LOS CAMINOS DE DIOS
Gobierno, Gracia, y Gloria
Frederick G. Patterson
De la Revista "The Bible Treasury", Vol. 5, 1865-1865
Todas
las citas bíblicas se encierran entre
comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad
Bíblica Iberoamericana, Inc.
JND = Una traducción literal del Antiguo
Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby
(1800-82), traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright
1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de H.
B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY,
Suiza).
Capítulo 1. — El Alcance General de los Tratos de Dios.
Capítulo 2. — La historia Pasada del Pueblo de Israel
Capítulo 3. — Los Tiempos de los Gentiles y Su Juicio.
Capítulo 4. — La vocación de
la Iglesia, y Su Gloria.
Capítulo 5. — La Corrupción de la Cristiandad.
Capítulo 6. — El Juicio de Israel y de las Naciones introductorio del
Reino.
Capítulo 7. — La Gloria, o Reino.
Capítulo 8. — Satanás desatado por un poco de tiempo, el Gran Trono
Blanco, y el Estado Eterno.
Capítulo 9. — Conclusión.
4. — La vocación de la
Iglesia, y Su Gloria.
Nosotros pasamos al Salmo 2 y leemos,
"¿Por qué se amotinan las gentes,
Y los pueblos piensan cosas vanas?
Se levantarán los reyes de la tierra,
Y príncipes consultarán unidos
Contra Jehová y contra su ungido (o, Cristo), diciendo:
Rompamos sus ligaduras,
Y echemos de nosotros sus cuerdas."
Encontramos aquí una confederación entre
Gentiles y el pueblo de Israel, los reyes y gobernantes, para rechazar la
autoridad del Señor y Su Cristo. Pasamos ahora a Hechos 4: 24-26, donde encontramos
este Salmo citado por el Espíritu Santo hasta donde hemos leído, y el
comentario añadido entonces, "Porque verdaderamente se unieron en esta
ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato,
con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo
habían antes determinado que sucediera."
Él fue presentado a Judíos y Gentiles,
gobernantes y reyes y al pueblo, como Rey en Sion, y fue rechazado. El Señor es
representado en este Salmo como riéndose de la impotente ira de ellos. "El
que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos." Pero con
toda su ira y rechazo de Cristo. Dios dice, "Pero yo he puesto mi rey Sobre
Sion, mi santo monte." Ellos no pudieron anular Su propósito.
Ahora bien, si bien se nos asegura que el
total rechazo de Cristo, como Mesías de ellos por parte del pueblo de Israel,
fue en la cruz, cuando ellos dicen, "No tenemos más rey que César"
(Juan 19:15), no obstante, cuando nosotros examinamos las narraciones de los
evangelios encontramos que el espíritu que se mostro a sí mismo en total
hostilidad en la cruz, había sido exhibido de varias maneras, especialmente
entre los gobernantes y principales de la nación, durante el ministerio del
Señor entre ellos. Esto causó que Él, después de declarar la nueva época que
este rechazo introduciría, desee que Sus discípulos no digan más que él era
"el Cristo"; (no se iba a
obtener ningún bien adicional mediante este testimonio al pueblo, es decir,
para Sus derechos como Mesías). Él añade inmediatamente, "Es necesario que
el Hijo del Hombre padezca muchas
cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por
los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día."
Esta última cláusula Él la añade siempre a
la declaración de Su rechazo y Sus padecimientos. Consulte Mateo 16: 20, 21;
Lucas 9: 20-22, pasajes que comunican, no lo dudo, la verdad que estamos a
punto de ver.
Al considerar el Salmo 8 en relación con
otros asuntos, nosotros vimos que hubo un "Hijo del Hombre" a quien
se le otorgó dominio en toda la tierra, dominio que Adán había perdido por
haber pecado. Nosotros vimos que este Hijo del Hombre era el propio Señor
Jesús, tal como Hebreos 2 nos informa, aunque Su herencia será disfrutada en
una época venidera. El Señor toma este título para Sí mismo según ese Salmo,
después de Su rechazo como Rey en Sion según el Salmo 2, tomándolo en
resurrección. Él toma la primacía y la herencia, con su carga de pecado y culpa
sobre ello; y la hereda no solamente por su derecho, sino también por
redención. Él la toma como Heredero-Redentor. Hebreos 2 dice, "pero
todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos… a Jesús,
coronado de gloria y de honra." Los hombres dijeron, "No queremos que
éste reine sobre nosotros" (Lucas 19:14); Dios dijo, "Siéntate a mi
diestra, hasta tanto que yo ponga a tus enemigos debajo de tus pies"
(Mateo 22:44 – VM).
Pasamos a Efesios 1, y encontramos allí que
el Dios de nuestro Señor Jesucristo (considerado aquí como el Hombre exaltado y
glorificado), había resucitado a Cristo de entre los muertos, "sentándole
a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y
poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino
también en el venidero; y sometió todas las cosas
bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre
todas las cosas a la iglesia, la cual
es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo."
Lo encontramos aquí resucitado y sentado en
los lugares celestiales, como el Hombre glorificado, todas las cosas no puestas
aún de manera visible bajo Él, pero Su derecho es declarado; y mientras, como
Heredero expectante, Él está sentado allí, nosotros nos enteramos que está
teniendo lugar una obra de dar vida, de resucitar, y de sentar juntos en Él, el
segundo Adán, en los lugares celestiales, a los coherederos de toda Su gloria
(Efesios 2).
Se trata de una obra que, mientras más
indagamos y meditamos en profundidad y magnificencia, nos humilla hasta el
polvo ante "las abundantes riquezas" de la gracia de Dios. Las
palabras humanas pueden comunicarnos sólo débilmente pensamientos de una obra
que acoja a las Magdalenas, y a los parias, y a los viles, perdidos y
contaminados por medio del pecado, y los coloca en ¡la misma gloria del Hijo de
Dios! No solamente bendiciéndolos por
medio de Él y Su bienaventurada obra en la cruz, sino ¡con Él! Confiriéndoles
toda dignidad, toda gloria, y toda honra,
conferida a Cristo mismo como el ¡Hijo del Hombre, resucitado y exaltado! Y aun
así es una obra en la que Dios es glorificado, y en la cual Él mostrará, en los
siglos venideros a las huestes celestiales, las ¡abundantes riquezas de Su
gracia!
Esto sirve verdaderamente para demoler toda
pretensión del hombre a pensar acerca de estas cosas. Nosotros mismos nos
consideramos, y nos vemos inclinados a hacer la pregunta, «¿Cómo pueden ser
estas cosas?» Pero consideramos a Dios y Su propósito, para la gloria de Su
Hijo; y que nosotros servimos ahora para manifestar a los principados y
potestades en los lugares celestiales y para enseñarles ¡el significado de
"Gracia"! Que podamos nosotros aprender a permanecer en silencio, y
someternos a Él, ¡el cual lleva a efecto todas las cosas!
La Epístola a los Efesios es esa Escritura
que saca a la luz tan plenamente estas cosas. Nosotros encontramos allí el
propósito de Dios y la ejecución de ese propósito: Sus propios consejos y el
puro afecto de Su voluntad revelados; ¡siendo Él mismo la fuente de las bendiciones;
Su Hijo Jesucristo la medida de ellos, nosotros mismos,
muertos por naturaleza en delitos y pecados, los objetos de ellos!
Pero volvamos. Nosotros hemos visto por un
momento la obra que se está llevando a cabo mientras la Cabeza está sentada en
el cielo — dando vida y uniendo los coherederos a Él. Esta es la obra del
Espíritu Santo desde Su descenso en Pentecostés. Se admite ahora libremente que
la regeneración ha sido la misma en todas las épocas y dispensaciones. Desde la
caída del hombre, pecadores han sido vivificados por el Espíritu Santo y
conducidos a tener confianza en las promesas de Dios para salvación mediante un
Redentor venidero, débilmente visto en los tipos y sombras de antaño. No obstante,
los santos fueron vivificados; ellos confiaron, y murieron en la fe, y fueron
salvados. Pero la salvación individual no es la Iglesia de Dios. Todo individuo
de esa Iglesia, sin duda, es un salvado; no obstante, colectivamente, ellos
ocupan un lugar, como veremos, que trasciende todo lo sucedido anteriormente, y
que es peculiar a esta época en que vivimos. Ello estuvo reservado para el día
cuando el Señor Jesús, rechazado, crucificado, muerto, sepultado, resucitado,
ascendió, y se sentó a la diestra de Dios: no solamente como el Hijo eterno de
Dios, sino como un Hombre glorificado, el cual consumó la redención plenamente
en Su propia persona, quitó el pecado mediante el sacrificio de Él mismo,
glorificó a Dios hasta lo sumo en cuanto al pecado, Él mismo sustituyó a Su
pueblo en la cruz, y ha estado sentado así encima de todos los cielos — estuvo
reservado para un momento tal, sacar a la luz este misterio, el cual, por los
siglos ha estado oculto en Dios, — el misterio de "Cristo y de la
iglesia."
La primera mención de esta obra la
encontramos en Mateo 16, donde el Señor declara que Él mismo es el fundamento,
como Hijo del Dios viviente. Él habla de la Iglesia como aquello que había de
venir. Cuando Pedro confesó que él era "el Cristo, el Hijo del Dios
viviente", Él dice, "sobre esta roca edificaré mi iglesia." (Mateo 16: 13-18).
El apóstol aprendió
después el significado verdadero del fundamento declarado aquí, cuando él dice
por el Espíritu, "viniendo a El como a una piedra viva… también vosotros,
como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual", etc. (1ª. Pedro
2: 4, 5 – LBLA). Esto, sin embargo, es por cierto en cuanto al ministerio de
Pablo, y a él solo, es confiada la revelación del misterio de Cristo y de Su
cuerpo. El propio Señor no lo revela. Él tuvo discípulos aquí durante Su
ministerio, pero no discípulos reunidos en un cuerpo y unidos por el Espíritu
Santo a un Hombre glorificado en el cielo.
En los días del Judaísmo era una cosa abominable
para un hombre que era Judío tener cualquier trato con los de cualquier otra
nación. Él estaba separado de entre las demás naciones en la tierra para Dios.
"A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la
tierra", dice Dios, por medio de Su profeta, a ese pueblo. (Amós 3:2).
Cuando nosotros nos acercamos a contemplar
la vida y el ministerio de Señor aquí en la tierra, encontramos que Él rebasó
constantemente la pared intermedia de separación que rodeaba el enclave Judío,
en el flujo de Su bendita gracia a los que no tenían relación alguna con Dios,
incluso de una manera exterior. Vean la mujer de Canaán en Mateo 15, y la mujer
de Samaria en Juan 4. Él "vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar
la verdad de Dios, para confirmar las
promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su
misericordia." (Romanos 15: 8, 9).
No obstante, la pared intermedia de
separación no fue destruida realmente hasta la cruz, con independencia de lo
que las acciones de nuestro Señor puedan haber mostrado lo que estaba por
suceder. Nosotros encontramos la posición de Judíos y Gentiles contrastada de
manera contundente en las Escrituras siguientes:
"que son israelitas, de los cuales son
la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las
promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino
Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén."
(Romanos 9: 4, 5).
Y además,
"Por tanto, acordaos de que en otro
tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados
incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel
tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los
pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo." (Efesios 2:
11, 12).
Nosotros encontramos en esta epístola que el
apóstol habla en el primer capítulo del propósito y consejos de Dios y la
redención de Su pueblo, siendo esto último una cosa consumada; añadiendo Su
propósito adicional que va a ser ejecutado en la dispensación del cumplimiento
de los tiempos, cuando todas las cosas, tanto las que están en los cielos, como
las que están en la tierra, habrán sido reunidas bajo Su primacía; y cuando los
que creen han obtenido una herencia con Él y en Él en estas cosas. Él continúa
para mostrar que la Cabeza, la cual había estado en la muerte (él Le ve así
solamente) está viva nuevamente, resucitada y glorificada, Cabeza de todo principado,
etc., establecido en aquel entonces como Cabeza "sobre todas las cosas,
con respecto a su Iglesia" (Efesios 1:22 – VM), la cual es Su cuerpo.
En el segundo capítulo él ve, tanto a Judíos
como a Gentiles, muertos en delitos y pecados, como hijos del primer Adán. En
Efesios 2: 1, 2, él afirma lo que los Gentiles eran, y después él se vuelve a
los favorecidos Judíos y escribe, "entre los cuales también todos nosotros…
éramos por naturaleza
hijos de ira, lo mismo que los demás." (Efesios 2:3). Esta era la posición
tanto de los Judíos como de los Gentiles por naturaleza. Seguimos adelante y
encontramos que Cristo "de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared
intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los
mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un
solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a
ambos en un solo cuerpo, matando en ella
las enemistades." (Efesios 2: 14-16).
Pudo haber, y la hubo, salvación para
individuos, como hemos visto, antes de la cruz, y por la virtud de lo que
Cristo llevaría a cabo allí; pero la cruz es el fundamento de esta unidad de
Judíos y Gentiles en un cuerpo. "Y vino y anunció las buenas nuevas de paz
a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de
él los unos y los otros (Judíos y Gentiles) tenemos entrada por un mismo Espíritu
al Padre."
(Efesios 2: 17, 18).Nosotros nos enteramos aquí del poder de esta unidad, de la
cual la cruz fue la base. El Espíritu Santo es, entonces, el poder mediante el
cual esta unidad está formada.
Ahora bien, se admite libremente que todo lo
bueno, y de Dios, que alguna vez ha sido hecho en este mundo, fue por medio del
Espíritu Santo. Pero, queridos amigos, fue reservado para ese día cuando el
pueblo de Dios, por la virtud de una redención consumada, tuvieron sus
conciencias tan perfectamente purificadas, que Dios pudo venir y habitar por el
Espíritu Santo el cuerpo del creyente; y que el Espíritu Santo pudo ser dado de
esta manera, como en esta época, desde el día de Pentecostés.
Nosotros no encontramos. Incluso en la
experiencia de un David, la posesión de una conciencia purificada. Fue mostrada
y disfrutada la más bienaventurada y perfecta confianza en Dios. Pero jamás una
conciencia purificada. Eso estuvo reservado hasta que la cruz hizo posible que
se disfrutara de ello.
Leemos en Juan 14 acerca del Señor, antes
que Él se marchase, prometiendo a Sus discípulos el Espíritu Santo, como
Consolador. Él dice, "Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador (Él
había sido eso cuando estuvo con ellos), para que esté con vosotros para
siempre… [Él] estará en vosotros." "En aquel día (cuando Él venga),
vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en
vosotros." Esto era el conocimiento y la experiencia que la presencia
personal del Espíritu Santo comunicaría.
En Juan 7: 37-39 nos enteramos que Su
presencia de esta forma fue una cosa nueva, y que si bien hubo creyentes antes
de Su descenso, sin embargo, fue a creyentes, como tales, los cuales habían
sido constituidos creyentes por medio de Su poder vivificador, que el Espíritu
Santo iba a ser concedido. "En el último y gran día de la fiesta, Jesús se
puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El
que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua
viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues
aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún
glorificado."
Nosotros encontramos un ejemplo de esto en
Hechos 19. Mucho tiempo después de la dación del Espíritu Santo en Pentecostés,
hallamos a Pablo encontrando ciertos discípulos en Éfeso. Él pregunta,
"¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando
creísteis?"
Ellos responden,
"Ni siquiera hemos oído si hay [*]
Espíritu Santo." (Compárese con Juan 7:39, donde la palabra
"dado" no tiene por qué estar allí).
Él pregunta nuevamente,
"¿En qué, pues, fuisteis bautizados?"
Ellos contestan,
"En el bautismo de Juan.
"Pablo dijo entonces, "Juan
bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en
aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo."
[*] N. del T.: Una traducción más precisa está en
las versiones JND, y BTX: "Esto dijo acerca del Espíritu que iban a
recibir los que creyeran en Él, porque todavía no había Espíritu, pues Jesús no
había sido aún glorificado."
Él encontró aquí una compañía de discípulos, creyentes en la medida de
lo que habían oído, pero que no habían recibido aún el Espíritu Santo. Lejos
del centro de la dación del Espíritu en Pentecostés, ellos no habían oído aún
si Él había venido, ni siquiera habían "oído si hay Espíritu Santo."
Nuestra Biblia Inglesa es defectuosa aquí y podría conducir a conclusiones
erróneas. Tan pronto "oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del
Señor Jesús. Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu
Santo." (Hechos 19:6).
Lo que se pretende es mostrar que, el gran rasgo diferenciador entre el
estado del creyente individual en la época de la presencia del Espíritu Santo,
y el santo en la dispensación pasada, es que él recibe ahora el Espíritu Santo
para morar en Él; que, "en el Espíritu" es el estado adecuado de esta
existencia como Cristiano, y el eslabón que lo une con Cristo resucitado. Las
bendiciones corporativas las veremos de nuevo.
En la instancia citada en Hechos 19 hubo la imposición de las manos del apóstol;
pero, indudablemente, Dios nos estaba mostrando que hay una cosa doble — dar
vida y la morada del Espíritu, lo último perteneciendo especialmente a la
época actual.
El hecho de no entender esto es en gran parte la razón para el bajo
estado de un gran número de hijos de Dios. Ellos piensan que el Cristianismo es
una especie de Judaísmo espiritualizado, y que los santos son lo mismo ahora
que antes del descenso del Espíritu Santo, en cuanto al estado de ellos.
Por consiguiente, usted tiene en labios de muchos de ellos la oración de
David — "no quites de mí tu santo Espíritu" (Salmo 51:11); mientras
otros están orando siempre para que el Espíritu Santo sea derramado sobre
ellos. Ahora bien, el santo con menos entendimiento que ha sido enseñado en el Cristianismo,
como tal, no podría usar semejantes
oraciones. Él sabe que él recibe el Espíritu ahora, tal como él recibe vida eterna,
por fe, y como
consecuencia de la redención (Efesios 1:13). Tal como el apóstol pregunta a los
Gálatas, los cuales se estaban colocando bajo la ley, "¿Recibisteis el
Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?" Y por otra parte,
"a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu."
(Gálatas 3). Un Cristiano puede, indudablemente, y es triste decirlo, por su
infidelidad, contristar realmente mucho (entristecer) al Espíritu Santo, tanto
como para casi pensar que él nunca tuvo el Espíritu Santo en absoluto; pero él
no podría, con el mínimo conocimiento del Cristianismo, decir, "no quites
de mí tu santo Espíritu." En Romanos 8 el Espíritu es el principio de
nuestra relación con Dios; Él constituye el vínculo entre el creyente y Cristo;
y la vida Cristiana es esto solamente (vida en el Espíritu), la cual depende de
que la redención fue consumada.
Este es un hecho que se asume que es el caso en toda la enseñanza
apostólica a la Iglesia. En Efesios 1:14 Él es dado como el sello de redención
y las arras (garantía) de la herencia que está aún por ser disfrutada, hasta su
redención de la mano del enemigo, habiendo sido pagado ya el precio de su
adquisición.
En ninguna epístola las glorias oficiales del Espíritu Santo son traídas
ante nosotros más plenamente que en esta, lo cual revela la vocación,
(llamamiento) celestial de la Iglesia de Dios. En Efesios 1:14, Él es el sello
de la redención. En Efesios 2:18, Él es el medio de entrada de Judíos y
Gentiles, constituidos en un cuerpo, al Padre por medio de Jesucristo. En
Efesios 2:22, Dios mora en la asamblea en la tierra por medio de Su Espíritu.
En Efesios 3:16, el Espíritu Santo fortalece a los santos en el hombre
interior, habilitándolos para echar mano y disfrutar de su posición y rango. En
Efesios 4, los preceptos se fundamentan sobre doctrinas; al santo se le dice
que no entristezca (contriste) al Espíritu Santo de Dios, con el cual él fue
sellado para el día de la redención. En Efesios 5 se le dice que sea lleno del
Espíritu. En Efesios 6, el Espíritu Santo es el poder de la contienda en las
regiones celestiales, y su oración ha de ser "en el Espíritu."
Multiplicar ejemplos sería innecesario.
Habiendo sido establecido esto, vamos a indagar ahora esas Escrituras
que hablan del cuerpo y de la unidad del Espíritu. Nosotros vimos que el Señor
habla de la Iglesia como una cosa futura durante Su ministerio aquí. Él tuvo
discípulos aquí, pero no discípulos reunidos en un cuerpo, constituyendo la
"plenitud" de un Hombre glorificado en el cielo, por el poder del Espíritu,
uniéndolos en uno. Eso, y sólo eso, es la Iglesia de Dios. Fue reservado para
el ministerio del Apóstol Pablo sacar a luz esta verdad central de la Iglesia.
Él nos dice que recibió esta verdad "por revelación", y, por
lo tanto, no de otros.
Tras el rechazo del Señor y el descenso del Espíritu Santo en
Pentecostés, nosotros encontramos a la Iglesia reunida en Jerusalén, y
compuesta principalmente de Judíos, ofreciendo un maravilloso espectáculo al
mundo alrededor, unidos en un corazón y alma, una morada de Dios por el
Espíritu Santo. El Señor persistió en Su amor paciente, sobre Su pueblo amado,
aunque marginado ahora, para ver si siquiera el testimonio del Espíritu Santo
rendido a un Cristo resucitado y glorificado tocaría sus corazones. La
enemistad de los Judíos y los líderes religiosos de la nación aumentaba a cada
hora, hasta que llegó a su apogeo, cuando el Sanedrín (el gran consejo de la
nación) crujió los dientes contra el testimonio del Espíritu Santo rendido a un
Cristo resucitado y exaltado, en la persona de Esteban, el cual, lleno del
Espíritu Santo, ve los cielos abiertos, y, apedreado por sus asesinos, es
recibido por el "Hijo del hombre, puesto en pie, a la diestra de Dios."
(Hechos 7:56 – VM). La Iglesia en Jerusalén se divide en cuanto a su
manifestación exterior, y se dispersa. Saulo de Tarso, el joven a cuyos pies las
ropas de los homicidas fueron depositadas véase Hechos 22:20), durante su viaje
a Damasco con la comisión del sumo sacerdote en su túnica y el propósito en su
corazón de barrer de la tierra, por así decirlo, si ello era posible, el nombre
mismo de Jesús, es derribado al medio día con la visión de Jesús glorificado y
exaltado. Él oye la maravillosa verdad, proclamada ahora por primera vez, de
que los pobres Cristianos perseguidos en la tierra eran miembros del cuerpo de
Cristo. "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?... Yo soy Jesús, a quien tú
persigues" (Hechos 9: 4, 5). Él se levanta y en seguida predica acerca de
Jesús de que Él es "el Hijo de Dios." (Hechos 9:20).
Habiendo transcurrido el corto período de su manifestación terrenal en
Jerusalén, la Iglesia asume plenamente, a partir de ese momento, su posición
celestial en la mente del Espíritu. Mientras está en la tierra, dondequiera
esté representada localmente por santos reunidos al nombre de Jesús, por el
poder del Espíritu Santo (Mateo 18:20). Ella es el tabernáculo (la morada) de
Dios en el Espíritu. (Efesios 2:22).
Al Apóstol Pablo le es encomendado el testimonio del misterio, oculto desde
la eternidad en Dios, pero que es
revelado ahora. Él nos dice que lo recibió por revelación (Efesios 3:3).
Mencionaremos brevemente algo del testimonio dado por él en cuanto a esto.
Estando la Epístola a los Romanos limitada principalmente a la revelación del
Cristianismo, y a la relación individual del santo con Dios y Su sabiduría
dispensacional en Sus tratos con los Judíos, se hace una muy breve referencia
al asunto en Romanos 12: 4, 5. Él escribe, "Pues así como en un cuerpo
tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así
nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente
miembros los unos de los otros." (Romanos 12: 4, 5 – LBLA).
En 1ª. Corintios 12: 12-27, este asunto es sacado a relucir más
plenamente. La mera lectura del pasaje debería ser suficiente: "Porque así
como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del
cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un
solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean
esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu",
etc.
Nada puede ser más evidente para la mente sujeta a la Escritura. El
Espíritu Santo es el centro y el poder vivo de la unidad del cuerpo. Los
Cristianos son "miembros de Cristo" (1ª. Corintios 6:15), "
e individualmente miembros los unos
de los otros." (Romanos 12:5 – LBLA).
¡De qué manera esto invalida las ideas de los hombres, los cuales
hablan acerca de ser miembros de tal o cual (así llamada) iglesia o asociación
religiosa! Esta es la única unidad que el Cristiano está obligado a reconocer y
admitir, y a esforzarse con todo su corazón a observar, y a testimoniar la
unidad que ha sido hecha por el Espíritu Santo, constituyendo a cada Cristiano
como un miembro del 'un cuerpo', y reuniéndolos para estar sometidos a Cristo
como Señor. El Espíritu Santo es, podemos decirlo así, la vida que anima el
todo, morando no solamente en el creyente individual, sino en el cuerpo
colectivamente. Y cuando los santos son reunidos así, admitiendo esta unidad, y
sólo esta, ellos forman la esfera para la manifestación de Su presencia, en el
ministerio de la Palabra, "repartiendo a cada uno en particular como él
quiere" (1ª. Corintios 12:11); ocupando y usando, según Su divino agrado,
a aquellos que han sido dotados y puestos en la Iglesia para hacer crecer y
para la edificación del cuerpo, y para perfeccionar a los santos. "Dios ha
colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó." (1ª.
Corintios 12:18). De manera que Cristo,
"CUANDO ASCENDIÓ A LO ALTO, LLEVO CAUTIVA UNA HUESTE DE CAUTIVOS,
Y DIO DONES A LOS HOMBRES… El
dio a algunos el ser apóstoles, a
otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de
capacitar a los santos para la obra del ministerio", etc.
(Efesios 4:8; Efesios 4: 11, 12 – LBLA).
La asamblea es en la tierra, por
lo tanto, el tabernáculo (la morada) de Dios en el Espíritu. "¿No sabéis
que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" (1ª.
Corintios 3:16). Además, en Efesios 2:22, "en quien vosotros también sois
juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu."
Nosotros estamos considerando
ahora, obviamente, esas Escrituras que ven a la asamblea aquí en la tierra;
otras, tal como hemos visto, la ven como el cuerpo del Hombre resucitado en el
cielo. Ambas visiones son verdaderas. Efesios 1 habla de lo último, el capítulo
2 de lo primero.
Siendo esa la vocación (el
llamamiento) de los santos, el apóstol fundamenta sobre ello sus exhortaciones,
en Efesios 4: 1-6. El coloca sus privilegios ante ellos en primer lugar y
entonces considera la responsabilidad de ellos.
"Por esta causa, yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por amor
de vosotros los gentiles… os ruego que viváis de una manera
digna de la vocación con que habéis
sido llamados… esforzándoos
por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu…
un solo Señor"
(Efesios 3:1; Efesios 4: 1-6 – LBLA).
Nosotros hemos omitido
deliberadamente la integridad del capítulo 3 desde el versículo 2 hasta la
mitad del versículo 1 del capítulo 4; dado que el lector puede notar en su
Biblia que este pasaje entero es un paréntesis.
Esta es entonces la Iglesia de
Dios — esta es la unidad que somos exhortados a preservar (guardar): no a hacer
nosotros mismos la unidad, o
escoger una de las muchas facciones que existen alrededor que mejor se adecúe a
nuestra educación, pensamientos, sentimientos, circunstancias, etc., sino a
esforzarnos, con corazones sometidos a Jesús como Señor, por preservar una
unidad que ha sido formada por el Espíritu Santo desde el día de Pentecostés —
el cuerpo de Cristo {de hecho, la unidad del Espíritu}.
Nosotros tenemos en el mismo
capítulo (Efesios 4), el cuidado de Cristo por Su cuerpo. "CUANDO ASCENDIÓ
A LO ALTO, LLEVO CAUTIVA UNA HUESTE DE CAUTIVOS." (Efesios 4:8 – LBLA). Él
entró en el dominio de Satanás y ató al hombre fuerte; pero antes que Él exhiba
los resultados de Su victoria entre los hombres, en la bendición de la tierra
milenial, Él lo hace en Su cuerpo, concediendo dones a los hombres para dejar
en libertad a aquellos cautivos bajo Satanás, y la edificación de los que han
sido libertados, "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura
de la plenitud de Cristo." (Efesios 4:13).
Cuando esa plenitud sea
alcanzada, el complemento del cuerpo para su Cabeza, será tomado para ser unido
efectivamente a la Cabeza en el cielo. Entonces vendrá la resurrección de los
santos que duermen, y su traslado con los santos que viven, cuando todos serán
tomados para ir al encuentro del Señor en el aire. (1ª. Tesalonicenses 4:
13-18).
Las Escrituras están repletas de
esta verdad bienaventurada de la Iglesia. En las epístola más temprana (1ª.
Tesalonicenses) encontramos que, con independencia de la manera poco
inteligente con que pueda haber sido entendido, los santos se han convertido
para esta esperanza bienaventurada. "Os volvisteis de los ídolos a
Dios, para servir al Dios vivo y
verdadero, y para esperar a su Hijo,
cuando venga de los cielos." (1ª.
Tesalonicenses 1: 9, 10 – VM).
Esa fue la esperanza puesta ante
los entristecidos discípulos, mientras miraban fijamente al cielo en pos de la
forma del Señor que desaparecía, en Hechos 1, a saber, que Él "así vendrá
del mismo modo que le habéis visto ir al cielo." (Hechos 1:11 – VM). A los
Corintios nada les faltaba en ningún don, "esperando ansiosamente la
revelación de nuestro Señor Jesucristo" (1ª. Corintios 1:7 – VM). En
Efesios, los santos son contemplados como estando sentados ya en los lugares
celestiales en Cristo, esperando allí la reunión de todas las cosas en la
dispensación del cumplimiento de los tiempos. (Efesios 1). La bendición
(Efesios 1:3), la posición (Efesios 2:6), el testimonio (Efesios 3:10), y el
conflicto de ellos (Efesios 6:12), todo esto es en los lugares celestiales. En
Filipenses 3: 20, 21, la ciudadanía de los santos está en los cielos, de donde
también esperan "al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el
cuerpo de la humillación nuestra, etc." En Colosenses 3:4, la vida de los
santos está tan estrechamente ligada con la de Cristo, que cuando Él sea
manifestado a este mundo, ellos serán manifestados con Él. En Tesalonicenses,
la epístola completa se ocupa de esta esperanza. En 1ª. Tesalonicenses 1, esta
esperanza estaba relacionada con la conversión de ellos; en 1ª. Tesalonicenses
2, con los trabajos del siervo de Cristo; en 1ª. Tesalonicenses 3, con la
justicia y la santidad prácticas; en 1ª. Tesalonicenses 4, todo el asunto y la
manera de su cumplimiento son detallados. 1ª. Tesalonicenses 5 muestra el método
del apóstol
para la santificación práctica de ellos, y la preservación de ellos irreprensibles
para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 2ª. Tesalonicenses coloca la
esperanza correctamente en las mentes de los santos, los cuales habían sido
inquietados mediante la recepción de una epístola espuria; y distingue la
venida del Señor a buscar a Sus
santos y la reunión de ellos con Él
(la correcta esperanza de ellos), de Su manifestación en juicio al mundo, en la
cual nosotros sabemos,
de otras Escrituras, Él es acompañado por
ellos.
Yo me abstengo de citar otras
Escrituras sobre este tema. Casi llega a ser triste verse obligado a enfatizar
una esperanza tan bienaventurada sobre los corazones del pueblo del Señor — una
esperanza de la cual las Escrituras del Nuevo Testamento están tan llenas. Es
triste decir que ha sido necesario hacerlo, Incluso el pueblo de Dios se ha
embebido tanto del siervo malo y de mente mundana, el cual dijo en su corazón,
"Mi señor tarda en venir" (Mateo 24:48), y de los burladores de los
últimos días que dicen, "¿Dónde está la promesa de su advenimiento?"
(2ª. Pedro 3:4).
Al considerar el primer asunto —
"El
propósito general de Dios" — nosotros nos referimos a los lugares en el
Nuevo Testamento donde el Salmo 8 estaba citado. El primer lugar fue Hebreos 2,
cuando el "Hijo del Hombre" a quien todo el dominio fue dado, es
visto en el cielo, "coronado de gloria y de honra", pero todavía
todas las cosas no Le están sujetas — la primacía va a ser disfrutada en la
tierra habitable que está por venir. El segundo lugar fue Efesios 1 y 2, cuando
el cuerpo estaba siendo preparado para la Cabeza glorificada. Queda el tercero
que va a ser citado nuevamente. "Porque todas las cosas las sujetó debajo
de sus pies. (1ª. Corintios 15:27). Esto se cumplirá, tal como el capítulo
muestra, en el día cuando las Escrituras de Isaías 24-26 se cumplan, en el día
de la primera resurrección.
"He aquí, os digo un
misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento,
en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la
trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de
incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible
se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad,
entonces se cumplirá la palabra que
está escrita: Sorbida es la muerte en victoria." (Isaías 25:8; 1ª.
Corintios 15: 51-55).
Todo el capítulo 15 de 1ª.
Corintios trata acerca de esta resurrección, de la cual Cristo fue las
primicias, es una resurrección en poder y gloria. "Se siembra en deshonra,
resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder." (1ª.
Corintios 15:43). En el capítulo no hay pensamiento alguno acerca de la
resurrección de los inicuos. Nosotros hemos considerado anteriormente y de
manera breve que, en aquel tiempo, la restauración de la nación de Israel
tendrá lugar — el velo será quitado de todas las naciones. Y habrá un período
de juicio universal de los poderes en la tierra, y en las regiones celestes, introductorio
del reino en Sion, y de la tierra renovada, la cual heredarán los santos de la
primera resurrección, y reinarán sobre ella en los lugares celestiales como
coherederos con Cristo.
En síntesis, se trata del
tiempo
"de la restauración de todas
las cosas." (Hechos 3:21). Este período de juicio universal es idéntico,
como podemos ver, con aquel del cual se habló al considerar "los tiempos
de los Gentiles", y su juicio.
F. G. Patterson
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Septiembre
2017.-