Disertaciones
acerca del
Evangelio de Mateo
William Kelly
Obras Mayores Neotestamentarias
Todas las
citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido
tomadas de la Versión Reina-Valera revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Mateo 22
No se nos informa de manera perentoria de que
la parábola de la fiesta de bodas fuese pronunciada en aquel momento. Ella está
introducida de una manera tan general que uno bien podría concebir que es la
misma que Lucas presenta con marcas de tiempo más definidas en el capítulo
catorce de su Evangelio. Sin embargo y sea ello como fuere nada puede exceder
la hermosa conveniencia de su ocurrencia aquí como secuela de la última parte
del capítulo anterior. Porque así como la viña expone la justa reivindicación
del Señor a Israel en el terreno de lo que Él le había confiado, así la boda
expone la cosa nueva y por lo tanto es una comparación del "reino de los
cielos", — y no es buscado ahora fruto como una deuda del hombre debida a
Dios sino que es Dios desplegando los recursos de Su propia gloria y amor en
honor de su Hijo y el hombre es invitado a compartir. De manera adecuada
nosotros no tenemos aquí nada acerca de la Iglesia o asamblea sino acerca del
reino. Por consiguiente, aunque la parábola va más allá de la economía judía
tan elaboradamente tratada en la porción anterior y de la propia presencia
personal de Cristo en la tierra, ella no contiene el privilegio colectivo sino
la conducta individual diversamente afectada por la asombrosa misericordia de
Dios y esto en vista del lugar de Cristo como glorificado en lo alto y emanando
desde dicho lugar. El punto característico es que no se trata de una exposición
de los modos de obrar de Israel hacia el Señor sino de los modos de obrar del
Rey que engrandecería a Su Hijo; aunque aquí como antes la incredulidad y la
rebelión nunca dejan de encontrar su justa recompensa. Había sido demostrado
que Dios no podía confiar en el hombre, entonces, ¿confiaría ahora el hombre en
Dios y acudiría a Su palabra y será él un partícipe de Su deleite en Su Hijo?
Es evidente que ya no estamos aquí en terreno
veterotestamentario con sus solemnes advertencias proféticas. "El reino de
los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió a
sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron
venir". (Versículos 2, 3). Fiel al plan y al designio del Espíritu Santo nuestro
evangelista presenta este sorprendente retrato a manera del retrato del rechazo
del Mesías. ¿Cuál sería la nueva intervención de Dios? y ¿cómo sería recibida
por el hombre, especialmente por Israel? Yo puedo mencionar de paso que en Lucas
no aparece la conexión dispensacional sino que el Espíritu presenta más bien
una perspectiva de lo que es Dios para la humanidad de manera general e incluso
lo expresa como, "cierto hombre" que hace una gran cena con una
generosidad sin precedente (Lucas 14: 16 – VM) no el "Rey" actuando
para la gloria de "su Hijo". En ambos Evangelios la parábola no representa
la exigencia justa como bajo la ley sino la forma en que la gracia sale al judío
primeramente y también al gentil. Él "envió a sus siervos a llamar a los
convidados [Israel] a las bodas; mas éstos no quisieron venir". El reino
no había venido pero había sido anunciado mientras el Señor estuvo aquí abajo.
"Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí,
he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y
todo está dispuesto; venid a las bodas". (Versículo 4).
Presten ustedes atención a la diferencia. En
la primera misión de los siervos Él no dijo, "Todo está dispuesto"
sino sólo en la segunda cuando entretanto Cristo hubo muerto y resucitado y el
reino fue realmente establecido en Su ascensión. Es el Evangelio del reino
después de Su obra en comparación con el Evangelio predicado antes de él. Los
dos mensajes se diferencian así; a saber, el rechazo de Cristo y Su muerte es
el momento decisivo. Sólo Mateo nos presenta esta llamativa diferencia; Lucas
comienza de inmediato con igual propiedad para su tarea con, "Venid, que
ya todo está preparado" (Lucas 14: 17) deteniéndose él con detalles no encontrados
en Mateo en las excusas a las que recurre el corazón para despreciar el
evangelio.
El Rey estaba activo en aquel entonces y Su
honra estaba en juego al tener una fiesta digna de Su Hijo. Ni siquiera la cruz
Le desvió de Su gran propósito de tener un pueblo cerca de Él y feliz en honor a
Su Hijo. Por el contrario, si la gracia actúa, tal como ella lo hace, el
mensaje interrumpido es renovado con nuevos y más urgentes llamamientos a los convidados;
y ahora mediante otros siervos además de los doce y los setenta. Tenemos así en
el comienzo de los Hechos (Hechos capítulos 2-4) el anuncio especial a Israel
como hijos del pacto, — es decir, "A los convidados". Entonces, el
primer envío fue durante la vida del Mesías para llamar al pueblo privilegiado;
después hubo el segundo y específico testimonio de gracia al mismo pueblo
cuando la obra de la redención fue realizada.
¿Cuál fue el resultado? "Mas ellos, sin
hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios". Dios no
estaba en los pensamientos de ellos sino la propia granja del hombre o su comercio
y lamentablemente a medida que Dios aumenta el testimonio de Su gracia el
hombre se vuelve más osado en su desprecio y oposición. "Y otros, tomando
a los siervos, los afrentaron y los mataron". (Versículos 5, 6). Esto es
lo que ustedes encuentran en alguna manera en los Hechos de los Apóstoles. En
los primeros capítulos el mensaje es desatendido; en los capítulos 7 y 12 los
siervos son ultrajados y asesinados. A continuación el pormenor es predicho, —
a saber, el juicio sobre los judíos y sobre Jerusalén. "Al oírlo el rey,
se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su
ciudad". (Mateo 22: 7). ¿Quién es aquel que no ve en esto el destino de la
nación judía y la destrucción de la ciudad de ellos? Esto no se encuentra en
Lucas y no hace falta precisar cuán adecuado ello es para Mateo.
Pero Dios hará que Su casa se llene de convidados
y si los peculiarmente favorecidos no vienen y se exasperan hasta el extremo,
la gracia divina no será frustrada por el empecinamiento humano, — el mal debe
ser vencido por el bien. "Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la
verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos. Id,
pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis".
(Versículos 8, 9). Hay aquí un llamamiento no discriminado a toda alma mediante
el evangelio. "Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos
los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de
convidados". (Versículo 10). El evangelio sale a los hombres tal como ellos
son y allí donde el evangelio es recibido produce por medio de la gracia lo que
es conforme a Dios en lugar de exigirlo. Por lo tanto, todos son bienvenidos,
malos y buenos, — un ladrón moribundo o una mujer pecadora, una Lidia o un
Cornelio. El asunto no era el carácter de ellos sino la fiesta para el Hijo
del Rey; y a esto ellos fueron llamados gratuitamente. La gracia, lejos de
pedir, da la aptitud para estar ante Él en paz.
Efectivamente se produce una idoneidad
necesaria e indispensable. El vestido de boda corresponde a la fiesta de bodas.
El Rey lo proporcionaba de Su propia y magnífica generosidad y cada invitado
debía llevarlo pues, ¿quién era aquel que honraba al Rey y no honraba la
ocasión? Los siervos no buscaban esas prendas afuera pues ellas no se llevaban
puestas en los caminos sino que se llevaban puestas en la boda. Tampoco se
trataba de que los convidados se presentaran con sus mejores galas. El
Rey se ocupaba de darlas. Viniera quien viniera había suficiente y de sobra; «todo
estaba preparado.»
Esta es la gran verdad esencial del
Evangelio. Lejos de buscar algo en el hombre que sea agradable a Dios las
buenas nuevas vienen de parte de Él en el expreso terreno de que todo está
arruinado, miserable, culpable, por parte del pecador. "El
que tiene sed, venga… el que quiera".
Pero allí donde el corazón no está bien con
Dios este nunca se somete a Su justicia; y en este caso el hombre prefiere
estar sobre su propio fundamento. O bien él piensa que puede plantear una reivindicación
a Dios siendo o haciendo algo, o se aventura en su interior sin preocuparse de
sí mismo ni de Dios. Así era el hombre al cual el rey encuentra que él no
estaba vestido con traje de boda. Él despreciaba tanto la santidad como la
gracia de Dios y demostraba que era totalmente ajeno a la fiesta. ¿Qué pensaba él
acerca de los sentimientos del Rey que estaba decidido a glorificar a Su Hijo o
qué le importaban esos sentimientos? Porque éste es el verdadero y real
secreto: Dios prodiga misericordia a los pecadores por amor a Su Hijo. Se brinda
así la oportunidad de dar honra a Su nombre. ¿Se inclina mi alma ante ello y
ante Él?— ello es salvación. El corazón puede atravesar por muchos ejercicios
pero la única llave para la
asombrosa bondad de Él para con nosotros es el sentimiento de Dios hacia Su
Hijo. Si puedo aventurarme a hablar así, el Señor Jesús ha puesto al Padre bajo
la obligación de actuar así. Él de tal manera ha vivido y ha muerto para
glorificar a Dios a toda costa que Dios (y lo digo con reverencia) está
obligado a mostrar esta gracia, a mostrar lo que Él es a causa de Su Hijo. De
ahí esa notable expresión en las epístolas de Pablo: "La justicia de
Dios". Ya no se trata de la justicia del hombre buscada mediante la ley
sino de la justicia de Dios al justificar a los que tienen fe en Su Hijo cuando
ha sido demostrado que el hombre ha fracasado completamente y de todas formas.
Debido al valor infinito de la cruz Dios ama honrar a Cristo; y si un alma sólo
aduce Su nombre ello se convierte en un asunto de la justicia de Dios al
justificarla gratuitamente, de Su gracia, mediante la redención que es en
Cristo Jesús.
¡La verdad es mostrada de manera notable por
medio del trato del rey con el intruso que desprecia a Cristo! Leemos, "Y
entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba
vestido de boda". (Versículo 11). Este fue el motivo de la acción
inmediata. No fue planteado el asunto acerca de lo que el hombre había sido o
había hecho. Los siervos tenían el encargo de traer a los malos así como a los
buenos. "Y esto erais algunos de vosotros", dice el apóstol. (Véase 1ª
Corintios 6: 9-11 - VM). De hecho, este hombre puede haber sido el más
correcto, el más moral y el más religioso de la compañía, como el joven principal
que con tristeza dejó al Señor. (Véase Lucas 18: 18-23). Pero, tanto si él era
un pecador degradado como un alma con pretensiones de superioridad moral una
cosa es cierta: a saber, él no estaba vestido con traje de boda. Esto atrajo inmediatamente
la atención del Rey. Este hombre estaba despreciando la gracia del Rey, — él estaba
deshonrando públicamente a Su Hijo.
El vestido o traje de boda es Cristo. Por lo
tanto, este invitado se presentó ante el Rey sin Cristo. ¡Él no se había revestido
de Cristo! (Gálatas 3: 27). Independientemente de la pretensión ello era
todo y era sólo él mismo no Cristo, y eso es la ruina y la condenación eternas
para un pecador. En cambio, el peor de los pecadores mismos que acepta a Cristo
como su única confianza para estar ante Dios, mediante ello Le justifica y Le
exalta a Él y a Su gracia. Es como un hombre abatido en pensamientos acerca de sí
mismo que mira a lo alto y dice: «No
puedo confiar en
lo que yo he sido ni siquiera en lo que deseo ser, pero puedo confiar en lo que
Tú eres para mí en el don de Tu Hijo.»
Y tal confianza en
Dios produce un profundo aborrecimiento del yo, una verdadera rectitud de alma,
así como un deseo verdadero de hacer la voluntad de Dios. Pero este hombre no
sabía, no creía, que nada de la tierra es apto para la presencia divina, — sólo
lo que es comprado mediante la preciosa sangre de Jesús. Él no era consciente de
la gracia que lo invitaba ni de la santidad que corresponde a la presencia de
Dios. Por consiguiente el Rey le dice: "Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin
estar vestido de boda? Mas él enmudeció". (Versículo 12). Él estaba en
espíritu y ante Dios totalmente afuera de la fiesta pues si no él habría
sentido la absoluta necesidad de un atuendo acorde con el gozo del Rey y las nupcias
del Hijo. Y el juicio lo echó de esa escena para la cual él no tenía corazón, —
lo echó donde los incrédulos en desesperada miseria y reproche de sí mismos
deben honrar al Hijo. No se trata de una mera venganza gubernamental como la
que providencialmente mató a los homicidas y quemó su ciudad (Mateo 22: 7) sino
que se trata del juicio final sobre aquel que despreció la gracia al pretender
acercarse a Dios sin revestirse de Cristo. "Entonces el Rey dijo a los
siervos: (no a los siervos de los versículos 3, 4, etcétera) Atadle de
pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el
crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos
escogidos". Preguntémonos, ¿Fue rara esta solemne sentencia porque un
solo hombre la ejemplifica? No, ciertamente; "porque muchos son llamados,
y pocos escogidos". (Versículos 13, 14).
Finalizaba así la doble prueba de la nación; en
primer lugar en el terreno de su responsabilidad bajo la ley y después como habiendo
sido probada por medio del mensaje de la gracia. El resto del capítulo juzga en
detalle todas las diversas clases de personas de Israel que trataron sucesivamente
de juzgar y entrampar al Señor, poniendo de relieve la posición de ellos y concluyendo
todo con una pregunta que ellos no podían responder sin entender Su posición y al
mismo tiempo Su gloriosa Persona.
"Entonces se fueron los fariseos
y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra. Y le enviaron los discípulos
de ellos con los herodianos". Mateo 22: 15, 16). ¡Qué alianza! Los
fariseos (partidarios del judaísmo estricto y de la ley) y los herodianos (servidores
políticos contemporizadores de aquel tiempo a los que los primeros aborrecían
cordialmente), se unen para halagar a Jesús y entramparle con la cuestión del derecho
judío contra el gentil. Y surge la pregunta, ¿Iba Él, el Mesías, a negar las esperanzas
y los exaltados privilegios de Israel como nación? Si Él no lo hacía, ¿cómo escapar
de la acusación de traición al César? La astucia diabólica estaba allí pero la
sabiduría divina aporta el justo equilibrio de verdad en cuanto a Dios y a la
autoridad humana y la dificultad se desvanece. La rebelión de los judíos contra
Jehová fue lo que brindó la ocasión a que Él los sometiera a sus señores
paganos. ¿Fueron ellos humillados por eso y buscaron los recursos de la gracia
de Dios? No, sino que fueron soberbios y jactanciosos y sus partidos en
conflicto se unieron en este momento en una oposición mortal a Dios conspirando
contra el propio Mesía de ellos, y Mesías de Él. "Dinos, pues, qué te
parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no? Pero Jesús, conociendo la malicia
de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del
tributo". (Versículos 17-19). Ellos Le presentaron un denario y reconocieron
la imagen del César y la inscripción en él y oyeron la sentencia de la Sabiduría:
"Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios".
Si los judíos Le hubiesen honrado ellos nunca habrían estado sometidos al
dominio gentil; pero al estarlo ahora por el propio pecado y la locura de
ellos, ellos estaban obligados a aceptar su humillación. Ni el fariseo ni el
herodiano sentían el pecado y si uno sentía la vergüenza de la que el otro se
gloriaba, el Señor al mismo tiempo que los obligaba a enfrentarse a la verdadera
posición a la que la iniquidad de ellos los había reducido, les señalaba aquello
que si ellos prestaban atención sería el veloz presagio de una liberación
divina.
"Aquel día vinieron a él los saduceos,
que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo: Maestro, Moisés
dijo", etcétera. (Versículos 23-33). De este modo la incredulidad es tan
falsa y deshonesta como la pretendida justicia humana. Si los fariseos podían
aliarse con los herodianos y fingir lealtad al César también los escépticos
saduceos podían aducir a Moisés ¡como si la palabra inspirada tuviera autoridad
plenaria sobre la conciencia de ellos! Pero al poner el Señor de manifiesto la
hipocresía de los que se alzaban como religiosos Él detectó igualmente aquello que
los escépticos nunca sospechan, a saber, que sus dificultades no sólo emanan
del hecho de pasar por alto el poder de Dios sino de la más absoluta ignorancia,
— con independencia de cuál sea la presunción de ellos. "Erráis, ignorando
las Escrituras y el poder de Dios". Por el contrario, la fe ve con
claridad ya que ella cuenta con Dios según la revelación de Él mismo en la
Palabra.
El Señor no sólo muestra que el sofisma de
ellos es una mera mala interpretación del estado de resurrección sino que Él demuestra
(y eso también desde Moisés, sin ir más lejos) que la resurrección de los
muertos es una parte esencial del propósito y de la verdad de Dios. Una afirmación
adicional es presentada en Lucas en cuanto a la vida intermedia del espíritu
separado. Pero en nuestro Evangelio el único punto es que los muertos
resucitan porque Dios mismo declaró que Él es el Dios de los padres incluso después
de la muerte de ellos; y reconocidamente Él no es Dios de muertos (los extintos,
como pensaban los saduceos), sino de vivos. Si Él era el Dios de ellos en el
estado en que ellos estaban cuando Él habló con Moisés Él debía ser el Dios de
los muertos, cosa que los saduceos hubiesen sido los primeros en negar. Fue muy
importante revelarse Él mismo a Moisés, por medio de quien el sistema de la ley
fue dado, sistema al cual los saduceos pretendían adherirse.
Pero si los fariseos se retiraron asombrados
ellos estaban lejos de ser sometidos y, de hecho, se animaron de nuevo cuando
sus escépticos rivales fueron acallados. Ellos se reúnen y entonces un intérprete
de la ley Le "tienta" sólo para obtener un perfecto resumen de la justicia
práctica. Ellos hablaron y tentaron: Jesús era la expresión de toda la
perfección de la ley y de los profetas y mucho, mucho más, — la imagen de Dios
mismo en gracia así como en justicia aquí abajo: no como Adán, el cual se
rebeló contra Dios, — no como Caín, que no amó a su prójimo sino que mató a su
hermano. (Versículos 34-40).
Y ahora correspondió al Señor plantearles
la pregunta de las preguntas no sólo para un fariseo sino para cualquier alma,
"¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo?" Él era el hijo de David,
— muy cierto. Pero, ¿era esta verdad toda la verdad? "¿Pues cómo David en
el Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor (Jehová) a mi Señor", etcétera.
¿Cómo es que Él era a la vez Hijo de David y Señor de David? Ello era la clave para
toda Escritura,— el camino, la verdad, la vida,
— la explicación de Su posición, la única esperanza para la posición de
ellos. Pero ellos enmudecieron. No sabían nada y no podían responder nada.
"Ni osó alguno desde aquel día preguntarle más".
William Kelly
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Junio 2022
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
VM
=
Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).