COMENTARIOS DE LOS LIBROS DE LA SANTA BIBLIA (Antiguo y Nuevo Testamento)

Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo - Capítulo 20 (William Kelly)

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Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo

 

William Kelly

 

Obras Mayores Neotestamentarias

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

Mateo 20

 

El capítulo anterior finalizó con la importante doctrina de que en el reino el Señor se acordará de todo el padecimiento y el servicio llevado a cabo aquí por Su nombre. Pero, es evidente que aunque ésta es una verdad indudable de las Escrituras a la que se hace referencia en las epístolas de Pablo y en otras partes del Nuevo Testamento, ella es una verdad de la que el corazón estaría dispuesto a abusar para justificarse a sí mismo; y que una persona que olvidara que todo es por gracia podría estar dispuesta a reclamar a Dios frente a cualquier cosa que Él le hubiera permitido hacer. Por eso es añadida una parábola con un principio totalmente diferente en la que el pensamiento prominente es la soberanía de Dios con el propósito expreso, yo creo, de proteger contra tales resultados. Porque Dios no es injusto al olvidar nuestra obra y nuestro trabajo de amor que podamos haber mostrado hacia Su nombre: pero hay un peligro para nosotros en ello. Debido al hecho de que Dios no olvida lo que Su pueblo hace por Él no se deduce que Su pueblo deba atesorarlo. Nosotros no tenemos más que una cosa en la que situar nuestras almas, y es Cristo mismo; tal como dijo el apóstol: "una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante", — no olvidando lo que hemos hecho mal: lo contrario mismo de esto será incluso en la gloria. Cuando no quede ni un vestigio de humillación tendremos un sentido más vívido que nunca de nuestros múltiples fracasos; pero no como para producir un solo sentimiento de duda, de temor, o desdicha. Tales pensamientos serían contrarios a la presencia de Dios. Es bueno que mientras el creyente se aferra a su plena bendición piense en lo que él es, que se humille día a día ante la vista de Dios recordando siempre que la verdadera humillación es en el terreno de que somos hijos de Dios. Una persona que tuviera algún cargo que tiene que ver con  la Reina y tuviera el debido respeto por ella estaría pensando en ella y no en sí misma. ¡Cuánto más cuando estamos en la presencia de Dios! Esto debiese llenar nuestras almas de gozo en la adoración del Señor. Lo que es decoroso para el santo, lo que es muy aceptable para Dios, no es la constante presentación de nosotros mismos de una manera u otra, por más que esto pueda ser, en cierto sentido, en nuestra privacidad. Pero la alabanza de Dios por lo que Él es, — sobre todo en el conocimiento de su Hijo y de Su obra, — es el gran objetivo de todos los tratos de Dios con Sus hijos. La conciencia de nuestra nulidad muestra la más profunda y verdadera humildad. Allí donde existe descuido habitual y falta de dependencia con sus tristes resultados no habrá una disposición del corazón para adorar. El pensamiento apropiado relacionado con la mesa del Señor es que yo voy a encontrarme con Cristo para alabarle junto con Sus santos; y esto, — a saber, ser conscientes de estar en Su presencia, — mantiene un control sobre nuestros espíritus.

 

Para mantenernos en esta conciencia de la gracia el Espíritu de Dios recurre en este capítulo a la soberanía de Dios que contrarresta la justicia propia que va a ser hallada incluso en el corazón de un discípulo. Pedro dijo: "nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido" (Mateo 19: 27), y el Señor le asegura que ello no será olvidado pero Él añade inmediatamente la parábola del padre de familia. Nosotros no encontramos aquí el principio de las recompensas o el justo reconocimiento del servicio hecho por Su pueblo sino los derechos de Dios, Su soberanía. Por lo tanto, no hay diferencias aquí, — nadie es recordado especialmente por haber ganado almas para Cristo o por haber dejado todo por Cristo. El principio es que aunque Dios reconocerá infaliblemente todo servicio y pérdida por causa de Cristo, Él mantiene Su propio derecho para hacer lo que Él desea. Alguna pobre alma puede ser llevada al conocimiento de Cristo en el día de su muerte. Dios reivindica Su derecho a dar lo que le plazca, para dar a aquellos que no han hecho nada en absoluto, — como podemos pensar, — sólo lo que es bueno a Sus propios ojos. Este es un principio muy diferente del que tuvimos en el último capítulo y sumamente contrario al pensamiento del hombre. "El reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña". (Versículos 1, 2).

 

La aplicación común de esta parábola a la salvación del alma es un error. Porque esto es lo que Cristo hizo, por lo que padeció y por lo que vive, independientemente del hombre. El pobre pecador sólo tiene que entregarse a sí mismo para ser salvado por Cristo. Cuando él ha sido llevado hasta el final de sí mismo reconociendo que no merece más que el infierno, ¡qué dulce es que Dios traiga ante tal alma que Jesucristo (y fiel es esta palabra) ¡vino al mundo para salvar a los pecadores! (1ª Timoteo 1: 15). Cuando uno se contenta con ser salvo como nada más que un pecador y por nada más que Cristo, el verdadero descanso de Él es dado al instante. Dondequiera que uno piense en aportar su parte sólo habrá incertidumbre, y dudas, y dificultades. Sólo Cristo es nuestra salvación. El hombre que es salvo no aporta nada más que sus pecados. Pero en esta parábola el asunto no es esto; se habla allí del trabajo de cada siervo según el Señor se complace en llamar a trabajar en Su viña. Si Él se complace pondrá a todos en igualdad de condiciones. Él recompensará el trabajo que sea hecho pero dará lo que Él quiere.

 

“Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron”. (Versículos 2-4). No se trata aquí de gracia en el sentido de salvación. "Os daré lo que sea justo". Es Dios quien juzga lo que es apropiado. "Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo". Y es singular decir que Él salió "cerca de la hora undécima ". ¡De qué corazón esto nos habla! Qué infinita benignidad! ¡Que Dios, el cual reconoce todo servicio y padecimiento hecho para Él mantiene intacta la prerrogativa de salir en el último momento para traer almas y ocuparlas en lo que podría parecer un pequeño servicio! Pero Él puede dar la gracia para hacer bien eso que es pequeño. "Y saliendo cerca de la hora undécima… les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros”. (Versículos 6-8). "Comenzando desde los postreros". En esta parábola siempre se habla de los postreros en primer lugar. Así que se le dice al mayordomo que empiece desde los postreros hasta los primeros. Y además, cuando el propio señor de la viña tiene que hablar, es lo mismo: "Los postreros serán primeros, y los primeros postreros". (Mateo 20: 16 – BJ, JND, LBA, RVA, RVSBT, RV1977). Se trata de la soberanía de la gracia al dar como a Él le place; no sólo al salvar sino al recompensar en el tiempo de gloria; pues de esto es de lo que se habla.

 

Obviamente, los postreros recibieron su salario con agradecimiento. Pero cuando los primeros oyeron acerca de ello empezaron a creerse con derecho a más, — ellos que habían soportado la carga y el calor del día. Pero el amo les recuerda que todo estaba resuelto antes de que ellos comenzaran a trabajar. En su egoísmo ellos olvidaron tanto los términos como la rectitud de aquel con quien tenían que ver. Si por la generosidad de su corazón él se complacía en dar a los postreros lo mismo que a los primeros, ¿qué les importaba a ellos? Dios mantiene Sus propios derechos. Es de suma importancia para nuestras almas que mantengamos los derechos de Dios en todo. Las personas discutirán si es justo que Dios escoja a esta o a aquella persona. Pero en el terreno de la justicia todos están perdidos, y perdidos para siempre. Ahora bien, si Dios se complace en usar Su misericordia conforme a Su sabiduría y para Su gloria hacia estos pobres perdidos, ¿quién va a argüir con Él? "Oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios?" (Romanos 9: 20). Dios tiene el derecho a actuar conforme a lo que hay en Su corazón: y "El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?" (Génesis  18: 25). ¿Tiene Él derecho a actuar desde Sí mismo? Él no puede actuar desde el hombre en los terrenos de la justicia. No hay fundamento alguno sobre el cual Él pueda actuar así; ello es enteramente un asunto de Su propio beneplácito. Y nosotros debemos recordar que no hay un hombre que se pierda excepto aquel que rechaza la misericordia de Dios, que la desprecia o que la utiliza para sus propios propósitos egoístas en este mundo. El hombre que ha sido salvo es el único que tiene una conciencia verdadera del pecado, que se entrega a sí mismo como perdido y recurre a la misericordia de Dios en Cristo para salvar a un pecador perdido.

 

Al demandante, el padre de familia respondió: "Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?" (Versículos 13-15). Sale allí a relucir todo el secreto. El hombre, de hecho, un discípulo profesante, un obrero en Su viña, puede estar discutiendo porque se cree con derecho a más que otro que en su opinión ha hecho poco en comparación con él. El asunto de ser un hijo de Dios no entra en esta parábola; y en cuanto al servicio uno puede ser un siervo verdadero o un simple asalariado.

 

Yo sólo preguntaría: ¿Por qué en el capítulo anterior se lee: "Muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros (Mateo 19: 30) y aquí: "Los postreros serán primeros, y los primeros postreros"? (Mateo 20: 16 – BJ, JND, LBA, RVA, RVSBT, RV1977). Al hablar acerca de las recompensas según el trabajo realizado se insinúa el fracaso del hombre pues, de hecho, la debilidad se muestra pronto por si misma, — Los “primeros serán postreros". Pero en esta nueva parábola se trata de la soberanía de Dios que nunca falla; consecuentemente aquí es, "Los postreros serán primeros, y los primeros postreros". “Demas me ha desamparado, amando este mundo". (2ª Timoteo 4: 10). Nosotros podemos decir que hubo un primero que se convirtió en postrero, — uno que trabajaba para el Señor que no había renunciado al cristianismo pero que se cansó de la senda del infatigable servicio para Cristo. Si en lugar de honra los miles de aquellos que están comprometidos en el servicio de Cristo tuviesen que recibir ahora burla y persecución no habría la menor disminución de sus filas. Pero aquel que procura inteligentemente servir fielmente al Señor en este mundo debe esperar vergüenza y padecimiento. Demas pudo haber sido un creyente pero la prueba y el vituperio, el amor a las comodidades y otras cosas se apoderaron fuertemente de su espíritu y él abandonó el servicio del Señor. "Todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús", es un principio similar. (Filipenses 2: 21).

 

Y ahora el Señor sube a Jerusalén y prepara a Sus discípulos para una dificultad aún mayor. "He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará". (Versículos 18, 19). Tan egoísta es el corazón del hombre que incluso después de esto la madre de los hijos de Zebedeo viene a Él con sus hijos que estaban entre los propios apóstoles; y adorándole ella desea cierta cosa de Él. "Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda". (Versículo 21). Tan perfecta es la humillación de Cristo, tal es Su abandono de Sí mismo (Él, el Único que tenía perfecto conocimiento de todo y derecho a todo por Su gloria personal), que dice: «Yo no tengo que dar ningún lugar en mi reino, — dar no es Mi lugar excepto como Mi Padre pueda desear. Pero tengo algo que darles ahora: es el padecer.» En efecto, padecer por Él y con Él es lo que Cristo da a Sus siervos ahora, — un elevado privilegio. Cuando el apóstol Pablo fue convertido preguntó: "¿qué quieres que yo haga?". (Véase Hechos 9). El Señor le dice cuán grandes cosas él padecería por causa de Su nombre. La mayor honra que nosotros podemos tener aquí es padecer con Cristo y por Cristo. Esto es lo que nuestro Señor hace saber a la madre de los hijos de Zebedeo. "Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos". (Versículo 22). Él asumió dos tipos diferentes de padecimiento: el vaso que es el padecimiento interior; y el bautismo que expresa aquello en que estamos inmersos exteriormente. Los dos incluyen todo tipo de prueba, tanto internas como externas. Él no está hablando aquí acerca de la cruz en expiación pues no puede haber comunión en esto. Pero puede existir la cruz en el rechazo aunque no como expiación. Puede haber un compartir lo que Cristo padeció de parte del hombre pero no de lo que Él padeció de parte de Dios. Cuando él estuvo padeciendo por el pecado en la cruz la relación es abandonada cuando Él se somete en gracia infinita al lugar de juicio. Él es hecho pecado. Él se da cuenta de lo que es ser desamparado por Dios haciéndose Él responsable de los pecados de los hombres. Por tanto Él dice en aquel terrible momento en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" Nosotros no podemos tener parte en esto. Dios desamparó a Jesús para no desampararnos a nosotros. Dios nunca desampara a un cristiano ni se oculta de él.

 

Cuando el Señor dice: "¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos", ellos no sabían lo que decían ni sabían lo que pedían. Pues cuando nuestro Señor sólo estuvo en peligro de muerte encontramos que todos Le desampararon y huyeron. En cuanto a uno de ellos, si él se aventuró a entrar en el pretorio fue simplemente, por así decirlo, bajo la sotana del sumo sacerdote; es decir, con el pretexto de ser conocido por él. (Juan 18: 15). Cuando Pedro siguió en su propio terreno fue sólo para mostrar su absoluta debilidad. En presencia de un vaso como éste y de un bautismo como éste el Señor dice: "A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados" (no dice, vosotros podéis) "pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre". (Versículo 23). [Véase nota 17]. Era de Él conceder sólo a aquellos a quienes el Padre lo destinaba. Cristo es el administrador de las recompensas del reino. Como Él fue Siervo en padecimiento también dispensará las recompensas y las glorias del reino.

 

[Nota 17]. Yo sólo comentaría que en la Biblia Inglesa KJV las palabras puestas en cursiva (e insertadas sin justificación)  en Mateo 20: 23, deslucen mucho el sentido. Sin ellas el sentido es mejor. [William Kelly en el texto original en inglés].

 

"Al oír esto, los diez se indignaron contra los dos hermanos". (Versículo 24). Sin duda les pareció algo muy correcto contener a estos dos hermanos que estaban tan llenos de sí mismos. Pero, ¿por qué se indignaron ellos así? La soberbia de ellos estaba herida; ellos también estaban llenos de sí mismos. Cristo no se llenó de indignación, — ello fue una tristeza para Él; pero ellos estaban enardecidos contra los dos hermanos. Nosotros tenemos que ser cuidadosos. A menudo cuando tratamos de contener a los que tratan de enaltecerse a sí mismos también está el yo de nuestra parte. Supongan ustedes que uno de nosotros ha caído en pecado. A menudo hay una gran cantidad de duros sentimientos al respecto: pero, ¿es ésta la mejor manera de mostrar nuestro sentido del pecado? Los que más sienten por Dios sienten también más profundamente por los que se han alejado de Él. "Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado". (Gálatas 6: 1).

 

"Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad". Él señaló ese mismo amor a la grandeza en ellos mismos. Ellos lo condenaban enérgicamente en Jacobo y Juan pero el sentimiento de ellos delataba lo mismo en sus corazones. "Mas entre vosotros no será así", dice el Señor, "sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo". Hay una diferencia entre las dos palabras, servidor y siervo. La palabra griega diákonos traducida como "servidor" significa siervo, sirviente. Pero en el versículo 27 la palabra griega doúlos traducida como siervo significa esclavo, por lo tanto en un sentido calificado de sujeción o subordinación. «¿Quieren ustedes ser realmente grandes conforme a los principios de mi reino? Humíllense todo lo que puedan. ¿Quieren ser ustedes los más grandes? Rebájense hasta lo inferior.» El que menos yo tiene es el más grande a los ojos del Señor. Porque "el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos". (Versículo 28). Él asumió el lugar más bajo de todos y dio Su vida en rescate por muchos. ¡Bendito sea para siempre Su nombre!

 

Los últimos versículos pertenecen propiamente al capítulo siguiente  que es el de la aproximación de nuestro Señor a Jerusalén desde el camino de Jericó. Y es necesario tomar los dos capítulos juntos para tener la conexión apropiada de todo lo que nos es presentado aquí. Pero yo no puedo finalizar esta parte del tema sin llamarlos nuevamente a prestar atención a los principios del reino de Dios tal como nos los mostró el propio Cristo. ¡Qué llamamiento al servicio renunciando al yo! ¡Qué gozo pensar que todo lo que ahora es una prueba será encontrado como un gozo en aquel reino! Hay algunos que piensan que son favorecidos con pocas oportunidades para servir al Señor, — ellos piensan que están excluidos de lo que sus corazones desearían. Recordemos que Aquel que conoce todo tiene derecho a dar como Él quiere a los Suyos y de lo Suyo. Él hará lo mejor conforme a Su corazón. Nuestra única tarea ahora es pensar en Aquel que no vino para ser servido sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos. Ese es nuestro principal llamamiento y nuestra principal necesidad, — a saber, ser esclavos, doúlos de Cristo, al servirnos unos a otros.

 

En la transfiguración tuvimos una imagen del reino venidero; a saber, Cristo la Cabeza y Centro con representantes de sus aspectos celestiales y terrenales; por una parte Moisés y Elías glorificados y por la otra los tres discípulos en sus cuerpos naturales. Este fue un momento decisivo en la historia del curso de nuestro Señor que Juan pasa por alto pero que es presentado plenamente en los otros tres Evangelios. La Cruz, a causa del pecado, es el fundamento de toda gloria. No podría haber nada estable o santo sin ella. Ella es el único canal por el cual emanan todas nuestras bendiciones y sabemos por medio de Lucas que la muerte de Cristo fue el tema en el monte santo. Pero Juan no nos presenta nada de esa escena porque él se ocupa de Cristo como el Hijo. En Juan no tenemos el aspecto humano sino la deidad del Señor Jesús, y Su rechazo por parte de Israel y el consiguiente rechazo de Israel por parte de Dios son asumidos desde el principio de ese Evangelio: como leemos, "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron". (Juan 1: 11). Ahora bien, la transfiguración no saca a la luz la deidad de Cristo sino Su gloria como Hijo del Hombre exaltado reconocido además como Hijo de Dios. Esto fue una muestra de la gloria del Señor en Su futuro reino con los tipos de algunos resucitados y celestiales y de otros en su estado natural o terrenal. Pero Juan no nos muestra el reino sino la casa del Padre. El mundo puede ver en cierta medida la gloria tal como fue predicha en el monte pero ésta no es nuestra mejor porción. Mientras nosotros aguardamos "la esperanza bienaventurada" y la manifestación de la gloria (Tito 2: 13 – LBA) nuestra esperanza es estar con Cristo en la casa con muchas moradas del Padre, — una esperanza que está mucho más allá de cualquier bendición del reino. Tampoco ello será mostrado. Los secretos del amor y la comunión de Cristo con la Iglesia no son para ser exhibidos ante el mundo. Indudablemente la gloria y el lugar de poder que la Iglesia poseerá en el reino venidero serán exhibidos porque éstos constituyen algunas de las características principales del reino milenial. De este modo el monte de la transfiguración ocupa un lugar importante en los tres Evangelios sinópticos como mostrando a Cristo en calidad de Mesías, Siervo, e Hijo del Hombre. Como tal, Él será mostrado conforme al modelo en el monte, y consecuentemente, los tres evangelistas que presentan a Cristo en estos tres aspectos nos presentan la transfiguración. El pensamiento de la recepción inmediata por parte de los judíos, como hemos visto, había sido abandonado por completo y la cosa nueva venidera comienza a ser anunciada. Cristo debe padecer y morir.

 

El final de nuestro capítulo, desde Mateo 20: 30, es un prefacio a Mateo 21 donde tenemos la última presentación formal del Rey, — no con el pensamiento de ser recibido; pero para colmar la iniquidad del hombre y el cumplimiento de los consejos de Dios Él se presenta como tal. El Señor va de camino a Jerusalén y dos ciegos claman a Él, "¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!" Aunque ellos no sabían nada de la crisis inminente sin embargo estaban completamente en el espíritu de la escena. El Espíritu Santo estaba actuando sobre ellos para que dieran testimonio de Jesús que iba a ser presentado ahora públicamente por última vez como Heredero al trono. ¡Qué imagen! Los que veían en su ciega dureza de corazón rechazando a su propio Mesías aunque era reconocido por los gentiles como Aquel que había nacido Rey de los judíos; y los pobres ciegos confesándole por fe en voz alta como el verdadero Rey. Tal vez el deseo principal de ellos, el único deseo de ellos puede haber sido el ser sanados de su ceguera. Sea ello como fuere pero en cualquier caso Dios dio a la fe de ellos el objeto apropiado y la confesión justa para aquel momento pues Él estaba guiando la escena. Con independencia de cuál era el pensamiento de los ciegos al clamar al Señor el designio de Dios era que se diera un testimonio adecuado de Su Rey, el "Hijo de David". Un judío entendería bien todo lo que entrañaba el título. ¡Qué condena a los fariseos y escribas que habían rechazado a Cristo! El punto de vista más elevado no es siempre el más apropiado. Las circunstancias varían. De este modo la confesión de Cristo como "Hijo de David" estuvo aquí más en consonancia que si ellos hubieran dicho "Hijo de Dios". Sólo tenemos que sopesar los diversos títulos para ver que al aclamarle conforme a Su gloria judía ellos pronunciaron lo que estaba al unísono con aquello que Dios estaba haciendo en aquel entonces.

 

Permitan ustedes que yo pregunte con reverencia, ¿por qué la resurrección de Lázaro es omitida en los tres primeros Evangelios? Si estos relatos hubieran sido obra del hombre él no la habría omitido, ciertamente. Se habría pensado que ella era demasiado importante para dejarla fuera bajo cualquier consideración. La omisión de un milagro tan estupendo en Mateo Marcos y Lucas señala claramente que es el Espíritu de Dios quien obra en soberanía y Él escribe por medio de cada uno con un propósito especial. Si es así, lo que los hombres llaman inconsistencias e imperfecciones son realmente perfecciones en la palabra de Dios. Fue parte del propósito de Dios omitir el milagro en algunos pues Él sólo presenta los hechos que se ajustan a Su designio en cada Evangelio. Este milagro de resucitar a Lázaro no nos muestra a Cristo como Mesías o como Siervo o como Hijo del Hombre sino como el Hijo de Dios que da vida y resucita a los muertos, — un gran punto de doctrina en Juan 5, — por lo tanto ello sólo es presentado en el Evangelio de Juan. Hubo otros milagros de resucitar a los muertos en los otros Evangelios; pero la verdad de la Filiación y la gloria presente de Jesús en comunión con el Padre no es lo prominente en estos otros. Por lo tanto, Él no aparece en ellos como Hijo de Dios. Tomen por ejemplo la resurrección del hijo de la viuda en Naín. (Véase Lucas 7: 11-17). ¿Cuáles son las circunstancias en las que se pone allí énfasis? Él era hijo único de su madre y ella era viuda. Lucas, o más bien el Espíritu, tiene cuidado de mencionar esto porque ello es lo que da sentido a la conmovedora historia. "Y lo dio a su madre". El objeto es aquí la compasión humana del Señor, del Señor como Hijo del Hombre. Es cierto que Él debía haber sido Hijo de Dios o Él no podría haber resucitado así a los muertos. Si la Deidad y la relación con el Padre de Aquel que se hizo carne hubiera sido la única verdad a ser mostrada no hubiera sido necesario que las circunstancias concomitantes fuesen narradas; y el Evangelio de Juan podría haber sido suficiente, como lo es, para mostrar eminentemente al Señor Jesús como el Hijo.

Todo esto manifiesta la perfección de la palabra de Dios. Cuando la mente se somete a Él esto es visto y Él enseña a los que se someten a Él y confían en Él. Un ciego es sanado en Juan 9, (no estos cerca de Jericó los cuales claman a Jesús) pero, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Rechazado por los hombres Jesús iba buscando objetos sobre los cuales conceder Su bendición; es el Hijo que sin ser buscado veía la profunda necesidad y se ocupaba consecuentemente. Se trató de una oportunidad para realizar las obras de Dios. Él no espera nada, va al hombre, y la obra es hecha aunque era día de reposo. ¿Cómo podía el Hijo de Dios reposar en presencia del pecado y de la miseria, con independencia de lo que podría sentir la soberbia religiosa? El Señor no le deja hasta que él pueda reconocerle como "Hijo de Dios" y adorarle. Además, nosotros podemos decir que Juan nunca menciona un milagro simplemente para la exhibición de poder sino para atestiguar la gloria divina de Cristo. En Mateo se trata del Mesías rechazado. Aquí (en Mateo capítulo 20), siendo Él despreciado por la nación Dios hace que dos ciegos den testimonio de Él como Hijo de David; lo cual, cuando Él sea reconocido por la nación introducirá la restauración de Israel con un poder triunfante.

 

El lugar (cerca de Jericó) era un lugar maldito. Pero si Jesús ha venido como Mesías aunque los judíos lo rechazan Él se muestra como siendo Jehová, — no sólo como Mesías bajo la ley sino como Jehová por encima de ella; y así Él los bendice incluso en Jericó y ellos Le siguieron. Este era el lugar que Israel debería haber asumido pues ellos debiesen haber conocido a su Rey. Los dos ciegos fueron testigos a favor de Él y en contra de ellos. Hubo un testimonio competente pues leemos, "En boca de dos o tres testigos", etcétera. (Mateo 18: 16; Deuteronomio 19: 15).  Marcos y Lucas, cuyo objetivo no era sacar a la luz un testimonio válido conforme a la ley, mencionan sólo uno.

 

William Kelly

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Junio 2022

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

BJ = Biblia de Jerusalén.

JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby.

KJV = King James 1769 (conocida también como la "Authorized Version en inglés"),

LBA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman Foundation, Usada con permiso.

RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano).

RVSBT = REINA VALERA 1909 REVISIÓN DE LA SOCIEDAD BÍBLICA TRINITARIA.

RV1977 = Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial Clie).

Publicado originalmente en Inglés bajo el título:
"Lectures on the Gospel of Matthew", by William Kelly
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com

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