COMENTARIOS DE LOS LIBROS DE LA SANTA BIBLIA (Antiguo y Nuevo Testamento)

Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo - Capítulo 24 (William Kelly)

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Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo

 

William Kelly

 

Obras Mayores Neotestamentarias

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

Mateo 24

 

En esta profecía de nuestro Señor en la que vamos a entrar ahora vemos una confirmación de un gran principio de Dios: a saber, que Él nunca despliega el futuro de los juicios sobre los rebeldes y de la liberación para Su pueblo hasta que el pecado se ha desarrollado de tal manera como para manifestar la ruina total. Tomen ustedes los primeros ejemplos de la Biblia. Y surge la pregunta, ¿Cuándo fue dicho que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente? Y la respuesta es: cuando la mujer fue engañada y el hombre estuvo en transgresión por los ardides del enemigo; cuando el pecado hubo entrado en el mundo y por el pecado la muerte. Además, la profecía de Enoc que Judas nos presenta fue pronunciada cuando el tiempo de la paciencia de Dios con el mundo de aquel entonces casi había llegado a su fin y el diluvio estaba a punto de dar testimonio de Su juicio sobre la corrupción y la violencia del hombre.

 

De este modo, ya sea que consideremos la primera predicción de Cristo antes de la expulsión de Edén, o el testimonio de la venida de Jehová para juzgar antes del diluvio, la profecía entra cuando el hombre se ha arruinado por completo. De modo que Noé, cuando el fracaso hubo entrado en su familia y en él mismo, lo vemos guiado por el Espíritu Santo en un resumen profético de toda la historia del mundo comenzando con el juicio de aquel que despreció a su padre (aunque fuera para su propia vergüenza) y continuando con la bendición de Sem y la porción de Jafet. (Véase Génesis 9: 18-29). Así es más adelante con las profecías de Balaam y de Moisés, "Y asimismo todos los profetas, desde Samuel, y los que le sucedieron" (Hechos 3: 24); pues la de Samuel es la época notable que el Nuevo Testamento señala como el comienzo de la gran línea de los profetas. ¿Y por qué? Porque fue el día en que Israel abandonó abiertamente a Dios como su Rey consumando el pecado que el corazón de ellos concibió en el desierto cuando buscaron un capitán para volver a Egipto. (Números 14: 4). Se trató de una crisis de soberbia en Israel cuya bendición consistía en ser un pueblo separado de todo lo que lo rodeaba por y para Jehová su Dios, el cual ciertamente les habría proporcionado un rey de su propia elección si hubiesen esperado Él en lugar de elegir ellos mismos para deshonra de Dios y para degradación y dolor de ellos para ser como las naciones.

 

El mismo principio es conspicuamente aplicable a la época en que los grandes libros proféticos fueron escritos, — Isaías, Jeremías y los demás. Ello fue cuando toda la esperanza inmediata había huido y los hijos de David no lograron la liberación sino que por su muy grande iniquidad y sus profanos insultos a Dios Él se vio moralmente forzado a declarar a la nación como siendo "Lo-ammi", — "No pueblo mío". (Véase Oseas 1). Antes, durante, y después de la cautividad el Espíritu de profecía puso de manifiesto el pecado de los reyes, de los sacerdotes, de los profetas (los falsos) y del pueblo pero señaló al Mesías venidero y al nuevo pacto. Y a Él lo hemos visto en nuestro Evangelio realmente venido pero creciente y totalmente rechazado por Israel y rechazadas todas las promesas y esperanzas de ellos en Él; y ahora, en la perspectiva cercana de Su muerte a manos de ellos, y por ello la peor de sus muertes, el Señor rechazado ocupa este  tono profético.

 

"Y SALIENDO Jesús, se iba del Templo". Mateo 24: 1 – VM). Y esto porque, ¿qué era el templo ahora? Un cadáver y nada más. "He aquí vuestra casa os es dejada desierta". (Mateo 23: 38). [Véase nota 20].

 

[Nota 20]. El Señor del templo fue rechazado; la casa de Israel fue abandonada; la Gloria regresó al cielo. (Compárese con Ezequiel 10: 2-4, 18-19, y con Ezequiel 11: 22, 23). Cuando los juicios sobre Israel los haya hecho regresar al Señor la Gloria regresa de la misma manera en que se había marchado. Compárese con Ezequiel 43: 1-4, y con Zacarías 14: 1-9. [Nota del Editor en inglés].

 

"Se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada". (Mateo 24: 1, 2). Los corazones de los discípulos estaban en aquel entonces, como demasiado a menudo están los nuestros ahora, ocupados con las apariencias inmediatas y la gran exhibición de grandeza en el servicio de Dios; pues el halo de las asociaciones era luminoso delante de los ojos de ellos. Pero Jesús dicta sentencia sobre todo lo que incluso ellos admiraban en la tierra. En verdad, cuando Él salió del templo desapareció todo lo que le daba valor a los ojos de Dios. Al estar Jesús afuera, ¿qué hay en este mundo sino una vana apariencia o algo peor? ¿Y cómo liberta el Señor a los Suyos del poder de la tradición y de cualquier otra fuente de atracción para el corazón? Él desvela las comunicaciones de Su pensamiento y proyecta la luz del futuro sobre el presente. ¡Cuán a menudo la mundanalidad no juzgada en el corazón de un cristiano se delata a sí misma por la falta de aprecio por la revelación de parte de Dios de lo que Él va a hacer! ¿Y cómo puedo yo disfrutar la venida del Señor si ella es para derribar mucho de lo que yo estoy tratando de construir en el mundo? Por ejemplo, un hombre puede estar tratando de ganar o mantener un estatus por su habilidad y puede estar esperando que sus hijos puedan sobrepasarlo por medio de las ventajas superiores que ellos disfrutan. Según una idea tal se basa toda la grandeza humana; de hecho, ello es "el mundo". Cristo viniendo otra vez es una verdad que demuele todo el entramado debido a que si nosotros realmente esperamos Su venida como algo que puede ser en cualquier momento, — si nos damos cuenta de que estamos colocados como siervos a la puerta con su pomo en la mano esperando que Él llame (y no sabemos cuán pronto), y deseando abrirle inmediatamente (¡"Bienaventurados son aquellos siervos"!), — si esa es nuestra actitud, entonces, ¿cómo podemos tener tiempo o corazón para lo que ocupa al ajetreado mundo que olvida a Cristo? Además, nosotros no somos del mundo como tampoco lo es Cristo; y en cuanto a los medios y agentes que el mundo ocupa para llevar a cabo sus planes, al mundo nunca le faltarán hombres para hacer su trabajo. Pero nosotros tenemos una tarea más elevada y es indigno de nosotros buscar los honores del mundo que rechaza a nuestro Señor. Que nuestra posición externa sea siempre tan nimia o complicada pero, ¿qué es tan glorioso como servir a Cristo nuestro Señor? Y Él viene.

 

En la cruz nosotros vemos a Dios humillándose, — el Único de toda grandeza rebajándose para salvar mi alma, — el Único que todo lo manda haciéndose Siervo de todos. Una persona no puede recibir la verdad de la Cruz sin que su andar esté de acuerdo con el espíritu de la misma en cierta medida. Sin embargo, ¡cuántos santos de Dios consideran la cruz no tanto como aquello por lo que el mundo ha sido crucificado para ellos y ellos para el mundo (Gálatas 6: 14) sino más bien como ¡el remedio mediante el cual ellos son libertados del temor para hacerse un lugar cómodo en el mundo! El cristiano debiese ser el más feliz de los hombres pero su felicidad debería consistir en lo que él sabe, a saber, que su porción es en Cristo y con Cristo. Mientras tanto nuestros servicio y obediencia deben ser formados según el espíritu de la cruz del Señor Jesucristo. La maldad del hombre y la gracia de Dios salieron a relucir completamente en la cruz pues todo ello allí se encontró: y sobre esta gran verdad se fundamenta lo que se dice a menudo en la Escritura: "El fin de todas las cosas se acerca" (1a Pedro 4: 7); porque todo ha sido sacado a la luz en las formas morales y en los tratos dispensacional entre Dios y el hombre.

 

El Señor trata con los discípulos donde ellos estaban. Ellos eran judíos creyentes y piadosos. Sus asociaciones relacionaban a Cristo y el templo juntamente. Ellos sabían que Él era el Mesías de Israel y esperaban que Él juzgara a los romanos y reuniera a todos los dispersos de la descendencia de Abraham desde los cuatro vientos del cielo. Ellos esperaban que se cumplieran todas las profecías acerca de la tierra de Israel y de la ciudad, Jerusalén. No había en la mente de los discípulos en aquel momento ningún pensamiento acerca de Jesús yendo al cielo y de que Él se quedara allí por mucho tiempo, ni de la dispersión de Israel, ni de los gentiles siendo llevados al conocimiento de Cristo. Por consiguiente, esta gran profecía en el monte de los Olivos comienza con los discípulos y con la condición de ellos. Sus corazones estaban demasiado ocupados con los edificios del templo. Pero el Señor ahora rechazado anuncia que "no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada". Esto excitó en gran medida el deseo de los discípulos de comprender la manera en que iban a suceder tales cosas. Ellos sabían por las profecías que había un tiempo de atroz dolor para Israel y no sabían cómo conjugar esto con la bendición que se les había predicho. Por lo tanto ellos le preguntan, "¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo (edad)?" (Versículos 2, 3).

 

"Tu venida" significa la presencia del Señor con ellos en la tierra; y el "fin del siglo (edad)" es una palabra totalmente diferente de la que es traducida como "mundo" en otros lugares y ella significa aquí el fin del tiempo durante el cual nuestro Señor debía estar ausente de ellos. Ellos deseaban conocer la señal de Su presencia con ellos. Sabían que nunca podría haber tal desolación si su Mesías estuviese reinando sobre ellos. Ellos deseaban saber cuándo llegaría el tiempo de dolor y cuál sería la señal de Su presencia que le daría fin e introduciría un gozo interminable.

 

"Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán". (Versículos 4, 5). En las Epístolas nunca hay un pensamiento exactamente tal como advertencia a las personas contra los falsos Cristos porque las Epístolas están dirigidas a cristianos; y un cristiano no podría ser engañado por las pretensiones de un hombre de ser Cristo. Ello es muy apropiado aquí porque los discípulos no son vistos en este capítulo como los representantes de nosotros los cristianos ahora sino como representantes de los futuros judíos piadosos. Nosotros como cristianos no tenemos nada que ver con la destrucción del templo; ello no nos afecta de ninguna manera. Como remanente de la nación estos discípulos estaban esperando que el Mesías introdujese gloria. Por lo tanto el Señor les advierte que si entre ellos se levantara alguno diciendo: «Yo soy el Cristo», ellos no debían creerle. Había llegado el momento en que debía aparecer el Mesías verdadero. Y Él había aparecido pero Israel Le había rechazado endureciéndose ellos mismos en la mentira de que nuestro Señor no podía ser el Prometido. Pero Israel no había renunciado todavía a la esperanza del Mesías y esto los expone al engaño del cual se habla aquí (es decir, a personas que dicen, «Yo soy Cristo»). En cualquier caso el rechazo del Cristo verdadero los expone a la recepción de un Cristo falso. Nuestro Señor les había advertido acerca de esto. "Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis". (Juan 5: 43). Si un mesías viniera lleno de sí mismo y de Satanás la nación debería ser entregada a recibir al falso como justa retribución por haber rechazado al Verdadero. Los discípulos eran los representantes de los judíos piadosos y fueron advertidos de lo que debía acontecer a su nación. Pero tomen ustedes la epístola de Juan y ¿qué tienen allí? "Amados, no creáis a todo espíritu". ¿Por qué? Porque la gran cosa por la que se distingue la Iglesia es la presencia del Espíritu Santo y el engaño contra el que tenemos que velar son los espíritus falsos y no los Cristos falsos aunque hay muchos anticristos. El peligro de los cristianos es contristar al Espíritu Santo, — no, es más bien escuchar a los falsos espíritus. "No creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo". (1ª Juan 4: 1).  Hay falsos profetas ahora y espíritus malignos obran en ellos. En estos días la fe tanto en el Espíritu Santo como en el poder de Satanás está muy debilitada. Las personas sólo consideran al hombre mientras que la Escritura habla mucho de Dios y de Satanás. Lo que da poder a Satanás sobre un profesante del nombre de Cristo es la tolerancia del pecado. Satanás no tiene ni una pizca de poder contra un hijo de Dios que mira a Jesús; pero donde el yo es permitido ello es una oportunidad para que Satanás entre.

 

Aquí es un asunto acerca de falsos Cristos porque nuestro Señor estaba hablando a los discípulos sobre las circunstancias y esperanzas judías aunque después pasa a temas cristianos. La profecía consiste de tres grandes partes. El remanente judío tiene su historia descrita completamente y después viene la porción de los cristianos y luego la de los gentiles. La profecía se divide en estas tres secciones. En primer lugar son presentados los judíos porque los discípulos aún no habían sido sacados de su posición judía pues sólo cuando Cristo fue crucificado la pared de separación fue derribada. (Véase Efesios 2: 11-22). La intención de nuestro Señor fue tomar un remanente judío y mostrar que habría una compañía en el último día en el mismo terreno que estos discípulos, — los cristianos entrarían en medio. Esto lo tenemos descrito en la última parte del capítulo y en la mayor parte de Mateo 25. Luego tenemos a los gentiles, "todas las naciones" reunidas ante el Hijo del Hombre. (Mateo 25: 31-46). Tal es el hilo de conexión entre las partes de este gran discurso.

 

"Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin". (Versículos 5, 6). Observen ustedes que hay dos grandes advertencias morales presentadas por nuestro Señor. En primer lugar ellos debían cuidarse de una esperanza verdadera aplicada falsamente. Falsos Cristos se aprovecharían del hecho de que los judíos debiesen estar esperando a Cristo y pretenderían ser Cristo. En segundo lugar ellos podrían ser aterrorizados por el enemigo que sabe cómo utilizar tales circunstancias. Por lo tanto, el versículo 6 los previene contra las alarmas: "Oiréis de guerras y rumores de guerras". Claramente esto no es para el cristiano pues, ¿dónde advierte el Espíritu Santo al cristiano acerca de tribulación derivada de guerras y de rumores de guerras? ¡No encontramos nada acerca de ello en las Epístolas donde la Iglesia Cristiana es sacada a la luz. ¿Acaso esto es negar la importancia de la advertencia del Señor? ¡Dios no lo permita!

 

Pero la porción que estamos considerando no se refiere a cristianos sino a los discípulos judíos tal como eran en aquel entonces y como serán. Nuestro llamamiento tiene lugar después de que nuestro Señor fue al cielo y antes de que Él regrese en gloria, mientras que el remanente judío será encontrado en el día postrero en un terreno similar y con esperanzas como las que tenían los discípulos a los que nuestro Señor se dirigía aquí. Si nosotros queremos juntar las cosas correctamente en la palabra de Dios debemos observar de qué habla Él y a quién habla Él. Si yo que soy un gentil adopto el lenguaje de un judío yo incurro en un gran error; o si un cristiano adopta el lenguaje de un judío o de un gentil nuevamente se incurre en el mismo error. Por eso es que en 2ª Timoteo 2: 15 se enfatiza tanto el hecho de trazar "correctamente la palabra de verdad" (RV1977), o cortar "en línea recta la palabra de verdad" (JND), o dividir "correctamente la palabra de verdad" – KJV). Nosotros encontramos diversos modos de obrar de Dios según Su voluntad soberana acerca de aquellos con quienes Él trata y debemos tener cuidado de aplicar Su palabra correctamente. Los discípulos, como remanente judío teniendo un llamamiento peculiar en una tierra particular, la tierra de Judea, si oían de guerras y rumores de guerras no debían turbarse: "Porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin". ¿Encontramos nosotros alguna vez a los apóstoles diciendo: «Aún no es el fin para nosotros?» Por el contrario, de nosotros se dice (1ª Corintios 10: 11), "a quienes han alcanzado los fines de los siglos"; mientras que al dirigirse el Señor al remanente judío él dice, "aún no es el fin", — porque muchas cosas deben cumplirse aún antes de que los judíos puedan entrar en su bendición. Pero para los cristianos todas las cosas son nuestras en Cristo incluso ahora; la bendición nunca es pospuesta, si bien nosotros esperamos la corona en Su venida.

 

La diferencia es inmensamente importante también de manera práctica porque el cristiano no es del mundo como tampoco lo es Cristo, lo cual no podría decirse igualmente del cuerpo judío que va a ser llamado en el día postrero. Para nosotros "las guerras y rumores de guerras" no debiesen ser una fuente de turbación aunque ciertamente deberían ser una ocasión de santas preocupación e intercesión en el espíritu de gracia y esto por todos los implicados. Por el contrario, el remanente judío no será separado de esta manera celestial y las luchas terrenales que entonces harán estragos en el país y en sus alrededores no pueden dejar de afectarlos grandemente: de modo que ellos necesitarán especialmente abrigar confianza en las palabras del Salvador y no turbarse como si el asunto fuera dudoso o si ellos mismos fueran olvidados en aquel día de obscuridad. Ellos deben esperar pacientemente; "Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores". Es evidente que el lenguaje sólo es aplicable en toda su fuerza a judíos, — a judíos creyentes, obviamente, pero no obstante judíos en medio de una nación castigada judicialmente por su apostasía de Dios y el rechazo de su propio Mesías.

 

Por lo tanto el Señor prepara a los discípulos judíos, o remanente judío, para sus pruebas especiales parcialmente verdaderas después de Su partida hasta la destrucción de Jerusalén, y que se verificarán más plenamente antes de que Jerusalén vuelva a ser reconocida después de la destrucción del Anticristo. "Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán". (Versículos 9, 10). Habrá falsa profesión y aborrecimiento para con los fieles incluso entre ellos mismos, — no sólo tribulaciones afuera: "Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo". (Versículos 11-13). Por tanto hay un cierto período definido de perseverancia, — y un final que vendrá tan verdaderamente como hubo un principio de dolores. Pero, ¡cuánta prueba, y oscuridad, y padecimiento, y escándalo (o tropiezo) antes de que llegue ese final! Cuando en el Evangelio de Juan nuestro Señor habla de la parte del cristiano Él nunca nombra ni un principio ni un final sino que más bien da a entender que la tribulación debe ser esperada a lo largo de la carrera del cristiano pues leemos, "En el mundo tendréis tribulación". (Juan 16: 33 – VM). Y este es el lenguaje y el pensamiento constantes en las Epístolas donde indudablemente nuestro llamamiento es considerado.

 

Sigue después una última señal. "Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin." (Versículo 14). El evangelio de la gracia de Dios no es lo mismo que el evangelio del reino. Ambos deben ser predicados, — a saber, que Dios está salvando almas ahora de Su mero favor por medio de Cristo; y que hay un reino que Él va a establecer por medio de Su poder en breve, un reino que va a abarcar toda la tierra. Por lo tanto, antes de que llegue el fin habrá un testimonio especial de esta venida del Señor tal como Él lo da a entender aquí. De este modo, en Apocalipsis 14 un ángel es visto por Juan en visión profética teniendo el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra y a toda nación y "diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. No se puede decir ahora que la hora de Sus juicios ha llegado porque por el contrario y expresamente hoy es el día de Su gracia y Su salvación. Por lo tanto, claramente la inferencia es que justo antes del fin de esta era o edad habrá una notable energía del Espíritu en medio de los judíos; y de ese mismo pueblo que antaño rechazó a Jesús saldrán mensajeros del reino tocados por Su gracia para anunciar la caída sin demora del juicio divino y el establecimiento del reino de los cielos en poder y gloria. ¿Quién, en la misericordia de Dios, es tan idóneo para proclamar al Mesías que regresa como algunos de la misma nación que antaño Le había clavado en la cruz, — para proclamarle ahora entre todos los orgullosos gentiles cuyo representante de aquel entonces habían inscrito sobre su cruz: "ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS"? (Mateo 27: 37). El testimonio será difundido entonces universalmente. ¡Cuán humillante para la cristiandad! con el catolicismo romano y el islamismo, y también el paganismo prevalente aún en Asia y África, — la mayor parte de la humanidad. Y sin embargo los hombres cristianos cierran sus ojos ante los hechos más claros y más solemnes, ¡y se jactan de los triunfos del Evangelio!. No: los gentiles han sido sabios en sus propias presuntuosidades aunque la gracia soberana ha actuado a pesar de todo; pero proclamar el reino venidero en toda la tierra habitable está reservado para otros testigos cuando la "apostasía" haya sido completa en la cristiandad y el hombre de pecado haya sido manifestado.

 

En el versículo 15 el Señor no nos muestra señales generales del fin que se aproxima o lo que debería distinguir en general el final de los primeros dolores de Israel, sino que señala circunstancias del carácter más definido que pueden ser aplicadas tal vez parcialmente a lo que ocurrió antes de la caída de Jerusalén bajo Tito, pero que sólo pueden cumplirse en el futuro de Israel si prestamos la debida atención a la peculiaridad de la escena, a la conexión de la profecía y, sobre todo, a la consumación en la que todo ha de terminar.

 

Luego nuestro Señor señala en primer lugar a un profeta judío. "Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda)", etcétera. (Mateo 24: 15).  El paréntesis advierte que la predicción podría ser malinterpretada, — en todo caso, ella exigía atención. Dos pasajes de la profecía (Daniel 11: 31 y Daniel 12: 11) hablan de esta abominación; pero yo no dudo en decir que lo primero era una prefiguración de los hechos de Antíoco Epífanes siglos antes de Cristo, y que lo segundo es aquello a lo que se hace referencia aquí y que aún no se ha cumplido. Totalmente distinto de la época de Antíoco Daniel 12 habla de otro ídolo que trae desolación en su séquito y esto expresamente "al tiempo del fin ". (Daniel 11: 40 – VM). Leemos también, "Muchos serán limpiados, emblanquecidos y purificados; pero los impíos obrarán impíamente, y ninguno de ellos entenderá. Pero los sabios, sí entenderán". (Daniel 12: 10 – VM). En esto tenemos otro eslabón de conexión con las palabras de nuestro Señor: "el que lee, entienda". "Y desde el tiempo en que fuere quitado el holocausto continuo, es a saber, para poner allí la abominación desoladora, habrá mil doscientos y noventa días". (Daniel 12: 11 – VM).  Así, además del mal idolátrico impuesto por el acérrimo rey del norte Antíoco mucho antes de que el Señor apareciera, Daniel mira hacia el futuro a un mal similar al final de los dolores de Israel cuya destrucción precede inmediatamente a su liberación final. "Bienaventurado el que espere". (Daniel 12: 12). En cuanto a esto último nuestro Señor cita al profeta judío y arroja más luz sobre el mismo tiempo y las mismas circunstancias.

 

La conclusión es clara y cierta: a saber, en el versículo 15 de Mateo 24 nuestro Señor alude a la parte de Daniel que es aún futura y no a lo que era historia cuando Él  habló esto en el monte de los Olivos. Yo soy consciente de que algunos han confundido el asunto con lo que leemos en Daniel 8 y 9. Pero en Daniel 8, "la prevaricación asoladora" (Daniel 8: 13) no es lo mismo que ""la abominación desoladora"; ni podemos identificar absolutamente "el fin de la indignación" (Daniel 8: 19 – VM)  con el "tiempo del fin ". (Daniel 11: 40 – VM). (Compárese con Isaías 10). Tomar nota de las diferencias de la Escritura es tan importante como tomar nota de los puntos de semejanza y de contacto. El último versículo de Daniel 9 podría parecer que tiene mayores afirmaciones. Tenemos allí un pacto confirmado por una semana y después a la mitad de la semana el sacrificio y la oblación son interrumpidos, después de lo cual y debido a la protección de las abominaciones, o ídolos, hay un desolador, "hasta que la consumación y lo que está determinado será derramado sobre la desolada" (es decir, sobre Jerusalén). (Daniel 9: 25 – JND; KJV). Yo he presentado así lo que concibo como el verdadero sentido de este importante pasaje porque cuando ello es expresado con precisión la supuesta semejanza con "la abominación desoladora" desaparece. Un desolador que viene debido a la protección otorgada a las abominaciones es muy distinto de la abominación desoladora o del ídolo que aún va a estar en el santuario. La  instalación de esta abominación está relacionada con la fecha de mil doscientos noventa días. Incluso para los que interpretan esto como que son tantos años es imposible aplicar la profecía a la destrucción de Jerusalén o a su templo por los romanos. Si ello hubiera sido así el período de bendición debió llegar mucho tiempo antes para Israel. Entonces, ¿ha fallado la profecía? No; sino que los lectores no han logrado comprenderla. Nosotros no debemos corregir el lenguaje de la Escritura sino nuestras interpretaciones: debemos volver a la palabra de Dios una y otra vez y ver si acaso no nos hemos desorientado.

 

La verdad es que la comprensión de Daniel 12 es de suma importancia para obtener el debido provecho de Mateo 24. En su primer versículo tenemos un claro hito: "En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo". No puede haber ninguna duda justa acerca de que el pueblo de Daniel significa los judíos y que una poderosa intervención en favor de ellos es insinuada; pero como de costumbre no sin la más severa prueba de la fe. Porque "será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces". Esto es lo que nuestro Señor tiene indudablemente en perspectiva en el versículo 21 de Mateo 24: "porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá". No puede haber dos tribulaciones para el mismo pueblo, cada una de las cuales es mayor: pues ambas afirmaciones se refieren a la misma tribulación. Ahora bien, Daniel está muy seguro al afirmar que "en aquel tiempo será libertado tu pueblo (los judíos)". ¿Quién puede pretender que Miguel defendió a Israel contra Tito más de lo que no los defendió contra Nabucodonosor? ¿Acaso no sabe todo el mundo que en aquel tiempo lejos de ser libertados fueron completamente vencidos por los romanos y que los que escaparon de la espada fueron vendidos como esclavos y esparcidos por el mundo? Dios estaba en aquel entonces en contra y no a favor de Israel; y como el Rey de la parábola Él se enojó, envió a sus ejércitos, destruyó a esos homicidas y quemó la ciudad de ellos. (Véase Mateo 22: 1-7). Por el contrario, la hora inigualable de dolor es aquí justo antes de la liberación de ellos por parte de Dios, no antes del cautiverio de ellos.

 

Trasladando esto a nuestro capítulo la visión del ídolo desolador en el lugar santo es la señal para huir. "Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes". (Versículo 16). No hay ningún pensamiento acerca de una señal para los cristianos como tales sino para los discípulos judíos en la tierra santa; y esto es para que se retiren inmediatamente de la escena de peligro. "El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días!" (Versículos 17-19). Se ha procurado encontrar en esto la advertencia por la cual algunos huyeron a Pella (N. del T.: en la región de la Decápolis, al otro lado del río Jordán) en el intervalo después de que el oficial militar romano rodeara la ciudad y antes del saqueo final bajo el comandante victorioso. Pero esto surge del hecho de confundir Lucas 21: 20-24 con Mateo 24: 15-21; mientras que esos pasajes son manifiestamente distintos a pesar de una medida de analogía entre ellos. Pertenece a la esfera dada por el Espíritu al gran evangelista gentil (Lucas) el hecho de señalar el pasado asedio romano así como la actual supremacía de las naciones que huellan Jerusalén hasta que los tiempos de dichas naciones se cumplan. (Lucas 21: 20-24). Sin embargo Mateo tuvo su propia tarea al presentar la gran crisis futura, al menos desde el versículo 15. Y es evidente que así como la abominación en el lugar santo difiere ampliamente de los ejércitos que rodean Jerusalén, había amplio espacio para la salida más pausada de la ciudad amenazada (en efecto, para que los más impedidos y los enfermos de ambos sexos se marchen) después de que Cestio Galo (N. del T.: procónsul de Siria desde el 63 al 65 d. C) se retiró. Por lo tanto, yo llego a la conclusión de que por medio de Mateo nuestro Señor nos presenta lo que atañe al tiempo del fin; por medio de Lucas lo que se refiere al pasado, y al presente también, someramente, así como al futuro. Mateo, por ejemplo, no pudo hablar acerca de Jerusalén siendo hollada por los gentiles como lo hizo Lucas porque aquí en Mateo 24 él se ocupa solamente de los horrores que preceden inmediatamente a la bendición y liberación de Israel. Lucas tiene tanto un tiempo anterior como uno posterior de tribulación: Mateo, a partir del versículo 15, se limita a este último tiempo.

 

"Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá". (versículos 20, 21). ¡Qué considerado es el Señor! Y cuán ciertamente Sus discípulos pueden contar con Su cuidado en aquel día, que sus peticiones serán atendidas de modo que no obstante lo urgente que deba ser la huida de ellos ¡ni la estación inclemente ni el día de reposo judío la entorpecerán! Aquí hay nuevamente otra prueba de que no son los cristianos sino Sus seguidores judíos los que están contemplados. Santo como es el día de reposo, yo no dudo en decir que el día del Señor con el que la Iglesia tiene que ver está fundamentado en una santidad más profunda. Por una parte el creyente tiene que cuidarse ahora  de confundir el día de reposo (día sábado) con el día del Señor (día domingo) y por otra parte tiene que cuidarse de suponer que porque el día del Señor no es el día de reposo él puede por lo tanto convertirlo en una referencia egoísta o mundana. El día de reposo es el santo memorial de la creación y de la ley, como el día del Señor es de la gracia y de la nueva creación en la resurrección del Salvador. Como cristianos no somos de la vieja creación ni estamos bajo la ley, sino que estamos en el terreno totalmente diferente de Cristo muerto y resucitado. El día de reposo era para el hombre y el judío, — era el último día de la semana y uno simplemente de descanso que debía compartirse con el buey y el asno. Esta no es la idea cristiana que comienza la semana con el Señor, Le da lo mejor a Él en adoración y es libre de trabajar para Él todo lo posible en medio del pecado y la miseria del mundo.

 

Nosotros tenemos así a cada paso un nuevo testimonio del verdadero significado de la profecía. Para nosotros el lugar santo está en el cielo no en Jerusalén; para nosotros no se trata de escapar de alguna tribulación sin precedente sino de estar preparados para padecer con y por Cristo y regocijarnos siempre en ello; para nosotros, recogidos de todas las naciones y lenguas los montes que rodean Judea no son ningún escondite adecuado; tampoco el invierno o el día de reposo podrían ser una fuente justa de alarma. Cada palabra es para que nosotros la examinemos con cuidado y nos beneficiemos mediante ella; pero la evidencia indica inequívocamente un cuerpo de judíos convertidos en el día postrero que no se encuentra en la luz y el privilegio de la Iglesia sino que tiene esperanzas judías; y mientras ellos esperan al Mesías se les advierte cómo escapar de los engaños y las aflicciones abrumadores de ese día. Se trata de la carne siendo salvada (Mateo 24: 22) y no de la comunión con los padecimientos de Cristo y la conformidad con Su muerte para tener parte en la resurrección de entre los muertos independientemente del costo de ello. Por tanto tampoco hay algún pensamiento aquí acerca de la venida de Cristo para tomarnos a Sí mismo y darnos moradas donde Él está en la casa del Padre sino de Su aparición en gloria para destruir enemigos, para juzgar lo que estaba muerto y era ofensivo para Dios, y para liberar a los dispersos escogidos de Israel. Por causa de ellos esos días de terror serán acortados. Las advertencias de los versículos 23-28 concuerdan con esto: "Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios", etcétera. (versículos 23, 24). ¿Podría un engaño tal ser dirigido incluso al más sencillo cristiano que espera al Hijo de Dios desde el cielo? Sin embargo ello es muy inteligible si pensamos en estos futuros discípulos judíos que podrían esperar algo parecido de una predicción como la de Zacarías 14 donde encontramos que el monte de los Olivos es el lugar designado en el cual Jehová-Mesías aún ha de afirmar Sus pies. Bien podemos concebir rumores para tales santos de que el Mesías estaba en el desierto o en los aposentos: ellos podrían engañar a los que esperaban encontrarse con el Señor en la tierra pero no a los que saben que van a reunirse con Él y con los resucitados en el aire. (1ª Tesalonicenses 4; 2ª Tesalonicenses 2).

 

Entonces la forma de Su presencia para liberar a los judíos es dada a conocer como el modo de evitar los engaños de ellos: "Porque como el relámpago que sale", etcétera. Las figuras (versículos 27, 28) que ilustran la presencia del Hijo del Hombre comunican el pensamiento de una terrible manifestación repentina y de un juicio rápido e inevitable sobre lo que en aquel entonces no es más que un cuerpo sin vida delante de Dios con independencia de cuáles hayan sido sus pretensiones. Sin embargo, no se habla de nada parecido cuando la Escritura describe el descenso del Señor para recibir a Sus santos resucitados. ¿Y cuál es el resultado de aplicar mal así estos versículos? La indignante interpretación de que "el cuerpo muerto" se refiere a Cristo y "las águilas" a los santos transfigurados o lo contrario, merece censura, no comentario. Tampoco es necesario refutar la afirmación establecida para los estandartes romanos. Aplicado a Israel todo es sencillo. El cuerpo muerto representa la parte apóstata de dicha nación; las águilas, o buitres, son figura de los juicios que caen sobre ella. No se trata solamente de que habrá una relampagueante exhibición de Cristo en juicio sino que los agentes de Su ira sabrán dónde y cómo lidiar con lo que es abominable ante la vista de Dios. La alusión es a Job 39: 30.

 

"E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, etcétera. (Versículos 29-31). Difícilmente se me puede pedir que mencione el antiguo esfuerzo de aplicar estos versículos al triunfo romano sobre Jerusalén. A primera vista, ¿acaso se podría decir que esto sucedió "inmediatamente después de la tribulación", o acaso ello no fue más bien la coronación de la aflicción judía? — no el cambio glorioso de sus padecimientos por una liberación divina. Cualesquiera que sean los portentos que el historiador Josefo reporte ellos tuvieron lugar más bien durante la tribulación que él registra; mientras que las señales de las que se habla aquí, literales o figurativas, han de seguir a "la tribulación de aquellos días" (es decir, la crisis futura de Jerusalén). No; uno mayor que Tito está aquí; y es anunciado un acontecimiento en conexión con ese pobre pueblo que cambiará el rostro y la condición de todas las naciones. "Entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro". Los escogidos son en todo momento la descendencia escogida  de Israel (versículos 22, 24, 31. Compárese con Isaías 65). Hay otros escogidos, sin duda; pero debemos interpretar siempre por el contexto; y esto en el presente caso parece perfectamente evidente. Yo creo que El Hijo del Hombre en el cielo y visto allí es la señal para los que están en la tierra. Esto llena de lamento a todas las tribus; y Cristo viene visiblemente para el juicio. Otras Escrituras muestran que los santos celestiales ya han sido trasladados y que en aquel entonces van a acompañar a su Señor pero nada de esto aparece aquí. Ello habría sido prematuro. Además, el objetivo de esta parte de la profecía es mostrar Su venida para el alivio y la recogida de Sus escogidos de Israel. Por eso es Él está presente como Hijo del Hombre (es decir, judicialmente, véase Juan 5: 27); y también por eso Él envía Sus ángeles con gran voz de trompeta. "Acontecerá también en aquel día, que se tocará con gran trompeta, y vendrán los que habían sido esparcidos en la tierra de Asiria, y los que habían sido desterrados a Egipto, y adorarán a Jehová en el monte santo, en Jerusalén". (Isaías 27: 13). No sólo se trata de la proclamación del año de la buena voluntad de Jehová sino del día de la venganza de Dios. (Véase Isaías 61: 1, 2). "Y vosotros, hijos de Israel, seréis reunidos uno a uno". (Isaías 27: 12). Los cuatro vientos en conexión con Israel no plantean ninguna dificultad sino más bien lo contrario. (Véase Zacarías 2: 6). Así como Jehová los había dispersado y esparcido "por los cuatro vientos de los cielos", ahora Sus escogidos serán reunidos.

 

 

El esquema general y la visión especial de la porción judía han sido presentados hasta ahora en el capítulo 24. Esto es ilustrado a continuación tanto a partir de la naturaleza (versículos 32, 33), como de la Escritura (versículos 34, 35), y finaliza con una aplicación adecuada (Versículos 42-44).

 

"De la higuera aprended la parábola [o, su parábola]". (Versículo 32). La higuera es el bien conocido símbolo de la nacionalidad judía. La vimos en Mateo 21 produciendo nada más que hojas, — esa generación entregada a la maldición de la perpetua infructuosidad independientemente de lo que la gracia puede hacer por la generación venidera. En Lucas 21 la palabra es: "Mirad la higuera y todos los árboles" porque el Espíritu Santo de principio a fin de este evangelio y de manera notable en ese capítulo presenta a los gentiles. Lucas abarca un ámbito más amplio que Mateo y trata expresamente acerca de las aflicciones de Jerusalén en relación con "los tiempos de los gentiles". Por eso tenemos la diferencia incluso en las figuras ilustrativas. Aquí en Mateo es el árbol con renovados signos de vida, — la nacionalidad judía revivida: "Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas" (es decir, el fin de esta era y el comienzo de la siguiente bajo el Mesías y el nuevo pacto). Pero el Salvador advierte solemnemente que "esta generación", esta raza que rechaza a Cristo en Israel no pasará hasta que todas estas cosas sucedan.

 

La noción de que todo se cumplió en el pasado asedio de Jerusalén fundamentada en un sentido estrecho y no Escritural de este pasaje existe por no oír lo que el Señor dice a los discípulos. Mediante el término "generación" en una genealogía (como en Mateo 1), o donde el contexto lo requiere (como en Lucas 1: 50) implica sin duda un tiempo de vida: pero preguntémonos, ¿dónde es usado así este término en las Escrituras proféticas, — los Salmos, etcétera? El significado es aquí moral más que cronológico como por ejemplo en el Salmo 12: 7, "Tú, Jehová, los guardarás; De esta generación los preservarás para siempre". Las palabras "para siempre" demuestran una fuerza prolongada y consecuentemente el pasaje insinúa que Jehová preservará a los piadosos de sus inicuos opresores, "De esta generación… para siempre". Esto es una refutación clara y decisiva de lo que afirman los que quieren limitar la frase a la corta época de la vida de un hombre. Así, en Deuteronomio 32: 5, 20, encontramos que la palabra generación es usada de manera similar, no para expresar un período sino las características morales de Israel. Además, en los Salmos tenemos "la generación venidera", expresión que no se limita a un mero término de treinta o cien años. Así también en Proverbios 30: 11-14: "Hay generación que maldice a su padre… Hay generación limpia en su propia opinión, etcétera", donde es considerado el carácter de ciertas clases de personas; y si es factible, aún más claro es el uso en los Evangelios sinópticos. Así, en Mateo 11: 16, "¿A qué compararé esta generación?", implica los que vivían en aquel entonces caracterizados por la veleidad moral que los situaba en oposición al testimonio de Dios con independencia de lo que este pudiese ser en justicia o en gracia. Pero evidentemente aunque están en perspectiva principalmente personas que vivían en aquel entonces la identidad moral de los mismos rasgos podría extenderse indefinidamente y así de época en época seguiría siendo "esta generación". Compárese con Mateo 12: 39, 41-42, 45, cuyo último versículo muestra la unidad de la "generación" en su juicio final (no agotado aún) con la generación que surgió de la cautividad en Babilonia. Además, observen ustedes el capítulo 23 de Mateo versículo 36, "De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación", — una generación que continuará hasta que todas las predicciones de juicio que Cristo pronunció acontezcan. (Mateo 24: 34). Como es evidente por lo que ya ha sido mostrado que queda mucho por cumplirse "esta generación" todavía subsiste y subsistirá hasta que todo haya terminado. Y ¡cuán cierto es! Aquí están en nuestro día los judíos. — el asombro de toda mente reflexiva, — no sólo como una raza cascada, dispersa y sin embargo perpetuada; no sólo distintos, a pesar de los poderosos esfuerzos desde fuera para obliterarlos y desde dentro para amalgamarlos con otros, sino con la misma incredulidad, el mismo rechazo y el mismo desprecio por Jesús su Mesías que el día en que Él pronunció Su sentencia. Todas estas cosas, — -hablando de los anteriores y de los últimos pesares de ellos, — han de suceder antes de que desaparezca esa mala generación. "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". (Mateo 24: 35). Aquello que la incredulidad considera más estable, la escena de su idolatría o de su autoexaltación, desaparecerá; pero las palabras de Cristo, sean ellas acerca de Israel o acerca de otros, permanecerán para siempre.

 

Pero si todo es así de seguro e infalible sólo el Padre conoce el día y la hora. (Versículo 36). El Salvador ya había anunciado señales abundantes y claras y los entendidos comprenderán; pero "los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá". (Daniel 12: 10).  "Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre". (Versículos 37-39). Hay aquí otro testimonio de que nuestro Señor en esta posición habla acerca de los discípulos judíos de los días postreros (representados por aquellos que Le rodeaban en aquel entonces) y no de la Iglesia. Porque Su ilustración está tomada de la preservación de Noé y de su casa a través de las aguas del diluvio; mientras que el Espíritu Santo de Pablo ilustra nuestra esperanza según el modelo de Enoc arrebatado al cielo completamente aparte de las escenas y circunstancias del juicio aquí abajo.

 

Además, cuando el Hijo del Hombre venga así en juicio sobre los hombres vivos aquí abajo ello no será una matanza indiscriminada o un cautiverio como cuando los romanos u otros se apoderaban de Jerusalén; sino que, sea en el campo abierto o en los deberes del hogar, sean hombres o mujeres, habrá un justo discernimiento de los individuos. "Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada". (Versículos 40, 41). El significado es claramente que uno es llevado judicialmente y el otro es dejado para disfrutar de las bendiciones del reino de Cristo, el cual juzgará al pueblo de Dios con justicia y a Sus pobres con juicio. Ello es lo contrario de nuestra transformación cuando "los muertos en Cristo se levantarán primero; luego, nosotros los vivientes, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos a las nubes, al encuentro del Señor, en el aire." (1ª Tesalonicenses 4: 16, 17 – VM. Véase también 1ª Corintios 15: 50-58); porque en el caso que estamos considerando los que son dejados atrás son dejados para ser castigados con la eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor. Pero el Señor tendrá también un pueblo terrenal. Él espera hasta que los santos celestiales sean reunidos con Él en lo alto y entonces comienza a sembrar, si se me permite hablar así, para la bendición terrenal, en cuyo caso Su venida como Hijo del Hombre será para la eliminación de los inicuos dejando a los justos sin ser molestados y en paz. "Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; Su fruto hará ruido como el Líbano, y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra. Será su nombre para siempre, se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado. Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, el único que hace maravillas. Bendito su nombre glorioso para siempre, y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén". (Salmo 72: 16-19).

 

"Velad, pues, porque no sabéis a qué hora (o qué día, véase nota 21)  ha de venir vuestro Señor".

 

[Nota 21]. ἡμέρα, jeméra = "día" (en lugar de la común lectura ὥρα, jóra = "hora") tiene una excelente fiabilidad.

 

Los tratos con Israel que terminan con el rescate de los justos en medio de ellos implican el juicio del mundo seguro de sí mismo e inconsciente. Por consiguiente en estos versículos de transición (42-44) tenemos una alusión a una esfera más amplia que los judíos o su tierra, esfera en la que se encontraría el remanente piadoso, — protegido, pero todavía allí. Dios sabrá liberar a los piadosos de la prueba. Sin embargo allí están ellos rodeados de lazos y enemigos pero preservados: una posición totalmente diferente a la nuestra pues nosotros seremos  llevados previamente a lo alto en la gracia y sabiduría soberanas de nuestro Salvador. "Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis". (Versículos 43, 44). El objetivo es evidentemente una advertencia práctica para que los piadosos de la tierra estén preparados. Ellos habían sido consolados en vista de la tribulación y la violencia; se los había puesto en guardia contra los engaños religiosos de la serpiente antigua; se les había dado solemnemente la seguridad acerca de la estabilidad de las palabras del Señor en el asunto mismo en que la presunción gentil ha desorientado incluso a verdaderos creyentes; y ellos son exhortados ahora a la vigilancia y al alistamiento para su Señor venidero para que ellos no sólo pudiesen escapar de los cazadores sino que pudieran estar ante el Hijo del Hombre. Para el mundo ello será como el ladrón inesperado que irrumpe sobre ellos en su supuesta seguridad.

 

Desde el versículo 45 hasta Mateo 25: 30, entramos en las parábolas que pertenecen sólo a la cristiandad y no al remanente judío. Nosotros podemos considerarlo como un apéndice del aspecto judío del cual el Señor había estado hablando hasta ahora. Por eso nosotros tenemos aquí un retrato tan claro de la profesión verdadera y de la falsa. Siempre que tocamos lo que es propiamente cristiano Dios trata con el corazón y la conciencia. Él está llamando y formando a los que han de ser los compañeros de Su Hijo en la gloria celestial. Por lo tanto nada es pasado por alto; todo es juzgado por Dios en su verdadera luz. Por eso también no hay aquí límite alguno ni de lugar ni de personas. El cristianismo está por encima del tiempo y es del cielo y para el cielo aunque de hecho pueda ser divulgado en la tierra durante el intervalo en las dispensaciones de Dios hecho por una temporada por el rechazo de Israel. El cristianismo es una revelación de la gracia que emana de Aquel que ahora no habla desde la tierra sino desde el cielo. Yo apenas necesito insistir en que no se trata de que el mal sea despreciado. Ningún error puede ser más profundo o fatal que el error de que la gracia implica levedad ante el pecado. Por el contrario, la gracia es la condena más fuerte de todo el mal ya que ella no es realmente la mera pretensión de lo que el hombre debiese ser para con Dios sino la revelación de lo que Dios es para con el hombre en el juicio de su pecado en la cruz de Cristo. Por lo tanto, ella es la exhibición más completa del aborrecimiento divino y del juicio del mal; pero esto es en Cristo, a costa de Su propio Hijo amado para salvar al más culpable que cree. Cuando Él trataba con Su pueblo terrenal bajo la ley muchas cosas estaban permitidas por la dureza del corazón de ellos, cosas que nunca tuvieron Su aprobación. Pero cuando la exhibición completa de la gracia resplandece como lo hace ahora el mal no es soportado sino juzgado. Así es el cristianismo en principio y en hecho. Y por eso es que para el cristiano verdadero todo el tiempo de su estadía terrenal es una temporada de juicio propio; o si él fracasa en esto la asamblea está obligada a juzgar sus procederes; y si ellos fracasan el Señor lo juzga a él y a ellos santamente pero en gracia para que no sean condenados con el mundo. Él puede exponer la falsa profesión aquí y ahora si Él lo cree conveniente pero la finalidad de esto la vemos en todas estas tres parábolas. La gracia nunca hace un guiño al mal; y si el mal se aprovecha de la gracia para sus propios fines el resultado es aterrador y ello será manifiestamente así en la venida del Señor.

 

Y esto me lleva a recalcar que la venida del Señor tiene un carácter doble. En primer lugar está Su venida en plena gracia totalmente aparte de toda cuestión acerca de nuestro servicio y consecuentemente de recompensas especiales en el reino en que vamos a ser manifestados junto con Cristo. Pero debemos tener en cuenta que esta manifestación al mundo en el reino futuro está lejos de ser la parte más elevada de Su gloria o incluso de la nuestra ya que dicha manifestación no suscita el ejercicio más profundo de Su gracia. Por otra parte, en el hecho de que Él nos tome a Sí mismo todo es puramente de Él. (Véase Juan 14: 1-3). Es el propio amor de quien quiere tenernos con y como Él mismo. Es así como encontramos que Juan coloca la venida de Cristo en su Evangelio (Juan 14); y no tengo constancia de que ello sea alguna vez tratado allí de otra forma. En Apocalipsis nosotros encontramos ambas formas. En el primer capítulo de Apocalipsis es: "He aquí que viene con las nubes", etcétera. Es evidente que no hay allí vestigio alguno de los santos arrebatados sino que "Todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él". (Apocalipsis 1: 7). La Esposa no aparece en ninguna parte en esa escena sino que aparece más bien lo que es público y afecta al mundo universalmente y especialmente a los judíos culpables de la sangre; y todos "harán lamentación". Pero el último capítulo, Apocalipsis 22, no podía terminar sin darnos a conocer que a pesar de todo el mal y la aflicción y el juicio existe una como la Esposa que espera a su Esposo celestial. Tan pronto como Él mismo se anuncia como "la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana", el Espíritu y la Esposa dicen: "Ven". Tenemos aquí la íntima relación de corazón entre el Señor y la Iglesia. Es imposible que alguien que no haya nacido de Dios diga, "Ven", aunque puede haber quienes hayan nacido así y sin embargo ignoren su pleno privilegio de unión con Cristo. Y yo no dudo que para ellos es hecha una provisión de gracia en la palabra, "Y el que oye, diga: Ven". (Apocalipsis 22: 17). Pero en ningún caso puede el mundo o un alma no perdonada acoger tal llamado; pues para ellos sería realmente la locura de la presunción ya que para ellos Su venida debe ser una destrucción segura e interminable. Además, no se trata meramente de salvar la carne o de liberación de la miseria y el peligro mediante el derrocamiento de los enemigos de ellos: porque el Espíritu Santo nunca coloca el aspecto de la venida de Cristo a llevarnos consigo bajo esa luz. Nosotros tendremos descanso y los que nos atribulan tendrán tribulación en el día de Su aparición; pero nosotros vamos a encontrarnos con el Salvador y a estar para siempre con Él; y mientras tanto es nuestro dulce privilegio terrenal padecer ahora por Su causa. Nosotros somos dejados por un tiempo en un mundo en que todo está en contra de nosotros porque está en contra de Él y nosotros pertenecemos a Él. Pero sabemos que Él espera para venir por nosotros y nosotros Le esperamos desde el cielo; y si mientras dura la espera somos fieles al Señor no debemos esperar más que padecimiento de parte del mundo; y sin embargo somos felices en dicho padecimiento asegurados de que la gloria en el cielo y la cruz en la tierra van juntas. La copa de la prueba, es decir, el vituperio y el desprecio de los hombres tal vez sea menor en un momento que en otro. Esto corresponde a nuestro Padre darlo como Él lo considere adecuado. Pero si nosotros  buscamos otra cosa como nuestra porción natural aquí, entonces como cristianos somos infieles a nuestro llamamiento. El rechazo es nuestro porque somos de Él: "Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él". (1ª. Juan 3: 1).

 

Entonces, como el Esposo el Señor no tiene más que amor en Su corazón hacia la Esposa. Tampoco es un asunto de nadie más que los Suyos. Él les ha dicho que viene; y cuanto mayor es el poder del Espíritu en el alma más ardientemente la Esposa dice: "Ven". En este encuentro celestial del Señor con la Esposa, ¡qué incongruente es que otros ojos vean o que las multitudes que se lamentan importunen o sean testigos de tal encuentro! La Escritura no habla así.

 

El judío y el mundo que rechazaron al Cristo verdadero recibirán al Anticristo. Esto es en lo que los hombres caerán; y en medio del engaño y del aparente triunfo de ellos el Señor vendrá en juicio. Pero cuando Él venga así no estará solo. Otros, Sus santos celestiales, aparecerán juntamente con Él en gloria. Esto es lo que vemos en Colosenses 3: 4; 1ª Tesalonicenses 3: 13, y con detalle en Apocalipsis 19. Cuando Él sale desde el cielo no solamente ángeles sino Sus santos Le siguen vestidos de lino finísimo y sobre caballos blancos según las sorprendentes figuras de Apocalipsis. Los santos habían estado en el cielo antes del día del juicio del mundo. Ellos debieron haber sido sacados de la tierra y llevados al cielo antes de esto para seguirle a Él  desde el cielo y estar con Él cuando aquel día amanezca; y esto sólo pudo haber sido mediante Su venida para tomarlos a Sí mismo. (Juan 14: 1-3). Además, por eso parece que Su venida tiene un carácter doble conforme al objetivo de cada uno de sus pasos o etapas. Él mismo viene a reunir consigo a todos Sus santos, vivos o muertos, y los presentará en la casa del Padre para que donde Él está ellos también estén. A su debido tiempo Él los traerá consigo juzgando a la Bestia y al falso Profeta, a los judíos y a los gentiles, así como a todo falso profesante de Su nombre. Esto último sigue siendo Su venida, o estado de presencia: sólo que ahora es, Su "aparición" o "Su "manifestación", el "resplandor de su venida" (2ª Tesalonicenses 2: 8), Su "revelación" y Su "día", (lo que el acto anterior cuando nos lleva a estar con Él nunca es llamado).

 

Con este segundo acto de la venida del Señor, o Su "día", está conectada la evaluación de nuestro servicio y la asignación de la recompensa por la labor que ha sido hecha. Porque todos deben comparecer ante el tribunal de Cristo y cada uno debe recibir según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. (2ª Corintios 5: 10).  Algunos encuentran una dificultad en someterse a ambas verdades; pero si nosotros nos sujetamos a la Palabra no pasaremos por alto ni la bendición común de los santos en la plena gracia del Salvador en Su venida, ni el reconocimiento de la fidelidad individual, o la falta de ella, en las recompensas del reino. Cuando nosotros leemos acerca de las muchas moradas no debemos soñar con que una es más gloriosa que otra. La verdad comunicada es que nosotros debemos estar tan cerca y ser tan amados como los hijos pueden estar en la presencia del Padre por medio del amor perfecto y la obra perfecta del Hijo. En este punto de vista yo no veo ninguna diferencia en absoluto. Todos son llevados absolutamente cerca, todos son amados con el amor con que Cristo fue amado, y todos tienen Su porción, hasta donde ello puede ser para la criatura. Pero, ¿he de negar yo, por tanto, que "cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor", o que en algunos casos la obra permanecerá así como en otros será quemada? (Véase 1ª Corintios 3: 1-23). O ¿voy  yo a negar que como enseña la parábola, un siervo puede recibir diez ciudades y otro cinco? (Véase Lucas 19: 11-27).

 

Por consiguiente, se encontrará que hay una estrecha conexión en las Escrituras entre el día de Cristo, o Su aparición, y las inmediatas exhortaciones a la fidelidad. De este modo, Timoteo es exhortado a guardar el mandamiento "sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo". (1ª Timoteo 6: 14).  Luego el apóstol habla en 2ª Timoteo 4 de "la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida ( o Su aparición)". El resultado de la fidelidad o de la infidelidad sólo será manifestado en aquel entonces. Es el día de la exhibición ante el mundo; y "Cuando Cristo, el cual es nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados juntamente con él en gloria". (Colosenses 3: 4 – VM). Por eso el apóstol habla acerca de los santos Corintios como no faltándoles ningún don esperando ellos la manifestación (aparición) de nuestro Señor Jesucristo, y él introduce de inmediato los pensamientos acerca de Su día. (1ª Corintios 1: 7, 8). De modo que el día de Cristo es el bienaventurado final y la solemne prueba de todo al escribir a los Filipenses. De las epístolas a los Tesalonicenses yo no necesito decir mucho ya que ellas presentan de la manera más clara estas dos verdades.

 

Volviendo ahora a la primera de las tres parábolas (Mateo 24: 45-51) parábolas que se refieren a la profesión cristiana, me gustaría hacer la observación general a partir de lo que hemos estado examinando de que si bien las palabras "aparición", "día", "manifestación", etcétera, son especiales (y yo creo que nunca son usadas excepto cuando se trata de responsabilidad) la palabra "venida" es general; y aunque si el contexto lo requiere ella es aplicable a los casos de responsabilidad, ella es en sí misma de carácter más amplio y por tanto es usada para expresar el regreso de nuestro Señor en nada más que gracia. En otras palabras, la aparición, el día, o la revelación o la manifestación de Cristo sigue siendo Su venida o presencia; pero Su venida no significa necesariamente Su aparición o Su manifestación o Su día. Él puede venir sin aparecer, sin manifestarse, y yo creo que hay pruebas en las Escrituras de que es así cuando Él mismo nos tome en lo alto (Juan 14: 1-3); pero Su "aparición (Su manifestación) es esa etapa posterior de Su regreso cuando todo ojo Le verá.

 

"¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?" Aquí no es un asunto acerca de evangelizar sino de cuidar la casa. El principio de negociar afuera con los dones del Maestro vendrá más adelante (Mateo 25: 14 y sucesivos); pero lo grandioso es aquí el hecho de que así como el Señor ama a Sus santos ("la cual casa somos nosotros": Hebreos 3: 6), así Él da mucha importancia al servicio fiel o al servicio infiel dentro de esa esfera. Porque no necesito decir que la fidelidad al Señor no implica la negación del ministerio que Él proporciona. Cuando el ministerio es real, es de Dios; aunque el modo en que dicho ministerio es ejercido es a menudo erróneo y no Escritural. El ministerio no es judío sino característico del cristianismo. Pero ello es algo muy propenso a perder su verdadero carácter. En lugar de ser siervos de Cristo en Su casa muchos zozobran en los componentes de un cuerpo particular. En tal caso el ministerio emana siempre de la iglesia o denominación. El verdadero ministerio proviene de Cristo y sólo de Él. Por consiguiente el apóstol dice que él era siervo (o esclavo) de Jesucristo, sin que su misión procediera nunca de la Iglesia ni ser el responsable ante ella de su labor. El Evangelio y la Iglesia eran las esferas de su servicio (Colosenses 1); pero el dador de su servicio y su Señor era exclusivamente Cristo mismo. Me parece que esto es necesario para que el ministerio sea reconocido como divino; y nada más que el Ministerio divino es reconocido en la Escritura, y nada más que un ministerio tal debería ser reconocido ahora por el pueblo de Dios. Entonces, esto es lo primero en que nuestro Señor insiste, a saber, que el siervo fiel y prudente a quien el Señor pone sobre Su casa sea encontrado haciendo Su labor, cuidando de aquello que está tan cerca de Cristo. Es una demostración muy dolorosa del bajo estado de la Iglesia en estos días que tal servicio sea considerado como un "desperdicio" de perfume. (Véase Marcos 14: 3-6). Los hijos de Dios se han alejado tanto de la idea del ministerio verdadero que piensan que es ociosidad o proselitismo servir a los que están adentro. Ellos dicen, ¿por qué no predicar a los de afuera y tratar de llevar a los tales al conocimiento de Cristo? Pero esto no es en lo primero que insiste nuestro Señor. El "siervo fiel y prudente" tenía que servir a los de adentro: su objetivo era darles su alimento a tiempo; y el Señor declara a ese siervo bienaventurado. "Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así". Otros podrían plantear dudas acerca del título del siervo; pero Él dice sencillamente, «Si Yo te encuentro "haciendo así", eres bienaventurado.» El gran argumento es hacer Su voluntad. No se trata de título o de posición sino de hacer la obra que el Señor desea que sea hecha.

 

Pero ahora viene el otro aspecto de la situación. "Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos". (Versículos 48, 49). Ustedes tienen allí el gran peligro de los siervos de Cristo en este mundo que sólo son profesantes. En primer lugar perjudicar a los consiervos asumiendo un lugar arbitrario. La autoridad es correcta donde es ejercida bajo la obediencia a Cristo. Ningún cambio de circunstancias o de condición altera la verdad de que el Señor sigue siendo Cabeza de la Iglesia y levanta siervos en todo momento para que ejecuten Sus deseos con autoridad. Pero aquí se trata de la voluntad del hombre donde el siervo asume el lugar del Amo y comienza a golpear a sus consiervos. En segundo lugar, junto con eso hay una comunicación maligna con el mundo. No se dice que él mismo está borracho; pero hay asociación con el mundo. "Las malas compañías corrompen las buenas costumbres". (1ª Corintios 15: 33 – VM). Allí donde el pensamiento del Señor ha desaparecido el ministerio pierde su verdadero carácter. Habrá opresión hacia los de adentro y una mala interacción con los de afuera. "Vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes". (Versículos 50, 51). Ello supone que el siervo continúa con el mismo curso y es hallado allí cuando el Señor viene, — su corazón completamente con el mundo. Él comenzó diciendo en su corazón: "Mi señor tarda en venir". Esto es mucho más que los pensamientos erróneos acerca de la venida del Señor que algunos santos podrían albergar sin que esta Escritura sea aplicable a ellos. Por otra parte, si hubiese personas profesando esperar la venida del Señor y actúan como si no creyeran en ello, ellas se parecen mucho más al siervo que dice en su corazón: "Mi señor tarda en venir". Lo que el Señor juzga no es un mero error o desatino doctrinal sino el estado del corazón, — satisfecho con que Cristo se mantenga alejado. Si nosotros estamos deseando algo grande y de estima entre los hombres, ¿cómo podemos decir: "Ven"? Su venida frustraría todos nuestros planes. Nosotros podemos hablar de la venida del Señor y ser eruditos acerca de las profecías; pero el Señor mira el corazón y no la apariencia. Dejen que la profesión sea siempre tan estridente o elevada, pero Él ve dónde las almas se adhieren al mundo y no Le desean a Él.

 

William Kelly

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Julio 2022

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.

KJV = King James 1769 (conocida también como la "Authorized Version en inglés"), versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.

RV1977 = Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial Clie).

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

Publicado originalmente en Inglés bajo el título:
"Lectures on the Gospel of Matthew", by William Kelly
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com

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