COMENTARIOS DE LOS LIBROS DE LA SANTA BIBLIA (Antiguo y Nuevo Testamento)

Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo - Capítulo 13 (William Kelly)

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Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo

 

William Kelly

 

Obras Mayores Neotestamentarias

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

Mateo 13

 

Al final del capítulo anterior nuestro Señor desconoció todos los vínculos naturales que Le unían a Israel. Yo hablo ahora simplemente de que Él lo sacó a relucir como asunto de enseñanza; pues nosotros sabemos que, históricamente, el momento para romper finalmente con ellos fue la cruz. Pero ministerialmente, si se puede decir así, la ruptura ocurrió y fue indicada ahora. Él aprovechó una alusión a Su madre y a Sus hermanos para decir quiénes eran Sus verdaderos parientes, — ya no los que estaban relacionados con él según la carne: la única familia que Él podía reconocer ahora eran aquellos que hacían la voluntad de su Padre que está en los cielos. Él reconoce nada más que el vínculo formado por la palabra de Dios recibida en el corazón y consiguientemente obedecida. El Espíritu Santo prosigue este tema registrando, en forma pertinente, varias parábolas cuyo objetivo fue mostrar la fuente, el carácter, la conducta y los asuntos de esta nueva familia, o al menos de los que profesaban pertenecer a ella. Este es el tema de Mateo 13. Un ejemplo sorprendente es cuán manifiestamente el Espíritu Santo ha agrupado los registros en la forma particular en que los tenemos actualmente; porque sabemos que nuestro Señor habló más parábolas de las que están presentadas aquí. Comparándolo con el Evangelio de Marcos, nosotros encontramos una parábola que difiere substancialmente de cualquiera que aparece en Mateo. En Marcos 4: 26-29 tenemos a una persona que siembra la tierra y duerme y se levanta de noche y de día esperando la germinación y el crecimiento y la maduración  plenos del grano, y luego él mismo lo recoge. Esto diverge considerablemente de todas las parábolas del Evangelio anterior; y sin embargo, nosotros sabemos por Marcos que la parábola en cuestión fue pronunciada el mismo día. Leemos, "Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin parábolas no les hablaba;… Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado". (Marcos 4: 33-35).

 

Así como el Espíritu Santo selecciona ciertas parábolas en Marcos las cuales son insertadas mientras otras son omitidas (y lo mismo en Lucas), así también fue el caso en Mateo. El Espíritu Santo está comunicando plenamente el pensamiento de Dios acerca del testimonio nuevo comúnmente llamado cristianismo e incluso, cristiandad. consecuentemente, el comienzo mismo de este capítulo nos prepara para la nueva escena. "Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar". (Mateo 13: 1). Hasta ese momento la casa de Dios estaba relacionada con Israel. Dios moraba allí, en la medida en que esto podía ser dicho acerca de la tierra; Él la consideraba como Su morada. Pero Jesús salió de la casa y se sentó junto al mar. Todos sabemos que en el lenguaje simbólico del Antiguo y del Nuevo Testamento el mar es usado para representar a las masas de hombres que deambulan por todas partes y no están bajo el establecido gobierno de Dios. "Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó". Desde allí Él les enseña. "Y toda la gente estaba en la playa". La acción misma de nuestro Señor indicaba que iba a haber un testimonio muy generalizado. Las parábolas mismas no están limitadas a la esfera de los tratos anteriores de nuestro Señor, sino que abarcan una gama mucho más extensa que todo lo que Él había hablado en tiempos pasados. "Les habló muchas cosas por parábolas". (Versículo 3). No se da a entender que nosotros tenemos todas las parábolas que nuestro Señor habló; pero el Espíritu Santo nos presenta aquí siete parábolas conectadas, todas reunidas y compactadas en un sistema consistente, como me esforzaré por mostrar. El Espíritu Santo está ejerciendo claramente una cierta autoridad en cuanto a las parábolas seleccionadas aquí, porque todos sabemos que el siete es el número Escritural para lo que es íntegro: y ya sea que dicho número hable del bien o del mal, espiritualmente, el siete es normalmente el número utilizado. Cuando el símbolo del doce es utilizado expresa integridad, no espiritual, sino en cuanto a lo que tiene que ver con el hombre. Allí donde la administración humana es puesta en preminencia para llevar a cabo los propósitos de Dios, allí aparece el número doce. Por eso tenemos a los doce apóstoles que tenían una relación peculiar con las doce tribus de Israel; pero, cuando la iglesia va a ser presentada nosotros volvemos a oír el número siete, — "las siete iglesias". Con independencia de cómo eso pueda ser, nosotros tenemos aquí siete parábolas con el propósito de presentar una historia completa del nuevo orden de cosas que está a punto de comenzar, — a saber, la cristiandad y el cristianismo, es decir, lo espurio así como lo verdadero.

 

Entonces, la primera pregunta que surge es, ¿Cómo es que tenemos esta serie de parábolas aquí y en ninguna otra parte? Algunas de ellas están en Marcos y otras en Lucas; pero en ninguna parte, excepto en Mateo, tenemos siete, la lista completa. La respuesta es ésta: Nada puede ser más hermoso ni más apropiado que ellas sean presentadas en un Evangelio que presenta a Jesús como el Mesías a Israel; y que luego, al ser Él rechazado, muestra lo que Dios sacaría a relucir a continuación. Para los discípulos, cuando sus esperanzas se desvanecían, ¿qué podía ser de más profundo interés que conocer la naturaleza y el fin de este testimonio? Si el Señor enviaba Su palabra entre los gentiles, ¿cuál sería el resultado? Consecuentemente, el Evangelio de Mateo es el único que nos presenta un bosquejo completo del reino de los cielos; como también nos presenta la insinuación de que el Señor iba a fundar la Iglesia. Es sólo en Mateo donde tenemos ambas cosas sacadas a la luz. No obstante, yo reservo esto para otro día; pero debo comentar que el reino de los cielos no es lo mismo que la Iglesia sino más bien es el escenario donde la autoridad de Cristo es reconocida, al menos exteriormente. Dicho reconocimiento puede ser real o no, pero todo cristiano que  profesa está en el reino de los cielos. Toda persona que, incluso en un rito externo, confiesa a Cristo, no es un simple judío o gentil, sino que está en el reino. Ello es una cosa muy diferente a que un hombre nazca de nuevo y sea bautizado por el Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo. Aquel que lleva el nombre de Cristo pertenece al reino de los cielos. Puede ser que dicha persona sólo sea una cizaña allí, pero aun así, dicha persona está allí. Esto es algo muy solemne. Dondequiera que Cristo es confesado externamente hay una responsabilidad que va más allá de la que corresponde al resto del mundo.

 

La primera parábola era claramente cierta cuando nuestro Señor estaba en la tierra. Ella es muy general y sería aplicable al Señor en persona o en espíritu. Por eso puede decirse que ella siempre tiene lugar; pues en la segunda parábola encontramos al Señor presentado de nuevo todavía sembrando buena semilla: sólo que aquí se trata del "reino de los cielos" que es asemejado a un hombre que sembró buena semilla en su campo. (Mateo 13: 24-30). La primera es la obra de Cristo al proclamar la palabra entre los hombres mientras Él estaba aquí abajo. La segunda es aplicable más bien a nuestro Señor sembrando por medio de Sus siervos; es decir, el Espíritu Santo obrando por medio de ellos según la voluntad del Señor mientras Él está en lo alto, habiendo sido establecido entonces el reino de los cielos. Esto proporciona de inmediato una clave importante para todo el tema. Pero, puesto que el asunto de la primera parábola es muy general, hay mucho en toda la enseñanza moral de ella que es aplicable tan verdaderamente ahora como a cuando nuestro Señor estuvo en la tierra. "El sembrador salió a sembrar", — una verdad de peso. No era así como los judíos esperaban a Su Mesías. Los profetas dieron testimonio de un gobernante glorioso que establecería Su reino en medio de ellos. No cabe duda de que había claras predicciones de Su padecimiento así como de Su exaltación. Nuestra parábola no describe ni el padecimiento ni la gloria exterior sino una obra llevada a cabo por el Señor de carácter distinto a cualquier cosa que el judío podía deducir naturalmente de la mayor parte de las profecías. Sin embargo, yo concibo que nuestro Señor estaba aludiendo a Isaías. No se trata exactamente del evangelio de la gracia y de la salvación para los pobres, miserables y culpables, sino que se trata de Uno que, en lugar de venir a reclamar los frutos de la viña establecida en Israel, tiene que comenzar una obra enteramente nueva. El sembrador que sale a sembrar señala evidentemente el comienzo de aquello que no existía antes. El Señor está comenzando una obra no conocida anteriormente en este mundo. "Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron". Ese fue claramente el caso más desesperado de todos. Ello fue nulo, no por culpa de la semilla, sino por la acción destructiva de las aves que comieron lo sembrado.

 

Tenemos a continuación: "Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra". En este caso hubo una apariencia más esperanzadora. La palabra fue recibida, pero el terreno era pedregoso; no había profundidad de tierra. Las apariencias fueron muy rápidas, — leemos, "y brotó pronto". Hay poco o ningún sentido de pecado. Todo es aceptado pero muy fácilmente. Se puede pensar que el «plan de salvación» es excelente; la iluminación de la mente puede ser innegable; pero una persona como esa nunca ha medido su terrible condición delante de Dios. La buena palabra de Dios es gustada pero el terreno es rocoso. La conciencia no ha sido debidamente ejercitada. Mientras que, en una verdadera obra de corazón, la conciencia es el terreno en que la palabra de Dios surte efecto. Nunca puede haber una obra de Dios real sin un sentido de pecado. Donde los sentimientos afables son excitados pero el pecado es pasado por alto, que es el caso del que se habla aquí, — la palabra es recibida inmediatamente pero el terreno permanece realmente intacto, — rocoso. No hay raíz porque no hay profundidad de tierra: por consiguiente, "pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó".

 

Pero, además, "Parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron". Este es otro caso; no exactamente aquel en el que el corazón recibió la palabra inmediatamente. Y nosotros debemos tener tan poca confianza en el corazón como en la cabeza. La carne varía en diferentes individuos. Algunos pueden tener más mente y otros más sentimiento. Pero ninguno de ellos puede recibir la palabra de Dios de manera salvífica a menos que el Espíritu Santo actúe en la conciencia y produzca el sentido de estar completamente perdido. Cuando éste es el caso, se trata de una verdadera obra de Dios, cuyos dolores y dificultades no harán más que profundizar. Los que recibieron la semilla entre espinos son una clase devorada por las ansiedades de este siglo (esta era), y arrastrados por el engaño de las riquezas que ahogan la palabra, de modo que no lleven fruto.

 

Pero ahora viene la buena tierra. "Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga". (Versículos 8, 9). El sembrador es aquí el propio Señor, sin embargo, de cuatro esparcimientos de la semilla, tres son infructuosos. Sólo en el último caso la semilla da un fruto maduro; e incluso allí el resultado es irregular y dificultado, — pues leemos, "cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno", — es decir, las cosas naturales todavía impiden, en mayor o menor medida, la fecundidad,.

 

¡Qué ejemplo del corazón del hombre y del mundo revelan estas parábolas! Incluso cuando el corazón no rechaza sino que recibe exteriormente la verdad este puede abandonarla con la misma rapidez. La misma voluntad que hace que un hombre reciba el evangelio de buena gana, hace que él lo descarte ante las dificultades. Pero, en algunos casos, la palabra produce efectos bienaventurados. Ella cayó en buena tierra, y dio fruto en diferentes grados. "El que tiene oídos para oír, oiga". Una solemne amonestación a las almas para que valoren bien si producen o no conforme a la verdad que ellas han recibido.

 

Los discípulos vienen ahora y le dicen: "¿Por qué les hablas por parábolas?", y el Señor hace que ello sea ocasión para explicarles estas cosas. "El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado". La parábola misma sería como la nube de Israel en un día anterior, — llena de luz para los de adentro, llena de oscuridad para los de afuera. Así sucede con los dichos de nuestro Señor. Tan solemne era en aquel momento la crisis con el Israel incrédulo que no fue Su intención dar una luz más clara. La conciencia había desaparecido. Ellos tenían al Señor, a Jehová, en medio de ellos introduciendo luz plena, y Él fue rechazado, especialmente por los líderes religiosos. Él había roto con ellos ahora: allí estaba la clave de Su conducta. "A vosotros os es dado saber", etcétera. La luz fue ocultada a la multitud, y esto debido a que ellos ya habían rechazado las pruebas más claras posibles de que Jesús era el Mesías de Dios. Pero, como Él dice aquí, "a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más". Tal fue el caso con respecto a los discípulos. Ellos ya habían recibido Su persona, y ahora el Señor les supliría con la verdad para guiarlos a avanzar. Pero al que no tiene (el Israel que rechaza a Cristo), aun lo que tiene le será quitado", — la presencia corporal del Señor y la evidencia del milagro pronto desaparecerían. "Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden". (Versículo 13). Esa sentencia judicial de tinieblas que Isaías había pronunciado sobre ellos cientos de años antes iba a ser sellada ahora (véase Isaías 6: 9-10), aunque el Espíritu Santo todavía les presenta un testimonio nuevo. Y este mismo pasaje es citado después para señalar que se trata de una cosa terminada con Israel. Ellos "amaron más las tinieblas que la luz". ¿De qué le sirve la luz a uno que cierra los ojos? Por lo tanto, la luz sería quitada también. "Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron". (Versículos 16, 17).

 

Sigue a continuación la explicación de la parábola. Tenemos presentado a nosotros el significado de "las aves del cielo". No es dejado a ninguna conjetura nuestra. "Cuando alguno oye la palabra del reino (esto era predicado en aquel entonces: no es exactamente la palabra del evangelio", sino "del reino") y no la entiende", etcétera. En Lucas no se la llama "la palabra del reino", ni se dice "no la entiende". Es interesante observar la diferencia porque ella muestra la forma en que el Espíritu Santo ha actuado en este Evangelio. Comparen ustedes con Lucas 13. La primera de estas parábolas nos es presentada en Lucas 8:11. Leemos, "Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios", — no la palabra del reino, sino "de Dios". Hay, obviamente, mucho en común entre las dos; pero el Espíritu tuvo un sabio motivo para usar las diferentes expresiones. Ello sería, más bien, dar una oportunidad a un enemigo, a menos que hubiese habido alguna buena base para ello. Yo repito que es "la palabra del reino" en Mateo, y "de Dios" en Lucas. En este último tenemos, "para que no crean", y en el primero, "para que no… entiendan". (Mateo 13: 15). ¿Qué es enseñado mediante esta diferencia? Es evidente que, en Mateo, el Espíritu Santo tiene particularmente en perspectiva al pueblo judío; mientras que en Lucas el Señor tenía particularmente ante Sí a los gentiles. Ellos comprendían que había un gran reino que Dios estaba a punto de establecer y que estaba destinado a consumir a todos los reinos de ellos. En el caso de los judíos, ya familiarizados con la palabra de Dios, el gran asunto de ellos era entender lo que Dios enseñaba, — lo cual la justicia propia nunca entiende. Ustedes podrían haber sido refutados si hubiesen dicho a un judío: «Tú no crees lo que dice Isaías»; y vendría una pregunta seria: «¿Lo entiendes tú?» Pero para el gentil, que no tenía las "palabras de vida", en lugar de establecer su propia sabiduría, el asunto era creer lo que Dios decía; y esto es lo que tenemos en Lucas. En Mateo, hablando a un pueblo que ya tenía la Palabra, lo importante era entenderla. Esto ellos no lo hicieron. El Señor muestra que si ellos oían con sus oídos, no entendían con sus corazones. Esta diferencia, cuando es conectada con las diferentes ideas y objetivos de los dos Evangelios, es igualmente interesante e instructiva.

 

"Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende". (Versículo 19). Otra verdad solemne que aprendemos a partir de esto: a saber, la gran cosa que impide el entendimiento espiritual es el prejuicio religioso. Los judíos fueron acusados de no entender. No eran idólatras ni abiertamente incrédulos, pero tenían un sistema de religión en sus mentes en el que habían sido entrenados desde la infancia, el cual oscurecía su entendimiento acerca de lo que el Señor estaba sacando a relucir. Lo mismo ocurre ahora. Pero entre los paganos, aunque el estado sea moralmente malo, sin embargo, en el estéril yermo la palabra de Dios puede ser sembrada libremente, y, por gracia, ser creída. Este no es el caso donde las personas han sido criadas en ordenanzas y superstición: allí la dificultad es entender la palabra. "Viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón". La respuesta a las aves, en la primera parábola, como vimos, es el malo que se lleva la palabra del reino tan pronto como ella es sembrada.

 

"Y aquel en quien se sembró la semilla en pedregales, éste es el que oye la palabra y enseguida la recibe con gozo". (Versículo  20 - LBA). Allí tienen ustedes el corazón, conmovido en sus afectos, pero sin ejercicio de conciencia. Al instante la palabra es recibida con gozo. Hay una gran alegría al respecto, pero allí termina. Sólo el Espíritu Santo actuando sobre la conciencia es el que presenta lo que las cosas son delante de Dios. "Pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza".

 

Luego tenemos el terreno espinoso: "Y aquel en quien se sembró la semilla entre espinos, éste es el que oye la palabra, mas las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se queda sin fruto". (Mateo 13: 22 – LBA).  Hay un caso que pudo haber parecido prometedor por un tiempo; pero la ansiedad acerca de este mundo o la facilidad halagadora de la prosperidad aquí abajo le hicieron infructuoso, y todo se acaba. "Pero aquel en quien se sembró la semilla en tierra buena, éste es el que oye la palabra y la entiende" (en todo se trata de entendimiento espiritual) "éste sí da fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta y otro a treinta". (Mateo 13: 23 – LBA).

 

Llegamos ahora a la primera de las semejanzas del reino de los cielos. La parábola del sembrador fue la obra preparatoria de nuestro Señor en la tierra. "Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue". (Versículos 24, 25), — exactamente lo que ha sucedido en la profesión de Cristo. Hay dos cosas necesarias para la irrupción del mal entre los cristianos. La primera es la falta de vigilancia de los propios cristianos. Ellos caen en un estado de descuido, se duermen; y el enemigo viene y siembra cizaña. Esto comenzó en una época temprana en la cristiandad. Nosotros encontramos los gérmenes incluso en el libro de los Hechos, y aún más en las Epístolas. 1ª Tesalonicenses es la primera epístola inspirada que el apóstol Pablo escribió; y la segunda fue escrita poco tiempo después. Él les dice allí que el misterio de iniquidad estaba ya en acción; que la apostasía y el hombre de pecado iban a seguir; y que cuando la iniquidad se manifestara plenamente (en lugar de actuar en secreto), entonces el Señor daría fin al inicuo y a todo lo involucrado. El misterio de iniquidad es análogo a la siembra de la cizaña de la que se habla aquí. Algún tiempo después, "Cuando el trigo brotó y produjo grano", — cuando el cristianismo comenzó a hacer grandes progresos en la tierra, "entonces apareció también la cizaña". (Mateo 13: 26 – LBA). Pero, es evidente que la cizaña fue sembrada casi inmediatamente después de la buena semilla. Con independencia de cuál sea la obra de Dios, Satanás siempre sigue muy de cerca. Cuando el hombre fue hecho, escuchó a la serpiente, y cayó. Cuando Dios dio la ley, ella fue quebrantada incluso antes de que fuera depositada en manos de Israel. Tal es siempre la historia del hombre.

 

Así que el daño es hecho en el campo, y nunca es reparado. La cizaña no es arrancada del campo, por el momento: no hay juicio sobre ella. ¿Significa esto que vamos a tener cizaña en la Iglesia? Si el reino de los cielos significara la Iglesia, no debiese haber ninguna disciplina en absoluto: la inmundicia de carne o de espíritu, los blasfemos, los borrachos, los adúlteros, los cismáticos, los herejes, los anticristos, tendrían que estar permitidos dentro de ella. Aquí está la importancia de ver la distinción entre la Iglesia y el reino. De la cizaña que ahora está en el reino de los cielos el Señor dice: "Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega" (Versículo 30), es decir, hasta que Él venga en juicio. Si el reino de los cielos fuera lo mismo que la Iglesia, esto equivaldría, yo reitero, nada menos que a esto: a saber, que ningún mal, por muy flagrante o evidente que sea, ha de ser sacado de la Iglesia hasta el día del juicio. Vemos, entonces, la importancia de hacer estas distinciones que demasiados desprecian. Ellas son sumamente importantes para la verdad y la santidad; y no hay una sola palabra de Dios de la que podamos prescindir.

 

Pero esta parábola no tiene nada que ver con el asunto de la comunión eclesiástica. De lo que se habla es del "reino de los cielos", el escenario de la confesión de Cristo, sea ella verdadera o falsa. Así, griegos, coptos, nestorianos, católicos romanos, así como protestantes, están en el reino de los cielos; no sólo los creyentes, sino todos aquellos que profesan externamente el nombre de Cristo. Algunos pueden ser inmorales o herejes, y aun así ellos no han de ser sacados del reino de los cielos. Pero surge la pregunta, ¿sería correcto recibir a los tales a la mesa del Señor? ¡Dios no lo permita! La Iglesia (la asamblea de Dios) y el reino de los cielos son dos cosas diferentes. Una persona que cae en pecado abierto no debe ser permitida a la comunión de la Iglesia; pero ustedes no pueden sacarlo fuera del reino de los cielos. De hecho, ello sólo podría ser hecho quitándole la vida; porque el desarraigo de la cizaña involucra esto. Y en esto es en lo que cayó el cristianismo mundano en un espacio de tiempo no muy largo después de que los apóstoles partieran de la tierra. Castigos temporales para la disciplina fueron introducidos; leyes fueron dictadas con el fin de entregar a los refractarios al servil poder civil. Si ellos no honraban a la llamada «iglesia», no se les debía permitir vivir. Así, el mismo mal en contra del cual nuestro Señor había estado protegiendo a los discípulos llegó a suceder: y el emperador Constantino utilizó la espada para reprimir a los culpables eclesiásticos. Él y sus sucesores introdujeron castigos temporales para lidiar con la cizaña, para tratar de desarraigarla. Tomen ustedes a la iglesia de Roma, donde ustedes tienen que se confunde tan completamente a la Iglesia con el reino de los cielos: si un hombre es hereje ellos afirman categóricamente que hay que entregarlo a los tribunales del mundo para que lo quemen; y ellos nunca confiesan o corrigen el error porque ellos pretenden ser infalibles. Suponiendo que sus víctimas incluso fuesen cizaña, esto es para sacarlos fuera del reino. Si ustedes arrancan una cizaña del campo, la matan. Puede haber hombres afuera profanando el nombre de Dios; pero debemos dejarlos para que Dios lidie con ellos.

 

Para la responsabilidad cristiana hacia los que rodean la mesa del Señor tenemos enseñanzas completas en lo que está escrito acerca de la Iglesia. "El campo es el mundo" (Mateo 13: 38); pero la Iglesia incluye solamente a los que son miembros del cuerpo de Cristo. Tomen ustedes 1ª Corintios, donde el Espíritu Santo nos presenta el orden de la casa de Dios y su disciplina. Suponiendo que algunos de los que están allí son culpables de pecado no arrepentido, tales personas no deben ser admitidas mientras continúen en ese pecado. Un santo verdadero puede caer en pecado abierto, pero la Iglesia, conociendo esto, está obligada a intervenir para expresar el juicio de Dios sobre el pecado. Si ellos permitieran deliberadamente que alguien así viniera a la mesa del Señor, ellos harían efectivamente al Señor partícipe de ese pecado. El asunto no es si acaso la persona se ha convertido o no. Si son inconversos, los hombres no tienen por qué estar en la Iglesia; y si se han convertido, el pecado no debe ser ignorado. Los culpables no son sacados fuera del reino de los cielos; ellos deben ser sacados fuera de la Iglesia. De modo que la enseñanza de la palabra de Dios es muy clara en cuanto a estas dos verdades. Es incorrecto usar castigos mundanos para lidiar con una persona inicua en asuntos espirituales. Yo puedo procurar el bien de su alma y mantener la honra de Dios con respecto al pecado, pero esto no es motivo para usar el castigo mundano. Los inconversos serán juzgados por el Señor en Su aparición. Esta es la enseñanza de la parábola de la cizaña; y ella presenta una visión muy solemne del cristianismo. Hay un remedio para el mal que entra en la Iglesia, pero no todavía para el mal en el mundo.

 

Este es el único Evangelio que contiene la parábola de la cizaña. Lucas presenta la levadura. Mateo tiene también la cizaña. Ella enseña particularmente la paciencia para el presente, en contraste con los tratos judiciales judíos, así como con la justa expectativa de ellos acerca de un campo despejado bajo el reinado del Mesías. Los judíos dirían: «¿Por qué debemos permitir a los enemigos, herejes impíos?» Incluso cuando nuestro Señor estaba aquí abajo y algunos samaritanos no Le recibieron, Jacobo y Juan quisieron ordenar que bajara fuego del cielo para que los consumiera. Pero el Señor no había venido para juzgar en aquel entonces sino para salvar. El juicio del mundo debe esperar Su regreso. (Véase Lucas 9: 51-56).

 

Pero, tenemos más. "Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero". (Versículo  30). Por tanto, los santos celestiales van a ser recogidos en el granero del Señor para ser sacados de la tierra al cielo. Pero, el "tiempo de la siega" insinúa un cierto período ocupado con los diversos procesos de recolección. No se dice que el trigo ha de ser atado en manojos para ser llevado al cielo. No hay ninguna insinuación de algún trabajo preparatorio especial acerca de los santos antes de que ellos sean recogidos. Pero sí hay un trato de Dios con la cizaña. Los ángeles van a recoger la cizaña y la atará en manojos antes de que el Señor la elimine del campo. Yo no pretendo decir la manera en que eso será, o si el sistema de asociaciones en el día actual no puede preparar el camino para la acción final del Señor en cuanto a la cizaña. Pero el principio de la asociación mundana está creciendo rápidamente.

 

La parábola del campo sembrado había demostrado plenamente lo que debió ser un golpe inesperado para los pensamientos de los discípulos, a saber, que la época que se iniciaba, en lo que respecta a la mantención de la gloria de Dios por parte del hombre, fracasaría tan completamente como la dispensación pasada. Israel había deshonrado a Dios; ellos no habían producido liberación sino vergüenza y confusión en la tierra; habían fracasado bajo la ley, y rechazarían la gracia tan completamente que el Rey se vería obligado a enviar Sus ejércitos para destruir a esos homicidas y quemar la ciudad de ellos. Pero, si iba a haber una nueva obra al reunir a los discípulos al nombre de Jesús por medio de la palabra que se les predicaba, ¿iba eso a estropearse también en manos del hombre? La salvación de las almas está verdaderamente segura en las manos de Dios; pero la prueba de lo que está encomendado a la responsabilidad del hombre resulta ahora, como siempre, un completo fracaso. El hombre fue destituido de la gloria de Dios en el Paraíso, y fuera de él corrompió su camino y llenó la tierra de violencia. Después, Dios escogió un pueblo para ponerlos a prueba, y ellos fracasan. Y ahora llegó la nueva prueba: ¿Qué sería de los discípulos que profesaban el nombre de Cristo? La respuesta ha sido dada: leemos, "Mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña"; y el anuncio solemne declara que ningún celo por parte de ellos podría remediar el mal. Ellos mismos podrían ser fieles y vehementes; pero el mal que ha sido hecho por la introducción de la cizaña, — es decir, falsos profesantes del nombre de Cristo, — nunca será erradicado. El Señor habla, evidentemente, del vasto campo de la profesión cristiana y del triste hecho de que el mal iba a ser introducido desde el principio mismo; y, una vez introducido, nunca sería expulsado hasta que el Señor mismo regresa a juzgar, y por medio de Sus ángeles recoja la cizaña en manojos para quemarla, mientras el trigo es recogido en el granero.

 

Si la Iglesia está en nuestros pensamientos al leer Mateo 13, entonces nosotros nunca entenderemos el capítulo. Leemos, "El campo es el mundo" (Mateo 13: 38), — es decir, la esfera donde el nombre del Señor es profesado, y que se extiende mucho más allá de lo que podría ser llamado, la Iglesia. Podría haber, y hay, muchas personas que se llaman a sí mismas cristianas, y sin embargo muestran mediante sus modos de obrar que no hay fe real en ellas. A estos se les llama "cizaña". Hay muchos, de quienes nadie cree que han nacido de Dios, que, sin embargo, se horrorizarían si fuesen considerados como incrédulos. Ellos reconocen a Cristo como el Salvador del mundo, el verdadero Mesías, pero ello es tan inoperante en sus almas como lo fue en quienes creyeron en Cristo cuando vieron los milagros que Él hizo (Juan 2:23). Jesús mismo no coincide con los tales ahora, de la misma manera en que Él no lo hizo en aquel entonces.

 

La parábola siguiente insinúa que el mal no sería simplemente una profesión falsa entremezclándose, sino que seguramente algo muy diferente seguiría a continuación. Ello podría estar relacionado con la cizaña, y crecer a partir de ella; pero se necesitaba otra parábola para explicarlo. Comenzando con el núcleo más pequeño, más humilde en lo que respecta a este mundo, iba a existir aquello que asumiría vastas proporciones en la tierra, lo cual echaría sus raíces profundamente entre las instituciones de los hombres, y se elevaría hasta llegar a ser un sistema de vastos poder e influencia terrenales. Este es el grano de mostaza que brota hasta hacerse un gran árbol, en cuyas ramas vienen y hacen nido las aves del cielo. El Señor había explicado ya estas últimas como siendo el malo , o sus emisarios. (Compárese con versículos 4 y 19.) Nosotros nunca debemos apartarnos del significado de un símbolo en un capítulo a menos que haya algún motivo nuevo y expreso para ello, lo cual en este caso no aparece. Por tanto, nosotros tenemos la más pequeña de todas las semillas que crece hasta hacerse algo parecido a un árbol; y de este pequeñísimo comienzo surge un tallo con ramas lo suficientemente espaciosas como para dar albergue y morada a las aves del cielo. ¡Qué cambio para la profesión cristiana! El destructor está instalado ahora en su seno.

 

Luego sigue la tercera parábola, de nuevo de una naturaleza diferente. No se trata de una semilla, buena o mala. No es lo pequeño que ahora se vuelve altivo y grande, un poder protector en la tierra, ¿y para qué? Pero encontramos aquí que habría propagación de doctrina en el interior, — encontramos el término "levadura", utilizado aquí, así como en otros lugares, en lugar de "doctrina". Por ejemplo, tenemos "La doctrina de los fariseos y de los saduceos", que nuestro Señor llamó "levadura". (Mateo 16: 5-12). El pensamiento aquí es para simbolizar lo que se propaga e impregna lo que está expuesto a ello. "El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado". Versículo  33). No es legítimo asumir que las tres medidas de harina significan el mundo entero, como muchos han hecho, y aún lo hacen. [Véase nota 10]. No es habitual encontrar la verdad entendida de tal manera. Sabemos lo que el corazón es, y podemos inferir que la doctrina que se propaga tan completamente bajo el nombre de Cristo debe estar muy alejada de su pureza original cuando llega a ser bien acogida por las masas de los hombres.

 

[Nota 10]. Si nosotros acudimos solamente a la Escritura como su propio intérprete, las "tres medidas de harina" de la parábola nos remitirían naturalmente a las ofrendas vegetales, o de cereal, prescritas en la ley. Ellas debían ser alimentos para los sacerdotes, comidas en el lugar santo, sin levadura. Véase Levítico 6: 14-17, y 1ª Corintios 5: 8.

 

Además, hemos visto la cizaña, — lo cual no implica nada bueno, — mezclada con el trigo. Hemos tenido la semilla de mostaza crecida hasta hacerse  un árbol, y albergando extrañamente a las aves del cielo, las cuales antes comieron la semilla que Cristo sembró. Además, siempre que la "levadura" aparece simbólicamente en la palabra de Dios, nunca es empleada excepto para caracterizar la corrupción que tiende a obrar activamente y a propagarse; de modo que no se debe asumir que ella sea la extensión del evangelio. Yo no dudo de que el significado es un sistema de doctrina que llena y da su tono a una determinada masa de hombres. Por otra parte, el evangelio es la semilla, — la semilla incorruptible, — de vida, por ser ella el testimonio que Dios presenta de Cristo y de Su obra. La levadura en ninguna parte tiene que ver con Cristo o con dar vida, sino expresamente lo contrario. Por lo tanto, no hay la menor analogía entre la acción de la levadura y la recepción de la vida en Cristo por medio del evangelio. Creo que la levadura describe aquí el propagandismo de los dogmas y decretos después de que la cristiandad se convirtió en un gran poder en la tierra (respondiendo al árbol, — que fue el caso, históricamente, en la época del emperador romano Constantino el Grande). Nosotros sabemos que el resultado de esto fue un terrible alejamiento de la verdad. Cuando el cristianismo llegó a ser respetable en el mundo, en lugar de ser perseguido y un vituperio, integró a multitudes de hombres. Un ejército completo fue bautizado al ser dada la orden de hacerlo. La espada fue usada ahora para defender o imponer el cristianismo.

 

"Ninguna ofrenda que ofreciereis a Jehová será con levadura" (Levítico 2: 11), — la mujer aquí en la parábola está haciendo lo que la ley prohíbe estrictamente. Siendo la levadura siempre en la Escritura un tipo de la maldad, ponerla en la harina es introducir mala doctrina en el pan de Dios, — el alimento de Su pueblo. Véase Juan 6: 32, 33.

 

Asimismo, la mujer de esta parábola debería recordarnos a Eva incurriendo en "transgresión"; y aún más a "esa mujer Jezabel, que se dice profetisa", que enseña y seduce a Mis siervos", etcétera (Apocalipsis 2: 20), — de nuevo haciendo lo que está prohibido. Véase 1ª Timoteo 2: 12-14. ¿Por qué deberían los comentaristas interpretar la levadura como el bien propagándose, o el evangelio dominando todo el mundo? Ellos se parecen a los doce en Lucas 18: 31-34, a quienes el Señor habló de Su rechazo, Sus padecimientos, muerte y resurrección; pero, "ellos nada comprendieron de estas cosas". En sus mentes el reino estaba a punto de ser restaurado a Israel; así que ellos no podían comprender las más claras palabras acerca del rechazo del Mesías. [Las ideas preconcebidas impiden la recepción de la más sencillamente expresada verdad. – Nota del Editor en Inglés.]

 

Observen también ustedes que de este modo la interpretación fluye armoniosamente. Tenemos parábolas dedicadas a cosas distintas, que pueden tener cierto grado de analogía entre sí, y sin embargo, ellas exponen verdades distintas en un orden que no puede sino ser aceptables para una mente espiritual y desprejuiciada. Mucho depende de la debida comprensión de lo que se entiende por, "el reino de los cielos". No olvidemos que ello es simplemente la autoridad del Señor en el cielo reconocida en la tierra. Cuando ello se convierte en algo de lo que el mundo considera como un poder civilizador en la tierra, ya no es el mero campo sembrado con buena semilla que el enemigo puede estropear con mala, sino el árbol imponente, y la levadura en amplia y profunda acción. Tal es la inesperada revelación que hace nuestro Señor. La multitud podría admirar, pero los sabios entenderían. Los discípulos necesitaban ser enseñados acerca de que iba a haber un estado de cosas totalmente diferente de lo que ellos esperaban; que aunque el Mesías había venido, Él se iba a marchar; que mientras Él estuviera en los cielos, el reino sería introducido en paciencia, no en poder, — de manera misteriosa, y aún no a la vista; y que en él se permitiría al diablo obrar igual que antes, sólo que aprovechando su ventaja habitual para estropear y corromper, de manera especial, la nueva verdad y nueva condición que estaba a punto de ser introducida.

 

Entonces, hasta ahora estas parábolas muestran el crecimiento gradual del mal. En primer lugar, hay una mezcla de un poco de mal con una gran cantidad de bien, como en el caso del campo sembrado. Luego, el crecimiento de lo que es alto e influyente desde el humilde origen del cristianismo temprano. En lugar de tener tribulación en el mundo, el cuerpo cristiano se convierte en patrocinador o benefactor, ejerciendo autoridad en él, y los que más aspiran del mundo buscan en dicho cuerpo profesante lo que ellos desean. Después sigue a continuación una gran propagación de la doctrina adaptada a las condiciones del mundo, a medida que la locura del paganismo y la estrechez del judaísmo se hacen más evidentes para los hombres, y cuando sus intereses los arrastraron con el nuevo sistema mundano.

 

Ahora, presten ustedes atención a un cambio. El Señor deja de dirigirse a la multitud, a quienes había tenido en cuenta hasta ahora. Como se dice: "Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba". (Mateo 13: 34).  Pero ahora Jesús despide a la multitud y entra en la casa. Yo llamaría a que ustedes presten atención a esto, porque ello divide las parábolas e inaugura una serie distinta. Las parábolas que siguen a continuación no eran de las que la multitud pudiera ver o adentrarse en ellas. En la separación de estas tres últimas parábolas de las cuatro anteriores tenemos una analogía con las fiestas establecidas en Levítico 23, donde después de la Pascua y de los panes sin levadura, la ofrenda de las primicias y la fiesta de las semanas, las cuales se suceden unas a otras, ustedes tienen una interrupción; después de la cual vienen la fiesta de las trompetas, el día de la expiación y, finalmente, la fiesta de los tabernáculos. El apóstol nos enseña que, "nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros", así que tenemos que celebrar la fiesta de los panes sin levadura inseparablemente relacionada con ella. (1ª Corintios 5: 7). Luego tenemos la resurrección de Cristo, — la gavilla de las primicias, seguida de Pentecostés, tal como leemos en Hechos 2: "Cuando llegó el día de Pentecostés". Estas fiestas se cumplen en nosotros los cristianos. Pero la fiesta de las trompetas, el día de la expiación y la fiesta de los tabernáculos, que siguen a las cuatro primeras, sería absurdo aplicarlas a la Iglesia; la aplicación de ellas será para los judíos. Por lo tanto, tal como a la mitad de Levítico 23 la interrupción indica un nuevo orden de temas, así es en este capítulo, donde ello está igualmente señalado. Y si bien las primeras parábolas son aplicables a la profesión externa del nombre de Cristo, las últimas pertenecen especial e íntimamente a lo que concierne a cristianos verdaderos. La multitud no podía adentrarse en ellas. Ellas eran los secretos de la familia, y, por lo tanto, el Señor llama a los discípulos que estaban en el interior de la casa, y allí Él les revela todo.

 

Pero antes de que entre en un nuevo tema, Él presenta más información acerca del  anterior. Los discípulos le preguntan, "Explícanos la parábola de la cizaña del campo". Ignorantes como podían ser, ellos tenían confianza en su Señor, y en que lo que había dicho Él estaba dispuesto a explicarlo. "Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo". (Mateo 13: 38, 39). El Hijo del Hombre y el malo, como ha sido bien recalcado, se oponen entre sí. Como en la Trinidad, nosotros sabemos que hay una parte adecuada que cada Persona bendita lleva en la obra de bendición de ellas, de modo que el triste contraste aparece en el mal afuera. Así como el Padre saca a la luz especialmente Su amor, y separa del mundo mediante la revelación de aquel amor en Cristo; así como ustedes tienen al Espíritu Santo, en contraposición a la carne, el gran agente de toda la gracia, los consejos y los modos de obrar del Padre; así la Escritura habla largo y tendido acerca de que Satanás actúa siempre como el gran antagonista personal del Hijo. El Hijo de Dios ha venido "para deshacer las obras del diablo". El diablo utiliza el mundo para enmarañar a las personas, para excitar la carne, despertando la afición natural del corazón por la honra y la comodidad actuales. En oposición a todo esto, el Hijo de Dios presenta la gloria del Padre como el objetivo para el cual Él obraba por medio del Espíritu Santo.

 

La discriminación recorre con contundencia la explicación del Señor a los discípulos en la casa. En la primera de las parábolas, el bien está completamente separado del mal, pero, en la última de las tres, todo se funde en una masa mediocre. Al principio, todo estaba claro. Por una parte el Hijo del Hombre siembra la buena semilla y el resultado son los hijos del reino. Por otra parte está el enemigo, y está sembrando su mala semilla, — a saber, falsas doctrinas, herejías, etcétera; y el resultado de esto son los hijos del malo. El diablo ha aprovechado la oportunidad brindada por el cristianismo para hacer que los hombres sean peores que si nunca hubiera habido una revelación nueva y celestial. A los ojos de Dios, aquello que lleva falsamente el nombre de Cristo es una cosa más inicua que cualquier otra. Nunca ha sido derramada tanta sangre justa como por la mano de la así llamada religión, y de quienes ella será demandada. Véase Mateo 23: 34-36. El catolicismo romano ha sido la plena consumación de esta religión terrenal. Y todo sistema religioso del mundo tiende a perseguir a todo lo que no esté de acuerdo con él. La amargura y la oposición hacia aquellos que procuran seguir al Señor en nuestro día es la misma clase de cosa que apareció en los horrores de la edad oscura, la edad media, y persiste todavía en la « Congregación para la Doctrina de la Fe» aquello de la inquisición cuando y dondequiera que levante su cabeza.

 

Para continuar: "La siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles". "El mundo" en el versículo 38 no debe ser confundido con "el siglo" en el versículo 39. Se trata de palabras y cosas totalmente distintas. "El siglo" en el versículo 39 significa la edad, la era. Se trata de un curso de tiempo, y no de la mera suma de 100 años. En el versículo 38, "el mundo" significa la esfera en que el evangelio es anunciado; en el versículo 39  "el siglo" es el espacio de tiempo en el que el evangelio avanza o es obstaculizado por el poder del enemigo. La siega es la consumación de la era, es decir, de la época actual, — el tiempo mientras el Señor está ausente, y el evangelio está siendo proclamado en la tierra. La gracia está siendo anunciada activamente ahora. Los únicos medios que Dios emplea para actuar sobre las almas son de tipo moral o espiritual. Los ángeles introducen el juicio providencial; mientras que el evangelio prende a pobres pecadores para salvarlos. El Señor insinúa aquí que se pondrá fin al presente envío de la palabra del reino y que habrá un día en que los efectos de la obra de Satanás deben desarrollarse plenamente y deben ser juzgados. "Los segadores son los ángeles". Nosotros no tenemos nada que ver con la parte judicial, sólo con la propagación del bien; los ángeles, con el juicio de los impíos. "De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo". Lamentablemente, en la versión Inglesa Autorizada de la Biblia (KJV), en el versículo 40 es utilizada la misma palabra para "siglo" que en el versículo 39, donde leemos en ambos versículos la palabra "mundo, world".

 

Muchas Escrituras muestran una época futura y un estado de cosas para el mundo totalmente diferente de lo que el evangelio contempla. Me referiré a una o dos de estas cosas en los profetas. Tomen ustedes Isaías capítulo 11, el cual habla primero de nuestro Señor bajo la figura de un vástago de las raíces de Isaí (Isaías 11: 1). Es evidente que esto es cierto en cuanto a Cristo, ya sea en Su primera o en Su segunda venidas. Él nació como israelita y de la familia de David. Y además, en cuanto al Espíritu Santo reposando sobre Él (Isaías11: 2), nosotros sabemos que esto fue cierto acerca de Él cuando Él fue un hombre aquí abajo: pero, en el versículo 4 encontramos otra cosa pues leemos que, Él "juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra". Si ustedes argumentan que esto es aplicable ahora porque en el reino de los cielos el Señor actúa sobre las almas de los mansos, etcétera, yo les pido que lean unas palabras más: "Y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío". (Isaías 11:  4B). ¿Está haciendo esto el Señor ahora? Claramente no. En lugar de matar al impío con el espíritu de Sus labios, ¿acaso no está Él convirtiendo a los impíos mediante la palabra de Su gracia? — en contraste total con lo que está descrito aquí. En Apocalipsis 19 tenemos el mismo período de juicio donde el Señor es visto con una espada saliendo de Su boca. Ello representa el justo juicio ejecutado por la escueta palabra del Señor. Así como Él habló al mundo para existencia, Él hablará a los malos para perdición. Tomando esto como el significado indudable de lo que aquí es mencionado en Isaías, ¿qué infiere ello? —Infiere un estado de cosas muy distinto a lo que tenemos ahora bajo el evangelio: "Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura. Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará… No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar". (Isaías 11: 5-9).

 

Todo esto no es lo que tenemos ahora. En lugar de que el mundo se convierta mediante la predicación del evangelio, la Escritura declara enfáticamente que "en los postreros días vendrán tiempos peligrosos" (2ª Timoteo 3: 1); y que en los postreros tiempos no prevalecerá la verdad de Cristo sino la mentira del Anticristo (1ª. Juan 2: 22); no el triunfo de los buenos, sino de los malos, hasta que el Señor extienda Su propia mano; y esto es lo que está reservado para Su aparición y Su reino. "Y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío". El Señor no está hiriendo la tierra ahora. Él ha abierto el cielo, pero en breve tomará la tierra. En Apocalipsis ustedes tienen la visión del ángel fuerte, con su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra- (Apocalipsis 10: 1, 2). Se trata del Señor tomando todo el universo bajo su propio gobierno inmediato. En la actualidad el misterio de iniquidad es dejado sin juzgar. Al mal se le permite que siga desenfrenado en el mundo. Pero esto no será para siempre. El misterio de Dios va a ser terminado. Entonces comenzará este asombroso cambio, "la regeneración", como lo llama nuestro Señor (Mateo 19: 28), cuando el Espíritu de Dios sea derramado, y la tierra sea "llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar". (Isaías 11: 9). Pero, hasta que lleguen estos tiempos de refrigerio desde la presencia del Señor, la versión autorizada de la Biblia inglesa (KJV) llama al espacio intermedio el "mundo malo". Así, en Gálatas 1: 4, dicha expresión no se refiere al mundo material, sino al curso moral de las cosas, es decir, a este "presente siglo malo". El nuevo siglo, por el contrario, será glorioso, santo y bienaventurado.

 

A partir del siguiente versículo mismo de Isaías 11, Isaías 11: 11-16, es predicha la restauración del pueblo antiguo de Dios, la recolección de todo Israel así como de Judá. No fue ese el caso al regreso de la cautividad Babilónica. Una pequeña fracción de Judá y Benjamín regresó, y sólo unos pocos individuos de Israel. Las diez tribus son llamadas universalmente «las tribus perdidas»; mientras que, "Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinnar y Hamat, y en las costas del mar. Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra. Y se disipará la envidia de Efraín, y los enemigos de Judá serán destruidos. Efraín no tendrá envidia de Judá, ni Judá afligirá a Efraín;… Y secará Jehová la lengua del mar de Egipto" (Isaías 11: 11-15),  — algo que nunca ha sido hecho, ni tampoco nada parecido. Y "Agitará su mano sobre el río con su viento abrasador, lo partirá en siete arroyos y hará que se pueda pasar en sandalias. Y habrá una calzada desde Asiria para el remanente que quede de su pueblo, así como la hubo para Israel el día que subieron de la tierra de Egipto". (Isaías 11: 15, 16 - LBA). Tanto en el mar de Egipto como en el río Nilo habrá esta gran obra de Dios, sobrepasando lo que Él hizo cuando sacó al pueblo la primera vez por medio de Moisés y Aarón.

 

Esto será el siglo venidero, pero en el presente siglo la cizaña y el trigo han de crecer juntos hasta la siega, que es la consumación de este siglo; y cuando la siega llega, el Señor envía a sus ángeles, "y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad". La separación tiene lugar en aquel entonces, a saber, la cizaña es recolectada y es echada en un horno de fuego y, "Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre.". Presten ustedes atención a la exactitud de la expresión: "Entonces…resplandecerán"; no dice, «Entonces serán arrebatados». Será una era nueva en la que no se mezclarán los buenos y los malos: pero la recolección de los impíos para el juicio cierra esta era, a fin de que los buenos sean bendecidos en la siguiente.

 

De modo que tenemos aquí la región superior, llamada el reino del Padre; y la inferior, el reino del Hijo del Hombre. "Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad". A estos ni siquiera se les permite estar en la tierra, sino que son echados en un horno de fuego. "Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre". Ambos son "el reino de Dios". ¡Qué perspectiva tan gloriosa! ¿No es un dulce pensamiento que incluso esta escena actual de ruina y confusión va a ser libertada? ¿que Dios va a tener el gozo de Su corazón, no sólo al llenar los cielos con Su gloria, sino en que el Hijo del Hombre sea honrado en el lugar mismo donde Él fue rechazado?

 

Pero, consideremos ahora la parábola siguiente. "El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo". (Versículo  44). Esta es la primera de las nuevas parábolas dentro de la casa. El Señor no muestra allí el estado de cosas que se encuentra bajo la profesión pública del nombre de Cristo, sino las cosas ocultas, o las que necesitan discernimiento. Se trata de un tesoro escondido en un campo, que un hombre halla y esconde, y por gozo vende todo lo que tiene y compra el campo. Yo soy consciente de que la costumbre de las personas es aplicar esto a un alma que encuentra a Cristo. Pero preguntémonos, ¿qué hace el hombre de la parábola? Él vende todo lo que tiene para comprar el campo. ¿Es esta la forma en que un hombre se salva? Si es así, la salvación no es un asunto de fe, sino de renunciar a todo para ganar a Cristo, lo cual no es gracia, sino obras llevadas a lo sumo. Cuando un hombre tiene a Cristo, indudablemente renunciaría a todo por Él. Pero estos no son los términos en los que un hombre recibe por primera vez a Cristo para la necesidad de su alma. Pero esto no es todo: hemos aprendido que "El campo es el mundo". Entonces surge la pregunta, ¿debo yo comprar el mundo para obtener a Cristo? Esto sólo muestra las dificultades en las que caemos siempre que nos alejamos de la sencillez de la Escritura. El propio Señor confuta tal interpretación. Él muestra que hay un Hombre, uno solo, que vio este tesoro en medio de la confusión. Se trata de Él mismo, que renunció a todos Sus derechos para que Él pudiera tener pecadores lavados en Su sangre y redimidos para Dios; fue Él quien compró el mundo para adquirir el tesoro que él valoraba. Las dos cosas son presentadas claramente en Juan 17: 2, donde leemos, Como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste". Allí está el tesoro: "Todos los que le diste". Él compra todo, el mundo exterior, para poseer este tesoro escondido.

 

Pero, además, "El reino de los cielos también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró". (Mateo 13: 45, 46 – LBA). La parábola del tesoro escondido no comunicaba suficientemente lo que los santos son para Cristo. Porque el tesoro podría consistir en cien mil piezas de oro y plata. ¿Y cómo podía esto indicar la bienaventuranza y la hermosura de la Iglesia? El mercader encuentra "una perla de gran valor". El Señor no ve solamente la preciosidad de los santos, sino la unidad y la hermosura celestial de la asamblea. Cada santo es precioso para Cristo; pero, "Él amó a la Iglesia, "y se entregó a sí mismo por ella". (Efesios 5: 25). Eso es lo que se ve aquí, —  "Una perla de gran valor". No dudo en lo más mínimo que el espíritu del símil puede ser aplicable a todo cristiano; pero creo que su intención es exponer la hermosura de la Iglesia a los ojos de Cristo. ¿Acaso no podría ser dicho plenamente de un hombre que se despierta para creer en el evangelio que «él está buscando buenas perlas»? Y antes de la conversión el pecador se alimenta más bien de algarrobas con los cerdos. (Véase Lucas 15: 16). Aquí se trata de uno que busca "buenas perlas", lo cual ningún hombre inconverso ha buscado alguna vez realmente. No hay ninguna posibilidad de aplicar estas parábolas excepto al propio Señor. Cuán bienaventurado es que en medio de toda la confusión que el diablo ha causado, Cristo ve en Sus santos un tesoro y la hermosura de Su Iglesia, ¡a pesar de todas las debilidades y el fracaso!.

 

A continuación tenemos que se pone término a todo en la parábola de la red que es echada al mar. (Versículos 47-50). Se trata de una figura utilizada para recordarnos que nuestras energías y deseos deben dirigirse hacia aquellos que están flotando en el mar del mundo. La red es echada al mar, y recoge de toda clase, "y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera". Y, ¿Quiénes son "los que la sacan a la orilla? Nosotros nunca encontramos a los ángeles recogiendo lo bueno, sino siempre apartando a los inicuos para el juicio. Los pescadores eran hombres, tal como los siervos de la primera parábola. Pero no es sólo el evangelio lo que tenemos aquí. La red recoge de toda clase. Se nos muestra que de toda clase, antes de que el Señor regrese en juicio, iba a haber una poderosa operación del Espíritu a través de los pescadores de hombres, reuniendo santos de una manera sin precedentes. ¿Acaso no es posible que el espíritu de esto esté ocurriendo ahora? El evangelio está saliendo con notable poder por todas las tierras. Pero hay otra acción, — a saber, la recolección y reunión de lo bueno y la colocación en cestas. Lo malo es echado fuera; pero esto no es el fin de ellos pues leemos, "Saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego". Los ángeles se ocupan siempre de los inicuos; los siervos, de los buenos. Separar a los malos de entre los justos no es en absoluto el trabajo de los pescadores; y que ellos echen fuera a los malos no es lo mismo que el horno de fuego. [Véase nota 11].

 

[Nota 11]. En el folleto, "Los Misterios del Reino de los Cielos", de F. W. Grant, se da luminosidad al significado de estas tres parábolas. El "tesoro escondido en el campo", que representa a Israel, el "tesoro peculiar" de Jehová ("Porque Jehová ha escogido a Jacob para sí, a Israel como su tesoro especial", Salmo 135: 4 – KJV - RVA - VM) - buscado por el Señor, el cual adquiere el derecho sobre el campo y el tesoro mediante Su humillación y Sus padecimientos hasta la muerte; y guarda ahora el tesoro escondido para un día futuro.

 

Luego, "la perla de gran precio", — es decir,  la Iglesia que Él ama y por la cual Él "se entregó a sí mismo", y Él mismo se adornará con ella como Su compañera y esposa, en la gloria celestial.

 

Después, la "red" echada en el mar gentil después de que la Iglesia sea "arrebatada" para encontrarse con su Esposo, — y el Evangelio del Reino saliendo y reuniendo una multitud, para ser clasificada por los administradores del gobierno de Dios al final de ese breve período de tiempo].

 

[Nota del editor en Inglés]. Recomendamos al lector el folleto mencionado , así como la "Biblia Numérica", acerca de los Evangelios, del mismo autor.

 

Al comentar los capítulos 8 y 9 de nuestro Evangelio ya han sido señalados algunos casos sorprendentes de desplazamiento. De este modo, los incidentes de la travesía del lago en la tempestad, de los endemoniados curados, de la hija de Jairo resucitada y de la mujer sanada en el camino, pertenecen, como asuntos de historia, al intervalo entre las parábolas de las que nos hemos ocupado últimamente y el desprecio a nuestro bendito Señor, lo cual nuestro evangelista procede a registrar en orden sucesivo. Yo he tratado de explicar el principio por el cual, según creo, el Espíritu Santo se complació en actuar al organizar así los acontecimientos como para revelar de manera más vívida el ministerio Mesiánico de nuestro Señor en Israel, con Su rechazo y sus consecuencias. Por eso que habiendo sido los hechos intermedios insertados en esa porción anterior, la incredulidad de Israel en presencia de Su enseñanza sigue a continuación de manera natural. Él estaba en Su propia tierra y les enseñaba en sus sinagogas; pero el resultado, a pesar del asombro ante Su sabiduría y Sus obras poderosas, es la pregunta despectiva, "¿No es éste el hijo del carpintero?... Y se escandalizaban de él". Él es un profeta, pero sin honra en Su propia tierra y en Su casa. La manifestación de la gloria no es negada; pero Aquel en quien ella se manifestaba no es recibido conforme a Dios, sino juzgado según la vista y las aprensiones de la naturaleza. (Mateo 13: 54-58).

 

William Kelly

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Abril 2022

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

 

KJV = King James 1769 (conocida también como la "Authorized Version en inglés").

LBA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman Foundation, Usada con permiso.

RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano).

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

Publicado originalmente en Inglés bajo el título:
"Lectures on the Gospel of Matthew", by William Kelly
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com

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