LA DEFENSA DE LAS
ABUNDANTES CORRUPCIONES
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
LBLA = La Biblia de
las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con
permiso.
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Epístola
de Judas.
Como bien se ha dicho, «la epístola de Judas desarrolla la historia
de la apostasía de la Cristiandad, desde los tempranos elementos que se
infiltraron en la asamblea para corromperla hasta su juicio a la aparición de
nuestro Señor, pero, como apostasía moral, transformando la gracia de Dios en
libertinaje.» Es verdaderamente notable que los mismos males que distinguen
el fin de los postreros días se hallaran, y de manera prominente, en la época
apostólica. Al igual que en todo lo demás que ha sido encomendado a las manos
de los hombres en responsabilidad, hubo un fracaso inmediato; y, como se puede
deducir de la epístola, no sólo fracaso, sino también lo que era realmente la
defección de la verdad, ya que estaban aquellos entre los santos, mezclándose
con ellos en sus asambleas, que renegaban "de nuestro único Soberano y
Señor, Jesucristo." (Judas 4 – VM). No se trataba del mismo estado de
cosas del cual Juan escribe, donde dice, "Salieron de nosotros, pero no
eran de nosotros", ya que estos eran apóstatas manifiestos. Aquí, aunque
eran apóstatas en el corazón, mantenían su lugar en la asamblea y banqueteaban
con los santos en sus ágapes, "banqueteando sin temor de Dios"
(Judas 12 – VM), e incluso se separaban, al igual que los Fariseos, en una
clase especial en la asamblea. Judas señala todo esto claramente, y para
nuestra advertencia; y todos debemos desafiarnos a nosotros mismos en cuanto a
si acaso no presenta, esta epístola profética, un fiel retrato del estado de
cosas que existe en nuestro día. ¡Es lamentable! La correspondencia entre la
actualidad y el día pasado no puede dejar de ser observada por el más sencillo
de los hijos de Dios.
Asumiendo, entonces, que esto es así, podemos proceder a
considerar cuáles son los medios de defensa. El primero es, recordar las
palabras de los apóstoles, de qué manera habían ellos hablado anteriormente de
la entrada de estas dolorosas iniquidades. (Véase, por ejemplo, Hechos 20: 29,
30; 2ª. Pedro 2; 1ª. Juan 2: 18-23). El propio Señor procuró fortalecer a Sus
discípulos del mismo modo. Les dijo, "Os expulsarán de las sinagogas; y
aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a
Dios . . . . Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os
acordéis de que ya os lo había dicho." (Juan 16: 2-4). Una vez más,
"Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes
señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.
Ya os lo he dicho antes." (Mateo 24: 24, 25). Por tanto, en tierna
preocupación por nuestra debilidad, el Señor, a través de Sus siervos, nos ha
prevenido acerca de lo que tenemos que esperar en medio de Su pueblo
profesante. Y dos cosas importantes siguen a continuación: primero, que es sólo
en la luz de las Escrituras que podemos leer correctamente el estado del
Cristianismo profesante; y, en segundo lugar, que si no estamos familiarizados
con la enseñanza de la Palabra de Dios, somos susceptibles a las desilusiones y
engaños de toda clase posible. La urgente necesidad del momento, y lo
enfatizaríamos acerca de los nuevos creyentes, es ser diligentes en el estudio
de la Biblia, para estar familiarizados con las palabras de los apóstoles. Por
ejemplo, ¿cómo podría estimarse como correcto el estado actual de la
Cristiandad, aparte de la luz que nos es dada a través de los mensajes del
Señor a las siete iglesias?
Aun el conocimiento de las Escrituras no servirá de nada aparte
del estado del alma; y así, hay otra cosa a la cual Judas señala. Después de
recordar a aquellos a los cuales les estaba escribiendo, la correspondencia
entre la corrupción actual y las predicciones apostólicas, dice: "Pero
vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el
Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de
nuestro Señor Jesucristo para vida eterna." (Judas 20, 21). Es a esto a lo
que convoca a cada creyente que desea estar fuera de los errores prevalecientes
y de las corrupciones morales, a estar en el pensamiento de Dios, y a
permanecer en el santo círculo de Su amor, aun al andar por la senda peregrina,
esperando la vida eterna en su plena fruición según Sus consejos eternos. Y la
primera cosa a que Él nos exhorta es a edificarnos. El fundamento ha sido ya
colocado en la revelación de Dios en Cristo: en Su muerte, resurrección, y
exaltación a la diestra de Dios —en las verdades del Cristianismo; están
constituyen nuestra "santísima fe", es decir, las cosas que hemos
creído. Pero no podemos descansar allí; hemos de seguir adelante para
edificarnos sobre el fundamento. El apóstol Pablo habla de una manera similar
en presencia de errores de otra clase: "Por tanto, de la manera que habéis
recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él,
y confirmados en la fe," etc. (Colosenses 2: 6, 7). Por lo tanto,
disminuir la diligencia en la edificación propia es exponernos a los sutiles
peligros de error de todo tipo. Al igual que la situación de seguridad de
Nehemías solo, cuando estuvo rodeado por enemigos exteriores y traidores en el
interior, al esforzarse al máximo para construir los muros de Jerusalén, así también
nuestra seguridad consistirá en una diligente atención a nuestro alimento
espiritual, a la edificación, y al crecimiento a través de la alimentación por
la Palabra de Dios en el poder del Espíritu.
Como en tantos lugares en la Escritura, la edificación está
relacionada con la oración. "Edificándoos . . . orando en el Espíritu
Santo." (Judas 20). Esto es de gran relevancia para todo creyente; ya que
si el estudio de la Palabra de Dios, o la meditación en ella, es llevada a cabo
aparte de la oración en el Espíritu Santo, no habrá un beneficio o una
edificación real. La luz puede ser incrementada, pero la luz sin el poder propenderá
solamente a la exaltación propia. No puede ser más fervientemente enfatizado el
hecho de que un estado de alma (y el estado de alma es adquirido a través de
esa dependencia comprendida que se expresa en la oración) es absolutamente
necesario para ser edificados en nuestra santísima fe. El descuido de esto es
una fuente fecunda de peligro, como se puede ver a menudo en el caso de algunos
que se dan a la búsqueda de la luz sin velar acerca de su condición espiritual.
Esas almas son presa fácil de Satanás, y la caída de ellas en sus tentaciones
se convierte en una advertencia a cada peregrino que pasa. La admonición
apostólica debería ser, por tanto, muy tenida en cuenta por aquellos que desean
ser aceptables al Señor. Combinado con "orando en el Espíritu Santo"
está, "conservaos en el amor de Dios." De hecho, estas no son dos
exhortaciones separadas, sino que cada cláusula de estos dos versículos forman
parte de todo el estado requerido: es decir, es una expresión cuádruple de la
condición espiritual necesaria para repeler las malas influencias de alrededor.
La palabra "conservaos", en la cláusula que está ahora bajo
consideración, está en un tiempo pasado, y su significado es, 'Estar en ese
estado' o, 'manténganse ustedes en el amor de Dios'. Esto —el amor de Dios, ese
amor que es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos fue
dado (Romanos 5:5)— debe ser la atmósfera y el hogar de nuestras almas, ese
círculo santo en el cual hemos de vivir y movernos y existir, un círculo al que
ningún enemigo se puede introducir, y donde todo es luz, vida, calma, y
bendición.
Permaneciendo en este círculo, hemos de esperar "la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna." (Judas 21). Estamos
aun en el desierto, y se nos hace sentir así, mientras avanzamos, nuestra
debilidad. El Señor Jesucristo nos dispensará todo lo que necesitamos durante
la travesía; y Él administrará la misericordia apropiada a nuestra condición a
cada paso del camino, hasta que lleguemos al hogar de vida eterna —la casa del
Padre. Esto es lo que entendemos por la expresión que está ante nosotros —que
en todos los peligros de alrededor, y en todos los conflictos de la vida
espiritual, en las penas y en las aflicciones que acompañan nuestra senda, se
nos hará sentir nuestra necesidad de misericordia; y cuando nuestros ojos se
elevan al Señor, descubrimos que Él está dispuesto a concederla hasta que Le
veamos cara a cara. Este es, en efecto, Su servicio sacerdotal; y podemos, por
tanto, tal como el apóstol nos exhorta, acercarnos "con confianza al trono
de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda
oportuna." (Hebreos 4:16 – LBLA) —a lo largo de todo el viaje, como se
señaló, para vida eterna. Y se puede añadir que la perspectiva gloriosa abierta
a nosotros no hará sino animarnos a procurar estar en el estado aquí indicado.
"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero,
y a Jesucristo, a quien has enviado." (Juan 17:3). Ahora, por tanto, si se
nos encuentra apropiándonos de la muerte de Cristo (Juan 6:54), podemos entrar
en el disfrute de la vida eterna a través del conocimiento del Padre y del
Hijo, y de aquel bendito hogar de afectos divinos; pero hasta que seamos
resucitados "en el día postrero" no se nos hallará en la condición
adecuada al hogar al que entraremos en aquel entonces. Nosotros exhibimos ahora
la imagen del terrenal, pero entonces exhibiremos la imagen del celestial (1ª.
Corintios 15:49 – LBLA), seremos hechos conformes a la imagen del Hijo de Dios,
para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29).
Estar en el estado descrito en estos versículos es la mejor
defensa contra todo error; y, por consiguiente, nos fortalecemos contra todos
los ataques cuando nos conformamos a dicho estado, aun si debido a eso no se
nos hace invencibles para con ellos. Pero para aspirar a ello se necesita
diligencia, propósito de corazón. El propio Señor anima nuestros corazones a
procurarlo; y entonces poseeremos un discernimiento santo entre el bien y el
mal (Judas 22, 23), y podremos unirnos con Judas en su adscripción de alabanza
a Aquel que es poderoso para guardarnos sin caída, y presentarnos sin mancha en
presencia de Su gloria con gran alegría: sí, "al único Dios nuestro Salvador,
por medio de
Jesucristo nuestro Señor, sea gloria, majestad, dominio y autoridad,
antes de todo tiempo, y ahora y por todos los siglos. Amén." (Judas 24, 25
- LBLA).
Publicado
en la revista "The Christian's
Friend", 1899.-
Traducido del Inglés por:
B.R.C.O. –
Abril 2013.-
Título original en inglés: DEFENSE FROM ABOUNDING CORRUPTIONS, The Christian's Friend, 1899
Versión Inglesa |

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