SIETE CONFERENCIAS ACERCA
DE LOS MENSAJES PROFÉTICOS A LAS SIETE IGLESIAS
J. N. DARBY
Todas las citas bíblicas se
encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera Revisada en 1960, excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones mediante
abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Escritos Compilados, Proféticos, Volumen 5
PRIMERA CONFERENCIA
Lectura
Bíblica: Apocalipsis, Capítulo 1
Antes de entrar en el
detalle de los mensajes a las siete iglesias, acerca de lo cual es mi propósito
hablar, sería bueno decir unas pocas palabras con respecto al carácter general
del libro en el cual se encuentran estos mensajes. Es extremadamente importante
que obtengamos una comprensión correcta y clara de ciertos grandes principios,
los cuales son presentados a través de todo el libro del Apocalipsis, o no
entenderemos de qué Dios se habla en este libro, haciendo estas cosas. Y en
este punto, recuerden que es solamente en las Escrituras donde descubrimos cuál
es el propósito de Dios, y lo que Dios se propone, al hacer lo que Él hace, y
haciéndolo de la forma en que Él lo hace.
El primer capítulo
presenta el libro completo. Es una revelación dada a Jesucristo para mostrar a
Sus siervos, cosas que sucederán, en preparación para la aparición de
Cristo. Es un maravilloso pensamiento el que Dios haga tales comunicaciones, al
igual que lo es la forma en la cual Él lo hace. Porque Dios no puede escribir
como lo hace el hombre, simplemente para contar acerca de lo que interesa o
afecta las pasiones de los hombres. Pero cuando Dios escribe, es para presentar
algo con lo cual probar nuestras almas y atraerlas a la comunión con Él mismo.
Tomemos como ejemplo los evangelios. Ellos no están escritos solamente para dar
una cuenta histórica de cuando Cristo estuvo aquí abajo, sino para revelar a
nuestras almas los propósitos y medios de gracia de Dios en la obra y la
Persona de Su Hijo. Y solamente si aprendemos de esta manera cuales son los
pensamientos y los modos de obrar de Dios, nosotros somos capaces de entender
lo que Dios está haciendo en cualquier parte de Sus modos de obrar.
El libro del Apocalipsis
es un libro de juicio en su totalidad. Dios es revelado en el libro como uno a
punto de ejecutar juicio. Esto es aplicable a la iglesia misma, como se ve en
los capítulos 2 y 3. Ella es vista en la tierra, sometida a juicio. La profecía
puede hablar de las cosas que están bajo juicio y de los medios a través de los
cuales el juicio podría ser evitado; pero aun así, es judicial en su totalidad,
si exceptuamos la descripción del glorioso estado de la iglesia como la Jerusalén
celestial. Pero, no obstante, también es en el caso cuando, con referencia a la
iglesia, cuando está activa, ésta aparece sobre caballos blancos en el capítulo
19. Hasta que nosotros no consigamos asir claramente esta verdad en nuestras
mentes, nunca puede ser entendida la intención del libro.
Entonces, por otra parte,
no encontramos en este libro el nombre del Padre en relación con los santos. Se
habla del Padre en relación con Cristo (capítulo 2: 27; capítulo 3: 5, 21),
pero esto sólo confirma el comentario en el texto. También es usado en el
capítulo 14: 1, donde el nombre del Padre del CORDERO está escrito en la frente
de los ciento cuarenta y cuatro mil, y aún entonces es Su Padre, aunque Su
nombre está en sus frentes; y tampoco está allí la relación de la esposa, la
esposa del Cordero, hasta que se menciona que están teniendo lugar las bodas
del Cordero. El sistema y las relaciones en el libro del Apocalipsis son, en
conjunto, de otro carácter. Es Dios tratando con lo que está en la tierra, de acuerdo
con la responsabilidad. Este sencillo pensamiento evita por sí mismo muchos
errores. Y además, el libro no es solamente judicial en su carácter, sino que trata
de un juicio relacionado con la tierra, — es decir, que los hombres son
responsables en la tierra por aquello que se les encarga a su cuidado. Así que
si aún se habla de la iglesia en este libro como estando en la tierra, el
asunto sobre el que se habla es el de su responsabilidad y, como tal, ella cae
bajo juicio. De esta forma ustedes tienen a la tierra como su tema.
El siguiente comentario
importante es que el carácter total del libro es profético.
"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta
profecía." Y aun cuando el mensaje
se dirige a las siete iglesias, el lenguaje es profético. Esto no es así en las
varias epístolas en la parte anterior del Nuevo Testamento. Aquellas son
comunicaciones dirigidas a las iglesias, o a los santos, dirigiendo su conducta
actual en la relación en la cual Dios, por Su gracia, los ha puesto consigo
mismo y con Cristo el Señor.
Yo digo que estos mensajes
son proféticos, es decir, son los anuncios de resultados y consecuencias que
vendrán sobre aquellos a los cuales estos mensajes son aplicables, como
formando un cuerpo público, en la forma de juicio, — no en la ministración de
gracia y dirección en una unión segura y subsistente en relación con la cual no
se sufre ningún cambio. No es que signifique una bendición presente para el que
habla y para los que la recibirían al mismo tiempo, como teniendo oídos para
oír. Nosotros vemos la misma diferencia en los profetas del Antiguo Testamento,
y en los pasajes proféticos diseminados a través de las epístolas. Si ustedes examinan
1ª Pedro 1: 11, 12, verán lo que quiero decir. "A estos se les reveló que
no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas." Este es
el carácter correcto de la profecía. Es dirigida a uno, pero está destinada
para otros. No dice "nos", como dice el Espíritu Santo en las
epístolas; pues es una revelación de cosas futuras. Un profeta no profetizaba
acerca de sí mismo. El Espíritu de Cristo revela al profeta cosas acerca de
otros, y no acerca de él mismo. Además, la diferencia es que estas mismas cosas
fueron informadas a los santos por aquellos que habían predicado el evangelio
con el Espíritu Santo enviado desde el cielo. Cuando el Espíritu Santo habla en
los santos, Él revela las cosas de las que Él habla como pertenecientes a ellos
mismos; y, consecuentemente, de eso se trata cuando el Espíritu Santo habla en
los santos. Él constantemente dice, "nos". Nosotros no encontramos
esta pequeña palabra, "nos", en la misma relación, en ninguna parte
del Antiguo Testamento. Veamos algunos ejemplos: "Al que nos amó y nos
lavó", — que nos bendijo", — "según nos escogió", — "habiéndonos
predestinado", — "el cual nos ha librado", — "y juntamente
con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con
Cristo Jesús." No se trata de mostrar meramente cosas que están por venir.
Cuando el Espíritu Santo muestra cualquiera de las cosas de Cristo, Él incluye
a todos los santos, — leemos, que "seáis
plenamente capaces de comprender con todos los santos." En una palabra, el
Espíritu Santo, hablando de esta forma, incluye a todos los santos, como
estando ahora asociados en la bendición, y apropiándose de todo lo que Dios nos
ha dado "en Cristo Jesús." Sólo que todavía no todo es disfrutado, de
manera que aún tenemos que esperar hasta el final, "en la gracia que se os
traerá cuando Jesucristo sea manifestado."
Tenemos aquí tres pasos:
- en primer lugar, el Espíritu de profecía ministrando en los tiempos
pasados en los profetas no para ellos mismos;
- en segundo lugar, el Espíritu Santo enviado a la tierra a anunciar la
salvación;
- en tercer lugar, Él llega a ser el sello, las arras, la unción, a
través de los cuales nuestra porción es conocida y disfrutada, en la forma del
Espíritu de esperanza, ya que mientras estemos aquí en el cuerpo, no tenemos
realmente lo que habremos de tener. Tenemos las arras, pero esperamos la
adopción, es decir, "la redención de nuestro cuerpo." Aun así, el
Espíritu de Dios, como morando en la iglesia, en Su apropiado carácter
eclesiástico, presenta el conocimiento del disfrute actual de lo que Él revela
en esas dos palabras enfáticas, "nos", y, "nosotros".
Nosotros vimos hace muy
poco tiempo, hablando de Hebreos 9, que al fin de la era, Cristo fue llevado
arriba al cielo, y mientras Él está allá arriba, antes que Él regrese a esta tierra,
hay una obra que se está efectuando por medio del Espíritu Santo. Se está
reuniendo un cuerpo y se lo asocia con Él, — la Cabeza en el cielo a la diestra
de Dios, tal como se lee en el Salmo 110: "Siéntate a mi diestra, hasta
que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies." En virtud de que la
Cabeza fue ensalzada de esta manera a la diestra de Dios, Él envía el Espíritu
Santo para reunir un cuerpo para que se identifique con Él en gloria, para
tener Su misma gloria, para ser miembros de Su carne y de Sus huesos. He aquí
el apropiado carácter eclesiástico del Espíritu; no es profecía, no son las
comunicaciones a otros de lo que va a suceder sobre la tierra, sino que Él es
el sello, las arras y la seguridad de las bendiciones que son nuestras, testificando
de qué manera Dios nos ha bendecido, — no alguien más, — y morando con nosotros
hasta que Cristo venga. Entonces, bendito sea Dios, no quedará dejada atrás ni
una partícula del precioso polvo de Sus redimidos; debido a que "el que se
une al Señor, un espíritu es con él", y Cristo tomará al hombre completo,
espíritu, alma y cuerpo, al más completo disfrute con Él mismo y para siempre.
Cuando el Espíritu de Dios
llega a ser un Espíritu profético, el asunto es muy diferente. Su testimonio
debe ser aplicado a una cosa terrenal. Él nunca profetiza acerca del cielo. Si
el Espíritu Santo viene y dice, "Su gloria está sobre la tierra y el
cielo" (Salmo 148: 13 - VM), esto no es una profecía de algún acontecimiento,
— por ejemplo, una revelación. Nosotros estamos allí, en un sentido. Nos damos
cuenta de nuestra comunión en los lugares celestiales, mientras esperamos aquí
que tenga lugar el cumplimiento de todo, esperando la redención del cuerpo.
Pero, cuando yo desciendo
a la tierra para pensar acerca de la tierra, aun si tengo que tratar con la
iglesia, no obstante lo seguro que son sus privilegios eternos vistos en su
verdadero carácter, ella está frente a mí como un cuerpo responsable sobre la
tierra, y leemos — "las (cosas) que son", — ella es responsable de
acuerdo a la medida de los privilegios en los cuales ella es dejada aquí abajo.
Y es de extrema
importancia asirse firmemente de esta verdad o no entenderemos los actos de
Dios. El Espíritu Santo que mora en la iglesia me une a Cristo. Si el asunto es
acerca de la justicia, yo soy justicia de Dios en Él; si el asunto es referente
a la vida, Él es mi vida; si es referente a la gloria, Él dice, "La gloria
que me diste, yo les he dado." Todo lo que Él tiene es nuestro, salvo y
excepto Su Deidad, con respecto a la cual no hay necesidad de decir, obviamente,
que con respecto a nosotros, Él está solo. [Ver nota 1]. Todo lo que Cristo
tiene me
pertenece, porque "el que se une al Señor, un espíritu es con él."
[Nota 1].
Sin embargo, MORALMENTE, nosotros
somos hechos partícipes de la naturaleza divina, para que podamos deleitarnos
completamente en Dios.
La profecía no podía tratar con esto debido a
que era un misterio escondido en Dios, escondido por siglos y generaciones;
pero ahora ha sido revelado por medio del Espíritu Santo, a saber, que en la
actualidad la iglesia viviente está en unión viva con Cristo, a la diestra de
Dios en el cielo, — Cristo, la Cabeza en el cielo, — la iglesia, los miembros, en
la tierra. Los santos del Antiguo Testamento no podrían haber hablado acerca de
un hombre en el cielo que tuviese miembros sobre la tierra. La expresión
'miembros sobre la tierra', no habría tenido ningún significado para ellos; y
Cristo tenía que haber sido rechazado de la tierra antes que yo pudiese hablar
de Él como siendo la Cabeza en el cielo, y teniendo miembros sobre la tierra.
Cuando yo voy a la profecía, es entonces cuando yo veo a la iglesia recibiendo
el conocimiento de lo que Dios va a hacer sobre la tierra.
Cuando se habla a las iglesias,
en Apocalipsis 2 y 3, el Espíritu nunca habla de la gracia fluyendo desde la
Cabeza a los miembros del cuerpo; y aun cuando vemos a los santos en lo alto,
ellos no son presentados como un cuerpo sino como adoradores separados que
tienen un 'OBJETO' que adorar en el cielo, sacerdotes para Dios. De hecho, el
Espíritu no habla de la iglesia como el cuerpo de Cristo en estos mensajes,
sino que de ciertos grupos y en ciertas circunstancias, y no como miembros de
un cuerpo, ni tampoco habla del poder vivificador de la gracia obrando aquí
abajo para producir bendición; sino que habla de la conducta de aquellos que
han disfrutado de los beneficios de esta gracia cuando han sido puestos en este
lugar de bendición. No habla de lo que la iglesia es, sino que de lo que la
iglesia ha hecho. No se trata de la condición de la iglesia situada en la
gracia por el poder del Espíritu Santo (debido a que no se habla del Espíritu
Santo, el cual la puso en esa posición, como obrando o morando en ellos); se
trata de la responsabilidad de la iglesia. Ustedes no podrán encontrar en
ninguna parte, tal como lo dije antes, el amor del Padre por los hijos, ni
siquiera al Espíritu Santo como el alma del cuerpo (por decirlo de esta forma),
uniéndolo a la Cabeza, ni del poder de la gracia, cuyo gran resultado es las
bodas del Cordero; sino que es la iglesia en una condición dada sobre la
tierra, sometida a juicio. No hay nada aquí acerca de la unión con Cristo. Pero
encontraremos esto, — a saber, el testimonio de lo que Cristo es para cada
estado de cosas de los cuales se habla, — Sus juicios actuales, los cuales Él
revela. Esto hace que ello sea muy sencillo y fácil de comprender, y también
está lleno de provecho para nuestras almas, en el sentido de advertencia;
mientras que los privilegios en los cuales hemos sido puestos son el manantial
de toda bendición que hace muy verdadero que "el gozo del Señor es nuestra
fuerza."
Pero, lo que nosotros
obtenemos en Apocalipsis 1: 1, es muy precioso y pleno de enseñanza. "La
revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las
cosas que deben suceder pronto." Evidentemente, esto no es Cristo como la
Cabeza del cuerpo en el cielo, ni el Espíritu Santo obrando en sus miembros
para edificar ese cuerpo. Esa relación y posición son claramente puestas en
evidencia en las epístolas. Pero, aquí está la revelación que Dios dio a Cristo
para manifestar (no a los hijos, sino que) a Sus siervos, cosas que deben
suceder pronto. Reitero, esto no es el Espíritu Santo, como en la epístola a
los Efesios, trayendo instrucciones de lo alto a los hijos y a la esposa, y
mostrándoles a ellos sus relaciones con el Padre y el Esposo, sino que es una
revelación a siervos acerca de cosas que sucederán sobre la tierra, "y la
declaró enviándola por medio de su ángel." El ministerio de los ángeles es
presentado así, mostrando el carácter profético de este pasaje. Obsérvese,
además, que esta no es la revelación de las riquezas de Cristo mismo por medio
del Espíritu Santo, sino que es un mensaje por medio de un ángel.
Versículo 2. "Que ha
dado testimonio", — no de la comunión en Cristo o de la plenitud de Cristo,
— sino "de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo." El
testimonio de Jesucristo no es Su plenitud, sino Su testimonio rendido a algo
más. Y noten aquí de qué manera hemos descendido ahora a los eventos sobre la
tierra (y estos eventos no son nunca la plenitud de Cristo en el cielo);
debemos tener claridad en nuestra mente acerca de este punto.
Versículo 3. Allí está, entonces, la bendición prometida para aquellos
que leen u oyen esta profecía.
Versículo 4. "Gracia
y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete
espíritus que están delante de su trono." Aquí, la gracia y la paz no son
las que vienen del Padre y del Hijo, sino de Jehová. El saludo, especialmente
en lo que respecta al Espíritu Santo, no es lo mismo que vemos en 2ª Corintios
13: 14, aunque sin duda los siete Espíritus aluden al Espíritu Santo, siendo el
número siete el símbolo de perfección en Su diversidad de poder. El título que
aquí se da al Espíritu está relacionado con la demostración del poder y de la
inteligencia con los cuales es gobernada la tierra. (Compárese con capítulo 5:
6).
Versículo 5. "Y de
Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los
reyes de la tierra." "Y de Jesucristo", — Cristo es el último de
los tres que son mencionados, como mostrando cuán enteramente Él es presentado
en relación con el gobierno de la tierra. "El testigo fiel", — el que
sacó a relucir infaliblemente lo que Dios es, y, de hecho, toda la verdad,
cuando Él estuvo en la tierra. "El primogénito de los muertos", —
este es el poder de la resurrección "de entre los muertos", aquí
abajo. "El soberano de los reyes de la tierra", — Su lugar en el poder
por sobre todo dominio aquí abajo, un lugar del cual Él tiene que tomar aún la
posesión efectiva. Aquí no se le llama "el Hijo del Padre", ni
tampoco se le menciona como Cabeza del cuerpo, la iglesia; ni siquiera como el
Cordero en medio del trono, sino como el Soberano de los reyes de la tierra,
demostrándonos, de esta forma, que lo que se resalta aquí es simplemente Su
relación con la tierra.
Pero, además, en el
momento que Cristo es mencionado, noten como el corazón de la iglesia se
manifiesta con el gozo de su adecuada y personal relación con ese Cristo:
leemos, "Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre, e
hizo de nosotros un reino y sacerdotes para su Dios y Padre." (Apocalipsis
1: 5, 6 – LBA). Esto no falla nunca; cuando se habla de Cristo, sin importar cuál
sea el tema, Él es todavía nuestro Cristo, con quien estamos vivamente
asociados, de tal manera que es imposible oír Su nombre sin que éste atraiga la
respuesta del alma y el reconocimiento de lo que Cristo es para ella. Aunque yo
piense en el juicio y en Él como el Juez, yo digo, «Yo estoy asociado con Él.;
Él es mi Cristo en todas las cosas». Si en esta vida la mujer de algún hombre
eminente lo viese venir, ella diría naturalmente: «Allí viene mi marido»,
debido a que en sus pensamientos, y ocupando el primer lugar, está su propia
relación. Así sucede con respecto a la iglesia en cuanto a Cristo, ante
cualquier carácter en el cual Él sea revelado. Así es al final del libro,
cuando finaliza la parte profética, donde nosotros encontramos otra respuesta
de la misma clase; en el momento que Él dice, "Yo soy....la estrella
resplandeciente de la mañana", la iglesia responde instantáneamente de
acuerdo a su esperanza en Él, y dice, VEN. "Y el Espíritu y la Esposa
dicen: Ven." Y así debiese ser siempre con respecto a nosotros: Cristo
mismo debería estar llenando cada pensamiento y afecto del corazón. Es
solamente esto lo que da valor a todo carácter del testimonio de Cristo, a cada
parte de Su gloria. Lo que concierne a Cristo me concierne a mí, cualquiera que
sea el tema inmediato. Si mi corazón está ocupado con Aquel que posee la gloria
venidera, a menos que yo lo encuentre en la gloria, la gloria por sí misma no
sería nada para mí. Yo siempre quiero algo que concierna a Cristo; y porque
concierne a Cristo, me debe concernir necesariamente. Es perfectamente
verdadero que algunos temas, aunque estén en relación con nuestro Señor, son
más interesantes que otros, y esto, en proporción a que nos lleven a una
relación más cercana con Él mismo.
En aquel día, la corona de
Jesús estará compuesta de muchas diademas, y cada una de ellas, aunque usadas
más con respecto a otros que con respecto a la iglesia, formará parte de
nuestro gozo debido a que tenemos parte en Su gloria, ya que deberíamos
sentirnos infelices si pensásemos que Él podría perder cualquier parte de Su
corona y gloria. Nuestro gozo no consiste solamente en el conocimiento de la
salvación individual, puesto que nuestra salvación no es el objetivo de nuestro
gozo. Aunque, bendito sea Dios, es el comienzo para nosotros, no hay ninguna
cosa vista en su relación con la gloria de Cristo que pueda perder nunca su
valor a los ojos de un santo, aunque parezca desconectada de ella. Nosotros
podemos ver esto llevado a cabo en el lecho de muerte de un Cristiano; si
Cristo mismo ha sido su gozo, todo lo que le pertenece a Él será precioso. Si
el alma ha estado ocupada solamente con la obra de Cristo, trayéndole salvación
a ella misma, habrá paz porque conoce la salvación; pero si la Persona de
Cristo se ha convertido en el objeto de su afecto y el alma está ocupada con Él
mismo, una persona como esta tiene un constante manantial de gozo en su
interior, así como una paz estable; debido a que cuando Cristo es el objeto
personal del alma, ella posee un gozo que el solo hecho de saber que nosotros
somos salvos (lo cual ya es una bendición), no puede darnos en forma continua.
Si Cristo llena el corazón no será simplemente que yo soy feliz debido a que
soy salvo, sino que pensar en Aquel hacia el cual yo estoy yendo llenará mi
alma. Es verdad que yo voy al cielo, pero el pensamiento que hace del cielo un
cielo para mi alma, es pensar que Cristo mismo está allí; hay alguien allí hacia
quien ir. La Persona que he amado en la tierra es aquella con la que voy a
estar en el cielo. Y en la Escritura siempre está expresado de esta manera.
Para el espíritu, ello es partir y estar con Cristo.
Desde el principio mismo del
libro, la iglesia es puesta en un lugar aparte; pues su lugar sacerdotal está
arriba en el cielo (fuera de la esfera de acción de este libro, o, más bien, adentro,
detrás del velo), en el lugar desde donde vino este libro. Estos, entonces,
como hablando en la tierra en el versículo 5, son los pensamientos acerca de la
iglesia, — "Al que nos ama." No hay ningún asunto acerca de juicio:
Él "nos ama"; ninguna incertidumbre con respecto a la condición: Él
nos "libertó de nuestros pecados con su sangre." El lugar del creyente
ya no es un asunto dudoso cuando comienza el testimonio profético del libro.
Cristo murió y resucitó, "e hizo de nosotros un reino y sacerdotes"
(Apocalipsis 1: 6 – LBA), títulos que obtenemos sin que nuestra responsabilidad
los ponga en duda. Tenemos responsabilidades, pero Jesús nos liberta, y somos
conscientes del lugar en que somos puestos, teniendo la respuesta del corazón
en el cual mora el Espíritu Santo.
El lugar de la iglesia es
dejado establecido incuestionablemente antes de que cualquier otra cosa sea
revelada. Este mismo principio es expuesto más detalladamente en Efesios 1. En
primer lugar, la iglesia es puesta en la misma verdadera aceptación en la que
está puesto el propio Señor Jesucristo, antes de que sea mostrado "el
misterio de su voluntad" (Efesios 1: 9). Esto no es profecía, sino que es
la iglesia siendo puesta como Cristo mismo, para ser el resplandor de Su
gloria. De esta forma, en primer lugar, "aceptos en el Amado"
(Efesios 1: 6), luego, Dios, en las abundancias de Su gracia y en sabiduría y
prudencia hacia ella, la deja entrar a los secretos de Sus pensamientos y
propósitos con respecto a la gloria de Cristo, de reunir todas las cosas en Él.
El Espíritu concluye todo
esto con un Amén, y ahora Él comienza con la tierra, y habla de los efectos de
la venida de Cristo en sus habitantes.
Versículo 7. "He aquí
que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos
los linajes de la tierra harán lamentación por él." No así la iglesia. Yo
no me voy a lamentar cuando vea a Cristo. ¡Ah! cómo resplandecerá mi rostro
cuando yo obtenga un primer vislumbre de Él. Aunque, ¡lamentablemente! si
nuestros afectos no son correctos, no puede ser un gozo actual pensar en ser
transformados para encontrarnos con Él. Y en este punto yo preguntaría, ¿hay
algo que usted se permita que le hiciera desear una demora en la venida del
Señor, incluso cualquier afecto natural que entre, desviando el ojo y el
corazón? Si el corazón está bien ligado arriba con Cristo, y nosotros sentimos
lo que es estar en un mundo como este, no sólo de esfuerzo sino de pecado, ¡qué
pensamiento es el estar con Cristo fuera de éste! ¡Con toda seguridad no hay
una cuerda en el corazón del santo que no vibre, contrariamente a los
sentimientos de aquellos cuyos ojos le verán y harán lamentación! Y aún la
esperanza positiva, el gozo de verlo y de estar con Él mismo, es aún más una
fuente plena y permanente de gozo que la salvación misma. Cuando digo
"TODO ojo le verá", entonces ello es lamentarse con el pobre mundo;
pero cuando digo, 'Mi ojo le verá', entonces cada sentimiento de mi alma estará
absorto con gozo, — todo lo opuesto a lamentar. ¿Estoy solamente esperando no
ser castigado? ¿acaso no dijo Cristo, "Voy, pues, a preparar lugar para
vosotros...., y vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo?", como diciendo
realmente, «Este mundo no es lo suficientemente bueno para ustedes; Yo no me
puedo quedar con ustedes aquí donde están estampados por todo alrededor el
pecado y el sufrimiento; pero cuando el lugar esté preparado, yo vendré y los tomaré
para que estén conmigo donde yo estoy». ¡Que completa diferencia entre los dos
aspectos de la venida del Señor!
Versículo 8. Después de
ver Su gloria y dominio, obtenemos la gloria de Su Persona, "El Alfa y la
Omega, principio y fin", — el Todopoderoso. No es el Padre el que está
aquí. ¡Qué diferencia hay entre esperar lo que el Todopoderoso hará en la
tierra, y ser llevado arriba a la casa de mi Padre y hablar de lo que mi Padre
es para nosotros allí!
Hay tres grandes nombres en los cuales Dios se revela al hombre.
- En primer lugar, a Abraham en Génesis 17: "Yo soy el Dios
Todopoderoso (El Shaddai); anda delante de mí y sé perfecto." Esto fue
como decir, «Yo soy el Todopoderoso: por lo tanto, confía en mí». A lo que se
llama perfección es a una respuesta al carácter en el cual Dios es revelado a
nosotros. "No consintió que nadie los agraviase, y por causa de ellos
castigó a los reyes." Salmo 105: 14.
- En segundo lugar, cuando Él viene a Israel, Él asume otro nombre. En
Éxodo nosotros Le hallamos revelándose a ellos como Jehová, el eterno YO SOY,
avanzando para cumplir todas Sus promesas.
- En tercer lugar, para los santos, Él es ahora como un Padre. Ellos
son tomados y puestos en relación con el Todopoderoso y Eterno Jehová, en la
relación de hijos con un Padre, en el disfrute de la vida eterna que se les ha
impartido. "Y seré para vosotros por Padre.....dice el Señor
Todopoderoso." Por lo tanto, no podemos responder a esta revelación más
que con el espíritu de adopción, y siendo realmente hijos y poseyendo la
naturaleza y el Espíritu de Aquel que es nuestro Padre. Ahora no se dice, como
en el caso de los títulos Todopoderoso y Jehová, «Sé perfecto con»; sino que
cuando el nombre del Padre es revelado, cosa que Cristo hizo, se dice, «Sé
perfecto como». Nosotros no confiamos en Él como extranjeros; nosotros andamos
con y como Él, en calidad de hijos. Así que es como Padre que nosotros le
conocemos, Aquel que es Todopoderoso; y Cristo dice que la vida eterna es
conocer al Padre y a Él mismo. Además, leemos, "El que me ha visto a mí,
ha visto al Padre"; y, por otra parte, "cualquiera que os mate,
pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a
mí." Ellos piensan que están sirviendo a Dios cuando están dando muerte a
los hijos de Dios; pero ellos no conocen al Padre ni al Hijo. Nosotros hemos
visto que este título de "Padre" no es el título en el que Dios es
revelado en el Apocalipsis; Él es revelado como Todopoderoso y Jehová.
Versículos 9 a 13.
"Yo Juan,… estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de
Dios y el testimonio de Jesucristo." Presten atención nuevamente aquí al
carácter que toma Cristo en relación con las siete iglesias, así como con el
mundo. No es como Cabeza del cuerpo, como la fuente de gracia para Sus miembros
abajo, sino que es como el de alguien caminando en medio de algo que está fuera
de Él mismo, y pronunciando Su juicio acerca de su estado externo.
Versículo 13. Vemos que aunque Cristo es revelado como el Hijo del
Hombre, Él también es Jehová y lleva todas las características del Anciano de
días en Daniel 7. "Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca
lana." En Daniel, el Hijo del Hombre es traído al Anciano de días. En
Apocalipsis 1: 14 [véase nota 2], Él mismo es mostrado como siendo el Anciano
de días, "Sus ojos como llama de fuego" para penetrar en el corazón
en juicio. "Dios es fuego consumidor." "De su boca salía una
espada aguda de dos filos", — empuñando de esta forma toda autoridad con
la espada del juicio.
[Nota 2.] De hecho, en Daniel vemos
también que Él mismo es el Hijo del hombre, el Anciano de días. Véase Daniel 7:
22.
Versículos 17, 18.
"Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí,
diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve
muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos." Es
maravillosamente alentador para el alma pensar que Él, que es divino, el Alfa y
la Omega, el primero y el último, fuera de quien no hay Dios, es Aquel verdadero
que descendió bajo el poder de la muerte por mis pecados, y entonces,
resucitando de nuevo sin ellos, no solamente ha quitado para siempre todo
pecado, sino que me ha librado de aquel que tenía (y además justamente) el
poder de la muerte, es decir, el diablo, y me llevó arriba a la presencia misma
de Dios. Él "padeció una sola vez por los pecados, el justo por los
injustos, para llevarnos a Dios." Esto es lo que brinda una paz tan
inmutable al alma; porque si yo me he encontrado con Dios, yo no tengo que
buscar nada más. "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre." Si mi
alma ha visto a Cristo muriendo sobre la cruz por sus pecados, yo me he
encontrado también allí con Dios en la solemne cuestión del juicio; y entonces
he venido ante Dios a través de un Cristo muerto y viviente; y habiendo llegado
Él mismo ante Dios, he conseguido todo lo que la tierra abajo o lo que el cielo
arriba me pueden dar. Porque éste muy manso, éste Único muy humilde, quien fue
llevado como un cordero al matadero, es el mismo Dios ante quien yo he sido
traído y que ahora, sin la más pequeña mancha de pecado que me podría
avergonzar en Su presencia, de forma que estoy con Él en perfecto amor, toda
causa de temor ha sido eliminada para siempre; y Él vive para revelarse a
nosotros en el poder de una vida eterna.
Versículo 19. Volviendo a
la parte profética, tenemos aquí lo que es muy importante: a saber, las tres
grandes partes del libro del Apocalipsis muy claramente expuestas.
- En primer lugar, "las cosas que has visto", — es decir,
Cristo caminando en medio de los candeleros.
- En segundo lugar, "las (cosas) que son", — la condición
temporal o el estado externo de las iglesias, o iglesia profesante en la
tierra; no el estado eterno y los inmutables privilegios de la iglesia como
cuerpo de Cristo.
- En tercer lugar, "las cosas que han de ser después de
estas" [véase nota3], — las cosas proféticas, los acontecimientos finales
en el trato con el mundo.
[Nota 3.] Es decir, después de las
cosas "que son".
El capítulo 4 muestra a la iglesia en el
cielo. Al hablar yo de las cosas que son, no aludo de ninguna manera (puesto
que la Escritura no lo hace) al estado eterno de la iglesia en su unión con
Cristo, como su Cabeza en la gracia, sino que aludo a una condición temporal, a
un estado externo de la iglesia considerada aquí abajo como responsable durante
un período dado; y esta condición temporal, este estado externo, es juzgado en
las siete iglesias. Repito nuevamente, no son de nuestras "bendiciones
espirituales en los lugares celestiales en Cristo" de lo que se habla
aquí, sino de aquello en medio de lo cual Cristo está caminando, fuera de Él
mismo en la tierra. En la tierra Él necesita un candelero, — una luz; no así en
el cielo, allí no hay necesidad de ningún candelero, — de ninguna luz de
lámpara, para que alumbre allí, "porque la gloria de Dios la ilumina y el
Cordero es su lumbrera". Pero Él necesita portadores de luz en la tierra,
y por este motivo el símbolo de los candeleros es entregado a las siete
iglesias, — para ser la "luz del mundo". Ellos son iluminados desde
el cielo para que den luz en la tierra, en los oscuros lugares abajo, — para dar
testimonio de Cristo, mientras Él está lejos en el cielo, escondido en Dios. Y
es para probar a estos portadores de luz por lo que Cristo camina como Hijo del
hombre entre los candeleros. Es verdad que nuestra vida está escondida con
Cristo en Dios, pero mientras caminamos en la tierra nosotros debemos
resplandecer como luminares en el mundo, como los que muestran lo que el cielo
puede producir, — estar viviendo en el cielo mientras se camina en la tierra;
como Jesús habló cuando estuvo en la tierra, "el Hijo del Hombre, que está
en el cielo."
Versículo 20. "El
misterio de las siete estrellas" presenta el pensamiento de poder — poder subordinado,
y los ángeles [véase nota 4] son los representantes simbólicos de las iglesias.
[Nota 4.] Observen aquí lo
siguiente: se ha supuesto que esta palabra, "ángel", es usada en
referencia al ángel de la sinagoga y por lo tanto significa un obispo o jefe de
ancianos. Pero el ángel (angélo, mensajero) de la sinagoga no era en absoluto
el gobernante de la sinagoga; él era un lector, una especie de empleado. El
gobernante de la sinagoga era realmente otra persona. Podría ser que en el
tiempo en que fue escrito el Apocalipsis el más anciano o el más eminente de
entre los ancianos tuviese una especie de preeminencia; pero, aunque de hecho
haya sido así, de tal forma de hacerle responsable, el hecho que aquí él es
llamado ángel es una prueba de que, si la responsabilidad era mantenida, ningún
título eclesiástico de ese tipo habría sido reconocido en la Escritura por el
Señor.
Poder espiritual, como representando a Cristo en la tierra, es lo que
la iglesia podría haber mostrado. A través de toda la Escritura el poder
superior es simbolizado por medio del sol, y el poder subordinado por medio de
las estrellas. El ángel de algo significa el representante de eso que no estaba
presente allí en sí mismo, como incluso el ángel de Jehová. Así, cuando Pedro
tocó a la puerta, se dijo, "¡Es su ángel!"; y de los niños se dice,
"sus ángeles." (Mateo 18: 10). Para una ilustración de lo que yo
quiero decir, cuando Jacob se encontró con el ángel en Peniel, él luchó con el
ángel y prevaleció, pero él llamó al lugar, "el rostro de Dios." Así
estuvo Moisés con el ángel en la zarza. Y es de esta manera que nosotros
tenemos los ángeles de las siete iglesias.
Tomemos ahora la idea
general. Hemos visto que no tenemos aquí a la iglesia considerada como unida
con Cristo su Cabeza; ni tampoco es vista en su apropiado carácter celestial
(aunque debería ser manifiesto de por sí), sino que la vemos en su estado
temporal, como bajo la mirada del Señor para juicio. En vez de Cristo como Cabeza
del cuerpo, lo que se deja muy en claro aquí son las responsabilidades
vinculadas al cuerpo en su estado temporal, y cierta conducta esperada por los
privilegios recibidos. Tampoco se trata del acto de dar estos privilegios, sino
del uso que hemos hecho de estos privilegios. Demos una mirada a épocas
particulares de bendición a la iglesia como ilustración de esto. La Reforma,
por ejemplo, fue una obra del Espíritu de Dios; y Dios viene a ver qué es lo
que ha hecho el hombre con esta, Su obra, — de qué modo los hombres han usado
la bendición que obtuvieron por medio del resurgimiento de Su verdad, juzgando cuál
uso están haciendo de privilegios dados a ellos en ese entonces. ¿Qué se
descubre de los trescientos años transcurridos desde que el Espíritu de Dios
obró tan poderosamente? La obra de Su propio Hijo, el evangelio de Su gracia,
la justificación por medio de la fe, fue, y nosotros lo sabemos, lo que salió a
la luz en aquel entonces. ¿Qué es lo que esto ha producido en la iglesia
profesante? Es como si Él hubiese dicho, «¿Qué más podía hacerse? Yo sembré
buena semilla, yo planté una viña escogida y ahora yo he venido a buscar fruto;
¿y dónde está este fruto?» Por consiguiente, ninguna de las siete iglesias es
vista como la obra de Dios en sí misma. Lo que tiene lugar es una investigación
judicial, y Dios no está juzgando Su propia obra (escasamente necesito decirlo),
sino al hombre en el terreno de la responsabilidad, de acuerdo a lo que él ha
recibido a través de esa obra.
Yo veo en la Escritura una
completa y muy definida diferencia al hablar de la iglesia de Dios. Los padecimientos
de Cristo y la gloria que debería seguir eran el testimonio de los profetas
antes que el Espíritu Santo fuese enviado aquí abajo. Cristo dijo, "Sobre
esta roca, EDIFICARÉ mi iglesia"; ésta aún no había sido formada. No
podemos obtener a Cristo como la Cabeza en el cielo, hasta que la redención sea
algo consumado; no estoy hablando aquí de la salvación individual, sino del
cuerpo de Cristo. En Esteban obtenemos otro paso: un hombre en la tierra, lleno
del Espíritu Santo, ve los cielos abiertos y al Hijo del Hombre estando de pie
a la diestra de Dios ("y dijo: He aquí, yo veo abiertos los cielos, y al
Hijo del hombre, puesto en pie, a la diestra de Dios." Hechos 7: 56 - VM).
En Pablo, por otra parte, hay un punto más, — es decir, la unión con Cristo.
Los Cristianos son miembros de Él mismo, y esto no es simplemente por medio de
la participación en Su naturaleza, partícipes de la naturaleza divina, sino por
el poder en el cual Él fue resucitado, unión con Él mismo, la Cabeza, por medio
del Espíritu Santo: leemos, "¿Por qué ME persigues?" (Hechos 9: 4).
Si mi mano es herida, yo digo que estoy herido debido a que mi mano forma parte
de mí. Pero además, por consiguiente, hay otro carácter que tiene este cuerpo y
es que somos "juntamente edificados para morada de Dios en el
Espíritu." Siendo ahora la iglesia el lugar donde mora Dios, y puesta
sobre la tierra para la manifestación de la gloria de Dios, Dios viene entonces
a juzgar cuál ha sido el fruto de estos privilegios, cuando los puso en la mano
del hombre. No es del hecho del Espíritu Santo morando en la iglesia de lo que
aquí se habla, sino del uso que los hombres han hecho de esto.
Hay dos principios sobre
los cuales Dios juzga siempre a Su pueblo:
- en primer lugar, su estado original, el punto desde el cual ha habido
alejamiento, es decir, la bendición que Él les dio al comienzo;
- en segundo lugar, ese punto hacia el cual están propendiendo Sus
caminos, — la esperanza puesta delante de Su pueblo, — la aptitud para la
bendición con la cual Él va a encontrarse con ellos al final, en la
manifestación de Su presencia.
Podemos tomar a Israel a
modo de ejemplo, como sacando a relucir el principio. En Isaías 5, Dios dice,
"¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella?" Y
luego, en el capítulo 6 donde la gloria del Señor es vista, su manifestación no
solamente demostró que el estado de Israel no respondía a la bendición otorgada
sobre ellos al comienzo (por lo que Isaías dice, "¡yo habito en medio de
pueblo que tiene labios inmundos!"), sino que su estado no estaba preparado
para la gloria que el Señor les había enseñado esperar. Los del remanente
siempre son preservados de acuerdo con la gracia, mientras los demás son
juzgados.
Pero, volviendo a la
condición de la iglesia: el Señor muestra primeramente el privilegio que Él ha
dado y luego pregunta si el caminar ha sido de acuerdo con este privilegio; tal
como Él dice a la Iglesia de los Efesios, «¿Has dejado tu primer amor? Sí, lo
has dejado». "Recuerda, por tanto DE DONDE HAS CAÍDO." «Yo te he
amado y me entregué a Mí mismo por ti», era la medida justa del amor a Él, en
la cual ellos deberían haber caminado como "la iglesia del Señor, la cual
él ganó por su propia sangre", — puestos bajo la protección de la sangre
en cuanto a toda santa manera de vivir, tal como es vista, en su tipo, en los
sacerdotes. La sangre se ponía sobre la mano, el pie y la oreja de ambos, del
leproso para ser limpiado y del sacerdote en su consagración, de tal manera que
no se permitiría nada que deshonrara una protección como esa. Entonces viene la
pregunta, ¿Hemos actuado nosotros de acuerdo a la sangre que ha sido puesta
sobre nosotros? ¿Nada ha pasado por la mente, acción, o al caminar, sino lo que
ha sido según Dios? El Señor siempre ejerce juicio en una iglesia, aunque Él
tiene una gran paciencia con ella. Él mostró Su paciencia para con Israel por
más de setecientos años después que Él pronunció juicio por boca de Isaías, y
Dios no baja nunca el nivel de las demandas de Su primera bendición, aunque Él
pueda ser paciente cuando Su pueblo fracasa.
Él dice a Sardis, "No
he hallado tus obras perfectas delante de Dios"; sin embargo, ¡cuán bajo ella
había caído! Podemos postrarnos ante Dios en el fracaso, pero aunque siempre
encontramos la gracia que nos levanta de nuevo, a pesar de eso, Dios nunca
rebaja la norma de lo que debe ser producido, ni podríamos siquiera desear que
Dios debiera hacerlo. Ningún santo verdadero podría desear que Él debiera
rebajar el nivel de Su santidad para dejarnos entrar en el cielo.
Yo no podría aceptar (por
medio de la gracia) nada menor a la imagen de la iglesia tal como Dios la presentó
por primera vez. Tomen incluso al hombre como hombre: ¡es lamentable! yo he
perdido la inocencia; pero ¿puedo yo aceptar cualquier nivel menor a la
ausencia total de pecado? Y esto no es todo, puesto que ahora Dios levanta un
más excelente Objeto de deseo ante mi corazón, en el cual Él reemplaza lo que
ha sido perdido, por medio de la completa revelación de Sí mismo, Su propia
gloria en Su pueblo. Por lo tanto, el santo tiene que juzgar su estado, no por
medio de lo cual cayó Adán, ni siquiera solamente por medio del primer estado
de la iglesia, sino por medio del Cristo con quien él tiene que encontrarse.
Por lo tanto, hay dos
formas en las cuales Dios está juzgando: a saber, el alejamiento de la primera
condición de bendición; y luego, cuán lejos se halla la plenitud de la
bendición a la cual Dios nos está llamando. Por consiguiente, Dios nos juzga
por nuestra pasada bendición y por nuestra bendición futura. Mientras vemos en
todos los mensajes a las iglesias su abandono de la bendición original, y la indagación
acerca de hasta dónde su presente condición se corresponde con la bendición a
la cual ellos son llamados, y de la cual se habla en forma de promesa. Pablo
pudo decir, "Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás,
y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta", y cuando un
hombre puede decir esto, entonces su conciencia es buena y feliz con Dios, a la
vista de la gloria ante él. Pero me gustaría insistir sobre todas sus almas con
esto, — que el nivel de ustedes está equivocado y sus afectos están
equivocados, si ustedes están haciendo cualquier otra cosa excepto seguir al
Cristo de gloria presentado al ojo de su corazón. Ustedes saben bien que la
iglesia no ha guardado su primer amor. Recuerden que aunque Él es paciente, Él
no puede rebajar el nivel, y por consiguiente: "arrepiéntete." Hay
abundante gracia para levantar y restaurar, pero mi conciencia no podría ser
feliz si Dios rebajara la imagen que Él me ha dado de la iglesia.
El hombre ha perdido la
inocencia; pero la bendición ha entrado por medio de la cruz, y aunque yo no he
alcanzado el glorioso resultado de esa redención manifestada en la gloria de
Aquel que la consumó, "yo prosigo a la meta"; mi conciencia no podría
estar feliz de otro modo. Supongamos que el pensamiento del Señor viniendo a
recibirnos a la gloria estuviese muy presente para nosotros, ¡cuántas cosas
desaparecerían! ¡Cuántos objetos a los cuales ahora nos aferramos, cuántos
dolores y preocupaciones que nos agobian serían nada, si la esperanza de Su
venida estuviese firmemente ante nuestros ojos! "Y todo aquel que tiene
esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro." (1ª. Juan
3: 3).
Pero la iglesia ha dejado
su primer amor, y también ha perdido su expectativa. La esperanza de la venida
del Señor hace que Él esté muy presente para nuestras almas, así como para
juzgar la condición en la cual nosotros estamos. Tú estás llamado para
encontrarte con Jesús; ¿estás tú en una posición tal que te haría avergonzar
ante Él en Su venida?
Puedo agregar que hay
también otro principio que es un motivo para santidad en la iglesia, la
presencia del Espíritu Santo. Está dicho, "No contristéis al Espíritu
Santo de Dios." No hagan nada inconsistente con Su presencia así como con
la gloria hacia la cual ustedes están yendo, de la cual Él es el testigo. En
las tres primeras iglesias no hay ninguna referencia a la venida del Señor;
pero después de ese tiempo, cuando el fracaso se ha instalado completamente,
entonces es cuando es presentado el pensamiento de la venida del Señor. Ello es
nuestro gozo y nuestra esperanza para sostenernos cuando todo lo demás fracasa.
Yo solamente resumiría lo
que he dicho. El carácter del libro del Apocalipsis es profético. Nosotros no
vemos de ninguna manera aquí a la iglesia como habitada por el Espíritu Santo,
dando el conocimiento de Cristo como Cabeza del cuerpo, o en comunión con el
Padre y el Hijo. Todo es judicial. Claramente, Cristo es el Juez, primero de la
iglesia y luego del mundo, — de la iglesia contemplada en su condición terrenal,
obviamente, no en su condición celestial. Todo el libro está dividido en tres
partes:
- las cosas vistas,
- las cosas que son
- y las cosas que han de ser después de estas.
Y, tal como hemos visto, Dios tiene dos grandes formas de juzgar. Él ve
si estamos obteniendo provecho según las bendiciones ya otorgadas, y si estamos
caminando en una manera apropiada a la gloria prometida.
Hay un regreso esperado en
gracia según los privilegios concedidos, y una respuesta del corazón a la
gloria hacia la cual Él nos está llamando. Habiéndonos bendecido, Él espera la
respuesta, "Sí, ven, Señor Jesús." Él espera el fruto de Su gracia
hacia nosotros y yo debo mirar hacia lo que yo soy llamado por medio de ella.
No que yo lo haya logrado, pero prosigo en el poder de una nueva vida,
"olvidando ciertamente lo que queda atrás." Dios ha dispuesto Su
corazón para bendecirnos de una cierta manera y lo que Él busca es que nuestros
corazones respondan a este conocimiento del llamamiento celestial.
Que nosotros podamos
gustar ahora de aquello a lo cual Dios nos ha llamado en comunión con Su Hijo.
Que esto pueda tener tal dominio sobre nuestros afectos que podamos estar
honestamente capacitados para decir, "Pero una cosa hago." Que el
Señor abra y llene nuestros ojos con la gloria del Señor Jesucristo, y nos haga
andar en el poder de esa esperanza, — la esperanza de verle a Él tal como Él es,
y de estar con Él y como Él para siempre.
J. N. Darby
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. en 2001. – Texto revisado en Febrero 2021.
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
LBA
= La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
Versión
Inglesa conferencias 1 y 2: https://www.stempublishing.com/authors/darby/PROPHET/05042E_A.html
www.graciayverdad.net
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