SIETE CONFERENCIAS ACERCA DE LOS
MENSAJES PROFÉTICOS A LAS SIETE IGLESIAS
J. N. DARBY
Todas las citas bíblicas se encierran
entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera Revisada en 1960, excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones mediante
abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Escritos Compilados, Proféticos, Volumen 5
SEGUNDA CONFERENCIA
Lectura
Bíblica: Apocalipsis, Capítulos 2 y 3
LA IGLESIA.
La última vez que estuvimos hablando, yo me estuve refiriendo brevemente al
carácter distintivo de la iglesia de Dios; y al carácter de este libro, en
cuanto a que es un libro de juicio, ya sea con respecto a la iglesia o al
mundo.
Es importante distinguir entre la visión de la iglesia de Dios como un
cuerpo responsable en la tierra, y por esta razón sujeta a juicio, y esa visión
de ella que la ve como el cuerpo de Cristo y disfrutando de su lugar apropiado
ante Dios, y de sus privilegios como tal. Debemos mantener estas dos verdades
claramente y sin ninguna duda ante nuestras mentes, o nos confundiremos al
respecto.
La vez anterior vimos que Dios le ha otorgado
a Cristo ser "Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su
cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo." El pensamiento y
el propósito de Dios acerca de la iglesia son que ella debería ser el cuerpo de
Cristo cuando Él asuma el dominio sobre toda las cosas. Dios ha exaltado a
Cristo muy por sobre todo principado, y autoridad, y poder, y señorío, y
sometió todas las cosas bajo Sus pies, y Lo dio por Cabeza sobre todas las
cosas a la iglesia, la cual es Su cuerpo, y, por consiguiente, ella es llamada,
"la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo." Toda la plenitud de
la Deidad habita en Cristo; pero esto realmente es otra cosa. Nosotros somos Su
plenitud, es decir, nosotros completamos el hombre místico, siendo Cristo la
Cabeza. Porque la iglesia es aquello que completa y exhibe la gloria de Cristo
en el mundo venidero, y en aquel tiempo el creyente no sólo conocerá a Cristo
en el cielo, sino a Cristo como gobernante sobre la tierra, sobre todas las
cosas. Es un pensamiento bienaventurado el de que no es simplemente Dios como
Dios quien llena todas las cosas, sino que Cristo llena todas las cosas en
redención y plenitud intercesora en gracia y justicia. "El que descendió,
es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo
todo." Desde el polvo de la tierra hasta el trono de Dios en lo alto, todo
ha sido la escena del cumplimiento, y testimonio también, de la gloria de
Cristo. Pero cuando realmente y de esa forma Él "llene todo", y esto
no es simplemente conocido a la fe, no hará esto a solas, sino que lo hará como
Cabeza del cuerpo que está siendo formado ahora, tomando a la iglesia para
compartir en Su dominio y gloria. En ese día todas las cosas estarán sujetas a
Él, pero la iglesia estará asociada con Él. Tal como fue en el huerto: a saber,
Adán, la imagen de Aquel que había de venir, era señor sobre toda la creación;
Eva no era ni parte de la creación sobre la que Adán reinaba, ni tenía ella aún
ningún derecho propio sobre esta, pero estaba asociada con él en el dominio. El
pasaje en Efesios 5 toma la formación de Eva y la aplica a la iglesia, — "Grande
es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia."
Cristo tiene todos los derechos a este
dominio sobre todas las cosas. (Véase Colosenses 1). Como Dios, todas las cosas
fueron creadas por Él y para Él. Y observen que en el pasaje Él tiene una doble
primacía, — Cabeza de la creación cuando como Hijo, Él toma su lugar en ella
porque Él es Creador; y también Cabeza de la iglesia porque "él es la
cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de
entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia."
Un segundo derecho a la primacía es que Él es
"el Hijo", — no simplemente como Creador (como hemos visto en
Colosenses 1, "nos ha...trasladado al reino de su amado Hijo."), sino
también por herencia. En Hebreos 1 encontramos este consejo e intención de Dios
con respecto a Su Hijo: "a quien constituyó heredero de todo," etc.
Aquí la atención está puesta en el Mesías.
Un tercer derecho a la primacía es que Él es hombre. El Salmo 8, el
cual celebra la gloria milenial, es citado y aplicado por el Espíritu Santo a
Cristo en Hebreos 2: 6 a 9, "Pero vemos a aquel que fue hecho un poco
menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra", y todas
las cosas puestas bajo sus pies. (Véase también Efesios 1: 22; 1ª Corintios 15:
27). Vemos, de esta forma, Su derecho al dominio: primero como Creador,
"Porque en él fueron creadas todas las cosas"; en segundo lugar como
el Hijo, "a quien constituyó heredero de todo"; en tercer lugar, como
Hombre, bajo cuyos pies son puestas todas las cosas en los consejos de Dios.
Entonces, podríamos agregar, Él no puede tomar la herencia como una cosa
contaminada y, por lo tanto, Él tiene un cuarto derecho en la forma de la
redención. Su derecho es para una herencia redimida y purificada, "las
cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos." Con
nosotros, quienes estábamos bajo el pecado, enajenados en nuestras mentes
haciendo malas obras, no es simplemente purificación: también es eliminada la
culpa. Entonces Él nos toma y nos hace Su cuerpo, como está escrito,
"Somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos." El
Espíritu Santo desciende y nos consagra para ser el cuerpo de Cristo en poder
viviente y en unidad, puesto que somos bautizados con el Espíritu Santo en un
solo cuerpo. No solamente cada alma es vivificada y sellada por el Espíritu,
sino que con respecto a los creyentes, "por un solo Espíritu fuimos
bautizados en un cuerpo." Esto comenzó en el día de Pentecostés y desde
entonces este bautismo ha sido la porción de cada creyente. Es una gran y
bienaventurada verdad el que, con independencia de cómo nosotros podamos haber
contristado el Espíritu, a pesar de eso, individualmente, el Espíritu permanece
con el creyente y lo reprende. Y también es una gran bendición con respecto a
la iglesia el hecho de que el Espíritu Santo no está aquí solamente por un poco
de tiempo con Su pueblo y luego se marcha, como el Señor Jesús. Leemos,
"Os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre." Y
noten esto, que la presencia permanente del Espíritu Santo en la iglesia es en
virtud de la redención que Cristo ha llevado a cabo y no está subordinada a
nuestro uso de los privilegios otorgados (aunque cuando Él está presente Su
acción está de acuerdo al uso o abuso de estos privilegios).
La iglesia de Dios, unida al Señor
Jesucristo, tiene su lugar, en primer lugar, por la virtud de la Persona de
Cristo; en segundo lugar, en la redención llevada a cabo por Cristo; en tercer
lugar, por la presencia del Espíritu Santo. Esta no es una cuestión de
profecía, sino que es el poder de la divina gracia viviente, situando a la
iglesia en la gloria divina. En el momento que el Espíritu Santo formó de esta
manera la iglesia, ella es tratada aquí abajo como el cuerpo de Cristo,
"en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las
coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios."
(Colosenses 2: 19). Tal como en el crecimiento de un niño, el cuerpo está allí,
y cada miembro en su lugar, y crece hasta su estatura completa.
Sin embargo, en Efesios 1 y 2, nos son
presentados dos aspectos distintos de la iglesia, — a saber, el cuerpo de
Cristo está en el cielo, y la morada de Dios por el Espíritu, en la tierra.
Este segundo carácter de la iglesia es uno profundamente importante. La iglesia
de Dios, siendo formada por el Espíritu Santo en la tierra, involucra
necesariamente la responsabilidad de la iglesia de manifestar en la tierra la
gloria de Aquel que la estableció de esta manera. La responsabilidad nunca
cambia la gracia de Dios. Pero mientras la iglesia permanece en la tierra, ella
es responsable aquí abajo con respecto a la gloria de su Cabeza ausente, — no
como bajo la ley, obviamente; sino que la iglesia es responsable de representar
la gloria de Aquel que la redimió y la puso aquí. Es para ser una luz en medio
de la oscuridad, — "en medio de una generación maligna y perversa, en
medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo"; "para que
anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable."
Y, como Pablo dice en 2ª Corintios 3, "así que sois manifiestamente una
epístola de Cristo… conocida y leída de todos los hombres." (2ª Corintios 3: 2, 3 - VM). La palabra es
"epístola", y no, "epístolas", de Cristo. Ella es UN SOLO
cuerpo, — UNA SOLA transcripción de Cristo. La iglesia fue puesta como la carta
de recomendación de Cristo para todos los hombres, para que en ella los hombres
puedan leer y ver el poder de la redención y el carácter de Aquel que está
fuera de la vista, por medio del Espíritu Santo morando en ella y formándola
para ser el testimonio visible de su invisible Cabeza. Jesús dice en Juan 17,
"para que todos sean uno". ¿Y con qué propósito? "Para que el
mundo crea (no todavía para que sepan,— ese es el fruto de la gloria) que tu me
enviaste." Este debería haber sido el efecto de esta unidad en referencia
a la época presente. Cuando la iglesia esté en la gloria manifiesta con Cristo
y como Cristo, el mundo necesariamente sabrá que el Padre envió al Hijo; y no
sólo esto, sino que sabrá que el Padre nos ha amado como Él amó a Jesús,
viéndonos a nosotros en la misma gloria que a Jesús. Por lo tanto, debía ser
con anterioridad a esa época que el mundo, para poder creer, debía ver a la
iglesia como UNA SOLA, — debía ver a la iglesia en su lugar de responsabilidad,
como esta epístola de Cristo. Su responsabilidad es que la vida de la Cabeza en
el cielo debería ser manifestada en la tierra en poder. Vemos, de este modo,
qué lugar de responsabilidad es estar bajo la gracia, porque es por el hecho de
estar bajo tal gracia gratuita, como estamos, que aparece nuestra correcta
responsabilidad. Cuando llegamos a este terreno del un solo cuerpo responsable
en la tierra, encontramos, obviamente, al Señor tomando conocimiento de las
acciones de la iglesia bajo esta responsabilidad.
De esta forma, en estos dos capítulos
(Apocalipsis 2 y 3) tenemos al Señor, no como la Cabeza del cuerpo, no como
Aquel del cual fluye la gracia hacia abajo a los miembros del cuerpo, sino
caminando en medio de los candeleros en el carácter de un Juez, para ver si
ellos están actuando de acuerdo con la gracia recibida. Este principio de
juicio recorre todas ellas: es decir, «Yo daré a cada uno de ustedes de acuerdo
con el uso que haya hecho de los privilegios y la gracia en las que la iglesia
fue puesta al principio». Esta es una palabra solemne para nosotros, justo en
proporción a nuestra estimación de la gracia. No es condenación como por medio
de la ley, sino que, mientras más entiendo el amor al cual he fallado en testificar,
mi corazón estará más afligido cuando yo no dé una respuesta verdadera a esa
gracia, puesto que relaciona al pecado, como si lo estuviese, con el nombre de
Dios, el cual yo llevo. El efecto de la maldad de Israel no solamente demostró
que el hombre era un pecador, sino que, habiendo puesto Dios Su nombre allí,
esto relacionó el pecado con el nombre de Dios. Fue en este terreno que el
Señor reprochó a Israel cuando Él dijo, "el nombre de Dios es blasfemado
entre los gentiles por causa de vosotros." El testimonio de Su nombre fue
puesto en su custodia y debería haber sido guardado por ellos. Dios sabrá cuan
completamente reivindicar Su santo nombre al final, en la tierra. Aún más es
este el caso con respecto a la iglesia del Dios viviente. El mundo prácticamente
debería ver santidad perfecta y perfecto amor en la iglesia: porque somos
hechos partícipes de la santidad de Dios y somos los objetos de Su infinito y
perfecto amor. La iglesia debería tener solamente una posición y un servicio
constantes en la tierra, y ello es manifestar al mundo lo que ella recibe de su
Cabeza viviente en el cielo. La iglesia nunca conoció a Cristo después que Él
estuvo en la carne; el único Cristo que conoce la iglesia es el Cristo que el
mundo rechazó y que ahora está en el cielo; y, por consiguiente, la iglesia
debería estar en tal entera abstracción del mundo, como para manifestar lo que
su Cabeza es. Y de esta forma la iglesia debería ser la carta de recomendación
de Cristo. Y noten aquí la fuerza de la palabra "epístola". El mundo
debería ver en ustedes lo que Cristo es, así como la ley fue vista escrita en
las tablas de piedra (2ª Corintios 3), una epístola viviente, "conocida y
leída de todos los hombres." (2ª Corintios 3: 2 - VM). Y el carácter de
nuestro caminar será grandemente profundizado, de acuerdo a la magnitud de
nuestra comprensión de lo que Su gracia ha hecho por nosotros y a lo que nos ha
llamado. De este modo vemos como verdad fundamental, que el Señor nunca
abandona esto. Él nunca se aparta de aquello a lo cual la iglesia es llamada en
testimonio y como testigo, aunque Él la soporta con paciencia.
Pero ahora pasaremos a otro asunto: el uso
que se debe hacer de estos mensajes a las iglesias. Hay dos cosas a la vista en
este asunto. En primer lugar, es un hecho histórico que había iglesias en la
tierra en la condición de la que se habla aquí; después, en segundo lugar, que
la enseñanza moral es aprovechable para cada santo individual, — es decir, es
aplicable a toda persona que tiene un oído para oír, y un corazón con
entendimiento para conocer el pensamiento del Señor. Esto es muy sencillo.
Pero, si nosotros avanzamos, encontraremos
que hay importancia en el número de iglesias a las que los mensajes son
dirigidos. El número siete, siendo el símbolo de perfección, es el número usado
a menudo en este libro, — tenemos, siete sellos, siete trompetas, siete copas.
De este modo, la elección de este número marca el círculo completo de los
pensamientos de Dios acerca de la iglesia, como responsable en la tierra de acuerdo
a la gracia en la cual ella ha sido establecida allí. No es que hubiese
solamente siete iglesias o asambleas en la tierra en la época en que estos
mensajes fueron entregados, tal como nosotros sabemos, por ejemplo, Colosas y
Tesalónica, y así muchas otras; pero estas, y todas las otras, fueron dejadas
fuera, debido a que ellas no proporcionaban los elementos morales que eran
necesarios al Espíritu Santo para este retrato completo.
Cuando pensamos en la unidad del cuerpo con
la Cabeza, entramos a los privilegios y no a la responsabilidad, — es decir, la
vida de Cristo y la gloria de Cristo como medida y objetivo. Pero, estos
capítulos presentan el estado real y diversificado de la iglesia. El siguiente
asunto es, que estas siete iglesias son tomadas, claramente, en relación con la
responsabilidad; y entonces, además, no se pueden aplicar todas ellas al cuerpo
completo en general al mismo tiempo, puesto que encontramos estados tan
diferentes entre ellas y, por consiguiente, no podemos aplicar lo que se dice
en una de ellas indistintamente a otra, puesto que hay acusaciones claras y
promesas claras para cada una de ellas. Sin embargo, entrando en los
detalles, encontraremos que se habla de
diferentes partes de la iglesia profesante con caracteres claros como
subsistiendo parcialmente al mismo tiempo. Así que tenemos esto: cada
descripción es aplicable, en un sentido, a la iglesia en general, y aun así, no
todo a la iglesia completa en uno y al mismo tiempo. Y, por lo tanto, ustedes
obtienen en estas iglesias, o bien un retrato sucesivo de la condición de la
iglesia en la tierra de una manera profética, como responsable ante Dios desde
el comienzo hasta el final de esta época, o un estado particular de una parte
de ella necesario para completar el retrato completo, — es decir, los
diferentes aspectos que ella ha presentado en el mundo hasta que el Señor la
vomite de Su boca.
Entonces, ustedes dirán, «¿Cómo puede la
iglesia ser vomitada de la boca de Cristo, cuando la iglesia es el cuerpo de
Cristo y debe estar con Él en la gloria?» Esto es cierto si ustedes hablan del
cuerpo de Cristo, pero la iglesia, como un cuerpo externo en la tierra, nunca
pierde su responsabilidad, cualesquiera puedan ser sus características.
Contemplada mientras está en la tierra, ella es responsable por su conducta. Si
el siervo inútil no hizo la voluntad de su amo, él tuvo que ser tratado, no
como no siendo un siervo en absoluto, sino como un hipócrita de acuerdo a la
posición en la que él se encontraba, aunque no siendo realmente uno, porque él
no era realmente un siervo. No se le dijo, «Tú no eres un siervo» sino,
"echadle en las tinieblas de afuera… y pondrá su parte con los
hipócritas." De este modo, él fue tomado y condenado en el terreno de su
profesión.
Así fue con Israel. Ellos fueron formados por
Dios para llevar Su nombre ante el mundo; pero, ellos fracasaron; fueron
tratados como responsables y fueron desechados, como contemplados bajo el
antiguo pacto. La palabra a la higuera estéril fue, "Nunca jamás coma
nadie fruto de ti." La higuera podía llevar hojas, pero cuando el Señor
vino buscando fruto no encontrando ninguno, Él dijo, "Nunca jamás nazca de
ti fruto… Y luego se secó la higuera." De esta forma, Israel, como un vaso
para llevar el nombre de Dios hacia el mundo, fue desechado; pero esto no tocó
la cuestión de la fidelidad de Dios. Él restaurará a Israel en los últimos
días, y hasta entonces la gracia aún sigue fluyendo, tomando al remanente de
entre ellos como la verdadera simiente de Abraham, solamente que en mejores privilegios;
porque, si Israel como un todo fue desechado, entonces Dios establece algo
nuevo y, de entre el Judío y el Gentil, "el Señor añadía cada día al
número de ellos los que iban siendo salvos". (Hechos 2: 47 – LBA). El
asunto aquí no es referente a la seguridad de la salvación individual, sino
acerca del vaso que Dios está usando para llevar Su nombre ante el mundo. Los
individuos que creen irán al cielo, pero el vaso del testimonio, habiendo fracasado,
debe ser roto. Dios tiene una larga paciencia con esto, pero, si después de
todo lo que ha sido hecho solamente produce uvas silvestres, esto debe ser
cortado. Indudablemente que hay un remanente fiel llevado al cielo, pero el
vaso, como testimonio público visible en la tierra, es desechado.
En Romanos 11, vemos de qué manera Dios pone
en la tierra lo que Él ha formado actualmente para llevar Su nombre, en la
posición de un sistema público visible, como Él puso a Israel. "Mira,
pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los
que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de
otra manera tú también serás cortado." (Romanos 11: 22). Dios puede
desechar a la iglesia profesante en perfecta consistencia con lo que Él ha
revelado de lo que Él mismo es, porque este no es un asunto acerca de Su gracia
y bondad o de salvación individual, sino sólo y simplemente de responsabilidad.
Y esto es lo que hace que estos tratos con estas iglesias sean una profunda y
positiva advertencia para nosotros, puesto que el mismo exacto principio es
aplicable tanto al testimonio Gentil como al Judío. Dios cumplirá al pie de la
letra cada promesa que Él ha hecho a Israel. Más aún, todos nosotros sabemos,
cómo un hecho evidente, que Dios ha desechado a Israel como testigo visible
para llevar Su nombre al mundo. Y Él desechará de la misma manera a la iglesia
si esta fracasa en su responsabilidad en la tierra. Vemos, de esta forma, de
qué manera Dios mantiene Su gobierno con respecto al testimonio que Su pueblo
debiera llevar en cada época, y que, mientras la salvación individual está
asegurada para siempre para individuos en Israel y la iglesia, ambos serán
desechados en cuanto a su testimonio público visible. Nosotros tenemos así, no
solamente la responsabilidad, sino los resultados del fracaso.
ÉFESO.
Tomaremos ahora el ejemplo positivo y la advertencia que Dios nos presenta en
la palabra a Éfeso. Es, obviamente, un gran recurso para fortalecer el alma, — el
hecho de ser enseñados en los modos de obrar y acciones de Dios en las
Escrituras; pero es una fuente de gozo para mí mismo obtener la inmediata
aplicación de la verdad a mi propia alma. Los principios generales de la
Escritura son muy bienaventurados, pero la aplicación individual de la verdad
al corazón y a la conciencia es aún más feliz.
En estos mensajes a las iglesias tenemos, en
primer lugar, el carácter de Cristo, el cual está siempre adaptado al estado de
una iglesia en particular. De esta manera, en la primera, a los Efesios, y como
un asunto de aplicación general, nosotros leemos, "El que tiene las siete
estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de
oro", — es decir, Cristo revelado en el carácter particular en el cual Él
ejerce juicio. En segundo lugar, en cada iglesia vemos el carácter especial de
los juicios de los fieles. Y en tercer lugar, una promesa especial es dada para
sostener la fe de aquellos bajo el juicio. De este modo, todo está preparado en
gracia y misericordia para enfrentar las circunstancias especiales. Y entonces,
en cuarto lugar, esperando el tiempo de la más completa bendición, vemos la
porción dada, "Al que venciere", cuando Cristo ha tomado a los santos
para Sí mismo. (Juan 14: 1 a 3).
Las iglesias están divididas en dos partes;
tres iglesias en la primera sección y cuatro en la segunda. Este es un punto de
gran interés. Parece que en las tres primeras iglesias se les habla
directamente como a tales. Es decir, los santos, aunque tienen que vencer, son
contemplados en el cuerpo en general; estando el pequeño remanente más
claramente separado en las últimas cuatro. De esta forma, también por medio de
esta división, obtenemos partes características claras de la iglesia
profesante. En el mensaje a las tres primeras iglesias, la exhortación,
"El que tiene oído, oiga...", precede a las promesas para los fieles
vencedores. En las últimas cuatro iglesias, la exhortación sigue a las
promesas. En las primeras tres se habla del oído que oye en relación con el
testimonio general de la iglesia antes de distinguir fuera al remanente fiel
que vence. En las últimas cuatro, la exhortación sigue al triunfo. Además, en
las primeras tres no se habla de la venida del Señor, pero por el mismo motivo
en cuanto a la mayor distinción del remanente. Con la cuarta, se dirige la
atención a la venida de Cristo. Esta era ahora la esperanza del remanente, no
el regreso al orden primitivo. El cuerpo profesante público estaba totalmente
corrompido.
En las tres primeras, los pensamientos de la
iglesia son, por así decirlo, llamados a regresar a la condición y al lugar
originales, — una condición que fue ofrecida como una a la cual era posible que
ella pudiera ser restaurada si se arrepentía. En la anterior conferencia
estuvimos comentando que Dios tenía dos estándares de juicio al tratar con un
pueblo puesto en responsabilidad: a saber, o la gracia que los ha puesto a
allí, y por tanto, el pensamiento de restauración debido a esta gracia, y según
el estándar que ella ha presentado; o la gloria a la cual ellos son llamados.
En las tres primeras iglesias encontramos el primero de estos estándares. Pero
en Tiatira hace su entrada otra cosa. La iglesia, como un todo, ha demostrado
estar en una condición sin esperanza (yo hablo aquí de la iglesia en testimonio
como un cuerpo visible en el mundo), y entonces, siempre es presentada la
esperanza individual, y el mensaje del Espíritu es especialmente para aquellos
que vencen, y, como puede ser visto, la gloria venidera al regreso de Cristo es
ofrecida como estímulo. Y por consiguiente, en Tiatira tenemos esta clara
esperanza ofrecida al remanente, "pero lo que tenéis, retenedlo hasta que
yo venga."
Con estas verdades generales, yo también
haría notar que en el mensaje a la primera iglesia, Éfeso, vemos el carácter
general de Cristo ejerciendo juicio, dado que Él "tiene las siete
estrellas en su diestra" (es decir, sosteniendo toda la autoridad y todo
el poder), y "anda en medio de los siete candeleros", las iglesias, —
yendo alrededor para ver si las luces estaban ardiendo brillantemente, entregando
esa luz verdadera que Él había encendido.
Consecuentemente, nosotros vemos en cada una
de ellas el peculiar sello de la responsabilidad. Entonces, observen de qué
manera Él comienza este mensaje a Éfeso, tocando cada punto que Él puede
aprobar de cualquier forma, antes de que Él presente el lado opuesto del
retrato. "Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia". ¡Qué
bendición es que Él conozca todo acerca de nosotros, aún "los pensamientos
y las intenciones del corazón"! "Pero tengo contra ti, que has dejado
tu primer amor." Noten ahora otro principio importante. ¿De qué debe estar
necesariamente celoso Cristo sino de Su amor por la iglesia, el cual fue más
fuerte que la muerte? Es completamente imposible que Él pueda olvidar Su amor
por la iglesia y, por consiguiente, tan imposible como que Él pueda estar
satisfecho sin la devolución del amor de ella por Él; porque recuerden, que es
solamente el amor lo que puede satisfacer al amor. El mismo reproche que Él
hace presenta la fuerza de Su amor por la iglesia, que no puede descansar hasta
que consigue lo mismo de ella; porque Él no puede enfriarse para estar
satisfecho con una débil devolución de Su amor, no obstante lo mucho que la
iglesia pueda haberse enfriado en sus pensamientos acerca del amor de Cristo por
ella. Puede haber todavía mucho fruto externo en "obras, y arduo trabajo y
paciencia", pero dejen que las obras y el trabajo sean lo que son, la
fuente de todo esto ya no está, — "Has dejado tu primer amor"; allí
está el gran mal. No es asunto de cuánto ustedes puedan obrar y trabajar, pues
si el amor de Cristo no es el motivo de todo su servicio, será solamente como
el apóstol dice, "como metal que resuena, o címbalo que retiñe", el
cual muere con el sonido por ese motivo.
Entonces aquí, en Éfeso, tenemos el primer
gran principio del fracaso y, por consiguiente, el gran juicio general que vino
sobre la iglesia entera. Leemos, "Recuerda, por tanto, de dónde has caído,
y arrepiéntete, y haz las primeras obras (vean como Él los lleva de regreso al
punto del cual se desviaron) pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu
candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". (Apocalipsis 2: 5).
Él no puede permitir que quede en el mundo aquello que fracasa en mostrar el
gran amor con el cual Él amó a la iglesia, porque si Él lo hiciera, Él no sería
"el testigo fiel y verdadero". Este principio de un tierno y fiel
reproche, es la demostración bienaventurada de que Su amor nunca se enfría, no
obstante lo mucho que el nuestro pueda fallar.
En este aspecto, la manera de tratar del
Señor con las almas individuales es exactamente la misma que con la iglesia. Él
toma nota de todo abandono de Él, pero la puerta está siempre abierta para
"arrepentimiento", y cuando el pecado es juzgado y es considerado en
la luz en que Dios lo ve, entonces no hay nada que impida una inmediata
restauración. En el momento que la conciencia se somete bajo el pecado y lo
confiesa, entonces ella puede enderezarse; pues un enderezamiento de alma, allí
donde ha estado el mal, es mostrado al tener conciencia del mal y el poder para
confesarlo; y, por consiguiente, la iglesia de Dios, o un alma individual, debe
llegar a este estado de enderezamiento ante Dios, para que Él la restaure; Job
33: 23 a 26. Logren ustedes que el pecado sea juzgado en la conciencia, y
entonces hay la revelación del inagotable amor de Dios para satisfacer la
necesidad. Es de esta manera en los detalles diarios de la vida Cristiana. Los
juicios pueden ocurrir en Su pueblo, pero en todo esto se ve Su amor
correctivo.
Y de este modo se entiende el motivo por el
cual el Señor reprocha a la iglesia el haber dejado su primer amor. Hay en esto
la revelación de Su perfecto e inalterado amor resplandeciendo a través de la
condenación del estado de ellos. ¿Y acaso no vemos nosotros este alborear en
las relaciones naturales de la vida? Tomen a un marido y esposa. Una esposa
puede cuidar de la casa y cumplir todos sus deberes de tal manera de no dejar
nada sin hacer por lo que el marido pudiera encontrar defecto; pero si su amor por
él ha disminuido, ¿le satisfará a él todo su servicio si su amor por ella es el
mismo que al comienzo? No. Entonces bien, si esto no es suficiente para él,
esto no será suficiente para Cristo: Él debe tener el reflejo de Su amor. Él
dice, «yo no estoy ciego para tus buenas cualidades pero yo te quiero a ti». El
amor, que una vez fue la fuente de toda acción ya no está, y, por lo tanto, el
servicio es sin valor. Si el amor falta, el resto es como nada. Es verdad que
nuestro amor no puede responder merecidamente, pero, a pesar de todo, puede
responder verdaderamente; porque Cristo busca a lo menos que haya integridad en
cuanto al objeto, aunque no haya adecuación de afecto. Si hay inestabilidad de
afecto, es porque debe haber un corazón dividido. Este fue el secreto de todo
el fracaso en Éfeso. Se había perdido el corazón íntegro con respecto al objeto
del afecto, ya no estaba la sencillez de ojo, y ya no existía el reflejo
perfecto de ese amor con que Él había asido a la iglesia para Él mismo. A pesar
de todo, mientras Cristo dice, "Pero tengo contra ti", Él señala todo
lo que está bien. "Y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado
arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado". Bueno, entonces se podría
decir, «¿Qué más
podría querer el Señor?» Él dice, «Yo la quiero a ella». Recuerden esto con
respecto a la iglesia. Entonces Él dice, "Recuerda, por tanto, de dónde
has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras". Para mí, esta es una
muy solemne pero conmovedora palabra para nosotros, debido a que nos hemos
alejado mucho más allá del primer amor de lo que ellos lo habían hecho; pero, a
pesar de todo, el corazón de aquel que es fiel encuentra un refugio seguro en
Cristo, porque su alma encuentra en el reproche mismo, una prueba infalible de
Su inalterado amor.
¿De qué es lo que Él toma nota como siendo
excelente? "Obras… y trabajo… y paciencia." No se nombra nada
evidente que marque la decadencia, pero las obras que fueron hechas no estaban
vinculadas con el primer amor. Y, observemos aquí, que la iglesia tiene un
servicio muy distinto del que los Judíos tuvieron alguna vez. Dios no estaba
buscando que los Judíos salieran en amor, pero la iglesia, habiendo recibido la
gracia, debe salir en gracia a llamar a los pobres pecadores a entrar. El Judío
tenía la ley como un muro para mantener a la justicia adentro, pero ninguna
puerta abierta para que fluyera el amor.
Tomen a los Tesalonicenses, quienes en esto
están en contraste directo con los santos Efesios y quienes estaban en el
frescor de su "primer amor", y ¿qué es lo que se nota en ellos?
Leemos, "De la obra de vuestra fe, y del trabajo de vuestro amor, y de la
paciencia de vuestra esperanza en nuestro Señor Jesucristo" (1a.
Tesalonicenses 1: 3 - VM), — precisamente las mismas cosas que son elogiadas en
Éfeso. Entonces, ¿cuál era la diferencia? No era que ellos no tuviesen obras,
sino que la fuente verdadera de estas ya no estaba; mientras que en los
Tesalonicenses la fuente de todo esto estaba en plena acción. Los tres grandes
principios de la Cristiandad, fe, esperanza y amor, estaban todos en Tesalónica
(es decir, el vínculo completo del corazón con la fuente de poder). La fe que
caracterizaba su "obra", los mantenía en comunión con Dios. El amor
que caracterizaba su "trabajo", los vinculaba con la fuente de poder.
Y en la "esperanza" que caracterizaba su paciencia, tenemos la venida
del Señor como el objeto ante sus almas, para su paciente espera en el
servicio. De esta manera, en los Tesalonicenses ustedes obtienen poder
espiritual, Cristo mismo como el objeto, y el amor caracterizándolo todo.
Supongan que yo voy a trabajar y que el espíritu de amor está en mi trabajo,
¡qué diferencia habrá allí cuando el servicio sea sellado con el carácter de
ese amor! ¡Si es solamente el predicar el Evangelio, cuan plenamente yo pondré
el amor de Dios a disposición de un mundo perdido, si es que el amor de Cristo
está brotando en forma fresca en mi alma! Pero, ¡lamentablemente! cuán a menudo
debemos reprocharnos el hecho de continuar en una rutina de deber Cristiano,
fiel en su intención general, pero que no fluye de la fresca comprensión del
amor de Cristo hacia nuestras almas.
Pero, la justicia y la verdadera santidad, y
el aspecto de la iglesia en relación con estos caracteres de Dios, tienen su
lugar tanto como el amor, el cual es Su naturaleza. "No puedes soportar a
los malos." El estado natural, el estado normal de la iglesia, es el pleno
poder de Dios en medio del mal, presentando un resplandeciente testimonio por medio
del poder divino. La iglesia no debiera ser el lugar dentro del cual el bien y
el mal están en conflicto, sino que debiera estar en un estado tal como para
ser la manifestación del bien en medio del mal. Pero, supongan que hay una
decadencia, entonces es que hay un asunto de mal en su interior. "De su
interior correrán ríos de agua viva", es el único estado correcto de la
iglesia. Este es su estado primario y absolutamente propio. Luego viene el
poder para quitar el mal, y hace de esto una ocasión de bendición cuando éste
surge (véase el Libro de Los Hechos). Pero si cesa de ser de esta manera,
entonces surge una cuestión de mal adentro, como aquí: "No puedes soportar
a los malos." Ahora el mal había entrado, o esto no habría sido dicho. Ya
no estaba más esta corriente desbordante de virtud, sino que al ser más lenta
la corriente, navegarla en seguridad y bendición era un proceso doloroso. Las
riberas se habían roto y el mal había entrado, o no podría haber estado este
asunto referente al mal. Tomen el caso de Ananías y Safira. Ellos querían
obtener el carácter de consagración, porque la iglesia tenía tal carácter, pero
sin el costo de ello. La hipocresía había entrado en la iglesia de esta forma,
pero el poder del bien estaba allí para exponer el mal que buscó el carácter
del bien a causa de la reputación. El amor al dinero los gobernaba realmente a
ellos, modificado por la reputación del amor de la iglesia. Y la presencia del
Espíritu Santo debió ser manifestada en juicio. Este fue un triste comienzo,
cuando el bien tuvo que ser caracterizado por el conflicto con el mal, en vez
de ser manifestado el bien en mantener afuera el mal. Entonces, en cuanto a
doctrina, es la misma cosa. "Pero tienes esto, que aborreces las obras de
los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco." Se tuvo que ejercitar la
paciencia. Vemos de inmediato que este no es el primer estado (gozo sobre
aquello que es bueno), sino una obra de paciencia que era necesaria; y tenemos
que ver especialmente esta característica en nuestro andar como Cristianos. La
paciencia es lo que caracteriza individualmente el poder cuando comienza el
tiempo de conflicto con el mal.
Pero además, obtenemos otro principio. Hay
casos en los cuales Cristo aprueba el aborrecimiento. "Que aborreces"
eso que "yo también aborrezco." La doctrina de los Nicolaítas
introdujo una licencia para el mal con el carácter de la gracia, poniendo de
esta manera a Cristo en asociación con el mal. Y esta es una cosa terrible, —
introducir lo que asocia a Dios con el mal; porque Satanás imitaría o
falsificaría la gracia, y de esta forma asocia a Dios con el mal, la cosa misma
de la cual Dios dice, — "mi alma aborrece." Hemos visto que el
carácter en que Cristo es presentado está relacionado con juicio. Él está
caminando entre los candeleros. Y aquí, siendo la iglesia de Éfeso general e
introductoria, el juicio es también el juicio general resultante. Por lo tanto,
la advertencia es que la iglesia será quitada. En resumen, nosotros tenemos los
tres asuntos: responsabilidad, fracaso y, como consecuencia, juicio. Luego, con
respecto a la promesa, "Al que venciere, le daré a comer del árbol de la
vida, el cual está en medio del paraíso de Dios", el paraíso que Él ha
hecho para Sí mismo. No es el paraíso en el que Dios visitó al hombre, así como
vino a Adán, para ver lo que él estaba haciendo, y si lo estaba haciendo bien
Él le permitiría permanecer, pero si lo hacía mal, lo iba a expulsar; sino que
es Dios tomando al hombre a Su propio paraíso. Que diferencia entre el paraíso
del HOMBRE, al cual Dios vino y donde encontró pecado, y el paraíso de DIOS al
cual el hombre es tomado como resultado de la redención, para no volver a salir
nunca más. Aquí no hay dos árboles; aquí no está el árbol del conocimiento del
bien y el mal, — y hemos tenido bastante de esto en nuestra propia
responsabilidad. Nosotros poseeremos ese conocimiento allí, de acuerdo a la
santidad de Dios; y, de hecho, nosotros ya lo hacemos en naturaleza, siendo
renovados en el conocimiento de acuerdo a la imagen de Aquel que nos creó en justicia
y verdadera santidad. Pero, no hay más que un árbol, y éste es el árbol de la
vida, la única inagotable y perfecta fuente de vida en Dios; y uno,
participando de él, — siendo esto el resultado, no de responsabilidad sino de
la redención y del poder otorgador de vida, y una redención de acuerdo con los
propios consejos y pensamientos de Dios, — responsabilidad que no es dispensada
con el amor de Cristo, sino que es llevada a cabo de acuerdo al propio amor de
Cristo. "Al que venciere le daré a comer del árbol de la vida." La
gracia ha sostenido al individuo que venció; y cuando la iglesia ha fracasado,
en lugar de seguir navegando con la corriente del fracaso, ellos mismos vencen
(teniendo el corazón del santo individual, energía espiritual para formar una
estimación del fracaso dentro de ella y de juzgar esto en la visión de Dios, en
vez de ser desalentado y hundirse cuando otros estuvieron dejando ir su primer
amor). Pero, por otra parte, es bueno ver que la gracia lo hizo todo.
"Bástate mi gracia." Y el resultado fue que ellos tuvieron su lugar
en el paraíso de Dios, alimentándose de todos los frutos maduros que el árbol
de la vida podía producir.
Al aplicar todo esto como un principio
general, encontramos que el testimonio secreto de la gracia a los corazones de
los fieles es la fuente de la fortaleza. Si "para mí el vivir es
Cristo", es el testimonio de la gracia inagotable lo que me lleva a través
de todas las pruebas y dificultades; mejor dicho, mientras más grandes son la
prueba y el fracaso, más se pone en evidencia lo que Dios es para mi alma, para
que yo conozca a Dios de una manera en la que nunca Lo conocí antes (como
Abraham, "cuando fue probado, ofreció en sacrificio a Isaac" (Hebreos
11: 17 - VM); y entonces él conoció "que Dios es poderoso para levantar
aun de entre los muertos", lo cual él nunca había conocido antes). ¡Qué
consuelo es encontrar que se disfruta más de Cristo mientras más estamos en
medio de los obstáculos, y que, viendo el fracaso, lo miramos a Él, quien nunca
fracasa! "El secreto de Jehová es para los que le temen; a ellos hará
conocer su pacto". (Salmo 25: 14 - RVA).
Encontramos, entonces, en Éfeso, que comenzamos con el fracaso de la
iglesia. Tal es el testimonio del Juez, y el resultado del fracaso será el
retiro de su candelero, a menos que ella se arrepienta; y con respecto a esto,
ella es llamada a volver a las primeras obras, o de lo contrario ella cesará de
ser un testigo en la tierra.
El fracaso no estaba en la actuación pública,
no en la rectitud refutando a falsos maestros, sino en su amor, en la intimidad
de comunión con Cristo. Sus obras no habían disminuido en cantidad o celo; pero
el carácter de ellas estaba deteriorado: Cristo sabía cuándo no había en ellas
el mismo amor hacia Él.
J. N. Darby
Traducido
del
Inglés por: B.R.C.O. en 2001. – Texto revisado en Febrero 2021.
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
LBA = La
Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation,
Usada con permiso.
RVA =
Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo
Hispano)
VM = Versión Moderna, traducción de 1893
de H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY,
Suiza)
Versión
Inglesa conferencias 1 y 2: https://www.stempublishing.com/authors/darby/PROPHET/05042E_A.html
www.graciayverdad.net
|