LOS
POSTREROS TIEMPOS Y LOS POSTREROS DÍAS
J. G. Bellett.
Sección 3 de: Reflexiones
acerca de la Escritura, volumen 3
(También en Artículos
Misceláneos.)
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
LBLA
= La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
NVI
=Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, Copyright 1999 por la Sociedad
Bíblica Internacional
VM
= Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Es triste
dar una
mirada a los alejamientos de Dios y Su verdad. Se ha dicho acerca del Señor,
que Su alma probó algunas de sus tristezas más amargas, cuando consideró la
traición de Judas; y las nuestras debieran ser afectadas así cuando pensamos en
las corrupciones de la Cristiandad, las cuales son como nuevamente el beso y la
traición de aquel apóstol.
Sabemos
que el
"misterio de la iniquidad" (2ª. Tesalonicense 2:7) había comenzado a
obrar en los tiempos de los apóstoles. Y como la pequeña semilla echada en el
suelo lleva con ella la forma y el carácter de todo lo que después la cosecha manifiesta
y rinde, así la levadura que estuvo obrando secretamente en aquel entonces a la
vista del penetrante ojo del Espíritu en los apóstoles, tenía en ella diversos
males, los cuales, en el progreso de las corrupciones, se iban a manifestar en
la Cristiandad; así que Pablo previene a Timoteo aun en aquel entonces contra
las perversidades de ambas situaciones: "los postreros tiempos" (1ª.
Timoteo 4:1) y "los postreros días" (2ª. Timoteo 3:1), como si el
propio Timoteo estuviese en medio de ellos.
Pero estas
perversidades son diferentes. En los "postreros tiempos", habría un
alejamiento de la Palabra de Dios, o de la religión de "la verdad",
que es la única "piedad." Por consiguiente, existiría el hecho de
prestar atención a algo aparte de la Palabra o la verdad, a "espíritus
seductores" y a "enseñanzas de demonios." (1ª. Timoteo
4:1 – VM).
Existiría luego el hecho de hablar "mentiras en hipocresía" (1ª.
Timoteo 4:2 – VM), haciendo una exhibición de religión; y toda esta religión
del hombre, o lo que el hombre ha organizado 'cauterizaría la conciencia', la
haría insensible a la religión de Dios, o a la religión de "la
verdad", fortalecida, como lo estaría, por medio de las 'prohibiciones' y
'abstinencias' de los hombres, las que deben ser respetadas y practicadas,
aunque son tan contrarias a los pensamientos y a los dones de Dios. (véase 1ª.
Timoteo 4).
"Los postreros
días", por otra parte, no iban a ser religiosos, sino incrédulos. Los
ídolos supersticiosos iban a ceder el paso a la voluntad e independencia del
hombre. Él habría de ser un amador de 'sí mismo', y en el séquito de esos
"impetuosos", "infatuados", "desobedientes a los
padres", "avaros", y otros por el estilo —todas estas cualidades
haciendo de él como uno que ha roto los vínculos, y ha echado de sí las
cuerdas; no religioso, sino voluntarioso. Y en medio de todo esto, iba a
existir la "apariencia de piedad"—el aparente regreso a aquello de lo
cual "los postreros tiempos" se habían alejado, "la
piedad", o la religión de "la verdad"; pero cuando se mirase un
poco más al interior, no se hallaría "poder" alguno, a pesar de la
mucha "apariencia." (2ª. Timoteo 3).
Ahora bien, vemos
aquí una gran reacción moral. Vemos que todos los vínculos de los postreros
tiempos son desechados, y vemos al hombre consistiéndose y admirándose a sí
mismo, —las vanidades religiosas han
desaparecido, pero la independencia humana es afirmada.
Y estas cosas han tenido
su día. Las tenemos en las dos grandes épocas características en la historia de
la Cristiandad —en los tiempos anteriores a la Reforma y desde la Reforma. En
los tiempos anteriores, existía la religión del hombre, oponiéndose ella misma
a "la verdad", y teniendo sus propios ídolos; en los tiempos desde la
Reforma, ha existido la soberbia del hombre, afirmando su independencia y
quebrantando todos los vínculos. Estos han sido los caracteres de las dos
épocas. Resulta obvio que algo de la segunda época se conoció durante el tiempo
de la primera, y que mucho de la primera vive aún en la segunda; pero estas
diferentes perversidades son las características de las dos épocas.
Y, lo que es una verdad
muy solemne, yo considero que la historia del Cristianismo corrupto finalizará
mediante un tipo de coalición entre las dos perversidades. Y de tal estado de
cosas obtenemos el modelo (o, patrón) en la época de nuestro Bendito Señor,
cuando existían tanto la religión del hombre como la independencia del hombre
combinadas contra Él, —el espíritu inmundo que había salido, habiendo regresado
y habiendo traído consigo otros
espíritus más depravados que él (Mateo 12:45 – LBLA). Existía le religión
Judía, la cual no permitiría a sus partidarios en la sala del juicio, para no
contaminarse; y existía la incredulidad Judía, la cual diría: " No tenemos más rey que César. " (Juan 19:15) Esta es una
perspectiva solemne, y espantosa. Hay, ciertamente, piedad verdadera en medio
de todo ello, pero la escena es terrible.
Y, en el desierto,
existió el equivalente de lo que he estado describiendo aquí. Primero fue el
becerro (Éxodo 32), luego el capitán (Números 14) —las dos enseñas del
alejamiento de Dios por parte de Israel durante su viaje desde Egipto a Canaán,
los dos estandartes de la rebelión establecidos en épocas diferentes.
El becerro fue la enseña
de la religión del hombre. El hombre tenía sus propios dioses en aquel
entonces, y al comer y beber y entregarse al desenfreno (Éxodo 32:6 – NVI) —habló
"mentiras en hipocresía". (1ª. Timoteo 4:2 – VM). El capitán fue la
enseña de la infidelidad del hombre. El hombre tiene, entonces, su propio Dios,
estableciéndose él mismo como su propio líder, como si no tuviese que responder
ante nadie, quebrantando todos los vínculos, 'impetuoso, infatuado'. (2ª.
Timoteo 3:4).
De este modo, ya sea por
el becerro o por el capitán, el hombre está obrando siempre contra Dios y Su
verdad. O bien es la falsa religión o bien un espíritu de independencia es lo
que lo mueve. Y la reacción se ha de temer siempre, aun por parte de los
verdaderos adoradores y santos de Dios, ya que es también el espíritu de los
tiempos en que ellos viven. Hay que estar en guardia contra ambas cosas. Si la
época actual exhibe mucho del espíritu de soberbia e independencia humana, el
santo tiene que estar en guardia contra el hecho de ser arrastrado por la
corriente, y ser llevado por la corriente que se ha instalado alrededor de él.
Pero él tiene que estar, también, en guardia contra la reacción. Debe velar y orar,
para que no pueda procurar, por medio del temor a la forma actual del mal y
el aborrecimiento hacia ella, alivio
mediante el regreso a la anterior forma de mal. Creo que existe mucho de estas dos
cosas actualmente. Veo personas que debieran haber permanecido sólo en la
piedad, cayendo en la corriente de estos tiempos; y en el renacimiento de los
principios de la 'alta iglesia' [*], y el regreso a ceremonias y observancias
eclesiásticas de imposición humana.
[*]
N. del T.: el autor se refiere con este
término de 'alta iglesia (o 'high-church en Inglés) a la Sección de la Iglesia
de Inglaterra (Anglicana) que otorgaba especial énfasis a los elementos
sacerdotales, litúrgicos, ceremoniales, tradicionales, y Católicos, en la
adoración.
Existe una reacción
malsana evidente entre hombres de una disposición de mente sensible y justa,
que han hecho notar el mal que es ahora predominante, y han procurado alivio de
él, pero Satanás los ha llevado de regreso a la justicia del hombre y lejos de
la "piedad", o de la religión de "la verdad." Al evadir el
mal de "los postreros días" han regresado al mal de "los
postreros tiempos, a lo menos hasta cierto punto.
En medio de toda esta condición de cosas, creo que el
humilde santo de Dios, 'que anda en la verdad' tal, como Juan habla (3ª. Juan
1:4), puede ver ahora por sí mismo. La senda es angosta. Los errores lo
amenazan y lo atraen por ambos lados. El becerro y el capitán se erigen como
los estandartes de grupos rivales. Sólo la Palabra ha de obrar su paso a través
de ambos, y el Espíritu le ha de guiar a lo largo de dicha senda; él se debe purificar "por la obediencia a la verdad, mediante el
Espíritu." (1ª. Pedro 1:22).Él ha sido bautizado en el nombre del Padre,
del Hijo, y del Espíritu Santo; y su alma debe conocer su comunión viva
conforme a esto. Él tiene que continuar en las cosas que ha aprendido,
conociendo las Sagradas Escrituras, que pueden hacer que un niño, que un necio
en la sabiduría de este mundo, sea " sabio para la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús." (2ª. Timoteo 3:15). Él debe
saber que, como pecador, sólo puede entregarse a Dios —Dios y no el hombre, tiene
que ver con él como pecador. Y llevando
sus pecados, en efecto, también sus pecados, a la presencia de Dios, los va a
ver allí, por medio de la fe, lavados por la preciosa sangre de un Sacrificio
precioso. Él tiene que mantener su conciencia despejada, de modo que su
comunión viviente con el Padre y el Hijo, en la vida del Espíritu Santo, no se
interrumpa, y andar en el amor del Espíritu con todos los que son de Cristo, y
en las bondades del evangelio para con todos los hombres, haciendo, además, el
servicio entre los santos para el cual esté calificado por el don del Espíritu
Santo y el servicio a los demás que pueda tener la oportunidad de llevar a
cabo, esperando diariamente la venida del Hijo desde el cielo, que es Aquel, y
él tiene que saber esto, que le ha
librado de la ira venidera.
J. G. Bellet
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. – Mayo
2014.-