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Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han
sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas
dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright
1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada
en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano; conocida también como Santa Biblia "Vida Abundante")
RVR1909 = Versión Reina-Valera Revisión
1909 (con permiso de Trinitarian Bible Society, London, England)
VM = Versión Moderna, traducción de 1893
de H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
EL TEMPLO DE DIOS Y SU ADORACIÓN
I
En los dos templos, el de Jerusalén en la antigua dispensación,
y el del Espíritu en la nueva, nosotros vemos un significado dentro de ellos. Hebreos 9: 8, 9 nos informa de esto respecto
al santuario ("dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre
tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie. Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se
presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto," etc…),
y muestra el carácter del servicio allí; el velo, estando constantemente abajo para prohibir el acceso del adorador a la presencia
de Dios, o Lugar Santísimo, era la figura para el tiempo de aquel entonces. Ello exhibía el carácter de esa dispensación la
cual nunca, con los sacrificios que proporcionaba, daba confianza al pecador, o purificaba la conciencia - nunca le acercaba
como un adorador. Nosotros vemos la misma significancia en el templo del Nuevo Testamento; todo lo que se ha dicho de él tiene
una voz que nos habla del tiempo actual, y exhibe, tan claramente como el otro lo hizo, el carácter de la dispensación en
la que estamos. Para demostrar esto, yo miraría en 1 Corintios 11, donde desde el versículo 11 (y hasta el final de 1 Corintios
14) el apóstol trata de las ordenanzas y adoración de la casa de Dios, o templo del Nuevo Testamento. Este capítulo, en su
segunda mitad, da por supuesto que los santos están reunidos en un orden de asamblea o iglesia, y al considerar el orden de
ellos tal como está aquí detallado, varios objetos sorprenden nuestra atención.
Primero, nosotros vemos a hombres y mujeres sentados juntos. Esto
habla de su igual y común interés en Cristo, donde no hay varón ni mujer, como leemos aquí, "Pero en el Señor, ni el varón
es sin la mujer, ni la mujer sin el varón" (1 Corintios 11:11); ya que, considerado personalmente, ellos tienen la misma situación
en la iglesia de Dios.
En segundo lugar, vemos al hombre descubierto, y a la mujer cubierta.
Esto nos habla de la diferencia entre ellos considerados místicamente, tal como leemos aquí, "Porque el varón no procede de
la mujer, sino la mujer del varón" (1 Corintios 11: 8, 9). Y estas dos cosas son verdad, no sólo de Adán y Eva, sino de Cristo
y la iglesia, de modo que en la asamblea - donde a ella no le es permitido "hablar" (1 Corintios 14:34), o cuando profetiza,
lo cual ella puede hacer en otra parte (Hechos 21:9) - la mujer ha de llevar la señal de sujeción (es decir, la cabeza cubierta)
Génesis 24:65 ("porque había preguntado al criado: ¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros? Y el criado
había respondido: Este es mi señor. Ella entonces tomó el velo, y se cubrió."), y el hombre ha de aparecer sin dicha señal,
es decir, con la cabeza descubierta, exponiendo así, místicamente, a 'Cristo y la iglesia.'
En tercer lugar, vemos en el siguiente lugar, la Cena difundida.
Esto habla del por qué los santos se han reunido, y del carácter de la dispensación en la que la iglesia es traída ahora;
pues nos muestra que el velo ya no está. La sangre de Jesús lo ha rasgado, y ha sido traída en su lugar. La mesa nos habla
del Cordero Pascual y de la fiesta de los panes sin levadura sobre ella, y así, de la remisión completa de pecados, y también
del ejercicio de juicio propio; y estos son justamente lo que iglesia disfruta y observa hasta que el Señor venga.
Estos rasgos en la asamblea tienen así toda su significación. Y,
de esta manera, la asamblea de santos formó el templo de piedras vivas del Nuevo Testamento, y, levantada así, es un testimonio
bienaventurado del tiempo actual. Cada objeto nos habla de su carácter; nosotros examinamos la asamblea de santos, y vemos
las grandes verdades de la edad presente reflejadas como en un espejo, tal como en el santuario bajo la ley hubo una figura
de las cosas presentes en aquel entonces.
Todo es claro y sencillo; pero en una meditación adicional acerca
del tema, observen que hay aún más significado en la cubierta de la mujer en la congragación de la que yo advertí antes (1
Corintios 11: 5, 6). Este poder de la cubierta sobre la cabeza se ha de considerar primordialmente, como significando esa
sujeción que la mujer debe al hombre, el cual es su cabeza, o la sujeción que la iglesia debe a su Señor. El poder, o una
cubierta sobre la cabeza, era la señal de aquello, y, por consiguiente, era adecuado a la mujer en la congregación, porque
sin ella deshonraba así al hombre, el cual es su cabeza (1 Corintios 11:5).
Pero hay más que eso, ya que el apóstol añade que si la mujer no
se cubre, que ella también se rape o se rasure, lo cual, él dice entonces, sería vergonzoso para ella (1 Corintios 11:6).
¿Cuál era la vergüenza de la cual el estado rapado o rasurado de la cabeza de la mujer era la confesión? Esto debe ser determinado
mediante una referencia a la Ley, y bajo ella nosotros encontramos dos ocasiones en las cuales la mujer era rasurada, o descubierta.
En primer lugar, cuando ella era una esposa sospechosa (Número 5). En segundo lugar, cuando ella había sido llevada cautiva
recientemente y estuviera llorando la casa de su padre, no unida aún al Judío que la había tomado en batalla (Deuteronomio
21). Este estado rasurado de una mujer expresado así, mostrada que ella no estaba disfrutando de la confianza plena, ni del
pleno gozo, ni del marido.
Ahora bien, la mujer no debía aparecer con tales marcas sobre ella;
ya que la iglesia no debía ser vista como si Cristo sospechara de ella, o incluso que ella misma se sintiera una cautiva pesarosa.
¡Ésta sería su vergüenza! Pero la cubierta sobre su cabeza muestra que la iglesia no está en ninguno de estos estados, sino,
por el contrario, que está feliz en el afecto y la confianza de Cristo; y esto es como debería ser - esta es su gloria.
La mujer cubierta en la asamblea muestra, así, las dos cosas respecto
a la iglesia - el feliz estado honorable actual con Jesús, al igual que su entera sujeción a Él como su Señor - es decir,
tanto reconociéndole a Él como Señor, como gozando la apreciada presencia de Cristo, la cual quita de en medio el sentido
de cautividad; mientras que por otra parte, la cabeza descubierta sería una negación de ambas cosas - una deshonra para el
hombre, y una vergüenza para la mujer, y ello daría un falso testimonio a los ángeles, quienes están aprendiendo de la iglesia
los profundos misterios de Cristo (Efesios 3; 1 Corintios 11). Cristo fue visto por ellos primeramente (1 Timoteo 3:16). Ellos
pusieron atención y asistieron a todo Su progreso desde el pesebre hasta la resurrección; y ellos están aprendiendo ahora
de la iglesia, y ponen atención a sus modos de obrar, y si la mujer en la asamblea apareciera descubierta, los ángeles estarían
aprendiendo la lección incorrectamente. La cabeza rapada de la mujer habría valido para la dispensación de la Ley; porque
en aquel entonces, el sentido de cautividad no había desaparecido, el espíritu de esclavitud estaba aún en el adorador, el
parentesco en la carne no era olvidado completamente en aquel entonces; pero ahora, no estamos en la carne, sino en el Espíritu
(Romanos 8:9), como estando unidos al Señor, y hay libertad y no esclavitud.
Con esta pequeña visión de los templos, consideremos la adoración
que podría llenarlos. La verdadera adoración, al igual que el verdadero conocimiento de Dios, emana de la revelación de Él,
porque el hombre mediante la sabiduría no conoce a Dios. La adoración, para ser verdadera, debe ser conforme a aquella revelación
que Dios ha hecho de Él mismo, y yo trazaría un poco esto a través de la Escritura.
Abel fue un adorador verdadero; su adoración, u ofrenda, fue conforme
a la fe - es decir, conforme a la revelación (Hebreos 11). Los primogénitos de sus ovejas que él ofreció fueron en la perspectiva
de la Simiente herida de la mujer, y conforme a las túnicas de pieles con las cuales Jehová Dios había vestido a sus padres.
Noé siguió a Abel, y adoró también en la fe de la Simiente herida
de la mujer; él tomó su nueva herencia solamente en virtud de la sangre (Génesis 8:20); él fue, por tanto, un adorador verdadero
- adorando a Dios tal como Él se había revelado a Sí mismo.
En Génesis 12:7, vemos a Abraham siguiendo las pisadas de ellos,
un adorador verdadero. Yo comentaría que hay, sorprendentemente, una ausencia de voluntad propia en Abraham; él creyó a Dios,
y lo que se le dijo a él; él salió tal como se le había ordenado; él adoró tal como le fue relevado en aquel entonces.
Isaac, precisamente en la huella de Abraham, adoró al Dios que
se le había aparecido, no afectando ser sabio y convirtiéndose así en un necio, sino en sencillez de fe y adoración, al igual
que Abraham, levantando su altar al Dios revelado (Génesis 26: 24, 25).
Jacob fue un adorador verdadero. El Señor se le aparece en su pesar
y degradación, en la miseria a la que su propio pecado le había reducido, revelándose así Él mismo como Aquel en quien la
misericordia se gloría triunfante contra el juicio ("Porque habrá juicio sin misericordia contra aquel que no hace misericordia.
¡La misericordia se gloría triunfante sobre el juicio!" Santiago 2:13 - RVA); y él reconoce inmediatamente a Dios como revelado
así a él, y este Dios de Bet-el fue su Dios hasta el fin (Génesis 48: 15, 16). Hubo aquí una revelación ampliada de Dios,
y adoración siguiendo a tal revelación, y esa es adoración verdadera.
La nación de Israel debía ser una nación adoradora. Dios se había
revelado a Sí mismo a Israel en variada forma - Él les había dado la ley de justicia, y también sombras de cosas buenas venideras.
Mediante lo uno Él había multiplicado las transgresiones, y mediante lo otro había proporcionado el remedio: y la adoración
de Israel fue conforme a esto. Hubo una sensibilidad extrema al pecado, con cargas para aliviarlo, que ellos no fueron capaces
de soportar, y así fue engendrado el espíritu de esclavitud y temor. Israel había llegado a estar cada vez más familiarizada
con el bien y el mal, y la adoración de ellos fue de conformidad. El tabernáculo o templo, donde toda la adoración se desarrollaba
como la adoración establecida todavía podría ser desechado, debido a que no era la cosa perfecta, y Dios podría mostrar lo
mejor en lugar de él si a Él le placía; y así lo hizo Él en varias ocasiones. Vean a Gedeón, Manoa, y David.
Gedeón adoró conforme a una nueva revelación de Dios a pesar de
Silo y el tabernáculo; su peñasco llegó a ser el lugar ordenado, o el altar ungido, únicamente debido a esta revelación y
mandato de Dios (Jueces 6: 14-26). Manoa torna en un sacrificio lo que él había supuesto que era una comida, porque el Señor
había revelado Su deseo que ello fuese así (Jueces 13; 15, 19). David, al mandato del Señor, se vuelve del altar ordenado,
o consagrado, a otro que estaba en la herencia inmunda de un Gentil, donde, sin embargo, como antaño en Bet-el, la misericordia
se glorió triunfante contra el juicio, y donde, en conformidad, Dios mismo había edificado otra casa. "Esta es la casa de
Jehová Dios", dice David (1 Crónicas 22:1 - RVR1909). De esta manera, entonces, estos tres ejemplos fueron casos de adoración
verdadera, aunque fueron, manifiestamente, un alejamiento de la adoración que Dios mismo había establecido.
El leproso limpiado fue un adorador verdadero, aunque se apartó
igualmente del orden establecido, divinamente establecido, sólo porque sin un mandato él comprendió a Dios en una nueva revelación
de Él mismo (Lucas 17: 11-19). La sanación tenía una voz para el oído de la fe, ya que era solamente el Dios de Israel quien
podía sanar un leproso (2 Reyes 5:7). Esto fue más excelente aún que la misma clase de fe en Gedeón, Manoa, o David.
II
La iglesia de Dios es un adorador verdadero sobre exactamente los
mismos terrenos, adorando conforme a la revelación ampliada de Dios acerca de Él mismo. Los verdaderos adoradores son ahora
aquellos a quienes el Padre en Su gracia ha buscado y ha hallado, y la adoración de ellos procede de esto - de que el Hijo
les ha revelado al Padre, y ellos tienen comunión con el Padre y con Su Hijo Jesucristo. Esto sigue siendo, al igual que en
todos los demás casos de adoración en verdad, debido a la revelación que Dios ha hecho de Él mismo.
Pero hay algo que trasciende esto en la adoración actual de la
iglesia; ella es "en espíritu y en verdad" (Juan 4: 21-24), así como "en el Espíritu de Dios" ("porque nosotros somos la verdadera
circuncisión, que adoramos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no poniendo la confianza en la carne" Filipenses
3:3 - LBLA), debido a que se nos ha dado el Espíritu Santo, para que podamos adorar así, capacitando a los santos para llamar
a Dios "Padre" y a Jesucristo "Señor". Hay ahora poder comunicado, así como revelación para los fines de la adoración. Los
adoradores son hijos, y también sacerdotes (Gálatas 4:6; Apocalipsis 1:6); teniendo acceso con confianza filial, ellos están
en el lugar santo - el altar de bronce (el recordatorio del pecado) está detrás de ellos, y la plenitud de Dios revelada,
y todo eso debe ser para bendición. Todo está dicho ahora para el adorador, ya que el segundo velo está rasgado ante ellos,
y ellos ven a su Padre sobre el propiciatorio, sobre el trono del santuario; la sangre del Hijo los ha introducido allí, y
el Espíritu Santo morando en ellos los hace adorar en un modo digno de un santuario semejante; y el Padre buscando a los tales
para que Le adoren, no descansa en nada menos que esto, lo cual Le da así la confianza y el amor y la honra de hijos. Eso
es la adoración, yo juzgo, "en espíritu y en verdad", porque es así donde es conforme a la revelación, y en la gracia del
Espíritu Santo.
Pero sus materiales, o su forma, pueden ser diferentes, tal como
lo podemos notar adicionalmente; ya que, debida y sencillamente comprendido, se trata de rendir gloria a Dios en el santuario,
según Su propia revelación de Él mismo. Muchas cosas pueden reunirse alrededor de él o pueden acompañarla, pero que no son
correcta y sencillamente adoración. Abel adoró cuando él puso su cordero sobre el altar, aunque eso fue muy sencillo; pero
era suficiente, porque fue encontrarse con Dios de la manera designada, y reconociendo Su gloria.
Abraham adoró así cuando él levantó un altar a Dios, el cual se
le apareció (Génesis 12:8). Israel adoró cuando ellos se inclinaron ante la revelación de Dios por medio de Moisés (Éxodo
4: 30, 31; Éxodo 12:27); tal como Moisés lo hizo ante otra revelación (Éxodo 34:8). Así adoró David (2 Samuel 12:20). Y así
adoró la congregación de Salomón (2 Crónicas 7:3) y Josafat (2 Crónicas 20:18); y aunque no se denominara así, con todo, la
unción de la piedra por parte de Jacob en Bet-el fue adoración, porque fue reconocer a Dios conforme a Su revelación; e igualmente
el hecho de que David se sentara delante de Jehová ("Entonces el rey David fué y se sentó delante de Jehová, y dijo: ¿Quién
soy yo, oh Señor, Jehová, y cuál es mi casa, para que me hayas elevado hasta tal punto?..." 2 Samuel 7:18 - VM) yo juzgo que
fue adoración sobre el mismo principio (véase 2 Samuel 7). Job adoró cuando él cayó en sujeción a los tratos de Dios con él.
Eliezer adoró cuando él inclinó su cabeza, porque en aquel acto él reconoció la bondad divina para con él (Génesis 24: 26,
52). La nación de Israel adoraba cuando ellos presentaban su canasta de primicias de todos los frutos, ya que su canasta hablaba
a Dios de Sus propios modos de obrar en gracia - exponía Sus alabanzas en el santuario (Deuteronomio 26). El hecho de que
los varones aparecieran en las tres fiestas anuales en "la ciudad del gran rey" era adoración, porque tales fiestas presentaban
los propios actos y modos de obrar de Dios en gracia, y eso es adoración. ¿Qué eran todos estos actos sino el agradecido reconocimiento
de Dios, según lo que Él había hecho o hablado, y la aceptación de Su misericordia en conformidad?
Me parece que la congregación del Señor debería entrar ahora en
el santuario del Señor con igual adoración - con el propósito de manifestar la alabanza de Dios - las virtudes o alabanzas
de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a Su luz admirable - las alabanzas que Él ha ganado para Él mismo mediante Sus
propios hechos y revelaciones bienaventurados - y esto es llevado a cabo partiendo el pan con acción de gracias, según Su
ordenanza. Ese es el servicio que expone lo que Dios ha hecho, declarando que Él ha proporcionado un remedio para el pecado.
Se trata de una recordación, no de pecados, como los sacrificios legales (Hebreos 10:3), sino una recordación de "Mí", dice
Jesús, y, por consiguiente, de pecados quitados. Es así un acto de adoración, o un dar a Dios Su gloria apropiada - la gloria
de Sus hechos y revelaciones. Orar acerca del perdón de pecados estaría en desacuerdo con la mesa; ello sería (podría ser
realmente sin intención) un oprobio sobre el Sacrificio del Hijo de Dios; sería estar edificando nuevamente las cosas que
Cristo había destruido; y, en el lenguaje y sentido de Gálatas 2, sería hacerle a Él ministro de pecado - hacer que Su sangre
sea como la sangre de toros y de machos cabríos, solamente la recordación de pecados, y no la recordación de Aquel que los
quitó.
Pero rodear la mesa con acción de gracia, y esperar en la fiesta
con alabanza por la redención, esto sería honrar la obra del Cordero de Dios que la fiesta manifiesta, y, de conformidad,
la Escritura nos la presenta siempre acompañada de este modo. Jesús, al tomar el pan y la copa, "dio gracias" (Mateo 26; Marcos
14; Lucas 22). Él no hizo nada más. Las palabras 'bendecir' y 'dar gracias' son, a todo efecto moral, usadas en el mismo sentido; y, en el mismo sentido, el apóstol la llama "La copa de bendición que bendecimos"
(1 Corintios 10:16), porque por medio de esa copa, o por medio de esa muerte y ese derramamiento de sangre de Jesús que ella
expone, se le dio abundantemente a Él un título para alabar. Ello puede ser acompañado con confesión de pecado, porque una
confesión semejante no estaría en desacuerdo con esta cena. Pero aun así, nosotros no encontramos esto mencionado en ningún
pasaje que se refiere a la Cena; mediante ellos, ella toma la forma sencilla de una fiesta Eucarística, o un tiempo de acción
de gracias por la remisión de pecados (a lo menos la mesa tiene esta voz en ella) - "Dad el licor embriagante al que está
a punto de perecer, y el vino a los amargos de espíritu: ¡beba antes el tal, y olvídese de su pobreza, y de su miseria no
se acuerde más!" (Proverbios 31: 6, 7 - VM). Con todo, el servicio de juicio propio y de auto-examen bien puede preceder a
esta fiesta.
En el debido orden, la mujer cubierta y el hombre descubierto aparecen
ante el Señor, y ellos parten el pan (1 Corintios 11). Esto es tomar el lugar al cual el Señor los ha llamado, y esto, por
lo tanto, publica Su nombre y alabanza, y esto es darle a Él la gloria que Él ha ganado de forma tan bienaventurada; por decirlo
así, ello es como Israel presentando su canasta. Es como inclinarse ante la revelación de Su misericordia.
El servicio es Eucarístico. Es una fiesta tras un sacrificio. Es
la casa del Padre abierta ante el regreso del hijo pródigo. Y esto es nuestra adoración apropiada, ya que es "en verdad",
conforme a la revelación, según esa provisión perfecta que nuestro Dios ha hecho para nuestros pecados en el don y los sufrimientos
de Jesús.
Por consiguiente, cuando los primeros discípulos se reunían, era
para este acto de adoración, o servicio (Hechos 20:7; 1 Corintios 10 y 11). Otras cosas pueden reunirse a su alrededor o seguirla
a continuación, pero esta era la adoración de ellos; esto los llevaba al santuario - esto era lo que ellos hacían allí. Yo
encuentro en Deuteronomio 26 que otras cosas podrían seguir a la adoración, ya que después que Moisés los dirige en cuanto
a la canasta de ellos, él les habla acerca de confesión y oración. De manera que Moisés oró después de su adoración. Así los
ancianos comieron y bebieron en la presencia de Dios, lo cual era, propiamente, la comunión, o adoración de ellos. Pero Moisés
les había hablado precisamente acerca del pacto (Éxodo 24), de igual manera en Hechos 20 los discípulos se reunieron para
"partir el pan", pero Pablo les dirigió un largo discurso; así como también, en la primera institución de la cena, el Señor
reunió deliberadamente a Sus discípulos para la cena, pero Él les enseña también acerca de otras cosas, y antes de que se
separan, ellos cantan un himno; y muy significativa es la misma cosa que se nos comunica en 1 Corintios 11 y 14, donde la
casa de Dios, o lugar de adoración actual, se abre ampliamente a nosotros.
Porque el apóstol muestra allí a los discípulos de forma mística,
y debidamente cubiertos y descubiertos, en la adoración, un servicio de partimiento del pan. Él nos dice claramente que ellos
se habían reunido con ese objetivo. Pero él considera después los "dones espirituales" (1 Corintios 12:1). Él considera lo
que puede acompañar, o seguir, a la adoración - el depender de Jesús, o el ministerio de la Palabra en la vida y poder del
Espíritu Santo dado a los santos - y él despliega así el santuario y sus acciones y sus aditamentos, mostrando lo que la adoración
misma era, y después lo que podría seguirla a continuación debidamente. En 1 Timoteo 2, obtenemos instrucciones en cuanto
al servicio adicional de los santos en la asamblea - que la oración y la intercesión, tan amplia y libre como la gracia que
los había rescatado, debería caracterizar la unión de ellos y llenar el templo viviente de Dios. Pero aun así, esta intercesión
no es simple y correctamente adoración. La adoración de ellos era, con todo, el partimiento del pan, debido a que aquel era
el acto que exponía la alabanza de Dios, y le daba a Él la gloria de Sus actos y tratos actuales con ellos y para ellos, y
era eso lo que los reunía. Las colectas acompañaban también la adoración, al igual que pueden seguir después la oración y
el ministerio (la edificación) de la Palabra; pero, de igual manera, ello es sencillamente un acompañamiento, al igual que
la liberación del prisionero en la fiesta.
Las dos cosas son presentadas claramente en la historia de Abraham.
Él es un adorador en su altar. Pero después no oímos ninguna súplica dirigida a Dios por él. Él suplica acerca de Sodoma,
y no vemos allí ningún altar (Génesis 18:23). Esto es muy claro, definiendo claramente el carácter de la adoración, y mostrando
que el partimiento del pan es ahora, claramente, el servicio del santuario, independientemente de qué otra cosa pueda entrar
con él. Porque Dios ha de ser adorado conforme a Él mismo (Juan 4), y el hecho de tomar cualquier cosa como autoridad en religión
excepto lo que es de parte de Él mutilaba la adoración, tal como el Señor dijo a los Judíos en Mateo 15 (de cuyo principio
Deuteronomio 12 es un testimonio adicional). [*] Claramente no es el hombre quien ha de determinar sus propios modos de obrar
como un adorador. La buena disposición, o buena voluntad, en la adoración es correcta; la voluntariedad, o determinación de
la propia voluntad por mero antojo y sin otra razón para lo que se resuelve, lo destruye todo. De su propia voluntad traerán
ellos sus ofrendas (Levítico 1:3; 7:16); pero esto se debía hacer cómo y dónde el Señor quería. Igualmente con nosotros; hemos
de adorar "en espíritu", eso es muy cierto - y en la gracia y libertad del Espíritu Santo que nos es dado; pero hemos de adorar
también "en verdad", según la revelación de Dios acerca de Él mismo y de Su adoración. Ya he hablado de esto. La mantención
de las imágenes, o símbolos, de Asera y de lugares altos en Israel fue siempre el testimonio de que el pueblo no había preparado
debidamente sus corazones para buscar a Jehová Dios de Israel, el único Dios verdadero, quien había puesto Su nombre en Jerusalén
(2 Crónicas 14:3; 2 Crónicas 15:17; 2 Crónicas 17:6; 2 Crónicas 19:3; 2 Crónicas 20:33).
[*]
Y esta es una Escritura sorprendente. El Señor de Israel dice aquí a Moisés que Él mismo escogería un lugar para poner Su
nombre, y el pueblo debía traer sus ofrendas sólo a ese lugar, y no solamente al lugar escogido por Jehová, sino que ellos
debían adorar según la manera prescrita por Él. Ellos no debían imitar la adoración
de las naciones, sino rendir su adoración conforme a la propia Palabra de Dios, o "en verdad" (Deuteronomio 12: 29-32).
Acerca del asunto de la adoración, yo añadiría aún que el gozo
y un espíritu de agradecimiento y de libertad la han caracterizado en todas las épocas. El disfrute de Adán del huerto y sus
frutos era adoración. La presentación por parte de Israel de la canasta y el hecho de que ellos guardasen las fiestas era
adoración, y ¡qué alegría y acción de gracias convenían a tales ocasiones! Los santos rodeando la mesa del Señor as ahora
adoración; y el espíritu de confianza filial, de acción de gracias y de libertad, debería llenarlos. Todos estos actos de
adoración en diferentes épocas, se caracterizaban por el gozo en diferentes órdenes, ya que un Dios de amor es, ciertamente,
un Dios de gozo.
J. G. Bellett.
Traducido del
Inglés por: B.R.C.O. - Septiembre 2010.-
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