SIETE CONFERENCIAS ACERCA
DE LOS MENSAJES PROFÉTICOS A LAS SIETE IGLESIAS
J. N. DARBY
Todas las citas bíblicas se
encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera Revisada en 1960, excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones mediante
abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Escritos Compilados, Proféticos, Volumen 5
PRIMERA
CONFERENCIA
Lectura
Bíblica: Apocalipsis, Capítulo 1
Antes de entrar en el
detalle de los mensajes a las siete iglesias, acerca de lo cual es mi propósito
hablar, sería bueno decir unas pocas palabras con respecto al carácter general
del libro en el cual se encuentran estos mensajes. Es extremadamente importante
que obtengamos una comprensión correcta y clara de ciertos grandes principios,
los cuales son presentados a través de todo el libro del Apocalipsis, o no
entenderemos de qué Dios se habla en este libro, haciendo estas cosas. Y en
este punto, recuerden que es solamente en las Escrituras donde descubrimos cuál
es el propósito de Dios, y lo que Dios se propone, al hacer lo que Él hace, y
haciéndolo de la forma en que Él lo hace.
El primer capítulo
presenta el libro completo. Es una revelación dada a Jesucristo para mostrar a
Sus siervos, cosas que sucederán, en preparación para la aparición de
Cristo. Es un maravilloso pensamiento el que Dios haga tales comunicaciones, al
igual que lo es la forma en la cual Él lo hace. Porque Dios no puede escribir
como lo hace el hombre, simplemente para contar acerca de lo que interesa o
afecta las pasiones de los hombres. Pero cuando Dios escribe, es para presentar
algo con lo cual probar nuestras almas y atraerlas a la comunión con Él mismo.
Tomemos como ejemplo los evangelios. Ellos no están escritos solamente para dar
una cuenta histórica de cuando Cristo estuvo aquí abajo, sino para revelar a
nuestras almas los propósitos y medios de gracia de Dios en la obra y la
Persona de Su Hijo. Y solamente si aprendemos de esta manera cuales son los
pensamientos y los modos de obrar de Dios, nosotros somos capaces de entender
lo que Dios está haciendo en cualquier parte de Sus modos de obrar.
El libro del Apocalipsis
es un libro de juicio en su totalidad. Dios es revelado en el libro como uno a
punto de ejecutar juicio. Esto es aplicable a la iglesia misma, como se ve en
los capítulos 2 y 3. Ella es vista en la tierra, sometida a juicio. La profecía
puede hablar de las cosas que están bajo juicio y de los medios a través de los
cuales el juicio podría ser evitado; pero aun así, es judicial en su totalidad,
si exceptuamos la descripción del glorioso estado de la iglesia como la
Jerusalén celestial. Pero, no obstante, también es en el caso cuando, con
referencia a la iglesia, cuando está activa, ésta aparece sobre caballos
blancos en el capítulo 19. Hasta que nosotros no consigamos asir claramente
esta verdad en nuestras mentes, nunca puede ser entendida la intención del
libro.
Entonces, por otra parte,
no encontramos en este libro el nombre del Padre en relación con los santos. Se
habla del Padre en relación con Cristo (capítulo 2: 27; capítulo 3: 5, 21),
pero esto sólo confirma el comentario en el texto. También es usado en el
capítulo 14: 1, donde el nombre del Padre del CORDERO está escrito en la frente
de los ciento cuarenta y cuatro mil, y aún entonces es Su Padre, aunque Su
nombre está en sus frentes; y tampoco está allí la relación de la esposa, la
esposa del Cordero, hasta que se menciona que están teniendo lugar las bodas
del Cordero. El sistema y las relaciones en el libro del Apocalipsis son, en
conjunto, de otro carácter. Es Dios tratando con lo que está en la tierra, de
acuerdo con la responsabilidad. Este sencillo pensamiento evita por sí mismo
muchos errores. Y además, el libro no es solamente judicial en su carácter,
sino que trata de un juicio relacionado con la tierra, — es decir, que los
hombres son responsables en la tierra por aquello que se les encarga a su
cuidado. Así que si aún se habla de la iglesia en este libro como estando en la
tierra, el asunto sobre el que se habla es el de su responsabilidad y, como
tal, ella cae bajo juicio. De esta forma ustedes tienen a la tierra como su
tema.
El siguiente comentario
importante es que el carácter total del libro es profético.
"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía." Y
aun cuando el mensaje se dirige a las siete
iglesias, el lenguaje es profético. Esto no es así en las varias epístolas en
la parte anterior del Nuevo Testamento. Aquellas son comunicaciones dirigidas a
las iglesias, o a los santos, dirigiendo su conducta actual en la relación en
la cual Dios, por Su gracia, los ha puesto consigo mismo y con Cristo el Señor.
Yo digo que estos mensajes
son proféticos, es decir, son los anuncios de resultados y consecuencias que
vendrán sobre aquellos a los cuales estos mensajes son aplicables, como
formando un cuerpo público, en la forma de juicio, — no en la ministración de
gracia y dirección en una unión segura y subsistente en relación con la cual no
se sufre ningún cambio. No es que signifique una bendición presente para el que
habla y para los que la recibirían al mismo tiempo, como teniendo oídos para
oír. Nosotros vemos la misma diferencia en los profetas del Antiguo Testamento,
y en los pasajes proféticos diseminados a través de las epístolas. Si ustedes examinan
1ª Pedro 1: 11, 12, verán lo que quiero decir. "A estos se les reveló que
no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas." Este es
el carácter correcto de la profecía. Es dirigida a uno, pero está destinada
para otros. No dice "nos", como dice el Espíritu Santo en las
epístolas; pues es una revelación de cosas futuras. Un profeta no profetizaba
acerca de sí mismo. El Espíritu de Cristo revela al profeta cosas acerca de
otros, y no acerca de él mismo. Además, la diferencia es que estas mismas cosas
fueron informadas a los santos por aquellos que habían predicado el evangelio
con el Espíritu Santo enviado desde el cielo. Cuando el Espíritu Santo habla en
los santos, Él revela las cosas de las que Él habla como pertenecientes a ellos
mismos; y, consecuentemente, de eso se trata cuando el Espíritu Santo habla en
los santos. Él constantemente dice, "nos". Nosotros no encontramos
esta pequeña palabra, "nos", en la misma relación, en ninguna parte
del Antiguo Testamento. Veamos algunos ejemplos: "Al que nos amó y nos
lavó", — que nos bendijo", — "según nos escogió", — "habiéndonos
predestinado", — "el cual nos ha librado", — "y juntamente
con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con
Cristo Jesús." No se trata de mostrar meramente cosas que están por venir.
Cuando el Espíritu Santo muestra cualquiera de las cosas de Cristo, Él incluye
a todos los santos, — leemos, que "seáis
plenamente capaces de comprender con todos los santos." En una palabra, el
Espíritu Santo, hablando de esta forma, incluye a todos los santos, como
estando ahora asociados en la bendición, y apropiándose de todo lo que Dios nos
ha dado "en Cristo Jesús." Sólo que todavía no todo es disfrutado, de
manera que aún tenemos que esperar hasta el final, "en la gracia que se os
traerá cuando Jesucristo sea manifestado."
Tenemos aquí tres pasos:
- en primer lugar, el Espíritu de profecía ministrando en los tiempos
pasados en los profetas no para ellos mismos;
- en segundo lugar, el Espíritu Santo enviado a la tierra a anunciar la
salvación;
- en tercer lugar, Él llega a ser el sello, las arras, la unción, a
través de los cuales nuestra porción es conocida y disfrutada, en la forma del
Espíritu de esperanza, ya que mientras estemos aquí en el cuerpo, no tenemos
realmente lo que habremos de tener. Tenemos las arras, pero esperamos la
adopción, es decir, "la redención de nuestro cuerpo." Aun así, el
Espíritu de Dios, como morando en la iglesia, en Su apropiado carácter
eclesiástico, presenta el conocimiento del disfrute actual de lo que Él revela
en esas dos palabras enfáticas, "nos", y, "nosotros".
Nosotros vimos hace muy
poco tiempo, hablando de Hebreos 9, que al fin de la era, Cristo fue llevado
arriba al cielo, y mientras Él está allá arriba, antes que Él regrese a esta
tierra, hay una obra que se está efectuando por medio del Espíritu Santo. Se
está reuniendo un cuerpo y se lo asocia con Él, — la Cabeza en el cielo a la
diestra de Dios, tal como se lee en el Salmo 110: "Siéntate a mi diestra,
hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies." En virtud de que
la Cabeza fue ensalzada de esta manera a la diestra de Dios, Él envía el
Espíritu Santo para reunir un cuerpo para que se identifique con Él en gloria,
para tener Su misma gloria, para ser miembros de Su carne y de Sus huesos. He
aquí el apropiado carácter eclesiástico del Espíritu; no es profecía, no son
las comunicaciones a otros de lo que va a suceder sobre la tierra, sino que Él es
el sello, las arras y la seguridad de las bendiciones que son nuestras,
testificando de qué manera Dios nos ha bendecido, — no alguien más, — y morando
con nosotros hasta que Cristo venga. Entonces, bendito sea Dios, no quedará
dejada atrás ni una partícula del precioso polvo de Sus redimidos; debido a que
"el que se une al Señor, un espíritu es con él", y Cristo tomará al
hombre completo, espíritu, alma y cuerpo, al más completo disfrute con Él mismo
y para siempre.
Cuando el Espíritu de Dios
llega a ser un Espíritu profético, el asunto es muy diferente. Su testimonio
debe ser aplicado a una cosa terrenal. Él nunca profetiza acerca del cielo. Si
el Espíritu Santo viene y dice, "Su gloria está sobre la tierra y el
cielo" (Salmo 148: 13 - VM), esto no es una profecía de algún acontecimiento,
— por ejemplo, una revelación. Nosotros estamos allí, en un sentido. Nos damos
cuenta de nuestra comunión en los lugares celestiales, mientras esperamos aquí
que tenga lugar el cumplimiento de todo, esperando la redención del cuerpo.
Pero, cuando yo desciendo
a la tierra para pensar acerca de la tierra, aun si tengo que tratar con la
iglesia, no obstante lo seguro que son sus privilegios eternos vistos en su
verdadero carácter, ella está frente a mí como un cuerpo responsable sobre la
tierra, y leemos — "las (cosas) que son", — ella es responsable de
acuerdo a la medida de los privilegios en los cuales ella es dejada aquí abajo.
Y es de extrema
importancia asirse firmemente de esta verdad o no entenderemos los actos de
Dios. El Espíritu Santo que mora en la iglesia me une a Cristo. Si el asunto es
acerca de la justicia, yo soy justicia de Dios en Él; si el asunto es referente
a la vida, Él es mi vida; si es referente a la gloria, Él dice, "La gloria
que me diste, yo les he dado." Todo lo que Él tiene es nuestro, salvo y
excepto Su Deidad, con respecto a la cual no hay necesidad de decir, obviamente,
que con respecto a nosotros, Él está solo. [Ver nota 1]. Todo lo que Cristo
tiene me
pertenece, porque "el que se une al Señor, un espíritu es con él."
[Nota 1].
Sin embargo, MORALMENTE, nosotros
somos hechos partícipes de la naturaleza divina, para que podamos deleitarnos
completamente en Dios.
La profecía no podía tratar con esto debido a
que era un misterio escondido en Dios, escondido por siglos y generaciones;
pero ahora ha sido revelado por medio del Espíritu Santo, a saber, que en la
actualidad la iglesia viviente está en unión viva con Cristo, a la diestra de
Dios en el cielo, — Cristo, la Cabeza en el cielo, — la iglesia, los miembros, en
la tierra. Los santos del Antiguo Testamento no podrían haber hablado acerca de
un hombre en el cielo que tuviese miembros sobre la tierra. La expresión
'miembros sobre la tierra', no habría tenido ningún significado para ellos; y
Cristo tenía que haber sido rechazado de la tierra antes que yo pudiese hablar
de Él como siendo la Cabeza en el cielo, y teniendo miembros sobre la tierra.
Cuando yo voy a la profecía, es entonces cuando yo veo a la iglesia recibiendo
el conocimiento de lo que Dios va a hacer sobre la tierra.
Cuando se habla a las
iglesias, en Apocalipsis 2 y 3, el Espíritu nunca habla de la gracia fluyendo
desde la Cabeza a los miembros del cuerpo; y aun cuando vemos a los santos en
lo alto, ellos no son presentados como un cuerpo sino como adoradores separados
que tienen un 'OBJETO' que adorar en el cielo, sacerdotes para Dios. De hecho,
el Espíritu no habla de la iglesia como el cuerpo de Cristo en estos mensajes,
sino que de ciertos grupos y en ciertas circunstancias, y no como miembros de
un cuerpo, ni tampoco habla del poder vivificador de la gracia obrando aquí
abajo para producir bendición; sino que habla de la conducta de aquellos que
han disfrutado de los beneficios de esta gracia cuando han sido puestos en este
lugar de bendición. No habla de lo que la iglesia es, sino que de lo que la
iglesia ha hecho. No se trata de la condición de la iglesia situada en la
gracia por el poder del Espíritu Santo (debido a que no se habla del Espíritu
Santo, el cual la puso en esa posición, como obrando o morando en ellos); se
trata de la responsabilidad de la iglesia. Ustedes no podrán encontrar en
ninguna parte, tal como lo dije antes, el amor del Padre por los hijos, ni
siquiera al Espíritu Santo como el alma del cuerpo (por decirlo de esta forma),
uniéndolo a la Cabeza, ni del poder de la gracia, cuyo gran resultado es las
bodas del Cordero; sino que es la iglesia en una condición dada sobre la
tierra, sometida a juicio. No hay nada aquí acerca de la unión con Cristo. Pero
encontraremos esto, — a saber, el testimonio de lo que Cristo es para cada
estado de cosas de los cuales se habla, — Sus juicios actuales, los cuales Él
revela. Esto hace que ello sea muy sencillo y fácil de comprender, y también
está lleno de provecho para nuestras almas, en el sentido de advertencia;
mientras que los privilegios en los cuales hemos sido puestos son el manantial
de toda bendición que hace muy verdadero que "el gozo del Señor es nuestra
fuerza."
Pero, lo que nosotros
obtenemos en Apocalipsis 1: 1, es muy precioso y pleno de enseñanza. "La
revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las
cosas que deben suceder pronto." Evidentemente, esto no es Cristo como la
Cabeza del cuerpo en el cielo, ni el Espíritu Santo obrando en sus miembros
para edificar ese cuerpo. Esa relación y posición son claramente puestas en
evidencia en las epístolas. Pero, aquí está la revelación que Dios dio a Cristo
para manifestar (no a los hijos, sino que) a Sus siervos, cosas que deben
suceder pronto. Reitero, esto no es el Espíritu Santo, como en la epístola a
los Efesios, trayendo instrucciones de lo alto a los hijos y a la esposa, y
mostrándoles a ellos sus relaciones con el Padre y el Esposo, sino que es una
revelación a siervos acerca de cosas que sucederán sobre la tierra, "y la
declaró enviándola por medio de su ángel." El ministerio de los ángeles es
presentado así, mostrando el carácter profético de este pasaje. Obsérvese,
además, que esta no es la revelación de las riquezas de Cristo mismo por medio
del Espíritu Santo, sino que es un mensaje por medio de un ángel.
Versículo 2. "Que ha
dado testimonio", — no de la comunión en Cristo o de la plenitud de Cristo,
— sino "de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo." El
testimonio de Jesucristo no es Su plenitud, sino Su testimonio rendido a algo
más. Y noten aquí de qué manera hemos descendido ahora a los eventos sobre la
tierra (y estos eventos no son nunca la plenitud de Cristo en el cielo);
debemos tener claridad en nuestra mente acerca de este punto.
Versículo 3. Allí está, entonces, la bendición prometida para aquellos
que leen u oyen esta profecía.
Versículo 4. "Gracia
y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete
espíritus que están delante de su trono." Aquí, la gracia y la paz no son
las que vienen del Padre y del Hijo, sino de Jehová. El saludo, especialmente
en lo que respecta al Espíritu Santo, no es lo mismo que vemos en 2ª Corintios
13: 14, aunque sin duda los siete Espíritus aluden al Espíritu Santo, siendo el
número siete el símbolo de perfección en Su diversidad de poder. El título que
aquí se da al Espíritu está relacionado con la demostración del poder y de la
inteligencia con los cuales es gobernada la tierra. (Compárese con capítulo 5:
6).
Versículo 5. "Y de
Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los
reyes de la tierra." "Y de Jesucristo", — Cristo es el último de
los tres que son mencionados, como mostrando cuán enteramente Él es presentado
en relación con el gobierno de la tierra. "El testigo fiel", — el que
sacó a relucir infaliblemente lo que Dios es, y, de hecho, toda la verdad,
cuando Él estuvo en la tierra. "El primogénito de los muertos", —
este es el poder de la resurrección "de entre los muertos", aquí
abajo. "El soberano de los reyes de la tierra", — Su lugar en el
poder por sobre todo dominio aquí abajo, un lugar del cual Él tiene que tomar
aún la posesión efectiva. Aquí no se le llama "el Hijo del Padre", ni
tampoco se le menciona como Cabeza del cuerpo, la iglesia; ni siquiera como el
Cordero en medio del trono, sino como el Soberano de los reyes de la tierra,
demostrándonos, de esta forma, que lo que se resalta aquí es simplemente Su
relación con la tierra.
Pero, además, en el
momento que Cristo es mencionado, noten como el corazón de la iglesia se
manifiesta con el gozo de su adecuada y personal relación con ese Cristo:
leemos, "Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre, e
hizo de nosotros un reino y sacerdotes para su Dios y Padre." (Apocalipsis
1: 5, 6 – LBA). Esto no falla nunca; cuando se habla de Cristo, sin importar cuál
sea el tema, Él es todavía nuestro Cristo, con quien estamos vivamente
asociados, de tal manera que es imposible oír Su nombre sin que éste atraiga la
respuesta del alma y el reconocimiento de lo que Cristo es para ella. Aunque yo
piense en el juicio y en Él como el Juez, yo digo, «Yo estoy asociado con Él.;
Él es mi Cristo en todas las cosas». Si en esta vida la mujer de algún hombre
eminente lo viese venir, ella diría naturalmente: «Allí viene mi marido»,
debido a que en sus pensamientos, y ocupando el primer lugar, está su propia
relación. Así sucede con respecto a la iglesia en cuanto a Cristo, ante
cualquier carácter en el cual Él sea revelado. Así es al final del libro,
cuando finaliza la parte profética, donde nosotros encontramos otra respuesta
de la misma clase; en el momento que Él dice, "Yo soy....la estrella
resplandeciente de la mañana", la iglesia responde instantáneamente de
acuerdo a su esperanza en Él, y dice, VEN. "Y el Espíritu y la Esposa
dicen: Ven." Y así debiese ser siempre con respecto a nosotros: Cristo
mismo debería estar llenando cada pensamiento y afecto del corazón. Es
solamente esto lo que da valor a todo carácter del testimonio de Cristo, a cada
parte de Su gloria. Lo que concierne a Cristo me concierne a mí, cualquiera que
sea el tema inmediato. Si mi corazón está ocupado con Aquel que posee la gloria
venidera, a menos que yo lo encuentre en la gloria, la gloria por sí misma no
sería nada para mí. Yo siempre quiero algo que concierna a Cristo; y porque
concierne a Cristo, me debe concernir necesariamente. Es perfectamente
verdadero que algunos temas, aunque estén en relación con nuestro Señor, son
más interesantes que otros, y esto, en proporción a que nos lleven a una
relación más cercana con Él mismo.
En aquel día, la corona de
Jesús estará compuesta de muchas diademas, y cada una de ellas, aunque usadas
más con respecto a otros que con respecto a la iglesia, formará parte de
nuestro gozo debido a que tenemos parte en Su gloria, ya que deberíamos sentirnos
infelices si pensásemos que Él podría perder cualquier parte de Su corona y
gloria. Nuestro gozo no consiste solamente en el conocimiento de la salvación
individual, puesto que nuestra salvación no es el objetivo de nuestro gozo.
Aunque, bendito sea Dios, es el comienzo para nosotros, no hay ninguna cosa
vista en su relación con la gloria de Cristo que pueda perder nunca su valor a
los ojos de un santo, aunque parezca desconectada de ella. Nosotros podemos ver
esto llevado a cabo en el lecho de muerte de un Cristiano; si Cristo mismo ha
sido su gozo, todo lo que le pertenece a Él será precioso. Si el alma ha estado
ocupada solamente con la obra de Cristo, trayéndole salvación a ella misma,
habrá paz porque conoce la salvación; pero si la Persona de Cristo se ha
convertido en el objeto de su afecto y el alma está ocupada con Él mismo, una
persona como esta tiene un constante manantial de gozo en su interior, así como
una paz estable; debido a que cuando Cristo es el objeto personal del alma,
ella posee un gozo que el solo hecho de saber que nosotros somos salvos (lo
cual ya es una bendición), no puede darnos en forma continua. Si Cristo llena
el corazón no será simplemente que yo soy feliz debido a que soy salvo, sino
que pensar en Aquel hacia el cual yo estoy yendo llenará mi alma. Es verdad que
yo voy al cielo, pero el pensamiento que hace del cielo un cielo para mi alma,
es pensar que Cristo mismo está allí; hay alguien allí hacia quien ir. La
Persona que he amado en la tierra es aquella con la que voy a estar en el
cielo. Y en la Escritura siempre está expresado de esta manera. Para el
espíritu, ello es partir y estar con Cristo.
Desde el principio mismo del
libro, la iglesia es puesta en un lugar aparte; pues su lugar sacerdotal está
arriba en el cielo (fuera de la esfera de acción de este libro, o, más bien, adentro,
detrás del velo), en el lugar desde donde vino este libro. Estos, entonces,
como hablando en la tierra en el versículo 5, son los pensamientos acerca de la
iglesia, — "Al que nos ama." No hay ningún asunto acerca de juicio:
Él "nos ama"; ninguna incertidumbre con respecto a la condición: Él
nos "libertó de nuestros pecados con su sangre." El lugar del
creyente ya no es un asunto dudoso cuando comienza el testimonio profético del
libro. Cristo murió y resucitó, "e hizo de nosotros un reino y sacerdotes"
(Apocalipsis 1: 6 – LBA), títulos que obtenemos sin que nuestra responsabilidad
los ponga en duda. Tenemos responsabilidades, pero Jesús nos liberta, y somos
conscientes del lugar en que somos puestos, teniendo la respuesta del corazón
en el cual mora el Espíritu Santo.
El lugar de la iglesia es
dejado establecido incuestionablemente antes de que cualquier otra cosa sea
revelada. Este mismo principio es expuesto más detalladamente en Efesios 1. En
primer lugar, la iglesia es puesta en la misma verdadera aceptación en la que
está puesto el propio Señor Jesucristo, antes de que sea mostrado "el
misterio de su voluntad" (Efesios 1: 9). Esto no es profecía, sino que es
la iglesia siendo puesta como Cristo mismo, para ser el resplandor de Su
gloria. De esta forma, en primer lugar, "aceptos en el Amado"
(Efesios 1: 6), luego, Dios, en las abundancias de Su gracia y en sabiduría y
prudencia hacia ella, la deja entrar a los secretos de Sus pensamientos y
propósitos con respecto a la gloria de Cristo, de reunir todas las cosas en Él.
El Espíritu concluye todo
esto con un Amén, y ahora Él comienza con la tierra, y habla de los efectos de
la venida de Cristo en sus habitantes.
Versículo 7. "He aquí
que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos
los linajes de la tierra harán lamentación por él." No así la iglesia. Yo
no me voy a lamentar cuando vea a Cristo. ¡Ah! cómo resplandecerá mi rostro
cuando yo obtenga un primer vislumbre de Él. Aunque, ¡lamentablemente! si
nuestros afectos no son correctos, no puede ser un gozo actual pensar en ser
transformados para encontrarnos con Él. Y en este punto yo preguntaría, ¿hay
algo que usted se permita que le hiciera desear una demora en la venida del
Señor, incluso cualquier afecto natural que entre, desviando el ojo y el
corazón? Si el corazón está bien ligado arriba con Cristo, y nosotros sentimos
lo que es estar en un mundo como este, no sólo de esfuerzo sino de pecado, ¡qué
pensamiento es el estar con Cristo fuera de éste! ¡Con toda seguridad no hay
una cuerda en el corazón del santo que no vibre, contrariamente a los
sentimientos de aquellos cuyos ojos le verán y harán lamentación! Y aún la
esperanza positiva, el gozo de verlo y de estar con Él mismo, es aún más una
fuente plena y permanente de gozo que la salvación misma. Cuando digo
"TODO ojo le verá", entonces ello es lamentarse con el pobre mundo;
pero cuando digo, 'Mi ojo le verá', entonces cada sentimiento de mi alma estará
absorto con gozo, — todo lo opuesto a lamentar. ¿Estoy solamente esperando no
ser castigado? ¿acaso no dijo Cristo, "Voy, pues, a preparar lugar para
vosotros...., y vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo?", como diciendo
realmente, «Este mundo no es lo suficientemente bueno para ustedes; Yo no me
puedo quedar con ustedes aquí donde están estampados por todo alrededor el
pecado y el sufrimiento; pero cuando el lugar esté preparado, yo vendré y los tomaré
para que estén conmigo donde yo estoy». ¡Que completa diferencia entre los dos
aspectos de la venida del Señor!
Versículo 8. Después de
ver Su gloria y dominio, obtenemos la gloria de Su Persona, "El Alfa y la
Omega, principio y fin", — el Todopoderoso. No es el Padre el que está
aquí. ¡Qué diferencia hay entre esperar lo que el Todopoderoso hará en la
tierra, y ser llevado arriba a la casa de mi Padre y hablar de lo que mi Padre
es para nosotros allí!
Hay tres grandes nombres en los cuales Dios se revela al hombre.
- En primer lugar, a Abraham en Génesis 17: "Yo soy el Dios
Todopoderoso (El Shaddai); anda delante de mí y sé perfecto." Esto fue
como decir, «Yo soy el Todopoderoso: por lo tanto, confía en mí». A lo que se
llama perfección es a una respuesta al carácter en el cual Dios es revelado a
nosotros. "No consintió que nadie los agraviase, y por causa de ellos
castigó a los reyes." Salmo 105: 14.
- En segundo lugar, cuando Él viene a Israel, Él asume otro nombre. En
Éxodo nosotros Le hallamos revelándose a ellos como Jehová, el eterno YO SOY,
avanzando para cumplir todas Sus promesas.
- En tercer lugar, para los santos, Él es ahora como un Padre. Ellos
son tomados y puestos en relación con el Todopoderoso y Eterno Jehová, en la
relación de hijos con un Padre, en el disfrute de la vida eterna que se les ha
impartido. "Y seré para vosotros por Padre.....dice el Señor
Todopoderoso." Por lo tanto, no podemos responder a esta revelación más
que con el espíritu de adopción, y siendo realmente hijos y poseyendo la
naturaleza y el Espíritu de Aquel que es nuestro Padre. Ahora no se dice, como
en el caso de los títulos Todopoderoso y Jehová, «Sé perfecto con»; sino que
cuando el nombre del Padre es revelado, cosa que Cristo hizo, se dice, «Sé
perfecto como». Nosotros no confiamos en Él como extranjeros; nosotros andamos
con y como Él, en calidad de hijos. Así que es como Padre que nosotros le
conocemos, Aquel que es Todopoderoso; y Cristo dice que la vida eterna es
conocer al Padre y a Él mismo. Además, leemos, "El que me ha visto a mí,
ha visto al Padre"; y, por otra parte, "cualquiera que os mate,
pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a
mí." Ellos piensan que están sirviendo a Dios cuando están dando muerte a
los hijos de Dios; pero ellos no conocen al Padre ni al Hijo. Nosotros hemos
visto que este título de "Padre" no es el título en el que Dios es
revelado en el Apocalipsis; Él es revelado como Todopoderoso y Jehová.
Versículos 9 a 13.
"Yo Juan,… estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de
Dios y el testimonio de Jesucristo." Presten atención nuevamente aquí al
carácter que toma Cristo en relación con las siete iglesias, así como con el
mundo. No es como Cabeza del cuerpo, como la fuente de gracia para Sus miembros
abajo, sino que es como el de alguien caminando en medio de algo que está fuera
de Él mismo, y pronunciando Su juicio acerca de su estado externo.
Versículo 13. Vemos que aunque Cristo es revelado como el Hijo del
Hombre, Él también es Jehová y lleva todas las características del Anciano de
días en Daniel 7. "Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca
lana." En Daniel, el Hijo del Hombre es traído al Anciano de días. En
Apocalipsis 1: 14 [véase nota 2], Él mismo es mostrado como siendo el Anciano
de días, "Sus ojos como llama de fuego" para penetrar en el corazón
en juicio. "Dios es fuego consumidor." "De su boca salía una
espada aguda de dos filos", — empuñando de esta forma toda autoridad con
la espada del juicio.
[Nota 2.] De hecho, en Daniel vemos
también que Él mismo es el Hijo del hombre, el Anciano de días. Véase Daniel 7:
22.
Versículos 17, 18.
"Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí,
diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve
muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos." Es
maravillosamente alentador para el alma pensar que Él, que es divino, el Alfa y
la Omega, el primero y el último, fuera de quien no hay Dios, es Aquel verdadero
que descendió bajo el poder de la muerte por mis pecados, y entonces,
resucitando de nuevo sin ellos, no solamente ha quitado para siempre todo
pecado, sino que me ha librado de aquel que tenía (y además justamente) el
poder de la muerte, es decir, el diablo, y me llevó arriba a la presencia misma
de Dios. Él "padeció una sola vez por los pecados, el justo por los
injustos, para llevarnos a Dios." Esto es lo que brinda una paz tan
inmutable al alma; porque si yo me he encontrado con Dios, yo no tengo que
buscar nada más. "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre." Si mi
alma ha visto a Cristo muriendo sobre la cruz por sus pecados, yo me he
encontrado también allí con Dios en la solemne cuestión del juicio; y entonces
he venido ante Dios a través de un Cristo muerto y viviente; y habiendo llegado
Él mismo ante Dios, he conseguido todo lo que la tierra abajo o lo que el cielo
arriba me pueden dar. Porque éste muy manso, éste Único muy humilde, quien fue
llevado como un cordero al matadero, es el mismo Dios ante quien yo he sido
traído y que ahora, sin la más pequeña mancha de pecado que me podría
avergonzar en Su presencia, de forma que estoy con Él en perfecto amor, toda
causa de temor ha sido eliminada para siempre; y Él vive para revelarse a
nosotros en el poder de una vida eterna.
Versículo 19. Volviendo a
la parte profética, tenemos aquí lo que es muy importante: a saber, las tres
grandes partes del libro del Apocalipsis muy claramente expuestas.
- En primer lugar, "las cosas que has visto", — es decir,
Cristo caminando en medio de los candeleros.
- En segundo lugar, "las (cosas) que son", — la condición
temporal o el estado externo de las iglesias, o iglesia profesante en la
tierra; no el estado eterno y los inmutables privilegios de la iglesia como
cuerpo de Cristo.
- En tercer lugar, "las cosas que han de ser después de
estas" [véase nota3], — las cosas proféticas, los acontecimientos finales
en el trato con el mundo.
[Nota 3.] Es decir, después de las
cosas "que son".
El capítulo 4 muestra a la iglesia en el
cielo. Al hablar yo de las cosas que son, no aludo de ninguna manera (puesto
que la Escritura no lo hace) al estado eterno de la iglesia en su unión con
Cristo, como su Cabeza en la gracia, sino que aludo a una condición temporal, a
un estado externo de la iglesia considerada aquí abajo como responsable durante
un período dado; y esta condición temporal, este estado externo, es juzgado en
las siete iglesias. Repito nuevamente, no son de nuestras "bendiciones
espirituales en los lugares celestiales en Cristo" de lo que se habla
aquí, sino de aquello en medio de lo cual Cristo está caminando, fuera de Él
mismo en la tierra. En la tierra Él necesita un candelero, — una luz; no así en
el cielo, allí no hay necesidad de ningún candelero, — de ninguna luz de
lámpara, para que alumbre allí, "porque la gloria de Dios la ilumina y el
Cordero es su lumbrera". Pero Él necesita portadores de luz en la tierra,
y por este motivo el símbolo de los candeleros es entregado a las siete
iglesias, — para ser la "luz del mundo". Ellos son iluminados desde
el cielo para que den luz en la tierra, en los oscuros lugares abajo, — para dar
testimonio de Cristo, mientras Él está lejos en el cielo, escondido en Dios. Y
es para probar a estos portadores de luz por lo que Cristo camina como Hijo del
hombre entre los candeleros. Es verdad que nuestra vida está escondida con
Cristo en Dios, pero mientras caminamos en la tierra nosotros debemos
resplandecer como luminares en el mundo, como los que muestran lo que el cielo
puede producir, — estar viviendo en el cielo mientras se camina en la tierra;
como Jesús habló cuando estuvo en la tierra, "el Hijo del Hombre, que está
en el cielo."
Versículo 20. "El
misterio de las siete estrellas" presenta el pensamiento de poder — poder subordinado,
y los ángeles [véase nota 4] son los representantes simbólicos de las iglesias.
[Nota 4.] Observen aquí lo
siguiente: se ha supuesto que esta palabra, "ángel", es usada en
referencia al ángel de la sinagoga y por lo tanto significa un obispo o jefe de
ancianos. Pero el ángel (angélo, mensajero) de la sinagoga no era en absoluto
el gobernante de la sinagoga; él era un lector, una especie de empleado. El
gobernante de la sinagoga era realmente otra persona. Podría ser que en el
tiempo en que fue escrito el Apocalipsis el más anciano o el más eminente de
entre los ancianos tuviese una especie de preeminencia; pero, aunque de hecho
haya sido así, de tal forma de hacerle responsable, el hecho que aquí él es
llamado ángel es una prueba de que, si la responsabilidad era mantenida, ningún
título eclesiástico de ese tipo habría sido reconocido en la Escritura por el
Señor.
Poder espiritual, como representando a Cristo en la tierra, es lo que
la iglesia podría haber mostrado. A través de toda la Escritura el poder
superior es simbolizado por medio del sol, y el poder subordinado por medio de
las estrellas. El ángel de algo significa el representante de eso que no estaba
presente allí en sí mismo, como incluso el ángel de Jehová. Así, cuando Pedro
tocó a la puerta, se dijo, "¡Es su ángel!"; y de los niños se dice,
"sus ángeles." (Mateo 18: 10). Para una ilustración de lo que yo
quiero decir, cuando Jacob se encontró con el ángel en Peniel, él luchó con el
ángel y prevaleció, pero él llamó al lugar, "el rostro de Dios." Así
estuvo Moisés con el ángel en la zarza. Y es de esta manera que nosotros
tenemos los ángeles de las siete iglesias.
Tomemos ahora la idea
general. Hemos visto que no tenemos aquí a la iglesia considerada como unida
con Cristo su Cabeza; ni tampoco es vista en su apropiado carácter celestial
(aunque debería ser manifiesto de por sí), sino que la vemos en su estado
temporal, como bajo la mirada del Señor para juicio. En vez de Cristo como Cabeza
del cuerpo, lo que se deja muy en claro aquí son las responsabilidades
vinculadas al cuerpo en su estado temporal, y cierta conducta esperada por los
privilegios recibidos. Tampoco se trata del acto de dar estos privilegios, sino
del uso que hemos hecho de estos privilegios. Demos una mirada a épocas
particulares de bendición a la iglesia como ilustración de esto. La Reforma,
por ejemplo, fue una obra del Espíritu de Dios; y Dios viene a ver qué es lo
que ha hecho el hombre con esta, Su obra, — de qué modo los hombres han usado
la bendición que obtuvieron por medio del resurgimiento de Su verdad, juzgando cuál
uso están haciendo de privilegios dados a ellos en ese entonces. ¿Qué se
descubre de los trescientos años transcurridos desde que el Espíritu de Dios
obró tan poderosamente? La obra de Su propio Hijo, el evangelio de Su gracia,
la justificación por medio de la fe, fue, y nosotros lo sabemos, lo que salió a
la luz en aquel entonces. ¿Qué es lo que esto ha producido en la iglesia
profesante? Es como si Él hubiese dicho, «¿Qué más podía hacerse? Yo sembré
buena semilla, yo planté una viña escogida y ahora yo he venido a buscar fruto;
¿y dónde está este fruto?» Por consiguiente, ninguna de las siete iglesias es
vista como la obra de Dios en sí misma. Lo que tiene lugar es una investigación
judicial, y Dios no está juzgando Su propia obra (escasamente necesito
decirlo), sino al hombre en el terreno de la responsabilidad, de acuerdo a lo
que él ha recibido a través de esa obra.
Yo veo en la Escritura una
completa y muy definida diferencia al hablar de la iglesia de Dios. Los padecimientos
de Cristo y la gloria que debería seguir eran el testimonio de los profetas
antes que el Espíritu Santo fuese enviado aquí abajo. Cristo dijo, "Sobre
esta roca, EDIFICARÉ mi iglesia"; ésta aún no había sido formada. No
podemos obtener a Cristo como la Cabeza en el cielo, hasta que la redención sea
algo consumado; no estoy hablando aquí de la salvación individual, sino del
cuerpo de Cristo. En Esteban obtenemos otro paso: un hombre en la tierra, lleno
del Espíritu Santo, ve los cielos abiertos y al Hijo del Hombre estando de pie
a la diestra de Dios ("y dijo: He aquí, yo veo abiertos los cielos, y al
Hijo del hombre, puesto en pie, a la diestra de Dios." Hechos 7: 56 - VM).
En Pablo, por otra parte, hay un punto más, — es decir, la unión con Cristo.
Los Cristianos son miembros de Él mismo, y esto no es simplemente por medio de
la participación en Su naturaleza, partícipes de la naturaleza divina, sino por
el poder en el cual Él fue resucitado, unión con Él mismo, la Cabeza, por medio
del Espíritu Santo: leemos, "¿Por qué ME persigues?" (Hechos 9: 4).
Si mi mano es herida, yo digo que estoy herido debido a que mi mano forma parte
de mí. Pero además, por consiguiente, hay otro carácter que tiene este cuerpo y
es que somos "juntamente edificados para morada de Dios en el
Espíritu." Siendo ahora la iglesia el lugar donde mora Dios, y puesta
sobre la tierra para la manifestación de la gloria de Dios, Dios viene entonces
a juzgar cuál ha sido el fruto de estos privilegios, cuando los puso en la mano
del hombre. No es del hecho del Espíritu Santo morando en la iglesia de lo que
aquí se habla, sino del uso que los hombres han hecho de esto.
Hay dos principios sobre
los cuales Dios juzga siempre a Su pueblo:
- en primer lugar, su estado original, el punto desde el cual ha habido
alejamiento, es decir, la bendición que Él les dio al comienzo;
- en segundo lugar, ese punto hacia el cual están propendiendo Sus
caminos, — la esperanza puesta delante de Su pueblo, — la aptitud para la
bendición con la cual Él va a encontrarse con ellos al final, en la
manifestación de Su presencia.
Podemos tomar a Israel a
modo de ejemplo, como sacando a relucir el principio. En Isaías 5, Dios dice,
"¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella?" Y
luego, en el capítulo 6 donde la gloria del Señor es vista, su manifestación no
solamente demostró que el estado de Israel no respondía a la bendición otorgada
sobre ellos al comienzo (por lo que Isaías dice, "¡yo habito en medio de
pueblo que tiene labios inmundos!"), sino que su estado no estaba
preparado para la gloria que el Señor les había enseñado esperar. Los del
remanente siempre son preservados de acuerdo con la gracia, mientras los demás
son juzgados.
Pero, volviendo a la
condición de la iglesia: el Señor muestra primeramente el privilegio que Él ha
dado y luego pregunta si el caminar ha sido de acuerdo con este privilegio; tal
como Él dice a la Iglesia de los Efesios, «¿Has dejado tu primer amor? Sí, lo
has dejado». "Recuerda, por tanto DE DONDE HAS CAÍDO." «Yo te he
amado y me entregué a Mí mismo por ti», era la medida justa del amor a Él, en
la cual ellos deberían haber caminado como "la iglesia del Señor, la cual
él ganó por su propia sangre", — puestos bajo la protección de la sangre
en cuanto a toda santa manera de vivir, tal como es vista, en su tipo, en los
sacerdotes. La sangre se ponía sobre la mano, el pie y la oreja de ambos, del leproso
para ser limpiado y del sacerdote en su consagración, de tal manera que no se
permitiría nada que deshonrara una protección como esa. Entonces viene la
pregunta, ¿Hemos actuado nosotros de acuerdo a la sangre que ha sido puesta
sobre nosotros? ¿Nada ha pasado por la mente, acción, o al caminar, sino lo que
ha sido según Dios? El Señor siempre ejerce juicio en una iglesia, aunque Él
tiene una gran paciencia con ella. Él mostró Su paciencia para con Israel por
más de setecientos años después que Él pronunció juicio por boca de Isaías, y
Dios no baja nunca el nivel de las demandas de Su primera bendición, aunque Él
pueda ser paciente cuando Su pueblo fracasa.
Él dice a Sardis, "No
he hallado tus obras perfectas delante de Dios"; sin embargo, ¡cuán bajo ella
había caído! Podemos postrarnos ante Dios en el fracaso, pero aunque siempre
encontramos la gracia que nos levanta de nuevo, a pesar de eso, Dios nunca
rebaja la norma de lo que debe ser producido, ni podríamos siquiera desear que
Dios debiera hacerlo. Ningún santo verdadero podría desear que Él debiera
rebajar el nivel de Su santidad para dejarnos entrar en el cielo.
Yo no podría aceptar (por
medio de la gracia) nada menor a la imagen de la iglesia tal como Dios la presentó
por primera vez. Tomen incluso al hombre como hombre: ¡es lamentable! yo he
perdido la inocencia; pero ¿puedo yo aceptar cualquier nivel menor a la
ausencia total de pecado? Y esto no es todo, puesto que ahora Dios levanta un
más excelente Objeto de deseo ante mi corazón, en el cual Él reemplaza lo que
ha sido perdido, por medio de la completa revelación de Sí mismo, Su propia
gloria en Su pueblo. Por lo tanto, el santo tiene que juzgar su estado, no por
medio de lo cual cayó Adán, ni siquiera solamente por medio del primer estado
de la iglesia, sino por medio del Cristo con quien él tiene que encontrarse.
Por lo tanto, hay dos
formas en las cuales Dios está juzgando: a saber, el alejamiento de la primera
condición de bendición; y luego, cuán lejos se halla la plenitud de la
bendición a la cual Dios nos está llamando. Por consiguiente, Dios nos juzga
por nuestra pasada bendición y por nuestra bendición futura. Mientras vemos en
todos los mensajes a las iglesias su abandono de la bendición original, y la indagación
acerca de hasta dónde su presente condición se corresponde con la bendición a
la cual ellos son llamados, y de la cual se habla en forma de promesa. Pablo
pudo decir, "Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás,
y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta", y cuando un
hombre puede decir esto, entonces su conciencia es buena y feliz con Dios, a la
vista de la gloria ante él. Pero me gustaría insistir sobre todas sus almas con
esto, — que el nivel de ustedes está equivocado y sus afectos están
equivocados, si ustedes están haciendo cualquier otra cosa excepto seguir al
Cristo de gloria presentado al ojo de su corazón. Ustedes saben bien que la
iglesia no ha guardado su primer amor. Recuerden que aunque Él es paciente, Él
no puede rebajar el nivel, y por consiguiente: "arrepiéntete." Hay
abundante gracia para levantar y restaurar, pero mi conciencia no podría ser
feliz si Dios rebajara la imagen que Él me ha dado de la iglesia.
El hombre ha perdido la
inocencia; pero la bendición ha entrado por medio de la cruz, y aunque yo no he
alcanzado el glorioso resultado de esa redención manifestada en la gloria de
Aquel que la consumó, "yo prosigo a la meta"; mi conciencia no podría
estar feliz de otro modo. Supongamos que el pensamiento del Señor viniendo a
recibirnos a la gloria estuviese muy presente para nosotros, ¡cuántas cosas
desaparecerían! ¡Cuántos objetos a los cuales ahora nos aferramos, cuántos
dolores y preocupaciones que nos agobian serían nada, si la esperanza de Su
venida estuviese firmemente ante nuestros ojos! "Y todo aquel que tiene
esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro." (1ª. Juan
3: 3).
Pero la iglesia ha dejado
su primer amor, y también ha perdido su expectativa. La esperanza de la venida
del Señor hace que Él esté muy presente para nuestras almas, así como para
juzgar la condición en la cual nosotros estamos. Tú estás llamado para
encontrarte con Jesús; ¿estás tú en una posición tal que te haría avergonzar
ante Él en Su venida?
Puedo agregar que hay
también otro principio que es un motivo para santidad en la iglesia, la
presencia del Espíritu Santo. Está dicho, "No contristéis al Espíritu
Santo de Dios." No hagan nada inconsistente con Su presencia así como con
la gloria hacia la cual ustedes están yendo, de la cual Él es el testigo. En
las tres primeras iglesias no hay ninguna referencia a la venida del Señor;
pero después de ese tiempo, cuando el fracaso se ha instalado completamente,
entonces es cuando es presentado el pensamiento de la venida del Señor. Ello es
nuestro gozo y nuestra esperanza para sostenernos cuando todo lo demás fracasa.
Yo solamente resumiría lo
que he dicho. El carácter del libro del Apocalipsis es profético. Nosotros no
vemos de ninguna manera aquí a la iglesia como habitada por el Espíritu Santo,
dando el conocimiento de Cristo como Cabeza del cuerpo, o en comunión con el
Padre y el Hijo. Todo es judicial. Claramente, Cristo es el Juez, primero de la
iglesia y luego del mundo, — de la iglesia contemplada en su condición terrenal,
obviamente, no en su condición celestial. Todo el libro está dividido en tres
partes:
- las cosas vistas,
- las cosas que son
- y las cosas que han de ser después de estas.
Y, tal como hemos visto, Dios tiene dos grandes formas de juzgar. Él ve
si estamos obteniendo provecho según las bendiciones ya otorgadas, y si estamos
caminando en una manera apropiada a la gloria prometida.
Hay un regreso esperado en
gracia según los privilegios concedidos, y una respuesta del corazón a la
gloria hacia la cual Él nos está llamando. Habiéndonos bendecido, Él espera la
respuesta, "Sí, ven, Señor Jesús." Él espera el fruto de Su gracia
hacia nosotros y yo debo mirar hacia lo que yo soy llamado por medio de ella.
No que yo lo haya logrado, pero prosigo en el poder de una nueva vida,
"olvidando ciertamente lo que queda atrás." Dios ha dispuesto Su
corazón para bendecirnos de una cierta manera y lo que Él busca es que nuestros
corazones respondan a este conocimiento del llamamiento celestial.
Que nosotros podamos
gustar ahora de aquello a lo cual Dios nos ha llamado en comunión con Su Hijo.
Que esto pueda tener tal dominio sobre nuestros afectos que podamos estar
honestamente capacitados para decir, "Pero una cosa hago." Que el
Señor abra y llene nuestros ojos con la gloria del Señor Jesucristo, y nos haga
andar en el poder de esa esperanza, — la esperanza de verle a Él tal como Él es,
y de estar con Él y como Él para siempre.
SEGUNDA
CONFERENCIA
Lectura Bíblica:
Apocalipsis, Capítulos 2 y 3
LA IGLESIA.
La última vez que estuvimos hablando, yo me estuve refiriendo brevemente al
carácter distintivo de la iglesia de Dios; y al carácter de este libro, en
cuanto a que es un libro de juicio, ya sea con respecto a la iglesia o al
mundo.
Es importante distinguir entre la visión de la iglesia de Dios como un
cuerpo responsable en la tierra, y por esta razón sujeta a juicio, y esa visión
de ella que la ve como el cuerpo de Cristo y disfrutando de su lugar apropiado
ante Dios, y de sus privilegios como tal. Debemos mantener estas dos verdades
claramente y sin ninguna duda ante nuestras mentes, o nos confundiremos al
respecto.
La vez anterior vimos que Dios le ha otorgado
a Cristo ser "Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su
cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo." El pensamiento y
el propósito de Dios acerca de la iglesia son que ella debería ser el cuerpo de
Cristo cuando Él asuma el dominio sobre toda las cosas. Dios ha exaltado a
Cristo muy por sobre todo principado, y autoridad, y poder, y señorío, y
sometió todas las cosas bajo Sus pies, y Lo dio por Cabeza sobre todas las
cosas a la iglesia, la cual es Su cuerpo, y, por consiguiente, ella es llamada,
"la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo." Toda la plenitud de
la Deidad habita en Cristo; pero esto realmente es otra cosa. Nosotros somos Su
plenitud, es decir, nosotros completamos el hombre místico, siendo Cristo la
Cabeza. Porque la iglesia es aquello que completa y exhibe la gloria de Cristo
en el mundo venidero, y en aquel tiempo el creyente no sólo conocerá a Cristo
en el cielo, sino a Cristo como gobernante sobre la tierra, sobre todas las
cosas. Es un pensamiento bienaventurado el de que no es simplemente Dios como Dios
quien llena todas las cosas, sino que Cristo llena todas las cosas en redención
y plenitud intercesora en gracia y justicia. "El que descendió, es el
mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo
todo." Desde el polvo de la tierra hasta el trono de Dios en lo alto, todo
ha sido la escena del cumplimiento, y testimonio también, de la gloria de
Cristo. Pero cuando realmente y de esa forma Él "llene todo", y esto
no es simplemente conocido a la fe, no hará esto a solas, sino que lo hará como
Cabeza del cuerpo que está siendo formado ahora, tomando a la iglesia para
compartir en Su dominio y gloria. En ese día todas las cosas estarán sujetas a
Él, pero la iglesia estará asociada con Él. Tal como fue en el huerto: a saber,
Adán, la imagen de Aquel que había de venir, era señor sobre toda la creación;
Eva no era ni parte de la creación sobre la que Adán reinaba, ni tenía ella aún
ningún derecho propio sobre esta, pero estaba asociada con él en el dominio. El
pasaje en Efesios 5 toma la formación de Eva y la aplica a la iglesia, —
"Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la
iglesia."
Cristo tiene todos los derechos a este
dominio sobre todas las cosas. (Véase Colosenses 1). Como Dios, todas las cosas
fueron creadas por Él y para Él. Y observen que en el pasaje Él tiene una doble
primacía, — Cabeza de la creación cuando como Hijo, Él toma su lugar en ella
porque Él es Creador; y también Cabeza de la iglesia porque "él es la
cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de
entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia."
Un segundo derecho a la primacía es que Él es
"el Hijo", — no simplemente como Creador (como hemos visto en
Colosenses 1, "nos ha...trasladado al reino de su amado Hijo."), sino
también por herencia. En Hebreos 1 encontramos este consejo e intención de Dios
con respecto a Su Hijo: "a quien constituyó heredero de todo," etc.
Aquí la atención está puesta en el Mesías.
Un tercer derecho a la primacía es que Él es hombre. El Salmo 8, el
cual celebra la gloria milenial, es citado y aplicado por el Espíritu Santo a
Cristo en Hebreos 2: 6 a 9, "Pero vemos a aquel que fue hecho un poco
menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra", y todas las
cosas puestas bajo sus pies. (Véase también Efesios 1: 22; 1ª Corintios 15:
27). Vemos, de esta forma, Su derecho al dominio: primero como Creador,
"Porque en él fueron creadas todas las cosas"; en segundo lugar como
el Hijo, "a quien constituyó heredero de todo"; en tercer lugar, como
Hombre, bajo cuyos pies son puestas todas las cosas en los consejos de Dios.
Entonces, podríamos agregar, Él no puede tomar la herencia como una cosa
contaminada y, por lo tanto, Él tiene un cuarto derecho en la forma de la
redención. Su derecho es para una herencia redimida y purificada, "las
cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos." Con
nosotros, quienes estábamos bajo el pecado, enajenados en nuestras mentes
haciendo malas obras, no es simplemente purificación: también es eliminada la
culpa. Entonces Él nos toma y nos hace Su cuerpo, como está escrito,
"Somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos." El
Espíritu Santo desciende y nos consagra para ser el cuerpo de Cristo en poder
viviente y en unidad, puesto que somos bautizados con el Espíritu Santo en un
solo cuerpo. No solamente cada alma es vivificada y sellada por el Espíritu,
sino que con respecto a los creyentes, "por un solo Espíritu fuimos
bautizados en un cuerpo." Esto comenzó en el día de Pentecostés y desde
entonces este bautismo ha sido la porción de cada creyente. Es una gran y
bienaventurada verdad el que, con independencia de cómo nosotros podamos haber
contristado el Espíritu, a pesar de eso, individualmente, el Espíritu permanece
con el creyente y lo reprende. Y también es una gran bendición con respecto a
la iglesia el hecho de que el Espíritu Santo no está aquí solamente por un poco
de tiempo con Su pueblo y luego se marcha, como el Señor Jesús. Leemos,
"Os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre." Y
noten esto, que la presencia permanente del Espíritu Santo en la iglesia es en
virtud de la redención que Cristo ha llevado a cabo y no está subordinada a
nuestro uso de los privilegios otorgados (aunque cuando Él está presente Su
acción está de acuerdo al uso o abuso de estos privilegios).
La iglesia de Dios, unida al Señor
Jesucristo, tiene su lugar, en primer lugar, por la virtud de la Persona de
Cristo; en segundo lugar, en la redención llevada a cabo por Cristo; en tercer
lugar, por la presencia del Espíritu Santo. Esta no es una cuestión de
profecía, sino que es el poder de la divina gracia viviente, situando a la
iglesia en la gloria divina. En el momento que el Espíritu Santo formó de esta
manera la iglesia, ella es tratada aquí abajo como el cuerpo de Cristo,
"en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las
coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios."
(Colosenses 2: 19). Tal como en el crecimiento de un niño, el cuerpo está allí,
y cada miembro en su lugar, y crece hasta su estatura completa.
Sin embargo, en Efesios 1 y 2, nos son
presentados dos aspectos distintos de la iglesia, — a saber, el cuerpo de
Cristo está en el cielo, y la morada de Dios por el Espíritu, en la tierra.
Este segundo carácter de la iglesia es uno profundamente importante. La iglesia
de Dios, siendo formada por el Espíritu Santo en la tierra, involucra
necesariamente la responsabilidad de la iglesia de manifestar en la tierra la
gloria de Aquel que la estableció de esta manera. La responsabilidad nunca
cambia la gracia de Dios. Pero mientras la iglesia permanece en la tierra, ella
es responsable aquí abajo con respecto a la gloria de su Cabeza ausente, — no
como bajo la ley, obviamente; sino que la iglesia es responsable de representar
la gloria de Aquel que la redimió y la puso aquí. Es para ser una luz en medio
de la oscuridad, — "en medio de una generación maligna y perversa, en
medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo"; "para que
anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable."
Y, como Pablo dice en 2ª Corintios 3, "así que sois manifiestamente una
epístola de Cristo… conocida y leída de todos los hombres." (2ª Corintios 3: 2, 3 - VM). La palabra es
"epístola", y no, "epístolas", de Cristo. Ella es UN SOLO
cuerpo, — UNA SOLA transcripción de Cristo. La iglesia fue puesta como la carta
de recomendación de Cristo para todos los hombres, para que en ella los hombres
puedan leer y ver el poder de la redención y el carácter de Aquel que está
fuera de la vista, por medio del Espíritu Santo morando en ella y formándola
para ser el testimonio visible de su invisible Cabeza. Jesús dice en Juan 17,
"para que todos sean uno". ¿Y con qué propósito? "Para que el
mundo crea (no todavía para que sepan,— ese es el fruto de la gloria) que tu me
enviaste." Este debería haber sido el efecto de esta unidad en referencia
a la época presente. Cuando la iglesia esté en la gloria manifiesta con Cristo
y como Cristo, el mundo necesariamente sabrá que el Padre envió al Hijo; y no
sólo esto, sino que sabrá que el Padre nos ha amado como Él amó a Jesús,
viéndonos a nosotros en la misma gloria que a Jesús. Por lo tanto, debía ser
con anterioridad a esa época que el mundo, para poder creer, debía ver a la
iglesia como UNA SOLA, — debía ver a la iglesia en su lugar de responsabilidad,
como esta epístola de Cristo. Su responsabilidad es que la vida de la Cabeza en
el cielo debería ser manifestada en la tierra en poder. Vemos, de este modo,
qué lugar de responsabilidad es estar bajo la gracia, porque es por el hecho de
estar bajo tal gracia gratuita, como estamos, que aparece nuestra correcta
responsabilidad. Cuando llegamos a este terreno del un solo cuerpo responsable
en la tierra, encontramos, obviamente, al Señor tomando conocimiento de las
acciones de la iglesia bajo esta responsabilidad.
De esta forma, en estos dos capítulos
(Apocalipsis 2 y 3) tenemos al Señor, no como la Cabeza del cuerpo, no como
Aquel del cual fluye la gracia hacia abajo a los miembros del cuerpo, sino
caminando en medio de los candeleros en el carácter de un Juez, para ver si
ellos están actuando de acuerdo con la gracia recibida. Este principio de
juicio recorre todas ellas: es decir, «Yo daré a cada uno de ustedes de acuerdo
con el uso que haya hecho de los privilegios y la gracia en las que la iglesia
fue puesta al principio». Esta es una palabra solemne para nosotros, justo en
proporción a nuestra estimación de la gracia. No es condenación como por medio
de la ley, sino que, mientras más entiendo el amor al cual he fallado en testificar,
mi corazón estará más afligido cuando yo no dé una respuesta verdadera a esa
gracia, puesto que relaciona al pecado, como si lo estuviese, con el nombre de
Dios, el cual yo llevo. El efecto de la maldad de Israel no solamente demostró
que el hombre era un pecador, sino que, habiendo puesto Dios Su nombre allí,
esto relacionó el pecado con el nombre de Dios. Fue en este terreno que el
Señor reprochó a Israel cuando Él dijo, "el nombre de Dios es blasfemado
entre los gentiles por causa de vosotros." El testimonio de Su nombre fue
puesto en su custodia y debería haber sido guardado por ellos. Dios sabrá cuan
completamente reivindicar Su santo nombre al final, en la tierra. Aún más es
este el caso con respecto a la iglesia del Dios viviente. El mundo prácticamente
debería ver santidad perfecta y perfecto amor en la iglesia: porque somos
hechos partícipes de la santidad de Dios y somos los objetos de Su infinito y
perfecto amor. La iglesia debería tener solamente una posición y un servicio
constantes en la tierra, y ello es manifestar al mundo lo que ella recibe de su
Cabeza viviente en el cielo. La iglesia nunca conoció a Cristo después que Él
estuvo en la carne; el único Cristo que conoce la iglesia es el Cristo que el
mundo rechazó y que ahora está en el cielo; y, por consiguiente, la iglesia
debería estar en tal entera abstracción del mundo, como para manifestar lo que
su Cabeza es. Y de esta forma la iglesia debería ser la carta de recomendación
de Cristo. Y noten aquí la fuerza de la palabra "epístola". El mundo
debería ver en ustedes lo que Cristo es, así como la ley fue vista escrita en
las tablas de piedra (2ª Corintios 3), una epístola viviente, "conocida y
leída de todos los hombres." (2ª Corintios 3: 2 - VM). Y el carácter de
nuestro caminar será grandemente profundizado, de acuerdo a la magnitud de
nuestra comprensión de lo que Su gracia ha hecho por nosotros y a lo que nos ha
llamado. De este modo vemos como verdad fundamental, que el Señor nunca
abandona esto. Él nunca se aparta de aquello a lo cual la iglesia es llamada en
testimonio y como testigo, aunque Él la soporta con paciencia.
Pero ahora pasaremos a otro asunto: el uso
que se debe hacer de estos mensajes a las iglesias. Hay dos cosas a la vista en
este asunto. En primer lugar, es un hecho histórico que había iglesias en la
tierra en la condición de la que se habla aquí; después, en segundo lugar, que
la enseñanza moral es aprovechable para cada santo individual, — es decir, es
aplicable a toda persona que tiene un oído para oír, y un corazón con
entendimiento para conocer el pensamiento del Señor. Esto es muy sencillo.
Pero, si nosotros avanzamos, encontraremos
que hay importancia en el número de iglesias a las que los mensajes son
dirigidos. El número siete, siendo el símbolo de perfección, es el número usado
a menudo en este libro, — tenemos, siete sellos, siete trompetas, siete copas.
De este modo, la elección de este número marca el círculo completo de los
pensamientos de Dios acerca de la iglesia, como responsable en la tierra de acuerdo
a la gracia en la cual ella ha sido establecida allí. No es que hubiese
solamente siete iglesias o asambleas en la tierra en la época en que estos
mensajes fueron entregados, tal como nosotros sabemos, por ejemplo, Colosas y
Tesalónica, y así muchas otras; pero estas, y todas las otras, fueron dejadas
fuera, debido a que ellas no proporcionaban los elementos morales que eran
necesarios al Espíritu Santo para este retrato completo.
Cuando pensamos en la unidad del cuerpo con
la Cabeza, entramos a los privilegios y no a la responsabilidad, — es decir, la
vida de Cristo y la gloria de Cristo como medida y objetivo. Pero, estos
capítulos presentan el estado real y diversificado de la iglesia. El siguiente
asunto es, que estas siete iglesias son tomadas, claramente, en relación con la
responsabilidad; y entonces, además, no se pueden aplicar todas ellas al cuerpo
completo en general al mismo tiempo, puesto que encontramos estados tan
diferentes entre ellas y, por consiguiente, no podemos aplicar lo que se dice
en una de ellas indistintamente a otra, puesto que hay acusaciones claras y
promesas claras para cada una de ellas. Sin embargo, entrando en los
detalles, encontraremos que se habla de
diferentes partes de la iglesia profesante con caracteres claros como
subsistiendo parcialmente al mismo tiempo. Así que tenemos esto: cada
descripción es aplicable, en un sentido, a la iglesia en general, y aun así, no
todo a la iglesia completa en uno y al mismo tiempo. Y, por lo tanto, ustedes
obtienen en estas iglesias, o bien un retrato sucesivo de la condición de la
iglesia en la tierra de una manera profética, como responsable ante Dios desde
el comienzo hasta el final de esta época, o un estado particular de una parte
de ella necesario para completar el retrato completo, — es decir, los
diferentes aspectos que ella ha presentado en el mundo hasta que el Señor la
vomite de Su boca.
Entonces, ustedes dirán, «¿Cómo puede la
iglesia ser vomitada de la boca de Cristo, cuando la iglesia es el cuerpo de
Cristo y debe estar con Él en la gloria?» Esto es cierto si ustedes hablan del
cuerpo de Cristo, pero la iglesia, como un cuerpo externo en la tierra, nunca
pierde su responsabilidad, cualesquiera puedan ser sus características.
Contemplada mientras está en la tierra, ella es responsable por su conducta. Si
el siervo inútil no hizo la voluntad de su amo, él tuvo que ser tratado, no
como no siendo un siervo en absoluto, sino como un hipócrita de acuerdo a la
posición en la que él se encontraba, aunque no siendo realmente uno, porque él
no era realmente un siervo. No se le dijo, «Tú no eres un siervo» sino,
"echadle en las tinieblas de afuera… y pondrá su parte con los
hipócritas." De este modo, él fue tomado y condenado en el terreno de su
profesión.
Así fue con Israel. Ellos fueron formados por
Dios para llevar Su nombre ante el mundo; pero, ellos fracasaron; fueron
tratados como responsables y fueron desechados, como contemplados bajo el
antiguo pacto. La palabra a la higuera estéril fue, "Nunca jamás coma
nadie fruto de ti." La higuera podía llevar hojas, pero cuando el Señor
vino buscando fruto no encontrando ninguno, Él dijo, "Nunca jamás nazca de
ti fruto… Y luego se secó la higuera." De esta forma, Israel, como un vaso
para llevar el nombre de Dios hacia el mundo, fue desechado; pero esto no tocó
la cuestión de la fidelidad de Dios. Él restaurará a Israel en los últimos
días, y hasta entonces la gracia aún sigue fluyendo, tomando al remanente de
entre ellos como la verdadera simiente de Abraham, solamente que en mejores privilegios;
porque, si Israel como un todo fue desechado, entonces Dios establece algo
nuevo y, de entre el Judío y el Gentil, "el Señor añadía cada día al
número de ellos los que iban siendo salvos". (Hechos 2: 47 – LBA). El
asunto aquí no es referente a la seguridad de la salvación individual, sino
acerca del vaso que Dios está usando para llevar Su nombre ante el mundo. Los
individuos que creen irán al cielo, pero el vaso del testimonio, habiendo
fracasado, debe ser roto. Dios tiene una larga paciencia con esto, pero, si
después de todo lo que ha sido hecho solamente produce uvas silvestres, esto
debe ser cortado. Indudablemente que hay un remanente fiel llevado al cielo,
pero el vaso, como testimonio público visible en la tierra, es desechado.
En Romanos 11, vemos de qué manera Dios pone
en la tierra lo que Él ha formado actualmente para llevar Su nombre, en la
posición de un sistema público visible, como Él puso a Israel. "Mira,
pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los
que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de
otra manera tú también serás cortado." (Romanos 11: 22). Dios puede
desechar a la iglesia profesante en perfecta consistencia con lo que Él ha
revelado de lo que Él mismo es, porque este no es un asunto acerca de Su gracia
y bondad o de salvación individual, sino sólo y simplemente de responsabilidad.
Y esto es lo que hace que estos tratos con estas iglesias sean una profunda y
positiva advertencia para nosotros, puesto que el mismo exacto principio es
aplicable tanto al testimonio Gentil como al Judío. Dios cumplirá al pie de la
letra cada promesa que Él ha hecho a Israel. Más aún, todos nosotros sabemos,
cómo un hecho evidente, que Dios ha desechado a Israel como testigo visible
para llevar Su nombre al mundo. Y Él desechará de la misma manera a la iglesia
si esta fracasa en su responsabilidad en la tierra. Vemos, de esta forma, de
qué manera Dios mantiene Su gobierno con respecto al testimonio que Su pueblo
debiera llevar en cada época, y que, mientras la salvación individual está
asegurada para siempre para individuos en Israel y la iglesia, ambos serán
desechados en cuanto a su testimonio público visible. Nosotros tenemos así, no
solamente la responsabilidad, sino los resultados del fracaso.
ÉFESO.
Tomaremos ahora el ejemplo positivo y la advertencia que Dios nos presenta en
la palabra a Éfeso. Es, obviamente, un gran recurso para fortalecer el alma, —
el hecho de ser enseñados en los modos de obrar y acciones de Dios en las
Escrituras; pero es una fuente de gozo para mí mismo obtener la inmediata
aplicación de la verdad a mi propia alma. Los principios generales de la
Escritura son muy bienaventurados, pero la aplicación individual de la verdad
al corazón y a la conciencia es aún más feliz.
En estos mensajes a las iglesias tenemos, en
primer lugar, el carácter de Cristo, el cual está siempre adaptado al estado de
una iglesia en particular. De esta manera, en la primera, a los Efesios, y como
un asunto de aplicación general, nosotros leemos, "El que tiene las siete
estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de
oro", — es decir, Cristo revelado en el carácter particular en el cual Él
ejerce juicio. En segundo lugar, en cada iglesia vemos el carácter especial de
los juicios de los fieles. Y en tercer lugar, una promesa especial es dada para
sostener la fe de aquellos bajo el juicio. De este modo, todo está preparado en
gracia y misericordia para enfrentar las circunstancias especiales. Y entonces,
en cuarto lugar, esperando el tiempo de la más completa bendición, vemos la
porción dada, "Al que venciere", cuando Cristo ha tomado a los santos
para Sí mismo. (Juan 14: 1 a 3).
Las iglesias están divididas en dos partes;
tres iglesias en la primera sección y cuatro en la segunda. Este es un punto de
gran interés. Parece que en las tres primeras iglesias se les habla
directamente como a tales. Es decir, los santos, aunque tienen que vencer, son
contemplados en el cuerpo en general; estando el pequeño remanente más
claramente separado en las últimas cuatro. De esta forma, también por medio de
esta división, obtenemos partes características claras de la iglesia
profesante. En el mensaje a las tres primeras iglesias, la exhortación,
"El que tiene oído, oiga...", precede a las promesas para los fieles
vencedores. En las últimas cuatro iglesias, la exhortación sigue a las
promesas. En las primeras tres se habla del oído que oye en relación con el
testimonio general de la iglesia antes de distinguir fuera al remanente fiel
que vence. En las últimas cuatro, la exhortación sigue al triunfo. Además, en
las primeras tres no se habla de la venida del Señor, pero por el mismo motivo
en cuanto a la mayor distinción del remanente. Con la cuarta, se dirige la
atención a la venida de Cristo. Esta era ahora la esperanza del remanente, no
el regreso al orden primitivo. El cuerpo profesante público estaba totalmente
corrompido.
En las tres primeras, los pensamientos de la
iglesia son, por así decirlo, llamados a regresar a la condición y al lugar
originales, — una condición que fue ofrecida como una a la cual era posible que
ella pudiera ser restaurada si se arrepentía. En la anterior conferencia
estuvimos comentando que Dios tenía dos estándares de juicio al tratar con un
pueblo puesto en responsabilidad: a saber, o la gracia que los ha puesto a
allí, y por tanto, el pensamiento de restauración debido a esta gracia, y según
el estándar que ella ha presentado; o la gloria a la cual ellos son llamados.
En las tres primeras iglesias encontramos el primero de estos estándares. Pero
en Tiatira hace su entrada otra cosa. La iglesia, como un todo, ha demostrado
estar en una condición sin esperanza (yo hablo aquí de la iglesia en testimonio
como un cuerpo visible en el mundo), y entonces, siempre es presentada la
esperanza individual, y el mensaje del Espíritu es especialmente para aquellos
que vencen, y, como puede ser visto, la gloria venidera al regreso de Cristo es
ofrecida como estímulo. Y por consiguiente, en Tiatira tenemos esta clara esperanza
ofrecida al remanente, "pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo
venga."
Con estas verdades generales, yo también
haría notar que en el mensaje a la primera iglesia, Éfeso, vemos el carácter
general de Cristo ejerciendo juicio, dado que Él "tiene las siete
estrellas en su diestra" (es decir, sosteniendo toda la autoridad y todo
el poder), y "anda en medio de los siete candeleros", las iglesias, —
yendo alrededor para ver si las luces estaban ardiendo brillantemente,
entregando esa luz verdadera que Él había encendido.
Consecuentemente, nosotros vemos en cada una
de ellas el peculiar sello de la responsabilidad. Entonces, observen de qué
manera Él comienza este mensaje a Éfeso, tocando cada punto que Él puede
aprobar de cualquier forma, antes de que Él presente el lado opuesto del
retrato. "Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia". ¡Qué
bendición es que Él conozca todo acerca de nosotros, aún "los pensamientos
y las intenciones del corazón"! "Pero tengo contra ti, que has dejado
tu primer amor." Noten ahora otro principio importante. ¿De qué debe estar
necesariamente celoso Cristo sino de Su amor por la iglesia, el cual fue más
fuerte que la muerte? Es completamente imposible que Él pueda olvidar Su amor
por la iglesia y, por consiguiente, tan imposible como que Él pueda estar
satisfecho sin la devolución del amor de ella por Él; porque recuerden, que es
solamente el amor lo que puede satisfacer al amor. El mismo reproche que Él
hace presenta la fuerza de Su amor por la iglesia, que no puede descansar hasta
que consigue lo mismo de ella; porque Él no puede enfriarse para estar
satisfecho con una débil devolución de Su amor, no obstante lo mucho que la
iglesia pueda haberse enfriado en sus pensamientos acerca del amor de Cristo
por ella. Puede haber todavía mucho fruto externo en "obras, y arduo
trabajo y paciencia", pero dejen que las obras y el trabajo sean lo que
son, la fuente de todo esto ya no está, — "Has dejado tu primer
amor"; allí está el gran mal. No es asunto de cuánto ustedes puedan obrar
y trabajar, pues si el amor de Cristo no es el motivo de todo su servicio, será
solamente como el apóstol dice, "como metal que resuena, o címbalo que
retiñe", el cual muere con el sonido por ese motivo.
Entonces aquí, en Éfeso, tenemos el primer
gran principio del fracaso y, por consiguiente, el gran juicio general que vino
sobre la iglesia entera. Leemos, "Recuerda, por tanto, de dónde has caído,
y arrepiéntete, y haz las primeras obras (vean como Él los lleva de regreso al
punto del cual se desviaron) pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu
candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". (Apocalipsis 2: 5).
Él no puede permitir que quede en el mundo aquello que fracasa en mostrar el gran
amor con el cual Él amó a la iglesia, porque si Él lo hiciera, Él no sería
"el testigo fiel y verdadero". Este principio de un tierno y fiel
reproche, es la demostración bienaventurada de que Su amor nunca se enfría, no
obstante lo mucho que el nuestro pueda fallar.
En este aspecto, la manera de tratar del
Señor con las almas individuales es exactamente la misma que con la iglesia. Él
toma nota de todo abandono de Él, pero la puerta está siempre abierta para
"arrepentimiento", y cuando el pecado es juzgado y es considerado en
la luz en que Dios lo ve, entonces no hay nada que impida una inmediata
restauración. En el momento que la conciencia se somete bajo el pecado y lo
confiesa, entonces ella puede enderezarse; pues un enderezamiento de alma, allí
donde ha estado el mal, es mostrado al tener conciencia del mal y el poder para
confesarlo; y, por consiguiente, la iglesia de Dios, o un alma individual, debe
llegar a este estado de enderezamiento ante Dios, para que Él la restaure; Job
33: 23 a 26. Logren ustedes que el pecado sea juzgado en la conciencia, y
entonces hay la revelación del inagotable amor de Dios para satisfacer la
necesidad. Es de esta manera en los detalles diarios de la vida Cristiana. Los
juicios pueden ocurrir en Su pueblo, pero en todo esto se ve Su amor
correctivo.
Y de este modo se entiende el motivo por el
cual el Señor reprocha a la iglesia el haber dejado su primer amor. Hay en esto
la revelación de Su perfecto e inalterado amor resplandeciendo a través de la
condenación del estado de ellos. ¿Y acaso no vemos nosotros este alborear en
las relaciones naturales de la vida? Tomen a un marido y esposa. Una esposa
puede cuidar de la casa y cumplir todos sus deberes de tal manera de no dejar
nada sin hacer por lo que el marido pudiera encontrar defecto; pero si su amor
por él ha disminuido, ¿le satisfará a él todo su servicio si su amor por ella
es el mismo que al comienzo? No. Entonces bien, si esto no es suficiente para
él, esto no será suficiente para Cristo: Él debe tener el reflejo de Su amor.
Él dice, «yo no estoy ciego para tus buenas cualidades pero yo te quiero a ti».
El amor, que una vez fue la fuente de toda acción ya no está, y, por lo tanto,
el servicio es sin valor. Si el amor falta, el resto es como nada. Es verdad
que nuestro amor no puede responder merecidamente, pero, a pesar de todo, puede
responder verdaderamente; porque Cristo busca a lo menos que haya integridad en
cuanto al objeto, aunque no haya adecuación de afecto. Si hay inestabilidad de
afecto, es porque debe haber un corazón dividido. Este fue el secreto de todo
el fracaso en Éfeso. Se había perdido el corazón íntegro con respecto al objeto
del afecto, ya no estaba la sencillez de ojo, y ya no existía el reflejo
perfecto de ese amor con que Él había asido a la iglesia para Él mismo. A pesar
de todo, mientras Cristo dice, "Pero tengo contra ti", Él señala todo
lo que está bien. "Y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado
arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado". Bueno, entonces se podría
decir, «¿Qué más
podría querer el Señor?» Él dice, «Yo la quiero a ella». Recuerden esto con
respecto a la iglesia. Entonces Él dice, "Recuerda, por tanto, de dónde
has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras". Para mí, esta es una
muy solemne pero conmovedora palabra para nosotros, debido a que nos hemos
alejado mucho más allá del primer amor de lo que ellos lo habían hecho; pero, a
pesar de todo, el corazón de aquel que es fiel encuentra un refugio seguro en
Cristo, porque su alma encuentra en el reproche mismo, una prueba infalible de
Su inalterado amor.
¿De qué es lo que Él toma nota como siendo
excelente? "Obras… y trabajo… y paciencia." No se nombra nada
evidente que marque la decadencia, pero las obras que fueron hechas no estaban
vinculadas con el primer amor. Y, observemos aquí, que la iglesia tiene un
servicio muy distinto del que los Judíos tuvieron alguna vez. Dios no estaba
buscando que los Judíos salieran en amor, pero la iglesia, habiendo recibido la
gracia, debe salir en gracia a llamar a los pobres pecadores a entrar. El Judío
tenía la ley como un muro para mantener a la justicia adentro, pero ninguna
puerta abierta para que fluyera el amor.
Tomen a los Tesalonicenses, quienes en esto
están en contraste directo con los santos Efesios y quienes estaban en el
frescor de su "primer amor", y ¿qué es lo que se nota en ellos?
Leemos, "De la obra de vuestra fe, y del trabajo de vuestro amor, y de la
paciencia de vuestra esperanza en nuestro Señor Jesucristo" (1a.
Tesalonicenses 1: 3 - VM), — precisamente las mismas cosas que son elogiadas en
Éfeso. Entonces, ¿cuál era la diferencia? No era que ellos no tuviesen obras,
sino que la fuente verdadera de estas ya no estaba; mientras que en los
Tesalonicenses la fuente de todo esto estaba en plena acción. Los tres grandes
principios de la Cristiandad, fe, esperanza y amor, estaban todos en Tesalónica
(es decir, el vínculo completo del corazón con la fuente de poder). La fe que
caracterizaba su "obra", los mantenía en comunión con Dios. El amor
que caracterizaba su "trabajo", los vinculaba con la fuente de poder.
Y en la "esperanza" que caracterizaba su paciencia, tenemos la venida
del Señor como el objeto ante sus almas, para su paciente espera en el
servicio. De esta manera, en los Tesalonicenses ustedes obtienen poder
espiritual, Cristo mismo como el objeto, y el amor caracterizándolo todo.
Supongan que yo voy a trabajar y que el espíritu de amor está en mi trabajo,
¡qué diferencia habrá allí cuando el servicio sea sellado con el carácter de
ese amor! ¡Si es solamente el predicar el Evangelio, cuan plenamente yo pondré
el amor de Dios a disposición de un mundo perdido, si es que el amor de Cristo
está brotando en forma fresca en mi alma! Pero, ¡lamentablemente! cuán a menudo
debemos reprocharnos el hecho de continuar en una rutina de deber Cristiano,
fiel en su intención general, pero que no fluye de la fresca comprensión del
amor de Cristo hacia nuestras almas.
Pero, la justicia y la verdadera santidad, y
el aspecto de la iglesia en relación con estos caracteres de Dios, tienen su
lugar tanto como el amor, el cual es Su naturaleza. "No puedes soportar a
los malos." El estado natural, el estado normal de la iglesia, es el pleno
poder de Dios en medio del mal, presentando un resplandeciente testimonio por
medio del poder divino. La iglesia no debiera ser el lugar dentro del cual el
bien y el mal están en conflicto, sino que debiera estar en un estado tal como
para ser la manifestación del bien en medio del mal. Pero, supongan que hay una
decadencia, entonces es que hay un asunto de mal en su interior. "De su
interior correrán ríos de agua viva", es el único estado correcto de la
iglesia. Este es su estado primario y absolutamente propio. Luego viene el
poder para quitar el mal, y hace de esto una ocasión de bendición cuando éste
surge (véase el Libro de Los Hechos). Pero si cesa de ser de esta manera,
entonces surge una cuestión de mal adentro, como aquí: "No puedes soportar
a los malos." Ahora el mal había entrado, o esto no habría sido dicho. Ya
no estaba más esta corriente desbordante de virtud, sino que al ser más lenta
la corriente, navegarla en seguridad y bendición era un proceso doloroso. Las
riberas se habían roto y el mal había entrado, o no podría haber estado este
asunto referente al mal. Tomen el caso de Ananías y Safira. Ellos querían
obtener el carácter de consagración, porque la iglesia tenía tal carácter, pero
sin el costo de ello. La hipocresía había entrado en la iglesia de esta forma,
pero el poder del bien estaba allí para exponer el mal que buscó el carácter
del bien a causa de la reputación. El amor al dinero los gobernaba realmente a
ellos, modificado por la reputación del amor de la iglesia. Y la presencia del
Espíritu Santo debió ser manifestada en juicio. Este fue un triste comienzo,
cuando el bien tuvo que ser caracterizado por el conflicto con el mal, en vez
de ser manifestado el bien en mantener afuera el mal. Entonces, en cuanto a
doctrina, es la misma cosa. "Pero tienes esto, que aborreces las obras de
los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco." Se tuvo que ejercitar la
paciencia. Vemos de inmediato que este no es el primer estado (gozo sobre
aquello que es bueno), sino una obra de paciencia que era necesaria; y tenemos
que ver especialmente esta característica en nuestro andar como Cristianos. La
paciencia es lo que caracteriza individualmente el poder cuando comienza el
tiempo de conflicto con el mal.
Pero además, obtenemos otro principio. Hay
casos en los cuales Cristo aprueba el aborrecimiento. "Que aborreces"
eso que "yo también aborrezco." La doctrina de los Nicolaítas
introdujo una licencia para el mal con el carácter de la gracia, poniendo de
esta manera a Cristo en asociación con el mal. Y esta es una cosa terrible, —
introducir lo que asocia a Dios con el mal; porque Satanás imitaría o
falsificaría la gracia, y de esta forma asocia a Dios con el mal, la cosa misma
de la cual Dios dice, — "mi alma aborrece." Hemos visto que el
carácter en que Cristo es presentado está relacionado con juicio. Él está
caminando entre los candeleros. Y aquí, siendo la iglesia de Éfeso general e
introductoria, el juicio es también el juicio general resultante. Por lo tanto,
la advertencia es que la iglesia será quitada. En resumen, nosotros tenemos los
tres asuntos: responsabilidad, fracaso y, como consecuencia, juicio. Luego, con
respecto a la promesa, "Al que venciere, le daré a comer del árbol de la
vida, el cual está en medio del paraíso de Dios", el paraíso que Él ha
hecho para Sí mismo. No es el paraíso en el que Dios visitó al hombre, así como
vino a Adán, para ver lo que él estaba haciendo, y si lo estaba haciendo bien
Él le permitiría permanecer, pero si lo hacía mal, lo iba a expulsar; sino que
es Dios tomando al hombre a Su propio paraíso. Que diferencia entre el paraíso
del HOMBRE, al cual Dios vino y donde encontró pecado, y el paraíso de DIOS al
cual el hombre es tomado como resultado de la redención, para no volver a salir
nunca más. Aquí no hay dos árboles; aquí no está el árbol del conocimiento del
bien y el mal, — y hemos tenido bastante de esto en nuestra propia
responsabilidad. Nosotros poseeremos ese conocimiento allí, de acuerdo a la
santidad de Dios; y, de hecho, nosotros ya lo hacemos en naturaleza, siendo
renovados en el conocimiento de acuerdo a la imagen de Aquel que nos creó en
justicia y verdadera santidad. Pero, no hay más que un árbol, y éste es el
árbol de la vida, la única inagotable y perfecta fuente de vida en Dios; y uno,
participando de él, — siendo esto el resultado, no de responsabilidad sino de
la redención y del poder otorgador de vida, y una redención de acuerdo con los
propios consejos y pensamientos de Dios, — responsabilidad que no es dispensada
con el amor de Cristo, sino que es llevada a cabo de acuerdo al propio amor de
Cristo. "Al que venciere le daré a comer del árbol de la vida." La
gracia ha sostenido al individuo que venció; y cuando la iglesia ha fracasado,
en lugar de seguir navegando con la corriente del fracaso, ellos mismos vencen
(teniendo el corazón del santo individual, energía espiritual para formar una
estimación del fracaso dentro de ella y de juzgar esto en la visión de Dios, en
vez de ser desalentado y hundirse cuando otros estuvieron dejando ir su primer
amor). Pero, por otra parte, es bueno ver que la gracia lo hizo todo.
"Bástate mi gracia." Y el resultado fue que ellos tuvieron su lugar
en el paraíso de Dios, alimentándose de todos los frutos maduros que el árbol
de la vida podía producir.
Al aplicar todo esto como un principio
general, encontramos que el testimonio secreto de la gracia a los corazones de
los fieles es la fuente de la fortaleza. Si "para mí el vivir es
Cristo", es el testimonio de la gracia inagotable lo que me lleva a través
de todas las pruebas y dificultades; mejor dicho, mientras más grandes son la
prueba y el fracaso, más se pone en evidencia lo que Dios es para mi alma, para
que yo conozca a Dios de una manera en la que nunca Lo conocí antes (como
Abraham, "cuando fue probado, ofreció en sacrificio a Isaac" (Hebreos
11: 17 - VM); y entonces él conoció "que Dios es poderoso para levantar
aun de entre los muertos", lo cual él nunca había conocido antes). ¡Qué
consuelo es encontrar que se disfruta más de Cristo mientras más estamos en
medio de los obstáculos, y que, viendo el fracaso, lo miramos a Él, quien nunca
fracasa! "El secreto de Jehová es para los que le temen; a ellos hará
conocer su pacto". (Salmo 25: 14 - RVA).
Encontramos, entonces, en Éfeso, que comenzamos con el fracaso de la
iglesia. Tal es el testimonio del Juez, y el resultado del fracaso será el retiro
de su candelero, a menos que ella se arrepienta; y con respecto a esto, ella es
llamada a volver a las primeras obras, o de lo contrario ella cesará de ser un
testigo en la tierra.
El fracaso no estaba en la actuación pública,
no en la rectitud refutando a falsos maestros, sino en su amor, en la intimidad
de comunión con Cristo. Sus obras no habían disminuido en cantidad o celo; pero
el carácter de ellas estaba deteriorado: Cristo sabía cuándo no había en ellas
el mismo amor hacia Él.
TERCERA
CONFERENCIA
Lectura
Bíblica: Apocalipsis, Capítulos 2 y 3
ESMIRNA. En
nuestra conferencia anterior vimos que el carácter de juicio recorre el libro
completo del Apocalipsis, — en primer lugar, entre las iglesias, y después, en
el mundo. Por lo tanto, tenemos al Señor caminando en medio de los candeleros,
ejerciendo juicio, tomando nota de todo lo que está sucediendo y diciendo,
"Os daré a cada uno según vuestras obras." Y vimos, también, la
importancia de recordar la diferencia entre la iglesia vista en el cielo en
Cristo, y vista en la tierra como representando a Cristo. Nosotros somos
partícipes de Su vida, y estamos unidos a Él en el cielo; pero, es igualmente
cierto que Él ha puesto a la iglesia como un vaso para llevar Su nombre ante el
mundo, "una epístola de Cristo...conocida y leída de todos los hombres."
(2ª Corintios 3: 2, 3 - VM). También comentamos que la responsabilidad de la
iglesia aquí abajo no toca de ningún modo la cuestión de la salvación; y
también que la fidelidad de Dios para con los individuos no toca el juicio del
cuerpo colectivo que lleva Su nombre. Dios, en Su fidelidad, ha prometido
llevarlos a la plenitud de Su gloria; pero, al mismo tiempo, Él debe juzgarlos
por el fracaso en la responsabilidad en que Él los había puesto aquí abajo. No
debemos confundir Su juicio del vaso puesto en testimonio en la tierra, y Su
fidelidad a la iglesia, — la esposa, unida por el Espíritu Santo a Cristo en el
cielo. Pero, además, Dios juzga a Sus santos de manera individual para bien de
ellos, ejercitando sus corazones y conciencias en advertencias; y ellos son bendecidos
sometiéndose bajo Sus juicios, mientras "los simples pasan y reciben el
daño" (Proverbios 22 : 3), y, a la postre, como un cuerpo, son vomitados
fuera de Su boca, mientras todas las pruebas, disciplina y correcciones se
vuelven en provecho de la iglesia en cuanto a su llamamiento celestial. En el
mensaje a cada iglesia se hace una revelación peculiar de Cristo, con la que se
corresponde el juicio peculiar; y también promesas especiales y garantías dadas
al fiel, ajustadas a su necesidad especial, que satisfacen el ejercicio del
corazón, para sostenerlo.
Hemos visto que la primerísima cosa que
caracterizaba a la iglesia, considerada en su responsabilidad como es retratada
por Éfeso, era que ella se había apartado del poder de su lugar original, había
"dejado su primer amor." Tampoco es ahora el tema de la
suministración de gracia desde la Cabeza; ya no es más, "la cohesión que
aportan todas las coyunturas" (Efesios 4 : 16 - RVA), sino la entrega de
reprobaciones, advertencias y promesas, para que actúen en los corazones y
conciencias de cada uno de los santos en su responsabilidad aquí abajo.
Otra cosa que es bueno recordar aquí, es que
nosotros nunca encontraremos que el objeto del mensaje es el poder del Espíritu
Santo obrando activamente para formar y reunir. Si de lo que se habla es de
juicio, claramente ello no puede ser, porque nunca se puede decir que Cristo
juzga la obra del Espíritu Santo. Si el Espíritu Santo obra, es el poder
obrando en la gracia. Cristo, al ejercer Su juicio, está dando a conocer Su
estimación del uso práctico que ha sido hecho de la obra del Espíritu después
que ha sido dado. La primera gran verdad es que el Señor mira a la iglesia como
responsable por todo el amor del cual ella es el objeto, y espera una
devolución; y si Él no la encuentra, sino que encuentra la dejación del primer
amor, que es solamente el triste comienzo de un mayor fracaso, entonces Él
dice, "arrepiéntete...pues si no...quitaré tu candelero de su lugar."
Entonces, además, presten atención a otra
cosa. No son individuos los que son juzgados aquí, sino iglesias (aunque los
individuos pueden oír y sacar provecho de las advertencias). El Espíritu habla
así a las iglesias; pero no habiendo respuesta de la iglesia, ningún
arrepentimiento, al no realizar las primeras obras, ningún regreso al primer
amor, el candelero debe ser quitado. Y entonces el mensaje viene
individualmente a aquel que "tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a
las iglesias."
Pero, aunque ella ha fracasado como iglesia y
el candelero deba ser removido, aún hay alguna cosa tal como energía individual
para vencer. Y, presten atención aquí, que se trata de vencer en la condición
en la que la iglesia se encuentra en sí misma. La responsabilidad de los
individuos es la de vencer donde ellos estuviesen. Esto era muy diferente del
estado de cosas cuando la plenitud de la bendición fue derramada por el
Espíritu Santo. Aquello que debía ser vencido estaba ahora al interior de la
iglesia, no solamente en el mundo. "Y esta es la victoria que ha vencido
al mundo, nuestra fe." Él reavivará el corazón del fiel por medio de
promesas para sostenerlo contra el lazo de Satanás en el mundo; pero, cuando la
decadencia ha entrado, entonces la conciencia necesariamente llega a ser
ejercitada con respecto al mantenimiento del lugar donde ellos estuviesen. Han
entrado lazos, dificultades y peligros; porque debemos recordar que, cuando se
le habló a Esmirna, la iglesia había caído de su primer amor; y en el momento
que el Espíritu se dirige a la iglesia como una iglesia caída, ella deja de
ser, en sí misma, un lugar de seguridad para el santo; él no puede dar por
hecho que al andar con ella, él anda de acuerdo al poder y a la voluntad de
Dios. Una iglesia caída no me puede asegurar del error; estando ella misma bajo
juicio, ella no puede ser una garantía con respecto a nada. Verdaderamente ella
nunca lo fue; sino el poder apostólico y la energía que la sostenían, y
cuidaban de ella, mientras los apóstoles vivían. (Ver Hechos 20: 28, 29 y 2ª
Pedro 1: 15.)
Después, los individuos son señalados, porque
la iglesia ya no me puede garantizar en esto o en aquello. La iglesia puede
tener razón en esto o en aquello, pero yo tengo que hacer efectiva mi seguridad
en contra de la iglesia, o, en todo caso, con independencia de ella, por medio
de la palabra de Dios; pues yo debo discernir lo que puedo y lo que no puedo
seguir por medio de la palabra de Dios aplicada por el Espíritu. Pero, por otra
parte, este estado de cosas no significa, de ninguna manera, que no hubiese
bendición alguna, que no hubiese quedado nada excelente en la iglesia; porque
encontramos al Señor reconociendo y alabando muchas cosas. Pero, ciertamente,
yo escasamente necesito decir cuán sorprendentemente importante es este
principio, a saber, que una iglesia que fracasa deja de ser una garantía; y,
por consiguiente, yo tengo que juzgar en responsabilidad individual lo que voy
a recibir y lo que voy a rechazar. La iglesia ha sido, tal como fue formada por
Dios, un lugar de bendición con respecto al individuo, un guardián para Cristo
del estado en el que ellos estaban, como siendo el vaso y la expresión del
poder del Espíritu Santo, el resultado apropiado de Su obra; pero esto no es
así de ninguna manera ahora que ella ha dejado su primer estado; y, como hemos
comentado, de hecho, solamente los apóstoles la mantuvieron siempre en ese
estado, como en el caso de Ananías y Safira, la iglesia de Corinto, etc. No
obstante, nuestra responsabilidad nunca cambia; ni tampoco Cristo puede
fracasar en la gracia necesaria para el estado en el cual se encuentra la
iglesia.
Yo aprovecharía aquí la oportunidad para
hacer un comentario acerca de la palabra, 'desarrollo', que Satanás ha
introducido como una palabra muy favorita. Pues bien, hay una perfecta y total infidelidad
envuelta en este pensamiento de desarrollo en la iglesia del Dios viviente. No
hay nada en Dios que se deba desarrollar; Él es el inalterable origen perfecto
de todo. A lo que Dios nos ha llamado ahora es a una revelación perfecta de Sí
mismo en Cristo, tal como vimos en 1ª. Juan 1: 1, 2. Allí estaba la
manifestación de esa vida eterna la cual estaba con el Padre; y es evidente que
no puede haber ningún desarrollo de aquello que ha sido manifestado, a no ser
que nosotros podamos conseguir algo más allá de la perfección de Cristo, en
quién habita toda la plenitud. Dios es luz; Cristo era la luz verdadera; y esto
resplandeció plenamente en la revelación de la gloria de Su Persona, por el
poder del Espíritu Santo. ¿Y podemos nosotros conseguir algo mejor o más pleno
que esta "Luz"? ¿Podemos agregar algo a esta revelación de la
"Verdad"? Hay mucho que se debe aprender acerca de Él; pero lo que
aquí es presentado es una Persona, y no una doctrina. Si fuera meramente una
doctrina, podríamos conseguir que se agregara algo, — otra doctrina; pero no es
meramente una cuestión de doctrina, sino de una Persona viva que ha sido
revelada. Entonces bien, ¿si es Cristo mismo, que más puede ser revelado?
Nosotros no podemos agregar a lo que Dios ha forjado. ¡Cuán lamentable! el
hombre puede decaer de ello, como fue el caso en Éfeso. Ellos habían dejado su
primer amor; ellos habían dejado algo: no hay ningún desarrollo en esto.
Nosotros siempre podemos aprender, obviamente, y deberíamos estar siempre
aprendiendo más sobre aquello que fue revelado al principio; pero Dios siempre
presenta perfecta cada cosa en el principio. Porque Dios no puede crear nada
sino lo que es perfecto, nada que sea inferior o contrario a Su pensamiento.
Por tanto, el hombre en inocencia fue creado
perfecto en esa inocencia, y Adán cayó. El sacerdocio de Aarón fue perfecto en
su tipo, pero hubo fracaso en Nadab y Abiú. Cualquier cosa que Dios haya
sembrado, Él ha sembrado una semilla totalmente correcta de acuerdo con Su
pensamiento. Lo que viene de Dios debe ser perfecto, y no puede ser hecho más
perfecto por ninguna otra operación, en absoluto. Esta es una verdad muy
simple; pero es una verdad que corta de raíz y derriba un sistema completo de
pensamientos y sentimientos que podrían poner algo entre nuestras almas y
Cristo. No es que Dios no pueda revelar en la criatura más de lo que Él ya ha
revelado, y lograr lo que es mejor de lo que fue antes. Él lo hace: el segundo
Adán es clara e infinitamente más excelente que el primero. Pero, lo que Él
crea es absolutamente perfecto, como la expresión de Su mente en ello. El
hombre no puede mejorar o agregar a ello. Lo establecido para nosotros es la
manifestación perfecta de Dios en Cristo; aquí la noción de desarrollo es un
rechazo del verdadero objeto, o blasfemia. Así lo dice Juan, "Lo que era
desde el principio", cuando Él guardaría seguros a los santos. Pero,
incluso con respecto a la gloria, como en la responsabilidad del hombre, eso
fenece. Dios "te había plantado vid escogidísima, toda ella de buen
veduño; ¿cómo pues te me has convertido en sarmientos degenerados de una vid
extraña?" (Jeremías 2: 21 - VM). A raíz de esta causa, — cuando algo es
puesto directamente en la mano de un hombre, hay alejamiento.
Obtenemos entonces otro principio. Una vez que ha entrado
este alejamiento, Dios
usa el poder de Satanás que actúa por medio de la hostilidad del mundo, para
dos fines: primero, para ejercitar la vida divina en un santo; en segundo
lugar, para impedir un mayor alejamiento del Señor. Esta es la
"tribulación" que iban a tener; y, por consiguiente, cuando llegamos
a Esmirna, oímos de persecuciones. Si ustedes toman la historia de la vida de
Cristo, ella fue un ejercicio de prueba y padecimiento hasta que Él llegó a la
cruz; y no fue que necesitara la cruz para librarlo a Él de cualquier mal
existente; ella solamente resaltó más plenamente Su perfección, que Él pudiera
ser hecho perfecto en el justo resultado, como un hombre en gloria, de lo que
Él era moralmente. "Por lo que padeció aprendió la obediencia." La
manifestación de todo lo que estaba en Él fue presentada por medio de la
oposición y el desprecio. Su senda hacia la cruz se volvió más y más oscura. Él
tenía que vencer a Satanás, y dice para otros, "Al que venciere, le daré
que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con
mi Padre en su trono."
El segundo objetivo para el cual Dios usa el
poder de Satanás, en persecuciones y pruebas para los santos, es para evitar un
mayor alejamiento de Él mismo. Hay una tendencia constante en el corazón de los
santos a tomar un descanso en las circunstancias prósperas, debido a que la
carne se vuelve, de manera natural, hacia aquello que es agradable en el mundo
para descansar, cuyo resultado es un decaimiento de vitalidad interior; pero
esto no sirve. Por consiguiente, Dios dice, "Levantaos y marchad, porque
no es éste vuestro descanso; por cuanto está contaminado." (Miqueas 2: 10
- VM). La persecución es la porción natural de la iglesia de Dios mientras esté
aquí abajo, en un mundo de pecado. Y cuando la iglesia empezó a descansar al
comienzo, Dios se vio obligado muy pronto a introducir la persecución en medio
de ellos.
En el evangelio de Mateo, el Señor revela de
hermosa manera el espíritu y carácter del reino en el sermón del monte:
"Bienaventurados los pobres en espíritu"; "Bienaventurados los
mansos"; Bienaventurados los de limpio corazón", etc., etc. Bendecir
es el carácter en el cual Él introduce el testimonio que Él estaba llevando.
Dios estaba mostrando lo que era bienaventurado a Su vista. En aquel tiempo, la
gracia de Cristo estaba recién comenzando a ser manifestada, mostrando las
consecuencias naturales de los principios y del carácter moral de Su reino. Los
milagros que Él ya había realizado habían atraído la atención de multitudes de
todo el país circundante, y, por tanto, Él explica aquí a los que oían, el
verdadero espíritu y carácter del reino, que ellos en verdad estaban pensando
que era absolutamente de otra manera, y dice quiénes son los bendecidos; pero
al final del evangelio, en el capítulo 23, es "¡Ay!, ¡ay!, ¡ay!" en
vez de bendición. "He aquí vuestra casa es dejada desierta. Porque os digo
que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre
del Señor." Esto fue porque la oposición del hombre fue resaltada
totalmente por la manifestación perfecta de lo que Cristo era. El comienzo del
evangelio de Mateo era la emanación bienaventurada de lo que estaba en Su
corazón, mientras que el curso de Su vida resalta lo que había en sus
corazones, y por eso la palabra, "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas!", etc.
Volviendo al tema, — Dios nos envía
tribulación, oposición desde afuera, para resaltar la gracia y para impedir la
tendencia constante a la ruina; y con Cristo esto fue siempre y solamente para
resaltar la gracia. Por tanto, Dios usa a Satanás como un instrumento para
producir bendición incluso para la iglesia. Tomen a Job, por ejemplo. ¡Cuán
maravillosamente fue usado Satanás por Dios para bendición en el caso de Job!
Es Dios quien comienza la conversación con Satanás, y Él sabía perfectamente
bien todo lo que Él estaba haciendo al atraer la atención de Satanás hacia Job,
y dice, "¿No has considerado a mi siervo Job?" La maldad de Satanás
estaba totalmente dispuesta para infectar y perseguirlo; pero esta malignidad
de Satanás fue usada por Dios para traer a Job a aquello que era necesario para
su bendición, — a saber, el conocimiento del mal que había en su corazón, lo
cual él no habría aprendido de ningún otro modo. Entonces, por otra parte,
tomen ustedes a Pablo. Él fue arrebatado al tercer cielo, para obtener allí tal
sentido del poder de Dios, que lo capacitaría para su servicio peculiar a la
iglesia y al mundo, y tal revelación de la gloria de Jesús como era apropiado
para sostenerlo bajo todas las pruebas a través de las cuales él tenía que
pasar inevitablemente. ¿Y cuál sería el uso que la carne haría de esto? De qué
forma se habría envanecido y habría dicho, «Pues bien, Pablo, tú has estado en
el tercer cielo, y nadie ha estado antes allí sino tú.» De manera que se le dio
un aguijón en la carne, el mensajero de Satanás para que lo abofeteara; y por
esto él rogó tres veces al Señor, que lo quitara de él; pero no, no podía ser quitado,
para que Pablo no se pudiera enaltecer en forma desmedida. Pero él obtiene esta
seguridad, — "Bástate mi gracia." Eso que llegó a ser una fortaleza
para Pablo, en lo que a él mismo le concernía, fue aquello a través de lo cual
él aprendió su propia debilidad, — el "aguijón en la carne", el
mensajero de Satanás para abofetearlo; porque eso llegó entonces a ser un
asunto de la gracia y de la fortaleza de Cristo, y no de Pablo. "Por
tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose
sobre mí el poder de Cristo." (2ª Corintios 12: 9).
Parece asombroso que Dios deba usar a Satanás
como un instrumento con el cual probar a los santos, y no interfiera para
librar: pero Él lo hace así, tal como lo vemos aquí; porque Él no dice, «Yo te
echaré en la cárcel», sino, "el diablo echará a algunos de vosotros en la
cárcel"; pero, ¿acaso no podía el Señor haber impedido esto? Por supuesto
que Él podía; pero como la prueba era necesaria, si Él hubiera impedido que el
diablo actuara de esa forma, Él les habría impedido a ellos las bendiciones que
habrían resultado de una prueba tal. Tomen, además, el caso de Pedro. El Señor
dijo, "Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he
rogado por ti, que tu fe no falte"; ¿Qué? ¿Acaso Pedro no debía ser
zarandeado? No, no es así; porque Pedro necesitaba ser zarandeado, debido a que
él tenía confianza en la carne. Pero el Señor oró para que su "fe no
falte"; es decir, que Pedro pudiera ser sostenido bajo su prueba, — que su
corazón no dejara de asirse de Cristo, sino estar asegurado de Su amor y
obtener la bendición supuesta. Y Pedro alude a tales pruebas de la fe cuando él
dice, "para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el
oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza,
gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo." (1ª Pedro 1: 7). Y cuando
Satanás hubiera cernido la paja del
trigo, entonces el Señor lo usaría como Él dijo: "y tú, vuelto a mí,
fortalece a tus hermanos." (Lucas 22: 32 - VM).
Cuando la iglesia había caído, — había dejado
su primer amor, ella tenía que ser puesta en el horno, para evitar que el
mundo, sus tentaciones y su maldad actuaran sobre sus propias tendencias
perniciosas, mientras permanecía en un cuerpo de pecado y muerte. Mientras la
iglesia estuvo caminando en la frescura de su "primer amor", el mundo
no tuvo ningún poder sobre ella. Cristo era demasiado vívidamente el objeto
delante de la iglesia para que ella se sumergiera en otros afectos que dejan el
corazón abierto al razonamiento de la incredulidad. Pero, cuando el
"primer amor" fue dejado, entonces la iglesia llegó a ser la presa de
su propia carne maligna, actuó según los males de alrededor y, por
consiguiente, ella debió ser puesta en el horno, el lugar donde Satanás
perseguía, para impedir que ella fuera al lugar mucho más peligroso donde mora
Satanás, es decir, el mundo.
Versículo 9. "Yo conozco tus obras, y tu
tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico)". Cuando la iglesia fue
creada al principio, los cristianos eran pobres y despreciables en apariencia.
Al dejar su primer amor, ellos estaban en peligro de caer dentro de la
corriente de los razonamientos del mundo; y el Señor deja suelto al príncipe
del mundo contra ellos, los deja encontrar su padecimiento donde ellos estaban
en el peligro de encontrar un descanso y gozo falsos, pero, el verdadero
carácter de enemistad del mundo, en lugar de sus falsas tentaciones que los
guio a entrar, y lejos del amor del Padre; y ellos se sumergen en la insignificancia
y pobreza dentro de las cuales la oposición del mundo pone a los santos.
"Pero tú eres rico", dice el Señor. Estos pocos pobres despreciados
poseían una riqueza inagotable. Se multiplicaron y aumentaron en el mundo, y
entonces hubo una tendencia a descansar en los efectos producidos y no en el
Señor; y el Señor, amándolos demasiado para permitir esto, debe ponerlos en el
horno para hacer que se apoyen en Él mismo. Pues Él lanzará a la iglesia en
conjunto en su propia porción apropiada y, por consiguiente, Él usa la
hostilidad del mundo para conducirla de regreso hacia sus propias esperanzas y
privilegios apropiados. Pero, para esto parecería extraño que el Señor deba
dejar que ellos sean probados "diez días", si no fuera para
enseñarles que su porción es el cielo y no la tierra; que ellos no van a
permanecer en la tierra, sino que van a pasar a través de ella como peregrinos
y extranjeros, para glorificarlo a Él, el cual fue un extranjero cuando estuvo
aquí abajo, y quién, ahora en la gloria, es un extranjero para el mundo, como
el mundo. Pero, por otra parte, esto muestra también que la prueba es medida.
Dios puede usar a Satanás como una vara, pero él no puede tocar un cabello de
nuestra cabeza más allá de lo que se le permite.
Pero, la iglesia debe ser traída a la
conciencia profunda del estado desde donde ella ha caído tan profundamente. Por
este motivo, Cristo no sólo permitió al diablo a echar algunos de ellos en la
prisión, sino que también dice, "Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la
corona de la vida." Ellos pueden ser martirizados, ¿y entonces qué? Jesús
les da una corona de vida. La iglesia se había deslizado al interior del mundo;
y, a pesar de eso, dónde la fe viviente estaba en ejercicio, el efecto era
darle a Cristo Su verdadero lugar, y para fortalecer todo. Una vez llegada la
cuestión de abandonar a Cristo, había mártires, quizás incluso entre los más
mundanos. Esto es visto a menudo. Tal como lo es ahora, en el día en el cual
nosotros vivimos. Los cristianos están buscando lo que el mundo busca
principalmente, riqueza, poder e influencia: y estas tres cosas son justo lo
que el Señor no tenía. ¿Y puedo yo decir que soy un extranjero donde tengo
poder e influencia? Ciertamente no; y si el Señor vuelve la corriente contra
ellos, entonces deben atravesar el horno. Si la iglesia se interesa en el
mundo, en cualquier sentido, como su porción, debe dejar a un Cristo celestial
y a un Cristo crucificado. La iglesia de Dios no puede estar asociada con el
mundo y con la religión sin que ella pierda su verdadero carácter.
El objetivo del Judaísmo era asociar la
religión con este mundo, con la tierra. Y Dios probaba así si el hombre podía
ser atraído al propio Dios a través de cosas terrenales que estaban asociadas
con Él. Con este objetivo, Dios les dio un templo magnífico, vestimentas
hermosas, ceremonias espléndidas, la música y el canto, para que Él pudiese
mezclar los sabores y sentimientos de la naturaleza con Él mismo. Pero, noten
que todo esto necesitaba un sacerdocio entre ellos y Dios; porque no se trataba
de la presencia de Dios, como luz, en el cielo, y la comunión pacífica con Él.
Estas cosas terrenales no hacen sino mantener el alma a una distancia de Dios.
Porque, dondequiera que el mundo se conecta con la religión, el sacerdocio debe
entrar, pues en el momento que ustedes tienen al hombre tal como él es, él no
puede estar de pie ante Dios; él no puede estar de pie en la luz y, por
consiguiente, necesita un sacerdote.
Pero ahora nosotros somos hechos cercanos;
podemos estar en la luz así como Dios está en la luz: somos sacerdotes; y con
respecto a nuestro lugar en la presencia de Dios, no hay ninguna necesidad de
un sacerdocio entre Dios y nosotros. Cristo padeció fuera de la puerta; y en el
momento que la sangre de Cristo, con la cual somos santificados, es llevada
dentro del lugar santo a la presencia de Dios, nuestra asociación es con los
lugares celestiales, y nunca más con una ciudad terrenal (puesto que ahora no
hay una ciudad santa); y somos sacados completamente del mundo (del mundo, que
es religioso de manera carnal, y por eso, para nosotros, es el campamento.
"Salgamos, pues, a él, fuera del campamento") y estemos dentro del
velo con Él. Ello era exactamente lo que el apóstol estaba enseñando a los
Hebreos. Ellos no podían seguir con la religión de carácter mundano, con el
judaísmo, que era la religión terrenal de Dios. De ahí también que el apóstol
diga que, si él había conocido a Cristo según la carne, ya no lo conocía más
así. Él sólo era para él un Cristo celestial.
Bajo el Judaísmo, las ordenanzas carnales
relacionaban al hombre con Dios; pero, siendo Cristo rechazado, sus seguidores
tienen Su lugar de aceptación en el cielo, y el rechazo en la tierra. La cruz o
el cielo. Ahora no hay punto intermedio, — Cristo es completamente celestial; y
nosotros hemos sido resucitados para sentarnos en lugares celestiales en Él. En
el momento que la iglesia pierde el sentido de su lugar celestial en Cristo, el
Señor, en Su fiel amor, deja suelto el poder de Satanás sobre nosotros, simplemente
para que podamos aprender que el mismo mundo que estamos buscando adoctrinar
religiosamente, es el lugar del trono de Satanás. Por supuesto que en tal caso
estaremos seguros de tener al mundo y sus pensamientos sobre la religión
completamente opuesto a nosotros; pero entonces tendremos a Cristo y Sus
pensamientos con nosotros, el cual dice, "No temas en nada lo que vas a
padecer", porque, "Yo soy el primero y el último; y el que vivo, y
estuve muerto".
El carácter de Cristo en el mensaje a esta
iglesia es como, "muerto y vivo". Cristo no es meramente divino, —
Dios, — sino que Él es también Aquel que estuvo muerto y está vivo nuevamente
para siempre. Considerado como hombre, Él ha sido rechazado y echado fuera; así
que, como María Magdalena, debemos tener un sepulcro vacío (porque esto es todo
lo que el mundo es, si buscamos a Cristo), o a un Jesús resucitado. Si el
corazón de ustedes está fijo en Cristo, todo lo que ustedes encontrarán en este
mundo es el sepulcro de Jesús, y nada en él. Entonces, nosotros no tenemos nada
que ver con este mundo, porque si estamos en espíritu con nuestra Cabeza en el
cielo, nosotros tenemos todas nuestras bendiciones allí. Pero, por otra parte,
tener y mantener el corazón y el alma elevados hacia esto, es una constante dificultad
en un mundo como este; pero esto debe ser hecho. Pues de lo contrario, si no
nos adherimos al mundo, el mundo por sí mismo se adherirá a nosotros; y si
entra el decaimiento y es dejado el primer amor, entonces debe venir la
"tribulación", para que no nos conformemos "a este siglo."
Este fue el caso aquí con la iglesia. Ellos habían dejado su primer amor, por
consiguiente, tenían que ser puestos a través de este curso de prueba, para
mantenerlos en el recuerdo de que ellos no eran del mundo. El Judaísmo entró
sigilosamente, — el desarrollo, etc., etc., — "entremetiéndose en cosas
que nunca vió, hinchado vanamente por su ánimo carnal" (Colosenses 2: 18 -
VM), en vez de ser unos pocos despreciados, una "manada pequeña."
Ellos crecieron asombrosamente en número, así que quisieron ser bien vistos en
la carne. De hecho, ustedes se encuentran con que la cosa completa se conformó
rápidamente a semejanza con la jerarquía Judía. Entonces entra la persecución y
estalla sobre todo ello; y si incluso hubo persecución hasta la muerte, donde
hubo una fe viviente en un Dios viviente, aunque una persona tal pudo morir
aquí, él no sufrirá daño de la segunda muerte. La historia de estos tiempos
demuestra que el poder viviente, y la verdad en la iglesia, no estuvieron en
sus maestros sino en sus mártires.
PÉRGAMO.
"Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de
Satanás." Aquí nosotros tenemos otro y más sutil carácter de mal. El Señor
reconoce el mérito a todo lo que Él puede. La iglesia había pasado por la
persecución, y había sido fiel. Leemos, "Pero retienes mi nombre, y no has
negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue
muerto." Pero, ahora no se trataba meramente de mundana persecución
externa (eso asaltaba pero purificaba la iglesia), sino de corrupción doctrinal
en su interior. La iglesia de Dios tiene su lugar de responsabilidad en el
mundo donde está el trono de Satanás. Si éste deja de ser un mundo perseguidor,
debido a que la iglesia ha dejado de ser una iglesia testimonial celestial, a
pesar de eso, la iglesia está viviendo allí; ese es el lugar donde ella aún
está, con respecto a sus formas externas, y ha estado siempre desde la época
mencionada aquí. Aquí no es un asunto de conducta individual, sino de posición
colectiva de la iglesia.
Las personas tienen la noción de que Satanás
dejó de ser el príncipe de este mundo cuando Cristo fue crucificado. Pues bien,
yo diría simplemente que fue en la cruz de Cristo donde Satanás llegó a ser
enfáticamente el príncipe de este mundo. Realmente él siempre lo fue, referente
al corazón del hombre. Pero hasta que Cristo fue rechazado, se podría haber
esperado que de algún modo se podría hallar, o podría hacer que brotara, algún
bien en el hombre; pero la cruz demostró y determinó el sometimiento del
corazón del hombre a Satanás, de tal forma que nada podría librarlo como tal.
Por supuesto que la cruz fue virtualmente la destrucción de su poder, porque
allí Cristo destruyó a aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el
diablo. Entonces, en un sentido, referente al cumplimiento de la obra que debía
efectuar esto, referente a la justicia ante Dios, su poder cesó, su cabeza fue
herida, aunque el fruto de esta obra cumplida aún no ha sido presentado
mediante poder. El hombre ha sido probado en todas las formas y, finalmente, en
el sistema Judío, ha sido puesto bajo responsabilidad por la ley, y examinado
en el terreno de la obediencia. Allí él ha fracasado, pero él está dispuesto a
pensar que, si él hubiese hecho todo lo que a él le gustaba, él habría
establecido todo en forma correcta. Él fue puesto a prueba en esto, por la
entrega de poder en sus manos, en la persona de Nabucodonosor. Él fracasó en
ambas formas, es decir, en los Judíos, y en el representante del poder
imperial. Cristo vino. Satanás arriesgó todo para deshacerse de Cristo, pero
esto sólo terminó en su propia derrota; y a pesar de eso, se le ha dejado
conducir, por un tiempo, el mundo fuera del cual Cristo ha sido echado, el
cual, en sus formas universales y variadas, es el instrumento de Satanás (tal
como vemos en la crucifixión del Señor). Satanás, el príncipe de este mundo,
vino y no encontró nada en Cristo; pero los principales sacerdotes, los
Fariseos, Poncio Pilato, los Judíos y el poder Gentil, estaban todos guiados
por él. E incluso Sus propios discípulos Lo abandonaron, a causa del temor de
ellos al poder de Satanás manifestado en el mundo. En una palabra, el mundo
entero fue guiado por Satanás para rechazar a Cristo, y desde ese momento
Satanás es el príncipe manifiesto de este mundo: porque, hasta que Cristo fuese
rechazado por el mundo, Satanás no podía ser expuesto como el príncipe del
mundo. Y el Señor lo tenía como tal, llamándolo "el príncipe de este
mundo", diciendo, "Ahora es el juicio de este mundo; ahora el
príncipe de este mundo será echado fuera." (Juan 12: 31). "Porque
viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí." (Juan 14: 30).
La iglesia de Dios ha sido sacada enteramente
del mundo para estar asociada con el Príncipe de Dios en el cielo; y por
consiguiente, los Cristianos no tienen nada por lo que estar morando, como su
lugar de morada, su hogar, donde está el trono de Satanás, viviendo en el mundo
y como el mundo. Pero, ¡lamentablemente! la iglesia prácticamente se ha
deslizado fuera de estar "asiéndose de la Cabeza," y ha tomado un
carácter terrenal. Si "para mí el vivir es Cristo", no es Cristo el
hecho de estar en la religión mundana; porque el hombre en la carne debe tener
algo entre él y la Cabeza. La diferencia entre el cristiano y la religión del
mundo es del carácter más absoluto. "Si pues moristeis con Cristo en
cuanto a los rudimentos mundanos, ¿por qué, como si vivieseis (es decir,
estuvieseis vivos) aún en el mundo, os sujetáis a tales decretos,...?"
(Colosenses 2: 20 - VM). Un hombre en el mundo debe tener preceptos. ¿Cómo puede
continuar religiosamente sin ellos? Pero los preceptos no son Cristo; ellos han
sido clavados en Su cruz. No hay posibilidad de escapar de la religión del
mundo, de preceptos, y de cosas por el estilo, excepto por medio del saber y el
andar en el poder de un Cristo muerto y resucitado. El hombre en la carne debe
tener una religión de preceptos entre él y Dios; pero si está unido a la Cabeza
en el cielo, nada puede necesitar para llevarlo más cerca, porque él es uno con
Cristo; y si él no es uno con la Cabeza, entonces está separado de Cristo.
Pongan ustedes cualquier cosa entre Cristo y las almas, y todo está perdido.
Entonces la posición se convierte en una totalmente diferente.
Esta tendencia corrupta a la asociación con
el mundo trajo la persecución al interior, pero con la promesa apropiada,
"Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida." Es
bastante verídico que el Señor causa la prueba, pero ustedes nunca encuentran
que hay en Él cualquier consentimiento moral en el mal. Él no puede tentar
según una doctrina maligna. El Señor les ha enseñado la maldad de esta
asociación corruptora con el mundo, convirtiéndolo en un mundo perseguidor;
pero Él no pudo haber enviado la enseñanza maligna de Balaam. Porque sería
imposible hablar de Cristo enviando la tentación moral como una vara para la
corrección de los santos. Él puede permitirlo en Su sabiduría santa. Al
esfuerzo del enemigo en Pérgamo no le gustaría la tribulación de la cual se
habla en Esmirna. Balaam los asociaría religiosamente a ellos con el mundo, —
un mal más doloroso que el poder de Satanás persiguiendo abiertamente.
En Éfeso, nosotros tuvimos el primer punto de
alejamiento, el dejar su "primer amor". En Esmirna ellos fueron
puestos en el horno. La persecución no había logrado los objetivos de Satanás,
— la fidelidad incluso hasta la muerte había coronado a las víctimas con un
honor de mártir: pero aquí surge un nuevo peligro. Ellos estaban morando donde
está el trono de Satanás. El mundo es el lugar del trono de Satanás; y ahora la
corrupción es enseñada, agradando a la carne, asociando a la iglesia con el
mundo. El enemigo está trabajando adentro. "Tienes ahí a los que retienen
la doctrina de Balaam."
De este modo, hay una sorprendente y muy
instructiva diferencia entre la persecución de Esmirna y la seducción de
Pérgamo. El Señor dice en Esmirna, "el diablo echará a algunos de vosotros
en la cárcel, para que seáis probados...Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré
la corona de la vida." «Yo he muerto por ti, y ahora tú sé fiel hasta la
muerte por mí.» En Esmirna el Señor no daría un paso para impedir las
consecuencias de la posición en que ellos estaban, pero los vuelve hacia el
mantenimiento de la iglesia decadente en su propio carácter verdadero, dando la
seguridad de la promesa eterna y celestial, una corona para el fiel. Pero, en
Pérgamo, el hecho de estar morando en el lugar donde estaba el trono de Satanás
muestra a la iglesia en otra forma. Y el Señor no podía, sin juzgar al mundo,
quitar el lazo actuando sobre el mundo mismo. Ustedes tienen la sutileza
satánica actuando conjuntamente con el mundo, y por medio de su espíritu en la
iglesia, — un falso profeta que lleva a la asociación con el lugar del trono de
Satanás dónde este trono está, — es decir, el mundo que había dejado de ser un
perseguidor. Ustedes tienen allí a Balaam; no todavía a Jezabel.
Un carácter muy terrible y espantoso es ese
de Balaam. La cuestión ya se había planteado en el terreno del fracaso de
Israel, si Dios los llevaría a la tierra, — si Satanás, a través de sus
instrumentos, Balac y Balaam, podría impedir la entrada de Israel en Canaán. El
esfuerzo fue conseguir que Jehová maldijera a Israel, pero ellos no pudieron.
Porque, como entre Él y el acusador, Dios no "ha visto perversidad en
Israel," ni había allí alguna posibilidad de usar el poder de Satanás
contra el pueblo de Dios, como dijo Balaam, "Que no hay hechizo contra
Jacob, ni hay adivinación contra Israel." (Números 23: 23 - VM). Dios
contuvo los labios de Balaam y lo obligó a hablar bendiciones en vez de
maldiciones, a pesar de él mismo. "Resistid al diablo, y huirá de
vosotros." Cuando el diablo viene como un adversario, él no tiene poder;
el secreto de su poder consiste en entrar como un tentador y seductor. Cuando
Satanás no pudo prevalecer en conseguir que Jehová maldijera a Israel, él los
sedujo hacia la maldad, guiándolos "a comer de cosas sacrificadas a los
ídolos, y a cometer fornicación". Y entonces, ¿cómo podría el Dios santo
hacerlos entrar? (Véase Números 25).
En Pérgamo, Satanás viene al interior de la
iglesia como un Satanás seductor; mientras que en Esmirna, Satanás se mantiene
fuera de la iglesia como el Satanás perseguidor. Por consiguiente en Esmirna
ellos son exhortados, "No temas en nada lo que vas a padecer." La debilidad
está en el "temor"; el peligro está en temer. Cuando el santo está
fuera de la persecución, él a menudo tiembla mientras la mira y se asusta. Pero
cuando una vez que él está completamente en ella, si él tiene fe, él saca su
vista de ella y mira a lo alto a Dios, y encuentra que él nunca fue tan feliz.
De esta forma, él es separado del mundo y preparado para percibir cuál es su
propia porción apropiada. Pero, como la iglesia de Dios está morando en
territorio de Satanás, si él no tiene este carácter persecutorio, entonces él
le da a ella tanto del mundo cuanto él puede (porque, como dice Satanás,
"A ti daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha
sido entregada, y a quien quiero la doy" (Lucas 4: 6); y si se puede decir
del mundo «tú has enriquecido a la iglesia», entonces el mundo va a poseer el
corazón de la iglesia, en vez de su Cabeza resucitada, "Porque donde está
vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón." Balaam fue un
profeta, aunque uno falso, y pudo usar el nombre de Jehová y declarar que él
debía hablar solamente por Su palabra; y nosotros encontramos aquí su espíritu
viniendo al interior de la iglesia para hacerla estar a gusto en el mundo. El
siervo malo (quien dijo en su corazón, "Mi señor tarda en venir; y comenzaré...a
comer y a beber con los borrachos"), aun así, fue tratado como un siervo,
aunque uno malo. Si Satanás puede hacer que un solo Cristiano esté cómodo en el
mundo, él ha logrado su objetivo. Entonces ellos podían ir y comer en el templo
del ídolo, etc.
En los nicolaítas tenemos a la carne actuando
en la iglesia de Dios; y en Balaam es el espíritu del mundo, introducido por el
falso profeta, entrando, y de una manera seductora, para llevar a la iglesia a
unirse con el mundo, para hacer que la iglesia esté tranquila y cómoda en el
mundo que dio muerte a Cristo.
Tenemos aquí un maestro, un tipo de
instructor religioso; como dice, "los que retienen la doctrina de Balaam,
que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel." "Y
también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo
aborrezco." En el caso anterior, en Éfeso, fueron "las obras de los
nicolaítas", pero aquí hay una doctrina que permite obras malignas, — el
antinomianismo, y peor, — que no sólo estaba contra la ley, sino contra Cristo,
estando la corrupción interior conectada con la asociación con el mundo de
afuera, y estimulada por dicha asociación. Es muy triste (y nuestros corazones
debieran llevar la carga de lo que sucede al interior de la iglesia) ver cómo
la iglesia decayó a pesar de eso, después que la tribulación la había iluminado
hacia Dios luego de comenzar a fracasar en Éfeso (porque la raíz de mal estaba
allí), y volviéndose cómoda la hizo estar satisfecha de morar donde estaba el
trono de Satanás, y entonces, claro, se abrió la puerta para la doctrina
maligna, la enseñanza falsa, conectando la carnalidad con la espiritualidad, lo
cual es antinomianismo. Satanás no deseó perseguir donde él pudo corromper;
porque las persecuciones de Satanás solamente iluminan al alma hacia Dios,
mientras que las corrupciones seductoras de Satanás separan imperceptiblemente
el alma de Dios. No había aún la plena madurez de maldad como en la época de
Jezabel, sino solamente la enseñanza de la doctrina que permitía estas obras malignas;
pero, en la iglesia siguiente nosotros vemos que hay hijos nacidos de este mal,
siendo el mal su lugar de nacimiento moral.
Vemos que el ojo y el corazón del Señor los
ha seguido hacia donde ellos moran, cerca del trono de Satanás, como Él dice,
"Yo conozco...dónde moras"; y desde allí (es decir, del espíritu de
asociación con esto) Él los llamaría con Su palabra de advertencia, "Por
tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con
la espada de mi boca." Aquí se habla de la palabra en forma judicial, como
de una espada saliendo de la boca de Cristo. En tal estado de cosas la palabra
de Dios es la fuente hacia la cual el santo es atraído. Ahora la promesa se
vuelve mucho más individual: "Al que venciere, daré a comer del maná
escondido." Era la fidelidad escondida que iba a ser sostenida por la
promesa de este maná escondido (visto, de hecho, en un sentido, porque los
frutos serían manifestados a todo alrededor). La iglesia, como un cuerpo,
estaba morando en el mundo; entonces, como una consecuencia necesaria, viene la
vida secreta del corazón del alma fiel con Dios en el poder de la Palabra. Este
es el vínculo interior con eso que nunca cambia en su carácter, sosteniendo la
fidelidad secreta a Dios. ¡Y que diferente es esto del uso judicial de la
Palabra, — a saber, ¡ser combatido por la espada de la boca de Cristo (los
miembros que viven estando asociados con el Cristo que sufrió en la tierra,
pero que ahora está en el cielo)!
El maná señala al Hijo de Dios que se encarnó
para dar vida a nuestras almas, Su entrada en humillación dentro de todas
nuestras circunstancias, y es la provisión para el andar diario a través del
desierto: porque encontramos que se habla del maná en relación con Jesús como
el pan de vida enviado desde el cielo. "Este es el pan que descendió del
cielo." Juan 6. Pero entonces, ¿qué es el maná escondido? El maná
para Israel era esparcido alrededor del campamento; y ellos debían recogerlo
diariamente para su comida. Y así es igualmente Cristo para ser la provisión
diaria del alma mientras ella está en el desierto de este mundo; pero este no
es el maná escondido. Tenía que haber una vasija de oro conteniendo maná puesta
ante Dios, y cuando los Israelitas se habían instalado dentro de la tierra,
ellos tenían que tener el memorial de lo que habían disfrutado en el desierto.
Este maná escondido es el recuerdo de un Cristo sufriente aquí abajo, — el
recuerdo de lo que Cristo ha sido en el desierto, como un hombre, un hombre
sufriente y humillado, y quien es el eterno deleite de Dios en el cielo; y en
nuestro estado eterno, aquel que ha vencido, aquel que ha sido fiel en
separación del mundo con Cristo, tendrá el eterno disfrute de la comunión con
Dios en Su deleite en un Cristo que fue una vez humillado, — la misma clase de
deleite, aunque en una medida diferente. Si estamos andando fielmente con un
Cristo rechazado, en vez de dejar que Balaam entre a nuestros corazones,
disfrutaremos así de Cristo aquí abajo en espíritu; pero no podemos disfrutar
de Cristo en nuestras almas si estamos mezclados con la impiedad en el mundo:
pues si pretendemos esto, entonces se vuelve Nicolaísmo. Pero, a medida que
alcanzamos y aprendemos en nuestras almas el secreto de lo que Cristo fue en el
mundo, nos alimentaremos de Él; pero esto no puede ser si andamos en el
espíritu del mundo. Incluso no podemos disfrutar de la presentación de Cristo
en los evangelios, a menos que sea alimento para el alma. Un hombre puede decir
que la verdad es muy hermosa; pero si ésta alimenta solamente la imaginación,
no le hace a él ningún bien. Dios no dio a Su Hijo para que padeciera aquí
abajo, y para que después se juegue con Él, sino para alimentarse.
La "piedrecita blanca" da la idea
general de un voto a favor de alguien; es la marca secreta de aprobación de una
persona a otra. Hay gozos públicos en el cielo comunes a todos, miles y miles
de voces en comunión y alabanza, haciendo eco del cántico de alabanza. Y aquí
hay gozos que compartimos juntos en Cristo; pero Él debe tener nuestros afectos
individuales tanto como nuestros afectos en común. Ustedes nunca pueden conocer
mi propio gozo especial en Cristo, ni yo nunca puedo experimentar el de
ustedes; y esto es verdad acerca de los más elevados afectos. Leemos,
"Escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo
recibe." El nombre no tendría ningún significado para nadie más excepto
para aquel a quien es dado. Cristo se revela a Sí mismo al alma de tal manera
que un extraño no se interpondrá con su gozo. El gozo individual, la comunión
personal, aunque lo mejora, es distinto del gozo universal; y ese gozo
individual que conocemos aquí abajo nunca será interrumpido. Esta promesa, así
como todas aquellas dadas a las iglesias, está relacionada con el tiempo futuro
de bendición celestial; pero ahora también es la fuente de gozo y fuerza. El
Espíritu de Dios hace que anticipemos el día. Podemos recibir ahora de Cristo
en espíritu esta "piedrecita blanca", esta expresión secreta de Su
gracia y amor, que otros no pueden recibir para mí, ni que yo puedo recibir
para ellos. ¡De qué manera esto hace a esta "piedrecita blanca" digna
de todo lo demás! Aunque todo el mundo piense que estoy equivocado, ¡qué fuente
secreta de fuerza es esta, ¡si yo tengo la piedrecita blanca de la aprobación
de Cristo, adquirida siguiendo la Palabra, pero conocida en el corazón! Pero,
reitero, yo tengo que juzgar todo por medio de la Palabra, esa espada de Su
boca que desarma y purga todas las obras de Balaam. Entonces, no me importa, —
dejen que el mundo hable acerca de cosas como le agrade, Cristo me ha hablado,
y en el día de gloria venidero reconocerá todo lo que Él me ha dicho.
Es bastante doloroso lo que un Balaam está
enseñando en la iglesia; pero entonces, noten, no puede haber ningún problema
entre los santos que no ponga en evidencia la fidelidad de Aquel que espera
para bendecir "al que venciere", y traer de esta forma al alma a la
comunión con Cristo de una forma en que ninguna otra cosa podría. Pues nada da
el bienaventurado conocimiento de la aprobación de Cristo entre el alma y Él
mismo como la fidelidad dónde el mal empieza a corromper. Si hay falsa
enseñanza en el interior, la Palabra (como en la persecución, y con todo lo
demás) es «Vencer». El que tiene oído para oír lo que el Espíritu dice a las
iglesias va a estar venciendo ese mal que asalta a la iglesia, cualquiera que
este mal sea.
TIATIRA. Lo avanzado de la hora no me permite hacer
más que considerar por un momento a Tiatira. Ustedes obtienen esta diferencia
cuando entra Jezabel; a pesar de todo es una profetisa, pero ella por sí misma
llega a ser la madre de hijos; pues una clase completa de personas nace de esta
corrupción. De personas que estaban perdiendo el tiempo con esta corrupción y
este mal (así como almas simplemente extraviadas), Él dice que las arrojará
"en gran tribulación..., si no se arrepienten". Pero aquellos cuya
existencia moral tiene su origen en esta corrupción, Yo les daré muerte, — tal
como Él dice, "Y a sus hijos heriré de muerte". Pero, en el momento
que ustedes tienen esta condición de la iglesia, como la engendradora de
corrupción, entonces entra el juicio de las naciones: "como vasos de
alfarero serán desmenuzados" (Apocalipsis 2: 27 - VM); y el corazón del
creyente es guiado hacia la venida del Señor, "y le daré la estrella de la
mañana."
Yo me alegro de finalizar con esta promesa,
ella está llena de bendición. Mientras tanto, el Señor mismo llega a ser el
maná escondido para nosotros. Que Él nos permita, y a todos Sus santos, evitar
todo lo parecido al espíritu y a la enseñanza de Balaam. Nosotros somos uno con
Jesús, miembros de Su cuerpo; somos de Su carne y de Sus huesos, y nada
permanecerá sino esta unión con Cristo; puesto que el conocimiento de nuestra
unión con Cristo, y hacerla realidad en nuestras almas, es la única
salvaguardia contra el espíritu seductor del día en que vivimos. Que el Señor
nos otorgue ser fieles a esta verdad bienaventurada de ser uno con Él, el cual
está a la diestra de Dios. Entonces las personas pueden intentar interponerse
entre yo y Dios por medio de sus ordenanzas o su sacerdocio; pero yo puedo
decir, «No; yo soy llevado a estar muy cerca de Dios como para que usted se
interponga entre nosotros; y también muy cerca de Dios como para que usted me
pueda acercar más. Allí es donde la gracia me ha puesto; y todo lo demás no es
más que un lastimoso despropósito.»
Nosotros estamos llamados a juzgar lo malo en
la iglesia, si podemos, porque Dios no puede aceptar a Balaam y a Jezabel. Por
consiguiente, que el Señor nos permita recordar que el fracaso al interior de
la iglesia debe ser juzgado. Somos llamados a prestar atención a esto
especialmente, debido al día en que vivimos, y a que la iglesia, estando ella
misma bajo juicio, no puede ser una garantía para la fe o para cualquier otra cosa.
CUARTA CONFERENCIA
Lectura Bíblica: Apocalipsis,
Capítulos 2 y 3
TIATIRA. La tarde anterior
yo aludí en unas pocas palabras a
la iglesia de Tiatira a causa de la relación de Balaam y Jezabel; siendo Balaam
un profeta que actúa entre los santos para seducirlos; y Jezabel, una
profetisa, establecida dentro de la iglesia, siendo un avance superior en el
mal, — no meramente un seductor, como Balaam, sino una madre de hijos allí,
como Jezabel, teniendo hijos de esta corrupción.
Y ahora llegamos (en esta parte del
capítulo) a lo
que podemos llamar un nuevo terreno. Dos cosas señalan esto. El Espíritu de
Dios que se eleva muy por encima de nuestro fracaso dirige la vista del
remanente fiel hacia la venida del Señor Jesús. Y la expresión, "El que
tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias", ya no está en
relación con el mensaje a la iglesia en general, sino después de las promesas a
aquellos que "vencieren". Y esto distingue al remanente como separado
del cuerpo en general. La posición del remanente está especialmente
distinguida, como no estando más en conexión con el cuerpo general de la
iglesia, sino en el lugar en que se hallan aquellos a quienes es enviada la
promesa, como "Al que venciere". En el mensaje a esta iglesia, y para
las tres iglesias siguientes, la exhortación a oír está puesta DESPUÉS de la
promesa especial.
El rasgo distintivo que encontramos
incluido al
interior de la anterior iglesia (Pérgamo) es que el mundo es el lugar del trono
de Satanás. Por consiguiente, la iglesia debe estar en alguna de estas dos
posiciones, —a saber, una iglesia sufriente y perseguida en el mundo a causa de
su fidelidad, o perder ese carácter y ser llevada a conformarse y continuar en
el mundo.
Nosotros vimos en Éfeso el
decaimiento que
caracterizó su estado, — pues leemos, "has dejado tu primer amor". En
Esmirna entra la persecución y leemos, "el diablo echará a algunos de
vosotros en la cárcel", aclarando de esta forma la situación de ellos por
Dios. Y después, en Pérgamo, las instrucciones corruptoras comienzan a operar
en su interior; y todas estas, no con respecto al fracaso individual, sino al
estado colectivo de la iglesia, siendo este el estado que estuvo caracterizando
a la iglesia en ciertos períodos de tiempo en esta época de la gracia. En el
mensaje a Pérgamo encontramos la enseñanza seductora comenzando a corromper lo
que estaba adentro, pero no aún como establecida e instalada adentro, como para
que lo que caracterizaba el interior debiera ser productor del mal. La
maternidad del mal estaba ahora en la iglesia.
El falso profeta Balaam estaba seduciendo
y uniendo
a la iglesia al mundo. "Tienes ahí a los que retienen la doctrina de
Balaam", y para el que "venciere" es dada la promesa individual
y la bendición del maná escondido y de la piedrecita blanca. Pero ahora hay
algo más allá, — pues leemos, "toleras a esa mujer Jezabel".
(Apocalipsis 2: 20 - VM). Aquí se permitía el mal. Nosotros vimos que cuando
Balaam no logró obtener que Dios maldijera a Israel, él trató de ponerlos en
problemas a través de la asociación en el mal con el pueblo del adversario.
Esto ahora había tenido éxito en la iglesia profesante.
En Tiatira tenemos, por lo tanto,
un aún más
terrible estado de cosas que en Pérgamo. No solamente estaba la enseñanza
maligna, — es decir, aquellos que "retienen la doctrina de Balaam",
sino una persona establecida en el interior, teniendo hijos de esta seducción;
no meramente seduciendo a los hijos de Dios hacia esto, sino Jezabel estaba,
por así decirlo, tan a gusto allí, que le nacieron hijos, encontrando su hogar
y lugar de nacimiento en el mal, ¡sí!, brotando de la corrupción misma. Pero
noten entonces que, en este aumento de mal y maldad, también encontramos
aumentada energía de parte de los fieles; puesto que Dios tenía un remanente en
medio del mal cuya fidelidad brilló mucho más resplandeciente por causa de la
densa oscuridad alrededor. Vemos esto ejemplificado en la historia de Israel.
En medio de la idolatría, adorando el becerro de oro o bajo una perseguidora
Jezabel, hombres de poder como Elías y Eliseo fueron levantados en un poder especial
de testimonio para Dios, manifestando de esta forma que Dios era y es siempre
suficiente para las necesidades de Su pueblo.
Cuando el mal llega a tal altura como
para hacer
imposible a los fieles seguir junto a él, entonces ellos obtienen un estado más
avanzado de conocimiento y poder en separación de él que el que tenían cuando
la iglesia estaba en una condición más próspera (aunque pueda ser un estado de
mayor prueba). En los tiempos de Elías Dios preservó Su nombre de una manera
muy especial. La totalidad de la nación de Israel estaba tan horrendamente mal
que Dios habría estado obligado a cortarlos; pero el tiempo aún no había
llegado. Pero, en el tiempo de Eliseo ellos no tenían nada correctamente en
orden; no había templo, ni sacrificio, ni sacerdocio en el Monte Carmelo; no
obstante, Dios estaba allí para los pocos fieles de una manera en que el pueblo
en Jerusalén no tenía conocimiento ni gozaba de ella; puesto que el inmenso
poder de Dios estaba allí para dar testimonio a la palabra de Su profeta. Y así
nuevamente con Moisés, él siguió adelante fielmente con el Señor mientras
Israel estuvo fracasando en todo alrededor de él. No fue cuando a Israel le fue
bien que Moisés estuvo más cercano a Dios, sino cuando a ellos todo les había
salido mal. Cuando fue hecho el becerro de oro, entonces "Moisés tomó el
tabernáculo, y lo levantó lejos, fuera del campamento" (Éxodo 33: 7); y
entonces él fue a encontrarse con Dios, y allí "hablaba Jehová a Moisés
cara a cara, como habla cualquiera a su compañero". (Éxodo 33: 11). Y
encontramos que Dios se refiere a esto en Números 12 como distinguiendo
gloriosamente a Moisés. Cuando Aarón y María hablaron contra Moisés, y no
acerca de Moisés subiendo a Dios en el Monte de Sinaí, Dios dice, "mi
siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa… Cara a cara hablaré con él… ¿Por
qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?" (Números
12: 7, 8).
Cuando Moisés se encontró con Dios
en el tabernáculo
fuera del campamento, él era más excelente, por decirlo así, que cuando Dios lo
llamó a la cima del Monte de Sinaí. En efecto, encontramos en esto un principio
constante en la Escritura y es que, donde está el fracaso más manifiesto y
universal, allí Dios presenta en Sus fieles un testimonio y un poder mucho más
grandes de los que hayan sido conocidos en el cuerpo completo, mostrando de
esta forma, como dijo Jetro, "pues en aquello mismo en que los adversarios
se mostraron altivos (por su pecado y rebelión contra Dios), él (Dios) fue más
alto que ellos" (Éxodo 18: 11), en gracia y poder. Esto fue así en la
época del Señor Jesús quien fue un ejemplo muy bendito y glorioso de este
principio; siendo el Señor Mismo quién presentó el testimonio más pleno y más
bendito de gracia y justicia, por sobre los caminos del mundo, y de Su propio
pueblo, en el momento del pecado más oscuro y más profundo de Israel y del
mundo al crucificar al Hijo de Dios. Porque al mismo tiempo que el corazón de
Israel se engrosó — cuando ellos estuvieron en condición de recibir otros siete
espíritus peores que el que los había poseído desde hacía tiempo, dispuestos a
unirse en un último estado, el cual era peor que el primero, entonces Dios,
quien les había hablado anteriormente de muchas maneras mediante sacrificio y
tipo y profetas, les habló por Su Hijo, en la Persona del manso y humilde
Jesús.
Este es el caso aquí cuando Jezabel
ha entrado en
Tiatira. "Yo conozco tus obras, . . .y que tus obras postreras son más que
las primeras". El efecto de la condición de la iglesia profesante fue
conducir a los santos en un tipo de energía que ellos no habían conocido antes.
Y en efecto, así ha sido siempre en la historia de la iglesia en lo que ha sido
llamado, 'las edades oscuras'. Nosotros encontramos el más fiel testimonio, tal
medida de devoción (de la cual estoy seguro que debería alegrarme de verla
ahora en cualquier manera), desconocida en otros tiempos, hombres que arriesgan
sus vidas para dar testimonio para Dios; ¡pero cuán poco de esto hay en
nuestros días de comodidad y pereza!
"Yo conozco tus obras, y amor, y fe,
y
servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las
primeras". (Apocalipsis 2: 19). Aquí tenemos obrando el amor y la fe, los
que faltaban en Éfeso; y ahora el Señor dice, «Yo los animaré con
"esperanza"», para que nosotros obtengamos fe, esperanza y amor, los
tres grandes principios del Cristianismo. Aunque no producidos en su feliz
orden propio como en Tesalónica, a pesar de todo ellos están todos aquí en un
sentido. Y noten cuán rápido de visión es siempre Dios para tomar nota de las
cosas buenas, y eso antes de que Él hable de las cosas malas.
Tenemos aquí en Cristo este carácter
de juicio.
Leemos, "Estas cosas dice el Hijo de Dios, el cual tiene los ojos como
llama de fuego, y los pies semejantes a bronce bruñido". (Apocalipsis 2:
18 – VM). El fuego es un símbolo de juicio infalible; este penetró por todas
partes, como el ojo de Dios. ¿Pero qué es lo primero que Él ve? Sin duda Él ve
enseguida a través de este terrible mal; pero primero Él advierte lo que
deleita Su corazón en estos pobres santos a los que a nadie les importaba nada.
Él ve en los pocos despreciados aquello que es deleitoso para Él mismo; y
mientras Sus pies, semejantes a bronce bruñido, señalan el carácter inmutable
de esa justicia que Dios manifiesta aquí abajo (en Sus tratos espirituales y
derechos sobre el hombre), y los que sostienen Su juicio puro e infalible. Por
esta razón el altar del sacrificio en el tabernáculo era de bronce, y lo que en
el hombre fue divinamente cumplido en Cristo y caracterizó a Su Persona, aun
así el ojo de Dios reposa en la última chispa misma de fidelidad en medio del
mal. No hay un latido del corazón que late sincero para con Él en medio de la
iniquidad abundante que pase inadvertido para él; y esto es lo que sostiene el
corazón en medio de las circunstancias inmanejables. Y para nosotros es muy
feliz el saber (en la simplicidad de la fe) y realizar en poder en nuestras
almas, el pleno significado de estas dos pequeñas palabras, "Yo
conozco", andando de esta forma en el feliz conocimiento de que los ojos
de Dios están sobre nuestro andar y nuestros caminos.
Versículo 20. "Pero tengo unas pocas
cosas
contra ti; que toleras que esa mujer Jezabel, etc…". Ahora la iglesia,
tomada como un todo, está caracterizada por tolerar el mal; ahora no es como
antes, "y que no puedes soportar a los malos"; existía ahora la plena
aceptación pública de este espíritu del mal que estaba en la iglesia. Esto era
descender mucho más abajo en la balanza que tener simplemente la enseñanza
maligna entre ellos: pues leemos, "que toleras que esa mujer Jezabel, que
se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos". Ellos toleraban a una
mujer que tenía un carácter profesante en la iglesia, "que se dice
profetisa", — una profetisa falsa seguramente, aun así, una que profesaba
retener y enseñar la palabra de Dios en la iglesia. "Y le he dado tiempo
para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse" (versículo 21). Vemos
de esta manera que Dios no entra inmediatamente en juicio con ella sino que le
da tiempo para arrepentirse; Él tiene paciencia con ella, pero ella no se
arrepiente. Él no estaba tratando aquí con los paganos: a ellos Él les predica
el evangelio para que sus almas puedan ser ganadas para Cristo. Pero aquí
estaba en la iglesia alguien que decía ser profetisa, enseñando a los siervos
de Dios a "fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos", y
Dios trata con ella en este terreno de su profesión. Él le ha dado "tiempo
para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación":
por consiguiente, Él tiene que ejecutar juicio.
Y noten que aquí no se hace mención
de un candelero.
Él le dio tiempo para arrepentirse; pero aquí no se dice, "quitaré tu
candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido", — porque, de hecho,
Jezabel no es reconocida como un candelero. Hay dos caracteres de juicio puesto
que no todos ellos eran hijos de Jezabel. Cometer adulterio es una figura común
en la Escritura de la unión con el mal, particularmente el mal idólatra, porque
era el pueblo de Dios entregándose a otros en vez de entregarse a Él. En primer
lugar, "He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con
ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella". (versículo
22). En segundo lugar leemos, "Y a sus hijos mataré con penosa
muerte". (versículo 23 – RVA). Están aquellos que no son sus hijos, sino
personas que tienen cosas para hablar con ella, quienes están satisfechos de
acomodarse y tener compañerismo con el mal. «A ellos Yo los castigaré, ellos
comerán del fruto de sus caminos: "y todas las iglesias sabrán que yo soy
el que escudriña la mente y el corazón". (Versículo 23). Yo voy a ver a
los que están satisfechos de descender flotando en la corriente con el mal, o
quien resiste en fidelidad para conmigo. A los que han cometido adulterio con
ella, que se han acomodado con este espíritu de falsa profecía, yo los arrojaré
"en muy grande tribulación, a menos que se arrepientan" (versículo 22
- RVA); pero a aquellos que son sus hijos, a los que han obtenido su lugar y
nombre de Cristianos en virtud de esta doctrina falsa, ellos tendrán un juicio
pleno, "Y a sus hijos mataré con penosa muerte". (versículo 23 –
RVA). No es meramente tribulación para ellos porque ellos son objeto de un
juicio pleno y completo: sino que, habiéndoseles dado tiempo para arrepentirse,
aquellos que son nacidos de ella serán visitados con juicio inmediato, Yo los
"mataré con penosa muerte"».
Cuán triste, cuán verdaderamente triste,
es ver a
Cristianos, como a menudo vemos, entremetiéndose con semejante mal. Tomemos por
ejemplo a los Gálatas: allí había santos que se estaban entrometiendo con el
Judaísmo, los que querían introducir la ley; pero no se trata de que ellos no
eran Cristianos, sino que estaban mezclados con aquello que era absolutamente
aborrecible para Dios. Por consiguiente, Pablo les dice, "Me temo de
vosotros" (Gálatas 4: 11), aunque después su fe los une con su Cabeza
resucitada y en virtud a la inagotable gracia de Cristo y a su estar completos
en Él, él dice, "Yo confío respecto de vosotros en el Señor" (Gálatas
5: 10). Se requiere gran vigilancia porque el alma está siempre en peligro de
mezclarse con principios que Dios aborrece absolutamente. En los Colosenses
ellos no estaban sostenidos de la Cabeza; ellos estaban poniendo algo entre la
Cabeza y los miembros. El apóstol Pablo entra en una agonía cuando él ve la
entrada de cualquier cosa que separa al santo de su relación inmediata,
apropiada y personal con Cristo. Si es un verdadero Cristiano el que está
entrometiéndose de esta manera con el mal, él debe ser puesto en tribulación
para que se esmere para Dios; y si él no es convertido, entonces no hay nada
ante él sino el juicio. Así que todos los que en el mundo público Cristiano de
hoy se entrometen con la corrupción del Cristianismo, representada por Jezabel
en Tiatira, serán arrojados a una aflicción desesperada, si no se arrepienten
de sus obras. Este es un pensamiento muy solemne, pero es un pensamiento
verdadero que, habiéndoles enseñado Dios a los santos que ellos son uno con
Cristo, aquel que pone una cosa cualquiera entre ellos y la Cabeza, niega
virtualmente el Cristianismo. Esta fue la gran verdad que se le dio a Pablo
para que la revelara; fue lo que él recibió especialmente del Señor: "Yo
soy Jesús, a quien tú persigues". (Hechos 9: 5). Por consiguiente, fue eso
lo que puso a la mente de Pablo en una agonía, cualquier cosa que pudiera ser,
o bien las obras de la ley, el sacerdocio, o cualquier otra cosa que,
poniéndose entre el alma y Cristo, negaba la gran verdad que él había
aprendido, la misma verdad a la que él se convirtió, que la iglesia era una con
Cristo, miembros de Su cuerpo, de Su carne y de Sus huesos. (Efesios 5: 30).
Esta verdad bienaventurada, mantenida
en la
simplicidad de la fe, da poder al alma y limpia de cualquier otra cosa; y
también limpia a través del curso completo de la vida diaria del Cristiano, si
es que él tiene algo entre su alma y Cristo. Si yo fuera un Judío, yo
necesitaría alguna cosa en la tierra, y a alguien entre yo y el Dios a quien
conozco oscuramente; pero soy un Cristiano y por consiguiente todo lo que yo
quiero está en el cielo. Pero repito, si soy un Cristiano, estoy unido con
Cristo, soy uno con Él; por lo tanto, si estoy unido con Él, soy uno con Él,
nada puede estar entre nosotros, de tal forma que intentar introducir cualquier
cosa entre nosotros es realmente dejar completamente de lado el Cristianismo.
Muchos Cristianos estarían horrorosamente asustados si supieran cuántas cosas
están poniendo entre ellos y Cristo, negando virtualmente de esta manera su
unión con Cristo en el cielo. Si ustedes ponen a un sacerdote en la tierra
entre yo y Dios, cualquier otro sacerdote y no a Cristo en el cielo, ustedes
destruyen de inmediato mi privilegio, porque si Cristo es un sacerdote y yo soy
uno con Él, yo también debo ser un sacerdote; pero, ¿está este sacerdocio
llevado a cabo en la tierra? No; el lugar de Su sacerdocio está en el cielo. Un
sacerdocio terrenal niega doblemente el Cristianismo. Esto hace que el sistema
y la posición sean terrenales, y esto niega nuestra asociación con Cristo. Si
yo fuera un Judío, debería ir a un templo terrenal, y lo haría correctamente;
pero siendo un Cristiano, cuando me acerco a Dios, esto debe ser en el cielo.
Siendo uno con Cristo, yo no tengo ningún lugar de adoración en la tierra,
aunque mi cuerpo pueda estar allí. Habiendo sido Cristo mismo echado fuera de
ella, yo estoy en el cielo, y si voy a usar cualquier sacerdote en la tierra,
debo dejar el cielo para bajar aquí abajo para usarlo allí. El sacerdocio es
ejercitado en el lugar al cual pertenece. Un sacerdocio terrenal era apropiado
donde Dios estaba entre los querubines detrás del velo en la tierra. Un
sacerdocio celestial tiene su lugar de ejercicio en el cielo. Si, queridos
amigos, si nuestras almas son lavadas en la sangre de Cristo, todo lo que
podemos posiblemente desear está en el cielo. Nuestra vida "está escondida
con Cristo en Dios" (Colosenses 3: 3); y entonces, necesariamente,
"tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de
los pecadores, y hecho más sublime que los cielos" (Hebreos 7: 26).
Solamente el buen Señor da a Su propia verdad bendita más poder en nuestras
almas y entonces todas las interrogantes del sacerdocio terrenal, las
ordenanzas y lo similar, pronto se desvanecerán. O yo tengo un sacerdote verdadero
en el cielo o no tengo a un verdadero Cristo para mi alma.
Noten ahora el carácter que toma Dios:
"yo soy
el que escudriña la mente y el corazón" (versículo 23). «Ustedes no se
escaparán de mí; y no obstante cuán creíble pueda ser el mal, e independientemente
de que ustedes puedan poner el nombre del Señor sobre esto (así como Israel
nombró como Jehová al becerro de oro cuando ellos dijeron, "Israel, estos
son tus dioses… Mañana será fiesta para Jehová" (Éxodo 32: 4, 5), a pesar
de eso, esto se encontrará con el juicio completo, porque ustedes han puesto a
mis santos más abajo de lo que yo los había puesto en Cristo y han corrompido
en forma idólatra la verdad de Dios.»
Versículo 24. Desde este versículo
en adelante, el
Señor se dedica al remanente fiel, y, por consiguiente, Le encontramos
asumiendo otra forma de tratamiento. "Pero a vosotros y a los demás que
están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina", (es decir, cometer
fornicación y comer cosas sacrificadas a los ídolos), "y no han conocido lo
que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra
carga". Esta abstención del mal, aunque es bienaventurado, a pesar de eso,
no es el alma creciendo de fuerza en fuerza hasta su porción total en Cristo;
"Solamente aferraos a lo que tenéis". "Y a sus hijos mataré con
penosa muerte… Solamente aferraos a lo que tenéis, hasta que yo venga".
(versículos 23, 25 – RVA). Esto es ahora hacia lo que Él dirige la fe de ellos,
el ojo de sus almas, —a saber, a Su venida. Él no espera que ellos vuelvan al
punto de donde la iglesia se apartó, sino que los dirige hacia delante, hacia
Su venida. «Yo voy a ejecutar juicio. "Y a sus hijos mataré con penosa
muerte". Por consiguiente, ustedes no deben esperar que Jezabel se
corrija, o que esté en la condición de un candelero. No, vuestros ojos deben
reposar sobre otra cosa»; y aquí entra la esperanza. Aún no es presentada en la
forma de la resplandeciente y bienaventurada esperanza que ellos tenían al
comienzo, como los Tesalonicenses, donde ellos se convirtieron "de los
ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a
su Hijo" (1a Tesalonicenses 1: 9, 10). Ahora esto tiene un carácter
diferente, siendo presentado como un refugio para el fiel, debido a que "en
el lugar de la justicia, allí había iniquidad". (Eclesiastés 3: 16 - VM).
Éste es el consuelo ofrecido en medio de la ruina total, a saber, "hasta
que yo venga". El Señor efectivamente reconoce "tus obras, y amor, y
fe, y servicio, y tu paciencia" (versículo 19) , que efectivamente
existen. «Ustedes tienen ahora solamente este poco, "Solamente aferraos a
lo que tenéis, hasta que yo venga". (versículos 23, 25 – RVA)». Una cosa
es tener la venida del Señor presentada como un alivio a unos pocos fieles en medio
del mal y la corrupción del estado 'Jezabel' de la iglesia, y otra cosa muy
diferente es tenerla como la resplandeciente y bienaventurada esperanza de la
iglesia para sostenerla y sacarla de las corrupciones del mundo. Pero no es
meramente el hecho de Su venida: solamente el resplandor de Él mismo, del que
viene, puede satisfacer el deseo del corazón.
Versículos 26-28: Él revela ahora
las consecuencias
de Su venida para las naciones y para la iglesia. "Yo le daré autoridad
sobre las naciones" (versículo 26). Esta es una expresión notable y
nosotros no encontramos nada parecido cuando la iglesia estaba en plena
prosperidad. Pero ahora, cuando la iglesia profesante llegó a una posición de
ser ella misma la prueba más grande posible para los santos, y su asociación con
el mundo ha hecho que lleve su nombre la madre de los hijos de la corrupción,
los fieles, en medio de esto, tienen promesas especiales para aquietar sus
almas. Sabemos por la historia, de qué forma en los tiempos más oscuros los
hombres de fe han tenido que pasar a través del mal en la iglesia, y temiendo
ser detectados por aquellos que se llamaban a sí mismos con ese nombre, y bajo
una amarga persecución del poder gobernante en la tierra. Siendo realmente la
iglesia nominal el poder de Satanás por medio de la corrupción ejercitada entre
las naciones. Y así es aquí; los santos, teniendo fe y paciencia, siguen
perseverando a través de cada dificultad, sea esta Jezabel y sus hijos con el
nombre de iglesia por un lado, y persecución por parte de las naciones por el
otro. La promesa es la asociación con Jesús mismo, la estrella resplandeciente
de la mañana; y donde haya habido fe en esto, habrá poder sobre las naciones.
El mundo que bajo el poder de Satanás ha sido la prueba de los santos será
sujeto a ellos. "Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin",
(en medio de esa corrupción que aún tiene el nombre y la responsabilidad de una
iglesia), "yo le daré autoridad sobre las naciones". (En Mateo 24
tenemos lo mismo en cuanto a principio, aunque no como aplicándose a la misma
época: "Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo". (Mateo
24: 13). "Y le daré la estrella de la mañana". (Apocalipsis 2: 28).
Él está dando de esta manera al remanente fiel, mientras está en esta condición,
el conocimiento especial de la unión con Él. La dificultad de la posición en la
que ellos se encontraban era que todos alrededor de ellos se estaban volviendo
hacia Jezabel y su corrupción, a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a
cometer fornicación. Y entonces ellos claman, «¿qué debo hacer yo?», a lo que
el Señor contesta, «Sígueme, — guarda tus obras hasta el fin, y entonces
tendrás Mi porción al final, "como yo también la he recibido de mi Padre
" (versículo 27)».
Vemos aquí señalados, en la promesa
hecha al fiel, dos
caracteres de la venida del Señor. El primero se relaciona con la posición de
ellos con respecto al mundo, — y se trata de "autoridad sobre las
naciones" (versículo 26); y luego, en segundo lugar, la propia y apropiada
bendición de los vencedores, a saber, la estrella de la mañana. En relación con
el primero, hay una referencia a ello en el Salmo 2 : 9. La iglesia del Dios
viviente en su caminar en la tierra debería haber juzgado al mundo, pero ahora,
habiendo cometido fornicación con el mundo, ella no tiene el poder para
juzgarlo: por consiguiente el Señor dice, "Me es necesario"; porque
habiendo fracasado la iglesia en la santidad y la separación de su andar para
condenar el mundo, el Señor tiene que dar testimonio de lo que el mundo es cuando
es juzgado (Ver Salmo 2). Si los perseguidos se inclinaron ante la autoridad
del mundo, como algo ordenado por Dios, a pesar de todo ellos fueron separados
de éste. Y ellos se mantuvieron totalmente apartados con horror de la
corrupción de Jezabel, sin importar cual pudiera ser la influencia de Jezabel.
Se sentían honrados por ser martirizados. Al final, los poderes del mundo se
asociarán contra el ungido de Dios, pero, a pesar de todo, Él tomará Su
autoridad sobre las naciones. ¿Y cuáles son el lugar y la porción de la iglesia
allí? Cristo está ahora sentado a la diestra de Dios y el Espíritu Santo ha
descendido para reunir a la iglesia; y después que los santos sean llevados al
Señor, entonces Él aparecerá para juzgar al mundo.
"Yo mismo he ungido a mi rey
sobre Sión, mi
santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo
te he engendrado hoy". (Salmo 2: 6, 7 - RV1977). La palabra hijo no es
usada aquí en el carácter del eterno Hijo del Padre, sino como alguien nacido
en el mundo, el hombre elevado en gloria para gobernar sobre la tierra.
"¡Pídeme, y te daré las naciones por tu herencia!" (Salmo 2: 8 - VM).
Cristo no está haciendo esto ahora; Él no está orando ahora por el mundo. En el
momento que Él le pregunta a Dios con respecto a éste, debe sobrevenir el
juicio en el mundo. "Los quebrantarás con vara de hierro". (Salmo 2:
9). En Juan 17 Cristo dice, "no ruego por el mundo, sino por los que me
diste". Él deja el mundo fuera de Sus peticiones. Él no está quebrantando
las naciones ahora, sino que Él está haciendo avanzar Su bienaventurado
evangelio para reunir almas fuera del mundo; y el Espíritu Santo es enviado
para unirlas a Él mismo, formando de este modo la iglesia. Pero, cuando Él
pregunte por las naciones, será para desmenuzarlas como vasija de alfarero.
Este será el juicio de los vivos. Y por este motivo tenemos la palabra de
advertencia al final del Salmo 2, "¡Ahora, pues, oh reyes, obrad con
cordura;… Besad al Hijo, no sea que se enoje" (Salmo 2: 10, 12 – VM);
«porque si ustedes no se inclinan a esta convocación, dándoles de esta manera
con paciencia una oportunidad para que se arrepientan, ustedes deben inclinarse
ante la ira del Cordero». "Ante mí se doblará toda rodilla". (Romanos
14: 11; Isaías 45: 23).
Y presten atención aquí a lo que es
la porción de la
iglesia al ser ella una con Cristo, "Al que venciere… yo le daré autoridad
sobre las naciones,… como yo también la he recibido de mi Padre".
(Apocalipsis 2: 26, 27). Y de Cristo se dice, "(Él) las regirá con vara de
hierro". El mundo debe ser puesto en orden y Él ejecutará juicio sobre él,
y cuando Él venga a hacerlo la iglesia estará asociada con Él en esto; pero
ella está ahora morando donde está el trono de Satanás, con el mal por todos
los lados, y no puede tocarla a modo de arreglarla. Y, por consiguiente, es
como si Cristo debiera decir a Su remanente fiel, «No temas, no estés inquieto
por causa de las persecuciones, ni siquiera acerca de las corrupciones de
Jezabel: solamente guarda "mis obras hasta el fin". Este es el tiempo
para la paciencia y para la humilde fidelidad. Anda tú a través del mundo como
yo anduve a través de Israel, y Yo te "daré autoridad sobre las naciones…
como yo también la he recibido de mi Padre". El poder será tuyo cuando yo
asuma el mío y reine». Este es el carácter especial de asociación con Cristo en
poder.
Pero, mientras tanto, ¿qué tenemos
que hacer
nosotros con respecto a poner en orden el mundo? Nada, y esto la carne no lo
puede entender. No debemos entrometernos con la furia de las naciones, ni
involucrarnos con las alianzas de las naciones (aun teniendo en cuenta que
tenemos que someternos y obedecer a los poderes que existen, tal como Dios lo
ordenó), ni siquiera contaminarnos tocando las maldades de Jezabel, sino
esperar en Dios. Guarda "mis obras hasta el fin" y espera
pacientemente; porque cuando Cristo tendrá el control, así también nosotros.
Nuestros intereses son los Suyos y los Suyos son los nuestros; éstos están tan
juntos y englobados que no pueden ser separados. La fuerza de esa expresión en
Colosenses: "Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos
del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos…?
(Colosenses 2: 20), — es justamente esto: Él está escondido en Dios y yo
también (ese es el razonamiento); Su vida es nuestra. "Porque habéis
muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios". (Colosenses 3:
3). Él se refiere así a nuestro estado con Él, que si Él está escondido en
Dios, nosotros también estamos escondidos. Y si se habla de Su manifestación,
"Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también
seréis manifestados con él en gloria". (Colosenses 3: 4). Así, siendo
enteramente uno con Cristo mientras Él está esperando en el trono del Padre,
nosotros estamos llamados a esperar aquí abajo en espíritu con Él.
A propósito, yo podría mencionar que
en el Salmo 110
puede haber alguna explicación de la expresión, "Pero de aquel día… nadie
sabe,… ni el Hijo". (Marcos 13: 32). El Hijo está sentado a la diestra de
Dios y es contemplado proféticamente como esperando allí, como Jehová le dijo,
"Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado
de tus pies". (Salmo 110: 1). Por consiguiente, en este sentido, del Hijo,
—como ministro profético de la verdad revelada, y como tal Él habló en Israel
(véase Hebreos 1), — puede decirse que no sabe ni el día ni la hora; porque,
como dice Pablo en Hebreos 10, Él está "de ahí en adelante esperando hasta
que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies" (Hebreos 10: 13),
cuando ellos también sean nuestro estrado. Por ese motivo en el mensaje a
Filadelfia nosotros somos llamados a guardar la palabra de Su paciencia, y si
Él está esperando, no hay duda de que nosotros también tenemos que esperar; y
es Él, quien es la mejor parte de lo que nosotros estamos esperando.
Esta es la porción apropiada y característica
de la
iglesia, —a saber, asociación con Él; y lo otro, es decir el poder sobre las
naciones, es meramente el fruto y la consecuencia de ello. Él debe juzgar, pero
para ustedes Él es la "estrella de la mañana". El juicio es Su
"extraña obra". Él es lento para la ira pero debe ejecutar juicio
debido a que no puede permitir que la iniquidad continúe para siempre; porque
Él va a tomar posesión de Su propio trono y no puede tener un trono relacionado
con Satanás y su maldad y, por consiguiente, Él debe eliminar el mal porque no
lo puede permitir; así que el poder anticristiano en el mundo debe ser abatido,
tal como Él no puede instaurar Su trono y dejar lo que existe. Como está dicho
en el Salmo 94 : 20, "¿Se juntará contigo el trono de iniquidades?"
Esto no podría ser. Por consiguiente, Él tiene que hacer Su extraña obra: pero
Su obra apropiada, por así decirlo, es brillar en Su propio resplandor
celestial, — y nuestro lugar apropiado es estar asociados con Él allí.
"Le daré la estrella de la mañana".
(Apocalipsis 2: 28). ¿Y quién es aquel que ve la estrella de la mañana? Es
aquel que vela mientras es de noche. Todos ven el sol en su brillantez: pero
solamente quienes no son de la noche, aun sabiendo que moralmente es de noche y
están esperando la estrella de la mañana, — aquellos, y solamente aquellos, ven
la estrella de la mañana y la obtienen como su porción. Ellos no son hijos de
la noche sino del día; y, por consiguiente, ellos esperan el día. Cuando se
levantó la estrella que anunció a Jesús, el cual nació Rey de los Judíos, Ana y
Simeón estaban esperando la consolación de Israel. ¿Y quiénes eran los amigos
de Ana en esos días de oscuridad? Simplemente aquellos que estaban esperando la
redención en Israel, y ella les habló de Él. En ellos se cumplió esa palabra en
Malaquías, — "Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su
compañero". (Malaquías 3: 16). Vemos que ellos se conocían unos a otros y
que gozaron de consuelo en el espíritu por medio de la verdad de Jesús de lo
que sigue en el profeta: "Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá
el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación". (Malaquías 4: 2).
Hubo unos pocos pobres despreciados que fueron tan poco conocidos como faltos
de atención; pero ellos estuvieron 'esperando' la redención en Israel,
conscientes de la ruina y del mal, porque vivían para la gloria de Dios y por
el privilegio de ser Su pueblo. En ellos, débiles como eran, encontramos una
marca más brillante de fe que la que encontramos en Elías cuando él estuvo
pidiendo que cayera fuego del cielo. Ellos no estaban arreglando el templo,
sino que estaban juntos hablando de los pensamientos de Dios. Elías estuvo
poniendo en orden las cosas exteriores, pero no tuvo fe para las cosas
interiores. [Véase nota].
[Nota.] Observen el carácter de
Cristo aquí. Siendo
Él mismo perfecto bajo la ley, Él, por la paciencia inagotable de Su gracia,
soportando todas las cosas, cumple trayendo la voz del pastor a cada oveja en
el redil. El pobre Elías, tan devoto como era él, hace caer fuego del cielo
sobre los desobedientes, pero no estuvo en contacto con los siete mil que Dios
conocía. Cristo rehúsa a hacer caer fuego del cielo. Él soporta el juicio si
bien Él cumplió la ley, e hizo que la voz de Jehová alcanzara a toda costa a
los más pobres, a los más culpables y a los más escondidos del rebaño. La
consecuencia es, — como de hecho es la causa — que las ovejas del rebaño son
Suyas, y todo el poder de juicio se le da a Él por encima de todo.
Elías no tuvo una confianza apropiada
en la gracia
inagotable de Dios hacia el remanente. La ley fue la medida de su aprehensión;
pero las Anas y los Simeones tuvieron el secreto de Dios en sus almas,
("El secreto de Jehová es para los que le temen, Y a ellos hará conocer su
pacto". Salmo 25: 14 – RV1977 - JND), y estuvieron andando en la senda
estrecha y silenciosa de la fe, no tratando de poner en orden el templo sino
hablando a todos los que estaban esperando consolación en Israel. Pero,
¿estuvieron ellos satisfechos con el estado de las cosas? No; pero, en
separación del mal ellos esperaron la consolación para Israel, qué era lo único
que podría enmendar el mal. Y tal es así en nuestros días. El Cristiano no puede
cambiar a Jezabel, ni él tampoco puede mezclarse con los simples 'adoradores
del templo', el así llamado sistema religioso actual. Mientras los deja a ellos
al juicio del Señor, él camina lejos de los violentos ataques que caen sobre
los Cristianos, en silenciosa separación de todo mal, esperando pacientemente y
velando durante la larga y oscura noche de dolor, a la estrella de la mañana en
el día de gloria. "Al que venciere. . .le daré la estrella de la
mañana"; y esta estrella de la mañana es Cristo mismo. Y Él es conocido de
esta manera para aquellos que, siendo hijos del día, aunque están en la noche,
no son de la noche. La estrella de la mañana se va antes que el mundo vea el
sol, antes que salga el sol, antes que el día aparezca. Pero antes que salga el
sol, allí está la estrella de la mañana para aquellos que están velando en la
noche. El mundo verá el sol; pero, por lo que concierne al mundo, la estrella
de la mañana se ha ido antes que salga el sol. Así nosotros nos iremos para
estar con la estrella de la mañana antes que el día de Cristo aparezca para el
mundo; y cuando Cristo aparezca, entonces también nosotros seremos
"manifestados con Él en gloria". (Colosenses 3: 4).
Hay tres pasajes que se refieren a
esta estrella de
la mañana que es importante mencionarles. En 2ª Pedro 1, él dice, "Tenemos
también la palabra profética más segura (esto es, confirmada) a la cual hacéis
bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta
que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros
corazones". Los profetas de Israel habían profetizado acerca del día de
plena bendición sobre la tierra, diciendo, "Levántate, resplandece; porque
ha venido tu luz". (Isaías 60: 1). "He aquí que para justicia reinará
un rey". (Isaías 32: 1). Y el testimonio de ellos fue confirmado a los
discípulos por medio de la visión en el monte santo. (Mateo 17: 1 a 9; Marcos
9: 2 a 8; Lucas 9: 28 a 36). Ellos profetizaron también de eventos por suceder
en la tierra que confirmaban su juicio en todas sus rebeldes formas de voluntad
y poder, — de Nínive y Babilonia, y de las bestias que se levantarían sobre la
tierra,— de Jerusalén y su porción por apartarse de Dios; y el juicio fue así
señalado, de tal manera que hubo una luz de advertencia, la cual, en medio de
la oscuridad de este mundo mismo daba una luz que llamó a aquel que prestara
atención a esto a evitar el crimen de la voluntad humana que llevaba al juicio
divino. Ellos hicieron bien en hacer
caso a esto, hasta que el lucero de la mañana salió en sus corazones, porque él
era la luz en un lugar oscuro. Pero el lucero de la mañana era, en sí mismo,
algo aún más excelente.
En realidad, las profecías son claras,
su advertencia
es clara; ellas me guardan de estar mezclado con el espíritu del mundo, cuyo
juicio es anunciado. En Apocalipsis yo leo acerca de espíritus inmundos a
manera de ranas que van a los reyes de la tierra en todo el mundo para
reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. Si yo ni
siquiera entendiera exactamente quién y qué significan las ranas, a pesar de
esto, la gran importancia de la profecía es evidente. Ellas no son el poder del
bien; ellas guían a los reyes de la tierra a la batalla del gran día del Dios
Todopoderoso. De esta forma, esto es una antorcha que alumbra en lugar oscuro
que es la noche de la historia de este mundo en la ausencia de Cristo. Pero la
estrella de la mañana es Cristo mismo, tal como nosotros lo vemos en Apocalipsis
22. Él es la estrella resplandeciente de la mañana. Él será el Sol de Justicia
para el mundo cuando Él aparezca; pero entonces allí habrá juicio. El malvado
será como cenizas bajo las plantas de los pies (Malaquías 4: 3), — como estopa
(Malaquías 4: 1), — y el día del Señor
será como fuego. Pero la estrella aparece a los que velan, antes que el sol
aparezca para el mundo; porque, como yo puedo entender en la advertencia
profética que este lugar oscuro va a ser juzgado, que "la noche está
avanzada, y se acerca el día"; no obstante ahora todavía es la noche,
aunque la gente piense cualquier otra cosa. Y yo quiero a la estrella de la
mañana en mi corazón (la esperanza de Cristo antes del día, viniendo para
llevarse a la iglesia consigo (Juan 14: 3), — porque la estrella de la mañana
es dada a los que vencen), para que aliente mi alma a través de la noche larga
y lúgubre que ahora es más oscura de lo que era entonces, pero aun así
avanzada, así como la oscuridad de la noche siempre se espesa hasta que el amanecer
de otro día se levanta más allá en el otro lado del cielo y la estrella de la
mañana aparece para fijar el ojo del alma que está en vela y esperando, y
alentar al corazón con una esperanza segura y cierta. ¿Y qué necesitamos
nosotros, entonces, de las cosas de este lugar oscuro, el cual está ahora bajo
juicio por haber clavado en la cruz al Hijo de Dios? Por consiguiente, no estén
buscando las riquezas, los honores, el poder de este mundo, sobre el cual
Cristo está viniendo para ejecutar juicio. Un rayo de la gloria de Cristo
marchitará toda la gloria de este mundo manchado como una hoja de otoño. Por
consiguiente, no sigan ustedes mezclándose con el mundo ni amontonando
riquezas. ¿Qué van a hacer ustedes con ellas cuando Cristo venga? Recuerden que
el Señor está cerca. Pero, ¿estoy yo separado del mundo simplemente por el
hecho de que éste va a ser juzgado? Ciertamente no. Mi porción completa para el
tiempo y la eternidad está en Cristo; el lucero de la mañana ha salido en mi
corazón. Yo estoy apartado del mundo por afecto y no por temor.
Tenemos la venida de Cristo como la
estrella de la
mañana como una cosa distinta de la salida del sol porque cuando el sol salga
en el mundo será para juicio. (Ver Isaías 2 y Malaquías 4 : 1 - 3) Pero además
y antes de todo esto, nosotros tenemos nuestra porción en Cristo; nosotros no
somos de este mundo, somos redimidos fuera de él y pertenecemos al Señor
Jesucristo, y nos uniremos con Él antes que Él se manifieste para el juicio de
este mundo y, por consiguiente, los truenos del juicio no nos pueden tocar
porque estamos sentados con Él en el cielo, desde donde viene el juicio. En
Apocalipsis 4 tenemos un retrato muy bienaventurado y consolador de la posición
de la iglesia. Hay veinticuatro ancianos sentados en sus tronos, alrededor del
trono de donde salen los truenos, los relámpagos y las voces; y ellos
continuaban perfectamente impasibles. ¿Era esto insensibilidad? No ciertamente;
porque, cuando Dios mismo es mencionado en Su santo carácter, inmediatamente
ellos se postran y echan sus coronas delante de Él. Tampoco es esta santidad la
causa de cualquier temor, cuando los seres vivientes proclaman la trina
santidad de Aquel que está sentado sobre el trono; pues lo que irrumpe es su
adoración y ellos se postran y echan sus coronas ante Él en la plena conciencia
de la bienaventuranza de Aquel que se sienta solo sobre el trono. Cristo,
entonces, es esta Estrella de la Mañana, y si el día ha amanecido y el lucero
de la mañana ha salido en nuestros corazones, nosotros conocemos nuestra
asociación con Cristo mismo, como dentro del lugar desde donde proceden los
juicios.
Al final de Apocalipsis tenemos nuevamente
el lugar
de la Estrella; capítulo 22: 16. El Señor nos trae de regreso desde el
testimonio profético a Él mismo, — leemos, "Yo Jesús he enviado mi ángel —
Yo soy la raíz y el linaje de David (esto es en relación con que Él es la
fuente de la promesa y el heredero de ella, como Rey de Sión, — "¡Domina
tú en medio de tus enemigos!" – salmo 110: 2 – VM), la estrella resplandeciente
de la mañana". Pero, en el momento que Él se presenta a Sí mismo como la
estrella resplandeciente de la mañana, "el Espíritu y la Esposa dicen:
Ven" (versículo 17); el Espíritu Santo en la iglesia dice,
"Ven". Esta respuesta es lo que está conectado con Él. La mención de
Él atrae y despierta la respuesta de la iglesia. Este es el carácter en el cual
la iglesia misma debe hablar de Su venida. Dios, en el amor de Su propio
corazón, ha asociado a la iglesia con Jesús, y la mención misma de Su nombre despierta
la exclamación, '¡"Ven"! porque pulsa una cuerda que da una respuesta
inmediata; y por consiguiente Él no dice aquí, "He aquí yo vengo
pronto", como en el versículo 22. Aquí no se trata de CUÁNDO Él vendrá,
sino de que es ÉL MISMO el que está viniendo. Él no habla de Su venida, aunque
este pensamiento es bienaventurado, sino que Él se revela a Sí mismo; y esto es
lo que despierta la respuesta del corazón por medio del poder del Espíritu
Santo. Nosotros somos para Él y estaremos con Él: no puede ser nada menos que
esto porque Él nos llama "Su cuerpo". ¡Qué glorioso lugar es este! No
es meramente maravilloso, sino glorioso, —a saber, la identificación con el
Cristo de Dios. Ninguna explicación de la Escritura profética (no obstante lo
buena y verdadera que ella sea, — no obstante cuan útil sea como una solemne
advertencia con respecto a este mundo), podría nunca tomar el lugar, en el alma
que es enseñada por Dios, del conocimiento de su unión viviente con un Jesús
que viene y de la actual espera por Él. Ninguna simple explicación de Su venida
como una doctrina es la esperanza apropiada del santo. Esa esperanza no es
profecía; es la expectativa real y bienaventurada y santificadora de un alma
que conoce a Jesús y que espera verlo y estar con Él.
Solamente la esposa oye la voz del
Esposo, la que de
inmediato muestra la expresión de su deseo por Su venida. A esto Él responde
asegurándole a ella Su venida; y entonces Apocalipsis finaliza dejándole esto
como su propia expectativa, no obstante Él pueda haberle comunicado previamente
lo referente al juicio de este mundo, al cual ella no pertenece. El Señor Jesús
es representado como partiendo Él mismo, y viniendo y tomando a Su esposa para
estar con Él. Entonces, cuando el mundo esté diciendo "Paz y seguridad",
vendrá sobre ellos destrucción repentina, y no escaparán. (1ª Tesalonicenses 5:
3).
Pablo finaliza 1ª Tesalonicenses 4
con estas
palabras, "y así estaremos siempre con el Señor". (1ª Tesalonicenses
4: 17). ¿Y eso es todo? Sí, eso es todo; porque Pablo no le puede decir nada
más al corazón que ha aprendido a amarlo a Él. Entonces él añade, "Pero
acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que
yo os escriba". (1ª Tesalonicenses 5: 1). [Ver nota].
[Nota.]
Yo no dudo que la
conexión directa del capítulo 5 es con el versículo 14 del capítulo 4, siendo
desde el versículo 15 hasta el final del capítulo 4 un paréntesis.
Ustedes son hijos del día, ustedes
esperan eso. Una
explicación de esto como doctrina jamás puede alcanzar un corazón. Ustedes no
pueden hacer que una persona entienda una relación: para entenderla la persona
misma debe estar en la relación. Un alma reposada podría entender de una forma
lo que significa la profecía; pero nada menor al sentido y al gusto de estar relacionados
con Cristo mismo puede otorgar el deseo de Su propia venida personal. ¿Y por
qué? Porque para esto se debe conocer la relación. En Apocalipsis 22: 16 la
relación es conocida, el afecto es despertado y hay allí una respuesta
inmediata.
Tomen ustedes un caso: una mujer está
esperando a su
esposo; él llama a la puerta. Ninguna palabra sale de su boca; pero esta esposa
ya sabe quién está a la puerta, porque es aquel a quien ella ama el que está
allí, y de esta forma son despertados los sentimientos y afectos naturales
apropiados para una esposa cuando la cuerda es pulsada por aquello que actúa en
ellos. Pero además, el vínculo debe estar en el corazón; para producir la
respuesta el afecto debe estar allí; la cuerda que vibra con esta verdad
bienaventurada tiene que estar allí para que sea despertada por ésta. Hay un
conocimiento tal de unión con Jesús a través del poder del Espíritu de Dios,
que en el momento mismo en que se habla de Él en este carácter, la cuerda es
tocada, y la exclamación instintiva es, "Ven". Ninguna cantidad de
inteligencia, meramente, producirá esto. ¡Y qué diferencia hay entre esperar al
Señor Jesús porque Él me ha hecho a mí y a Sus santos una parte de Sí mismo y
Su esposa, y esperar Su venida para juzgar a los pobres pecadores! Noten ahora
el efecto práctico de esta espera por Jesús: nos toma limpios fuera del mundo
al cielo. Si mi corazón es correcto en sus afectos hacia Él, yo también estoy
mirando demasiado hacia lo alto como para darme cuenta de las cosas a mí
alrededor. Hay bastantes cosas alrededor en el mundo, bastante bullicio y
agitación; pero esto no perturba la bienaventurada calma de mi alma; porque
nada puede alterar nuestra relación indisoluble con un Jesús que viene, así
como nada debería dividirnos en la esperanza.
Ver la venida del Señor Jesús a buscar
la iglesia
cambia el carácter de mil Escrituras. Por ejemplo, tomen los Salmos, — esos que
hablan acerca de los juicios sobre los impíos, como leemos, "el justo… sus
pies lavará en la sangre del impío". (Salmo 58: 10). Nosotros no somos
personas que dicen esto. Ese es el lenguaje de Judíos, y además de Judíos
piadosos los cuales serán libertados por medio de la vara de poder golpeando
con violencia a sus enemigos, cuando todas las tribus de la tierra se lamentarán
debido a Él. Pero, ¿acaso quiero yo que mis enemigos sean destruidos para
alcanzar a Cristo? No ciertamente. Yo los dejaré para estar con Él. Es
verdaderamente un pensamiento doloroso, aunque reconocemos el justo juicio de
Dios, que tal juicio se cumplirá sobre los que lo desprecian a Él y a Su
gracia. Pero, por lo que a mí respecta, yo estoy yendo verdaderamente a Cristo
en el cielo. Mi lugar está en Él, mientras Él está escondido en Dios, en la
unión más cercana e íntima. Yo pertenezco a la esposa, soy un miembro de Su
cuerpo, de Su carne y de Sus huesos. Cuando nos hemos sostenido de este bendito
centro, Cristo, y con Él, por consiguiente, de Dios mismo, entonces toda
Escritura cae en su lugar apropiado; y obtenemos un entendimiento espiritual de
cosas celestiales por medio del Espíritu Santo y de nuestra relación con ellas;
y de cosas terrenales y de nuestra separación de ellas; y, sobre todo, nuestros
corazones se sitúan en su lugar apropiado, porque, estando situados en Jesús
mismo, estamos esperándolo. Cuando Él se manifieste, nosotros seremos
manifestados con Él en gloria (Colosenses 3: 4), pero estaremos para siempre
con el Señor.
¡Que el Señor nos dé un entendimiento tal de la redención
y de nuestra
posición en Él, que pueda fijar de tal forma nuestros corazones en Él mismo, de
tal manera que podamos andar diariamente aquí abajo como hombres que esperan a
su Señor, el cual ha prometido venir y tomarnos consigo, velando en medio de
una noche de tinieblas, conscientes de que es de noche, aunque no somos de la
noche, sino que velamos y esperamos el día, teniendo a la estrella de la mañana
saliendo en nuestros corazones! Que el Señor nos guarde de los ídolos y, sobre
todo, de cualquier cosa que tenga sabor a Jezabel, que podamos estar en temor,
en temor de contristarlo a Él en cualquiera de esas cosas que han entrado para
estropear y corromper aquello tan hermoso que Él una vez plantó para ser para
la manifestación de Su gloria en este mundo oscuro y malo.
QUINTA CONFERENCIA
Lectura Bíblica: Apocalipsis, Capítulo 3
SARDIS. Yo siento, amados
hermanos, que el comienzo mismo
de este capítulo lo consuela a uno de una manera particular en relación con la
extraordinaria solemnidad del mensaje a la iglesia de Sardis. No conozco nada
más solemne que el punto de vista desde el cual el Espíritu de Dios, en este
mensaje a Sardis, considera a la iglesia profesante, en cuanto a su nombre, su
carácter, y su responsabilidad en el mundo; porque, aun cuando el mensaje es a
la iglesia, el punto de vista desde donde se la considera es lo que el Hijo de
Dios es en Su propia plenitud de bendición; puesto que ella debería ser, en el
poder de la gracia divina, la expresión de Su naturaleza y poder, de Aquel de
quien emana su vida; y este mensaje es enviado necesariamente a la iglesia
profesante de acuerdo con la declarada posición que ella ha tomado. Yo siempre
encuentro una pequeña dificultad al hablar sobre el tema debido al sentido de
responsabilidad que pesa sobre mí; y ruego que el Señor les pueda comunicar el
sentido que tengo (no, más bien, un sentido mucho mayor del que tengo) de la
responsabilidad relacionada con esto. De hecho, la iglesia de saisis estaba en
una condición muy solemne. A pesar de eso, hay un consuelo dado aquí para la
necesidad de la iglesia, en la plenitud y en la perfección de Cristo; y, cuando
podía parecer que todo el resto fracasa, tanto más Cristo pone en evidencia la
inalterable plenitud que siempre está allí en Él, para que se dependa de ella.
El carácter del Señor (el cual, como
decía antes, es
habitual en estos mensajes), se adapta al estado de aquellos a los que Él está
hablando, — leemos, "El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete
estrellas, dice esto". (Versículo 1). Aquí no se dice, como fue dicho en
el mensaje a Éfeso, "El que tiene las siete estrellas en su diestra";
sino, "El que tiene las siete estrellas". Y, presten atención,
ninguna palabra es omitida o cambiada en la Escritura sin un significado pleno.
Las estrellas (los ángeles) de las siete iglesias son los representantes simbólicos
de las iglesias [véase nota 1], pero considerados en aquellos que tienen un
carácter de autoridad bajo Él, el cual es la Cabeza del gobierno.
[Nota 1.] Aunque aquí tales asuntos
no son mi
objetivo, puedo comentar como explicación, ya que se ha puesto tanto énfasis en
esto, que el ángel de la sinagoga no era de ninguna manera el gobernante de la
sinagoga: ellos eran más bien los empleados de la sinagoga. Los ángeles pueden
aventajar en fuerza, pero son espíritus ministradores. La estrella, como
símbolo, no la palabra 'ángel', es lo que da el ideal de autoridad, aunque de
autoridad subordinada.
En el mensaje a Éfeso, Cristo tiene
toda la
autoridad en Su mano (siendo las estrellas, como yo he comentado recién, los
representantes simbólicos del completo sistema de autoridad, — es decir, de esa
energía activa que caracteriza a las iglesias a los ojos de Cristo, que actúa
en Su nombre en medio de los siete candeleros de oro), juzgando el estado de la
iglesia, y teniendo a los representantes en Su diestra.
Pero aquí en Sardis, el fracaso e
incluso la muerte
espiritual habían entrado y caracterizaban el estado de la iglesia, pues
leemos, "Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás
muerto". Hemos visto de qué modo el fracaso y el deterioro ya habían
entrado previamente en la iglesia; pero, bajo un punto de vista, Sardis estaba
en un estado incluso peor que cualquiera antes de ella, teniendo nombre de que
vivía, aun cuando estaba muerta. Esto era el deterioro del poder vital, — no es
el poder del mal obrando, sino una cosa moralmente desgastada y,
consecuentemente, el Señor se presentó a Sí mismo a saisis como teniendo para
la fe toda la plenitud del Espíritu Santo a Su disposición, — pues, "El
que tiene los siete espíritus de Dios"; y las siete estrellas, que es todo
el poder en la iglesia, estaban también a Su disposición (siendo el SIETE el
símbolo de la perfección). [Véase nota 2].
[Nota 2.] Pero, yo pienso que esto
es en la
actividad de sus ministraciones.
Con independencia de cuál puede ser
el fracaso de la
iglesia, de cualquier forma en que ella puede haberse unido con el mundo, esto
siempre permanece verdadero, a saber, que la capacidad plena y divina del
Espíritu Santo en Sus varios atributos es su porción, bajo Él, el cual es la
Cabeza de la iglesia y cuida de ella, y la ama, y vela sobre ella; así que, por
una parte la iglesia está sin excusa, y por otra, el santo creyente tiene un
recurso. Pero, ahora que toda la cosa ha fracasado completamente, que no
solamente los santos de Dios fueron seducidos por la falsa doctrina de Balaam,
y que Jezabel había encontrado allí un hogar, teniendo hijos nacidos allí (se
dirá, tal como se dijo de Sión, "Este y aquél han nacido en ella"
(Salmo 87: 5), así que aquí estaban aquellos que tenían nombre de Cristianos y
su lugar de nacimiento en el mal mismo), se presenta otra escena aquí después
que el mal se ha desarrollado plenamente por sí mismo, — un estado mortuorio,
aunque toda la energía espiritual y el poder autoritativo está allí en Cristo
mismo, con quien ellos tienen que ver. Y el hecho mismo de todo esto de estar
tranquilos y siempre en Cristo puede condenar mucho a la iglesia profesante, la
verdad preciosa de todo el poder en relación con el Espíritu Santo siendo
entonces, como siempre, hecha resaltar ciertamente en Cristo, para el consuelo
y bendición del fiel 'vencedor'. Ella es su soporte en medio del mal abundante.
Cualquiera que pueda ser la forma
en que la
corrupción haya entrado, sea Jezabel o sea Balaam, el Señor dice «Yo lo sé
todo». Si la muerte está impresa sobre la iglesia profesante, a pesar de eso,
Cristo dice «Yo tengo los siete espíritus de Dios y nada puede tocar esto» y,
por consiguiente, mientras todo está saliendo mal, nosotros encontramos que Él
tiene todavía todo lo que se necesita para la plena bendición de la iglesia, —
"tiene los siete espíritus de Dios". Esto no es alterado ni en un
ápice, ni por el fracaso del hombre, ni por la maldad de Satanás.
En Apocalipsis 4 versículo 5, y en
el capítulo 5
versículo 6, tenemos igualmente mención de los siete espíritus de Dios, — siete
lámparas de fuego; siete cuernos y siete ojos, los cuales son los siete
espíritus de Dios, mención expresiva de poder multiforme y de sabiduría
múltiple; de tal forma que es como si el Señor hubiese dicho, «Aquí está todo
lo que puede producir el bien, y un bien seguro, y yo lo tengo todo en Mi
custodia». En Tiatira, Él había sido obligado a enseñarles a esperar Su venida
como el único refugio en medio del mal; y esta esperanza es presentada como la
estrella resplandeciente de la mañana para iluminar el alma en medio de la
oscuridad circundante. Luego, en la iglesia de Sardis, donde ellos tenían el
nombre de que vivían mientras que estaban muertos, Él consuela además a los
fieles con la seguridad de que no hay ningún fracaso con respecto a la fuente
real de toda fuerza. Si toda provisión exterior se ha acabado, Él todavía es el
mismo, y ahora Él hará que esto sea conocido a la iglesia como el poder que
sostiene y sustenta a los pocos fieles; pero Él no hace un milagro para su
liberación. Así igualmente podemos observar que cuando Israel hizo el becerro
de oro no se obró ningún milagro para enfrentar ese fracaso sino que hubo allí
poder espiritual en Moisés cuando él puso el tabernáculo fuera del campamento.
Los profetas profetizaron en Judá,
pero no obraron
ningún milagro, excepto cuando el reloj de sol de Acaz volvió atrás diez grados
como una señal especial dada a Ezequías. Ellos testificaron con el propósito de
traer al hombre de regreso a la verdad públicamente reconocida en un sistema
establecido divinamente y consolar los corazones de los fieles. Pero, cuando
toda la nación de Israel se hubo apartado abiertamente de Dios bajo Jeroboam y
Baal fue establecido y adorado finalmente, entonces Dios obró milagros por mano
de Sus siervos Elías y Eliseo. Así que, mientras Dios, en misericordia y
gracia, siempre estuvo enviando testimonio tras testimonio a Judá, pero ningún
milagro cuando entró el abierto fracaso, Su poder tuvo que ser mostrado para
probar que Él era Jehová, en contraste con Baal, el cual Judá no negó. El poder
para con los sostenedores corruptos de la verdad los corrompería aún más; el
poder como testimonio para aquellos que se han alejado es la bondad paciente de
Dios. Este es un gran principio en los caminos de Dios, y es de este gran
principio del cual estoy hablando y no acerca de si hubo milagros allí. [Véase
nota 3].
[Nota 3.] Moisés obró milagros como
una prueba de su
misión, puesto que nada estaba divinamente establecido en ese entonces en Israel.
Pero esto no es nuestro asunto aquí. Es el mismo principio. Los profetas Judíos
apelaron a lo que estaba establecido.
El gran principio práctico está establecido,
a
saber, que siempre podemos contar con Dios con independencia de cuál pueda ser
el fracaso. Es verdad que no podemos sino ser conscientes del fracaso y
debiésemos tener un sentido profundo de él, mientras, al mismo tiempo, nunca
debemos permitir que el sentido absoluto del fracaso del hombre oscurezca el
ojo de la fe para el conocimiento del poder de Cristo; más bien debe volverse
más definitiva y claramente a eso que nunca puede fracasar. De esta forma
podemos considerar con serenidad el fracaso de la iglesia porque lo
consideramos desde nuestra posición morando en aquel amor que nunca puede
fallar; pero, a pesar de eso, a nosotros nos debe importar y debemos sentirlo
profundamente como siendo deshonroso para el Señor.
Tomen, por ejemplo, al apóstol Pablo;
cuán
completamente él se situó por encima de la posición de los fracasados Corintios
y Gálatas cuando se elevó a la fuente de confianza en el Señor. Vean de qué
manera tan chocante se habían conducido los Corintios cuando Pablo les
escribió. Allí había "tal fornicación cual ni aun se nombra entre los
gentiles" (1ª Corintios 5: 1). Por consiguiente, él tuvo que censurarlos,
pero él consideró por encima de su estado real a la fuente de su vida y
esperanza; y por consiguiente, antes de que él se ocupara del mal de ellos,
puede hablar acerca de ellos como estando confirmados "hasta el fin, para
que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo" (1a
Corintios 1: 8); porque, "Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la
comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor". (1a Corintios 1: 9). Así
también a los Gálatas. Cuando Pablo les escribió, dijo, "Estoy perplejo en
cuanto a vosotros" (Gálatas 4: 20); porque ellos se habían puesto bajo la
ley y por consiguiente, Pablo pregunta si debe cambiar su voz, — quiere saber
de qué forma él debe hablarles; porque ellos estaban fuera del terreno
Cristiano de la gracia y, en consecuencia, pasa a hablarles de acuerdo a la
ley. Pero cuando él se vuelve a Cristo, entonces su corazón llega a la fuente
de confianza, — no la confianza en ellos, sino acerca de ellos, — y entonces él
pudo decir, "Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis
de otro modo". (Gálatas 5: 10). El estado correcto de nuestras almas es
tener un valor justo por todo lo que hay en Cristo y habilidad para entenderlo
y, consecuentemente, de todo lo que la iglesia debe ser para Cristo, con el
propósito de tener un sentido más profundo de su fracaso, conforme a eso que
vemos en Cristo de quien ella debe ser testigo fiel y llena de fruto; y
entonces el sentido del fracaso aumentará, y no disminuirá nuestra confianza en
el Señor Jesús. Y esto es lo que guardará firme y sereno al santo a través de
todo esto, porque nuestra confianza no está en lo que la iglesia debe ser para
Cristo, sino en lo que Cristo es para ella.
Observen, entonces, la benignidad
del Señor, en la
forma en que Él comienza este mensaje a Sardis. Antes de que Él se refiera a su
terrible estado, Él se presenta, en primer lugar, como poseyendo aún el poder
plenario del Espíritu para el recurso de la fe; para que, no obstante todo el
fracaso y el mal que han entrado, el poder y el prevalecer del Espíritu todavía
permanecían los mismos, porque no dependían del andar del santo aquí abajo, sino
del valor de la obra de Cristo arriba. Tal como Dios antaño habló a Israel
cuando ellos habían fracasado, por boca de Hageo el profeta, diciendo,
"Según el pacto que hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, así mi
Espíritu estará en medio de vosotros, no temáis" (Hageo 2: 5). Y así es
aquí, — "Estas cosas dice el que tiene los siete espíritus de Dios, y las
siete estrellas". (Apocalipsis 3: 1 – VM). Entonces Él continúa para
volver sobre el estado de la iglesia, — "Yo conozco tus obras, que tienes
nombre de que vives, y estás muerto". ¡Qué terrible condición es esta!
Retrata completamente lo que vemos a todo nuestro alrededor, — y no me refiero
solamente al tiempo presente, sino al que ha sido realmente el estado de la
iglesia durante el último siglo y más.
En Sardis, no es la iglesia como habiendo
dejado el
primer amor como en Éfeso (aunque eso ha sido el origen de todo lo que sucedido
desde entonces), ni es como Esmirna, sufriendo bajo la persecución de Satanás,
quien tiene el poder del mundo. Ni es como Pérgamo, morando en el mismo mundo
donde está su trono, teniendo a los que retienen la doctrina de Balaam y de los
Nicolaítas, una doctrina que permite obras de maldad. Ni es como Tiatira,
tolerando que la profetisa Jezabel enseñe y seduzca a Sus siervos a cometer
fornicación y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Ni ha llegado todavía al
estado de Laodicea, simplemente lista para ser vomitada; ni es similar a
Israel, como los adoradores abiertos y positivos de Baal. La gracia todavía
tiene alguna obra para hacer, y por consiguiente la encontramos actuando aquí y
allá. La iglesia de Sardis, como hemos visto, se había alejado de la doctrina
maligna y de la enseñanza real de la corrupción; pero la maldad de Sardis era
más negativa, — una forma muerta sin ningún poder vivo. Tiene el gran nombre de
que vive, ciertamente. Aquí no es Jezabel, no es el comer cosas sacrificadas a
los ídolos, ni tampoco es vomitada todavía de la boca de Cristo. Ellos tenían
la verdad exterior, pero estaban muertos, no teniendo ningún poder vivo; tenían
una cierta profesión exterior y confesada y apariencia de Cristianismo; pero,
¡lamentablemente! si tenía el nombre de que vivía, no había ningún poder de
vida. Ellos sostenían el nombre y la doctrina del Cristianismo pero Cristo no
estaba allí, ¡lamentablemente! Tomen ustedes la ortodoxia tal como es ahora y
como ha sido desde un tiempo atrás, ¿y no es justamente esto? Salvados de
Jezabel, ha entrado una forma muerta. Y recordemos aquí lo que hemos comentado
antes, a saber, que en estos mensajes a las iglesias nada de lo que se pone
bajo juicio tiene alguna referencia a la energía del Espíritu Santo obrando. Lo
que es juzgado es el uso hecho de estas gracias y dones del Espíritu de Dios.
Tomen ustedes la obra de la Reforma
como una
ilustración de esto. Con referencia a lo que la produjo, hubo una obra
indudable del Espíritu de Dios; y comprobamos con gozo lo que Dios estaba
haciendo y no lo que Él está juzgando. Es por no ver esta distinción por lo que
las personas entran en dificultad. Ahora bien, se puede preguntar, «¿Dónde está
el fruto que debería haber sido producido por los privilegios entregados en la
Reforma y que han sido disfrutados por tanto tiempo hasta ahora?» Dios enciende
una luz, no para ponerla debajo de un almud, sino sobre un candelero, y alumbra
a todos los que están en casa; entonces Dios mira para ver si lo que Él ha
puesto allí alumbra. En las iglesias encontramos que se habla de un buen o un
mal estado, pero nunca se nombra el buen estado en relación con el Espíritu
Santo como si Él lo produjera.
"No he hallado tus obras perfectas
delante de
Dios." (Apocalipsis 3: 2). La perfección que había en Cristo para ella
había sido establecida por completo; y por consiguiente, Él busca aquello que
debe responder a esto, la perfección en la que ella fue establecida
originalmente. De esta forma, el Señor se presenta a Sí mismo como el Único que
tiene todas estas perfecciones en poder y energía espirituales, y está buscando
aquello que responda a estas. Nosotros podríamos decir, «¿acaso no es extraño
decir que sus obras no eran perfectas cuando se nos dice que ellos estaban
muertos?» No, porque el Señor no puede descender más abajo de Su propia medida
al tratar con el mal, sea en la iglesia o con un individuo. Si Él da una norma,
es por ella por la cual Él debe juzgar. La iglesia debe ser juzgada de acuerdo
a los recursos que ella tiene a su disposición. Dios nunca desciende por debajo
de esto buscando una respuesta a lo que Él ha hecho. Por consiguiente, tenemos
que preguntarnos a nosotros mismos si, como individuos, estamos mostrando al
mundo la santidad de la cual hemos sido hecho partícipes y el amor del cual
nosotros somos el objeto. Hay muchos que PROFESAN a Cristo, mientras que hay
comparativamente pocos que VIVEN a Cristo. Aquí no hay cargo con respecto a
Balaam y su doctrina corrupta, o de comer cosas sacrificadas a los ídolos, o a
Jezabel; sino que el Señor está buscando VIDA. Él busca obras completas,
plenas, de acuerdo a la medida de la gracia con la cual Él ha relacionado a la
iglesia. Si nos miramos a nosotros mismos, queridos amigos, ¿qué podemos decir?
La pregunta no es si estamos produciendo algún fruto, sino si los frutos que se
producen son los frutos correctos para Él, para quien se labra el terreno. Si yo
labro un terreno y lo siembro con trigo, y no produce según mis trabajos
dedicados a él, yo debo abandonarlo y no lo siembro más con trigo. No estoy
hablando aquí acerca de la salvación de un alma, sino del juicio del Señor de
los resultados en los santos, en almas ya salvadas.
Es cierto que Dios producirá los frutos
de cada
principio de Su gracia en perfección cuando Cristo tome Su poder; pero, antes
de esto, Él se lo encarga al hombre. Él dio la ley a Israel, y ellos fracasaron
absolutamente en respetarla. Pero Cristo dice, "tu ley está en medio de mi
corazón". (Salmo 40: 8). Así también con Israel, Dios, en los postreros
días, escribirá la ley en sus corazones. Ahora Israel se ha convertido en
"refrán y escarnio entre todos los pueblos" (1º. Reyes 9: 7 — LBA),
por haber sido infiel; pero en el día del poder de Cristo, cuando Dios
producirá fruto en perfección y plenitud, entonces "Israel florecerá y
brotará, y llenarán el mundo entero de fruto." (Isaías 27: 6 — LBA).
Tomen entonces el gobierno que fue
puesto en la mano
del hombre. A Nabucodonosor se le confió el poder y sabemos lo que resultó de
esto. Pero, el gobierno será establecido en perfección cuando el reino del
mundo habrá venido a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo. (Apocalipsis
11: 15 – LBA). Así también la iglesia de Dios fue establecida en la tierra
completa en Cristo, para manifestar la gloria de su Cabeza ausente en el cielo
y el poder del Espíritu Santo conferido a ella. Ella era la morada de Dios en
el Espíritu. Pero, ¡lamentablemente! cuán miserablemente ella ha fracasado, y
lo que Dios está buscando son los frutos de la gracia como un testimonio y
testigo de Su gracia recibida. Pero cuando Cristo "venga en aquel día para
ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron"
(2a Tesalonicenses 1: 10), entonces la iglesia será manifestada en gloria y el
mundo aprenderá que la iglesia ha sido amada con el mismo amor con el cual
Cristo fue amado. Pero ahora es un asunto de responsabilidad, y esto para cada individuo
si la iglesia fracasa. Se llegará a esto, con respecto a la iglesia profesante:
que será vomitada de Su boca. Pero, recuerden que esta no es una cuestión de
salvación sino de profesión ante el mundo.
Tomen el día de Pentecostés, cuando
el Espíritu Santo
fue dado para producir ciertos resultados. Allí fueron producidos los frutos
adecuados. Entonces, la pregunta con respecto al tiempo presente es,
obviamente, ¿está la iglesia de Dios produciendo los frutos para Dios que
responden al poder del testimonio que se le confió? No, la iglesia como un
cuerpo no lo hace. Entonces la individualidad es mostrada, — "El que tiene
oído, oiga" (versículo 6), y esto trae la pregunta a cada uno de nosotros,
¿hasta qué punto estamos nosotros produciendo individualmente un testimonio de
la gracia de Dios?, — yo quiero decir, no un testimonio de acuerdo con la
primera plenitud pública de poder manifestada en la iglesia, sino si acaso
estamos nosotros llenando ahora la medida de lo que hemos recibido
individualmente y el servicio espiritual de un santo, de acuerdo al poder de
Cristo; porque, en la práctica, así trata Dios con la iglesia, y la gracia en
Cristo es siempre suficiente para eso. Cuando la pregunta entre el alma y Dios
es esta, ciertamente tendremos que reconocer que esta medida individual de
gracia no es lograda. Es verdad que podemos contender celosamente por un
NOMBRE; pero la pregunta ante Dios es con respecto al poder y a los frutos
plenos de la gracia en la medida de lo que ha sido recibido, y si el alma no llega
a eso, es algo terrible para ella estar descansando en una reputación
religiosa, mientras las obras no son perfectas ante Dios.
¡Oh!, que el Señor nos preserve a
todos de descansar
sobre una reputación religiosa; porque estoy seguro de que de todas las cosas
terribles que le pueden ocurrir a un santo de Dios, una de las peores es
confiarse en una reputación religiosa, — sobre todo para uno que está
comprometido en el ministerio. ¡Es lamentable! cuán a menudo hemos visto a una
persona tal trabajando consagradamente, diligentemente, bendecido en sus
labores, reuniendo a otros realmente en la verdad a Cristo, pero reuniendo de
esta forma un círculo alrededor de él. El 'yo' está allí y de esta manera toma
'un nombre de que vive', llegando a estar satisfecho con el círculo que él ha
hecho y descansando en los frutos producidos y no en Aquel quien es el único
poder de vida. Así su utilidad se ha ido, y al final él mismo se detiene.
Consideren ustedes ahora el contraste directo de esto en la senda terrenal del Señor.
A cada paso que dio, Él perdió reputación con los que estaban alrededor de Él,
porque Él siguió andando con Su Padre, resplandeciendo más y más luminoso;
hasta que al final los hombres no pudieron soportar Su resplandor y, en lo que
a ellos respecta, lo divulgaron en la cruz, porque los que estaban alrededor de
Él no conocieron Su medida de comunión, y no pudieron de ninguna manera
alcanzar ese nivel. Incluso Sus mismos discípulos no pudieron estar a la altura
de lo que implicaba el discipulado; y ellos también Le abandonaron, tal como Él
dijo, "seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no
estoy solo, porque el Padre está conmigo". (Juan 16: 32). Nosotros vemos
así que el bendito Señor descendió más y más en la estimación del hombre hasta
que ellos lo enviaron a la muerte, "y muerte de cruz".
Luego tenemos a Pablo. ¡Qué energía
espiritual de fe
hubo en él! Caminó con Dios en poder; pero vemos que los que estaban alrededor
de él no pudieron lograr el punto que él había alcanzado; por consiguiente,
como Pablo avanzaba, necesariamente debe dejarlos detrás de él. Su senda se
tornó más y más solitaria y al final de su carrera él tuvo que decir, "me
abandonaron todos los que están en Asia". (2a Timoteo 1: 15). Y además, "todos
me desampararon… Pero el Señor estuvo a mi lado". (2a Timoteo 4: 16, 17).
De todos los que él había reunido, Pablo tuvo sólo una persona que lo visitaba
en la prisión. La energía plena se mantuvo en Pablo, en el poder con que él
caminó con Dios, mientras otros retrocedieron; como él dice, ellos eran
"enemigos de la cruz de Cristo…que sólo piensan en lo terrenal".
(Filipenses 3: 18, 19). Y aún aquellos que no eran así no se estaban poniendo a
la altura del punto de fe; ellos perdieron de vista su ciudadanía celestial;
buscaron lo suyo propio más que las cosas de Cristo Jesús.
El grado de nuestro aislamiento será
exactamente en
proporción a que exista esta medida secreta de comunión en nuestro andar con
Dios, en lo que está pasando a cada hora entre el alma y Dios. Lo que tenemos
que buscar muy especialmente es que todas nuestras obras sean perfectas delante
de Dios, que todos nuestros hechos sean medidos con referencia inmediata a
Dios, y esto necesariamente debe producir un cierto grado de aislamiento. Esto
fue así con Cristo: Él siempre fue humilde y Él ya estuvo solo, no obstante,
lleno de amor por todos, perfecto en afabilidad con cada alma necesitada así
como con Sus discípulos. Es que no importa de qué modo penetramos en la
estimación de los demás ya que esto será la consecuencia necesaria de la
fidelidad; y lo contrario de todo esto es con una gran exhibición ante el
mundo, — exactamente esto, "tienes nombre de que vives, y estás
muerto", "porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios".
(versículos 1, 2). Las obras son hechas con referencia al hombre y no a Dios.
Al mismo tiempo, es una cosa realmente correcta andar con los santos y mantener
y cultivar sus afectos, aunque cuanto más fiel es el andar individual, mayor
debe ser el aislamiento, porque habrá muchos menos que lo entiendan. Y sin
embargo, cuanto más cercanos a Cristo, más grande, obviamente, será la gracia
hacia los demás, como Él dice, "como yo os he amado, que también os améis
unos a otros". (Juan 13: 34). De esta forma, en un andar cercano con Dios
habrá un sentido permanente de Su favor secreto; pero entonces esta dependencia
personal en Dios debe conducir al aislamiento. Nuestro camino será un camino
solitario como siempre fue el de Cristo. Con toda Su gracia y humildad, para
oír a todos y servir a todos, sí, incluso para lavarnos nuestros pies, aun así,
Él fue dejado solo, pero no fue abandonado por Dios, tal como Él dijo, "el
que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago
siempre lo que le agrada." (Juan 8: 29).
Vean ustedes ahora las consecuencias
de las obras
que no son perfectas delante de Dios; y esto es lo que yo siento que es tan
solemne en la advertencia presentada aquí: "Acuérdate, pues, de lo que has
recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete". (Versículo 3). Observen aquí
los dos conceptos, "recibido y oído". En primer lugar, la gracia que
ella había recibido y en la cual había sido establecida y, en segundo lugar, la
palabra revelada de Dios como su norma y guía. La gracia ha sido recibida y la
palabra comunicada. No es que nosotros seamos llamados a considerar lo que no
hemos recibido, sino lo que hemos recibido. El Señor presenta la medida de
responsabilidad en estos dos conceptos, lo que la iglesia ha recibido y en lo
cual ella ha sido establecida, y lo que fue OÍDO (siendo la palabra de Dios la
única medida de guía revelada). Dios nos da Su palabra para guiarnos y gracia
para andar conforme a ella.
"Pues si no velas, vendré sobre ti
como ladrón,
y no sabrás a qué hora vendré sobre ti." (Versículo 3). Velar ahora es una
cosa muy pesada y fatigosa; porque uno tiene que vigilarse a sí mismo también,
y nosotros somos propensos a dormirnos. El corazón se cansa de estar
constantemente despierto para todo lo que pasa. Es imposible velar si no nos
mantenemos cerca de Cristo, — si no somos conscientes de que Él nos está
mirando y prestándonos atención. Necesitamos una gran vigilancia en el servicio
activo. En verdad, todo nuestro servicio debería estar conectado con Dios como
un asunto de fe individual. Nosotros podemos ser probados en esto. El bosque
puede ser muy espeso pero el objeto al otro lado debería estar claro. Hay una
tendencia constante de deslizarse lejos de esa claridad de juicio acerca de una
cosa, claridad que deberíamos tener si estamos cerca de Cristo. Al juzgar una
prueba en la presencia de Cristo, la manera de salir de ella parece fácil; pero
cuando nos hemos situado en la prueba, no siempre lo vemos tan claramente.
Cuando por vez primera estamos descendiendo a un valle, el objeto al otro lado
y la dirección que deben ser tomados son vistos bastante claros; pero, cuando
nos hemos situado en la espesura del valle no es tan fácil discernir la senda a
través de los detalles del camino. Cuando entramos en el cansancio y la
distracción de las circunstancias de la prueba estamos inclinados a perder la
claridad de aprendizaje que tuvimos al juzgarla en la presencia de Cristo.
Todos nosotros encontramos que hay mucha más dificultad práctica de ver tan
claramente en la espesura del valle que cuando estamos en las alturas con
Cristo. Nuestro ojo debe ser sencillo para hacer la voluntad de Dios y,
mientras más humildes seamos, más sencillos seremos, y así seremos guiados a
través por la sabiduría de Su propia voluntad, el cual ve el fin desde el
principio y nos guía por Su palabra y Espíritu. La mente más grande del hombre
que alguna vez fue oída nunca podría discernir las sendas de Dios, mientras que
el 'niño pequeño' que recurre a Dios tiene la sabiduría de Dios. Cada paso que
tomamos debería estar marcado con la sensación de la aprobación de Dios. Pues
Él, "Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su
carrera" (Salmo 25: 9).
"Pues si no velas, vendré sobre ti
como ladrón,
y no sabrás a qué hora vendré sobre ti." Si en la iglesia profesante no
hay esta vigilancia, ¡cuán solemne es el resultado! "Vendré sobre ti como
ladrón". ¡Qué cosa más terrible cuando la iglesia profesante, con su gran
nombre, es reducida al nivel del mundo en la estimación y el juicio de Dios,
cuando ella no logra satisfacer con sus obras la expectativa de Dios! Él no ha
hallado sus obras perfectas delante de Dios porque no están de acuerdo a los
privilegios dados por Dios. Aquí Dios les dice a ellos que, «Si no está la
respuesta a lo que yo te he dado, si no hay vigilancia, yo debo tratarte tal
como será tratado el mundo». En 1a Tesalonicenses 5: 2, se dice con respecto al
mundo, "el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche". Pero a
los santos se les dice, "Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas,
como para que aquel día os sorprenda como un ladrón. Todos vosotros sois hijos
de luz e hijos del día". (1a Tesalonicenses 5: 4, 5 - RVA). Y cuando venga
Aquel que trae el día, los hijos del día vendrán con Él. En realidad, ellos
serán como los rayos del Sol de Justicia. "Cuando Cristo, vuestra vida, se
manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en
gloria" (Colosenses 3: 4); "cuando venga en aquel día para ser
glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron". (2a.
Tesalonicenses 1: 10). Y además, "La gloria que me diste, yo les he dado,…
para que el mundo conozca… que los has amado a ellos como también a mí me has
amado". (Juan 17: 22, 23).
En 1a Tesalonicenses 5 el Espíritu
de Dios contrasta
el mundo con la iglesia de Dios; mientras que aquí en Sardis el Señor contrasta
la iglesia profesante con los verdaderos santos de Dios, y le anuncia la
porción del mundo. Por consiguiente, a Sardis se le habla como al mundo; no se
le denuncia como a Jezabel, sino como recibiendo el juicio de lo que ella es en
espíritu, el mundo; porque si la iglesia profesante no está ascendiendo a la
medida de lo que ha "recibido y oído", ésta es su porción. Si no se
la encuentra vigilando se está exponiendo en su medida al mismo juicio que el
mundo. Obviamente nosotros no estamos diciendo que la iglesia de Dios, que es
una con Cristo en la gloria y cuya vida está escondida con Cristo en Dios,
podría ser tratada así alguna vez; pero es un pensamiento sumamente solemne que
el gran cuerpo profesante, con su 'gran nombre de que vive' y una 'buena
apariencia en la carne', esté a la espera del mismo juicio del mundo. De hecho
ella es en sí misma el mundo. Entonces emerge esta pregunta, ¿hasta qué punto
nuestras almas se han dado cuenta que todo lo que está sucediendo alrededor
nuestro y que lleva el nombre de Dios, aun cuando no es de Dios, — es decir, la
iglesia nominal, o la Cristiandad como se le llama, que es en verdad el mundo,
pero teniendo este nombre, — será tratada como lo que es en verdad, — a saber,
el mundo? Bien, entonces, estimados amigos, cuan solemne es este hecho de que
nosotros estamos en este día en que vivimos atravesando una escena que debe ser
visitada así porque Dios lo ha dicho y, ¡lamentablemente! no sabemos cuán
pronto. No conozco nada más solemne que la identificación, en el juicio, de la
iglesia profesante con el mundo, lo cual se encuentra aquí.
"Pero tienes unas pocas personas en
Sardis que
no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque
son dignas". (Apocalipsis 3: 4). Aquí tendremos expuesto otro asunto
importante; porque aquí encontraremos las características de lo que es llamado
la 'iglesia invisible'. "Pero tienes unas pocas personas en Sardis."
Estas "personas" representan aquí a 'individuos' a quienes el Señor
había contado y había conocido a cada uno de ellos por su nombre. Éstos son
aquellos "que no han manchado sus vestiduras"; ellos no habían
continuado con el mundo ahora que la iglesia profesante había manchado sus
vestiduras. Puede ser que a Sardis no se le acuse con las seducciones de
Balaam, o las corrupciones de Jezabel; pero ella está pensando en "lo
terrenal" y está gloriándose en "su vergüenza". Sardis no ha
guardado sus vestidos sin ser manchados por el mundo, y, por consiguiente, su
mancha no es 'la mancha de Sus hijos'. Como dijo Pablo, "aun ahora lo digo
llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo;… que sólo piensan en lo
terrenal". (Filipenses 3: 18, 19). De lo que aquí se habla es del espíritu
del mundo llenando el corazón como un objeto aceptado, y de la conformidad a él
para andar con él. Pero aquellos que se han asido de la cruz de Cristo con los
vestidos sin manchar, "andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son
dignos."
El carácter de la bendición responde
siempre a la
dificultad. Ellos habían guardado sus vestidos sin ser manchados por el mundo
cuando estuvieron aquí abajo. Por consiguiente, caminarán con Él en vestiduras
blancas allá arriba, "y no borraré su nombre del libro de la vida, y
confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus
ángeles"(versículo 5). Observen cuán individual es esto, — "su
nombre", repitiéndose tan constantemente.
La fuerza de la expresión, "del libro
de la
vida", es evidentemente la de un registro general de la profesión, tomado
de la costumbre de corporaciones de ciudades dónde un nombre puede ser
inscrito, el derecho al cual puede demostrar ser falso, dando, a primera
vista, un título válido a algo, aunque al ser investigado tendrá que ser
borrado. Los que estaban inscritos en este libro tenían una profesión,
"nombre de que vives". Esto era muy diferente de estar "escritos
desde la fundación del mundo en el libro de la vida" (Apocalipsis 17: 8);
porque, en ese caso, Dios los había escrito allí: este era así el libro de los
consejos y propósitos de Dios.
"Y confesaré su nombre." El Señor
distinguirá a cada uno que es Suyo. Y en estos individuos vemos que la iglesia
invisible existe en medio de la ruina de todo, y cuando el cuerpo visible sea
juzgado, ellos escaparán, y no meramente escaparán, sino que serán arrebatados
para el Señor antes de esto. Para que, cuando el Señor venga a juzgar al mundo,
ellos vengan con Él; y la iglesia visible, no respondiendo a la gracia, será
tratada como el mundo. Por consiguiente, yo no dudo de que hay una iglesia
invisible; pero observen que cuando la verdadera iglesia es invisible, entonces
la iglesia visible es tratada como el mundo. Estas iglesias fueron llamadas
candeleros, y Dios había puesto luz en ellos, no para ser puesta bajo un almud,
sino para ser puesta en un candelero para dar luz a todo alrededor. Bien,
entonces, ¿es invisible la luz? Si ella lo es, ¿para qué es útil la luz
invisible? Sólo merece la condenación. Lo que ha sido dicho por los hombres
durante los últimos trescientos años es bastante verídico, que hay una iglesia
invisible, pero entonces ésta es la condenación de la que es visible.
Considerada con respecto a su testimonio colectivo público para Dios, ¿confirma
ella los preceptos de Cristo en su conducta y vida? No; y por consiguiente, no
ha habido en la iglesia el testimonio visible de toda la gracia, y la verdad, y
la bienaventuranza, que son la porción de la iglesia en Cristo.
Nosotros haríamos notar aquí cuán
diferentes
aspectos de la venida del Señor nos son presentados en estos mensajes. En
Tiatira, en el estado Jezabel de la iglesia, Él aleja el ojo de toda esperanza
de restauración, y lo vuelve a la Estrella de la Mañana para el consuelo de
aquellos que, aunque no son de la noche, aun sintiendo que es de noche, están
velando por la Estrella de la Mañana; presentando así la esperanza de Su venida
como un refugio al fiel vencedor en medio del abundante mal. Aquí en Sardis, Su
venida tiene el carácter de juicio, — "vendré sobre ti como ladrón, y no
sabrás a qué hora vendré sobre ti". Estando Sardis en un estado muerto y
deteriorado, necesariamente trae un juicio a sí misma; porque si la iglesia
profesante entró en un estado como de muerte, entonces debe ser tratada como el
muerto. Pero en Filadelfia, es una cosa bastante diferente; allí Él se dirige a
un pobre y débil remanente en medio de la apostasía, con la esperanza bendita y
alentadora de Su pronta venida, — "He aquí, yo vengo pronto."
FILADELFIA. Nosotros hemos
visto que el curso general de las
primeras de estas iglesias es la decadencia; luego, el hecho de ser desviadas
por Satanás; después, las advertencias. Aquí se conforta a un remanente. Aquí,
lo que caracteriza a los fieles es que, si bien ellos no tenían fuerza, sin
embargo están en relación íntima con el Señor Jesucristo mismo. Lo que
caracteriza al padre que está en Cristo, en la primera epístola de Juan, es el
conocimiento de Aquel que es desde el principio. Así aquí en Filadelfia,
nosotros tenemos poca fuerza, es cierto; pero no hay ninguna negación de Su
nombre. El mensaje a la iglesia, el fundamento de la declaración hecha a ella,
está relacionado con Cristo, es Él mismo; no es una cuestión de poder. Pero,
cuando todo está saliendo mal, como en la epístola de Juan, dónde estaban los
muchos Anticristos, estaban sin embargo los que tenían aquello por medio de lo
cual podían detectar lo falso; leemos, "el que es engendrado de Dios se
guarda, y el maligno no le toca". (1ª. Juan 5: 18, - VM). Sintiendo ahora
que buscar cualquier restauración de la iglesia es un tipo de algo imposible,
hasta donde concierne al poder aparente, guardar la palabra de la paciencia de
Cristo es lo que caracteriza a la iglesia de Filadelfia; y el nombre del
"Santo, el Verdadero", está impreso en ella de una manera peculiar.
No hay ningún asunto de poder en la forma en que Cristo es presentado aquí,
como en Sardis, sino la infalible certeza de lo que Él era en Su carácter y de
lo que Él ha dicho, — "El que es santo, el que es veraz".
(Apocalipsis 3: 7 – VM). Con estas dos cosas podemos juzgar todo. Cuando todo
alrededor iba mal, ellos debían guardar la sencillez que había en Cristo; como
en la epístola de Juan, — "Este es el verdadero Dios, y la vida
eterna". (1ª. Juan 5: 20). "Hijitos, guardaos de los ídolos".
(1ª. Juan 5:21). Ellos tenían la vida eterna en sus almas y, habiéndolo tocado
y palpado, y habiéndolo visto por la fe, pudieron decir quién era este
Verdadero; y también pudieron decir, este es el "Santo", porque Él no
sólo es el Único que tiene el poder, sino que Él es el Santo.
Observen también que los caracteres
de Cristo
presentados aquí no forman parte de la gloria original de Cristo, de la que se
habló en el capítulo 1, sino que se refieren a Su carácter moral, discernido
por el santo ejercitado en la fe en la época a la cual la iglesia alude. Pero,
los santos habían guardado aquí 'la palabra de la paciencia de Cristo'; y
cuando la palabra de Dios es estimada como tal, entonces el carácter del propio
Cristo gobierna el alma. Sus mandatos se vuelven nuestra autoridad, y el propio
Cristo gobierna personalmente los afectos del corazón, y con un ojo sencillo el
cuerpo está lleno de luz. Así fue con María, cuando la partida del Señor se acercó.
La palabra de Dios vincula el alma con Cristo tal como Él era, y como Él es;
sencillamente le presenta a uno un Cristo escrito. Vean en Mateo 5:
"Bienaventurados los pobres en espíritu"; ¿y quién hay tan pobre en
espíritu como Cristo? "Bienaventurados los de limpio corazón"; ¿y
quién hay tan puro como Él? "Bienaventurados los mansos"; ¿y quién
hay tan manso como Él? "Bienaventurados los pacificadores": y Él fue
el gran pacificador, el Príncipe de Paz mismo.
Lo primero es, obviamente, tenerle
a Él como el
Cristo vivo para la salvación del alma; y luego, a través de la palabra
escrita, obtenemos la percepción espiritual de lo que este Cristo es. Ella es
la expresión sencilla del propio Cristo, de Aquel que era la imagen explícita
de Dios; quién "se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad". (Juan
1: 14 - LBA). Y cuando obtenemos así el testimonio que el Espíritu da de
Cristo, el corazón se aferra a Él como el "santo" y el "verdadero".
Así, el Cristo encontrado en la palabra gobierna los afectos, porque no osamos
estar y no nos atreveríamos a estar sin este Cristo escrito, o a apartarnos de
Él. Este vínculo viviente con un Cristo vivo es el único resguardo contra
aquellos que nos seducirían. Un Cristo santo en quien tenemos la verdad es la
bienaventurada, fuerte y moral convicción del alma, cuando una Cristiandad
mixta y sin vida es impotente contra el engaño y, cuando las mismas causas
hacen incapaz a la iglesia profesante de discernir un camino llano, cuando no
hay fe suficiente para arreglárselas sin el mundo, y la mezcla está por todas
partes, entonces un Cristo santo y verdadero es la guía segura y sostén del
alma.
Pablo dijo a Timoteo, "desde la niñez
has
sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús". (2a Timoteo 3: 15), y
ciertamente no puede haber conocimiento mejor a conseguir que el conocimiento
de Cristo. Éste fue el argumento en la Epístola de Juan. El padre en Cristo ha
"conocido al que es desde el principio" (1ª. Juan 2: 14); y él pudo
decir lo que el verdadero Cristo era; él conoció a "el Santo, el
Verdadero". No es desarrollo lo que se necesita, sino simplemente volver a
la sencillez que es en Cristo, — conocerle a Él verdaderamente como fue
revelado al principio, Él que era desde el principio. Por consiguiente, si mi
alma está ligada al Cristo de la palabra escrita, el Cristo que yo he amado
aquí es el mismo Cristo que yo estoy esperando que venga y me lleve allí
arriba.
El bienaventurado retrato que
obtenemos aquí del
Señor Jesús no es parecido al presentado en el capítulo 1 de Apocalipsis con,
"sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido,
refulgente como en un horno", — firme, inmutable, un fuego consumidor en
el juicio, y ahora revelado así, y según lo que fue revelado por el Espíritu
Santo. Pero, el retrato que es presentado aquí de Él está en relación con el
carácter moral dado de Él en la palabra escrita, — a saber, "El que es
santo, el que es veraz". (Apocalipsis 3: 7 – VM).
"El que tiene la llave de David, el
que abre y
ninguno cierra, y cierra y ninguno abre." (Versículo 7). Cristo no está
buscando fuerza en Sus santos: Él entra en Su propio servicio personal y
peculiar y Él mismo sostiene "la llave"; y ésta es nuestra confianza.
Si olas furiosas se levantan en los países a nuestro alrededor, y la
predicación del evangelio parece estar prohibida, bueno, todo está en Sus
manos. Yo podría desear que el evangelio pudiera predicarse en una cierta
tierra, y los estorbos pueden parecer ser demasiados y demasiado grandes; pero
mi consuelo es saber que Cristo tiene la llave, y todo el poder divino de Dios
a Su disposición; y es como en Juan 10, "A éste abre el portero", así
que cuando Jesús se presentó (como en los evangelios) nadie pudo dejar afuera
Su testimonio. Todo los poderes de la tierra, — los Fariseos, los intérpretes
de la ley, los principales sacerdotes, los gobernadores, los Pilato, y los Herodes
(esos zorros), — no pudieron impedir a ninguna pobre oveja que oyera la voz del
Buen Pastor en los días de Su carne; y así es ahora, porque Cristo es "el
mismo ayer, y hoy, y por los siglos". Ésta es nuestra confianza al
predicar el evangelio; porque yo no podría contar con un año más con toda la
libertad con la que somos bendecidos en este país altamente favorecido, sino
por esta sencilla promesa, "he puesto delante de ti una puerta abierta, la
cual nadie puede cerrar" (versículo 8); y yo podría ir intrépidamente a
cualquier país, cualesquiera que pudieran ser las circunstancias exteriores, si
yo viera que el Señor hubiera puesto ante mí una puerta abierta.
Es obvio que debemos esperar el tiempo
del Señor
para tener la puerta abierta; como vemos en el caso de Pablo, pues una vez le
prohibieron hablar en Asia y después lo encontramos allí durante tres años,
reconociendo el Señor sus obras allí, de modo que toda Asia (de la que Éfeso,
dónde él estaba reuniendo una iglesia, era la capital) oyó la palabra de Dios.
Obviamente, nosotros tendremos que estar satisfechos de apoyarnos en fe en el
brazo de Aquel que sostiene la llave, y en nuestra paciencia tendremos que
sujetar nuestras almas; porque siempre habrá allí circunstancias para ejercitar
nuestra fe, y Dios permitirá que surjan estas circunstancias, para demostrarnos
que no podemos hacer nada sin Él. Porque es entonces cuando encontramos que no
tenemos fuerza, y que Dios contesta a nuestra debilidad según Su propia fuerza;
porque Él no puede fallar en responder a la fe que Él ha dado. "He puesto
delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar." Esta
palabra me ha dado a menudo gran confianza, — "la cual nadie puede
cerrar". Éste es un consuelo tan bienaventurado, a saber, que si Cristo ha
abierto una puerta, ningún hombre, diablo, o espíritu maligno, puede cerrarla;
y aunque no tenemos ni siquiera la fuerza para empujar la puerta para que se
abra, ella está abierta para nosotros. La iglesia entera está débil, tan débil
como puede estar, y eso en un mal sentido, pues, ¿qué fe tenemos nosotros?
Nosotros oímos de una fe pequeña. Dios nos muestra Su poder, como hemos oído de
lo sucedido en Madagascar. Pero, dónde están la fuerza y energía de la fe que
deben ser oídas entre nosotros?
"Por cuanto has guardado la palabra
de mi
paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba." (Versículo
10). Esto sella nuestra seguridad y
nuestro poder. Se trata de la propia paciencia de Cristo, porque Él también
está esperando el reino, esperando hasta que Sus enemigos sean puestos por
estrado de Sus pies. Nosotros esperamos cómo Él y con Él; pero esto es aquí
mediante la palabra. Es eso lo que es nuestra garantía y nuestra seguridad, —
la palabra por la que Él nos guía en la misma mente y espíritu en los que Él espera,
separados del mundo y unidos a Él en las mismas esperanzas, y alegrías, y
deleite, no encontrando descanso hasta que Él encuentre el Suyo, — es la guía
de nuestra mente, por hacernos partícipes de la Suya, en los pensamientos y
expectativas que Él tiene en Sí mismo. Sólo mantengamos retenida la palabra de
la paciencia de Cristo en estos últimos tiempos peligrosos. Es nuestro poder
contra el adversario, — en el conocimiento del propio Cristo, no en el poder
eclesiástico, sino como santos y verdaderos, esperando separados del mundo,
como Él está, y guardando Su palabra, y perteneciendo a Él, para que Él nos
libre de la hora de la prueba que pende sobre el mundo y, mientras tanto, la
puerta abierta del servicio es nuestra, a pesar de todo.
Pues, asociados así con Él, tenemos
Su propia
porción. No siendo moradores en espíritu en la tierra, sino esperando con Él,
Él no nos hace atravesar esa hora de prueba que va a entresacar a aquellos que
tienen su hogar aquí, confundiendo por el poder del enemigo y la tribulación de
Dios a los hombres de este mundo, y haciendo del mundo, al que se haya aferrado
cualquiera de los Suyos, un tormento demasiado grande para seguir aferrándose.
El santo de Filadelfia escapa de todo esto; él puede mirar directo al cielo y
al Cristo celestial al que él pertenece; y el corazón asociado con Él sabe que
Él no faltará a su corazón, sino que en cuanto Él se levante a tomar Su lugar y
poder hacia el mundo, lo arrebatará para estar con Él, según la esperanza que
Él le ha dado. Sólo atengámonos simplemente a la palabra escrita de Dios,
entonces podremos desafiar todo el poder de nuestros adversarios (y no que
nosotros seríamos los adversarios de ellos, ¡Dios no lo permita!), que sólo
haya en el corazón la conciencia de la aprobación de Cristo, y esa cercanía de
corazón a Dios que toma la palabra de Dios por guía porque es la de Él, y
entonces estará el poder de Cristo, la fuerza de Cristo hecha perfecta en
nuestra debilidad. Lo que caracteriza a los verdaderos santos en este tiempo
presente es la palabra escrita de Dios, en cuanto trae el carácter y nombre de
Cristo como verdad y santidad en el corazón y, andando así, ellos estarán
seguros, en el compañerismo y la comunión con Aquel que es "el Santo, el
Verdadero".
"He aquí, yo haré a los de la sinagoga
de
Satanás, a los que dicen que ellos son judíos, y no lo son, sino que mienten:
he aquí, los haré que vengan y se postren ante tus pies, y sepan que yo te he
amado". (Apocalipsis 3: 9 - VM). Tenemos aquí a aquellos que tienen un carácter
opuesto; y el Señor habla muy claramente, Él no los perdona ni por un momento.
Ellos son la sinagoga de Satanás. ¿A qué pretendían estos Judíos? A todo lo que
externamente les dio un título religioso para gobernar, para mandar, en la
verdad, — es decir, en la antigüedad y en las ordenanzas establecidas por Dios,
como ellas realmente lo fueron en el caso de los Judíos, y la prueba de que
ellos eran el verdadero y único pueblo de Dios, el sacerdocio instituido por
Dios. Ellos tenían la pretensión de ser los administradores competentes de Dios
de Sus bendiciones, y ninguna de ellas en ningún otro lugar; y ellos tenían
celo para con Dios, la posesión de Sus oráculos. Todo el resto, a excepción de
ellos, estaban sin estos privilegios distintivos. ¿En qué otra parte se podía
encontrar la vida eterna? Cuando la autoridad de Cristo es reconocida en el
corazón, entonces entra esta palabra: a saber, «Os escribimos a vosotros que
creéis, "para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis
en el nombre del Hijo de Dios". (1ª. Juan 5: 13)». Si Dios nos ha dado
vida eterna en Cristo, nosotros no queremos a los que pretenden ser los
administradores exclusivos de esta; y no podemos permitir que entre ninguna
cosa y haga separación entre nosotros y Él; no podemos alejarnos de Cristo, y
tenemos el verdadero Cristo en la palabra, y no podemos sino hablar de las
cosas que hemos visto y oído. A quién me quisiera guiar a otra parte, yo lo
puedo descubrir fácilmente como de la sinagoga de Satanás. Ellos pueden
prosperar ahora: yo esperaré con Cristo, guardando esa palabra que me enseña lo
de Él, y con Él para esperar hasta que Él venga y establezca la bendición y la
gloria.
Pero, si a ustedes Dios les ha dado
vida eterna,
entonces no disputen con éstos de la sinagoga de Satanás como si ellos tuvieran
algún título de Dios (ellos no tienen ninguno); sino juzguen ustedes si van a
obedecerlos a ellos o a Dios. Nosotros tenemos al "Santo, el
Verdadero", — y, "El secreto de Jehová es para los que le
temen". (Salmo 25: 14 - RVA). Ellos no debían contender con esta sinagoga
de Satanás, y aunque tenían poca fuerza y no tenían ninguna reputación, sin
embargo, debían sujetar sus almas en paciencia, porque Cristo aún manifestará
Su amor a ellos ante sus adversarios. La sinagoga de Satanás era una religión
de la carne que descansaba en cosas exteriores, — en todo lo que la naturaleza
podría reivindicar como religioso, — obras, ordenanzas, y cosas por el estilo,
asumiendo y ocupando el lugar de los Judíos en la época de Pablo; y ahora es lo
mismo espiritualmente. Pero, "conocerán que yo te he amado"
(Apocalipsis 3: 9 - RVA), y en el idioma Griego se marca con énfasis los
pronombres personales "yo" y "te". Entonces, de acuerdo con
esto, la pregunta es, ¿es Cristo suficiente para mí? ¿Es la aprobación de
Cristo el motivo suficiente para gobernar mi conducta? Si la aprobación de
Cristo no es suficiente para satisfacer un alma, esa alma nunca puede andar
recto.
"He aquí, yo vengo pronto; retén lo
que
tienes" (a saber, "la palabra de mi paciencia"). (Versículo 11).
«Yo estoy esperando, y tú debes esperar»; Cristo está esperando hasta que Sus
enemigos sean puestos por estrado de Sus pies. En vez de estar descansando
debemos estar esperando hasta que Él llegue, así como Él siempre esperaba hasta
que Su Padre tomase parte, y tal como Él lo hace ahora hasta que Su Padre ponga
a Sus enemigos por estrado de Sus pies. Yo señalaría aquí cuán enfáticamente el
adjetivo posesivo, "Mi", entra a lo largo de todo este mensaje. Es la
identificación práctica del santo con Aquel que es "Santo, el
Verdadero". Esperando con Él en el rechazo de parte de aquellos que tenían
todas las ordenanzas y la antigüedad para ellos, seremos partícipes con Él en
la gloria. El adjetivo posesivo "Mi" se relaciona sobre todo con
todas las cosas en la gloria. «Tú has sido débil en el testimonio aquí abajo,
pero "has guardado la palabra de MI paciencia", y serás una
"columna" de fortaleza "en el templo de MI Dios", Yo
escribiré en TI "el nombre de MI Dios, el nombre de la ciudad de MI
Dios"… la cual desciende del cielo, de MI Dios, y MI nombre nuevo».
(Versículos 10 y 12). Esta identificación con Cristo en paciencia y en Él en
todo, es del más profundo interés y enseñanza.
Que el Señor nos dé el andar en el
poder del
Espíritu con nuestros corazones fijos en Cristo revelado como el Santo y el
Verdadero, guardando la palabra de Su paciencia para que Su aprobación pueda
ser nuestro eterno galardón. ¡Que Él nos mantenga separados del mundo sobre el
cual Él está viniendo en juicio!
Qué grande es el contraste entre esperar
eso que
está pendiendo como un terror sobre la cabeza de una persona, y conocer a
Cristo de una manera tal, teniéndolo a Él tan completamente como el objeto
entero de nuestros deseos y afectos que, cuando Él dice, "Ciertamente vengo
en breve", la respuesta inmediata de nuestros corazones pueda ser,
"Amén; sí, ven, Señor Jesús." (Apocalipsis 22: 20).
SEXTA CONFERENCIA
Lectura Bíblica:
Apocalipsis, Capítulo 3
FILADELFIA. La tarde anterior sólo nos referimos brevemente a los rasgos
generales
de la iglesia de Filadelfia, justo lo necesario para relacionarla con la
precedente iglesia de Sardis. Por consiguiente, volveremos ahora de nuevo, con
la ayuda del Señor, a considerar más especialmente los detalles de la iglesia
de Filadelfia; y al hacerlo así, notaremos en primer lugar que el rasgo más
prominente en esta iglesia de Filadelfia es que es uno de bendición especial
para satisfacer una necesidad especial. Pues, después de todo el despliegue de
terrible mal a través del cual hemos tenido que pasar en la condición anterior
de las iglesias, ahora que hemos llegado a Filadelfia encontramos que todo es
misericordia y bendición.
Es
muy bienaventurado el hecho de observar que no obstante lo pobre y débil que el
pueblo de Dios pueda ser, aunque los fieles son reducidos a un remanente de
individuos, Él nunca se olvida de ellos. Sus ojos están siempre sobre ellos
para darles de Sus propios recursos, según lo que necesitan y cuando lo
necesitan, en el momento que las cosas circundantes son más oscuras. Cuando los
dos, la iglesia y el mundo, han llegado a un estado de oscuridad palpable,
entonces los pocos que son fieles tienen más "luz en el Señor", pues
la vida de fe siempre es nutrida y sostenida por la gracia fiel de Cristo,
según el poder de aquello que la incentiva, — conforme a las dificultades a
través de las cuales dicha fe tiene que pasar.
Otro
asunto es si acaso el pueblo del Señor va a ser usado en testimonio por Él en
época de fracaso pues esto será según Su sabiduría. Esto lo vemos ejemplificado
(como hemos comentado antes) en Israel, donde el fracaso del becerro de oro fue
enfrentado por el poder espiritual interior en Moisés que pone el tabernáculo
fuera del campamento. Y cuando el culto abierto y confesado de Baal prevaleció,
entonces Dios levantó a Elías y Eliseo con gran manifestación exterior de
poder; pero entonces los siete mil fieles estaban ocultos por Dios. El Señor no
puede escoger poner la honra exterior del testimonio en aquello que ha fracasado.
No obstante, Él da la gracia que se necesita y el poder interior de vida para
sostener al alma individual; y esto, en lo que concierne ahora a los santos,
fluyendo de la Cabeza en la gloria para la nutrición del cuerpo en la tierra,
nunca puede fallar. Así, en lo que concierne a los dones en la iglesia, por
ejemplo, aquellos que eran para señales ('dones de señal' como a veces se les
llama y un testimonio al mundo, siendo las señales para aquellos que no creen,
como las 'lenguas', los 'dones de sanidad', etc.), todas éstas pueden haberse
terminado; pero nunca pueden ser quitados esos dones que emanan de la Cabeza
para sostener a los miembros del cuerpo; porque "nadie aborreció jamás a
su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la
iglesia". (Efesios 5: 29).
En
la epístola a los Efesios, donde la iglesia está tan especialmente resaltada
como el cuerpo de Cristo, encontramos que se habla de los dones para la iglesia
como siendo para "perfeccionar a los santos para la obra del ministerio,
para la edificación del cuerpo de Cristo". (Efesios 4: 12). Aquí no
tenemos ni una palabra sobre los dones de señal, mientras en los Corintios
tenemos "dones de sanidades", "diversos géneros de
lenguas", "interpretación de lenguas", etc. (1ª Corintios 12: 9,
10). Vemos así claramente señalados en la Escritura dos caracteres de dones:
primero, los dones de señal, como en los Corintios, que eran las señales
públicas ligadas a la iglesia para el testimonio exterior, para atraer a un
mundo descreído por medio de ellas; en segundo lugar, esos dones que emanan de
la Cabeza para la nutrición del cuerpo. Esta nutrición debe permanecer siempre.
Puede entrar en la forma de testimonio exterior, o directo del propio Cristo en
la forma de gracia; pero siempre debe haber este suministro desde la Cabeza.
Esto es lo que tenemos hecho resaltar en la iglesia de Filadelfia; porque lo
que la caracterizó fue la debilidad, — sólo un poco de poder, pero una
proximidad mucho mayor a Aquel que es el poder, un grado mayor de afecto al
Señor, más intimidad de comunión con Él, y en las promesas hechas a ella, una
identificación mucho más definida con Él.
Lo
que caracterizó a la iglesia de Filadelfia es la debilidad, pero entonces fue
sin reproche del Señor. Y nosotros debemos recordar esto siempre: a saber, que
aunque Dios pueda dar un despliegue exterior de poder, como los dones de
sanidad, las lenguas, y cosas por el estilo, como un testimonio al mundo, o que
todos éstos puedan haberse acabado, no obstante, en todo momento, con o sin
esta manifestación exterior de poder, la sensación de debilidad es la fuerza
competente si es mezclada con la fe. Puede haber dificultad de corazón junto
con este sentido de debilidad sin incredulidad. Este sentido del dolor
circundante estuvo en el Señor Jesús. "¡Ahora está turbada mi alma! ¿y qué
diré? ¡Padre, sálvame de esta hora!". (Juan 12: 27, — VM). Pero vemos así
que el dolor fue la cosa misma que inmediatamente lo unió con Su Padre.
Pero,
¡lamentablemente! existe en nosotros demasiado a menudo una entrada tal en
comunión con el propio dolor, el dirigir de tal forma nuestras almas a los
pensamientos de dolor, como para llevarnos a desconfiar de la competencia de Dios
para atender a ellos. Pues en vez de decir, "En la multitud de mis
pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma" (Salmo 94:
19), nos estamos dando vueltas en la multitud de nuestros pensamientos para
pensar en qué es lo que se debe hacer, y de este modo mirando y ocupándonos
nosotros mismos acerca de las circunstancias, o lo que encontramos dentro de
nosotros, tanto como para dejar totalmente fuera a Dios; pero éste nunca fue el
caso con el Señor Jesús. Porque en el momento en que la hora de dolor apareció
ante Su alma, el lamento inmediato fue, "¡Padre, sálvame de esta hora!".
(Juan 12: 27, — VM). Pero si nosotros estamos pensando sobre nuestra propia
debilidad de cualquier otra forma menos en la que nos lleva a la dependencia
inmediata en el poder de Dios, Dios con nosotros y Dios por nosotros, esto es
incredulidad.
Además,
nuestra fuerza no descansa en un sentido de la grandeza de los dones de Dios y
en las revelaciones hechas a nosotros. Porque las señales y los milagros no dan
fuerza interior; ellos nos pueden confirmar Su palabra en tiempos de prueba,
pero nunca pueden impartir fuerza interior; y es de importancia entender esto
claramente. Tomen, por ejemplo, el caso de Pablo, quien fue arrebatado hasta el
tercer cielo y oyó cosas que no le fue posible expresar. Esta es una cosa
asombrosa e indudablemente fue un tipo de antecedente para que el alma de Pablo
tuviese descanso en sus pruebas, habiendo estado él en el tercer cielo. Pero ello
no le dio fuerza interior. Al contrario, la carne, sin el cuidado predominante
de Dios, se habría envanecido, y esto no es fuerza; pero cuando él recibió algo
que lo hizo consciente de su propia debilidad, entonces el poder de Dios pudo
entrar. Y así es con nosotros: nuestros corazones son tan traicioneros, y
nuestra carne tan mala, que si no se nos vigila, abusaríamos de todo lo que el
Señor nos hace conocer. No necesitamos detenernos aquí para inquirir lo que fue
el 'aguijón en la carne' de Pablo, aunque a menudo se hace de esto el objeto de
investigación muy infructuosa, producto de simple curiosidad; pero comentaremos
esto, que cada uno de nosotros tendrá un aguijón diferente según el peligro en
que estemos. Conocemos mucho de esto en Gálatas 4: 13, 14, que era algo que
tendió a hacerlo despreciable en la carne, produciendo así una sensata
debilidad en su ministerio. Y por consiguiente, Pablo rogó tres veces al Señor
para que se lo quitara; a lo que el Señor contestó, "Bástate mi gracia;
porque mi poder se perfecciona en la debilidad". (2ª Corintios 12: 9).
Pablo debió comprender este sentido de debilidad para aprender dónde yace el
verdadero poder; y entonces él puede gloriarse en sus enfermedades, para que el
poder de Cristo pueda descansar en él; cuando él dice, "cuando soy débil,
entonces soy fuerte". (2ª Corintios 12: 10).
Siempre
hay fortaleza al recurrir a Dios; pero si la mente descansa en la debilidad en
vez de echarla sobre Dios, esto llega a ser incredulidad. Las dificultades
pueden entrar. Dios puede permitir que surjan muchas cosas para demostrar
nuestra debilidad; pero la senda sencilla de la fe es seguir adelante, no considerando
de antemano lo que nosotros tenemos que hacer, sino contando con la ayuda que
necesitaremos, y encontraremos cuando el tiempo llegue. La sensación de que no
somos nada nos hace felices de olvidarnos de nosotros mismos, y es entonces
cuando Cristo llega a ser el todo para el alma. Hay fortaleza real siguiendo la
senda sencilla de la obediencia en lo que podamos tener que hacer, cualquiera
que pueda ser la prueba. Así fue con David cuando él tuvo que luchar.
"Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso,
él también me librará de la mano de este filisteo". (1º Samuel 17: 37). A
David no le importó si era el león, el oso, o este gigante de los Filisteos;
todos fueron lo mismo para él, porque él, en sí mismo, era tan débil en la
presencia del uno como del otro; pero él siguió haciendo su deber calladamente,
dando por sentado que Dios estaría con él. Esto es fe. Observen el
contraste con esto en la incredulidad de los espías enviados por Moisés a
reconocer la tierra. Ellos temblaron y dijeron que ellos no eran sino como
langostas ante los ojos de sus enemigos, olvidándose así realmente de lo que
Dios era para ellos, y haciendo de esto un asunto entre ellos y los hijos de
Anac, en vez de entre los hijos de Anac y Dios. Pero, dónde hay una sencilla
referencia al Señor, entonces yo, "Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece". (Filipenses 4: 13). Cuando llega el problema, no debemos considerarnos
a nosotros mismos, sino que sabiendo que no somos nada más que debilidad, recurramos
sencillamente al Señor como siendo toda forma de fortaleza para nosotros.
El
caso de Filadelfia fue uno de decidida debilidad, pero hubo fidelidad; pues
puede haber gran poder evidente y, sin embargo, al mismo tiempo puede haber la
debilidad misma. Tal como el Espíritu Santo dice en 1ª Corintios, puede haber
el hablar en lenguas humanas y angélicas, la comprensión de todos los
misterios, y todo el conocimiento, y sin embargo puede haber, al mismo tiempo,
la debilidad más perfecta, porque todo esto no se hacía en comunión con Dios.
Nada hay más peligroso que tener la manifestación exterior de poder yendo más
allá de la asociación interior y comunión del alma con Dios; pues la vida
interior debe ser igual al despliegue exterior de poder. Últimamente hemos
aludido a esto en el caso de Elías.
"Esto
dice el Santo, el Verdadero". (Apocalipsis 3: 7. Aquí, en Filadelfia,
tenemos al Señor en Su carácter moral y no en el carácter de poder personal
como Hijo de Dios, sino como "el santo" y "el verdadero",
presentándose a Sí mismo como una norma de juicio acerca de todo lo
inconsistente con Él, y adaptándose Él mismo en gracia a la condición y
necesidad de Sus fieles, y presentando mediante Su verdad un método de juicio y
seguridad de corazón y confianza a los santos. Y también Le encontramos
disponiendo de medios a favor de la iglesia, de una manera tal que, si Él abre
una puerta, ninguno puede cerrarla, o si Él cierra una puerta, ninguno puede
abrirla. De este modo están las dos cosas: Él es el Santo y el Verdadero para
aquellos que confían en Él; y Él también tiene, en realidad no aquí el
despliegue de poder, sino la llave del poder, (como Jehová le dijo a Sebna
acerca de Eliaquim en Isaías 22: 22: "Y pondré la llave de la casa de
David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie
abrirá"). Así que, donde esta debilidad existe, Él anima a la iglesia a recurrir
a Él como el Santo y el Verdadero, y a confiar en Él; y donde existe este
descanso en Su derecho para abrir y cerrar, y esta confianza en Su Persona, y
conformidad a Su carácter, la iglesia está absolutamente segura, sin importar
lo que pueda pasar. Que todo el poder del hombre o Satanás hagan lo peor, pues si
yo estoy descansando en Cristo, el cual es absolutamente verdadero y ha abierto
una puerta, ni el hombre ni el diablo pueden cerrarla.
¡Cuán
semejante es esta posición de la iglesia de Filadelfia a la de Cristo cuando Él
estuvo en la tierra! Todos buscaron cerrarle la puerta; Pilato, Herodes,
Escribas, Fariseos, y la nación entera de los judíos, todos estuvieron
intentando cerrar la puerta contra Cristo. Cristo, al igual que la iglesia de
Filadelfia, estuvo en medio de un orden de cosas que Dios había instituido una
vez, pero que había fracasado completamente; porque en la época de Cristo no
había ninguna arca, ningún Urim y Tumim, ninguna Shekiná (la gloria de la
presencia de Dios en el templo). Todo lo que realmente había constituido el
despliegue práctico de poder y testimonio había terminado, y, en vez de Jehová
teniendo un trono en Jerusalén, ellos mismos habían caído bajo el poder Gentil
y eran esclavos de un trono de hombre. De ahí surgió la sutileza excepcional de
la pregunta que los judíos plantearon a nuestro Señor: "Dinos pues, qué te
parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no?". (Mateo 22: 17). Si el
Señor hubiese contestado No, habría sido la negación del castigo de Dios por
sus pecados; y si Él hubiese dicho Sí, entonces esto iba a la negación de Su
título como el Mesías. Pero (percibiendo el Señor su maldad), Su respuesta a
ellos equivalió a esto, «Ustedes se han puesto a sí mismos bajo este dominio
debido a sus pecados y, por consiguiente, ahora ustedes deben someterse a su
autoridad». No sólo las autoridades "que hay, por Dios han sido
establecidas", y como tal nosotros nos sometemos a ellas; sino que en el
caso de Israel ello habría sido negar el castigo de Dios impuesto sobre ellos
por sus pecados (como se dice, «hoy nosotros somos esclavos debido a nuestros
pecados»).
De
esta forma, el propio Señor se sometió a pagar el tributo del templo. Pero
aunque Israel, como un cuerpo, fracasó en su fidelidad a Dios, sin embargo,
Dios no podía fallar en Su fidelidad a ellos, porque Su Espíritu permanecía
entre ellos, como aprendemos en Hageo y, por consiguiente, nosotros encontramos
que hubo un pequeño remanente en las Anas y los Simeones que estaban esperando
la redención en Israel (como se dice en Malaquías, "los que temían a
Jehová hablaron cada uno a su compañero" - Malaquías 3: 16). Vemos de esta
forma que era una condición de oscuridad completa, y cuando entra Aquel que era
la Luz, Él es rechazado enseguida. Bueno, ¿entonces qué? ¿Estaba la puerta
cerrada para Él? No: "A éste abre el portero". (Juan 10: 3). Cristo
entró por la puerta, no como todos los pretendientes que vinieron antes que Él,
subiendo de alguna otra manera; sino que mientras obraba en el poder divino,
Cristo entró por la propia forma designada por Dios, y ningún hombre podía
cerrarla. Él llegó a ser el camino designado por Dios para nosotros; Él dijo acerca
de Sí mismo, "Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo.". (Juan
10: 9).
Cualquier
cosa que vincule nuestra posición con Cristo, como un ejemplo y un modelo, es
en verdad una bendición para nosotros; porque ¿hubo alguna vez alguien que
pasara a través de todo con tal fidelidad inagotable, fidelidad humilde a Dios
en la vida, como Él lo hizo? Observen el contraste de Su humilde senda con el
de Elías; ¿y qué vemos nosotros? Elías estuvo prosiguiendo en su servicio con
gran poder exterior, haciendo caer fuego del cielo para destruir a los profetas
de Baal, y pensando ser el único que quedaba que era leal a Dios; mientras que
Dios tenía siete mil que no habían doblado la rodilla ante Baal, de los que
Elías no se había enterado. Cristo estuvo satisfecho de ser nada en un mundo
dónde el hombre era todo y dónde se había dejado a Dios afuera. Él estuvo
satisfecho de ser tratado como el mismo rastrojo de la tierra; y aun así, al
mismo tiempo, no hubo ni una sola oveja perdida de la casa de Israel que no fue
alcanzada por Su voz como la voz del buen Pastor (ya sean ellos los más viles
pecadores, una mujer de Samaria, una adúltera, o un publicano), que Su ojo no
descubrió. Así, en virtud de Su propia humillación, Él pone a aquellos que
ahora tienen "poca fuerza", en la mismísima posición que Él
mismo tomó, y entonces, tal como el portero lo hizo para Él, Él abre la puerta
para ellos, la cual ninguno puede cerrar.
Nosotros
estamos esperando la gloria, pues leemos, "La gloria que me diste, yo les
he dado" (Juan 17: 22); y mientras esperamos así, nosotros tenemos que
atravesar aquello que tiene escrito en sí el nombre "Icabod". (la
gloria se ha apartado - 1º Samuel 4: 21). El testimonio de esta época en su
poder público ha desaparecido para nunca ser recuperado. Sobre lo que el Señor
está insistiendo en ellos, es que no deben suponer que el mal, como el de
Tiatira y Sardis, se puede arreglar; pero Él dice, "He aquí, yo vengo
pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona" (versículo
11); es decir, «guarda la palabra de Mi paciencia hasta que yo venga». Nos
encontramos así en circunstancias similares a las de Cristo; porque cuando el
Señor dice, "He aquí, yo vengo pronto", es con el propósito de que
podamos entrar en una semejanza mayor a la posición de Cristo, y aunque dura y
humilladora, aun así es una posición de bendición, encontrándonos nosotros
mismos en la misma posición que Jesús tomó, con la misma promesa, — una puerta
abierta que ninguno puede cerrar. Esto es fe actual; no es mucha fuerza lo que
queremos: la cosa que más se necesita es una conformidad mayor a la posición de
Cristo.
Observen
otra cosa que es peculiar a esta iglesia de Filadelfia. El Señor no escudriña
sus trabajos, sino que deja satisfecho el corazón de estos pobres débiles con
la conciencia de que Él los conoce. No fue así para las otras iglesias; Él nota
el carácter de sus obras. A Sardis Él dijo, "no he hallado tus obras
perfectas delante de Dios". Pero es suficiente para nosotros que Él
conozca nuestras obras. Oh, que consuelo es esto, porque si nosotros tuviéramos
que buscar la perfección, como en Sardis, tendríamos que encontrar muy molesto
el rendir cuenta de ello. La mezcla de cosas, la fe pequeña, nos desanimaría.
De hecho, ninguna de nuestras obras ha respondido a la gracia recibida. Hay
bastante actividad, hay mucho que el hombre puede aprobar, pero tomando el
carácter general del servicio, ¡qué difícil encontrar lo que Dios puede
aprobar! Entonces, por otra parte, si nos ocupamos en el estado de cosas en el
mundo alrededor nuestro, y en la misma iglesia de Dios, nuestros corazones se
hundirían dentro de nosotros, porque no recurrimos a esta verdad muy bienaventurada,
a saber, que Cristo sabe todo acerca de ello.
Pero,
¿entonces Él dice que ellos no tienen nada? No; Él dice, "has guardado mi
palabra". Lo que caracterizó a Cristo debe ser la característica de la
iglesia de Dios. Cristo pudo decir, "Dentro de mi corazón he atesorado tu
palabra" (Salmo 119: 11 - VM); y ésta es especialmente la característica
de la fidelidad en los postreros días. Escribiendo a Timoteo Pablo dice,
"en los postreros días vendrán tiempos peligrosos" (2ª Timoteo 3: 1),
y habría una forma terrible de piedad sin poder; porque incluso entonces el
misterio de iniquidad ya había entrado, "los malos hombres y los engañadores
irán de mal en peor". (2ª Timoteo 3: 13). Pero el resguardo es, "pero
persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has
aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras" (2ª Timoteo
3: 14, 15), — la clara palabra escrita, lo que nosotros llamamos la Biblia,
leída desde su juventud. La seguridad no estaría en la manifestación de poder
exterior, ni aun en los milagros, sino simplemente en la palabra escrita. Éste
era el instrumento de bendición; y ésta, la autoridad reconocida por Timoteo. Obviamente,
fue necesaria la gracia de Dios para su conversión. Yo me refiero ahora a esto,
a como mantenerse cerca de la palabra es la seguridad especial de estos postreros
días (a saber, la autoridad especial misma de la palabra de Dios, exactamente
lo que Timoteo, como niño, encontró en las Escrituras) y, añadido a esto, con respecto
a Timoteo, obviamente, estaba lo que él había aprendido de los apóstoles,
igualmente inspirado, y que era así una autoridad divina inmediatamente
conocida en una persona "de quién", dice el apóstol, "has
aprendido", y la que desde entonces ha llegado a ser la palabra escrita
para nosotros. La palabra escrita de Dios es donde descansa toda nuestra
seguridad por medio de la gracia.
El
Señor no dice, «tú tienes fuerza», sino, "has guardado mi palabra"; y
luego, además, Él no dice, «me has conocido en este o ese carácter», sino,
"no has negado mi nombre". El nombre del Señor siempre
significa la revelación de lo que Él es; como si a Él se le llama Cristo, Él es
el Ungido. El Señor está diciendo aquí que, «como tú te has adherido
rápidamente a Mí según lo revelado, ahora yo haré qué los que tienen un nombre
falso y pretensiones "vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo
te he amado"» (versículo 9). Aquí tenemos los dos caracteres contrastados;
y también noten el énfasis en la palabra, "Mi", pues es en la palabra
de Cristo en lo que yo estoy llamado a descansar; "Mi palabra", — la
palabra del propio Cristo, para entrar en la comunión personal con Cristo mismo,
— ni siquiera la palabra de la iglesia. Supongan, por ejemplo, que yo tomo la
palabra de la iglesia, es decir, asumo que la iglesia tiene la autoridad; pero
si yo tomo la palabra de Cristo, entonces yo tengo la autoridad del propio
Cristo; y es por la palabra de Cristo que yo debo juzgar todo acerca de la
propia iglesia. Y la palabra de Cristo nos asocia con Cristo, Su nombre y Su Persona;
y éstas son las dos cosas que son especialmente esenciales que las tengamos,
para permitirnos caminar contrariamente a los engaños que sabemos que son
característicos de los postreros días. Lo que caracteriza a estos tiempos es el
poder engañador, "los malos hombres y los engañadores irán de mal en
peor". (2ª Timoteo 3: 13). "Os he escrito esto sobre los que os
engañan.". (1ª. Juan 2:26).
Al
hablar de una manera general acerca del carácter de los tiempos, nosotros
esperamos poder engañador. Habrá un Anticristo inconfundible y claro que lo
mostrará de otra manera, pero "así ahora han surgido muchos anticristos".
(1ª. Juan 2: 18); y por consiguiente, tenemos que contender "ardientemente
por la fe que ha sido una vez dada a los santos". (Judas 1: 3). Si él,
cuya venida es conforme al poder de Satanás, con señales y prodigios mentirosos,
prevalecerá contra aquellos que "no recibieron el amor de la verdad para
ser salvos" (2ª Tesalonicenses 2: 10), entonces nosotros tenemos necesidad
de retener aquello que nos guardará contra el que llegará como un ángel de luz;
y los que caen en sus trampas son aquellos que no han recibido el amor a la
verdad. Y nosotros tenemos esta salvaguardia en la palabra del propio Cristo, —
guardando la palabra de Su paciencia, y no negando Su nombre. Ello debe ser una
cosa individual, porque el poder engañador, habiendo entrado, señala los
tiempos en que vivimos como siendo los "tiempos peligrosos" (2ª Timoteo
3: 1), no por la persecución abierta y cosas por el estilo; sino como la
serpiente engañó a Eva por su sutileza, así nuestras mentes están en peligro de
ser corrompidas de la sencillez que hay en Cristo. ¿Y qué tenemos nosotros para
librarnos de esto? ¿Es la manifestación exterior de poder, los milagros, etc.?
No, no tenemos poder exterior para enfrentar a Satanás, nosotros somos la
debilidad misma, — "tienes poca fuerza"; pero nuestra salvaguardia
está en esto, cada alma individualmente por sí misma, reteniendo la palabra
escrita de Cristo, y no negando Su nombre.
Parece
que no hay mucho que decir acerca de ellos, "has guardado mi palabra, y no
has negado mi nombre", porque allí ellos no hicieron mucho. Pero,
estimados amigos, cuando el poder engañador del mal estuvo allí, esto estuvo
diciendo todo acerca de ellos; pues cuando todo lo que estuvo sucediendo fue
para desechar la palabra escrita, ellos la guardaron; y cuando todo iba hacia
la negación del nombre de Cristo, ellos no negaron Su nombre. Lo que es una
gran cosa a la vista de Dios no es hacer caer fuego del cielo como hizo Elías,
sino ser fiel en medio de la infidelidad circundante. Así, igualmente, no
pareció decir mucho para los siete mil que no se conformaron al acto grosero de
adorar a Baal decir simplemente que sus "rodillas no se doblaron ante Baal"
(1º. Reyes 19: 18), sino que estaba, en verdad, diciendo todo para ellos,
porque ellos fueron rodeados por todos aquellos que doblaron la rodilla ante
Baal. Así, igualmente, la iglesia de Dios fue establecida al principio en
poder, pero la cizaña fue sembrada abundantemente entre el trigo, y lo que
distingue a los fieles es sencillamente esto, que cuando entra el poder
engañador del mal, ellos no son engañados y alejados por él. No se trata de la
manifestación de poder exterior, sino de la fidelidad sencilla caminando con
Dios en medio del mal. Así en la iglesia de Filadelfia hubo fidelidad al
caminar, lo que les dio poder interior, aunque no hubiera ningún despliegue
exterior de poder.
"He
aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no
lo son, sino que mienten". (Versículo 9). Aquí encontramos esta fidelidad
individual en un andar secreto con Dios, contrastado con los que se aferran a
algo establecido, dónde había abundancia de forma, una buena apariencia en la
carne, jactándose de ser judíos e intentando establecer de nuevo lo que solía
ser la característica exterior del pueblo de Dios, no viendo esa cosa "nueva"
que Dios había establecido ahora, y que pone ahora el corazón a prueba. Ellos
no rechazan la palabra de Dios (los Judíos tampoco lo hicieron); pero no es la
palabra de Dios lo que los gobierna. Los judíos recibieron las Escrituras, pero
ellos rechazaron a Cristo, y lo mataron; como el propio Jesús dijo, "Os
expulsarán de las sinagogas". (Juan 16: 2). Tampoco fue sin noción que
ellos estuvieron sirviendo Dios haciéndolo así: "viene la hora cuando
cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios". (Juan 16: 2).
Pero esto era el rechazo puro de la luz que Dios envió: "Y harán esto
porque no conocen al Padre ni a mí". (Juan 16: 3). Ninguna verdad antigua
que ha ganado crédito en el mundo como para ser considerada ortodoxa pone el
corazón a prueba. Ella hace digna de crédito a la naturaleza: uno es estimado
por ella. Si yo puedo tomar la religión y darme crédito con ella, en vez de
tener el corazón puesto a prueba por ella en el ejercicio de la fe, puedo estar
totalmente seguro que no es la religión de Dios. Aunque hasta cierto punto
pueda ser verdad, esto no es fe en Dios. Eso es lo que estaba haciendo esta
sinagoga de los Judíos. Ellos estaban poniendo el nombre de Cristo y la palabra
de Cristo a un lado, por aquello en lo que se podía descansar dónde no había
ningún corazón para Cristo. La tradición, las ordenanzas, el linaje, etc., eran
las cosas que ellos amaron, y no la palabra de Cristo para ellos. Es
absolutamente verdad que los Judíos habían sido el pueblo de Dios; pero ellos
habían rechazado y habían pisoteado el nombre de Cristo. Y esto es lo que
representa toda la diferencia; porque ahora que Cristo ha sido manifestado, lo
que Dios está buscando es la obediencia fiel a Su Hijo. La adhesión fiel a
Cristo es ahora el todo.
"Yo
haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado".
Dios no reconoció como Su pueblo a estos pretendientes por la antigüedad
religiosa. Todo lo que ellos conseguirían era saber simplemente que Cristo
había amado a este pobre y despreciado remanente: "y reconozcan que yo te
he amado". Vean lo que el corazón tiene ahora para estar satisfecho, — no
el reconocimiento presente de los que profesan conocer a Dios, mientras ellos
Lo niegan con sus obras, sino la calma, la confianza asentada de que Cristo lo
ama. Esto es lo que pone el corazón a prueba. Si tú quieres gozo inmediato,
cuadros luminosos puestos delante de la mente, el sabor satisfecho, la
imaginación alimentada, los hombres ganados, algo de 'antigüedad digna de
reverencia'; Cristo no está en ninguna de estas cosas. "Jesucristo es el
mismo ayer, y hoy, y por los siglos" (Hebreos 13: 8); y Él mismo es la
Verdad, — "el Santo, el Verdadero". Y si tenemos el amor de Jesús
como una cosa presente en nuestras almas, tenemos todo lo que queremos en Él.
Hay
muchas personas preguntando, ¿Qué es la verdad? Tales pretensiones pueden tener
peso con tales personas. La sinagoga de Satanás puede ser religión, antigüedad,
y clericalismo, llena de atracciones vistosas, y de lo que tiene autoridad
sobre la carne (y para nosotros, todo esto es aceptado por aquellos que, como
Pilato, preguntaron ¿Qué es la verdad? y luego crucificaron a Jesús, el cual es
la Verdad, para agradar a los sacerdotes de la época). El carácter de estos postreros
días es solamente este, que los hombres siempre están buscando, y nunca
llegando al conocimiento de la verdad. Si yo la tengo, yo no tengo necesidad de
estar preguntando qué es la verdad; un hombre busca lo que no ha obtenido. Un
hombre que siempre está buscando la verdad demuestra por sus acciones que no la
ha obtenido. Cristo dijo, yo soy la verdad; Él es el centro de toda verdad, y
es el terreno de todo lo que nos une con Dios. Un infiel levantará dudas sobre
todo, pero no establece nada; pero nosotros queremos algo que es cierto. En el
momento que tenemos a la Persona de Cristo, tenemos la Verdad: pues, "A
Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él
le ha dado a conocer". (Juan 1: 18). ¿Quiero yo saber lo que Dios es? ¿lo
que el hombre es? Yo obtengo en Cristo un retrato perfecto de lo que Dios es
para el hombre, y de lo que Él es como hombre para Dios. Todo ello está en
Cristo: y obviamente tenemos que avanzar en el conocimiento de esto. El corazón
que tiene a Cristo no quiere la sinagoga de Satanás; el corazón que ha recibido
Su testimonio tiene como su sello que Dios es verdadero. El alma que sabe esto,
está guardada del mal de la manera más sencilla. Yo tengo la gracia así como la
verdad, — "la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo". (Juan
1: 17).
Cuando
yo vivía en la mentira fue la gracia la que trajo la verdad a mi mente; ¿y qué
más puede querer un alma? De hecho, ella siente dolor a causa del lugar
profanado a través del cual ella está pasando ahora; pero ya no hay
incertidumbre acerca de su porción, ha obtenido todo en Cristo. No hay nada que
falte agregar a la bendición secreta, "yo haré que vengan y se postren a
tus pies" (es decir, en el sentido de rendir homenaje), "y reconozcan
que yo te he amado". Nosotros lo sabemos ahora, no como
mereciéndolo verdaderamente, porque todo esto es por gracia; sino que tenemos
el gozo presente de esto por medio de la presencia de Cristo. Conocemos ese
amor de Cristo que, de hecho, comunica conocimiento, y el amor del Padre
también; como Él dice, "Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a
conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en
ellos". (Juan 17: 26). El mundo no lo sabe ahora, pero en ese día el mundo
sabrá que el Padre nos amó como Él amó a Su Hijo. Cuando el corazón se sostiene
de este amor de Cristo por él, este descansa allí; está satisfecho con el
disfrute presente del amor de Cristo, aunque aquellos alrededor no conozcan
nada de la aprobación que esto comunica al corazón. El Señor está apartando
ahora de varias maneras nuestros corazones de todo lo que nos rodea, para que
podamos encontrar, en el testimonio de Su amor personal a nosotros, aquello que
fortalece nuestra fe, fija la conciencia, y guía el corazón. Cristo dice,
"Yo soy la puerta" (Juan 10: 7), y ésa es la autorización para la
oveja que lo sigue afuera. En la época de Cristo estaba el orden Judío de cosas
que Dios había establecido y no hubo ninguna autorización para salir de este
sistema judío hasta que Cristo salió; pero el corazón, atraído y unido a
Cristo, tenía la autorización especial de ir tras Él, fuera del sistema
establecido, — "siguen al Cordero por dondequiera que va". (Apocalipsis
14: 4).
En
esta iglesia de Filadelfia tenemos la promesa que satisfizo la esperanza que el
creyente tenía de estar con Cristo en la gloria. La identificación con Él en Su
posición los asocia con Él y con la palabra de Su paciencia. Ellos no eran de
un solo pensamiento con toda la iglesia profesante; y no estaban disfrutando
todavía el resultado pleno de Su amor (quiero decir, no teniendo a Cristo
personalmente y plenamente presente con ellos); y si el amor de Cristo debe ser
la guía de mi conducta, lo que el corazón quiere es que Cristo esté con él,
porque si nosotros amamos a una persona, ciertamente queremos estar con ella;
pero teniendo a Cristo en nuestros corazones, estamos guardando la palabra de
Su paciencia. Este es, sin ninguna duda, un tiempo difícil, que cierne,
depurador y ejercitante, pero nosotros debemos esperar. Y observen, además,
cómo estas bienaventuradas identificación y asociación con Él son guardadas a través
de todo, ya que no es simplemente la palabra de la paciencia, sino de, "Mi
paciencia". ¿Y por qué "Mi paciencia"? Porque Cristo todavía
está esperando (véase Salmo 110); y esto es lo que determina toda nuestra
conducta, porque si Cristo está esperando, nosotros también debemos esperar.
Cristo tiene que esperar el tiempo del Padre en un estado de expectación, por
así decirlo, en el ejercicio de la paciencia; y es en este sentido, no lo dudo,
que se dice que Él no sabe el tiempo que el Padre puso en su sola potestad.
Cristo ha hecho todo lo que se necesitaba para presentar a Sus amigos a Dios, y
está sentado a la diestra de Dios, esperando hasta que Sus enemigos sean
puestos por estrado de sus pies. Cristo está esperando hasta que Él reúna a
todos Sus amigos antes de que Él haga, como Él dice, Su "extraña obra"
en la tierra (Isaías 28: 21), tratando con Sus enemigos. Y por este motivo, lo
que se necesita es esta palabra de "Mi paciencia", porque estamos
esperando ese día del que Cristo nos dice (Juan 14), "vendré otra vez, y
os tomaré a mí mismo".
Nosotros
vemos a toda la creación gimiendo a nuestro alrededor, esperando ese día; y
también gemimos dentro de nosotros, esperando la redención del cuerpo; pero
todo está en desorden hasta entonces. ¿Dónde están los judíos, los "amados
por causa de los padres". (Romanos 11: 28)? Ellos son como vagabundos y
como hombres errantes sobre la faz de la tierra entera, sin sacerdote, sin
terafines, sin nada, como una encina y un roble cuando han soltado sus hojas,
aunque el Señor está obrando entre ellos. Si yo miro el mundo, todo es pecado y
miseria. Si yo miro a cada cosa creada, esta está gimiendo. Miren a la que se
llama a sí misma la iglesia: el lamento universal es, "¿Quién nos mostrará
el bien?" (Salmo 4: 6), — quién está satisfecho con algo? Yo no hablo así
en el sentido malo del descontento; pero no hay nada en lo que el alma pueda
descansar. No importa qué: tome cualquier sistema que usted quiera. El
sentimiento general es que todos los fundamentos del mundo están fuera de
curso. El cuervo, de hecho, puede ir y puede descubrir alguna carcasa flotante
muerta; pero la paloma no puede encontrar ningún descanso para la planta de su
pie, excepto en el arca.
¿Y
qué tenemos nosotros en medio de la densa oscuridad de la noche para que
nuestras almas descansen? Tenemos nada más que la expectativa cierta de la
venida de la Estrella resplandeciente de la mañana. ¿Cuánto tiempo Cristo
estará esperando hasta que Él pueda entrar en juicio, y cuándo Él puede hacer
esto? Cuando Él tenga a Sus amigos con Él, entonces Él empieza a actuar en el
carácter de Juez, de hecho, no es que Él los cortará enseguida a todos, sino
que será entonces cuando Él tomará para sí Su gran poder. Lo que Él está
esperando especialmente es que aquellos que tienen Su porción estén con Él y
como Él. Nosotros hemos sido predestinados a ser hechos conforme a Su imagen.
"Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho"
(Isaías 53: 11), cuando Él reciba a Su esposa con Él y como Él. Si el hombre
poderoso, el hombre místico, el niño-hombre de Apocalipsis 12 ha de actuar, Él
antes debe estar completo (obviamente Él lo es, esencialmente así, en Sí mismo,
pero como Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia que es Su cuerpo). La
cabeza y el cuerpo deben unirse antes que Él pueda actuar como teniendo este
título ante el mundo; porque el hombre místico, como un todo, no puede tomarlo
hasta que la iglesia sea llevada arriba a Él. Porque hasta entonces, — hasta
que la iglesia, el cuerpo, sea unida a la Cabeza, Cristo, en el cielo, — el
hombre místico no está completo en ese sentido; y por consiguiente, la iglesia
debe ser recogida antes de que Cristo pueda entrar en juicio.
¿Cuál
es ahora el gran impedimento para la plena bendición de la iglesia? Todos desde
el principio han fracasado: Adán, hombre antes del diluvio, Noé, hombre bajo
ley. ¡Tomen entonces a la Cristiandad, — de qué manera la cizaña ha sido
sembrada entre el trigo! El sacerdocio, a través de la influencia de Satanás,
tomando el lugar de Cristo y de nuestra unión con Él. Después de esto, — sumadas
en la última apostasía, comienza la acción del poder judicial para poner a un
lado el mal. El primer acto de poder, cuando el hombre místico esté completo,
será arrojar a la tierra a Satanás y a sus ángeles (Apocalipsis 12: 9), para
expulsarlos del cielo; y ellos nunca más se ven allí en absoluto, sino que son
arrojados a la tierra; y entonces el diablo tiene gran ira, porque él sabe que
él no tiene sino un tiempo corto; y, en su gran ira, él revuelve todas las
cosas contra el Señor Jesucristo, en su carácter pleno de adversario. Entonces
el Señor vendrá con Sus santos a ejecutar juicio en la tierra. Él debe arreglar
las cosas quitando el mal. Y tan pronto como Sus enemigos son puestos por
estrado de Sus pies, entonces Él introduce la plenitud de bendición. Pero,
nosotros debemos tener presente que el juicio es consecuente a la asociación de
la iglesia con Cristo. El hombre místico debe estar completo en ese sentido
antes de que Él pueda ejecutar el juicio. Entonces Cristo toma un carácter
completamente diferente. Hasta que Él nos levante a la gloria, Él se presenta
como un Salvador (y habrá incluso entonces indudablemente, un remanente salvado,
— después que la iglesia sea quitada). Pero entonces el tiempo aceptable se ha
acabado; y entonces "con justicia juzga y pelea". (Apocalipsis 19:
11). Y cuando Él se presente así, nosotros entenderemos totalmente por qué
ahora es la palabra de Su paciencia; porque hasta entonces, hasta que Él tome
hacia Él mismo Su gran poder y reino, nosotros somos unidos con Él en corazón y
mente en la palabra de Su paciencia; y la bendición de esto para nosotros es
nuestra asociación con el propio Cristo, la vinculación perfecta arriba con
Cristo en todas las cosas. Como Hombre (de ninguna forma referente a la gloria
divina de Su Persona, sino como tomando el carácter oficial de un siervo)
Cristo tiene que esperar hasta que Dios, en Su buena disposición, ponga todas
las cosas bajo Sus pies; y esto, yo no dudo, como he dicho, es el significado
de las palabras, — "de aquel día y de la hora nadie sabe,…, ni el Hijo,
sino el Padre". (Marcos 13: 32). Pero, unidos así con Cristo y teniendo Su
amor presente como la porción que satisface el alma, tenemos más bien que
esperar y esperar con Él, que tener eso antes que Él. La asociación completa
con el propio Cristo es el carácter apropiado de la iglesia de Dios; porque no
es meramente de bendición, sino que está asociado con Aquel que bendice.
Nosotros somos Su esposa: éste es nuestro lugar apropiado; y siempre que
descendemos de esto, nos alejamos del poder pleno de los pensamientos de amor de
Dios acerca de nosotros, y acerca de lo que Él ha hecho que Cristo sea para
nosotros.
Independientemente
de lo que se diga acerca de Cristo en el día de gloria, nosotros encontramos
que la iglesia está asociada con Él en todo, — por ejemplo, en Su carácter de
Melquisedec, el lugar más elevado en autoridad como Rey, y el más cercano en
adoración como Sacerdote: y nosotros hemos sido constituidos en un reino y
sacerdotes (leemos, "Tú los has constituido en un reino y sacerdotes para
nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra", Apocalipsis 5: 10 – RVA). Eva
estuvo asociada con Adán en el dominio; pero no hubo nada en la entera creación
que pudiese haber tenido este lugar. Como está escrito, "mas para Adán no
se halló ayuda idónea para él" (Génesis 2: 20); pero cuando Eva, como
hueso de su hueso y carne de su carne, fue traída a él, él pudo decir,
"Esto es ahora [ahora, esta época, porque ese es sentido del original]
hueso de mis huesos y carne de mi carne". (Génesis 2: 23). Se encontró una
ayuda idónea para él. Esto es igualmente verdad del Señor y la iglesia, porque
Él puede decir, 'ahora esto es hueso de mis huesos, y carne de mi carne', y se
puede regocijar y deleitar en el producto de Su propio amor.
Que
el Señor no permita que zozobremos desde este nuestro verdadero lugar; y que Él
pueda darnos así un sentido profundo y permanente del hecho de estar unidos así
en completa asociación bienaventurada con Él; porque el corazón de Cristo no se
podría satisfacer sin esto, y los nuestros tampoco. No es un asunto de nuestro
mérito (porque en nosotros mismos, estando en la carne, somos viles pecadores),
sino del afecto de Cristo. La verdadera humildad no es no pensar mal de
nosotros mismos, sino que no pensar en absoluto acerca de nosotros. Pero,
observen, es algo mucho más duro olvidarse de uno mismo que incluso tener
pensamientos malos sobre uno mismo. Si no somos humildes, debemos ser
humillados.
"Por
cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré",
etc. El Señor dice, «Si yo te reconozco como guardando "la palabra de mi
paciencia", y no como teniendo alguna fuerza, sino como en relación
conmigo, "yo también te guardaré", etc.» Así Él nos asocia con Él,
aunque seamos gente pobre y débil, como los Ceneos que no eran sino una gente
débil, sin embargo ellos pusieron su nido en la peña. (Números 24: 21).
"Yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el
mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra". (Versículo
10). Ahora bien, con respecto a las consecuencias, ¡qué consuelo hay aquí! No
era en absoluto una cuestión de fuerza, sino de ser guardado de un tiempo
terrible que estaba llegando, "para probar a los que moran sobre la
tierra". Estas últimas palabras describen la condición moral de una clase
de personas.
¿Tú
supones que Dios se agrada afligiendo a Su pueblo? No, en verdad Él no quiere
ponerlos en la prueba; pero si tú te has puesto en una posición en la que te
has mezclado con estos moradores en la tierra, sobre quienes la hora de prueba
está llegando, hay que ocuparse de ti para que seas liberado de aquello sobre
lo cual esa hora terrible está viniendo. Ahora se predica el evangelio y está
sacando almas del mundo; y todos los pensamientos, sentimientos, deseos, y
afectos de los santos deberían estar esperando el día de gloria. Y si ellos se
han puesto en el lugar de la paciencia de Cristo, ellos no quieren ser
zarandeados como el mundo quiere; pero si están mezclados con el mundo, deben
ser partícipes en los problemas de la hora de prueba que está viniendo a probar
a los que moran sobre la tierra, o, de manera práctica, zarandeados antes de
ser rescatados de esta hora. Está llegando un tiempo cuando la bestia
blasfemará a los que moran en el cielo, pero él no puede tocarlos. Cuando
conocemos nuestro carácter celestial, esto nos hace extranjeros y peregrinos
sobre la tierra, en lugar de morar aquí y buscar nuestra porción aquí; pero los
que moran aquí deben entrar en esta hora de prueba que está viniendo a probar a
los que moran sobre la tierra. Y noten aquí que ésta es una cosa distinta de la
tribulación de la que se habla en Mateo 24. Ese tiempo de angustia está
confinado a Jerusalén; como está dicho en Jeremías, "tiempo de angustia
para Jacob; pero de ella será librado". (Jeremías 30: 7). Pero aquí, éste
es un tiempo de angustia "que ha de venir sobre el mundo entero, para
probar a los que moran sobre la tierra". A los que han guardado la palabra
de la paciencia de Cristo ahora, Él los guardará de ese tiempo. Si el Señor
está recibiendo ahora fruto de ellos, de la forma en que se entiende que esta
prueba produce, entonces no habrá necesidad que sean probados por ella.
Pero,
vean ahora cómo Él los anima: "He aquí, yo vengo pronto" (versículo
11), como si Él dijese, «Si tú vas a compartir Mi porción y gloria, tienes que
continuar llevando Mi porción en paciencia, y en la cruz también; pero "yo
vengo pronto"». No se trata de Su venida como la presentada a Sardis, como
ladrón en la noche; sino que sobre lo que Cristo insistiría ahora en la iglesia
es que Su regreso es una cosa pronta. Él no les dice el momento, pero coloca Su
venida ante ellos como su consuelo, alegría, y esperanza, y así fija el corazón
en Él; como que no es tanto el que Él está viniendo pronto, sino que es Él
mismo quién está viniendo, "Yo Jesús", etc., etc. ¡Oh! si el corazón
ha gustado el amor de Dios, qué consuelo es, después de todo, descansar en Él,
como al cierre de este libro. Después que Cristo ha llevado la mente de la iglesia
a través de esas cosas que Él va a hacer en la tierra, entonces Él trae de regreso
el corazón de la iglesia a Él, — "Yo Jesús". (Apocalipsis 22: 16).
Lo
que caracteriza a la iglesia de Filadelfia es su unión inmediata con Él; es el
propio Cristo quién está viniendo. No es ni el conocimiento, ni la profecía, lo
que puede satisfacer al corazón; sino que el pensamiento de que Jesús está
viniendo para llevarme consigo es la esperanza bendita de uno que está unido a
Él por gracia. La profecía se refiere a que Cristo está viniendo a la tierra;
pero mi ida a Cristo es la esperanza apropiada y bendita de uno que está unido
a Cristo por la fe. Yo respeto solemnemente y reverencio las advertencias de
Dios acerca del próximo juicio, etc.; pero no es una cuestión de afecto. Los
propósitos de Dios acerca de Jerusalén, Babilonia, etc., de lo cual la profecía
habla, son muy importantes e instructivos para la mente; pero los afectos no se
hacen salir sabiendo acerca de la condena de Babilonia, y el Anticristo. Yo amo
a Cristo; por consiguiente yo anhelo verle. Pero las profecías del juicio
venidero no asocian el espíritu y el corazón con la Persona del Señor Jesús.
Tenemos
entonces esta advertencia: "retén lo que tienes, para que ninguno tome tu
corona". ¡Oh! que el Señor nos de el guardar Su palabra y estar
esperándolo como algo actual. Si el diablo pudiera quitarnos la esperanza de la
venida del Señor como algo actual, esto nos quitaría nuestra esperanza y
corona. Ningún hombre o diablo pueden quitarnos nada si no tenemos nada sino
ese sentido claro de fe que nos asocia con la venida del Señor Jesucristo como algo
actual. Perder esto es perder el poder espiritual; y cualquier cosa que nos
robe poder espiritual en nuestra asociación con Cristo, nos roba la bendición actual
y aquello que es la senda hacia nuestra corona. Y, amados hermanos, ahora
estamos pasando por todo tipo de cosas que parece probable que nos roben nuestra
corona, — todo lo que pone a prueba la fe en un Jesús que viene y que pone esto
en duda.
En
el caso de las diez vírgenes, todas ellas cabecearon y se durmieron; las
prudentes se quedaron dormidas tan rápidamente como las insensatas, y a
medianoche, cuando se oyó el clamor, "¡aquí viene el esposo...!" (Mateo
25: 6), todas ellas se levantaron y arreglaron sus lámparas. No hubo ninguna
diferencia en este respecto; pero una tenía el aceite del Espíritu, la otra no;
y entre el clamor que salía y la venida propiamente dicha del Esposo, hubo
tiempo suficiente para que las lámparas se apagaran si no se les proporcionaba
el aceite; y por este motivo la diferencia manifiesta entre las vírgenes estuvo
en el suministro de aceite que ellas tenían. Si el primer pensamiento en los
corazones de las vírgenes insensatas hubiese sido el Esposo, ellas habrían
estado pensando en la luz que Él querría cuando Él viniera; pero estaban
ocupadas con otras cosas, satisfechas meramente de estar en compañía con las
vírgenes. El vestido y las lámparas sin el aceite bastarían para ponerlas entre
el grupo; pero, ¡lamentablemente! sin el aceite ellas no podían mantener sus
lámparas encendidas para su Señor hasta que Él viniera. Sin embargo, estaban
las que estaban preparadas para recibirlo, y cuando vino el esposo, "las
que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta".
(Mateo 25: 10). Y así es con nosotros. El clamor ha salido, y entre esto y Su
venida propiamente dicha, el Señor está probando si nuestros corazones están
puestos en Él o no.
Sólo
nos queda tiempo ahora para considerar la promesa: "Al que venciere, yo lo
haré columna en el templo de mi Dios, etc." (Versículo 12). Vemos aquí cuán
definitivamente se asocian todas las promesas con el tiempo de gloria, — la
"nueva Jerusalén", — y aquí el corazón es elevado a su morada propia
y adecuada. ¿Estamos nosotros asumiendo la posición de moradores celestiales
mientras andamos en la tierra? Observen de qué manera tan completa los santos
son asociados con la Jerusalén celestial, la morada eterna de aquel que
venciere. Él estará en el templo de Dios en contraste con la sinagoga de
Satanás, en el disfrute pleno de las cosas de Dios (cada propósito de Su amor
totalmente puestos en evidencia). "Yo lo haré columna". Aquel que fue
un creyente fiel pero débil en la tierra, cuando la iglesia profesante era
grande pero no cumplía el propósito de Dios como "columna y apoyo de la
verdad" (1ª Timoteo 3: 15 – VM), él será entonces el pilar mismo de
fortaleza, y de la misma fortaleza de Dios, porque había habido firmeza contra
el poder de seducción.
Siempre
es "mi Dios". A lo largo de todo, Cristo hace subsistir esta unión
con Él. Él fue una vez, en apariencia, el débil en la tierra; Él dice, «Yo he
sido rechazado y tú has tomado el lugar de rechazo conmigo, y yo sé que me has
sido fiel; Yo voy a Mi Padre y a tu Padre, a Mi Dios y a tu Dios». Él es el que
tiene paciencia y que espera el tiempo del Padre por la gloria que se le debe a
Él, y nosotros tenemos parte en Su paciencia.
"Y
escribiré sobre él el nombre de mi Dios", la forma en que Cristo, como
hombre, conoce a Dios: «Tú tendrás ese nombre puesto públicamente en ti, puesto
que no has negado Mi nombre aquí abajo, — "la ciudad de mi Dios",
esperada en la fe; éste es tu lugar». Abraham esperaba una ciudad cuyo
arquitecto y constructor era Dios. (Hebreos 11: 10). Se trataba de una ciudad
celestial que ellos quisieron para ellos mismos en la tierra, incluso cuando la
carne había construido una aquí. Esta ciudadanía celestial se sellará entonces
en el creyente, en la ciudad del Dios de nuestro Señor Jesucristo, el extraño
en la tierra. Si los hombres están buscando una estabilidad eclesiástica, un
establecimiento presente de cosas, ellos pueden tenerlo ahora; pero entonces,
esto no es según la palabra de Dios: pues si ahora hay satisfacción sencillamente
en andar con Cristo, esperando hasta que Dios posea una ciudad como Suya
("la ciudad de mi Dios"), ellos la tendrán entonces: ella desciende
del cielo, de Dios. Cuando Carlos II de Inglaterra estuvo lejos de su país, los
que estaban vinculados a su persona se sintieron forasteros en la tierra
mientras su amo estuvo ausente. Y así es con el Cristiano ahora; él pertenece a
Cristo; él es un hijo del día, esperando a Cristo y el día de Su aparición.
"Mi
nombre nuevo". No es el nombre antiguo de Mesías, sino Su nuevo nombre
maravilloso tomado como resultado de una redención celestial. Entonces
tendremos lo que es estable, aunque ahora, en un sentido, no lo tenemos.
Que
el Señor nos otorgue conocer lo que es realmente estar asociados con el propio
Cristo, y conocer este bienaventurado pensamiento de Dios acerca de nosotros, a
saber, "para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su
gracia, etc." (Efesios 2: 7). Él nos ha asociado con el objeto de toda Su
infinita complacencia, — Su eterna complacencia, porque somos miembros de Su
cuerpo, de Su carne, y de Sus huesos, y por consiguiente tenemos el privilegio
y la porción del propio Jesús. Que Dios mantenga nuestros corazones sin ser
manchados por este presente siglo malo y en la frescura de afecto para con Él.
Esto sólo puede ser manteniéndonos en comunión con el propio Cristo. Conocer nuestra
porción en Él, conocer el valor de Su nombre, da valor y fortaleza para guardar
Su palabra y no negar Su nombre.
SEPTIMA CONFERENCIA
Lectura Bíblica: Apocalipsis,
Capítulo 3
LAODICEA. Yo había pensado
y esperado haber cerrado nuestra
consideración de esta porción de la Escritura la tarde anterior; pero no
lamento ahora que en ese momento el tiempo no lo permitiera ya que siento muy
fuertemente la importancia de este último mensaje a Laodicea. Y ello me dará la
oportunidad de continuar de manera más general lo que hemos examinado en
relación con el testimonio que rinde la palabra de Dios a la venida del Señor
Jesucristo. Vemos en este mensaje a la iglesia de Laodicea que ella es
amenazada con el juicio final y completo, sin ninguna posibilidad de escape en
absoluto. En realidad, no es que ella ha llegado a la consumación plena del
mal; porque si hubiese llegado, ¿dónde estaría la utilidad de advertirla? A
esta iglesia de Laodicea, como a todas las otras seis iglesias anteriores, se
le habla como teniendo el carácter de iglesia de Dios (es decir, como
sosteniendo ante Dios la posición de reconocido testimonio Suyo para el mundo);
y como a tal, se le amenaza con el rechazo. Esto es importante en relación con
otras partes de la Escritura. No es la historia de lo que ha sido cumplido,
sino la advertencia y amenaza de lo que está por venir. Por este motivo su
carácter es profético. Y como todo el libro del Apocalipsis es juicio, así también,
en estos mensajes a las iglesias, tenemos el juicio de la iglesia profesante,
situada bajo la vista de Dios como sosteniendo esta posición. Y yo aquí
volvería a traer a sus memorias lo que he dicho antes, y lo que es importante
recordar, a saber, que lo que está ante nosotros en todas estas iglesias no es
la obra de la gracia de Dios en sí misma; porque estos mensajes a las iglesias
no tendrían ningún lugar si ella lo fuera, — ni siquiera es Cristo la Cabeza
del cuerpo, como la fuente de gracia a los miembros, —ni siquiera es la obra
del Espíritu de Dios, porque eso, obviamente, nunca es el sujeto del juicio;
como también la gracia que fluye de la Cabeza a los miembros nunca puede
fallar. Esto nunca puede ser el sujeto de advertencias o amenazas. Lo que es
revelado es la condición y el estado de la iglesia como teniendo el lugar de
responsabilidad bajo la vista de Dios, y las relaciones consecuentes de Cristo
con esto en la expectativa de fruto.
Además, estos mensajes no son a individuos,
sino a
iglesias; y sin embargo, hay bastante para recopilar en estos mensajes por
individuos que tienen oído, a través de la enseñanza del Espíritu Santo: y
confío que incluso ahora hayamos recopilado un poco de tal enseñanza. Las
promesas también son a individuos, "Al que venciere", en medio de las
circunstancias malas, pero el trato es con el cuerpo.
Entonces, no se trata de la provisión
del Espíritu
de gracia desde la Cabeza, ni siquiera de las indicaciones a través del
Espíritu del amor del Padre tratando con los hijos que están adentro, porque
eso supone que la iglesia está en un estado acepto y saludable, y que Él le da
instrucciones apropiadas a ese estado, y respondiendo al propósito para el que
se la llamó en la posición de iglesia. En Laodicea está aquello que no se puede
aplicar a los individuos; pues ustedes pueden advertir a los individuos en la
iglesia de Dios, "mas los simples pasan y reciben el daño".
(Proverbios 22: 3). Pero, esto no es simplemente advertencia; se anuncia una
extirpación, y eso nunca se puede aplicar a un santo de Dios. "Pero por
cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca".
(Apocalipsis 3: 16). Ello es la extirpación del cuerpo profesante externo que
lleva el nombre de iglesia, como tal. Esto nos lleva a ver la importante verdad
de la responsabilidad de la iglesia profesante de Dios en la tierra; y es por
eso que me alegro mucho de esta oportunidad de examinar de nuevo los principios
generales relacionados con esto.
"Y al ángel de la iglesia que está
en Laodicea,
escribe: Estas cosas dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de
la creación de Dios". (Apocalipsis 3: 4 - VM). El carácter de Cristo
presentado aquí es notable. En las últimas tres iglesias hemos visto que Cristo
abandona, por así decirlo, las características dadas de Él en el capítulo 1 (es
decir, Él no es presentado en ninguna parte con el carácter que Él asume en el
capítulo 1); sino que encontramos una nueva revelación especial de Él según las
circunstancias de la iglesia a la que se habla. No se dan los mismos rasgos de
carácter de Él como los que Juan había visto en la visión; no se relaciona así
con las cosas 'vistas', sino con "las que son", en una condición
nueva y distinta de la que ellos habían sido situados en su relación original
con Cristo y, por consiguiente, se hace una revelación nueva de Cristo para la
necesidad y ocasión de la iglesia.
En Filadelfia, Cristo no fue
conocido en el mismo
carácter en el que Él fue conocido en Tiatira, como "hijo sobre su
casa" (Hebreos 3: 6), sino que la iglesia se iba a apropiar de rasgos
nuevos de Su carácter para su necesidad particular. Desde el mismo período de
tiempo, e incluso antes, es decir, desde el tiempo de la corrupción completa de
su posición original, la venida del Señor es ofrecida a la iglesia. El santo ya
no podía ocuparse más en la esperanza de restauración de la iglesia como un
todo profesante y, por consiguiente, la venida del Señor es puesta ante él como
su único recurso, para que el remanente fiel pudiera esperarlo a Él, encontrando
en Cristo aquello en lo que ellos pudieran apoyarse y confiar, cuando el
terreno exterior estaba deslizándose debajo de sus pies. Los que tenían fe
especial en Jesús no podían seguir fluctuando con la corriente común de los
pensamientos de la iglesia; porque si ellos lo hacían se encontrarían con
Jezabel, o con Sardis, teniendo un nombre de que vivían y sin embargo estaban
muertos. La fe ha tenido que ser sostenida de una manera especial para
guardarme de las seducciones de la "sinagoga de Satanás". La gracia
común bastará cuando la propia iglesia esté en su lugar, pero se necesita
gracia excepcional para sostener al creyente cuando la iglesia no está
guardando su lugar. Si Jezabel está allí, yo no puedo seguir con la fe común;
pues Cristo y la falsedad no pueden seguir juntos. Si tiene un nombre de que
vive, estando muerta, yo debo tener algo especial para que sostenga la vida en
mí. Por consiguiente, ya sea Jezabel seduciendo [véase nota], o Babilonia
adulterando, o Laodicea que va a ser vomitada, yo no podría continuar
satisfecho con el estado moral de las cosas. Por consiguiente, necesito una gracia
especial adecuada para esto, discernida solamente por la preocupación
espiritual, no siendo esta la relación natural entre Cristo y la iglesia.
Obviamente que necesitamos la gracia sostenedora de Dios en todo momento,
nosotros no podemos proseguir sin ella, como cada uno sabe; yo la necesito, tú
la necesitas, todos nosotros la necesitamos. Pero cuando aquello que lleva el
nombre de iglesia de Dios se acerca a la maldición, va a ser vomitada, entonces
se necesitan una medida doble y un carácter especial de gracia para sostener a
los fieles en la estrecha y a menudo solitaria senda en la que ellos serán
llamados a andar. Y observen aquí: cuando ellos habían llegado al estado de
cosas de Filadelfia, con su poca fuerza y guardando la palabra de Cristo y no negando
Su nombre, la venida del Señor es presentada para el consuelo de los fieles; y
luego el asunto es descartado.
[Nota.] Jezabel es la fuente de
daño interior;
Babilonia corrompe el mundo; la propia Laodicea es lanzada fuera como sin
valor).
Ahora bien, aquí, aunque la iglesia
profesante
todavía subsiste en la forma, sin embargo, ella es absolutamente rechazada y se
declara incondicionalmente que Cristo la vomitará de Su boca. El juicio no se
ha cumplido pero es seguro y es asumido como tal. Y el motivo por el cual la
venida del Señor es descartada después de Filadelfia, es que, habiéndose
arruinado moralmente toda la cosa y sujeta a juicio, el Señor se presenta como
estando afuera en Laodicea, "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo".
(Versículo 20). Si todavía hay santos adentro, el testimonio a ellos es como
desde fuera de la escena de la que ellos forman parte. En Filadelfia, todo
trato con los santos como manteniéndolos en un lugar de testimonio es
finalizado; porque la iglesia profesante se había entonces convertido o en
Jezabel en la corrupción, o en Sardis en la muerte, para que sea juzgada como
el mundo; y el remanente tenía el testimonio por guardar la palabra de la
paciencia de Cristo y son confortados por la convicción de que Cristo vendrá pronto.
Ahora ellos debían estar satisfechos con la seguridad de que entonces la
sinagoga de Satanás sabría que Cristo los había amado.
En la iglesia de Filadelfia el carácter
de la venida
de Cristo fue puesto en su lugar verdadero y apropiado. Vista por la iglesia,
la venida de Cristo es para sí misma. Cristo dice, «es por ti por lo que yo
estoy viniendo», y la esperanza de la iglesia es verlo a Él. Se trata de,
'ti,', y de, 'yo mismo', Él dice que deben estar juntos, constituyendo el
carácter de esperanza apropiado de la iglesia y la alegría cumplida. Por este
motivo, en el capítulo 22 de Apocalipsis, después que el Señor ha pasado por la
profecía entera, Él dice, "Yo Jesús he enviado a mi ángel para daros
testimonio de estas cosas en las iglesias", — "Yo soy… la estrella
resplandeciente de la mañana" (Apocalipsis 22: 16); y la presentación de
Él mismo despierta el clamor para que Él venga. Cuando advierte a los hombres,
Él no dice, "He aquí, yo vengo pronto". El Espíritu y la Esposa
dicen, "Ven", y entonces, en una respuesta que asegura el corazón, Él
dice, "Ciertamente vengo en breve"; a lo que la iglesia responde,
"Amén; sí, ven, Señor Jesús". (Apocalipsis 22: 17, 20). Es así muy
evidente que la venida del Señor para llevarse a la iglesia consigo debe ser
algo exclusivamente entre Él y la iglesia. Pero no será así con el remanente de
Israel, para ellos se necesitará la ejecución del juicio para la asunción de su
lugar en la tierra. De hecho, la venida del Señor a la propia tierra debe ser
esperada con la ejecución del juicio, recogiendo afuera de Su "reino a
todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad". (Mateo 13:
41). Y es evidente que la liberación del remanente de Israel relaciona la
venida del Señor con la ejecución del juicio sobre lo que lo desprecia a Él,
antes de que Israel pueda posiblemente conseguir su bendición. Y esto justifica
el fuerte clamor de venganza que encontramos a lo largo de los Salmos; tomen,
por ejemplo, el Salmo 94, donde está escrito, "¡Oh Dios, a quien la
venganza pertenece, muéstrate." (Salmo 94: 1 – KJV). Ahora bien, nosotros
no queremos venganza para estar con Cristo en bendición. Dios nos ha dado, en
todos los sentidos, la gracia como nuestra porción, y nosotros tenemos que ver
completamente con la gracia. Yo no estoy esperando que venga el Señor y me
vengue en mis enemigos, porque estoy esperando ser arrebatado para encontrarme
con Él en el aire. Y, que pueda entenderse claramente, yo comentaría de nuevo
que a lo largo de todas las Escrituras este clamor, en relación con el Señor
viniendo a la tierra, es el idioma del remanente de Israel, y no el idioma de
la iglesia de Dios.
Tomen el Salmo 68:23, donde se lee,
"Para que
tú los quebrantes, teñido tu pie en la sangre de tus enemigos, y saciada de
ella la lengua de tus perros". (Salmo 68: 23 – VM). Éstos no son los pensamientos
que ocupan mi
alma en la contemplación de encontrar a Jesús en el aire. Si por medio de la
gracia yo me he inclinado ante la gracia del Cordero, entonces no tengo ninguna
relación con lo que quedará bajo la ira del Cordero. Es a Él a quien yo estoy
esperando por el hecho de lo que Él es en Sí mismo, aparte de cualquier otra
cosa. Así también, en la descripción de los futuros tiempos judíos de bendición
en Isaías 60: 12, leemos, "la nación o el reino que no te sirviere
perecerá"; mientras que de la Nueva Jerusalén se dice, "las hojas del
árbol son para la sanidad de las naciones". (Apocalipsis 22: 2 - VM).
Israel es la escena de los justos juicios de Dios; la iglesia es la escena de
la gracia soberana de Dios; y esto nunca deja de ser así. Porque la iglesia,
como tal, nunca pide venganza; ella verá la justicia de la venganza cuando Dios
vengará la sangre de aquellos que han padecido, y se regocijará en que la
corrupción sea destruida; pero su propia porción es estar con Cristo. La tierra
será liberada a través del juicio; pero nuestra porción es encontrar al Señor
en el aire, y estar para siempre con Él.
Teniendo la iglesia de Filadelfia
su porción
apropiada, a saber, la venida del Señor, finaliza el asunto de esta esperanza
bendita. En Laodicea, por consiguiente, no hay nada acerca de la venida del
Señor, aunque obviamente esto permanece verdadero, pero aun así, no es puesta
ante ella. Es otra cosa lo que está a mano; y aquí entra el carácter profético,
porque el Señor está hablando aquí de lo que iba a pasar en el juicio. Él va a
juzgar a la propia iglesia. Él siempre está hablando de la iglesia profesante
(debemos recordar esto), de aquello que toma el lugar de la iglesia de Dios
como testimonio para Dios en el mundo. Y observen el carácter peculiar que
Cristo toma aquí ahora; pues si la iglesia, este vaso de testimonio para Dios,
este testigo, es desechada por el Señor con repugnancia, entonces el Señor
mismo aparece como el "Amén, el testigo fiel y verdadero", no tanto
en la dignidad de Su Persona, como es mostrado en el capítulo 1, sino como el
testigo fiel y verdadero, — "el principio de la creación de Dios",
como que va a tomar el lugar de aquello que ha fracasado tan enteramente como
testimonio de Dios en la tierra.
En la epístola universal de Santiago
vemos que el
propósito de Dios es, "que seamos nosotros [la iglesia], en cierto
sentido, las primicias de sus criaturas" (Santiago 1: 18 - VM), y la
iglesia tendrá ese lugar en la plenitud de la creación restaurada. Pero, aun
ahora la iglesia es llamada a tener su propio lugar peculiar, como teniendo las
primicias del Espíritu; pero, contemplada como en una posición de testimonio,
la iglesia ha fracasado absolutamente, no sosteniendo, en el poder del Espíritu
Santo, esta posición de primicias de Sus criaturas. Pues, ¿cuáles son los
frutos que indican ese poder? ¿No son ellos "amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Gálatas 5: 22, 23)? ¿Ven
ustedes esto en la iglesia profesante? No; y por consiguiente, nosotros decimos
que la iglesia profesante ha fracasado en ser, en cierto sentido, las primicias
de las criaturas de Dios; porque la iglesia profesante no sostiene una
posición por sobre el estado presente de la creación o el mundo alrededor de
ella. Si un hombre viene a Londres desde China, ¿vería él estos frutos del
Espíritu en la iglesia profesante? ¿o encontraría él la misma codicia, el mismo
amor al mundo aquí, en todo sentido, como en su propio país? Él podría decir,
«¿Oh! yo podría hacer todo esto en China. Lo que los Cristianos están haciendo
en Londres (y los verdaderos Cristianos también), yo lo puedo hacer a lo largo
de toda China; aunque pueda haber una manera mejor y más refinada de llevarlo a
cabo en Londres que en China». Pero en China están los mismos resultados;
porque lo que los Cristianos profesantes están haciendo en Londres también se
hace en China, aunque puede no ser conseguido tan cómodamente con respecto a la
carne, pero bastante a fondo en cuanto al corazón.
Yo no creo que la iglesia profesante
esté todavía
totalmente madura en la condición final de Laodicea; pues si así lo fuera,
hubiese sido inútil advertirla. Dios está sosteniendo la brida y no permite
todavía que el mal se desarrolle totalmente. Fue así tan verdadero en el
principio en Éfeso, en el momento que la iglesia se apartó de su primer amor;
pero no lo encontramos desarrollado hasta el estado Laodicense, cuando Cristo
vomita de Su boca la cosa entera. Y recuerden que es la iglesia profesante la
que es vomitada así, y no la iglesia del Dios viviente, el cuerpo y la esposa
de Cristo. Tampoco es esta extirpación una mera remoción del candelero; porque
cuando no se puede decir de la iglesia profesante, ustedes "no son del
mundo, como tampoco yo soy del mundo" (Juan 17: 16), entonces, en vez de
ser ella el objeto del deleite de Cristo, ella se convierte (y es terrible
decirlo) en una repulsa para Él: pues leemos, "te vomitaré de mi
boca". Apocalipsis 3: 16).
Nada puede ser más solemne que la
posición a la que
llegará la iglesia profesante, a saber, a motivar una declaración tal por parte
del Señor. Nosotros también encontramos en esto otro testimonio notable del
carácter sucesorio de estas iglesias. En su carácter general, a pesar de la
obra especial de gracia en detalle, la iglesia profesante se hace cada vez
peor, hasta que llega a esa condición en la que tiene que ser vomitada de la
boca de Cristo; y entonces hay "una puerta abierta en el cielo", y
Juan es llevado allí arriba. (Apocalipsis 4). Entonces comienza el juicio del
mundo, y la introducción del Hijo Unigénito a Su herencia terrenal.
Dios ha terminado con la iglesia como
testimonio en
el momento que Laodicea es vomitada. Y cuando la iglesia ha llegado a este
completo estado de fracaso, entonces Cristo la reemplaza como "el testigo
fiel y verdadero" de Dios. Cristo se presenta a Sí mismo haciendo lo que
la iglesia debería haber hecho. Cristo es el Gran Amén de todas las
promesas de Dios; y la iglesia debería haber mostrado de qué forma todas las
promesas de Dios eran Sí y Amén en Cristo Jesús; pero la iglesia
no ha podido hacer esto; ha fracasado en poner su amén a las promesas de Dios.
Amén significa "fe y verdad" firmes.
(Véase Isaías 7: 9 - VM). "Si no creyereis, no tendréis estabilidad",
es decir, "si no creyereis [o amén, pues es la misma palabra], no
tendréis estabilidad [o no seréis confirmados]". El significado es,
«si tú no confirmarás mis promesas, tú no serás confirmado». Obviamente, no hay
ningún pensamiento acerca de la posibilidad de que Dios fracase en Sus
propósitos en Cristo y, por consiguiente, la iglesia, el cuerpo de Cristo,
estará en la gloria con su Cabeza: pero si es un asunto de testimonio en la
tierra, entonces realmente la iglesia no ha puesto en forma práctica su amén
a las promesas de Dios en Cristo. Pues la iglesia fue llamada a manifestar el
poder de su llamamiento celestial mientras anda en la tierra; pero ella no ha
dado en su andar la respuesta a lo que Dios ha afirmado, pues no vemos a la
iglesia presentando el testimonio celestial por medio del Espíritu Santo,
respondiendo al Señor Jesucristo, sentado a la diestra de Dios y, por
consiguiente, como Dios no se puede quedar sin testimonio, Cristo
inmediatamente se presenta a Sí mismo como el "Amén, el testigo
fiel y verdadero", la Persona que va a sellar firmemente todas las
promesas y profecías, el que pone el gran amén a todo, como el
"testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios". La
iglesia profesante ha fracasado; y ella contiene dentro de su cercado una gran
masa de personas que nunca se convirtieron, llevando el nombre de Cristo sin
poseer la vida de Cristo. Pero, el fracaso comenzó con la iglesia verdadera;
fue por medio de ellos que la corrupción entró sigilosamente; 'ellos dejaron su
primer amor', y entonces, como consecuencia, el mundo entró; tal como Dios
dice, "Vi… (que) en el lugar de la justicia, allí había iniquidad". (
Eclesiastés 3: 16 - VM). Como se dice a menudo, 'la corrupción de lo mejor es
la peor de las corrupciones'; así que realmente no hay nada en la faz de la
tierra entera tan diametralmente opuesto a Dios como la Cristiandad profesante.
"El principio de la creación de Dios."
Cristo entra aquí como el testigo bienaventurado de que Dios aún establecerá la
creación según Su propia voluntad, siendo el propio Cristo el príncipe y el
centro de toda ella. (Véase Proverbios 8). Esto no es la promesa de Cristo que
viene a llevarse a la iglesia consigo, como a Filadelfia, sino el propio Cristo
tomando el testimonio pleno y perfecto para Dios, y como Aquel en quien se
llevan a cabo todas las promesas de Dios, de las cuales la iglesia debería
haber sido la manifestación. En este carácter, Cristo reemplaza a la iglesia en
la manifestación de los propósitos y promesas de Dios, los que, como esto era,
no pueden fracasar. Si la iglesia ha desaparecido irrevocablemente, el
testimonio permanece, y eso será el sostén del creyente individual. Aquí se
trata de que la fe es sostenida, incluso donde el mal está aumentando como una
inundación; aquí está el terreno firme que no puede ser tocado por nada, la
fuerza en la que el alma puede permanecer en caso de que la iglesia haya
desaparecido porque el sustento de toda alma es confiar en Él.
Yo me referiría ahora al testimonio
general en la
palabra de Dios en cuanto al completo fracaso y al consiguiente repudio de
aquello que debía haber dado testimonio de Él, para que el honor, el poder, y
la gloria redunden exclusivamente para Cristo y solamente Cristo. El hombre,
como hombre, fracasó en aquello que le fue encomendado, y entonces vemos a
Cristo, el verdadero Hombre, dispuesto en los propósitos de Dios; Salmo 8. La declaración
de Dios es que habrá un repudio completo para todo lo que ha llevado el nombre,
el título, y la autoridad de Dios en la tierra.
Tomen por ejemplo el poder que fue
ordenado por Dios
para estar en manos del hombre y que fue así, en cierto sentido el
representante de Dios; para que, como Cristianos, debamos reconocer las
autoridades que hay y someternos a ellas ya que "por Dios han sido
establecidas". (Romanos 13: 1). Fueron llamados dioses "aquellos a
quienes vino la palabra de Dios". (Juan 10: 35, Salmo 82: 6). Y leemos,
"Pero como hombres moriréis, y como cualquiera de los príncipes
caeréis." (Salmo 82: 7). Pues bien,
¿cuándo Dios juzga entre los dioses, qué muestra esto? Ellos han fracasado absolutamente,
— y lo que se ejecuta es el juicio inmediato de Dios. Entonces, con respecto al
poder en las manos del hombre, la piedra pequeña, cortada no con manos, hirió
la imagen del poder Gentil, la que se vuelve como el tamo de las eras de
verano, y se lo lleva el viento, y nunca más se halla el lugar de ellos.
(Daniel 2) Entonces Cristo, según el propósito de Dios, asume el pleno poder
del reino.
Presten atención a qué paciencia está
ejercitando
Dios durante el progreso del mal denotado en esta imagen de Daniel. Hay tres
caracteres distintivos del abuso de poder en Babilonia vistos en los tres pasos
sucesivos de maldad, — la idolatría, la profanidad y la apostasía exaltadora
del yo. En primer lugar, hubo idolatría en Nabucodonosor levantando la estatua
de oro en el campo de Dura; preparando la idolatría para tener unidad en una
influencia religiosa común. En segundo lugar, hubo profanidad en Belsasar,
quien saca los vasos traídos cautivos del templo de Dios. En tercer lugar, hubo
apostasía en Darío quien se hizo a sí mismo un dios. Dios tiene larga paciencia
con todo esto, hasta el final, cuando el poder se levante en positiva y abierta
rebelión contra Cristo, y entonces Dios, levantándose en el poder de la piedra
no cortada con manos, desmenuza la cosa entera como un vaso de alfarero.
Entonces la piedra se vuelve un gran monte, llenando toda la tierra. Vemos así
que el poder que fue dado al hombre en principio, para ser usado para la gloria
de Dios, corrompiéndose en la mano del hombre es usado al final contra Dios. Y
aquí termina el poder Gentil para dejar paso a Cristo, el gran Vaso de poder y
honra para Dios.
Tomen a Israel bajo la ley. Ellos
no sólo fracasan,
caen sobre la piedra y son quebrantados, sino que el espíritu maligno de la
idolatría que había salido de ellos, tomará otros siete espíritus peores que
él, y entrando, los somete a esta perfección de maldad, y su postrer estado
será peor que el primero. Es decir, ellos seguirán madurando en el mal hasta
que por fin, cuando ellos se unan abiertamente en idolatría y maldad apóstata,
Dios los abandonará como nación, aunque un remanente será perdonado. Este mismo
fracaso está en la casa de David.
Con respecto a la iglesia de Dios
hay mayor
dificultad en creer que habrá el absoluto y último rechazo de ella, aunque,
obviamente, esto sólo será verdad acerca de la iglesia profesante. Es una
verdad solemne que cuando el mal entra al principio este continúa aumentando y
madurando hasta que el juicio viene; y observen también que el juicio no se
ejecuta en ella hasta que dicho mal está totalmente maduro, — "porque aún
no ha llegado a su colmo la iniquidad de los Amorreos". (Génesis 15: 16 -
VM). Este principio está total y claramente expuesto en la parábola de la
cizaña. La cizaña fue sembrada al principio pero no debía ser arrancada enseguida.
La cizaña y el trigo tenían que crecer juntas hasta la siega. El Señor declara
así positivamente que el daño entró al comienzo y continuaría madurando hasta
la ejecución del juicio. No se trata de individuos, o de que si todo el trigo
será recogido en el granero (que, obviamente, lo será), sino de que el
testimonio público está estropeado. La siega se estropeó en el campo (es decir,
el mundo); y eso no podía ser remediado por el hombre, porque, mirada como una
siega en el campo, el hombre no es competente para remediarla, porque el hombre
no es competente para juzgarla. Además, nuestra incumbencia es la gracia y no
arrancar cizaña.
Tomen 2a. Tesalonicenses: el misterio
de iniquidad
estaba en acción en los días de los apóstoles, pero algo impedía su plena
manifestación. Y la mismísima iniquidad está todavía en acción, incluso en
este, nuestro día, "sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que
él a su vez sea quitado de en medio" (2ª Tesalonicenses 2: 7); pero, el
mal continuará todavía en acción hasta que la rebelión abierta y apóstata
terminará en la ejecución plena del juicio.
Tomen el Libro de Apocalipsis. Sin
entrar en
detalles, hay un testimonio amplio y muy claro de lo que será el fin de la
época entera: "Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la
bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de
ranas". Capítulo 16 : 13. Las personas pueden intercambiar opiniones sobre
lo que pueden ser estas ranas, pero una cosa está bastante clara, y es que
ellas son algún poder de maldad que van a los reyes de la tierra para reunirlos
a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso para combatir contra Dios.
Las cosas están madurando de esta forma hasta la manifestación más plena del
mal; y cuando la iniquidad haya llegado al máximo, entonces una gran voz del
trono dirá, "Hecho está" (Apocalipsis 16: 17), y entonces el juicio
sigue inmediatamente. Nosotros entendemos algo que es más claro para nosotros,
aunque ello es aplicado directamente a la iglesia profesante.
Antes de la introducción de ese estado
perfecto de
bien relacionado con el poder y el reino de Cristo, vemos todos los hilos
diferentes del mal moviéndose juntos para un juicio común.
El hombre, en su carácter de rebelión
abierta,
poniéndose en el lugar de Dios, debe ser juzgado.
Además, Israel está asociado con el
poder apóstata,
volviendo a la idolatría, de la cual Abraham había sido llamado fuera;
identificándose ellos mismos con los Gentiles apóstatas, y diciendo, "No
tenemos más rey que César". (Juan 19: 15). Por consiguiente, habiéndose
vendido a sí mismos por sus pecados a César, ellos deben regresar de nuevo a
César, y asociarse en el mal con los Gentiles y finalmente ser juzgados con
ellos mientras unos escogidos heredan la bendición. Acerca de la propia nación
judía, leemos en Isaías 66 acerca de su alejamiento completo, — "comen
carne de cerdo".
Está entonces la corrupción Babilónica
de la
Cristiandad; porque el carácter de Babilonia es aquel de corrupción idólatra, y
ella será destruida de la misma manera. Todo el mal habrá llegado entonces a su
colmo. La mujer que se sienta sobre la bestia escarlata, la madre de las
rameras, los resultados plenos de la seducción de Jezabel; la bestia, que es el
poder; el falso profeta; el hombre en rebelión; la Cristiandad en apostasía; la
palabra de Dios desestimada; el alejamiento de la ley; la gracia despreciada:
todas estas formas variadas de mal son encontradas apiñándose y fusionándose y
serán al final el único objeto común del juicio (el mal siendo así totalmente desestimado
para que no pueda quedar nada excepto lo bueno).
¿Está la iglesia profesante exenta
de todo este
juicio? Ciertamente no. Aunque el trigo será recogido a buen recaudo en el
granero, sin embargo, si tomamos la palabra de Dios como nuestra guía no
podemos suponer ni por un momento que la iglesia profesante puede estar exenta
de este juicio general. Tomen a Judas, el cual al escribir a los santos dice
que fue necesario que él los exhortara a contender ardientemente por la fe que
les había sido una vez entregada; ¿y por qué? Porque, "se han entrado
disimuladamente ciertos hombres impíos,… los cuales tornan en lascivia la
gracia de nuestro Dios, y reniegan de nuestro único Soberano y Señor,
Jesucristo". (Judas 4 - VM). "De estos también profetizó Enoc,
séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de
millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos
de todas sus obras impías". (Judas 14, 15). Pero, ¿dónde se encontraban
estos falsos hermanos? Se encontraban en la iglesia de Dios, como dice Judas,
"Estos que participan en vuestras comidas fraternales son manchas".
(Judas 12 – RVA). Ellos no se encontraban entre los Judíos, ni siquiera entre
los paganos, sino en la iglesia de Dios, corrompiéndola, "apacentándose a
sí mismos sin temor alguno." (Judas 12 - RVA). Dios ha permitido de manera
muy benigna que hubiese una manifestación marcada de todas las fuentes y formas
de mal que posiblemente pudiesen surgir antes que el canon de la Escritura
fuese cerrado; para que tuviésemos el juicio de la palabra escrita de Dios
acerca de todo mal cuando este surge. Y sin esto, no podríamos descubrir la
excedente sutileza del misterio de iniquidad el cual todavía está en acción,
sino que, teniendo la palabra escrita como nuestra guía, somos exhortados como
hijos de Dios a juzgar todo solamente por medio de esta. Por otra parte, en 2ª
Timoteo 3 leemos, "en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.
Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios,
blasfemos, etc.", siendo hecha manifiesta su falsa piedad por ser ellos
"amadores de los deleites más que de Dios", y también "tendrán
apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella". Y noten que no es
simple Judaísmo lo que se quiere significar aquí, aunque el espíritu del
Judaísmo está en acción. Y también se añade que, "los malos hombres y los
engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados". Luego el
apóstol (habiéndose ocupado de las variadas características de esos falsos
hermanos que "han entrado encubiertamente", cuyas características
también nos sirven como una guía a nosotros), da por finalizado todo diciendo a
Timoteo, "Más persevera tú en las cosas que has aprendido, y de que has
tenido la seguridad, sabiendo de quién las aprendiste; y que desde la niñez has
conocido las Santas Escrituras, que pueden hacerte sabio para la salvación, por
medio de la fe que es en Cristo Jesús" (VM); porque "Toda la
Escritura es inspirada por Dios; y es útil para enseñanza, para reprensión,
para corrección, para instrucción en justicia; a fin de que el hombre de Dios
sea perfecto, estando bien preparado para toda buena obra". Nosotros
aprendemos así, en las instrucciones de Pablo a Timoteo, que el único lugar
firme y seguro del hombre de Dios en este día de creciente iniquidad es las
Santas Escrituras; y eso, en el sencillo uso piadoso de ellas, como él y su
madre y abuela, mujeres piadosas, las habían estudiado, — las mismísimas Santas
Escrituras que él había leído desde su juventud. No es la autoridad o el poder
(ni siquiera el poder del Espíritu de Dios) en lo que el santo puede confiar
para ser guiado, aparte de la sencilla palabra escrita de Dios.
Aprendemos entonces, de estas Escrituras
a las que
nos hemos estado refiriendo, que la ocasión inmediata, el objeto, y la fuente
interna de todo el juicio terrible que está viniendo, es la propia iglesia
profesante. Ella debería haber sido el testimonio de Dios en la tierra, la
epístola de Cristo conocida y leída de todos los hombres; pero, habiéndose
corrompido, es esta iglesia profesante la que principalmente y definitivamente
hace descender la ira de Dios. ¡OH! queridos amigos, no puede haber un asunto
más solemne que esto, que no sólo Israel y la bestia caerán bajo el juicio,
sino que, según la propia palabra de Dios, la iglesia profesante quedará bajo
la misma condenación. Yo aplico aquí la palabra 'iglesia' a la Cristiandad, a
lo que profesa llevar el nombre de Cristo. Está el mismo testimonio en la
epístola de Juan, "así ahora han surgido muchos anticristos". (1ª.
Juan 2: 18). Yo no tengo ninguna duda de que el Anticristo se levantará entre
los Judíos y él será una manifestación plena de ese espíritu de Anticristo que
aun ahora niega al Padre y al Hijo y también niega que Jesús es el Cristo. De
hecho, muy horrenda cosa es pensar en esa apostasía que lleva un carácter
religioso, tal como ella lo hace; pues la negación de la verdad Cristiana es lo
que caracteriza a los muchos Anticristos, y aunque habrá una apostasía plena,
aun así será una apostasía a partir de las doctrinas de la Cristiandad. ¡Cuán
pronto entró el espíritu de esto! ¡Cuán prontamente hubo allí una causa para
decir que, "todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo
Jesús". (Filipenses 2: 21)! Que el Señor abra, en Su gracia, los ojos de
Sus santos para que vean el tono y el carácter real de éstos postreros días
malos, y para recordar que, aunque Él ha tenido larga paciencia mientras Él
reúne afuera las almas para salvación, y en este sentido para tener "entendido
que la paciencia de nuestro Señor es para salvación" (2ª Pedro 3: 15), —
es decir, que Su juicio, aunque demorado, no ha cambiado; porque la palabra ha
salido de Su boca, y el único remedio para el presente mal está en el juicio.
Desde el mismo comienzo de la iglesia
vemos que
entran los principios de corrupción. El testimonio para Dios fracasó. La cizaña
fue sembrada, la siega se estropeó así en el campo; el misterio de iniquidad
estaba en acción. En el mensaje a Laodicea encontramos al Señor mostrando los
principios malignos que entraron al comienzo produciendo el doble carácter
encontrado en Laodicea. El objeto para el que la semilla había sido sembrada en
el campo fue estropeado. En vez de ser un testimonio para Dios, la iglesia
dice, "Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo
necesidad". (Apocalipsis 3: 17). Encontramos así que hay dos asuntos de
importancia especial como características de esta iglesia de Laodicea, — a
saber, gran pretensión por las riquezas espirituales en sí misma, y ni frío ni
caliente con respecto a Cristo. En primer lugar, hay gran pretensión por las
riquezas espirituales; pero, por otra parte, con respecto a la vida, ellos
tenían la forma de ella, pero no el poder, — "no eres ni frío ni
caliente" (Versículo 15 - VM). No es aborrecimiento positivo para con
Cristo, pero no es celo positivo por Cristo. Es la iglesia que sigue en la
comodidad exterior y la mundanalidad, y haciendo, al mismo tiempo, grandes
pretensiones de riquezas espirituales, que son una señal segura de pobreza;
pues siempre que veamos una gran profesión tal de poseer dentro de sí misma las
riquezas de Dios, estaremos seguros de encontrar pobreza. ¿Y por qué? Porque
esas riquezas sólo se pueden encontrar en Cristo. Cuando la iglesia dice,
"Yo soy rico, y me he enriquecido [haciéndose a sí misma el vaso de
gracia, en vez de Cristo], y de ninguna cosa tengo necesidad", ella
alardea de riquezas dentro de sí misma. Por tanto, al hacer esto, ella no pone
su "amén" a las promesas de Dios en Cristo Jesús, ni es el testigo
verdadero y fiel para Dios. La iglesia deja de ser esto, aparta la mirada de
Cristo como la única fuente; y cuando ella asume para sí misma el hecho de ser
el vaso de riquezas, entonces ella necesariamente se vuelve un testigo falso en
vez de uno verdadero. Porque en el momento en que yo digo que la iglesia es
todo esto o todo aquello, o que la iglesia es lo que yo estoy considerando y no
a Cristo, el ojo es apartado completamente de Cristo hacia la iglesia; yo la
estoy mirando a ELLA en vez de a Él, no obstante lo mucho que yo pueda
pretender honrarlo a Él. La fidelidad de Dios no es el asunto aquí, sino
nuestro fracaso. Esto es de la mayor importancia guardando contra el engaño.
En Filadelfia ellos no estaban poseyendo
todo
aquello con lo que ellos fueron dotados en Cristo: ellos tenían poca fuerza, y
todo lo que el Señor pudo decir de ellos fue, que ellos habían guardado Su
palabra, y no habían negado Su nombre. Si bien había pobreza palpable en la
iglesia, Cristo estaba deleitándose en ellos y podía decir, «Yo estoy a tu
favor, y estoy viniendo por ti. Yo haré que "los de la sinagoga de
Satanás… sepan que yo te he amado". (Apocalipsis 3: 9 - VM)». Pero, existe
directamente la pretensión de riquezas en sí misma cuando la iglesia está
tomando las riquezas y está dándose crédito con ellas, en vez de que Cristo
esté deleitándose en ella, y hay una expresión de repugnancia positiva, —
"te vomitaré de mi boca". Y si consideramos a la iglesia profesante
en el día actual, veremos de qué manera ella está entrando en este estado, rica
en sí misma. Cuando yo no encuentro sino muy poca fuerza, mientras la palabra
es guardada y Su nombre no es negado, entonces puedo decir, «Anímense; el Señor
está viniendo pronto». Porque reconocer que yo soy pobre y que no tengo sino
poca fuerza, no es necesariamente incredulidad en Cristo; no está
necesariamente negando lo que tenemos en Él para nuestro uso cuando nos
apoyamos en Él para obtener fuerza porque nosotros no tenemos ninguna. Es el
cuerpo obteniendo la plenitud desde la Cabeza. Pero cuando encuentro en una
iglesia este pensamiento de plenitud y riquezas en sí misma, entonces digo,
«ustedes están avanzando hacia Laodicea cuyo fin es ser vomitada de la boca de
Cristo». La iglesia de Laodicea, teniendo el pensamiento de plenitud y riquezas
dentro de ella, era absolutamente ignorante de su estado ante Dios, — pues
leemos, "Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna
cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre,
ciego y desnudo" (versículo 17). Por consiguiente, dice el Señor, "yo
te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y
vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu
desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas". (Versículo 18).
La iglesia no estaba considerando
al Señor para
estas cosas, y, por consiguiente, carecía de cada una de ellas. El oro es la
justicia divina, — el gran contraste con la justicia humana, — y es eso lo que
caracteriza la posición y las riquezas y el fundamento de los santos. Las
"vestiduras blancas" son las obras de los santos, que son los frutos
de creer en la justicia divina. Ellos son consecuentes con la posesión de la
justicia divina. La justicia humana es una cosa bastante distinta de la
justicia de los santos; porque la justicia de los santos emana de corazones
puestos en libertad por la justicia divina. Si miramos a un faquir en India, o
a un derviche en Turquía; nosotros encontramos bastantes obras, pero nunca nada
que esté fundamentado en la redención. Las obras del Espíritu emanan del
Espíritu que ha sido el sello de la justicia divina al alma; estas obras santas
son los frutos del Espíritu Santo en nosotros. Aquí, entonces, lo que les
faltaba a los de Laodicea eran "vestiduras blancas". Por
consiguiente, ellos no habían obtenido ni siquiera la justicia de los santos,
porque, estando sin la justicia divina, no podían tener ninguna justicia espiritual
práctica, ninguna obra santa; tal como ha sido dicho que "el lino fino
blanco es la perfecta justicia de los santos". (Apocalipsis 19: 8 - VM).
Ellos también estaban carentes de "colirio"; porque estaban tan
ciegos como la naturaleza podría estar para las cosas de Dios, y sin el
discernimiento espiritual en ninguna cosa, y aun así estaban diciendo,
«Nosotros vemos»: y por consiguiente su pecado permanecía. De esta forma, no
teniendo ni la justicia divina ni los consecuentes frutos del Espíritu, y
permaneciendo todavía en la ceguera de la naturaleza, Laodicea carecía de todo.
Había abundancia de pretensión, mientras faltaba todo lo que era real ante
Dios, y todo lo que era ficticio estaba allí.
Pero, el Señor aún no desiste de todo
trato con
ellos; sino que aquí en Laodicea el Señor asume un carácter externo; porque
cuando la iglesia nominal se ha situado en una posición judía de manera
práctica, entonces el Señor asume Su posición afuera, y llama a almas
individuales que están adentro: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz...". El Señor desea obtener atención; Él quiere ser
admitido. Él advierte a la iglesia de lo que está viniendo sobre ella, — del
juicio positivo; pero hasta que ese juicio sea ejecutado, Él necesariamente
sigue en el ejercicio de Su propia gracia bienaventurada. Pero, Sus objetos son
los individuos, porque la iglesia es desahuciada. "Si alguno… abre la
puerta, entraré a él, y cenaré con él,
él conmigo" (versículo 20); «él tendrá su porción en mi mesa».
"Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono".
(Versículo 21).
Ahora bien, observen ustedes que,
aparentemente,
ésta es una gran promesa; pero me parece que es lo mínimo pues es simplemente
un lugar en la gloria celestial. A ellos no se les habla de ninguna asociación
especial con Cristo, tal como encontramos en la promesa a Pérgamo, o incluso al
fiel en Sardis o en Tiatira. Ni es ningún pensamiento de cercanía individual,
la cual es exclusivamente la porción de la Esposa, revelada como motivo. Reinar
con Cristo es simplemente la manifestación pública del galardón y la gloria,
que es una cosa muy diferente de la intimidad secreta del "maná
escondido" y de la "piedrecita blanca". La llamada a la puerta
fue oída, y por medio de la gracia fue obedecida; y ellos suben a la gloria
celestial. Ellos han vencido y, por consiguiente, ciertamente deben tener su
galardón, "que se siente conmigo en mi trono". Éstos también tienen
su parte en la "primera resurrección" y, como tales, reinan con
Cristo. Pero otro tanto se podría decir de los dos testigos. Ellos subieron,
"y sus enemigos los vieron". (Apocalipsis 11: 12). Ellos se sientan
en tronos; ellos tienen su galardón, pero el galardón sólo se suma al hecho de
que tienen su lugar en la gloria. Pero no está la misma intimidad, no está el
deleite especial, no está el gozo Filadelfio de Cristo teniendo a la iglesia
por causa de ella, y la iglesia que tiene a Cristo por causa de Él. No
obstante, ellos obtienen su lugar en la gloria.
El testimonio solemne del Señor es
que la iglesia
profesante va a ser vomitada de Su boca; y esto debemos entenderlo claramente,
con más dolor en nuestros corazones que el juicio del mundo, teniendo un
carácter mucho más terrible para el corazón que el juicio del propio
Anticristo, porque es algo que repugna a Cristo, — que es nauseabundo para Él,
— debido al hecho de haber tenido esta un tipo de relación exterior con Él. Y
de ahí la importancia de esto, si pensamos acerca de aquello en medio de lo
cual estamos. Y al hablar de la iglesia profesante en el día en el que vivimos
me refiero a lo que normalmente se llama la Cristiandad, llevando el nombre de
Cristo, pero negándolo en sus obras. Encontramos el corazón, los pensamientos y
la naturaleza de Cristo, rechazando absolutamente como repugnante a la que
había estado profesando tener una posición relacionada con Él mismo.
Habrá al final mayor relación entre
el Judaísmo y la
Cristiandad nominal de la que las personas generalmente suponen. El cordero con
dos cuernos, el falso profeta de Apocalipsis asumiendo el carácter de Mesías,
actuarán en manos del emperador romano. Desde el mismo comienzo la corrupción
en la iglesia ha tenido este doble carácter, de idolatría, el culto a los
ángeles, etc., y el Judaísmo. Tomemos el libro a los Colosenses: "Cuidado,
no sea que haya quien os lleve cautivos, por medio de su filosofía y vana
argucia" (Colosenses 2: 8 - VM), o que, "os juzgue en comida o en
bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo"
(Colosenses 2: 16); y además, "Nadie os prive de vuestro premio, afectando
humildad y culto a los ángeles". (Colosenses 2: 18). Tomemos entonces el
libro a los Gálatas: donde leemos que por sugerencia de los Judíos ellos
estaban observando los días, los meses, los tiempos, y los años. La tendencia
ha sido siempre mezclar la Cristiandad con el Judaísmo; y cuando el Judaísmo es
desechado por Dios, esto no es nada mejor que el paganismo (Véase Gálatas 4 : 8
a 10). La religión carnal, el culto a los ángeles de los Gentiles, la filosofía
y la vana argucia, por un lado, y el Judaísmo de guardar los días, los meses y los
años, por el otro, habían entrado en la iglesia al comienzo y fueron la ocasión
para la advertencia de Pablo en contra de volverse atrás a los pobres
rudimentos y a esa esclavitud judía de la que ellos habían sido gratuitamente
libertados.
Como él dice, "Mas ahora, conociendo
a Dios,…
¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los
cuales os queréis volver a esclavizar?" (Gálatas 4: 9). Dios se había
ocupado de la carne en Israel para demostrar que no había nada bueno en ellos; Él
había permitido al judío seguir la tendencia de la religión del hombre dándoles
la ley y las ordenanzas, y la ropa suntuosa y los edificios vistosos, con el
sonido de trompetas y cosas por el estilo. Pero ahora Cristo ha venido; y Él es
"el fin de la ley para justicia" (Romanos 10: 4 - VM), por medio de
lo cual los Gálatas fueron libertados de toda su ignorancia irreligiosa y de
dioses falsos. Pero además, ellos vuelven atrás, y, abrazando el Judaísmo,
ellos realmente volvieron atrás nuevamente, como aún vivos en la vida de la
carne, en este mundo, en el viejo paganismo, en el espíritu de lo que es la
religión de la carne. Como se supone, Dios puede haber usado estas cosas para
probar al hombre hasta que la Simiente prometida viniera. Pero ahora esto tiene
su propio carácter, como antes en el paganismo, sin Dios en ninguna manera, —
la justicia de la carne, que echará mano de cualquier cosa que le dará una
forma de cubierta razonable. Por consiguiente, la marea de corrupción que se
instaló en el comienzo, — este retroceso a los pobres rudimentos, —
religiosidad en la carne, que se establecerá a sí misma en las ordenanzas,
buscando cualquier cosa en vez de colirio, seguirá aumentando hasta el fin,
siendo todo un solo principio; y así se une con lo que es formalmente el
Judaísmo, y el Judaísmo con esto en un carácter idólatra pleno. El engaño del
día presente es el Judaísmo; es aquello que se satisface con cualquier cosa que
asuma la apariencia sin el poder de la piedad.
Es ese principio de idolatría babilónica
que
finalmente gobernará por medio de la bestia. El espíritu de infidelidad
aceptará cualquier cosa excepto la reivindicación de la verdad; aceptará el
Judaísmo como tal, y aceptará el sistema Babilónico como tal. Y la consecuencia
será que los judíos incrédulos serán seducidos por el poder Babilónico
asumiendo la forma de Judaísmo en el Oriente, mientras que en el Occidente será
la idolatría Babilónica declarada. Y es muy solemne pensar que este mundo a
través del cual estamos andando va a ser la escena de todas estas cosas. Y no
obstante lo mucho que la iglesia profesante puede ser ahora el orgullo y la
jactancia del hombre, al final será vomitada de la boca de Cristo como tal, con
cada pretensión, incluso con su pretensión de tener el pleno poder del Espíritu
Santo, pero con nada que le dé a Cristo Su valor, sino atribuyéndose todo el
valor a sí misma, dándose crédito a sí misma con esto.
Que el Señor nos mantenga en la condición
Filadelfia, — puede ser con muy poca fuerza, — y sin embargo, guardando la
palabra de Su paciencia y en el disfrute consciente de la asociación perfecta
con Él, el cual ha puesto ante nosotros una puerta abierta, y la mantendrá
abierta hasta que Él venga y nos tome consigo.
APÉNDICE
Las
notas precedentes de las conferencias cuyo objetivo fue la
edificación práctica de los santos de Dios brindan espacio para expresar con
más precisión lo que yo creo que son los estados sucesivos de la iglesia, a los
cuales la condición moral revelada en cada una de las iglesias es aplicable respectivamente.
El
lector de las 'Conferencias' recordará que él no debe esperar
encontrar en ningún caso la energía activa del Espíritu de Dios que produce la
bendición de la iglesia, sino la forma o condición de la iglesia profesante
después que esa energía ha estado en acción y que la responsabilidad del hombre
entra a actuar. Puede haber una medida de bendición, o gran culpabilidad. Pero
la energía del Espíritu Santo no puede ser el objeto del juicio.
De
hecho, la primera iglesia muestra la decadencia de los santos de la
primera condición de bendición producida por el poder del Espíritu Santo. Esto
señala de manera suficiente la época a la que se refiere mientras caracteriza,
de una manera general, el resultado para la iglesia profesante completa, como un
sistema establecido por Dios en este mundo, como una luz en el mundo (y aquí la
iglesia es considerada como tal); no en su seguridad como el verdadero cuerpo
viviente de Cristo, según el poder de redención asegurado por el poder
inagotable de Cristo.
Ella
había dejado su primer amor. Éste fue el punto que señaló que el
hombre había fracasado bajo la bendición de Dios. Si la iglesia, como vista en
el mundo, no volvía a hacer sus primeras obras, ésta sería quitada. Éste ya era
su estado en los días apostólicos inmediatamente después de su primer
establecimiento; porque así es el hombre. La responsabilidad bajo el don del
Espíritu Santo, el fracaso, la amenaza de remoción si no había un retorno a su
primer estado, — tal es la palabra a Éfeso. Ella es llamada a volver a la obra
del Espíritu Santo, en resultado práctico al principio. Había mucho que aún era
bueno, entre otras cosas, el hecho de mantener los vínculos de relación natural
como lazos morales, y el juicio de aquellos que pretendían la enseñanza autorizada.
Pero había un práctico alejamiento de corazón de Cristo.
Esto
pronto pavimentó el camino para poner a la iglesia en tribulación
(no obstante, durante un tiempo limitado). Los pobres del rebaño, los fieles,
serían sometidos a las imputaciones injuriosas de aquellos que profesan haber
establecido derechos de ser el pueblo de Dios, y a persecución desde afuera.
Esto caracterizó a la iglesia. Este estado duró desde los emperadores Nerón a
Diocleciano.
Después
de esto, otro estado de cosas caracterizó a la iglesia. Ella
había pasado a través de la persecución, y había habido mártires fieles. El
mundo, dónde estaba su morada terrenal, había sido su enemigo. Ahora las
doctrinas, o más bien la enseñanza, entró, lo que la llevó a la asociación con
el mundo, — a cometer fornicación, y a comer cosas sacrificadas a los ídolos; y
de este modo, cuando él no pudo maldecir y destruir como un enemigo, Balaam no
había terminado con Israel; él aconsejó la corrupción como amigo. Hubo también
doctrinas que llevaron a malas obras que aprobaron la ruptura de los lazos
morales directos. La fidelidad personal fue llamada de en medio del mal. Esto
continuó desde el emperador Constantino, — ya estaba entrando encubiertamente antes,
pero ahora caracterizó a la iglesia y continuó haciéndolo así hasta que se
convirtió en un sistema establecido; y el Catolicismo Romano, como tal, fue
madre de hijos en la iglesia profesante.
Así
es Tiatira. Jezabel no es simplemente una profetisa que seduce a
los siervos de Dios, como aquellos que sostenían la doctrina de Balaam; ella es
la madre de hijos. Aquellos que se asociaron con ella estarían en gran
tribulación, — sus hijos bajo juicio absoluto. Ya aquí la llamada para oír está
después de la separación del remanente. En las tres primeras iglesias esto
estaba todavía en relación con el cuerpo entero; y, más aún, todo
arrepentimiento y restauración del cuerpo en general son descartados, y se
ofrecen la venida de Cristo y el cambio entero de dispensación como la
esperanza de los santos. Yo entiendo que esto finaliza la historia profética
general del cuerpo entero en general.
Tenemos
a continuación el protestantismo (yo no digo la Reforma, como
una obra del poder activo de Dios en el Espíritu Santo, sino), el gran
resultado público entre los hombres en la Cristiandad profesante. Por
consiguiente, Cristo es visto otra vez con todo en Su mano para la iglesia.
Acerca de la propia iglesia, ella tiene un nombre de que vive, pero está
muerta. No es ninguna Jezabel dando a luz hijos de corrupción y prostitución e
idolatría; pero no hay ninguna respuesta a lo que se ha recibido y oído. Ella
sería visitada en juicio al igual que el mundo en la venida de Cristo.
(Compárese con 1ª Tesalonicenses 5). Se puede comentar que los estados
característicos generales descienden hasta el final, como Éfeso, Tiatira,
Saardis, Filadelfia y, obviamente, Laodicea, aunque algunos pueden comenzar
tarde.
Pero
no todo iba a ser dejado en este estado. No iba a haber
restauración de la fuerza. Si me permiten hablar de esta forma, los siete
Espíritus y las siete estrellas eran inútiles en la mano de Cristo, si no eran
para condenar. Pero habría un grupo fiel a Cristo, guardando Su palabra, no
negando Su nombre, teniendo sólo un poco de fuerza, pero que abre la puerta
ante él. Es expuesto el carácter de Cristo, no Su poder; y la consistencia, la
obediencia, la dependencia, y poseer a Cristo, son señalados por el Espíritu
Santo como caracterizando a aquellos acerca de quienes Cristo mostraría que Él
había amado. Ellos fueron consolados con el pensamiento de que Él estaba
viniendo pronto.
El
resultado permaneció, aparte de éstos despreciados, — el resultado
para el cuerpo profesante general. No fue la corrupción de Jezabel, sino la
tibieza, tener una idea elevada de lo que ella tenía, pero sin la justicia
divina, sin el discernimiento espiritual, sin los frutos de un carácter
espiritual. Ella fue vomitada de la boca de Cristo. Así fue el final del mundo
profesante, tan claro como el de Jezabel. Por tanto, la historia característica
completa de la iglesia profesante es presentada desde los días de los apóstoles
hasta que es absolutamente rechazada, o juzgada por el juicio de Dios: una
advertencia ya dada a Éfeso, pero ejecutada, después de una paciencia
maravillosa, en Jezabel y Laodicea, Cristo entonces, como en Su título en el
mensaje a Laodicea, tomando el lugar de testigo, el cual la iglesia no fue
capaz de mantener. El Señor nos dé ahora un verdadero carácter Filadelfio.
Fin de las
SIETE CONFERENCIAS ACERCA DE LOS MENSAJES PROFÉTICOS A LAS SIETE IGLESIAS
J. N. Darby
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. en 2001. – Texto revisado en Febrero 2021.
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
JND
= Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884)
por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por:
B.R.C.O.
KJV
= King James 1769 (conocida también como la "Authorized Version en
inglés"), versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.
LBA
= La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
RVA
= Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo
Hispano)
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
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