COMENTARIOS DE LOS LIBROS DE LA SANTA BIBLIA (Antiguo y Nuevo Testamento)

Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo - Capítulo 19 (William Kelly)

Home

Para oír o descargar pulse este botón

Duración: 27 minutos, 46 segundos

EPUB

MOBI

Pulse esta imgen para decargar

Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo

 

William Kelly

 

Obras Mayores Neotestamentarias

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

Mateo 19

 

Nosotros hemos tenido el anuncio del reino de los cielos y luego el de la Iglesia. Los hemos visto como cosas distintas aunque relacionadas en Mateo 16; y luego en Mateo 18 vimos los modos de obrar prácticos que se ajustan a ellos. Fue necesario también sacar a la luz la relación del reino con el orden de Dios en la naturaleza. Las relaciones que Dios ha establecido en la naturaleza son totalmente aparte de la nueva creación y continúan cuando un alma entra en la nueva creación. El creyente sigue siendo un hombre aquí abajo aunque como cristiano está llamado a no actuar según principios humanos sino a hacer la voluntad de Dios. Por lo tanto, era muy importante saber si las cosas nuevas afectan al reconocimiento de aquello que ya había sido establecido en la naturaleza. Consecuentemente, este capítulo revela en gran medida las relaciones mutuas de lo que es de la gracia y lo que está en la naturaleza. Obviamente, yo estoy usando la palabra "naturaleza" no en el sentido de "la carne" lo cual expresa el principio y el ejercicio de la voluntad propia sino de lo que Dios ordenó en este mundo antes de que entrara el pecado y que subsiste después de la ruina.  Solamente el hombre que entiende la gracia es aquel que puede empezar a tener conocimiento del orden natural exterior en el mundo y reconocerlo perfectamente. La gracia nunca conduce a una persona a despreciar algo que Dios ha introducido con independencia de lo que ello pudiese ser. Tomen por ejemplo la ley, ¡qué profundo error es suponer que el evangelio debilita o anula la ley de Dios! Por el contrario, pues el apóstol Pablo enseña en Romanos 3 donde él dice que por la fe nosotros "confirmamos la ley". Si yo estoy en terreno legal hay terror, ansiedad, oscuridad, y el temor de encontrarme con Dios como juez pues la ley mantiene todos estos pensamientos mientras estoy aquí, y muy debidamente. Por lo tanto, sólo el hombre que sabe que él es salvo por gracia, elevado por encima del ámbito al que la ley aplica su golpe de muerte, es el que puede considerarla y reconocer seriamente su poder pero en paz porque él está en Cristo y por encima de toda condenación. Un creyente puede hacerlo sencillamente porque él no está bajo la ley; porque "todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición". (Gálatas 3: 10). Si él estuviera bajo la ley incluso en cuanto a su propio andar y a su comunión y no en cuanto a su posición ante Dios, él debe ser miserable; tanto más en la medida en que él sea honesto con respecto a la ley. El intento de ser feliz bajo la ley es una lucha muy dolorosa con el peligro también de engañarnos a nosotros mismos y a los demás. La gracia libera el alma de todo esto situándola en un terreno nuevo. Pero el creyente puede mirar con deleite y ver la sabiduría y la santidad de Dios que resplandecen en todas Sus disposiciones y en todo Su gobierno moral. La ley verdaderamente es un testimonio de lo que Dios prohíbe o desea pero no la revelación de lo que Él es. Ustedes no pueden encontrar esto fuera de Cristo. Sin embargo, la ley sostiene el estándar de lo que Dios requiere del hombre. Él muestra su intolerancia hacia el mal y enjuicia a los que lo practican. Pero seríamos vana y desesperadamente miserables si esto fuera todo, y sólo cuando el alma ha echado mano de la gracia de Dios ella puede complacerse en Sus modos de obrar.

 

Entonces, este capítulo examina las relaciones de la naturaleza a la luz del reino. La primera relación y las más fundamental es la del matrimonio. "Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?". (Versículo 3). Allí tienen ustedes la conducta de los que están en terreno legal. No hay realmente respeto por Dios ni consideración genuina por Su ley. El Señor reivindica de inmediato desde las Escrituras la institución y la santidad del matrimonio, "¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo". (Versículo  4). Es decir, Él muestra que no se trata sólo de lo que entró por la ley sino que Él va a las fuentes. Dios lo había establecido primero y lejos de disolver el vínculo como los hombres concretan Él hizo una sola pareja, y por lo tanto, sólo para ser el uno para el otro. Todas las demás relaciones eran livianas en comparación con este vínculo tan estrecho, — a saber, la unión. Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Junto a la relación de matrimonio está el vínculo de un hijo con sus padres. Es imposible exagerar la importancia del matrimonio como institución natural. ¿Quién hablaría de un hijo dejando a su padre y a su madre por cualquier causa? Incluso los fariseos no pensarían en tal cosa. "Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre". Ellos tenían su respuesta preparada: "¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?" (versículo 7). En realidad no había un mandamiento tal: pues sencillamente un divorcio estaba permitido.

 

Nuestro Señor declara la diferencia perfectamente. Moisés permitió ciertas cosas que no estaban de acuerdo con la intención arquetípica original de Dios. Esto no debería ser motivo de asombro pues la ley no perfeccionaba nada. Ella era buena en sí misma pero no podía impartir la bondad. La ley podía ser perfecta para su propio objetivo pero no perfeccionaba nada ni era la intención de Dios que ella lo hiciera. Pero, más que esto, había ciertas concesiones contenidas en la ley que no expresaban en absoluto el pensamiento divino porque Dios trataba en ella con un pueblo según la carne. La ley no contempla al hombre como nacido de Dios, el cristianismo sí. Los hombres de fe durante la ley eran, obviamente, nacidos de Dios. Pero la ley misma no trazaba ninguna línea divisoria entre regenerados y no regenerados pues ella contemplaba a todo Israel y no sólo a los creyentes; y por eso ella permitía ciertas cosas en vista de la dureza de sus corazones. De modo que aunque nuestro Señor insinúa una cierta consideración de la condición de Israel en la carne, Él reivindicó al mismo tiempo la ley de Dios de las deducciones corruptas de estos fariseos egoístas. "Al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera". (Versículos  8, 9). Nuestro Señor añade aquí lo que no estaba en la ley y saca a la luz el pleno pensamiento de Dios acerca de esta relación. Sólo hay una causa justa por la que esta relación puede ser disuelta; o mejor dicho, el matrimonio debe ser disuelto moralmente para que termine de hecho. En caso de fornicación el vínculo desaparece por completo ante Dios y el repudio (divorcio) no hace más que proclamar ante el hombre lo que ya ha tenido lugar ante los ojos de Dios. Todo es hecho perfectamente claro. La justicia de la ley queda establecida hasta donde ella llegaba pero no llegaba a la perfección al admitir en ciertos casos un mal menor para evitar uno mayor. Nuestro Señor proporciona la verdad necesaria, — yendo hasta el principio mismo y también hasta el final.

 

De este modo es que sólo Cristo, la luz verdadera, presenta siempre el perfecto pensamiento de Dios suministrando para todas las deficiencias y haciendo todo perfecto. Este es el objetivo, la obra y el efecto de la gracia. No obstante, "Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse". (Versículo 10). ¡Lamentable! el egoísmo del corazón incluso en los discípulos. Era tan habitual en aquel entonces desechar a la esposa debido a una pequeña aversión, etcétera, que a ellos les impactó oír al Señor insistir acerca de la indisolubilidad del vínculo matrimonial.

 

Pero, dice el Señor, "No todos pueden aceptar este precepto, sino sólo aquellos a quienes les ha sido dado. Porque hay eunucos que así nacieron desde el seno de su madre, y hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y también hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que pueda aceptar esto, que lo acepte". (Versículos  11, 12 – LBA). Yo entiendo que aunque mantiene allí la institución del matrimonio de forma natural, el Señor muestra que hay un poder de Dios que puede elevar a las personas por encima de ello. El apóstol Pablo actuaba en el espíritu de este versículo cuando nos presenta su propio discernimiento "como quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel". (Véase 1ª Corintios 7). No hay duda alguna en cuanto a que él fue llamado a un trabajo notable que habría hecho muy difícil la debida atención a la relación familiar. Su ocupación se extendía y le llevaba a todas partes. Dondequiera que hubiera congregaciones que atender, donde las almas clamaran: «Ven y ayúdanos», — y mucho más allá de las llamadas de los santos o de los hombres, el Espíritu Santo lo depositó en su consagrado corazón. Con esposa o familia que cuidar la obra del Señor no podría haber sido hecha tan exhaustivamente. De ahí el sabio y bondadoso discernimiento del apóstol, no dado como mandamiento sino que es dejado para ser sopesado por la mente espiritual. La última de las tres clases de personas del versículo está expresada en sentido figurado y significa claramente vivir solteros para la gloria de Dios. Pero presten ustedes atención pues ello es un don no una ley y mucho menos una casta. Este precepto lo aceptan solamente "aquellos a quienes les ha sido dado". (Mateo 19: 11 – LBA).  Ello es expresado como un privilegio. Como el apóstol insiste en la honorabilidad del matrimonio él era el último en poner la menor difamación acerca de un vínculo tal; pero él también conocía un amor más elevado y del todo absorbente, una entrada, en una medida, en los afectos de Cristo por la Iglesia. Aun así no se trata de una obligación impuesta sino de un llamamiento especial y un don de la gracia en el que él se regocijaba para glorificar a su Amo. La apreciación del amor de Cristo para con la Iglesia le había formado en su propio modelo. Observen ustedes que aquí ello es, "a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos", — ese orden de cosas que depende de Cristo ahora en el cielo. Y por eso, fuertes en la gracia que resplandece en Él a la diestra de Dios son aquellos a quienes les es dado andar por encima de los lazos naturales de la vida, — no despreciándolos sino honrándolos, mientras se entregan individualmente a esa piadosa porción que no les será quitada.

 

Y ahora Le trajeron algunos niños, — pequeños propensos a ser despreciados. ¿Qué hay en este mundo tan indefenso y dependiente como un infante? "Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase". (Versículo 13). Los discípulos pensaron que ello era una molestia o una abusiva libertad y "los reprendieron. Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí". (Versículos 13-15). Tan completamente fueron satisfechas las demandas del amor incluso cuando el deseo pareció tan extemporáneo. Pues podemos preguntar, ¿por qué el Señor del cielo y de la tierra habría de ocuparse en poner Sus manos sobre pequeños? Pero la razón humana no limita el amor y los pensamientos indignos de los discípulos fueron desechados ya que ellos pensaban que los niños eran indignos de Su atención. Ah, qué poco Le conocían a pesar del tiempo que ellos habían estado con Él. ¿No era digno de Él bendecir así a lo más pequeño a los ojos de los hombres? ¿Cuán importante es esta lección para nuestras almas? No es necesario que ello esté relacionado con nosotros mismos; puede ser el hijo de otro. ¿Reclamamos al Señor por ello? ¿Cuál es Su sentimiento? Él es grande, Él es poderoso; pero Él no desprecia a nadie.

 

Delante de Su gloria no hay tanta diferencia entre un mundo y un gusano. El mundo es sencillamente nada si Dios lo mide por medio de Él mismo. Pero además el más débil puede ser el objeto de Sus más profundos amor y cuidado. ¡Oh, con qué interés nuestro Señor consideró a estos infantes!. Ellos son los objetos del amor del Padre por quienes Él dio a su Hijo y a quienes el Hijo vino a salvar. Cada uno de ellos tenía un alma y, ¿cuál era su valor? ¿Qué es ser un vaso de la gracia en este mundo, y de gloria en el resplandeciente día eterno? Los discípulos no entraron en estos pensamientos y cuán poco entran dichos pensamientos en nuestras almas. Jesús no sólo bendijo a los niños sino que reprendió a los discípulos que Le habían tergiversado y Él dice: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos". Una palabra devastadora para la soberbia. ¿Eran los discípulos, "de los tales", en aquel momento, o al menos en ese acto?

 

Y ahora vino un joven "y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?" Evidentemente él era un encantador personaje natural; uno que combinaba en su persona toda cualidad que era estimable; uno que no sólo tenía todo lo que los hombres consideran que produce felicidad en este mundo sino que era aparentemente sincero en su deseo de conocer y hacer la voluntad de Dios. Y además él se sintió atraído por Jesús y vino a Él. En otro Evangelio (Marcos 10: 21) leemos que Jesús "le amó", no porque él creyera y siguiera a Jesús pues, ¡lamentablemente! nosotros sabemos que él no lo hacía. Pero hay variadas formas de amor divino además del que nos abraza como pródigos retornados. Aunque tenemos un amor especial por los hijos de Dios y en las cosas de Dios debemos valorar sólo lo que es del Espíritu Santo, no se deduce de ello que no debamos admirar una mente fina o un carácter naturalmente hermoso. Si no lo hacemos ello sólo demuestra que no entendemos el pensamiento de Dios como es manifestado aquí en Jesús. Incluso en cuanto a la creación, ¿debo yo considerar con frialdad o no considerar en absoluto los ríos o las montañas, el mar, el cielo, los valles, los bosques, los árboles, las flores, que Dios ha hecho? Es un error total que la espiritualidad deslustre Sus obras externas. Pero, ¿debo yo fijar mi mente en estas vistas? ¿Debemos nosotros viajar por doquier con el propósito de visitar lo que todo el mundo considera digno de ser visto? Si en mi senda de servir a Cristo pasa ante mí una perspectiva grandiosa o hermosa yo no creo que Aquel de quien cuya obra de Sus manos ella es me llame a cerrar los ojos o mi mente. El propio Señor llama a prestar atención sobre los lirios del campo más resplandecientes que Salomón con toda su gloria. (Mateo 6: 28, 29). El hombre admira aquello que le permite satisfacer su amor propio y su ambición en este mundo. Eso es meramente la carne. Pero en cuanto a lo moralmente bello o bello en naturaleza, la gracia, en lugar de despreciar valora todo lo que es bueno en su propia esfera y rinde homenaje al Dios que exhibió así Su sabiduría y poder. La gracia no desprecia lo que hay en la creación ni lo que hay en el hombre. A este joven el Señor "le amó" cuando ciertamente aún no había fe en absoluto. Él se alejó de Jesús triste. Pero, ¿qué creyente lo hizo alguna vez desde el comienzo del mundo? Su tristeza se debió a que él no estaba preparado para la senda de la fe. Jesús deseó que él Le siguiera pero no como un hombre rico. Él hubiese estado encantado de hacer "alguna gran cosa"; pero el Señor puso al descubierto el yo en su corazón. Él sabía que (a pesar de todo lo que de manera natural e incluso según la ley era hermoso en él), en el fondo había suficiencia, — convirtiendo la carne estas mismas ventajas en un motivo para no seguir a Jesús. Pero, como si nada en absoluto él debía seguir a Jesús. "Maestro bueno", dijo él, "¿qué bien haré para tener la vida eterna?" Él no había aprendido la primera lección que un cristiano conoce, lo que un pecador convicto aprende, — a saber, que él está perdido. El joven mostró que nunca había sentido su propia ruina. Él asumió que era capaz de hacer el bien pero el pecador es como el leproso en Levítico 13 el cual no podía llevar una ofrenda a Dios sino sólo quedarse fuera gritando: "¡Inmundo! ¡Inmundo!" El joven no tenía conciencia del pecado. Él consideraba la vida eterna como el resultado de que un hombre hiciera el bien. Él había estado haciendo lo que la ley decía y hasta donde él sabía nunca la había quebrantado.

 

Nuestro Señor le dice: "¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". Él puede aceptarlo en ese terreno. Este varón no tenía idea de que aquel a quien él estaba hablando era Dios mismo. Simplemente vino a Él como un hombre bueno. En esta situación el Señor no permitiría que se Le llamara bueno. Sólo Dios lo es. Al principio el Señor se limita a tratar con él en su propio terreno. "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo". (Versículos  17-19). El Señor cita los mandamientos que se relacionan con los deberes humanos, — la segunda tabla de la ley, como es llamada. "Todo esto, — dice el joven, "lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?" Pero el Señor dice: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme". ¿Y entonces qué? "Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones". Él amó más sus posesiones que a Jesús. Esto  brindó a nuestro Señor la oportunidad de revelar otra verdad, una verdad muy sorprendente para un judío que consideraba la riqueza como un signo de la bendición de Dios. Ello fue con un espíritu similar al que actuaron también los amigos de Job aunque ellos eran gentiles, porque en verdad se trata del juicio de la justicia carnal. Ellos pensaban que Dios debía estar en contra de Job porque él se había visto envuelto en una prueba inaudita. El Señor saca a relucir, con la perspectiva del reino de los cielos, la verdad solemne de que las ventajas de la carne son auténticos estorbos para el Espíritu.

 

"Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos" (es decir, entrará con dificultad; no es que no pueda entrar, sino que "entrará difícilmente"). Él lo reitera enfáticamente: "Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja" (más allá de la naturaleza, obviamente) "que entrar un rico en el reino de Dios". Cuando sus discípulos lo oyeron se asombraron en gran manera diciendo: ¿"¿Quién, pues, podrá ser salvo?" El Señor se enfrenta a la objeción de ellos: "Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible". (Versículos 24-26). Si ello se tratase de un hombre haciendo cualquier cosa para entrar en el reino las riquezas no son más que un estorbo. Y es así con todo lo demás que es considerado deseable. Con independencia de lo que yo puedo tener y de aquello en lo que confío, sean formas morales, posición o lo que sea, — estas cosas no son más que impedimentos en lo que respecta al reino y hacen que entrar en dicho reino sea imposible para el hombre. Pero para Dios (y podemos bendecirle por ello) todo es posible sin que importe la dificultad. Por eso es que Dios escoge en Su gracia llamar a toda clase y condición de personas. Nosotros leemos acerca de una persona llamada de la corte de Herodes; leemos acerca de santos en la casa de César. Una gran compañía de sacerdotes creyó; también Bernabé el levita con sus casas y tierras; y, sobre todo, Saulo de Tarso, instruido a los pies de Gamaliel. Todas estas dificultades sólo brindaron a Dios la oportunidad de vencer todos los obstáculos mediante Su poder y Su gracia.

 

Cuando Pedro oyó cuán difícil era para los ricos salvarse pensó que era el momento para que él hablase acerca de lo que ellos habían dejado por el Señor y de enterarse acerca de lo que ellos iban obtener por ello. "He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?" ¡Qué dolorosamente natural fue esto! "Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna". (Versículos  28, 29). No hay nada que el creyente haga o padezca que no será recordado en el reino. Si bien esto es muy bienaventurado también es un pensamiento muy solemne. Aunque nuestros modos de obrar ahora no tienen nada que ver con la remisión de nuestros pecados, ellos tienen suma importancia como testimonio de Cristo y repercutirán de manera muy decisiva sobre nuestro futuro lugar en el reino. No debemos utilizar la doctrina de la gracia para negar la de las recompensas; pero aun así, Cristo es el único motivo para el santo. Nosotros recibiremos según lo que hayamos hecho mientras estábamos en el cuerpo, sea bueno o sea malo, tal como el Señor muestra claramente aquí. Los doce habían seguido al Señor rechazado aunque Su gracia les había dado el poder. No fueron ellos los que Le habían elegido a Él sino que Él los había elegido a ellos. (Juan 15: 16). Ellos son alentados ahora por la seguridad de que en el momento bienaventurado de la regeneración cuando el Señor obrará una gran transformación en este mundo (pues así como Él regenera a un pecador así Él regenerará al mundo), el trabajo y el padecimiento por Su nombre no serán olvidados por Él.

 

Recuerden ustedes que de lo que aquí se habla no se refiere al cielo: hay un trabajo aun mejor en el cielo que juzgar a las doce tribus de Israel. Sin embargo, ello es un destino glorioso reservado a los doce apóstoles durante el reinado de Cristo sobre la tierra. Una gloria similar está destinada para otros santos de Dios tal como leemos en 1ª Corintios 6: 2: "¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo?" Esto es usado allí para mostrar la incongruencia de que un santo busque el juicio del mundo en un asunto entre él y otro cristiano porque la porción y la bendición del cristiano están completamente aparte del mundo y él debe ser fiel a los objetivos para los que Cristo lo ha llamado.

 

En cuanto a todas las relaciones y ventajas naturales de esta vida, si ellas se pierden por causa de Su nombre los perdedores recibirán cien veces más y heredarán la vida eterna. El Evangelio de Juan habla acerca de la vida eterna como algo que poseemos ahora: los demás evangelios hablan de ella como algo futuro. De hecho, nosotros la tenemos ahora morando en nosotros; en aquel entonces nosotros entraremos en su morada y tendremos su plenitud en la gloria en breve. "Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros". ¡Qué insinuación para Pedro, — y para todos nosotros! Una pretensión de justicia propia es una trampa fácil y pronto encuentra su nivel. Si el abandono de todo es valorado ha perdido todo su valor. Por lo tanto, muchos de los que comenzaron a correr bien la carrera se apartaron de la gracia para ir a la ley y el propio Pedro fue culpado por el último (pero primero) de los apóstoles, como sabemos por la epístola a los Gálatas. (Véase Gálatas 2: 11-14).

 

Que el Señor haga que Su gracia sea la fortaleza de nuestros corazones; y si hemos padecido la pérdida de alguna o de todas las cosas, ¡que las consideremos todavía como basura para ganarle a Él! (Filipenses 3: 8).

 

William Kelly

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Mayo 2022

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

 

LBA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman Foundation, Usada con permiso.

Publicado originalmente en Inglés bajo el título:
"Lectures on the Gospel of Matthew", by William Kelly
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com

Versión Inglesa

Ir a Índice de DISERTACIONES ACERCA DEL EVANGELIO DE MATEO (William Kelly)