Disertaciones
acerca del
Evangelio de Mateo
William Kelly
Obras Mayores Neotestamentarias
Todas
las
citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido
tomadas de la Versión Reina-Valera revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Mateo 13
Al final del capítulo anterior nuestro Señor desconoció
todos los vínculos naturales que Le unían a Israel. Yo hablo ahora simplemente
de que Él lo sacó a relucir como asunto de enseñanza; pues nosotros sabemos
que, históricamente, el momento para romper finalmente con ellos fue la cruz.
Pero ministerialmente, si se puede decir así, la ruptura ocurrió y fue indicada
ahora. Él aprovechó una alusión a Su madre y a Sus hermanos para decir quiénes
eran Sus verdaderos parientes, — ya no los que estaban relacionados con él
según la carne: la única familia que Él podía reconocer ahora eran aquellos que
hacían la voluntad de su Padre que está en los cielos. Él reconoce nada más que
el vínculo formado por la palabra de Dios recibida en el corazón y consiguientemente
obedecida. El Espíritu Santo prosigue este tema registrando, en forma pertinente,
varias parábolas cuyo objetivo fue mostrar la fuente, el carácter, la conducta
y los asuntos de esta nueva familia, o al menos de los que profesaban
pertenecer a ella. Este es el tema de Mateo 13. Un ejemplo sorprendente es cuán
manifiestamente el Espíritu Santo ha agrupado los registros en la forma
particular en que los tenemos actualmente; porque sabemos que nuestro Señor
habló más parábolas de las que están presentadas aquí. Comparándolo con el
Evangelio de Marcos, nosotros encontramos una parábola que difiere substancialmente
de cualquiera que aparece en Mateo. En Marcos 4: 26-29 tenemos a una persona
que siembra la tierra y duerme y se levanta de noche y de día esperando la
germinación y el crecimiento y la maduración plenos del grano, y luego él mismo
lo recoge.
Esto diverge considerablemente de todas las parábolas del Evangelio anterior; y
sin embargo, nosotros sabemos por Marcos que la parábola en cuestión fue
pronunciada el mismo día. Leemos, "Con muchas parábolas como estas les
hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin parábolas no les hablaba;…
Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado". (Marcos
4: 33-35).
Así como el Espíritu Santo selecciona ciertas
parábolas en Marcos las cuales son insertadas mientras otras son omitidas (y lo
mismo en Lucas), así también fue el caso en Mateo. El Espíritu Santo está
comunicando plenamente el pensamiento de Dios acerca del testimonio nuevo
comúnmente llamado cristianismo e incluso, cristiandad. consecuentemente, el
comienzo mismo de este capítulo nos prepara para la nueva escena. "Aquel
día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar". (Mateo 13: 1). Hasta
ese momento la casa de Dios estaba relacionada con Israel. Dios moraba allí, en
la medida en que esto podía ser dicho acerca de la tierra; Él la consideraba
como Su morada. Pero Jesús salió de la casa y se sentó junto al mar. Todos
sabemos que en el lenguaje simbólico del Antiguo y del Nuevo Testamento el mar
es usado para representar a las masas de hombres que deambulan por todas partes
y no están bajo el establecido gobierno de Dios. "Y se le juntó mucha
gente; y entrando él en la barca, se sentó". Desde allí Él les enseña.
"Y toda la gente estaba en la playa". La acción misma de nuestro
Señor indicaba que iba a haber un testimonio muy generalizado. Las parábolas
mismas no están limitadas a la esfera de los tratos anteriores de nuestro
Señor, sino que abarcan una gama mucho más extensa que todo lo que Él había
hablado en tiempos pasados. "Les habló muchas cosas por parábolas". (Versículo
3). No se da a entender que nosotros tenemos todas las parábolas que nuestro
Señor habló; pero el Espíritu Santo nos presenta aquí siete parábolas
conectadas, todas reunidas y compactadas en un sistema consistente, como me
esforzaré por mostrar. El Espíritu Santo está ejerciendo claramente una cierta
autoridad en cuanto a las parábolas seleccionadas aquí, porque todos sabemos
que el siete es el número Escritural para lo que es íntegro: y ya sea que dicho
número hable del bien o del mal, espiritualmente, el siete es normalmente el
número utilizado. Cuando el símbolo del doce es utilizado expresa integridad,
no espiritual, sino en cuanto a lo que tiene que ver con el hombre. Allí donde
la administración humana es puesta en preminencia para llevar a cabo los
propósitos de Dios, allí aparece el número doce. Por eso tenemos a los doce
apóstoles que tenían una relación peculiar con las doce tribus de Israel; pero,
cuando la iglesia va a ser presentada nosotros volvemos a oír el número siete,
— "las siete iglesias". Con independencia de cómo eso pueda ser,
nosotros tenemos aquí siete parábolas con el propósito de presentar una historia
completa del nuevo orden de cosas que está a punto de comenzar, — a saber, la
cristiandad y el cristianismo, es decir, lo espurio así como lo verdadero.
Entonces, la primera pregunta que surge es, ¿Cómo
es que tenemos esta serie de parábolas aquí y en ninguna otra parte? Algunas de
ellas están en Marcos y otras en Lucas; pero en ninguna parte, excepto en
Mateo, tenemos siete, la lista completa. La respuesta es ésta: Nada puede ser
más hermoso ni más apropiado que ellas sean presentadas en un Evangelio que
presenta a Jesús como el Mesías a Israel; y que luego, al ser Él rechazado, muestra
lo que Dios sacaría a relucir a continuación. Para los discípulos, cuando sus
esperanzas se desvanecían, ¿qué podía ser de más profundo interés que conocer
la naturaleza y el fin de este testimonio? Si el Señor enviaba Su palabra entre
los gentiles, ¿cuál sería el resultado? Consecuentemente, el Evangelio de Mateo
es el único que nos presenta un bosquejo completo del reino de los cielos; como
también nos presenta la insinuación de que el Señor iba a fundar la Iglesia. Es
sólo en Mateo donde tenemos ambas cosas sacadas a la luz. No obstante, yo
reservo esto para otro día; pero debo comentar que el reino de los cielos no es
lo mismo que la Iglesia sino más bien es el escenario donde la autoridad de
Cristo es reconocida, al menos exteriormente. Dicho reconocimiento puede ser
real o no, pero todo cristiano que profesa está en el reino de los cielos. Toda
persona que, incluso en un rito externo, confiesa a Cristo, no es un simple
judío o gentil, sino que está en el reino. Ello es una cosa muy diferente a que
un hombre nazca de nuevo y sea bautizado por el Espíritu Santo en el cuerpo de
Cristo. Aquel que lleva el nombre de Cristo pertenece al reino de los cielos.
Puede ser que dicha persona sólo sea una cizaña allí, pero aun así, dicha
persona está allí. Esto es algo muy solemne. Dondequiera que Cristo es
confesado externamente hay una responsabilidad que va más allá de la que
corresponde al resto del mundo.
La primera parábola era claramente cierta
cuando nuestro Señor estaba en la tierra. Ella es muy general y sería aplicable
al Señor en persona o en espíritu. Por eso puede decirse que ella siempre tiene
lugar; pues en la segunda parábola encontramos al Señor presentado de nuevo
todavía sembrando buena semilla: sólo que aquí se trata del "reino de los
cielos" que es asemejado a un hombre que sembró buena semilla en su campo.
(Mateo 13: 24-30). La primera es la obra de Cristo al proclamar la palabra
entre los hombres mientras Él estaba aquí abajo. La segunda es aplicable más
bien a nuestro Señor sembrando por medio de Sus siervos; es decir, el Espíritu
Santo obrando por medio de ellos según la voluntad del Señor mientras Él está en
lo alto, habiendo sido establecido entonces el reino de los cielos. Esto
proporciona de inmediato una clave importante para todo el tema. Pero, puesto que
el asunto de la primera parábola es muy general, hay mucho en toda la enseñanza
moral de ella que es aplicable tan verdaderamente ahora como a cuando nuestro
Señor estuvo en la tierra. "El sembrador salió a sembrar", — una
verdad de peso. No era así como los judíos esperaban a Su Mesías. Los profetas
dieron testimonio de un gobernante glorioso que establecería Su reino en medio
de ellos. No cabe duda de que había claras predicciones de Su padecimiento así
como de Su exaltación. Nuestra parábola no describe ni el padecimiento ni la
gloria exterior sino una obra llevada a cabo por el Señor de carácter distinto
a cualquier cosa que el judío podía deducir naturalmente de la mayor parte de
las profecías. Sin embargo, yo concibo que nuestro Señor estaba aludiendo a
Isaías. No se trata exactamente del evangelio de la gracia y de la salvación
para los pobres, miserables y culpables, sino que se trata de Uno que, en lugar
de venir a reclamar los frutos de la viña establecida en Israel, tiene que
comenzar una obra enteramente nueva. El sembrador que sale a sembrar señala
evidentemente el comienzo de aquello que no existía antes. El Señor está
comenzando una obra no conocida anteriormente en este mundo. "Y mientras
sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la
comieron". Ese fue claramente el caso más desesperado de todos. Ello fue nulo,
no por culpa de la semilla, sino por la acción destructiva de las aves que comieron
lo sembrado.
Tenemos a continuación: "Parte cayó en
pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía
profundidad de tierra". En este caso hubo una apariencia más esperanzadora.
La palabra fue recibida, pero el terreno era pedregoso; no había profundidad de
tierra. Las apariencias fueron muy rápidas, — leemos, "y brotó pronto".
Hay poco o ningún sentido de pecado. Todo es aceptado pero muy fácilmente. Se
puede pensar que el «plan de salvación»
es excelente; la iluminación de la mente puede ser innegable; pero una persona
como esa nunca ha medido su terrible condición delante de Dios. La buena
palabra de Dios es gustada pero el terreno es rocoso. La conciencia no ha sido
debidamente ejercitada. Mientras que, en una verdadera obra de corazón, la
conciencia es el terreno en que la palabra de Dios surte efecto. Nunca puede
haber una obra de Dios real sin un sentido de pecado. Donde los sentimientos afables
son excitados pero el pecado es pasado por alto, que es el caso del que se
habla aquí, — la palabra es recibida inmediatamente pero el terreno permanece
realmente intacto, — rocoso. No hay raíz porque no hay profundidad de tierra: por
consiguiente, "pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se
secó".
Pero, además, "Parte cayó entre espinos;
y los espinos crecieron, y la ahogaron". Este es otro caso; no exactamente
aquel en el que el corazón recibió la palabra inmediatamente. Y nosotros
debemos tener tan poca confianza en el corazón como en la cabeza. La carne varía
en diferentes individuos. Algunos pueden tener más mente y otros más
sentimiento. Pero ninguno de ellos puede recibir la palabra de Dios de manera salvífica
a menos que el Espíritu Santo actúe en la conciencia y produzca el sentido de
estar completamente perdido. Cuando éste es el caso, se trata de una verdadera
obra de Dios, cuyos dolores y dificultades no harán más que profundizar. Los
que recibieron la semilla entre espinos son una clase devorada por las
ansiedades de este siglo (esta era), y arrastrados por el engaño de las
riquezas que ahogan la palabra, de modo que no lleven fruto.
Pero ahora viene la buena tierra. "Pero
parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál
a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga". (Versículos 8, 9).
El sembrador es aquí el propio Señor, sin embargo, de cuatro esparcimientos de
la semilla, tres son infructuosos. Sólo en el último caso la semilla da un
fruto maduro; e incluso allí el resultado es irregular y dificultado, — pues
leemos, "cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno", —
es decir, las cosas naturales todavía impiden, en mayor o menor medida, la
fecundidad,.
¡Qué ejemplo del corazón del hombre y del
mundo revelan estas parábolas! Incluso cuando el corazón no rechaza sino que
recibe exteriormente la verdad este puede abandonarla con la misma rapidez. La
misma voluntad que hace que un hombre reciba el evangelio de buena gana, hace que
él lo descarte ante las dificultades. Pero, en algunos casos, la palabra
produce efectos bienaventurados. Ella cayó en buena tierra, y dio fruto en
diferentes grados. "El que tiene oídos para oír, oiga". Una solemne amonestación
a las almas para que valoren bien si producen o no conforme a la verdad que ellas
han recibido.
Los discípulos vienen ahora y le dicen:
"¿Por qué les hablas por parábolas?", y el Señor hace que ello sea
ocasión para explicarles estas cosas. "El respondiendo, les dijo: Porque a
vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no
les es dado". La parábola misma sería como la nube de Israel en un día
anterior, — llena de luz para los de adentro, llena de oscuridad para los de afuera.
Así sucede con los dichos de nuestro Señor. Tan solemne era en aquel momento la
crisis con el Israel incrédulo que no fue Su intención dar una luz más clara.
La conciencia había desaparecido. Ellos tenían al Señor, a Jehová, en medio de
ellos introduciendo luz plena, y Él fue rechazado, especialmente por los
líderes religiosos. Él había roto con ellos ahora: allí estaba la clave de Su
conducta. "A vosotros os es dado saber", etcétera. La luz fue
ocultada a la multitud, y esto debido a que ellos ya habían rechazado las
pruebas más claras posibles de que Jesús era el Mesías de Dios. Pero, como Él dice
aquí, "a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más". Tal fue el
caso con respecto a los discípulos. Ellos ya habían recibido Su persona, y
ahora el Señor les supliría con la verdad para guiarlos a avanzar. Pero al que
no tiene (el Israel que rechaza a Cristo), aun lo que tiene le será quitado",
— la presencia corporal del Señor y la evidencia del milagro pronto desaparecerían.
"Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen,
ni entienden". (Versículo 13). Esa sentencia judicial de tinieblas que
Isaías había pronunciado sobre ellos cientos de años antes iba a ser sellada
ahora (véase Isaías 6: 9-10), aunque el Espíritu Santo todavía les presenta un
testimonio nuevo. Y este mismo pasaje es citado después para señalar que se
trata de una cosa terminada con Israel. Ellos "amaron más las tinieblas
que la luz". ¿De qué le sirve la luz a uno que cierra los ojos? Por lo
tanto, la luz sería quitada también. "Pero bienaventurados vuestros ojos,
porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos
profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y
no lo oyeron". (Versículos 16, 17).
Sigue a continuación la explicación de la
parábola. Tenemos presentado a nosotros el significado de "las aves del
cielo". No es dejado a ninguna conjetura nuestra. "Cuando alguno oye
la palabra del reino (esto era predicado en aquel entonces: no es
exactamente la palabra del evangelio", sino "del reino") y no la
entiende", etcétera. En Lucas no se la llama "la palabra del
reino", ni se dice "no la entiende". Es interesante observar la
diferencia porque ella muestra la forma en que el Espíritu Santo ha actuado en
este Evangelio. Comparen ustedes con Lucas 13. La primera de estas parábolas
nos es presentada en Lucas 8:11. Leemos, "Esta es, pues, la parábola: La
semilla es la palabra de Dios", — no la palabra del reino, sino "de
Dios". Hay, obviamente, mucho en común entre las dos; pero el Espíritu
tuvo un sabio motivo para usar las diferentes expresiones. Ello sería, más
bien, dar una oportunidad a un enemigo, a menos que hubiese habido alguna buena
base para ello. Yo repito que es "la palabra del reino" en Mateo, y
"de Dios" en Lucas. En este último tenemos, "para que no
crean", y en el primero, "para que no… entiendan". (Mateo 13: 15).
¿Qué es enseñado mediante esta diferencia? Es evidente que, en Mateo, el Espíritu
Santo tiene particularmente en perspectiva al pueblo judío; mientras que en
Lucas el Señor tenía particularmente ante Sí a los gentiles. Ellos comprendían
que había un gran reino que Dios estaba a punto de establecer y que estaba
destinado a consumir a todos los reinos de ellos. En el caso de los judíos, ya
familiarizados con la palabra de Dios, el gran asunto de ellos era entender
lo que Dios enseñaba, — lo cual la justicia propia nunca entiende. Ustedes
podrían haber sido refutados si hubiesen dicho a un judío: «Tú
no crees lo que dice Isaías»; y vendría una
pregunta seria: «¿Lo entiendes tú?»
Pero para el gentil, que no tenía las "palabras de vida", en lugar de
establecer su propia sabiduría, el asunto era creer lo que Dios decía; y
esto es lo que tenemos en Lucas. En Mateo, hablando a un pueblo que ya tenía la
Palabra, lo importante era entenderla. Esto ellos no lo hicieron. El Señor
muestra que si ellos oían con sus oídos, no entendían con sus corazones. Esta
diferencia, cuando es conectada con las diferentes ideas y objetivos de los dos
Evangelios, es igualmente interesante e instructiva.
"Cuando alguno oye la palabra del reino
y no la entiende". (Versículo 19). Otra verdad solemne que aprendemos a
partir de esto: a saber, la gran cosa que impide el entendimiento espiritual es
el prejuicio religioso. Los judíos fueron acusados de no entender. No eran
idólatras ni abiertamente incrédulos, pero tenían un sistema de religión en sus
mentes en el que habían sido entrenados desde la infancia, el cual oscurecía su
entendimiento acerca de lo que el Señor estaba sacando a relucir. Lo mismo
ocurre ahora. Pero entre los paganos, aunque el estado sea moralmente malo, sin
embargo, en el estéril yermo la palabra de Dios puede ser sembrada libremente,
y, por gracia, ser creída. Este no es el caso donde las personas han sido criadas
en ordenanzas y superstición: allí la dificultad es entender la palabra.
"Viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón". La
respuesta a las aves, en la primera parábola, como vimos, es el malo que se
lleva la palabra del reino tan pronto como ella es sembrada.
"Y aquel en quien se sembró la semilla
en pedregales, éste es el que oye la palabra y enseguida la recibe con gozo".
(Versículo 20 - LBA). Allí tienen
ustedes el corazón, conmovido en sus afectos, pero sin ejercicio de conciencia.
Al instante la palabra es recibida con gozo. Hay una gran alegría al respecto,
pero allí termina. Sólo el Espíritu Santo actuando sobre la conciencia es el
que presenta lo que las cosas son delante de Dios. "Pero no tiene raíz en
sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución
por causa de la palabra, luego tropieza".
Luego tenemos el terreno espinoso: "Y
aquel en quien se sembró la semilla entre espinos, éste es el que oye la
palabra, mas las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la
palabra, y se queda sin fruto". (Mateo 13: 22 – LBA). Hay un caso que
pudo haber parecido prometedor
por un tiempo; pero la ansiedad acerca de este mundo o la facilidad halagadora
de la prosperidad aquí abajo le hicieron infructuoso, y todo se acaba. "Pero
aquel en quien se sembró la semilla en tierra buena, éste es el que oye la
palabra y la entiende" (en todo se trata de entendimiento espiritual) "éste
sí da fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta y otro a treinta". (Mateo
13: 23 – LBA).
Llegamos ahora a la primera de las semejanzas
del reino de los cielos. La parábola del sembrador fue la obra preparatoria de
nuestro Señor en la tierra. "Les refirió otra parábola, diciendo: El
reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su
campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre
el trigo, y se fue". (Versículos 24, 25), — exactamente lo que ha sucedido
en la profesión de Cristo. Hay dos cosas necesarias para la irrupción del mal
entre los cristianos. La primera es la falta de vigilancia de los propios
cristianos. Ellos caen en un estado de descuido, se duermen; y el enemigo viene
y siembra cizaña. Esto comenzó en una época temprana en la cristiandad.
Nosotros encontramos los gérmenes incluso en el libro de los Hechos, y aún más
en las Epístolas. 1ª Tesalonicenses es la primera epístola inspirada que el
apóstol Pablo escribió; y la segunda fue escrita poco tiempo después. Él les
dice allí que el misterio de iniquidad estaba ya en acción; que la apostasía y
el hombre de pecado iban a seguir; y que cuando la iniquidad se manifestara
plenamente (en lugar de actuar en secreto), entonces el Señor daría fin al
inicuo y a todo lo involucrado. El misterio de iniquidad es análogo a la
siembra de la cizaña de la que se habla aquí. Algún tiempo después, "Cuando
el trigo brotó y produjo grano", — cuando el cristianismo comenzó a hacer
grandes progresos en la tierra, "entonces apareció también la cizaña".
(Mateo 13: 26 – LBA). Pero, es evidente que la cizaña fue sembrada casi
inmediatamente después de la buena semilla. Con independencia de cuál sea la
obra de Dios, Satanás siempre sigue muy de cerca. Cuando el hombre fue hecho,
escuchó a la serpiente, y cayó. Cuando Dios dio la ley, ella fue quebrantada
incluso antes de que fuera depositada en manos de Israel. Tal es siempre la
historia del hombre.
Así que el daño es hecho en el campo, y nunca
es reparado. La cizaña no es arrancada del campo, por el momento: no hay juicio
sobre ella. ¿Significa esto que vamos a tener cizaña en la Iglesia? Si el
reino de los cielos significara la Iglesia, no debiese haber ninguna disciplina
en absoluto: la inmundicia de carne o de espíritu, los blasfemos, los
borrachos, los adúlteros, los cismáticos, los herejes, los anticristos,
tendrían que estar permitidos dentro de ella. Aquí está la importancia de ver
la distinción entre la Iglesia y el reino. De la cizaña que ahora está en el
reino de los cielos el Señor dice: "Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro
hasta la siega" (Versículo 30), es decir, hasta que Él venga en juicio. Si
el reino de los cielos fuera lo mismo que la Iglesia, esto equivaldría, yo
reitero, nada menos que a esto: a saber, que ningún mal, por muy flagrante o
evidente que sea, ha de ser sacado de la Iglesia hasta el día del juicio.
Vemos, entonces, la importancia de hacer estas distinciones que demasiados
desprecian. Ellas son sumamente importantes para la verdad y la santidad; y no
hay una sola palabra de Dios de la que podamos prescindir.
Pero esta parábola no tiene nada que ver con el
asunto de la comunión eclesiástica. De lo que se habla es del "reino de
los cielos", el escenario de la confesión de Cristo, sea ella verdadera o
falsa. Así, griegos, coptos, nestorianos, católicos romanos, así como
protestantes, están en el reino de los cielos; no sólo los creyentes, sino
todos aquellos que profesan externamente el nombre de Cristo. Algunos pueden
ser inmorales o herejes, y aun así ellos no han de ser sacados del reino de los
cielos. Pero surge la pregunta, ¿sería correcto recibir a los tales a la mesa
del Señor? ¡Dios no lo permita! La Iglesia (la asamblea de Dios) y el reino de
los cielos son dos cosas diferentes. Una persona que cae en pecado abierto no
debe ser permitida a la comunión de la Iglesia; pero ustedes no pueden
sacarlo fuera del reino de los cielos. De hecho, ello sólo podría ser hecho quitándole
la vida; porque el desarraigo de la cizaña involucra esto. Y en esto es en lo
que cayó el cristianismo mundano en un espacio de tiempo no muy largo después
de que los apóstoles partieran de la tierra. Castigos temporales para la
disciplina fueron introducidos; leyes fueron dictadas con el fin de entregar a
los refractarios al servil poder civil. Si ellos no honraban a la llamada «iglesia»,
no se les debía permitir vivir. Así, el mismo mal en contra del cual nuestro
Señor había estado protegiendo a los discípulos llegó a suceder: y el emperador
Constantino utilizó la espada para reprimir a los culpables eclesiásticos. Él y
sus sucesores introdujeron castigos temporales para lidiar con la cizaña, para
tratar de desarraigarla. Tomen ustedes a la iglesia de Roma, donde ustedes
tienen que se confunde tan completamente a la Iglesia con el reino de los
cielos: si un hombre es hereje ellos afirman categóricamente que hay que
entregarlo a los tribunales del mundo para que lo quemen; y ellos nunca
confiesan o corrigen el error porque ellos pretenden ser infalibles. Suponiendo
que sus víctimas incluso fuesen cizaña, esto es para sacarlos fuera del reino.
Si ustedes arrancan una cizaña del campo, la matan. Puede haber hombres afuera
profanando el nombre de Dios; pero debemos dejarlos para que Dios lidie con
ellos.
Para la responsabilidad cristiana hacia los
que rodean la mesa del Señor tenemos enseñanzas completas en lo que está
escrito acerca de la Iglesia. "El campo es el mundo" (Mateo 13: 38);
pero la Iglesia incluye solamente a los que son miembros del cuerpo de Cristo.
Tomen ustedes 1ª Corintios, donde el Espíritu Santo nos presenta el orden de la
casa de Dios y su disciplina. Suponiendo que algunos de los que están allí son culpables
de pecado no arrepentido, tales personas no deben ser admitidas mientras continúen
en ese pecado. Un santo verdadero puede caer en pecado abierto, pero la
Iglesia, conociendo esto, está obligada a intervenir para expresar el juicio de
Dios sobre el pecado. Si ellos permitieran deliberadamente que alguien así
viniera a la mesa del Señor, ellos harían efectivamente al Señor partícipe de
ese pecado. El asunto no es si acaso la persona se ha convertido o no. Si son
inconversos, los hombres no tienen por qué estar en la Iglesia; y si se han
convertido, el pecado no debe ser ignorado. Los culpables no son sacados fuera
del reino de los cielos; ellos deben ser sacados fuera de la Iglesia. De modo
que la enseñanza de la palabra de Dios es muy clara en cuanto a estas dos
verdades. Es incorrecto usar castigos mundanos para lidiar con una persona inicua
en asuntos espirituales. Yo puedo procurar el bien de su alma y mantener la
honra de Dios con respecto al pecado, pero esto no es motivo para usar el
castigo mundano. Los inconversos serán juzgados por el Señor en Su aparición.
Esta es la enseñanza de la parábola de la cizaña; y ella presenta una visión
muy solemne del cristianismo. Hay un remedio para el mal que entra en la Iglesia,
pero no todavía para el mal en el mundo.
Este es el único Evangelio que contiene la
parábola de la cizaña. Lucas presenta la levadura. Mateo tiene también la
cizaña. Ella enseña particularmente la paciencia para el presente, en contraste
con los tratos judiciales judíos, así como con la justa expectativa de ellos
acerca de un campo despejado bajo el reinado del Mesías. Los judíos dirían: «¿Por
qué debemos permitir a los enemigos, herejes impíos?»
Incluso cuando nuestro Señor estaba aquí abajo y algunos samaritanos no Le
recibieron, Jacobo y Juan quisieron ordenar que bajara fuego del cielo para que
los consumiera. Pero el Señor no había venido para juzgar en aquel entonces sino
para salvar. El juicio del mundo debe esperar Su regreso. (Véase Lucas 9:
51-56).
Pero, tenemos más. "Dejad crecer
juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a
los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla;
pero recoged el trigo en mi granero". (Versículo 30). Por tanto, los santos
celestiales van a ser
recogidos en el granero del Señor para ser sacados de la tierra al cielo. Pero,
el "tiempo de la siega" insinúa un cierto período ocupado con los
diversos procesos de recolección. No se dice que el trigo ha de ser atado en
manojos para ser llevado al cielo. No hay ninguna insinuación de algún trabajo
preparatorio especial acerca de los santos antes de que ellos sean recogidos.
Pero sí hay un trato de Dios con la cizaña. Los ángeles van a recoger la cizaña
y la atará en manojos antes de que el Señor la elimine del campo. Yo no pretendo
decir la manera en que eso será, o si el sistema de asociaciones en el día actual
no puede preparar el camino para la acción final del Señor en cuanto a la
cizaña. Pero el principio de la asociación mundana está creciendo rápidamente.
La parábola del campo sembrado había
demostrado plenamente lo que debió ser un golpe inesperado para los
pensamientos de los discípulos, a saber, que la época que se iniciaba, en lo
que respecta a la mantención de la gloria de Dios por parte del hombre,
fracasaría tan completamente como la dispensación pasada. Israel había
deshonrado a Dios; ellos no habían producido liberación sino vergüenza y
confusión en la tierra; habían fracasado bajo la ley, y rechazarían la gracia
tan completamente que el Rey se vería obligado a enviar Sus ejércitos para
destruir a esos homicidas y quemar la ciudad de ellos. Pero, si iba a haber una
nueva obra al reunir a los discípulos al nombre de Jesús por medio de la
palabra que se les predicaba, ¿iba eso a estropearse también en manos del
hombre? La salvación de las almas está verdaderamente segura en las manos de
Dios; pero la prueba de lo que está encomendado a la responsabilidad del hombre
resulta ahora, como siempre, un completo fracaso. El hombre fue destituido de la
gloria de Dios en el Paraíso, y fuera de él corrompió su camino y llenó la
tierra de violencia. Después, Dios escogió un pueblo para ponerlos a prueba, y ellos
fracasan. Y ahora llegó la nueva prueba: ¿Qué sería de los discípulos que
profesaban el nombre de Cristo? La respuesta ha sido dada: leemos,
"Mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña"; y el
anuncio solemne declara que ningún celo por parte de ellos podría remediar el
mal. Ellos mismos podrían ser fieles y vehementes; pero el mal que ha sido
hecho por la introducción de la cizaña, — es decir, falsos profesantes del
nombre de Cristo, — nunca será erradicado. El Señor habla, evidentemente, del
vasto campo de la profesión cristiana y del triste hecho de que el mal iba a
ser introducido desde el principio mismo; y, una vez introducido, nunca sería
expulsado hasta que el Señor mismo regresa a juzgar, y por medio de Sus ángeles
recoja la cizaña en manojos para quemarla, mientras el trigo es recogido en el
granero.
Si la Iglesia está en nuestros pensamientos
al leer Mateo 13, entonces nosotros nunca entenderemos el capítulo. Leemos, "El
campo es el mundo" (Mateo 13: 38), — es decir, la esfera donde el
nombre del Señor es profesado, y que se extiende mucho más allá de lo que
podría ser llamado, la Iglesia. Podría haber, y hay, muchas personas que se
llaman a sí mismas cristianas, y sin embargo muestran mediante sus modos de
obrar que no hay fe real en ellas. A estos se les llama "cizaña". Hay
muchos, de quienes nadie cree que han nacido de Dios, que, sin embargo, se horrorizarían
si fuesen considerados como incrédulos. Ellos reconocen a Cristo como el
Salvador del mundo, el verdadero Mesías, pero ello es tan inoperante en sus
almas como lo fue en quienes creyeron en Cristo cuando vieron los milagros que Él
hizo (Juan 2:23). Jesús mismo no coincide con los tales ahora, de la misma
manera en que Él no lo hizo en aquel entonces.
La parábola siguiente insinúa que el mal no
sería simplemente una profesión falsa entremezclándose, sino que seguramente
algo muy diferente seguiría a continuación. Ello podría estar relacionado con
la cizaña, y crecer a partir de ella; pero se necesitaba otra parábola para explicarlo.
Comenzando con el núcleo más pequeño, más humilde en lo que respecta a este
mundo, iba a existir aquello que asumiría vastas proporciones en la tierra, lo
cual echaría sus raíces profundamente entre las instituciones de los hombres, y
se elevaría hasta llegar a ser un sistema de vastos poder e influencia terrenales.
Este es el grano de mostaza que brota hasta hacerse un gran árbol, en cuyas
ramas vienen y hacen nido las aves del cielo. El Señor había explicado ya estas
últimas como siendo el malo , o sus emisarios. (Compárese con versículos 4 y
19.) Nosotros nunca debemos apartarnos del significado de un símbolo en un
capítulo a menos que haya algún motivo nuevo y expreso para ello, lo cual en
este caso no aparece. Por tanto, nosotros tenemos la más pequeña de todas las
semillas que crece hasta hacerse algo parecido a un árbol; y de este
pequeñísimo comienzo surge un tallo con ramas lo suficientemente espaciosas
como para dar albergue y morada a las aves del cielo. ¡Qué cambio para la
profesión cristiana! El destructor está instalado ahora en su seno.
Luego sigue la tercera parábola, de nuevo de
una naturaleza diferente. No se trata de una semilla, buena o mala. No es lo
pequeño que ahora se vuelve altivo y grande, un poder protector en la tierra,
¿y para qué? Pero encontramos aquí que habría propagación de doctrina en el
interior, — encontramos el término "levadura", utilizado aquí, así
como en otros lugares, en lugar de "doctrina". Por ejemplo, tenemos
"La doctrina de los fariseos y de los saduceos", que nuestro Señor
llamó "levadura". (Mateo 16: 5-12). El pensamiento aquí es para
simbolizar lo que se propaga e impregna lo que está expuesto a ello. "El reino
de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres
medidas de harina, hasta que todo fue leudado". Versículo 33). No es legítimo
asumir que las tres
medidas de harina significan el mundo entero, como muchos han hecho, y aún lo
hacen. [Véase nota 10]. No es habitual encontrar la verdad entendida de tal
manera. Sabemos lo que el corazón es, y podemos inferir que la doctrina que se propaga
tan completamente bajo el nombre de Cristo debe estar muy alejada de su pureza
original cuando llega a ser bien acogida por las masas de los hombres.
[Nota 10]. Si nosotros
acudimos solamente a la Escritura como su propio intérprete, las "tres
medidas de harina" de la parábola nos remitirían naturalmente a las
ofrendas vegetales, o de cereal, prescritas en la ley. Ellas debían ser
alimentos para los sacerdotes, comidas en el lugar santo, sin levadura. Véase
Levítico 6: 14-17, y 1ª Corintios 5: 8.
Además, hemos visto la cizaña, — lo cual no
implica nada bueno, — mezclada con el trigo. Hemos tenido la semilla de mostaza
crecida hasta hacerse un árbol, y
albergando extrañamente a las aves del cielo, las cuales antes comieron la
semilla que Cristo sembró. Además, siempre que la "levadura" aparece
simbólicamente en la palabra de Dios, nunca es empleada excepto para caracterizar
la corrupción que tiende a obrar activamente y a propagarse; de modo que no se
debe asumir que ella sea la extensión del evangelio. Yo no dudo de que el significado
es un sistema de doctrina que llena y da su tono a una determinada masa de
hombres. Por otra parte, el evangelio es la semilla, — la semilla incorruptible,
— de vida, por ser ella el testimonio que Dios presenta de Cristo y de Su obra.
La levadura en ninguna parte tiene que ver con Cristo o con dar vida, sino
expresamente lo contrario. Por lo tanto, no hay la menor analogía entre la
acción de la levadura y la recepción de la vida en Cristo por medio del
evangelio. Creo que la levadura describe aquí el propagandismo de los dogmas y
decretos después de que la cristiandad se convirtió en un gran poder en la
tierra (respondiendo al árbol, — que fue el caso, históricamente, en la época
del emperador romano Constantino el Grande). Nosotros sabemos que el resultado
de esto fue un terrible alejamiento de la verdad. Cuando el cristianismo llegó
a ser respetable en el mundo, en lugar de ser perseguido y un vituperio, integró
a multitudes de hombres. Un ejército completo fue bautizado al ser dada la
orden de hacerlo. La espada fue usada ahora para defender o imponer el
cristianismo.
"Ninguna ofrenda que ofreciereis a
Jehová será con levadura" (Levítico 2: 11), — la mujer aquí en la parábola
está haciendo lo que la ley prohíbe estrictamente. Siendo la levadura
siempre en la Escritura un tipo de la maldad, ponerla en la harina es
introducir mala doctrina en el pan de Dios, — el alimento de Su pueblo. Véase
Juan 6: 32, 33.
Asimismo, la mujer de esta parábola debería
recordarnos a Eva incurriendo en "transgresión"; y aún más a
"esa mujer Jezabel, que se dice profetisa", que enseña y
seduce a Mis siervos", etcétera (Apocalipsis 2: 20), — de nuevo haciendo
lo que está prohibido. Véase 1ª Timoteo 2: 12-14. ¿Por qué deberían los
comentaristas interpretar la levadura como el bien propagándose, o el evangelio
dominando todo el mundo? Ellos se parecen a los doce en Lucas 18: 31-34, a
quienes el Señor habló de Su rechazo, Sus padecimientos, muerte y resurrección;
pero, "ellos nada comprendieron de estas cosas". En sus mentes
el reino estaba a punto de ser restaurado a Israel; así que ellos no podían comprender
las más claras palabras acerca del rechazo del Mesías. [Las ideas preconcebidas impiden la recepción de la más sencillamente
expresada verdad. – Nota del Editor en Inglés.]
Observen también ustedes que de este modo la
interpretación fluye armoniosamente. Tenemos parábolas dedicadas a cosas
distintas, que pueden tener cierto grado de analogía entre sí, y sin embargo,
ellas exponen verdades distintas en un orden que no puede sino ser aceptables
para una mente espiritual y desprejuiciada. Mucho depende de la debida
comprensión de lo que se entiende por, "el reino de los cielos". No
olvidemos que ello es simplemente la autoridad del Señor en el cielo reconocida
en la tierra. Cuando ello se convierte en algo de lo que el mundo considera como
un poder civilizador en la tierra, ya no es el mero campo sembrado con buena
semilla que el enemigo puede estropear con mala, sino el árbol imponente, y la
levadura en amplia y profunda acción. Tal es la inesperada revelación que hace nuestro
Señor. La multitud podría admirar, pero los sabios entenderían. Los discípulos
necesitaban ser enseñados acerca de que iba a haber un estado de cosas
totalmente diferente de lo que ellos esperaban; que aunque el Mesías había
venido, Él se iba a marchar; que mientras Él estuviera en los cielos, el reino
sería introducido en paciencia, no en poder, — de manera misteriosa, y aún no a
la vista; y que en él se permitiría al diablo obrar igual que antes, sólo que
aprovechando su ventaja habitual para estropear y corromper, de manera
especial, la nueva verdad y nueva condición que estaba a punto de ser introducida.
Entonces, hasta ahora estas parábolas
muestran el crecimiento gradual del mal. En primer lugar, hay una mezcla de un
poco de mal con una gran cantidad de bien, como en el caso del campo sembrado.
Luego, el crecimiento de lo que es alto e influyente desde el humilde origen del
cristianismo temprano. En lugar de tener tribulación en el mundo, el cuerpo
cristiano se convierte en patrocinador o benefactor, ejerciendo autoridad en
él, y los que más aspiran del mundo buscan en dicho cuerpo profesante lo que ellos
desean. Después sigue a continuación una gran propagación de la doctrina
adaptada a las condiciones del mundo, a medida que la locura del paganismo y la
estrechez del judaísmo se hacen más evidentes para los hombres, y cuando sus
intereses los arrastraron con el nuevo sistema mundano.
Ahora, presten ustedes atención a un cambio.
El Señor deja de dirigirse a la multitud, a quienes había tenido en cuenta
hasta ahora. Como se dice: "Todo esto habló Jesús por parábolas a la
gente, y sin parábolas no les hablaba". (Mateo 13: 34). Pero ahora Jesús despide
a la multitud y entra
en la casa. Yo llamaría a que ustedes presten atención a esto, porque ello divide
las parábolas e inaugura una serie distinta. Las parábolas que siguen a
continuación no eran de las que la multitud pudiera ver o adentrarse en ellas.
En la separación de estas tres últimas parábolas de las cuatro anteriores
tenemos una analogía con las fiestas establecidas en Levítico 23, donde después
de la Pascua y de los panes sin levadura, la ofrenda de las primicias y la
fiesta de las semanas, las cuales se suceden unas a otras, ustedes tienen una interrupción;
después de la cual vienen la fiesta de las trompetas, el día de la expiación y,
finalmente, la fiesta de los tabernáculos. El apóstol nos enseña que, "nuestra
pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros", así que tenemos
que celebrar la fiesta de los panes sin levadura inseparablemente relacionada
con ella. (1ª Corintios 5: 7). Luego tenemos la resurrección de Cristo, — la
gavilla de las primicias, seguida de Pentecostés, tal como leemos en Hechos 2:
"Cuando llegó el día de Pentecostés". Estas fiestas se cumplen en
nosotros los cristianos. Pero la fiesta de las trompetas, el día de la
expiación y la fiesta de los tabernáculos, que siguen a las cuatro primeras, sería
absurdo aplicarlas a la Iglesia; la aplicación de ellas será para los judíos. Por
lo tanto, tal como a la mitad de Levítico 23 la interrupción indica un nuevo
orden de temas, así es en este capítulo, donde ello está igualmente señalado. Y
si bien las primeras parábolas son aplicables a la profesión externa del nombre
de Cristo, las últimas pertenecen especial e íntimamente a lo que concierne a
cristianos verdaderos. La multitud no podía adentrarse en ellas. Ellas eran los
secretos de la familia, y, por lo tanto, el Señor llama a los discípulos que
estaban en el interior de la casa, y allí Él les revela todo.
Pero antes de que entre en un nuevo tema, Él
presenta más información acerca del
anterior. Los discípulos le preguntan, "Explícanos la parábola de
la cizaña del campo". Ignorantes como podían ser, ellos tenían confianza
en su Señor, y en que lo que había dicho Él estaba dispuesto a explicarlo.
"Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del
Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la
cizaña son los hijos del malo". (Mateo 13: 38, 39). El Hijo del Hombre y
el malo, como ha sido bien recalcado, se oponen entre sí. Como en la Trinidad, nosotros
sabemos que hay una parte adecuada que cada Persona bendita lleva en la obra de
bendición de ellas, de modo que el triste contraste aparece en el mal afuera.
Así como el Padre saca a la luz especialmente Su amor, y separa del mundo
mediante la revelación de aquel amor en Cristo; así como ustedes tienen al
Espíritu Santo, en contraposición a la carne, el gran agente de toda la gracia,
los consejos y los modos de obrar del Padre; así la Escritura habla largo y
tendido acerca de que Satanás actúa siempre como el gran antagonista personal
del Hijo. El Hijo de Dios ha venido "para deshacer las obras del diablo".
El diablo utiliza el mundo para enmarañar a las personas, para excitar la
carne, despertando la afición natural del corazón por la honra y la comodidad actuales.
En oposición a todo esto, el Hijo de Dios presenta la gloria del Padre como el
objetivo para el cual Él obraba por medio del Espíritu Santo.
La discriminación recorre con contundencia la
explicación del Señor a los discípulos en la casa. En la primera de las
parábolas, el bien está completamente separado del mal, pero, en la última de
las tres, todo se funde en una masa mediocre. Al principio, todo estaba claro.
Por una parte el Hijo del Hombre siembra la buena semilla y el resultado son
los hijos del reino. Por otra parte está el enemigo, y está sembrando su mala
semilla, — a saber, falsas doctrinas, herejías, etcétera; y el resultado de
esto son los hijos del malo. El diablo ha aprovechado la oportunidad brindada
por el cristianismo para hacer que los hombres sean peores que si nunca hubiera
habido una revelación nueva y celestial. A los ojos de Dios, aquello que lleva
falsamente el nombre de Cristo es una cosa más inicua que cualquier otra. Nunca
ha sido derramada tanta sangre justa como por la mano de la así llamada
religión, y de quienes ella será demandada. Véase Mateo 23: 34-36. El catolicismo
romano ha sido la plena consumación de esta religión terrenal. Y todo sistema
religioso del mundo tiende a perseguir a todo lo que no esté de acuerdo con él.
La amargura y la oposición hacia aquellos que procuran seguir al Señor en
nuestro día es la misma clase de cosa que apareció en los horrores de la edad
oscura, la edad media, y persiste todavía en la « Congregación para la Doctrina de la Fe» aquello de la
inquisición cuando y dondequiera que levante su cabeza.
Para continuar: "La siega es el fin del
siglo; y los segadores son los ángeles". "El mundo" en el
versículo 38 no debe ser confundido con "el siglo" en el versículo
39. Se trata de palabras y cosas totalmente distintas. "El siglo" en
el versículo 39 significa la edad, la era. Se trata de un curso de tiempo, y no
de la mera suma de 100 años. En el versículo 38, "el mundo" significa
la esfera en que el evangelio es anunciado; en el versículo 39 "el siglo" es
el espacio de tiempo
en el que el evangelio avanza o es obstaculizado por el poder del enemigo. La siega
es la consumación de la era, es decir, de la época actual, — el tiempo mientras
el Señor está ausente, y el evangelio está siendo proclamado en la tierra. La
gracia está siendo anunciada activamente ahora. Los únicos medios que Dios emplea
para actuar sobre las almas son de tipo moral o espiritual. Los ángeles
introducen el juicio providencial; mientras que el evangelio prende a pobres
pecadores para salvarlos. El Señor insinúa aquí que se pondrá fin al presente
envío de la palabra del reino y que habrá un día en que los efectos de la obra
de Satanás deben desarrollarse plenamente y deben ser juzgados. "Los
segadores son los ángeles". Nosotros no tenemos nada que ver con la parte
judicial, sólo con la propagación del bien; los ángeles, con el juicio de los
impíos. "De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego,
así será en el fin de este siglo". Lamentablemente, en la versión Inglesa
Autorizada de la Biblia (KJV), en el versículo 40 es utilizada la misma palabra
para "siglo" que en el versículo 39, donde leemos en ambos versículos
la palabra "mundo, world".
Muchas Escrituras muestran una época futura y
un estado de cosas para el mundo totalmente diferente de lo que el evangelio
contempla. Me referiré a una o dos de estas cosas en los profetas. Tomen
ustedes Isaías capítulo 11, el cual habla primero de nuestro Señor bajo la
figura de un vástago de las raíces de Isaí (Isaías 11: 1). Es evidente que esto
es cierto en cuanto a Cristo, ya sea en Su primera o en Su segunda venidas. Él
nació como israelita y de la familia de David. Y además, en cuanto al Espíritu
Santo reposando sobre Él (Isaías11: 2), nosotros sabemos que esto fue cierto acerca
de Él cuando Él fue un hombre aquí abajo: pero, en el versículo 4 encontramos
otra cosa pues leemos que, Él "juzgará con justicia a los pobres, y
argüirá con equidad por los mansos de la tierra". Si ustedes argumentan
que esto es aplicable ahora porque en el reino de los cielos el Señor actúa
sobre las almas de los mansos, etcétera, yo les pido que lean unas palabras
más: "Y herirá la tierra con la vara de su boca, y
con el espíritu de sus labios matará al impío". (Isaías 11: 4B). ¿Está haciendo
esto el Señor ahora?
Claramente no. En lugar de matar al impío con el espíritu de Sus labios, ¿acaso
no está Él convirtiendo a los impíos mediante la palabra de Su gracia? —
en contraste total con lo que está descrito aquí. En Apocalipsis 19 tenemos el
mismo período de juicio donde el Señor es visto con una espada saliendo de Su
boca. Ello representa el justo juicio ejecutado por la escueta palabra del
Señor. Así como Él habló al mundo para existencia, Él hablará a los malos para perdición.
Tomando esto como el significado indudable de lo que aquí es mencionado en
Isaías, ¿qué infiere ello? —Infiere un estado de cosas muy distinto a lo que
tenemos ahora bajo el evangelio: "Y será la justicia cinto de sus lomos, y
la fidelidad ceñidor de su cintura. Morará el lobo con el cordero, y el
leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica
andarán juntos, y un niño los pastoreará… No harán mal ni dañarán en todo mi
santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las
aguas cubren el mar". (Isaías 11: 5-9).
Todo esto no es lo que tenemos ahora. En
lugar de que el mundo se convierta mediante la predicación del evangelio, la
Escritura declara enfáticamente que "en los postreros días vendrán tiempos
peligrosos" (2ª Timoteo 3: 1); y que en los postreros tiempos no prevalecerá
la verdad de Cristo sino la mentira del Anticristo (1ª. Juan 2: 22); no el
triunfo de los buenos, sino de los malos, hasta que el Señor extienda Su propia
mano; y esto es lo que está reservado para Su aparición y Su reino. "Y
herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará
al impío". El Señor no está hiriendo la tierra ahora. Él ha abierto el
cielo, pero en breve tomará la tierra. En Apocalipsis ustedes tienen la visión
del ángel fuerte, con su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la
tierra- (Apocalipsis 10: 1, 2). Se trata del Señor tomando todo el universo
bajo su propio gobierno inmediato. En la actualidad el misterio de iniquidad es
dejado sin juzgar. Al mal se le permite que siga desenfrenado en el mundo. Pero
esto no será para siempre. El misterio de Dios va a ser terminado. Entonces
comenzará este asombroso cambio, "la regeneración", como lo llama
nuestro Señor (Mateo 19: 28), cuando el Espíritu de Dios sea derramado, y la
tierra sea "llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar".
(Isaías 11: 9). Pero, hasta que lleguen estos tiempos de refrigerio desde la
presencia del Señor, la versión autorizada de la Biblia inglesa (KJV) llama al
espacio intermedio el "mundo malo". Así, en Gálatas 1: 4, dicha
expresión no se refiere al mundo material, sino al curso moral de las cosas, es
decir, a este "presente siglo malo". El nuevo siglo, por el
contrario, será glorioso, santo y bienaventurado.
A partir del siguiente versículo mismo de
Isaías 11, Isaías 11: 11-16, es predicha la restauración del pueblo antiguo de
Dios, la recolección de todo Israel así como de Judá. No fue ese el caso al
regreso de la cautividad Babilónica. Una pequeña fracción de Judá y Benjamín
regresó, y sólo unos pocos individuos de Israel. Las diez tribus son llamadas
universalmente «las tribus perdidas»;
mientras que, "Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová
alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede
en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinnar y Hamat, y en las costas del
mar. Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y
reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra. Y se
disipará la envidia de Efraín, y los enemigos de Judá serán destruidos. Efraín
no tendrá envidia de Judá, ni Judá afligirá a Efraín;… Y secará Jehová la lengua
del mar de Egipto" (Isaías 11: 11-15), — algo que nunca ha sido hecho,
ni tampoco nada
parecido. Y "Agitará su mano sobre el río con su viento abrasador, lo
partirá en siete arroyos y hará que se pueda pasar en sandalias. Y habrá una
calzada desde Asiria para el remanente que quede de su pueblo, así como la hubo
para Israel el día que subieron de la tierra de Egipto". (Isaías 11: 15,
16 - LBA). Tanto en el mar de Egipto como en el río Nilo habrá esta gran obra
de Dios, sobrepasando lo que Él hizo cuando sacó al pueblo la primera vez por
medio de Moisés y Aarón.
Esto será el siglo venidero, pero en el
presente siglo la cizaña y el trigo han de crecer juntos hasta la siega, que es
la consumación de este siglo; y cuando la siega llega, el Señor envía a sus
ángeles, "y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a
los que hacen iniquidad". La separación tiene lugar en aquel entonces, a
saber, la cizaña es recolectada y es echada en un horno de fuego y,
"Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su
Padre.". Presten ustedes atención a la exactitud de la expresión:
"Entonces…resplandecerán"; no dice, «Entonces serán
arrebatados». Será una era nueva
en la que no se mezclarán los
buenos y los malos: pero la recolección de los impíos para el juicio cierra
esta era, a fin de que los buenos sean bendecidos en la siguiente.
De modo que tenemos aquí la región superior,
llamada el reino del Padre; y la inferior, el reino del Hijo del Hombre.
"Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino
a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad". A estos
ni siquiera se les permite estar en la tierra, sino que son echados en un horno
de fuego. "Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de
su Padre". Ambos son "el reino de Dios". ¡Qué perspectiva tan
gloriosa! ¿No es un dulce pensamiento que incluso esta escena actual de ruina y
confusión va a ser libertada? ¿que Dios va a tener el gozo de Su corazón, no
sólo al llenar los cielos con Su gloria, sino en que el Hijo del Hombre sea
honrado en el lugar mismo donde Él fue rechazado?
Pero, consideremos ahora la parábola
siguiente. "El reino de
los cielos es semejante a un
tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y
gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo". (Versículo 44).
Esta es la primera de las nuevas
parábolas dentro de la casa. El Señor no muestra allí el estado de cosas que se
encuentra bajo la profesión pública del nombre de Cristo, sino las cosas
ocultas, o las que necesitan discernimiento. Se trata de un tesoro escondido
en un campo, que un hombre halla y esconde, y por gozo vende todo lo que tiene
y compra el campo. Yo soy consciente de que la costumbre de las personas es aplicar
esto a un alma que encuentra a Cristo. Pero preguntémonos, ¿qué hace el hombre
de la parábola? Él vende todo lo que tiene para comprar el campo. ¿Es esta la
forma en que un hombre se salva? Si es así, la salvación no es un asunto de fe,
sino de renunciar a todo para ganar a Cristo, lo cual no es gracia, sino obras
llevadas a lo sumo. Cuando un hombre tiene a Cristo, indudablemente renunciaría
a todo por Él. Pero estos no son los términos en los que un hombre recibe por
primera vez a Cristo para la necesidad de su alma. Pero esto no es todo: hemos
aprendido que "El campo es el mundo". Entonces surge la pregunta, ¿debo
yo comprar el mundo para obtener a Cristo? Esto sólo muestra las dificultades
en las que caemos siempre que nos alejamos de la sencillez de la Escritura. El propio
Señor confuta tal interpretación. Él muestra que hay un Hombre, uno solo, que
vio este tesoro en medio de la confusión. Se trata de Él mismo, que renunció a
todos Sus derechos para que Él pudiera tener pecadores lavados en Su sangre y
redimidos para Dios; fue Él quien compró el mundo para adquirir el
tesoro que él valoraba. Las dos cosas son presentadas claramente en Juan 17: 2,
donde leemos, Como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida
eterna a todos los que le diste". Allí está el tesoro: "Todos los que
le diste". Él compra todo, el mundo exterior, para poseer este tesoro
escondido.
Pero, además, "El reino de los cielos
también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una
perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró". (Mateo
13: 45, 46 – LBA). La parábola del tesoro escondido no comunicaba
suficientemente lo que los santos son para Cristo. Porque el tesoro podría
consistir en cien mil piezas de oro y plata. ¿Y cómo podía esto indicar la bienaventuranza
y la hermosura de la Iglesia? El mercader encuentra "una perla de gran valor".
El Señor no ve solamente la preciosidad de los santos, sino la unidad y la hermosura
celestial de la asamblea. Cada santo es precioso para Cristo; pero, "Él
amó a la Iglesia, "y se entregó a sí mismo por ella". (Efesios 5:
25). Eso es lo que se ve aquí, — "Una
perla de gran valor". No dudo en lo más mínimo que el espíritu del
símil puede ser aplicable a todo cristiano; pero creo que su intención es
exponer la hermosura de la Iglesia a los ojos de Cristo. ¿Acaso no podría ser
dicho plenamente de un hombre que se despierta para creer en el evangelio que «él
está buscando buenas perlas»? Y antes de la
conversión el pecador se alimenta más bien de algarrobas con los cerdos. (Véase
Lucas 15: 16). Aquí se trata de uno que busca "buenas perlas", lo
cual ningún hombre inconverso ha buscado alguna vez realmente. No hay ninguna posibilidad
de aplicar estas parábolas excepto al propio Señor. Cuán bienaventurado es que
en medio de toda la confusión que el diablo ha causado, Cristo ve en Sus santos
un tesoro y la hermosura de Su Iglesia, ¡a pesar de todas las debilidades y el
fracaso!.
A continuación tenemos que se pone término a
todo en la parábola de la red que es echada al mar. (Versículos 47-50). Se
trata de una figura utilizada para recordarnos que nuestras energías y deseos
deben dirigirse hacia aquellos que están flotando en el mar del mundo. La red es
echada al mar, y recoge de toda clase, "y una vez llena, la sacan a la
orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera". Y,
¿Quiénes son "los que la sacan a la orilla? Nosotros nunca encontramos a
los ángeles recogiendo lo bueno, sino siempre apartando a los inicuos para el
juicio. Los pescadores eran hombres, tal como los siervos de la primera
parábola. Pero no es sólo el evangelio lo que tenemos aquí. La red recoge de
toda clase. Se nos muestra que de toda clase, antes de que el Señor regrese en
juicio, iba a haber una poderosa operación del Espíritu a través de los
pescadores de hombres, reuniendo santos de una manera sin precedentes. ¿Acaso no
es posible que el espíritu de esto esté ocurriendo ahora? El evangelio está
saliendo con notable poder por todas las tierras. Pero hay otra acción, — a
saber, la recolección y reunión de lo bueno y la colocación en cestas. Lo malo es
echado fuera; pero esto no es el fin de ellos pues leemos, "Saldrán los
ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno
de fuego". Los ángeles se ocupan siempre de los inicuos; los siervos, de
los buenos. Separar a los malos de entre los justos no es en absoluto el
trabajo de los pescadores; y que ellos echen fuera a los malos no es lo mismo
que el horno de fuego. [Véase nota 11].
[Nota 11]. En el folleto, "Los
Misterios del Reino de los Cielos", de F. W. Grant, se da luminosidad al
significado de estas tres parábolas. El "tesoro escondido en el
campo", que representa a Israel, el "tesoro peculiar" de Jehová
("Porque Jehová ha escogido a Jacob para sí, a Israel como su tesoro
especial", Salmo 135: 4 – KJV - RVA - VM) - buscado por el Señor, el cual
adquiere el derecho sobre el campo y el tesoro mediante Su humillación y Sus
padecimientos hasta la muerte; y guarda ahora el tesoro escondido para un día
futuro.
Luego, "la perla de
gran precio", — es decir, la
Iglesia que Él ama y por la cual Él "se entregó a sí mismo", y Él
mismo se adornará con ella como Su compañera y esposa, en la gloria celestial.
Después, la "red"
echada en el mar gentil después de que la Iglesia sea "arrebatada"
para encontrarse con su Esposo, — y el Evangelio del Reino saliendo y reuniendo
una multitud, para ser clasificada por los administradores del gobierno de Dios
al final de ese breve período de tiempo].
[Nota del editor en
Inglés]. Recomendamos al lector el folleto mencionado , así como la "Biblia
Numérica", acerca de los Evangelios, del mismo autor.
Al comentar los capítulos 8 y 9 de nuestro
Evangelio ya han sido señalados algunos casos sorprendentes de desplazamiento. De
este modo, los incidentes de la travesía del lago en la tempestad, de los
endemoniados curados, de la hija de Jairo resucitada y de la mujer sanada en el
camino, pertenecen, como asuntos de historia, al intervalo entre las parábolas
de las que nos hemos ocupado últimamente y el desprecio a nuestro bendito
Señor, lo cual nuestro evangelista procede a registrar en orden sucesivo. Yo he
tratado de explicar el principio por el cual, según creo, el Espíritu Santo se
complació en actuar al organizar así los acontecimientos como para revelar de
manera más vívida el ministerio Mesiánico de nuestro Señor en Israel, con Su
rechazo y sus consecuencias. Por eso que habiendo sido los hechos intermedios
insertados en esa porción anterior, la incredulidad de Israel en presencia de
Su enseñanza sigue a continuación de manera natural. Él estaba en Su propia tierra
y les enseñaba en sus sinagogas; pero el resultado, a pesar del asombro ante Su
sabiduría y Sus obras poderosas, es la pregunta despectiva, "¿No es éste
el hijo del carpintero?... Y se escandalizaban de él". Él es un profeta,
pero sin honra en Su propia tierra y en Su casa. La manifestación de la gloria
no es negada; pero Aquel en quien ella se manifestaba no es recibido conforme a
Dios, sino juzgado según la vista y las aprensiones de la naturaleza. (Mateo
13: 54-58).
William Kelly
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Abril 2022
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
KJV =
King
James 1769 (conocida también como la "Authorized Version en inglés").
LBA =
La
Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
RVA =
Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo
Hispano).
VM =
Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Publicado originalmente en Inglés bajo
el título: "Lectures on the Gospel of
Matthew", by William
Kelly
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