LOS CAMINOS DE DIOS
Gobierno, Gracia, y Gloria
Frederick G. Patterson
De la Revista "The Bible Treasury", Vol. 5, 1865-1865
Todas
las citas bíblicas se encierran entre
comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright
1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de
H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY,
Suiza).
Capítulo 1. — El Alcance General de los Tratos de Dios.
Capítulo 2. — La historia
Pasada del Pueblo de Israel
Capítulo 3. — Los Tiempos de los Gentiles y Su Juicio.
Capítulo 4. — La vocación de la Iglesia, y Su Gloria.
Capítulo 5. — La Corrupción de la Cristiandad.
Capítulo 6. — El Juicio de Israel y de las Naciones introductorio del
Reino.
Capítulo 7. — La Gloria, o Reino.
Capítulo 8. — Satanás desatado por un poco de tiempo, el Gran Trono
Blanco, y el Estado Eterno.
Capítulo 9. — Conclusión.
2. — La historia Pasada del
Pueblo de Israel
Después de nuestro breve sondeo de los
tratos generales de Dios, llegamos ahora a considerar Sus modos de obrar, como
siendo mostrados más en detalle; y al hacerlo, nos volvemos a ese pueblo, o
nación, que fue, de manera peculiar, la plataforma para la exhibición de esos
modos de obrar, en gobierno paciencia, y misericordia — el pueblo de Israel.
Nosotros hemos visto el estado del mundo y
el fracaso del hombre en los días anteriores al diluvio, y después, a Noé
instalado en la tierra renovada, entrando el mundo en la idolatría, y, entre
los destemplados elementos de las voluntades humanas, al hombre esforzándose
por hacer un centro y un nombre aparte de Dios, y el juicio de Dios sobre eso —
las divisiones del mundo en naciones en la familia de Noé. Hubo un propósito
con Dios en aquel tiempo, en Su mente y consejos, los cuales encontramos en
Deuteronomio 32: 8 y 9.
"Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones,
Cuando hizo dividir a los hijos de los hombres,
Estableció los límites de los pueblos
Según el número de los hijos de Israel.
Porque la porción de Jehová es su pueblo;
Jacob la heredad que le tocó.
Nosotros encontramos aquí que siglos antes
que ellos existiesen como una nación, los consejos de Dios estaban ocupados
acerca de ellos. Sus tratos con las naciones del mundo fueron dispuestos con
referencia a la descendencia de Jacob.
El mundo había perdido el conocimiento del
único Dios verdadero y había ido tras los ídolos, incluso la familia de aquel
del cual se dijo, "¡Bendito sea Jehová, el Dios de Sem!" (Génesis
9:26 – VM). Satanás había tenido éxito en la obtención de la posición que Dios
debiese haber tenido en la mente y el corazón del hombre. "Vuestros padres
habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y
de Nacor; y servían a dioses extraños." (Josué 24:2). De 1ª. Corintios
10:20, en el cual el apóstol cita Deuteronomio 32:17, nosotros nos enteramos
que estos dioses eran demonios. Al ser este el caso, Dios escogió un hombre, a
quien Él llamó a separarse de su país, sus asociaciones, y su familia, para ser
un testigo en el mundo y contra el mundo para Él. A este hombre, Abraham, Dios
le dio ciertas promesas, tanto de una naturaleza temporal como de una
naturaleza espiritual. Dado que el asunto que está ante nosotros es la historia
pasada de la nación de Israel, nosotros nos dedicamos solamente a las promesas
temporales. Cuando Abraham llegó a la tierra de Canaán, Dios dijo, "A tu
descendencia daré esta tierra." (Génesis 12). Cuando Lot se separó de él,
estas promesas fueron renovadas. "Y Jehová dijo a Abram, después que Lot
se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia
el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves,
la daré a ti y a tu descendencia para siempre", etc." (Génesis 13:14,
etc.). En Génesis 15 nosotros encontramos la promesa renovada nuevamente y los
límites de la tierra son nombrados. "Y le dijo: Yo soy Jehová, que te
saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra." Y además,
" A
tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande,
el río Éufrates." En una visión en el mismo capítulo Dios revela a Abraham
que su descendencia serían extranjeros en una tierra que no era de ellos, y que
tendrían que ser siervos de los habitantes de esa tierra. "Y Dios dijo a
Abram: Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que
no es suya, donde serán esclavizados y oprimidos cuatrocientos años… y después saldrán de allí con grandes
riquezas." (Génesis 15: 13, 14 – LBLA).
Ahora bien, estas promesas fueron enteramente
incondicionales: ellas
fueron dadas por Dios y recibidas por Abraham sin condición alguna de ningún
tipo. Nosotros las hallamos, aún sin condición alguna, repetidas a Isaac en
Génesis 26, y a Jacob en Génesis 28. Pasamos a Éxodo 2, cuando los
cuatrocientos años habían expirado, y encontramos mencionadas estas promesas a
los padres; "Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con
Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció
Dios." El pueblo está ahora redimido, y sacado de Egipto, el nombre del
Dios del pacto, Jehová, es revelado a ellos. Después se les dice el propósito
que Dios tuvo para sacarlos así. "A ti te fue mostrado, para que supieses
que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él." (Deuteronomio 4:35). O,
tal como Él dice en Isaías 43:12, "Vosotros, pues, sois mis testigos, dice
Jehová, que yo soy Dios." Tras la redención del pueblo Dios ocupa Su
morada entre ellos en la nube y la gloria.
Sin embargo, el asunto de la justicia no
había sido planteado aún. El pueblo viaja desde el Mar Rojo hasta el monte
Sinaí, como siendo los objetos de la gracia perfecta. Dios propone aquí ciertos
términos de relación con ellos; "Vosotros visteis lo que hice a los
egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora,
pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, [entonces] vosotros seréis
mi especial tesoro sobre todos los pueblos;
porque mía es toda la tierra", etc. (Éxodo 19). "Y todo el pueblo
respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho." Véase también
Éxodo 24: 3, 7. Donde el pacto es ratificado mediante sangre. Por consiguiente,
ellos entraron en un pacto de obediencia como siendo los términos de relación
con Dios. En lugar de decir, «No, nosotros no podemos confiar en nosotros
mismos en lo más mínimo; si aceptamos condiciones como estas, ciertamente
fracasaremos: no seremos capaces de mantener nuestras bendiciones ni por una
hora.» En lugar de esto, ellos estuvieron llenos de confianza e ignorantes en
cuanto a ellos mismos. El resultado es claro y solemne. El legislador sube al
monte que ardía en fuego, para recibir los términos del pacto; y, antes que el
regresara, el pueblo hace un becerro de oro y lo adora como siendo este el dios
que los trajo desde Egipto: ellos dicen, "Levántate, haznos dioses que
vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la
tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido." (Éxodo 32:1). Moisés
regresa con las tablas de la ley en su mano; él ve la música y la danza cuando
se acercó [esta es la traducción
correcta] al campamento: él vio que, por parte del pueblo, los términos de la
relación fueron quebrantados; y se encendió su ira, y arrojó las tablas de sus
manos, y las hizo pedazos al pie del monte. Por lo tanto, la ley pura y no
adulterada nunca llegó a estar entre el pueblo. El legislador regresa al monte;
él sube nuevamente, «para ver si podría conseguir la remisión del pecado de
ellos» (Éxodo 32:30 – VM); y en respuesta a la oración de Moisés, el pueblo es
perdonado, y un pacto de longanimidad, paciencia, y misericordia es añadido al
de la ley; y es establecido en las manos del mediador y el pueblo (Éxodo
34:27).
El libro de Levítico, con otros asuntos,
establece el acercamiento a Dios, el cual moraba entre ellos, y el sacerdocio.
El libro de Números presenta la travesía del
desierto.
Cuando estuvieron a punto de entrar en la
tierra, el pacto es renovado de la manera más clara, estableciendo los términos
de la posesión de ellos de la tierra con la condición que ellos los observaran.
En el libro de Deuteronomio, el capítulo 27 puntualiza el principio de justicia
legal, y el capítulo 28, como otras partes del libro, las condiciones de la
herencia y la bendición de ellos en la tierra. "Acontecerá que si oyeres
atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus
mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre
todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y
te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la
ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de
tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus
ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu
entrar, y bendito en tu salir." (Deuteronomio 28: 1-6). Y la alternativa,
"Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar
cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que
vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. Maldito serás tú en
la ciudad, y maldito en el campo. Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar. Maldito
el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los
rebaños de tus ovejas. Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir."
(Deuteronomio 28: 15-19). El capítulo completo puntualiza de la manera más
solemne, las condiciones de su posesión y retención de sus bendiciones en la
tierra. Y nosotros leemos Deuteronomio 29:1, "Estas son las palabras del
pacto que Jehová mandó a Moisés que celebrase con los hijos de Israel en la
tierra de Moab (en los límites de Israel), además del pacto que concertó con
ellos en Horeb."
Por lo tanto, nosotros los encontramos
entrando en la tierra bajo el liderazgo de Josué, las aguas del Jordán
separándose, y el "Señor de toda la
tierra" pasando a la tierra antes que Su pueblo, para poseer la tierra
en ellos (Josué 3). Este fue un título importante que Jehová asume, al cual
tendremos ocasión de referirnos nuevamente.
El Libro de Josué presenta la historia de la
conquista y establecimiento de ellos en la tierra. En el último capítulo
nosotros encontramos a Josué estableciendo un pacto con el pueblo, en el cual ellos
mismos se obligan a servir a "Jehová su Dios", y a obedecer Su voz, y
bajo estas condiciones retener la bendición. Vemos ahora un asunto establecido
claramente, de suma importancia, que es, que el pueblo nunca poseyó la tierra,
o las bendiciones prometidas a los padres, bajo los términos incondicionales
prometidos a Abraham, Isaac, y Jacob. Estas promesas están aún por ser hechas
realidad y por cumplirse en gracia. Los resultados del hecho de que ellos
heredaran la tierra y las bendiciones de manera condicional, los encontramos en
el libro de Jueces, así como en otras Escrituras. "Los hijos de Israel
hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales. Dejaron a
Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y se
fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban en sus
alrededores, a los cuales adoraron; y provocaron a ira a Jehová. Y dejaron a
Jehová, y adoraron a Baal y a Astarot… Y la ira de Jehová se encendió contra
Israel, y dijo: Por cuanto este pueblo traspasa mi pacto que ordené a sus
padres, y no obedece a mi voz, tampoco yo volveré más a arrojar de delante de
ellos a ninguna de las naciones que dejó Josué cuando murió; para probar con
ellas a Israel, si procurarían o no seguir el camino de Jehová, andando en él,
como lo siguieron sus padres", etc. (Jueces 2: 11-13; 20-23). Este libro
muestra el fracaso de ellos, y la fidelidad y paciencia de Dios, el cual
levantó jueces y libertadores de vez en cuando, para traerles alivio temporal
de las manos de sus enemigos.
En el primer libro de Samuel nosotros
encontramos el fracaso del sacerdocio en la familia de Elí. Leemos, "Y los
hijos de Elí eran hijos de Belial; no conocían a Jehová." (1º. Samuel 2:12
– VM). El capítulo entero trata acerca de este fracaso, y el conocimiento que
Jehová toma de él. En 1º. Samuel 3 Jehová establece la línea regular de
profetas en Samuel (Hechos 3:24), "antes que la lámpara de Dios fuese
apagada "en la casa de Jehová, para formar el vínculo entre Él y las
conciencias del pueblo. En el capítulo 4 el arca de Dios, sobre la cual Él
manifestaba Su presencia, es capturada. Elí muere, y la mujer de Finees, en el
momento de su muerte dando a luz, lo llama Icabod, diciendo, "¡Traspasada
es la gloria de Israel!" El profeta Samuel es ahora el vínculo entre Dios
y el pueblo. Él "juzgó a Israel todos los días de su vida." (1º.
Samuel 7:15 – LBLA). Cuando él envejeció, estableció a sus hijos para ser
jueces sobre Israel, pero ellos "no anduvieron por los caminos de él, sino
que se desviaron tras ganancias deshonestas, aceptaron sobornos y pervirtieron
el derecho." (1º. Samuel 8:3- LBLA).
El pueblo desea ahora un rey, "Pero no
agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel
oró a Jehová. Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te
digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no
reine sobre ellos." (1º. Samuel 8: 6, 7). Jehová les da ahora un rey, un
hombre elegido por ellos, Saúl el hijo de Cis. 1º. Samuel 9 a 15 nos presenta
la historia de su designación y su fracaso. Él fracasa en hacer aquello para lo
cual había sido elevado. "Entonces Samuel le dijo: Hoy el SEÑOR ha
arrancado de ti el reino de Israel, y
lo ha dado a un prójimo tuyo que es mejor que tú." (1º. Samuel 15:28 –
LBLA). Dios les da ahora un rey, un hombre de Su propia elección, "David
hijo de Isaí", el que finalmente es establecido en el reino. Después de
él, su hijo Salomón es establecido en el trono del reino, en un momento pleno de
prosperidad y bendición, sin "adversarios, ni mal que temer." (1º.
Reyes 5:4). (Véase 1º. Samuel 16 a 1º. Reyes 10). "Los caballos de Salomón
eran importados de Egipto" (1º. Reyes 10:28 – LBLA), y él tomó para sí
muchas mujeres. Ambas cosas estaban prohibidas expresamente en Deuteronomio 17.
"Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado
de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y le había
mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos; mas él no guardó lo
que le mandó Jehová." (1º. Reyes 11: 9, 10).
Ellos habían fracasado ahora bajo los
profetas, los sacerdotes, y los reyes. Salomón había unido, por un poco de
tiempo, todas estas funciones en su propia persona, sirviendo como un tipo de
Aquel en quien todo será establecido. Nosotros leemos en 2º. Crónicas 9: 3, 4,
cuando la Reina de Sabá vino a Jerusalén, que ella oyó la sabiduría del profeta, y
vio la magnificencia del rey, y la
escalinata por donde el sacerdote
real subía a la casa de Jehová — una tenue sombra del día venidero de la gloria
del reino.
Dios despierta ahora a los adversarios del
reino contra Salomón, declarando por medio de Su profeta que Él le arrancaría
el reino; no obstante Él preservaría aún una tribu para la casa de David, para
que él pudiese tener siempre una lámpara todos los días delante de Él (1º.
Reyes 11). Por lo tanto, cuando Roboam asumió el trono, la mayoría de la nación
se rebeló bajo Jeroboam, el cual estableció un reino separado, y un centro
idolátrico de unidad. Solamente la tribu de Judá fue preservada para la casa de
David.
Desde este momento nosotros nos dedicaremos
a las historias de estas dos divisiones de la nación, bajo los reyes de Israel
y los reyes de Judá. La de los primeros es un relato de maldad sin ningún punto
de redención, hasta que llegamos a 2º. Reyes 17, cuando bajo su último rey,
Oseas, Salmanasar, rey de Asiria subió contra él y llevó a la nación de Israel
cautiva. "En el año nueve de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, y llevó
a Israel cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y
en las ciudades de los medos." (2º. Reyes 17:6). Lea usted el capítulo
entero, el cual presenta el relato de esto. Estas tribus nunca han sido
restauradas.
Seguimos la historia del reino de la casa de
Judá desde el día de Roboam, la cual es otra historia de miseria, fracaso, y
alejamiento de Dios, ocasionalmente aliviada por el reinado de algún rey fiel,
tales como Josías y Ezequías, hasta que la casa de David consumó su culpa en
Acaz. Este rey había erigido el altar de un dios extranjero en la casa de
Jehová, e hizo imágenes fundidas para los Baales, y siguió las abominaciones de
las naciones paganas. (2º. Crónicas 28). Él fue escasamente superado en
iniquidad por Manasés después del reinado de Ezequías. En el reinado de
Sedequías había llegado el momento para que esas palabras conmovedoras y
solemnes fuesen pronunciadas: "Jehová el Dios de sus padres envió
constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía
misericordia de su pueblo y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los
mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas,
hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio."
(2º. Crónicas 36: 15, 16). Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino contra la
ciudad de Jerusalén y la sitió y la tomó, y llevó cautiva la nación a la tierra
de Babilonia, y sacó los ojos al rey y degolló a sus hijos, saqueó la casa de
Jehová, y la quemó y también la casa del rey, dejando unos pocos de los pobres
del pueblo para que fueran viñadores y labradores en la tierra. (2º. Reyes 25).
Ellos habían fracasado bajo los profetas, los sacerdotes, y los reyes, y Dios
pronuncia estas palabras por medio del profeta con respecto a su último rey:
"Y
tú, infame y malvado príncipe de
Israel, cuyo día ha llegado, la hora del castigo final", así
dice el Señor DIOS: "Quítate la tiara y
depón la corona; esto cambiará; lo humilde será ensalzado y lo ensalzado será
humillado. "A ruina, a ruina, a ruina lo
reduciré;
tampoco esto sucederá hasta que venga aquel a quien pertenece el derecho, y a
quien yo se lo daré." (Ezequiel 21:
25-27 - LBLA).
La gloria o presencia de Jehová, que había morado entre ellos desde que
habían sido redimidos de Egipto, sale de su casa. Consulte los capítulos 9 a 11
del profeta Ezequiel. En Ezequiel 9 el profeta ve la gloria del Dios de Israel que
se eleva de encima del querubín, y se para junto al umbral de la Casa: Jehová
señala a los Suyos, los que eran fieles, y entonces ejecuta el juicio. En
Ezequiel 10 la gloria sale desde el umbral, y se pone sobre los querubines que
la iban a llevar lejos. Y en Ezequiel 11, la gloria se eleva de en medio de la
ciudad y se detiene sobre el monte de los Olivos, es decir, sobre el lado
oriental de la ciudad.
Tan pronto como el pueblo se fue a la cautividad, la 'espada' de
gobierno es entregada al rey Gentil, y "los tiempos de los gentiles"
comienzan. "Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado
reino, poder, fuerza y
majestad. Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves
del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo"
(Daniel 2: 37, 38). Israel había sido el siervo de Dios hasta esto (en esta posición,
no obstante haber sido desleal).
Véase Isaías 43:10 — "Vosotros sois… mi siervo que yo escogí." (Véase
asimismo Isaías 41:8; Isaías 42:19; Isaías 44:21). El rey Gentil asume ahora el
lugar de siervo de Jehová, aunque en otro sentido. (Véase Ezequiel 29: 18, 20; Jeremías
25:9, etc.). Durante "los tiempos de los gentiles", Dios asume el
título de "Dios del cielo" tal como vemos a través de todo el libro
de Daniel, el cual trata de estos tiempos. Él había cruzado el Jordán para entrar
a la tierra de Israel, bajo el título de "Señor de toda la tierra"
(Josué 3: 11, 13), y había ejercido Su gobierno desde el centro de Israel.
Habiendo el pueblo demostrado que ellos mismos eran peores que las naciones
paganas de alrededor, testigos absolutamente falsos para el "Señor de toda
la tierra", Dios quita Su presencia de en medio de ellos, y otorga el
gobierno del mundo en las manos del rey Gentil.
Termina así, hablando propiamente, la historia pasada de la nación de
Israel. En el lenguaje de Oseas, "muchos días estarán los hijos de Israel
sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin
terafines." (Oseas 3:4). Y además, "Ponle por nombre Lo-ammi, porque
vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios." (Oseas 1:9).
Sin embargo, nosotros no debemos finalizar nuestra breve panorámica de
la historia pasada de ellos, sin considerar brevemente el regreso del remanente
de parte de Judá y Benjamín al final del cautiverio Babilónico. Nosotros
consultamos Jeremías 25 y encontramos que cuando ellos estaban a punto de ser
enviados a la cautividad en Babilonia, el profeta les dice; "he aquí
enviaré… a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta
tierra y contra sus moradores… Toda esta tierra será puesta en ruinas y en
espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años."
(Jeremías 25: 9-11). Nosotros encontramos en el libro de Ester de qué manera
Dios veló secretamente sobre Su pueblo sin reconocerlos públicamente, o manifestándose
Él mismo a ellos, en la tierra de su cautividad. En Daniel 9 leemos que tan
pronto como habían transcurrido los setenta años del reino de Babilonia, y
Darío el Medo había tomado el reino, "yo, Daniel, pude entender en los
libros el número de los años en que, por palabra del SEÑOR que fue revelada al
profeta Jeremías, debían cumplirse las desolaciones de Jerusalén: setenta años."
(Daniel 9:2 – LBLA). Cuando los setenta años llegaron a su fin, un remanente de
Judá y Benjamín regresó, y se estableció en la tierra (Esdras 1, etc.); ellos
reconstruyeron el templo y levantaron y repararon la ciudad (Nehemías). La
historia de este remanente es conmovedora e impresionante. Se trató, sin
embargo, de un templo vació; ellos no tuvieron la Shekinah (o la gloria de la
presencia de Jehová), ni el arca, ni tampoco el Urim y el Tumim. Ellos no
pretendieron a más de lo que tuvieron, pero hicieron lo que pudieron en las
ruinas de todo lo que estaba alrededor. Esta no fue la restauración nacional tal
como fue prometida por los
profetas; tampoco fue la herencia de la tierra según las promesas a los padres;
solamente un remanente de Judá y Benjamín regresó bajo el permisivo patrocinio de
los que los gobernaban, a los cuales ellos estaban aún sometidos. "He aquí
que hoy somos siervos; henos aquí, siervos en la tierra que diste a nuestros
padres para que comiesen su fruto y su bien. Y se multiplica su fruto para los
reyes que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados, quienes se enseñorean
sobre nuestros cuerpos, y sobre nuestros ganados, conforme a su voluntad, y
estamos en grande angustia." (Nehemías 9: 36, 37). Cuando la restauración
tiene lugar Dios declara, "los haré una
nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por
rey; y nunca más serán dos naciones,
ni nunca más serán divididos en dos reinos." (Ezequiel 37:22). Y además, ellos
"tomarán cautivos a aquellos que los cautivaron a ellos, y tendrán el
dominio de sus opresores." (Isaías 14:2 – VM).
Este remanente de la nación permaneció en la tierra bajo sus opresores
hasta la venida de su Mesías, y Su presentación a ellos; solamente un pequeño
grupo de discípulos adhirió a Él, y Le recibió como el Cristo: la mayoría del
pueblo Le rechazó y escogió
un homicida en Su lugar. Ellos fueron advertidos por Él que había venido en el
nombre de Su Padre y aún así le rechazarían: y que si otro hubiese venido en su
propio nombre, ellos le recibirían (Juan 5). Con Su propio amor bienaventurado,
incansable, Él suplicó y anheló al pueblo, y lloró por él — amado aún por causa
de sus padres, hasta verse obligado a decir, "¡Jerusalén, Jerusalén, que
matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces
quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las
alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo
que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el
nombre del Señor." (Mateo 23: 37-39). La sentencia de la ceguera judicial
y de la dureza de corazón, pronunciada por el profeta setecientos años antes, pero
aplazada con paciencia (Isaías 6: 9, 10), aconteció (Mateo 13; Juan 12). El
padre de familia había enviado a Su Hijo a recibir los frutos de Su viña, y los
labradores dijeron, " Este
es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad. Y tomándole, le
echaron fuera de la viña, y le mataron." (Mateo 21: 33-46). Su amor no fue
desviado ni siquiera por esto; el Espíritu Santo recoge la voz de Jesús en la
cruz, "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas
23:34), por boca de Pedro en Hechos 3, el cual dice, " Mas ahora, hermanos,
sé que por ignorancia
lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes." Arrepiéntanse y
conviértanse y Él regresará incluso ahora (Hechos 3:19). Pero ellos crujieron
los dientes ante Su testigo Esteban, y le apedrearon, y enviaron un mensaje
mediante él tras Jesús, " No
queremos que éste reine sobre nosotros." Con todo, Él persiste en
paciencia hasta el día de Hechos 28, cuando la ejecución final de la sentencia
fue pronunciada por Pablo, "Bien
habló el Espíritu Santo por medio del
profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:
Vé a este pueblo, y
diles:
De oído oiréis, y
no entenderéis;
Y viendo veréis, y
no percibiréis; Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos
oyeron pesadamente,
Y sus ojos han
cerrado,
Para que no vean
con los ojos,
Y oigan con los
oídos,
Y entiendan de
corazón,
Y se conviertan,
Y yo los sane." (Hechos 28: 25-27).
Faltaba solamente que los ejércitos de Tito completasen la sentencia —
"Hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador, y no haya hombre en
las casas, y la tierra esté hecha un desierto; hasta que Jehová haya echado
lejos a los hombres, y multiplicado los lugares abandonados en medio de la
tierra." (Isaías 6: 11, 12).
El gran Profeta había venido a estar en medio de Su pueblo: ellos no Le
oirían. Rechazado, Él se ha ido al cielo para ser un Sacerdote para los que
creen; y cuando Él venga de nuevo como Rey, Él unirá todas estas glorias en Su
propia Persona, y Su reino no tendrá fin! (Lucas 1: 31-33).
F. G. Patterson
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Agosto 2017.-
Título original en inglés: THE WAYS OF GOD, by F.
G. Patterson
Versión Inglesa |
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