SIETE
CONFERENCIAS ACERCA DE LOS MENSAJES PROFÉTICOS A LAS SIETE IGLESIAS
J. N. DARBY
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("")
y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960, excepto en los
lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras
versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del
escrito.
Escritos Compilados, Proféticos,
Volumen 5
SEXTA CONFERENCIA
Lectura Bíblica: Apocalipsis, Capítulo 3
FILADELFIA.
La tarde anterior sólo nos referimos brevemente
a los rasgos generales de la iglesia de Filadelfia, justo lo necesario para
relacionarla con la precedente iglesia de Sardis. Por consiguiente, volveremos
ahora de nuevo, con la ayuda del Señor, a considerar más especialmente los
detalles de la iglesia de Filadelfia; y al hacerlo así, notaremos en primer
lugar que el rasgo más prominente en esta iglesia de Filadelfia es que es uno
de bendición especial para satisfacer una necesidad especial. Pues, después de
todo el despliegue de terrible mal a través del cual hemos tenido que pasar en
la condición anterior de las iglesias, ahora que hemos llegado a Filadelfia
encontramos que todo es misericordia y bendición.
Es muy bienaventurado el hecho de observar
que no obstante lo pobre y débil que el pueblo de Dios pueda ser, aunque los
fieles son reducidos a un remanente de individuos, Él nunca se olvida de ellos.
Sus ojos están siempre sobre ellos para darles de Sus propios recursos, según
lo que necesitan y cuando lo necesitan, en el momento que las cosas
circundantes son más oscuras. Cuando los dos, la iglesia y el mundo, han
llegado a un estado de oscuridad palpable, entonces los pocos que son fieles
tienen más "luz en el Señor", pues la vida de fe siempre es nutrida y
sostenida por la gracia fiel de Cristo, según el poder de aquello que la incentiva,
— conforme a las dificultades a través de las cuales dicha fe tiene que pasar.
Otro asunto es si acaso el pueblo del
Señor va a ser usado en testimonio por Él en época de fracaso pues esto será
según Su sabiduría. Esto lo vemos ejemplificado (como hemos comentado antes) en
Israel, donde el fracaso del becerro de oro fue enfrentado por el poder
espiritual interior en Moisés que pone el tabernáculo fuera del campamento. Y
cuando el culto abierto y confesado de Baal prevaleció, entonces Dios levantó a
Elías y Eliseo con gran manifestación exterior de poder; pero entonces los
siete mil fieles estaban ocultos por Dios. El Señor no puede escoger poner la
honra exterior del testimonio en aquello que ha fracasado. No obstante, Él da
la gracia que se necesita y el poder interior de vida para sostener al alma
individual; y esto, en lo que concierne ahora a los santos, fluyendo de la
Cabeza en la gloria para la nutrición del cuerpo en la tierra, nunca puede
fallar. Así, en lo que concierne a los dones en la iglesia, por ejemplo,
aquellos que eran para señales ('dones de señal' como a veces se les llama y un
testimonio al mundo, siendo las señales para aquellos que no creen, como las
'lenguas', los 'dones de sanidad', etc.), todas éstas pueden haberse terminado;
pero nunca pueden ser quitados esos dones que emanan de la Cabeza para sostener
a los miembros del cuerpo; porque "nadie aborreció jamás a su propia
carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia".
(Efesios 5: 29).
En la epístola a los Efesios, donde la
iglesia está tan especialmente resaltada como el cuerpo de Cristo, encontramos
que se habla de los dones para la iglesia como siendo para "perfeccionar a
los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo". (Efesios 4: 12). Aquí no tenemos ni una palabra sobre los dones
de señal, mientras en los Corintios tenemos "dones de sanidades",
"diversos géneros de lenguas", "interpretación de lenguas",
etc. (1ª Corintios 12: 9, 10). Vemos así claramente señalados en la Escritura
dos caracteres de dones: primero, los dones de señal, como en los Corintios,
que eran las señales públicas ligadas a la iglesia para el testimonio exterior,
para atraer a un mundo descreído por medio de ellas; en segundo lugar, esos
dones que emanan de la Cabeza para la nutrición del cuerpo. Esta nutrición debe
permanecer siempre. Puede entrar en la forma de testimonio exterior, o directo
del propio Cristo en la forma de gracia; pero siempre debe haber este
suministro desde la Cabeza. Esto es lo que tenemos hecho resaltar en la iglesia
de Filadelfia; porque lo que la caracterizó fue la debilidad, — sólo un poco de
poder, pero una proximidad mucho mayor a Aquel que es el poder, un grado mayor
de afecto al Señor, más intimidad de comunión con Él, y en las promesas hechas
a ella, una identificación mucho más definida con Él.
Lo que caracterizó a la iglesia de
Filadelfia es la debilidad, pero entonces fue sin reproche del Señor. Y
nosotros debemos recordar esto siempre: a saber, que aunque Dios pueda dar un
despliegue exterior de poder, como los dones de sanidad, las lenguas, y cosas
por el estilo, como un testimonio al mundo, o que todos éstos puedan haberse
acabado, no obstante, en todo momento, con o sin esta manifestación exterior de
poder, la sensación de debilidad es la fuerza competente si es mezclada con la
fe. Puede haber dificultad de corazón junto con este sentido de debilidad sin
incredulidad. Este sentido del dolor circundante estuvo en el Señor Jesús.
"¡Ahora está turbada mi alma! ¿y qué diré? ¡Padre, sálvame de esta hora!".
(Juan 12: 27, — VM). Pero vemos así que el dolor fue la cosa misma que
inmediatamente lo unió con Su Padre.
Pero, ¡lamentablemente! existe en
nosotros demasiado a menudo una entrada tal en comunión con el propio dolor, el
dirigir de tal forma nuestras almas a los pensamientos de dolor, como para
llevarnos a desconfiar de la competencia de Dios para atender a ellos. Pues en
vez de decir, "En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus
consolaciones alegraban mi alma" (Salmo 94: 19), nos estamos dando vueltas
en la multitud de nuestros pensamientos para pensar en qué es lo que se debe
hacer, y de este modo mirando y ocupándonos nosotros mismos acerca de las
circunstancias, o lo que encontramos dentro de nosotros, tanto como para dejar
totalmente fuera a Dios; pero éste nunca fue el caso con el Señor Jesús. Porque
en el momento en que la hora de dolor apareció ante Su alma, el lamento
inmediato fue, "¡Padre, sálvame de esta hora!". (Juan 12: 27, — VM).
Pero si nosotros estamos pensando sobre nuestra propia debilidad de cualquier
otra forma menos en la que nos lleva a la dependencia inmediata en el poder de
Dios, Dios con nosotros y Dios por nosotros, esto es incredulidad.
Además, nuestra fuerza no descansa en un
sentido de la grandeza de los dones de Dios y en las revelaciones hechas a
nosotros. Porque las señales y los milagros no dan fuerza interior; ellos nos
pueden confirmar Su palabra en tiempos de prueba, pero nunca pueden impartir
fuerza interior; y es de importancia entender esto claramente. Tomen, por
ejemplo, el caso de Pablo, quien fue arrebatado hasta el tercer cielo y oyó
cosas que no le fue posible expresar. Esta es una cosa asombrosa e
indudablemente fue un tipo de antecedente para que el alma de Pablo tuviese
descanso en sus pruebas, habiendo estado él en el tercer cielo. Pero ello no le
dio fuerza interior. Al contrario, la carne, sin el cuidado predominante de
Dios, se habría envanecido, y esto no es fuerza; pero cuando él recibió algo
que lo hizo consciente de su propia debilidad, entonces el poder de Dios pudo
entrar. Y así es con nosotros: nuestros corazones son tan traicioneros, y
nuestra carne tan mala, que si no se nos vigila, abusaríamos de todo lo que el
Señor nos hace conocer. No necesitamos detenernos aquí para inquirir lo que fue
el 'aguijón en la carne' de Pablo, aunque a menudo se hace de esto el objeto de
investigación muy infructuosa, producto de simple curiosidad; pero comentaremos
esto, que cada uno de nosotros tendrá un aguijón diferente según el peligro en
que estemos. Conocemos mucho de esto en Gálatas 4: 13, 14, que era algo que
tendió a hacerlo despreciable en la carne, produciendo así una sensata
debilidad en su ministerio. Y por consiguiente, Pablo rogó tres veces al Señor
para que se lo quitara; a lo que el Señor contestó, "Bástate mi gracia;
porque mi poder se perfecciona en la debilidad". (2ª Corintios 12: 9).
Pablo debió comprender este sentido de debilidad para aprender dónde yace el
verdadero poder; y entonces él puede gloriarse en sus enfermedades, para que el
poder de Cristo pueda descansar en él; cuando él dice, "cuando soy débil,
entonces soy fuerte". (2ª Corintios 12: 10).
Siempre hay fortaleza al recurrir a Dios;
pero si la mente descansa en la debilidad en vez de echarla sobre Dios, esto
llega a ser incredulidad. Las dificultades pueden entrar. Dios puede permitir
que surjan muchas cosas para demostrar nuestra debilidad; pero la senda
sencilla de la fe es seguir adelante, no considerando de antemano lo que
nosotros tenemos que hacer, sino contando con la ayuda que necesitaremos, y encontraremos
cuando el tiempo llegue. La sensación de que no somos nada nos hace felices de
olvidarnos de nosotros mismos, y es entonces cuando Cristo llega a ser el todo
para el alma. Hay fortaleza real siguiendo la senda sencilla de la obediencia
en lo que podamos tener que hacer, cualquiera que pueda ser la prueba. Así fue
con David cuando él tuvo que luchar. "Jehová, que me ha librado de las
garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de
este filisteo". (1º Samuel 17: 37). A David no le importó si era el león,
el oso, o este gigante de los Filisteos; todos fueron lo mismo para él, porque
él, en sí mismo, era tan débil en la presencia del uno como del otro; pero él
siguió haciendo su deber calladamente, dando por sentado que Dios estaría con
él. Esto es fe. Observen el contraste con esto en la incredulidad de los
espías enviados por Moisés a reconocer la tierra. Ellos temblaron y dijeron que
ellos no eran sino como langostas ante los ojos de sus enemigos, olvidándose
así realmente de lo que Dios era para ellos, y haciendo de esto un asunto entre
ellos y los hijos de Anac, en vez de entre los hijos de Anac y Dios. Pero,
dónde hay una sencilla referencia al Señor, entonces yo, "Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece". (Filipenses 4: 13). Cuando llega el problema, no
debemos considerarnos a nosotros mismos, sino que sabiendo que no somos nada
más que debilidad, recurramos sencillamente al Señor como siendo toda forma de
fortaleza para nosotros.
El caso de Filadelfia fue uno de decidida
debilidad, pero hubo fidelidad; pues puede haber gran poder evidente y, sin
embargo, al mismo tiempo puede haber la debilidad misma. Tal como el Espíritu
Santo dice en 1ª Corintios, puede haber el hablar en lenguas humanas y
angélicas, la comprensión de todos los misterios, y todo el conocimiento, y sin
embargo puede haber, al mismo tiempo, la debilidad más perfecta, porque todo
esto no se hacía en comunión con Dios. Nada hay más peligroso que tener la
manifestación exterior de poder yendo más allá de la asociación interior y
comunión del alma con Dios; pues la vida interior debe ser igual al despliegue
exterior de poder. Últimamente hemos aludido a esto en el caso de Elías.
"Esto dice el Santo, el
Verdadero". (Apocalipsis 3: 7. Aquí, en Filadelfia, tenemos al Señor en Su
carácter moral y no en el carácter de poder personal como Hijo de Dios, sino
como "el santo" y "el verdadero", presentándose a Sí mismo
como una norma de juicio acerca de todo lo inconsistente con Él, y adaptándose
Él mismo en gracia a la condición y necesidad de Sus fieles, y presentando
mediante Su verdad un método de juicio y seguridad de corazón y confianza a los
santos. Y también Le encontramos disponiendo de medios a favor de la iglesia,
de una manera tal que, si Él abre una puerta, ninguno puede cerrarla, o si Él
cierra una puerta, ninguno puede abrirla. De este modo están las dos cosas: Él
es el Santo y el Verdadero para aquellos que confían en Él; y Él también tiene,
en realidad no aquí el despliegue de poder, sino la llave del poder, (como
Jehová le dijo a Sebna acerca de Eliaquim en Isaías 22: 22: "Y pondré la
llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará,
y nadie abrirá"). Así que, donde esta debilidad existe, Él anima a la
iglesia a recurrir a Él como el Santo y el Verdadero, y a confiar en Él; y
donde existe este descanso en Su derecho para abrir y cerrar, y esta confianza
en Su Persona, y conformidad a Su carácter, la iglesia está absolutamente
segura, sin importar lo que pueda pasar. Que todo el poder del hombre o Satanás
hagan lo peor, pues si yo estoy descansando en Cristo, el cual es absolutamente
verdadero y ha abierto una puerta, ni el hombre ni el diablo pueden cerrarla.
¡Cuán semejante es esta posición de la
iglesia de Filadelfia a la de Cristo cuando Él estuvo en la tierra! Todos
buscaron cerrarle la puerta; Pilato, Herodes, Escribas, Fariseos, y la nación
entera de los judíos, todos estuvieron intentando cerrar la puerta contra
Cristo. Cristo, al igual que la iglesia de Filadelfia, estuvo en medio de un
orden de cosas que Dios había instituido una vez, pero que había fracasado
completamente; porque en la época de Cristo no había ninguna arca, ningún Urim
y Tumim, ninguna Shekiná (la gloria de la presencia de Dios en el templo). Todo
lo que realmente había constituido el despliegue práctico de poder y testimonio
había terminado, y, en vez de Jehová teniendo un trono en Jerusalén, ellos
mismos habían caído bajo el poder Gentil y eran esclavos de un trono de hombre.
De ahí surgió la sutileza excepcional de la pregunta que los judíos plantearon a
nuestro Señor: "Dinos pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César,
o no?". (Mateo 22: 17). Si el Señor hubiese contestado No, habría sido la
negación del castigo de Dios por sus pecados; y si Él hubiese dicho Sí,
entonces esto iba a la negación de Su título como el Mesías. Pero (percibiendo
el Señor su maldad), Su respuesta a ellos equivalió a esto, «Ustedes se han
puesto a sí mismos bajo este dominio debido a sus pecados y, por consiguiente,
ahora ustedes deben someterse a su autoridad». No sólo las autoridades "que
hay, por Dios han sido establecidas", y como tal nosotros nos sometemos a
ellas; sino que en el caso de Israel ello habría sido negar el castigo de Dios impuesto
sobre ellos por sus pecados (como se dice, «hoy nosotros somos esclavos debido
a nuestros pecados»).
De esta forma, el propio Señor se sometió
a pagar el tributo del templo. Pero aunque Israel, como un cuerpo, fracasó en
su fidelidad a Dios, sin embargo, Dios no podía fallar en Su fidelidad a ellos,
porque Su Espíritu permanecía entre ellos, como aprendemos en Hageo y, por
consiguiente, nosotros encontramos que hubo un pequeño remanente en las Anas y
los Simeones que estaban esperando la redención en Israel (como se dice en
Malaquías, "los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero"
- Malaquías 3: 16). Vemos de esta forma que era una condición de oscuridad
completa, y cuando entra Aquel que era la Luz, Él es rechazado enseguida. Bueno,
¿entonces qué? ¿Estaba la puerta cerrada para Él? No: "A éste abre el
portero". (Juan 10: 3). Cristo entró por la puerta, no como todos los
pretendientes que vinieron antes que Él, subiendo de alguna otra manera; sino
que mientras obraba en el poder divino, Cristo entró por la propia forma
designada por Dios, y ningún hombre podía cerrarla. Él llegó a ser el camino designado
por Dios para nosotros; Él dijo acerca de Sí mismo, "Yo soy la puerta; el
que por mí entrare, será salvo.". (Juan 10: 9).
Cualquier cosa que vincule nuestra
posición con Cristo, como un ejemplo y un modelo, es en verdad una bendición
para nosotros; porque ¿hubo alguna vez alguien que pasara a través de todo con
tal fidelidad inagotable, fidelidad humilde a Dios en la vida, como Él lo hizo?
Observen el contraste de Su humilde senda con el de Elías; ¿y qué vemos
nosotros? Elías estuvo prosiguiendo en su servicio con gran poder exterior,
haciendo caer fuego del cielo para destruir a los profetas de Baal, y pensando
ser el único que quedaba que era leal a Dios; mientras que Dios tenía siete mil
que no habían doblado la rodilla ante Baal, de los que Elías no se había
enterado. Cristo estuvo satisfecho de ser nada en un mundo dónde el hombre era
todo y dónde se había dejado a Dios afuera. Él estuvo satisfecho de ser tratado
como el mismo rastrojo de la tierra; y aun así, al mismo tiempo, no hubo ni una
sola oveja perdida de la casa de Israel que no fue alcanzada por Su voz como la
voz del buen Pastor (ya sean ellos los más viles pecadores, una mujer de
Samaria, una adúltera, o un publicano), que Su ojo no descubrió. Así, en virtud
de Su propia humillación, Él pone a aquellos que ahora tienen "poca
fuerza", en la mismísima posición que Él mismo tomó, y entonces, tal
como el portero lo hizo para Él, Él abre la puerta para ellos, la cual ninguno
puede cerrar.
Nosotros estamos esperando la gloria,
pues leemos, "La gloria que me diste, yo les he dado" (Juan 17: 22);
y mientras esperamos así, nosotros tenemos que atravesar aquello que tiene escrito
en sí el nombre "Icabod". (la gloria se ha apartado - 1º Samuel 4:
21). El testimonio de esta época en su poder público ha desaparecido para nunca
ser recuperado. Sobre lo que el Señor está insistiendo en ellos, es que no
deben suponer que el mal, como el de Tiatira y Sardis, se puede arreglar; pero
Él dice, "He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno
tome tu corona" (versículo 11); es decir, «guarda la palabra de Mi
paciencia hasta que yo venga». Nos encontramos así en circunstancias similares
a las de Cristo; porque cuando el Señor dice, "He aquí, yo vengo
pronto", es con el propósito de que podamos entrar en una semejanza mayor
a la posición de Cristo, y aunque dura y humilladora, aun así es una posición
de bendición, encontrándonos nosotros mismos en la misma posición que Jesús
tomó, con la misma promesa, — una puerta abierta que ninguno puede cerrar. Esto
es fe actual; no es mucha fuerza lo que queremos: la cosa que más se necesita
es una conformidad mayor a la posición de Cristo.
Observen otra cosa que es peculiar a esta
iglesia de Filadelfia. El Señor no escudriña sus trabajos, sino que deja
satisfecho el corazón de estos pobres débiles con la conciencia de que Él los
conoce. No fue así para las otras iglesias; Él nota el carácter de sus obras. A
Sardis Él dijo, "no he hallado tus obras perfectas delante de Dios".
Pero es suficiente para nosotros que Él conozca nuestras obras. Oh, que
consuelo es esto, porque si nosotros tuviéramos que buscar la perfección, como
en Sardis, tendríamos que encontrar muy molesto el rendir cuenta de ello. La
mezcla de cosas, la fe pequeña, nos desanimaría. De hecho, ninguna de nuestras
obras ha respondido a la gracia recibida. Hay bastante actividad, hay mucho que
el hombre puede aprobar, pero tomando el carácter general del servicio, ¡qué
difícil encontrar lo que Dios puede aprobar! Entonces, por otra parte, si nos
ocupamos en el estado de cosas en el mundo alrededor nuestro, y en la misma
iglesia de Dios, nuestros corazones se hundirían dentro de nosotros, porque no
recurrimos a esta verdad muy bienaventurada, a saber, que Cristo sabe todo
acerca de ello.
Pero, ¿entonces Él dice que ellos no
tienen nada? No; Él dice, "has guardado mi palabra". Lo que
caracterizó a Cristo debe ser la característica de la iglesia de Dios. Cristo
pudo decir, "Dentro de mi corazón he atesorado tu palabra" (Salmo
119: 11 - VM); y ésta es especialmente la característica de la fidelidad en los
postreros días. Escribiendo a Timoteo Pablo dice, "en los postreros días
vendrán tiempos peligrosos" (2ª Timoteo 3: 1), y habría una forma terrible
de piedad sin poder; porque incluso entonces el misterio de iniquidad ya había
entrado, "los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor". (2ª
Timoteo 3: 13). Pero el resguardo es, "pero persiste tú en lo que has
aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la
niñez has sabido las Sagradas Escrituras" (2ª Timoteo 3: 14, 15), — la
clara palabra escrita, lo que nosotros llamamos la Biblia, leída desde su
juventud. La seguridad no estaría en la manifestación de poder exterior, ni aun
en los milagros, sino simplemente en la palabra escrita. Éste era el
instrumento de bendición; y ésta, la autoridad reconocida por Timoteo. Obviamente,
fue necesaria la gracia de Dios para su conversión. Yo me refiero ahora a esto,
a como mantenerse cerca de la palabra es la seguridad especial de estos postreros
días (a saber, la autoridad especial misma de la palabra de Dios, exactamente
lo que Timoteo, como niño, encontró en las Escrituras) y, añadido a esto, con respecto
a Timoteo, obviamente, estaba lo que él había aprendido de los apóstoles,
igualmente inspirado, y que era así una autoridad divina inmediatamente
conocida en una persona "de quién", dice el apóstol, "has
aprendido", y la que desde entonces ha llegado a ser la palabra escrita
para nosotros. La palabra escrita de Dios es donde descansa toda nuestra
seguridad por medio de la gracia.
El Señor no dice, «tú tienes fuerza»,
sino, "has guardado mi palabra"; y luego, además, Él no dice, «me has
conocido en este o ese carácter», sino, "no has negado mi nombre".
El nombre del Señor siempre significa la revelación de lo que Él es; como si a
Él se le llama Cristo, Él es el Ungido. El Señor está diciendo aquí que, «como
tú te has adherido rápidamente a Mí según lo revelado, ahora yo haré qué los
que tienen un nombre falso y pretensiones "vengan y se postren a tus pies,
y reconozcan que yo te he amado"» (versículo 9). Aquí tenemos los dos
caracteres contrastados; y también noten el énfasis en la palabra,
"Mi", pues es en la palabra de Cristo en lo que yo estoy llamado a
descansar; "Mi palabra", — la palabra del propio Cristo, para entrar
en la comunión personal con Cristo mismo, — ni siquiera la palabra de la
iglesia. Supongan, por ejemplo, que yo tomo la palabra de la iglesia, es decir,
asumo que la iglesia tiene la autoridad; pero si yo tomo la palabra de Cristo,
entonces yo tengo la autoridad del propio Cristo; y es por la palabra de Cristo
que yo debo juzgar todo acerca de la propia iglesia. Y la palabra de Cristo nos
asocia con Cristo, Su nombre y Su Persona; y éstas son las dos cosas que son
especialmente esenciales que las tengamos, para permitirnos caminar
contrariamente a los engaños que sabemos que son característicos de los postreros
días. Lo que caracteriza a estos tiempos es el poder engañador, "los malos
hombres y los engañadores irán de mal en peor". (2ª Timoteo 3: 13).
"Os he escrito esto sobre los que os engañan.". (1ª. Juan 2:26).
Al hablar de una manera general acerca del
carácter de los tiempos, nosotros esperamos poder engañador. Habrá un
Anticristo inconfundible y claro que lo mostrará de otra manera, pero "así
ahora han surgido muchos anticristos". (1ª. Juan 2: 18); y por
consiguiente, tenemos que contender "ardientemente por la fe que ha sido
una vez dada a los santos". (Judas 1: 3). Si él, cuya venida es conforme
al poder de Satanás, con señales y prodigios mentirosos, prevalecerá contra
aquellos que "no recibieron el amor de la verdad para ser salvos" (2ª
Tesalonicenses 2: 10), entonces nosotros tenemos necesidad de retener aquello
que nos guardará contra el que llegará como un ángel de luz; y los que caen en
sus trampas son aquellos que no han recibido el amor a la verdad. Y nosotros
tenemos esta salvaguardia en la palabra del propio Cristo, — guardando la
palabra de Su paciencia, y no negando Su nombre. Ello debe ser una cosa
individual, porque el poder engañador, habiendo entrado, señala los tiempos en
que vivimos como siendo los "tiempos peligrosos" (2ª Timoteo 3: 1),
no por la persecución abierta y cosas por el estilo; sino como la serpiente
engañó a Eva por su sutileza, así nuestras mentes están en peligro de ser
corrompidas de la sencillez que hay en Cristo. ¿Y qué tenemos nosotros para
librarnos de esto? ¿Es la manifestación exterior de poder, los milagros, etc.?
No, no tenemos poder exterior para enfrentar a Satanás, nosotros somos la
debilidad misma, — "tienes poca fuerza"; pero nuestra salvaguardia
está en esto, cada alma individualmente por sí misma, reteniendo la palabra
escrita de Cristo, y no negando Su nombre.
Parece que no hay mucho que decir acerca
de ellos, "has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre",
porque allí ellos no hicieron mucho. Pero, estimados amigos, cuando el poder engañador
del mal estuvo allí, esto estuvo diciendo todo acerca de ellos; pues cuando
todo lo que estuvo sucediendo fue para desechar la palabra escrita, ellos la
guardaron; y cuando todo iba hacia la negación del nombre de Cristo, ellos no
negaron Su nombre. Lo que es una gran cosa a la vista de Dios no es hacer caer
fuego del cielo como hizo Elías, sino ser fiel en medio de la infidelidad
circundante. Así, igualmente, no pareció decir mucho para los siete mil que no
se conformaron al acto grosero de adorar a Baal decir simplemente que sus
"rodillas no se doblaron ante Baal" (1º. Reyes 19: 18), sino que
estaba, en verdad, diciendo todo para ellos, porque ellos fueron rodeados por
todos aquellos que doblaron la rodilla ante Baal. Así, igualmente, la iglesia
de Dios fue establecida al principio en poder, pero la cizaña fue sembrada
abundantemente entre el trigo, y lo que distingue a los fieles es sencillamente
esto, que cuando entra el poder engañador del mal, ellos no son engañados y
alejados por él. No se trata de la manifestación de poder exterior, sino de la
fidelidad sencilla caminando con Dios en medio del mal. Así en la iglesia de
Filadelfia hubo fidelidad al caminar, lo que les dio poder interior, aunque no
hubiera ningún despliegue exterior de poder.
"He aquí, yo entrego de la sinagoga
de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten".
(Versículo 9). Aquí encontramos esta fidelidad individual en un andar secreto
con Dios, contrastado con los que se aferran a algo establecido, dónde había
abundancia de forma, una buena apariencia en la carne, jactándose de ser judíos
e intentando establecer de nuevo lo que solía ser la característica exterior
del pueblo de Dios, no viendo esa cosa "nueva" que Dios había
establecido ahora, y que pone ahora el corazón a prueba. Ellos no rechazan la
palabra de Dios (los Judíos tampoco lo hicieron); pero no es la palabra de Dios
lo que los gobierna. Los judíos recibieron las Escrituras, pero ellos
rechazaron a Cristo, y lo mataron; como el propio Jesús dijo, "Os
expulsarán de las sinagogas". (Juan 16: 2). Tampoco fue sin noción que
ellos estuvieron sirviendo Dios haciéndolo así: "viene la hora cuando
cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios". (Juan 16: 2).
Pero esto era el rechazo puro de la luz que Dios envió: "Y harán esto
porque no conocen al Padre ni a mí". (Juan 16: 3). Ninguna verdad antigua
que ha ganado crédito en el mundo como para ser considerada ortodoxa pone el
corazón a prueba. Ella hace digna de crédito a la naturaleza: uno es estimado
por ella. Si yo puedo tomar la religión y darme crédito con ella, en vez de
tener el corazón puesto a prueba por ella en el ejercicio de la fe, puedo estar
totalmente seguro que no es la religión de Dios. Aunque hasta cierto punto
pueda ser verdad, esto no es fe en Dios. Eso es lo que estaba haciendo esta
sinagoga de los Judíos. Ellos estaban poniendo el nombre de Cristo y la palabra
de Cristo a un lado, por aquello en lo que se podía descansar dónde no había
ningún corazón para Cristo. La tradición, las ordenanzas, el linaje, etc., eran
las cosas que ellos amaron, y no la palabra de Cristo para ellos. Es
absolutamente verdad que los Judíos habían sido el pueblo de Dios; pero ellos
habían rechazado y habían pisoteado el nombre de Cristo. Y esto es lo que
representa toda la diferencia; porque ahora que Cristo ha sido manifestado, lo
que Dios está buscando es la obediencia fiel a Su Hijo. La adhesión fiel a
Cristo es ahora el todo.
"Yo haré que vengan y se postren a
tus pies, y reconozcan que yo te he amado". Dios no reconoció como Su
pueblo a estos pretendientes por la antigüedad religiosa. Todo lo que ellos
conseguirían era saber simplemente que Cristo había amado a este pobre y
despreciado remanente: "y reconozcan que yo te he amado". Vean lo que
el corazón tiene ahora para estar satisfecho, — no el reconocimiento presente
de los que profesan conocer a Dios, mientras ellos Lo niegan con sus obras,
sino la calma, la confianza asentada de que Cristo lo ama. Esto es lo que pone
el corazón a prueba. Si tú quieres gozo inmediato, cuadros luminosos puestos
delante de la mente, el sabor satisfecho, la imaginación alimentada, los
hombres ganados, algo de 'antigüedad digna de reverencia'; Cristo no está en
ninguna de estas cosas. "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los
siglos" (Hebreos 13: 8); y Él mismo es la Verdad, — "el Santo, el
Verdadero". Y si tenemos el amor de Jesús como una cosa presente en
nuestras almas, tenemos todo lo que queremos en Él.
Hay muchas personas preguntando, ¿Qué es
la verdad? Tales pretensiones pueden tener peso con tales personas. La sinagoga
de Satanás puede ser religión, antigüedad, y clericalismo, llena de atracciones
vistosas, y de lo que tiene autoridad sobre la carne (y para nosotros, todo
esto es aceptado por aquellos que, como Pilato, preguntaron ¿Qué es la verdad?
y luego crucificaron a Jesús, el cual es la Verdad, para agradar a los
sacerdotes de la época). El carácter de estos postreros días es solamente este,
que los hombres siempre están buscando, y nunca llegando al conocimiento de la
verdad. Si yo la tengo, yo no tengo necesidad de estar preguntando qué es la
verdad; un hombre busca lo que no ha obtenido. Un hombre que siempre está
buscando la verdad demuestra por sus acciones que no la ha obtenido. Cristo
dijo, yo soy la verdad; Él es el centro de toda verdad, y es el terreno de todo
lo que nos une con Dios. Un infiel levantará dudas sobre todo, pero no establece
nada; pero nosotros queremos algo que es cierto. En el momento que tenemos a la
Persona de Cristo, tenemos la Verdad: pues, "A Dios nadie le vio jamás; el
unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer". (Juan
1: 18). ¿Quiero yo saber lo que Dios es? ¿lo que el hombre es? Yo obtengo en
Cristo un retrato perfecto de lo que Dios es para el hombre, y de lo que Él es
como hombre para Dios. Todo ello está en Cristo: y obviamente tenemos que
avanzar en el conocimiento de esto. El corazón que tiene a Cristo no quiere la
sinagoga de Satanás; el corazón que ha recibido Su testimonio tiene como su
sello que Dios es verdadero. El alma que sabe esto, está guardada del mal de la
manera más sencilla. Yo tengo la gracia así como la verdad, — "la gracia y
la verdad vinieron por medio de Jesucristo". (Juan 1: 17).
Cuando yo vivía en la mentira fue la
gracia la que trajo la verdad a mi mente; ¿y qué más puede querer un alma? De
hecho, ella siente dolor a causa del lugar profanado a través del cual ella
está pasando ahora; pero ya no hay incertidumbre acerca de su porción, ha
obtenido todo en Cristo. No hay nada que falte agregar a la bendición secreta,
"yo haré que vengan y se postren a tus pies" (es decir, en el sentido
de rendir homenaje), "y reconozcan que yo te he amado". Nosotros lo
sabemos ahora, no como mereciéndolo verdaderamente, porque todo esto es
por gracia; sino que tenemos el gozo presente de esto por medio de la presencia
de Cristo. Conocemos ese amor de Cristo que, de hecho, comunica conocimiento, y
el amor del Padre también; como Él dice, "Y les he dado a conocer tu
nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en
ellos, y yo en ellos". (Juan 17: 26). El mundo no lo sabe ahora, pero en
ese día el mundo sabrá que el Padre nos amó como Él amó a Su Hijo. Cuando el
corazón se sostiene de este amor de Cristo por él, este descansa allí; está
satisfecho con el disfrute presente del amor de Cristo, aunque aquellos
alrededor no conozcan nada de la aprobación que esto comunica al corazón. El
Señor está apartando ahora de varias maneras nuestros corazones de todo lo que
nos rodea, para que podamos encontrar, en el testimonio de Su amor personal a
nosotros, aquello que fortalece nuestra fe, fija la conciencia, y guía el
corazón. Cristo dice, "Yo soy la puerta" (Juan 10: 7), y ésa es la
autorización para la oveja que lo sigue afuera. En la época de Cristo estaba el
orden Judío de cosas que Dios había establecido y no hubo ninguna autorización
para salir de este sistema judío hasta que Cristo salió; pero el corazón,
atraído y unido a Cristo, tenía la autorización especial de ir tras Él, fuera
del sistema establecido, — "siguen al Cordero por dondequiera que va".
(Apocalipsis 14: 4).
En esta iglesia de Filadelfia tenemos la
promesa que satisfizo la esperanza que el creyente tenía de estar con Cristo en
la gloria. La identificación con Él en Su posición los asocia con Él y con la
palabra de Su paciencia. Ellos no eran de un solo pensamiento con toda la
iglesia profesante; y no estaban disfrutando todavía el resultado pleno de Su
amor (quiero decir, no teniendo a Cristo personalmente y plenamente presente
con ellos); y si el amor de Cristo debe ser la guía de mi conducta, lo que el
corazón quiere es que Cristo esté con él, porque si nosotros amamos a una
persona, ciertamente queremos estar con ella; pero teniendo a Cristo en
nuestros corazones, estamos guardando la palabra de Su paciencia. Este es, sin
ninguna duda, un tiempo difícil, que cierne, depurador y ejercitante, pero
nosotros debemos esperar. Y observen, además, cómo estas bienaventuradas
identificación y asociación con Él son guardadas a través de todo, ya que no es
simplemente la palabra de la paciencia, sino de, "Mi paciencia". ¿Y
por qué "Mi paciencia"? Porque Cristo todavía está esperando (véase
Salmo 110); y esto es lo que determina toda nuestra conducta, porque si Cristo
está esperando, nosotros también debemos esperar. Cristo tiene que esperar el
tiempo del Padre en un estado de expectación, por así decirlo, en el ejercicio
de la paciencia; y es en este sentido, no lo dudo, que se dice que Él no sabe
el tiempo que el Padre puso en su sola potestad. Cristo ha hecho todo lo que se
necesitaba para presentar a Sus amigos a Dios, y está sentado a la diestra de Dios,
esperando hasta que Sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. Cristo
está esperando hasta que Él reúna a todos Sus amigos antes de que Él haga, como
Él dice, Su "extraña obra" en la tierra (Isaías 28: 21), tratando con
Sus enemigos. Y por este motivo, lo que se necesita es esta palabra de "Mi
paciencia", porque estamos esperando ese día del que Cristo nos dice (Juan
14), "vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo".
Nosotros vemos a toda la creación
gimiendo a nuestro alrededor, esperando ese día; y también gemimos dentro de
nosotros, esperando la redención del cuerpo; pero todo está en desorden hasta
entonces. ¿Dónde están los judíos, los "amados por causa de los padres".
(Romanos 11: 28)? Ellos son como vagabundos y como hombres errantes sobre la
faz de la tierra entera, sin sacerdote, sin terafines, sin nada, como una
encina y un roble cuando han soltado sus hojas, aunque el Señor está obrando
entre ellos. Si yo miro el mundo, todo es pecado y miseria. Si yo miro a cada
cosa creada, esta está gimiendo. Miren a la que se llama a sí misma la iglesia:
el lamento universal es, "¿Quién nos mostrará el bien?" (Salmo 4: 6),
— quién está satisfecho con algo? Yo no hablo así en el sentido malo del
descontento; pero no hay nada en lo que el alma pueda descansar. No importa
qué: tome cualquier sistema que usted quiera. El sentimiento general es que todos
los fundamentos del mundo están fuera de curso. El cuervo, de hecho, puede ir y
puede descubrir alguna carcasa flotante muerta; pero la paloma no puede
encontrar ningún descanso para la planta de su pie, excepto en el arca.
¿Y qué tenemos nosotros en medio de la densa
oscuridad de la noche para que nuestras almas descansen? Tenemos nada más que
la expectativa cierta de la venida de la Estrella resplandeciente de la mañana.
¿Cuánto tiempo Cristo estará esperando hasta que Él pueda entrar en juicio, y
cuándo Él puede hacer esto? Cuando Él tenga a Sus amigos con Él, entonces Él
empieza a actuar en el carácter de Juez, de hecho, no es que Él los cortará
enseguida a todos, sino que será entonces cuando Él tomará para sí Su gran
poder. Lo que Él está esperando especialmente es que aquellos que tienen Su
porción estén con Él y como Él. Nosotros hemos sido predestinados a ser hechos
conforme a Su imagen. "Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará
satisfecho" (Isaías 53: 11), cuando Él reciba a Su esposa con Él y como
Él. Si el hombre poderoso, el hombre místico, el niño-hombre de Apocalipsis 12 ha
de actuar, Él antes debe estar completo (obviamente Él lo es, esencialmente
así, en Sí mismo, pero como Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia que es Su
cuerpo). La cabeza y el cuerpo deben unirse antes que Él pueda actuar como
teniendo este título ante el mundo; porque el hombre místico, como un todo, no
puede tomarlo hasta que la iglesia sea llevada arriba a Él. Porque hasta
entonces, — hasta que la iglesia, el cuerpo, sea unida a la Cabeza, Cristo, en el
cielo, — el hombre místico no está completo en ese sentido; y por consiguiente,
la iglesia debe ser recogida antes de que Cristo pueda entrar en juicio.
¿Cuál es ahora el gran impedimento para
la plena bendición de la iglesia? Todos desde el principio han fracasado: Adán,
hombre antes del diluvio, Noé, hombre bajo ley. ¡Tomen entonces a la
Cristiandad, — de qué manera la cizaña ha sido sembrada entre el trigo! El
sacerdocio, a través de la influencia de Satanás, tomando el lugar de Cristo y de
nuestra unión con Él. Después de esto, — sumadas en la última apostasía,
comienza la acción del poder judicial para poner a un lado el mal. El primer
acto de poder, cuando el hombre místico esté completo, será arrojar a la tierra
a Satanás y a sus ángeles (Apocalipsis 12: 9), para expulsarlos del cielo; y
ellos nunca más se ven allí en absoluto, sino que son arrojados a la tierra; y
entonces el diablo tiene gran ira, porque él sabe que él no tiene sino un
tiempo corto; y, en su gran ira, él revuelve todas las cosas contra el Señor
Jesucristo, en su carácter pleno de adversario. Entonces el Señor vendrá con
Sus santos a ejecutar juicio en la tierra. Él debe arreglar las cosas quitando
el mal. Y tan pronto como Sus enemigos son puestos por estrado de Sus pies,
entonces Él introduce la plenitud de bendición. Pero, nosotros debemos tener
presente que el juicio es consecuente a la asociación de la iglesia con Cristo.
El hombre místico debe estar completo en ese sentido antes de que Él pueda
ejecutar el juicio. Entonces Cristo toma un carácter completamente diferente.
Hasta que Él nos levante a la gloria, Él se presenta como un Salvador (y habrá
incluso entonces indudablemente, un remanente salvado, — después que la iglesia
sea quitada). Pero entonces el tiempo aceptable se ha acabado; y entonces
"con justicia juzga y pelea". (Apocalipsis 19: 11). Y cuando Él se
presente así, nosotros entenderemos totalmente por qué ahora es la palabra de
Su paciencia; porque hasta entonces, hasta que Él tome hacia Él mismo Su gran
poder y reino, nosotros somos unidos con Él en corazón y mente en la palabra de
Su paciencia; y la bendición de esto para nosotros es nuestra asociación con el
propio Cristo, la vinculación perfecta arriba con Cristo en todas las cosas.
Como Hombre (de ninguna forma referente a la gloria divina de Su Persona, sino
como tomando el carácter oficial de un siervo) Cristo tiene que esperar hasta
que Dios, en Su buena disposición, ponga todas las cosas bajo Sus pies; y esto,
yo no dudo, como he dicho, es el significado de las palabras, — "de aquel
día y de la hora nadie sabe,…, ni el Hijo, sino el Padre". (Marcos 13:
32). Pero, unidos así con Cristo y teniendo Su amor presente como la porción
que satisface el alma, tenemos más bien que esperar y esperar con Él, que tener
eso antes que Él. La asociación completa con el propio Cristo es el carácter
apropiado de la iglesia de Dios; porque no es meramente de bendición, sino que
está asociado con Aquel que bendice. Nosotros somos Su esposa: éste es nuestro
lugar apropiado; y siempre que descendemos de esto, nos alejamos del poder
pleno de los pensamientos de amor de Dios acerca de nosotros, y acerca de lo
que Él ha hecho que Cristo sea para nosotros.
Independientemente de lo que se diga acerca
de Cristo en el día de gloria, nosotros encontramos que la iglesia está
asociada con Él en todo, — por ejemplo, en Su carácter de Melquisedec, el lugar
más elevado en autoridad como Rey, y el más cercano en adoración como Sacerdote:
y nosotros hemos sido constituidos en un reino y sacerdotes (leemos, "Tú
los has constituido en un reino y sacerdotes para nuestro Dios, y reinarán
sobre la tierra", Apocalipsis 5: 10 – RVA). Eva estuvo asociada con Adán
en el dominio; pero no hubo nada en la entera creación que pudiese haber tenido
este lugar. Como está escrito, "mas para Adán no se halló ayuda idónea
para él" (Génesis 2: 20); pero cuando Eva, como hueso de su hueso y carne
de su carne, fue traída a él, él pudo decir, "Esto es ahora [ahora, esta
época, porque ese es sentido del original] hueso de mis huesos y carne de mi
carne". (Génesis 2: 23). Se encontró una ayuda idónea para él. Esto es
igualmente verdad del Señor y la iglesia, porque Él puede decir, 'ahora esto es
hueso de mis huesos, y carne de mi carne', y se puede regocijar y deleitar en
el producto de Su propio amor.
Que el Señor no permita que zozobremos
desde este nuestro verdadero lugar; y que Él pueda darnos así un sentido
profundo y permanente del hecho de estar unidos así en completa asociación bienaventurada
con Él; porque el corazón de Cristo no se podría satisfacer sin esto, y los
nuestros tampoco. No es un asunto de nuestro mérito (porque en nosotros mismos,
estando en la carne, somos viles pecadores), sino del afecto de Cristo. La
verdadera humildad no es no pensar mal de nosotros mismos, sino que no pensar
en absoluto acerca de nosotros. Pero, observen, es algo mucho más duro olvidarse de uno mismo que incluso tener
pensamientos malos sobre uno mismo. Si no somos humildes, debemos ser
humillados.
"Por cuanto has guardado la palabra
de mi paciencia, yo también te guardaré", etc. El Señor dice, «Si yo te
reconozco como guardando "la palabra de mi paciencia", y no como
teniendo alguna fuerza, sino como en relación conmigo, "yo también te
guardaré", etc.» Así Él nos asocia con Él, aunque seamos gente pobre y
débil, como los Ceneos que no eran sino una gente débil, sin embargo ellos
pusieron su nido en la peña. (Números 24: 21). "Yo también te guardaré de
la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los
que moran sobre la tierra". (Versículo 10). Ahora bien, con respecto a las
consecuencias, ¡qué consuelo hay aquí! No era en absoluto una cuestión de
fuerza, sino de ser guardado de un tiempo terrible que estaba llegando,
"para probar a los que moran sobre la tierra". Estas últimas palabras
describen la condición moral de una clase de personas.
¿Tú supones que Dios se agrada afligiendo
a Su pueblo? No, en verdad Él no quiere ponerlos en la prueba; pero si tú te
has puesto en una posición en la que te has mezclado con estos moradores en la
tierra, sobre quienes la hora de prueba está llegando, hay que ocuparse de ti
para que seas liberado de aquello sobre lo cual esa hora terrible está
viniendo. Ahora se predica el evangelio y está sacando almas del mundo; y todos
los pensamientos, sentimientos, deseos, y afectos de los santos deberían estar
esperando el día de gloria. Y si ellos se han puesto en el lugar de la
paciencia de Cristo, ellos no quieren ser zarandeados como el mundo quiere;
pero si están mezclados con el mundo, deben ser partícipes en los problemas de
la hora de prueba que está viniendo a probar a los que moran sobre la tierra, o,
de manera práctica, zarandeados antes de ser rescatados de esta hora. Está
llegando un tiempo cuando la bestia blasfemará a los que moran en el cielo,
pero él no puede tocarlos. Cuando conocemos nuestro carácter celestial, esto
nos hace extranjeros y peregrinos sobre la tierra, en lugar de morar aquí y
buscar nuestra porción aquí; pero los que moran aquí deben entrar en esta hora
de prueba que está viniendo a probar a los que moran sobre la tierra. Y noten
aquí que ésta es una cosa distinta de la tribulación de la que se habla en
Mateo 24. Ese tiempo de angustia está confinado a Jerusalén; como está dicho en
Jeremías, "tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado".
(Jeremías 30: 7). Pero aquí, éste es un tiempo de angustia "que ha de
venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra".
A los que han guardado la palabra de la paciencia de Cristo ahora, Él los
guardará de ese tiempo. Si el Señor está recibiendo ahora fruto de ellos, de la
forma en que se entiende que esta prueba produce, entonces no habrá necesidad
que sean probados por ella.
Pero, vean ahora cómo Él los anima:
"He aquí, yo vengo pronto" (versículo 11), como si Él dijese, «Si tú
vas a compartir Mi porción y gloria, tienes que continuar llevando Mi porción
en paciencia, y en la cruz también; pero "yo vengo pronto"». No se
trata de Su venida como la presentada a Sardis, como ladrón en la noche; sino
que sobre lo que Cristo insistiría ahora en la iglesia es que Su regreso es una
cosa pronta. Él no les dice el momento, pero coloca Su venida ante ellos como
su consuelo, alegría, y esperanza, y así fija el corazón en Él; como que no es
tanto el que Él está viniendo pronto, sino que es Él mismo quién está viniendo,
"Yo Jesús", etc., etc. ¡Oh! si el corazón ha gustado el amor de Dios,
qué consuelo es, después de todo, descansar en Él, como al cierre de este
libro. Después que Cristo ha llevado la mente de la iglesia a través de esas
cosas que Él va a hacer en la tierra, entonces Él trae de regreso el corazón de
la iglesia a Él, — "Yo Jesús". (Apocalipsis 22: 16).
Lo que caracteriza a la iglesia de
Filadelfia es su unión inmediata con Él; es el propio Cristo quién está
viniendo. No es ni el conocimiento, ni la profecía, lo que puede satisfacer al
corazón; sino que el pensamiento de que Jesús está viniendo para llevarme
consigo es la esperanza bendita de uno que está unido a Él por gracia. La
profecía se refiere a que Cristo está viniendo a la tierra; pero mi ida a
Cristo es la esperanza apropiada y bendita de uno que está unido a Cristo por
la fe. Yo respeto solemnemente y reverencio las advertencias de Dios acerca del
próximo juicio, etc.; pero no es una cuestión de afecto. Los propósitos de Dios
acerca de Jerusalén, Babilonia, etc., de lo cual la profecía habla, son muy
importantes e instructivos para la mente; pero los afectos no se hacen salir
sabiendo acerca de la condena de Babilonia, y el Anticristo. Yo amo a Cristo;
por consiguiente yo anhelo verle. Pero las profecías del juicio venidero no
asocian el espíritu y el corazón con la Persona del Señor Jesús.
Tenemos entonces esta advertencia:
"retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona". ¡Oh! que el
Señor nos de el guardar Su palabra y estar esperándolo como algo actual. Si el
diablo pudiera quitarnos la esperanza de la venida del Señor como algo actual,
esto nos quitaría nuestra esperanza y corona. Ningún hombre o diablo pueden
quitarnos nada si no tenemos nada sino ese sentido claro de fe que nos asocia
con la venida del Señor Jesucristo como algo actual. Perder esto es perder el
poder espiritual; y cualquier cosa que nos robe poder espiritual en nuestra
asociación con Cristo, nos roba la bendición actual y aquello que es la senda
hacia nuestra corona. Y, amados hermanos, ahora estamos pasando por todo tipo
de cosas que parece probable que nos roben nuestra corona, — todo lo que pone a
prueba la fe en un Jesús que viene y que pone esto en duda.
En el caso de las diez vírgenes, todas
ellas cabecearon y se durmieron; las prudentes se quedaron dormidas tan
rápidamente como las insensatas, y a medianoche, cuando se oyó el clamor,
"¡aquí viene el esposo...!" (Mateo 25: 6), todas ellas se levantaron
y arreglaron sus lámparas. No hubo ninguna diferencia en este respecto; pero una
tenía el aceite del Espíritu, la otra no; y entre el clamor que salía y la
venida propiamente dicha del Esposo, hubo tiempo suficiente para que las
lámparas se apagaran si no se les proporcionaba el aceite; y por este motivo la
diferencia manifiesta entre las vírgenes estuvo en el suministro de aceite que
ellas tenían. Si el primer pensamiento en los corazones de las vírgenes
insensatas hubiese sido el Esposo, ellas habrían estado pensando en la luz que
Él querría cuando Él viniera; pero estaban ocupadas con otras cosas,
satisfechas meramente de estar en compañía con las vírgenes. El vestido y las
lámparas sin el aceite bastarían para ponerlas entre el grupo; pero, ¡lamentablemente!
sin el aceite ellas no podían mantener sus lámparas encendidas para su Señor
hasta que Él viniera. Sin embargo, estaban las que estaban preparadas para
recibirlo, y cuando vino el esposo, "las que estaban preparadas entraron
con él a las bodas; y se cerró la puerta". (Mateo 25: 10). Y así es con
nosotros. El clamor ha salido, y entre esto y Su venida propiamente dicha, el
Señor está probando si nuestros corazones están puestos en Él o no.
Sólo nos queda tiempo ahora para
considerar la promesa: "Al que venciere, yo lo haré columna en el templo
de mi Dios, etc." (Versículo 12). Vemos aquí cuán definitivamente se
asocian todas las promesas con el tiempo de gloria, — la "nueva
Jerusalén", — y aquí el corazón es elevado a su morada propia y adecuada.
¿Estamos nosotros asumiendo la posición de moradores celestiales mientras andamos
en la tierra? Observen de qué manera tan completa los santos son asociados con
la Jerusalén celestial, la morada eterna de aquel que venciere. Él estará en el
templo de Dios en contraste con la sinagoga de Satanás, en el disfrute pleno de
las cosas de Dios (cada propósito de Su amor totalmente puestos en evidencia).
"Yo lo haré columna". Aquel que fue un creyente fiel pero débil en la
tierra, cuando la iglesia profesante era grande pero no cumplía el propósito de
Dios como "columna y apoyo de la verdad" (1ª Timoteo 3: 15 – VM), él será
entonces el pilar mismo de fortaleza, y de la misma fortaleza de Dios, porque
había habido firmeza contra el poder de seducción.
Siempre es "mi Dios". A lo
largo de todo, Cristo hace subsistir esta unión con Él. Él fue una vez, en
apariencia, el débil en la tierra; Él dice, «Yo he sido rechazado y tú has
tomado el lugar de rechazo conmigo, y yo sé que me has sido fiel; Yo voy a Mi
Padre y a tu Padre, a Mi Dios y a tu Dios». Él es el que tiene paciencia y que
espera el tiempo del Padre por la gloria que se le debe a Él, y nosotros
tenemos parte en Su paciencia.
"Y escribiré sobre él el nombre de
mi Dios", la forma en que Cristo, como hombre, conoce a Dios: «Tú tendrás
ese nombre puesto públicamente en ti, puesto que no has negado Mi nombre aquí
abajo, — "la ciudad de mi Dios", esperada en la fe; éste es tu lugar».
Abraham esperaba una ciudad cuyo arquitecto y constructor era Dios. (Hebreos
11: 10). Se trataba de una ciudad celestial que ellos quisieron para ellos
mismos en la tierra, incluso cuando la carne había construido una aquí. Esta
ciudadanía celestial se sellará entonces en el creyente, en la ciudad del Dios
de nuestro Señor Jesucristo, el extraño en la tierra. Si los hombres están
buscando una estabilidad eclesiástica, un establecimiento presente de cosas,
ellos pueden tenerlo ahora; pero entonces, esto no es según la palabra de Dios:
pues si ahora hay satisfacción sencillamente en andar con Cristo, esperando
hasta que Dios posea una ciudad como Suya ("la ciudad de mi Dios"),
ellos la tendrán entonces: ella desciende del cielo, de Dios. Cuando Carlos II de
Inglaterra estuvo lejos de su país, los que estaban vinculados a su persona se sintieron
forasteros en la tierra mientras su amo estuvo ausente. Y así es con el Cristiano
ahora; él pertenece a Cristo; él es un hijo del día, esperando a Cristo y el
día de Su aparición.
"Mi nombre nuevo". No es el
nombre antiguo de Mesías, sino Su nuevo nombre maravilloso tomado como
resultado de una redención celestial. Entonces tendremos lo que es estable,
aunque ahora, en un sentido, no lo tenemos.
Que el Señor nos otorgue conocer lo que
es realmente estar asociados con el propio Cristo, y conocer este bienaventurado
pensamiento de Dios acerca de nosotros, a saber, "para mostrar en los
siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia, etc." (Efesios 2:
7). Él nos ha asociado con el objeto de toda Su infinita complacencia, — Su
eterna complacencia, porque somos miembros de Su cuerpo, de Su carne, y de Sus
huesos, y por consiguiente tenemos el privilegio y la porción del propio Jesús.
Que Dios mantenga nuestros corazones sin ser manchados por este presente siglo
malo y en la frescura de afecto para con Él. Esto sólo puede ser manteniéndonos
en comunión con el propio Cristo. Conocer nuestra porción en Él, conocer el
valor de Su nombre, da valor y fortaleza para guardar Su palabra y no negar Su
nombre.
J. N. Darby
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. en 2001. – Texto
revisado en Junio 2021.
Otras versiones de La Biblia usadas
en esta
traducción:
RVA = Versión Reina, —
Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano).
VM = Versión moderna, traducción de 1893 de H.B.Pratt,
Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas, — 1166 PERROY, Suiza)
Versión Inglesa conferencia 6:
https://www.stempublishing.com/authors/darby/PROPHET/05042E_C.html
www.graciayverdad.net
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