COMENTARIOS DE LOS LIBROS DE LA SANTA BIBLIA (Antiguo y Nuevo Testamento)

Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo - Capítulo 25 (William Kelly)

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Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo

 

William Kelly

 

Obras Mayores Neotestamentarias

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

Mateo 25

 

"ENTONCES el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes". Nosotros tenemos aquí el aspecto general de aquellos que llevan el nombre de Cristo. El reino de los cielos implica aquí una cierta economía en un momento dado del tiempo. "ENTONCES el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes, que tomaron sus lámparas, y salieron a recibir al esposo". (Mateo 25: 1 – VM).  La expresión, "sus lámparas", muestra la luz de la profesión. Se trata de testigos del Señor y su vocación era encontrarse con el Salvador. Esa debió ser la actitud del cristiano desde el principio, salir a recibir al Esposo. El cristianismo no significa que sus profesantes se queden allí donde ellos están y esperen así a Cristo, sino que dejen todo para salir a recibir al Esposo. Algunos de los primeros creyentes eran judíos y otros eran gentiles; pero ellos abandonaron por Cristo sus conexiones anteriores, su posición en el mundo y todo lo que hasta entonces valoraban. Ellos tenían un nuevo objeto; pues sabían que el único bienaventurado a los ojos de Dios era el Salvador; ellos estaban esperando a Aquel que está en el cielo y salen a recibir a Aquel que ha prometido venir otra vez. Esta es la verdadera expectativa del cristiano. No debiese haber fijación de fechas sino la esperanza cierta de que el Señor vendrá, — si bien no sabemos cuándo. Cuanto más fuerte es esa esperanza en nuestros corazones más completamente separados estaremos de los planes y proyectos de este mundo.

 

"Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas". El reino de los cielos se convierte en algo que es sólo de profesión. Tal como en el caso de los siervos en que había un siervo malo así como un siervo fiel, así tenemos aquí cinco vírgenes prudentes y cinco insensatas. "Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite". Eran personas que tenían la lámpara de la profesión pero no aceite. Algunos han  pensado que ellos eran cristianos que no lograron esperar que el Señor viniera. Pero yo creo que esto es falso porque las insensatas demostraron su insensatez en esto, — a saber, que ellas no tomaron aceite en sus lámparas. ¿Qué implica esto? El aceite es el tipo del Espíritu Santo. Nosotros leemos en 1ª. Juan 2: 20 acerca de una "unción del Santo". Y surge la pregunta, ¿sostendrá alguien que hay cristianos verdaderos que no tienen esta "unción"? Las vírgenes prudentes representan a los creyentes verdaderos, las insensatas a meros profesantes; éstos tomaban el nombre de Cristo pero no había nada que pudiera hacerlos aptos para la presencia de Cristo. Nuestro poder de disfrutar de Cristo es enteramente por medio del Espíritu Santo. El hombre natural puede admirar a Cristo pero sólo a distancia y sin una conciencia despertada o limpiada. No hay un vínculo viviente de relación entre el corazón del hombre natural y Cristo y por eso el hombre Le crucificó. Al no tener aceite en sus lámparas estas vírgenes insensatas mostraron que no poseían nada que las habilitara para acoger a Cristo. Sólo el Espíritu Santo puede hacer a los hombres aptos para estar en la confesión de Su nombre para hacer Su obra. El aceite era lo que alimentaba la lámpara y estas vírgenes insensatas no lo tenían. "Mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron". (Versículos 4, 5). Todas abandonaron de manera práctica la esperanza de la venida de Cristo: en eso no había diferencia. Había cristianos verdaderos y falsos pero todos estaban dormidos al respecto. Así, aunque la vocación original de los cristianos era esperar el regreso de Cristo al estar unidos a Él por el Espíritu Santo, sin embargo iba a haber un estado de sueño universal en cuanto a esperar a Cristo. Pero el Señor añade: "A la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!" (Versículo 6). Claramente aquel clamor era el movimiento del propio Espíritu Santo. Era el poder y la gracia de Dios los que lo enviaban por el medio que Él consideró adecuado. No se nos dice cómo pero ello revela claramente un movimiento general entre los cristianos profesantes, — un avivamiento de la verdad de la venida del Señor. "Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas". (Versículo 7). El clamor afectó incluso a los que no tenían el Espíritu Santo morando en ellos.

 

Pero sale a relucir ahora la solemne diferencia. "Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan", o "se están apagando". Ellas habían encendido sus mechas pero no había aceite. La luz de la mera naturaleza arde pronto y rápidamente pero no hay nada que implique el Espíritu de Dios, — ellas nunca habían tenido aceite. "Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas". No necesito decir que los términos en los cuales Dios vende y el hombre compra el Espíritu Santo son "sin dinero y sin precio"; pero el gran argumento es que cada alma debe tener que ver con Dios. El creyente oye y se inclina ante Dios en este mundo; el incrédulo se estremecerá ante Dios en el otro mundo. La gracia compele a las almas a entrar y a tener que ver con Él ahora, en este mundo; pero si yo rehúso enfrentarme a Dios por mis pecados aquí abajo me encontraré perdido para siempre. Ahora es el día de la salvación; y es sólo un engaño del diablo persuadir al corazón a que lo posponga hasta un tiempo más conveniente. Si yo acudo a Dios acerca de mis pecados y porque creo que Jesús es un Salvador no sólo encontraré a Jesús el Hijo de Dios sino al Espíritu Santo dado por medio del cual podré disfrutar del Salvador. Las prudentes tenían este aceite y podían esperar la venida del Señor en paz. Pero las insensatas no conocen Su gracia. ¿Y a quién acuden? No a los que venden sin dinero y sin precio. "Mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta". Después, como vemos en el doloroso retrato de las vírgenes insensatas, ellas vienen diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!" Pero él respondiendo dijo: "De cierto os digo que no os conozco." Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora". (Mateo 25: 11-13 – RVA). [Véase nota 22].

 

[Nota 22]. Las palabras, "en que el Hijo del Hombre ha de venir", no tienen ninguna autoridad manuscrita sustancial en este versículo. Este no es un punto de vista particular mío sino que es el dictamen de toda persona competente que ha examinado los testimonios originales.

 

Cuando el Señor es presentado como viniendo a juzgar se habla de Él como "Hijo del Hombre". Él es representado aquí como el Esposo; y si las palabras "Hijo del Hombre" tuvieran que aparecer realmente aquí ello sería verdaderamente difícil explicarlas. ¡Cuán claro es que ustedes no pueden añadir nada a la Escritura sin estropearla! Nuestro Señor aparece aquí en un aspecto de gracia hacia Sus santos y éste es uno de los motivos por los que ustedes no tienen descripción alguna del juicio que está a punto de caer sobre las vírgenes insensatas. La ejecución mostrada de la venganza divina sería incongruente con Su título de Esposo. Sin duda, incluso aquí la puerta está cerrada y nuestro Señor dice a las vírgenes insensatas cuando ellas apelan a Él para que abra, "no os conozco"; pero Él en seguida convierte el hecho para beneficio espiritual de Sus discípulos: "Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora". (Versículo 13 - RVA).

 

Luego viene otra parábola. "Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos". (Versículos 14, 15). Nuestro Señor es representado allí como dejando este mundo y marchándose a un país lejano. Esta es una forma notable en la que nuestro Señor es presentado aquí. En Mateo se supone que Su casa está en la tierra porque Él es el Mesías que a lo Suyo vino aunque los Suyos no Le recibieron. (Juan 1: 11). Como el Mesías rechazado Él deja Su casa y se marcha, el sufriente pero glorificado Hijo del Hombre, al país lejano que es claramente el cielo. Y mientras Él está allí tiene a Sus siervos a quienes Él ha encomendado algunos de Sus bienes; y con ellos han de trabajar. "Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos". (Versículo 16). Nosotros tenemos aquí otra clase de ministerio. No se trata de servir a la casa y darles el alimento a su tiempo como en Mateo 24: 45. Se trata de negociar, o salir hacia otros. Esta es una característica del cristianismo. En el judaísmo no existía tal cosa como que Jehová enviara a Sus siervos aquí y allá para ganar almas; pero cuando el Señor Jesús dejó este mundo y ascendió al cielo Él los envió a salir así. Él les dejó medios para negociar con ellos. Es la actividad de la gracia que sale a buscar pecadores así como a difundir el testimonio de la verdad de Dios entre los santos.

 

Si el Señor nos llama al servicio Él también nos lo da de acuerdo con nuestra capacidad. En la sabiduría del Dador el carácter del don que es puesto a nuestra disposición es idóneo tanto para el objetivo como para el receptor. Hay soberanía y todo está sabiamente ordenado. Pues, ¿cómo podría ser de otra manera viendo que es el Señor quien llama? Es aquí también donde la cristiandad ha fracasado tanto. Si un hombre comenzara ahora a predicar y enseñar sin alguna anuencia humana muchos lo considerarían un descaro si no una presunción; mientras que en verdad si yo busco autoridad de parte de las iglesias para predicar o servir al Señor yo estaré pecando contra Cristo. Cualquier designación por parte de los hombres para tal propósito no está autorizada por la mente de Cristo y se opone a ella; y aquellos a quienes ellos considerarían que actúan irregularmente están en realidad en la humilde senda de la obediencia y ellos encontrarán su vindicación en el gran día. Ello es un asunto enteramente entre Cristo y Sus siervos. Él da a uno el ser profeta, a otro un evangelista, a otro un pastor y maestro (Véase Efesios 4). Pero hay dos cosas en el siervo, — y ambas de importancia. Él les dio dones pero ello fue de acuerdo a sus respectivas capacidades. El Señor no llama a un servicio especial a nadie que no tenga una capacidad para la responsabilidad que se le ha encomendado. El siervo debe tener ciertas calificaciones naturales y adquiridas además del poder del Espíritu de Dios. Él les dio talentos, — "A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno". Nosotros tenemos aquí la energía del Espíritu Santo, — que es el poder que el Señor da desde lo alto además de Su elección de cada hombre "conforme a su capacidad".

 

De la lectura de esto resulta evidente que hay ciertas cualidades en el siervo que son independientes del don que el Señor pone en él. Sus facultades naturales son el utensilio que contiene el don y en el que el don ha de ser ejercido. Si el Señor llama a un hombre a ser predicador se supone que hay una aptitud natural para ello. Además el don puede ser aumentado. En primer lugar está la capacidad del hombre antes y cuando se convierte; luego el Señor le da un don que nunca poseyó antes; en tercer lugar, si él no aviva su don puede haber un debilitamiento si es que no hay una pérdida. Él puede llegar a ser infiel y puede perder poder. Pero si por el contrario un hombre espera en el Señor puede haber poder aumentado dado a él.  Muchos piensan que la única cualificación del siervo de Dios es la del Espíritu. Esto es esencial, obviamente, y muy bienaventurado; pero ello no es todo. La verdad es que Cristo da dones; pero Él los da conforme a la capacidad del individuo. Es de suma importancia tener claramente en cuenta la unión de los dos hechos, a saber, la capacidad del siervo y el don que le es concedido soberanamente para que negocie con él.

 

Pero prosigamos: "Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel". (Versículos 19-21). En el capítulo 24 fue el "siervo fiel y prudente" porque cuando se trata de la casa la sabiduría (la prudencia) es necesaria. Pero aquí es "siervo bueno y fiel". Ambos son llamados "fieles"; pero en el ejercicio de los dones que el Señor envía al mundo con el mensaje de la gracia la bondad de Dios es característica. ¿Cuál es la fuente de toda gracia en el siervo del Señor? Es la apreciación de la bondad de Dios. Esto sale a relucir por contraste en el caso del siervo negligente. Un hombre no convertido podría tener un don del Señor. El siervo negligente era claramente uno que nunca tuvo el conocimiento de Dios: y eso queda demostrado en que él no creía en la bondad del Señor: no tenía confianza en la gracia que hay en Cristo Jesús. El siervo malo mostró en esto lo que él era. Él dice: "Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí". (Versículos 24-26). Su señor lo lleva a su propio terreno. Si el siervo en su propio terreno juzga que Él es duro, Él dice:"Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses". Según su propia defensa el siervo había fracasado por completo y así es siempre. El hombre que habla acerca de la justicia de Dios no puede estar de pie ni un instante ante ella; mientras que el que se entrega humildemente a la gracia de Dios será encontrado andando sobria, justa y piadosamente en este presente mundo malo. El que niega la bondad de Dios es él mismo un hombre malo invariablemente.

 

Es así en el asunto de nuestro servicio: pues si tenemos dos talentos o cinco y los usamos para Él el Señor nos lo devolverá a nuestras almas y en el día venidero hará que oigamos las palabras bienaventuradas: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor". (Versículo 23).

 

Llegamos ahora a un tema que según yo creo es visto con mucho prejuicio por muchos. Me entristece decirlo pero este tema ha sido pervertido incluso por aquellos que aman al Salvador y reconocen tanto la bendición general de aquellos que Le pertenecen como la condena segura de aquellos que Le desprecian. Pero aunque todos los cristianos deben estar de acuerdo en general con estas verdades fundamentales, cuando llegamos a preguntar qué es lo que el Señor quiso que dedujéramos del hecho de que Él se sienta en el trono de Su gloria (versículo 31 – VM, LBA, RVA; cuando nosotros queremos constatar quiénes son los grupos de personas que el Señor tiene ante Sí en esta escena y cuál es el destino especial de los bienaventurados nos encontramos con las más diversas opiniones. El origen de la raíz de la dificultad puede ser encontrado generalmente en un pensamiento, — a saber, la ansiedad, incluso de cristianos, por encontrar lo que repercute en su propia suerte. No estando completamente tranquilos con respecto a su aceptación por parte de Dios existe generalmente una disposición a deformar las Escrituras, en parte para escapar de lo que ellos temen y en parte para obtener consuelo para sus almas atribuladas. La mayor parte de los hijos de Dios están, más o menos, en espíritu bajo la ley; y dondequiera que los tales son honestos en esta condición ellos deben ser miserables. Comparativamente pocos conocen la plenitud de la liberación en Cristo; pocos saben lo que es estar muerto a la ley y ser de otro, del que resucitó de los muertos. (Véase Romanos 7: 4). Ellos pueden oír y repetir las palabras de la Escritura pensando que significan algo bueno; pero muy pocos aprecian el verdadero significado y la bendición de estar muertos a la ley y unidos a un Salvador resucitado. Este es el motivo por el cual tantos no están en condiciones de entender la palabra de Dios. Al no disfrutar en paz de su propia posición en Cristo ellos se aferran a toda promesa con poca consideración hacia los objetivos que Dios tenía en perspectiva. Buscando así seguridad para sus propias almas, cuando el Señor habla de ciertos gentiles como "ovejas" ellos piensan que ello se refiere a nosotros porque somos llamados así en otras partes, como en Juan 10. Ellos encuentran que éstos son benditos del Padre y por eso concluyen que ello no puede ser otra cosa que nuestra esperanza. Además aquí se habla de algunos como "hermanos" del Rey; y dan por sentado que ello se refiere a nosotros, — los cristianos. De esta manera superficial la Escritura es malinterpretada y el consuelo mismo que las almas están buscando ciertamente las esquiva. Dondequiera que nosotros desviamos la fuerza de la palabra de Dios y nos apropiamos indiscriminadamente de lo que se dice de personas en una posición totalmente diferente, hay pérdida. Dios ha dispuesto todo de tal manera que la mejor porción para nosotros es lo que Dios ha dado. No podemos enmendar los consejos de Dios ni añadir a las riquezas de Su gracia. Si conocemos el amor que Dios nos tiene en Cristo conocemos lo mejor que podemos encontrar en la tierra o en el cielo. En el momento que nos asimos de esto y vemos cuan grandemente somos bendecidos nosotros dejamos de tener la intranquilidad de que cada buena palabra de Dios concurran en nosotros mismos; pues vemos su objetivo infinitamente mayor, a saber, Cristo, y podemos deleitarnos en que otros sean bendecidos incluso en lo que nosotros no tenemos. Esto es lo más importante de manera práctica, — a saber, que nosotros estemos tan satisfechos con el amor de Dios hacia nosotros y con la porción que Él nos ha dado en Cristo como para regocijarnos en todo lo que Él se complace en dar a los demás. ¿Acaso no estamos ciertos de que nuestro Padre nada retiene de nosotros excepto aquello que interferiría con nuestra bendición? Así que al leer esta parábola, o descripción profética, nosotros no estamos bajo restricción alguna. Podemos examinarla con otras Escrituras y ver a quién tiene el Señor en perspectiva y preguntar cuál va a ser la porción de ellos.

 

"Pero cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con El, entonces se sentará en el trono de su gloria; y serán reunidas delante de Él todas las naciones". (Versículos 31, 32 – LBA). Hay aquí suficientes pruebas de cuál es el momento y las circunstancias de los que habla nuestro Señor. Él se sienta en Su propio trono como Hijo del Hombre. Él está reuniendo ante Sí a todas las naciones. Y surge la pregunta, ¿cuándo será esto? Al menos no se afirmará aquí que de lo que se habla es algo que ha pasado. El Señor Jesús ni siquiera está sentado aún en Su trono. Cuando Él  estuvo en la tierra no tuvo trono; cuando Él se fue al cielo se sentó en el trono de Su Padre tal como dice Apocalipsis 3: 21: "Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono". Según esta promesa, cuando ella se cumplirá, Él habrá dejado el trono de Su Padre y se habrá sentado en Su propio trono. Se trata de algo futuro. Toda Escritura que hace mención del lugar actual de nuestro Señor muestra que Él está sentado ahora en el trono del Padre. Pero la Escritura muestra también que Él se sentará en Su propio trono; y esto es lo que tenemos aquí. Todas las cosas en el cielo y en la tierra serán puestas bajo el gobierno del Señor Jesús. Él será la cabeza de toda gloria, celestial y terrenal. Y, ¿de cuál gloria habla esta porción? ¿Hay alguna circunstancia con la que nuestro Señor rodea Su trono que haga que la respuesta sea clara? Leamos, "Serán reunidas delante de él todas las naciones". ¿Están las naciones en el cielo? Claramente no. ¿Quién puede imaginar una cosa tan burda? Cuando se cruza el límite que separa las cosas que se ven de las que no se ven ninguna vista terrenal rebaja o distrae la adoración en lo alto. Cuando los hombres sean resucitados de entre los muertos ya no serán conocidos como ingleses o franceses: estas distinciones nacionales terminan para ellos. La suerte futura de ellos es decidida según la recepción o el rechazo de Jesús en la presente vida. Por consiguiente, este futuro trono del Hijo del Hombre está relacionado con un estado temporal en la tierra. Cuanto más cada palabra sea sopesada más evidente será esto para los imparciales.

 

A continuación, si nosotros lo comparamos con una escena de resurrección su carácter distintivo será evidente. En Apocalipsis 20: 11 leemos, "Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos". No puede haber ninguna duda acerca de este trono. No puede tener nada que ver con la tierra porque el texto mismo nos dice que la tierra y el cielo huyeron. Yo aprendí de inmediato el contraste positivo entre Mateo y Apocalipsis. En este último sólo oímos una palabra acerca del cielo y la tierra huyendo; en el primero sólo tenemos indicaciones muy claras de que el Señor está ocupando Su trono en el gobierno de la tierra y de los hombres que viven en ella, — no juzgando a los muertos cuando el reino esté a punto de ser entregado. Los que son reunidos aquí ante Él son "todas las naciones", — un término que nunca es utilizado para referirse a los muertos o a los resucitados sino que sólo es aplicado a hombres de aquí abajo, y de hecho sólo a los gentiles como siendo distintos de los judíos. Porque ya hemos tenido a los judíos en Mateo 24 y ahora vemos a los gentiles; entre estos dos casos están las parábolas que son aplicables a la profesión cristiana.

 

Por lo tanto, nada puede ser más metódico que toda la conexión de esta profecía en el monte. Los judíos aparecieron en primer lugar ya que de hecho los propios discípulos todavía lo eran; luego las parábolas del siervo de la casa, de las vírgenes y de los talentos, parábolas que describen la posición cristiana pronto a ser desarrollada cuando los judíos rechacen el testimonio del Espíritu Santo. Por último, otra sección finaliza todo: ni judíos ni cristianos sino "todas las naciones", o los gentiles, a los que será enviado el testimonio del reino [Véase nota 23], y entre los que obrará el Espíritu Santo (obrando también Satanás para que ellos no sean sacados de las tinieblas a la luz admirable de Dios).

 

[Nota 23]. Esto se corresponde también con las tres últimas parábolas del capítulo 13, tal como vimos. — [Nota del Editor en inglés].

 

En Apocalipsis 20 encontramos un gran trono blanco. "Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie…". (Apocalipsis 20: 11). Ustedes ven así de inmediato el carácter de este trono. Ni un solo hombre vivo está allí en vida natural sino que los muertos ahora resucitados son convocados para el juicio ante el gran trono blanco. En Mateo 25 ni un solo hombre muerto es mencionado; en Apocalipsis 20 ni un solo hombre vivo es mencionado. En Mateo las personas llamadas ante el trono son "todos los gentiles" o naciones; en Apocalipsis nadie más que "los muertos". "Y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras". (Apocalipsis 20: 12). Cuando nosotros llegamos a considerar atentamente Mateo capítulo 25 el principio de juicio no es según las obras de manera general sino que sólo se insiste en una prueba particular sobre ellos, — a saber, el tratamiento fiel o infiel de los hermanos del rey. "Y el mar entregó los muertos que había en él, y la muerte y el infierno entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras". (Apocalipsis 20: 13). Ni una palabra acerca de esto hay en Mateo 25; y de hecho la expresión "naciones" implica sin duda la inferencia de que ellos no eran resucitados de los muertos. Se trata del juicio de aquellos comúnmente llamados "los vivos"—, es decir, los que viven en la tierra en aquel momento, — y ellos son tratados según su comportamiento respecto de los mensajeros del evangelio del reino. Esto mostrará que es un gran error suponer que todos los juicios en la palabra de Dios significan una y la misma cosa. Nosotros debemos dejar espacio para las diferencias aquí como en otras partes. De hecho, Dios puede resolver toda dificultad y sacar a la luz Sus perfecciones al tratar con todo lo que llega a estar ante él.

 

Recopilando el contraste de Apocalipsis 20 pasemos a la escena final de Mateo 25. El título "Hijo del Hombre" nos prepara de inmediato para un juicio relacionado con la tierra y con personas que viven allí. Sin duda el Hijo del Hombre viene sobre las nubes del cielo (Mateo 24: 30), pero Él viene a juzgar el mundo y a las personas que están en él. Incluso ello puede ser dicho acerca de iglesias o asambleas, como en Apocalipsis 1; pero con independencia de cuál sea el objeto de juicio es el Señor juzgando a personas aún vivas en la tierra y no a los muertos.

 

"Y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos". Se trata de una discriminación cuidadosa y divina, — no de un mero acto de venganza que trata con masas en el que todos podrían ser sobrecogidos en común ruina. Él aparta los unos de los otros. En el gran trono blanco donde los muertos están de pie para ser juzgados no hay allí necesidad de apartarlos. Pero aquí hay una compañía mezclada. Tal mezcla nunca es encontrada en el cielo o en el infierno sino sólo en la tierra. Por tanto cada cláusula demuestra que nuestro Señor habla de un juicio de los vivos en la tierra. Él los aparta "como aparta el pastor las ovejas de los cabritos". Se deduce que las personas aludidas como "las ovejas" y "los cabritos" son respectivamente los justos y los impíos entre las naciones que entonces viven en la tierra cuando nuestro Señor viene a juzgar en Su calidad de Hijo del Hombre. No se trata ahora de lo que hemos visto en Mateo 24 donde Él se muestra repentinamente como un relámpago. Aquí se trata de un juicio tranquilo pero muy solemne con resultados eternos de acuerdo con la discriminación que el Señor hace entre individuos. Cuando el juicio de los muertos tiene lugar ante el gran trono blanco los cielos y la tierra huyen; de modo que el Señor tiene que haber venido antes de aquel entonces  o no habría una tierra como la que existe ahora a la cual venir, como todos confesamos que Él vendrá.

 

Entonces, nuestro Señor está aquí apartando a los piadosos de entre los impíos en esas naciones que están vivas. Él dispone de ellos así, "Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo". (Versículo 34). Con independencia de cuán bienaventurados ellos sean Él no los describe como hijos del Padre de ellos. Yo no niego que ellos sean hijos de Dios; pero Él dice: «hijos de mi Padre.» Sin duda las palabras dichas a ellos son muy preciosas; pero, ¿se elevan ellas a la altura de la bendición que la gracia de Dios nos ha dado ahora en Cristo? No hay nada aquí acerca de que hemos sido bendecidos "con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo". (Efesios 1: 3). Ellos son llamados a heredar el reino preparado para ellos desde la fundación del mundo. Cuando Dios puso los cimientos de la tierra Él estaba mirando hacia adelante a este bienaventurado momento. El hecho de que Satanás obtuviera poder sobre el hombre fue sólo una pavorosa interrupción pero no una cuyas consecuencias el Señor no pudiera dominar y expurgar: Él tiene la intención de hacerlo; y hacer que este mundo sea la escena de una bendición incomparablemente mayor de lo que su miseria actual es por medio de la obra de Satanás. Dios tiene la intención de dar el reino de este mundo a Su Hijo, — sí, Él hará que todo el universo se sujete a Cristo. Nuestro Señor tenía derecho a todo en Su propia gloria; pero Él se humilló y puso Su vida para librarnos a nosotros y a la creación de la mano de Satanás y establecer un derecho nuevo y justo sobre todo y traerlo de vuelta a Dios.

 

Además téngase en cuenta que aquí no hay ni una palabra acerca de Su Esposa. Él habla como "el Rey" y nunca se habla de Él como tal en Su relación con la Iglesia. En Apocalipsis 15 la expresión, "Rey de los santos" debería ser, "Rey de las naciones", expresión citada de las palabras de Jeremías (Jeremías 10: 7). Se trata de un título en el que nosotros podemos regocijarnos pero no es Su relación con nosotros. Nosotros somos llamados por gracia a ser miembros de Su cuerpo, de Su carne y de Sus huesos. Aquí en Su calidad de Rey el Señor disgrega a los gentiles justos de sus injustos congéneres: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo". Efesios 1 habla de que nosotros fuimos escogidos "en él antes de la fundación del mundo"; ello es una elección independiente de la escena de la creación en relación con la cual estos gentiles bienaventurados tienen su porción. Con respecto a nosotros puede ser dicho más bien que nuestro lugar está con Aquel que creó todo. El mundo puede desaparecer; pero nuestra bendición es identificada con Él mismo. El ladrón en la cruz pidió: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino". (Lucas 23: 42 – RVA). Pero nuestro Señor dice: "Hoy estarás conmigo en el paraíso". Estar con Cristo es mejor que el reino, — reino que también heredaremos. Cristo mismo está mucho más allá de toda la gloria exhibida en el mundo y al mundo. Su amor va siempre más allá de nuestra fe dando más de lo que Le pedimos.

 

La bendición dada a estos piadosos de entre los gentiles es la herencia del reino preparado para ellos por el Padre desde la fundación del mundo. Ello mostró que eran poseedores de vida eterna: "Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí". (Versículos 35, 36). Observen ustedes lo que ellos responden: "Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?" Preguntémonos, ¿podría un cristiano decir tal cosa en el cielo donde nosotros conoceremos como fuimos conocidos? (1ª Corintios 13: 12). Pero estos gentiles piadosos aún están evidentemente en sus cuerpos naturales. Y el Señor les está enseñando incluso después de que Él aparece en gloria. Con independencia de cuán bienaventurada sea esta escena aun así se trata del Señor como Hijo del Hombre juzgando a todas las naciones y bendiciendo a los justos de entre ellos quienes hasta ese momento ignoraban que al mostrar actos de amor y bondad hacia los mensajeros de Cristo lo hacían hacia el propio Cristo. La última lección de ellos fue la primera que Pablo aprendió de camino a Damasco, — la verdad que estremeció su alma: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues". (Véase Hechos 9). Pablo fue enseñado por el Señor acerca de que perseguir a los santos que viven en la tierra era perseguir a Cristo en el cielo: pues ellos y Cristo son uno. Es evidente que estas ovejas gentiles presentan a hombres todavía en la condición que requiere y recibe enseñanza por parte de Cristo.

 

"Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis". (Versículo 40). ¿Quiénes son "estos mis hermanos"? Nosotros hemos tenido las ovejas y los cabritos, — es decir, los gentiles justos e injustos; pero, ¿quiénes son los hermanos del Rey? Son aquellos que el Señor enviará antes de que Él venga en la gloria del reino; hombres enviados para anunciar que Él viene en Su reino. Las ovejas les mostraron amor — cuidado — compasión — en sus pesares. De modo que estos hermanos del Rey deben haber estado expuestos a la tribulación antes de que el Rey aparezca. La conclusión es obvia y es que en aquel día el terreno sobre el que Él tratará con las naciones será éste, — «¿Cómo os habéis comportado con Mis mensajeros?» Inmediatamente antes de que Él aparezca en gloria los mensajeros del Rey saldrán a predicar el evangelio del reino por todas partes; y cuando el Rey tome Su trono los que recibieron el evangelio del reino entre las naciones serán reconocidos como "ovejas", y los despreciadores perecerán como "cabritos". Los que honran el mensaje tratan bien a los mensajeros, — cuidando de ellos e identificándose con ellos, —como "compañeros de los que han estado en tal situación". (Hebreos 10: 33 – RVA). El Señor se acuerda de esto y considera lo que fue hecho a Sus mensajeros como hecho a Él mismo. Ello será tan verdaderamente la obra del Espíritu Santo como lo es nuestra entrada en el testimonio mucho más pleno de Su amor ahora. El asombro de ellos ante Su trono por haber hecho algo a Él en la persona de Sus hermanos demuestra que ellos no estaban en la posición cristiana aunque fueran verdaderamente creyentes.

 

Pero, ¿quiénes eran estos "hermanos"? A partir de los principios generales de las Escrituras y de la enseñanza especial de este discurso profético poca duda puede haber acerca de que los hermanos del Rey serán israelitas piadosos empleados por el Señor después de que la Iglesia haya sido arrebatada al cielo para ser ellos los heraldos del Rey y del reino que vienen. Nosotros sabemos que la Iglesia será sacada del mundo antes del tiempo de la última gran tribulación. "Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra". (Apocalipsis 3: 10). Pero aquí hay santos que se encuentran en la tierra, — santos no guardados de la hora de la prueba sino viviendo en la tierra durante ella y predicando este evangelio del reino. Y según la manera en que ellos sean recibidos las naciones serán malditas o bendecidas. No hubo ningún evangelio del reino predicado antes o después del diluvio y es el evangelio de la gracia de Dios el que está siendo predicado ahora. El evangelio del reino a menudo es confundido con este . Por lo tanto yo no tengo ninguna duda de que los hermanos del Rey son una clase de personas, israelitas piadosos, a quienes Cristo reconocerá como Sus hermanos. Hay algunas bendiciones que los santos judíos tendrán que ni ustedes ni yo poseeremos; hay otras que nosotros tendremos y que ellos no disfrutarán.

 

Pero hay un antecedente muy solemne para la bienaventurada entrada en el reino: "Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles". (Versículo 41). Observen ustedes que Él no dice: «Malditos de mi Padre», respondiendo a "Benditos de mi Padre". Dios aborrece encerrar. Así que cuando llega el terrible momento para que la maldición sobre estos malvados gentiles sea pronunciada leemos, "Apartaos de mí, malditos". Yo creo que ello es el más profundo dolor para Dios y hace recaer toda la responsabilidad de la destrucción sobre aquellos de quienes fue el pecado, sobre quienes rechazaron Su amor y santidad y gloria al rechazar a Su Hijo. "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles". En el otro caso se dijo que el reino estaba, "preparado para vosotros": pero no es así cuando se habla de la maldición. El infierno no fue preparado para el pobre hombre culpable. Él lo merece; pero fue preparado para el diablo y sus ángeles. Allí donde las almas rechazaron el testimonio Él sí los declara malditos. Él es el Rey, el juez. Pero ya sea el gran trono blanco o este trono terrenal se trata del "fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles". No hubo esperanza de liberación para estos ángeles caídos, — ninguna redención para ellos. Se apartaron de Dios voluntariamente y sin un tentador. El hombre fue tentado por un enemigo; y Dios se compadece del hombre culpable atraído por un rebelde más poderoso si no más culpable que él mismo. ¡Cuán solemne es pensar que el infierno fue preparado para otros y que los hombres lo comparten con estos espíritus rebeldes! No estaba en el corazón de Dios hacer un infierno para el hombre miserable: fue preparado para el diablo y sus ángeles. Pero hubo quienes prefirieron al diablo antes que a Dios; y a los tales les dice: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles". La misma prueba es aplicada a ellos como a los piadosos anteriormente. — a saber, el trato otorgado al Rey y a Sus mensajeros, o más bien a Él en ellos.

 

Para nosotros, aunque el mismo principio está involucrado, sin embargo de una manera entra lo que es aún más profundo. Todo depende de, "¿Qué pensáis del Cristo?" " ¿Crees tú en el Hijo de Dios?" "El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida". (1ª. Juan 5: 12). El pecador se ve obligado a estar frente a la persona del Hijo de Dios y esto se convierte en un asunto urgente, totalmente absorbente y eterno que debe ser decidido por el alma, — ¿Prefiero yo a Cristo antes que al mundo? ¿Prefiero yo a Cristo o a mí mismo? Que el Señor nos conceda ser sabios (prudentes) y saber cómo encontrar en Cristo tanto la salvación como el poder de Dios. Porque el mismo Bendito que nos dio vida nos da poder para toda dificultad práctica. "Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe". (1ª. Juan 5: 4).

 

William Kelly

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Julio 2022

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

 

LBA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman Foundation, Usada con permiso.

RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano).

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

Publicado originalmente en Inglés bajo el título:
"Lectures on the Gospel of Matthew", by William Kelly
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com

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