COMENTARIOS DE LOS LIBROS DE LA SANTA BIBLIA (Antiguo y Nuevo Testamento)

Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo - Capítulo 18 (William Kelly)

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Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo

 

William Kelly

 

Obras Mayores Neotestamentarias

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera revisada en 1960 (RV60).

 

Mateo 18

 

En Mateo 16 tuvimos dos temas relacionados con la revelación de la persona del Señor a Simón Pedro: uno de ellos es la Iglesia, algo enteramente nuevo o divulgado por primera vez; el otro es el tema familiar del reino de los cielos. En el capítulo que está ante nosotros encontraremos de nuevo estas dos cosas reunidas, — no confundidas ni identificadas. Nosotros estamos llamados a ver el reino y la Iglesia en su relación práctica. Ya nos hemos enterado de que el Señor iba a edificar la Iglesia. "Sobre esta roca" (la confesión de Su persona) "edificaré mi Iglesia". Él prometió después dar las llaves del reino de los cielos a Pedro. (Mateo 16: 18, 19).

 

Encontramos ahora (yo creo que relacionado con el principio que Le motivaba) la conciencia de la gloria y del mando absoluto de todo lo que Él había hecho. Él era el Señor de los cielos y de la tierra, — si él pagó en gracia el impuesto del templo porque la gracia renuncia a sus derechos, al menos ella no procura reivindicarlos y ejercerlos por el momento. Y en la conciencia misma de la posesión de toda gloria Él puede someterse en este mundo malo. Pero observen ustedes además cuidadosamente que el alma nunca debe ceder los derechos de Dios sino los nuestros. Debemos ser tan inflexibles como un pedernal dondequiera que Dios esté en cuestión. La gracia nunca abdica de la santidad verdadera, de la reivindicación o de la voluntad de Dios pues de hecho, ella es lo que fortalece al alma para valorarlas y andar en ellas. A menudo hay una dificultad práctica que las personas no entienden. Aunque se nos pide que andemos en la gracia es un uso inadecuado de la gracia suponer que ello es un consentimiento del mal o una indiferencia para con él en nuestras relaciones con Dios. Si bien la gracia nos encuentra en nuestra ruina, ella imparte un poder que no teníamos antes porque ella revela a Cristo, fortalece el alma, da una nueva vida, y actúa sobre esa vida para llevarnos adelante en la obediencia a Cristo así como en el disfrute de Él. Nuestro Señor muestra que esto debiese gobernar todo.

 

Pero tenemos en primer lugar el espíritu que nos corresponde. "En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos". (Mateo 18: 1-3). Ahora bien, esto es lo que es obrado en un alma cuando ella se convierte pues se le da una nueva vida y esa vida es Cristo. Por lo tanto, hay mucho más que un cambio. Eso distaría mucho de la verdad en cuanto a un cristiano. Por supuesto que el cristiano es un hombre cambiado pero además el cambio se debe a algo aún más profundo. Un cristiano es un hombre nacido de nuevo que posee una vida ahora que no poseía antes. Yo no quiero dar a entender simplemente que él vive de una nueva manera sino que a él le ha sido dada una nueva vida que no tenía antes. Es así como él se convierte en un niño. Luego esta nueva vida tiene que ser cultivada y fortalecida. Nuestra vida natural como hombres se desarrolla o puede ser refrenada y obstaculizada mediante diversas circunstancias. Lo mismo ocurre con la vida espiritual.

 

Nuestro Señor muestra aquí cuál es el rasgo moral característico que corresponde al reino de los cielos y esto en oposición a los pensamientos judíos de grandeza. Ellos todavía pensaban acerca del reino según ciertas delineaciones del Antiguo Testamento acerca de él. Cuando David llegó al reino sus seguidores que habían sido fieles anteriormente fueron exaltados según el valor anterior de ellos. Ustedes tienen a los tres principales y luego a otros treinta guerreros y así sucesivamente; y todos ellos tenían su lugar determinado por la manera en que se habían comportado en el día de la prueba. Los discípulos vinieron con pensamientos similares a nuestro Señor llenos de lo que ellos habían hecho y padecido. El mismo espíritu irrumpió en muchas ocasiones incluso en la última cena. Nuestro Señor lo utiliza aquí para mostrar que el espíritu que Él ama en sus discípulos es el de no ser nada, — el de no pensar en uno mismo con un espíritu de humildad dependencia y confianza que no piensa en sí mismo. Este es el sentimiento natural de un pequeño. En el niño espiritual este olvido de sí mismo es exactamente el sentimiento correcto. El niño es el testigo constante de la verdadera grandeza en el reino de los cielos. En nuestro Señor mismo esto fue mostrado plenamente. La maravilla fue que Él que lo sabía todo, que tenía todo el poder y la fuerza, pudo asumir el lugar de un niño y sin embargo Él lo hizo. Y, de hecho, ustedes pueden estar seguros de que la humildad de un niño no es en absoluto incompatible con una persona profundamente instruida en las cosas de Dios. No se trata de una humildad que se muestra en frases o formas sino de la realidad de la mansedumbre que no confía en sí misma sino en el Dios viviente; y esto tiene el respeto que Dios mismo ama que haya hacia los que están alrededor de ella. La perfecta humildad fue una característica de nuestro Señor Jesús tanto como la conciencia de Su gloria. Las dos cosas bien pueden ir juntas y ustedes no pueden tener una humildad cristiana apropiada a menos que exista la conciencia de la gloria. Comportarnos humildemente como hijos de Dios es la cosa hermosa que el Señor coloca aquí ante nosotros.

 

"Cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos". (Versículo 4). No se trata simplemente de llegar a ser como niños engendrados por Dios sino que hay una humillación práctica de nosotros mismos. Y no sólo la humillación de nosotros mismos sino la manera en que sentimos hacia los demás pues leemos, "Cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe". Sea cual fuere la humildad del cristiano él debe ser visto con toda la gloria de Cristo lo cual significa recibirle en el nombre de Cristo. Él es una persona que no defiende sus derechos ni hace valer su propia gloria sino que está dispuesta a doblegarse y dejar sitio a cualquiera mientras él es consciente de la gloria que reposa sobre él. Puede haber lo opuesto mismo a esto, — "Cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí". ¿Qué significa esto? Significa cualquier cosa calculada para hacer vacilar la confianza de ellos en Cristo, para poner un tropiezo en la senda de ellos. Ello no significa algo dicho en amor fiel al alma de ellos. Las personas pueden ofenderse por esto pero eso no es de lo que se habla aquí. De lo que se habla aquí es de lo que tiende a sacudir la confianza del pequeño en Dios mismo. "Cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar". Estas cosas ocurren constantemente en el mundo. Por lo tanto, el Señor dice, "¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!" Entonces, ¿Qué es lo que hay que hacer? El Señor muestra en dos formas la manera de protegerse contra estos tropiezos. La primera es ésta, — a saber, yo debo comenzar conmigo mismo. Este es el medio más importante para no hacer tropezar a otro. "Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti". Ello puede ser en el servicio que uno lleva a cabo o en el andar propio; pero si tu mano o tu pie se convierten en ocasión de tropiezo (algo que el enemigo aprovecha contra Dios), trata resueltamente de inmediato con la cosa mala. "Mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno". (Versículos 6-8).

 

El Señor coloca siempre todo el resultado del mal ante el alma. Al hablar del reino de los cielos Él tiene en cuenta que puede haber en él personas falsas así como también verdaderas. Por eso Él habla de manera general. Él no se pronuncia sobre ellas pues algunas pueden ser verdaderamente nacidas de Dios y otras no. El Señor expresa solemnemente ante ellos que los que son indiferentes acerca del pecado no son de Dios. Es imposible que un alma haya sido regenerada y sea habitualmente indiferente a aquello que contrista al Espíritu Santo. Por lo tanto, Él coloca ante ellos la certeza de los tales siendo arrojados al fuego eterno. De nadie que haya nacido de Dios puede ser dicho esto. Pero, así como puede haber en el reino de los cielos una profesión falsa como también una verdadera, el creyente debe considerar bien esto para no permitir pecado en ninguno de sus miembros. "Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego". Esto puede ser muy costoso pero Dios no es un Maestro duro; nadie es tan tierno y tan amoroso. Y sin embargo es Dios presentándonos su pensamiento por medio del Señor Jesús, mostrándonos que ésta es la única manera de tratar con aquello que puede convertirse en ocasión de pecado. (Compárese con Efesios 5: 5-6).

 

La primera gran fuente de tropiezo para los demás y que debe ser eliminada en primer lugar es aquello que es un obstáculo para nuestras propias almas. Debemos comenzar con el juicio propio. Pero también está el menosprecio a los pequeños que pertenecen a Dios. "Mirad", dice nuestro Señor, "que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos". [Véase nota 14). "Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido". (Versículos 10, 11). Una hermosa palabra especialmente porque es declarada en términos tan generales por nuestro Señor como para incluir literalmente a un niño así como a los pequeños que creen en Él.

 

[Nota 14]. Lo que nuestro Señor llama aquí, "sus ángeles", parecen ser los espíritus de los niños que ahora están en el cielo, — representando el espíritu a la persona en el estado actual hasta la resurrección. Compárese con Hechos 12: 15; Hebreos 12: 23 y Apocalipsis 1: 20, — esto último representando la asamblea. «Un ángel custodio, o ángel de la guarda», del que algunos hablan como siendo aquí el significado no parece dar un buen motivo para la advertencia del Señor; ni ello es mencionado en ninguna parte de las Escrituras. [Nota del Editor en Inglés].

 

Yo creo que este capítulo tuvo la intención de dar ánimo respecto a los pequeños. El argumento sobre el cual nuestro Señor habla no es que ellos fueran inocentes (que es la forma en que se habla tan a menudo de ellos entre los hombres) sino que el Hijo del Hombre vino a salvar lo que se había perdido. Ello supone la mancha del pecado pero que el Hijo del Hombre vino a abordar, de modo que nosotros tenemos derecho a tener confianza en el Señor no sólo para nuestras propias almas sino también para los pequeños.

 

Pero nuestro Señor va más allá. Leemos, "¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños". (Versículos 12-14). Es evidente que nosotros podemos incluir a todos los que se salvan según el mismo principio. El Evangelio de Lucas nos muestra (Lucas 15) esta misma parábola aplicada a cualquier pecador. Pero aquí el Señor la ocupa en relación con lo anterior, a saber, los sentimientos correctos para con uno que pertenece al reino de los cielos. Comenzando con un niño que Él pone en medio Él lleva el pensamiento acerca del pequeño durante toda esta parte de Su discurso. Y Él concluye ahora con la demostración en Su propia misión del interés que el Padre tiene por estos pequeños.

 

Luego el Señor aplica esto a nuestra conducta práctica. Suponiendo que tu hermano te ha perjudicado, — tal vez una mala palabra, o una acción poco amable hecha contra ti — algo que tú sientes profundamente como un verdadero perjuicio personal contra ti; ello es un pecado, obviamente. Probablemente nadie se ha enterado de ello, sólo él y tú. ¿Qué debes hacer? En seguida este gran principio es aplicable, a saber, cuando tú estabas arruinado y alejado de Dios, ¿qué ocurrió en tu caso? ¿Esperó Dios hasta que tú desecharas tu pecado? Él envió a Su Hijo a buscarte, para salvarte. "El Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido". Este es el principio sobre el cual tú debes actuar. Tú perteneces a Dios; eres un hijo de Dios. ¿Tu hermano te ha hecho un perjuicio? Vé a él y trata de que lo enmiende. Ello es la actividad de amor con la que el Señor Jesús apremia a sus discípulos. Nosotros debemos procurar la liberación en el poder del amor divino de aquellos que se han alejado de Dios. La carne siente y resiente el perjuicio hecho contra ella misma. Pero la gracia no se envuelve en su propia dignidad esperando que el ofensor venga y se humille y reconozca su error. El Hijo del Hombre vino a buscar a los perdidos. Él dice, «Quiero que ustedes anden según el mismo principio, que sean vasos del mismo amor, — que ustedes se caractericen por la gracia yendo tras aquel que ha pecado contra Dios.» Esto es una gran dificultad a menos que el alma tenga el frescor del amor de Dios y disfrute de lo que Dios es para ella. ¿Cómo siente Dios acerca del hijo que ha hecho el mal? Su deseo amoroso es que él rectifique. Cuando el hijo está lo suficientemente cerca para conocer el corazón del Padre él sale a hacer la voluntad del Padre. Puede ser que haya sido hecho un mal contra él pero él no piensa en eso. Es su hermano el que se ha deslizado al mal y el deseo de su corazón es hacer que el hermano que se ha extraviado se corrija, — no para reivindicarse a sí mismo sino para que su alma sea restaurada al Señor.

 

"Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano". (Versículo 15). No se trata aquí de un pecado conocido por muchos sino de una transgresión personal conocida sólo por ustedes dos. Vé y repréndele estando tú y él solos. "Si te oyere, has ganado a tu hermano". El amor se empeña en ganar al hermano. Así es para aquel que entiende y siente con Cristo. El pensamiento ante el corazón no es el ofensor sino, "tu hermano". "Has ganado a tu hermano". [Véase nota 15].

 

[Nota 15]. El perdón se basa necesariamente en el "oír", — "si te oyere", — lo cual demuestra que el corazón no continúa en el mal. [Nota del Editor en Inglés].

 

"Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra". Preguntémonos, ¿es posible que él resista a uno o dos que vienen a él los cuales son testigos del amor de Cristo? Él ha rechazado a Cristo que arguye por medio de uno; ¿puede él rechazar a Cristo ahora que Él arguye por medio de más personas? Lamentablemente puede ser que él lo haga. "Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia". La Iglesia significa la asamblea de Dios en el lugar al que todos estos pertenecen. "Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano". (Versículo 17). Entonces la asamblea es informada de la falta de la persona culpable. La cosa ha sido investigada y constatada. La Iglesia advierte y suplica a este hombre pero él rehúsa oír y la consecuencia es, — "tenle por gentil y publicano". ¡Un asunto de lo más solemne! Un hombre que es llamado hermano en el versículo anterior es ahora para mí como un gentil (pagano) y un publicano (recolector de impuestos). No debemos suponer que el hombre es un borracho o un ladrón pero él muestra la dureza de la voluntad propia y un espíritu de autojustificación. Ello puede surgir de pequeñas circunstancias pero esta soberbia inflexible acerca de sí mismo y de su propia falta es aquello por lo cual él puede ser considerado como un gentil y un publicano según el Señor, — él ya no debe ser reconocido en su estado impenitente. Y sin embargo ello puede surgir principalmente del espíritu de justificarse a uno mismo. En el caso de pecado público o de iniquidad el deber de la Iglesia es claro, a saber, la persona es apartada. Tampoco habría motivo en un caso tal para actuar de uno a uno (versículo 15), y luego con uno o dos más (versículo 16). Pero el Señor muestra aquí cómo el objetivo de esta transgresión personal pudiese ser que la Iglesia tenga que oír acerca de ella finalmente, — y eso puede conducir a algo más.

 

"De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo". Ello no es un mero asunto de ponerse de acuerdo sino de lo que es hecho en el nombre del Señor. (Véase 1ª Corintios 5: 4). "Todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Ya sea para disciplina o para hacer peticiones a Dios el Señor establece este gran principio de que donde dos o tres se hallan reunidos a Su nombre, Él está en medio de ellos. Nada podría ser más dulce y alentador. Y yo estoy persuadido de que el Señor tuvo en perspectiva la ruina actual de la Iglesia, cuando podría haber muy pocos reunidos correctamente, reunidos en obediencia a la palabra de Dios y llevándola a la práctica según la voluntad del Señor Jesucristo.

 

Pero una persona puede preguntar, ¿hay alguno en este terreno? Yo sólo puedo decir que los cristianos que se apoyan en las Escrituras y que reconocen la presencia fiel del Espíritu en la asamblea en la tierra se están atrayendo una gran cantidad de problemas para un engaño si ellos no lo están. Ellos son muy insensatos al actuar como lo hacen a menos que estén seguros de que ello es conforme al pensamiento de Dios. ¿Debiesen ustedes tener más dudas acerca de la manera en que los cristianos deben reunirse para partir el pan o para la edificación mutua que acerca de cualesquiera otras instrucciones en la palabra de Dios? Si nosotros no estamos restringidos por normas humanas y si sólo la palabra de Dios es seguida hay completa libertad para llevar a cabo sus instrucciones. Pero aunque confiadamente se habla así, por otra parte preguntémonos, ¿no deberíamos ocupar nosotros un lugar muy bajo? Cuando los miembros del cuerpo de Cristo están dispersos por aquí y por allá la humillación es lo único que nos corresponde; no sólo por los modos de obrar de los demás sino por los nuestros. Pues, ¿qué hemos sido nosotros para Cristo y para la Iglesia? Sería algo muy erróneo que nosotros mismos nos denominásemos la Iglesia; pero si fuéramos sólo dos o tres los que hemos sido reunidos al nombre de Cristo tendríamos la misma aprobación y la misma presencia de Cristo que si tuviéramos a los doce apóstoles con nosotros. Si a causa de la incredulidad y la debilidad la Iglesia en general estuviera disgregada y dispersa, y si en toda esta confusión sólo hubiera dos o tres que tuvieran fe para actuar conforme a la voluntad del Señor, para ellos seguiría siendo verdadera la palabra, "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Es la presencia de Cristo y la obediencia a Él lo que da la aprobación a los actos de ellos. Si la Iglesia ha caído en la ruina el deber de aquellos que sienten esto es apartarse del mal conocido, — "Dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien". (Isaías 1: 16, 17). Siempre hay que volver a los primeros principios cuando las cosas se desvían. Esta es la obligación de un cristiano.

 

Entonces Pedro pregunta a nuestro Señor: "¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?" (Versículo 21). Nosotros tuvimos instrucciones acerca de la manera en que debíamos actuar en el caso de una transgresión personal. (Mateo 18: 15-20). Pero Pedro plantea otro asunto. Suponiendo que mi hermano peca contra mí una y otra vez, ¿cuántas veces debo perdonarlo? La respuesta es: "No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete". En el reino de los cielos, — no bajo la ley sino bajo el gobierno del Cristo rechazado, — el perdón es ilimitado. ¡Qué maravilloso, — la santidad más profunda revelada en el cristianismo es al mismo tiempo aquella que siente con amor más profundo y sale con él a los demás! Así que encontramos aquí, "No te digo hasta siete", que era la idea que Pedro tenía acerca de la mayor gracia, "sino aun hasta setenta veces siete". Nuestro Señor insiste en que para el perdón no había realmente un final. El perdón debe estar siempre en el corazón del cristiano.

 

"Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos". (Versículo 23). Y entonces dos siervos son traídos ante nosotros. El rey perdona a uno de ellos que había sido muy culpable (el cual le debía diez mil talentos, — prácticamente una deuda que nunca podía ser pagada por un siervo). Ante su súplica el rey lo perdona. El siervo sale entonces y se encuentra con un consiervo que le debe cien denarios, — una suma muy pequeña en comparación con la que se le acaba de perdonar. Sin embargo asiendo él a su consiervo y ahogándolo le dice: "Págame lo que me debes". Y el rey al oír esto convoca al culpable ante él. ¿Qué es enseñado con esto? Esto es una comparación del reino de los cielos y se refiere a un estado de cosas establecido aquí abajo por la voluntad de Dios. Aunque podemos, y debemos, asumir el principio para nosotros, aquí es enseñado mucho más que esto. [Véase nota 16].

 

[Nota 16]. Aunque el tema de esta parábola del reino es el perdón o la remisión de la culpa de manera gubernamental, un espíritu despiadado e implacable mostraría un corazón insensible a la misericordia de Dios con consecuencias eternas. — [Nota del Editor en Inglés].

 

Tomado de manera amplia, el siervo que debe los diez mil talentos representa al judío, peculiarmente favorecido por Dios y que sin embargo había contraído la enorme deuda que nunca podría pagar. Cuando ellos completaron esta deuda mediante la muerte de su Mesías se les envió un mensaje de perdón: "Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados". Ellos sólo tenían que hacerlo y sus pecados serían borrados y Dios enviaría de nuevo al Mesías y traería los tiempos de refrigerio. (Hechos 3: 19, 20). Respondiendo el Espíritu Santo a la oración de nuestro Señor en la cruz se sirve de Pedro para decirles: "Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes… Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados", así como el Señor había dicho: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Por tanto, el siervo había oído el sonido del perdón para él pero sin verdadero entendimiento de ello. Él sale y echa en la cárcel a un consiervo por una deuda muy pequeña. Esta es la manera en que los judíos actuaban con los gentiles. Y así toda la deuda que Dios les había perdonado quedó fija sobre ellos. El amo dice al siervo: "Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía". (Versículos 32-34).

 

Yo no dudo de que ustedes puedan aplicar esto a un individuo que ha oído el evangelio y que no actúa de acuerdo con él. El principio de esto es verdad ahora acerca de cualquiera que profesa el evangelio en estos días y que actúa como un hombre mundano. Pero tomándolo en una escala más amplia ustedes deben introducir los tratos de Dios con los judíos. El día viene en que el Señor dirá que Jerusalén ha recibido de Su mano el doble por todos sus pecados. (Isaías 40: 2). Él les aplicará la sangre de Cristo, la cual puede sobrepasar los diez mil talentos, y más. Pero la generación incrédula de Israel es echada en la cárcel y nunca saldrá, mas el remanente lo hará por la gracia de Dios y el Señor hará del remanente una nación robusta.

 

Mientras tanto, lo que nosotros tenemos que recordar es el gran principio del perdón. Tenemos que recordarlo especialmente a nuestras almas en el caso de cualquier cosa que esté en contra de nosotros mismos. ¡Que de inmediato consideremos resueltamente lo que nuestro Dios y Padre ha hecho por nosotros! Si en presencia de tal gracia podemos ser duros por alguna cosa insignificante hecha contra nosotros, acordémonos de la manera en que el Señor juzga aquí.

 

¡Que el Señor nos conceda que Sus palabras no sean en vano para nosotros, que procuremos recordar la grandísima gracia que ha abundado hacia nuestras almas y lo que Dios espera de nosotros!

 

William Kelly

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Mayo 2022.-

Publicado originalmente en Inglés bajo el título:
"Lectures on the Gospel of Matthew", by William Kelly
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com

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