Disertaciones
acerca del
Evangelio de Mateo
William Kelly
Obras Mayores Neotestamentarias
Todas las
citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido
tomadas de la Versión Reina-Valera revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Mateo 26
El Señor había dado Su testimonio como el Testigo
Fiel tanto en hechos como también en palabras. Él había dado fin a todas las expresiones
que Le proclamaban como el Profeta como Moisés tal como fue profetizado por él
(Deuteronomio. 18: 15), pero incomparablemente mayor y que de ahí en adelante
iba a ser oído bajo peligro de ruina eterna. Y ahora se acercaba la hora, la
hora solemne de Sus padecimientos; y Jesús entra en ella en espíritu con la
serena dignidad adecuada sólo a Él.
Los guías religiosos estaban decididos acerca
de Su muerte. Los principales sacerdotes, los escribas, los ancianos, todos en
un mismo sentir en esto se reunieron en el patio del sumo sacerdote. Ellos consultaron,
tramaron; pero, después de todo, si consumaban su infamia ellos cumplían sin querer
las palabras de Cristo a Sus discípulos más que el propio plan de iniquidad de
ellos. Se decían unos a otros: "No durante la fiesta, para que no se haga
alboroto en el pueblo" (versículo 5); pero Él dijo a Sus
discípulos: "Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo
del Hombre será entregado para ser crucificado". (Versículo 2). ¿Querían ellos
darle muerte? Debían hacerlo entonces. El hombre tiene su iniquidad y Dios
tiene Su modo de obrar. Pero poco sabían los amigos o los enemigos de Jesús de
qué manera iba a ser llevado a cabo el determinado consejo de Dios. Un traidor
desde el interior del círculo más íntimo, jefe de esa generación adúltera y
ahora apóstata en el abismo de la perdición, instrumento idóneo para la malicia
intrigante de Satanás debe alzar su calcañar contra el Salvador. (Véase Salmo
41: 9). El enemigo degrada moralmente a sus víctimas, — que es siempre la consecuencia
del mal, — y la hermosa ofrenda de amor (fruto del Espíritu Santo en aquella
que derramó el perfume de gran precio del vaso de alabastro sobre la cabeza de
Jesús) brindó la ocasión a los más bajos motivos en Judas y al éxito final del
tentador sobre un alma por largo tiempo habituada a la culpa secreta a pesar de
ver y oír constantemente a Cristo. (Versículos 6-16).
Yo me veo obligado por las circunstancias a mirar
sólo someramente estas últimas y conmovedoras escenas. Sin embargo, no dejemos
de observar en primer lugar para nuestra advertencia cuán fácil es para once
hombres buenos ser engañados por las bellas pretensiones de un hombre malo que estaba
influenciado por sentimientos malvados desconocidos para ellos. ¡Lamentablemente!
la carne, incluso en los regenerados, sigue siendo siempre la misma cosa aborrecible
y no hay nada bueno para el creyente excepto donde Cristo es el Objeto y Él controla
el corazón. Luego y para nuestro gozo ¡cuán dulce es encontrar que el amor a
Cristo es ciertamente reivindicado por Él y tiene la guía del Espíritu en el
más débil a pesar de las murmuraciones de los que parecen siempre tan elevados
y fuertes! En tercer lugar, si una santa mujer manifestó su estimación por
Jesús, — tan generosamente a juicio de la incredulidad utilitarista, — ¿cuál
era Su valor a los ojos de los sacerdotes sobornadores y del traidor? "Y
ellos le asignaron treinta piezas de plata". (Versículo 15). ¡El precio de
un esclavo fue suficiente para el despreciado Señor de todos! (Compárese con
Éxodo 21: 32; Zacarías 11: 12-13).
No obstante, a pesar de todo el Señor sigue Su
senda de amor y santa calma; y cuando los discípulos le preguntan en qué lugar quería
comer la pascua Él habla como el Mesías consciente, que Él es siempre rechazado
así: "Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi
tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos".
(Versículo 18). Mientras los doce comían Él expresa el quebranto de Su corazón:
"De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar". (Versículo
21), — lo que no deja de suscitar la realidad de los afectos y la profunda
tristeza de ellos. Si Judas imitó la consulta de inocencia de ellos, temeroso
de que su propio silencio lo descubriera y tal vez contando con la ignorancia debido
a la generalidad de la expresión del Señor ("uno de vosotros"), él sólo
oye de ese modo que su condena le es puesta personalmente en claro. La profecía
se cumplía, "mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es
entregado!" (Mateo 14: 21).
Sin embargo nada detiene la corriente del
amor de Cristo. "Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo
partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y
tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella
todos porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada
para remisión de los pecados". (Versículos 26-28). El pan, pero especialmente
la copa, presentaban al Mesías, no vivo en la tierra sino rechazado e inmolado.
La amplia verdad es presentada aquí así como por Marcos en, "Esto es mi
cuerpo", sin detenerse en la gracia que lo dio; pues se trata de la verdad
en sí misma sin los complementos vistos en otra parte. Énfasis es aplicado a, "mi
sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada", porque el
rechazo del Mesías por parte de Israel y Su muerte abrieron el camino para
otros que estaban afuera, — a saber, para los gentiles; y fue importante para
nuestro evangelista mencionar esto. Lucas dice, "por vosotros se derrama"
(es decir, por los creyentes en Jesús) (Lucas 22: 20); y Mateo añade:
"para remisión de los pecados", en contraste con la sangre del
antiguo pacto que, por así decirlo, declamaba su sanción penal: pues la sangre
de Éxodo 24 sellaba sobre el pueblo la promesa de obediencia de ellos a la ley
bajo amenaza de muerte; pero aquí en la sangre del Salvador ellos beben el
testimonio de sus pecados borrados y desaparecidos. "Pero", añade Él,
"os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta
aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre".
(Versículo 29). De ahí en adelante Él está separado del gozo de estar con ellos
hasta que venga el reino del Padre: entonces Él reanudará Su asociación con
deleite en Su pueblo aquí abajo. Los piadosos beben ahora Su sangre con agradecida
alabanza: en breve Él beberá el nuevo vino del gozo con nosotros en el reino
del Padre. Hasta entonces Él es el Nazareo celestial; y consecuentemente así
debemos ser nosotros en espíritu.
Después de la cena cantaron un himno, — ¡cuán
bienaventurado en un momento así! — y se dirigieron al monte de los Olivos.
(Versículo 30). Con una gracia inefable el Señor les da a conocer la prueba que
les acontecería y sacudiría a todos aquella misma noche, y esto conforme a la
Palabra escrita como la que Él había mostrado con respecto a Sí mismo.
(Compárese con los versículos 24 y 31). La carne había dado prueba de sí misma
y de su valor en el "hermoso precio" que ella adjudicó a Jesús (véase
Zacarías 11: 12, 13); ella iba a demostrar también el valor de su propia
confianza y de su jactancioso coraje a favor de Él: "Todos vosotros
os escandalizaréis de mí", etcétera. Pedro, que era quien más confiaba en
su propio amor por el Salvador lo demostró amargamente para sí mismo y de manera
indiscutible para los demás. (Versículos 32-35). Por tanto, el objetivo de las
pruebas sería confirmar la fe de ellos y profundizar su desconfianza en el yo
haciendo que Cristo fuera el todo de ellos en todo; y Él una vez resucitado
iría delante de ellos a Galilea reanudando en poder de resurrección la relación
que Él había tenido con ellos allí en los días de Su carne.
La escena siguiente en el huerto, igualmente
perfecta en su presentación de Jesús y muy humilladora en su exposición de lo
más selecto de los apóstoles
, no nos muestra el retrato de la santa calma
en el pleno conocimiento de todo lo que le esperaba a Él y a Sus discípulos,
sino el retrato de la angustia hasta el extremo y la consciencia de la muerte
en todos sus horrores como ante Dios. (Versículos 36-46). Aunque Él era
Jehová-Mesías, ¡qué atisbo de Él nos brinda Getsemaní como el Varón de dolores
y experimentado en quebranto! ¿Quién vio alguna vez la aflicción como Él? Jesús
no sólo tuvo que conocer las profundidades de la cruz en la expiación como
ningún otro pudo hacerlo; inclinar Su cabeza bajo el pleno e implacable juicio
de Dios cuando Él por nosotros fue hecho pecado; sino que experimentó más que
todos los demás la presión expectante de la muerte sobre Su alma como el poder
de Satanás, sintiéndola perfectamente y más profundamente al tomarla de la mano
de Su Padre y no de la mano del enemigo. Fueron el "gran clamor y lágrimas"
para con Su Padre ahora como después para con Dios como tal cuando se trató del
auténtico hecho de cargar con el pecado en el madero. "Y tomando a Pedro,
y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos
aquí, y velad conmigo". (Versículos. 37, 38). Cuando llegó la cruz no hubo
tal llamamiento a los discípulos a velar con Él. Estuvo absolutamente,
esencialmente solo por nosotros, — es decir, por nuestros pecados, — y sin que
ninguno de los hombres o ángeles estuviera de alguna manera o en alguna medida cerca
de Él (moralmente hablando), — Él estuvo solo cuando Dios desamparó y ocultó Su
rostro de Aquel sobre cuya cabeza se acumularon todas nuestras iniquidades.
Aquí en Getsemaní fue la súplica como un Hijo a Su Padre cuando Él, "Yendo
un poco adelante, se postró sobre su rostro [postrado en Su fervor], orando y
diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo
quiero, sino como tú". (Versículo 39). Él veló y oró y no entró en
tentación aunque fue tentado hasta el extremo. Pero Él halla a los discípulos
dormidos: ellos no pudieron velar con Él ni una hora. "El espíritu a la
verdad está dispuesto, pero la carne es débil"; y así fue una y otra vez
con ellos hasta que les ordenó que se durmieran pero les advirtió que llegaba la
hora pues aquel que Le entregaba se acercaba.
Pero la misma carne que arrastra al sueño
cuando el Señor llamó a velar y orar es lo suficientemente celosa con las armas
carnales cuando vino Judas con su beso engañoso y una multitud que lo seguía
(Versículos 47 y sucesivos), aunque ella no preservó sino que llevó más bien a
abandonar al Maestro o a negarlo. Una vez pasado el conflicto en Getsemaní
Jesús en toda dignidad y paz ante el hombre avanza para cumplir la voluntad de
Dios en las manos malvadas de ellos; y en las más mansas palabras (Versículos 50-54)
poniendo de manifiesto la ruin maldad de Judas, la imprudente debilidad de Su
desconsiderado defensor, y señala Su muerte que se aproximaba a pesar de Su derecho
de comandar legiones de ángeles en Su favor, — el cual además habla y mundos
cobran existencia y anula a los inicuos por medio de Su palabra. Pero Él era un
prisionero por la voluntad de Dios no por el poder del hombre.
Ante Caifás (Versículos 57-68) Él es
considerado reo de muerte, — no porque triunfara la falsedad de los testigos
sino por Su propia confesión de la verdad. Él, el Hijo de Dios, venido en plenitud
de gracia y de verdad como Él lo era, ellos Le verían de ahí en adelante como
el Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo en las nubes del
cielo, — es decir, Su posición actual y Su manifestación cuando Él venga en
poder y gloria.
Sin embargo en medio de Su rechazo y desprecio
a manos de los de arriba y de los de abajo entre Su propio pueblo exterior
Jesús hace que Su poderosa palabra sea recordada por el pobre Pedro, audaz
ahora al negarlo con maldición y juramento. (Versículos 69-75). "Y
saliendo fuera, lloró amargamente". ¡Oh, qué siervo, ¡oh, ¡qué Señor!
William Kelly
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Julio 2022