COMENTARIOS DE LOS LIBROS DE LA SANTA BIBLIA (Antiguo y Nuevo Testamento)

EL EVANGELIO SEGÚN MATEO (J. N. Darby - Escritos Compilados)

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Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y estas han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
 
LBLA (La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso)
Versión Reina-Valera 1909 Actualizada (Publicada por Editorial Mundo Hispano).
Versión Moderna, traducción de 1893 de H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)

EL EVANGELIO SEGÚN MATEO *

 

 

J.N.DARBY

 

Collected Writings (Escritos Compilados) Vol. 24, Expository No. 3.

 

 

{* [La primera parte de estas notas fue entregada originalmente como una exposición de Mateo 13 y fue publicada así, traducida del Francés. Pero, como incluso aquí la exposición da un bosquejo general de los capítulos precedentes, y como yo estoy facultado para agregar una versión de las notas sobre los capítulos que siguen, he aventurado modificar de esta manera el título para conformar el documento como un todo. La primera parte reside sólo en el capítulo 13.-Ed.]}

 

 

CAPÍTULO 13

 

         Con poca frecuencia un capítulo de la palabra está tan aislado que nosotros podemos exponerlo sin tomar en cuenta la relación con lo que precede y con lo que sigue. Hay algunos que contienen un solo asunto desarrollado lo suficiente para que podamos considerarlo separadamente. Algunas veces, incluso un solo versículo presenta algunas características del precioso Salvador que pueden proporcionar material para meditación durante muchas benditas horas. Pero para descubrir las ideas que se presentan en un capítulo, siempre es necesario considerarlo en relación con esas cosas con las cuales se relaciona, según la intención del Espíritu. Esto es lo que trataré de hacer con respecto al capítulo ante nosotros.

 

         Este Evangelio puede ser llamado el evangelio del reino. Es decir, relaciona la historia y los discursos de Cristo, especialmente en la perspectiva del establecimiento del reino de los cielos. Este capítulo decimotercero nos revela los misterios del reino.

 

         Consideremos la posición en la que se encontraba la revelación del reino cuando el Señor la pronunció; en otras palabras, lo que eran sus relaciones para el pueblo judío en ese momento. Con este objeto, repasemos un poco los contenidos de este Evangelio.

 

         En el primer capítulo encontramos, a semejanza del plan de Génesis, Números y Crónicas, la genealogía de la familia real y los dos grandes troncos con los que las promesas estaban estrechamente ligadas, y de los que descendió Cristo: David y Abraham. Las promesas se hicieron a la simiente de cada uno. La concepción milagrosa de Jesús, según las predicciones de la escritura, está entonces relacionada.

 

         Luego, en el segundo capítulo, se nos relata este nacimiento real (un asunto de alarma para Herodes que estaba en el disfrute de la realeza Judía), así como el testimonio y el gozo hasta los confines de la tierra; la huida de Jesús a Egipto y Su regreso; y en todas estas circunstancias se establece el cumplimiento de las profecías.

 

         En el capítulo siguiente (3) se anuncia el acercamiento del reino de los cielos. El profeta advierte al pueblo de la ira venidera, de la que era necesario huir; del hacha que estaba puesta a la raíz de los árboles; él anuncia entonces, que Dios estaba buscando frutos, y que sería inútil alardear de ser un hijo de Abraham, si uno no producía ninguno. Jesús se somete a la condición de los judíos y recibe al mismo tiempo el testimonio de que Él es el Hijo de Dios. Aquí son profundamente instructivos Su sometimiento y humillación, y el testimonio rendido acto seguido y rendido a Él mismo con respecto a la gloria de Su persona.

 

         En el capítulo 4, Jesús, identificado así en la humillación con los Judíos, y reconocido como el Hijo de Dios por el Padre, sufre la tentación del enemigo, quien debe ser conquistado y atado, como el hombre fuerte, si uno desea saquear sus bienes; una tentación adecuada a las circunstancias por las que pasaba el Mesías. Satanás busca apartar al Señor del camino de obediencia, instándole a que hiciera uso de Su gloria, o para tomarla según Su voluntad, y como estando Él mismo en sometimiento a Satanás; por Sus necesidades naturales, como el hambre; por Sus privilegios, es decir, las promesas que se le habían hecho a Él (Sus privilegios judíos o aquellos del Mesías, según el Salmo 91); y por la gloria en el mundo, de hecho una gloria qué Él realmente poseerá de ahora en adelante como don de Dios, incluso "todos los reinos del mundo"; y todo esto persuadiéndolo para desviarlo del camino de obediencia en el que Él había entrado. Pero en vano. Entonces Jesús comienza, después que Juan es puesto en prisión, a predicar el acercamiento del reino, Su morada en el lugar descrito en Isaías 9 dando lugar a la diferencia profetizada entre las últimas aflicciones de los judíos y todas aquellas que precedieron la manifestación de la luz del Mesías.* Él predica el evangelio del reino y confirma Su doctrina, y da testimonio a la verdad gloriosa de Su presencia, por medio de milagros de bondad que anunciaron la visitación del Dios de Israel.

 

{* Cuando Satanás no puede persuadir al creyente a alejarse del camino de obediencia, él comienza a actuar en sus adversarios, y a excitarlos a la oposición y a la persecución. Jesús se retira antes de que este rechazo empezara de esa forma, y por lo tanto se vuelve el centro de luz y bendición, en medio de la tribulación de Israel, según el pasaje citado.}

 

         Habiendo atraído de esta forma la atención de las multitudes, Él revela los principios del reino y el efecto del testimonio que le iba a ser rendido a Él (capítulos 5-7). Observen, no hay ninguna cuestión aquí acerca de la redención. Está la espiritualidad de muchas partes de la ley, o más bien la aplicación hecha por Jesús de Sus ordenanzas tanto al corazón así como a los actos, y la introducción del nombre del Padre como el motivo, principio y regla de conducta. Israel está aquí, como estaba, en camino, en peligro de ser entregado al juez si no se pone de acuerdo con su adversario. Es la luz del cielo que brilla en la conducta de los hombres, por medio de Aquel que vino del cielo.

 

         En el capítulo 8, antes de las relaciones históricas con Israel, nosotros tenemos un despliegue introductorio del poder que llegó y de sus efectos. Era Jehová limpiando al leproso o la lepra de Israel, y enviando al limpio a los sacerdotes. Era, puesto que era Jehová, lo que alcanzó en poder por sobre los límites de Israel y mostró que, mientras los gentiles vendrían del oriente y del occidente, los hijos del reino serían echados afuera. Luego Él descendió en participación misericordiosa en todas sus dolencias y enfermedades; pero aquí, no obstante, no teniendo ningún lugar entre los hombres; sino en medio de las sacudidas y grandes esfuerzos a través de los deben pasar aquellos que estaban complacidos en identificarse con este rechazado por Su propia voluntad, ellos estaban seguros en todo por ese mismo hecho, en la misma barca con Él, quién estaba allí en poder y consejos divinos, no obstante lo bajo que Él pudiese llegar a estar. Éste era el lugar del remanente. Acerca de los otros, ellos Lo rechazarían; pero Israel, dejado al poder de Satanás, se apresuraría precipitadamente de cabeza, como inmundo a la destrucción. Tal es la historia completa de la venida del Mesías, de Jehová, de Jesús. Noten aquí que nosotros no tenemos al endemoniado enviado a contar del poder que lo había sanado. Porque lo que es resaltado es el ministerio del Señor, su curso, recepción y efecto. Por lo tanto, ésta es la relación de estos eventos para presentar la historia del Señor presentándose a Sí mismo. Es, en un cierto sentido, completa en sí misma.

 

         En el capítulo 9, Él continúa obrando personalmente en el ministerio del reino. Reconocido como el Hijo de David por los hombres ciegos, y recibido por las multitudes con admiración, Él es acusado, por el celo de los Fariseos, de echar fuera los demonios por el príncipe de los demonios; pero el tiempo de la gracia hacia este pobre pueblo no había terminado todavía. Cuando Jesús ve a las multitudes, Él tiene compasión de ellas; ellos eran como ovejas sin pastor.

 

         En el capítulo 10, como Señor de la viña, Él envía a Sus discípulos a "las ovejas perdidas de la casa de Israel", para declararles que el reino se había acercado; una prefiguración (por así decirlo) de la transmisión de este ministerio a Sus discípulos, cuando Él mismo hubiese sido rechazado. Pero no hay ningún otro asunto acerca de nadie sino de Israel. Ellos no debían ir por camino de gentiles. No obstante, a causa de esta misión general, el Señor, en Sus instrucciones y estímulos, se expresa de una manera que podía servirles como una guía en todas las circunstancias en que ellos podrían encontrarse, ya sea en su misión propiamente dicha, o durante Su ausencia de la tierra: sin embargo, Él considera la misión de ellos simplemente como una misión a Israel, ya sea entonces, o incluso en los últimos tiempos. Ellos no habrían de recorrer todas las ciudades de Israel antes que el Hijo del Hombre hubiese venido. La caída de Jerusalén ha postergado ese evento hasta que Dios reasuma Sus obras hacia Israel.

 

         El Señor, reasumiendo Sus obras de amor, con ocasión de la llegada de los discípulos de Juan, hace un recuento  de toda la historia de esa obra entre los judíos (capítulo 11). El mismo Juan el Bautista, toma el lugar de un discípulo en vez de un profeta, y el Señor da testimonio de él, en lugar de recibir testimonio de él. El reino de los cielos, en lugar de establecerse en poder, al ser rechazado, es tomado solamente a viva fuerza, en desafío a las dificultades y a la oposición de los hombres; porque los judíos, ya sea que uno les hubiese cantado lamentos fúnebres o tocado flauta, no habrían respondido al testimonio de Dios. El rechazo de Jesús, un rechazo que Él acepta con entera sumisión, se explica por esto: sólo el Padre podía conocer al Hijo, y sólo el Hijo podía revelar al Padre. El Mesías desaparece, por así decirlo, en Su gloria, demasiado pura para que el hombre la reciba. Pero la gracia sólo brota en mayor abundancia, y HABIENDO SIDO ENTREGADAS TODAS LAS COSAS AL HIJO, ya no es más un asunto acerca del Mesías de los judíos. Él invita a todos aquellos que están "trabajados y cargados", a venir a Él. Es un capítulo del más alto interés.

 

         Acerca de esto, en el capítulo 12 el Señor rompe decididamente con los judíos. Él es Señor del día de reposo, dado como una señal del pacto con ellos, el Señor en la gracia, mas aún Señor. Los Fariseos buscan matarlo. Él se esconde, y la luz de los gentiles comienza a amanecer en el testimonio de Dios. Reconocido nuevamente como el Hijo de David por un pueblo sorprendido, los Fariseos pusieron el sello a su iniquidad y a su condenación, atribuyendo de nuevo Sus obras al poder del príncipe de los demonios. Sobre esto, Jesús pronuncia  su juicio: la blasfemia contra el Espíritu Santo no se perdona. La señal demandada por la generación perversa es negada: no le será dada ninguna otra señal, sino la señal del profeta Jonás. Incluso el pueblo de Nínive y la reina del Sur los condenará, y por último el espíritu inmundo que había salido de las personas volverá a entrar en ellas con otros espíritus peores, y su postrer estado será peor que el primero.* Tal será el fin de la generación que rechazó al Salvador. Como resultado de eso, Él renuncia a los lazos de naturaleza que Lo relacionaban con este pueblo como el Mesías según la carne y no reconoce ninguna otra relación más que la obediencia a Su Padre.

 

{* Yo creo que esto se verificará en la idolatría de los judíos bajo el Anticristo, en los últimos días.}

 

         Este rápido bosquejo del contenido de estos doce capítulos de la preciosa revelación de Dios, nos mostrará la importancia de la posición del capítulo 13, al que hemos llegado ahora, y del que nos vamos a ocupar más particularmente. Está basado en el rechazo del Hijo del Hombre, el Mesías, por la justicia propia de Israel; y, de hecho, en el juicio ejecutado sobre este pueblo a consecuencia de este rechazo del Heredero de las promesas.

 

         Por consiguiente, dirigiéndose el mismo día a las multitudes, Jesús ya no aparece más como buscando fruto. Ya no era más un asunto de Su vid o Su higuera. Él siembra -Él es un sembrador. Él no encuentra nada: Él trae con Él lo que puede brotar y producir fruto por Su gracia. Él distingue plenamente a Sus discípulos; a ellos les es dado comprender los misterios del reino de los cielos, lo que no es concedido a las multitudes cuyo corazón se ha engrosado. Él les habla en parábolas -una luz preciosa para el remanente guiado por Dios; oscuridad para las personas guiadas por su propia ceguera.

 

         Aquí, entonces, el Señor toma el lugar de un sembrador, y la palabra cae aquí y allá, sobre todo tipo de tierra. Pero, habiendo tomado este carácter, ya no es más simplemente un asunto acerca de los judíos (allí uno habría buscado fruto), sino, en  principio, acerca de cada oidor de la palabra. Sin embargo, no tenemos aquí la unidad de la iglesia, el cuerpo de Cristo, en el cielo, sino Su trabajo en la tierra; y entonces, después de eso, las formas que deben tomar en la tierra, el reino y el juicio relacionados con esto. Yo no diría que las consecuencias de eso no irían más allá, sino que aquí está contenido el tema de este capítulo. Era el tiempo de la siembra, porque no había nada. Cada individuo que oyó llevó fruto según la naturaleza de la tierra dónde cayó la semilla. Porque no tenemos aquí los secretos de la eficacia de la gracia de Dios, sino la responsabilidad del hombre, y los efectos exteriores que seguirían como consecuencia de la obra efectuada en este mundo. Así la palabra era "la palabra del reino", -el testimonio dado a los derechos de Cristo por la gracia de Dios- la  proclamación del establecimiento de la autoridad de Dios en la tierra -podía ser en la gracia, pero aun así requiriendo la sumisión del hombre. El reino así proclamado tenía un carácter moral, porque era el reino de Dios, teniendo promesas preciosas y una seguridad que estaban más allá de todo precio. Pero era, al mismo tiempo, el reino de los cielos cuya autoridad sería establecida sobre la tierra, el gobierno de Dios aquí abajo, y Su obra con respecto a este gobierno; y no la iglesia unida a Cristo en el cielo.

 

         No obstante, en esta primera parábola el Señor no presenta un símil del reino de los cielos, aunque la palabra era "la palabra del reino", porque aquí el asunto no es generalmente sobre los efectos y resultados de la semilla, bajo el gobierno de Dios, sino sobre el hecho de la siembra y el resultado individual, según la tierra dónde cayó la semilla. Por lo que respecta al trabajo del sembrador, este era un asunto de individuos. El resultado sería un todo que requeriría, de hecho, una obra de separación, pero que era, no obstante y mientras tanto, un todo. La obra no adoptó la corporalidad judía como su terreno; no reconoció a la antigua viña. Un sembrador sembró, y cada grano, por así decirlo, tenía tal o cual efecto en el corazón dónde caía.  Aquí había un punto importante en la obra, o en la predicación del reino; la individualidad y la responsabilidad individual.* Más aún, este era un principio siempre verdadero, pero que la propia obra pone en evidencia, -qué estaba en la raíz de la obra, porque DIOS y el HOMBRE fueron totalmente manifestados. No era simplemente un asunto sobre el gobierno de un pueblo; sino que el primer principio, la base del Cristianismo, iba a ser que cada uno debe llevar su propia carga. La gracia une a aquellos que han recibido esta semilla con el buen efecto, porque la vida es común y el Espíritu es uno. Sin embargo, cada uno recibe para sí y no puede desligarse de su propia responsabilidad con respecto a esto; una responsabilidad que hace referencia, no sólo a su conducta moral como hombre, sino a la recepción del testimonio que la actividad del amor de Dios viene a esparcir en el corazón, como semilla entre los hombres. ¡Si Dios es el juez, el principio de la responsabilidad individual fue siempre verdad para el propósito del juicio eterno, y debe ser así! Él juzgará a cada hombre; no obstante, no era el principio en que el sistema judío estaba basado aquí abajo; sino que, después del rechazo del Mesías por este pueblo, este principio fue puesto en evidencia y se relacionó con la única cosa que permanecía como un terreno de relación entre Dios y el hombre; es decir, el testimonio de Su amor y la revelación de Sus demandas sobre el corazón.

 

{* Es un principio que el Catolicismo destruye completamente, poniendo a la iglesia y el reconocimiento de su autoridad ANTES de la recepción de la palabra bajo la responsabilidad individual, mientras sin embargo, al final, esto deja a cada hombre su propia carga. Es la iglesia haciendo la guerra contra Dios, y no el fruto de la bendición a la que el hombre es llamado.}

 

         Yo me abstengo de entrar profundamente en el significado de esta primera parábola, no porque no es importante (lejos de ello), sino sólo porque pienso que se debe haber hablado tan a menudo sobre ella, tanto en público como en privado, en presencia de los lectores de estas páginas, que es escasamente necesario hacerlo. Lo único que repetiré aquí es, que lo que hemos presentado no es una explicación doctrinal del origen del bien, sino la obra real y su resultado real bajo la responsabilidad del hombre -los hechos de la nueva dispensación, y no los consejos de Dios.

 

         Lo que distingue a la buena tierra, en lo que a la recepción de la palabra respecta, es la comprensión de la palabra por un hombre. En el caso contrario, hablando estrictamente, él no la entiende: en los dos otros casos, está la apariencia de ello, pero ningún fruto: aquí uno no tiene en cuenta nada más que el fruto.

 

         Hasta aquí, sólo tenemos "la palabra del reino." En las seis parábolas siguientes tenemos similitudes del reino mismo, o las formas que el reino toma después del rechazo del rey en la tierra, y como consecuencia de la siembra de la palabra. Es fácil diferenciarlas en dos partes; a saber, las tres primeras y las tres últimas, con la explicación de una de las primeras. Las primeras se dirigen a las multitudes; las últimas, a los discípulos separadamente. Las primeras, me parece, nos presentan el exterior del reino en el mundo, su estado tal como el mundo lo ve, sin pronunciar en absoluto el juicio de Dios acerca de éste. Ellas son históricas, como ya hemos visto. Las últimas nos entregan los pensamientos e intenciones de Dios en el reino que existe aquí, y el resultado de este todo externo. La eficacia de la gracia nunca se menciona en este capítulo; es una historia y no una explicación de doctrina.*

 

{* En las tres primeras, es el resultado real de la semilla en el mundo. En las tres últimas, es el motivo poderoso que gobernó el corazón de aquel que fue guiado por este motivo según el secreto de Dios.}

 

         Se observará que aquí encontramos, como en muchos otros lugares cuando el Espíritu nos presenta alguna vista general de los pensamientos de Dios, el número perfecto de siete, dividido, como generalmente es el caso, en cuatro y tres -cuatro parábolas dirigidas a las multitudes, y tres a los discípulos.

 

         Yo he dicho que las tres primeras parábolas nos presentan el exterior, el aspecto del reino para con el mundo; pero eso no impide a un hombre espiritual discernir los principios que están obrando allí, ni  juzgarlos según la mente de Dios; al contrario, es lo que nosotros deberíamos hacer constantemente para caminar debidamente según la sabiduría de Dios.

 

         Sin embargo, me ocuparé principalmente con la explicación de lo que ocurre en la parábola misma. La primera idea que se nos presenta del reino descrito así en estos misterios, es una obra hecha en un campo por su dueño; pero todo lo que él hace ahora es sembrar allí la buena semilla. El trabajo que ha hecho puede fallar en su resultado general, en el campo, aunque la semilla no puede ser cambiada; y esto es lo que llega a suceder.

 

         Mientras los hombres duermen, el enemigo de Aquel que siembra la buena semilla y a quien pertenece el campo, viene a sembrar la cizaña; y el campo, o la belleza de la cosecha, son estropeados. El dueño del campo deja esas dos cosas para que lleven sus frutos apropiados. Él, a quien el campo pertenece,  había hecho Su obra; el enemigo había hecho la suya mientras los hombres dormían; entonces él también se fue por su camino: el efecto era una triste mezcla en el mundo, de la que los hombres podrían acusar al dueño del campo; pero siendo manifestado el asunto por sus efectos (porque había sido hecho en secreto), los siervos lo descubren cuando llega a ser público. El amo explica a los siervos que vienen a Él y reciben su instrucción de Él, que es la obra del enemigo y que la cosecha, por lo que respecta al mundo, se estropeará. En el momento de la siega Él aplicará un remedio, es decir, en el momento del juicio, que hará una distinción en el campo entre lo bueno y lo malo. No era asunto de los siervos destruir la cizaña. Ellos no eran los ejecutores del juicio del mundo, y el tiempo mismo aún no había llegado.

 

         Siendo establecido el reino aquí abajo por la siembra durante la ausencia del rey, y no en poder, y por consiguiente por juicio, la confusión resultante de ello sería el triste carácter del reino, hasta que deba ser establecido en poder, y el juicio deba acabar con el desorden producido por Satanás.

 

         Comparen aquí la manera en la que el Señor presenta Sus modos de hacer las cosas con la descripción de la semilla en Marcos 4: 26. El reino de Dios es como si un hombre, después de haber lanzado la semilla en la tierra, duerme de noche y se levanta de día, y la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo; porque de por sí la tierra da fruto, primero el tallo, luego la espiga y después el grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida ellos meten la hoz, porque la cosecha está lista. Durante el tiempo de la mezcla y mientras el trigo no está todavía maduro, ningún juicio tiene lugar; si lo hubiera, podría arrancar fuera del mundo el trigo que aún no madura.

 

         Se ha hecho un esfuerzo para confundir todo esto con la disciplina en la iglesia; pero el asunto es diferente. El asunto no es acerca de la iglesia o la disciplina, sino sobre el reino y sobre el juicio que va a ser ejercido sobre el mal que Satanás ha introducido entre el trigo bueno.*

 

{* Mi objeto no es la controversia sino la exposición de las parábolas. Sin embargo, debo agregar aquí una palabra sobre el valor de una interpretación presentada a menudo de esta parábola. Es un hecho que hay una mezcla de los Cristianos con el mundo.

Muchos se aprovechan de esta parábola para justificarse, o por lo menos para decir que nosotros no podemos arrancar la cizaña o ejercitar disciplina. En la iglesia-mundana todo esto puede ser muy verdadero; pero, en primer lugar, si cualquiera razonase así para demostrar que el sistema de la iglesia-mundana es bueno (porque, en realidad, su existencia es permitida), un tal profesa que como Cristiano está deseoso de hacer descender a la iglesia a la tierra, en principio, al nivel al que Satanás, de hecho, la ha reducido; lo que es bastante para convencerme que aquel que tiene la gloria de Cristo en lo profundo de su corazón, no se prestará ni por un momento a una idea tal. Reitero: cuando yo encuentro que el todo está mal, yo no empiezo por arrancar la cizaña fuera de este sistema maligno; eso es lo que harían los que se quedan allí e intentarían purificarlo. Yo no abandono el campo; no puedo hacerlo, porque "el campo es el mundo"; pero el mal que yo hice, lo dejo de hacer. Yo todavía soy trigo, en el campo de cizaña, yo no he tocado la cizaña; como Cristiano, yo sólo he corregido mi caminar individual en algunos aspectos, y estoy así separado por este mismo hecho, de aquellos que persisten en el mal. Si puedo unirme en paz con otros para encontrar la presencia de Jesús según Su promesa, tanto mejor; es una gran bendición. Pero no entro en ese asunto. Mi objeto es sólo exponer la parábola, evitando lo que es un mero sofisma.}

 

         En cuanto a la disciplina, apropiadamente llamada así, siempre es ejercida sobre el trigo, y eso no con vistas a arrancarlo, sino, de ser posible, curándolo e incluso restaurándolo aquí abajo. El hombre incestuoso fue entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que su espíritu pudiese ser salvo en el día del Señor (1a. Corintios 5: 1-5). De hecho, él fue restaurado en la tierra, porque él se arrepintió (2a. Corintios 2: 5-11). No es mi intención proseguir con este asunto, sino exponer las parábolas. Yo sólo me he referido a esto con el propósito de decir, que los dos asuntos no tienen NI UNA SOLA IDEA EN COMÚN. Podemos observar aquí también, cómo el Señor considera como un todo, el reino y todas las cosas en este, desde el principio hasta el final del mismo.

 

         Concretamente, lo que hemos revelado es, que el efecto de la obra de Satanás dónde Cristo había sembrado los hijos del reino, es decir, este estado de cosas en la tierra, debe permanecer hasta la siega. La cizaña no son simplemente hombres no convertidos; ella son personas que Satanás ha introducido, bajo la forma de Cristianismo, para estropear la cosecha de Dios en la tierra -en el lugar dónde la Cristiandad fue establecida. No era la iglesia en el cielo, no eran las iglesias reunidas en ciertas localidades; estas ideas no se encuentran aquí. Ellos son los hijos del reino, considerados como plantas de Dios en este mundo, pero quienes se encuentran en el lugar dónde Satanás tenía poder para sembrar su propia semilla. El efecto, aparentemente no para honor del dueño, es explicado para aquellos que aprenden de Él. El juicio lo explicará a aquellos que no serán enseñados.

 

         Con respecto al juicio, la parábola declara que hay un tiempo de siega, y no meramente la siega. En ese momento la cizaña es recogida primero y atada en manojos CON EL PROPÓSITO de ser quemada, el trigo se recoge en el granero.*

 

{* El rapto de la iglesia pertenece a esta época, a la siega, al final, pero a esta época, en lo referente a su tiempo. Parece que ella APARECERÁ en otra época.}

 

         Generalmente hablando, el juicio o la siega, tal como es presentada en la propia parábola, no va más allá de lo que es manifestado en este mundo. La cizaña se recoge con el propósito de ser quemada: eso es todo; esto es lo que es apropiado para la tierra. Lo único que va más allá de lo que es externo aquí abajo es el hecho de que el trigo es recogido en graneros. Es un hecho negativo -el trigo ya no pertenece al campo: no aparece lo que acontece en el granero. Dios interviene por medio de los segadores para atar la cizaña en manojos (no a paganos o a hombres no convertidos como tales, sino a los malvados de la Cristiandad, por lo menos del lugar dónde la buena semilla fue sembrada) y Él quita completamente de la escena a Su propio pueblo. El estado natural de la cizaña es destruido, pero no es removida del campo. Éste es entonces el resultado en este mundo, en el campo que pertenece a Cristo, en la siembra qué Él ha realizado.

 

         La segunda parábola nos presenta el reino durante este período. Del pequeño grano de mostaza, tal como era al principio, se forma allí un gran poder en la tierra, de modo que los hombres buscan su protección, albergándose a sí mismos bajo sus ramas. Para la explicación de este símbolo, comparen Ezequiel 17:23, también el capítulo 31; Daniel 4: 10,12,14.

 

         La tercera nos lo presenta, no en su poder secular exterior, sino como un principio o doctrina que se extiende e impregna completamente aquello que se somete a su influencia. No es aquí el corazón, o el mundo, sino el reino establecido en este mundo. La idea de la doctrina de Cristo, en otras palabras, Su nombre, debe extenderse.

 

         Una cierta esfera definida es sometida a su influencia, y es llenada completamente con la profesión del nombre de Cristo. Yo veo aquí que el asunto particular que nos ocupa es la existencia dentro de ciertos límites de la profesión externa de la doctrina o del nombre de Cristo. Estas parábolas, como me parece, no tienen ninguna referencia al bien espiritual, ni tampoco es el propósito de ellas presentar el lado oscuro de lo que ha llegado a suceder. Ellas son, como hemos dicho, históricas. Una percepción espiritual, quizás cultivada y mejorada por otros pasajes de la escritura, me puede permitir que vea que un poder secular, como Nabucodonosor o el Asirio, no es algo bueno, cuando el asunto es acerca de lo que Cristo ha establecido y sobre mi posición espiritual; pero aquí el asunto se nos presenta como un hecho histórico; el reino iba a recibir tal carácter.

 

         En general, la palabra levadura no sugiere la idea del bien a una persona que está familiarizada con las escrituras; pero el propósito de la parábola es declarar el hecho de la existencia general de la profesión externa del nombre de Cristo, dejando al discernimiento espiritual del hijo de Dios, el juzgar aquello que existe de esta forma.

 

         Llegamos ahora a las explicaciones dadas a los discípulos, y a las parábolas que eran sólo para sus oídos. Aquí la semilla no es propiamente la palabra; son los hijos del reino puestos en el mundo por Cristo, quienes tienen sus vidas -su existencia moral- de Él. Nosotros sembramos la palabra; pero aquí el gran hecho es que el Hijo del Hombre pone a los Suyos en el mundo; es una obra que Él comienza. Siendo rechazada la viña, Él no busca en el mundo lo que no encontró en Israel. Él introduce, pero en el mundo, a los Suyos, porque todo había terminado en aquel entonces, por lo menos con Israel. Cuando Él ha hecho eso, Satanás hace lo mismo; activo en el mal, en la tierra dónde había sido hecho el bien.

 

         Israel, el pueblo de Dios, se ha vuelto malvado, y guiado por el príncipe de este mundo, ellos rechazan a su Salvador, su Mesías. Al estar entonces Dios obrando el bien en el mundo, Satanás asume una actitud de hostilidad activa. Todo lo que él puede hacer es estropear el efecto aquí abajo. Pero el juicio tiene efecto sobre ello: la siega es el fin del siglo, los segadores son los ángeles; porque el asunto aquí es acerca del gobierno de este mundo por Dios. Acerca de la expresión "DEL SIGLO", nosotros estamos acostumbrado a aplicarlo a la iglesia; pero aquí no es un asunto acerca de la iglesia, sino de la introducción del reino de los cielos, del Mesías siendo rechazado por los judíos. ¿En qué siglo el Señor se encontró con Sus discípulos? ¿Era esto la iglesia, o la dispensación de la iglesia? De ninguna manera. Era una cierta época de este mundo, que iba a finalizar con la recepción del Mesías y el restablecimiento de la ley como una regla por medio del gobierno de este Mesías. Habiéndolo rechazado el pueblo de Israel, esta época se convierte pura y simplemente en ESTE PRESENTE MUNDO (SIGLO) MALO (Gálatas 1: 4), del que Cristo nos salva, pero en el transcurso del cual Dios ha establecido Su reino, en el sentido del que nosotros acabamos de hablar.

 

         El cierre final del siglo se suspende mientras se desarrollan estos hechos, pero al final, llega su fin. Entonces el Hijo del Hombre (porque aquí está comprendido el mundo, no solamente los judíos y su Mesías), recogerá de Su reino a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen iniquidad, y ellos serán echados en el horno de fuego. Ése será el juicio de todo lo que se opone a la gloria de Cristo, cuando Él lo ejecute. Pero aquí Él aparece como la Cabeza del gobierno providencial de Dios, no como el Esposo que viene a buscar a Su esposa, ni como el Rey que viene a reinar en Israel, o sobre los gentiles en relación inmediata con ellos. Es el Hijo del Hombre, Cabeza suprema del gobierno de Dios, que envía a los ángeles de Su poder a recoger de Su reino, largamente contaminado por la presencia de los hijos del maligno, a todos los que sirven de tropiezo.* Es un acto de Su propio poder, actuando como desde lo alto; no son los siervos los que lo ejecutarán. Él envía a Sus propios mensajeros a recoger la cizaña y a echarla en el fuego. No entra Él mismo en el reino terrenal ya establecido. Él actúa como desde lo alto por medio de Sus mensajeros, y los justos no son establecidos y bendecidos en el reino contaminado, sino que ellos resplandecen como el sol en el reino de su Padre.* *

 

{* La primera acción concierne aquí a los malvados, a la cizaña. En el caso de la red, el primer paso era separar lo bueno. Porque, en el caso de la  cizaña, es el exterior del gobierno en el mundo, el resultado presente; en las últimas parábolas, los motivos y el discernimiento espiritual; aunque el juicio llega por fin después.}

 

{* * Los justos resplandeciendo como el sol, nos muestra cómo estas parábolas se aplican al mismo tiempo a Cristo y a los creyentes. Él abandona Su gloria terrenal, menosprecia el oprobio, y sufre la cruz, por el gozo puesto delante de Él; pero esto necesariamente involucra a la iglesia vista en la gloria según los consejos de Dios: -los justos resplandecerán. Nosotros vemos nuestra propia gloria en el sol, con el que nosotros seremos iguales. En los dos casos está la gloria. "La gloria que me diste, yo les he dado" (Juan 17: 22), para que Él, mientras aún la espera para Él, renuncia a toda Su gloria judía e incluso Su gloria personal, en cierto sentido, para justicia, para llevar a la iglesia allí; en una palabra, Él renuncia a ello por la iglesia. Nosotros, mirando esa gloria como nuestra, la vemos en Cristo; y así en la aplicación de la parábola, podemos decir, que Jesús lo ha hecho por la iglesia como Su tesoro -nosotros lo hacemos por Cristo como nuestro tesoro. El consejo de Dios es que nosotros debemos estar juntos en esa gloria.}

 

         Éste es entonces el resultado del reino que había sido contaminado por medio de la obra del enemigo; el juicio es la respuesta a la ausencia de todo juicio en el reino, en el intervalo entre el tiempo de la siembra y la siega. No es, ni el gozo de la iglesia, ni el establecimiento del trono de juicio sobre la tierra, sino la purificación del reino, la idea general de gobierno desde lo alto. Los siervos habían pensado en restablecer aquí abajo el orden de cosas que existía entonces al comienzo arrancando el mal del mundo, para que el campo aquí abajo pudiese estar de acuerdo con la intención de Aquel que había sembrado; o, en otras palabras, que el campo que Él había sembrado debía ser una representación justa de Su obra y de Sus pensamientos; pero esto no era lo que iba a tener lugar allí -esto ya no era posible.

 

         Es un asunto de mayor revelación, que entonces los justos (y me parece a mí que el término no necesariamente se limita a aquellos que habían vivido después que la semilla del reino había sido sembrada) resplandecerán como el sol en el reino del Padre. Ésta es entonces la razón por la que no había cuestión alguna en purificar el campo aquí abajo en el entretanto. Dios tenía mejores consejos reservados para nosotros. Es una revelación que pertenece a los discípulos. El resto era el gobierno público de Dios, inteligible, o lo que debía de haber sido inteligible, para un judío.

 

         Las parábolas subsiguientes nos presentan más bien los secretos del reino -aquello que sólo concernía a los iniciados, a los discípulos. Ya no era más lo que era meramente externo para las multitudes que Lo rodeaban. En lo que se dijo a las multitudes, todo tuvo lugar en el mundo, es decir, en el campo, con la excepción del único hecho de que la buena semilla sería recogida y escondida en el granero. Todo pertenecía, hablando propiamente, a este siglo, a menos que podamos exceptuar la existencia del granero. Pero en la explicación de esta primera parábola, el Señor va más allá de lo que Él había dicho, pasa el límite, por así decirlo, y nos muestra, en el lloro y el crujir de dientes, el terrible resultado del juicio de la cizaña: entonces Él también levanta la cortina en el otro lado, y los justos resplandecen como el sol en el reino de su Padre. Pero esto arroja una luz completamente nueva acerca del principio del reino. Dondequiera que esta revelación es entendida y dondequiera que nosotros actuamos según la comprensión de este propósito de Dios, esto es un motivo para la acción.

 

         Ya no es más un asunto acerca de cómo establecer claramente las relaciones entre el antiguo sistema y las formas que asumió después del rechazo de Cristo, o a causa del estado estéril de la viña; sino cómo comprender el efecto de los consejos de Dios que fueron mucho más lejos. Había allí algo para influenciar el corazón. Nosotros hemos tenido antes los efectos de la siembra aquí abajo: el hecho de la mezcla, y de la separación, y la forma que el reino tomó en el mundo a consecuencia de eso; aquí tenemos la revelación a los discípulos del efecto fuera del mundo, y por consiguiente el motivo que dirigió a quién tenía comprensión en el reino (era esto lo que caracterizó el reino en este respecto); por último, el discernimiento que supo cómo actuar, incluso en las circunstancias de este confuso estado del reino, y no sólo el hecho de esta confusión en el mundo. Eso explica el orden de las parábolas. En los dos casos, la parte histórica para la multitud sitúa la siembra y el juicio divino al final (esto es todo de lo que puede tomar nota la mente de la multitud); y después de eso, los grandes hechos históricos, el árbol y la levadura.

 

         Pero tenemos aquí el motivo que gobierna e influencia al hombre que tiene la mente de Cristo -en primer lugar, el propio Cristo y nosotros por Su Espíritu- considerando lo que se ha revelado dentro del velo; luego, la separación hecha con discernimiento cuando la red está llena. No es un caso de sembrar una semilla, que resulta en una cosecha mezclada dejada en su estado natural hasta el tiempo de las actuaciones de Dios. Es una actividad, el resultado del entendimiento y la motivación, basado en el descubrimiento de algo oculto, o en la percepción y búsqueda de una hermosura que es apreciada y que merece que renunciemos a todo; o en la necesidad de haberse separado y unidos juntos así, aquellos que constituyeron el único objeto de todo el esfuerzo y quienes previamente se habían mezclado en la red con lo que no valía nada para los pescadores.

 

         Una parte presenta el exterior, sobre el que Dios ciertamente actuará al final, pero que es dejado como un retrato en su carácter completo ante los ojos del mundo: un árbol grande, una levadura que hace leudar la masa entera. La otra parte presenta la inteligencia y la actividad del Espíritu de Cristo, que renuncia a todo y percibe cosas buenas para valerse de ellas para renunciar a todo el resto.

 

         Ahora bien, el primer principio, el principio general de las dos primeras de estas tres parábolas basado, como yo he dicho, en la revelación de la gloria de los justos, hecha en la explicación de la primera de las tres anteriores, es la energía que renuncia a todo a causa del descubrimiento de lo que se vuelve de inestimable valor para el alma. Éste no habría sido el carácter del reino, si se hubiera establecido entre los judíos; había principios y una conducta que les era apropiada. Su autoridad se habría ejercido para el mantenimiento del bien y la justicia, y el fruto de su establecimiento habría sido una gran felicidad. Pero el reino, una vez rechazado por aquellos que eran sus hijos, ya no era más de este mundo, y llegó a ser necesario para uno dejar todo lo que poseía, según el descubrimiento hecho de la gloria, que después de eso pertenecía a los fieles en el reino de su Padre. Esta gloria causa una renunciación a todo con tal de poseerla, según los consejos de Dios, de los que Él ha hecho un descubrimiento en la revelación de este tesoro -la asamblea (iglesia), apropiadamente llamada así. El propio Cristo hizo esto, e incluso de dos maneras diferentes.

 

         Él renunció a todo, Él se despojó a sí mismo para cumplir esta obra y comprar la iglesia. Pero reitero: ¡de cuán gran valor para Él y para Dios debe haber sido la iglesia, traída de esa forma a la gloria ante Él, que Él tuvo que dejar la gloria de Su Padre, Su seno, para tener y traer de vuelta a Su iglesia con Él! En efecto, fue porque era infinitamente preciosa para el Padre, y porque Él deseó tenerla santa y sin mancha ante Él, que el Hijo, según Su amor para con el Padre, se entregó por ella, habiéndole encomendado el Padre esta obra, y la propia iglesia, para que Él pudiera traerla a Él; porque si el Padre ama al Hijo, y le ha entregado todas las cosas a Él, así también el Hijo ha dado Su vida, para que el mundo conozca que Él ama al Padre, y que como el Padre lo mandó, así Él lo hizo. Porque Él vino a hacer la voluntad de Su Padre.

 

         Sin embargo, como Heredero real del reino, Cabeza legal y perfecta, según Dios, de los judíos, el pueblo de Dios, y herederos de las promesas según la carne, fue necesario para Él renunciar a todo eso, incluso a esta peculiar altura de exaltación. Él podía lamentar sobre Jerusalén, cuyos hijos Él quiso juntar tan a menudo. Él podía entender el valor de cualquier cosa que era gloriosa en esa situación. Él podía sentir toda la fuerza de esas palabras: "me alzaste, y me has arrojado," Salmo 102. No obstante, por el gozo de poseer la iglesia, esta creación justa y preciosa del Padre en gracia y luz, esta joya de la luz de Dios, esta expresión de los pensamientos del Padre en la gracia, testigo durante las edades por venir de la gracia que ha recibido (y eso porque es el reflejo de ella) -por el gozo, digo yo, que siguió al descubrimiento de este tesoro que no era del mundo sino de Dios, en la luz, Él renunció a todo lo que Él poseía entre los judíos; Él consideró todo lo demás como nada.

 

         Respondiendo perfectamente al pensamiento de Dios Su Padre, en consideración de aquello que era el objeto glorioso del amor de Dios, una creación no externa a Él como Creador, sino formada para estar ante Él, según Su naturaleza que Él le había comunicado hasta donde era posible, Cristo -quién de hecho, se había despojado a Sí mismo, pero quién no por esto respondió menos sino tanto más al pensamiento completo del Padre, renunció a todo para cumplir con la voluntad del Padre y para poseer Él mismo este tesoro. Así el reino toma este carácter. Es en CRISTO que NOSOTROS lo vemos, incluso este reflejo de la naturaleza del Padre, porque Él no es sólo por gracia (una gracia creadora y comunicativa), sino que es esencialmente el reflejo y la imagen de la gloria del Dios invisible. Él es moralmente la manifestación de esto en todas las cosas, y además de eso, considerando que en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Así nosotros también, por causa de Cristo glorificado ante el Padre, para esta gloria que tendremos con Él, cuando seremos semejantes a Él, viéndolo como Él es, pero que de aquí en adelante también vemos en Él -nosotros también renunciamos a todo ahora. (Compare con Filipenses 3: 7, 8.) No obstante, es Cristo quien nos ha dado el ejemplo de esto, por la entrega a Su Padre; Pablo era solamente un débil imitador de Él,  quién lo inspiró, y le había proporcionado el modelo perfecto de esa entrega.

 

         Pero entonces Cristo, como quiera que Él pudiera renunciar a Su gloria y derechos terrenales, no podía poseer todavía a la iglesia limpia y gloriosa como siendo Su propiedad peculiar, separada para Él. Él debe tomarla en el mundo; pero eso no es un obstáculo para Él, Él la pone allí y compra el campo entero. Pero el tesoro es Su objeto, y es suficiente para comprometerlo a tomar el campo entero; porque el asunto aquí no es el gobierno benéfico que será establecido en el mundo cuando se habrán ejecutado los juicios que lo habrán purificado, sino de algo que Él toma por causa del tesoro que está escondido allí. En otra parte, en los profetas, vemos todas las bendiciones que fluirán de Su reino (la iglesia, la nueva Jerusalén, siendo glorificadas, de modo que las naciones andarán a la luz de ella), bendiciones que serán el efecto de la administración pública del reino del Hijo del Hombre. Pero aquí tenemos los misterios de este reino presentados a una comprensión espiritual.

 

         Pero antes que nada, notemos aquí: Dónde tienen lugar estas revelaciones de los secretos del reino; DÓNDE tiene lugar esta alegría que es motivo suficiente para que Él, quién la posee, renuncie a todo, que es motivo para que Él sienta que todo es pérdida en comparación con esta gloria; DÓNDE tiene lugar este discernimiento que puede percibir así la belleza de la perla de gran precio, de modo de permitirnos entender que nosotros obtenemos todo renunciando a todo; -este discernimiento, por el que la comprensión espiritual, que puede juzgar todas las cosas, percibe que guardar cualquier otra cosa sólo es impedir la posesión de aquello que esta inteligencia divina prueba y aprecia, y que decide así en pleno conocimiento del caso. La opción está hecha, la naturaleza que busca perlas ha encontrado la perla que la satisface. ¿Dónde está el lugar, digo yo, dónde tienen lugar estas revelaciones que excitan y satisfacen esta naturaleza divina? Es "en la casa" donde estas cosas eran dadas a conocer a los discípulos que siguieron a Jesús en separación, quienes lo amaban a Él. Ellos ya lo siguieron, ellos lo siguieron en separación; ellos recibieron en separación lo que Le pertenecía, como estando Él mismo en separación del mundo. La multitud no las recibe.

 

         Lleguemos ahora a la aplicación, o más bien a la explicación, seguida por la parábola del tesoro escondido en el campo. Tenemos aquí el pensamiento secreto de Dios. El asunto no es propiamente ese carácter externo del reino, sino el pensamiento interior de Aquel que está actuando allí. El propio Cristo ha tomado un campo para Él, pero para uno que entiende Su pensamiento, ¿-es el campo Su objeto al tomarlo ahora? No; es el tesoro que está en él. ALLÍ ESTÁ lo que llena Su corazón y que fue el motivo para hacer lo que Él hizo. Dios le dio poder sobre todos los hombres para que Él pudiese dar vida eterna a todos aquellos a quienes el Padre le había dado. No se me entendería por eso de decir que todos los hombres son el campo, sino solamente para mostrar cómo podía haber dos pensamientos en los consejos de Dios.

 

         Un campo ha sido comprado en el reino de los cielos. Quizás en apariencia, el campo es el objeto que el comprador tenía a la vista. Cristo tiene el derecho de posesión sobre este campo; Su autoridad debe reconocerse allí, porque Él lo ha comprado; pero el gozo de Su corazón, Su objeto en todo eso, es el tesoro (la iglesia) qué está escondido allí. Lo que fue comprado por Cristo y que Le pertenece visiblemente, allí donde Su nombre es eternamente reconocido en los tiempos de los misterios del reino, lo que es Su derecho, y lo que la comprensión del hombre pudiese reconocer como la compra que Él hizo, eso que es un campo que un hombre compró, no es lo que Él tiene presente, porque Él piensa en el tesoro que está oculto allí. Es la forma que ha tomado el reino.

 

         Él no puede poseer la iglesia todavía, pura, arrebatada al cielo para reinar con Él. Mientras tanto, ella está en el mundo; y el reino toma el carácter de un todo que, en apariencia y por derecho, es un señorío, una posesión que pertenece a Cristo, pero de cuyos reales secreto y objeto, sólo son conocidos por aquellos que tienen la mente de Cristo. Él ha tomado el campo a causa del tesoro,* pero lo que Él tiene presente es el tesoro absolutamente puro tal como es conocido por Él. El ministerio de Pedro no distinguía todavía los dos, aunque él y todos los santos después de él formaron parte del tesoro comprado. Pedro tenía las llaves del reino. Pablo se convirtió por medio de la doctrina de la unión de Cristo y la iglesia unida a Él en la gloria; él no conoció a Cristo según la carne. 

 

{* Aunque el gran principio de renunciar a todo por Cristo es un principio verdadero (y ya hemos hablado de esto), no podemos aplicar los detalles de esta parábola a la historia de un alma individual. Un alma nunca es llamada a comprar nada para tener el tesoro; sino a buscar el no tener nada excepto este. De hecho, en la historia de las almas, algo similar ocurre a menudo; es decir, uno abraza el Cristianismo, el verdadero Cristianismo, con un gozo que se apodera de todo de una manera carente de discernimiento, por así decirlo. El alma posee en efecto el verdadero tesoro, pero todavía no ha discernido en absoluto la belleza completa de esta perla exquisita. El gozo se vuelve entonces, en apariencia, más contenido, pero la percepción espiritual de los pensamientos de Dios es más real y profunda.}

 

         Esto es lo que Sus discípulos deben entender, cuando ellos ven aquello que es como una posesión que ha correspondido a Cristo, lo que pertenece a Él. Sus discípulos entenderán lo que era el real objeto de Su corazón, y distinguirán claramente entre el campo y el tesoro que éste contenía, aunque por estar el tesoro o la iglesia escondidos por el momento en el campo, la administración del gobierno de Dios debe tomar esta forma exterior. *

 

{* Todos esto no afecta de ninguna manera el asunto de la conducta o del deber de un santo en estas circunstancias. La parábola sólo presenta los pensamientos de Dios con respecto a los hechos. Ésta era la forma que el reino tomaría, o más bien una figura que lo representa. El campo comprado es del todo un pensamiento abstracto; nosotros siempre estamos en peligro de confundirlo con el estado real de cosas, mientras que la parábola sólo nos presenta el principio. Yo he tratado de evitar esta trampa, pero no estoy seguro de haber tenido éxito. En principio, Cristo ha comprado el mundo, y la iglesia está EN EL MUNDO. Su autoridad sólo se extiende a una parte muy pequeña del mundo; y una parte, anteriormente sujeta a Su autoridad, ahora incluso se ha sublevado de ella; pero la parábola no toca nada acerca de estos hechos. Es decir, sólo presenta el principio de que hay un tesoro escondido que ni siquiera fue comprado sino que fue encontrado, y se compró algo externo por amor a este tesoro, escondido así allí, necesariamente y de hecho; no es el asunto aquí si el tesoro existe como un todo individual, o en varias piezas. El comprador toma el todo, tal como es, por causa del tesoro. El asunto de esta parábola es el gozo que Él encuentra en la belleza de este tesoro (la iglesia). Aquí está el hecho del campo comprado como un todo; que Él podría poseer el tesoro que era estimado para Él. Tampoco es este un asunto del establecimiento de la autoridad de Cristo bendiciendo en este mundo, ni de Su gozo en la liberación de la creación misma. Eso tendrá lugar en el mundo por venir, cuando ya no habrá más un interrogante sobre los misterios del reino. Este misterio de Dios se terminará; se manifestarán los resultados naturales del reino del Salvador, también la belleza de la iglesia será manifestada en lo alto; y su gloria resplandecerá por todas partes.}

 

         Es más, el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas. Aquí vemos al Señor juzgando, según Su inteligencia perfecta, la belleza moral de lo que Él habría tenido para Él a cualquier precio. No es aquí simplemente el gozo de poseer un tesoro, sino de diferenciar y valorar el tesoro que Él buscó y qué Él pudo apreciar y distinguir de todos los otros. Así el Espíritu de Cristo en su operación real sólo descansa definitivamente en la iglesia, y eso no sólo en el gozo de poseerla, ni en lo de consumar salvación en su redención, sino que en la consumación de todos los pensamientos de Dios, de toda esa belleza moral que puede tener su fuente en el corazón y puede reproducirse para Él en esa iglesia que Él dio a Cristo. En particular, la epístola a los Efesios nos presenta este pensamiento: el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha DELANTE DE ÉL en amor. Éste es su reproducirse en gracia. ¿Y cuál es el llamamiento de acuerdo con el que nosotros debemos caminar? Es que nosotros somos "morada de Dios en el Espíritu." Él nos ha dado un lugar que es para la alabanza de la gloria de Su gracia.

 

         Mientras más examinamos esta epístola y mientras más comprendemos el pensamiento de Dios que aparece allí, más percibiremos la perla que es de gran precio en la estima del mercader, quién exclusivamente es capaz de estimarla. La repetición de la palabra enfática ÉL, Su PROPIA voluntad, etc. que ocurre en el Griego, da fuerza adicional a este comentario.* Entonces, mis hermanos, ¡qué pensamientos debemos tener de tal llamamiento de la iglesia, y de la propia iglesia, así ante Dios, tal como Él puede tenerla ante Él y encontrar satisfacción allí, y encontrar nuevamente Sus propios pensamientos en ella, que pueda ser el deleite de Él, quién es la única fuente de lo que puede ser conveniente para Él, y que pueda estar preparada para estar para siempre ante Él! Pero, para recibirla, para darla a Cristo, fue necesario que Él tuviese que hacer tal cosa. ¡Qué pensamiento para nosotros! Para que nosotros pudiéramos gozarlo, Él nos dio el propio Espíritu, y de Su propio Espíritu. Compare Efesios 3:16-21; vea también 1a. Juan 4:13. En este último pasaje, el asunto es un individuo -su estado, y la prueba práctica como resultado de esto. Pero hay aún otra idea que debemos sacar, y que causa que esto explique el estado del reino; es, que Cristo se despojó de todo para poseer este tesoro. ¿Dónde está Su gloria, Su reino, Su juicio, Su poder? 

 

{* Yo expongo estas expresiones aquí según su fuerza en el Griego: "Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e irreprensibles delante de él, en amor, habiéndonos predestinado a la adopción PARA SÍ MISMO, por medio de Jesucristo, . . . para loor de la gloria de Su PROPIA gracia."  Nuevamente, en el versículo 9, " habiéndonos dado a conocer el misterio de Su PROPIA voluntad, según su propia buena voluntad que se propuso en SÍ MISMO", y, en el versículo 11, al "consejo de su propia voluntad".(Traducción de textos de Efesios incluido en la Santa Biblia, versión J. N. Darby en inglés - Nota del Traductor) }

 

         El reino no tiene ninguno de estos caracteres; pero nosotros, discípulos, conocemos a Cristo quien, aunque era rico, se hizo pobre por nosotros, para que nosotros con Su pobreza fuésemos enriquecidos. Él está escondido en Dios. La epístola a los Efesios habla de estos consejos de Dios con respecto a nosotros, de estos consejos tan preciosos para nosotros. Aquí tenemos la misma idea, pero la idea del reino perdido en aquel de la gracia. Cristo ama el tesoro, Él aprecia la perla. Él es en Sí mismo no solamente el reflejo, sino la expresión perfecta de lo que el Padre es. Él sabe cómo presentar a Sí mismo a la iglesia, sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante. La perla está en Su pensamiento antes de que Él la encuentre como el objeto de Su amor. Pero entonces Él es presentado aquí como un hombre que encuentra, no como Dios que crea y quién es la fuente de la belleza del objeto encontrado, como Sus pensamientos son el prototipo de ello, de la belleza que satisface al que la encuentra y al Creador.

 

         Aunque la iglesia es de Dios en su existencia y su belleza, también debemos tener en cuenta lo que Cristo ha hecho, según los consejos de Dios, según la plenitud de Su deseo, y el deleite que Él tiene en estos consejos. Él se entrega por eso, y Él se despoja de todo para poseer la iglesia, tal como esto es según el pensamiento de Dios; y, para el discípulo que tiene entendimiento, éste es el carácter que toma el reino. Es el tesoro de Cristo en este mundo, en el campo que Él compra; es la perla completamente pura, fuera de cualquier concha de la que pudiese haber salido, la que responde a todo lo que busca Su corazón.

 

         Hasta ahora tenemos la inteligencia espiritual, con respecto a la comprensión del principio que caracteriza el reino en el pensamiento de Cristo, sobre el que, en consecuencia, el creyente actúa según la medida de su inteligencia. Pero hay, además, una separación real de los elementos que se mezclan dentro de él. En efecto, la red ha recogido todo tipo de personas fuera del mar de pueblos. Cuando la red está llena, aquellos que la han sacado, los pescadores, se sientan en la orilla; ellos recogen lo bueno en vasijas y desechan lo malo.  Detengámonos aquí por un momento, porque importantes principios se presentan a nuestros pensamientos. Los pescadores están ocupados de lo bueno: ellos lo ponen en vasijas. En cuanto a lo malo, ellos sólo lo rechazan, y lo desechan: allí está el efecto de la comprensión del pescador. ¿Cuál es su objeto? ¿de qué se preocupa él? De los peces buenos. Para tenerlos según su deseo y propósito, él debe de paso, desechar los otros, porque sólo es así que él puede tener lo bueno. Excepto a este respecto, él no tiene nada que ver con los malos -ellos no son de su incumbencia; ellos son sólo un estorbo para él: la red no fue echada para ellos. Él recoge lo bueno en vasijas. Tampoco es de su incumbencia su último destino: su tarea es recogerlos, y recogerlos en vasijas separadas. En esto aparecen su capacidad, su diligencia y el éxito de sus esfuerzos. Sin éstos, él no podría hacerlo. Todo esto se dirige exclusivamente a una mente espiritual, sin la cual nosotros no podemos entender estas enseñanzas. Pero hay una obra, los efectos que serán inteligibles por necesidad; y como en la exposición de la parábola de la cizaña, tenemos el hecho adicional de la gloria del justo en otra esfera -un hecho que representó en buena forma la aparente negligencia que había tenido lugar en el gobierno del reino; así en la explicación de la red, tenemos un hecho que no está en la parábola, a saber, el juicio de los malos.

 

         Los ángeles vendrán al fin del siglo, y apartarán a los malos de entre los justos (ellos no se involucran aquí con los justos, como hicieron los pescadores), y ellos los echarán en el horno de fuego, donde será el lloro y el crujir de dientes. Está bastante claro que éste es un procedimiento totalmente diferente de lo que está relatado en la parábola, y que va más allá del contenido de ella. El asunto no es simplemente la red, es una separación general y definida de los malos de entre los justos en ese momento. Los pescadores sólo se preocupaban del contenido de su red y con lo bueno que se encontraba en ella. Los ángeles, al final del siglo, apartan a los MALOS; es una obra general; y en este mundo dónde ellos están mezclados, no son los ángeles los que tienen que ver con la red.

 

         Debemos observar bien que las dos cosas ocurren en este mundo. No hay nada acerca de separar lo bueno y lo malo en el cielo. Tampoco hay algo aquí acerca del gran trono blanco, sino sobre el fin de este siglo. Lo bueno que se encuentra en la red se separará y se pondrá en vasijas por aquellos que han sacado la red a la orilla, según su discernimiento de lo bueno y lo malo; entonces los ángeles tomarán a los malos en este mundo, los separarán de entre los justos que se encontrarán allí y echarán a los primeros en el horno de fuego. Éste no era asunto de los pescadores. Pero los dos eventos tienen lugar en el mundo; al fin del siglo. Los ángeles no tienen nada que hacer con los buenos, sino dejarlos; mientras los pescadores se ocupan de los buenos, para disponer de ellos, rechazando y dejando de lado a los malos.

 

         Se supone aquí que los discípulos entendían todas estas cosas; el Señor los considera en esta luz; ellos son sabios, los entendidos de Daniel. Por lo cual Él dice, todo escriba instruido en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas. Nosotros vemos por estas palabras el carácter de las enseñanzas que el Señor había dado recién; no hay ningún asunto acerca de la iglesia como iglesia. Es verdad que los discípulos llegaron a ser parte de ella después, pero Él no los considera a ellos en ese carácter. Lo que nosotros tenemos aquí es la aplicación de lecciones acerca del reino de los cielos al conocimiento adquirido como por escribas en el Antiguo Testamento. No hay nada acerca del misterio escondido y después revelado por el Espíritu Santo a los apóstoles y profetas; sino que tenemos luz proyectada por el reino y sus misterios, en las promesas y el gobierno de Dios, los cuales un escriba habría encontrado en la ley y en  los profetas. Éstas eran cosas nuevas, pero ellos estaban relacionados con las cosas viejas; ellos no las pusieron de lado. Si Pablo hubiese conocido a Cristo según la carne, él ya no lo conocía así. En su caso, el tema eran cosas completamente celestiales, incluso el propio Cristo. Él hace notar, es verdad, en algunas digresiones, a manera de argumento, lo que se relaciona con las cosas viejas; pero por lo que respecta a su ministerio directo, él ya no las conoce más.

 

         Habiendo completado lo que yo tenía que decir acerca de este capítulo, hago una pausa. Probablemente otros pueden agregar mucho a lo que he comunicado. En cada pasaje de la palabra está siempre el germen de lo que es infinito. Yo sólo presento una explicación general, pero no tengo ninguna duda de que ella es de Dios, ciertamente mezclada con la imperfección, pero aun así DE DIOS. En otra oportunidad, si Dios quiere, puedo enviar una continuación del resumen de este evangelio.

 

APÉNDICE

 

         Algunos piensan que hay un orden histórico en las parábolas, un orden que yo procedo a exponer sin hacer ningún comentario sobre él, como un pensamiento sobre el cual cada hermano se formará una opinión según la luz que él posee. Primero, el hecho general de la siembra de la palabra, comenzada por el propio Jesús; entonces, como hemos visto, el principio de los misterios del reino: el Hijo del Hombre siembra la buena semilla, el enemigo hace su propia obra allí. El primer efecto: el poder jerárquico o el poder eclesiástico-secular en el mundo. El segundo efecto: la Cristiandad nominal, una levadura que sólo corrompe toda la masa. Entonces viene el descubrimiento de que lo que es precioso, es el tesoro escondido en este campo; aquellos que tienen la comprensión espiritual distinguen este tesoro, aunque está oculto en el campo. Ésta sería la doctrina Agustiniana y Protestante de una iglesia invisible. Pero, más allá de eso, es la percepción de la belleza y la pureza en las que se convierte este tesoro y ellas son buscadas por aquellos que son guiados por el Espíritu de Cristo. Finalmente, está la separación práctica de los buenos peces puestos en vasijas por aquellos que están involucrados con ese trabajo.

 

         Ésta es entonces la idea; yo repito que cada cristiano juzgará esto, según su medida de comprensión espiritual. De cualquier manera que sea, todavía hay algo para ser dicho en el tema del gran árbol y la levadura, con referencia a lo que puede descubrirse en ellos por una mente espiritual. La diferencia entre lo que se describe en estas parábolas y lo que se dice en las tres últimas es muy notable. Aquí no hay ningún rastro de afecto espiritual, ni de un gusto por las cosas divinas, ni de distinción entre lo bueno y lo malo. El amor del Espíritu está completamente ausente, e incluso perdido. Yo digo perdido, porque al comienzo los siervos distinguieron entre la buena semilla y la cizaña, y eso absolutamente bien, y estaban asombrados de encontrar la cizaña en un campo donde su maestro había estado sembrando, aunque no correspondió a ellos ejecutar el juicio en la cizaña. Ellos estaban ocupados cerca del amo, atendiendo a la buena condición del campo que le pertenecía, pero el campo sólo podía ser limpiado por medio del juicio. ¿No sembraste buena semilla en TU campo? (esa era su pregunta) ¿de dónde, pues, tiene cizaña? Después, una comprensión espiritual percibe que el campo es sólo un objeto secundario, admitiendo totalmente que fue comprado; busca la perla pura y preciosa y también separa los buenos peces y los pone en vasijas.

 

         Pero aquí no es eso; es un cuadro de una oscuridad mundana y de efecto exterior. La unión con los intereses de Cristo fracasa; es un asunto externo, una condición común dónde nada aparece sino lo que el mundo puede ver. Nosotros no decimos que no hay hijos de Dios escondidos en este sistema, o algunos que han sido separados de él; pero el Espíritu de Dios no los toma en cuenta en absoluto en estas parábolas, ni de cualquier espiritualidad que perciba en ellos, o lo que distingue entre lo que es aceptable a Cristo en Su reino y lo opuesto: el resultado de la obra se corresponde exactamente con el mundo. Nosotros no pudimos distinguirlos (según estas parábolas) : es un "árbol grande", un símbolo, a lo largo de toda la escritura, de poder humano y orgullo, los objetos del juicio de Dios.

 

         Es sólo cuando Cristo establecerá Su propio reino en poder, que este reino se volverá un árbol grande en la tierra, según los consejos de Dios en justicia. (Vean Ezequiel 17: 22-24) Mientras tanto el evento tiene lugar, pero como hemos visto, con una ausencia total de discernimiento espiritual que contrasta con lo que precede y lo que sigue. Observen también con respecto a la levadura: éste no es el poder externo y terrenal; es la difusión universal de una doctrina dentro de ciertos límites. Aquí debemos comentar que no es el Hijo del Hombre que siembra la buena semilla, esa idea es abandonada: es el estado del reino que llevará un parecido al efecto de los hechos de una mujer que actúa así. De esta forma, no hay ninguna distinción hecha aquí entre la siembra del Hijo del Hombre y la obra del enemigo. Si hay buena semilla, ella está bastante perdida de vista. La parábola de la buena semilla y la cizaña nos demuestra que esta distinción había sido hecha por los siervos de Cristo, pero toda la apariencia de ella es abandonada; no podemos decir que todo está bien, sino que la cizaña debe crecer hasta la siega. Por consiguiente, todo discernimiento espiritual es completamente excluido de este estado de cosas; todo verdadero testimonio a la obra de Dios es abandonado; porque uno no puede decir que todo está bien, ese sería el testimonio según el corazón de Dios. Toda distinción entre el bien y el mal es destruida; es una masa, así que este testimonio a la diferencia entre el bien y el mal también es abandonado; y así el mal,  cubriéndose con el nombre de Cristo, es lo que se presenta a sí mismo como una masa uniforme.

 

         Yo no diría aquí que el Espíritu Santo tuvo la intención de presentar esta idea a la multitud. Ya he dicho que estas parábolas hablan de lo que es exterior, del aspecto externo del reino; pero el que estudia la palabra juzga según la mente de Cristo lo que es presentado así al mundo. EXISTE aquello que distingue al verdadero Cristiano -el hombre espiritual discierne todas las cosas. Él no piensa que la masa será cambiada, porque el hombre espiritual distingue y ama lo que es bueno; pero el estado de la multitud no lo gobierna: él conoce por sí mismo que en cualquier otra parte de la escritura el árbol grande es el símbolo del hombre exaltado. ¿Debería el hombre ser exaltado antes de la manifestación de Cristo? Él sabe que en cualquier otra parte de la escritura la levadura es el símbolo de lo que es malo. ¿Acaso no nos ha proporcionado la historia de la Cristiandad eso que corresponde totalmente a tal símbolo? Si esto es así, esto es lo que caracteriza el estado del reino, según el Señor. En ese caso, ¿qué deber hacer el Cristiano? ¿Debe él estar satisfecho con dar un testimonio tal, como siendo el testimonio de Cristo?

 

         NOTA. - Es muy importante para nosotros recordar que todo eso, que es el poder de la muerte en el incrédulo, son el estorbo y el tizón del poder que produce fruto de la vida del creyente, a los que las energías puestas a nuestra disposición en la Persona divina se aplican. Esto se saca a plena luz, con su remedio específico, en la bondad de Dios en esta parábola. Está el caso de las aves del aire, los pedregales, la siembra entre espinos, y en la buena tierra, treinta, sesenta, y ciento por uno. Nosotros sabemos que el primero de éstos es el poder de Satanás -el poder de la muerte. No hay vida en el alma. Cuando la palabra es sembrada en el corazón duro, el diablo se la lleva en cuanto es sembrada; él la mantiene en muerte inconmovible. La palabra es el poder de vida. "De su propia voluntad él nos engendró, con la palabra de verdad, para que seamos nosotros, en cierto sentido, las primicias de sus criaturas."(Santiago 1: 18 - Versión Moderna)  Es de hecho LA MENTIRA del diablo, por lo que trajo la muerte y mantiene a los a los hombres en ella, en lo cual él es un asesino, así, por otra parte, nosotros somos vivificados por la verdad de Dios.

 

         Pero hay Uno (Él es de hecho la PALABRA), quién es específicamente el poder vivificador, incluso es el Hijo de Dios. "El postrer Adám vino a ser un espíritu vivificador."(1a. Corintios 15: 45b - Versión Moderna). Entonces, quién nos reivindica de este estado de muerte y nos vivifica, es el Hijo de Dios. El Hijo del Hombre siembra la semilla, pero es el Hijo de Dios quien vivifica; "para esto fue manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo."(1a. Juan 3: 8 - Versión RV 1909 Actualizada) Es el carácter distintivo especial de Su adopción de hijos, que Él vivifica con poder divino, como de hecho nadie más pudo hacerlo. Comparen con Juan 5: 21, 24, 26. Esto es muy explícito, y ningún conocedor de la escritura puede dejar de reconocer este poder de vida en el Hijo de Dios, como representando distintivamente Su poder y carácter. Él se declara a Sí mismo, "Yo soy la resurrección y la vida"; y esto por Su palabra, "¡Lázaro, ven fuera!" No continuaremos con los resultados de esto; pero tenemos al Hijo de Dios, por la palabra, deshaciendo las obras del diablo en el estado y el poder de la muerte. Éste es el primer caso de la parábola. Lo que está en Él es el poder opuesto que supera el caso maligno mencionado; y un hombre da fruto a treinta por uno, porque al estar realmente vivo, él debe crecer y llevar fruto.

 

         Pero hay otro caso expuesto, aparentemente no tan desesperado, pero igualmente destructivo -el recibimiento de la palabra en tierra poco profunda. No había raíz. Fue recibida superficialmente; "y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra"; no tenía ningún proceso buscador de poder en el que la palabra entraba en la conciencia y vivificaba el hombre interior. Descansó en los afectos y entendimiento naturales que son todos según LA CARNE; es recibida solamente por medio de los sentimientos naturales, y por consiguiente, actúa inmediatamente y con gozo, puesto que no alcanza a la conciencia; y los mismos sentimientos naturales eran, por supuesto, rápidamente afectados cuando se producían tribulación y persecución, y "en seguida tropiezan."(Versión Moderna) Comparen con Marcos 4. Nosotros sabemos cuan uniformemente se opone a ello el Espíritu. "La carne codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne; pues que éstos son contrarios entre sí."(Gálatas 5: 17 - Versión Moderna) "Los que son según la carne, piensan en las cosas de la carne; mas los que son según el espíritu, en las cosas del Espíritu."(Romanos 8: 5 - Versión Moderna)  "Mas si por el Espíritu hacéis morir las obras", etc. . . No se necesita multiplicar pasajes de la escritura para mostrar la oposición entre estos dos.

 

         Pero, debemos observar que tenemos AQUÍ en el Espíritu, el poder antagonista que vence a la carne, y asumiendo que un hombre está vivo, aún lo hace así. "El hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios"(1a. Corintios 2: 14a - Versión Moderna) o, " El hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios"(1a. Corintios 2: 14a - Versión Reina Valera 1909); por lo tanto sabemos que este caso también es el del hombre natural, y que "las cosas del Espíritu" es aquello que él nunca ha recibido, aunque los afectos o el intelecto puedan haber sido conmovidos o puedan haber sido deleitados con el maravilloso plan de redención. Pero el mismo punto se aplica en un creyente; es decir, nosotros encontramos que cuando los hombres no caminan en el Espíritu, está claro que ellos son sin provecho y bajos en su condición de vida. Es mortificando la carne por el Espíritu que los frutos del Espíritu encuentran comparativamente libre crecimiento  -produce a sesenta por uno. Éste, entonces, es el contraste aquí -la carne y el Espíritu; y encontramos en esto, que la manera más hermosa de la carne, la recepción aparentemente gozosa de la palabra del reino, ya sea en los afectos o en el intelecto, no llegan a nada; de lo único que se ocupan es de nada más que de 'los deseos de la carne y de la mente'.

 

         El tercer caso, comparado con otras escrituras, pienso que es igualmente claro. El poder que estorba es declarado directamente, "las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas y la codicia de otras cosas."(Marcos 4: 19 - Versión RV 1909 Actualizada)  Comparen con Marcos 4; Lucas 8. Ahora, encontramos al mundo y al amor por este, continuamente opuestos al Padre. "Todo lo que hay en el mundo -los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida- no proviene del Padre sino del mundo."(1a. Juan 2: 16 - Versión RV 1909 Actualizada) "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él."(1a. Juan 2: 15 - Versión RV 1909 Actualizada) El odio del mundo hacia el Hijo, mostró que ESTE (EL MUNDO) no era del Padre; y los hijos no eran de este mundo más de lo que era el Padre, como emparentados con Él, así como Cristo, el Hijo, no era del mundo.

 

         Cada uno que conozca y esté familiarizado espiritualmente con el Evangelio de Juan debe haber notado la oposición entre el mundo y la adopción de hijos de Cristo; una estando asociada con el Padre y la otra directamente opuesta a la gloria del Padre, en el gran asunto de esa adopción de hijos en la que sólo era conocida. De esta forma, nuestro Señor concluye todo presentando Su obra y Su pueblo al Padre: "Padre justo, el MUNDO no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste."(Juan 17: 25) El capítulo entero ilustra el asunto. Ahora nosotros entenderemos bien la oposición entre los dos, y cómo Él "el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo", cierra esa declaración diciendo: "Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor, etc. . ." Pero, en el creyente, incluso cuando no solamente es vivificado, sino ejercitándose a sí mismo en el Espíritu para mortificar los hechos del cuerpo, quien reconoce de inmediato el mal de la carne en seguida (aunque nosotros estamos muy poco conscientes de cuán sutil y ampliamente se extiende su influencia seductora y engañosa, y qué forma tan hermosa puede asumir el egoísmo innato), y en quien, en un sentido común, la carne está habitualmente mortificada en cierta medida; ¡cuán a menudo encontramos al mundo manteniendo un poder predominante y un título reconocido por sobre el juicio o el hábito, y la fructificación, comparativamente hablando, absolutamente destruida!

 

         "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos."(Juan 15: 8)  Reconozcamos entonces, basados únicamente en la escritura (excluyendo la consideración de las circunstancias en las que LA MENTIRA de este mundo tiene poder sobre nuestra mente), que el mundo es un estorbo positivo a la fructificación, a la producción de mucho fruto en que el Padre es glorificado; y es por esta sencilla razón, nuestra adopción de hijos, nuestra herencia, que el reino no es reconocido. El diablo, cuando él actúa en nosotros por medio de la carne, "los deseos de la carne", "lo bueno para comer", o "de los ojos", y lo semejante, es el dios y príncipe de este mundo; y el Espíritu en aquellos que son vivificados, donde no es opacado ni oscurecido por el espíritu de este mundo, no sólo es el poder de la diferencia entre la naturaleza carnal y la espiritual, sino que testifica que somos hijos y herederos. Así, en libertad, nosotros clamamos por medio de este espíritu, Abba, Padre; y los frutos son producidos a ciento por uno, dónde somos libres del sistema al que estamos encadenados. La energía del reino está allí, el Salvador del reino está allí, el sello del Padre de gloria, y por consiguiente, muertos para el mundo, hay poder sobre él. El sello entero de naturaleza es diferente; nosotros no somos del mundo así como Cristo no es del mundo. De acuerdo con esto, cuando encontramos al Señor, la vid verdadera, también encontramos al Padre como el labrador, limpiando los pámpanos, para que ellos puedan llevar más fruto. Nosotros podemos estar verdaderamente aislados, pero HIJOS aislados, sobre quienes brilla la gloria del Padre en la esperanza y el poder de una asociación interior; hijos de Dios, aunque en medio de una nación corrupta  y perversa. En una palabra, hijos de Dios (el Dios que nos ha llamado a "su reino y gloria", el Dios viviente), es nuestro título que nos distingue; y, como los judíos estaban prometidos a Jehová, nosotros somos llamados a ser "perfectos, como" nuestro "Padre qué está en los cielos es perfecto."

 

         Aquí yo no puedo proseguir más lejos con este asunto, aunque podría mencionarlo, con la venia del Señor, en una futura ocasión. En lo referente a la explicación de la parábola, yo diría unas pocas palabras más. No están en cuestionamiento la inseparabilidad de los males, así como la de los corteses agentes del remedio del pacto; el diablo, el mundo, y la carne, están demasiado íntimamente asociados como para necesitar una explicación de nuestra distintiva consideración de ellos; y creo que más íntimamente de lo que las personas normalmente están conscientes. No necesito hablar del Padre, del Hijo y del Espíritu; pero, aun cuando hemos hablado de ellos obrando como para beneficio, no debemos olvidarnos de su unidad en cada acto, ya sea de creación o de cualquier otra cosa: ellos actúan invariablemente en unidad, y tan invariablemente, hasta donde yo veo, en el mismo orden, es decir, por el Hijo, por medio de la energía del Espíritu.

 

         Es necesario otro comentario. Aunque hemos considerado el amor hacia el mundo, como impidiendo la característica fructificación plena de los hijos de Dios, y el conocimiento y el amor del Padre como el carácter contrastado, debemos recordar que este conocimiento es, en principio, la porción de cada creyente. "Os he escrito a vosotros, hijitos, porque conocéis al Padre"(1a. Juan 2: 13c - Versión Moderna); de otro modo, no podríamos poner a todos los creyentes bajo esta responsabilidad. Pero yo creo que se encontrará que la medida de la fructificación de la vida que está en ellos depende mucho de su ejercicio en las verdades observadas y reiteradas aquí; y que el carácter de su fructificación también depende mucho de su entendimiento más pleno y más profundo de lo uno o de lo otro; y que el entendimiento del Padre en el pleno desarrollo de la gloria de la adopción de hijos, confiere un carácter completamente nuevo a todo el transcurso de la vida del cristiano. Ésta es nuestra correcta vocación; y, aunque debemos estar atentos contra el abandono de la clara referencia al Hijo (como administrando el poder del reino contra "el malo"), al Espíritu (como superando o descubriendo las obras y el poder engañoso de la carne), al Padre (en contraste con el amor al mundo), una comprensión defectuosa del principio de la gloria celestial destruirá de alguna u otra forma, la eficacia de nuestro servicio cristiano. La plenitud de todo estaba en nuestro Señor; la plenitud de toda ayuda en ellos es nuestra responsabilidad práctica; el goce de la comunión con ellos es nuestro privilegio. Yo creo que el cristianismo mal proporcionado, brota continuamente del poder de Satanás, a través del abandono de, o impidiendo, el poder especial de una u otra de las Personas, mientras la indulgencia con cualquiera de los males es apto para arrojarnos en las manos de Satanás; y aquí está la sabiduría de ministrar a las almas enfermas, porque la fuente del mal puede ser una, su manifestación puede ser otra. ¡Cuán bendito es poder referirse a la seguridad de una ayuda por el pacto del trino Dios Todopoderoso para las muchas dificultades que un mal puede traer! Un creyente será saludable y fuerte contra el enemigo en la proporción que él sólo tiene referencia a todas.

 

         Yo no digo que el progreso de un creyente viene de conocer al Hijo, al Espíritu y al Padre -lejos de ello; pero creo que la manifestación del poder y la gloria de la obra de ellos se desplegará gradualmente, así como la vivificación por medio del Hijo hará discernir bien al creyente las operaciones del Espíritu contra la carne, y ambas cosas encuentran su pleno desarrollo en la manifestación de la gloria del Padre, consciente (si él crece saludablemente) que Su reino no es de este mundo. En algunos casos de energía inusual de vida divina, nosotros vemos por llamamiento de Dios, todos estos conocimientos rápidamente desarrollados, y consecuentemente, el hombre abundantemente ejercitado, y su servicio es grande, correspondiendo al conocimiento recibido del Hijo en el reino, como en el caso de los apóstoles Pedro y Pablo; pero no debo traspasar la parte práctica del asunto.

 

         Estoy bastante consciente, de hecho muy particularmente consciente, de la imperfección de estos comentarios; pero siento profundamente la importancia del tema, y el principio fundamental ya ha sido entregado: ellos están abiertos a la corrección o la aplicación más plena por aquellos más versados en la vida divina. La gracia maravillosa y bendita de un pacto desarrollado, el testimonio luminoso del Hijo, y del Padre, y de gloria: la gracia en la que ellos ministran a las necesidades de aquellos que no se apoyan en ellos mismos, mientras ellos son los objetos crecientemente comprendidos y adorados tanto de comunión como de adoración, separándolos de todo lo que no es de ellos mismos. También siento que hablando así estoy pisando en tierra santa, pero en una tierra que nuestro Dios en Su misericordia nos ha abierto, y en la que hemos sido puestos a caminar; liberados de todo temor, por la redención que es en Cristo Jesús, a menos que no estimemos esto justamente; limpiados por Su sangre de todo lo que los podría ofender a Ellos, y en conocimiento del amor ilimitado que ha traído estas cosas por medio de ello, aunque nunca alcanzándolo, no siendo nunca capaces de ser llenados con éste, sabiendo que incluso nos ha alcanzado y nos ha llenado en su propia plenitud.

 

         Recordemos también, que la indulgencia con uno de estos aparentemente remotos males introduce el poder de los otros; porque Dios no está allí. Así la indulgencia de Salomón para con el mundo introdujo la indulgencia de la carne, y la consecuencia fue el poder directo de Satanás en el culto idólatra de sus esposas. Podríamos mencionar casos similares; pero finalizo por ahora.

 

         Sólo es importante comentar una cosa. No es ni por especulación, ni por conocimiento, como se obtienen estas cosas, aunque ellas puedan ser ministradas. Nosotros somos santificados "para obedecer." El espíritu de obediencia es el gran secreto de todas las bendiciones presentes y prácticas del creyente; porque el Espíritu no es contristado y se vuelve así ministro de la gracia y del conocimiento de ambos, del Padre y del Hijo; y el creyente más pobre y sencillo, caminando de esta forma, disfruta las bendiciones de la fidelidad prometida por los tres, el Padre, el Señor y el Espíritu, para los propósitos benditos de amor y de gloria divina en los que estamos.

 

         Sólo hemos hablado de las parábolas que se encuentran en este capítulo. Quedan allí todavía algunos versículos que lo cierran: ellos contienen el juicio formado sobre el Señor por la incredulidad de los judíos. Él estaba en Su propio país; Sus obras no fueron negadas; pero los judíos se tropiezan con la roca que hace caer. Él es el profeta sin honra en Su propio país y en Su propia casa. Él es el hijo del carpintero. En una palabra, Él es juzgado según la carne, incluso en Israel.

 

CAPÍTULO 14

 

         Pero este juicio carnal y cegado del pueblo no era la totalidad de su historia. Las pasiones del falso rey falso lo empujan a destruir el testimonio de Dios, y Jesús se retira. Él muestra, no obstante, por hechos señalados en los Salmos, la presencia de Jehová que los sanó, y toda Su compasión y Su ternura hacia Su pueblo (Salmos 103: 3; 132: 15); pero, habiendo dado este testimonio, Él envía a Sus discípulos solos en la nave, Él mismo despide a la multitud y acude a Dios -la posición actual de Cristo: habiendo presentado este testimonio plenamente a la multitud en Israel, Él separó a Sus discípulos de ellos y fue a lo alto a orar. Sus discípulos se encuentran solos en medio de la tempestad; el Señor se reúne nuevamente con ellos, y todo se calma nuevamente.* Me parece que siempre aquí los discípulos son vistos como judíos, aunque en principio, los cristianos de todos los tiempos, deberían haberse identificado con Él, y tomar esta posición. Un remanente de aquellos que Lo esperan (entre los judíos) también saldría hacia Él de en medio de esta tempestad de personas, antes de que Él entre en la barca azotada de los herederos de las promesas, y el Señor está de acuerdo; pero sus pasos vacilan debido al problema: el Señor los sostiene, y, siendo restaurada la calma por Su presencia, todos los que están en la barca lo reconocen como el Hijo de Dios. Así será con Israel. En Pedro, tenemos al remanente que va antes de ellos; y en los que no dejan la barca, tenemos el tipo de todos aquellos que permanecen en el curso ordinario del judaísmo hasta que Cristo mismo esté allí.

 

{* En el capítulo 8: 23-27, dónde es señalado más bien el estado de la iglesia, Jesús entra en la barca con Sus discípulos. Aparentemente Él no presta atención al peligro; pero su incredulidad los hace temerosos, como si Jesús, quien se había identificado a Sí mismo con ellos, pudiera perecer y con Él todos los consejos de Dios.}

 

CAPÍTULO 15

 

         Habiendo entregado este boceto de la posición de los judíos como resultado de su rechazo, así como antes había dado uno del reino de los cielos, el Señor pronuncia Su juicio moral sobre las formas religiosas y las pretensiones de los más religiosos de entre el pueblo. Sólo era apariencia e hipocresía, un camino ya condenado por Isaías: su culto era vano, sus doctrinas no eran sino mandamientos de hombres. Dios deseaba realidades.

 

         De allí Él pasa a una tesis más general. Del corazón del hombre (y el judío no era sino un hombre, con respecto a su corazón, ante Dios) salen los malos pensamientos. ¡Ay, así es un hombre! ya sea judío o gentil; pero permitan que sea de la raza maldita de los Cananeos, y de entre las ciudades cuyo arrepentimiento habría sido como un milagro, aquel que, reconociendo su miseria, iba a descansar por la fe en la superabundante misericordia de Dios y sería escuchado según su deseo, porque Dios está allí, y Él es amor. Aquí no es precisamente la iglesia. Los derechos de Israel son reconocidos, por lo menos los de sus ovejas perdidas; pero esto no puede obstaculizar la gracia y la naturaleza de Dios; muy diferente del egoísmo y la falta de interés de los discípulos que no dan ningún valor a los privilegios del pueblo de Dios. El Señor declara Su misión especial; pero Él no puede negar lo que Dios es cuando la fe penetra hasta ese punto. Habiendo mostrado así (reconociendo a Israel todo el tiempo) que el pobre gentil va ser salvado, Él vuelve a Israel, sanando al pueblo y dándoles un refrigerio con el pan. Él alimenta a los pobres del rebaño.

 

CAPÍTULO 16

 

         Habiendo sido entregadas estas miradas del reino y de los métodos de Dios para con Israel; habiendo sido declarada la inutilidad, no obstante lo privilegiada, de una religión de formas por ordenanzas; habiendo sido mostrados los principios del corazón del hombre y la imposibilidad de cerrar el corazón de Dios; en este capítulo el Espíritu de Dios entra en otro terreno. La generación existente es abandonada; no le será dada ninguna señal, sino la señal del profeta Jonás. No era tan difícil discernir los tiempos. Después de eso el Señor, entre la incertidumbre de las masas, en la respuesta a la fe de Simón Pedro, revela lo que va a seguir a esta generación, a saber, la iglesia, nunca antes nombrada.

 

         Aquí no es Cristo quien siembra, sino la fe de otro, fe dada a Pedro, quien discierne en Jesús, al Hijo del Dios viviente. Los judíos tuvieron solamente la señal de un Salvador resucitado; entonces la generación fue rechazada, y no se edificó NADA sobre la primera misión de Jesús ("EL MESÍAS SERÁ QUITADO Y NO TENDRÁ NADA"-Versión RV 1909 Actualizada)*; pero el Hijo del Dios VIVIENTE es aquí un poder y una fortaleza que la energía del príncipe de este mundo no podía derribar, contra los cuales evidentemente las puertas del HADES no prevalecerían; porque al contrario, en Su resurrección, ellas debían ser quebrantadas por Cristo. La resurrección del Hijo de Dios, según el poder de vida que estaba en Él, el fundamento y la medida de la vida y la seguridad de la iglesia, estaba protegida, y la iglesia por ella, de todos los ataques de quién tenía el poder de la muerte. En vano la tumba se envolvió en la oscuridad, del medio de la cual la vida salió más poderosa que nunca. Simón hace esta confesión por revelación del Padre, y es sobre esa revelación sobre la que está fundamentada la iglesia. De hecho, Pedro es el único que agrega esta palabra "viviente" a la expresión "Hijo de Dios." Natanael sólo lo reconoce como el Hijo de Dios y Rey de Israel; pero Pedro tiene el secreto de la seguridad inamovible de la iglesia de Dios. En sus epístolas se encontrará que esta idea de "viviente", asociada con la resurrección de Cristo, forma su base y pensamiento gobernante.

 

{* Verdadera traducción de Daniel 9: 26.}

 

         Es más, no solamente la iglesia, más poderosa que la muerte, al igual que su Fundador divino, debía estar fundamentada en la confesión de Pedro; sino que la administración del reino aquí abajo debía ser confiada a él. No él, sino Cristo edifica la iglesia sobre los fundamentos que el Padre mismo había puesto en la revelación de Su vida en el Hijo; pero las llaves del reino son confiadas a Pedro. Esta administración iba a empezar entre los judíos, y Pedro era especialmente su apóstol.

 

         Aquí el Señor les prohíbe que lo anuncien como el Cristo -ese ya no es más el asunto, y desde entonces Él les habla de Su rechazo y muerte; pero el corazón de Pedro, favorecido como él fue, no contestó en forma sabia a esta revelación que se le había hecho (porque él todavía estaba en la carne, no habiendo recibido aún el Espíritu). Él se opone a la cruz, y el Señor lo trata como estando identificado con Satanás y haciendo su obra. Así es la carne; cualesquiera sean las revelaciones gozadas por quien aún no ha sido libertado. En esta ocasión el Señor presenta la cruz como la porción de todos aquellos que lo seguían, pero Él los sostiene en la dificultad por la revelación de Su venida en gloria, e incluso había allí algunos que verían antes de su muerte al Hijo del Hombre viniendo en Su reino.

 

         La iglesia es edificada sobre esta confesión acerca de Jesús, el Hijo DEL DIOS VIVIENTE, manifestado en la resurrección; esto supone la muerte y la cruz de Cristo; pero uno es sostenido adhiriéndose a lo bueno del alma, aunque la vida deba perderse; porque el Hijo DEL HOMBRE entrará en la gloria de Su Padre.

 

         Aquí podemos comentar que en el versículo 21, quienes son presentados exclusivamente como culpables son: Jerusalén, los escribas y los principales sacerdotes. No es todavía asunto de los Gentiles; pero su propia culpa pone a Jesús en la posición, no de Mesías solamente, sino de Hijo de Dios en poder, y de Hijo del Hombre, viniendo en la gloria de Su Padre con Sus ángeles, con miras a juzgar a todos los hombres.

 

CAPÍTULO 17

 

         La respuesta inmediata a esta revelación que el Salvador hace de Su gloria como Hijo del Hombre es, en los tres primeros Evangelios, la transfiguración, comparada por el propio Pedro, al poder y a la venida de nuestro Señor Jesucristo (2a. Pedro 1: 16-18); la gloria futura del Hijo del Hombre, tal como será manifestada al remanente fiel del pueblo, es revelada a los ojos asombrados de los pobres discípulos. Los resucitados y los transformados están en la misma gloria en la que está el Salvador, ellos están con Él, y mantienen una conversación con Él; la ley y los profetas dejan lugar al Hijo de Dios glorificado, al único que se debe oír.

 

         Desde este momento Jesús habla solamente de soportar a esta generación incrédula y perversa, pero Él no se cansa de hacerles bienes. Él muestra a Sus discípulos la parte que los hombres (no sólo los judíos) tendrían en Su muerte. ¡El Hijo del Hombre será entregado en manos de HOMBRES! El punto para los discípulos es el poder de la fe; no obstante era necesario vivir cerca de Dios, alejados de todo lo que pertenecía a la carne para poder conquistar y echar fuera el poder de *

 

(*Nota del Traductor: frase incompleta en el original)

 

         Al final del capítulo, el Señor emplea Sus derechos como Hijo, para identificar a Sus discípulos con Él en este mismo privilegio; pero no obstante, sin ofender, Él se somete a Su posición como súbdito judío, posición que Pedro Le atribuyó rápidamente. En este hermoso pasaje Él muestra Su divinidad en el doble aspecto del conocimiento de los pensamientos y del poder sobre la creación; pero al mismo tiempo Él se identifica con Pedro (quién había hecho de Él un judío como cualquier otro), diciendo "para que no LES demos motivos"(Mateo 17: 27 - Versión Moderna); y si a un pez se le hace traer el dinero que Él necesita, es tanto para Su pobre discípulo así como para Él -"por mí y por ti." Él los coloca con Él en la posición de hijos, y Él mismo se coloca en la posición de ellos, aunque Él era el Dios de todo conocimiento, a quien cada criatura, excepto el hombre, estaba ansiosa de obedecer. ¡Él se coloca a Sí mismo en igualdad de condiciones con ellos, dónde el amor y la humildad estaban gozosas en la gracia hacia el pobre, siendo Él, el más pobre de todos!

 

CAPÍTULO 18

 

         Es en base a esta humillación del Salvador, un principio que se une con la gracia y es su manifestación perfecta, en lo que tiene su fundamento todo lo que aquí sigue. Jesús haría que Sus discípulos tomaran este lugar e identificándose con lo más pequeño, así como Él mismo había hecho, actuaran también en la gracia; porque Él vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (una posición infinitamente más gloriosa que la del Mesías, por la que los judíos lo rechazaron, porque Él habló la verdad). Y ese era el caso con todo hombre, tanto los niños así como los otros; porque aquí el Señor aplica a un niño los principios de Lucas 15; porque si ellos estaban perdidos, no era la voluntad del Padre que ellos deban perecer. Incluso es así en la iglesia (porque se funda sobre el rechazo del Mesías) donde los Suyos deben actuar en la gracia hacia un hermano, en toda ocasión.

 

         Aquí está la regla, su hermano debe ser GANADO; la auto-humillación nos eleva a esta altura y nos permite actuar en la gracia hacia todos. Pero esta gracia, ejercida incluso hasta el final para el cuidado de la congregación, y rechazada por quién era el objeto de ella, lo pondría (ya sea judío o gentil) en la posición de un publicano y un pagano. Por una parte, la gracia se vuelve el principio de acción; por la otra, la iglesia, establecida por y actuando en el principio de la gracia, se vuelve el recinto con referencia al cual uno debía hablar de la exclusión o de la aceptación de un publicano y un pagano; porque todo lo que los discípulos aten en la tierra, será atado en el cielo. Tal es el maravilloso efecto del rechazo del Mesías y la posición de los que se identifican con Él en este rechazo; porque ahora, dónde dos o tres se hallan reunidos en Su nombre, Jesús se encuentra en medio de ellos. Allí Él ha puesto Su nombre para bendición. Vean Éxodo 20: 24; Deuteronomio 12: 5, 11, etc. . .  Así son expuestos ante Sus ojos, los efectos de Su rechazo en el poder de esta obra cumplida ante el Padre (aunque esto era como en sombra).

 

         En respuesta a Pedro, quien pregunta cuán lejos debe ser llevado este caminar en la gracia, el Señor muestra que no había ningún límite, puesto que era un principio esencial a la naturaleza que actuaba en la gracia; sería un límite para el privilegio del hombre y para la naturaleza de Dios. En el reino de los cielos, la misericordia triunfa por sobre el juicio.

 

         El Señor da, no obstante, no sólo un principio, sino una semejanza del reino que se aplica, me parece,  históricamente. Al ser los judíos culpables de diez mil talentos por la crucifixión del Hijo de Dios, Dios actúa en la gracia por medio de la predicación del evangelio a la nación, en virtud de la intercesión de Jesús, que es a lo que responde la predicación de Pedro en el testimonio del Espíritu Santo (Hechos 3); pero ellos rehúsan la gracia a los gentiles, mucho menos culpables hacia ellos de lo que ellos mismos eran hacia Dios, y vino sobre ellos la ira hasta el extremo. Lucas 23: 34; Hechos 3: 17; 1a. Tesalonicenses 2: 16.

 

CAPÍTULO 19

 

         El Señor prosigue con los principios en los que subsisten las relaciones del pueblo con Dios. Él no debilita los principios que existían: al contrario, Él los confirma; pero ahora Él va más allá y deja al pueblo bajo las consecuencias de la violación del pacto bajo el cual ellos se encontraban, y sin el goce de las nuevas bendiciones en las que Él introdujo a los que lo acompañaron en Su rechazo.

 

         En la respuesta a los Fariseos, quienes lo tentaron por cuestiones de sus escuelas, en las que no estaba el temor de Dios -Él describe cosas superiores a la ley. Él habla como el Hijo del Hombre. Él confirma, en toda su extensión, los lazos que Dios había formado; la ordenanza de Moisés no hizo sino soportar la dureza de su corazón. La ley simplemente reconocía las relaciones que la precedieron; lo que era más que esas relaciones, fue solamente para una época.

 

         El segundo principio que Él enuncia es la humildad, la disposición a ser enseñados, y la confianza de un niño: este es el principio por el que uno entra en el reino.

 

         En tercer lugar, se niega toda bondad en el hombre; sólo Dios es bueno. (Vean la posición que Cristo toma al principio del Salmo 16. Él ha dicho a Dios, "Tú eres mi Señor; mi bondad no te aprovecha a ti, sino a los santos que están en la tierra, y a los excelentes, en quienes tengo toda mi complacencia."(Versión Moderna)) Entonces el Señor, repitiendo y comenzando con la palabra del joven, confirma a la ley como condición de vida, y le dice: "Si quieres entrar en la vida; guarda los mandamientos." Allí estaba el principio de la ley, y es también lo que el joven había hecho exteriormente.

 

         En su respuesta respecto a eso, el Señor va más allá: Entrega entonces tu corazón -Yo mismo soy la norma para eso- y tendrás tesoro en el cielo: otras esperanzas se abren a través de Mi rechazo. El  joven se fue triste. La única respuesta a esta insuperable dificultad para el hombre pecador, la única llave que abrió la puerta del reino de Dios, fue: "Para Dios todas las cosas son posibles."(Versión Moderna)

 

         El capítulo es notable al respecto, es decir, por la manera en que Jesús confirma a los judíos aquello que era fundamental en la ley, "Haz esto, y vivirás." Él mantiene la justicia eterna de Dios en lo referente a los lazos de naturaleza: Él funda todo esto en lo que precedió incluso a la ley, y (puesto que las relaciones en las que se basó la ley, precedían a la ley) Él recurre desde ella, a lo que era de Dios en el principio. Él también va más allá de la ley para quien la observaba en su relación regular, y se presenta a Sí mismo como la verdadera medida para el corazón -Él, el rechazado, quién no era del mundo. ¿Cuál es el único medio de llegar a ello? La respuesta es: "Para Dios todas las cosas son posibles."(Versión Moderna) Él reconoce todo lo que Dios había puesto en el judaísmo; pero él deja de ser un judío: el joven no podría vivir en un fundamento semejante.

 

         Estas palabras de Jesús levantan en el espíritu de Pedro esta pregunta: ¿Qué pues tendremos nosotros -nosotros que lo HEMOS dejado todo y te hemos seguido? La respuesta, fundada en la gloria ya revelada en el monte de la transfiguración es, que cuando el Hijo del Hombre volverá en Su gloria, en la regeneración, los doce estarán en su lugar sobre doce tronos juzgando a las doce tribus de Israel.

 

         Esta respuesta deja todo a un lado, hasta la restauración de Israel, y pone nuevamente a los discípulos en relación con este principio, omitiendo lo que, en el intervalo, era para la iglesia; pero también está totalmente fuera de las relaciones legales del pueblo con Dios. Si se cumpliera la ley, el resultado sería la vida. Aquellos que siguieron a Cristo, cuando los judíos bajo la ley lo rechazaron, deben juzgar a Israel en el día de la gloria del Hijo del Hombre. Ellos habían seguido al Señor en Su rechazo por parte de Israel; ellos deben participar en Su gloria cuando Él sea la Cabeza gloriosa de Su pueblo y del mundo entero. Es más, quienquiera que haya actuado fielmente en esta relación y haya tomado a Cristo como su porción, debe recibir a ciento por uno aquí abajo, y además vida eterna. No obstante, uno no puede juzgar nada de antemano acerca del grado relativo de gloria de los individuos por su presente posición.

 

CAPÍTULO 20

 

         El reino fue establecido por la soberanía de la gracia, y si Dios llamó a los obreros a la hora undécima, Él podía recompensarlos como Él quisiera. Así, los últimos serán primeros, y los primeros, últimos. Por un lado, entonces, estaba el estímulo de la recompensa de las labores y los sacrificios; pero, por el otro, si uno perdía de vista el principio de la gracia, con miras a exigir esta recompensa como un derecho, y para que otros no deban tenerla, entonces aquí está la respuesta: "¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío?"(LBLA) Alegrados por la perspectiva de una recompensa ilimitada, nosotros estamos completamente en el principio de la gracia.

 

         Habiendo expuesto así los motivos del trabajo en el reino de los cielos, después de haber explicado la transición de la obediencia a la ley (para tener vida) a la devoción cristiana, el Señor pone claramente ante los ojos de Sus discípulos el camino que, aquí abajo, conduce a la gloria. El Hijo del Hombre debía ser rechazado, entregado a los gentiles y crucificado; pero aún aquí el Señor muestra Su profunda y completa sumisión a Su Padre. Sus discípulos beberán de Su copa, es verdad, (es Su respuesta a aquellos que le pidieron a Él los primeros lugares), pero acerca de su recompensa, Él la dejó a Su Padre; Él no pretende asignarla a otros. Una dependencia completa de Su Padre -tal era la posición de Cristo. Él no tenía ni siquiera, por así decirlo, el patronato de Su reino.

 

         Este deseo de los dos discípulos era en sí mismo solamente una manifestación del espíritu de la carne; los gentiles actuaban así. Jesús habla de los gentiles porque Él reconoce al remanente de Israel en Sus discípulos, un remanente que, aparentemente, perdió su lugar siguiéndolo a Él. Su relación con Israel debía ser manifestada en gloria; pero el que quiera llegar a ser grande entre ellos, que sea un siervo. Es lo que había hecho el Hijo del Hombre; Él vino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.

 

         Desde la transfiguración, el Señor actúa según principios que van más allá de la ley, aun cuando reconoce su fuerza según lo que Dios había dicho de ella -principios que aseveran un Mesías rechazado, y muestran dónde es necesario llegar, esto es, para acompañarlo a Él fuera del campamento. Era el Hijo del Hombre sirviendo y dando Su vida como un rescate, y no el Mesías coronado con la gloria de Israel: estos son capítulos de transición.* La iglesia no está allí. Estas son las relaciones del Hijo del Hombre, rechazado por los judíos y tomando otro lugar, pero asegurando a aquellos que lo siguieron, su verdadera posición en la gloria en la época que vendrá, cuando los judíos sean restaurados; pero, refiriéndose al Padre, estando sujeto y solamente teniendo que sufrir Él mismo. Era el Padre quién debía glorificarlos; entonces los que lo siguieron ahora debían actuar nuevamente en los judíos, y eso desde el seno de la gloria.

 

{* La transición de la posición de Mesías a la de Hijo del Hombre es muy impresionante en este Evangelio, y este último título siempre tiene a la vista la gloria futura de Cristo, aunque Él ya era el Hijo del Hombre en la humillación. La esfera de Su gobierno y todo el pensamiento que están circunscritos a ella, son de una magnitud mucho mayor de las que están circunscritas al título de Mesías. Nosotros hemos visto a la iglesia fundamentada en la confesión del Hijo de Dios, porque allí se encuentra la vida que la hace vivir y el principio de sus relaciones con el Padre; pero, como Hijo del Hombre, Cristo es el heredero del hombre, y eso según los consejos de Dios con respecto al hombre, y no sólo hasta el punto del dominio de Adán. Es absolutamente otra idea y otra posición de la de heredero de David, cualquiera pueda haber sido Su gloria en este carácter. (Ver el Salmo 8.)}

 

         Al cierre del capítulo, el Espíritu Santo retoma el hilo de la historia: Cristo se presenta por última vez al pueblo, como tal; y, reconocido como el Mesías, el Hijo de David, Él actúa en poder a favor de aquellos que lo reconocieron, a saber, dos hombres ciegos; y en  (Nota del Traductor: frase incompleta en el original)

 

CAPÍTULO 21

 

         Se da un testimonio público de Él, como el Hijo de David; luego viene el juicio de todo el pueblo en Su presencia. En el evangelio según Juan, se da el testimonio a la gloria de Jesús como Hijo de Dios por la resurrección de Lázaro; a Su gloria como Hijo de David por Su entrada en Jerusalén que también se cuenta aquí; y a Su gloria como Hijo del Hombre por la llegada de los griegos que piden verlo, lo que le dio lugar para anunciar Su muerte. Pero aquí, en este evangelio que está ocupado con el Mesías y Sus relaciones con los judíos -relaciones interrumpidas por sus pecados, y retomadas después en la gloria- el asunto es solamente el de Su gloria mesiánica, a la que Dios da un testimonio según la palabra del profeta.

 

         Y, en primer lugar, es el Señor quien se anunció a Sí mismo; todo está a Su disposición. Él envía a buscar el asna y ordena a Sus discípulos que contesten, "El Señor los necesita", a los que preguntaron por qué actuaron así. Montado en el asna, Él entra en Jerusalén como un Rey, según la predicción de Zacarías. Las multitudes lo saludan, conforme al Salmo 118, y anuncian a la ciudad entusiasmada que es Jesús, el profeta de Nazaret, que ellos reciben así como Rey.

 

         Jesús, habiendo entrado en el templo, ejecuta juicio, purifica la casa de Dios, denunciando la iniquidad que lo había profanado, y sana a aquellos que no podían ver ni caminar. Él trae a la memoria de qué manera los Salmos mostraron que el Señor vindicaría Sus derechos por boca de niños, y deja la ciudad para dirigirse a Betania. Él entra como Señor, Rey y Juez; pero Él no es más de Jerusalén. El muestra la condenación de Israel, lleno de apariencia pero sin fruto, por medio de la maldición de la higuera, y declara a los discípulos, sorprendidos de lo que le había pasado al árbol, que si ellos tuviesen fe, ellos deberían hacer desaparecer la montaña que estaba ante ellos, toda la estabilidad de la nación que debe ser arrojada entre los pueblos.

 

         Al día siguiente, mientras ellos demandaban con qué autoridad Él hacía estas cosas, Él devuelve lo sustancial de la pregunta sobre la conciencia de aquellos que se la dirigieron; una conciencia muy poco recta para responder, y la que, escondiéndose bajo una pretendida ignorancia, Le permitió por esa misma causa la libertad de negarse a responderles. Era evidente también que ellos no confesarían lo que sabían bien; habría sido imposible contestar y habría sido sólo una sanción dada a la iniquidad. Además, el Señor sondea su conciencia en lugar de reconocer su autoridad; esto es lo que era digno entonces. Él es el Mesías a pesar de ellos, y Él juzga, y como resultado de eso Él les presenta, comenzando por ellos mismos, el verdadero retrato de su conducta, peor que la de los publicanos y de las rameras. Luego Él describe toda la conducta de la nación hacia los mensajeros que Dios les había enviado, incluso hacia Su propio Hijo, y Él les hace pronunciar su propia sentencia, que Él apoya con una cita del Salmo 118: 22. Finalmente, Él les anuncia, aludiendo a este Salmo, la consecuencia de caer sobre esta piedra, y la suerte todavía más terrible de aquellos sobre quienes esta piedra debe caer en juicio.*

 

{* Este hermoso pasaje, desde el capítulo 21: 28 al 22: 14, describe con exactitud asombrosa todos los caminos del Señor con respecto a los judíos y sus caminos. Se presenta allí la segunda invitación a los judíos, después de la muerte del propio Jesús. Cuando Dios pudo decir con toda su fuerza, "Todo está dispuesto", es entonces cuando ellos mataron a los mensajeros, como el Señor les predijo su decadencia, capítulo 23.}

 

CAPÍTULO 22

 

         Hasta este punto, el Señor los había tomado en su propio terreno, como judíos, citando sus propias escrituras, y juzgando su estado, considerándolos como la viña del Señor; era el propio Hijo del Rey quién buscó frutos en la viña que Él había confiado a los labradores. Pero había otro punto de vista, la actividad de Su Hijo; y el reino de los cielos es presentado por el amor de Dios y Sus consejos en el asunto, como el banquete de bodas del Hijo del Rey al que ellos habían sido invitados y no vendrían: por eso su rechazo y el llamado a los gentiles, pero, consecuente con esa llamada, el juicio de aquellos que realmente no se habían revestido de Cristo. La nación, en general, había sido juzgada entonces según su posición real y en vista de la gracia que había rechazado, gracia que la invitó a la boda del Hijo del Rey, dónde iba a ser sustituida por pobres miserables reunidos de todos lados, pero recibidos por Dios. Las diferentes clases de Israel, ahora en su ceguedad, son presentadas para el juicio. Los partidarios de la ley y de los derechos de los judíos, se unen con la impiedad que los vendió a los gentiles, y le preguntan si ellos deben reconocer este dominio de los gentiles sobre el pueblo de Dios. El Señor los deja donde su iniquidad los había puesto, demandando que ellos deben dar a Dios Su verdadero servicio. Después de eso vinieron los saduceos, quienes son juzgados por el simple pero poderoso testimonio de la palabra. El Señor Jesús da los grandes principios fundamentales de toda la ley y los profeta -principios que, más aún, debían ser realizados solamente en el evangelio y en el hombre renovado. Entonces Él presenta el enigma de Su propia posición, según el Salmo 110: los judíos fueron completamente incapaces de resolverlo. Desde ese momento ningún hombre osó hacerle más preguntas.

 

CAPÍTULO 23

 

         El Señor pronuncia un juicio, aun cuando reconocía completamente la autoridad judicial de lo que existía entre los judíos, una autoridad basada en la ley, que puso en un mismo nivel a todos quienes administraban esa autoridad, insistiendo en que incluso la forma de ella no debía subsistir nunca más en medio de los Suyos y que el mayor de entre ellos debía ser un siervo, porque el que se enalteciere sería humillado.* Lo que todavía estaba faltando para llenar la medida de los escribas y los fariseos era empapar sus manos en la sangre de los testigos de Dios, de lo cual ellos se jactaban de ser inocentes. Ellos estaban a punto de ser puestos a prueba y todo el derramamiento de sangre debía ser requerida a esa generación. Finalmente, el Señor, movido con afecto por la ciudad amada por Dios, declara que su casa sería dejada desierta y que aquellos a quienes Él estaba hablando no lo verían más hasta que dijesen, "Bendito el que viene en el nombre del Señor", según el Salmo 118 ya citado dos veces: testimonio de su restauración en paz en el momento de la venida de Cristo y de la preparación de su corazón antes de Su advenimiento. 

 

{* Pero este pasaje es notable mostrando cuán poco, en este evangelio, el Señor apartó a los Suyos de la posición del remanente judío. Esta instrucción no tenía ningún lugar entre ellos; para ellos no había ni escribas ni fariseos ni la cátedra de Moisés; sino que él también desea verlos en este evangelio, como un remanente judío, teniendo, como tal, relación con la nación.}

 

CAPÍTULOS 24 y 25

 

         La nación fue juzgada y su restauración predicha, cuando su corazón debía estar preparado para recibir a Aquel a quien Dios había enviado; pero los discípulos no estaban instruidos aún en las circunstancias que debían tener lugar en el intervalo, ni tampoco sus corazones estaban separados de la gloria del orden anterior de cosas. Este capítulo nos trae a las comunicaciones de Cristo sobre este asunto, y proporciona las advertencias necesarias para el remanente fiel.

 

         Lo primero que Jesús les anuncia es el juicio de Dios sobre lo que existía en ese tiempo ante sus ojos y de lo que los discípulos tenían una idea tan exaltada. Allí no debía quedar piedra sobre piedra. Estando sentado el Señor en el monte de los Olivos, Sus discípulos vienen a Él. Lo que el Señor les había dicho les sugirió esta pregunta, o más bien, estas preguntas: ¿Cuándo tendrán lugar estas cosas, a saber, la destrucción del templo? ¿Qué señal habrá de Tu venida, y del fin del siglo?

 

         Debemos recordar que para los discípulos el siglo no era el Cristianismo, sino al contrario, el estado del judaísmo hasta la venida del Mesías; para que estas cosas se relacionaran en su mente. El Señor había hablado de la destrucción del templo, lo que tenía más o menos relación con el mismo pensamiento; no obstante, es más bien la revelación que el Señor había hecho acerca de ese asunto lo que dio lugar a las preguntas que ya habían ocupado sus mentes con anterioridad.

 

         En Su respuesta Él no toca la primera de estas preguntas, es decir, la época de la destrucción del templo. De hecho eso no les involucraba; porque ese templo ahora no era nada para ellos a los ojos del Señor. Él considera su posición bajo dos puntos de vista, esto es, el punto de vista general, según el cual ellos se encontraban en una posición de testigos; y el punto de vista especial, cuando "la abominación desoladora" estaría en Jerusalén. El primero se extiende hasta el fin del versículo trece; el segundo desde el versículo quince hasta el veintiocho.

 

         Lo primero que el Señor señala, es que la ruina en la que Su partida iba a dejar a Jerusalén daría lugar a muchos falsos Cristos que vendrían en Su nombre. Los discípulos no deben dejarse engañar por ellos. También habría guerras y rumores de guerras,* pero ellos no deben perturbarse por ello; estas cosas deben tener lugar, pero aún no sería el fin. Porque se levantaría nación contra nación, y reino contra reino, y habría pestes, y hambres y terremotos en diferentes lugares, y todo esto sería solamente el principio de dolores. Así es el exterior, los eventos providenciales de los que ellos tendrían conocimiento.

 

{* Aquí comienza, a mí me parece, el aspecto más propiamente histórico.}

 

         Tal sería el estado del mundo, y lo que pasaría allí en este tiempo en espera del Señor y del fin del siglo; cuando el tiempo se acercara, y que aquellos que tengan inteligencia deben esperar Su venida a la tierra y para la tierra, una espera que se identificó de una forma con los intereses de los judíos, es verdad, está más o menos claro, no obstante según Dios. Él habla de Sus discípulos como del remanente judío; pero, aunque ellos estaban rodeados por circunstancias judías, el odio contra ellos, aun cuando tenía su fuente entre los judíos, se extendería aún más allá; ellos serían odiados por todos los gentiles por causa del nombre de Cristo. También habría traiciones, muchos serían engañados -falsos profetas entre los que pretendían tener las mismas esperanzas, y el exceso de iniquidad enfriaría a muchos de ellos. Pero, quienquiera que perseverase hasta el fin sería salvo. Todos esto supone a los discípulos en relaciones judías; no que el testimonio de Dios estaba limitado a eso; sino que, cualquiera que pudiera haber sido en otra parte la extensión del testimonio, el Señor habla aquí de aquellos que estaban relacionados con las esperanzas, los pensamientos y las circunstancias de los judíos. El testimonio del evangelio del reino sería llevado eficazmente a toda la tierra habitada, a todas las naciones, a todos los gentiles. Aquí no es un asunto de salvación y de la unión de la iglesia en un solo cuerpo con Cristo, sino del evangelio del reino: "este evangelio del reino" sería anunciado a los gentiles (el evangelio que Jesús predicó a los judíos; no Su muerte, que no era un evangelio para los judíos, porque fue un efecto de su incredulidad con respecto al evangelio que Él predicó; sino que el testimonio de que el reino estaba al alcance de la mano).

 

         Si el terreno de todo eso permanece, para el cristiano, hay una particularidad que es apropiada al testimonio de Juan el Bautista, de Cristo en la tierra, y de los discípulos en los últimos días.

 

         Este versículo catorce se toma bastante aislado como un hecho que ha de suceder antes de que llegue el fin de esta edad (siglo) en la tierra. Aquí entonces el Señor, aunque Él pueda haber dado advertencias útiles para Sus discípulos, como cristianos, en aquellos días, toma el mismo punto de partida que ellos toman en sus preguntas, y regresa al punto hacia donde tendían sus pensamientos, sin corregir nada acerca de esta tendencia. Él se interesa acerca de las mismas cosas; Él no reconoce, es verdad, a la nación y al templo tal como existían entonces; pero Él no busca elevar sus esperanzas al cielo. Él supone que sus relaciones siempre subsisten con la tierra, con Israel, pero según Dios; como un remanente, y como teniendo el testimonio de Dios en medio de todo eso. Es justo lo que sucedió durante parte de sus vidas; luego eso fue, como efectivamente lo fue, eclipsado por la iglesia, pero se cumplirá completamente en los últimos tiempos, al principio del esfuerzo laborioso de dar testimonio, que introducirá el fin del siglo.

 

         Por consiguiente, en el versículo quince, el Señor determina el asunto claramente por una fecha, o por lo menos por un evento que es local, y qué tiene una conocida relación con el fin; y aquí está la segunda parte de Su discurso, dónde todo es señalado con precisión. La abominación desoladora, de la que habló Daniel, será puesta en el lugar santo; y aquí debemos referirnos enteramente a Daniel ("el que lee, entienda"), es decir, que esto tiene referencia con lo que pasará en Jerusalén y en esos países, definidamente en esta localidad, y con nada más, y eso en los últimos días. Cuando esto pasará, los discípulos, instruidos por la profecía, deberán huir. Aquí la esperanza es completamente judía. Es evidente que no me corresponde salvar mi vida huyendo de Jerusalén; que el propósito del cristiano no es más que la carne sea salvada, es decir, que su vida aquí abajo deba ser perdonada. En una palabra, ellos son judíos, teniendo fe, pero en circunstancias, pensamientos e inteligencia judías. Ellos debían orar a Dios que su huida no fuese en día de reposo, etc.

 

         Entretanto, querido lector, ¡vea qué ternura, la de Dios en medio de estas escenas de horror, en las que, si la mano de Dios no estuviera extendida en la gracia, ninguna carne se salvaría! ¡Vea la majestad de los cielos, que se digna pensar en la condición del tiempo que Él proveerá para la huida de Sus pobres criaturas y del día de reposo que podría ponerles traba! Pero aquí hay que hacer un comentario muy importante, que es que el Señor dice, "Vuestra huida", y, "Cuando veáis", es decir, que, aunque las circunstancias podrían cambiar, Él siempre considera a Sus discípulos bajo su carácter judío.

 

         Por el versículo quince del capítulo 24, es evidente que el Señor se dirige a ellos de la misma forma que a aquellos de quienes está la pregunta en los versículos precedentes: "Mirad que nadie os engañe" (versículo 4); "Por tanto, cuando veáis"(versículo 15); es decir, Él ve a Sus discípulos en relación con la nación, tal como Él lo había hecho para con la propia nación en el capítulo precedente, versículo 37, donde Él la identifica con la nación en los últimos días, "desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor." Sin embargo, hay en las circunstancias una diferencia suficientemente importante. Él supone la muerte de muchos durante el primer período sin fecha. Cuando la abominación está allí, es un asunto de salvar uno su vida. En este principio de dolores que no tiene ninguna fecha fija, pero que supone a los discípulos judíos en Palestina, entregados unos a otros y odiados por los gentiles, la esperanza de muchos todavía estará fundada más en la resurrección que en la liberación obrada por el advenimiento del Mesías. Los Salmos (que presentan a mi mente las relaciones de Cristo con los judíos, considerado tanto como el hombre justo, o como el Rey en Sion) hablan de Él ya sea proféticamente o del remanente fiel, animado por Su Espíritu con más o menos inteligencia, y de Sus circunstancias en los últimos días.

 

         Ahora bien, el libro de los Salmos está dividido en cinco partes que tratan cada una de un asunto diferente. En la primera se encuentra allí muy frecuentemente la esperanza de resurrección; en las otras, casi más; en todas se ve la expectativa de liberación; pero en la primera, esta expectativa avanza más allá, cosa que apenas tiene lugar en las otras. Pues bien, desde el principio de la segunda parte, el Espíritu de Cristo, en el remanente, habla como habiendo sido obligado a abandonar Jerusalén, cuyo recuerdo es precioso para Él. Él apela a ella ante Dios contra los gentiles en el Salmo 42; y contra los judíos impíos en el Salmo 43.

 

         Es muy evidente que los discípulos a quienes Jesús se dirigió, aun cuando tenían, en el momento de Su conversación con ellos, esperanzas judías, disfrutaron en un período posterior de la esperanza de la resurrección, y mucho más; pero Él les habla aquí según su posición real ante Él, y como Profeta, Él les declara lo que se refería al remanente fiel del pueblo llamado a dar testimonio, así como Él les había mostrado en el capítulo precedente el destino de la nación. Los discípulos eran "los entendidos" de Daniel 11 y 12, quienes son llamados aquí a entender lo que la inteligencia les promete en esos capítulos.

 

         Entonces se dan las advertencias para el tiempo de testimonio hasta el fin del versículo trece, y, habiendo anunciado la predicación del evangelio del reino entre todas las naciones, por lo menos entre todas aquellas de la tierra profética (habitable), tenemos desde el versículo quince, las instrucciones de Jesús para el tiempo de los últimos mil doscientos sesenta días. Entonces los falsos Cristos engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos; pero la venida del Hijo del Hombre será como el relámpago, porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, tal como el vuelo del águila, el juicio de Dios caerá.

 

         Aquí concluye la segunda parte, la que trata de la gran tribulación en Jerusalén y de los peligros que la acompañan, incluso para los muy escogidos, peligros a los que pone término el advenimiento del Hijo del Hombre. Las circunstancias de aquel tiempo, cuándo llegará, proveerá una fecha y señales. Más aún, y como resultado general, inmediatamente después de la tribulación de esos días, todas las potencias de los cielos serán conmovidas; y entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo. Se habían dado muchas advertencias a los discípulos, pero ninguna señal al pueblo en la tierra; incluso había sido negada: la señal del Hijo del Hombre estaría ahora en el cielo en Su venida. Haberle dado una señal a la generación que ya había sido rechazada habría estado fuera de lugar; era demasiado tarde, porque estaba a punto de ser juzgada: cuando lamentarán todas las tribus de la tierra (de Israel), de acuerdo con Zacarías 12, y verán al Señor venir en las nubes del cielo. Todo ojo le verá; pero yo creo que aquí Jesús se restringe a Israel, yo no digo a Jerusalén: ellas son todas las tribus de la tierra de Israel las que son llamadas a preocuparse aquí. Pero esto no será todo: Él reunirá a los escogidos* de este pueblo de los cuatro vientos, de todos los países dónde ellos estarán esparcidos en aquellos días. Dos cosas, acerca de la época, están claramente señaladas por el Señor aquí:

- en primer lugar, las circunstancias de las que Él precisamente ha estado hablando. Cuando todas estas cosas pasarán, Su venida y el fin de la edad estarán a las puertas;

- en segundo lugar, la generación actual de los judíos no pasará hasta que todo esto suceda. Hay circunstancias para ellos que hay que entender. Acerca de las fechas, si se pregunta acerca del día o la hora, solo el Padre las conocía.**

 

{* Vean Isaías 65: 22, un pasaje, no obstante, que parece restringirse a los ya escogidos en el país; aquí ellos son buscados desde lejos. Yo sólo lo cito por la fuerza que tiene aquí  la palabra "escogido".}

  

{** Por mi parte, yo creo que todos los cálculos que han sido hecho son sin fundamento. Puede haber muchas y muy interesantes cosas en las obras en las que ellos se encuentran, como yo he encontrado a menudo; pero los cálculos mismos son sin base. Creo que ha habido cosas análogas, en donde los principios del mal que se desencadenarán en los últimos días, se han desarrollado más o menos; pero con respecto a los cálculos exactos, ellos están basados en un principio falso, porque estas fechas, en su aplicación exacta, son aplicables a los judíos de los últimos días.}

 

         Acerca de la generación, yo ni siquiera dudo que el Señor usa esta expresión moralmente, algo que se hace  constantemente en la palabra. "Irá a reunirse con la generación de sus padres, quienes nunca verán la luz." Salmo 49: 19 (LBLA). "La simiente escogida le servirá; esto será contado de Jehová hasta la postrera generación." Salmo 33: 30 (Versión Moderna) Vean especialmente Deuteronomio 32, que trata precisamente de este asunto, en los versículos 5 y 20.

 

         Si el día no es conocido excepto sólo por el Padre, pienso que eso concuerda con lo que se dice en el Salmo 110: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies." El Señor, quien espera todo aquí abajo como siervo de Su Padre, no ha recibido sino esta palabra de Su boca, "hasta." Nada fallará, ninguna incertidumbre en los eventos, ni una palabra que ha procedido de Su boca caerá a tierra. Acerca del momento, este sería como en los días de Noé; es decir, un juicio súbito e inesperado en la tierra; ellos deben ser sorprendidos por éste, cuando ellos menos lo esperen. No obstante el Señor sabrá cómo distinguirlos y dejar a aquellos a quienes Él considere merecedores, aunque dos hombres estarán en el mismo campo, o dos mujeres en el mismo molino.

 

         Era entonces que los discípulos, instruidos de antemano, debían velar, porque ellos no sabían a qué hora iba a venir su Señor.

 

         Pero puede se puede preguntar, ¿cómo es que el Señor identifica a Sus apóstoles con los rebeldes judíos que serán sorprendidos por el juicio?; y puesto que la iglesia va a subir a Él en el aire, ¿cómo puede suceder que se encontrarán dos en el mismo campo en el día del Hijo del Hombre? Verdaderamente, esto no le pasará a la iglesia, tanto como es muy cierto que no les sucedió a los apóstoles a quienes fueron dirigidas estas palabras; sino que en este discurso el Señor no le habla individualmente a nadie, sino a clases, a ciertas categorías de personas. Nosotros tenemos una prueba evidente de esto en el versículo 39 del capítulo 23 referente a los judíos, y en el versículo 15 del capítulo 24 referente a los discípulos. "Cuando veáis la Abominación de la Desolación,"(LBLA), etc.. Es seguro que los discípulos nunca la habían visto; incluso es seguro, por el libro de Daniel, que se refiere a los últimos días. La comparación del versículo veintiuno con el comienzo del capítulo 12 de Daniel y luego la fecha vinculada a este evento al final de este último capítulo, lo demuestra con la evidencia más evidente.

 

         Así entonces, en el capítulo 23, tal como aquí, el Señor habla de ciertas clases de personas: y aquí, del remanente fiel de los judíos. Es verdad que los que componían este remanente fiel en ese momento estaban en el goce de privilegios muy superiores a la posición aquí en cuestión; pero el Señor no está hablando ahora de esto. Él está ocupado con el remanente y Él podía hablar a Sus apóstoles bajo este aspecto, porque ellos eran el remanente en ese momento, y colocados por la nación en presencia del rechazo del Mesías, cualesquiera que puedan haber sido los privilegios superiores que ellos puedan haber disfrutado individualmente después.

 

         Todo esto supone un evangelio del reino, especialmente predicado en los últimos tiempos; como también supone a personas que serán perseguidas por causa del nombre de Cristo, pero quienes, al mismo tiempo, serán más o menos identificadas con las esperanzas judías, quienes incluso serán del remanente judío; y yo creo que la palabra nos lo dice así. Yo veo, al final de Isaías y de Daniel, a escogidos distinguidos de la masa de aquellos que serán perdonados; pero ellos son judíos, ellos se ocupan de los intereses judíos, y gozarán de la liberación de este pueblo y de las bendiciones que serán el resultado de esto en la tierra. Vean Daniel 10, 11, 12 e Isaías 65, 66. Parece que a algunos se les dará muerte, ya sea durante el período llamado el principio de dolores o durante la última tribulación.

 

         Es evidente que estas dos clases tendrán parte en la primera resurrección; lo que es también lo que el Apocalipsis muestra claramente en el capítulo 20. También, como un principio, esto debe estar suficientemente claro. Hemos dicho que el mismo asunto se encuentra repetidamente en los Salmos, sólo que mucho más (por lo menos como una esperanza) antes de la gran tribulación de la última media-semana. Pero esto no cambia el destino de la mayor parte de estos santos. Me parece (pero aquí yo no iré más allá de eso), que aquellos que en esta época han sido testigos fieles, pero a quienes no se les dio muerte, se identificarán particularmente con el Señor Jesús, como Rey de los judíos en la tierra. Ellos habrán sido, según la medida que se les dio, lo que Él mismo era en la tierra; es decir, un testigo en medio de un pueblo que lo rechazó. Los Salmos llevan la impronta de esto. Sólo debemos agregar, como un hecho, el testimonio del reino a los gentiles; porque, si hay lugar para la misericordia, el Señor no podría golpear sin que se hubiese dado previamente un testimonio. Hasta ahora esta predicación no ha sido asignada al remanente; sólo se dio como una señal, como lo que va a pasar antes de que llegue el fin de la edad y el Hijo del Hombre venga a la tierra; pero no se dice que deba ser la obra del remanente judío. Es una señal que se les da.

 

         Tenemos definitivamente el principio de dolores, y los consejos y advertencias apropiados para este período; el tiempo de la gran tribulación cuando la abominación desoladora sea colocada en el lugar santo, y los peligros especiales de ese terrible momento; el abatimiento de todas las potencias de los cielos, la aparición del Hijo del Hombre y la reunión de los judíos dispersos en todo el mundo. O, si ustedes van a retroceder más atrás en el asunto, encontrarán en los capítulos 14 y 15, que los judíos son apartados y los principios en los que las relaciones de Dios, ya sea con ellos o con los gentiles, serán renovados; luego la iglesia en el capítulo 16; en el 17 la gloria del advenimiento del Hijo del Hombre; al final del capítulo 17 y en el 18, la posición de gracia y humillación que Cristo tomó, y la que los Suyos debían tomar en el entretanto; y en general todos los principios del reino establecidos por la fe, y los caminos de Dios en este respecto, hasta el versículo 28 del capítulo 20. Es en esta parte (y por eso he hecho este resumen) en la que tenemos la porción individual de los apóstoles, esto es, al final del capítulo 19; entonces, en los capítulos 21 a 23, viene el juicio de la nación, o si usted quiere, de esa generación; en el capítulo 24, la exposición de todo lo que concierne al remanente.

 

         Pero esto lleva a nuestro divino Maestro a considerar al remanente bajo otro aspecto que los discípulos escasamente  entendieron entonces, es decir, ya no más sus relaciones con Israel y las esperanzas de este pueblo, sino con Él; en otros términos, a considerar este remanente como encargado de Su servicio, como el séquito de Su gozo, como los que salen a esperar Su retorno, o finalmente, como encargados de Sus intereses aquí abajo en Su ausencia. Esto es lo que continúa desde el capítulo 24: 45 hasta el 25: 30. En el primer caso, no hace más que presentar la posición y el efecto de la fidelidad durante Su ausencia, y la manera en que la incredulidad se identificaría con el estado de corazón que abandona el pensamiento de Su retorno. Si durante la ausencia del Señor se rinde un verdadero servicio por el siervo sabio y fiel (aquí no es un asunto de ser "bueno") quién guarda su lugar para cumplir, en el cuidado dado a los que componen la casa,* lo que se le confió en la casa, bendito es ese sirviente; en el momento del retorno del Señor, él será puesto sobre todos Sus bienes. Este es aquí un gran principio de servicio al que los apóstoles fueron llamados -fieles en  su servicio en el Cristianismo y aplicable también para cada uno de nosotros en nuestro lugar. Pero aquí sólo se establecen la posición y el principio. Si había infidelidad, si el siervo abandonase el pensamiento del retorno del Señor, y siguiese su camino con aquellos que se embriagaban en el mundo, él debía ser contado entre los hipócritas y sorprendido a la hora que él menos esperaba.

 

{* Podemos comentar aquí que el servicio se refiere a la casa o a aquellos que componen la casa del Señor, y el cuidado que se les debe dar. Si es a los que formaron la iglesia, por lo menos es a ellos y a su servicio en su carácter judío, ya sea como a un cuerpo, o como una casa apropiada al Señor, ya que este pueblo estaba en el mundo. En la parábola de las vírgenes, es la expectativa de la gracia, el estado de aquellos que salieron a recibirlo. La tercera parábola es la actividad del servicio con Sus bienes.}

 

         Pero el Señor prosigue más allá de este principio general  y nos lleva de vuelta al reino de los cielos. Aquí está a lo que se parecería ese momento. Aquí no es la iglesia, propiamente llamada así, porque el Señor no podría presentar de esta forma a la iglesia como iglesia; es decir, Él no podía, presentando a la iglesia como tal, compararla a vírgenes que estaban en actitud de espera, como el séquito de la cena de las bodas del Señor, con una novia bastante distinta de la iglesia, y actuando estás últimas en ningún otro papel más que el de compañeras de la cena de bodas. Pero el estado del reino en este momento puede ser muy bien comparado a tales circunstancias: en efecto, cuando el Señor vendrá como Hijo del Hombre, a ejecutar el juicio contra el siervo malo y contra Israel, y para recibir a Jerusalén y al pueblo judío como Suyos propios, entonces el reino de los cielos podría ser considerado bajo este punto de vista; habrá personas que saldrán a recibirlo; allí estaba lo que representaba el reino. No era asunto de sembrar, ni de comprar campos, ni de separar el pez bueno; ni tampoco era más un asunto sobre la actividad del reino, sino de la conducta de aquellos que habiendo sido llamados, que habían salido a recibir al Novio. Aquí el asunto que tenemos a mano no es una esposa, sino la condición de aquellos que esperan por el retorno del Esposo.* Y esto es lo que había llegado a ser; la expectativa del Esposo estaba perdida: las vírgenes, al comienzo, habían actuado siguiendo este principio; ellas no podían abandonar esta posición, no obstante lo infiel que pudieran haber sido hacia aquello que habían tomado. 

 

{* Yo creo que si uno insiste en introducir a la esposa aquí (y el Señor no lo desea), es un asunto acerca de Jerusalén en la tierra.}

 

         Se preguntará aquí, ¿Habla el Señor de la iglesia? Se debe suponer por eso que, ¿se aplican estas exhortaciones y estas parábolas a ustedes que son miembros de ella? Yo contesto, ciertamente que también. Pero la explicación de la palabra no se detiene aquí. 'Iglesia' es una palabra de la mayor importancia. Si investigamos el uso de ella en las epístolas, veremos que no se encuentra en las de Pedro, y sólo accidentalmente en la de Santiago, y una vez en 3a. Juan 3, hablando de la conducta de un individuo aquí abajo. En el Apocalipsis, es un asunto de iglesias particulares pero nunca de 'la iglesia', excepto en la expresión ". . .y la Esposa dicen: Ven." En una palabra, solamente Pablo trata este asunto y emplea esta palabra, aplicándola a la unidad de los miembros de Cristo, a una sola iglesia, o a un solo cuerpo. Aquí tenemos: El reino de los cielos será semejante a. . ., etc.

 

         La iglesia siempre presenta la idea de un cuerpo, en la tierra durante el período de su prueba, pero unida a Cristo en lo alto; completamente para Él solo, separada para ser Suya, como una esposa a su marido. El reino de los cielos supone a los hombres en la tierra, el gobierno de Dios ejercido sobre un cierto estado de cosas, el reino de los cielos que continua el curso del gobierno de las cosas aquí abajo, aunque en nuevas circunstancias; no de la misma manera como en Israel: un gobierno limitado en su aplicación, que toma una forma particular, hasta que Cristo venga, porque Él aún no juzga; y esto es lo que da lugar, habiendo sido Él rechazado, a las particularidades contenidas en estas parábolas. Todos los que reconocen la autoridad de Cristo, no obstante, están aquí bajo su responsabilidad. Quizás, en ciertos casos, ellos son las mismas personas que los que componen la iglesia; pero ellos son contemplados bajo otro punto de vista.

 

         Aquí entonces, el reino sería como las vírgenes que salieron a recibir a un esposo que viene a la casa de su esposa. Él las supone saliendo; pero ¡ay!, mientras el esposo tarda en Su venida, ellas duermen y se despiertan a medianoche por este clamor: "¡Aquí viene el esposo. . .!" Lo que caracterizó el estado del reino es que todos se habían olvidado de su vocación; no era que no había ningún fiel; las vírgenes sabias tenían su aceite en sus lámparas. Pero todos en el reino, sabio o necio, ya sea el sincero y o el piadoso, o ya sea que ellos se engañaran a sí mismos, todos habían perdido el sentido de su vocación. Esta gran verdad, la venida del Señor, tuvo su influencia; ellos son despertados, pero para ser separados por la llegada y el juicio del Señor. Se había dado suficiente tiempo para probar su estado, pero ya no era el tiempo de recibir provisión de aceite. El regreso del Señor, con respecto a nuestro servicio, es siempre juicio y no gracia. Y vemos aquí que no es la iglesia como la esposa, porque Él nos toma con Él en Su venida, como Su esposa; coronando la obra de Su gracia en poder de vida y plenitud de aceptación.

 

         Pero encontraremos que el regreso de Cristo aquí abajo, Su manifestación, siempre es un tema de juicio y responsabilidad tanto para los cristianos como para los otros. Nuestro rapto, cualquiera sea el momento en que vaya a suceder (yo no estoy discutiendo eso ahora) siempre es gracia y favor pleno, comunes a la iglesia entera. Y es debido a que Su regreso es juicio, que Él agrega "Velad"; porque cuando Él estará allí, ya no será más el tiempo de la gracia.

 

         En la primera parábola tenemos el contraste entre quién sirvió al amo humildemente y el corazón que dijo: Él tarda en venir; en la de las vírgenes tenemos el efecto que eventualmente debe tener lugar por esta tardanza, un efecto que incluso debe manifestarse en el fiel; a saber, que el reino sería caracterizado por el completo olvido del regreso del Señor. Sin embargo, la gran diferencia era la posesión del aceite de la gracia escondido en el corazón, el Espíritu de Dios.

 

         Porque, de hecho, todo esto sería como un hombre quien, yendo a un país distante, confía sus bienes a sus siervos, de acuerdo con sus habilidades; entonces, después un largo intervalo, él vuelve. Es decir, el asunto es acerca de la fidelidad de los siervos, cuando ellos son dejados (para apariencia exterior) a sí mismos, y eso, durante un tiempo largo, para que su corazón sea puesto a prueba para ver si es de verdad del Señor, si ellos se identifican con Sus intereses cuando no hay ninguna señal de Su regreso; o si se olvidan de Él, como Israel en el Sinaí, que creyó que todo había terminado con Moisés. Pero presten atención aquí, que no es simplemente el hecho de estar preparado en la gracia, sino la actividad que inspira la confianza en el Señor. La actividad del servicio en amor de personas identificadas con los intereses de Cristo, buscando sólo eso y buscándolo con el celo impartido por ese amor, no en Su presencia dirigida por Su ojo, sino en Su ausencia; en la inteligencia y la actividad que da el Espíritu y con un conocimiento de Sus pensamientos suficientemente íntimo para poder actuar en Su ausencia. Los siervos son dejados a ellos mismos; yo no quiero decir con esto que ellos pueden hacer estas cosas sin la gracia. Lo contrario está suficientemente demostrado por el caso del siervo malo. Pero son puestos bajo responsabilidad; su condición es puesta a prueba; todo que el Señor hace es confiarle Sus bienes. Nosotros veremos lo que ellos son por el resultado. Es más, el asunto aquí no es acerca de la conducta moral del siervo, como en la primera parábola (capítulo 24: 45), ni de fidelidad a una posición en la que él realmente fue puesto; sino de inteligencia, de actividad, de la buena voluntad de un siervo, que como fuente de acción no tiene nada más que la señal de confianza que Su Amo le da al confiarle Sus bienes.* 

 

{* La diferencia entre esta parábola y Lucas 19, que en lo principal son lo mismo, es que allí, el principio de la responsabilidad del hombre es llevado mucho más allá; aquí, es la soberanía y la sabiduría del Señor. Hay otras cosas que también pertenecen al carácter de este Evangelio, pero esa es la principal. En Lucas cada uno recibe ciudades según su obra; aquí, todos entran en el gozo de su Señor. Eso es necesario dónde la responsabilidad individual está en cuestión. Lo que era importante aquí era mostrar que, discípulos dejados como judíos estarían en el mismo gozo que el Maestro, cuando Él  vuelva en la gloria como Hijo del Hombre, no siendo más un judío, aunque cumpliendo las promesas hechas a los padres. Pero Sus siervos deben estar en Su misma posición, no como Él los había dejado cuando Él se marchó, y Su gozo sería la gloria. Sin embargo, también se encontraría cumpliendo Sus promesas a Su pueblo, sin importar lo que hubieran sido. Pero el asunto no era exactamente acerca de la posesión de ciudades.}

 

         Digamos unas pocas palabras más sobre la parábola de los talentos. Aquí el siervo es llamado "bueno y fiel."(LBLA) Es eso lo que ocurre durante la ausencia de Cristo. Él ha entregado Sus bienes a sus siervos; si ellos han entendido Su gracia, si han sido tocados por esta señal de Su confianza, ellos habrán trabajado con lo que se les dio, o de otra forma, ellos habrían agraviado el carácter de su Señor, al no haber tenido una completa confianza en Él. Es verdad que había solamente fidelidad en la conducta de los dos que habían negociado; ya que, ¿por qué confiarles bienes, si no fuese para aumentarlos? Pero el Señor está totalmente consciente de ello; lo que Él había entregado no era sino poca cosa a Sus ojos; pero ellos Lo habían conocido y habían sido fieles. Él y ellos eran de un solo corazón y ahora, a Su regreso, ellos deben entrar en Su gozo; un corazón en servicio y un corazón en el gozo. También, se les confió "mucho" en Su reino en la hora de Su gloria.

 

         Es un dulce retrato; el corazón del Señor les confía Su gloria en Su ausencia, y sus corazones confían en Él para el resultado; y a Su regreso sus corazones son unidos en el gozo. El corazón de un siervo por un lado y el de un Señor por el otro, indudablemente, sin embargo de un Señor cuyo corazón es uno solo con ellos, cuyo gozo era bendecirlos, y extender la esfera de su confianza según la gloria que Él habrá adquirido entonces. Acerca de Su gozo, ellos lo van a compartir. El tercer siervo no sólo pierde la herencia; él es echado fuera; él nunca había conocido a su Señor. Esto es lo que le faltaba. Las circunstancias del servicio podían ser los medios de demostrarlo, pero estaba el terreno del acontecimiento. ¡Ay! por los detalles; es lo que les sucede demasiado a menudo a cristianos verdaderos y allí está siempre la historia de nuestros fracasos en nuestro servicio -nosotros no hemos conocido al Señor. Faltaba la confianza en Él; ahora, ¿puede uno conocerlo sin confiar en Él? No obstante, tener que ver con Cristo resta valor incluso a la inteligencia del deber ordinario de los que no lo aman, porque el corazón es exasperado por la conciencia de hostilidad, y sólo considera a Jesús como un juez severo. Él habrá actuado para con nosotros según nuestra fe. ¡Ay, cuán pequeña es! pero por lo menos el Señor es bueno.

 

         En estas tres parábolas vemos la historia de lo que ocurre referente a aquellos que profesan ser Suyos, durante Su ausencia y en el momento de Su regreso, con respecto a su responsabilidad. Luego, sólo agregaré aquí, que no creo que estas tres parábolas puedan aplicarse al testimonio especial del reino que se dará al final. La primera habla solamente del cargo y la responsabilidad en la casa hacia las personas a quienes el Maestro había dejado allí. La segunda no habla en absoluto de esta actividad de gracia, sino de la condición de personas ya llamadas a esperar al Señor, el Esposo que iba a venir. La tercera habla de aquellos a quienes el Señor entrega Sus dones cuando Él se marcha, diciéndoles que Él volverá después un largo intervalo: entonces ellos entrarán en el gozo de su Señor. Esta última no es una semejanza del reino de los cielos, porque no es un estado de cosas, un todo completo, el objeto del cuidado o de los juicios de Dios; sino una responsabilidad individual, según lo que se le había confiado a cada uno, y en lo que cada uno también recibirá según lo que había hecho bajo esta responsabilidad, y según la confianza que su Señor tenía en él, y la que él tenía en la bondad de su Señor.

 

         No hay ningún otro asunto aquí de los judíos en los últimos días, por lo menos en estas dos últimas parábolas; en la última, sobre todas, esto es evidente; porque es sobre aquellos a quienes Cristo confió Sus bienes en Su partida, y durante el largo intervalo que pasa antes de Su regreso. Acerca de la segunda, es una semejanza del reino de los cielos; y los judíos no saldrán con inteligencia a recibir al Señor, ni dormitarán después en medio de la aflicción, olvidando -incluso el sabio- que Él puede venir. Tal es, al menos, como me parece que es, y su relación con la parábola que sigue confirma este pensamiento. Creo que hay algo análogo, en ciertos aspectos; es decir, habrá aquellos de mayor inteligencia y que entenderán, que serán separados moralmente de los otros. Pero no pienso que se pueden aplicar coherentemente las condiciones de la parábola a ellos. Su estado ya había sido el tema de las instrucciones del Señor, al hablar de Jerusalén y de los últimos días.

 

         Llegamos ahora a la tercera parte del discurso: el Señor ya ha llegado. Esto es lo que nuestro precioso Maestro anuncia. Cuando el Hijo del Hombre* (porque Él siempre se presenta en este carácter cuando Él habla definitivamente de Su presencia aquí, y no meramente en el de Mesías, un título en el que Él había sido rechazado), digo, cuando el Hijo del Hombre  vendrá en Su gloria,** no será meramente un acto instantáneo de aparecer. Él "se sentará en su trono de gloria"; habrá algo permanente allí; "y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos." Los gentiles serán juzgados así. Yo no creo que sea necesario probar en forma más amplia, que aquí no es el tema aquello que es llamado el juicio final. El Hijo del Hombre ha regresado en Su gloria; Él no está sentado en el gran trono blanco delante del cual huyen los cielos y la tierra; Apocalipsis 20: 11. Él es Rey ahora; Él está a punto de reinar, y no para entregar el reino. Él juzga sólo a los gentiles vivos, porque aquí no hay ningún asunto de resurrección. Él los juzga en un principio inaplicable a la inmensa mayoría de aquellos que aparecerán cuando Dios juzgará los secretos del corazón; a saber, según la forma en que ellos habrán recibido a ciertos mensajeros de Cristo a quien Él llama Sus hermanos. Está claro que esto no se aplica a los que han vivido en el paganismo antes de Cristo, ni a la inmensa mayoría de los que han vivido entre Su venida y Su muerte. En una palabra, es Cristo quien, como Rey aquí abajo, juzga a los gentiles que estarán en aquel entonces en la tierra -a las naciones.

 

{* Quizás yo no he resaltado suficientemente esta distinción: como Mesías, Él vino en medio de los judíos para cumplir las promesas hechas a los padres, a la familia de David, y en esto a los judíos; pero después Él toma el reino en toda la extensión de Sus derechos como Hijo del Hombre a quien el Padre había sujetado todas las cosas. La transición de una de estas posiciones a la otra es a menudo perceptible en el evangelio.}

 

{* * Todos los versículos, desde el versículo 31 del capítulo 24 al versículo 31 del capítulo 25, son un paréntesis y contienen instrucciones morales, basadas en las revelaciones precedentes: la historia, o la continuación de la profecía, se retoma en el versículo 31, "Cuando el Hijo del Hombre venga", etc.}

 

         A propósito, observemos aquí Su ternura hacia la nación judía. ¡A nosotros nos cuesta encontrar el juicio de esta nación en estos capítulos!* Él habla, de hecho, del fin de la edad (siglo), pero más bien de tribulación que de juicio, de acortar esos días por causa de Sus escogidos. Cuando Él aparezca, todas las tribus de la tierra lamentarán y Él reúne a los escogidos (los judíos) de los cuatro vientos. Hay castigo, es verdad, pero éste termina en bendición: el corazón de Cristo se ocupa del remanente. Él había dicho a los judíos, "Porque os digo que desde ahora en adelante no me veréis más hasta que digáis: "Bendito el que viene en nombre del Señor.""(LBLA) Su corazón se vuelve en bendición hacia el pueblo escogido. La Jerusalén impía había llenado Sus ojos de  lágrimas, pero aquí Él pone fin a su castigo. Hay uno que ha sabido decir, "¿Hasta cuándo?"* * Comparen con el Salmo 74: 9. El hecho es que, los dones y la vocación de Dios no están sujetos a cambio de ánimo, es decir, que Dios no cambia en Sus consejos para con Israel. "Con medida lo castigarás en sus vástagos. Él los remueve con su recio viento en el día del aire solano." Lean el pasaje entero en Isaías 27: 6-9; porque "este será todo el fruto, la remoción de su pecado."

 

{* En Lucas, que no se ocupa tanto de los judíos, el Señor muestra claramente el juicio que vendrá sobre la nación y qué Él mismo ejecutará (Lucas 19: 27). La verdad, como una advertencia, ya había sido dada en este Evangelio, capítulo 21: 44.}

 

{* * No es que Él indique el día. Como Jehová había dicho al Señor, "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies"; así el Señor dijo, "No me veréis más hasta . . ."(LBLA),  El arrepentimiento de los judíos es para Su corazón, la señal de que Él puede verlos de nuevo y de que ellos también pueden verlo nuevamente. Pedro les da la misma señal, en Hechos 3. "Convertíos, . . ., a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor, y Él envíe a Jesús, el Cristo."(LBLA).

 

         Vemos aquí la importancia del arrepentimiento de los judíos como nación, por miles desde esa época se han arrepentido individualmente. Este arrepentimiento es tenerle respeto al escogido de Dios, porque tiene que ser arrepentimiento por el pecado que les ha causado su ruina y su rechazo. Ellos dirán, "Bendito el que viene", una palabra que sigue a éstas, "La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser la piedra principal del ángulo. Obra del Señor es esto; admirable a nuestros ojos." Salmo 118(LBLA). Esto explica también por qué el Señor, en Su venida, tiene todavía mucho que hacer para poner a los judíos en completa paz y prosperidad, de acuerdo con la figura de Salomón. Esto es porque Él continúa con los judíos dónde Él los dejó, no como ellos estaban en los días de Salomón, o avanzando a la cautividad de Babilonia, como con Judá. Pero Él puede identificarse con ellos; esto es lo que Él no pudo hacer en Su primera venida, porque ellos no lo habrían hecho. Él tenía además, otras cosas que  lograr según los consejos de Dios. Ahora, cuando ellos se han arrepentido de su última falta nacional, y ellos dicen, "Bendito el que viene", Él se puede comprometer con su causa; y esto es lo que Él hace, y no es poca cosa. La indignación habrá cesado; pero el asunto es poner al remanente-nación, en la posesión de todos sus privilegios y de todo su país. Es la obra del Mesías cuando Él está allí, y de ningún otro. Zacarías, Joel, Isaías y Jeremías, hablan de estas cosas. Está entonces la acción de la palabra de Dios por el Espíritu, en los corazones de los judíos, como judíos, antes que Jesús aparezca, acción que los dejará judíos; y por otro lado, los hechos de poder, habiendo Él reconocido a la nación, los pone en posesión de todos sus privilegios, después que Él aparezca. Lean Isaías 50 y 51 para la primera de estas cosas y la transición. Vean los Salmos 42 a 49, y Zacarías 9. El momento de transición se encuentra en el capítulo 12. Vean también Jeremías 51: 20; Isaías 41: 15, 16; Miqueas 4: 13; 5; Isaías 40: 10-14.}

 

         ¿Entonces, nada será cortado allí? No en el sentido absoluto. Esto es lo que pasará, como puede verse en los últimos capítulos de Isaías y en otra parte (comparen con el final de Zacarías 13); la mayor parte de la nación se unirá a los Gentiles y será idólatra. El espíritu inmundo que había salido, volverá con otros siete espíritus más depravados que él, y el estado final de esa generación será peor que el primero. Ellos se unirán con el Anticristo, y recibirán a quién vendrá en su propio nombre. Serán así la nación cruel (y no la nación piadosa o santa) del Salmo 43, y perecerán con los gentiles apóstatas. Habiendo separado la indignación y el castigo, junto al testimonio de Dios, al remanente, ellos no serán contados más como la nación, y Él 'hará de un remanente una nación fuerte'.

 

         ¿Dónde se encuentra entonces el juicio positivo en lo que el Señor dice aquí? Está contenido, casi disimulado, en estas palabras: "Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres"(LBLA); un pasaje que yo pienso que hace alusión a una expresión del libro de Job 39: 30, y trata a los judíos que se han unido así con los enemigos de Dios, como perdidos y muertos, sin desear nombrarlos nuevamente. No es más que un cadáver unido con los gentiles, quienes, altaneros como son, serán juzgados en la tierra; porque como se dice de Babilonia en otra parte: "Poderoso es Dios el Señor, que la juzga", igualmente fuerte es Él, quién los juzga, no obstante que ellos puedan haberlo despreciado.

 

         Aquí, para hacer precisa la aplicación del pasaje, Cristo no simplemente viene, sino que se dice que cuando Él vendrá, Él se sentará en el trono de Su gloria; mientras que será como relámpago que Él vendrá a poner fin a la tribulación y a la desolación que ha causado la abominación. Él había puesto al siervo fiel sobre de todos Sus bienes: aquellos que tienen su porción con los hipócritas, los siervos malos y perezosos han sido lanzados fuera cuando ellos no esperaban por Él; pero aquí Jesús toma Su lugar en Su trono. No hay ningún cuestionamiento más, ni una duda sobre Sus derechos acerca de la sumisión de todos hasta los fines de la tierra. Él es ahora "el Rey" (versículo 34).

 

         Hay tres clases de personas en esta escena: los cabritos, las ovejas, y Sus hermanos. El juicio de las dos primeras clases dependen de su conducta hacia la tercera. Haber hecho estas cosas a uno de Sus hermanos es habérsela hecho a Él; no haberlas hecho a uno de los más pequeños de estos, es no haberlas hecho a Él. No tengo ninguna duda de que los "hermanos" será el remanente que habrá predicado el evangelio del reino entre los gentiles; la recepción dada a esos mensajeros decide la suerte de aquellos que aparecen ahora en juicio. Tampoco dudo de que aquellos que darán este testimonio son judíos, y a quienes Jesús llama Su hermanos, en este momento; como aquellos a quienes Él habló, y que después de Su resurrección Él llama Su hermanos, según el Salmo 22. Yo sé muy bien que los gentiles fueron injertados más tarde, pero el Señor habla según lo que ya era el resultado del hecho de que los discípulos lo siguieran en ese momento en que Él era rechazado; y Él emplea esta expresión para señalar a los que, de entre los judíos, deben estar en los últimos días en una posición parental de testimonio. En principio, los discípulos podrían aplicarlo a ellos mismos y el Señor les haría saber bien en ese día que Él es el Rey, y todos los gentiles deben ser obligados a aparecer en juicio delante de Él, el Mesías rechazado, y que ellos deben gozar de todo lo que los judíos esperaban acerca de la gloria de su Mesías.

 

         Los hermanos de Jesús, según el idioma constante de los pasajes dónde se emplea esta expresión, son los creyentes judíos, el remanente que creyó en el Mesías (está claro que todos los creyentes gentiles han sido admitidos al mismo privilegio); pero en este pasaje Jesús se ocupa de aquellos que lo rodearon, para animarlos y dirigirlos. Él juzga en la tierra como Rey. Aquellos de entre los gentiles que recibieron bien a los hermanos de Jesús gozan, como benditos del Padre, del reino que Él había preparado para ellos desde la fundación del mundo; habiendo recibido el evangelio del reino, gozan el efecto de su fe, es decir, del reino mismo. Aquellos que lo predicaron, habiendo estado en la posición de Jesús en el testimonio, serán reconocidos como Sus hermanos en la bendición. Pero Él ahora es el Rey venido a la tierra, para que Sus hermanos sean reconocidos aquí abajo; los que sufrieron la muerte tendrán parte en la primera resurrección, pero este no es el tema tratado aquí. El Rey está en la tierra, las naciones en la tierra; así que no hay nada que pueda hacer dar por supuesto que los hermanos de los que aquí se habla son del cielo.* Habrá aquellos, pero aquí me parece que ellos son más bien los mensajeros del reino, que ha sido preservado no obstante todas las dificultades de la época.

 

{* Habrá hermanos celestiales, nuestra esperanza y gozo: yo no impugno si los hombres van a insistir en la idea de que son ellos quienes están en cuestión aquí. Yo expreso mi convicción, formada en el estudio de todo el capítulo y de todo el Evangelio mismo, con las instrucciones que se refieren a él; pero puesto que aquí está solamente la palabra 'hermanos', y todos nosotros admitimos que los miembros de la iglesia llevan en principio este nombre y que así depende del discernimiento espiritual para aplicarlo, cada uno juzgará sobre esto según lo que se le ha dado; no es que yo dude; pero comparado con otros, yo no insisto en el asunto. Vean el último capítulo.}

 

         Este reino está en los consejos del Padre desde la fundación del mundo; la iglesia está escogida para ser la esposa de Cristo desde antes de la fundación del mundo. Las ovejas no son llamadas 'hijos', sino solamente benditos del Padre. Ellos disfrutan de la vida eterna, así como aquellos que se negaron a recibir al hermano sufren los sufrimientos eternos. Es el juicio final de los Gentiles que estarán en la tierra cuando Cristo habrá establecido allí Su trono. Una vez más, no es un asunto aquí de resurrección.

 

CAPÍTULOS 26 y 27

 

         Después de habernos dado la perspectiva futura del remanente en todo respecto, el Espíritu retoma la historia de los eventos, y se nos presenta con el relato, al mismo tiempo doloroso y conmovedor, pero para nosotros infinitamente precioso, de los sufrimientos y de la resurrección del Salvador. Yo no pienso, queridos hermanos, entrar en muchos detalles de estos capítulos, porque lo que aquí se requiere es adoración, es el corazón, más bien que la exégesis. Sólo señalaré algunos puntos particulares que pertenecen al carácter de este Evangelio. Y, en primer lugar, algunas palabras sobre lo que el Señor dice dando la copa. Es bueno recordar que comemos el cuerpo entregado de Cristo. Siendo uno con Él en Su estado glorioso, no es de eso de lo que nosotros participamos en la cena. Disfrutando de manera vital de esta posición infinitamente exaltada, recordamos los sufrimientos que la ha comprado para nosotros; nuestros corazones, nuestras conciencias, nuestras almas, son alimentadas con el cuerpo partido; es a Jesús muerto a lo que vuelven nuestros pensamientos, y a un amor más poderoso que la muerte. Si el cuerpo no hubiera sido partido, nosotros, como gentiles, deberíamos  incluso haber permanecido siendo extraños a las promesas y pecadores destituidos de toda esperanza.

 

         Un Mesías viviente era la corona de gloria para los judíos; pero, si Él es levantado de la tierra, Él atrae a todos los hombres. Su cuerpo partido es la puerta para los pecadores de entre los gentiles. El corazón del cristiano se alimenta de esto, no meramente como el maná del cielo, que representa a Jesús, un hombre en la tierra, ni en Jesús en los cielos (donde nosotros somos uno con Él) -allí está el maná escondido; sino en esta víctima consagrada de propiciación que yo veo llevada al altar y sacrificada allí, inmolada por nosotros -una víctima llena de amor y de entrega.

 

         Hago una pausa ante esta escena misteriosa dónde Él, totalmente solo (porque ningún hombre podría estar allí excepto para inclinar su cabeza y adorar), era la víctima de propiciación, el hombre Jesús, se presenta Él mismo ante el rostro de Aquel que, en Su ofendida majestad, sale a tomar conocimiento del pecado, para que nosotros pudiéramos encontrar en las huellas de la justicia de Dios que ha irrumpido y ha sido cumplida, nada más que un infinito e inmutable amor: el amor del Padre, realzado por el cumplimiento de la justicia eterna a Su gloria. Es entonces al precioso Salvador, humillado hasta la muerte, a quien tenemos aquí, Su cuerpo entregado (y uno no podría descender más bajo), y Su sangre derramada de Su cuerpo. En eso, evidentemente no es un asunto acerca de Jesús tal como Él es en la actualidad; porque Él está glorificado. Él ha dejado esta vida natural por nosotros. Él sólo la presenta a  Dios como una cosa dada en otro lugar; pero Él habla aquí de un doble efecto de esta sangre que Él ha derramado; primero, Él habla de ella como el fundamento, o por lo menos el sello, del nuevo pacto; y, en segundo lugar, como el fundamento de la remisión de los pecados de muchos. Es decir, ahora está puesta la base del nuevo pacto y, es más, no es un asunto de un acto que se relaciona con Jesús solamente para mostrar  Su obediencia: esta sangre es eficaz para los pecados de otros. Eso no solamente asegura nuevos privilegios, de los que uno goza como cristiano, sino que procura el perdón de los pecados de muchos de los judíos -no sólo así, sino que, de una manera general, de muchos. Yo diré algunas palabras aquí con respecto al nuevo pacto.

 

         Está claro que el antiguo pacto es el pacto hecho con los judíos en el Sinaí. Los gentiles no están allí para nada. El nuevo se refiere al antiguo; será establecido realmente con Judá e Israel, según la profecía de Jeremías (capítulo 31: 31-34). Entonces nosotros, como gentiles, podríamos preguntarnos, ¿qué tenemos que ver nosotros con esta nueva alianza? Ésta es la respuesta. Está claro que el pacto en sí mismo trata con los judíos y con Israel, pero sobre principios de gracia y basado en sangre de eficacia perfecta ante Dios. Ahora, por el momento, Israel está desechado como nación. No disfruta de ningún pacto.

 

         Entonces, ¿cuál es el estado de cosas con respecto al pacto? Es que el Mediador del pacto ha derramado Su sangre, y de esta manera se colocó el fundamento del pacto: está confirmado y establecido de forma inmutable ante Dios. Cristo ascendió a lo alto, y nosotros somos uno con Él, gozando todo el efecto que está esencialmente unido a Su persona y a Su posición. Nosotros tenemos la sangre del pacto. Aquellos que son llamados a este, ejercen el ministerio del nuevo pacto. Nuestra posición es estar unidos con el Mediador del nuevo pacto y gozar de todos los privilegios de los que Él mismo goza, habiéndolo establecido en Su sangre; aunque el pacto no está hecho con nosotros, está establecido en Él ante Dios, y nosotros, nosotros estamos en Él aquí abajo. ¿Cuál es la consecuencia de esto? Nosotros bebemos sangre. Si un judío hubiese bebido sangre bajo el antiguo pacto, esto le significaba la muerte: ¿podría ser alimentado un hombre estando muerto? Es el fruto del pecado, es su condenación, es la ira de Dios, puesto que la vida del cuerpo estaba en la sangre; y un judío no tenía ningún derecho a eso. Pero Cristo ha sufrido la muerte. ¿Y puede el cristiano ser alimentado estando muerto? Sí; es la salvación, la muerte del pecado, la prueba infinita de amor. Es su vida, la paz de su alma, la liberación del pecado, ante Dios. ¡Qué diferencia! Nosotros bebemos de Su sangre, la prueba de salvación y de gracia, y la fuente de vida. No obstante, el tema aquí es de Jesús muerto.

 

         En Hebreos 13: 20, hay otra expresión a la que se puede hacer alusión: Dios, "en virtud de la sangre del pacto eterno, volvió a traer de entre los muertos al gran pastor de las ovejas."(Versión Moderna) Esto nos muestra que Cristo mismo está arriba y ha sido levantado según la eficacia de la sangre que Él ha derramado para satisfacer la gloria de Dios. Él , el único y amado Hijo del Padre, cargó con nuestra responsabilidad y nuestros pecados, y así con la gloria de Dios a este respeto; y si esta gloria no hubiera sido completamente satisfecha, evidentemente Él no podía levantarse de nuevo o aparecer ante Él, cuya majestad requería que nada debía fallar en la obra. Pero Él llevó a cabo esta obra gloriosamente, y por eso es que el Hijo del Hombre ha sido glorificado, y Dios glorificado en Él; y Él ha ascendido a lo alto, no sólo como Hijo de Dios, sino según la eficacia de Su obra, en virtud de la cual Él aparece ante el Padre, siendo establecido de esta forma el pacto eterno en Su sangre. El asunto aquí no es acerca de un antiguo o de un nuevo pacto, que se refieren a circunstancias particulares, sino del valor intrínseco y esencial de la sangre de Cristo. Pero quizás yo me alejo demasiado de nuestro Evangelio; me he dejado llevar más allá por la importancia del asunto y también por el valor precioso y la gloria de la obra de Aquel que nos ha amado tanto.

 

         Vuelvo ahora a los límites más humildes de mi labor. Vemos aquí que el Espíritu declara el valor de la sangre de una manera general; ella es derramada por muchos, para remisión de pecados. El Evangelio que trata del reino y del Mesías bajo el punto de vista judío, debe mostrar necesariamente que la muerte de Cristo tenía otro aspecto. En Lucas, dónde esta distinción no era necesaria, debido al carácter no-judío de su Evangelio, se dice: ". . .mi sangre, la cual es derramada por vosotros."(Lucas 22: 20b - Versión Moderna) Tenemos entonces la sangre del nuevo pacto y la remisión de pecados. Los discípulos debían beber de ella, así como también debían comer de Su cuerpo entregado. Tal es su porción: ser alimentados por la muerte de Jesús y mostrar esto hasta que Él venga.

 

         Él no bebería más del fruto de la vid con ellos hasta entonces. Ellos serían alimentados por Él, pero Él no se alimentaría con ellos. El fruto de la vid es la señal de alegría social, "vino que alegra el corazón de Dios y del hombre" (Jueces 9: 13 - Nota del Traductor: Traducción de la Versión Inglesa de la Biblia J. N. Darby) o "vino que alegra a Dios y a los hombres"(Jueces 9: 13 - Versión Moderna) , el cual ellos rociaban continuamente en los holocaustos y las ofrendas de paz, es decir, de olor grato. (Vean Números 15: 5, 7, 10, dónde el tema no es la ofrenda por el pecado.) Él no bebería más de este fruto de la vid ahora, mientras que Sus discípulos deben beber abundantemente de Su muerte, la verdadera bebida, pero una bebida de separación del pecado y de Cristo también, por lo que respecta a Su presencia personal; los cielos deben recibirlo hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, del que los profetas habían hablado. De esta forma se cerró Su vida social con Sus discípulos aquí abajo; nunca más sería renovada de la misma  manera. Ellos entrarían espiritualmente en el poder de Su muerte y sería un nuevo día de gozo con Él en el reino de Su Padre.

 

         En Lucas, esto se expresa de una manera un poco diferente. Se dice: "no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga"; y de la pascua: "nunca más volveré a comerla hasta que se cumpla en el reino de Dios."(LBLA) Aquí las cosas son dejadas en formas más generales, porque no se ocupa del orden de las dispensaciones de Dios en la tierra, sino con los principios morales que están estrechamente vinculados con la introducción del nuevo hombre en la gracia.

 

         En Mateo 26: 53 tenemos una circunstancia que pertenece particularmente a este Evangelio; simplemente era el justo derecho de Jesús, como Mesías, el Hijo de  Dios, tener los ángeles a Su disposición. En el capítulo 27: 25 tenemos la solemne y horrenda execración que este pobre pueblo cegado pronuncia sobre sí mismo y que aún pesa sobre él hasta este día -una execración que, no obstante, será borrada por la gracia y el poder de esta misma sangre que ellos derramaron en su ceguedad y que se refiere especialmente al tema de este Evangelio: "¡Recaiga su sangre sobre nosotros, y sobre nuestros hijos!"(Versión Moderna) ¡Terribles palabras! ¡Oh, lo que es entonces el corazón del hombre cegado! Su completa apostasía de su posición está más claramente delineada en Juan, quien, además, siempre los presenta de esa manera, "No tenemos más rey que César", dicen ellos. Aquí está su castigo como nación, de la mano de Dios, el que ellos invocan sobre su cabeza. Ellos son reconocidos en el castigo. Comparen con Isaías 40.

 

         Si el lector compara la narración que Lucas nos da de este momento tan solemne para todos nosotros, encontrará que allí están las circunstancias morales que están relacionadas; aquí, las que se refieren a la humillación del Mesías. En Lucas se encuentra a las hijas de Jerusalén lamentándose por Él; Su oración por Sus asesinos, la conversión del ladrón. Si examinamos la narración de Juan, encontramos que los detalles de los sufrimientos son omitidos. El Espíritu ha guardado allí aquello que presenta la dignidad de Aquel que atravesó en gracia y según la gloria de Su persona, cualquiera que pudo ser por otra parte Su humillación, esos momentos dolorosos pero preciosos,* preciosos para el presente, así como para la eternidad; porque es de la gloria de Su persona, como Hijo de Dios, de lo que se ocupa especialmente el Evangelio de Juan.

 

{* Allí no está lo que se encuentra en Mateo 26: 37-45, ni lo que está en el versículo 67, etc., ni lo del capítulo 27: 46, ni lo de los versículos 39-44, o los pasajes paralelos en Marcos y Lucas. En lugar de eso, tenemos Juan 18: 4-9, 11; 19: 28, 30, o en lugar del  "expiró" de Marcos 15: 37, tenemos "entregó el Espíritu" en Juan 19: 30; fue algo que Él hizo (según Juan 10: 18), al saber que todo estaba consumado. 

Comparen también el capítulo 19: 7, 8, y el carácter de todos los discursos del Señor, ya sea ante el sumo sacerdote o ante Poncio Pilato, en los dos Evangelios.}

 

         No me detendré más en estas circunstancias, pero invito a mi hermanos a meditar en ellas. Mientras más nos compenetremos en ellas, más también nuestros pobres y débiles corazones apreciarán al Salvador a quien amamos, pero a quien nadie conoce como Él es digno de ser conocido. Están todavía en este capítulo 27, las circunstancias de los versículos 52, 53; circunstancias importantes por esta razón: porque ellas dan testimonio a la forma en que el Espíritu de Dios trata a Jerusalén, como siendo la ciudad santa, cuando ella es completamente abandonada con respecto al juicio de Dios. Puede ser perdonada por un momento, hollada bajo los pies de los gentiles; pero si el ojo de Dios toma conocimiento de ello, a Sus ojos es siempre la ciudad santa. Los cuerpos de los santos salen de sus tumbas después de la resurrección de Jesús y entran en la ciudad santa. Para los cielos, la muerte y resurrección de Jesús habían derribado la pared intermedia de separación; pero esto no impide que a Sus ojos (aunque, con respecto a Su gobierno, Dios había renunciado a castigar a la ciudad santa, porque no era santa) ella mantenga esa posición; porque Él ha escogido a Jerusalén y Él no se arrepentirá de ello. La misma cosa se ve en Daniel (comparen especialmente el capítulo 9): la fe siempre piensa y habla de esta forma.

 

CAPÍTULO 28

 

         En este capítulo tenemos el relato del servicio que el ángel rinde al Mesías, como también algunas circunstancias notables de señalar. El evangelista no se ocupa de ninguna manera con la mayor parte mayor de los detalles de los cuarenta días que transcurrieron después de la resurrección. Cada Evangelio es el depósito de lo que se refiere a un propósito especial del Espíritu Santo, porque la gloria de Cristo es diversa.

 

         Lo único que el Señor nos da a conocer aquí es Su entrevista en Galilea con Sus discípulos, una entrevista que los coloca en la posición de testimonio que Él les dejó como Mesías, ahora depositario de todo poder en el cielo y en la tierra. Se nos relata la invención de la incredulidad de los judíos para mantener todavía sus mentes en la ceguedad. Esto es todo lo que quedaba por decir de los judíos como nación, de tal forma que si quitamos la última característica, tenemos solamente esto: el ángel dice a los discípulos que vayan a Galilea, para que ellos puedan ver al Señor allí. Jesús dice lo mismo a las mujeres, para que ellas pudieran decirlo a los discípulos, ahora 'Sus  hermanos'. Él había estado allí continuamente con ellos durante Su vida; allí había aparecido la luz durante el tiempo de angustia; allí encontró el Mesías un refugio en el momento de la soberbia de Jerusalén (comparen con Juan 4 y toda la historia de los Evangelios); los mismos discípulos eran de ese país. Todas las asociaciones de ideas judías, con respecto a las relaciones de los discípulos con Cristo en medio del pueblo judío, estaban allí. Él había actuado en Jerusalén, pero esto estaba ahora terminado. Él había sido rechazado. La ley saldrá de allí, cuando Él habrá regresado en poder. "Vendrá de Sion el Libertador"; pero por ahora, Él había terminado con Jerusalén con respecto a Su testimonio Mesiánico. Debe comentarse, además, que aquí no está relatada la ascensión de Jesús, sino solamente Sus relaciones con Sus discípulos, relaciones que continuaron después de Su resurrección y sobre este principio: que a Él le es dado todo el poder en el cielo y en la tierra.

 

         El Señor ya ha renunciado a Jerusalén, diciendo que no Lo vería más hasta que se arrepintiera. Jerusalén, o por lo menos sus jefes, había clamado: "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos". Aquí Él no toma ningún conocimiento de ella por el momento; en principio, Sus discípulos eran el remanente del pueblo. Actuando como desde lo alto, Él envía el evangelio a Jerusalén; pero este es el tema del Evangelio de Lucas y del libro de los Hechos, que es la continuación del primero (vean Lucas 24: 46-53); allí está la gracia del cielo que mantuvo la promesa del Espíritu Santo. Comparen con Hechos 1: 1-9.

 

         Aquí está el poder del Mesías rechazado ya en Jerusalén. Los apóstoles debían ir e instruir a todas las naciones, bautizando a los discípulos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que Él les había mandado, y Él estaría siempre con los apóstoles hasta la consumación del siglo. Examinemos un poco su misión según estas palabras, comparándola con aquellas que se les dieron en los otros Evangelios.

 

         Aquí están las condiciones de estas diversas misiones. En Marcos, quien da testimonio al ministerio, al servicio de Cristo en el evangelio, se les dice, "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura." Aquí está la más simple, la misión más general, y se agrega, "El que creyere y fuere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado." Era sencillamente la predicación del evangelio para la salvación de almas, y el juicio de aquellos que no creerían.

 

         Aquí está la misión en Lucas, el evangelio que nos da la gracia, que introduce al nuevo hombre y Cristo en este carácter, "Entonces les abrió la mente, para que entendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así era necesario que el Cristo padeciera, y que resucitase de entre los muertos al tercer día; y que arrepentimiento y remisión de pecados fuesen predicados en su nombre a todas las naciones, comenzando desde Jerusalem. Vosotros sois testigos de estas cosas. Y he aquí que yo envío sobre vosotros la promesa de mi Padre; mas quedaos en la ciudad de Jerusalem hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto."(Lucas 24: 45-49 - Versión Moderna) Aquí está la inteligencia y el poder, siendo este último la consecuencia de la exaltación de Jesús en lo alto, y limitando a los discípulos a quedarse en Jerusalén hasta que ellos fueran dotados de este. Como testigos de Jesús, los discípulos no podían partir del lugar de Su rechazo hasta que ellos fueran unidos con Jesús a la diestra de Dios, y así, por el poder del Espíritu Santo, dar testimonio de Él, como estando allí arriba. ¡Una cosa totalmente nueva! Era, en cierto sentido, el Hijo del Hombre procediendo de Adán, pero un hombre nuevo y cerca de Dios: también, se da un nuevo testimonio y vuelve a comenzar con Jerusalén -un testimonio que desde allí alcanzará los hombres en todas las naciones, según el poder del Espíritu Santo. Es un testimonio celestial. Esto, como hemos dicho, se retoma en el libro de los Hechos, habiéndose visto forzado Dios a recomenzar esto con Pablo en Antioquia, debido a la incredulidad de Jerusalén reiterada una vez más.

 

         En Juan 20: 21, encontramos su misión. Jesús les dice, "Paz a vosotros. Así como el Padre me envió a mí, yo también os envío a vosotros. Y habiendo dicho esto, sopló sobre ellos, y les dice: Recibid el Espíritu Santo; a los que perdonareis los pecados, perdonados les son; y a los que se los retuviereis, les son retenidos."(Versión Moderna) Aquí la cosa es más cercana. Jesús no asciende todavía a lo alto, pero Él tiene, según el poder de la resurrección, la vida de Dios en Él; muerto en la carne, vivificado según el poder de Dios en el Espíritu, Él les comunica la vida según el poder del Espíritu. Ellos son, en forma vital, un espíritu con Él; porque fue como hombre que Él la poseyó, aunque Él era el poder de Dios. De esta forma Dios sopló en la nariz de Adán y fue el hombre un ser viviente. Ahora el postrer Adán es un Espíritu vivificador, pero como Él, según el poder de esta vida, ha sido enviado del Padre, administrador, como hombre, del perdón que el hombre vivificado por Él necesitaba poseer para estar en relación con Dios (comparen con Lucas 5: 20, 24), así ahora Él envió a Sus discípulos, hechos partícipes por Él y con Él de esta vida, para cumplir con este cargo encomendado por Él, llevar este perdón a los hombres y hacerlos partícipes de este; un perdón que, por Su muerte y resurrección, se efectuó ahora completamente ante Dios y administrado en la tierra según el poder del Espíritu de vida, ya sea recibiendo en la iglesia a aquellos que iban a ser salvos, y a quienes, siendo recibidos de esta manera, poseían este perdón; o ya sea, en segundo lugar, administrando la disciplina. Esta administración de perdón recibida y poseída por el que era objeto de ella, siguiendo el ejercicio de esta disciplina, está en manos de todo hombre en quien Cristo ha soplado Su Espíritu según el grado del poder de este Espíritu en él. Y el perdón del que aquí se habla no es un perdón visto como concedido en el cielo, sino que un perdón administrado en la tierra y ratificado en el cielo.

 

         Los apóstoles hicieron eso según la perfección del don de Dios que se les concedió; pero tenemos en la palabra la revelación de esta administración tan importante, según como se ha comunicado a todos los santos por orden de Dios. En primer lugar, el amor individual cubre de esta forma una multitud de pecados; es decir, al perdonar las injusticias en mi hermano, sus pecados ya no existen más, con respecto al gobierno de Dios, tal como los escándalos y ofensas en la iglesia: ante Sus ojos el amor los ha desplazado completamente. Tal es el privilegio individual; pero ésta no es todavía la administración oficial del asunto; al contrario, anticipa el ejercicio de ella.

 

         En los ejemplos de Ananías y Safira, e incluso de Simón el mago, los pecados fueron retenidos. Los pecados fueron remitidos -yo no digo que de la misma forma, sino que 'de facto'- a tres mil personas en el día de Pentecostés. En 2a. Corintios 2: 10 tenemos los pecados remitidos por el apóstol y por la iglesia, oficialmente, en el ejercicio de la disciplina. Es decir, tenemos, acerca de este perdón, la misión apostólica, distinta de la de la iglesia -una misión confiada especialmente a los apóstoles, como delegada por Cristo con Su autoridad; y la administración de este perdón, comunicada a una iglesia sin intermediario, la iglesia aconsejada y dirigida en esta administración, pero cumpliendo ella misma el acto.

 

         Yo no debería haberme explayado tanto sobre este tema, si este pasaje no presentara una dificultad que a menudo preocupa la mente y del que los adversarios se sostienen mientras el creyente no sabe muy bien qué contestar. No sólo es entonces el perdón del pecado concedido por el propio Dios, según una verdad revelada por el Espíritu Santo; es una administración de este perdón confiada al hombre, un perdón revelado así en la tierra, quizás confirmado y a veces demostrado por milagros o acompañado por una liberación o un castigo enviados por Dios. Era una administración confiada a los apóstoles que fueron enviados a reunir a la iglesia, introducida en sus privilegios por este perdón; y  ejercido después por la propia iglesia para mantener a sus miembros en el goce santo de estos privilegios, y al mismo tiempo para sostener la gloria de Dios. En el hecho de castigar, dónde el asunto no es ni de perdón en el sentido del que hablamos, ni del acto oficial de perdón, sino simplemente de la eficacia de la oración; comparen con Santiago 5: 14, 15.

 

         No me refiero de ninguna manera a la pregunta: ¿cuál ha sido el efecto del estado real de la iglesia en esta administración? Ya no hay absolutamente más delegados apostólicos de este tipo. Acerca del resto, es un asunto de inteligencia y poder espiritual; pero es importante entender bastante de estas cosas para estar listo a contestar la pretensión de perdonar pecados, de hombres que sostendrían, quizás sin escrúpulos, los versículos de Santiago de los que nosotros hablamos, que de ninguna manera pertenecen a ellos.

 

         Indudablemente, Dios, por Su gracia, guardará al simple de tales pretensiones, y esto, por otros motivos; pero es bueno tener una respuesta. El Señor ha querido decir algo y si sabemos lo que Él quiso decir, los hombres no pueden apartarnos del camino y cerrar nuestras bocas para hacernos caer en sus trampas. Hay perdón administrado aquí abajo, ya sea por los apóstoles o por el cuerpo entero; y un sacerdote o un ministro no tienen nada que ver con esto en absoluto. Si es lo suficientemente sabio para dar consejos espirituales, está bien; pero no es él quien actúa. Se necesita al Espíritu Santo para este acto. "Recibid el Espíritu Santo; a quienes," etc. El juicio de un cuerpo que no fluye de eso es quizás un acto muy conveniente para una sociedad humana, pero que no es pronunciado de parte de Dios; y si uno habla de actuar por el Espíritu Santo, esto también será demostrado en otras cosas.

 

         Vuelvo ahora a la misión dada en Mateo, después de haber considerado las otras solamente con el objeto de comprender de la mejor forma la diferencia. Entonces, no es aquí el Hijo de Dios, enviado del Padre, quién envía, según el poder de vida que está en Él, discípulos a quienes Él puede comunicar la energía de esta vida, para que ellos puedan cumplir su misión según Su corazón de amor llenado por el Padre. Tampoco es Jesús, ministro del evangelio, siervo de todos, enviando a aquellos que han de remplazarlo, para que cada criatura pueda oír las buenas noticias, que ahora pueden ser dirigidas a ellos en Su nombre, quien ha cumplido todas las cosas -este es el Jesús de Marcos.

 

         Tampoco es el Hijo del Hombre, exaltado a la diestra del Padre, quién está a punto de dar el Espíritu Santo de poder, para que Sus enviados puedan responder, en su obra, a la posición exaltada que el hombre ocupa en Su persona (comparen con el Salmo 68; Efesios 4), y quién ya ha* abierto su entendimiento para que ellos puedan entender las escrituras, o la revelación de los pensamientos de Dios, en las economías y dispensaciones en las que esta obra y esta presencia del Espíritu Santo lanzarán su luz. Ése es el Cristo exaltado de Lucas, el dador del Espíritu Santo.

 

{* Me parece que un ejemplo de esto se encuentra en la elección de Matías, antes del don del Espíritu Santo -una elección basada en la explicación del Salmo 109; una explicación de la que, me parecería, los discípulos habrían sido incapaces antes de ese tiempo, pero el acto mismo no tenía nada en él del poder del Espíritu Santo. Ellos echaron suertes, como judíos, después de haber entendido este Salmo. Aunque hemos recibido el Espíritu Santo, es de importancia para nosotros distinguir entre el entendimiento (aunque sea un don) y el poder. Es evidente, del final de Lucas y del comienzo de los Hechos, que una persona puede tener lo uno y puede no tener lo otro.}

 

         Pero aquí, en Mateo, tenemos un Mesías rechazado crucificado quien, por el momento, abandona Jerusalén a su locura y su pecado, y quién, ahora resucitado, envía a las naciones el mensaje que Su muerte, Su resurrección, y el don del Padre a Él resucitado, le ha permitido poner en boca de Sus discípulos un mensaje (no apropiado ya para los judíos que ya han rechazado su tema, su Mesías). Ya no es simplemente el único verdadero Dios en Su unidad, rodeado por un pueblo que debía haber guardado este depósito bueno y precioso. Ahora, se habían sacado a la luz para los hombres otras cosas que estaban en Dios, cosas que abrieron la puerta a los Gentiles, o más bien que se podían enviar a ellos. Cristo no podría estar allí sin que el Hijo fuese nombrado, y si el Hijo, luego el Padre y el Espíritu Santo (el Espíritu Santo que actuó con eficacia en la comunicación del conocimiento del Padre y del Hijo); y, por otro lado, ambos, el Padre y el Espíritu Santo necesariamente se habían manifestado en Cristo y Sus hechos, mientras Él vivió y actuó en la tierra; porque siendo el Mesías, Él era también el Hijo y fue porque Él se llamó a sí mismo de tal forma, que los judíos lo rechazaron.

 

         A través de la muerte y resurrección de Jesús, todo esto podía ser enviado en gracia a los Gentiles. Los discípulos debían hacerles conocer de esta forma, al Mesías y al Dios de los judíos o hacerlos entrar en la relación con Dios bajo este nombre, así como los judíos fueron puestos en relación con el Dios Eterno o Jehová por la circuncisión; y esto porque todo el poder se le dio ahora a Jesús en el cielo y en la tierra. Aquí no está entonces (siendo rechazados los derechos del Mesías) el establecimiento del trono de David, cuya influencia debe extenderse sobre toda la tierra, sino Aquel que, depositario de todo poder gobernante en el cielo y en la tierra, envió a Sus discípulos a poner a los Gentiles (las naciones) en relación con Dios, según la revelación de lo que ya no estaba oculto detrás del velo de los ojos de los judíos ciegos, la Trinidad de personas que la fe reconoció por medio de Jesús: el Padre, Hijo, y el Espíritu Santo.*

 

{* Había en esto, una revelación evidentemente mucho más clara y relaciones diferentes de las que disfrutaron los judíos como pueblo de Jehová. Estas condiciones no eran completamente desconocidas para los judíos; pero ellas siempre eran empleadas por los profetas en la perspectiva de los tiempos cuando habría esta revelación más clara para llamar a los Gentiles, y cuando la bendición sería manifestada a los judíos en una nueva medida. "Besad al Hijo"(Versión Moderna) es una llamada a los reyes de la tierra en el Salmo 2, y es suficientemente conocida la promesa del derramamiento del Espíritu, ya sea sobre los judíos y su posteridad o sobre toda carne. Vean, entre otros, en Joel; en Isaías 44: 3; también vean el capítulo 48: 16. Antes del cumplimiento de estas cosas, o por lo menos antes de que sean totalmente cumplidas a la letra, ha sido hecha la revelación de lo que es su fundamento en Dios, y este nombre de Padre, de Hijo, y de Espíritu Santo ha sido proclamado entre los Gentiles. Yo no pienso que aquí es la unidad del Hijo con el Padre, y de la iglesia con Jesús por medio del Espíritu Santo (eso se enseña en otra parte); sino la revelación del nombre de Padre, Hijo, y Espíritu Santo, para la sumisión de los Gentiles por la fe, en anticipación de ese día cuando el Hijo será manifestado en poder y el Espíritu Santo será totalmente derramado. Pero esto es muy precioso para nosotros, porque nos muestra estas cosas en Dios, y nos hace ver que no sólo hay ciertos hechos de manifestación que tendrán lugar en breve, sino que la verdad de Dios, de la cuál uno puede hablar antes que estas manifestaciones tengan lugar. Porque el conocimiento que los judíos y la tierra tendrán del Hijo, por ejemplo en Su reino según el Salmo 2, me parece que es muy inferior al conocimiento que nosotros tenemos de Él, estando en el Padre y el Padre en Él, uno con el Padre, escondidos en Dios. Indudablemente es la misma persona, pero nosotros tenemos un conocimiento mucho más profundo de lo que Él es. Además aprendemos, comparando el Salmo 2 de esta forma, que la predicación del nombre del Hijo no necesariamente supone las bendiciones de la iglesia: ahora lo hace, porque Dios reúne a la iglesia en Él; pero el llamamiento hecho a los reyes a someterse a la realeza de Cristo en los últimos tiempos es hecho en el nombre del Hijo, "Besad al Hijo, no sea que se enoje."(Versión Moderna) Nosotros lo hemos reconocido antes por medio de la gracia y lo conocemos como uno con el Padre. En este Salmo se habla de Él como presentado al mundo a su tiempo, "yo te he engendrado hoy."(Versión Moderna)}

 

         Pero esta misión depende del poder de Jesús como ha sido dado, y es para sujetar a las naciones para que puedan ser Sus discípulos, según las demandas que este poder confería en Él. Era una misión que pertenecía al siglo que aún no se había terminado, aunque el Mesías había sido rechazado; contemplaba, por consiguiente, la sujeción de los Gentiles al Mesías, de una nueva forma, es verdad, y dejaba a Jerusalén a un lado, porque había rechazado al Mesías; pero supone un avance en los caminos de Dios hacia el fin de este siglo, antes del cual el evangelio será predicado en todo el mundo habitado. Aquellos que llevaron este mensaje podrían tener privilegios más altos que se harían evidentes cuando el Señor sería quitado, y el primer testimonio de ellos rechazado; a esos mismos mensajeros, individualmente, se les podría encargar desde el comienzo, el mensaje de la gracia que estaba en Jesús, según las otras formas de misión que hemos visto en los otros tres Evangelios: ellos podrían predicar el evangelio a toda criatura, comenzando en Jerusalén como representantes de Aquel que fue exaltado a la diestra de Dios, o remitir los pecados de parte de Él, quien dijo, "Paz a vosotros"; pero no es menos verdad que la particularidad de la misión encontrada en este Evangelio es una misión de Jesús a las naciones, hablando como el Mesías rechazado, quien tiene ahora todo el poder, dejando a un lado a Jerusalén y mencionando la continuación de este siglo; prometiendo estar con los testigos "hasta la consumación del siglo"(Versión Moderna), y no diciendo nada de la iglesia, del cielo, del Espíritu Santo dado, de la liberación del presente siglo malo, o del privilegio de no ser de este mundo como el Hijo de Dios no era de este mundo; sino que hablando de sujetar a los Gentiles a las ordenanzas de Cristo, en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, para llevar a este siglo a su fin, según Su promesa, quién deberá estar con ellos hasta  entonces.* 

 

{* Uno puede examinar el Salmo 95 (y también los Salmos 91 al 100), que trata de estos tiempos, así como Daniel 11: 33 y 12: 3, 9; Isaías 65: 13, etc., dónde, sin embargo, el testimonio es más bien práctico que en palabras. Aquí está la conexión de este asunto en Isaías que puede interesar aquellos que investigan la palabra; y es sólo para ellos que yo la doy.

Dios desea consolar a Su pueblo (Isaías 40); y en medio de las salvaciones presentes (muestras de mejores por venir), es presentado el siervo: Cristo, capítulo 42. Israel debería haber sido así, pero era ciego; no obstante debe ser liberado, siendo perdonado. Ciro y Babilonia pasan entonces ante nuestros ojos, al fin del capítulo 48, la muestra de mejores salvaciones, como hemos dicho. No obstante, Dios anuncia que Él distingue al malo: no hay paz para ellos.

En el capítulo 49, los Gentiles son convocados por Israel como llamados por Dios para ser un siervo en quien Dios debe ser glorificado. Como resultado de eso, el Mesías dice, "Por demás he trabajado, en vano"; no obstante Su juicio y Su obra estaban con Dios. El Espíritu responde que era poca cosa levantar a Israel, que Él debe ser una luz para los Gentiles. Desde esa época es Cristo, la vid verdadera, quién mantiene las promesas como un siervo fiel. El capítulo 50 explica el repudio de Israel por el rechazo de Cristo, Jehová Dios, quién se había hecho un siervo; y como resultado de eso se presenta la distinción del remanente que teme a Jehová y obedece la voz de Su siervo, no es aquí la iglesia en el gozo del Hijo, aunque eso ha sido verdad de un cierto número de entre el remanente. En estos pasajes la iglesia sólo se encuentra como oculta en la persona del propio Cristo; lo que se verá comparando Isaías 50: 8, 9, y Romanos 8: 33, 34, donde el apóstol aplica a la iglesia la sustancia de esos versículos que hablan de Cristo en Isaías. Observaré, a propósito, que la traducción de Lausana, en general muy fiel a la letra, ha estropeado estos versículos en la forma que les ha dado. Aquí, yo creo, está el verdadero contraste. Dios es el que justifica; ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió, etc.: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? El Antiguo Testamento no se ocupa de la unión de Cristo y la iglesia: aquí está el remanente que obedece la voz del siervo de Dios, de Cristo, que vino aquí abajo como el Mesías. No obstante, el obediente anda en tinieblas. Se les da consuelo, un consuelo propiamente judío, por llamamientos (capítulo 51: 1-4, 7), en los que hay progreso en su posición (versículo 9). Ellos mismos claman, por medio del Espíritu de profecía, para que se despierte el brazo de Jehová. Él por fin contesta (versículo 17), convoca a Jerusalén para que despierte de su desviación, y (capítulo 52) se vista de gloria y honor. Este pasaje completo, que termina en el versículo 12, es hermoso. Los capítulos 52: 13, y 53 proporcionan el carácter expiatorio de la obra del "siervo", reconocido por los judíos en los últimos días. Entonces vienen los detalles de las bendiciones (capítulos 54, 55, 56, 57), y de los caminos de Dios, y de lo que es el impedimento, a saber, la profunda iniquidad del pueblo en los últimos días.

Desde el capítulo 58, se da testimonio fuertemente de esta iniquidad que finalmente obliga a Jehová a presentarse (capítulo 59: 15, 16, etc.), y el Libertador viene a Sion según Romanos 11: 26. Luego, en el capítulo 60, Jerusalén es glorificada, y el mismo asunto (introduciendo lo que Cristo fue al principio, para identificar a Su persona en las dos venidas, capítulo 61: 1, y la primera mitad del versículo 2), y el juicio de los Gentiles, son tratados hasta el final del capítulo 63: 6. Después, en el conmovedor llamamiento del profeta, hay una explicación detallada de todos sus caminos, de cómo la gracia había aprovechado la ocasión, dada por la locura de Israel, de ser encontrada por aquellos que no la buscaron, aunque Él siempre había extendido Sus manos hacia el rebelde Israel (citado por el apóstol en Romanos 10: 20, 21), que explica estos mismos puntos. Y aquí, finalmente, encontramos un remanente especial (todos aquellos que son perdonados; vean Isaías 66: 19, 20), tratados como los "siervos" para quienes la bendición de toda la nación sería un particular asunto de alegría. Esto es lo que nos ha llevado a este resumen de la última parte de este libro profético: el remanente especial reconocido por Dios, pero teniendo todos sus afectos en el bienestar de Jerusalén y de Israel. Para el último testimonio a los Gentiles, uno puede comparar el Salmo 97 y Apocalipsis 14: 6, 7.

La clave de este resumen de Isaías 40-48 es Israel el siervo: -no obstante, no hay paz para los inicuos. Cristo, el verdadero siervo, es rechazado. El remanente, verdaderos siervos, son reconocidos en eso; ellos obedecen la voz del "siervo", pero en la perspectiva de los intereses judíos. Traduzcan el capítulo 49: 3 de esta forma, "¡Tú eres mi siervo, oh Israel, en quien me glorificaré!"(Versión Moderna)}

 

         No dudo que esto podría tener una aplicación a las labores no comunicadas de los apóstoles; pero la Biblia no nos da ninguna señal en esa dirección, por lo menos si no está, de manera más indeterminada, en el último versículo del Evangelio de Marcos. Lo que nos presenta la detallada historia de los Hechos es el cumplimiento de la misión entregada en Lucas, el rechazo de los mensajeros en Jerusalén dónde ellos, no obstante, permanecieron; luego, las obras de Pedro en medio de los judíos, y un nuevo apóstol levantado por Dios, para llevar la palabra a los Gentiles por medio de una nueva revelación de Jesús, de hecho tan nueva que él dice, que si él hubiera conocido a Jesús como los otros lo habían conocido, él ya no lo conocía más de esa forma. La salvación predicada permaneció siempre la misma, sin duda, pero con la nueva luz que Dios otorgó.

 

         ¿Cuál es la conclusión que uno debe deducir de todo esto? Es que habrá un cumplimiento de esta misión antes del fin del siglo (o, 'fin del mundo' RVR60, o, fin de 'la edad<lit.>': Nota del Traductor), y que el mensaje del evangelio, confiado aquí al remanente, a los discípulos, se llevará a cabo por parte de Cristo, de quien siempre permanece verdad (cualquiera sea el estado de cosas) que todo el poder le es dado a Él en el cielo y en la tierra. Yo digo, por parte de Cristo, actuando en este carácter, el mensaje de este mismo evangelio se llevará a todas las naciones, y Cristo estará siempre con los mensajeros hasta el fin del siglo.

 

         Me parece que el testimonio a Jerusalén será diferente; ya hemos dicho algunas palabras sobre esto en el capítulo 24. Yo no hablo de la conversión de tal o cual judío para ser parte de la iglesia, lo que es otra cosa aún más preciosa; enseñarles es el deber de cada día, según lo que se nos da, así como también lo es predicar el evangelio a toda criatura. Pero como allí habrá un testimonio al principio de dolores (así como había uno en la nación judía al principio del evangelio), un testimonio que será dirigido  particularmente al pueblo judío; así también habrá al final un testimonio especial dado a los Gentiles, según los principios de la misión confiada aquí a los discípulos. Porque la promesa de la presencia y socorro del Señor no sólo están limitados a la idea del siglo, sino que se extiende hasta su fin y nosotros siempre debemos recordar eso aquí, así como en los capítulos 13 y 24, "el siglo" no se aplica de ninguna manera al Cristianismo como una época. Aunque el Cristianismo podía suceder, y sucedió, antes del fin del siglo, el siglo ya existía en ese momento y estaba en gran medida terminado; era un período de la historia del mundo bajo el punto de vista judío, que la presencia del Mesías iba a dar por finalizado.

 

         Quizás, empleada en toda la fuerza del término según las circunstancias en las que el Señor habló, esta expresión supone a Jerusalén existiendo, pero rechazada, y, aunque rechazada, objeto de los pensamientos de Dios, pero de Sus pensamientos en juicio, Dios que va poner término a todo eso, y después de grandes tribulaciones, va a restaurar la ciudad en bendición por la venida del Mesías en gloria. El evangelio, enviado a los Gentiles, podría continuar independientemente de todo eso, porque Jesús lo confía a los discípulos fuera de Jerusalén y como habiéndola abandonado. No obstante, hasta que sea juzgada y restaurada por la venida del Mesías, y después del arrepentimiento de sus habitantes, el siglo no podría acabar; de modo que cuando hemos considerado bien los pasajes, tenemos aquí un evangelio o una misión de los discípulos, independiente de Jerusalén, del Mesías rechazado aquí abajo, pero habiendo recibido todo el poder en el cielo y en la tierra; un evangelio dirigido a los Gentiles, habiendo sido abandonada Jerusalén, para hacer de estas naciones, discípulos de Cristo no en el nombre de Jehová, sino del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo; no obstante, una misión que (aunque independiente de Jerusalén y viniendo de Cristo, quién la había dejado a un lado hasta que se arrepienta) se identifica con el curso de un siglo aquí abajo que supone, antes de su fin, a Jerusalén el objeto de los pensamientos y los juicios de Dios (es decir, Jerusalén bajo el punto de vista judío), y el centro de todos Sus pensamientos, en el juicio o en la bendición, aunque este mismo evangelio es propagado entre las naciones. Porque antes del fin del siglo (que el Señor aquí supone estando todavía en existencia) Jerusalén será nuevamente todo eso (así como era en la época en la que el Señor estaba hablando), y aún más. Entonces, es un evangelio que puede subsistir entre las naciones al mismo tiempo que Jerusalén es el objeto de los pensamientos de Dios y nuevamente el centro de todos Sus caminos.

 

         Uno puede suponer que la predicación de este evangelio empieza antes que se manifieste. No obstante, éstas eran las circunstancias en la que el Señor ya estaba hablando. Jerusalén esperando, abandonada,* objeto de los pensamientos y juicios de Dios, y después de Su bendición; y Cristo esperando el tiempo del fin del siglo, enviando el evangelio a las naciones por medio de Sus discípulos, independientemente de Jerusalén, pero en forma paralela a su existencia en este estado, y transportándose Él mismo, en lo referente al período del testimonio, a la época que debe terminar con este estado de cosas en Jerusalén, por la manifestación del juicio de Dios y la bendición que debe seguir y surgir de ello. Ya hemos visto (capítulo 25) a los Gentiles juzgados en la tierra, según la manera en que ellos habrán tratado a los mensajeros, a quienes Cristo llama Sus hermanos, como Jesús llama aquí a Sus discípulos, y hemos visto las circunstancias preliminares y últimas en Palestina y en Jerusalén (capítulo 24), acompañada por una declaración (paralela a todo esto) de que este evangelio del reino sería predicado en todo el mundo, como un testimonio a todos los Gentiles, y que entonces vendría el fin -el fin del siglo que es el tema aquí. Yo invito a mi hermanos a pensar en este testimonio que se debe dar en los últimos días; proseguir aquí más allá con este asunto, sería explicar la profecía en lugar del evangelio. Yo deseé señalarlo, tal como este Evangelio lo hace.

 

{* Quizás puede haber un problema para reconciliar estas dos ideas, 'abandonada', y no obstante 'objeto de los pensamientos y juicios de Dios'; pero es precisamente la posición de Jerusalén en los últimos días, cuando Su obra con la tierra recomience. Estará desolada y abandonada hasta que diga, '¡Bendito el que viene en el nombre de Jehová!' Pero Dios actúa con ella en testimonio, en castigo, en indignación. Tal ya era el caso en tiempo de los apóstoles. En el capítulo 23 de este Evangelio, fue abandonada. No obstante, el testimonio y la indignación están allí. Vean acerca de eso, en Zacarías, especialmente el final del capítulo 11 y el principio del capítulo 12, y toda su profecía; también el final de Daniel 9; 11 y 12, e Isaías 65, 66; también vean Jeremías 30: 4, 8, etc.  En estos capítulos, y en tantos otros, Jerusalén no es reconocida, pero es el objeto de los pensamientos y caminos de Dios; según las expresiones acerca de Efraín en Jeremías 31: 20, y acerca de la propia Jerusalén en Isaías 49: 14, etc. El hecho es que Jerusalén es elegida tal como lo es el pueblo judío. Salmo 132: 13, 14.

Tenemos un principio que está limitado con esto y qué es muy precioso para nosotros en su analogía. Dios, en el momento de la cautividad Babilónica, había escrito, Lo-Ammi, no sois mi pueblo. Aunque en Hageo 2: 5 encontramos que el Espíritu permaneció con ellos, como cuando ellos salieron de Egipto. ¡Qué estímulo para nosotros, cualquiera sea el estado de la iglesia! Si ellos hubieran dicho: 'No, no estamos en este estado de Lo-Ammi', esto habría sido incredulidad; si ellos hubieran estado descorazonados, como si el Espíritu no estuviera con ellos, como en la salida de Egipto, habría sido también la incredulidad práctica bajo otra forma. En los dos casos se habría perdido la fe en la bondad y en el castigo de Dios.}

 

         Aquí está el resultado de mis investigaciones hasta este momento sobre este Evangelio; un resultado muy imperfecto, tengo la percepción, e investigaciones que me han hecho sentir cuán lejos estamos, todavía ignorantes de los caminos de Dios; pero que  pueden ayudar a mis hermanos a hacer otras, quizás, más felices y con mejores resultados; y si ellos son guiados a hacerlas y están tan contentos como yo sondeando así los caminos de Dios, yo no habré perdido mi esfuerzo en comunicarles estas, tal como son.

 

         En lo principal, no dudo que los grandes principios, el hilo de los caminos de Dios (en esta parte de Sus caminos) se encuentra en estas páginas, y que, como un todo, fueron dadas por Él. Es muy posible que mi propia mente haya elaborado algunos detalles y que así puedo haber sobrepasado la medida de lo que se me dio; ciertamente en este caso habrá error, o por lo menos tinieblas, incluso cuando todo lo que yo he dicho sea entendido. Por otro lado, aquellos que aún no se han tomado la molestia de sondear las escrituras, no deberían sorprenderse si encuentran algunas cosas que aún son difíciles y oscuras para ellos en estas páginas. Ellos no se deberían descorazonar, como un niño que debe sumergirse en medio de un libro que debe empezar a leer y que considera demasiado difícil; sino que deben comenzar la obra, empezando por el principio. Ellos encontrarán, estén bien seguros, muchas pruebas de su ignorancia, y pruebas muy humillantes; pero también encontrarán al Señor con ellos, y un gozo y una satisfacción de los que ellos ni siquiera tienen idea, no sólo en las cosas, sino en el hecho de que les son enseñadas por Él; un gozo y satisfacción que santifican y unen a Aquel que se digna así en ocuparse de nuestra instrucción, soportar con paciencia nuestra ignorancia, y para instruirnos Él mismo en la verdad. ¡Y cuán dulce es esta conversación con Él, en la que Él nos guía suavemente en el conocimiento de Sus caminos y nos revela en Su palabra toda la bondad y sabiduría de Sus consejos! ¿No es evidente que una conversación como esa, mantenida en semejante espíritu, debe santificar el alma?

 

         Recordemos que todo esto pertenece a hijos, a aquellos que, por el poder de las buenas nuevas de la pura gracia de Dios, están bien establecidos en la obra que esta gracia ha logrado y se regocijan en la confianza que inspira Su amor; las comunicaciones de Sus caminos que son para ellos las pruebas diarias de este amor que nutre y mantiene esta confianza, y que los hace conocer mejor a Quién es su objeto y fuente. ¡Que Su Espíritu y Su gracia dirijan a todos aquellos que leyeron estas páginas en el goce de la salvación eterna que Él ha logrado para nosotros!

 

J. N. Darby

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Abril/Julio 2002.-

Título original en inglés:
THE GOSPEL ACCORDING TO MATTHEW, by J.N.Darby 
Collected Writings Vol. 24, Expository No. 3
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com

Versíón Inglesa
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