Disertaciones
acerca del Evangelio de Mateo
William Kelly
Obras Mayores Neotestamentarias
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas
dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en
1960 (RVR60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles
("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser
consultadas al final del escrito.
Mateo 1
He pensado que sería provechoso ocuparse en uno de los Evangelios, y
trazar, tan sencillamente como el Señor me capacite, el esquema general de la
verdad revelada allí. Es mi deseo señalar el objetivo y el designio especiales
del Espíritu Santo, a fin de proporcionar a aquellos que valoran la Palabra de
Dios, indicios tales que puedan tender a
responder algunas de las dificultades que surgen en las mentes de
muchos, y también a expresar de manera más clara grandes verdades que son
susceptibles de ser pasadas por alto livianamente. Puedo asumir que el Espíritu
de Dios no nos ha presentado aquí estos relatos acerca de nuestro Señor susceptibles
a los errores de los hombres, sino que, por el contrario, Él mantuvo Su inerrante
mano poderosa sobre aquellos que, en sí mismos, eran hombres sujetos a pasiones
semejantes a las nuestras. En una palabra, el Espíritu Santo ha inspirado estos
relatos para que podamos tener plena certeza de que Él es el autor de ellos, y ellos
llevan así el sello de Su propia perfección. Así como Él se ha complacido en
presentarnos varias narraciones, Él ha tenido igualmente un motivo divino para
cada una de ellas. En resumen, Dios ha procurado Su propia gloria en esto, y la
ha asegurado.
Ahora bien, no puede caber duda alguna, para cualquiera que lee los
Evangelios con el más pequeño de los discernimientos, que el primero de ellos está
muy notablemente adaptado para satisfacer la necesidad de los Judíos, y que
saca a la luz las profecías del Antiguo Testamento y otras Escrituras que
encuentran su cumplimiento en Jesús. Por consiguiente, hay más citas
Escriturales que son aplicadas a la vida y muerte de nuestro Señor en este
Evangelio que en todos los demás en su conjunto. Todo esto no fue algo que fue
dejado a la discreción de Mateo. Es evidente el hecho de que el Espíritu Santo
usó la mente del hombre para sacar a la luz Su propio designio; pero, cuando yo
digo que Dios inspiró a Mateo para el propósito, lo que quiero dar a entender es
que el Espíritu Santo se complació en guardarle y guiarle perfectamente en lo
que él iba a divulgar.
Además de presentar a nuestro Señor de forma tal que abordara los
pensamientos y sentimientos correctos o errados de un Judío; además de
proporcionar las pruebas más particularmente deseadas para satisfacer su mente,
es evidente, a partir del carácter de los discursos y parábolas, que el rechazo
del Mesías por parte de Israel, y las consecuencias de ello para los Gentiles,
son aquí los grandes pensamientos prominentes en la mente del Espíritu Santo.
Por eso es que la ascensión no está en Mateo. El Judío, si había comprendido
las profecías del Antiguo Testamento, habría esperado que viniese un Mesías,
sufriera, muriera, y resucitase, "conforme a las Escrituras". (1ª
Corintios 15: 3, 4). En Mateo nosotros tenemos Su muerte y resurrección, pero Él
es dejado allí; y no sabríamos, a partir de los hechos relatados sólo por él,
que Cristo ascendió al cielo en absoluto. Nosotros debemos saber que ello
estuvo implícito en algunas de las palabras pronunciadas por Cristo; pero, en
efecto, Mateo nos deja con Cristo mismo aún en la tierra. El último capítulo no
describe la ascensión de Cristo, tampoco Su sesión a la diestra de Dios [Véase
nota 2], sino que Lo describe a Él hablando a los discípulos aquí abajo. Una presentación
tal de Cristo fue, peculiarmente, la que necesitaban conocer los Judíos. fue
más adecuada para ellos que para cualquier otro pueblo en la tierra.
[Nota 2] Sesión = acción y efecto de sentarse
(Fuente: DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA -
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA).
¿Y quién fue el agente empleado, y con qué idoneidad? — Pues
fue uno de los doce que acompañó al
Señor desde el principio de Su ministerio hasta que Él fue llevado de entre
ellos al cielo. (Hechos 1: 11 – NC). En aquel entonces él fue un testigo evidentemente
competente para el Judío y mucho más idóneo de lo que habrían sido Marcos y
Lucas, los cuales no fueron, hasta donde sabemos, compañeros personales del
Señor. Pero hubo esta peculiaridad, — que
Mateo era un publicano, o recolector de impuesto, de profesión. Aunque era
Judío él trabajaba para los Gentiles, posición que le haría especialmente
aborrecible a sus compatriotas. Ellos le consideraban con aún más sospecha que
a un extranjero. Esto haría que parezca, a primera vista, más extraordinario
que el Espíritu Santo emplease a un tal para informar de Jesús como el Mesías. Pero,
recordemos que hay otro objetivo a lo largo de todo el Evangelio de Mateo; y este
es que no se trata sólo del registro de Jesús como el verdadero Mesías para
Israel, sino que este evangelio nos muestra Su rechazo por parte de
Israel y las consecuencias de la funesta incredulidad de ellos, — a saber, que
todas las barreras que habían existido hasta aquel momento entre Judío y Gentil
fueron derribadas, — emanando la misericordia de Dios hacia aquellos que eran
despreciados y bendiciendo al Gentil de tan buen grado y tan plenamente como al
Judío. De este modo, la admirable pertinencia de emplear a Mateo el publicano,
y su consistencia con el alcance de su tarea, son evidentes.
Estas pocas observaciones pueden ayudar a evidenciar que hubo la mayor
idoneidad en el empleo del primero de los cuatro Evangelistas para hacer la
obra designada para él. Si nuestro objetivo fuera examinar a los demás
evangelistas se podría fácilmente poner de manifiesto que cada uno tuvo
exactamente la obra correcta que él debía hacer. A medida que procedamos a
través de este Evangelio ustedes se sorprenderán, no dudo, por la sabiduría que
escogió a un tal para presentar el relato del Mesías rechazado, despreciado por
Sus culpables hermanos según la carne.
Pero, yo me limitaré, por ahora, a mostrar con qué sabiduría Mateo
introduce tal relato del Mesías. Pues muchos deben haber quedado más o menos
sorprendidos por el registro de nombres preliminar, y pueden haberse preguntado
quizás, «¿Qué beneficio ha de ser
obtenido de una lista como esta?» Pero, nunca pasemos
por alto nada en la
Escritura como siendo un asunto liviano o dudoso. Hay una profundidad de bienaventurado
significado en la narración que Mateo nos presenta acerca de la genealogía del
Señor. Por lo tanto, yo debo ahondar un poco acerca de la manera perfectamente
hermosa en que el Espíritu de Dios ha trazado aquí Su linaje, y dirigir la
atención, brevemente, al modo en que ello armoniza con el relato divino acerca
de Jesús para el Judío, el cual estaría planteando constantemente la pregunta de
si acaso Jesús era realmente el Mesías.
Se observará que la genealogía difiere aquí totalmente de la que tenemos
en Lucas, donde no es presentada al principio sino al final del capítulo 3.
Así, en el Evangelio de Lucas aprendemos mucho acerca del Señor antes de que
aparezca Su genealogía. ¿Por qué fue esto? Lucas estaba escribiendo a los
Gentiles, acerca de los cuales no se podía suponer que estaban igualmente o del
mismo modo interesados en Sus relaciones mesiánicas. Pero, cuando ellos se
hubiesen enterado, en algún grado, acerca de quién era Jesús, sería muy
interesante ver cuál era Su linaje como hombre, y retroceder en su ascendencia
hasta Adán, el padre de toda la familia humana. ¿Y qué más adecuado sería
vincularle a Él con la cabeza de la raza, si el objetivo era mostrar la gracia
que saldría a la luz hacia toda la humanidad, la gracia de Dios portadora de
salvación manifestada a todos los hombres? Uno podría colocar esa palabra que
está en Tito 2: 11 como un frontispicio al Evangelio de Lucas. Leemos, "Porque
la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres". Es
la gracia de Dios en la persona de Su Hijo, el cual se hizo hombre, relacionado
en cuanto a humanidad con toda la familia del hombre, aunque la naturaleza en
Él fue siempre única, y totalmente santa.
Pero aquí en Mateo nos encontramos sobre un terreno más estrecho
circunscrito a una determinada familia, la simiente real de una determinada
nación, el pueblo escogido de Dios. Abraham y David son mencionados en el
primer versículo mismo. "Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de
David, hijo de Abraham". ¿Por qué estos dos nombres son seleccionados así;
y por qué aquí son puestos juntos en este breve resumen? Son puestos juntos debido
a que todas las esperanzas de Israel estaban estrechamente ligadas con aquello que
fue revelado a estas dos personas, pues David fue la gran cabeza del reino,
aquel en quien se fundamentaba la verdadera línea del trono del Mesías. Saúl
fue meramente el rey carnal que el propio Israel buscó transitoriamente por voluntad
propia de ellos. David fue el rey que Dios escogió y es mencionado aquí como el
antepasado del Ungido de Jehová, — el "Hijo de David". Por otra
parte, Abraham fue el único de quien se dijo que todas las naciones serían
bendecidas en él. (Génesis 22: 18, etcétera). De este modo, las palabras
iniciales nos preparan para todo el Evangelio. Cristo vino con toda la realidad
del reino prometido al Hijo de David. Pero si Él era rechazado como Hijo de
David, aun así, como Hijo de Abraham, no sólo había bendición para el Judío,
sino para el Gentil. Él es verdaderamente el Mesías; pero si Israel no lo
aceptará, Dios traerá a las naciones, durante la incredulidad de ellos, a
experimentar Su misericordia.
Habiéndonos presentado esta visión general, llegamos a los detalles.
Comenzamos con Abraham, no retrocediendo en la ascendencia de Jesús hasta él,
sino ascendiendo desde él. Todo Judío comenzaría con Abraham, y estaría
interesado en seguir las etapas de la línea desde aquel al cual todos ellos estaban
subordinados. [Nota 3].
[Nota 3] Tengan ustedes en cuenta que sería una
imposibilidad que algún Judío presentase ahora su genealogía desde Abraham o
David, como debe serlo para autenticar la reclamación Mesiánica. Esto nos es
presentado tanto en el aspecto legal, o aspecto de José, como del natural, o aspecto de María, en Mateo y en Lucas. Una
vez que el Mesías vino y, habiendo sido rechazado por los Judíos, se permitió a
los Romanos venir y destruir el templo, la ciudad, y la nación de ellos; y sus
registros genealógicos bien pudieron llegar a su fin, tal como sucedió. (Nota
del Editor del escrito en Inglés)
"Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus
hermanos". (Mateo 1: 2). Me parece que esta amplia mención, "Judá y a
sus hermanos", es de importancia, y en más de un sentido. Ella no es
consistente con la noción de que nuestro Evangelista, en esta parte del
capítulo, sencillamente copia los registros guardados por los Judíos. Nosotros podemos
estar seguros que los hombres jamás registran de esta manera. No obstante, ello
está, evidentemente, en la más estricta armonía con este Evangelio ya que da
prominencia a la tribu real de la cual fue el Mesías (Génesis 49: 10), a la vez
que recuerda a los más favorecidos que otros, ocultos por demasiado tiempo, que
no fueron olvidados por Dios ahora que Él está presentando la genealogía de Su
Mesías.
"Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara". (Versículo 3).
¿Cuál es el motivo para introducir una mujer, para mencionar aquí a Tamar? Hubo
mujeres de gran notabilidad en el linaje del Mesías, — personas a las cuales los
Judíos respetaban como siendo ellas santas y honorables. ¿Qué corazón Judío no
fulguraría con fuertes sentimientos de respeto al oír acerca de Sara y Rebeca,
y de las demás mujeres santas y bien conocidas registradas en la historia veterotestamentaria?
Pero, no hay aquí mención alguna de ellas sino que Tamar es mencionada. ¿Por
qué es así? La gracia se encuentra debajo de esto que es muy reprensor para la
carne, pero muy precioso a su manera. Hay cuatro mujeres, y sólo cuatro, que
aparecen en la línea, y sobre cada una de ellas había una mancha. No es que
todas las fuentes de vituperio o vergüenza eran del mismo tipo. Pero para un
Judío orgulloso, con todas estas mujeres estaba relacionado lo que era
humillante, — algo que él habría mantenido en la oscuridad. ¡Oh maravillosos
modos de obrar de Dios! ¿Qué es lo que Él no puede hacer? ¡Qué sorprendente es
que el Espíritu Santo no atraiga aquí la atención a aquellas que habrían traído
honra ante los ojos de Israel, — no, qué asombroso es que Él destaque a estas mujeres
que un Israelita carnal habría despreciado! El Mesías iba a brotar de una línea
en la que había existido pecado funesto. Y donde todo lo que está en el hombre
trataría de ocultar esto y mantenerlo alejado, el Espíritu de Dios lo saca a la
luz claramente, de modo que no sólo estará en los registros eternos de la
historia veterotestamentaria, sino que ello es recordado aquí. Estas mujeres, sobre
las cuales había tales manchas soeces a juicio de los hombres, son las únicas
mujeres que son traídas específicamente ante nosotros. ¿Qué es el hombre? y,
¿qué es Dios? ¿Qué es el hombre para que estas cosas hubieran alguna vez
sucedido? Y, ¡qué es Dios que, en lugar de cubrirlo, Él haya sacado la historia
de la oscuridad y la haya colocado en plena luz revelada, estampada, si puedo
decirlo así, en la genealogía de Su propio Hijo! No ha sido, de ninguna manera,
como si el pecado no fuese sobremanera pecaminoso; tampoco como si Dios pensó
livianamente acerca de los privilegios de Su pueblo, — aún menos acerca de la
gloria de Su Hijo, o lo que le era debido a Él. Sino que Dios, sintiendo que el
pecado de Su pueblo es el peor pecado de todos los pecados, aun habiendo presentado
en este Mesías mismo al Único que podía salvar a Su pueblo de sus pecados, no
duda en llevar el pecado de ellos a la presencia de la gracia que podía
quitarlo, y lo quitaría, en su totalidad. ¿Pensó el Judío que esto era un
escándalo o una deshonra hecha al Mesías? El Mesías debía brotar de ese mismo
linaje y de ninguna otra línea. Este linaje estaba limitado a la casa de David
y a la línea de Salomón, y estas mujeres estaban en la línea directa de Fares
hijo de Judá. Ningún Judío se podía salir de la dificultad. ¡Qué no nos enseña
esto! Si el Mesías se digna vincularse Él mismo con una familia semejante, —
si Dios se complace en ordenar así las cosas
para que de ese linaje, como con respecto a la carne, iba a nacer Su propio
Hijo, el Santo de Israel, — ciertamente no podía existir nadie tan malo como
para no ser recibido por Él. Él vino a salvar "a su pueblo de sus
pecados" (Mateo 1: 21, no a encontrar a un pueblo que no tuviese pecado. Él
vino con toda autoridad para salvar: Él mostró gracia mediante la familia misma
de la cual Él se complació de ser un — o más bien, el, "Renuevo". Dios
nunca se confunde; y tampoco se confunde, por medio de la gracia, aquel que
cree debido a que él descansa en lo que Dios es para él. Nosotros nunca
podremos ser algo para Dios hasta que sepamos que Dios lo es todo para nosotros
y por nosotros. Pero, cuando conocemos a un Dios y Padre como el que Jesús nos Lo
revela, por una parte lleno de bondad, y por la otra sin ninguna tinieblas en
Él en absoluto, ¿qué no podemos esperar nosotros de Él? ¿Quién no podría nacer
ahora de Dios? ¿A quién podría rechazar un Dios así? Tal indicio en Mateo 1
abre el camino para las maravillas de la gracia que aparecen después. En un
sentido, ningún hombre tiene una posición tal de antiguos privilegios como el
Judío; sin embargo, incluso en lo que respecta al Mesías, este es el relato que
el Espíritu Santo presenta de Su linaje. Nadie se jactará en la presencia del
Señor. (1ª Corintios 1: 29).
Pero eso no es todo. Leemos, "Fares engendró a Esrom,… Salmón
engendró, de Rahab, a Booz". (Mateo 1: 3-5 – VM). ¿Y quién, y qué era
ella? Una Gentil, ¡y una vez ramera! Pero Rahab es sacada de todas sus
pertenencias, — es separada de todo lo que era su porción por naturaleza. Y
aquí está ella, en este evangelio de Jesús escrito para el Judío, — para la
misma gente que Le despreciaba a Él y Le aborrecía porque tomaba en
consideración a una Gentil. Rahab ya fue nombrada para el cielo, y ningún Judío
podía negarlo. Fue visitada por Dios; fue liberada exterior e interiormente por
Su gracia poderosa, fue introducida y convertida en parte de Israel en la
tierra, — sí, por gracia soberana, fue convertida en parte de la línea real de
la que debía salir el Mesías, y de la cual, de hecho, nació Jesús, el cual es "Dios
sobre todas las cosas, bendito por los siglos". (Romanos 9: 5). ¡Oh, qué
maravillas de la gracia alborean sobre nosotros mientras ahondamos incluso en
la mera lista de nombres que la incredulidad menospreciaría como un apéndice
seco, si no incorrecto, de la palabra de Dios. Pero la fe dice: «no puedo prescindir de la
sabiduría de Dios.» Ciertamente Su sabiduría resplandece en todo
lo que Él ha escrito aquí. "El que se gloría, gloríese en el Señor".
¿Se podría pensar que Rahab fue llamada en alguna época lejana? Pero no.
Pues leemos, "Salmón engendró de Rahab a Booz; y Booz engendró de Rut a
Obed; y Obed engendró a Isaí; e Isaí engendró al rey David". (Mateo 1: 5,
6 – VM). Rut, afectiva como ella era, para un Judío ella era de una fuente
peculiarmente odiosa. Ella era una moabita y por lo tanto la ley le prohibía
entrar en la congregación de Jehová hasta la décima generación. Incluso el edomita
o el egipcio eran considerados menos aborrecidos y sus hijos podían entrar en
la tercera generación- (Deuteronomio 23: 3-8). Fue presentado así un testimonio
aún más profundo de que la gracia saldría a relucir y bendeciría a lo peor de
los Gentiles. Les guste o no a los Judíos, Dios hizo entrar a Rahab, la Gentil
otrora inmoral, y a Rut, la hija mansa de Moab, no sólo en la nación, sino en
la línea directa de la cual iba a surgir el Mesías.
"E Isaí engendró al rey David. Y David engendró a Salomón de
aquella que había sido mujer de Urías". Mateo 1: 6 – VM). Con sólo unas
pocas
generaciones de por medio nosotros tenemos a estas tres mujeres que, por uno u
otro motivo, moral o ceremonial, habrían sido totalmente despreciadas y
excluidas por el mismo espíritu que rechazó a Jesús y la gracia de Dios. Entonces,
no se trató de un pensamiento nuevo: era la misericordia divina que se extendía
para recoger a los parias de los Gentiles, que tenía en consideración a los
viles para liberarlos y hacerlos santos. Se trató de los modos en que Dios
obraba desde antaño. Ellos no podían leer el relato que Él hace de la estirpe
del propio Mesías de ellos sin ver que ello era así. Y ningún Judío podía negar
que éste era el canal divinamente prescrito. Todos debían admitir que el Mesías
no había de venir por otra línea que la de Salomón. ¡Oh, la gracia para con nosotros
que sabemos lo que hemos sido como pobres pecadores de los Gentiles, qué
desdicha era la nuestra, y esto debido a la culpa y al pecado! Leemos, "Y
esto erais algunos de vosotros: mas habéis sido lavados, mas habéis sido
santificados, mas habéis sido justificados, en el nombre del Señor Jesucristo,
y por el Espíritu de nuestro Dios". (1ª. Corintios 6: 11 – VM).
Por lo tanto, las primeras palabras que presentan al Mesías presentan la
misma verdad bienaventurada, si había un oído para oír, o un ojo para ver, lo
que Dios tenía reservado y estaba ahora haciendo notar en ellos. En el último
caso mencionado hubo algo más humillante que en cualquier otro. Porque aunque
desde antaño la historia de Tamar había sido desdichada, aun así había otros
rasgos, falsos y lujuriosos y violentos, que coincidían en el caso de la que
había pertenecido a Urías. Y esto era tanto más funesto debido a que la culpa
principal recaía en aquel hombre a quien Dios se había complacido en honrar, a
saber, el "rey David". ¿Quién no sabe que ello ha extraído la
confesión personal de pecado más profunda y conmovedora jamás inspirada por el
Espíritu de Dios? (Salmo 51). Sin embargo, aquí también encontramos que aquel
que tuvo que ver con esta historia de horrores, y que pronunció este salmo de
dolorida confesión, fue el antepasado directo del Mesías. De modo que, si el
Judío consideraba a aquellos de quienes había surgido el Mesías, así debía ser
Él según Sus antepasados terrenales. Pero Dios registra la exhibición
bienaventurada de Sus modos de obrar, tanto para ganar a los más duros, a los
más soberbios y a los más pecadores, como para el indefectible consuelo y refrigerio
de aquellos que Le aman.
No necesito explayarme particularmente en los nombres que siguen.
Podríamos ver pecado sobre pecado, mancha sobre mancha, entretejidos en sus
diversas historias. Se trató de una serie
continua de sucesos de aquello que haría sonrojar a un Judío, — de lo que un
hombre nunca se hubiera atrevido a sacar a relucir acerca de un rey al que él honrase.
Dios, en su infinita bondad no permitió que estas cosas permanecieran
aletargadas. No se dice ni una palabra acerca de las mujeres que vinieron
después de que terminara el registro de las Escrituras; pero, ¿qué Judío podría
refutar las palabras de vida encomendadas a ellas? Dejar afuera aquello de lo
cual un Judío se jactaba, e introducir lo que él hubiese ocultado por
vergüenza, y todo en tierna misericordia hacia Israel, hacia los pecadores, fue
ciertamente divino. Podemos ver de esto que la mención de estas cuatro mujeres
es particularmente instructiva.
El hombre no podría haber originado esto: y nuestro lugar es aprender y
adorar. Cada mujer que es nombrada es una mujer que la naturaleza habría
excluido deliberadamente del registro; pero, la gracia las hizo más prominentes
en él. Por lo tanto, la verdad que es enseñada de este modo no debe ser
olvidada jamás, y el Judío que quisiera conocer las afirmaciones de Jesús acerca
de que Él es el Mesías podría enterarse aquí de lo que prepararía su corazón y
su conciencia para un Mesías como lo es Jesús. Él es un Mesías que viene en
busca de pecadores, que no desprecia a ningún necesitado, — ni siquiera a un
pobre publicano o a una ramera. El Mesías reflejó tan completamente lo que Dios
es en Su amor santo, fue tan fiel a todos los propósitos de Dios, fue una expresión
tan perfecta de la gracia que hay en Dios, que nunca hubo un pensamiento, o un sentimiento,
o una palabra de gracia en Su palabra, excepto acerca de lo que el Mesías venía
ahora a hacer realidad en Su trato con las pobres almas y, en primer lugar, con
un Judío.
Esta es, entonces, la genealogía de Cristo tal como nos es presentada aquí.
Hay ciertas omisiones en la lista, y personas de cierta erudición han sido igualmente
débiles y osadas como para imputar al apóstol Mateo un error que ningún alumno de
escuela dominical inteligente habría cometido. Porque un niño copiaría lo que
estuviera claramente escrito ante él; y
ciertamente Mateo podría haber tomado fácilmente el Antiguo Testamento y haber
reproducido la lista de nombres y generaciones que nos presentan los libros de
las Crónicas y otros lugares. Pero hubo un motivo divino para omitir los
nombres particulares de Ocozías, Joás y Amasías del versículo 8: tres
generaciones. Se nos puede permitir inquirir, ¿«Por qué motivo el apóstol Mateo suprime, obviamente
por inspiración, algunos de los eslabones de la cadena?» El Espíritu de Dios se complació en organizar
la ascendencia de nuestro Señor en tres divisiones de catorce generaciones cada
una. Ahora bien, como en realidad hubo más de catorce generaciones entre David
y el cautiverio, fue un asunto necesario que algunos fuesen descartados para
igualar la serie, y por lo tanto sólo son registradas catorce. De hecho, si ustedes
examinan las Escrituras del Antiguo Testamento se encontrarán con que no es poco
común que en las genealogías sean descartados algunos de los eslabones de la cadena.
Más del doble que en nuestro versículo son omitidos en un solo lugar. (Esdras
7: 3). Ahora bien, fue el propio Esdras quien escribió ese libro y, obviamente,
él conocía su propia ascendencia mucho más familiarmente que nosotros. Y si
cualquiera de nosotros, mediante una comparación con otras partes, puede
encontrar los eslabones perdidos, mucho más podía él. Y sin embargo, al presentar
su propia genealogía (Esdras 7), el Espíritu de Dios se complace en omitir no
menos de siete generaciones. Esto es aún más destacable ya que nadie podía
ejercer sus derechos como sacerdote a menos que pudiera remontar su línea hasta
Aarón sin ninguna duda en cuanto a la sucesión. No me cabe duda de que no hubo menos
motivos especiales para la omisión en otros lugares que en nuestro Evangelio;
pero los motivos para ello son un asunto muy diferente. Yo he nombrado uno de
ellos. Hubo más de dos veces catorce generaciones en al menos la segunda
división; y este puede haber sido un motivo para que el escritor omitiera
varias de ellas. Pero, ¿por qué éstas en particular? Atalía, la hija de Acab,
rey de Israel, y esposa de Joram, había entrado mediante matrimonio en la casa
real de David; y fue una hora dolorosa para Judá. Pues Atalía, enfurecida por
el prematuro fin de su hijo, el rey Ocozías, fue culpable de un intento
demasiado exitoso de destruir el linaje real. Pero ello no pudo ser completado;
porque esa familia fue seleccionada, de entre todas las familias del pueblo de
Dios, para no extinguirse nunca del todo hasta que viniera Siloh. (Génesis 49:
10). No había más que un solo descendiente
joven, a quien Josaba (o Josabet) salvó ocultándolo en la casa del Señor. (2º
Reyes 11: 1-3; 2º Crónicas 22: 10-12). La luz fue cubierta con un almud durante
un tiempo, pero no fue apagada. El que era en aquel entonces hijo de David
apareció. Se trató de una época en que Judá había caído en un mal múltiple y
cada vez más profundo. Pero, tan ciertamente como aquel joven Joás fue sacado
de sus tinieblas, — tan ciertamente como el sacerdote estuvo allí para ungir al
rey y la unión de las dos cosas cumplió el gran propósito de Dios, así será
cuando los años de la rebelión del hombre contra Dios se cumplan. Saldrá Aquel que
ha estado oculto y olvidado durante mucho tiempo, y todos los enemigos serán hollados;
y entonces Judá florecerá realmente bajo el Rey, el verdadero Hijo de David.
Porque todo esto fue un tipo de la reaparición del verdadero Mesías en breve.
Pero mi intención no es explayarme ahora
en eso tanto como lo es indagar y sugerir brevemente el motivo por el cual estos
pocos reyes son omitidos. La respuesta parece ser que ellos surgieron de
Atalía. Por lo tanto, ellos fueron completamente pasados por alto. Nosotros encontramos
a Dios indicando así Su disgusto ante la introducción de esa estirpe malvada e
idólatra de la casa de Acab. Los descendientes de Atalía no son mencionados ni
siquiera hasta la tercera generación. Este parece ser el motivo moral por el
cual encontramos tres personas excluidas en este punto en particular. Luego, en
el versículo 11 leemos: "Y Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en
el tiempo de la deportación a Babilonia". Es evidente que el método es sumario,
pues Joacaz, a quien el pueblo hizo rey, y que reinó sólo tres meses no es
especificado, y Joacim a menudo es llamado por el mismo nombre que su hijo
Jeconías.
Pero, no ahondaré en los rasgos más minuciosos de la genealogía. La
palabra de Dios es infinita; y, con independencia de lo que nosotros podamos
haber aprendido, ello sólo nos coloca en situación de descubrir nuestra
ignorancia. Cuando las personas están totalmente en la oscuridad, ellas creen que
saben todo lo que hay que saber. Pero, a medida que de verdad avanzamos nosotros
adquirimos un sentido más profundo de lo poco que sabemos y, al mismo tiempo,
más paciencia con otros que pueden saber un poco menos y, muy posiblemente,
algo más. La inteligencia o entendimiento espiritual, en lugar de envanecer el
corazón que ama produce un sentimiento cada vez mayor de nuestra propia
pequeñez. Cuando ello no es así, tenemos razones para temer que la mente sobrepase
a la conciencia y que ambas estén lejos de estar sujetas al Espíritu Santo.
Las generaciones están divididas en tres diferentes secciones. La
primera es desde Abraham hasta David, el amanecer de la gloria para los Judíos.
Cuando David "el rey" estuvo allí, él fue el mediodía en Israel, — un
mediodía tristemente lleno de altibajos,
es cierto, y entenebrecido por el pecado; pero, aun así se trató del mediodía
del día del hombre en Israel. La segunda división es desde allí hasta el
traslado a Babilonia. La tercera es desde aquel cautiverio hasta Cristo. Esta
última división fue claramente la historia del atardecer del pasado de Israel.
Pero ese atardecer no es el final de dicha historia. Ella finaliza con la luz
más resplandeciente de todas, — un tipo del día en que al atardecer habrá luz.
Así como el profeta Hageo habla de que la casa de Dios, tal como era entonces,
no era nada en comparación con su gloria primera, y dice: "La gloria
postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los
ejércitos" (Hageo 2: 9), así también, "Uno mayor que Salomón"
estaba aquí. (Mateo 12: 42 – VM). Aunque el esplendor de Israel había decaído,
e Israel estaba ahora quebrantado y sometido a los Gentiles, la decadencia
registrada finaliza en el nacimiento del verdadero Mesías. A lo largo del
prolongado cautiverio ninguna persecución pudo destruir esa familia escogida;
porque Jesús, el Mesías de Dios, iba a nacer de ella. En el momento que Jesús
concluye Su carrera aquí abajo, la cadena puede parecer rota para siempre en lo
que se refiere a la tierra, pero ello es sólo para ser, por así decirlo, roblonada
al trono de Dios en el cielo. Jesús está allí, vivo de nuevo para siempre. Y
Jesús vendrá de nuevo y los Judíos verán y llorarán, incluso los que están
escritos en el libro; y Jehová, Rey de ellos, a saber, Jesús, segará con regocijo
lo que Él sembró con lágrimas y con Su propia sangre.
Pero, consideremos un rato el resto de la perspectiva presentada a
nosotros de nuestro Señor Jesús en este capítulo. A José le es dada mucha
prominencia. La genealogía es, en sí misma, la de José, no la de María. Por otra
parte, María es la figura principal de ellos dos en Lucas, y yo creo que allí
la genealogía es la de ella. ¿A qué se debe esto? Para un Judío era
necesario que Jesús fuese el heredero de José. El motivo es que José era el
descendiente directo de la rama real de la casa de David. Hubo dos líneas que
llegaron ininterrumpidamente hasta aquellos días, — a saber, la casa de Salomón
y la casa de Natán. María era la representante de la familia de Natán, así como
José lo era de la de Salomón. Si María hubiese sido mencionada sin su conexión
con su marido, no habría existido un derecho legal al trono de David. Era
necesario que el Mesías naciera, no simplemente de una virgen, ni de una hija
virgen de David, sino de una virgen unida legalmente a José, es decir, que ante
los ojos de la ley ella fuese realmente su esposa. Esto está registrado
cuidadosamente aquí para enseñanza especial de Israel; porque un Judío
inteligente habría formulado inmediatamente esa pregunta, y todo debía ser vallado
con celos santos. Que las personas calumnien como puedan, María debía estar
desposada con José; de lo contrario, el Señor Jesús no tendría un título
apropiado para el trono de David, y, por lo tanto, el énfasis aquí no es puesto
sobre María sino sobre José, porque la ley siempre habría mantenido el derecho
de José. Por otra parte, si José hubiera sido el padre verdadero, no hubiese podido
haber ningún Salvador en absoluto. Tal como ello es, la maravilla de la
sabiduría divina resplandece de manera muy conspicua haciendo que Él sea
legalmente el hijo de José, realmente el hijo de María, el cual en la verdad de
Su naturaleza es el Hijo de Dios. Y estas tres cosas se encontraron y
fusionaron en la persona de Jesús de Nazaret. Él debía ser el heredero
indiscutible de José según la ley, y José estaba desposado con María. El niño debía
nacer antes de que José viviera con María como esposa, y esto nos es mostrado
aquí cuidadosamente.
Leemos ahora, "Y el nacimiento de Jesucristo [véase nota 4] fue
como sigue. Estando su madre María desposada con José, antes de que se
consumara el matrimonio, se halló que había concebido por obra del Espíritu
Santo. Y José su marido, siendo un hombre justo y no queriendo difamarla, quiso
abandonarla en secreto. Pero mientras pensaba en esto, he aquí que se le
apareció en sueños un ángel del Señor", etcétera. (Mateo 1: 18-20 - LBA). Aquí
el ángel se le aparece a José en sueños. En Lucas el ángel se le aparece
a María. En Mateo es así porque José era la persona importante ante los ojos de
la ley; y sin embargo, el Mesías no debía ser, en realidad, hijo de José. Todo
el ingenio del hombre no podría haber entendido de antemano estos modos de
obrar; todo su poder no podría haber organizado las circunstancias. Si la ley
exigía que Jesús fuera el heredero de José, el profeta exigía que Él no fuera
hijo de José, sino de una virgen. Dios humillándose a Sí mismo era la
necesidad del hombre; el hombre exaltado era el consejo de Dios. ¿Cómo se iba a
unir y reconciliar esto, y mucho más, en una sola persona? Jehová-Jesús es la
respuesta. Leemos, "Un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo:
José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella
es engendrado, del Espíritu Santo es". (Mateo 1: 20).
[Nota 4]. Muchas versiones antiguas sólo tienen,
"Cristo", o, "el Cristo", en este versículo.
Dios responde a los escrúpulos del israelita piadoso y da a conocer esa
muy distinguida honra que Él había puesto sobre María bajo una apariencia que
durante un tiempo la había confundido y angustiado. Ella era la virgen misma
que Dios había predicho cientos de años antes (véase Isaías 7: 14), — y leemos:
"Dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS". También aquí José
iba a ser el que actuara públicamente, mientras que en Lucas (Lucas 1: 31)
María es la que nombra. La diferencia surge del punto de vista que el Espíritu
Santo nos presenta de la persona de nuestro Señor en los dos Evangelios. En
Lucas Él estaba demostrando que Jesús, aunque divino, era muy hombre, — un participante
de humanidad pero sin pecado. En nuestro caso se trata de una naturaleza humana
pecaminosa; en el caso de Él, era santa. Por eso, al hablar de Él simplemente
como hombre, en Lucas se dice: "Por lo cual también lo santo que va
a nacer será llamado Hijo de Dios". (Lucas 1: 35 – RV1977; RV1865). Así
pues, Él fue verdadera y propiamente un hombre, — el hijo de Su madre virgen; y
como tal, Él también es llamado el Hijo de Dios. En el Evangelio de Lucas demostrar
Su santa cualidad de hombre fue un gran asunto; mostrar cuán plena y
adecuadamente Él podía ser un Salvador de los hombres y asumir las aflicciones y
la miseria, y en la cruz padecer por la pecaminosidad de los demás, — Él mismo,
el Santo. Él era el Hijo de Dios, el cual había tomado realmente naturaleza
humana en Su propia persona, el cual era perfecta y realmente un hombre tanto como
cualquiera de nosotros; pero un hombre sin pecado, pero santo, y no meramente
inocente. Adán era inocente; Jesús fue santo. La santidad no significa mera
ausencia de mal sino poder interior según Dios y, por lo tanto, poder para
resistir el mal. Cuando Adán fue tentado, él cayó. Jesús fue probado por todas
las tentaciones y Satanás agotó sus asechanzas en vano. Sin embargo, todo esto es
muy adecuado para el Evangelio de Lucas donde se muestra por ello que la
humanidad propiamente dicha de Jesús emanó de Su nacimiento (es decir, de Su
madre). Su derecho legal al trono de David emanó de José, y en consecuencia, José
es el personaje prominente en el Evangelio de Mateo.
Pero Él tenía un título mayor que cualquiera que José podía transmitir
incluso desde David o Abraham; y esto debía ser atestiguado en Su nombre, Su
humilde nombre de Jesús, Jehová, el Salvador. "Llamarás su nombre JESÚS,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados". El pueblo de Jehová era Su
pueblo; y Él debía salvarlos, no sólo de sus enemigos, sino de sus pecados.
¡Qué testimonio rendido a Él y para ellos! Bienaventurado es que
cualquier alma pecadora lo oiga; ¡cuán especialmente necesario para un pueblo
entonces hinchado con desmesuradas esperanzas de engrandecimiento terrenal en
su esperado Mesías!
Asimismo aquí, y sólo aquí y no en cualquiera de los Evangelios, es
donde nosotros oímos hablar de Jesús como "Emanuel". Esto es
igualmente instructivo y hermoso, porque el Judío era propenso a olvidarlo.
¿Buscaba el Judío un Mesías divino, uno que fuera tanto Dios como hombre? Ni
mucho menos. Comparativamente, pocos Judíos esperaban algo tan asombroso como
esto. Ellos deseaban con vehemencia y esperaban un rey poderoso y conquistador,
pero aun así, un simple hombre. Pero aquí encontramos que el Espíritu Santo,
por medio de Isaías, un profeta propio de ellos, además de hablar de Él como hombre,
se encarga de mostrar que Él era mucho más que hombre, que Él era Dios. (Mateo
1: 22, 23, compárese con Isaías 7: 14). Sólo Mateo saca a relucir este claro
testimonio del gran profeta evangélico, — a saber, "Dios con
nosotros". Tan perfectamente proveyó Dios para estos pobres Judíos, y
desarrolló los descuidados gérmenes de sus profecías, y reflejó luz en las
partes oscuras de la ley de ellos; de modo que si un Judío rechazaba al Mesías,
él lo hacía para su propia ruina eterna. Entonces, además de ser el hijo de
David y Abraham, Él era "Dios con nosotros". Tal era el
verdadero Mesías, y tal el testimonio presentado a Israel. ¿Podían ellos rechazar
la historia de Mateo si recibían la profecía de Isaías? En vano honraban ellos
a Dios, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. (Mateo 15: 9).
"Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le
había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a
su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS". (Mateo 1: 24, 25). Algunos
de los mejores manuscritos (el Códice Sinaítico, el Códice Vaticano, etcétera)
omiten, "su hijo primogénito", y presentan sencillamente, "un
hijo". Pero no hay duda que estas palabras son genuinas en Lucas 2: 7, de
donde pueden haber sido introducidas aquí. La forma más corta me parece
suficiente para el propósito de nuestro evangelista.
Nosotros hemos estado verificando lo que habría sido de peculiar interés
para un Judío; pero que nosotros podamos encontrar también la bienaventuranza
de estas verdades para nuestras propias almas. Todo lo que exalta a Jesús, todo
lo que exhibe la gracia de Dios y derriba la soberbia del hombre está colmado
de bendiciones para nosotros. Mediante la bendición de Dios, siguiendo estas
lecciones
aún más lejos, nosotros encontraremos de qué manera la sabiduría de cada una de
Sus palabras queda justificada mientras atendemos a este testimonio tan ilustre
de Jesús el Mesías, de Su rechazo por parte de Israel, y de las bendiciones que
de allí emanan para nosotros, una vez pobres Gentiles.
William
Kelly
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Noviembre de 2021
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
LBA
= La
Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
NC
= Biblia
Nacar-Colunga (1944) Traducido de las lenguas originales por:Eloíno Nacar y
Alberto Colunga. Ediciones B.A.C.
RV1977
=
Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial Clie).
RV
1865 =
Versión Reina-Valera Revisión 1865 (Publicada por: Local Church Bible Publishers, P.O. Box 26024,
Lansing, MI 48909 USA).
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Publicado originalmente en Inglés bajo
el título: "Lectures on the Gospel of
Matthew", by William
Kelly
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