EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD

EL MISTERIO DE LA PIEDAD (William Kelly)

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EL MISTERIO DE LA PIEDAD

 

 

William Kelly

 

"The Bible Treasury", Vol. 20, 1894, 1895.-

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

KJV1769 = King James 1769 Version of the Holy Bible (conocida también como la "Authorized Version").

LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

 

 

"E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:

Dios fue manifestado en carne (o, Aquel que fué manifestado en la carne, – VM),

Justificado en el Espíritu,

Visto de los ángeles,

Predicado a los gentiles,

Creído en el mundo,

Recibido arriba en gloria." (1ª. Timoteo 3:16).

 

Vale la pena considerar bien aquello que introduce "el misterio de la piedad." El apóstol había hablado a la iglesia en una manera práctica. Él no está desplegando la relación celestial de la iglesia ni entrando en detalles en cuanto a la presencia del Espíritu Santo morando allí; sino que él habla de ella como la "casa de Dios." Y ella es la única casa de Dios que es reconocida ahora en la tierra. La iglesia es la asamblea del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. La iglesia no es llamada jamás 'la verdad'; sino que la iglesia es la columna y baluarte de la verdad. La iglesia es esa asamblea que tiene la verdad, por así decirlo, inscrita sobre ella, y la presenta sobre una base firme así como en un modo claro. La iglesia, en todo caso, es responsable de presentar la verdad de Dios invariable y admirablemente ante el hombre. El mundo no tiene la verdad — por el contrario, el mundo está bajo el poder del error; y el error en cuanto a Dios es, más que todas las cosas, mortal para el alma. Los paganos nunca tuvieron la verdad. Incluso acerca de los Judíos, aunque tuvieron la ley, no se pudo decir verdaderamente que tenían la verdad, la cual va absolutamente más allá de la ley. Porque la ley es la expresión, por parte de Dios, del deber del hombre para con Dios, así como para con su prójimo. La verdad es la revelación de lo que Dios es, y de lo que el hombre es, así como, de hecho, de todo otro asunto de los cuales ella habla. La verdad no es, como la ley, una exigencia de lo que bebiese ser, sino una declaración de lo que es.

 

Cristo es Aquel que trajo la verdad y Aquel que era la verdad: "la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo." (Juan 1:17). Ahora bien, cuando el pueblo, al que se le confió la ley, se apartó de tal modo de ella como para perder su posición delante de Dios, y lo hicieron de manera tan flagrante y final, no sólo por la idolatría, sino por el rechazo de su propio Mesías, fue entonces que a Dios le pareció bien traer la verdad al mundo en la Persona del Señor Jesús, tal como Él erigió posteriormente Su monumento de ello dedicado, por así decirlo, de manera vivaz. Esto es la iglesia aquí abajo. No iba a ser meramente un asunto acerca de muchos individuos, sino de la asamblea, el cuerpo de hombres en el mundo que poseían la verdad de parte de Dios en el Señor Jesús en el cual ellos creyeron, de lo cual testificaban de manera práctica por medio del Espíritu Santo, el cual hacía de ellos la habitación de Dios, Su casa en la tierra. Así se declara aquí.

 

No existe ningún otro cuerpo representativo que Él reconoce como "la verdad" excepto la Palabra personal y escrita; pero la verdad de y por parte de Dios no es solamente para la vida que es ahora, sino para la eternidad. Cristo, siendo Él la Palabra (el Verbo), el Hijo, fue exactamente la Persona adecuada para dar a conocer a Dios el Padre (Juan 1:18). Él mismo era Dios, el Eterno, el Unigénito Hijo. Nadie más que Él, el cual era Dios y estaba en el principio con Dios, por medio del cual todas las cosas fueron hechas, era competente, como siendo el camino, la verdad, y la vida, para revelar la verdad. Pero el Señor, habiendo sido rechazado, y consumando de este modo la redención en la cruz, envió el Espíritu Santo desde el cielo, para que pudiese existir aquí abajo la asamblea de creyentes unidos a Él en un cuerpo. "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu." (1ª. Corintios 12:13). La vida nunca une, sino que Aquel que une es el Espíritu Santo de Dios, el bautismo del Espíritu presente en la tierra. Hubo vida para todos los santos anteriormente; ellos nacieron del Espíritu. Algunos de ellos eran Judíos, y algunos de ellos eran Gentiles; pero, hasta ahora, no había unión en un solo cuerpo. El Gentil permanecía siendo de las naciones, y el Israelita era mantenido aparte como tal. Pero Cristo es nuestra paz, "que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo." (Efesios 2: 14 al 16). El Mesías rechazado y crucificado llegó a ser así el sacrificio eficaz por los pecados; y los que creyeron en Él tuvieron redención en Él así como vida eterna. Acto seguido, el Espíritu Santo fue dado desde arriba para unir en un cuerpo a todos los redimidos que en Cristo tenían la verdad, — para unirlos en todo lugar (separados necesariamente de todos los demás que permanecían siendo Judíos o Gentiles en el rechazo de Cristo), no obstante, siendo ellos llamados también a testificar acerca de la gracia, tal como Israel de antaño fue llamado a ejemplificar la ley de Dios.

 

Pero nosotros somos también Cristianos de manera individual; y por tanto somos llamados, cada uno de nosotros, a ser un testigo de la gracia práctica, y a padecer con Cristo y por Su nombre. Porque la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo (Juan 1:17); y el intento de cualesquiera de los Cristianos de presentar la verdad sin la gracia, sólo puede finalizar en un fracaso total — orgullo, opresión de justicia propia, y todo mal modo de obrar. Nada más que la gracia y la verdad reconocerá Dios en el Cristiano; y nosotros tenemos esto en Cristo. Ocupémonos de ello, no solamente en la fe, sino en nuestros modos de obrar. Y el Espíritu es vida debido a la justicia — un Espíritu de poder y amor y una mente sana. Él (el Espíritu) es también Aquel que es llamado "la verdad." (1ª. Juan 5:6), habiéndola dado a conocer a nosotros en poder. Si no fuera que Él es dado por causa del Señor, Él nos habría dejado hace mucho tiempo. El Espíritu Santo descendió, no para honrar al Cristiano o a la iglesia, sino en virtud de Cristo y Su redención. Por lo tanto, el Espíritu Santo permanece para siempre; y Él es el que hace que la iglesia sea el cuerpo de Cristo y la casa de Dios, tal como leemos aquí. Él es esa Persona divina que, cuando Cristo fue glorificado, descendió y mora allí. Así que no se trata de una mera figura, como antaño con el templo Judío, sino de una gran realidad. La habitación de Dios en el Espíritu. Y es usada aquí de manera práctica; aquí, no sólo Timoteo en su lugar, sino cada uno en el suyo, tiene que saber mediante la Palabra escrita, de qué manera él debiera comportarse en aquel santo lugar. Porque la iglesia, fundada y formada así, provista y caracterizada, es columna y sostén de la verdad (1ª. Timoteo 3:15 – LBLA), presentando y manteniendo el medio mediante el cual la verdad es sostenida delante del mundo.

 

Habiendo expuesto esto claramente, el apóstol nos da a conocer a continuación cuál es, de hecho, la verdad, y por qué es llamada "el misterio de la piedad." La verdad inscrita como un todo consiste en ese gran misterio. Ella va más allá del cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento. La palabra, "Misterio" en la Escritura no significa algo inexplicable o ininteligible, sino aquello que no podía ser comprendido sin la revelación de Dios en el Nuevo Testamento. Las Escrituras del Antiguo Testamento, hablando correctamente, no contienen misterios, aunque aluden a ellos (como en Deuteronomio 29:29). Es en el Nuevo Testamento, desde su primera parte hasta su última, donde nosotros oímos acerca del misterio — tanto es así que los que son ministros de la gracia son llamados ahora "administradores de los misterios de Dios." (1ª. Corintios 4:1). Algunas personas han estado por mucho tiempo dispuestas a hacer que los sacramentos sean misterios: pero ese no es jamás el significado de la palabra en la Escritura. Se trató de una fuerza espuria colocada sobre dicha palabra cuando la verdad fue pervertida, y los hombres se volvieron a las fábulas. Misterios son revelaciones Neotestamentarias —verdades que Dios se reservó para Sí mismo en el Antiguo Testamento, pero que son reveladas en el Nuevo Testamento. Así que en 1ª. Timoteo 3:9, el apóstol habla del "misterio de la fe", — "que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia." Lo que Dios ha revelado a través de Su Hijo por el Espíritu es para que la fe lo reciba ahora. La prueba no es el pasado sino el llamamiento actual de Dios.

 

El Antiguo Testamento trata, en general, acerca de un estado de cosas cuando las personas verían y conocerían lo que Dios dice y hace: fue así en tiempos pasado, y será así en los días gloriosos que están por venir. Ese no es ahora el caso. Como Cristianos nosotros somos llamados a creer y confesar lo que no vemos y lo que no podemos saber meramente mediante nuestra mente, sino lo que Dios ha revelado por Su Espíritu (1ª. Corintios 2: 6 al 12). Por consiguiente, ello es llamado "el misterio de la fe." Pero hay otra expresión notable. Es llamada "el misterio de la piedad": "E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad." ¿Cómo es, entonces, que el Espíritu de Dios denomina la verdad al "misterio (es decir, secreto) de la piedad (es decir, piedad práctica)"? La "fe" y "la piedad" están unidas así indisolublemente con "el misterio" revelado aquí. No existe nada tan práctico como la verdad de Cristo; y toda práctica que no fluya de ella es vana. La ley exigía, pero no daba poder alguno así como tampoco daba vida. Cristo es la vida así como la verdad; y el Espíritu Santo honra la fe en Él resucitado con poder.

 

Por otra parte, el misterio ya no está 'escondido en Dios'; está divulgado. Ustedes deben tener esto siempre en cuenta cuando leen acerca del misterio, que está ahora revelado y nada es dejado en la oscuridad. Lo secreto es expuesto en la luz de Dios, y se espera que el más sencillo de los Cristianos lo reciba. Cristo lo dijo a Sus discípulos, "A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios." (Marcos 4:11). Todos lo demás misterios son dados a saber de una manera similar. ¿Pueden las palabras disipar más completamente la idea prevalente de que 'misterio' significa algo incomprensible, algo que la piedad no se atreve a atisbar — a lo menos mientras estamos aquí en el tiempo? Por medio del Señor y por el Espíritu Santo actuando a través de los apóstoles en el Nuevo Testamento, los misterios de Dios son presentados para que nosotros los recibamos y comprendamos y disfrutemos de ellos.

 

No, hay más: ¿qué hay más indispensable para la práctica? Dado que nosotros podemos observar eso que es llamado aquí "el misterio de la piedad", ello es inseparable de la precisa piedad Cristiana. ¿Cómo puede la verdad ser "el misterio de la piedad? Usted puede entender fácilmente el misterio de la "fe"; pero, ¿por qué ella es llamada "el misterio de la piedad"? Porque el Espíritu Santo no permitirá que "piedad" o piedad Cristiana pueda existir sin la verdad, ni que la verdad pueda ser recibida en el amor de ella sin producir piedad. La verdad implica vivir con referencia a Dios.

 

Soy consciente de que hombres no convertidos pueden leer y admirar la Biblia, y lo han hecho. Pero la Biblia está dirigida a la conciencia, y al corazón también cuando la conciencia es alcanzada y limpiada. La Biblia no está dirigida al mero entendimiento; y por tanto, siempre que es abordada intelectualmente por los hombres, el problema es que tales hombres se convierten en heterodoxos, o incrédulos. ¿Cómo es que sucede esto? Por la sencilla y suficiente razón de que, de manera habitual, el entendimiento juzga la Palabra de Dios; mientras que Dios da Su palabra para juzgar minuciosamente al hombre, dado que él es verdaderamente un pecador, no hay justo ni aun uno, no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios (Romanos 3: 10 y 11). Por eso que Dios da la Palabra para convencer de pecado, y para establecer Su propia autoridad, la cual ejercita siempre, como debiera, un juicio moral sobre el alma. Esto, por tanto, plantea la pregunta, en la persona que la lee, en cuanto a su propio estado práctico de ruina por el pecado; y para un hombre no hay mayor calamidad que leer la Biblia sin ese resultado. La ausencia de esto es la razón por la cual la moda en nuestro día es lo que es llamado de manera muy absurda 'alta crítica.' Los no convertidos se atreven a juzgar la Biblia en la vanidad de mente y aprendizaje: por eso que ellos resultan ser, no verdaderos críticos, sino blasfemadores de la Palabra de Dios. Ignorando el misterio de la fe, ¿qué real comprensión hay de tipo espiritual? Pues Dios es siempre Dios en luz como en amor y autoridad, donde la verdad es recibida y el hombre es puesto en su verdadero lugar propio de dependencia y sujeción. Esto no fue jamás así hasta que Cristo vino (dado que los santos del Antiguo Testamento tenían la promesa, que dejaba mucho en la oscuridad); y esto es exactamente lo que Cristo hizo, y hace siempre cuando la verdad es recibida por medio de la fe. Dios tiene Su autoridad propia sobre el alma, y aquel que recibe la verdad está sometido a Dios.

 

Ahora bien, la única manera en la que una persona es traída a la sujeción es por medio de recibir a Cristo, porque Cristo es Aquel que hace que Dios sea conocido por el alma. Si nosotros conocemos al único Dios verdadero y a Su Enviado, esto es vida eterna (Juan 17:3); si no, nos encontraremos perdidos. Pero cuando nosotros recibimos a Cristo y Su redención (y lo necesitamos en grado sumo), nos sabemos justificados y salvados, así como traídos a la certeza de la presencia de Dios. Cuando las personas son imprecisas y vacilantes, es bastante evidente que, oscurecidas por la tradición, la ley, o algún otro medio, ellas han recibido la verdad en una manera verdaderamente débil. El efecto de la verdad es que nosotros andamos en la luz como Dios está en la luz. ¿Cómo puede Él ser incierto? Su palabra es la Palabra de Uno que, conociendo todo, comunica la verdad para producir la certeza en nuestras mentes, certeza que se debe a Su comunicación.

 

De ahí por lo tanto, " indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad." Y ciertamente es un hecho maravilloso que la verdad enseñada por Dios haya de producir piedad como por gracia como su sencillo e infalible resultado. Dondequiera que Cristo es recibido en fe, la piedad sigue a continuación; y, además, así como no hay verdad en ninguna otra parte, así tampoco hay piedad verdadera alguna.

 

Entonces, la pregunta es evidentemente, ¿qué es el misterio de la piedad, la verdad inscrita sobre la iglesia? ¿Puede cualquier otro tema ser ahora de mayor importancia? Pues bien, en un versículo muy sorprendente nosotros tenemos la respuesta ante nosotros. La verdad es presentada aquí como Cristo desde principio a fin; y Cristo en un modo peculiar a la revelación del Nuevo Testamento como un todo. No hay nada más explícito que esto. No se trata de un cuerpo de doctrinas, menos aún de una exposición acerca del deber Cristiano. Él es la verdad: la esencia de todo el Cristianismo es que toda doctrina y todo deber están encarnados en una Persona, y esa Persona es el Salvador. ¿Qué hay allí que un alma sencilla puede comprender mejor que una persona? Incluso un niño puede creer en Cristo, puede encontrar que Él es la vida, y puede sentir Su amor. Cristo es, entonces, la verdad bienaventurada conforme a (o, según) la piedad. Es, de hecho, más poderoso que esto: la verdad — Él — es el secreto de la piedad; Cristo, el Primero y el Último; el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin; un gran misterio o secreto, pero un secreto revelado ahora por Dios con consecuencias que guardan relación con las almas que creen, y con las que no creen. Porque Dios no puede ser burlado.

 

Y entrando en detalles, ¿cuál es la primera visión, por así decirlo, que se nos proporciona? ¿Cuál es esta primera presentación de Cristo en el versículo de 1ª. Timoteo 3:16? "Dios (o, Aquel que) fue manifestado en carne." No es como encontramos en los Profetas, Dios Fuerte, Padre Eterno, Dios revelado con fuego delante de Él.

 

El Dios del Antiguo Testamento fue Dios en el ejercicio de poder y juicio; Dios trayendo Su recompensa con Él, y tratando con los hombres conforme a sus obras. Pero Él es mostrado aquí en un aspecto completamente diferente. Dios fue manifestado en carne, en naturaleza humana. Si hubo alguna vez un modo de manifestación en el universo donde nosotros no habríamos esperado a Aquel que es el Dios verdadero, ello fue "en carne." La carne había estado ocupada desde tiempos antiguos en agradarse a sí misma, en rebelarse contra Dios, en rendirse a malas pasiones, y, a lo menos desde el diluvio, en abominaciones religiosas. ¿Quién podía, o habría podido esperarle a Él manifestado en carne o naturaleza humana?

 

No hay historia más solemne que la del hombre: aun Satanás o sus ángeles practicaron alguna vez algo parecido al mal que el hombre hace de manera habitual. Un solo pecado, y los ángeles perdieron su lugar — perdieron todo para siempre. Pero el hombre, ¡oh, cuán activo y pertinaz, y cuán fructífero en el mal! ¡Cuán audaz y provocador contra Dios! Además, ¡cuán dispuesto a seducir a sus semejantes y llevarlos al mal moral! ¡Y con qué amor al hacer prosélitos lleva al error y la falsedad! Tal es el hombre; sin embargo, Dios tiene paciencia con él. ¡Cuán sorprendente es la paciencia de Dios con la raza! Ahora bien, esta era la naturaleza en la que Dios iba a ser manifestado. No fue en naturaleza angélica; tampoco fue sencillamente en naturaleza divina. El misterio de la piedad iba a ser así mucho más profundo y mayor; aun así, es inefablemente dulce e íntimo para nosotros. El fundamento de dicho misterio es el Hijo de Dios encarnado; y no meramente esto, sino manifestado abajo en carne, no obstante que Él era el Santo de Dios (Marcos 1:24; Lucas 4:34), en quien no había pecado alguno (no meramente Él jamás pecó). Nadie fue manifestado jamás como el Señor Jesucristo: en obediencia, dependencia, consagración, humildad, paciencia, justicia, santidad, en celo pero en humillación propia, en majestad y sin embargo en amor, en inquebrantable veracidad, inconmensurables. Fue Él el que fue manifestado en carne. Él era la Palabra (el Verbo) Él era Dios, Él era el Hijo; y si a Dios nadie le vio jamás (Juan 1:18), Él fue manifestado ahora en carne, y Él reveló perfectamente al Dios invisible, para que el hombre pudiese conocerle. El hombre lo necesitaba, ¡oh! cuán desesperadamente; el pueblo de Dios tenía la razón más profunda para sentir la carencia de ellos. Nunca antes se había visto algo parecido; nunca habrá nuevamente algo parecido. Dado que en Su aparición Él será mostrado en el ejercicio del juicio: ¡cuán diferente fue Su primera venida! Por vez primera en los siglos (edades) y generaciones Él fue manifestado así cuando el mundo estaba vetusto en falsedad e iniquidad.

 

En cuanto a 1ª. Timoteo 3:16, en la versión inglesa 'Revised Version' de la Biblia (N. del T.: y en la versión en español 'Versión Moderna - VM) ellos no dicen "Dios fue manifestado en carne", sino " Aquel que fué manifestado en la carne." Ello importa prácticamente poco, aunque uno no diría que no hay una sombra de diferencia. Si nosotros asumimos la lectura " Aquel que fué manifestado en la carne", no hay más que una sola Persona que puede responder a ello, el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. No pudo ser ni el Padre, ni el Espíritu de Dios. Sin dogmatizar, nosotros podemos decir que la mejor lectura autenticada es (Griego, oV) es decir "Aquel que" (compárese con Juan 1: 1 al 3). Si se asume de este modo, la Persona del Hijo está implícita; mientras que si leemos "Dios", esto consideraría a la Deidad como tal. Pero como el Hijo era Dios, y Cristo es la imagen del Dios invisible, ello es sustancialmente verdad, sin importar como sea ello asumido, ya sea como en la Versión Autorizada Inglesa (KJV1769) (N. del T.: y RVR60 en español), o como en la 'Revised Version' inglesa (N. del T.: y VM en español). Está implicada aquí, ciertamente, una manifestación tal que fue pensada para la fe en este momento; y así como ello fue "en carne", así también fue en este mundo cuando era muy malvado, y la carne totalmente corrupta (excepto en el Santo de Dios). De modo que la razón juzgando moralmente concluiría que Dios no tuvo nada más que hacer sino ejecutar Su sentencia más solemne, si Él envió, por tanto a Su Hijo unigénito.

 

Pero hay una visión del todo nueva e inesperada. Él vino en pura gracia. Los Judíos que tenían a los profetas no tenían tal expectativa. Ellos esperaban que el gran Rey estableciese Su reino en Sion. Esto es lo que es proclamado en gran parte y a menudo en el Antiguo Testamento. Pero como el Antiguo Testamento predecía también Su rechazo aun por los Judíos, el Señor iba a tener en primer lugar un reino de los cielos, el cual era del todo un misterio para ellos. Porque Él ha ascendido a lo alto, y está sentado en el trono del Padre, no aún en Su propio trono (Apocalipsis 3:21).

 

Por consiguiente, la posición del Señor es una posición muy peculiar. Rechazado por los Judíos, crucificado por los Gentiles, Él llevó toda vergüenza y toda aflicción y está sentado, resucitado y glorificado, a la diestra de Dios, hasta que Sus enemigos sean puestos como estrado de Sus pies, cuando Él aparecerá en gloria para confusión de ellos y tomará Su reino mundial (Apocalipsis 11:15). Él está allí esperando tomar en breve Su lugar en Su trono; y cuando Él venga, los Judíos serán quebrantados delante de Él, y se les hará decir, "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!" Y en aquel día todas las naciones seguirán a los Judíos. "¡Dios nos bendecirá, y todos los términos de la tierra le temerán!" (Salmo 67:7 – VM). Compárese con Salmo 68: 26 al 32. Cuando llegue el momento de bendecir al mundo, Israel será "redimido del poder del enemigo" y será "congregado de las tierras, Del oriente y del occidente, Del norte y del sur." (Salmo 107: 2 y 3). Ellos reconocerán que "la piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo" (Salmo 118:22; Mateo 21:42); y ellos (Israel) tomarán un lugar en la tierra como hijo de Dios, como Su primogénito, a la cabeza de todos los pueblos de la tierra. (Deuteronomio 28:13). Tampoco puede haber bendición universal para la tierra hasta aquel día.

 

Dios está llamando ahora a salir del mundo y acudir a Cristo que está en el cielo. Y la razón es evidente. Su Hijo, el Salvador y la Cabeza, está allí. Cristo es el centro de todos los tratos de Dios; y mientras Cristo rechazado en la tierra está exaltado en lo alto como el centro celestial, Dios está formando ahora un pueblo celestial, el cuerpo de esa Cabeza gloriosa. El Cristiano es, por lo tanto, un hombre celestial por llamamiento (1ª. Corintios 15:48), y es infiel a la voluntad de Dios y a su relación con Cristo si él valora y se pierde en un hombre terrenal. Pero a la carne le agrada ser importante aquí abajo, estar ocupada en el mundo. El hombre considera que es ahora difícil renunciar a la comodidad y a la honra, a la riqueza y al poder. Sin embargo, según el Nuevo Testamento, la búsqueda de tales objetivos es del todo extraña y opuesta al Cristianismo. "Mas nunca permita Dios (escribió el apóstol) que yo me gloríe sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo; por medio de la cual el mundo me ha sido crucificado a mí, y yo al mundo." (Gálatas 6:14 – VM). ¿Cómo puede un Cristiano, el cual aprecia a Cristo y aprecia el evangelio — que participa del pensamiento de Dios acerca de él procura estar en términos comunes con ese mundo que expulsó a Su Maestro, el Señor de todo?

 

Por lo tanto, la única senda apropiada para un Cristiano es ahora andar de manera consistente como siendo uno con Cristo arriba. Ahora bien, nosotros sabemos que Él anduvo enteramente aparte del mundo, y declaró que nosotros no somos de él, así como Él no era. ¿Y cómo apareció Cristo al mundo cuando estuvo aquí? ¿No fue Él despreciado y aborrecido? ¿No preparó Él a Sus discípulos para esperar una cosa igual? "Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece." (Juan 15: 18 y 19). Un hombre celestial debe sentirse satisfecho con ser como su Maestro, perseguido por causa de la justicia así como por causa de Cristo. Por consiguiente, esto es gracia, tal como el apóstol Pedro dice, si por causa de la conciencia ante Dios uno sobrelleva penalidades, sufriendo injustamente. "Pero si cuando hacéis bien, y padecéis por ello, lo sufrís con paciencia, esto es digno de alabanza para con Dios." (1ª. Pedro 2: 19 y 20 - VM). Cuando llegue el momento de la exhibición de la gloria de Cristo, entonces todos los que son Suyos aparecerán con Él en gloria. Mientras tanto, habiendo muerto y resucitado con Cristo, nosotros somos exhortados a buscar y pensar en las cosas de arriba donde Él está sentado, no en las cosas de la tierra; porque nuestra vida está escondida con Él en Dios. (Colosenses 3: 1 al 4).

 

Evidentemente, todo se concentra en el misterio de la piedad, o el misterio de la fe, tal como leemos también. Ello está unido con Aquel que fue manifestado en carne y recibido arriba en gloria. El Nuevo Testamento presenta el misterio desde su primer libro hasta el último. Pero al creyente le es dado conocer estos secretos; porque todo está revelado ahora. El creyente no tiene excusa alguna por malentender la Palabra. La manera en que el Señor nos da a comprender la verdad es cuando el ojo y el corazón están fijos en Él mismo. "Cuando tu ojo sea sencillo, todo tu cuerpo también estará lleno de luz." (Lucas 11:34 – VM). La gracia y la verdad que vinieron por Jesucristo dan luz así como vida; y como Dios ha revelado ahora a través del Espíritu Santo lo que estaba oculto desde tiempos pasados, del mismo modo "el Espíritu escudriña todas las cosas, y aun las cosas profundas de Dios." (1ª. Corintios 2:10 – VM).

 

Nosotros no penetramos en todo en un momento, obviamente, pero aun así obtenemos la suma y sustancia indispensable y trascendental por medio de la fe de Cristo. Al recibirle a Él hay una capacidad divina creada en todo creyente; y cuando él se somete a la justicia de Dios en la redención de Cristo, se le da el Espíritu de Dios. No me refiero al nuevo nacimiento, sino al don del Espíritu. Este don es mucho más que haber nacido de nuevo. El nuevo nacimiento o despertar es para que uno pueda tener la redención de Cristo, la remisión de pecados. La sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado. Nosotros somos llevados a Dios a través de Cristo que padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos (1ª. Pedro 3:18). Cuando se nos hace nacer por la Palabra de verdad (Santiago 1:18), nosotros miramos afuera de nosotros mismos y encontramos descanso para nuestra conciencia en la obra de Cristo en la cruz; y recibimos enseguida el Espíritu Santo. Primero nacemos de agua y del Espíritu, tal como leemos en Juan 3:5; y cuando hemos oído la Palabra de verdad, el evangelio de nuestra salvación, somos sellados con el Espíritu Santo de la promesa; y no antes (Efesios 1:13).

 

Es de la mayor importancia insistir ahora en esto, porque si nosotros tenemos la unción del Santo (1ª. Juan 2:20), no podemos negar que la gracia nos ha impartido poder espiritual para entender la Palabra. Si el Espíritu Santo dado a nosotros no lleva con él tal poder, entonces ¿qué lo lleva? ¿Piensa usted que todo el aprendizaje del mundo podría capacitar a un alma a entender una verdad de la Escritura? Nunca lo hizo, y nunca lo hará. Es obvio que el aprendizaje tiene su uso si usted no se enorgullece de él; y un uso principal de él, yo creo, junto con John Berridge (1716 – 1793, diácono y vicario Anglicano), que es como una piedra para lanzar a un perro. Uno puede confundir así las maliciosas pretensiones de los que no conocen la verdad. Solamente el Espíritu Santo puede comunicar la verdad y eso es en la Palabra escrita. Nosotros debemos asumir allí el lugar de niños, no, debemos llegar a ser necios, para llegar a ser sabios. A un hombre instruido no le gusta caer tan bajo, naturalmente, y por tanto es lento para aprender de Dios. Satisfecho con su saber externo e ignorante acerca de que " toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces" (Santiago 1:17), él, como guía ciego, puede solamente conducir al ciego al hoyo (Lucas 6:39). La verdad es la que permanece firme para siempre, y esto es lo que el Espíritu Santo nos muestra en Cristo de principio a fin en la Palabra de Dios.

 

De manera más particular es aquí "El misterio de la fe" — "el misterio de la piedad", el cual el apóstol trae ante nosotros. El fundamento de todo ello es " Aquel que" fué manifestado en la carne (1ª. Timoteo 3:16 – VM). Antes que el Hijo de Dios fuese enviado desde el cielo, antes que naciese de mujer, naciese bajo la ley, una manifestación tal no era posible. La Palabra (el Verbo) fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad (Juan 1:14). Él fue así también el único mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. (1ª. Timoteo 2:5), un hombre tan verdaderamente como cualquiera, pero del todo diferente de cualquiera en lo que se refiere a la naturaleza que Él derivó de Su madre. Dios Le preparó cuerpo (Hebreos 10:5). "El Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios." (Lucas 1:35).

 

Adán no fue una naturaleza santa, sino, a lo más, inocente. La inocencia se pierde fácilmente: el primer pecado la destruye; y fue así con Adán y Eva. Jehová juzgó siempre que el pecado se mostró — el pecado no era permitido delante de Dios. Pero Cristo era el Santo. No solamente Él no pecó, sino que en Él no hubo pecado alguno; Él era santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores. Él repelía todo mal y estaba absolutamente incontaminado por el pecado. Aquel fue un estado de humanidad del todo peculiar y tan apropiado al Hijo de Dios. Todo fue perfección; pero si algo caracterizó especialmente al Señor aquí abajo, ello fue la obediencia. "He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad." (Hebreos 10:9). Nunca antes existió un hombre que no necesitase perdón, nunca un hombre que, si Dios hubiese sido estricto en señalar las iniquidades, pudiese haber escapado al juicio. Él fue la simiente de la mujer que vino a ser herida, por cierto, pero vino a herir a Satanás y a salvar al creyente (Génesis 3:15). Y la prodigiosa intervención por parte de Dios salió a luz; "Aquel que fué manifestado en la carne." ¿Y qué fue manifestado? Una Persona divina: y esa Persona divina es "el Hijo." Nosotros no tenemos que subir al cielo para averiguar lo que Dios es, el cual es conocido mejor y sólo por la manifestación en carne de Su Hijo, el Señor Jesús.

 

Existen almas apresuradas que imaginan que la manifestación en carne significa solamente que Cristo era un hombre. Pero el verdadero prodigio es quién era Aquel que se hizo hombre. Estaría desprovisto de fuerza o incluso de sentido el hecho de hablar de Moisés, Elías, o de Julio César o cualquier otro hombre, como siendo manifestado en la carne, dado que no había ninguna otra forma en la que cualquier mortal podía ser manifestado. Pero para Él no es así, porque el Hijo de Dios pudo haber venido como bien le pareciera. Está aquí el hecho maravilloso de que Él vino en carne. Él, el cual hizo todas las cosas y sin el cual nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (Juan 1:3), — Él fue manifestado en carne, Aquel que merece toda la gloria. Pero el Dios Creador es el Dios Redentor. Y uno de los objetivos más trascendentales de esta primera Epístola a Timoteo es identificar al Dios que creó todas las cosas, y que es ahora el Sustentador de todas las cosas, con el Salvador. Dios es el Dios Salvador. Y Él se ha dignado ser manifestado en carne. No fue ningún otro sino Él, el Hijo de Dios, pero el Hijo de Dios como hombre" en este mundo.

 

El siguiente hecho que se declara en cuanto a Él en el misterio de la piedad es: "Justificado en el Espíritu." Pero ¿cuándo fue eso? Cristo anduvo en el Espíritu Santo y testificó a lo largo de todos los días de Su carne. Los demonios mismos dieron testimonio de Él con abyecto terror. Pero el hombre Le injurió con impunidad y de manera vergonzosa. ¿Cuándo fue Él justificado de manera irrefutable? A Él le llamaron "bebedor de vino" (Lucas 7:34), "un samaritano" (Juan 8:48). Ellos decían: "demonio tiene" (Juan 10:20). La maldad que se habló acerca del Señor no tuvo final. Entonces, ¿cómo es que vino Su justificación?  Cuando el fue resucitado de los muertos. Esta fue la justificación imperecedera de Aquel al cual los hombres crucificaron. Si manos de inicuos dieron muerte al Señor de gloria, Dios le "levantó, sueltos los dolores de la muerte" (Hechos 2:24): esa fue Su respuesta al hombre. Y parece que a esto es a lo que se refieren las palabras, "Justificado en el Espíritu." En 1ª. Pedro 3:18 de Él se dice que fue "vivificado en espíritu" estando esto en contraste con "muerto en la carne. La vivificación en espíritu expresa el poder divino en el que Él resucitó. Esto se circunscribe al ámbito del apóstol Pedro; tal como el apóstol Pablo es el gran testigo en sacar a relucir, no sólo la vida y la resurrección, sino la justificación. No hay duda alguna de que la palabra 'justificación' tiene un sentido diferente como siendo aplicada al Señor Jesús comparado con cualquier otra persona; dado que todo otro hombre es un pecador. Hay, sin embargo, un punto común en todo; y la justificación significa en todos los casos que se demuestra que la persona es justa, o que se la declara justa — aquí es inherentemente así. El hombre había hablado de manera contumaz contra Él, y ninguno hizo más eso que el pueblo religioso del día. Escribas, fariseos, y los principales sacerdotes eran bastante educados, pero fueron los peores de los adversarios del Señor cuando Él anduvo en la tierra. Ese es, ciertamente, un hecho muy instructivo. Por consiguiente, para Dios fue adecuado señalar Su concepto acerca de lo que Cristo era. Y Él fue "justificado en el Espíritu." El mismo Espíritu de Dios, que había guiado a Su "Siervo Justo" en todo Su curso de obediencia y amor inquebrantables durante Su vida, Le justificó ahora a Él contra el mundo que le trató como el peor de los malhechores. ¡Qué cierta la predicción que Cristo citó de la ley, "Sin causa me aborrecieron."! (Juan 15:25; Salmo 69:4).

 

¿Y qué sigue después? ¿Cuál es la parte siguiente del misterio de la piedad? "[Él fue] Visto de los ángeles." Se trata de un hecho notable. No hay duda de que los ángeles Le vieron durante cada paso de Su senda aquí abajo. Pero en la tierra Cristo era la luz de los hombres, no de los ángeles. Así lo proclamaron los ángeles cuando Él nació: la buena voluntad de Dios, Su complacencia, estaba en los hombres, no en los seres celestiales de los cuales se habla aquí. Su Hijo se hizo hombre, no un ángel. Por lo tanto son los hombres, si bien no sin redención, los que son asociados con Cristo, los ángeles no lo son, en esos consejos gloriosos de Dios para reunir todas las cosas celestiales y terrenales bajo la primacía de Cristo, y mostrar el resultado delante de todo el universo.

 

Él es "Visto de los ángeles" después que Él se fue al cielo. No hay duda alguna de que los ángeles Le ministraron desde el primero al último aquí abajo, cuando la hueste celestial alabó a Dios en Su nacimiento. (Lucas 2: 8 al 14). Ellos son enviados ahora para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación (Hebreos 1).

 

Pero no es de los ángeles asistentes de lo que se habla aquí. Nuestro Señor, después de ser justificado en el Espíritu, es presentado después donde los ángeles son lo que nosotros podemos llamar 'habitantes autóctonos', y donde los hombres no tienen ningún lugar natural. La tierra es dada a los hombres, pero el cielo está lleno con miríadas de ángeles: el Señor resucitado fue allí también. Él ha desaparecido de este mundo y ha entrado en una condición adecuada al cielo, donde Él es "visto de los ángeles." Los hombres que tenían el interés mucho más próximo ya no Le ven, los ángeles sí Le ven. Este fue un hecho externo a la expectativa de Israel en cuanto al Mesías. Ellos debieran haber sabido que el Hijo del Hombre vendría con las nubes del cielo, y sería investido con eterno dominio sobre todos los pueblos, naciones, y lenguas (Daniel 7: 13 y 14). Pero no había insinuación alguna de que el Señor sería rechazado por los Judíos mientras la iglesia estuviese siendo formada en unión con Él en la tierra. Además, para esto, el Señor tiene ahora un cuerpo, tanto como cuando Él estuvo en la tierra. De este modo, la resurrección y la ascensión son las verdades primordiales del Cristianismo.

 

¿No hay algo que está sucediendo mientras tanto con respecto al mundo? Hay una muy admirable obra de Dios. "Predicado a los gentiles." Nunca se pudo concebir un hecho más repulsivo para los Judíos tal como ellos eran. Incluso Pedro se sintió sumamente sorprendido, si bien el Señor, antes de dejar la tierra los había preparado a todos ellos para esto. Las comunicaciones en el Evangelio de Mateo, Marcos, y Lucas son ahora bastante claras para todos. Aun así, Pedro hizo todo lo que pudo para evitar ir; y después actuó mal acerca de ello en Antioquía. Nosotros encontramos aquí, entonces, que en lugar del Señor Jesús, Jehová de los ejércitos, reinando gloriosamente en el monte Sion y en Jerusalén y delante de los antiguos (que fue lo que Isaías y los demás profetas enseñaron que había que esperar), Él fue "Predicado a los gentiles." Se trató de una obra nueva e inesperada "hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles" (Romanos 11:25), mientras a Israel le ha acontecido un endurecimiento parcial (dado que hay siempre un remanente). Se trata del Cristianismo, emanando de Cristo tal como es dado a conocer ahora en el misterio de la piedad, "Predicado a los gentiles." ¿Puede haber algo de más profundo interés y de más profunda importancia para nosotros que no somos Judíos sino Gentiles? Porque Dios hace que nosotros seamos ahora Su expreso objeto de súplica. El Cristo rechazado pero glorificado es ahora ""Predicado a los gentiles." ¡Cuán grande es nuestra deuda para con Su gracia revelada en el misterio de la piedad! Ni hemos oído en vano. Nosotros hemos recibido a Cristo y somos llevados ya a estar en relación con Dios mismo; porque no hay otro camino.

 

Por consiguiente, la siguiente declaración está perfectamente en su sitio, como de hecho todas lo están. Ellas están en una secuencia regular, de modo que ustedes no podrían poner una de ella fuera de su lugar sin dañar el orden de la verdad. Por eso que, después de decir que Él era predicado entre los Gentiles, sigue a continuación, "Creído en el mundo." Ni tampoco puede otra afirmación ser más certera. No se trata del reino del Mesías en Palestina o del "Rey sobre toda la tierra" (Zacarías 14:9); menos aún ello significa que va a haber un reino del evangelio, si bien hay un evangelio del reino. El Señor vendrá a reinar en breve en poder y gloria, ya que nadie se puede confundir cuando venga Su día. Él está ahora ocupado con Su obra celestial. Pronto Él pedirá y tendrá las naciones como Su herencia y los confines de la tierra como posesión Suya (Salmo 2:8). Y Él instalará Su reino gobernándolas, rebeldes como ellas son, con vara de hierro, y las desmenuzará como vasija de alfarero. Es Su reino sobre la tierra; y esa es la verdad, y una verdad que a los terrenales no les agrada, porque ellos prefieren algo agradable para ellos mismos, en lugar de padecer ahora con Cristo y reinar con Él en aquel día. Pero el primer deber del Cristiano es ahora seguirle a Él como Él anduvo, y no estar por encima de su Maestro, sino ser perfeccionado a como Él es.

 

Nuestra principal ocupación es, de manera inequívoca, aceptar aquí Su rechazo, lo opuesto mismo de procurar gloria o comodidad terrenal. Los santos Corintios recibieron una severa reprensión por parte del apóstol (1ª. Corintios 4), cuando aquel error comenzó en medio de ellos. "Ya estáis saciados, ya estáis ricos, sin nosotros reináis." Ellos se estaban entregando a la comodidad, reinando como reyes sin nosotros, etc. "¡Y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros!" es decir, en la aparición de Cristo, en lugar de eso, Dios no describe a los apóstoles vestidos en púrpura y lino fino, yéndoles bien cada día, sino como los postreros de todos, así como ellos fueron los primeros en poder y autoridad espirituales, como hombres sentenciados a muerte, un espectáculo al mundo, tanto a los ángeles como a los hombres. Reflexionen ustedes sobre los versículos en 1ª. Corintios 4: 10 al 13; vean de qué manera en el capítulo 11 el apóstol exhorta a los santos a ser sus imitadores, así como él lo era de Cristo. Lamentablemente la Cristiandad ha seguido a los errados Corintios, no al apóstol bienaventurado. Tampoco necesita cualquiera dudar de que el Cristiano es fortalecido como para soportar con gozo las aflicciones de Cristo por Su cuerpo así como también por el evangelio. Leer Colosenses 1 y 2.

 

El apóstol se gozó en esas aflicciones, ciertamente, y estableció el modelo para todos los que serían fieles. Gloria ahora en lugar de padecer con Cristo. La artimaña del enemigo es que nosotros deberíamos contar con el mundo o permitirlo. Nosotros somos puestos en deliberado contraste con los Gentiles que no conocen a Dios y buscan el honor inmediato; mientras que nuestro objetivo verdadero de esperanza es la venida del Señor Jesús por la cual esperamos. La obra de Cristo nos hace aptos para la gloria. El evangelio mismo dice, "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa." Y los que creen se unirán con el Señor en lo alto a su debido tiempo, conformados a Su imagen: no algunos santos escogidos, sino cada uno de ellos. Tengan cuidado con la idea de última moda acerca de Cristianos superiores, que serán los únicos que han de ser arrebatados. Los que predican eso se otorgan siempre crédito a ellos mismos por esa superioridad. Cuando el Señor venga, Él trasladará la iglesia entera, Su cuerpo. En Su cuerpo hay diferentes miembros, algunos "más débiles", tal como el apóstol dice (1ª. Corintios 12), algunos "menos decorosos. "Pero la gracia de Dios ordena el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros." Frente a un principio semejante, ¡qué triste es permitir ensueños tan fantásticos! ¡Tales ensueños otorgan espacio a la vanidad personal y al menosprecio a los que son mejores que uno! No existe el menor espacio para dudar que "los que son de Cristo" serán trasladados para ir al encuentro del Señor en Su venida. Tal es la enseñanza positiva en 1ª. Corintios 15:23, y tal es la fuerza evidente de 1ª. Tesalonicenses 4:14 al 17. Ni ninguna otra Escritura califica tampoco. No existe terreno alguno para un engaño semejante en toda la Biblia.

 

Viene finalmente la cláusula "Recibido arriba en gloria." Dicha cláusula señala la condición permanente de Cristo recibido arriba en gloria, Él mora allí: ¿por qué está eso en último lugar? Parece que está organizado en este orden para presentar un contraste entre Cristo y lo que los "demonios" y espíritus engañadores iban a hacer en los postreros tiempos, tal como dice el capítulo siguiente. Cristo "recibido arriba en gloria" pone vergüenza sobre los esfuerzos de los hombres que prestan atención a espíritus malos que están en acción en la hipocresía de los pregoneros de leyendas, los cuales desprecian el casamiento, y proclaman que es necesario abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.

 

Ustedes pueden pedir algún otro ejemplo en la Palabra de Dios acerca de una especial desviación del orden. Tomen el primer capítulo del Apocalipsis, versículos 4 y 5. Todos saben que el orden habitual es, tal como encontramos en la comisión apostólica (Mateo 28:19), Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Pero en la bendición u oración de 2ª. Corintios 13:14 el apóstol, por una buena razón, comienza con "La gracia del Señor Jesucristo." En Apocalipsis 1: 4 y 5, con una razón igualmente buena, el orden es invertido, y al Señor Jesús se le da el último lugar. "Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir." Luego tenemos, "y de los siete espíritus que están delante de su trono." Finalmente tenemos, "y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra." También esta es claramente una desviación de situar al Señor en el segundo lugar. Pero la razón no se ha de buscar muy lejos. El Señor Jesús es presentado solamente en Sus glorias terrenales; y es presentado de este modo para ser seguido inmediatamente por un compás parentético de alabanza por parte de los santos; y luego por el testimonio de Su juicio venidero de la tierra. Esto se habría visto frustrado si "los siete espíritus" hubiesen ocupado el tercer lugar. En cada ejemplo los terrenos contextuales explican el orden especial.

 

Ello es así aquí. Cristo "recibido arriba en gloria" habría seguido históricamente al hecho de haber sido Él justificado en el Espíritu; pero si se hubiese puesto allí, no se habría logrado establecer el contraste con el poder de Satanás al ayudar en alejamiento de la fe. Porque la expresión "Creído en el mundo" se posicionaría entonces en contra de aquel alejamiento. Pero el hecho de haber sido hallado el verdadero contraste en "recibido arriba en gloria", explica el orden requerido. En Él considerado así está el objetivo liberador. Estos espíritus engañadores y demonios que enseñan falsas doctrinas energizan a los hombres que son los instrumentos usados para alejar de la fe, enseñanzas pronunciadas de hermosa manera, pero falsas e hipócritas y que socavan la verdad. Las mentiras religiosas y los fraudes piadosos no son más que la peor obra del enemigo. Ellos niegan, en este caso, los derechos creativos de Dios a través de la pretensión de una santidad superior.

 

Pero la verdad Escrituraria de que Cristo ha sido "recibido arriba en gloria" refutó estas enseñanzas. Aquellos que prestaban atención a espíritus malos fueron engañados por medio de la hipocresía de hombres hablando mentiras, teniendo cauterizada su propia conciencia, prohibiendo, etc. Y este sentido es correcto; porque los demonios no tienen una conciencia a ser cauterizada así, mientras que sus agentes mentirosos la tienen. De otra manera uno debe, si se adopta la versión común, identificar los mentirosos y los espíritus, tal como se encuentra, fuera de toda duda, en otra parte en el relato en el Nuevo Testamento acerca de la posesión demoníaca.

 

¡Qué insólito es que la reivindicación de una santidad superior a la del evangelio vaya junto con el desprecio a todo lo que Dios creó y dependa de despreciarlo, impugnando, por tanto, Su gloria como Creador y Sustentador de todo! Pero fue así: el germen temprano del Gnosticismo condujo después a la especulación más audaz del Maniqueísmo, es decir, la impiedad imaginativa de un Dios de creación malvado y un Dios bueno del Nuevo Testamento. De ahí el sueño de la materia como esencialmente mala, del alimento (a lo menos animal) como esencialmente inmoral, del casamiento como esencialmente degradante para el espiritual.

 

De ahí resulta la negación de todo uso legítimo de la ley y el desprecio del Antiguo Testamento y de los antiguos que obtuvieron testimonio de haber agradado a Dios. "Aquel que fué manifestado en la carne, recibido arriba en gloria" disipa todo el sistema como siendo este una mentira de Satanás. Así como hay un solo Dios, así también hay un solo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre (1ª. Timoteo 2:5), no obstante nunca de manera más manifiesta Dios que cuando Él se dignó hacerse hombre para glorificar a Dios y salvar a los hombres. Y Aquel que descendió en amor a una profundidad tan insondable como rescate por todos, es el mismo que fue justificado en el Espíritu por la resurrección; Aquel que fue recibido arriba en gloria es tan verdaderamente hombre como cuando nació o murió. De este modo, el Dios Creador es el Dios Salvador, y el Hombre que padeció en la cruz es el Hombre glorificado en lo alto. Y el creyente llamado a tener ahora parte con Él será conformado a Su imagen en Su venida. Desdeñar lo que Dios aprobó desde el principio, y lo que Él dio para uso de los hombres desde el diluvio, es demostrar que uno mismo es Su enemigo y un esclavo de Satanás; y más peor aún si uno reivindica también una santidad superior al evangelio de Cristo.

 

Es así con respecto a todos las ideas de una vida más elevada, de santificación superior, o perfección en la carne. Ellas no son de Dios sino del enemigo, y atentan contra el evangelio, y destruyen la santidad verdadera. La verdad más completa, la plena verdad de Dios, disfrutada ahora por la iglesia, está destinada a profundizar la reverencia a la autoridad de Dios en el mundo así como en las relaciones terrenales de esta vida, cosas que Satanás procura, en primer lugar, disolver bajo la pretensión de más elevados principios, para trastocar después la Persona de Cristo así como la iglesia, todo privilegio verdadero y toda la verdad misma.

 

Dado que, tal como la Escritura ilustra de manera notable, la verdad está centrada en la Persona de Cristo; no otro que Él asegura toda piedad; no solamente descendido en amor, sino como glorificado en la justicia de Dios. Es aquel Único que "siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo." (Filipenses 2: 6 al 9). De este modo, la gloria personal de Cristo, el Hijo de Dios, brindó la ocasión a Su gloria moral cuando se encarnó, humillándose hasta lo sumo en amor, obediencia y padecimiento para la gloria de Dios, a toda costa. Él tiene ahora gloria celestial y, de hecho, gloria universal, concedidas a Él como Hombre "recibido arriba en gloria." Se trata del ejercicio de una justicia nueva, la justicia de Dios, como Su respuesta a los méritos infinitos de Cristo; así como es también el terreno de bendición y gloria para todos los que creen en él.

 

De modo que en Juan 13: 31 y 32, cuando Judas salió a traicionarle, el propio Señor dice, "Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará.

 

Y ese es el alcance de este resumen maravilloso, tal como hemos visto ya, en perfecta concordancia con las demás Escrituras a las que nos referimos recién, cada una de las cuales tiene su propio objetivo y carácter especiales en armonía con el designio del libro en el cual aparece. Porque tal es el sello y la demostración invariables de la inspiración divina. Algunos lo han denominado 'el credo del apóstol'; otros han conjeturado que él ha incorporado aquí una fórmula usada así de manera más o menos general. Pero tales conjeturas son infundadas e innecesarias. Se trata de una parte necesaria y esencial de esta epístola a Timoteo y de ninguna otra; ella expresa la línea especial de doctrina del escritor, y de ningún otro apóstol, si bien ella muestra también el poder inspirador del Espíritu Santo, tal como cada y toda Escritura lo hace.

 

William Kelly

 

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Julio/Agosto 2016.-

Título original en inglés:
THE MYSTERY OF GODLINESS, by William Kelly 
Traducido con permiso
Publicado por:
BIBLE TRUTH PUBLISHERS

Versión Inglesa
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