Disertaciones
acerca del
Evangelio de Mateo
William Kelly
Obras Mayores Neotestamentarias
Todas las citas bíblicas se
encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que además
de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante
abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Mateo 28
El propósito especial de este Evangelio
aparece en el relato de la muerte y resurrección del Señor tan claramente como
en otro lugar. De hecho, casi ninguna porción ilustra esto de manera más
sorprendente que el capítulo que está ante nosotros. Por lo tanto no tenemos
mención alguna de la ascensión de nuestro Señor. Si nosotros tuviéramos solamente
Mateo 28 no habríamos sabido como siendo un hecho que el Señor ascendió al
cielo en absoluto. Es imposible que sin un propósito especial el apóstol pueda
haber omitido un acontecimiento tan glorioso e interesante. No es que esta
omisión sea un defecto en la narración de Mateo; por el contrario, es una parte
y una prueba de su perfección cuando la trascendencia es entendida. Si la
escena de la ascensión estuviera introducida aquí no estaría en consonancia con
la historia que concluye nuestro capítulo. Sin embargo incluso ahora es uno de
los puntos en los que tropiezan los eruditos. Al descuidar la evidencia de
designio ellos razonan a priori y por consiguiente no pueden comprender por qué
un acontecimiento tal pudo haber sido dejado fuera por nuestro evangelista.
Evidentemente ellos no creen en ningún sentido pleno que Dios escribió estos
Evangelios; de lo contrario concluirían que la culpa reside en su ignorancia y
en su falta de raciocinio. Aunque un creyente de corazón sencillo no entienda el
motivo de esto, él está satisfecho de que la omisión en Mateo es tan perfecta como
la inserción de ello en Lucas; todo es como debe ser en la palabra de Dios tal
como Él la escribió. Y la noción de que ahora falta algo que Mateo escribió una
vez como conclusión es contraria a toda evidencia externa e interna.
Antes de concluir procuraré mostrar de qué
manera la presencia de la ascensión sería incongruente aquí y empañaría la
hermosura del retrato que Dios estaba proporcionando: y por otra parte yo no
necesito añadir que su presencia allí donde aparece en otros lugares es
igualmente hermosa y necesaria. Los acontecimientos son seleccionados en
relación con el tema inmediato. Tomando el capítulo tal como está escrito vemos
que el Espíritu Santo se limita aquí a un Mesías resucitado de los muertos el
cual se encuentra con Sus discípulos en Galilea fuera de la ciudad rebelde. En
otras partes de este Evangelio la ascensión está implícita o se da por supuesta
como en Mateo 13: 41; Mateo 16: 27-28; Mateo 22: 44; Mateo 24; Mateo 25; y
sobre todo, Mateo 26: 64. Por lo tanto la ascensión no fue omitida por
ignorancia ni ningún accidente nos ha privado de ella en el original. Yo sólo
digo esto para refutar por completo el razonamiento necio e irreverente de los
hombres, principalmente de los hombres modernos.
"Pasado el día de reposo, al
amanecer", etcétera. (versículo 1). (N. del T.: otra posible
traducción: "Cuando al anochecer del día de reposo comenzaba el primer día
de la semana…"). Esto
no fue por la mañana del día de la resurrección sino al atardecer
anterior a ella. Nosotros con nuestros cálculos occidentales de tiempo
podríamos pensar sólo en el comienzo del alba; pero la expresión traducida
como, "Pasado el día de reposo, al amanecer", significa simplemente
que la semana estaba llegando a su fin. Debemos recordar que para una mente
judía el ocaso de la tarde daba comienzo al nuevo día.[Véase nota 24]. Una
frase exactamente similar aparece en Lucas 23: 54 donde no se puede dudar del
sentido judío.
[Nota 24]. Esto está de
acuerdo con Génesis 1: 5 donde está escrito, "Y fue la tarde y la mañana
un día". Así también los versículos 8, 13, etcétera: a esto se ajustaba el
cómputo judío del tiempo. Si nosotros creemos que Génesis 1 tiene también una
aplicación simbólica tal como otros han mostrado claramente, la omisión de
"la tarde y la mañana" en el séptimo día señala muy
significativamente el reposo de Dios (y el nuestro con Él) en la nueva creación
donde el pecado no entrará y Su reposo no será interrumpido. — [Nota del Editor
en inglés].
El
Espíritu Santo no continúa la descripción de esta visita de las mujeres al
sepulcro. No hay ningún terreno real para relacionar las circunstancias de los
tres primeros versículos de este capítulo. [Véase nota 25].
[Nota 25]. Esto concuerda
bastante con lo que hemos encontrado en otro lugar en Mateo. El lector puede
comparar "καί ἰδού", Kaí idoú ("Y he
aquí") en Mateo 8: 2 con lo mismo en Mateo 28: 2, "Y he aquí, se
produjo un gran terremoto", etcétera. (Mateo 28: 2 – LBA). La verdadera
conexión está en el objetivo del narrador y no en el mero tiempo. No hay motivo
alguno para suponer que las mujeres presenciaron el terremoto: pero yo creo que
los soldados fueron los únicos que lo hicieron. — [Nota del Editor en inglés].
El primero de los tres versículos arriba
mencionados presenta meramente la dedicación de estas santas mujeres. Cuando
los discípulos se habían marchado a sus casas estas mujeres no pudieron
mantenerse alejadas a pesar de los temores naturales en un lugar y en un
momento tales. Ellas habían preparado especias aromáticas para embalsamar el
cuerpo pero descansaron el día de reposo (tal como leemos en Lucas), según el
mandamiento. El verdadero pensamiento es aquí «Estaba a punto de anochecer.» Era el ocaso
después
del día de reposo. Sus corazones las llevaron a la tumba tan pronto como la ley
sabática lo permitió estando dichos corazones ligados con Jesús.
"Y he aquí, se produjo un gran terremoto",
etcétera. (Mateo 28: 2 – LBA). Esto fue un suceso posterior; pero no se dice
cuánto tiempo después. Nosotros tenemos simplemente una narración de
acontecimientos uno tras otro en estos primeros versículos sin definir los
intervalos de tiempo. No debemos confundir la visita de las mujeres aquí (en el
versículo 1) con la visita de ellas en la mañana del primer día mencionada por
Marcos y en nuestro versículo 5 y versículos siguientes. El Señor no estaba en el
sepulcro en esta última ocasión y el ángel al descender y hacer rodar la piedra
no tuvo nada que ver directamente con la resurrección del Señor. Una
intervención tal de ninguna manera fue necesaria para Él. Dios Le resucitó, y
Él mismo se levantó, — volviendo a tomar Su vida así como Él la había puesto.
(Juan 10: 17). Esa es la doctrina bíblica de la resurrección. Yo supongo que
esta acción angélica fue para llamar la atención de los hombres acerca del acto
Divino en la resurrección de Jesús y para desechar más plenamente los engaños o
los razonamientos de los enemigos. [Véase nota 26]. Así que la palabra del
ángel es: "Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor".
[Nota 26]. Tal vez más
especialmente para el consuelo y la seguridad de los afligidos discípulos así
como el anuncio a ellos de la resurrección
de Jesús. — [Nota del Editor en inglés].
Siempre se insiste en una notable
consecuencia de la resurrección: el ángel dice: "No temáis". Ese
poderoso acto de Dios tiene la intención de disipar para siempre la alarma de
los que creen en Jesús dándoles la certeza de Su intervención a favor de ellos.
Hasta la venida y la resurrección de Jesús hubo una medida de oscuridad e
incertidumbre con independencia de cuales fueran la bondad y la misericordia
mostradas por el Señor. La resurrección dejó a todo el mundo aparentemente
imperturbable; pero, ,¿cuál fue la gran verdad y la gran bendición resultantes
para el pueblo de Dios? Para la fe es el triunfo de Dios sobre los últimos
esfuerzos del pecado y del poder de Satanás. Sin duda la muerte sigue en el
mundo continuando con sus
estragos. El objetor
dice, «¿y
qué es para usted la resurrección?»
La respuesta es, «Si Cristo es mi vida la resurrección es todo. Yo tengo
derecho a
tener el consuelo de ella; mi alma es bienvenida a beber en el gozo de ella
aunque mi cuerpo no comparta todavía la liberación. Dios me ha mostrado en la
cruz de Cristo el testimonio perfecto del padecimiento por el pecado».
El hombre no cree que Él es el Hijo y no puede comprender cómo Dios pudo
permitir que Su muy amado padeciera. Otros también habían clamado a Dios; y a
pesar de todas sus faltas ellos habían sido oídos; sin embargo, en la situación
extrema de los padecimientos de Cristo y a pesar de Su gracia y Su gloria y del
amor del Padre hacia Él, ¡Él clamó y no fue oído! Porque en verdad en toda Su
vida Él fue el Amado sobre el que los cielos se abrieron con complacencia. Pero
en la cruz llegó la crisis y todo cambia. Al mundo podría haberle parecido que
todo había terminado con los clamores de Jesús. Él había muerto en la cruz y
según Su propia confesión había sido desamparado por Dios. Y surge la pregunta,
¿era ahora todo lo que el hombre o el diablo deseaban? Al tercer día Dios
interviene: Jesús resucitó de los muertos y todo el poder de la tierra y del
infierno fue sacudido hasta su centro. La resurrección lo resolvió todo en paz
para el creyente. Todo motivo de temor y de dolor incrédulo fueron sepultados
en la tumba de Cristo. Toda bendición rebosa en Él resucitado. ¡Cuánta
importancia se da a esto en las Epístolas! Nada es más fundamental ni en nada se
insiste más. Pensamientos vagos acerca de la bondad de Dios, de Su amor, etcétera,
no serían suficientes para el sólido consuelo del pueblo de Dios. La paz plena
y asentada está fundamentada en la sólida base a la que Dios señala, — a saber,
la muerte y resurrección de Jesús. Si Su muerte paga todo mi mal, Su
resurrección es el manantial y el modelo de la nueva vida y la aceptación, — más
allá del pecado, de la muerte, y del juicio. Nuestra vida, nuestra paz, nuestro
nuevo lugar ante Dios, han de estar asociados ahora con Jesús resucitado.
El curso del mundo no fue interrumpido por la
resurrección del Señor. Los hombres durmieron como de costumbre y se levantaron
como si nada hubiera ocurrido. Sin embargo la resurrección fue la obra de poder
más grande que Dios había realizado jamás; en efecto (una obra fundamentada en
el padecimiento más profundo que jamás fue soportado), fue la obra más grande
que Él jamás hará; y yo digo esto mirando hacia el día en que todo será hecho
nuevo según Su gloria. Éstas son las consecuencias de la resurrección de
Cristo, las aplicaciones del poder expuesto en ella. Pero si el mundo fue
indiferente a ella, ¿qué debería ser ella para nosotros? No digamos que es poca
cosa debido a que todavía es un asunto de fe. En medio de esta escena de
debilidad y muerte ha entrado el gran poder de Dios y ha sido dado a conocer
aquí en la resurrección de Cristo. Dios no puede hacer más ni necesita hacerlo
para borrar el pecado: el pecado ha sido quitado mediante el sacrificio de
Cristo. Jesús fue tratado como si Él hubiese estado cubierto por él, como si
fuera todo de Él. Si el pecado iba a ser eliminado Él debía llevarlo completamente:
y Él lo hizo, y ahora el pecado ha desaparecido; y nosotros descansamos en lo
que Dios nos dice acerca de Él y del pecado. Esto es lo que pone a prueba la
confianza del alma en Dios. ¿Estoy yo dispuesto a confiar en Dios cuando no
puedo confiar en mí mismo? El pecado introdujo la desconfianza en Dios; pero el
don, la muerte y la resurrección de Cristo restauran con creces lo que se había
perdido y establecen el alma en un conocimiento de Dios tal como ningún ángel
lo tuvo o puede poseer. Lo que mi alma quiere no es que Dios sea tan
misericordioso como para no destruirme a causa de mis pecados sino una
liberación completa con un juicio completo del pecado. (Romanos 8: 1, 3). Nosotros
no podemos tener comunión con Dios excepto en el terreno de que el pecado es
quitado con justicia. Jesús crucificado ha abolido el pecado ante Dios para los
que creen. Creer a Dios acerca de la muerte de Su Hijo a causa de nuestro
pecado es asumir la parte de Dios contra nosotros mismos. Reconocernos
pecadores perdidos ante Él es arrepentimiento hacia Dios y es algo inseparable
de la fe.
El amor perfecto está en Dios y sale de la
profundidad de Su santo ser. Dios se hizo hombre para poder resolver toda la
cuestión moral del pecado: pues lo hecho en Cristo es el triunfo de la gracia.
No es de extrañar entonces que el ángel pudiera decir: "No temáis”. La
resurrección muestra que todo obstáculo ha desaparecido. El ángel Le reconoce
como Señor ("Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor"); pero,
¡qué bendición es poder decir, nuestro Señor! ¡Qué gozo es reconocer así
como con derecho a mandar en todo a Aquel resucitado que fue crucificado! Sin
duda lo que hizo que Su obra tuviese valor fue que Él era Dios mismo, — Uno que
aunque era un hombre estaba
infinitamente por encima del hombre, — un "árbitro", —, uno que podía
poner "Su mano sobre ambos". (véase Job 9: 33 – LBA). El ángel insinúa
esto, a saber, que en presencia de un Salvador resucitado el creyente más
tímido no tenía nada a lo cual temer. Por otra parte Hechos 17: 31 dice: "Por
cuanto [Dios] ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia,
por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los
muertos". Si yo no confío en un Salvador resucitado para la liberación de
mi alma participo en la culpa de Su muerte. Si yo no he huido para hallar
refugio en Él entonces pertenezco a la misma asociación, por así decirlo, que Le
crucificó. Pero por la fe en Él yo soy lavado de esta culpa mediante Su sangre.
Cuán justo es que si la provisión de gracia que señala la liberación del
creyente es despreciada ¡ello se convierta en el peso muerto que hunde al mundo!
Si Le creo a Él yo sé que fue el hombre el que crucificó a Jesús; y no el
hombre profano meramente pues la culpa todo lo impregna. Y hay una sola puerta
de liberación para cualquiera y ésta es Jesús crucificado. "No
temáis". No hay necesidad de alarmarse pues Él ha resucitado. "Yo sé
que buscáis a Jesús, el que fue crucificado", etcétera. Fue el corazón
puesto en Jesús lo que fue valorado. Siempre había estado en la mente de Dios
borrar el pecado; pero ahora todo había desaparecido; y Dios estaba esperando
esto para anunciar las buenas nuevas. Aquel que estaba lleno de santo amor al dar
a Jesús para que muriera ahora Le levantó de entre los muertos y Le dio gloria
para que nuestra fe y esperanza estuvieran en Dios. (1ª Pedro 1: 21). Si mi fe
y mi esperanza están en Dios mi deleite está en Cristo; pero si ellas están en
mí mismo entonces Cristo se convierte para mí en una criptografía y yo perezco para
siempre merecidamente. Si yo no tengo aquí a Cristo como mi descanso y deleite,
como mi Salvador y Señor, yo en breve debo estremecerme ante Él como mi juez.
Y ahora y volviendo a las mujeres ellas debían
ir a decir a Sus discípulos que Jesús había resucitado de los muertos y que Él
iba delante de ellos a Galilea. En Lucas no hay mención alguna de Galilea, pero
en ese evangelio Él se une a los dos discípulos que van a Emaús; y cuando ellos
regresaron a Jerusalén esa misma tarde, "hallaron a los once reunidos,…
que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a
Simón". Jesús mismo aparece en medio de ellos. Todas las circunstancias en
ese evangelio tienen como centro a Jerusalén. (Véase Lucas 24: 13-35). En Mateo
es enfatizado el gran asunto acerca del
lugar de reunión asignado en Galilea. ¿Y por qué? ¿Acaso no es a primera vista notable
que uno presente la reunión de Jesús con Sus discípulos en Jerusalén y el otro
en Galilea? ¿Acaso no tiene Dios alguna verdad que enseñarme por medio de esto?
Nosotros somos propensos a medir la importancia de una verdad por sus
resultados para nosotros mismos; pero el verdadero estándar es la relación de
dicha verdad con la gloria de Dios. En conclusión, el modo en que Dios nos presenta
Su verdad es también el mejor modo para nosotros. A lo largo del Evangelio de
Mateo a Jesús se Le encuentra en Galilea. Jerusalén Le rechaza, la ciudad se
turba ante Su nacimiento y Le arroja a la muerte, muerte de cruz. "Nosotros
le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido", describe
exactamente el sentimiento de ellos. Ellos buscaban en el Mesías algo que se
ajustara a la idea terrenal de ellos; y descargaron su desilusión en el rechazo
del Hijo de Dios. Entonces, de acuerdo con esto Mateo registra que la escena de
sus labores estando Él en vida así como también donde Él se manifestó como
resucitado después de que la casa de Israel Le rechazara fue Galilea, — el
lugar del escarnio judío. Él se muestra de
nuevo en la despreciada Galilea de los gentiles cuando toda potestad Le es dada
en el cielo y en la tierra; y Él da allí al remanente piadoso de Su pueblo antiguo
la gran comisión de ellos.
"Y mientras iban a dar las nuevas a los
discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro", etcétera. En el evangelio
de Juan, donde María recupera a su amado Señor, mientras ella piensa Él dice,
"No me toques". ¿Cómo es que aquí en Mateo cuando las mujeres
vinieron y abrazaron Sus pies nuestro Señor no lo prohíbe? Una verdad
totalmente diferente es así presentada mediante estos hechos. La gran esperanza
de Israel era tener a Cristo en medio de ellos. Pero para nosotros la ausencia
de Cristo en lo alto mientras atravesamos nuestro tiempo de prueba es tan
característica como lo será Su presencia para ellos. Juan habla plenamente de
la partida de nuestro Señor: y otra escena de gloria completamente distinta de
este mundo es sacada a relucir allí. Por eso la enseñanza implícita es, por así
decirlo, «Como judíos uustedes
han estado esperando una escena en la
que Yo estaré personalmente
presente; pero en lugar de
esto Yo les hablo de mi
actual lugar en lo alto y de las
muchas moradas que voy a preparar para ustedes en la casa de mi Padre.» Él
les revela una esperanza celestial totalmente distinta de Su reinado sobre Su
pueblo en este mundo: y por consiguiente en Juan el Señor dice a María:
"No me toques, porque aún no he subido", etcétera. Pero en Mateo se
nos muestra a Jesús rechazado por Jerusalén pero sin embargo encontrado en
Galilea incluso después de Su resurrección. Con independencia de cuáles son
ahora Su potestad y Su gloria y el consuelo y la bendición para los Suyos, en
lo que respecta a los judíos y a Jerusalén Él sigue siendo el Mesías rechazado
y despreciado. Por eso que en esta ocasión Él confirma el mensaje del ángel
diciendo a las mujeres: "No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos,
para que vayan a Galilea, y allí me verán". (Versículo 10).
El gobernador ejercía el poder del reino
romano; pero, ¿quiénes eran los que lo instigaban en secreto? Eran los falsos
religiosos de su tiempo,. — los sacerdotes completamente cegados por el diablo.
Siempre sin sencillez de corazón ellos se reunieron con los ancianos y deliberaron;
y los que sobornaron a un discípulo traidor con "treinta piezas de plata”
para dar muerte a Cristo dieron "mucho dinero" ahora para negar la
verdad de Su resurrección. Eso es el hombre, eso es el mundo; y solemne es decirlo,
esa es su fase más elevada y soberbia. Así fue en aquel entonces: y nos
preguntamos, ¿se ha alterado ahora el carácter moral? Si nosotros leemos la
Biblia de manera correcta no sólo encontraremos en ella el registro del pasado
sino el divino libro de lecciones del presente y del futuro. ¡Que la leamos por
nuestras propias almas! Es cierto que los judíos y especialmente los jefes
religiosos eran los líderes en el mal y en la oposición a Dios antes de la
muerte de Cristo (Mateo capítulos 26 y 27), mientras Él yacía en la tumba
(Mateo 27: 62-66), y después de que Él resucitó (Mateo 28: 1-15). Pero en
conclusión la incredulidad es tan débil contra Dios como la fe es poderosa con
y por medio de Él. La propia guardia de ellos se convirtió en el testigo más
claro, involuntario y menos sospechoso de la resurrección. ¡Qué testimonio fue
la alarma de los soldados sumada a las dudas de Sus propios discípulos! Ello
llegó a ser ahora algo más que incredulidad; fue una mentira deliberada e
intencionada; y ahí están los judíos "hasta el día de hoy". Los
temores de ellos fueron un testimonio cierto de Jesús sin que ellos tuvieran
esa intención; pero su enemistad los lleva ahora a rechazar lo que sabían que
era la verdad, aunque perecieran eternamente.
"Pero los once discípulos se fueron a
Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le
adoraron; pero algunos dudaban". (Versículos
16, 17). "Algunos dudaban", — y éstos eran discípulos. ¡Cuán bueno es
Dios! ¡Cuán por encima de los pensamientos del hombre! El hombre habría ocultado
el hecho. ¿Por qué decir que algunos de Sus discípulos dudaban? ¿No
haría ello tropezar a otros? pero es provechoso conocer la profundidad de
nuestros corazones incrédulos, — ver que incluso en la presencia de un Jesús
resucitado "algunos dudaban". Independientemente de cuál es Su amor para
con Sus hijos Dios nunca oculta sus pecados ni los menosprecia.
"Acercándose entonces Jesús, les habló,
diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y sobre la tierra… y he aquí que
estoy yo con vosotros siempre, hasta la consumación del siglo (o era)".
(Mateo 28: 18-20 – VM). Ahora bien, me
parece que con una palabra como ésta la escena de la ascensión sería
incongruente. Él había dicho: "He aquí que estoy yo con vosotros siempre";
y allí todo se interrumpe, — ¡la bienaventuranza ininterrumpida de esta promesa
resuena en el corazón! Por tanto el hecho de ocultar Su partida me parece que
corona la hermosura de la promesa de despedida y de todo el Evangelio.
¿Y por qué no está aquí "el
arrepentimiento y el perdón de pecados"? (Véase Lucas 24: 47). ¿Por qué no
está, "predicad el evangelio a toda criatura"? (Véase Marcos 16: 15).
¿Cuál es la peculiar idoneidad de esta conclusión de Mateo? El Señor rechazado
como el Mesías judío despliega nuevos tratos de Dios con los hombres. Antes
ellos no debían ir ni siquiera a los samaritanos; pero aquí una esfera
completamente nueva es abierta. Ya no se trata de Dios teniendo Su morada
peculiar en una nación; ahora se trata de este pensamiento más amplio: "Por
tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". (Versículo 19). [Véase nota
27].
[Nota 27]. Se trata
aún de "el reino" pero no ya
limitado a Israel. — [Nota del Editor en inglés].
El bautismo está aquí en contraste con la
circuncisión, y la revelación más plena de la Deidad es contrastada con el
nombre Jehová por medio del cual Dios era conocido por Israel. "Enseñándoles
que guarden todas las cosas que os he mandado". Esto coincide con el
sermón en el monte donde en contraste con los de antaño el Señor dice,
"Pero yo os digo". Él era el Profeta como Moisés que Dios había
prometido levantar y al que estaban obligados a oír. (Véase Deuteronomio 18:
15-18). ¡Qué designio especial fue esto para los discípulos judíos! Ellos debían
enseñar todas las cosas que Jesús había mandado. Él era el Hijo amado de Dios
que ahora debía ser escuchado de manera preeminente. No se trataba de poner a
los gentiles bajo la ley, — lo cual ha sido la ruina de la cristiandad, la
negación del cristianismo y ¡la profunda deshonra del propio Cristo!
Y aquí termina todo. Los discípulos estaban a
punto de entrar en una escena turbulenta; pero, "He aquí que estoy yo
[Jesús] con vosotros siempre, hasta la consumación del siglo". (Versículo
20 – VM). Y esto era y es suficiente para la fe. Que el Señor nos conceda
confiar nuestras almas tanto para este tiempo como para siempre ¡a esa Palabra
que permanecerá cuando el cielo y la tierra pasen!
William Kelly
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Agosto 2022
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento
(1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por:
B.R.C.O.
LBA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The
Lockman Foundation, Usada con permiso.