Disertaciones
acerca del
Evangelio de Mateo
William Kelly
Obras Mayores Neotestamentarias
Todas
las
citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido
tomadas de la Versión Reina-Valera revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Mateo 14
Y esto que hemos comentado al final del
capítulo anterior no es toda la triste verdad. Alrededor de este tiempo los
doce fueron enviados. Esto lo tuvimos en el capítulo 10 formando parte de la
serie especial de acontecimientos trasplantados en esa parte del Evangelio;
pero, en su momento, siguió el juicio carnal por parte del pueblo ejercido sobre
Cristo. La misión de ellos fue presentada de manera hermosa antes por Mateo
como para completar el retrato de la paciente gracia perseverante de Cristo para
con Israel, así como para dar testimonio de los derechos de Su persona como
Jehová, el Señor de la mies. Por consiguiente, aquí el hecho es omitido, pero
aparece el efecto. "En aquel tiempo Herodes el tetrarca oyó la fama de
Jesús, y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; ha resucitado de los
muertos, y por eso actúan en él estos poderes". (Versículo 1).
Esto brinda la ocasión al Espíritu de Dios
para contar la historia (versículos 3-12) de la extinción del testimonio de
Juan el Bautista en su propia sangre. No sólo se trataba de un pueblo cegado,
sino que en medio de él gobernaba un falso
y arrebatado rey, el cual no temió primero encarcelar, y finalmente dar
muerte, a aquel bienaventurado testigo de Dios. No es que él no temiera a la
multitud (versículo 5); pues sus pasiones le habrían impulsado a realizar el
acto; ni que no tuviera tristeza y escrúpulos cuando llegó el momento (versículo
9); pero, ¿de qué pueden servir estas cautelas contra las asechanzas y el poder
de Satanás? Por muy malo que fuera Herodes él no carecía del todo de
conciencia, y la predicación de Juan había llegado a ella, al menos hasta el
punto de inquietarlo. Pero el resultado fue lo que podía esperar uno que sabe
que hay un enemigo detrás de la escena, que aborrece todo lo que es de Dios, y
que incita al hombre a ser su esclavo y enemigo de Dios, en la gratificación de
la pasión y el mantenimiento de una honra peor que la vanidad. ¡Qué percepción
del mundo y del corazón tenemos aquí de parte de Dios! Y con qué santa
sencillez es puesto de manifiesto todo lo que sería provechoso para nosotros oír
y sopesar. "El hombre no
permanecerá en honra; es
semejante a las bestias que perecen. ¡Este es su camino; tal es su locura! mas
después de ellos, los hombres se complacerán en sus dichos. (Pausa.) Como
manada de ovejas son conducidos al sepulcro; la muerte los pastorea; pero los
rectos tendrán el dominio sobre ellos por la mañana". (Salmo 49:
12-14) – VM). Así cantaba el salmista, y ciertamente era correcto y era de
Dios. "Y (el rey) ordenó decapitar a Juan en la cárcel. Y fue traída su
cabeza en un plato, y dada a la muchacha; y ella la presentó a su madre".
(Versículos 10, 11). Así es el hombre, y así es la mujer, sin Dios.
Cuando la noticia acerca de la muerte de Juan
fue traída al Señor, Él indica de inmediato Su sentido acerca del acto: leemos,
"Se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando
la gente lo oyó, le siguió". No había ninguna insensibilidad en Él, a
pesar de Su longanimidad y Su gracia. Él sintió el grave agravio hecho a Dios y
a Su testimonio y a Su siervo. Ello fue el presagio de una tempestad aún más
violenta y de un hecho de sangre mucho más oscuro, — a saber, el terrible
pecado de Su propio rechazo. Él no quiso apresurar el momento, sino que se
retira. Él fue un sufriente, un sufriente perfecto, así como un sacrificio; y
aunque Sus padecimientos alcanzaron su punto álgido en esa hora tan solemne en
la que llevó Él mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, sería
ignorar mucho si nosotros limitáramos nuestros pensamientos y sentimientos acerca
de Su amor y de Su gloria moral a Su agonía final. El Señor, entonces, sintió
mucho más el mal, por Su amor desinteresado y Su inmaculada santidad. El mal siempre
se siente más en la presencia de Dios, donde Jesús sentía todo. La obra de
rechazo continúa.
¿Interrumpió este profundo sentido en Su
espíritu acerca del creciente poder del mal en Israel el curso de Su amor? Ni
mucho menos. "Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de
ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos". (Versículo 14). Que la
incredulidad homicida actúe como ella pueda, Él era Jehová, presente aquí abajo
en humillación, pero en divinos poder y gracia.
Los discípulos poco aprovechan Su gracia y
dejan poco espacio para la exhibición de Su poder benéfico. De modo que cuando
anochecía, "se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es
desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las
aldeas y compren de comer". (Versículo 15). ¡"Despide a la
multitud"! — ¿Qué? ¿Alejarse de Jesús? ¡Qué propuesta! La grandeza de la
estrechez, la urgencia de la necesidad, la dificultad de las circunstancias, cosas
que para la incredulidad son tantos motivos para que los hombres hagan lo que
puedan, son, para la fe, mucho más la solicitud y la ocasión para que el Señor
muestre lo que Él es. "Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles
vosotros de comer". ¡Oh, la torpeza del hombre! — ¡la insensatez y la
lentitud de corazón de los discípulos para creer todo! Y sin embargo, amados
amigos, ¿acaso no lo hemos visto? ¿No hemos comprobado lo mismísimo en
nosotros? ¡Qué falta de cuidado por los demás! ¡Qué medición de sus
necesidades, al olvidar a Aquel que tiene todo el poder en el cielo y en la
tierra, y quien, en el mismo aliento que nos lo asegura, nos ha enviado a
satisfacer las necesidades más profundas de las almas oscurecidas por el
pecado!
"Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino
cinco panes y dos peces". ¡Ah! ¿estaban ellos, estamos nosotros, tan
ciegos como para pasar por alto que no se trata de lo que tenemos, sino de a quién
tenemos? Jesús es nada para la carne, incluso para la de los discípulos.
Él dijo: "Traédmelos acá". Oh, ojalá
que haya más sencillez en llevar toda carencia y toda insuficiente provisión a
Aquel que va a proveer, no sólo para nosotros, sino para todas las exigencias
de Su amor; contar con Él más habitualmente como Aquel que no puede actuar de
manera indigna de Él..
"Entonces mandó a la gente recostarse
sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los
ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los
discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que
sobró de los pedazos, doce cestas llenas. Y los que comieron fueron como cinco
mil hombres, sin contar las mujeres y los niños". (Versículos 19-21).
¡Qué bienaventurada es la escena, y de qué
manera resplandece la perfección de Cristo a través de toda ella! En nada Él se
aparta de la gracia, a pesar de la reciente exhibición de odio homicida en
Herodes; pues el hecho mismo de retirarse Él aparte ante ello no es más que un
paso más en la senda de Su dolor y Su humillación; y sin embargo allí, en el
lugar desierto, para esta gran multitud atraída por sus necesidades, surge este
sorprendente testimonio. ¿No deberían ellos haberse persuadido con seguridad acerca
de quién y qué era Él? Jehová había elegido a Sión, — y la ha deseado como
morada Suya (Salmo 132: 13 - VM), — Él había dicho: "Este es para siempre
el lugar de mi reposo; aquí habitaré, porque la he deseado". (Salmo 132:
14 – VM). Pero ahora estaba allí un edomita, el esclavo de un gentil voraz
(Roma); y el pueblo lo consentía, y los sumos sacerdotes no tardarían en
gritar: "No tenemos más rey que César". (Juan 19: 15). Sin embargo,
el Rechazado extiende una mesa en el lugar desierto, bendice abundantemente la
provisión de Sión y a sus pobres sacia de pan. Puede ser que el milagro no sea
el cumplimiento del Salmo 132: 5, pero es el testimonio de que estaba allí
Aquel que podía, y aún lo hará, cumplirlo. Él es el Mesías, pero el Mesías
rechazado, como siempre en nuestro Evangelio. Él sacia de pan a los pobres de
Sión, pero ello es en el lugar desierto, adonde Él se había retirado aparte de
la nación incrédula y del voluntarioso rey apóstata.
Pero ahora comienza un cambio en nuestra
visión. Porque, "En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca
e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.
Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche,
estaba allí solo". (Versículos 22, 23). La corona no iba a florecer aún sobre
Él. (Véase Salmo 132: 18). Él debía dejar a Su pueblo antiguo a causa de su
incredulidad y tomar una nueva posición en lo alto, y también llamar a un
remanente a otro estado de cosas. Rechazado como Mesías en la tierra, Él no
sería un rey por la voluntad del hombre para gratificar los deseos mundanos de
cualquiera, sino que Él iría a lo alto, y ejercería allí Su sacerdocio delante de
Dios. Se trata de una imagen exacta de lo que el Señor ha hecho. Mientras
tanto, si las masas de Israel ("la gran congregación" — véase Salmo
22) son despedidas, Sus escogidos son introducidos en una escena de aflicciones
en ausencia de su Maestro durante la noche del día del hombre. "Y ya la
barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era
contrario". (Mateo 14: 24).
Tales fueron algunas de las consecuencias del
rechazo de Cristo. Apartado en lo alto, y no en el lugar aparte, Él ora por los
Suyos; separado en cuanto a lugar, y sin embargo y en verdad mucho más cerca,
Él ora por los discípulos dejados solos para la apariencia exterior. Ellos son
"los que habían de ser salvos", los escogidos, compañeros de Su
propia humillación mientras la nación Le despreciaba.
"Mas a la cuarta vigilia de la noche,
Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre
el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en
seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le
respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las
aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas
para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a
hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo
la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?" (Versículos
25-31). Sin explayarme ahora acerca
de la lección moral con la que todos estamos más o menos familiarizados, unas
pocas palabras acerca de las enseñanzas típicas comunicadas por medio del pasaje
pueden ser bienvenidas.
Él dejará Su lugar de intercesión en lo alto
y se reunirá con Sus discípulos cuando las aflicciones y perplejidades de ellos
sean más profundas. El monte, el mar, la tempestad y la calma, la oscuridad y
la luz, todas estas cosas son, en cuanto a seguridad, lo mismo para Cristo;
pero Su participación en la angustia es el terror de la mente natural. Al
principio, incluso los discípulos "se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y
dieron voces de miedo", sólo acalladas por la señal de Su pronta
presencia. Esto apenas va más allá de las circunstancias y la condición del
remanente judío. Si hay alguna parte que lo hace, ello es mostrado en Pedro,
quien, a la palabra de Jesús sale de la barca (la cual presenta el estado común
del remanente), y va al encuentro del Salvador fuera de todo apoyo de la
naturaleza. A nosotros nos corresponde cruzar el mundo mediante el poder divino
pues por fe andamos, no por vista. (2ª Corintios 5: 7). El viento no se acalló,
las olas eran tan amenazantes como siempre; pero, ¿acaso no había oído Pedro
aquella palabra , "Ven", y no fue ella suficiente? Ella era amplia
como del Señor y Dios de todo. "Y descendiendo Pedro de la barca, andaba
sobre las aguas para ir a Jesús". Mientras Jesús y Su palabra estuvieran
ante su corazón, no había fracaso así como tampoco peligro. "Pero al ver
el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo:
¡Señor, sálvame!" Pedro fracasó, tal como ha fracasado la Iglesia, en andar
hacia Cristo y con Cristo; pero, como en el caso de él así en el nuestro,
Cristo ha sido fiel, y nos libró, y nos libra de tan grande muerte, en "quien
esperamos que aún nos librará". (2ª Corintios 1: 10). "Y cuando ellos
subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca
vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios".
(Versículos 32, 33).
Jesús vuelve a reunirse ahora con el
remanente e inmediatamente la calma sigue a continuación, y Él es reconocido
allí como el Hijo de Dios. Y no solamente esto pues ellos "vinieron a
tierra de Genesaret. Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron
noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos;
y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los
que lo tocaron, quedaron sanos". (Versículos 34-36). El Señor es recibido
ahora con gozo en la escena misma donde antes Él había sido rechazado. Ello es
la bendición y la sanación de un mundo angustiado y gimiente como consecuencia
de Su regreso en reconocidos poder y gloria.
William Kelly
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Abril 2022
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
VM =
Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Publicado originalmente en Inglés bajo
el título: "Lectures on the Gospel of
Matthew", by William
Kelly
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