Disertaciones
acerca del Evangelio de Mateo
William
Kelly
Obras
Mayores
Neotestamentarias
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas
dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en
1960 (RVR60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles
("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser
consultadas al final del escrito.
Mateo 2
Creo que en el capítulo que tenemos ante nosotros encontraremos
abundante confirmación del relato que ya he presentado acerca del designio
especial del Espíritu Santo por medio de Mateo. Es decir, nosotros veremos
pruebas de que hay una presentación muy cuidadosa de Jesús como el verdadero
Mesías de Dios, y de Su rechazo como tal por parte de los judíos; y que Dios,
al mismo tiempo, aprovecha la caída de Israel para llevar a cabo propósitos más
amplios y profundos.
El primer incidente mismo del capítulo lo ilustra. Jesús nació. No nos
encontramos con los mismos hechos interesantes de los primeros días de la
infancia de nuestro Señor que nos son presentados en Lucas: todo es pasado por
alto aquí, excepto que tenemos presentados: a Cristo como nacido en Belén de
Judea, la adoración de los Magos de Oriente, y la huida a Egipto. El primer
hecho que el Espíritu Santo nos presenta aquí es el hecho lamentable de que no
había corazón para el Mesías en Israel. Y esto fue demostrado por las
circunstancias más significativas. "Cuando Jesús nació en Belén de Judea
en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo:
¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto
en el oriente, y venimos a adorarle (o tributarle homenaje)". No se nos
dice cuán pronto fue esto después de Su nacimiento. Sin duda había transcurrido
un tiempo considerable. Las personas a menudo se engañan en cuanto a esto al considerar
la escena a través de las nociones de la infancia de ellas. Todos hemos visto
las imágenes del Niño en el pesebre, y «tres reyes»
entrando para adorarle. Pero, la verdad es que
el Señor no había nacido recién cuando los Magos llegaron, tal como tales
asociaciones de ideas podrían transmitir. Para conocer Su condición más
temprana en este mundo debemos consultar el evangelio de Lucas, no el de Mateo.
Es cierto que algunos podrían obtener una impresión errónea al leer el
versículo 1 en nuestra común versión Reina-Valera 1960, a saber, "Cuando
Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes". Esto no insinúa
que la visita se produjo inmediatamente después del nacimiento de nuestro
Salvador, sino que deja espacio para un tiempo más o menos considerable después.
Lo leído significa simplemente que, después de Su nacimiento, vinieron estos orientales:
pues podrían haber transcurrido muchos meses o más de un año. Lo que confirma
esto es que los magos habían visto por primera vez la estrella en el oriente y
muy probablemente en el momento del nacimiento de nuestro Señor. Después de ver
la estrella es algo obvio que ellos tuvieron que hacer muchos preparativos
antes de poder partir, y luego tuvieron que recorrer un largo camino; y viajar
en aquellos días era un asunto duro y tedioso en las partes orientales del
mundo. Incluso, cuando ellos llegan a Judea, suben primero a Jerusalén para indagar
allí. Todo esto supone necesariamente un lapso de no poco tiempo. Sus preguntas
son respondidas por los escribas. Herodes, al enterarse, se turba, y toda
Jerusalén con él. Él convoca a todos los principales sacerdotes y a los
escribas del pueblo, y les pregunta dónde había de nacer el Cristo. Ellos le
dicen que en Belén de Judea, tras lo cual llama a los magos y los envía allí.
Todo esto ocurrió antes de la escena en la cual ellos adoran.
"Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que
habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo
sobre donde estaba el niño". (Mateo 2: 9). Nosotros no debemos imaginar,
según las nociones tradicionales, que la estrella los había conducido por el
camino hasta Jerusalén. Ellos la vieron en el oriente, y relacionaron la visión
con el Mesías prometido; porque en aquel tiempo las profecías sobre Su pronta
aparición habían sido difundidas por una parte considerable del mundo entonces
conocido. Muchos gentiles Le esperaban, especialmente en el oriente. Y los más importantes
y más opuestos en occidente estaban al tanto de tales esperanzas. El último hombre
que fue conocido en el oriente como profeta, antes que los gentiles fueran
quebrantados en presencia de Israel, fue Balaam. Sin duda él fue un hombre inicuo;
pero Dios aprovechó su persona para pronunciar las más notables predicciones de
la gloria venidera de Israel. Y esa profecía misma había concluido con una
referencia a la Estrella que saldría de Jacob. (Véase Números, capítulos 22 a
24). Y ahora, después de haber transcurrido muchos cientos de años, los
vestigios de esta profecía aún perduraban entre los hijos del oriente. También
es improbable que las profecías de Daniel en Babilonia, especialmente la de las
setenta semanas, etcétera, pudieran ser desconocidas, considerando la posición
de él y los extraordinarios acontecimientos de su época. Nosotros podemos
entender que estas profecías no sólo serían atesoradas por los hijos de Israel,
sino que el conocimiento de las mismas podría difundirse, especialmente en
aquellas tierras. Gran parte de sus profecías podrían no haber sido
comprendidas claramente. Sin embargo, ellos esperaban que surgiera un personaje
maravilloso, — que saliera una estrella de Jacob, y se levantara un cetro de
Israel.
Así pues, cuando estos forasteros vieron la estrella, ellos se
dirigieron a Su ciudad capital tradicional, a saber, Jerusalén. Está claro que
la estrella fue una especie de meteoro. Cuando ella resplandeció en el oriente,
ellos pusieron el hecho de este notable fenómeno junto con las expectativas del
rey venidero. Y esto más aún porque los orientales eran grandes observadores de
los cielos y, por lo tanto, estaban más atentos a cualquier aparición poco
común. Es posible que ella haya traído a la memoria la profecía de Balaam. Es
cierto que ellos partieron pronto hacia Jerusalén, lugar donde el informe
universal entre los gentiles sostenía que el gran Rey iba a reinar. Habiendo
ellos llegado allí, Dios les sale al encuentro; y es notable cómo Él lo hace.
Es por medio de Su palabra, y Su palabra interpretada por aquellos que no
tenían el más mínimo interés de corazón en el Mesías. La interpretación de
ellos fue muy correcta; sabían dónde había de nacer el Mesías. Los Magos
probablemente pensaron que Jerusalén iba a ser el lugar; pero los escribas les
dijeron que Belén era el lugar de nacimiento predicho. Es lamentable que los
mismos hombres que pudieron responder tan pertinentemente mostraron el hecho no
menos solemne, porque es un hecho común, de que es posible tener una medida de
conocimiento claro de las Escrituras ¡y al mismo tiempo no tener amor por Aquel
de quien todo da testimonio! En cuanto a los Magos, por muy ignorantes que ellos
fueran, y aunque estuvieran en la oscuridad en cuanto a otras cosas, el deseo
de ellos fue verdadero, y Dios prevaleció sobre todo. En efecto, mediante estos
gentiles Él envió un testimonio a Jerusalén en cuanto al nacimiento del Mesías.
Dios sabía cómo llevar a cabo esto y reprender, a través del testimonio de
ellos, a aquellos que debiesen, sobre todo, haber velado por su propio Mesías y
debiesen haberle aclamado. Si hubo una reina que vino de las partes distantes
de la tierra para ver al rey Salomón y oír su sabiduría, el cual fue un tipo de
Cristo, así fue en este caso. El Espíritu Santo obró en y para estos peregrinos
de un país lejano para traerlos a la presencia del verdadero Rey. Los escribas
pudieron responder las preguntas pero el Mesías no les importaba, y fue por Él
por Quien vinieron estos magos. Esto determina de inmediato el terrible estado
en que se encontraba Jerusalén. El efecto de las noticias de que el Rey de Dios
había nacido es que, en lugar de buscar al Prometido, en lugar de llenarse ellos
de gozo al oír hablar de Uno a quien no habían buscado, todos se turbaron,
desde el rey hacia abajo. Más particularmente, como nos enteramos aquí, los principales
sacerdotes y los escribas son aquellos cuyo estado demuestra la absoluta impasibilidad
de la nación. Ellos tenían suficiente conocimiento religioso, tenían la llave
en su mano, pero no tuvieron corazón para entrar.
"Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos
diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella". (Mateo 2: 7). Yo
llamo a prestar atención a eso, lo cual confirma lo que dije anteriormente. Fue
después de la diligente indagación del rey a los sabios que él estableció en su
propia mente en qué momento debió haber nacido el Niño. Cuando ellos,
advertidos por Dios, se retiraron en lugar de regresar a Herodes, éste envió la
cruel orden de matar a los niños que había en Belén y en todos sus alrededores "menores
de dos años", — pues él dedujo de manera natural que había existido un
lapso considerable de tiempo entre el nacimiento de Cristo y la emisión de su inicua
orden.
Si pasamos al Evangelio de Lucas veremos la importancia de esto. Tenemos
allí a nuestro Señor nacido, como muestra Mateo, en la ciudad de David; pero
aquí en Lucas se nos dicen las circunstancias que explican esto, pues Belén no
era el lugar donde María y José vivían habitualmente. Belén era una aldea a la
que ellos acudieron debido a la orden del emperador romano que había promulgado
un decreto para que todo el mundo fuera censado, o inscrito. Ellos, siendo de
la familia real de los judíos, van a Belén, que era la ciudad de David. De este
modo, Dios hizo que se llevara a cabo el cumplimiento de la profecía de Miqueas
mediante el decreto de César Augusto. Nada estuvo más lejos del pensamiento del
Romano que el resultado que su decreto iba a favorecer, — a saber, el
nacimiento del Mesías en el lugar mismo donde la profecía lo intimaba. Parece
que el censo no se llevó a cabo en aquel entonces sino que sólo se inició, y
luego se detuvo durante algún tiempo. Porque en Lucas 2:2 se dice, "Este
empadronamiento primero fue hecho siendo Cirenio gobernador de Siria".
(Lucas 2: 2 – BJS, RV1602P, RV1865, VM), lo cual ocurrió varios años después.
Las personas, al no entender esto, llegaron a la conclusión de que hubo un
error en Lucas. Ellos sabían que el gobierno de Cirenio en Siria fue posterior
a la natividad de Cristo, y dedujeron demasiado apresuradamente que nuestro
evangelista trabajó bajo la impresión de que la subida de José y María a Belén
tuvo lugar en su época. Pero, yo creo que son ellos los que se equivocan. El
decreto de César Augusto no entró en plena vigencia o en pleno efecto hasta
entonces. Cuando fue dada la orden de empadronamiento, sólo fue suficientemente
llevada a cabo para inducir a José y María a subir a la ciudad de su linaje; y
eso fue suficiente. El objetivo de Dios se cumplió. José y María fueron allí y
mientras estaban allí se cumplieron sus días de alumbramiento y dio a luz a su
Hijo primogénito, y "lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre".
(Lucas 2: 6, 7). Tenemos aquí una escena totalmente diferente de lo que tuvimos
en Mateo, aunque esto también fue en Belén. Con toda probabilidad, ellos
hicieron más de una visita al lugar. Belén no estaba lejos de Jerusalén y
sabemos que ellos iban allí todos los años a la fiesta de la Pascua. Yo no veo
ningún motivo para dudar que la visita de los Magos tuvo lugar en otra visita
de los padres a Belén.
Presten ustedes atención a la manera en que las circunstancias
registradas en Mateo difieren de las de Lucas.
En Mateo, Jerusalén está toda turbada por las noticias del nacimiento
del Mesías, mientras los forasteros venidos desde lejos suben a rendir homenaje
al Rey de los judíos. Ellos habían visto Su estrella; sabían que se trataba del
Rey prometido, y ahora vienen a adorarle. Ellos llegan a Jerusalén y cuando
salen de ella, yendo ellos camino de Belén, vuelven a ser animados por Dios. La
estrella que habían visto antes en el oriente volvió a aparecer y fue delante
de ellos hasta que llegó y se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño, —
siendo esto una clara evidencia de que la estrella no los había acompañado durante
todo el camino. Y nosotros encontraremos que es verdad en nuestra propia
experiencia que donde actuamos en sencilla obediencia encontramos todo lo que
es necesario. Dios siempre tiene especial cuidado de aquellos que son fieles a
la luz, aunque sea muy poca; mientras que nada es más aborrecible para Él que
las grandes pretensiones de tener luz sin ningún corazón para la luz verdadera,
la cual es Cristo.
Podemos observar que, de los considerados como padres, José es siempre la
persona prominente aquí, tal como en el capítulo 1. La visión del versículo 13
fue para José. Sin embargo, los Magos, "al entrar en la casa, vieron al
niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron", no la adoraron a
ella. El homenaje de ellos fue para Él. "Y abriendo sus tesoros, le
ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra". Ellos Le reconocieron, como
pobres forasteros cuya mayor honra era ser reconocidos por Él. Jerusalén está
fuera de todo esto. Un usurpador estaba allí; un edomita gobernaba. Y así como
cuando Cristo regrese de nuevo a la tierra habrá un falso rey en Jerusalén bajo
la influencia de los poderes occidentales, y en combinación con los jefes
religiosos de Israel, así fue en Su primera venida. Todo se opuso por completo
al reconocimiento de Jesús.
En Lucas nosotros tenemos otro orden de cosas. No se trata tanto de uno
reconocido como rey , aunque Él lo era, sino que a Él se Le ve allí en la
condición más humilde posible. Las personas que Le reconocen son pastores
judíos, a quienes se les dio a conocer la noticia desde el cielo. Las huestes
celestiales cantan, — los corazones de los pastores se deleitan en los modos de
obrar de Dios, en el Salvador, — pues Él les había sido anunciado como tal:
"Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el
Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales,
acostado en un pesebre". (Lucas 2: 11, 12). Este fue el comienzo mismo de la
vida de
nuestro bendito Señor aquí abajo, lo cual de manera evidente tuvo lugar
inmediatamente después de Su nacimiento. El episodio del homenaje rendido por
los Magos fue muy posterior. No existe el más mínimo motivo para confundir las
dos ocasiones. Cada Evangelio es fiel a su propósito especial. En Mateo se
trata de Sus derechos reales sobre Israel y sobre los gentiles; en Lucas
tenemos la humildad perfecta desde Su nacimiento mismo, el Salvador-Hijo del
Hombre; el interés del cielo en el nacimiento del Cristo Señor despreciado en
la tierra, y esos pobres del rebaño cuyos corazones son despertados para
recibir a este Bendito, — la expresión, el medio y la sustancia de la gracia
divina. "He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo",
y esto se refiere a los judíos. Después aparece un círculo mucho más amplio,
pero todavía no va más allá de los judíos. Al judío primeramente, fue el orden
divino.
¡De qué manera tan hermosa armonizan estos diversos relatos con los
Evangelios en los que se encuentran! En el primero, el Rey, nacido algún tiempo
antes, es visto en Belén, pero nadie le da la bienvenida, salvo los forasteros
de Oriente. De la lectura de Mateo nosotros no debiésemos estar enterados, en
lo más mínimo, del reconocimiento del Salvador hasta el momento de la llegada
de ellos. Por el contrario, cuando el primer soplo de estas noticias llega a
Jerusalén, la consternación fue el resultado en todos. El rey, los sacerdotes, los
escribas, todos están en estado de agitación. No había corazón para Jesús.
Pero Dios siempre tendrá un testimonio. Si los judíos no Le aceptan, vienen los
gentiles; y la gracia es lo que efectúa esto. Los judíos incrédulos dicen a los
Magos dónde debía nacer el Rey. Ellos de inmediato actúan en consecuencia y el
Señor, encontrándose con ellos en el camino, los pone en presencia del verdadero
Rey, a quien ellos presentan sus presentes. Se trata del Mesías de Israel, pero
rechazado por Israel desde Su mismo nacimiento. Jerusalén está con el falso rey
y no tienen interés por recibirle. Los que eran despreciados como perros, a
quienes los propios judíos tuvieron que enseñar las primeras lecciones de la
profecía, tienen la gloria de ser los verdaderos reconocedores de las reivindicaciones
del Mesías. ¡Cuán humillante! Se trata del Mesías venido y reconocido por los
confines de la tierra; pero despreciado y rechazado por Su propia nación.
"A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron". (Juan 1: 11). Fue
importante que Israel Lo supiera. Aquí, a través de los primeros de los Evangelistas,
que los de Israel se enteren que ello no surge por ninguna falta de evidencia
por parte de Dios. ¿Cómo lo supieron estos gentiles? ¿Y dónde estaban los
judíos todo este tiempo, que no habían reconocido a su propio Mesías? Fue una
terrible historia, pues la verdad era la más extraña de todas las cosas en sus
oídos. Así es el modo de obrar de Dios: Él da testimonio, pero al hombre le
desagrada porque dicho testimonio es de Dios. La dificultad fue reconocer la
persona de Cristo. Ver en las Escrituras que el Rey de ellos había de nacer en
Belén de Judá, era cosa fácil; ello no ponía a prueba la conciencia, ni el
corazón. Pero, admitir que Aquel ignorado y despreciado, el hijo de María y el
heredero de José, era el Mesías, era ciertamente difícil para la carne. Para
los que habían visto la señal de ello en los cielos, que la habían buscado en
medio de una gran oscuridad pero que tenían sus ojos puestos hacia ella, todo fue
sencillo, y se apresuraron a brindarle honra. Ahora que Él había nacido, ellos se
regocijaron y vinieron de lejos para tener el gozo de verle y ofrecer sus presentes
a Sus pies.
"Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a
Herodes, regresaron a su tierra por otro camino. Después que partieron ellos,
he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma
al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga;
porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo". (Mateo 2: 12,
13). A la incredulidad que rechazaba la palabra de Dios se le permite ahora
mostrar cuán completamente estaba bajo el poder de Satanás, el cual demuestra
ser él mismo, como desde el principio, primero un mentiroso y luego un homicida.
Pero Dios reveló el propósito de Herodes; y José, en obediencia a Su palabra,
"tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, y estuvo allá
hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por
medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo". (Mateo
2: 14, 15).
Yo tengo que decir algo acerca de esta profecía, y de la aplicación de
la misma a nuestro Señor. Nosotros tendremos que tener en cuenta muchas
profecías citadas en Mateo, pero la presente cita tiene, evidentemente, un
carácter admirable unido a ella. En Egipto había sido dicho que Israel era el
hijo de Dios, el primogénito de Dios. (Éxodo 4: 22). A ellos les correspondía
la adopción. (Romanos 9: 4). El profeta Oseas, setecientos años después de la
salida de ellos de Egipto, aplica de nuevo esta palabra a Israel (Oseas 11: 1);
y ahora es usada acerca de Cristo como aquello que la intención del Espíritu
inspirador incluía plenamente. Pregunta: ¿Cómo es que el hecho de que Dios
sacara a Israel de la tierra de Egipto sea ilustrado así en la historia de
Cristo? Respuesta: Porque Cristo es el objeto del Espíritu Santo en la
Escritura. Con independencia de cuál sea el lugar de Su pueblo: en todas sus tribulaciones
o liberaciones, Cristo debe entrar en todo. No hay ningún tipo de tentación
(excepto, obviamente, la del mal interior) que Él no haya conocido; ni de
bendición de parte de Dios que Él no haya probado. Cristo atraviesa la historia
de Su pueblo y sobre ese principio es que Escrituras como éstas son aplicadas a
Él. Cristo mismo es llevado al lugar mismo que había sido el horno de Israel. Él
encuentra allí Su refugio del falso rey de Judea. ¡Qué retrato! A causa del antirey
que entonces reinaba en Jerusalén, el verdadero Rey debe huir, y huir a Egipto.
Cristo era el Israel verdadero. Compárese con Isaías capítulo 49.
Al leer esto nosotros vemos que ningún poder milagroso es ejercido para
preservar a Emanuel. Ello estaba cumpliendo las profecías, colmando el perfil
de desolación moral y nacional que el Espíritu Santo había bosquejado muchos
años antes. Dios estaba mostrando cuán precioso era para Él cada pisada de Su
Hijo. Podría parecer una circunstancia insignificante en sí misma que el Señor
fuera llevado a Egipto y saliera de allí otro día. Pero, con independencia de
cuál era el lugar de Cristo, — y Su lugar era dondequiera que Su pueblo
estuviera en el dolor de ellos, Él no permitirá que ellos sientan una aflicción
sin que Él la comparta. Él sabe lo que es ser llevado a Egipto, y eso también
de una manera mucho más dolorosa que la que Israel había experimentado. Pues la
tribulación más amarga de Cristo provino de Su propio pueblo; el golpe más
mortífero dirigido contra Él fue el del rey que en aquel entonces estaba
sentado en el trono en medio de ellos. Al no conseguirlo, él envía y mata a
todos los niños "menores de dos años que había en Belén y en todos sus
alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos. Entonces se
cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Voz fue oída en
Ramá, Grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, Y no
quiso ser consolada, porque perecieron". (Mateo 2: 16-18). Cuán claramente
encontramos que el Espíritu Santo está proporcionando aquí al judío la prueba
de que ellos eran preciosos a Sus ojos, y que si Cristo entraba en Sus
aflicciones ellos no debían preguntarse si Su presencia traerá sobre ellos el
más amargo padecimiento por el rechazo a Él por parte de ellos. Si Cristo tiene
la más mínima conexión con Israel, ellos se convierten en el objeto de la
animosidad de Satanás. Es Herodes, guiado por Satanás, quien dio la orden de
matar a sus pequeños; pero el Mesías es alejado del escenario de su ira. En
Israel hay lloro y grande lamentación. Tales fueron algunos de los problemas
que Israel trajo sobre sí mismo; y esto no es más que un retrato pequeño de lo
que les sucederá en el día postrero.
"Pero después de muerto Herodes, he aquí un ángel del Señor
apareció en sueños a José en Egipto, diciendo: Levántate, toma al niño y a su
madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la
muerte del niño. Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y vino a
tierra de Israel". (Mateo 2: 19-21). Es dulce encontrar que aparece aquí la
"tierra de Israel". No se trataba simplemente del país, como es
conocido entre los hombres, donde los pobres judíos vivían con permiso de sus
señores gentiles. ¡Cuán pocos la consideran ahora como "tierra de
Israel"! Pero los pensamientos de Dios son hacia Su pueblo en conexión con
la gloria de Su Hijo. Si Jesús tenía su vínculo terrenal allí, si Emanuel nació
ahora de la virgen, ¿por qué la tierra no habría de llamarse tierra de Israel?
El propósito divino era expulsar por completo el pie del gentil que ahora la hollaba.
Si solamente el pueblo se sometía y lo recibía para tomar Él Su lugar como Rey
de ellos, ¡qué bienaventurada sería la suerte de ellos! Pero, ¿recibiría Israel
a Jehová-Jesús ahora que regresaba de Egipto? — Todavía no había una buena
disposición para Él. Un Herodes murió; otro le siguió. Por eso, cuando el niño
fue llevado de regreso a la tierra de Israel, y José se enteró que "Arquelao
reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, tuvo temor de ir allá; pero
avisado por revelación en sueños, se fue a la región de Galilea, y vino y
habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue
dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno". (Mateo 2: 22,
23).
El método de citación es digno de mención aquí. Noten ustedes que no se
trata de un profeta en particular, sino de, "los profetas". Y por
ello no debemos deducir que algún escritor inspirado haya dicho estas palabras,
sino que es el espíritu de los profetas
que habla de Él. Cuando nosotros leemos en un profeta, "Con vara
herirán en la mejilla al juez de Israel" (Miqueas 5: 1); en otro: "Despreciado
y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto"
(Isaías 53: 3; y además, leemos acerca de lo que ellos Le darían para comer, y
en Su sed para beber, y cómo Él sería escarnecido hasta el final, podemos
entender esta aplicación de los profetas. Se trató del lenguaje bien entendido
que expresaba desprecio en aquel tiempo. En otras palabras, Él había de ser llamado
nazareno. Nazaret era el más despreciado de los lugares. No sólo los hombres de
Judea propiamente dichos menospreciaban Nazaret, sino que los propios galileos
la despreciaban, aunque formaba parte de su propio distrito. Más adelante
leemos acerca de un israelita sin escrúpulos que, al enterarse de que Jesús
estaba allí, exclamó: "¿De Nazaret puede salir algo de bueno?" (Juan
1: 46). De este modo, si un lugar de Palestina, más que otro, concordaba con el
rechazo que era la porción de Cristo, ese lugar era Nazaret. Un retrato
sorprendente, ciertamente, de Uno que, siendo el verdadero Rey, aun así fue
rechazado por Su propio pueblo. Los gentiles podrían haberle reverenciado, pero
Su propia nación era indiferente. ¡Qué poco fruto había para responder al
cultivo que Dios les había otorgado! Pero aquí estaba Aquel bendito que prosigue
Su senda de obediencia hasta la muerte, el cual no quiso mostrar Su gloria
protegiéndose a Sí mismo. Su pueblo descendió a Egipto: Él también descendió
allí. Él iba a ser llamado a salir de Egipto: esa fue Su porción. Él no se protegería
de las aflicciones de Su pueblo: las compartiría todas. Cuando Él se presenta,
Israel aún no está preparado para Él. Sus padres se dirigen a Nazaret una vez
más, ya que José ha sido instruido divinamente en un sueño. Esta es la última
mención que tenemos de él en Mateo. Lucas nos presenta circunstancias
posteriores; pero José desaparece por completo antes que nuestro Señor emprendiera
Su ministerio.
Cuando Él es llamado a salir de Egipto, no puede ir a Jerusalén, ni
tampoco a Belén. Él iba a ser despreciado y rechazado: los profetas lo habían
dicho: sus palabras debían cumplirse. Arquelao reinaba en Judea: un usurpador
estaba aún allí. José, ante la advertencia de Dios, se desvía hacia Nazaret, y
Jesús vivió con ellos; para que la palabra de los profetas se cumpliera en nuestro
Señor demostrando plenamente lo que era ser el más despreciado de los hombres. Él
lo supo de manera preeminente en la cruz; pero ello fue Suyo en todo momento. Y
esta es la forma en que Dios habla del Mesías a Israel. Él muestra lo que la
dureza de corazón y la incredulidad de ellos acarrearía, — aunque ello fuese
para el propio Mesías. ¡Qué retrato del hombre, y especialmente de Israel,
cuando semejante porción debe ser la Suya! Él viene y llama, pero no
recibe respuesta. La incredulidad del hombre impide la bendición de Dios. Fue
el pecado de Israel lo que complicó la historia temprana del Rey. Pero los
capítulos futuros mostrarán que Dios convertiría la misma incredulidad de
Israel en el medio de bendición para los despreciados gentiles, y que si los
judíos rechazaban el consejo de Dios, para su propia perdición, los gentiles oirían
y recibirían toda la bendición en Aquel bendito.
Así encontramos desde el principio de este maravilloso libro los
gérmenes de todo lo que mostrará el final. Encontramos a Uno que es realmente el
Mesías, dispuesto a cumplir las promesas y a ocupar el trono, pero el pueblo no
está en absoluto preparado para El. Israel estaba sumido en el pecado; ellos no
tenían corazón para Él. Estaban llenos de sus propias ceremonias, de su propia
luz y de la soberbia de sus privilegios. Todo estaba orientado a la
autoexaltación. Por eso Jesús es rechazado desde el primer momento. Esta es la
historia del hombre. Los capítulos siguientes nos mostrarán las gloriosas
consecuencias que Dios, en Su gracia, hace que emanen incluso del rechazo de Su
propio Hijo. Acerca de ese tema más feliz podemos ahondar en otras ocasiones.
William Kelly
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Diciembre 2021.-
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
BJS =
Biblia del Jubileo - Martin Stendal.
RV 1602
P =
Versión Reina-Valera 1602 Purificada.
RV1865
=
Versión Reina-Valera Revisión 1865 (Publicada por: Local Church Bible Publishers,
P.O. Box 26024, Lansing,
MI 48909 USA).
VM
= Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Publicado originalmente en Inglés bajo
el título: "Lectures on the Gospel of
Matthew", by William
Kelly
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