo, guardando esa palabra que me enseña lo de Él, y con Él para esperar hasta que Él venga y establezca la bendición y la gloria.

 

Pero, si a ustedes Dios les ha dado vida eterna, entonces no disputen con éstos de la sinagoga de Satanás como si ellos tuvieran algún título de Dios (ellos no tienen ninguno); sino juzguen ustedes si van a obedecerlos a ellos o a Dios. Nosotros tenemos al "Santo, el Verdadero", — y, "El secreto de Jehová es para los que le temen". (Salmo 25: 14 - RVA). Ellos no debían contender con esta sinagoga de Satanás, y aunque tenían poca fuerza y no tenían ninguna reputación, sin embargo, debían sujetar sus almas en paciencia, porque Cristo aún manifestará Su amor a ellos ante sus adversarios. La sinagoga de Satanás era una religión de la carne que descansaba en cosas exteriores, — en todo lo que la naturaleza podría reivindicar como religioso, — obras, ordenanzas, y cosas por el estilo, asumiendo y ocupando el lugar de los Judíos en la época de Pablo; y ahora es lo mismo espiritualmente. Pero, "conocerán que yo te he amado" (Apocalipsis 3: 9 - RVA), y en el idioma Griego se marca con énfasis los pronombres personales "yo" y "te". Entonces, de acuerdo con esto, la pregunta es, ¿es Cristo suficiente para mí? ¿Es la aprobación de Cristo el motivo suficiente para gobernar mi conducta? Si la aprobación de Cristo no es suficiente para satisfacer un alma, esa alma nunca puede andar recto.

 

"He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes" (a saber, "la palabra de mi paciencia"). (Versículo 11). «Yo estoy esperando, y tú debes esperar»; Cristo está esperando hasta que Sus enemigos sean puestos por estrado de Sus pies. En vez de estar descansando debemos estar esperando hasta que Él llegue, así como Él siempre esperaba hasta que Su Padre tomase parte, y tal como Él lo hace ahora hasta que Su Padre ponga a Sus enemigos por estrado de Sus pies. Yo señalaría aquí cuán enfáticamente el adjetivo posesivo, "Mi", entra a lo largo de todo este mensaje. Es la identificación práctica del santo con Aquel que es "Santo, el Verdadero". Esperando con Él en el rechazo de parte de aquellos que tenían todas las ordenanzas y la antigüedad para ellos, seremos partícipes con Él en la gloria. El adjetivo posesivo "Mi" se relaciona sobre todo con todas las cosas en la gloria. «Tú has sido débil en el testimonio aquí abajo, pero "has guardado la palabra de MI paciencia", y serás una "columna" de fortaleza "en el templo de MI Dios", Yo escribiré en TI "el nombre de MI Dios, el nombre de la ciudad de MI Dios"… la cual desciende del cielo, de MI Dios, y MI nombre nuevo». (Versículos 10 y 12). Esta identificación con Cristo en paciencia y en Él en todo, es del más profundo interés y enseñanza.

 

Que el Señor nos dé el andar en el poder del Espíritu con nuestros corazones fijos en Cristo revelado como el Santo y el Verdadero, guardando la palabra de Su paciencia para que Su aprobación pueda ser nuestro eterno galardón. ¡Que Él nos mantenga separados del mundo sobre el cual Él está viniendo en juicio!

 

Qué grande es el contraste entre esperar eso que está pendiendo como un terror sobre la cabeza de una persona, y conocer a Cristo de una manera tal, teniéndolo a Él tan completamente como el objeto entero de nuestros deseos y afectos que, cuando Él dice, "Ciertamente vengo en breve", la respuesta inmediata de nuestros corazones pueda ser, "Amén; sí, ven, Señor Jesús." (Apocalipsis 22: 20).

 

J. N. Darby

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. en 2001. – Texto revisado en Junio 2021.

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

 

LBA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.

RVA = Versión Reina, — Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano).

VM = Versión moderna, traducción de 1893 de H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas, — 1166 PERROY, Suiza)

 

Versión Inglesa conferencia 5:

 https://www.stempublishing.com/authors/darby/PROPHET/05042E_C.html

 

www.graciayverdad.net

Título original en inglés:
SEVEN LECTURES ON THE PROPHETIC ADDRESSES TO THE SEVEN CHURCHES
by John N. Darby
Delivered in London, 1852
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com