LAS SIETE IGLESIAS

Laodicea (7a. Conferencia) (JND)

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SIETE CONFERENCIAS ACERCA DE LOS MENSAJES PROFÉTICOS A LAS SIETE IGLESIAS

 

J. N. DARBY

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960, excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

Escritos Compilados, Proféticos, Volumen 5

 

SEPTIMA CONFERENCIA

 

Lectura Bíblica: Apocalipsis, Capítulo 3

 

LAODICEA. Yo había pensado y esperado haber cerrado nuestra consideración de esta porción de la Escritura la tarde anterior; pero no lamento ahora que en ese momento el tiempo no lo permitiera ya que siento muy fuertemente la importancia de este último mensaje a Laodicea. Y ello me dará la oportunidad de continuar de manera más general lo que hemos examinado en relación con el testimonio que rinde la palabra de Dios a la venida del Señor Jesucristo. Vemos en este mensaje a la iglesia de Laodicea que ella es amenazada con el juicio final y completo, sin ninguna posibilidad de escape en absoluto. En realidad, no es que ella ha llegado a la consumación plena del mal; porque si hubiese llegado, ¿dónde estaría la utilidad de advertirla? A esta iglesia de Laodicea, como a todas las otras seis iglesias anteriores, se le habla como teniendo el carácter de iglesia de Dios (es decir, como sosteniendo ante Dios la posición de reconocido testimonio Suyo para el mundo); y como a tal, se le amenaza con el rechazo. Esto es importante en relación con otras partes de la Escritura. No es la historia de lo que ha sido cumplido, sino la advertencia y amenaza de lo que está por venir. Por este motivo su carácter es profético. Y como todo el libro del Apocalipsis es juicio, así también, en estos mensajes a las iglesias, tenemos el juicio de la iglesia profesante, situada bajo la vista de Dios como sosteniendo esta posición. Y yo aquí volvería a traer a sus memorias lo que he dicho antes, y lo que es importante recordar, a saber, que lo que está ante nosotros en todas estas iglesias no es la obra de la gracia de Dios en sí misma; porque estos mensajes a las iglesias no tendrían ningún lugar si ella lo fuera, — ni siquiera es Cristo la Cabeza del cuerpo, como la fuente de gracia a los miembros, —ni siquiera es la obra del Espíritu de Dios, porque eso, obviamente, nunca es el sujeto del juicio; como también la gracia que fluye de la Cabeza a los miembros nunca puede fallar. Esto nunca puede ser el sujeto de advertencias o amenazas. Lo que es revelado es la condición y el estado de la iglesia como teniendo el lugar de responsabilidad bajo la vista de Dios, y las relaciones consecuentes de Cristo con esto en la expectativa de fruto.

 

Además, estos mensajes no son a individuos, sino a iglesias; y sin embargo, hay bastante para recopilar en estos mensajes por individuos que tienen oído, a través de la enseñanza del Espíritu Santo: y confío que incluso ahora hayamos recopilado un poco de tal enseñanza. Las promesas también son a individuos, "Al que venciere", en medio de las circunstancias malas, pero el trato es con el cuerpo.

 

Entonces, no se trata de la provisión del Espíritu de gracia desde la Cabeza, ni siquiera de las indicaciones a través del Espíritu del amor del Padre tratando con los hijos que están adentro, porque eso supone que la iglesia está en un estado acepto y saludable, y que Él le da instrucciones apropiadas a ese estado, y respondiendo al propósito para el que se la llamó en la posición de iglesia. En Laodicea está aquello que no se puede aplicar a los individuos; pues ustedes pueden advertir a los individuos en la iglesia de Dios, "mas los simples pasan y reciben el daño". (Proverbios 22: 3). Pero, esto no es simplemente advertencia; se anuncia una extirpación, y eso nunca se puede aplicar a un santo de Dios. "Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca". (Apocalipsis 3: 16). Ello es la extirpación del cuerpo profesante externo que lleva el nombre de iglesia, como tal. Esto nos lleva a ver la importante verdad de la responsabilidad de la iglesia profesante de Dios en la tierra; y es por eso que me alegro mucho de esta oportunidad de examinar de nuevo los principios generales relacionados con esto.

 

"Y al ángel de la iglesia que está en Laodicea, escribe: Estas cosas dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios". (Apocalipsis 3: 4 - VM). El carácter de Cristo presentado aquí es notable. En las últimas tres iglesias hemos visto que Cristo abandona, por así decirlo, las características dadas de Él en el capítulo 1 (es decir, Él no es presentado en ninguna parte con el carácter que Él asume en el capítulo 1); sino que encontramos una nueva revelación especial de Él según las circunstancias de la iglesia a la que se habla. No se dan los mismos rasgos de carácter de Él como los que Juan había visto en la visión; no se relaciona así con las cosas 'vistas', sino con "las que son", en una condición nueva y distinta de la que ellos habían sido situados en su relación original con Cristo y, por consiguiente, se hace una revelación nueva de Cristo para la necesidad y ocasión de la iglesia.

 

En Filadelfia, Cristo no fue conocido en el mismo carácter en el que Él fue conocido en Tiatira, como "hijo sobre su casa" (Hebreos 3: 6), sino que la iglesia se iba a apropiar de rasgos nuevos de Su carácter para su necesidad particular. Desde el mismo período de tiempo, e incluso antes, es decir, desde el tiempo de la corrupción completa de su posición original, la venida del Señor es ofrecida a la iglesia. El santo ya no podía ocuparse más en la esperanza de restauración de la iglesia como un todo profesante y, por consiguiente, la venida del Señor es puesta ante él como su único recurso, para que el remanente fiel pudiera esperarlo a Él, encontrando en Cristo aquello en lo que ellos pudieran apoyarse y confiar, cuando el terreno exterior estaba deslizándose debajo de sus pies. Los que tenían fe especial en Jesús no podían seguir fluctuando con la corriente común de los pensamientos de la iglesia; porque si ellos lo hacían se encontrarían con Jezabel, o con Sardis, teniendo un nombre de que vivían y sin embargo estaban muertos. La fe ha tenido que ser sostenida de una manera especial para guardarme de las seducciones de la "sinagoga de Satanás". La gracia común bastará cuando la propia iglesia esté en su lugar, pero se necesita gracia excepcional para sostener al creyente cuando la iglesia no está guardando su lugar. Si Jezabel está allí, yo no puedo seguir con la fe común; pues Cristo y la falsedad no pueden seguir juntos. Si tiene un nombre de que vive, estando muerta, yo debo tener algo especial para que sostenga la vida en mí. Por consiguiente, ya sea Jezabel seduciendo [véase nota], o Babilonia adulterando, o Laodicea que va a ser vomitada, yo no podría continuar satisfecho con el estado moral de las cosas. Por consiguiente, necesito una gracia especial adecuada para esto, discernida solamente por la preocupación espiritual, no siendo esta la relación natural entre Cristo y la iglesia. Obviamente que necesitamos la gracia sostenedora de Dios en todo momento, nosotros no podemos proseguir sin ella, como cada uno sabe; yo la necesito, tú la necesitas, todos nosotros la necesitamos. Pero cuando aquello que lleva el nombre de iglesia de Dios se acerca a la maldición, va a ser vomitada, entonces se necesitan una medida doble y un carácter especial de gracia para sostener a los fieles en la estrecha y a menudo solitaria senda en la que ellos serán llamados a andar. Y observen aquí: cuando ellos habían llegado al estado de cosas de Filadelfia, con su poca fuerza y guardando la palabra de Cristo y no negando Su nombre, la venida del Señor es presentada para el consuelo de los fieles; y luego el asunto es descartado.

 

[Nota.] Jezabel es la fuente de daño interior; Babilonia corrompe el mundo; la propia Laodicea es lanzada fuera como sin valor).

 

Ahora bien, aquí, aunque la iglesia profesante todavía subsiste en la forma, sin embargo, ella es absolutamente rechazada y se declara incondicionalmente que Cristo la vomitará de Su boca. El juicio no se ha cumplido pero es seguro y es asumido como tal. Y el motivo por el cual la venida del Señor es descartada después de Filadelfia, es que, habiéndose arruinado moralmente toda la cosa y sujeta a juicio, el Señor se presenta como estando afuera en Laodicea, "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo". (Versículo 20). Si todavía hay santos adentro, el testimonio a ellos es como desde fuera de la escena de la que ellos forman parte. En Filadelfia, todo trato con los santos como manteniéndolos en un lugar de testimonio es finalizado; porque la iglesia profesante se había entonces convertido o en Jezabel en la corrupción, o en Sardis en la muerte, para que sea juzgada como el mundo; y el remanente tenía el testimonio por guardar la palabra de la paciencia de Cristo y son confortados por la convicción de que Cristo vendrá pronto. Ahora ellos debían estar satisfechos con la seguridad de que entonces la sinagoga de Satanás sabría que Cristo los había amado.

 

En la iglesia de Filadelfia el carácter de la venida de Cristo fue puesto en su lugar verdadero y apropiado. Vista por la iglesia, la venida de Cristo es para sí misma. Cristo dice, «es por ti por lo que yo estoy viniendo», y la esperanza de la iglesia es verlo a Él. Se trata de, 'ti,', y de, 'yo mismo', Él dice que deben estar juntos, constituyendo el carácter de esperanza apropiado de la iglesia y la alegría cumplida. Por este motivo, en el capítulo 22 de Apocalipsis, después que el Señor ha pasado por la profecía entera, Él dice, "Yo Jesús he enviado a mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias", — "Yo soy… la estrella resplandeciente de la mañana" (Apocalipsis 22: 16); y la presentación de Él mismo despierta el clamor para que Él venga. Cuando advierte a los hombres, Él no dice, "He aquí, yo vengo pronto". El Espíritu y la Esposa dicen, "Ven", y entonces, en una respuesta que asegura el corazón, Él dice, "Ciertamente vengo en breve"; a lo que la iglesia responde, "Amén; sí, ven, Señor Jesús". (Apocalipsis 22: 17, 20). Es así muy evidente que la venida del Señor para llevarse a la iglesia consigo debe ser algo exclusivamente entre Él y la iglesia. Pero no será así con el remanente de Israel, para ellos se necesitará la ejecución del juicio para la asunción de su lugar en la tierra. De hecho, la venida del Señor a la propia tierra debe ser esperada con la ejecución del juicio, recogiendo afuera de Su "reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad". (Mateo 13: 41). Y es evidente que la liberación del remanente de Israel relaciona la venida del Señor con la ejecución del juicio sobre lo que lo desprecia a Él, antes de que Israel pueda posiblemente conseguir su bendición. Y esto justifica el fuerte clamor de venganza que encontramos a lo largo de los Salmos; tomen, por ejemplo, el Salmo 94, donde está escrito, "¡Oh Dios, a quien la venganza pertenece, muéstrate." (Salmo 94: 1 – KJV). Ahora bien, nosotros no queremos venganza para estar con Cristo en bendición. Dios nos ha dado, en todos los sentidos, la gracia como nuestra porción, y nosotros tenemos que ver completamente con la gracia. Yo no estoy esperando que venga el Señor y me vengue en mis enemigos, porque estoy esperando ser arrebatado para encontrarme con Él en el aire. Y, que pueda entenderse claramente, yo comentaría de nuevo que a lo largo de todas las Escrituras este clamor, en relación con el Señor viniendo a la tierra, es el idioma del remanente de Israel, y no el idioma de la iglesia de Dios.

 

Tomen el Salmo 68:23, donde se lee, "Para que tú los quebrantes, teñido tu pie en la sangre de tus enemigos, y saciada de ella la lengua de tus perros". (Salmo 68: 23 – VM).  Éstos no son los pensamientos que ocupan mi alma en la contemplación de encontrar a Jesús en el aire. Si por medio de la gracia yo me he inclinado ante la gracia del Cordero, entonces no tengo ninguna relación con lo que quedará bajo la ira del Cordero. Es a Él a quien yo estoy esperando por el hecho de lo que Él es en Sí mismo, aparte de cualquier otra cosa. Así también, en la descripción de los futuros tiempos judíos de bendición en Isaías 60: 12, leemos, "la nación o el reino que no te sirviere perecerá"; mientras que de la Nueva Jerusalén se dice, "las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones". (Apocalipsis 22: 2 - VM). Israel es la escena de los justos juicios de Dios; la iglesia es la escena de la gracia soberana de Dios; y esto nunca deja de ser así. Porque la iglesia, como tal, nunca pide venganza; ella verá la justicia de la venganza cuando Dios vengará la sangre de aquellos que han padecido, y se regocijará en que la corrupción sea destruida; pero su propia porción es estar con Cristo. La tierra será liberada a través del juicio; pero nuestra porción es encontrar al Señor en el aire, y estar para siempre con Él.

 

Teniendo la iglesia de Filadelfia su porción apropiada, a saber, la venida del Señor, finaliza el asunto de esta esperanza bendita. En Laodicea, por consiguiente, no hay nada acerca de la venida del Señor, aunque obviamente esto permanece verdadero, pero aun así, no es puesta ante ella. Es otra cosa lo que está a mano; y aquí entra el carácter profético, porque el Señor está hablando aquí de lo que iba a pasar en el juicio. Él va a juzgar a la propia iglesia. Él siempre está hablando de la iglesia profesante (debemos recordar esto), de aquello que toma el lugar de la iglesia de Dios como testimonio para Dios en el mundo. Y observen el carácter peculiar que Cristo toma aquí ahora; pues si la iglesia, este vaso de testimonio para Dios, este testigo, es desechada por el Señor con repugnancia, entonces el Señor mismo aparece como el "Amén, el testigo fiel y verdadero", no tanto en la dignidad de Su Persona, como es mostrado en el capítulo 1, sino como el testigo fiel y verdadero, — "el principio de la creación de Dios", como que va a tomar el lugar de aquello que ha fracasado tan enteramente como testimonio de Dios en la tierra.

 

En la epístola universal de Santiago vemos que el propósito de Dios es, "que seamos nosotros [la iglesia], en cierto sentido, las primicias de sus criaturas" (Santiago 1: 18 - VM), y la iglesia tendrá ese lugar en la plenitud de la creación restaurada. Pero, aun ahora la iglesia es llamada a tener su propio lugar peculiar, como teniendo las primicias del Espíritu; pero, contemplada como en una posición de testimonio, la iglesia ha fracasado absolutamente, no sosteniendo, en el poder del Espíritu Santo, esta posición de primicias de Sus criaturas. Pues, ¿cuáles son los frutos que indican ese poder? ¿No son ellos "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Gálatas 5: 22, 23)? ¿Ven ustedes esto en la iglesia profesante? No; y por consiguiente, nosotros decimos que la iglesia profesante ha fracasado en ser, en cierto sentido, las primicias de las criaturas de Dios; porque la iglesia profesante no sostiene una posición por sobre el estado presente de la creación o el mundo alrededor de ella. Si un hombre viene a Londres desde China, ¿vería él estos frutos del Espíritu en la iglesia profesante? ¿o encontraría él la misma codicia, el mismo amor al mundo aquí, en todo sentido, como en su propio país? Él podría decir, «¿Oh! yo podría hacer todo esto en China. Lo que los Cristianos están haciendo en Londres (y los verdaderos Cristianos también), yo lo puedo hacer a lo largo de toda China; aunque pueda haber una manera mejor y más refinada de llevarlo a cabo en Londres que en China». Pero en China están los mismos resultados; porque lo que los Cristianos profesantes están haciendo en Londres también se hace en China, aunque puede no ser conseguido tan cómodamente con respecto a la carne, pero bastante a fondo en cuanto al corazón.

 

Yo no creo que la iglesia profesante esté todavía totalmente madura en la condición final de Laodicea; pues si así lo fuera, hubiese sido inútil advertirla. Dios está sosteniendo la brida y no permite todavía que el mal se desarrolle totalmente. Fue así tan verdadero en el principio en Éfeso, en el momento que la iglesia se apartó de su primer amor; pero no lo encontramos desarrollado hasta el estado Laodicense, cuando Cristo vomita de Su boca la cosa entera. Y recuerden que es la iglesia profesante la que es vomitada así, y no la iglesia del Dios viviente, el cuerpo y la esposa de Cristo. Tampoco es esta extirpación una mera remoción del candelero; porque cuando no se puede decir de la iglesia profesante, ustedes "no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo" (Juan 17: 16), entonces, en vez de ser ella el objeto del deleite de Cristo, ella se convierte (y es terrible decirlo) en una repulsa para Él: pues leemos, "te vomitaré de mi boca". Apocalipsis 3: 16).

 

Nada puede ser más solemne que la posición a la que llegará la iglesia profesante, a saber, a motivar una declaración tal por parte del Señor. Nosotros también encontramos en esto otro testimonio notable del carácter sucesorio de estas iglesias. En su carácter general, a pesar de la obra especial de gracia en detalle, la iglesia profesante se hace cada vez peor, hasta que llega a esa condición en la que tiene que ser vomitada de la boca de Cristo; y entonces hay "una puerta abierta en el cielo", y Juan es llevado allí arriba. (Apocalipsis 4). Entonces comienza el juicio del mundo, y la introducción del Hijo Unigénito a Su herencia terrenal.

 

Dios ha terminado con la iglesia como testimonio en el momento que Laodicea es vomitada. Y cuando la iglesia ha llegado a este completo estado de fracaso, entonces Cristo la reemplaza como "el testigo fiel y verdadero" de Dios. Cristo se presenta a Sí mismo haciendo lo que la iglesia debería haber hecho. Cristo es el Gran Amén de todas las promesas de Dios; y la iglesia debería haber mostrado de qué forma todas las promesas de Dios eran y Amén en Cristo Jesús; pero la iglesia no ha podido hacer esto; ha fracasado en poner su amén a las promesas de Dios.

 

Amén significa "fe y verdad" firmes. (Véase Isaías 7: 9 - VM). "Si no creyereis, no tendréis estabilidad", es decir, "si no creyereis [o amén, pues es la misma palabra], no tendréis estabilidad [o no seréis confirmados]". El significado es, «si tú no confirmarás mis promesas, tú no serás confirmado». Obviamente, no hay ningún pensamiento acerca de la posibilidad de que Dios fracase en Sus propósitos en Cristo y, por consiguiente, la iglesia, el cuerpo de Cristo, estará en la gloria con su Cabeza: pero si es un asunto de testimonio en la tierra, entonces realmente la iglesia no ha puesto en forma práctica su amén a las promesas de Dios en Cristo. Pues la iglesia fue llamada a manifestar el poder de su llamamiento celestial mientras anda en la tierra; pero ella no ha dado en su andar la respuesta a lo que Dios ha afirmado, pues no vemos a la iglesia presentando el testimonio celestial por medio del Espíritu Santo, respondiendo al Señor Jesucristo, sentado a la diestra de Dios y, por consiguiente, como Dios no se puede quedar sin testimonio, Cristo inmediatamente se presenta a Sí mismo como el "Amén, el testigo fiel y verdadero", la Persona que va a sellar firmemente todas las promesas y profecías, el que pone el gran amén a todo, como el "testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios". La iglesia profesante ha fracasado; y ella contiene dentro de su cercado una gran masa de personas que nunca se convirtieron, llevando el nombre de Cristo sin poseer la vida de Cristo. Pero, el fracaso comenzó con la iglesia verdadera; fue por medio de ellos que la corrupción entró sigilosamente; 'ellos dejaron su primer amor', y entonces, como consecuencia, el mundo entró; tal como Dios dice, "Vi… (que) en el lugar de la justicia, allí había iniquidad". ( Eclesiastés 3: 16 - VM). Como se dice a menudo, 'la corrupción de lo mejor es la peor de las corrupciones'; así que realmente no hay nada en la faz de la tierra entera tan diametralmente opuesto a Dios como la Cristiandad profesante.

 

"El principio de la creación de Dios." Cristo entra aquí como el testigo bienaventurado de que Dios aún establecerá la creación según Su propia voluntad, siendo el propio Cristo el príncipe y el centro de toda ella. (Véase Proverbios 8). Esto no es la promesa de Cristo que viene a llevarse a la iglesia consigo, como a Filadelfia, sino el propio Cristo tomando el testimonio pleno y perfecto para Dios, y como Aquel en quien se llevan a cabo todas las promesas de Dios, de las cuales la iglesia debería haber sido la manifestación. En este carácter, Cristo reemplaza a la iglesia en la manifestación de los propósitos y promesas de Dios, los que, como esto era, no pueden fracasar. Si la iglesia ha desaparecido irrevocablemente, el testimonio permanece, y eso será el sostén del creyente individual. Aquí se trata de que la fe es sostenida, incluso donde el mal está aumentando como una inundación; aquí está el terreno firme que no puede ser tocado por nada, la fuerza en la que el alma puede permanecer en caso de que la iglesia haya desaparecido porque el sustento de toda alma es confiar en Él.

 

Yo me referiría ahora al testimonio general en la palabra de Dios en cuanto al completo fracaso y al consiguiente repudio de aquello que debía haber dado testimonio de Él, para que el honor, el poder, y la gloria redunden exclusivamente para Cristo y solamente Cristo. El hombre, como hombre, fracasó en aquello que le fue encomendado, y entonces vemos a Cristo, el verdadero Hombre, dispuesto en los propósitos de Dios; Salmo 8. La declaración de Dios es que habrá un repudio completo para todo lo que ha llevado el nombre, el título, y la autoridad de Dios en la tierra.

 

Tomen por ejemplo el poder que fue ordenado por Dios para estar en manos del hombre y que fue así, en cierto sentido el representante de Dios; para que, como Cristianos, debamos reconocer las autoridades que hay y someternos a ellas ya que "por Dios han sido establecidas". (Romanos 13: 1). Fueron llamados dioses "aquellos a quienes vino la palabra de Dios". (Juan 10: 35, Salmo 82: 6). Y leemos, "Pero como hombres moriréis, y como cualquiera de los príncipes caeréis." (Salmo 82: 7).  Pues bien, ¿cuándo Dios juzga entre los dioses, qué muestra esto? Ellos han fracasado absolutamente, — y lo que se ejecuta es el juicio inmediato de Dios. Entonces, con respecto al poder en las manos del hombre, la piedra pequeña, cortada no con manos, hirió la imagen del poder Gentil, la que se vuelve como el tamo de las eras de verano, y se lo lleva el viento, y nunca más se halla el lugar de ellos. (Daniel 2) Entonces Cristo, según el propósito de Dios, asume el pleno poder del reino.

 

Presten atención a qué paciencia está ejercitando Dios durante el progreso del mal denotado en esta imagen de Daniel. Hay tres caracteres distintivos del abuso de poder en Babilonia vistos en los tres pasos sucesivos de maldad, — la idolatría, la profanidad y la apostasía exaltadora del yo. En primer lugar, hubo idolatría en Nabucodonosor levantando la estatua de oro en el campo de Dura; preparando la idolatría para tener unidad en una influencia religiosa común. En segundo lugar, hubo profanidad en Belsasar, quien saca los vasos traídos cautivos del templo de Dios. En tercer lugar, hubo apostasía en Darío quien se hizo a sí mismo un dios. Dios tiene larga paciencia con todo esto, hasta el final, cuando el poder se levante en positiva y abierta rebelión contra Cristo, y entonces Dios, levantándose en el poder de la piedra no cortada con manos, desmenuza la cosa entera como un vaso de alfarero. Entonces la piedra se vuelve un gran monte, llenando toda la tierra. Vemos así que el poder que fue dado al hombre en principio, para ser usado para la gloria de Dios, corrompiéndose en la mano del hombre es usado al final contra Dios. Y aquí termina el poder Gentil para dejar paso a Cristo, el gran Vaso de poder y honra para Dios.

 

Tomen a Israel bajo la ley. Ellos no sólo fracasan, caen sobre la piedra y son quebrantados, sino que el espíritu maligno de la idolatría que había salido de ellos, tomará otros siete espíritus peores que él, y entrando, los somete a esta perfección de maldad, y su postrer estado será peor que el primero. Es decir, ellos seguirán madurando en el mal hasta que por fin, cuando ellos se unan abiertamente en idolatría y maldad apóstata, Dios los abandonará como nación, aunque un remanente será perdonado. Este mismo fracaso está en la casa de David.

 

Con respecto a la iglesia de Dios hay mayor dificultad en creer que habrá el absoluto y último rechazo de ella, aunque, obviamente, esto sólo será verdad acerca de la iglesia profesante. Es una verdad solemne que cuando el mal entra al principio este continúa aumentando y madurando hasta que el juicio viene; y observen también que el juicio no se ejecuta en ella hasta que dicho mal está totalmente maduro, — "porque aún no ha llegado a su colmo la iniquidad de los Amorreos". (Génesis 15: 16 - VM). Este principio está total y claramente expuesto en la parábola de la cizaña. La cizaña fue sembrada al principio pero no debía ser arrancada enseguida. La cizaña y el trigo tenían que crecer juntas hasta la siega. El Señor declara así positivamente que el daño entró al comienzo y continuaría madurando hasta la ejecución del juicio. No se trata de individuos, o de que si todo el trigo será recogido en el granero (que, obviamente, lo será), sino de que el testimonio público está estropeado. La siega se estropeó en el campo (es decir, el mundo); y eso no podía ser remediado por el hombre, porque, mirada como una siega en el campo, el hombre no es competente para remediarla, porque el hombre no es competente para juzgarla. Además, nuestra incumbencia es la gracia y no arrancar cizaña.

 

Tomen 2a. Tesalonicenses: el misterio de iniquidad estaba en acción en los días de los apóstoles, pero algo impedía su plena manifestación. Y la mismísima iniquidad está todavía en acción, incluso en este, nuestro día, "sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio" (2ª Tesalonicenses 2: 7); pero, el mal continuará todavía en acción hasta que la rebelión abierta y apóstata terminará en la ejecución plena del juicio.

 

Tomen el Libro de Apocalipsis. Sin entrar en detalles, hay un testimonio amplio y muy claro de lo que será el fin de la época entera: "Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas". Capítulo 16 : 13. Las personas pueden intercambiar opiniones sobre lo que pueden ser estas ranas, pero una cosa está bastante clara, y es que ellas son algún poder de maldad que van a los reyes de la tierra para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso para combatir contra Dios. Las cosas están madurando de esta forma hasta la manifestación más plena del mal; y cuando la iniquidad haya llegado al máximo, entonces una gran voz del trono dirá, "Hecho está" (Apocalipsis 16: 17), y entonces el juicio sigue inmediatamente. Nosotros entendemos algo que es más claro para nosotros, aunque ello es aplicado directamente a la iglesia profesante.

 

Antes de la introducción de ese estado perfecto de bien relacionado con el poder y el reino de Cristo, vemos todos los hilos diferentes del mal moviéndose juntos para un juicio común.

 

El hombre, en su carácter de rebelión abierta, poniéndose en el lugar de Dios, debe ser juzgado.

 

Además, Israel está asociado con el poder apóstata, volviendo a la idolatría, de la cual Abraham había sido llamado fuera; identificándose ellos mismos con los Gentiles apóstatas, y diciendo, "No tenemos más rey que César". (Juan 19: 15). Por consiguiente, habiéndose vendido a sí mismos por sus pecados a César, ellos deben regresar de nuevo a César, y asociarse en el mal con los Gentiles y finalmente ser juzgados con ellos mientras unos escogidos heredan la bendición. Acerca de la propia nación judía, leemos en Isaías 66 acerca de su alejamiento completo, — "comen carne de cerdo".

 

Está entonces la corrupción Babilónica de la Cristiandad; porque el carácter de Babilonia es aquel de corrupción idólatra, y ella será destruida de la misma manera. Todo el mal habrá llegado entonces a su colmo. La mujer que se sienta sobre la bestia escarlata, la madre de las rameras, los resultados plenos de la seducción de Jezabel; la bestia, que es el poder; el falso profeta; el hombre en rebelión; la Cristiandad en apostasía; la palabra de Dios desestimada; el alejamiento de la ley; la gracia despreciada: todas estas formas variadas de mal son encontradas apiñándose y fusionándose y serán al final el único objeto común del juicio (el mal siendo así totalmente desestimado para que no pueda quedar nada excepto lo bueno).

 

¿Está la iglesia profesante exenta de todo este juicio? Ciertamente no. Aunque el trigo será recogido a buen recaudo en el granero, sin embargo, si tomamos la palabra de Dios como nuestra guía no podemos suponer ni por un momento que la iglesia profesante puede estar exenta de este juicio general. Tomen a Judas, el cual al escribir a los santos dice que fue necesario que él los exhortara a contender ardientemente por la fe que les había sido una vez entregada; ¿y por qué? Porque, "se han entrado disimuladamente ciertos hombres impíos,… los cuales tornan en lascivia la gracia de nuestro Dios, y reniegan de nuestro único Soberano y Señor, Jesucristo". (Judas 4 - VM). "De estos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías". (Judas 14, 15). Pero, ¿dónde se encontraban estos falsos hermanos? Se encontraban en la iglesia de Dios, como dice Judas, "Estos que participan en vuestras comidas fraternales son manchas". (Judas 12 – RVA). Ellos no se encontraban entre los Judíos, ni siquiera entre los paganos, sino en la iglesia de Dios, corrompiéndola, "apacentándose a sí mismos sin temor alguno." (Judas 12 - RVA). Dios ha permitido de manera muy benigna que hubiese una manifestación marcada de todas las fuentes y formas de mal que posiblemente pudiesen surgir antes que el canon de la Escritura fuese cerrado; para que tuviésemos el juicio de la palabra escrita de Dios acerca de todo mal cuando este surge. Y sin esto, no podríamos descubrir la excedente sutileza del misterio de iniquidad el cual todavía está en acción, sino que, teniendo la palabra escrita como nuestra guía, somos exhortados como hijos de Dios a juzgar todo solamente por medio de esta. Por otra parte, en 2ª Timoteo 3 leemos, "en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, etc.", siendo hecha manifiesta su falsa piedad por ser ellos "amadores de los deleites más que de Dios", y también "tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella". Y noten que no es simple Judaísmo lo que se quiere significar aquí, aunque el espíritu del Judaísmo está en acción. Y también se añade que, "los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados". Luego el apóstol (habiéndose ocupado de las variadas características de esos falsos hermanos que "han entrado encubiertamente", cuyas características también nos sirven como una guía a nosotros), da por finalizado todo diciendo a Timoteo, "Más persevera tú en las cosas que has aprendido, y de que has tenido la seguridad, sabiendo de quién las aprendiste; y que desde la niñez has conocido las Santas Escrituras, que pueden hacerte sabio para la salvación, por medio de la fe que es en Cristo Jesús" (VM); porque "Toda la Escritura es inspirada por Dios; y es útil para enseñanza, para reprensión, para corrección, para instrucción en justicia; a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, estando bien preparado para toda buena obra". Nosotros aprendemos así, en las instrucciones de Pablo a Timoteo, que el único lugar firme y seguro del hombre de Dios en este día de creciente iniquidad es las Santas Escrituras; y eso, en el sencillo uso piadoso de ellas, como él y su madre y abuela, mujeres piadosas, las habían estudiado, — las mismísimas Santas Escrituras que él había leído desde su juventud. No es la autoridad o el poder (ni siquiera el poder del Espíritu de Dios) en lo que el santo puede confiar para ser guiado, aparte de la sencilla palabra escrita de Dios.

 

Aprendemos entonces, de estas Escrituras a las que nos hemos estado refiriendo, que la ocasión inmediata, el objeto, y la fuente interna de todo el juicio terrible que está viniendo, es la propia iglesia profesante. Ella debería haber sido el testimonio de Dios en la tierra, la epístola de Cristo conocida y leída de todos los hombres; pero, habiéndose corrompido, es esta iglesia profesante la que principalmente y definitivamente hace descender la ira de Dios. ¡OH! queridos amigos, no puede haber un asunto más solemne que esto, que no sólo Israel y la bestia caerán bajo el juicio, sino que, según la propia palabra de Dios, la iglesia profesante quedará bajo la misma condenación. Yo aplico aquí la palabra 'iglesia' a la Cristiandad, a lo que profesa llevar el nombre de Cristo. Está el mismo testimonio en la epístola de Juan, "así ahora han surgido muchos anticristos". (1ª. Juan 2: 18). Yo no tengo ninguna duda de que el Anticristo se levantará entre los Judíos y él será una manifestación plena de ese espíritu de Anticristo que aun ahora niega al Padre y al Hijo y también niega que Jesús es el Cristo. De hecho, muy horrenda cosa es pensar en esa apostasía que lleva un carácter religioso, tal como ella lo hace; pues la negación de la verdad Cristiana es lo que caracteriza a los muchos Anticristos, y aunque habrá una apostasía plena, aun así será una apostasía a partir de las doctrinas de la Cristiandad. ¡Cuán pronto entró el espíritu de esto! ¡Cuán prontamente hubo allí una causa para decir que, "todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús". (Filipenses 2: 21)! Que el Señor abra, en Su gracia, los ojos de Sus santos para que vean el tono y el carácter real de éstos postreros días malos, y para recordar que, aunque Él ha tenido larga paciencia mientras Él reúne afuera las almas para salvación, y en este sentido para tener "entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación" (2ª Pedro 3: 15), — es decir, que Su juicio, aunque demorado, no ha cambiado; porque la palabra ha salido de Su boca, y el único remedio para el presente mal está en el juicio.

 

Desde el mismo comienzo de la iglesia vemos que entran los principios de corrupción. El testimonio para Dios fracasó. La cizaña fue sembrada, la siega se estropeó así en el campo; el misterio de iniquidad estaba en acción. En el mensaje a Laodicea encontramos al Señor mostrando los principios malignos que entraron al comienzo produciendo el doble carácter encontrado en Laodicea. El objeto para el que la semilla había sido sembrada en el campo fue estropeado. En vez de ser un testimonio para Dios, la iglesia dice, "Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad". (Apocalipsis 3: 17). Encontramos así que hay dos asuntos de importancia especial como características de esta iglesia de Laodicea, — a saber, gran pretensión por las riquezas espirituales en sí misma, y ni frío ni caliente con respecto a Cristo. En primer lugar, hay gran pretensión por las riquezas espirituales; pero, por otra parte, con respecto a la vida, ellos tenían la forma de ella, pero no el poder, — "no eres ni frío ni caliente" (Versículo 15 - VM). No es aborrecimiento positivo para con Cristo, pero no es celo positivo por Cristo. Es la iglesia que sigue en la comodidad exterior y la mundanalidad, y haciendo, al mismo tiempo, grandes pretensiones de riquezas espirituales, que son una señal segura de pobreza; pues siempre que veamos una gran profesión tal de poseer dentro de sí misma las riquezas de Dios, estaremos seguros de encontrar pobreza. ¿Y por qué? Porque esas riquezas sólo se pueden encontrar en Cristo. Cuando la iglesia dice, "Yo soy rico, y me he enriquecido [haciéndose a sí misma el vaso de gracia, en vez de Cristo], y de ninguna cosa tengo necesidad", ella alardea de riquezas dentro de sí misma. Por tanto, al hacer esto, ella no pone su "amén" a las promesas de Dios en Cristo Jesús, ni es el testigo verdadero y fiel para Dios. La iglesia deja de ser esto, aparta la mirada de Cristo como la única fuente; y cuando ella asume para sí misma el hecho de ser el vaso de riquezas, entonces ella necesariamente se vuelve un testigo falso en vez de uno verdadero. Porque en el momento en que yo digo que la iglesia es todo esto o todo aquello, o que la iglesia es lo que yo estoy considerando y no a Cristo, el ojo es apartado completamente de Cristo hacia la iglesia; yo la estoy mirando a ELLA en vez de a Él, no obstante lo mucho que yo pueda pretender honrarlo a Él. La fidelidad de Dios no es el asunto aquí, sino nuestro fracaso. Esto es de la mayor importancia guardando contra el engaño.

 

En Filadelfia ellos no estaban poseyendo todo aquello con lo que ellos fueron dotados en Cristo: ellos tenían poca fuerza, y todo lo que el Señor pudo decir de ellos fue, que ellos habían guardado Su palabra, y no habían negado Su nombre. Si bien había pobreza palpable en la iglesia, Cristo estaba deleitándose en ellos y podía decir, «Yo estoy a tu favor, y estoy viniendo por ti. Yo haré que "los de la sinagoga de Satanás… sepan que yo te he amado". (Apocalipsis 3: 9 - VM)». Pero, existe directamente la pretensión de riquezas en sí misma cuando la iglesia está tomando las riquezas y está dándose crédito con ellas, en vez de que Cristo esté deleitándose en ella, y hay una expresión de repugnancia positiva, — "te vomitaré de mi boca". Y si consideramos a la iglesia profesante en el día actual, veremos de qué manera ella está entrando en este estado, rica en sí misma. Cuando yo no encuentro sino muy poca fuerza, mientras la palabra es guardada y Su nombre no es negado, entonces puedo decir, «Anímense; el Señor está viniendo pronto». Porque reconocer que yo soy pobre y que no tengo sino poca fuerza, no es necesariamente incredulidad en Cristo; no está necesariamente negando lo que tenemos en Él para nuestro uso cuando nos apoyamos en Él para obtener fuerza porque nosotros no tenemos ninguna. Es el cuerpo obteniendo la plenitud desde la Cabeza. Pero cuando encuentro en una iglesia este pensamiento de plenitud y riquezas en sí misma, entonces digo, «ustedes están avanzando hacia Laodicea cuyo fin es ser vomitada de la boca de Cristo». La iglesia de Laodicea, teniendo el pensamiento de plenitud y riquezas dentro de ella, era absolutamente ignorante de su estado ante Dios, — pues leemos, "Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo" (versículo 17). Por consiguiente, dice el Señor, "yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas". (Versículo 18).

 

La iglesia no estaba considerando al Señor para estas cosas, y, por consiguiente, carecía de cada una de ellas. El oro es la justicia divina, — el gran contraste con la justicia humana, — y es eso lo que caracteriza la posición y las riquezas y el fundamento de los santos. Las "vestiduras blancas" son las obras de los santos, que son los frutos de creer en la justicia divina. Ellos son consecuentes con la posesión de la justicia divina. La justicia humana es una cosa bastante distinta de la justicia de los santos; porque la justicia de los santos emana de corazones puestos en libertad por la justicia divina. Si miramos a un faquir en India, o a un derviche en Turquía; nosotros encontramos bastantes obras, pero nunca nada que esté fundamentado en la redención. Las obras del Espíritu emanan del Espíritu que ha sido el sello de la justicia divina al alma; estas obras santas son los frutos del Espíritu Santo en nosotros. Aquí, entonces, lo que les faltaba a los de Laodicea eran "vestiduras blancas". Por consiguiente, ellos no habían obtenido ni siquiera la justicia de los santos, porque, estando sin la justicia divina, no podían tener ninguna justicia espiritual práctica, ninguna obra santa; tal como ha sido dicho que "el lino fino blanco es la perfecta justicia de los santos". (Apocalipsis 19: 8 - VM). Ellos también estaban carentes de "colirio"; porque estaban tan ciegos como la naturaleza podría estar para las cosas de Dios, y sin el discernimiento espiritual en ninguna cosa, y aun así estaban diciendo, «Nosotros vemos»: y por consiguiente su pecado permanecía. De esta forma, no teniendo ni la justicia divina ni los consecuentes frutos del Espíritu, y permaneciendo todavía en la ceguera de la naturaleza, Laodicea carecía de todo. Había abundancia de pretensión, mientras faltaba todo lo que era real ante Dios, y todo lo que era ficticio estaba allí.

 

Pero, el Señor aún no desiste de todo trato con ellos; sino que aquí en Laodicea el Señor asume un carácter externo; porque cuando la iglesia nominal se ha situado en una posición judía de manera práctica, entonces el Señor asume Su posición afuera, y llama a almas individuales que están adentro: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz...". El Señor desea obtener atención; Él quiere ser admitido. Él advierte a la iglesia de lo que está viniendo sobre ella, — del juicio positivo; pero hasta que ese juicio sea ejecutado, Él necesariamente sigue en el ejercicio de Su propia gracia bienaventurada. Pero, Sus objetos son los individuos, porque la iglesia es desahuciada. "Si alguno… abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él,  él conmigo" (versículo 20); «él tendrá su porción en mi mesa». "Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono". (Versículo 21).

 

Ahora bien, observen ustedes que, aparentemente, ésta es una gran promesa; pero me parece que es lo mínimo pues es simplemente un lugar en la gloria celestial. A ellos no se les habla de ninguna asociación especial con Cristo, tal como encontramos en la promesa a Pérgamo, o incluso al fiel en Sardis o en Tiatira. Ni es ningún pensamiento de cercanía individual, la cual es exclusivamente la porción de la Esposa, revelada como motivo. Reinar con Cristo es simplemente la manifestación pública del galardón y la gloria, que es una cosa muy diferente de la intimidad secreta del "maná escondido" y de la "piedrecita blanca". La llamada a la puerta fue oída, y por medio de la gracia fue obedecida; y ellos suben a la gloria celestial. Ellos han vencido y, por consiguiente, ciertamente deben tener su galardón, "que se siente conmigo en mi trono". Éstos también tienen su parte en la "primera resurrección" y, como tales, reinan con Cristo. Pero otro tanto se podría decir de los dos testigos. Ellos subieron, "y sus enemigos los vieron". (Apocalipsis 11: 12). Ellos se sientan en tronos; ellos tienen su galardón, pero el galardón sólo se suma al hecho de que tienen su lugar en la gloria. Pero no está la misma intimidad, no está el deleite especial, no está el gozo Filadelfio de Cristo teniendo a la iglesia por causa de ella, y la iglesia que tiene a Cristo por causa de Él. No obstante, ellos obtienen su lugar en la gloria.

 

El testimonio solemne del Señor es que la iglesia profesante va a ser vomitada de Su boca; y esto debemos entenderlo claramente, con más dolor en nuestros corazones que el juicio del mundo, teniendo un carácter mucho más terrible para el corazón que el juicio del propio Anticristo, porque es algo que repugna a Cristo, — que es nauseabundo para Él, — debido al hecho de haber tenido esta un tipo de relación exterior con Él. Y de ahí la importancia de esto, si pensamos acerca de aquello en medio de lo cual estamos. Y al hablar de la iglesia profesante en el día en el que vivimos me refiero a lo que normalmente se llama la Cristiandad, llevando el nombre de Cristo, pero negándolo en sus obras. Encontramos el corazón, los pensamientos y la naturaleza de Cristo, rechazando absolutamente como repugnante a la que había estado profesando tener una posición relacionada con Él mismo.

 

Habrá al final mayor relación entre el Judaísmo y la Cristiandad nominal de la que las personas generalmente suponen. El cordero con dos cuernos, el falso profeta de Apocalipsis asumiendo el carácter de Mesías, actuarán en manos del emperador romano. Desde el mismo comienzo la corrupción en la iglesia ha tenido este doble carácter, de idolatría, el culto a los ángeles, etc., y el Judaísmo. Tomemos el libro a los Colosenses: "Cuidado, no sea que haya quien os lleve cautivos, por medio de su filosofía y vana argucia" (Colosenses 2: 8 - VM), o que, "os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo" (Colosenses 2: 16); y además, "Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles". (Colosenses 2: 18). Tomemos entonces el libro a los Gálatas: donde leemos que por sugerencia de los Judíos ellos estaban observando los días, los meses, los tiempos, y los años. La tendencia ha sido siempre mezclar la Cristiandad con el Judaísmo; y cuando el Judaísmo es desechado por Dios, esto no es nada mejor que el paganismo (Véase Gálatas 4 : 8 a 10). La religión carnal, el culto a los ángeles de los Gentiles, la filosofía y la vana argucia, por un lado, y el Judaísmo de guardar los días, los meses y los años, por el otro, habían entrado en la iglesia al comienzo y fueron la ocasión para la advertencia de Pablo en contra de volverse atrás a los pobres rudimentos y a esa esclavitud judía de la que ellos habían sido gratuitamente libertados.

 

Como él dice, "Mas ahora, conociendo a Dios,… ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?" (Gálatas 4: 9). Dios se había ocupado de la carne en Israel para demostrar que no había nada bueno en ellos; Él había permitido al judío seguir la tendencia de la religión del hombre dándoles la ley y las ordenanzas, y la ropa suntuosa y los edificios vistosos, con el sonido de trompetas y cosas por el estilo. Pero ahora Cristo ha venido; y Él es "el fin de la ley para justicia" (Romanos 10: 4 - VM), por medio de lo cual los Gálatas fueron libertados de toda su ignorancia irreligiosa y de dioses falsos. Pero además, ellos vuelven atrás, y, abrazando el Judaísmo, ellos realmente volvieron atrás nuevamente, como aún vivos en la vida de la carne, en este mundo, en el viejo paganismo, en el espíritu de lo que es la religión de la carne. Como se supone, Dios puede haber usado estas cosas para probar al hombre hasta que la Simiente prometida viniera. Pero ahora esto tiene su propio carácter, como antes en el paganismo, sin Dios en ninguna manera, — la justicia de la carne, que echará mano de cualquier cosa que le dará una forma de cubierta razonable. Por consiguiente, la marea de corrupción que se instaló en el comienzo, — este retroceso a los pobres rudimentos, — religiosidad en la carne, que se establecerá a sí misma en las ordenanzas, buscando cualquier cosa en vez de colirio, seguirá aumentando hasta el fin, siendo todo un solo principio; y así se une con lo que es formalmente el Judaísmo, y el Judaísmo con esto en un carácter idólatra pleno. El engaño del día presente es el Judaísmo; es aquello que se satisface con cualquier cosa que asuma la apariencia sin el poder de la piedad.

 

Es ese principio de idolatría babilónica que finalmente gobernará por medio de la bestia. El espíritu de infidelidad aceptará cualquier cosa excepto la reivindicación de la verdad; aceptará el Judaísmo como tal, y aceptará el sistema Babilónico como tal. Y la consecuencia será que los judíos incrédulos serán seducidos por el poder Babilónico asumiendo la forma de Judaísmo en el Oriente, mientras que en el Occidente será la idolatría Babilónica declarada. Y es muy solemne pensar que este mundo a través del cual estamos andando va a ser la escena de todas estas cosas. Y no obstante lo mucho que la iglesia profesante puede ser ahora el orgullo y la jactancia del hombre, al final será vomitada de la boca de Cristo como tal, con cada pretensión, incluso con su pretensión de tener el pleno poder del Espíritu Santo, pero con nada que le dé a Cristo Su valor, sino atribuyéndose todo el valor a sí misma, dándose crédito a sí misma con esto.

 

Que el Señor nos mantenga en la condición Filadelfia, — puede ser con muy poca fuerza, — y sin embargo, guardando la palabra de Su paciencia y en el disfrute consciente de la asociación perfecta con Él, el cual ha puesto ante nosotros una puerta abierta, y la mantendrá abierta hasta que Él venga y nos tome consigo.

 

J. N. Darby

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. en 2001. – Texto revisado en Junio 2021.

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

 

KJV = King James 1769 (conocida también como la "Authorized Version en inglés"), versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.

RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano).

VM = Versión moderna, traducción de 1893 de H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas, — 1166 PERROY, Suiza)

 

Versión Inglesa conferencia 7: https://www.stempublishing.com/authors/darby/PROPHET/05042E_D.html

 

www.graciayverdad.net

 

Título original en inglés:
SEVEN LECTURES ON THE PROPHETIC ADDRESSES TO THE SEVEN CHURCHES
by John N. Darby
Delivered in London, 1852
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com