LOS CAMINOS DE DIOS
Gobierno, Gracia, y Gloria
Frederick G. Patterson
De la Revista "The Bible Treasury", Vol. 5, 1865-1865
Todas
las citas bíblicas se encierran entre
comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright
1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada
en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano)
RVR1977 = Versión Reina-Valera Revisión 1977
(Publicada por Editorial Clie).
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de
H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY,
Suiza).
Capítulo 1. — El Alcance General de los Tratos de Dios.
Capítulo 2. — La historia Pasada del Pueblo de Israel
Capítulo 3. — Los Tiempos de los Gentiles y Su Juicio.
Capítulo 4. — La vocación de la Iglesia, y Su Gloria.
Capítulo 5. — La Corrupción de la Cristiandad.
Capítulo 6. — El Juicio de
Israel y de las Naciones introductorio del Reino.
Capítulo 7. — La Gloria, o Reino.
Capítulo 8. — Satanás desatado por un poco de tiempo, el Gran Trono
Blanco, y el Estado Eterno.
Capítulo 9. — Conclusión.
Capítulo 6. — El Juicio de
Israel y de las Naciones introductorio del Reino.
En el tema de apertura de nuestras consideraciones de los caminos de
Dios, nosotros mencionamos que las Escrituras proféticas se ocupan de los
acontecimientos terrenales, e incluyen cinco grandes y distintivos asuntos,
algunos de los cuales, si no todos, son encontrados a menudo agrupados en la
misma profecía.
Nosotros nos ocuparemos especialmente ahora con el cuarto de estos asuntos
— la crisis, o corto período de juicio que limpia el mundo de todas las cosas que
transgreden, y de los que hacen iniquidad, preparatorio del establecimiento del
reino — "la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para
probar a los que moran sobre la tierra" (Apocalipsis 3:10); "tiempo
de angustia para Jacob; pero de ella será librado." (Jeremías 30:7). La
nación de Israel es muy prominente durante este período, y es el sujeto del
juicio, en el cual los Gentiles son partícipes. Los testimonios de la Escritura
son muy completos acerca de este asunto; y para ayudar que se aclaren en
nuestras mentes, yo los he clasificado en tres puntos, de la siguiente forma:
1. Las promesas de restauración hechas a Israel, después del fracaso de
ellos, y en la perspectiva de ello, además de las promesas incondicionales
hechas a los padres, las cuales se cumplirán para un remanente de la nación, el
cual será establecido en el reino bajo Cristo en la tierra.
2. El testimonio de la Escritura de que Israel sería dejada a un lado
por un largo período intemporal, conocido sólo para Dios, y de que es acogida
nuevamente para ser restaurada.
3. Que cuando este período intemporal se habrá agotado, la nación será
restaurada mediante juicio, el cual
no cae solamente sobre los apóstatas entre ellos, librando un remanente, sino
que un juicio universal sobre las naciones del mundo también, cuando la tierra
estará llena del conocimiento del SEÑOR como las aguas cubren el mar (Isaías
11:9 - LBLA).
1. En cuanto al
primer punto, acudiremos a
Levítico 26, donde encontramos el resultado puesto ante Israel, con
posterioridad a su observancia de las condiciones que habían aceptado como términos
de su relación con Dios, y la retención de sus bendiciones en su tierra y la alternativa
en caso del incumplimiento de esos términos — "Si anduviereis en mis
decretos… yo daré vuestra lluvia en su
tiempo, etc." (Levítico 26:3-13); "Pero si no me oyereis… yo
también haré con vosotros esto, etc. " (Levítico 26: 14-39). Esto continúa,
asumiendo que lo último sería el caso, hasta que las ciudades son hechas
desiertas, y la tierra de ellos y sus santuarios son asolados, y la nación es
esparcida entre los paganos, en tierra de sus enemigos; y entonces, incluso
cuando estando ellos en tierra de sus enemigos, Dios dice,
"Yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos,
invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios. Antes me acordaré
de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los
ojos de las naciones, para ser su Dios." (Levítico 26: 44, 45).
Jehová vuelve entonces a Sus
promesas incondicionales hechas a los
antepasados de ellos, después que ellos mismos se han destruido: y estando
ellos en tierra de sus enemigos, Él no los olvida, ni los arroja totalmente
lejos.
"Si ellos confiesan
su iniquidad y la iniquidad de sus padres… también por la hostilidad con que me
han resistido... [entonces] yo me
acordaré de mi pacto con Jacob, y me acordaré de mi pacto con Isaac y de mi
pacto con Abraham; y me acordaré de la tierra." (Levítico 26: 40-42 –
RVA).
Lea ahora Deuteronomio 30: 1-10:
"Sucederá que cuando te hayan sobrevenido todas estas cosas, la
bendición y la maldición que he puesto delante de ti, si consideras en tu
corazón, en medio de todas las naciones donde Jehovah tu Dios te haya
dispersado… entonces Jehovah tu Dios
también te restaurará de tu cautividad. El tendrá misericordia de ti y volverá
a reunirte de todos los pueblos a donde Jehovah tu Dios te haya dispersado… Y
te hará regresar Jehovah tu Dios a la tierra que tus padres tomaron en
posesión, y tú la poseerás. El te hará bien y te multiplicará más que a tus
padres, etc." (Deuteronomio 30: 1-10 – RVA).
Esto no es tan sorprendente como Levítico 26, donde las promesas a los
padres son mencionadas. Deuteronomio es más el principio de la aceptación de ellos
como una nación después del fracaso, y cuando el nombre
"Lo-ammi" ("no es mi pueblo" – Oseas 1:9) había sido
escrito sobre ellos. Ello establece también el principio de la aceptación de
ellos entretanto como individuos por
medio del evangelio, y la justicia por medio de la fe. Véase el uso de ello hecho
por el Apóstol Pablo de Romanos 10: 11-14.
Hay otras promesas en la perspectiva de la restauración de ellos,
especialmente la de la casa de David, a cumplirse en Cristo. En 1º. Crónicas
17: 11-14 nosotros leemos,
"Y sucederá que cuando
se cumplan tus días para que
vayas a estar con tus padres, levantaré a uno de tus
descendientes después de ti, que será de tus hijos; y estableceré su reino. El me edificará una
casa, y yo estableceré su trono para siempre. Yo seré padre para él y él será hijo para
mí; y no quitaré de él mi misericordia, como la quité de aquel que estaba antes
de ti. Sino
que lo confirmaré en mi casa y en mi reino para siempre, y su trono será
establecido para siempre" (1º. Crónicas 17: 11-14
– LBLA).
Este pasaje es aplicado a Cristo en Hebreos 1:5.
Nosotros encontramos las promesas a los padres mencionadas en vista de
la plena liberación de ellos en el final. Véase Miqueas 7: 19, 20. El profeta
expresa la adoración de su corazón al contemplar la bondad de Dios en la
liberación de ellos; él dice,
"El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras
iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. Cumplirás
la verdad a Jacob, y a Abraham la
misericordia, que juraste a nuestros
padres desde tiempos antiguos."
Nosotros debemos recordar siempre que si Dios llegase a fallar en
cumplir esas promesas terrenales a Abraham, nosotros no tenemos razón alguna
para suponer que Él no fallaría también en Sus promesas espirituales a él, que
llegan a nosotros más adelante. Consulte Gálatas 3: 6-14. Nosotros sabemos que
no puede fallar jamás.
Además, cuando Cristo vino, "(según [Él] habló a nuestros padres) a
Abraham y a su simiente para siempre." (Lucas 1: 54, 55 – VM). En los
versículos 69-74 del mismo capítulo, cuando ambas promesas, a los padres y a la
casa de David, son recordadas,
"ha levantado un cuerno
de salvación en la casa de
David… para
mostrar misericordia a nuestros padres, y para recordar su santo pacto, el juramento que
hizo a nuestro padre Abraham." (Lucas 54: 69-74 – LBLA).
Es casi innecesario decir que las bendiciones terrenales fueron
aplazadas, debido al rechazo de Cristo por parte de la nación.
Pasamos ahora a Isaías 49. Encontramos que Israel, habiendo fracasado
como siervo de Dios, es dejado a un lado, y Cristo es presentado como el Siervo
verdadero; y aun así Él dice, "Por demás he trabajado, en vano";
porque sabemos que Israel Le rechazó. La respuesta de Dios viene en el
versículo 5, etc. Fue poca cosa levantar las tribus de Israel, pero Él debe ser
exaltado y dado como luz para los Gentiles. En el versículo 8, Él es dado por
pacto al pueblo para librarlos al final. El lenguaje de la profecía es muy
hermoso.
"¡Cantad, oh cielos, y alégrate, oh tierra; y romped en alabanzas,
oh montañas: porque Jehová ha consolado a su pueblo, y tendrá compasión de sus
afligidos!" (Isaías 49:13 – VM).
Sion, aparentemente abandonada, aprende entonces que la fidelidad de
Jehová es mayor que la de una madre para con su hijo que mama.
"¿Se olvidará acaso la mujer de su niño mamante, de modo que no
tenga compasión del hijo de sus entrañas? ¡Aun las tales le pueden olvidar; mas
no me olvidaré yo de ti! He aquí
que sobre las palmas de mis manos
te traigo esculpida; tus muros están perpetuamente delante de mí." (Isaías
49: 15, 16 – VM).
Sus hijos se apresuran a venir, y los que la asuelan saldrán de ella.
"Tus hijos se apresurarán
a venir, tus
destruidores y los que te asuelan saldrán de ti." (Isaías 49:17 –
VM).
"¡Alza tus ojos, mira
al rededor, y ve; todos
ellos (el remanente del pueblo
restaurado y reunido) se congregan
y vienen a ti! ¡Vivo yo! dice
Jehová, que de todos ellos te arroparás como de adorno. y te los ceñirás como se
ciñe una novia.
Porque en cuanto a tus desiertos
y tus lugares asolados, y tu tierra
dejada en ruinas, ésta será entonces demasiado estrecha los habitantes;
y los que te devoraban estarán ya muy lejos. Los hijos de tu estado desamparado dirán en
tus oídos: ¡el lugar es demasiado estrecho para mí! ¡dame campo, para que yo
pueda habitar! Entonces
dirás en tu corazón: ¿Quién dio a luz éstos para mí? y yo había sido privada de
hijos y estéril, cautiva y errante; éstos pues ¿quién los ha criado? He aquí,
yo fui dejada solitaria; éstos ¿dónde han estado? Así dice Jehová el Señor: He aquí que yo
alzaré mi mano a las naciones, y levantaré mi bandera a los pueblos; y ellos
traerán a tus hijos en sus brazos, y tus hijas sobre sus hombros serán
llevadas. Y reyes
serán tus padres adoptivos, y sus reinas tus amas de leche; rostro a tierra, tus
enemigos se inclinarán ante ti, y lamerán el polvo de tus pies; y tú
conocerás que yo soy Jehová; pues no serán avergonzados los que me esperan."
(Isaías 49: 18-23 – VM).
El pensamiento acerca de aplicar esto a la Iglesia es casi tan excesivo
que no necesita un comentario. ¿Cuándo dice la Iglesia alguna vez, «¡Me ha
abandonado Jehová, y el Señor se ha olvidado de mí!" (Isaías 49:14 – VM)»,
y eso en el mismo momento cuando la bendición es completa?
En Romanos 11 el Apóstol Pablo aborda este asunto, mostrando que Dios no
ha desechado a Su pueblo; y presenta tres razones principales como argumento
suyo.
Primera razón: ha
quedado en el tiempo presente un
remanente conforme a la elección de la gracia de Dios.
Segunda razón: a
través de la transgresión de su nación,
la salvación vino a los Gentiles para provocar a celos a Israel (véase
Deuteronomio 32:21), y no para rechazarlos. Y,
Tercera razón: "Vendrá
de Sion el Libertador, Que
apartará de Jacob la impiedad", en el momento en que todo Israel (es decir, como
un todo, o nacionalmente) será salvo.
Cuando consideremos el tercer punto propuesto, muchas de esas promesas
de restauración vendrán ante nosotros, relacionadas con el juicio de los
apóstatas de la nación, y de los Gentiles.
2. En cuanto al
siguiente punto, pasaremos a
Daniel 9: 24-27, donde encontramos la respuesta a la oración de Daniel, el cual
fue uno de los cautivos de Israel en Babilonia. Naturalmente, el asunto de
todos los demás, muy queridos para su corazón y afectos Judíos, fue la
restauración de su pueblo; y el asunto de mayor importancia fue determinar la
longitud del tiempo en que ellos estarían sometidos a sus captores, bajo cuyo
yugo ellos estuvieron segando lo que habían sembrado cuando Dios los reconocía.
Al principio del capítulo 9 de Daniel nosotros encontramos que, al igual
que cualquier hombre piadoso, Daniel era un estudioso de la Escritura; y en el
año primero de Darío el medo, el cual tomó el reino después de la caída de
Babilonia, él había determinado, de la lectura del libro de Jeremías, que los
setenta años de desolación de Jerusalén habían pasado ahora. La fe estuvo en
acción en su alma, y volvió su rostro para esperar en Dios, y para humillarse
él mismo delante de Él acerca de su nación con oración y súplica, con ayuno y
saco y ceniza. Él mismo se coloca en la posición de la nación conforme al
pecado de ella delante de Dios, y él se identifica con ellos. (Véase Levítico 26:
40, 41). Su corazón reconoce al Dios con el cual él tenía que ver, como Uno que
es inmutable — un Dios clemente y compasivo. Dios mismo es su confianza.
"Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes,
de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. De Jehová
nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque (no, 'porque') contra
él nos hemos rebelado."
Es algo hermoso la manera en que su fe llama a Jerusalén "tu
ciudad", y a Israel "tu pueblo" (Daniel 9: 16, 19), tal como
Moisés hizo cuando el pueblo hizo el becerro de oro, y Dios no los pudo admitir.
Nosotros leemos, "Mientras yo estaba aún hablando, y orando, y confesando
mi pecado, y el pecado de mi pueblo Israel… el varón Gabriel… me hizo entender,
etc." (Daniel 9: 20-23).
En la comunicación que sigue a continuación — es decir, la profecía de
las setenta semanas — él recibe la respuesta a su oración. Nosotros podemos
observar que Dios habla a Daniel acerca del pueblo como "tu pueblo"
(Daniel 9:24) — tal como lo habló a Moisés en la ocasión a la cual nos hemos
referido; y la profecía se relaciona con el pueblo Judío, y con Jerusalén.
"Setenta semanas han sido decretadas sobre tu pueblo y sobre tu
santa ciudad, para poner fin a la transgresión, para terminar con el pecado,
para expiar la iniquidad, para traer justicia eterna, para sellar la visión y
la profecía, y para ungir el lugar santísimo. Has de saber y entender que desde
la salida de la orden para restaurar y reconstruir a Jerusalén hasta el Mesías
Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; volverá a ser edificada,
con plaza y foso, pero en tiempos de angustia. Después de las sesenta y dos
semanas el Mesías será muerto y no tendrá nada, y el pueblo del príncipe que ha
de venir destruirá la ciudad y el santuario. Su fin vendrá con inundación; aun
hasta el fin habrá guerra; las desolaciones están determinadas. Y él hará un
pacto firme con muchos por una semana, pero a la mitad de la semana pondrá fin
al sacrificio y a la ofrenda de cereal. Sobre el ala de abominaciones vendrá el
desolador, hasta que una destrucción completa, la que está decretada, sea
derramada sobre el desolador." (Daniel 9: 24-27).
Entonces, aquí es mencionado claramente un período definido, al final
del cual un cambio notable sería traído a su pueblo, los Judíos, y a su ciudad
— el regreso y el restablecimiento completo de ellos en gracia — las transgresiones
son perdonadas, se pone fin a los pecados, la iniquidad es perdonada, y una
justicia eterna es introducida, la visión y la profecía son selladas, y el
lugar santísimo es ungido.
Ahora bien, rememoremos el estado de Judá y de Jerusalén, tal como vimos
cuando examinamos la historia pasada del pueblo de Israel, en la época en que
Judá fue a la cautividad a Babilonia, en los capítulos finales de 2º. Reyes. El
rey de Judá y la nación fueron llevados a
la cautividad (Israel, o las diez tribus, había sido llevado a la cautividad
mucho antes por los Asirios), la ciudad había caído, y la casa de Jehová fue
quemada, y unos pocos de los más pobres del pueblo fueron dejados para que
fueran viñadores y labradores en la tierra. Y comparemos aquel estado con el
que está aquí en Daniel 9, donde encontramos que una restauración y un
restablecimiento completo son prometidos.
Durante el transcurso de esas setenta semanas de años (490 años), la
profecía asume, o declara, que el pueblo o un remanente de ellos, estará en la
tierra de la cual habían sido llevados cautivos; pero no reconocidos aún como
pueblo de Dios; y estando aún bajo el poder de los Gentiles; el templo será
reedificado, y la ciudad restaurada. Esto es de mucha importancia, así que
tengamos presente estos tres puntos que caracterizan el transcurso de las
setenta semanas.
1. El pueblo (o
algunos de ellos) están en la
tierra de ellos, pero no reconocidos por Dios.
2. El templo y la
ciudad son reedificados.
3. Los Gentiles
están aún en posesión del
trono del mundo, o en otras palabras, "los tiempos de los Gentiles"
no se han agotado.
Estas tres cosas no
caracterizan la época actual.
Las setenta semanas [*] están divididas en tres períodos, o divisiones:
siete semanas, sesenta y dos semanas, y una semana. La primera división de
siete semanas, {o, la primera división de los 490 años}, es considerada desde
la salida del decreto para restaurar y reedificar Jerusalén; este fue el punto
de partida.
[*] Tiempo Bíblico: 1 semana de años = 7 años; 1
año = 360 días.
"Has de saber y entender que desde la salida de la orden para
restaurar y reconstruir a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas
y sesenta y dos semanas;
volverá a ser edificada, con plaza y foso, pero en tiempos de angustia."
(Daniel 9:25 – (LBLA).
En primer lugar: esta reedificación que dura siete semanas de años (49
años). Nosotros leemos en Nehemías que fue una época de gran aflicción y
angustia.
"Y sucedió que cuando Sanbalat se enteró de que estábamos
reedificando la muralla, se enfureció y se enojó mucho. Y burlándose de los
judíos, habló en presencia de sus hermanos y de los ricos de Samaria, y dijo:
¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿La restaurarán para sí mismos? ¿Podrán
ofrecer sacrificios? ¿Terminarán en un día? ¿Harán revivir las piedras de los
escombros polvorientos, aun las quemadas?" etc. (Nehemías 4: 1, 2 – LBLA).
Tenemos después las sesenta y dos semanas de años (434 años) desde la
reconstrucción de Jerusalén hasta el Mesías, en total: sesenta y nueve semanas
de las setenta semanas (483 años). Entonces al Mesías se Le quita la vida, y es
rechazado, y no obtiene Su reino. "Después
de las sesenta y dos semanas el Mesías será muerto y no tendrá nada."
(Daniel 9:26 – LBLA). Cristo se presenta a la nación como su Rey, y en vez de
obtener Su Reino, Él es crucificado
después de las sesenta y dos semanas; y el 'conteo' de la semana setenta cesa
por el momento. Entonces el pueblo de un príncipe que vendrá destruirá la
ciudad y el santuario. Esto se cumplió bajo Tito y los ejércitos Romanos en la
destrucción de Jerusalén {año 70 d.C.}, después del rechazo de Cristo. El
pueblo cuyos ejércitos cumplieron esto fue el pueblo Romano. En Juan 11:48,
nosotros encontramos el temor de los líderes Judíos absolutamente profético de
este acontecimiento. "Si le dejamos así (Cristo), todos creerán en él; y
vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación." Y
el propio Señor predijo cuando contempló la ciudad y lloró sobre ella,
"Porque sobre ti vendrán días, cuando tus enemigos echarán
terraplén delante de ti, te sitiarán y te acosarán por todas partes. Y te
derribarán a tierra." (Lucas 19: 43, 44 – LBLA).
Y además,
"Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas
piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días
vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida… y
Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles
se cumplan." (Lucas 21: 5, 6, 24).
Una vez quitada la vida al Mesías después de la semana sesenta y nueve,
la cadena de acontecimientos con el pueblo Judío cesa (absolutamente, cuando la
ciudad fue destruida), y, por lo tanto, el tiempo deja de ser contado desde
aquel período hasta el presente. Dios, como hemos visto, pasa a ocuparse de
otras cosas. La semana setenta había de traer y había de establecer al pueblo
en prosperidad y bendición plenas, según Daniel 9:24; pero en vez de la
bendición, al Mesías se le quita la vida después de la semana sesenta y nueve, la
ciudad y el santuario son hollados, y un innominado largo período de
desolaciones para el pueblo y la ciudad sigue a continuación. Evidentemente,
tal como hemos visto, fue el pueblo Romano el que iba a hacer lo que se afirma
en Daniel 9:26. "El pueblo del príncipe que ha de venir", etc. El príncipe no
estuvo allí, solamente el pueblo es nombrado, pero el príncipe
mismo no había llegado. Él es traído ante nosotros después de este período de
desolaciones sin limitación de tiempo que perdura aún, "él hará un
pacto", etc. (Daniel 9:27 – LBLA).
Por consiguiente, el rechazo de Cristo suspendió todas las relaciones y
tratos de Dios con el pueblo Judío, como Su pueblo, y este asignado período de
setenta semanas es interrumpido, no sigue adelante. Y cuando los Judíos sean
nuevamente los objetos de los tratos de Dios, en el corto período de juicio
antes que él los reconozca como Su nación, el período que queda de las setenta
semanas será contado e introducirá plena restauración. Este corto período es,
por lo tanto, tal como podemos ver fácilmente, sincrónico con los
acontecimientos finales, o crisis de la historia del mundo introductoria del
reino.
Nosotros encontramos la misma cosa en muchas otras Escrituras, sea ella
asumida o declarada. (Ver Isaías 8: 14-22; Isaías 9: 1-7). Cristo llega a ser
una piedra de tropiezo para la nación — el testimonio está limitado a Sus
discípulos — el Señor esconde entonces Su rostro de la casa de Jacob por un largo
período intemporal, y el profeta pasa por encima hasta a los últimos días, los
cuales introducen el reino mediante juicio. Además, cuando el Señor citó Isaías
6: 1, 2, anunciando Su misión en la sinagoga de Nazaret, Él se detiene en medio
del versículo 2 (Lucas 4: 16-20), el cual está ya separado de la cláusula
siguiente por más de mil ochocientos años, y cuya cláusula anuncia "el día
de venganza", y el consuelo de los que lloran (enlutados), el remanente de
la nación en el reino.
Ahora bien, considere el testimonio de la Escritura en cuanto al tercer
punto propuesto. Acudan a Deuteronomio 32. En los versículos finales del
capítulo 31, Moisés reúne a los ancianos y a los oficiales del pueblo de Israel
para recitar en sus oídos el cántico profético dado a él, como testigo, por
Jehová, en vista del fracaso de ellos. Él dice,
"yo sé que después de mi muerte, ciertamente os corromperéis y os
apartaréis del camino que os he mandado; y que os ha de venir mal en los
postreros días, por haber hecho mal ante los ojos de Jehová, enojándole con la
obra de vuestras manos."
Luego, en Deuteronomio 32, ellos son vistos como habiéndose corrompido. "En
forma corrompida se han portado con Él. No son sus hijos, debido a los defectos
de ellos; son una generación perversa y torcida." (Deuteronomio 32:5 –
LBLA). Él continúa entonces relatando la maravillosa historia de ellos, y los
consejos y cuidado de Dios en cuanto a ellos, y como ellos lo devolvieron.
"Jesurún se engordó y dio coces… Le provocaron a celos con dioses
ajenos… Ofrecieron sacrificios a los demonios… Jehovah lo vio, e indignado desdeñó
a sus hijos y a sus hijas… Entonces dijo: Esconderé de ellos mi rostro, y veré
cuál será su final; porque son una generación perversa, hijos en quienes no hay
fidelidad. Ellos me provocaron a celos con lo que no es Dios… yo les provocaré
a celos con uno que no es pueblo." (Deuteronomio 32: 15-21 – RVA).
Y entonces, en Su ira, Él los desecha completamente, amontonando males
sobre ellos.
Una vez desechados así, Él actúa en Su propia soberanía, y en vista de
esto Él declara,
"Ciertamente Jehovah juzgará a su pueblo y tendrá misericordia de
sus siervos, cuando vea que se agota su fuerza y que no queda nadie, ni preso
ni abandonado." (Deuteronomio 32:36 – RVA).
Él juzga a Su pueblo, venga la sangre de Sus siervos. Cuando Su mano empuña
el juicio, Él se venga de Sus enemigos — hace que Sus saetas (flechas) se
embriaguen de sangre — Su espada devora mucha carne; después se vuelve en misericordia
a Su pueblo y a Su tierra. El resultado de este juicio sobre las naciones es
que los Gentiles cantan el cántico de liberación con el remanente de Su pueblo
que es libertado. (Véase Salmo 67; Salmo 117).
Salmos 2, Salmos 8 al 10. En el primero de estos Salmos encontramos a
Cristo presentado como Rey en Sion y rechazado, aun así encontramos los propósitos
de Dios dejados a un lado sólo durante un tiempo. Cristo asume en resurrección
la gloria más amplia del Hijo del Hombre, conforme al Salmo 8; nosotros vimos
anteriormente que el Espíritu Santo, en Hechos 4, cita los dos primeros versículos
del Salmo 2, y se detiene (Hechos 4:26). El Señor está representado como
riéndose ante la ira de ellos, pero a pesar de toda la ira de ellos, Él
declara, "Yo he puesto mi rey sobre Sion." (Salmo 2:6). El Mesías es
deseado, " Pídeme, y te
daré por herencia las naciones", etc. (Salmo 2:8 y ss). Cuando el Señor
fue rechazado, y estaba a apunto de ser crucificado, Él mismo se presenta orando
por Sus discípulos, "Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo" (Juan
17), pero está llegando el momento cuando Él pedirá Su herencia, y la respuesta
viene,
"Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los
desmenuzarás." (Salmo 2:9).
Él hereda las naciones por medio del juicio, en el cual Su pueblo,
estando reunido ahora, tiene su lugar con Él; una demostración de que,
dondequiera que se habla de Cristo en
el Antiguo Testamento, nosotros encontramos también la porción de la Iglesia.
[*]
[*] El autor no quiere decir que la iglesia es un
tema de las profecías del Antiguo Testamento. Lo que Cristo hereda, según lo
profetizado por los profetas del Antiguo Testamento, la iglesia compartirá con
Cristo.
"Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad
sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como
vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre."
(Apocalipsis 2: 26, 27).
Esta no es, no obstante, la mejor porción del Cristiano, porque "(Yo)
le daré la estrella de la mañana" — Cristo mismo. Y entonces no sólo el
nombre de Jehová es glorioso en toda la tierra, sino que Él pone (despliega) Su
gloria sobre los cielos. (Salmo 8:1),
y hace callar al enemigo y al vengativo.
El Salmo 9 y el Salmo 10 nos muestran la posición y las circunstancias
en las cuales se encuentra la nación en esta crisis de juicio. El remanente
libertado dice,
"Porque has mantenido mi derecho y mi causa… Has reprendido
naciones, has destruido al inicuo; has borrado el nombre de ellos para siempre
jamás… Jehová se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó; en la obra de sus
mismas manos fue enredado el inicuo… ¡Se volverán los inicuos al infierno, y
todas las naciones que se olvidan de Dios! Porque el pobre no será olvidado
para siempre, ni la esperanza de los afligidos perecerá perpetuamente. ¡Levántate,
oh Jehová; no prevalezca el hombre mortal: sean juzgadas las naciones delante
de ti! ¡Pon espanto en ellos, oh Jehová! ¡Conozcan las naciones que ellas son
míseros mortales!"
(Salmo 9: 4-20 – VM).
El Señor aparece para la liberación de ellos cuando no hay nadie que
diga, "Hasta cuando."
Además,
"Jehová es Rey eternamente y para siempre; De su tierra han
perecido las naciones. El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; Tú dispones
su corazón, y haces atento tu oído", etc. (Salmo 10: 16, 17).
¡Cuánto error hay en el hecho de pensar que los Salmos son la expresión
de la experiencia Cristiana como tal!
¡Cuán a menudo al ingenuo Cristiano se le ha hecho tropezar por el clamor por
venganza sobre los enemigos que atraviesa esta clase de Salmos, puesto en su
boca, cuyo llamamiento es a hacer lo bueno y a padecer pacientemente por ello,
mientras él está en el reino y la paciencia de Jesucristo.! El reino y el poder
serán buscados por estos corazones judíos, como eso que trae su liberación. Las
pruebas de los santos celestiales finalizan justo antes de que las de los
santos Judíos comiencen. Véase Apocalipsis 12, donde nosotros encontramos
alegría en los cielos cuando el acusador es lanzado fuera y a la tierra, y ay
de los moradores de la tierra y del mar, "porque el diablo ha descendido a
vosotros." Él vuelve entonces su ira contra la mujer y su descendencia, a
saber, el pueblo Judío. Él Espíritu de Cristo ha entrado, en Su gracia, en
estas pruebas, para poder Él dar una voz al remanente, en los días finales,
antes del reino.
Lea ahora el Salmo 110. Cristo rechazado por los hombres, y por Su
pueblo como Rey — los cuales dijeron, "No tenemos más rey que César"
(Juan 19:15), "No queremos que éste reine sobre nosotros" (Lucas 19:14).
Dios dijo, "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por
estrado de tus pies" (Hebreos 1:13; Hebreos 10:13). Él permanece entonces
durante el tiempo innominado "hasta" esa hora conocida sólo por el
Padre (Mateo 24:36). Jehová, cuando esa hora llegue, enviará desde Sion la vara
de Su poder; y Cristo domina en medio de Sus enemigos. Su pueblo se ofrece
voluntariamente en el día de Su poder (Salmo 110: 2, 3). (Ellos no se muestran
dispuestos en el día de Su humillación). "El Señor está a tu diestra; Quebrantará
a los reyes en el día de su ira. Juzgará entre las naciones", etc. (Salmo
110: 5, 6).
Pase a Isaías capítulos 1 al 4. Bendición y reposo son propuestos en el
capítulo 1, resultantes del arrepentimiento de la nación; pero ellos no
prestarían atención. Eventualmente, bendición y reposo son introducidos
mediante juicio — "Sion será redimida con juicio, y sus arrepentidos con
justicia. Pero los transgresores y los pecadores serán aplastados a una"
(Isaías 1: 27, 28 – LBLA).). El resultado de este juicio está en Isaías 2: 1-4;
en Isaías 4: 2-6, un tiempo de paz y gloria.
"Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el
monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes… y correrán a él todas
las naciones… Y [Él] juzgará entre
las naciones… y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no
alzará espada nación contra nación,
ni se adiestrarán más para la guerra."
Cuán diferente de la época en que nosotros vivimos, mientras los tiempos
de los Gentiles transcurren, caracterizados por esas palabras de nuestro Señor,
"Se levantará nación
contra nación, y reino contra reino… en la tierra angustia de las gentes,
confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los
hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la
tierra",
cosas precursoras de la venida (manifestación, presencia) del Señor con
poder y gran gloria (Lucas 21:10; 25-27).
La parte remanente de Isaías 2, etc., muestra la conexión entre el
juicio de las naciones y el de Israel.
"¡Entra en la peña y escóndete en el polvo, a causa del pavor de
Jehová y de la gloria de su majestad! Los ojos altivos del hombre serán
abatidos, y la soberbia de los hombres será humillada… Porque Jehová de los
Ejércitos tiene señalado un día contra todo lo elevado y lo soberbio, y contra
todo lo ensalzado, para que sea abatido… Y la altivez del hombre será postrada,
y la soberbia de los hombres será abatida, y Jehová solo será ensalzado en
aquel día… cuando [Él] se levantare
para aterrar la tierra." (Isaías 2: 10-19).
El resultado de este juicio universal es el establecimiento de Su pueblo
en la gloria del reino.
"Acontecerá que el que se quede en Sion, como el que sea dejado en
Jerusalén, será llamado santo; todos los que estén inscritos para la vida en
Jerusalén. Así será cuando el Señor lave la inmundicia de las hijas de Sion, y
elimine la sangre de en medio de Jerusalén, con espíritu de juicio y con
espíritu consumidor. Entonces sobre todo lugar del monte Sion y sobre sus
asambleas, Jehovah creará nube a y humo de día, y resplandor de fuego llameante
de noche. Porque sobre todos habrá una cubierta de gloria, y habrá de día un
cobertizo para dar sombra ante el calor abrasador, y para refugio y protección
de la tormenta y del aguacero." (Isaías 4: 3-6 – RVA).
Su presencia estará allí, cuando Su pueblo sea liberado, tal como antaño
en el desierto.
Isaías 11. La lectura de este capítulo es tan clara que escasamente
requiere una palabra. Leemos acerca de una época de bienaventuranza y paz
universales; Su pueblo restaurado y bajo el gobierno del Mesías, introducido
por el juicio que cae sobre ellos y sobre las naciones.
"[Él] herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de
sus labios matará al impío" "Y se disipará la envidia de Efraín, y
los enemigos de Judá serán destruidos" (Isaías 11: 4, 13).
Isaías 13 y 14 se ocupan de la misma época, un tiempo de juicio
universal sobre el trono imperial del mundo (Isaías 13).
"El día de Jehová", cuando "toda mano se debilitará, y desfallecerá
todo
corazón de hombre." (Isaías 13: 6, 7). "Ciertamente Jehovah tendrá
misericordia de Jacob y volverá a escoger a Israel. El les hará reposar en su
propia tierra, y a ellos se unirán extranjeros, los cuales se adherirán a la
familia de Jacob… Así [ellos] tomarán cautivos a los que los habían tomado
cautivos, y se enseñorearán de sus opresores… el día en que Jehovah te dé
tregua de tu dolor, de tu desesperación y de la dura servidumbre a la que
fuiste sometido." (Isaías 14: 1-3 - RVA)
"Este es el plan que está decidido contra toda la tierra; ésta es la
mano extendida contra todas las
naciones." (Isaías 14:26 – RVA).
Ello se prolonga hasta la destrucción de Asiria después de la liberación
de ellos (el poder que ocupa en aquel día
el territorio del antiguo enemigo de ellos); yo digo, 'después' porque en la
historia pasada, Asiria cayó antes
que Babilonia; aquí, lo cual demuestra su aplicación futura, él cae después que
Babilonia es juzgada.
Isaías 24-27. Nosotros hemos examinado brevemente esta profecía
anteriormente; ella muestra el juicio universal sobre las naciones y sobre
Israel, y la liberación de un remanente — el trono del Señor es establecido en
Sion — la afrenta de Su pueblo es quitada, el velo que envuelve a todas las
naciones es quitado. El Señor había ocultado Su rostro de la casa de Israel
mientras ellos eran repudiados: pero de Él se habla como saliendo de Su lugar
para la liberación de ellos.
"¡Ven, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tus puertas sobre
ti; escóndete por un corto momento, hasta que pase la indignación! Porque he
aquí que Jehová sale de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra
por su iniquidad; la tierra también descubrirá sus homicidios, y no encubrirá
más sus muertos… Y acontecerá en aquel
día que sonará la gran trompeta; y vendrán los que habían sido perdidos en la
tierra de Asiria, y los que habían sido desterrados en la tierra de Egipto; y
adorarán a Jehová en Jerusalén, el Monte Santo." (Isaías 26: 20, 21;
Isaías 27:13 – VM).
Isaías 30.
"La luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol será
siete veces mayor, como la luz de siete días, en el día en que Jehovah ponga
vendas a la fractura de su pueblo y cure las contusiones que él le ha causado. He
aquí que el nombre de Jehovah viene de lejos. Arde su furor y levanta densa
humareda. Sus labios están llenos de ira, y su lengua es como fuego consumidor.
Su aliento, cual torrente desbordado, llega hasta el cuello para zarandear a
las naciones en la zaranda hasta acabar con ellos, y para sujetar las
mandíbulas de los pueblos con freno que les haga errar… Entonces Jehovah hará
oír la majestad de su voz, y dejará ver el descenso de su brazo con furor de
ira y con llama de fuego consumidor, con lluvia violenta, torrente y piedras de
granizo. Porque Asiria será hecha pedazos a causa de la voz de Jehovah; con un
palo la golpeará. Y sucederá que cada pasada de la vara de corrección que
Jehovah descargará sobre ella" (la vara de venganza que Dios había
decretado), "será al son de panderos y de liras (cuando es hecha recaer
sobre Asiria, ello es fuente de alegría y liberación al final de la indignación,
para el remanente de Israel). "Blandiendo el brazo combatirá contra ella. Porque
desde hace tiempo está listo el Tófet (el fuego de Jehová) para el rey ha sido
preparado" (el Anticristo, el cual tiene este título entre la nación
apóstata); "Su pira se ha hecho profunda y ancha, con su hoguera y
abundante leña. El soplo de Jehovah la encenderá como torrente de azufre."
(Isaías 30: 26-33 – RVA).
Isaías 59: 15-21. El versículo 20 de este pasaje está citado por el
apóstol Pablo en Romanos 11, en la perspectiva de la restauración futura del
pueblo.
"Y vendrá el Redentor a Sion, y a los que se volvieren de la
iniquidad en Jacob." (Isaías 59:20).
Y entonces Él establece el nuevo pacto con Israel; Su Espíritu está con
Su pueblo, y Sus palabras están en la boca de ellos, permanecerían con ellos
para siempre. Isaías 59: 18, etc., muestra que ello es introducido mediante juicio:
"así dará [Él] la retribución: ira para sus adversarios y furor
para sus enemigos. Dará su retribución a las costas. Desde el occidente temerán
el nombre de Jehovah; y desde donde nace el sol, su gloria." Isaías 59:
18, 19 – RVA).
El capítulo siguiente (Isaías 60) declara que Jerusalén es restaurada en
la gloria del reino, y sus hijos e hijas son juntados de todas partes.
Isaías 66. Este capítulo presenta el juicio que introduce la gloria y la
bienaventuranza de la nación restaurada descrita en la última porción de Isaías
65. Nosotros tenemos en primer lugar, el remanente que teme el nombre de Jehová
y Le espera; después tenemos los apóstatas de la nación. Los primeros son animados
con la promesa de que Jehová aparecería para alegría y liberación de ellos, y
para vergüenza de los apóstatas, los cuales decían con desprecio, «Que Jehová
muestre Su gloria.»
"¡Pues he aquí que Jehová con fuego vendrá, y como torbellino, sus
carros de guerra; para devolver su ira con ardiente indignación, y su
reprensión con llamas de fuego! Porque con fuego Jehová pleiteará, y con su
espada, para con toda carne; y serán
muchos los que serán muertos por Jehová." (Isaías 66: 15, 16 – VM).
Este pasaje muestra que Él viene repentinamente, como un torbellino, y
descarga el fuego del juicio sobre Sus enemigos. Tenemos después el resultado
en los versículos 6 al 14; los Judíos son establecidos nuevamente en una forma
maravillosa, y Jerusalén es restaurada.
"Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis;
llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella… Porque así dice
Jehová: He aquí que yo extiendo sobre ella
paz como un río, y la gloria de las naciones
como torrente que se desborda… Como aquel a quien consuela su madre, así os
consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo. Y veréis, y se
alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba; y la
mano de Jehová para con sus siervos será conocida, y se enojará contra sus
enemigos."
Luego, en los versículos 18 y 20 de Isaías 66, el remanente eximido del
juicio se pone en marcha para declarar la gloria de Jehová entre los Gentiles
(naciones), y para traer de regreso a los dispersos de Israel. El capítulo
completo muestra muy claramente la conexión entre el juicio universal de las
naciones e Israel, con la liberación de un remanente, y con los Gentiles
(naciones) que son eximidas del juicio, bendecidas alrededor del pueblo de Dios.
Pase a Jeremías 25. Nosotros nos referimos a este capítulo
anteriormente; dicho capítulo declara que la duración de la cautividad de Judá
en Babilonia es de setenta años: pero Dios, habiendo dado el trono del mundo a
Babilonia, cuando Él desechó a Su pueblo y quitó Su presencia de en medio de
ellos — en principio, cuando Babilonia es vencida Su pueblo es libertado,
porque ella era el único poder que ejercía su dominio directamente de parte de
Dios —, los demás poderes Gentiles siguieron a continuación de manera providencial.
Jerusalén fue restaurada sólo parcialmente; sin embargo, ello muestra el
principio. Al examinar este capítulo, nosotros encontramos que el juicio
continúa hasta el final, en el cual Su pueblo está involucrado; el capítulo se
refirió de manera primordial al juicio que fue ejecutado sobre Jerusalén y las
naciones en el momento al cual la profecía se refería, Babilonia cayendo última
de todo, la cual lo había ejecutado; y sirve como un tipo de la crisis final de
juicio de todas las naciones del mundo.
"Porque he aquí… espada traigo sobre todos los moradores de la
tierra, dice Jehová de los ejércitos… Llegará
el estruendo hasta el fin de la
tierra, porque Jehová tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda
carne… Y yacerán los muertos de
Jehová en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el otro", etc.
(Jeremías 25: 29-33).
Jeremías 30 a 33. En esta hermosa serie de profecías nosotros
encontramos, en primer lugar, a Judá restaurado; después a Israel; luego a
ambos establecidos bajo el nuevo pacto; la tierra es restaurada; el Mesías y el
sacerdocio, todos introducidos por el juicio sobre los Judíos y las naciones,
lo cual encuentra a Jacob en el apogeo de su angustia. Examinémoslo más
detenidamente. En Jeremías 30:7, el profeta escribe,
"¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a
él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado. En aquel día,
dice Jehová de los ejércitos, yo quebraré su yugo de tu cuello, y romperé tus
coyundas, y extranjeros no lo volverán más a poner en servidumbre, sino que
servirán a Jehová su Dios y a David su rey, a quien yo les levantaré. Tú, pues,
siervo mío Jacob, no temas, dice Jehová, ni te atemorices, Israel; porque he
aquí que yo soy el que te salvo de lejos a ti y a tu descendencia de la tierra
de cautividad; y Jacob volverá, descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien
le espante. Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a
todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino
que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo… Pero
serán consumidos todos los que te consumen; y todos tus adversarios, todos irán
en cautiverio; hollados serán los que te hollaron, y a todos los que hicieron
presa de ti daré en presa. Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus
heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de
la que nadie se acuerda… la ciudad será edificada sobre su colina… Y me seréis
por pueblo, y yo seré vuestro Dios… No se calmará el ardor de la ira de Jehová,
hasta que haya hecho y cumplido los pensamientos de su corazón; en el fin de los días
entenderéis esto.
(Jeremías 30: 7-24).
Jeremías 31 presenta la liberación, al mismo tiempo, de todas las
familias de Israel:
"Aún plantarás viñas en los montes de Samaria; plantarán los que plantan,
y disfrutarán de ellas."
El Lenguaje de esta liberación es conmovedoramente hermoso.
"He aquí yo los hago volver de la tierra del norte, y los reuniré
de los fines de la tierra, y entre ellos ciegos y cojos, la mujer que está
encinta y la que dio a luz juntamente; en gran compañía volverán acá. Irán con
lloro, mas con misericordia los haré volver, y los haré andar junto a arroyos
de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy a Israel por
padre, y Efraín es mi primogénito… El que esparció a Israel lo reunirá… Y
vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sion, y correrán al bien de Jehová, al
pan, al vino, al aceite, y al ganado de las ovejas y de las vacas; y su alma será
como huerto de riego, y nunca más tendrán dolor… He aquí que vienen días, dice
Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de
Judá" (ambas casas, la nación entera), "No como el pacto que hice con
sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque
ellos invalidaron mi pacto… Pero este es el pacto que haré… Daré mi ley en su
mente, y la escribiré en su corazón… Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni
ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán,
desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque
perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado… Si faltaren
estas leyes" (de creación) "delante de mí, dice Jehová, también la descendencia
de Israel
faltará para no ser nación delante de mí eternamente." (Jeremías 31:
8-36).
Cuando el Mesías fue cortado, la sangre de este nuevo pacto fue
derramada, y todo lo necesario de parte de Dios fue cumplido para el
establecimiento de ellos en justicia bajo dicho pacto. Evidentemente, el
regreso de Babilonia del remanente de Judá, no fue este restablecimiento;
porque será establecido con todo
Israel, tal como lo declara, y en gracia. La bendición de dicho pacto, sin
embargo, nunca los lleva a estar dentro del velo, así como es ahora el lugar de
los Cristianos.
"He aquí que vienen días, dice Jehová, en que la ciudad será
edificada a Jehová, desde la torre de Hananeel hasta la puerta del Angulo. Y
saldrá más allá el cordel de la medida delante de él sobre el collado de Gareb,
y rodeará a Goa. Y todo el valle de los cuerpos muertos y de la ceniza, y todas
las llanuras hasta el arroyo de Cedrón, hasta la esquina de la puerta de los
caballos al oriente, será santo a Jehová; no será arrancada ni destruida más
para siempre." (Jeremías 31: 38-40).
En Jeremías 32, Jehová aborda las circunstancias del sitio de Jerusalén
por Nabucodonosor para declarar Su consejo en gracia en cuanto a la
restauración final de ellos. El profeta es inducido a comprar un campo como
indicio de que el pueblo posee nuevamente la tierra (Jeremías 32: 37-44).
"He aquí que yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los
eché con mi furor… y los haré volver a este lugar, y los haré habitar
seguramente… Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta
tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma."
Jeremías 33 repite las bendiciones, esperando con ansia el día cuando su
Mesías estaría con ellos.
"[Yo] haré volver los cautivos de Judá y los cautivos de Israel… los
limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus
pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron… En
aquellos días y en aquel tiempo haré brotar
a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra." (Jeremías
33: 5-15). "El juicio volverá a
ser justo, y todos los rectos de corazón lo seguirán." (Salmo 94:15 –
LBLA).
"En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y
se le llamará: Jehová, justicia nuestra. Porque así ha dicho Jehová: No faltará
a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel [no meramente
de Judá]."
"Así ha dicho Jehová: Si no permanece mi pacto con el día y la
noche, si yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra, también desecharé la
descendencia de Jacob, y de David mi siervo, para no tomar de su descendencia
quien sea señor sobre la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque
haré volver sus cautivos, y tendré de ellos misericordia." (Jeremías 33:
25, 26).
Pase ahora a Ezequiel 20. El Espíritu rememora la idolatría de la nación
entera desde el tiempo de su liberación de Egipto. Dios los había sacado, y les
había dado Sus días de reposo para que fuesen por señal entre Él y ellos: pero
ellos se rebelaron siempre contra Él en el desierto, y profanaron Sus días de
reposo.
"Mas los hijos se rebelaron contra mí; no anduvieron en mis
estatutos, ni guardaron mis decretos para ponerlos por obra, por los cuales el
hombre que los cumpliere vivirá; profanaron mis días de reposo… en el
desierto." (Ezequiel 20:21).
Dios les había dicho (Deuteronomio 32; Levítico 26) que Él los esparciría
entre las naciones. No obstante, cuando ellos habían sido traídos a la tierra,
ellos abandonaron a Jehová por los lugares altos, y Jehová había jurado que Él
no se iba a dejar consultar por ellos; pero la nación, endurecida en su
idolatría, había resuelto ser como las naciones, y servir al palo y a la
piedra. Entonces Jehová dijo que con furor derramado Él sería Rey sobre ellos.
"Y [Yo] os sacaré de entre los pueblos, y os reuniré de las tierras
en que estáis esparcidos… y allí litigaré con vosotros cara a cara… Os
haré pasar bajo la vara… y apartaré de
entre vosotros a los rebeldes, y a los que se rebelaron contra mí… mas a la
tierra de Israel no entrarán… Pero en
mi santo monte… allí me servirá toda
la casa de Israel, toda ella en la tierra…
cuando os haya traído a la tierra de Israel, la tierra por la cual alcé mi mano
jurando que la daría a vuestros padres…
He aquí que yo enciendo en ti fuego… Y verá toda
carne que yo Jehová lo encendí; no se apagará." Ezequiel 20: 33-48).
El trato es aquí con Israel, entre las naciones del mundo, por la idolatría;
así como Judá por el rechazo de Cristo (porque Israel no
volvió nunca a tener su Mesías presentado a ellos como lo tuvo Judá), lo cual
fue el pecado especial de ella, en el cual a ella se unió en cuarto imperio
Gentil, representado por Pilato. Al final ella es hallada en estrecha alianza
con el imperio Gentil en su estado revivido, y políticamente favorecido por él.
El espíritu inmundo de la idolatría regresa a los Judíos después del retorno
del remanente desde Babilonia. El Señor menciona esto en Mateo 12:
"Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares
secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de
donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces
va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí;
y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así
también acontecerá a esta mala generación."
Ezequiel 20:48 muestra la conexión del juicio de las naciones con el de
Israel.
Ezequiel capítulos 36 al 39. En esta serie de capítulos tenemos, en
primer lugar, la renovación moral de la nación; después, la vivificación y
restauración del pueblo en una resurrección nacional; luego, cuando han sido
restaurados y estando en su tierra, el último gran enemigo de ellos, el cual ocupa
el territorio de Asiria, sube contra ellos; y es destruido en los montes de
Israel.
Ezequiel 36. El fracaso pasado de la nación es puesto ante ellos para
que ellos puedan reconocerlo delante de Dios. Las naciones decían, "Estos
son pueblo de Jehová, y (sin embargo) de la tierra de él han salido."
(Ezequiel 36:20). Pero Dios recuerda entonces que Su nombre está involucrado, y
por causa de Su santo nombre, Él los libera. Entonces, tal como Él había
mostrado a Nicodemo, un maestro en Israel, el nuevo nacimiento era necesario
incluso para el disfrute de las bendiciones terrenales; lo cual, como maestro
en Israel, él debiese haber sabido de la lectura del testimonio de los profetas.
"Esparciré sobre vosotros agua limpia… Os daré corazón nuevo… Y
pondré dentro de vosotros mi Espíritu… Habitaréis en la tierra que di a
vuestros padres… Multiplicaré asimismo el fruto de los árboles, y el fruto de
los campos… haré también que sean habitadas las ciudades, y las ruinas serán
reedificadas", etc. (Ezequiel 36: 25-38).
La nación es renovada así moralmente para que ellos mismos puedan
detestarse por sus pecados delante de Dios.
Ezequiel 37. En la visión de este capítulo nosotros tenemos una figura
de la resurrección nacional del pueblo. El profeta ve un valle de huesos secos,
a los cuales él profetiza tal como se le ordenó; y hubo un ruido y un temblor,
y los huesos se juntaron, y los tendones y la carne subieron sobre ellos; y
entró espíritu en ellos y vivieron.
"Y me dijo: Hijo del hombre, estos huesos son toda la casa de Israel.
He aquí que dicen (en cautividad): ¡Se han
secado nuestros huesos, y ha perecido nuestra esperanza; somos enteramente
cortados!... Así dice Jehová el Señor: He aquí que voy a abrir vuestras
sepulturas, y os haré subir de vuestras sepulturas, oh pueblo mío, y os traeré
a la tierra de Israel… Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os
estableceré en vuestra propia tierra."
(Ezequiel 37: 11-14 – VM).
La figura de la resurrección es usada aquí para mostrar la nación
recogida, aparentemente perdida durante mucho tiempo entre las naciones del
mundo, y traída a su tierra. Ello es aplicable a esto claramente, no a la
resurrección propiamente dicha de los santos que han muerto en el Señor; ellos
no serían traídos "a su tierra", sino al cielo. En lo que sigue a
continuación, nosotros encontramos que Judá e Israel, por largo tiempo
separadas, son juntadas en una nación, bajo un Rey. Dios pone Su tabernáculo
(Su santuario) entre ellos, y establece su pacto de paz.
En Ezequiel 38, Ezequiel 39, Asiria, el antiguo enemigo del pueblo
cuando era reconocido por Dios — "Asiria, vara y báculo de mi furor"
(Isaías 10:5) contra Su pueblo, para castigarlos por sus pecados — es
introducida aquí bajo el título de Gog, príncipe de Ros (Rusia), Mesec (Moscú)
y Tubal (Tobolsk).
"Y TUVE revelación de Jehová, que decía: Hijo del hombre, pon tu
rostro contra Gog, de la tierra de Magog, príncipe de Ros, Mesec y Tubal; y
profetiza contra él" (Ezequiel 38: 1, 2 – VM).
Gog abarca el territorio bajo Rusia, o el que ese poder habrá juntado
bajo ella en aquel día. Él está representado como viniendo malvadamente contra
la nación en Palestina cuando ella está en reposo y restaurada.
"dirás: Subiré contra una tierra indefensa, iré contra gentes tranquilas
que habitan confiadamente… para arrebatar despojos y para tomar botín, para
extender tus manos sobre las tierras desiertas ya pobladas, y sobre el pueblo
recogido de entre las naciones, que ha repuesto su ganado y su hacienda, y que
habita en el centro de la tierra… Así dice el Señor Jehová… esto será al final
de los días; y te traeré contra mi
tierra… ¿Eres tú aquel de quien hablé yo en tiempos pasados por mis siervos los
profetas de Israel…? Ocurrirá en aquel tiempo, cuando venga Gog contra la
tierra de Israel, dice Jehová el Señor, que subirá mi ira en mi enojo… Y yo
litigaré contra él con peste y con sangre… Y te haré dar media
vuelta, y te conduciré… Sobre
los montes de Israel caerás tú…
He aquí que esto llega y se va
a cumplir, dice el Señor Jehová; éste es
el día del cual he hablado… Y de aquel día en adelante sabrá la casa de Israel que yo
soy Jehová su
Dios… Y
sabrán que yo soy Jehová su Dios, cuando, después de haberlos llevado al
cautiverio entre las naciones, los reúna sobre su tierra…
Y no esconderé más
de ellos mi rostro; porque habré derramado de mi Espíritu sobre la casa de
Israel, dice el Señor Jehová."
(Ezequiel 38, 39 – RVR1977).
Compárese también para esta destrucción del Asirio, después que el
pueblo está restaurado, Isaías 14: 24, 25; Isaías 33. Nosotros debemos
diferenciar cuidadosamente Gog la tierra de Magog en Ezequiel 38, Ezequiel 39,
de Gog y Magog de Apocalipsis 20. El primero aparece cuando el pueblo está
restaurado, en el comienzo del reino;
el último aparece después que los mil
años del reino terminan. "Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a
engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a
Magog", etc. (Apocalipsis 20: 7, 8).
Daniel 12. Nosotros hemos visto anteriormente que el tiempo de la gran
tribulación, del cual se habla aquí, es aquel al cual el propio Señor alude,
como sucediendo en el momento que la abominación de la desolación está
instalada en el templo, y que termina por la venida misma (aparición,
manifestación) del Señor, y la liberación del pueblo. Se trata de la mitad
final de la semana setenta, cuando el imperio latino (Romano) restaurado es la
expresión plena de la energía Satánica, la destrucción del cual da lugar al
reino bajo Cristo.
Leemos,
"En aquel tiempo se
levantará Miguel… que vela sobre los hijos de tu pueblo. Será un tiempo
de angustia cual nunca hubo desde que
existen las naciones hasta entonces; y en ese
tiempo tu pueblo será librado… Y muchos (no todos) de los que duermen en el
polvo de la tierra" [esta es una figura análoga a la muerte moral y a la
resurrección moral en Isaías 26: 13-19, y a la resurrección nacional que es
comunicada en Ezequiel 37] "despertarán, unos para la vida eterna, y otros
para la ignominia, para el desprecio eterno. Los entendidos brillarán como el
resplandor del firmamento, y los que guiaron a muchos a la justicia, como las
estrellas, por siempre jamás… Y uno de ellos dijo… ¿Para cuándo será el fin de
estas maravillas?", es decir, el fin de la tribulación, y él juró, "que
será por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo" (Daniel 12: 1-7 –
LBLA),
para poner fin a la dispersión del pueblo santo: la mitad que da fin a
la semana setenta de Daniel 9.
Joel 3. Sólo es necesario leer los versículos 1, 2. 9-17, para mostrar
la conexión.
"PUES he aquí que en aquellos días… cuando yo hiciere tornar el
cautiverio de Judá y de Jerusalén, reuniré todas
las naciones, y las conduciré al Valle de Josafat [el juicio de Jehová]; y
contenderé con ellas allí a favor de mi pueblo y de mi herencia, Israel, a
quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron entre sí mi tierra… Proclamad
pues esto entre las naciones… ¡Apresuraos a venir, congregadas en una, todas
las naciones de en derredor!... ¡Despiértense y suban las naciones al Valle de
Josafat! porque allí me sentaré yo para juzgar a todas las naciones, puestas a
la redonda" [este es el juicio de los vivos, o naciones que viven]. "Jehová
también rugirá desde Sión, y desde Jerusalén hará resonar su voz; y se
estremecerán los cielos y la tierra: pero Jehová será refugio para su pueblo, y
fortaleza para los hijos de Israel… (entonces)
Jerusalén será santa; y los extraños no pasarán más por ella." (Joel 3:
1-17 – VM).
Ella no será más hollada por las naciones (los Gentiles); porque el
tiempo de ellos se ha cumplido.
Miqueas capítulos 4 y 5. Esta profecía muestra de la manera más
maravillosa, la venida y el rechazo del Betlemita (natural de Belén) por Su
pueblo, pueblo del cual se prescinde por un tiempo hasta que Sion, la que ha de
dar a luz, habrá dado a luz, y el Hijo sea reconocido como nacido a la nación
(véase Isaías 9); y el remanente es restaurado. El Asirio viene, y aquel que
ellos habían rechazado es entonces la paz de ellos.
"Él permanecerá firme, y pastoreará su rebaño en la potencia de
Jehová… y él mismo será nuestra paz. Cuando el Asirio entrare en nuestra
tierra, y cuando hollare nuestros palacios… él nos librará del Asirio… Y el
residuo de Jacob estará entre muchas naciones, como el rocío enviado de Jehová,
como los aguaceros sobre la hierba; cosas que no aguardan al hombre, ni esperan
a los hijos de Adán." (Miqueas 5: 4-7 – VM). Jacob será el conducto de
gracia de Dios que
remoza para el mundo, y un testimonio rendido a Su poder.
Sofonías 3: 8-20.
"Por tanto, esperadme, dice Jehová, hasta el día que me levante
para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones… para derramar
sobre ellos mi enojo (mi indignación)… por el fuego de mi celo será consumida
toda la tierra."
El remanente es animado así a esperar este tiempo de juicio por parte de
Jehová, cuando Él se levantaría para juzgar; sólo esto los haría libres, y
enseñaría a las naciones a invocar a Jehová, y servirle a Él de común acuerdo.
En aquel día Dios reuniría a Su pueblo disperso de la región más allá de los
ríos de Etiopía (Éufrates y Nilo) y tendría en medio de ellos un pueblo que
confiaría en el nombre de Jehová; y
"El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en
boca de ellos se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados, y
dormirán, y no habrá quien los atemorice. Canta, oh hija de Sion; da voces de
júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén. Jehová
ha apartado tus juicios, ha echado fuera tus enemigos; Jehová es Rey de Israel
en medio de ti; nunca más verás el mal. En aquel tiempo se dirá a Jerusalén: No
temas; Sion, no se debiliten tus manos. Jehová está en medio de ti, poderoso,
él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará
de amor, se regocijará sobre ti con cánticos… os pondré para renombre y
para alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando levante vuestro
cautiverio delante de vuestros ojos, dice Jehová." (Sofonías 3: 13-20).
Hageo 2.
"Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré
temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas
las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria
esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos… La gloria postrera de esta casa será
mayor que la primera… Yo haré temblar los cielos y la tierra; y trastornaré el
trono de los reinos, y destruiré la fuerza de los reinos de las naciones… dice
Jehová de los ejércitos."
Este juicio universal, introductorio de Cristo y de la gloria de la
nación restaurada, es mencionado por el Espíritu Santo en Hebreos 12:26 como
estando aún por venir.
Zacarías 10 a 14. En esta serie de capítulos tenemos la restauración de
Judá e Israel en un tiempo de juicio universal; y de esto se habla como estando
aún en el futuro, mucho tiempo después
del regreso de Judá desde la cautividad Babilónica.
"Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los
pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las
naciones de la tierra se juntarán contra ella… y Jerusalén será otra vez habitada
en su lugar, en Jerusalén… Y en aquel día yo procuraré destruir a todas las
naciones que vinieren contra Jerusalén." (Zacarías 12:3-9).
Los versículos que siguen a continuación, los cuales hablan del
arrepentimiento de la casa de David y de la nación, son extremadamente
hermosos. El Mesías rechazado es el Jehová que los liberta. Ellos Le miran,
miran a quien traspasaron. Hay un gran llanto en la tierra, como antaño en el
valle de Meguido. Esta alusión a 2º. Crónicas 35:22, etc., es en extremo
conmovedora. Allí, el los días
finales de su antigua historia, el fiel rey de ellos, Josías, había caído y la
nación había hecho duelo y gran lamentación allí, por su rey muerto. Aquí, ellos
aprenden a llorar en el
polvo, cuando se enteran que el Rey a quien la nación de ellos había
crucificado, es el propio Jehová de los ejércitos.
En la historia pasada de la nación nosotros vimos cómo ellos habían
fracasado — el pueblo, los sacerdotes, los profetas, y los reyes. Nosotros
encontramos aquí todas estas clases representadas en este arrepentimiento
nacional, y aun así, individual. La casa de David, la cual representa a los
reyes — la casa de Natán, a los profetas — la casa de Leví, a los sacerdotes —
y la casa de Simeón (Simei), al pueblo. (Zacarías 12: 12, 13).
El pleito es aquí con Judá, en la tierra, por el rechazo de Cristo; no
como con Israel, como hemos visto, por la idolatría.
"Y... en toda la tierra… las dos partes serán exterminadas en ella,
y se perderán; pero una tercera parte quedará viva en ella. Y meteré a aquel
tercio en el fuego; los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se
prueba el oro. Ellos invocarán mi nombre, y yo les escucharé. Yo diré: ’¡Pueblo
mío (Ammi)!’; y él dirá: ’¡Jehovah es mi Dios!’" (Zacarías 13: 8, 9 –
RVA).
La frase "Ponle por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo,
ni yo seré vuestro Dios" (Oseas 1:9) es eliminada.
En Zacarías 14 el Señor aparece para liberación de ellos, en el lugar
desde el cual la "gloria" del Dios de Israel había salido, cuando Él
transfirió la "espada" a los Gentiles. Desde el mismo lugar Él había
entrado en Jerusalén como Rey de ellos, conforme a este profeta (Zacarías 9:9) montado
sobre un pollino. Él se sentó sobre el mismo monte de los Olivos, en Mateo 24
rodeado por Sus discípulos Judíos; después que Él hubo dejado a Su nación,
hasta el día en que ellos dirían, "Bendito el que viene en el nombre del
Señor" (Mateo 23: 37-39), y les enseño en cuanto a la restauración y
reunión de su nación de los cuatro confines del mundo, en la venida (aparición,
manifestación presencial) del Hijo del Hombre en Su gloria. Y habiendo Él sido
rechazado por Su nación y crucificado, Él ascendió desde el mismo monte al
cielo (Hechos 1). ¡Y sobre ese mismo monte sus pies se posarán cuando Él
regrese para la liberación plena y completa de ellos en gracia!
"Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones… se
afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en
frente de Jerusalén al oriente… vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los
santos… Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas… Y
Jehová será rey sobre toda la tierra… Toda la tierra se volverá como llanura
desde Geba hasta Rimón al sur de Jerusalén; y ésta será enaltecida, y habitada
en su lugar desde la puerta de Benjamín hasta el lugar de la puerta primera,
hasta la puerta del Ángulo, y desde la torre de Hananeel hasta los lagares del
rey… Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra
Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos,
y a celebrar la fiesta de los tabernáculos." (Zacarías 14: 3-16).
Hemos seguido ahora, sin mucho comentario, y permitiendo a la Escritura
que ella hable por sí misma, lo cual ella ha hecho, desde la ley, los profetas,
y los Salmos, presentando el testimonio de un tiempo de juicio universal;
cuando Dios vuelve a ocuparse directamente del mundo nuevamente; y de la nación
de Israel, siendo ella el objeto especial delante de Él. Todos estos tratos dan
paso al reino de Dios en Sion en la tierra restaurada; en el tiempo de la
restauración de todas las cosas (Hechos 3: 20, 21) — y nosotros hemos visto muy
claramente que este tiempo de juicio es sincrónico con el recuento de la parte
final de la semana setenta de Daniel 9 — la crisis de la historia de este
mundo.
Y antes de finalizar este tema, yo mencionaría brevemente la posición de
los santos celestiales y glorificados — la Asamblea (congregación) de los
primogénitos — durante estas escenas de juicio universal. Nosotros los vimos
siendo arrebatados en el momento de la primera resurrección para estar "siempre
con el Señor" (1ª. Tesalonicenses 4: 13-18), (cuando lo dicho en Isaías
25:8, y en 1ª. Corintios 15:54, es llevado a cabo, " Sorbida es la muerte
en victoria), cuando
este período de juicio comienza.
Nosotros encontramos esto en el libro de Apocalipsis capítulos 4 al 19,
los cuales están ocupados por este período de juicio, precursor del reino. Ello
es asumido también en otras Escrituras. En Apocalipsis 1 tenemos " las cosas
que has visto", la visión de
Cristo caminando entre los candeleros. En Apocalipsis 2 y 3 tenemos "las
(cosas) que son" (Apocalipsis 1:19), o la época y condición de la Iglesia
como portadora de luz aquí abajo para Cristo. En su lugar de responsabilidad
los varios rasgos que marcarían su existencia en el mundo son retratados, desde
el tiempo en que dejó su primer amor, hasta que ella es amenazada con su total
supresión — "te vomitaré de mi boca" (Apocalipsis 3:16). No hay duda
de que se le habla a siete auténticas asambleas en Asia, pero el estado moral
de cada una es aprovechado para describir aquello que se encontraría en la
Cristiandad. Es evidente que estas siete asambleas, y sólo ellas, no podrían ser
denominadas "las (cosas) que
son", pues ellas no constituían todas las que existían en aquel entonces;
y además, Apocalipsis 3:10 indica claramente que toda la época de existencia de
la Iglesia es abarcada, cuando promete que
el vencedor que guardase la palabra de la paciencia de Cristo sería guardado de
"la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a
los que moran sobre la tierra" — el período de juicio que hemos estado
considerando, el cual introduce, o más bien precede, el reino. En Apocalipsis
4, etc., "las (cosas) que han de ser después de estas (Gr. meta tauta)" da inicio
a este
período, " Sube acá, y yo
te mostraré las cosas que sucederán después de estas." Hay rasgos
indudables en estos capítulos que muestran los rasgos principales que
caracterizan el prolongado período desde los días apostólicos hasta el fin de
la era; pero cuando llegamos a los detalles,
la interpretación puede ser aplicada solamente, en realidad, a la crisis de la
historia del mundo.
A través de todo el curso de estos capítulos del Apocalipsis, nosotros
encontramos una compañía sentada en el cielo, serena y pacífica, entre los
truenos y relámpagos y juicios, conocedora del pensamiento de Dios; y con pleno
entendimiento de todo lo que acontece debajo de ellos en el mundo.
En Apocalipsis 4 los encontramos en la presencia de un trono de juicio, sentados
como reyes y sacerdotes, vestidos de ropas blancas, y con coronas de oro sobre
sus cabezas — el complemento de los santos celestiales recibidos a lo alto en
la venida de Cristo. En Apocalipsis 5 uno de ellos explica al profeta lo que
hacía confundir sus pensamientos; y ellos son vistos nuevamente ejerciendo
servicios sacerdotales alrededor del Cordero. Además, en Apocalipsis 7 los
encontramos en el cielo, y uno de ellos explica al profeta lo de los ciento
cuarenta y cuatro mil de Israel, y lo de la multitud de Gentiles con palmas en
las manos, que habían sido sellado para preservación a través de los juicios
para entrar a la tierra milenial, no estando más sometidos a hambre o a sed, o
a dolor.
Además, en Apocalipsis 12, nosotros oímos sus voces celebrando la
expulsión de Satanás y sus ángeles de las regiones celestiales: " ¡Ay de
los moradores de la tierra!"
proclamaban porque Satanás había descendido con gran ira, sabiendo que tiene
poco tiempo — los mil doscientos sesenta días finales del poder de la bestia.
Los pesares de los santos para los lugares celestiales cesan cuando ellos han
sido arrebatados, y justo antes que comiencen los de los santos Judíos,
sellados para preservación. En Apocalipsis 13 estos santos son el objeto de la
blasfemia de Satanás a través de la bestia; él ya no los puede acusar o
causarles dolor, así que él blasfema a "los que moran en el cielo."
En Apocalipsis 19, después de las bodas del Cordero, nosotros vemos a
Cristo como Rey de reyes, y Señor de señores, saliendo al juicio, acompañado
por los ejércitos del cielo, vestidos "de lino fino blanco… porque el lino
fino blanco es la perfecta justicia de los santos." (Apocalipsis 19:8 –
VM) (Compárese también con Apocalipsis 17:14). Él sale a ejercer Su poder sobre
las naciones, y a regirlas con vara de hierro, en lo cual los santos tienen
parte con él. Véase Salmo 2:9, "Los quebrantarás con vara de hierro; Como
vasija de alfarero los desmenuzarás", junto con Apocalipsis 2: 26, 27,
"Al que venciere… yo le daré autoridad sobre las naciones, y las
regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo
también la he recibido de mi Padre."
Luego, en Apocalipsis 20, los tronos están establecidos, y,
"se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar… serán
sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años."
En Apocalipsis 20:4 encontramos 3 clases.
En primer lugar, los que habían sido recibidos en lo alto en la venida
de Cristo;
En segundo lugar, aquellos que durante el intervalo de juicio antes de
Su aparición, los que habían sido "decapitados
por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios", las almas que
fueron martirizadas bajo el quinto sello (véase Apocalipsis 6:9); y,
En tercer lugar, los que durante el furor de la bestia en su último
esfuerzo, instigada por Satanás, "no habían adorado a la bestia ni a su
imagen, y que no recibieron la marca
en sus frentes ni en sus manos."
A estas dos últimas clases no se les priva su bendición por haber
padecido. Ellas pierden la bendición del reino abajo, pero no son olvidadas, y
reciben la bendición celestial con los demás que habían sido recibidos en lo
alto en la venida de Cristo (1ª. Corintios 15: 50-58; 1ª. Tesalonicenses 4:
13-18). Todas las tres compañías, tomadas en su conjunto, componen la
primera resurrección." {Apocalipsis 20:4, 5}.
F. G. Patterson
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Septiembre/Octubre
2017.-