LOS CAMINOS DE DIOS
Gobierno, Gracia, y Gloria
Frederick G. Patterson
De la Revista "The Bible Treasury", Vol. 5, 1865-1865
BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.
JND = Una traducción literal del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo
Testamento (1884) por John Nelson Darby (1800-82), traducido del Inglés al
Español por: B.R.C.O.
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The
Lockman Foundation, Usada con permiso.
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por
Editorial Mundo Hispano)
RVR1977 = Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial
Clie).
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de H.
B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY,
Suiza).
Introducción.
Capítulo
1. —
El Alcance General de los Tratos de Dios.
Capítulo
2. —
La historia Pasada del Pueblo de Israel
Capítulo
3. —
Los Tiempos de los Gentiles y Su Juicio.
Capítulo
4. —
La vocación de la Iglesia, y Su Gloria.
Capítulo
5. —
La Corrupción de la Cristiandad.
Capítulo
6. —
El Juicio de Israel y de las Naciones introductorio del Reino.
Capítulo
7. —
La Gloria, o Reino.
Capítulo
8. —
Satanás desatado por un poco de tiempo, el Gran Trono Blanco, y el Estado
Eterno.
Capítulo
9. —
Conclusión.
INTRODUCCIÓN
En un momento como el actual, tan pleno de
acontecimientos que se aglomeran en la historia de la época actual — una época
que finaliza con consecuencias tan profundas y solemnes para el mundo, y tan
plena de bendiciones para el Cristiano, y para la Iglesia de Dios — es una bendición
del Señor hacer que nuestras mentes estén dirigidas hacia la palabra profética,
y a los modos de obrar de Dios. De la palabra profética se dice que nosotros
hacemos "bien en estar atentos [a ella] como a una antorcha que alumbra en
lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en
vuestros corazones " (2ª. Pedro 1:19).
Es deseable, de manera tan concisa como sea
consistente con el objetivo en perspectiva, y como el Señor pueda proveer
amablemente guía y bendición para nuestra necesidad, traer ante las mentes del
pueblo de Dios el alcance general de los grandes tratos dispensacionales de
Dios, el cual Le ha complacido a Él, en Su gracia infinita, dárnoslo a conocer
en Su palabra, con el fin de mostrar esos tratos en gobierno, gracia, y gloria.
De este modo, a algunos les será fácil seguir esos tratos en su orden consecutivo
hasta donde ellos pueden ser
seguidos, como para percatarse de los propósitos de Dios revelados así.
De cierto podemos decir verdaderamente que
sólo "en parte conocemos" (1ª. Corintios 13:9); pero el Señor es muy
amable, y espera en nuestra lentitud para aprender.
No se pretende presentar una visión completa
de los detalles de estas cosas, sino lo que puede conducir la mente a una mayor
búsqueda de los más minuciosos detalles en la palabra de Dios, y a una más
perfecta comprensión de Sus propósitos y modos de obrar.
Al llevar a cabo un deseo tal, muchas
verdades, bien conocidas últimamente entre el pueblo del Señor, estarán ante
nosotros — necesariamente — para que las partes más importantes no puedan ser
olvidadas u omitidas, en el orden consecutivo de los modos de obrar de Dios. Y
si se considera que es necesario apartarse de este orden, ello será nada más
que para conectar más plena y claramente los acontecimientos, para que a la
mente se le pueda permitir pasar a lo largo de la cadena sin omitir un eslabón.
El propósito de estos escritos es poner la
verdad clara y sencillamente delante de la mente desde la Escritura, para la
"edificación de Dios que es por fe" (1ª. Timoteo 1:4); no para
combatir con el error, por muy útil y necesario que ello pueda ser a su tiempo.
Porque se siente vigorosamente que cuando la verdad con su luz clara y perfecta
resplandece en el alma, ella disipa las tinieblas alrededor, y encuentra un
lugar de reposo en el corazón que desea estar sujeto a la palabra de Dios.
Que las consideraciones de estas verdades
puedan demostrar ser una bendición de parte de Él, el único que puede bendecir;
y pueda Él habilitarnos para vivir en el poder de las cosas que son invisibles
y eternas, ¡y bendiga Su propia palabra abundantemente!
Al escudriñar estos temas, un alcance muy
amplio de la Escritura estará ante nosotros.
Las Escrituras proféticas del Antiguo
Testamento abarcan cinco temas distintivos, a saber:
1. La Corrupción o Ruina de Israel, la
nación escogida por Dios.
2. El juicio que sigue a la ruina, sea por
mano de los Gentiles o de otro modo.
3. Los tiempos de los Gentiles, y su juicio.
4. La crisis de la historia del mundo, o
corto período de juicio cuando el Señor "ejecutará su obra en la tierra,
acabándola y acortándola" (Romanos 9:28 – VM); introductorio de esa edad
cuando "la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como
las aguas cubren el mar." (Habacuc 2:14).
5. La gloria o Reino, el cual conocemos
familiarmente como el Milenio.
Yo presentaría de antemano una observación
acerca de 2ª. Pedro 1:20: "entendiendo primero esto, que ninguna profecía
de la Escritura es de interpretación privada." Ha habido ciertos
cumplimientos parciales de la profecía en tiempos pasados, los cuales, sin
duda, llevaron en gran parte sobre ellos los rasgos de sucesos a los cuales,
cuando se cumplan, en una aplicación principal, ellos se referían; pero si
nosotros tuviésemos que decir que su alcance termina allí, no entenderíamos el
pensamiento del Espíritu en el tema de la Escritura, y haríamos que fuese de
interpretación privada. La profecía comienza en la mente y los consejos de
Dios, y finaliza sólo en Su propia gloria a ser revelada y perfeccionada y
mostrada en Su Hijo; ella vincula dos cosas, los consejos de Dios y sus
cumplimientos en Cristo. Nosotros no podemos, por tanto, comenzar en un punto
posterior, o detenernos en cualquier punto previo al final, sin perder su gran
objetivo. Con independencia de cuán exacto puede haber sido el cumplimiento
aparente de ciertas profecías, cuando pasamos a examinar los detalles, nosotros
estamos seguros de encontrar rasgos que muestran claramente que, cuando a Dios
le agradó usar las circunstancias que estaban por venir, o que estaban entonces
delante de Él, Él ha mostrado siempre que Él tenía otros pensamientos en
perspectiva que llegan hasta el cumplimiento de Sus plenos propósitos y gloria,
de los cuales el asunto delante de Él sirvió como un tipo o figura. Asimismo,
la profecía se ocupa acerca de acontecimientos terrenales, no acerca de los
celestiales. Ciertamente "una es la gloria de los celestiales, y otra la
de los terrenales" (1ª. Corintios 15:40); pero la profecía guarda silencio
en cuanto al "misterio escondido desde los siglos en Dios" (Efesios
3:9). El "misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero
que ha sido manifestado ahora." (Romanos 16: 25, 26). "Grande es este
misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia." (Efesios
5:32).
Capítulo 1. — El Alcance
General de los Tratos de Dios.
Con referencia a este tema, nos referiremos
a tres Escrituras que siguen a continuación:
1º. "Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo,
Dios envió a
su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley" (Gálatas 4:4).
2º. "Con miras a una buena administración en el cumplimiento de los
tiempos, es
decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están
en los cielos, como las que están en la tierra. En El también
hemos obtenido herencia" (Efesios 1: 10, 11 – LBLA).
3º. "Y el ángel… juró
por el que vive por los siglos de los
siglos,… que ya no habrá dilación, sino
que en los
días de la voz del séptimo ángel, cuando esté para tocar la trompeta, entonces
el misterio de Dios será consumado" (Apocalipsis 10: 5-7 LBLA).
Estas porciones de la
Escritura señalan los tres grandes acontecimientos o épocas de los tratos de
Dios para con el mundo: el primero de ellos ha pasado, y los otros dos son
manifiestamente futuros; estando la diferencia en los dos últimos en esto: que
uno termina cuando el otro comienza. Vamos a tratar ahora de determinar a
partir de la Escritura, a cuáles tratos pasados y modos de obrar de Dios se
refiere la expresión en Gálatas, "cuando vino el cumplimiento del
tiempo." Nosotros debemos, por lo tanto, dar una mirada general a la historia
pasada del mundo tal como nos ha sido revelada.
Dirigimos nuestra atención a
Génesis 1 y 2, y encontramos allí que Dios, habiendo creado al hombre y a la
mujer, les otorga el "dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del
cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se
arrastra sobre la tierra" (Génesis 1:26 – LBLA).
Un dominio universal otorgado
a ellos sobre todas las cosas creadas. Pasamos a Génesis 3, y encontramos allí
que Satanás había venido y había tenido éxito en obtener esta preponderancia a
través del hombre que había caído, y a través de sus concupiscencias, cuando fue
apartado de Dios. A Adán vivo e inocente se le había dado una ley de cuya
observancia dependía la conservación de las bendiciones y el dominio, y que
podía, como una criatura, haberle guardado en su lugar correcto de sujeción a
Dios. Adán caído así oye una promesa, que la simiente de la mujer (lo que él no
era) heriría, a su debido tiempo, la cabeza de Satanás (Génesis 3:15), el cual
había obtenido así la preponderancia mediante su engaño; y así, él es expulsado
de la presencia de Dios. "Echó, pues, fuera al hombre" (Génesis
3:24). Comienza entonces el período de prueba del hombre en esta condición, la
cual duró cerca de cuatro mil años, hasta que "vino el cumplimiento del
tiempo" (Gálatas 4:4).
Durante 1600 o 1700 años de
este tiempo de prueba, los hombres son dejados a andar en sus propios caminos (si
bien Dios no se dejó jamás a Sí mismo sin testimonio, Hechos 14: 16, 17) hasta
el diluvio; cuando "se corrompió la tierra delante de Dios, y… estaba la
tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba
corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra."
(Génesis 6: 11, 12). "Las cosas invisibles de él, su eterno poder y
deidad," se habían visto con toda claridad, "siendo entendidas por
medio de las cosas hechas," dejándolos sin "excusa" (Romanos
1:20). Dios dijo por tanto, "He decidido el fin de todo ser, porque la
tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré
con la tierra." (Génesis 6:13). Y entonces Él trajo "el diluvio sobre
el mundo de los impíos… por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en
agua", y terminó así la prueba del hombre abandonado a sí mismo. (2ª.
Pedro 2:5; 3:6).
Noé y su familia son salvados
a través de este juicio, y nosotros lo encontramos en la tierra limpiada así.
En sus manos se le da la 'espada'; el gobierno es confiado a él — "El que
derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen
de Dios hizo El al hombre." (Génesis 9:6 – LBLA). Noé comisionado así,
comenzó a ser un labrador, y plantó una viña, y bebió vino, y se embriagó;
perdiendo así, moralmente, la posición en la que él había sido colocado por
Dios.
Comenzó la adoración de
demonios. Los hombres, aunque conocían a Dios, "no le glorificaron como
Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su
necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y
cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre
corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles." (Romanos 1: 21-23).
"Lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican." (1ª.
Corintios 10:20).
La voluntad propia llena así
el corazón del hombre — voluntad propia que demostraría ser un centro en sí
misma, habiendo perdido el vínculo que la unía a Dios, el único centro del
bien: los hombres se unen para hacer un centro de unidad apartados de Dios.
"Edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y
hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra."
(Génesis 11:4). El hombre llamaría a esto unidad, Dios lo llama confusión,
(Babel), y Él desciende y los esparce desde allí, dándoles la limitación del
lenguaje, "una "atadura de hierro" en torno a los hombres.
Cuando el mundo hubo entrado
así en la idolatría, " adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del
Creador, quien es bendito por los siglos" (Romanos 1:25 – LBLA), Dios
separó para Sí mismo un hombre, Abraham, y en él una familia, una nación, para
que Él pudiese (entre otros consejos) poner al hombre bajo otra prueba, en un
terreno nuevo. Con el transcurso del tiempo, Él separa esta nación de Israel
del mundo (Egipto) para Sí mismo, dándoles, estando separados así, morando Él
mismo entre ellos, Su ley. Esta ley representaba al hombre la norma de su
responsabilidad como pecador, y también representaba la autoridad de Dios. No
conociéndose a ellos mismos, ellos la aceptan como la condición de su relación
con Dios; el legislador va a recibirla, y antes que las condiciones fuesen
nombradas, los que aceptan las condiciones erigen un becerro de oro y lo adoran
como Dios de ellos, ¡y fracasan! Dios coloca entonces la ley en las manos de un
mediador y añade las condiciones de paciencia y misericordia a sus demandas. La
historia de la nación de Israel, colocada así en el terreno nuevo, nos presenta
el resultado de esta nueva prueba del hombre. Ella duró hasta la cautividad en
Babilonia. Durante aquel tiempo de prueba nosotros oímos la voz suplicante de
los profetas y mensajeros de Dios, procurando recuperar el pueblo rebelde a la
observancia de las condiciones de su relación con Él, y a guardar la ley que las
definía. "Mas ellos," dice el profeta, "cual Adán, traspasaron
el pacto; allí prevaricaron contra mí." (Oseas 6:7). Ellos quebrantaron el
pacto del cual dependían las bendiciones, tal como Adán había hecho.
El hombre recibe ahora otra prueba.
El poder supremo es puesto en sus manos. Dominio universal es dado en manos de
Nabucodonosor, rey de Babilonia: "Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el
Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad. Y dondequiera que
habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha
entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella
cabeza de oro." (Daniel 2: 37, 38). Entonces, ¿cómo lo usará él? ¿Será
para la gloria y la honra de Aquel de quien él lo había recibido? El resultado
es conocido. Envanecido en soberbia de corazón, él hace de sí mismo un centro,
y para una unidad religiosa e idólatra aparte de Dios, él persigue a Su pueblo.
Envanecido en soberbia él dice, "¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué
para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?"
(Daniel 4:30). Él pierde su raciocinio moral ¡y se convierte en una bestia!
Y ahora, en el desierto de
este mundo, en el sitio donde Dios había colocado Su viña y plantado Su vid,
para que pudiese producir fruto para Él — la viña que Él había cercado y de la
cual Él había quitado las piedras, y había plantado con Sus vides más
escogidas, y de la cuál Él pudo decir, "¿Qué más se podía hacer a mi viña,
que yo no haya hecho en ella?" y cuando Él esperaba que ella diese uvas
buenas, dio uvas silvestres (Isaías 5:4), con todo Su cuidado y cultivo, ""sarmiento
degenerado de una vid extraña" (Jeremías 2:21 – LBLA) — en el desierto
moral de este mundo, en aquel sitio pequeño al que Él había otorgado tal
cuidado, ¡vino Su última prueba del hombre!
«Yo tengo un Hijo, quizás le
vean a Él, le tendrán respeto.» (Lucas 20:13). La historia se narra pronto:
ellos Le entregaron una cruz ¡cuando Él vino a buscar Su corona! Ellos Le
dieron esputos ¡cuando Él vino a buscar fruto! Y terminó así el período de
prueba de cuatro mil años bajo toda forma de prueba; ¡El cumplimiento del
tiempo vino! (Gálatas 4:4). El hombre
no puede mencionar ni una sola manera que haya sido dejada sin probar por Dios;
él es dejado sin excusa. El cumplimiento del tiempo vino, y Dios envió a Su
Hijo. ¡El Hijo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido! (Lucas 19:10).
Él tomo la doble posición: "nacido de mujer", a través de la cual el
pecado había entrado, "nacido bajo la ley", para que nosotros
pudiésemos recibir la adopción de hijos; para que Dios pudiese mostrar las
abundantes riquezas de Su gracia a aquellos que eran pobres y miserables por
medio del pecado. El resultado para los que creen es, "Tenemos redención
por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia."
(Efesios 1:7).
Su propósito es revelado para
los tales: "Con miras a una buena
administración en el cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir
todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como
las que están en la tierra. En El también hemos obtenido herencia"
(Efesios 1: 10, 11 – LBLA). Y cuando este cumplimiento de los tiempos habrá
seguido su curso, el ángel poderoso jurará por Aquel que vive por los siglos de
los siglos, que ya no habrá dilación, y que cuando el séptimo ángel comience a
tocar la trompeta, el "misterio de Dios" se habrá consumado
(Apocalipsis 10). "El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces
en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor
y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos." (Apocalipsis
11:15).
Consideremos ahora estos "tiempos" que avanzan hasta su "cumplimiento."
"El cumplimiento de los tiempos" es evidente pasado; la
"administración en el cumplimiento de los tiempos", o, " la dispensación
del cumplimiento de los
tiempos" es claramente futura.
1. Ahora es el tiempo del testimonio de la cruz y la resurrección de
Jesús, y la reunión de los coherederos para Él, en quien nosotros hemos
obtenido una herencia; el tiempo cuando la obra secreta de Dios está
progresando, adecuando las piedras espirituales a Su casa espiritual. (1ª.
Pedro 2:5).
2. Es el tiempo de la Iglesia padeciendo en quebranto y debilidad aquí
abajo, en el reino y en la paciencia de Jesús. (Apocalipsis 1:9).
3. Es el tiempo de confusión y desgobierno, cuando el juicio está tan separado
de la justicia que, cuando el único Justo estuvo de pie ante el tribunal,
reconociendo que el poder que estaba allí fue dado por Dios: "Ninguna
autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba." (Juan 19:11),
— ¡el juicio condenó al Inocente!
4. Es el tiempo de la ceguera del pueblo amado, el velo estando sobre el
rostro de ellos, la plenitud de los Gentiles siendo reunida.
5. Es el tiempo de la dominación Gentil, cuando la gran imagen de Daniel
no ha recibido aún el golpe en sus pies de la piedra cortada sin ayuda de manos
(Daniel 2).
6. Es el tiempo cuando la creación entera gime juntamente con nosotros y
a una está en dolores de parto, esperando la manifestación de los hijos y
herederos de Dios. (Romanos 8: 17-23 - VM).
7. Es el tiempo cuando Satanás anda rondando, como un león rugiente,
buscando a quien devorar (1ª. Pedro 5:8); cuya voz nosotros oímos en los espíritus
malos, «no nos atormentes antes de tiempo.» (Mateo 8:29).
8. Es el tiempo del "misterio de Dios", cuando Él soporta con
mucha longanimidad el mal; sin juzgarlo; cuando la maldad esta en lugares
elevados, y la bondad es pisoteada; cuando la falsedad triunfa; y la verdad ha
sido botada en las calles.
9. Y es el tiempo cuando Jesús, rechazado por Sus palabras, está sentado
a la diestra de Dios, esperando hasta que "sus enemigos sean puestos por
estrado de sus pies." (Hebreos 10: 12, 13).
Pero nosotros debemos volver ahora sobre nuestros pasos. Vimos que el
hombre había perdido la primacía y el dominio dados a él en Génesis 1, 2.
Pasamos al Salmo 8, y encontramos que hay un "hijo del hombre" al
cual se le otorga todo el dominio. "Le hiciste señorear sobre las obras de
tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, Y
asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar."
(Salmo 8: 6-8). ¿Quién es este "Hijo del Hombre"? y ¿cuándo va a ser
ejercido y disfrutado este dominio? Hebreos 2 nos responde: "No
sujetó a los ángeles el mundo (oikouméne) venidero, acerca del cual estamos hablando; pero alguien
testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, O el
hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco
menor que los ángeles, Le coronaste de gloria y de honra, Y le
pusiste sobre las obras de tus manos; Todo lo sujetaste
bajo sus pies… todavía no vemos que
todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a
aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria
y de honra." Es en el mundo (o siglo) venidero que este dominio va
a ser ejercido y disfrutado por Aquel que es también el, "Hijo del
Hombre", "coronado de gloria y de honra" ahora.
Dirigimos nuestra atención a Efesios 1:
19-23, y encontramos al apóstol citando nuevamente el mismo Salmo. Él habla de la
extraordinaria grandeza del poder que obró en Cristo "cuando le resucitó
de entre los muertos y le sentó a su diestra en los lugares celestiales, muy
por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que
se nombra, no sólo en este siglo sino también en el venidero. Y todo sometió
bajo sus pies, y a El lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,
la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo."
(Efesios 1: 20-23 – LBLA). Nosotros aprendemos de esta y de otras porciones de
los capítulos 1 al 4 que, mientras Él está exaltado así, un cuerpo está siendo
formado para Él de Judíos y Gentiles, y que el mismo poder que fue ejercido
para resucitar a Cristo y exaltarle como hombre a la diestra de Dios (Él fue siempre
el Hijo eterno, el verbo (la Palabra) que estaba con Dios) es ejercido para dar
vida, resucitar, y unir a Él a los coherederos, los cuales forman Su cuerpo, a
saber, la Iglesia.
Nuevamente, en 1ª. Corintios 15:27, el
apóstol cita este Salmo. De allí nos enteramos que este dominio se cumple en la
resurrección, la resurrección de los santos de entre los muertos, de lo cual el
capítulo trata; que cuando llegue aquel día, algunos no habrán sido dejados
dormidos por Jesús, sino todos (muertos y vivos) serán transformados. Es en
este período que se dará curso a la dispensación del cumplimiento de los
tiempos, y Dios habrá reunido todas las cosas en Cristo, tanto las que están en
los cielos, como las que están en la tierra: y cuando se cumplirá la palabra que
está escrita, "Sorbida es la muerte en victoria." (1ª. Corintios
15:54; Isaías 25:8). Entonces Él procederá, tal como lo encontramos por medio
de los pasajes afines de Isaías, a introducir la bendición de los terrenales; y
entonces el reino de este mundo vendrá a ser el reino de nuestro Señor y de Su
Cristo (Apocalipsis 11:15), "cuando Jehová de los ejércitos reine en el
monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso."
(Isaías 24:23).
Nosotros encontramos esto en Isaías 24-26. El mundo y su sistema es
puesto bajo juicio, cuando este oscile como ebrio bajo el juicio de Dios
(Isaías 24:20). Cuando Él castigará al ejército de lo alto en lo alto (Isaías
24:21 – LBLA): Satanás y sus huestes serán arrojados de las regiones celestes
(Apocalipsis 12), después de haber oscurecido y obstaculizado la bendición de
Dios por tan largo tiempo. Los reyes de la tierra serán castigados en la
tierra, cuando ellos estén reunidos contra el Rey de reyes y Señor de señores.
(Apocalipsis 19). Este juicio universal da paso al establecimiento de Su trono
en Sion. "En este monte hará Jehová de los Ejércitos, para todas las
naciones, un banquete de manjares pingües, banquete de vinos sobre las heces;
de manjares pingües de mucho meollo, de vinos sobre las heces, bien refinados."
(Isaías 25:6 – VM). Él retirará el velo que envuelve a todas las naciones. Él
quitará la afrenta de Su pueblo Israel (Isaías 25: 7, 8), el remanente de la
nación que ha esperado a Aquel que fue "fortaleza para el
desvalido, fortaleza para el pobre en su angustia, su refugio contra la
tempestad, su sombra contra el calor, cuando el resoplido de los tiranos
era como tempestad contra la pared." (Isaías 25:4 – VM). Él humillará la canción triunfal
de los tiranos (Isaías 25:5 - VM), y hará que "los pies del pobre, los
pasos del desvalido" remanente de Su pueblo los pise, y les enseñe en
aquel día de su liberación y restauración, a cantar este cántico en la tierra
de Judá (Isaías 26:6), "¡Ciudad
fuerte tenemos; salvación pondrá Dios
por muros y baluartes!"
(Isaías 26:1 – VM). Los tres capítulos enteros son de una superabundante
hermosura, mostrando lo que el Señor hará en el día cuando se cumpla la palabra
que está escrita, "Sorbida es la muerte en victoria" (1ª. Corintios
15:54), cuando todo lo que ha sido estropeado y destruido en manos de Adán, será
rehabilitado en el "postrer Adán", y cuando él ejercerá la primacía
del Salmo 8 asumida como Redentor-heredero — los coherederos unidos a Él;
cuando el nombre del Señor será excelente en toda la tierra; y Su gloria, no
sólo como Rey en Sion, sino aquella que Él ha puesto sobre los cielos, será
exhibida en los cielos y en la tierra en "los tiempos de la restauración
de todas las cosas." (Hechos 3:21).
En resumen, nosotros hemos visto que el hombre se ha destruido a sí
mismo; toda nueva prueba demostrando solamente cuán completa ha sido su ruina y
fracaso. Él ha perdido sus bendiciones tan pronto como las recibió. Nosotros
vemos que Dios rehabilitará en un sentido mucho más elevado, y para Su propia
gloria, todo lo que el hombre ha arruinado, y bajo lo cual él ha fracasado, en
el Hijo del Hombre — el segundo Adán — ¡en Cristo! Lo que hemos considerado
abarca solamente el período de prueba hasta la cruz y el rechazo de Dios mismo
en la persona de Cristo. Nosotros veremos, al considerar otros temas, este
humillante descubrimiento, no obstante necesario, expuesto más claramente. Es
cierto que el hombre — el primer Adán — estuvo tan realmente perdido en el día
de Génesis 2 como en su rechazo de Cristo; pero fue esto lo que sacó a la luz
claramente la enemistad de su corazón hacia Dios y el bien. Antes de la cruz no
había prueba de esto. Él fracasó en muchas pruebas pacientes por parte de Dios;
pero su ruina fue demostrada plenamente cuando Dios, gentil, humano, amoroso,
lleno de gracia y verdad, vino a estar en su medio y fue rechazado ¡en la
persona de Jesucristo!
Capítulo 2. — La historia
Pasada del Pueblo de Israel
Después de nuestro breve sondeo de los
tratos generales de Dios, llegamos ahora a considerar Sus modos de obrar, como siendo
mostrados más en detalle; y al hacerlo, nos volvemos a ese pueblo, o nación,
que fue, de manera peculiar, la plataforma para la exhibición de esos modos de
obrar, en gobierno paciencia, y misericordia — el pueblo de Israel.
Nosotros hemos visto el estado del mundo y
el fracaso del hombre en los días anteriores al diluvio, y después, a Noé
instalado en la tierra renovada, entrando el mundo en la idolatría, y, entre
los destemplados elementos de las voluntades humanas, al hombre esforzándose
por hacer un centro y un nombre aparte de Dios, y el juicio de Dios sobre eso —
las divisiones del mundo en naciones en la familia de Noé. Hubo un propósito
con Dios en aquel tiempo, en Su mente y consejos, los cuales encontramos en
Deuteronomio 32: 8 y 9.
"Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones,
Cuando hizo dividir a los hijos de los hombres,
Estableció los límites de los pueblos
Según el número de los hijos de Israel.
Porque la porción de Jehová es su pueblo;
Jacob la heredad que le tocó.
Nosotros encontramos aquí que siglos antes
que ellos existiesen como una nación, los consejos de Dios estaban ocupados
acerca de ellos. Sus tratos con las naciones del mundo fueron dispuestos con
referencia a la descendencia de Jacob.
El mundo había perdido el conocimiento del
único Dios verdadero y había ido tras los ídolos, incluso la familia de aquel
del cual se dijo, "¡Bendito sea Jehová, el Dios de Sem!" (Génesis
9:26 – VM). Satanás había tenido éxito en la obtención de la posición que Dios
debiese haber tenido en la mente y el corazón del hombre. "Vuestros padres
habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y
de Nacor; y servían a dioses extraños." (Josué 24:2). De 1ª. Corintios
10:20, en el cual el apóstol cita Deuteronomio 32:17, nosotros nos enteramos
que estos dioses eran demonios. Al ser este el caso, Dios escogió un hombre, a
quien Él llamó a separarse de su país, sus asociaciones, y su familia, para ser
un testigo en el mundo y contra el mundo para Él. A este hombre, Abraham, Dios
le dio ciertas promesas, tanto de una naturaleza temporal como de una
naturaleza espiritual. Dado que el asunto que está ante nosotros es la historia
pasada de la nación de Israel, nosotros nos dedicamos solamente a las promesas
temporales. Cuando Abraham llegó a la tierra de Canaán, Dios dijo, "A tu
descendencia daré esta tierra." (Génesis 12). Cuando Lot se separó de él,
estas promesas fueron renovadas. "Y Jehová dijo a Abram, después que Lot
se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia
el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves,
la daré a ti y a tu descendencia para siempre", etc." (Génesis 13:14,
etc.). En Génesis 15 nosotros encontramos la promesa renovada nuevamente y los
límites de la tierra son nombrados. "Y le dijo: Yo soy Jehová, que te
saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra." Y además,
" A
tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande,
el río Éufrates." En una visión en el mismo capítulo Dios revela a Abraham
que su descendencia serían extranjeros en una tierra que no era de ellos, y que
tendrían que ser siervos de los habitantes de esa tierra. "Y Dios dijo a
Abram: Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que
no es suya, donde serán esclavizados y oprimidos cuatrocientos años… y después saldrán de allí con grandes
riquezas." (Génesis 15: 13, 14 – LBLA).
Ahora bien, estas promesas fueron enteramente
incondicionales: ellas
fueron dadas por Dios y recibidas por Abraham sin condición alguna de ningún
tipo. Nosotros las hallamos, aún sin condición alguna, repetidas a Isaac en
Génesis 26, y a Jacob en Génesis 28. Pasamos a Éxodo 2, cuando los
cuatrocientos años habían expirado, y encontramos mencionadas estas promesas a
los padres; "Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con
Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció
Dios." El pueblo está ahora redimido, y sacado de Egipto, el nombre del
Dios del pacto, Jehová, es revelado a ellos. Después se les dice el propósito
que Dios tuvo para sacarlos así. "A ti te fue mostrado, para que supieses
que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él." (Deuteronomio 4:35). O,
tal como Él dice en Isaías 43:12, "Vosotros, pues, sois mis testigos, dice
Jehová, que yo soy Dios." Tras la redención del pueblo Dios ocupa Su
morada entre ellos en la nube y la gloria.
Sin embargo, el asunto de la justicia no
había sido planteado aún. El pueblo viaja desde el Mar Rojo hasta el monte
Sinaí, como siendo los objetos de la gracia perfecta. Dios propone aquí ciertos
términos de relación con ellos; "Vosotros visteis lo que hice a los
egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora,
pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, [entonces] vosotros seréis
mi especial tesoro sobre todos los pueblos;
porque mía es toda la tierra", etc. (Éxodo 19). "Y todo el pueblo
respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho." Véase también
Éxodo 24: 3, 7. Donde el pacto es ratificado mediante sangre. Por consiguiente,
ellos entraron en un pacto de obediencia como siendo los términos de relación
con Dios. En lugar de decir, «No, nosotros no podemos confiar en nosotros
mismos en lo más mínimo; si aceptamos condiciones como estas, ciertamente
fracasaremos: no seremos capaces de mantener nuestras bendiciones ni por una
hora.» En lugar de esto, ellos estuvieron llenos de confianza e ignorantes en
cuanto a ellos mismos. El resultado es claro y solemne. El legislador sube al
monte que ardía en fuego, para recibir los términos del pacto; y, antes que el
regresara, el pueblo hace un becerro de oro y lo adora como siendo este el dios
que los trajo desde Egipto: ellos dicen, "Levántate, haznos dioses que
vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la
tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido." (Éxodo 32:1). Moisés
regresa con las tablas de la ley en su mano; él ve la música y la danza cuando
se acercó [esta es la traducción
correcta] al campamento: él vio que, por parte del pueblo, los términos de la
relación fueron quebrantados; y se encendió su ira, y arrojó las tablas de sus
manos, y las hizo pedazos al pie del monte. Por lo tanto, la ley pura y no adulterada
nunca llegó a estar entre el pueblo. El legislador regresa al monte; él sube
nuevamente, «para ver si podría conseguir la remisión del pecado de ellos»
(Éxodo 32:30 – VM); y en respuesta a la oración de Moisés, el pueblo es
perdonado, y un pacto de longanimidad, paciencia, y misericordia es añadido al
de la ley; y es establecido en las manos del mediador y el pueblo (Éxodo
34:27).
El libro de Levítico, con otros asuntos,
establece el acercamiento a Dios, el cual moraba entre ellos, y el sacerdocio.
El libro de Números presenta la travesía del
desierto.
Cuando estuvieron a punto de entrar en la
tierra, el pacto es renovado de la manera más clara, estableciendo los términos
de la posesión de ellos de la tierra con la condición que ellos los observaran.
En el libro de Deuteronomio, el capítulo 27 puntualiza el principio de justicia
legal, y el capítulo 28, como otras partes del libro, las condiciones de la
herencia y la bendición de ellos en la tierra. "Acontecerá que si oyeres
atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus
mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre
todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y
te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la
ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de
tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus
ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu
entrar, y bendito en tu salir." (Deuteronomio 28: 1-6). Y la alternativa,
"Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar
cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que
vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. Maldito serás tú en
la ciudad, y maldito en el campo. Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar. Maldito
el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los
rebaños de tus ovejas. Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir."
(Deuteronomio 28: 15-19). El capítulo completo puntualiza de la manera más
solemne, las condiciones de su posesión y retención de sus bendiciones en la
tierra. Y nosotros leemos Deuteronomio 29:1, "Estas son las palabras del
pacto que Jehová mandó a Moisés que celebrase con los hijos de Israel en la
tierra de Moab (en los límites de Israel), además del pacto que concertó con
ellos en Horeb."
Por lo tanto, nosotros los encontramos
entrando en la tierra bajo el liderazgo de Josué, las aguas del Jordán
separándose, y el "Señor de toda la
tierra" pasando a la tierra antes que Su pueblo, para poseer la tierra
en ellos (Josué 3). Este fue un título importante que Jehová asume, al cual
tendremos ocasión de referirnos nuevamente.
El Libro de Josué presenta la historia de la
conquista y establecimiento de ellos en la tierra. En el último capítulo
nosotros encontramos a Josué estableciendo un pacto con el pueblo, en el cual
ellos mismos se obligan a servir a "Jehová su Dios", y a obedecer Su
voz, y bajo estas condiciones retener la bendición. Vemos ahora un asunto
establecido claramente, de suma importancia, que es, que el pueblo nunca poseyó
la tierra, o las bendiciones prometidas a los padres, bajo los términos
incondicionales prometidos a Abraham, Isaac, y Jacob. Estas promesas están aún
por ser hechas realidad y por cumplirse en gracia. Los resultados del hecho de
que ellos heredaran la tierra y las bendiciones de manera condicional, los
encontramos en el libro de Jueces, así como en otras Escrituras. "Los
hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los
baales. Dejaron a Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de la
tierra de Egipto, y se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que
estaban en sus alrededores, a los cuales adoraron; y provocaron a ira a Jehová.
Y dejaron a Jehová, y adoraron a Baal y a Astarot… Y la ira de Jehová se
encendió contra Israel, y dijo: Por cuanto este pueblo traspasa mi pacto que
ordené a sus padres, y no obedece a mi voz, tampoco yo volveré más a arrojar de
delante de ellos a ninguna de las naciones que dejó Josué cuando murió; para
probar con ellas a Israel, si procurarían o no seguir el camino de Jehová,
andando en él, como lo siguieron sus padres", etc. (Jueces 2: 11-13; 20-23).
Este libro muestra el fracaso de ellos, y la fidelidad y paciencia de Dios, el
cual levantó jueces y libertadores de vez en cuando, para traerles alivio
temporal de las manos de sus enemigos.
En el primer libro de Samuel nosotros
encontramos el fracaso del sacerdocio en la familia de Elí. Leemos, "Y los
hijos de Elí eran hijos de Belial; no conocían a Jehová." (1º. Samuel 2:12
– VM). El capítulo entero trata acerca de este fracaso, y el conocimiento que
Jehová toma de él. En 1º. Samuel 3 Jehová establece la línea regular de
profetas en Samuel (Hechos 3:24), "antes que la lámpara de Dios fuese
apagada "en la casa de Jehová, para formar el vínculo entre Él y las
conciencias del pueblo. En el capítulo 4 el arca de Dios, sobre la cual Él
manifestaba Su presencia, es capturada. Elí muere, y la mujer de Finees, en el
momento de su muerte dando a luz, lo llama Icabod, diciendo, "¡Traspasada
es la gloria de Israel!" El profeta Samuel es ahora el vínculo entre Dios
y el pueblo. Él "juzgó a Israel todos los días de su vida." (1º.
Samuel 7:15 – LBLA). Cuando él envejeció, estableció a sus hijos para ser
jueces sobre Israel, pero ellos "no anduvieron por los caminos de él, sino
que se desviaron tras ganancias deshonestas, aceptaron sobornos y pervirtieron
el derecho." (1º. Samuel 8:3- LBLA).
El pueblo desea ahora un rey, "Pero no
agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel
oró a Jehová. Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te
digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no
reine sobre ellos." (1º. Samuel 8: 6, 7). Jehová les da ahora un rey, un
hombre elegido por ellos, Saúl el hijo de Cis. 1º. Samuel 9 a 15 nos presenta
la historia de su designación y su fracaso. Él fracasa en hacer aquello para lo
cual había sido elevado. "Entonces Samuel le dijo: Hoy el SEÑOR ha
arrancado de ti el reino de Israel, y
lo ha dado a un prójimo tuyo que es mejor que tú." (1º. Samuel 15:28 –
LBLA). Dios les da ahora un rey, un hombre de Su propia elección, "David
hijo de Isaí", el que finalmente es establecido en el reino. Después de
él, su hijo Salomón es establecido en el trono del reino, en un momento pleno de
prosperidad y bendición, sin "adversarios, ni mal que temer." (1º.
Reyes 5:4). (Véase 1º. Samuel 16 a 1º. Reyes 10). "Los caballos de Salomón
eran importados de Egipto" (1º. Reyes 10:28 – LBLA), y él tomó para sí
muchas mujeres. Ambas cosas estaban prohibidas expresamente en Deuteronomio 17.
"Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado
de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y le había
mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos; mas él no guardó lo
que le mandó Jehová." (1º. Reyes 11: 9, 10).
Ellos habían fracasado ahora bajo los
profetas, los sacerdotes, y los reyes. Salomón había unido, por un poco de
tiempo, todas estas funciones en su propia persona, sirviendo como un tipo de
Aquel en quien todo será establecido. Nosotros leemos en 2º. Crónicas 9: 3, 4,
cuando la Reina de Sabá vino a Jerusalén, que ella oyó la sabiduría del profeta, y
vio la magnificencia del rey, y la
escalinata por donde el sacerdote
real subía a la casa de Jehová — una tenue sombra del día venidero de la gloria
del reino.
Dios despierta ahora a los adversarios del
reino contra Salomón, declarando por medio de Su profeta que Él le arrancaría
el reino; no obstante Él preservaría aún una tribu para la casa de David, para
que él pudiese tener siempre una lámpara todos los días delante de Él (1º.
Reyes 11). Por lo tanto, cuando Roboam asumió el trono, la mayoría de la nación
se rebeló bajo Jeroboam, el cual estableció un reino separado, y un centro
idolátrico de unidad. Solamente la tribu de Judá fue preservada para la casa de
David.
Desde este momento nosotros nos dedicaremos
a las historias de estas dos divisiones de la nación, bajo los reyes de Israel
y los reyes de Judá. La de los primeros es un relato de maldad sin ningún punto
de redención, hasta que llegamos a 2º. Reyes 17, cuando bajo su último rey,
Oseas, Salmanasar, rey de Asiria subió contra él y llevó a la nación de Israel
cautiva. "En el año nueve de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, y llevó
a Israel cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y
en las ciudades de los medos." (2º. Reyes 17:6). Lea usted el capítulo
entero, el cual presenta el relato de esto. Estas tribus nunca han sido
restauradas.
Seguimos la historia del reino de la casa de
Judá desde el día de Roboam, la cual es otra historia de miseria, fracaso, y
alejamiento de Dios, ocasionalmente aliviada por el reinado de algún rey fiel,
tales como Josías y Ezequías, hasta que la casa de David consumó su culpa en
Acaz. Este rey había erigido el altar de un dios extranjero en la casa de
Jehová, e hizo imágenes fundidas para los Baales, y siguió las abominaciones de
las naciones paganas. (2º. Crónicas 28). Él fue escasamente superado en
iniquidad por Manasés después del reinado de Ezequías. En el reinado de
Sedequías había llegado el momento para que esas palabras conmovedoras y
solemnes fuesen pronunciadas: "Jehová el Dios de sus padres envió
constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía
misericordia de su pueblo y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los
mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas,
hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio."
(2º. Crónicas 36: 15, 16). Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino contra la
ciudad de Jerusalén y la sitió y la tomó, y llevó cautiva la nación a la tierra
de Babilonia, y sacó los ojos al rey y degolló a sus hijos, saqueó la casa de
Jehová, y la quemó y también la casa del rey, dejando unos pocos de los pobres
del pueblo para que fueran viñadores y labradores en la tierra. (2º. Reyes 25).
Ellos habían fracasado bajo los profetas, los sacerdotes, y los reyes, y Dios
pronuncia estas palabras por medio del profeta con respecto a su último rey:
"Y
tú, infame y malvado príncipe de
Israel, cuyo día ha llegado, la hora del castigo final", así
dice el Señor DIOS: "Quítate la tiara y
depón la corona; esto cambiará; lo humilde será ensalzado y lo ensalzado será
humillado. "A ruina, a ruina, a ruina lo
reduciré;
tampoco esto sucederá hasta que venga aquel a quien pertenece el derecho, y a
quien yo se lo daré." (Ezequiel 21:
25-27 - LBLA).
La gloria o presencia de Jehová, que había morado entre ellos desde que
habían sido redimidos de Egipto, sale de su casa. Consulte los capítulos 9 a 11
del profeta Ezequiel. En Ezequiel 9 el profeta ve la gloria del Dios de Israel que
se eleva de encima del querubín, y se para junto al umbral de la Casa: Jehová
señala a los Suyos, los que eran fieles, y entonces ejecuta el juicio. En
Ezequiel 10 la gloria sale desde el umbral, y se pone sobre los querubines que
la iban a llevar lejos. Y en Ezequiel 11, la gloria se eleva de en medio de la
ciudad y se detiene sobre el monte de los Olivos, es decir, sobre el lado
oriental de la ciudad.
Tan pronto como el pueblo se fue a la cautividad, la 'espada' de
gobierno es entregada al rey Gentil, y "los tiempos de los gentiles"
comienzan. "Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado
reino, poder, fuerza y
majestad. Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves
del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo"
(Daniel 2: 37, 38). Israel había sido el siervo de Dios hasta esto (en esta posición,
no obstante haber sido desleal).
Véase Isaías 43:10 — "Vosotros sois… mi siervo que yo escogí." (Véase
asimismo Isaías 41:8; Isaías 42:19; Isaías 44:21). El rey Gentil asume ahora el
lugar de siervo de Jehová, aunque en otro sentido. (Véase Ezequiel 29: 18, 20; Jeremías
25:9, etc.). Durante "los tiempos de los gentiles", Dios asume el
título de "Dios del cielo" tal como vemos a través de todo el libro
de Daniel, el cual trata de estos tiempos. Él había cruzado el Jordán para entrar
a la tierra de Israel, bajo el título de "Señor de toda la tierra"
(Josué 3: 11, 13), y había ejercido Su gobierno desde el centro de Israel.
Habiendo el pueblo demostrado que ellos mismos eran peores que las naciones
paganas de alrededor, testigos absolutamente falsos para el "Señor de toda
la tierra", Dios quita Su presencia de en medio de ellos, y otorga el
gobierno del mundo en las manos del rey Gentil.
Termina así, hablando propiamente, la historia pasada de la nación de
Israel. En el lenguaje de Oseas, "muchos días estarán los hijos de Israel
sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin
terafines." (Oseas 3:4). Y además, "Ponle por nombre Lo-ammi, porque
vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios." (Oseas 1:9).
Sin embargo, nosotros no debemos finalizar nuestra breve panorámica de
la historia pasada de ellos, sin considerar brevemente el regreso del remanente
de parte de Judá y Benjamín al final del cautiverio Babilónico. Nosotros
consultamos Jeremías 25 y encontramos que cuando ellos estaban a punto de ser
enviados a la cautividad en Babilonia, el profeta les dice; "he aquí
enviaré… a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta
tierra y contra sus moradores… Toda esta tierra será puesta en ruinas y en
espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años."
(Jeremías 25: 9-11). Nosotros encontramos en el libro de Ester de qué manera
Dios veló secretamente sobre Su pueblo sin reconocerlos públicamente, o manifestándose
Él mismo a ellos, en la tierra de su cautividad. En Daniel 9 leemos que tan
pronto como habían transcurrido los setenta años del reino de Babilonia, y
Darío el Medo había tomado el reino, "yo, Daniel, pude entender en los
libros el número de los años en que, por palabra del SEÑOR que fue revelada al
profeta Jeremías, debían cumplirse las desolaciones de Jerusalén: setenta años."
(Daniel 9:2 – LBLA). Cuando los setenta años llegaron a su fin, un remanente de
Judá y Benjamín regresó, y se estableció en la tierra (Esdras 1, etc.); ellos
reconstruyeron el templo y levantaron y repararon la ciudad (Nehemías). La
historia de este remanente es conmovedora e impresionante. Se trató, sin
embargo, de un templo vació; ellos no tuvieron la Shekinah (o la gloria de la
presencia de Jehová), ni el arca, ni tampoco el Urim y el Tumim. Ellos no
pretendieron a más de lo que tuvieron, pero hicieron lo que pudieron en las
ruinas de todo lo que estaba alrededor. Esta no fue la restauración nacional tal
como fue prometida por los
profetas; tampoco fue la herencia de la tierra según las promesas a los padres;
solamente un remanente de Judá y Benjamín regresó bajo el permisivo patrocinio de
los que los gobernaban, a los cuales ellos estaban aún sometidos. "He aquí
que hoy somos siervos; henos aquí, siervos en la tierra que diste a nuestros
padres para que comiesen su fruto y su bien. Y se multiplica su fruto para los
reyes que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados, quienes se enseñorean
sobre nuestros cuerpos, y sobre nuestros ganados, conforme a su voluntad, y
estamos en grande angustia." (Nehemías 9: 36, 37). Cuando la restauración
tiene lugar Dios declara, "los haré una
nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por
rey; y nunca más serán dos naciones,
ni nunca más serán divididos en dos reinos." (Ezequiel 37:22). Y además, ellos
"tomarán cautivos a aquellos que los cautivaron a ellos, y tendrán el
dominio de sus opresores." (Isaías 14:2 – VM).
Este remanente de la nación permaneció en la tierra bajo sus opresores
hasta la venida de su Mesías, y Su presentación a ellos; solamente un pequeño
grupo de discípulos adhirió a Él, y Le recibió como el Cristo: la mayoría del
pueblo Le rechazó y escogió un
homicida en Su lugar. Ellos fueron advertidos por Él que había venido en el
nombre de Su Padre y aún así le rechazarían: y que si otro hubiese venido en su
propio nombre, ellos le recibirían (Juan 5). Con Su propio amor bienaventurado,
incansable, Él suplicó y anheló al pueblo, y lloró por él — amado aún por causa
de sus padres, hasta verse obligado a decir, "¡Jerusalén, Jerusalén, que
matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces
quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las
alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo
que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el
nombre del Señor." (Mateo 23: 37-39). La sentencia de la ceguera judicial
y de la dureza de corazón, pronunciada por el profeta setecientos años antes, pero
aplazada con paciencia (Isaías 6: 9, 10), aconteció (Mateo 13; Juan 12). El
padre de familia había enviado a Su Hijo a recibir los frutos de Su viña, y los
labradores dijeron, " Este
es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad. Y tomándole, le
echaron fuera de la viña, y le mataron." (Mateo 21: 33-46). Su amor no fue
desviado ni siquiera por esto; el Espíritu Santo recoge la voz de Jesús en la
cruz, "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas
23:34), por boca de Pedro en Hechos 3, el cual dice, " Mas ahora, hermanos,
sé que por ignorancia
lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes." Arrepiéntanse y
conviértanse y Él regresará incluso ahora (Hechos 3:19). Pero ellos crujieron
los dientes ante Su testigo Esteban, y le apedrearon, y enviaron un mensaje
mediante él tras Jesús, " No
queremos que éste reine sobre nosotros." Con todo, Él persiste en
paciencia hasta el día de Hechos 28, cuando la ejecución final de la sentencia
fue pronunciada por Pablo, "Bien
habló el Espíritu Santo por medio del
profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:
Vé a este pueblo, y
diles:
De oído oiréis, y
no entenderéis;
Y viendo veréis, y
no percibiréis; Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos
oyeron pesadamente,
Y sus ojos han
cerrado,
Para que no vean
con los ojos,
Y oigan con los
oídos,
Y entiendan de
corazón,
Y se conviertan,
Y yo los sane." (Hechos 28: 25-27).
Faltaba solamente que los ejércitos de Tito completasen la sentencia —
"Hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador, y no haya hombre en
las casas, y la tierra esté hecha un desierto; hasta que Jehová haya echado
lejos a los hombres, y multiplicado los lugares abandonados en medio de la
tierra." (Isaías 6: 11, 12).
El gran Profeta había venido a estar en medio de Su pueblo: ellos no Le
oirían. Rechazado, Él se ha ido al cielo para ser un Sacerdote para los que
creen; y cuando Él venga de nuevo como Rey, Él unirá todas estas glorias en Su
propia Persona, y Su reino no tendrá fin! (Lucas 1: 31-33).
Capítulo 3. — Los Tiempos de
los Gentiles y Su Juicio.
Nosotros hemos trazado brevemente la
historia pasada del pueblo de Israel hasta la cautividad Babilónica, cuando la
sentencia "Lo-ammi" (vosotros no sois mi pueblo – Oseas 1) fue dictada
sobre ellos, la presencia de Jehová, o la gloria, se marchó de en medio de
ellos, y el gobierno del mundo fue transferido a los Gentiles. Es decir,
"los tiempos de los gentiles" comenzaban. Hemos seguido también la
historia del remanente de Judá y Benjamín, el cual retornó a la tierra para que
se le presentase su Mesías, no habiendo sido removida, ni estando por serlo, la
sentencia "Lo-ammi" [*] hasta después de la completa dispersión de ellos
y la destrucción de las ciudades de la tierra. (Isaías 6:11). [**]
[*] Los
profetas que profetizaron después de la cautividad cuentan los años por medio
de los años de los opresores Gentiles, y ninguno se dirige al pueblo como el
pueblo de Dios reconocido así, excepto por el futuro.
[**]3.
Esto fue llevado a cabo alrededor del año 70 d.C, en la destrucción de
Jerusalén por las huestes del general Romano Tito Vespasiano
Justo antes del momento en que Judá fue
finalmente llevado a la cautividad, nosotros encontramos a Dios enviando Su
profeta a Sedequías, el cual estaba complotando con las naciones de alrededor
para quitarse el yugo del rey de Babilonia, demandando que él y ellos sometiesen
sus cuellos al yugo del rey de Babilonia. Él dice, "Yo hice la tierra, el
hombre y las bestias que están sobre la faz de la tierra, con mi gran poder y
con mi brazo extendido, y la di a quien yo quise. Y ahora yo he puesto todas
estas tierras en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y aun las
bestias del campo le he dado para que le sirvan… Someted vuestros cuellos al
yugo del rey de Babilonia, y servidle a él y a su pueblo, y vivid."
(Jeremías 27: 5-12). Es con este poder Gentil, y con los que vinieron después
de él, hasta el fin de sus tiempos, con el cual nosotros tenemos que ver ahora.
Acudimos al libro de Daniel y leemos acerca de uno de los Hebreos cautivos
habilitado por Dios para recordar e interpretar el sueño del rey Gentil, el
cual lo había olvidado. (Daniel 2: 31-45). El sueño fue el de una gran imagen,
cuya cabeza era de oro; el pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus
muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; y sus pies, en parte de hierro y en
parte de barro cocido. La interpretación demuestra que esta imagen tipificó el
poder Gentil desde los días del primer rey, Nabucodonosor, hasta su final.
Cuando dicho poder está en su estado final,
una piedra [***] cortada "no con mano", un reino establecido por el
Dios del cielo, hiere la imagen en sus pies,
es decir, al final de su existencia. De acuerdo con eso, las partes que
componen la imagen completamente formada en aquel entonces, son desmenuzadas y
consumidas por un aplastante acto de juicio, infligido por la piedra. Dichas
partes son desmenuzadas, todas a la vez, el hierro, el barro, el bronce, la
plata y el oro; y quedan como el tamo de las eras en verano, y el viento se las
lleva sin que quede rastro alguno de ellas. Es así que la piedra que ejecutó
este acto de juicio, se convierte en un gran monte, y llena toda la tierra. La
visión es clara, y no necesita más que unas pocas palabras. El poder Gentil
existe en diferentes etapas, cada uno inferior al otro, mientras más se aleja
de la fuente de su gran poder, hasta que, en su último estado, un acto de
juicio muy completo y muy destructivo es ejecutado por un poder no confiado a
las manos de los hombres, de modo que todo vestigio de la imagen desaparece de
la escena; y el poder que asesta el golpe se amplía y es exaltado, y permanece
para siempre.
[***]
Que esta piedra es Cristo, lo declara La Ley (Génesis 49:24; Los Profetas
(Isaías 8:14; 28:16); Los Salmos (Salmo 118:22); Los Evangelios (Mateo 21:44; y
Las Epístolas (Romanos 9:33; 1ª. Pedro 2:4).
Babilonia era la cabeza de oro; su fuente
fue el don de Dios, tal como hemos visto; su poder es absoluto e
incuestionable. "Por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y
lenguas temblaban y temían delante de él. A quien quería mataba, y a quien
quería daba vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba."
(Daniel 5:19).
Después de él vino el Medo-Persa, el pecho y
los brazos de plata, un poder unido (dos brazos) inferior al primero en su
poder absoluto, en vista de que si aquel que ostentaba el poder hacía una ley,
él mismo estaba sometido a esa ley tal como otro; porque la ley de Media y de
Persia no puede ser abrogada. (Daniel 6: 8, 12).
El tercer reino, de bronce, el Griego, fue
inferior aún; como el cuarto, ese de hierro, y el hierro mezclado con el barro
cocido, se degenera aún más.
El gran asunto a ser entendido por nosotros
es que el gran poder dado al rey Gentil, al cual sucedieron los otros poderes,
como tipificados en la gran imagen (el cual se deteriora mientras se prolonga
su existencia), continúa hasta que un gran acto de juicio aplastante y
completo, que está aún por ser
ejecutado, se lleva la integridad y todo vestigio, lo sustituye, y entonces llena
toda la tierra. Yo digo, 'que está
aún por ser ejecutado' porque es un pensamiento común aplicar incorrectamente
este reino, el cual destruye los demás y luego llena la tierra, al evangelio.
La gracia, o el evangelio (las buenas nuevas), nunca es presentada en la
Escritura como haciendo esto. En primer lugar, la imagen no existía en el
estado tipificado por los pies en el
comienzo del día del Evangelio. En segundo lugar, el golpe es asestado a esos pies,
lo cual es un aplastante acto
de juicio, no gracia. Y después, es el primer
acto de la piedra, un acto de juicio, antes
que ella comienza a crecer y a llenar la tierra. (Daniel 2: 33-35). Se hace
esta observación solamente de paso, en vista de que el objetivo de estos
escritos en más bien establecer la verdad al seguir el rastro de estos poderes
Gentiles hasta su fin, que combatir con el error.
Pasamos ahora a Daniel 7, donde estos cuatro
grandes poderes están expresados bajo la forma de cuatro bestias rapaces. Desde
el amplio mar de las pasiones y artimañas humanas, que flotaban desordenadas en
el mundo, agitadas por los cuatro vientos del cielo, subieron cuatro bestias
salvajes o reinos. La primera era como un león, rey entre las bestias de la
tierra, con alas de águila, el ave principal: un poder rápido en su vuelo, y
elevándose sobre los otros poderes del mundo. Nosotros sabemos que esta fue la
primera de las cuatro grandes monarquías — Babilonia (Daniel 1:1; 2: 37, 38).
Otra bestia salvaje sigue a continuación —
la Medo-Persa, la cual sucedió a la de Babilonia. (Daniel 5: 28; 30, 31).
Luego una tercera — el imperio Griego,
formado por Alejandro Magno, el cual siguió a continuación del Medo-Persa (véase
Daniel 8: 21, 22), dividida después en cuatro cabezas.
La cuarta, diferente de todas las demás
bestias y aun así siendo partícipe de las cualidades o materiales de todas
(véase Apocalipsis 13:2), extremadamente fuerte, devorando y desmenuzando y
destruyendo el resto, la cual tenía también diez cuernos. Es con este cuarto
imperio con el cual nosotros tenemos que ver de manera más particular: el
capítulo que estamos considerando (Daniel 7) se ocupa principalmente de él. El
cuarto gran poder fue Roma, el cual sustituyó el imperio Griego después que
este se rompió en cuatro cabezas. (Daniel 7:6; Daniel 8: 21, 22). Este poder
imperial es presentado mediante el antiguo nombre de aquello que lo rodeaba,
siendo Roma su centro, en Daniel 11, donde leemos, "vendrán… naves de
Quitim" (o, del Oeste, de Occidente), etc. Esto es mencionado solamente
para demostrar que tenemos todos los cuatro poderes definidos desde la
Escritura, sea ello mediante el nombre o mediante las circunstancias
adyacentes. Este poder existía en su vasto estado intacto en los días de
Cristo, tal como leemos en Lucas 2:1, "Aconteció en aquellos días, que se
promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado."
Y es con este poder con el
cual nosotros, los Cristianos, llamados a salir fuera de entre los Gentiles,
tenemos que ver mayormente.
En la segunda visión de Daniel 7, nosotros
encontramos que la cuarta bestia tenía diez cuernos, y que de entre los cuernos
salió otro cuerno, ante el cual tres cayeron; y este cuerno tenía ojos,
expresión de inteligencia y diseño activos; y una boca que hablaba con mucha
arrogancia. Él profiere palabras contra el Altísimo, va acabando con los santos
del Altísimo, venciéndolos; intenta cambiar el tiempo de las solemnidades
(festivales Judíos) y las leyes y ceremonias, las cuales serán dejadas a su
arbitrio durante un tiempo, tiempos, y medio tiempo (es decir, los últimos tres
años y medio de los tiempos de los Gentiles). Tronos son establecidos, y el
Anciano de días se sienta, el dominio del cuerno pequeño es quitado (él
personifica a la bestia en el final, tomando el liderazgo entre los demás
cuernos, y se convierte así en la expresión del todo), su cuerpo es destruido y
entregado al fuego devorador. El juicio es entregado a los santos del Altísimo
(los santos celestiales, "¿Acaso
no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?" 1ª. Corintios 6), y los
santos poseen el reino (los santos terrenales, "Venid, benditos de mi
Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo."
Mateo 25). Encontramos después, en otra visión, el reino del Hijo del Hombre sustituyendo
al de la cuarta bestia (el Anciano de días es el propio Hijo del Hombre, véase
Daniel 7:22), que está personificada en el cuerno pequeño que salió entre los
otros cuernos.
Surgen ahora las preguntas,
1. El cuarto reino, ¿acaso no dejó de
existir desde hace mucho tiempo en su enorme poder de hierro?
2. ¿Ha asumido dicho reino alguna vez los
rasgos comunicados por los diez cuernos?
3. ¿Ha hecho alguna vez lo que se le
atribuye en Daniel 7:25?
Ahora bien, estas preguntas serán
respondidas de manera satisfactoria mediante otras Escrituras. Pasamos a Apocalipsis
13, y leemos acerca de una bestia salvaje que el profeta ve subir del mar. Ella
participaba de las características de las tres bestias precedentes de Daniel 7,
pero tiene otra añadida, la cual era, que el dragón le dio su poder, su trono,
y gran autoridad; esta bestia no tenía esto anteriormente. Tenía siete cabezas
y diez cuernos — siete formas de gobierno, y diez divisiones en su poder
administrativo. Juan vio una de estas cabezas herida, tal como parecía, de
muerte, y la herida mortal fue sanada. No hay duda alguna de que esta cabeza
era su forma imperial, que ha dejado de existir desde hace mucho tiempo:
algunos piensan que para siempre — que la herida era de muerte.
Pero la herida aparentemente mortal fue
sanada, y todo el mundo se maravilla; y ellos le adoran, y, a través de él,
adoran a Satanás, el cual le dio su poder, y su trono, y gran autoridad; y
dicen, "¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?"
(Apocalipsis 13: 3, 4).
Este es, evidentemente, el cuerno de Daniel
7, porque las mismas actividades son atribuidas a él. Pero en Apocalipsis
tenemos esto añadido — que él era la expresión y el instrumento plenos de
Satanás cuando fue revivido; porque (como en Daniel 7:25) nosotros leemos que
se le dio una boca que hablaba palabras arrogantes y blasfemias, y le fue
permitido hacer guerra contra los santos durante cuarenta y dos meses (tres
años y medio). Él blasfema contra Dios, y Su tabernáculo, y los que moran en el
cielo, 'los santos que están en los lugares celestiales'; y hace guerra contra
los santos que están en la tierra, y los vence — al leer Daniel 7 nosotros
sabemos hasta qué momento.
Pasando a Apocalipsis 17, en la explicación
de la visión al profeta encontramos la misma bestia, "que era, y no es."
Ella había existido en su vasto gran imperio, el cuarto de Daniel 7; ella había
dejado de existir, y "está para subir del abismo";
aparecería nuevamente,
pero cuando lo hiciera, sería la expresión plena de Satanás — "Y el dragón
le dio su poder y su trono, y grande autoridad." (Apocalipsis 13:2).
Pero nosotros debemos proseguir con su
descripción bajo la última forma. "Y son siete
reyes", siete formas de
gobierno del imperio latino. "Cinco de ellos han caído", cinco habían
desaparecido cuando el profeta escribió. "Uno es", existía en aquel
entonces. Otra forma, que no ha llegado aún, iba a surgir, y permanecer por un
poco de tiempo. (Apocalipsis 17:10). Entonces la bestia que era, y que había
dejado de existir, — él sería una octava forma, aun así, de las siete. Habría
que explicar ahora un rasgo en cuanto a los diez cuernos, rasgo que no
pertenece a su estado de existencia anterior. Los diez cuernos son diez reyes,
ellos no habían recibido reino alguno entonces, no pertenecían a los que los
antecedieron de un vasto imperio, pero ellos aparecerían, y recibirían poder al
mismo tiempo que este imperio volvería a existir en su forma final. Ellos
tendrán un mismo propósito, y entregan su poder y autoridad a la bestia; cada
uno de ellos existiría separadamente, y aun así reconocerían a la bestia como
jefe de ellos — la expresión del todo. Ellos pelearán contra el Cordero, y Él
los vence. El fin de ellos lo encontramos en Apocalipsis 19. El Jinete que
monta el caballo blanco, junto con los ejércitos celestiales, sale con ocasión
del último desafío audaz y blasfemo a su autoridad; y la bestia y estos reyes
se reúnen para hacer guerra contra Aquel que montaba el caballo y contra Su
ejército; "Y la bestia fue apresada," y fue lanzada viva "dentro
de un lago de fuego que arde con azufre." Sus ejércitos, asimismo, son
aniquilados judicialmente.
Tenemos que comentar un asunto, y ese asunto
es explicar la presencia de Satanás en la tierra en la escena final, cuando él
da su poder a la última forma del imperio latino, tres años y medio antes de la
ejecución del juicio que introduce el reino del Hijo del Hombre. Para esto
acudimos a Apocalipsis 12. Encontramos allí al "hijo varón" (Cristo y
la Iglesia, Su cuerpo) arrebatado hasta Dios y hasta Su trono ("Y dió a
luz un hijo varón, que ha de regir todas las naciones con vara de hierro; y su
hijo fué arrebatado hasta Dios, y hasta su trono" Apocalipsis 12:5 – VM),
lo cual es seguido inmediatamente a continuación por guerra en el cielo.
Satanás es arrojado a la tierra, siguiendo a continuación el regocijo en el
cielo (Apocalipsis 12: 10, 11); un ay es pronunciado sobre los habitantes de la
tierra, "porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo
que tiene poco tiempo." [*] (Apocalipsis 12:12).
[*] Esta
expulsión de Satanás de las regiones celestes es importante. De Satanás y de
los espíritus malos se habla como estando en las regiones celestes en el
momento actual. Él es denominado "príncipe de la potestad del aire"
(Efesios 2:2); y de la Iglesia de Dios se dice en Efesios 6, "no tenemos
lucha contra sangre y carne, sino contra… huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes."
Él vuelve entonces su maldad contra los
santos Judíos que están abajo, los que son en aquel entonces los objetos de la
atención de Dios. Él da su poder y autoridad a la bestia por 1260 días, o
cuarenta y dos meses, o "tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (Daniel
7), antes del fin de la existencia de la bestia.
Hagamos ahora un breve resumen de lo que
hemos deducido de la lectura de la Escritura, es decir, la historia de los
poderes Gentiles desde su comienzo hasta su final.
Nosotros hemos visto que cuatro grandes
reinos surgieron, comenzando con Babilonia, la cual recibió su poder
directamente de Dios, seguido por el imperio Medo-Persa, el Griego, y el
Romano; este último existía cuando Juan escribió, y por algunos cientos de años
en más o menos de su dominio de hierro. Este imperio fue dividido en reinos
diferentes, y continuó así por largo tiempo. Tres años y medio antes del fin
del poder Gentil, Satanás es lanzado fuera del cielo. A continuación, el
imperio latino, aparentemente destruido y olvidado por tan largo tiempo, es
restaurado, pero en una forma nueva; no un solo y vasto poder de hierro, sino
sus reinos divididos uniéndose para reconocer un poder (un hombre) de entre ellos
como su jefe, y otorgándole el poder y la fuerza de ellos. Satanás hace de él
su instrumento útil, y el mundo se maravilla y adora. Este jefe blasfema a
Dios, y como Satanás no puede acusar ahora a los santos que están en los
lugares celestiales, él hace que sus instrumentos los blasfemen. Él traslada su
ira por medio de este jefe contra el pueblo Judío reunido en aquel entonces en
su país. Y, finalmente, él lo guía a volver su corazón en abierta rebelión
contra Cristo, el cual viene a tomar posesión de Su reino mundial, y a poner
fin al poder Gentil. Este jefe y sus aliados se reúnen contra el Rey de reyes y
sus santos celestiales, y el fin de la Bestia es el lago de fuego y azufre. (Apocalipsis
19 y 20).
Hemos seguido ahora, sin desviarnos mucho de
nuestro tema, la historia de los poderes Gentiles hasta su conclusión, teniendo
especialmente en cuenta los rasgos que el cuarto imperio asumirá, cuando sea revivido
como un poder imperial, tres años y medio antes del fin de su existencia;
cuando, en la persona de su líder, este poder imperial será la expresión
evidente y completa del poder diabólico. Poseído por Satanás, será instigado a
rebelarse contra Dios y contra Cristo, y, por tanto, es destruido.
Pero, queridos amigos, podemos recordar que
al considerar la historia pasada de Israel, nosotros vimos que cuando Cristo
fue presentado a los Judíos en Jerusalén, Él fue rechazado, y recibido
solamente por un pequeño grupo de discípulos, y que Él les dijo que Él había
venido en nombre de Su Padre y que no
Le recibirían; y que si otro viniera en su propio nombre, a ese recibirían. Ahora
bien, durante la época
de la crisis de la historia del mundo, coincidente con los tres años y medio de
la maldad completamente formada de la bestia, lo cual ya hemos visto, los
Judíos habrán sido reunidos nuevamente en su tierra en un estado de apostasía. La
Escritura muestra en gran medida que un Mesías falso se presentará a ellos en
aquel tiempo, el cual será recibido por la mayoría del pueblo, y rechazado por un
remanente de fieles — exactamente lo contrario de lo que ocurrió en el día cuando
nuestro Señor mismo estuvo allí. Este personaje es el nexo de unión entre el
poder Gentil en un estado de apostasía y revuelta y los Judíos en un estado
similar. Cristo fue presentado a Pilato como siendo este último el
representante de la cuarta monarquía, y a Caifás el cual representaba a la
nación Judía en aquel día: ambos unidos para crucificarle a Él. Al mismo
tiempo, Él fue rechazado por la mayoría de los Judíos y recibido por un pequeño
grupo de discípulos. Al final de la existencia de la cuarta monarquía en su
estado revivido, este Mesías falso aparecerá, la mayoría de los Judíos
retornados le recibirá, y él será reconocido por la cabeza imperial del imperio
latino restaurado, en cuyas manos el hará de las suyas; pero él será rechazado
por un remanente pequeño, cuyos corazones Dios está adiestrando, a través de
tribulación sin precedentes, para el reino que está a punto de sustituir al de
la Bestia, cuando el juicio sea ejecutado.
Después de presentar así brevemente este
Mesías falso, nosotros seguiremos en orden las Escrituras que hablan de él. Él
es presentado en Daniel 11: 36-39; y podemos comentar que al profeta se le dice
en Daniel 10:14, que el ángel había venido para hacerle entender lo que
acaecería a los Judíos en los últimos días. Daniel capítulos 10 al 12
corresponden todos a una sola visión y se ocupan de este tema, y el propio
Señor en Sus instrucciones al remanente Judío en Mateo 24 alude a esta profecía
(Daniel 12) como perteneciendo al futuro, y que cuando la circunstancia de la
abominación de la desolación, etc., llegue a suceder, ello será la señal para
que el remanente huya, añadiendo que, "inmediatamente
después de la tribulación de aquellos días,… aparecerá la señal del Hijo
del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y
verán al Hijo del Hombre viniendo… con poder y gran gloria." (Mateo 24:
15-31). Nosotros no podemos aplicarlo a ningún otro momento más que a la hora
de la gran tribulación,, o a los 1260 días finales, antes de la aparición de
Cristo y del juicio ejecutado por Él y antes que el reino sea establecido
(véase por favor Daniel 12:11, donde 30 días son añadidos) y haya sustituido al
de la Bestia.
El rey es presentado en seguida en Daniel
11: 36-39 como uno que tiene ese título en opinión de los Judíos. Él hace según
su propia voluntad, él mismo se exalta y engrandece sobre todo dios, dice cosas
horrendas contra el Dios de los dioses, y prospera hasta que haya acabado la
indignación. No le importará el dios de los Judíos, ni tampoco el Mesías, ni
ningún otro dios, ensalzándose sobre todos ellos. La "indignación"
(ira, furor) es mencionada en Isaías 10: 5, 24, 25, donde encontramos que hay
un tiempo designado para su duración.
Pasamos a Apocalipsis 13:11, donde
encontramos a este personaje traído de nuevo ante nosotros como la segunda
bestia, la cual sube de la tierra, y tiene dos cuernos semejantes a los de un
cordero — alguna imitación de Cristo, pero habla como un dragón. Él no puede desechar
el poder del rey Gentil, la Bestia — eso está reservado para Cristo; pero él
ministra para él y "ejerce toda la autoridad de la primera bestia en
presencia de ella" — el poder de Satanás, pero subordinado al de la
Bestia. "También hace grandes señales, de tal manera que aun hace
descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres, etc." Él
imita así el gran poder de Dios (obviamente ello no es así, sino sólo a la
vista o a la percepción de los hombres).
Leamos ahora Apocalipsis 16: 13, 14, donde
encontramos los tres grandes aliados en maldad, el dragón, la bestia, y el
falso profeta, saliendo espíritus inmundos d cada uno de ellos para reunir los
reyes de todo el mundo de la tierra habitable para la batalla del gran día del
Dios Todopoderoso.
En Apocalipsis 19:20, nosotros encontramos
los dos grandes instrumentos de Satanás — la Bestia y el falso profeta. La
Bestia, con sus reyes vasallos, tal como hemos visto anteriormente, se reunió
para guerrear contra el Cordero, el Señor de señores, y Rey de reyes. La Bestia
y el falso profeta encuentran aquí su perdición. Aliados en maldad y blasfemia,
ellos son aliados en el juicio. "Estos dos fueron lanzados vivos dentro de
un lago de fuego que arde con azufre."
Existe un nexo que falta ahora, amados
amigos, en esta historia triste y dolorosa. Es triste y dolorosa porque en el
juicio de estos dos hombres nosotros vemos en primer lugar el final de uno que
personifica, al final de los tiempos de dominación Gentil, el abuso del poder
que había sido entregado en las manos del hombre por Dios: dado que, lleno de
locura moral e impotente soberbia, él se convierte en el instrumento útil de
Satanás, en los actos últimos y finales de esta maldad pasmosa, hasta que él es
atado por Aquel cuyo calcañar él hirió cuando estuvo aquí, y el cual exhibe
entonces en este mundo, por tan largo tiempo lugar favorito para las acciones
de Satanás, las bendiciones que Él tuvo éxito en procurar para el hombre cuando
Él descendió bajo el oscuro dominio de aquel que tenía el poder de la muerte.
Triste y dolorosa, también, en cuanto al segundo lugar, en que las mentes de
los hombres siempre dispuestas a recibir la mismísima mentira de Satanás, y
siempre dispuestas a dudar del amor de Dios, llegan a estar tan infatuadas en maldad,
y en ceguera moral, como para recibir a uno como él como siendo el Cristo de
ellas. Pero, como estábamos comentando, hay aún un nexo faltante, y ese es, de
qué manera esta consumación de maldad espiritual, este falso Mesías, se
convierte en el nexo, como podemos decir, entre la historia de la Cristiandad
profesante y los Judíos, en el final y la crisis de la historia de esta era,
antes de la introducción de una era de bienaventuranza y paz. Esto será traído
nuevamente ante nuestras mentes; pero antes de esto, nosotros debemos
considerar otro tema que entra durante el gran paréntesis Gentil, el cual ocupa
el espacio entre aquel tiempo cuando Israel era el pueblo terrenal de Dios,
poseído y reconocido, y aquel cuando ellos lo serán nuevamente. Ese tema es el
'llamamiento (vocación) de la Iglesia'. En él está implicada la segunda venida
de Cristo por Sus santos, antes de Su
manifestación (aparición) con ellos
al mundo, en el juicio que hemos estado considerando parcialmente; también la
primera resurrección, la resurrección de entre los muertos (de la cual Cristo
fue las primicias) de los santos, los "hijos de la resurrección."
Este tema, queridos amigos, es un tema bienaventurado, cercano al corazón de
Cristo — el secreto que estaba oculto en Dios; el propósito eterno que Él se
propuso en Cristo Jesús nuestro Señor.
Capítulo 4. — La vocación de
la Iglesia, y Su Gloria.
Nosotros pasamos al Salmo 2 y leemos,
"¿Por qué se amotinan
las gentes,
Y los pueblos piensan cosas vanas?
Se levantarán los reyes de la tierra,
Y príncipes consultarán unidos
Contra Jehová y contra su ungido (o, Cristo), diciendo:
Rompamos sus ligaduras,
Y echemos de nosotros sus cuerdas."
Encontramos aquí una confederación entre
Gentiles y el pueblo de Israel, los reyes y gobernantes, para rechazar la
autoridad del Señor y Su Cristo. Pasamos ahora a Hechos 4: 24-26, donde encontramos
este Salmo citado por el Espíritu Santo hasta donde hemos leído, y el
comentario añadido entonces, "Porque verdaderamente se unieron en esta
ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato,
con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo
habían antes determinado que sucediera."
Él fue presentado a Judíos y Gentiles,
gobernantes y reyes y al pueblo, como Rey en Sion, y fue rechazado. El Señor es
representado en este Salmo como riéndose de la impotente ira de ellos. "El
que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos." Pero con
toda su ira y rechazo de Cristo. Dios dice, "Pero yo he puesto mi rey Sobre
Sion, mi santo monte." Ellos no pudieron anular Su propósito.
Ahora bien, si bien se nos asegura que el
total rechazo de Cristo, como Mesías de ellos por parte del pueblo de Israel,
fue en la cruz, cuando ellos dicen, "No tenemos más rey que César"
(Juan 19:15), no obstante, cuando nosotros examinamos las narraciones de los
evangelios encontramos que el espíritu que se mostro a sí mismo en total
hostilidad en la cruz, había sido exhibido de varias maneras, especialmente
entre los gobernantes y principales de la nación, durante el ministerio del
Señor entre ellos. Esto causó que Él, después de declarar la nueva época que
este rechazo introduciría, desee que Sus discípulos no digan más que él era
"el Cristo"; (no se iba a
obtener ningún bien adicional mediante este testimonio al pueblo, es decir,
para Sus derechos como Mesías). Él añade inmediatamente, "Es necesario que
el Hijo del Hombre padezca muchas
cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por
los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día."
Esta última cláusula Él la añade siempre a
la declaración de Su rechazo y Sus padecimientos. Consulte Mateo 16: 20, 21;
Lucas 9: 20-22, pasajes que comunican, no lo dudo, la verdad que estamos a
punto de ver.
Al considerar el Salmo 8 en relación con
otros asuntos, nosotros vimos que hubo un "Hijo del Hombre" a quien
se le otorgó dominio en toda la tierra, dominio que Adán había perdido por
haber pecado. Nosotros vimos que este Hijo del Hombre era el propio Señor
Jesús, tal como Hebreos 2 nos informa, aunque Su herencia será disfrutada en
una época venidera. El Señor toma este título para Sí mismo según ese Salmo,
después de Su rechazo como Rey en Sion según el Salmo 2, tomándolo en
resurrección. Él toma la primacía y la herencia, con su carga de pecado y culpa
sobre ello; y la hereda no solamente por su derecho, sino también por
redención. Él la toma como Heredero-Redentor. Hebreos 2 dice, "pero
todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos… a Jesús,
coronado de gloria y de honra." Los hombres dijeron, "No queremos que
éste reine sobre nosotros" (Lucas 19:14); Dios dijo, "Siéntate a mi
diestra, hasta tanto que yo ponga a tus enemigos debajo de tus pies"
(Mateo 22:44 – VM).
Pasamos a Efesios 1, y encontramos allí que
el Dios de nuestro Señor Jesucristo (considerado aquí como el Hombre exaltado y
glorificado), había resucitado a Cristo de entre los muertos, "sentándole
a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y
poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino
también en el venidero; y sometió todas las cosas
bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre
todas las cosas a la iglesia, la cual
es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo."
Lo encontramos aquí resucitado y sentado en
los lugares celestiales, como el Hombre glorificado, todas las cosas no puestas
aún de manera visible bajo Él, pero Su derecho es declarado; y mientras, como
Heredero expectante, Él está sentado allí, nosotros nos enteramos que está
teniendo lugar una obra de dar vida, de resucitar, y de sentar juntos en Él, el
segundo Adán, en los lugares celestiales, a los coherederos de toda Su gloria
(Efesios 2).
Se trata de una obra que, mientras más
indagamos y meditamos en profundidad y magnificencia, nos humilla hasta el
polvo ante "las abundantes riquezas" de la gracia de Dios. Las palabras
humanas pueden comunicarnos sólo débilmente pensamientos de una obra que acoja
a las Magdalenas, y a los parias, y a los viles, perdidos y contaminados por
medio del pecado, y los coloca en ¡la misma gloria del Hijo de Dios! No
solamente bendiciéndolos por medio de
Él y Su bienaventurada obra en la cruz, sino ¡con Él! Confiriéndoles toda dignidad,
toda gloria, y toda honra,
conferida a Cristo mismo como el ¡Hijo del Hombre, resucitado y exaltado! Y aun
así es una obra en la que Dios es glorificado, y en la cual Él mostrará, en los
siglos venideros a las huestes celestiales, las ¡abundantes riquezas de Su
gracia!
Esto sirve verdaderamente para demoler toda
pretensión del hombre a pensar acerca de estas cosas. Nosotros mismos nos
consideramos, y nos vemos inclinados a hacer la pregunta, «¿Cómo pueden ser
estas cosas?» Pero consideramos a Dios y Su propósito, para la gloria de Su
Hijo; y que nosotros servimos ahora para manifestar a los principados y
potestades en los lugares celestiales y para enseñarles ¡el significado de
"Gracia"! Que podamos nosotros aprender a permanecer en silencio, y
someternos a Él, ¡el cual lleva a efecto todas las cosas!
La Epístola a los Efesios es esa Escritura
que saca a la luz tan plenamente estas cosas. Nosotros encontramos allí el
propósito de Dios y la ejecución de ese propósito: Sus propios consejos y el
puro afecto de Su voluntad revelados; ¡siendo Él mismo la fuente de las bendiciones;
Su Hijo Jesucristo la medida de ellos, nosotros mismos,
muertos por naturaleza en delitos y pecados, los objetos de ellos!
Pero volvamos. Nosotros hemos visto por un
momento la obra que se está llevando a cabo mientras la Cabeza está sentada en
el cielo — dando vida y uniendo los coherederos a Él. Esta es la obra del
Espíritu Santo desde Su descenso en Pentecostés. Se admite ahora libremente que
la regeneración ha sido la misma en todas las épocas y dispensaciones. Desde la
caída del hombre, pecadores han sido vivificados por el Espíritu Santo y
conducidos a tener confianza en las promesas de Dios para salvación mediante un
Redentor venidero, débilmente visto en los tipos y sombras de antaño. No
obstante, los santos fueron vivificados; ellos confiaron, y murieron en la fe,
y fueron salvados. Pero la salvación individual no es la Iglesia de Dios. Todo
individuo de esa Iglesia, sin duda, es un salvado; no obstante, colectivamente,
ellos ocupan un lugar, como veremos, que trasciende todo lo sucedido
anteriormente, y que es peculiar a esta época en que vivimos. Ello estuvo
reservado para el día cuando el Señor Jesús, rechazado, crucificado, muerto,
sepultado, resucitado, ascendió, y se sentó a la diestra de Dios: no solamente
como el Hijo eterno de Dios, sino como un Hombre glorificado, el cual consumó
la redención plenamente en Su propia persona, quitó el pecado mediante el
sacrificio de Él mismo, glorificó a Dios hasta lo sumo en cuanto al pecado, Él
mismo sustituyó a Su pueblo en la cruz, y ha estado sentado así encima de todos
los cielos — estuvo reservado para un momento tal, sacar a la luz este
misterio, el cual, por los siglos ha estado oculto en Dios, — el misterio de
"Cristo y de la iglesia."
La primera mención de esta obra la
encontramos en Mateo 16, donde el Señor declara que Él mismo es el fundamento,
como Hijo del Dios viviente. Él habla de la Iglesia como aquello que había de
venir. Cuando Pedro confesó que él era "el Cristo, el Hijo del Dios
viviente", Él dice, "sobre esta roca edificaré mi iglesia." (Mateo 16: 13-18).
El apóstol aprendió
después el significado verdadero del fundamento declarado aquí, cuando él dice
por el Espíritu, "viniendo a El como a una piedra viva… también vosotros,
como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual", etc. (1ª. Pedro
2: 4, 5 – LBLA). Esto, sin embargo, es por cierto en cuanto al ministerio de
Pablo, y a él solo, es confiada la revelación del misterio de Cristo y de Su
cuerpo. El propio Señor no lo revela. Él tuvo discípulos aquí durante Su
ministerio, pero no discípulos reunidos en un cuerpo y unidos por el Espíritu
Santo a un Hombre glorificado en el cielo.
En los días del Judaísmo era una cosa abominable
para un hombre que era Judío tener cualquier trato con los de cualquier otra
nación. Él estaba separado de entre las demás naciones en la tierra para Dios.
"A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la
tierra", dice Dios, por medio de Su profeta, a ese pueblo. (Amós 3:2).
Cuando nosotros nos acercamos a contemplar
la vida y el ministerio de Señor aquí en la tierra, encontramos que Él rebasó
constantemente la pared intermedia de separación que rodeaba el enclave Judío,
en el flujo de Su bendita gracia a los que no tenían relación alguna con Dios,
incluso de una manera exterior. Vean la mujer de Canaán en Mateo 15, y la mujer
de Samaria en Juan 4. Él "vino a ser siervo de la circuncisión para
mostrar la verdad de Dios, para
confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen
a Dios por su misericordia." (Romanos 15: 8, 9).
No obstante, la pared intermedia de
separación no fue destruida realmente hasta la cruz, con independencia de lo
que las acciones de nuestro Señor puedan haber mostrado lo que estaba por
suceder. Nosotros encontramos la posición de Judíos y Gentiles contrastada de
manera contundente en las Escrituras siguientes:
"que son israelitas, de los cuales son
la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las
promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino
Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén."
(Romanos 9: 4, 5).
Y además,
"Por tanto, acordaos de que en otro
tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados
incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel
tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los
pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo." (Efesios 2:
11, 12).
Nosotros encontramos en esta epístola que el
apóstol habla en el primer capítulo del propósito y consejos de Dios y la
redención de Su pueblo, siendo esto último una cosa consumada; añadiendo Su
propósito adicional que va a ser ejecutado en la dispensación del cumplimiento
de los tiempos, cuando todas las cosas, tanto las que están en los cielos, como
las que están en la tierra, habrán sido reunidas bajo Su primacía; y cuando los
que creen han obtenido una herencia con Él y en Él en estas cosas. Él continúa
para mostrar que la Cabeza, la cual había estado en la muerte (él Le ve así
solamente) está viva nuevamente, resucitada y glorificada, Cabeza de todo
principado, etc., establecido en aquel entonces como Cabeza "sobre todas las
cosas, con respecto a su Iglesia" (Efesios 1:22 – VM), la cual es Su
cuerpo.
En el segundo capítulo él ve, tanto a Judíos
como a Gentiles, muertos en delitos y pecados, como hijos del primer Adán. En
Efesios 2: 1, 2, él afirma lo que los Gentiles eran, y después él se vuelve a
los favorecidos Judíos y escribe, "entre los cuales también todos nosotros…
éramos por naturaleza
hijos de ira, lo mismo que los demás." (Efesios 2:3). Esta era la posición
tanto de los Judíos como de los Gentiles por naturaleza. Seguimos adelante y
encontramos que Cristo "de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared
intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los
mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un
solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a
ambos en un solo cuerpo, matando en ella
las enemistades." (Efesios 2: 14-16).
Pudo haber, y la hubo, salvación para
individuos, como hemos visto, antes de la cruz, y por la virtud de lo que
Cristo llevaría a cabo allí; pero la cruz es el fundamento de esta unidad de
Judíos y Gentiles en un cuerpo. "Y vino y anunció las buenas nuevas de paz
a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de
él los unos y los otros (Judíos y Gentiles) tenemos entrada por un mismo Espíritu
al Padre."
(Efesios 2: 17, 18).Nosotros nos enteramos aquí del poder de esta unidad, de la
cual la cruz fue la base. El Espíritu Santo es, entonces, el poder mediante el
cual esta unidad está formada.
Ahora bien, se admite libremente que todo lo
bueno, y de Dios, que alguna vez ha sido hecho en este mundo, fue por medio del
Espíritu Santo. Pero, queridos amigos, fue reservado para ese día cuando el
pueblo de Dios, por la virtud de una redención consumada, tuvieron sus
conciencias tan perfectamente purificadas, que Dios pudo venir y habitar por el
Espíritu Santo el cuerpo del creyente; y que el Espíritu Santo pudo ser dado de
esta manera, como en esta época, desde el día de Pentecostés.
Nosotros no encontramos. Incluso en la
experiencia de un David, la posesión de una conciencia purificada. Fue mostrada
y disfrutada la más bienaventurada y perfecta confianza en Dios. Pero jamás una
conciencia purificada. Eso estuvo reservado hasta que la cruz hizo posible que
se disfrutara de ello.
Leemos en Juan 14 acerca del Señor, antes
que Él se marchase, prometiendo a Sus discípulos el Espíritu Santo, como
Consolador. Él dice, "Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador (Él
había sido eso cuando estuvo con ellos), para que esté con vosotros para
siempre… [Él] estará en vosotros." "En aquel día (cuando Él venga),
vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en
vosotros." Esto era el conocimiento y la experiencia que la presencia
personal del Espíritu Santo comunicaría.
En Juan 7: 37-39 nos enteramos que Su
presencia de esta forma fue una cosa nueva, y que si bien hubo creyentes antes
de Su descenso, sin embargo, fue a creyentes, como tales, los cuales habían
sido constituidos creyentes por medio de Su poder vivificador, que el Espíritu
Santo iba a ser concedido. "En el último y gran día de la fiesta, Jesús se
puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El
que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua
viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues
aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún
glorificado."
Nosotros encontramos un ejemplo de esto en
Hechos 19. Mucho tiempo después de la dación del Espíritu Santo en Pentecostés,
hallamos a Pablo encontrando ciertos discípulos en Éfeso. Él pregunta,
"¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando
creísteis?"
Ellos responden,
"Ni siquiera hemos oído si hay [*]
Espíritu Santo." (Compárese con Juan 7:39, donde la palabra
"dado" no tiene por qué estar allí).
Él pregunta nuevamente,
"¿En qué, pues, fuisteis bautizados?"
Ellos contestan,
"En el bautismo de Juan.
"Pablo dijo entonces, "Juan
bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en
aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo."
[*] N. del T.: Una traducción más precisa está en
las versiones JND, y BTX: "Esto dijo acerca del Espíritu que iban a
recibir los que creyeran en Él, porque todavía no había Espíritu, pues Jesús no
había sido aún glorificado."
Él encontró aquí una compañía de discípulos, creyentes en la medida de
lo que habían oído, pero que no habían recibido aún el Espíritu Santo. Lejos
del centro de la dación del Espíritu en Pentecostés, ellos no habían oído aún
si Él había venido, ni siquiera habían "oído si hay Espíritu Santo."
Nuestra Biblia Inglesa es defectuosa aquí y podría conducir a conclusiones
erróneas. Tan pronto "oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del
Señor Jesús. Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu
Santo." (Hechos 19:6).
Lo que se pretende es mostrar que, el gran rasgo diferenciador entre el estado
del creyente individual en la época de la presencia del Espíritu Santo, y el
santo en la dispensación pasada, es que él recibe ahora el Espíritu Santo para
morar en Él; que, "en el Espíritu" es el estado adecuado de esta
existencia como Cristiano, y el eslabón que lo une con Cristo resucitado. Las
bendiciones corporativas las veremos de nuevo.
En la instancia citada en Hechos 19 hubo la imposición de las manos del
apóstol; pero, indudablemente, Dios nos estaba mostrando que hay una cosa doble
— dar vida y la morada del Espíritu,
lo último perteneciendo especialmente a la
época actual.
El hecho de no entender esto es en gran parte la razón para el bajo
estado de un gran número de hijos de Dios. Ellos piensan que el Cristianismo es
una especie de Judaísmo espiritualizado, y que los santos son lo mismo ahora
que antes del descenso del Espíritu Santo, en cuanto al estado de ellos.
Por consiguiente, usted tiene en labios de muchos de ellos la oración de
David — "no quites de mí tu santo Espíritu" (Salmo 51:11); mientras
otros están orando siempre para que el Espíritu Santo sea derramado sobre
ellos. Ahora bien, el santo con menos entendimiento que ha sido enseñado en el
Cristianismo, como tal, no podría
usar semejantes oraciones. Él sabe que él recibe el Espíritu ahora, tal como él
recibe vida eterna, por fe, y como
consecuencia de la redención (Efesios 1:13). Tal como el apóstol pregunta a los
Gálatas, los cuales se estaban colocando bajo la ley, "¿Recibisteis el
Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?" Y por otra parte,
"a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu."
(Gálatas 3). Un Cristiano puede, indudablemente, y es triste decirlo, por su
infidelidad, contristar realmente mucho (entristecer) al Espíritu Santo, tanto
como para casi pensar que él nunca tuvo el Espíritu Santo en absoluto; pero él
no podría, con el mínimo conocimiento del Cristianismo, decir, "no quites
de mí tu santo Espíritu." En Romanos 8 el Espíritu es el principio de
nuestra relación con Dios; Él constituye el vínculo entre el creyente y Cristo;
y la vida Cristiana es esto solamente (vida en el Espíritu), la cual depende de
que la redención fue consumada.
Este es un hecho que se asume que es el caso en toda la enseñanza
apostólica a la Iglesia. En Efesios 1:14 Él es dado como el sello de redención
y las arras (garantía) de la herencia que está aún por ser disfrutada, hasta su
redención de la mano del enemigo, habiendo sido pagado ya el precio de su
adquisición.
En ninguna epístola las glorias oficiales del Espíritu Santo son traídas
ante nosotros más plenamente que en esta, lo cual revela la vocación,
(llamamiento) celestial de la Iglesia de Dios. En Efesios 1:14, Él es el sello
de la redención. En Efesios 2:18, Él es el medio de entrada de Judíos y Gentiles,
constituidos en un cuerpo, al Padre por medio de Jesucristo. En Efesios 2:22,
Dios mora en la asamblea en la tierra por medio de Su Espíritu. En Efesios
3:16, el Espíritu Santo fortalece a los santos en el hombre interior,
habilitándolos para echar mano y disfrutar de su posición y rango. En Efesios
4, los preceptos se fundamentan sobre doctrinas; al santo se le dice que no
entristezca (contriste) al Espíritu Santo de Dios, con el cual él fue sellado
para el día de la redención. En Efesios 5 se le dice que sea lleno del
Espíritu. En Efesios 6, el Espíritu Santo es el poder de la contienda en las
regiones celestiales, y su oración ha de ser "en el Espíritu."
Multiplicar ejemplos sería innecesario.
Habiendo sido establecido esto, vamos a indagar ahora esas Escrituras
que hablan del cuerpo y de la unidad del Espíritu. Nosotros vimos que el Señor
habla de la Iglesia como una cosa futura durante Su ministerio aquí. Él tuvo
discípulos aquí, pero no discípulos reunidos en un cuerpo, constituyendo la
"plenitud" de un Hombre glorificado en el cielo, por el poder del Espíritu,
uniéndolos en uno. Eso, y sólo eso, es la Iglesia de Dios. Fue reservado para
el ministerio del Apóstol Pablo sacar a luz esta verdad central de la Iglesia.
Él nos dice que recibió esta verdad "por revelación", y, por
lo tanto, no de otros.
Tras el rechazo del Señor y el descenso del Espíritu Santo en
Pentecostés, nosotros encontramos a la Iglesia reunida en Jerusalén, y
compuesta principalmente de Judíos, ofreciendo un maravilloso espectáculo al
mundo alrededor, unidos en un corazón y alma, una morada de Dios por el
Espíritu Santo. El Señor persistió en Su amor paciente, sobre Su pueblo amado,
aunque marginado ahora, para ver si siquiera el testimonio del Espíritu Santo
rendido a un Cristo resucitado y glorificado tocaría sus corazones. La
enemistad de los Judíos y los líderes religiosos de la nación aumentaba a cada
hora, hasta que llegó a su apogeo, cuando el Sanedrín (el gran consejo de la
nación) crujió los dientes contra el testimonio del Espíritu Santo rendido a un
Cristo resucitado y exaltado, en la persona de Esteban, el cual, lleno del
Espíritu Santo, ve los cielos abiertos, y, apedreado por sus asesinos, es
recibido por el "Hijo del hombre, puesto en pie, a la diestra de Dios."
(Hechos 7:56 – VM). La Iglesia en Jerusalén se divide en cuanto a su
manifestación exterior, y se dispersa. Saulo de Tarso, el joven a cuyos pies las
ropas de los homicidas fueron depositadas véase Hechos 22:20), durante su viaje
a Damasco con la comisión del sumo sacerdote en su túnica y el propósito en su
corazón de barrer de la tierra, por así decirlo, si ello era posible, el nombre
mismo de Jesús, es derribado al medio día con la visión de Jesús glorificado y
exaltado. Él oye la maravillosa verdad, proclamada ahora por primera vez, de
que los pobres Cristianos perseguidos en la tierra eran miembros del cuerpo de
Cristo. "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?... Yo soy Jesús, a quien tú
persigues" (Hechos 9: 4, 5). Él se levanta y en seguida predica acerca de
Jesús de que Él es "el Hijo de Dios." (Hechos 9:20).
Habiendo transcurrido el corto período de su manifestación terrenal en
Jerusalén, la Iglesia asume plenamente, a partir de ese momento, su posición
celestial en la mente del Espíritu. Mientras está en la tierra, dondequiera
esté representada localmente por santos reunidos al nombre de Jesús, por el
poder del Espíritu Santo (Mateo 18:20). Ella es el tabernáculo (la morada) de
Dios en el Espíritu. (Efesios 2:22).
Al Apóstol Pablo le es encomendado el testimonio del misterio, oculto desde
la eternidad en Dios, pero que es
revelado ahora. Él nos dice que lo recibió por revelación (Efesios 3:3).
Mencionaremos brevemente algo del testimonio dado por él en cuanto a esto.
Estando la Epístola a los Romanos limitada principalmente a la revelación del
Cristianismo, y a la relación individual del santo con Dios y Su sabiduría
dispensacional en Sus tratos con los Judíos, se hace una muy breve referencia
al asunto en Romanos 12: 4, 5. Él escribe, "Pues así como en un cuerpo
tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así
nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente
miembros los unos de los otros." (Romanos 12: 4, 5 – LBLA).
En 1ª. Corintios 12: 12-27, este asunto es sacado a relucir más
plenamente. La mera lectura del pasaje debería ser suficiente: "Porque así
como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del
cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un
solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean
esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu",
etc.
Nada puede ser más evidente para la mente sujeta a la Escritura. El
Espíritu Santo es el centro y el poder vivo de la unidad del cuerpo. Los
Cristianos son "miembros de Cristo" (1ª. Corintios 6:15), "
e individualmente miembros los unos
de los otros." (Romanos 12:5 – LBLA).
¡De qué manera esto invalida las ideas de los hombres, los cuales hablan
acerca de ser miembros de tal o cual (así llamada) iglesia o asociación
religiosa! Esta es la única unidad que el Cristiano está obligado a reconocer y
admitir, y a esforzarse con todo su corazón a observar, y a testimoniar la
unidad que ha sido hecha por el Espíritu Santo, constituyendo a cada Cristiano
como un miembro del 'un cuerpo', y reuniéndolos para estar sometidos a Cristo
como Señor. El Espíritu Santo es, podemos decirlo así, la vida que anima el
todo, morando no solamente en el creyente individual, sino en el cuerpo
colectivamente. Y cuando los santos son reunidos así, admitiendo esta unidad, y
sólo esta, ellos forman la esfera para la manifestación de Su presencia, en el
ministerio de la Palabra, "repartiendo a cada uno en particular como él quiere"
(1ª. Corintios 12:11); ocupando y usando, según Su divino agrado, a aquellos
que han sido dotados y puestos en la Iglesia para hacer crecer y para la
edificación del cuerpo, y para perfeccionar a los santos. "Dios ha
colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó." (1ª.
Corintios 12:18). De manera que Cristo,
"CUANDO ASCENDIÓ A LO ALTO, LLEVO CAUTIVA UNA HUESTE DE CAUTIVOS,
Y DIO DONES A LOS HOMBRES… El
dio a algunos el ser apóstoles, a
otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de
capacitar a los santos para la obra del ministerio", etc.
(Efesios 4:8; Efesios 4: 11, 12 – LBLA).
La asamblea es en la tierra, por
lo tanto, el tabernáculo (la morada) de Dios en el Espíritu. "¿No sabéis
que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" (1ª.
Corintios 3:16). Además, en Efesios 2:22, "en quien vosotros también sois
juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu."
Nosotros estamos considerando
ahora, obviamente, esas Escrituras que ven a la asamblea aquí en la tierra;
otras, tal como hemos visto, la ven como el cuerpo del Hombre resucitado en el
cielo. Ambas visiones son verdaderas. Efesios 1 habla de lo último, el capítulo
2 de lo primero.
Siendo esa la vocación (el
llamamiento) de los santos, el apóstol fundamenta sobre ello sus exhortaciones,
en Efesios 4: 1-6. El coloca sus privilegios ante ellos en primer lugar y
entonces considera la responsabilidad de ellos.
"Por esta causa, yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por amor
de vosotros los gentiles… os ruego que viváis de una manera
digna de la vocación con que habéis
sido llamados… esforzándoos
por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu…
un solo Señor"
(Efesios 3:1; Efesios 4: 1-6 – LBLA).
Nosotros hemos omitido
deliberadamente la integridad del capítulo 3 desde el versículo 2 hasta la
mitad del versículo 1 del capítulo 4; dado que el lector puede notar en su
Biblia que este pasaje entero es un paréntesis.
Esta es entonces la Iglesia de
Dios — esta es la unidad que somos exhortados a preservar (guardar): no a hacer
nosotros mismos la unidad, o
escoger una de las muchas facciones que existen alrededor que mejor se adecúe a
nuestra educación, pensamientos, sentimientos, circunstancias, etc., sino a
esforzarnos, con corazones sometidos a Jesús como Señor, por preservar una
unidad que ha sido formada por el Espíritu Santo desde el día de Pentecostés —
el cuerpo de Cristo {de hecho, la unidad del Espíritu}.
Nosotros tenemos en el mismo
capítulo (Efesios 4), el cuidado de Cristo por Su cuerpo. "CUANDO ASCENDIÓ
A LO ALTO, LLEVO CAUTIVA UNA HUESTE DE CAUTIVOS." (Efesios 4:8 – LBLA). Él
entró en el dominio de Satanás y ató al hombre fuerte; pero antes que Él exhiba
los resultados de Su victoria entre los hombres, en la bendición de la tierra
milenial, Él lo hace en Su cuerpo, concediendo dones a los hombres para dejar
en libertad a aquellos cautivos bajo Satanás, y la edificación de los que han
sido libertados, "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura
de la plenitud de Cristo." (Efesios 4:13).
Cuando esa plenitud sea alcanzada,
el complemento del cuerpo para su Cabeza, será tomado para ser unido
efectivamente a la Cabeza en el cielo. Entonces vendrá la resurrección de los
santos que duermen, y su traslado con los santos que viven, cuando todos serán
tomados para ir al encuentro del Señor en el aire. (1ª. Tesalonicenses 4:
13-18).
Las Escrituras están repletas de
esta verdad bienaventurada de la Iglesia. En las epístola más temprana (1ª.
Tesalonicenses) encontramos que, con independencia de la manera poco
inteligente con que pueda haber sido entendido, los santos se han convertido
para esta esperanza bienaventurada. "Os volvisteis de los ídolos a
Dios, para servir al Dios vivo y
verdadero, y para esperar a su Hijo,
cuando venga de los cielos." (1ª.
Tesalonicenses 1: 9, 10 – VM).
Esa fue la esperanza puesta ante
los entristecidos discípulos, mientras miraban fijamente al cielo en pos de la
forma del Señor que desaparecía, en Hechos 1, a saber, que Él "así vendrá
del mismo modo que le habéis visto ir al cielo." (Hechos 1:11 – VM). A los
Corintios nada les faltaba en ningún don, "esperando ansiosamente la
revelación de nuestro Señor Jesucristo" (1ª. Corintios 1:7 – VM). En
Efesios, los santos son contemplados como estando sentados ya en los lugares
celestiales en Cristo, esperando allí la reunión de todas las cosas en la
dispensación del cumplimiento de los tiempos. (Efesios 1). La bendición
(Efesios 1:3), la posición (Efesios 2:6), el testimonio (Efesios 3:10), y el
conflicto de ellos (Efesios 6:12), todo esto es en los lugares celestiales. En
Filipenses 3: 20, 21, la ciudadanía de los santos está en los cielos, de donde
también esperan "al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el
cuerpo de la humillación nuestra, etc." En Colosenses 3:4, la vida de los
santos está tan estrechamente ligada con la de Cristo, que cuando Él sea
manifestado a este mundo, ellos serán manifestados con Él. En Tesalonicenses,
la epístola completa se ocupa de esta esperanza. En 1ª. Tesalonicenses 1, esta
esperanza estaba relacionada con la conversión de ellos; en 1ª. Tesalonicenses
2, con los trabajos del siervo de Cristo; en 1ª. Tesalonicenses 3, con la
justicia y la santidad prácticas; en 1ª. Tesalonicenses 4, todo el asunto y la
manera de su cumplimiento son detallados. 1ª. Tesalonicenses 5 muestra el método
del apóstol
para la santificación práctica de ellos, y la preservación de ellos irreprensibles
para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 2ª. Tesalonicenses coloca la
esperanza correctamente en las mentes de los santos, los cuales habían sido
inquietados mediante la recepción de una epístola espuria; y distingue la
venida del Señor a buscar a Sus
santos y la reunión de ellos con Él
(la correcta esperanza de ellos), de Su manifestación en juicio al mundo, en la
cual nosotros sabemos,
de otras Escrituras, Él es acompañado por
ellos.
Yo me abstengo de citar otras
Escrituras sobre este tema. Casi llega a ser triste verse obligado a enfatizar
una esperanza tan bienaventurada sobre los corazones del pueblo del Señor — una
esperanza de la cual las Escrituras del Nuevo Testamento están tan llenas. Es
triste decir que ha sido necesario hacerlo, Incluso el pueblo de Dios se ha
embebido tanto del siervo malo y de mente mundana, el cual dijo en su corazón,
"Mi señor tarda en venir" (Mateo 24:48), y de los burladores de los
últimos días que dicen, "¿Dónde está la promesa de su advenimiento?"
(2ª. Pedro 3:4).
Al considerar el primer asunto —
"El
propósito general de Dios" — nosotros nos referimos a los lugares en el
Nuevo Testamento donde el Salmo 8 estaba citado. El primer lugar fue Hebreos 2,
cuando el "Hijo del Hombre" a quien todo el dominio fue dado, es
visto en el cielo, "coronado de gloria y de honra", pero todavía
todas las cosas no Le están sujetas — la primacía va a ser disfrutada en la
tierra habitable que está por venir. El segundo lugar fue Efesios 1 y 2, cuando
el cuerpo estaba siendo preparado para la Cabeza glorificada. Queda el tercero
que va a ser citado nuevamente. "Porque todas las cosas las sujetó debajo
de sus pies. (1ª. Corintios 15:27). Esto se cumplirá, tal como el capítulo
muestra, en el día cuando las Escrituras de Isaías 24-26 se cumplan, en el día
de la primera resurrección.
"He aquí, os digo un
misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento,
en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la
trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de
incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible
se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad,
entonces se cumplirá la palabra que
está escrita: Sorbida es la muerte en victoria." (Isaías 25:8; 1ª.
Corintios 15: 51-55).
Todo el capítulo 15 de 1ª.
Corintios trata acerca de esta resurrección, de la cual Cristo fue las
primicias, es una resurrección en poder y gloria. "Se siembra en deshonra,
resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder." (1ª.
Corintios 15:43). En el capítulo no hay pensamiento alguno acerca de la
resurrección de los inicuos. Nosotros hemos considerado anteriormente y de
manera breve que, en aquel tiempo, la restauración de la nación de Israel
tendrá lugar — el velo será quitado de todas las naciones. Y habrá un período
de juicio universal de los poderes en la tierra, y en las regiones celestes, introductorio
del reino en Sion, y de la tierra renovada, la cual heredarán los santos de la
primera resurrección, y reinarán sobre ella en los lugares celestiales como
coherederos con Cristo.
En síntesis, se trata del
tiempo
"de la restauración de todas
las cosas." (Hechos 3:21). Este período de juicio universal es idéntico,
como podemos ver, con aquel del cual se habló al considerar "los tiempos
de los Gentiles", y su juicio.
Capítulo 5. — La Corrupción de
la Cristiandad.
Nosotros hemos visto, en cierta medida, la naturaleza y la unidad de la
Iglesia de Dios, y su vocación (llamamiento) celestial — la Iglesia a la cual
Cristo ha impartido la gloria dada a Él, como Hombre, por Dios el Padre. La
gloria era Suya por derecho como el Hijo eterno, así como por la creación. Pero
la única manera en que nosotros podíamos participar de Su gloria fue mediante
Él haciéndose hombre, y tomando esta gloria, y primacía sobre todas las cosas,
a través de la muerte y resurrección — consumando así la redención de Su
pueblo. ¡Cuán poco ellos se involucran y se percatan, y andan en el poder de su
llamamiento celestial! Al contrario, de muchos se puede decir que, "piensan
sólo en las cosas terrenales." (Filipenses 3:19 – LBLA). Ellos están
abstraídos y absorbidos en los afanes y objetivos de este mundo — "este presente
siglo malo", para librarnos del cual Él se dio a Sí mismo por nuestros
pecados (Gálatas 1:4). Ellos están más conformados a las usanzas del mundo, sus
vanidades, sus proyectos, que a un Cristo rechazado, a quien el mundo se unió
bajo su príncipe para echarlo fuera del mundo, y declarar, en el andar y modos
de obrar de ellos, que la situación de ellos es ser extranjeros en la tierra, y
tener su ciudadanía en los cielos, y que ellos son aquellos de los cuales
Cristo dijo, "no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo" (Juan
17:14); y de quienes el apóstol dice, "como es el celestial, así son también
los que son celestiales" (1ª. Corintios 15:48).
Ojalá hubiese más de esa intensa consagración personal entre los que son
de Cristo — entre aquellos a los cuales Él, en Su gracia maravillosa, ha
enseñado la naturaleza y el significado de esta vocación (llamamiento)
celestial, y la verdad de Su Iglesia, Su Esposa, los cuales están en el lugar
del testimonio de Dios en este preciso momento, ¡en Su bondad soberana!
Ojalá este testimonio de Dios se impusiera más profundamente sobre
nuestras almas, y nos llevase a esa separación intensa del mundo: y a la consagración
personal, individual, como testigos, o siervos, ¡como a Él le agrade!
Ciertamente todos Le pueden servir en calidad de testigos, ¡si bien no todos
son obreros! Y ciertamente el testimonio corporativo sin la consagración
personal — o la consagración personal sin el testimonio corporativo, es una
cosa defectuosa; ambos deben ir juntos para estar en concordancia, en nuestra
pequeña medida, con el pensamiento y los propósitos de Dios.
Por un breve espacio de tiempo el deseo de Cristo, "para que todos
sean uno… para que el mundo crea"
(Juan 17:21) sucedió al principio del altruista gozo de la Iglesia en
Pentecostés, cuando el mundo contempló con asombro la gran multitud de un solo
corazón y alma, teniendo en común todas las cosas (Hechos 2). Pero nosotros
podemos recordar que en nuestro escrito anterior, cuando consideramos la puesta
a prueba del hombre desde el huerto del Edén hasta la cruz, encontramos que,
puesto a prueba de todas las maneras, él había fracasado. Veamos ahora qué es
lo que hará el hombre bajo la gracia — si acaso una posición tal tendrá éxito.
Esta es precisamente otra historia de tristeza, con esta diferencia — que él ha
fracasado ahora estando en ¡aquello que era lo mejor! y lo ha corrompido.
Cuando la Iglesia asumió plenamente su vocación (llamamiento) celestial,
después de la persecución y dispersión que se presentó en la muerte de Esteban,
nosotros encontramos que Pablo fue incorporado por el Señor, para poder Él
sacar a la luz por medio de él, la verdadera vocación (llamamiento) celestial y
la doctrina verdadera de la Iglesia de Dios — el cuerpo de Cristo. En las
consagradas labores del apóstol, y en las Escrituras presentadas a nosotros por
medio de él, nosotros encontramos que llegó a ser necesario que el Espíritu Santo
revelase las consecuencias que resultarían para la Iglesia, por haber sido
confiado Su testimonio en la tierra en las manos del hombre. El mal se había
infiltrado desde el principio mismo, pero mientras la energía apostólica estuvo
allí, se evitó que dicho mal obtuviera ventaja, y fue juzgado. El Judaísmo, y los
falsos hermanos, y hombres impíos se infiltraron encubiertamente, entre los que
eran discípulos verdaderos; e incluso los que eran discípulos verdaderos
llegaron a impregnarse con el espíritu del mundo, y con el mal. Véase como
ejemplo las solemnes palabras de Pablo a los ancianos de la asamblea en Éfeso,
la escena donde todos los que eran de Asia habían oído la palabra del Señor:
"Yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros
lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán
hombres que hablen cosas perversas
para arrastrar tras sí a los discípulos." (Hechos 20).
Y en vista de semejante estado de cosas, él dirige el corazón del santo
fiel a
"Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para
sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados." (Hechos
20:32).
Dios y las Escrituras de Su verdad habían de ser, para el cristiano fiel,
el recurso seguro y siempre infalible en el tiempo de ruina, el cual se acercaba
rápidamente.
En Corinto nosotros encontramos escuelas de doctrina y de sabiduría humana,
asumiendo el lugar de la revelación y la sabiduría divina entre ellos. (1ª.
Corintios 1, 2). En la epístola a los Gálatas, la influencia de maestros de la
ley y Judaizantes obliga al apóstol a poner en duda, por el momento, si ellos
habían abandonado del todo el terreno del Cristianismo o no; con todo, él tuvo
confianza para con ellos en el Señor. En Filipenses "todos buscan sus
propios intereses, no los de Cristo Jesús." (Filipenses 2:21 – LBLA).
Además,
"muchos andan como os he
dicho muchas veces, y ahora
os lo digo aun llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo, cuyo fin es
perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su
vergüenza, los cuales piensan sólo en las cosas terrenales." (Filipenses
3: 18, 19 – LBLA).
En Colosenses, Satanás había tenido éxito introduciendo entre la Cabeza
y Sus miembros, ordenanzas, y filosofía, y huecas sutilezas según las
tradiciones de los hombres; comidas, y bebidas, días de fiesta, culto voluntario
y trato severo del cuerpo.
1ª. Timoteo, habla de doctores de la ley y Judaizantes, "aunque no
entienden lo que dicen ni las cosas acerca de las cuales hacen declaraciones
categóricas" (1ª. Timoteo 1:7 – LBLA); y la advertencia de la apostasía de
los últimos tiempos.
2ª. Timoteo nos alerta que la marea de mal entró con una fuerza tal que
el apóstol ve la Iglesia, por la cual él había trabajado, y velado, y edificado,
como perito arquitecto — eso que el Espíritu denomina "la casa de Dios (la
cual es la iglesia del Dios vivo) columna y apoyo de la verdad" (1ª.
Timoteo 3:15 – VM), la casa habitada por el Espíritu Santo — caída en
dilapidación, y ruinas, y transformada en una "casa grande", con "vasos
de oro y de plata," y "también de madera y de barro: y algunos son para
honra, y otros para deshonra" (2. Timoteo 2:20 – VM).
En un estado tal de cosas, en los "tiempos peligrosos" de los
"últimos días", el discípulo fiel tiene una sola senda — no estar
satisfecho con un estado semejante, ni pensar que él puede arreglar la ruina,
sino — purificarse él mismo de los vasos de deshonra, y andar con los fieles
"que invocan al Señor con corazón puro" (2ª. Timoteo 2: 20-22 – VM).
Y el apóstol hace nuevamente que el corazón del fiel se vuelva a las
Escrituras de Dios como siendo ellas útiles para toda y cada una de las
dificultades, para que él pudiese estar "bien preparado para toda buena
obra." (2ª. Timoteo 3:17 – VM).
La advertencia aquí en 2ª. Timoteo 3: 1-5 es tan profundamente solemne, en
cuanto a que aquello que lleva el nombre de Cristianismo y que delante de los
hombres tiene el carácter de piedad alberga todos los peores rasgos del
corrupto corazón humano, que las palabras son literalmente casi las mismas, y
moralmente lo mismo, que las que el apóstol usa al describir la corrupción y
degradación moral del mundo pagano al final de Romanos 1.
"MAS sabe esto, que en
los postreros días vendrán
tiempos peligrosos.
Porque los hombres serán amadores
de sí mismos, amadores del dinero,
jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos,
impíos, sin
afecto natural, implacables, calumniadores, incontinentes, fieros,
aborrecedores de los que son buenos, traidores, protervos (perversos,
obstinados en la maldad), hinchados
de orgullo, amadores de los
placeres, más bien que amadores de Dios; teniendo la forma de la piedad, mas negando
el poder de ella: apártate también de los tales." (2ª. Timoteo 3: 1-5 –
VM).
Está también la energía activa del diablo en aquellos "reprobados
en lo que respecta a la fe" 2ª. Timoteo 3:8 – LBLA), están engañando y
siendo engañados (vasos para deshonra); de los tales el hombre de Dios debía
apartarse, dejándolos para el juicio de Dios.
En Tito nosotros encontramos a los "vanos palabreros e
impostores" Tito 1:10 – VM), difundiendo su nefasta doctrina alrededor.
2ª. Pedro testifica también en cuanto a estas malas influencias que están
activas entre los santos. Judas expone la apostasía desde el momento cuando
"algunos hombres se han infiltrado encubiertamente" (Judas 4 – LBLA),
hasta que el Señor viene con Sus santos a ejecutar juicio sobre los tales. En
Judas 11 tenemos un resumen de la apostasía del hombre natural: "el camino
de Caín", recompensar el error en la enseñanza, y usar la verdad para
fines corruptos, "el error de Balaam"; y finalmente, donde la
apostasía termina, "la rebelión de Coré" (Judas 11 – LBLA). Se
recordará que esto último fue la rebelión de los Israelitas, instigados por el
Levita Coré, contra la autoridad de Cristo, en Su realeza, representado por
Moisés, y Su sacerdocio, representado por Aarón. Los Levitas pretendieron el
sacerdocio ("¿Y pretendéis también el sacerdocio?" Números 16:10 – LBLA,
léase todo el capítulo 16), y fueron el móvil de la revuelta de los sencillos
Israelitas. Y ha sido siempre así desde entonces, el mal eclesiástico instando
el poder civil a la rebelión. Véase la revuelta de Absalón contra David: el
motivo impulsor fue el consejero de Absalón, Ahitofel, el cual era un
sacerdote. (Véase 2º. Samuel 15:12). Y es así al final, una bestia, y un falso
profeta el cual insta al primero, y
"ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de
ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia,
cuya herida mortal fue sanada." (Apocalipsis 13).
Esa ha sido la corrupción desde el principio del Cristianismo. Aquellos
que debiesen haber ocupado la posición de los Levitas: es decir, los que fueron
enviados a la Iglesia para trabajar para el Señor, en vez de retener el lugar de Levita,
reconociendo que todos lo que pertenecen al pueblo del
Señor son sacerdotes y, por tanto,
tienen derecho a entrar al Lugar Santísimo (véase 1ª. Pedro 2: 5, 9); la
posición eclesiástica, o sacerdotal, ha sido asumida como intermediadora entre
Cristo y Su pueblo; y esto no se limita al mal grosero y a las groseras
corrupciones de Roma, sino que es lo mismo, en cuanto a principio, en toda la
Cristiandad, aunque no desarrollada en la misma medida. Ambas epístolas — 2ª.
Pedro y Judas — testifican acerca del rechazo del Señorío de Cristo. Apocalipsis
2 y 3 nos presentan en etapas
sucesivas, las diferentes fases en que el mal se desarrollaría en la Iglesia,
contemplada en su lugar de testimonio aquí abajo, desde su abandono de su
primer amor, hasta que es amenazada con un pleno rechazo, como algo repugnante
para Él — un testimonio falso en el mundo. "Te vomitaré de mi boca"
(Apocalipsis 3:16).
Nosotros tenemos también el testimonio del propio Señor en Mateo 13, en
la parábola de la cizaña, mediante la cual vemos que el mal que se produce al
principio por la introducción de la cizaña entre el trigo, continúa hasta la
siega, cuando los justos son reunidos en el granero, y la cizaña es atada en
manojos y luego es echada en el fuego y es quemada; purificando así el reino
del Hijo del Hombre. En lugar de un cambio, tal como los hombres piensan,
viniendo al mundo; y que, mediante el evangelio, el conocimiento del Señor cubra
la tierra como las aguas cubren el mar, el mal aumenta hasta la siega. ¡De qué
manera los pensamientos de los hombres que esperan un milenio introducido
mediante la predicación del evangelio están de acuerdo con esto! En
consecuencia, Mateo 13. Incluyendo la parábola de la cizaña y el trigo, es una
semejanza del reino de los cielos, en la fase que este asumiría cuando el Rey fuese
rechazado completamente, no una semejanza de la Iglesia, la cual no existía. En
un capítulo posterior (Mateo 16) el Señor habla de la Iglesia como una cosa
futura. Él vino como el Mesías de ellos, a Su pueblo Israel — Su viña — a
buscar fruto, y no lo halló. Entonces Él sembró en el mundo aquello que había
de producir fruto — a saber, "la
palabra." ("El campo es el mundo" Mateo 13:38)
Yo he omitido deliberadamente 2ª. Tesalonicenses y las Epístolas de
Juan, porque en ellas encontramos que es nombrado el personaje que consumará
toda esta iniquidad en sí mismo— "el hombre de pecado" — "el anticristo."
En la 2ª. Epístola a los Tesalonicenses, presentada a nosotros con
ocasión de que una epístola espuria había sido recibida por los Tesalonicenses
como siendo de Pablo, (2ª. Tesalonicenses 2:2), diciéndoles que el
"día" de Cristo {día del Señor}
había llegado, el apóstol (versículo 1) les ruega por la correcta esperanza de
ellos, la cual él les había enseñado en su primera epístola, la de la venida de
Cristo, y de la reunión de ellos con Él, que ellos no debían dejarse mover
fácilmente de su modo de pensar, por el pensamiento comunicado por la epístola
falsa, que el "día", o manifestación, era una cosa presente (ενεστηκε) en aquel entonces. El apóstol distingue
claramente la "venida" (2ª. Tesalonicenses 2:1) de la
"aparición" (2ª. Tesalonicenses 2:8), o "día", lo cual es
para llevarles un descanso de las pruebas y tribulaciones del mundo, y juicios
sobre sus enemigos; porque cuando el "día" de Su manifestación
(aparición) vendría, los santos serían manifestados con Él en gloria.
Él prosigue para demostrar que antes que el "día" llegase,
habría, hay, "el misterio de iniquidad (ilegalidad, anarquía)", el
cual estaba obrando ya (2ª. Tesalonicenses 2:7); en segundo lugar, la apostasía
del Cristianismo (2ª. Tesalonicenses 2:3); en tercer lugar, la revelación del hombre
de pecado (2ª. Tesalonicenses 2: 3, 4, 8). El juicio ejecutado por el propio
Cristo sería el "día" en el cual la epístola falsa les dijo que ellos
ya estaban. Nosotros hemos visto ya que en esto Él será acompañado por Sus
santos, previamente reunidos a Él. Hemos visto algo del testimonio de la
Escritura en cuanto al misterio de iniquidad, y también de la apostasía de la
Cristiandad; pero había un buen poder de obstaculización (2ª. Tesalonicenses
2:7), el cual, cuando es quitado, entonces
el inicuo se manifestaría. Los principios estaban todos en acción, pero el
Espíritu Santo estaba en la Iglesia, el poder de Dios estaba aquí abajo, y la
desenfrenada voluntad del hombre, exaltándose contra todo lo que se llama Dios,
o es objeto de adoración, estaba detenida aún, hasta que el momento adecuado
llegase; entonces el mal asumiría su
forma explícita en "el hombre de pecado."
Nosotros seguiremos el misterio de iniquidad hasta el final. Pasamos a
Apocalipsis 17 y encontramos a la cuarta Bestia, o Imperio Latino (Romano), en
su estado revivido, montada por una mujer falsa, "BABILONIA LA GRANDE, LA
MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. Imperial y
gloriosamente engalanada, y su copa llena de idolatría y fornicación, ebria de
la sangre de los testigos de Jesús, y de la sangre de los santos. El profeta queda
asombrado ante el fin de lo que una vez fue tan precioso, tan hermoso — ¡la
obra de gracia en Pentecostés! Ella predomina sobre pueblos, naciones, y
lenguas, y sus reyes, los cuales se han embriagado con el vino de su
fornicación; hasta que por fin, cansados de su opresión, los diez cuernos… y
la Bestia (no 'los diez cuernos que
viste en la bestia' como reza la
RVR60 en Apocalipsis 17:16), "odiarán a la ramera y la dejarán desolada y desnuda,
y comerán sus carnes y la quemarán con fuego" (Apocalipsis 17:16 –
LBLA). Ella no espera la aparición de
Cristo para ser juzgada, sino que padece en manos de aquellos sobre los cuales
ejerció su perniciosa influencia por tan largo tiempo. Apocalipsis 18 presenta
su juicio, y la lamentación de los reyes de la tierra, y de los que se habían
beneficiado por medio de sus negocios y recompensas, a causa de su destrucción.
Ese es el fin del Cristianismo corrupto en Roma, y dondequiera que se lo encuentre;
porque ella es la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.
Al considerar la historia de los poderes Gentiles desde su comienzo
hasta su final en juicio, y la de la Bestia, la cual lo representa, impulsado
por Satanás al final, nosotros vimos también su conexión con el Mesías falso, a
quien los Judíos recibirían al final de la era o fin del siglo, y su juicio
bajo el carácter de falso profeta con la primera Bestia, nosotros quisimos
mostrar de qué manera este personaje forma el vínculo entre la historia de
ellos y la de la falsa Cristiandad profesante al final.
Nosotros vimos, de la lectura de 2ª. Tesalonicenses 2: 3, 4, 8, que el
inicuo no se manifestaría hasta que el buen poder restrictivo fuese quitado: el
misterio de iniquidad hubiese obrado, y la apostasía hubiese llegado; nosotros
trazamos esto hasta su final en el juicio de la mujer corrupta de Apocalipsis
17, pero el día de la manifestación de Cristo en juicio no tendría lugar hasta
que el hombre de pecado se manifestase, habiendo sido quitado primero el buen
poder restrictivo (2ª. Tesalonicenses 2:7). Apocalipsis 13 nos mostró también
que este hombre se manifestaría plenamente durante la forma revivida del
imperio Latino (imperio Romano), al final de la existencia de la cuarta bestia.
Aquel que tiene el título de rey entre los Judíos, la segunda Bestia, ejerce
toda la autoridad de la primera Bestia (no pudiendo desechar los poderes
Gentiles) durante el corto período que antecede al final, cuando Satanás le
habrá dado su poder, y su trono, y su grande autoridad. Vimos también que
Satanás fue lanzado fuera de las regiones celestes antes que los santos fuesen
llevados a lo alto (Apocalipsis 12). Reuniendo todas estas cosas, encontramos
que el hombre de pecado, el inicuo, se manifiesta entre la venida de Cristo a buscar
a Sus santos, y Su aparición en
juicio con ellos.
Tal como está descrito en 2ª. Tesalonicenses 2, él hace cosas similares
a las atribuidas a él en Daniel 11: 36-38: él,
"se opone y se levanta contra todo
lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de
Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios… cuyo advenimiento es por obra de
Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos": aun como Cristo,
como el Hombre de justicia que fue "aprobado por Dios entre vosotros con
las maravillas, prodigios y señales que Dios
hizo entre vosotros por medio de él" (Hechos 2:22 — véase el texto Griego).
La obtención de esta posición — es decir, de Dios — fue la primera sugerencia
de Satanás a Adán. Aquí encontramos que Adán caído, plenamente desarrollado y
lleno con la energía de Satanás, en este hombre de pecado, es el que se opone
al Señor Jesús — Hombre en el cual toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente
en El. (Colosenses 2:9).
Cuando estuvimos examinando Apocalipsis 13, con respecto a este
personaje, nosotros vimos que los milagros que él lleva a cabo tienen, en el
entendimiento de los hombres, la apariencia
de energía divina, y ellos son de carácter mayormente Judío. En 2ª.
Tesalonicenses 2, estos milagros son más una imitación de Cristo. Con respecto
a los que están en Apocalipsis 13, nosotros podemos recordar que cuando Elías
fue levantado para dar testimonio del nombre de Jehová, delante de las tribus
apóstatas de Israel (1º. Reyes 18), la pregunta acerca de si Jehová o Baal era
Dios, fue decidida mediante fuego, el cual descendió y consumió el sacrificio,
y cuando todo el pueblo lo vio, se postraron sobre su rostro y dijeron: "¡Jehová
es el Dios, Jehová es el Dios!" En 2ª. Tesalonicenses, tal como hemos
visto al citar Hechos 2, es más una imitación de Cristo, pero de origen
satánico.
En la primera Epístola de Juan ese hombre de pecado es llamado el
"anticristo", el cual niega al Padre y al Hijo, o, niega la
revelación del Cristianismo. Por lo tanto, es evidente que en estos días de pujante
engaño — cuando los hombres, no habiendo recibido el amor de la verdad para ser
salvos, serán entregados a creer una mentira — este personaje forma el nexo de
unión entre el Cristianismo apóstata, y el Judaísmo apóstata, y la apostasía de
la cuarta Bestia o poder Gentil, y es en sí mismo la expresión de la apostasía
del hombre, afirmando ser Dios. Digo Judaísmo,
porque él se sienta en el
templo de Dios (casi no necesito añadir, en Jerusalén) — digo Cristianismo, por
lo que hemos visto. Y nosotros lo encontramos llegando a su fin, con su
coadjutor en el mal, en Apocalipsis 19:20 bajo el título de "falso
profeta", lo cual es más su carácter Judío; habiendo sido destruida la
mujer falsa, o corrupción eclesiástica, no por el Señor, sino por aquellos sobre
los cuales ella había predominado.
Hemos trazado ahora hasta su final, los diferentes agentes en el mal en
la apostasía del hombre natural al cual se le confió el poder, personificado
por la bestia, el Anticristo hasta su final, y el falso Cristianismo hasta su
final. Temas profundamente solemnes, y sin embargo necesarios (o Dios no nos
habría advertido acerca de estas cosas), ellos no nos afectan en cuanto a su
juicio y a su final, pero nosotros estamos en medio de los principios que son
de rápida maduración alrededor nuestro, y tenemos que ver con ellos. Lo nuestro
es un llamamiento a salir del mundo e ir a lo alto, y estaremos con el Señor,
cuando los males se manifiesten plenamente, y el mundo se entusiasme engañado
por ellos. Nuestra ciudadanía está en los cielos, donde estos males no pueden
ir. ¡Bendito sea nuestro Dios! El mal está madurando con rapidez hasta llegar a
su momento crucial, y las mentes de los hombres están más cegadas, y hay muchos
anticristos. Que la consideración de estas cosas nos conduzcan a una separación
cada vez mayor en nuestros intereses, y modos de hacer las cosas, de aquello
que termina tan tristemente. Y que anhelemos fervientemente la venida de Aquel
que pondrá fin al mal, y llenará el mundo con bendición bajo Él mismo.
Nuestras consideraciones nos han traído hasta aquí. Vemos que los tres
grandes sistemas establecidos en el mundo para la exhibición del gobierno de
Dios y Su gracia (1ª. Corintios 10:32), (a saber, los Judíos, bajo la ley; los
Gentiles,
sin ley, y a los que se les ha confiado el dominio universal; y la Iglesia,
como carta de Cristo en el mundo (2ª. Corintios 3:3) — Su testigo para la
gracia y la verdad, y bajo la gracia), todos ellos han sido, hasta donde la
responsabilidad del hombre alcanza, una escena de ruina y fracaso y corrupción
— demostrando esto que la ruina de lo que es más excelente es la peor de las
corrupciones.
Capítulo 6. — El Juicio de
Israel y de las Naciones introductorio del Reino.
En el tema de apertura de nuestras consideraciones de los caminos de
Dios, nosotros mencionamos que las Escrituras proféticas se ocupan de los
acontecimientos terrenales, e incluyen cinco grandes y distintivos asuntos,
algunos de los cuales, si no todos, son encontrados a menudo agrupados en la
misma profecía.
Nosotros nos ocuparemos especialmente ahora con el cuarto de estos asuntos
— la crisis, o corto período de juicio que limpia el mundo de todas las cosas que
transgreden, y de los que hacen iniquidad, preparatorio del establecimiento del
reino — "la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para
probar a los que moran sobre la tierra" (Apocalipsis 3:10); "tiempo
de angustia para Jacob; pero de ella será librado." (Jeremías 30:7). La
nación de Israel es muy prominente durante este período, y es el sujeto del
juicio, en el cual los Gentiles son partícipes. Los testimonios de la Escritura
son muy completos acerca de este asunto; y para ayudar que se aclaren en
nuestras mentes, yo los he clasificado en tres puntos, de la siguiente forma:
1. Las promesas de restauración hechas a Israel, después del fracaso de
ellos, y en la perspectiva de ello, además de las promesas incondicionales
hechas a los padres, las cuales se cumplirán para un remanente de la nación, el
cual será establecido en el reino bajo Cristo en la tierra.
2. El testimonio de la Escritura de que Israel sería dejada a un lado
por un largo período intemporal, conocido sólo para Dios, y de que es acogida
nuevamente para ser restaurada.
3. Que cuando este período intemporal se habrá agotado, la nación será
restaurada mediante juicio, el cual
no cae solamente sobre los apóstatas entre ellos, librando un remanente, sino
que un juicio universal sobre las naciones del mundo también, cuando la tierra
estará llena del conocimiento del SEÑOR como las aguas cubren el mar (Isaías
11:9 - LBLA).
1. En cuanto al
primer punto, acudiremos a
Levítico 26, donde encontramos el resultado puesto ante Israel, con
posterioridad a su observancia de las condiciones que habían aceptado como términos
de su relación con Dios, y la retención de sus bendiciones en su tierra y la alternativa
en caso del incumplimiento de esos términos — "Si anduviereis en mis
decretos… yo daré vuestra lluvia en su
tiempo, etc." (Levítico 26:3-13); "Pero si no me oyereis… yo
también haré con vosotros esto, etc. " (Levítico 26: 14-39). Esto continúa,
asumiendo que lo último sería el caso, hasta que las ciudades son hechas
desiertas, y la tierra de ellos y sus santuarios son asolados, y la nación es
esparcida entre los paganos, en tierra de sus enemigos; y entonces, incluso
cuando estando ellos en tierra de sus enemigos, Dios dice,
"Yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos,
invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios. Antes me acordaré
de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los
ojos de las naciones, para ser su Dios." (Levítico 26: 44, 45).
Jehová vuelve entonces a Sus
promesas incondicionales hechas a los
antepasados de ellos, después que ellos mismos se han destruido: y estando
ellos en tierra de sus enemigos, Él no los olvida, ni los arroja totalmente
lejos.
"Si ellos confiesan
su iniquidad y la iniquidad de sus padres… también por la hostilidad con que me
han resistido... [entonces] yo me
acordaré de mi pacto con Jacob, y me acordaré de mi pacto con Isaac y de mi
pacto con Abraham; y me acordaré de la tierra." (Levítico 26: 40-42 –
RVA).
Lea ahora Deuteronomio 30: 1-10:
"Sucederá que cuando te hayan sobrevenido todas estas cosas, la
bendición y la maldición que he puesto delante de ti, si consideras en tu
corazón, en medio de todas las naciones donde Jehovah tu Dios te haya
dispersado… entonces Jehovah tu Dios
también te restaurará de tu cautividad. El tendrá misericordia de ti y volverá
a reunirte de todos los pueblos a donde Jehovah tu Dios te haya dispersado… Y
te hará regresar Jehovah tu Dios a la tierra que tus padres tomaron en
posesión, y tú la poseerás. El te hará bien y te multiplicará más que a tus
padres, etc." (Deuteronomio 30: 1-10 – RVA).
Esto no es tan sorprendente como Levítico 26, donde las promesas a los
padres son mencionadas. Deuteronomio es más el principio de la aceptación de ellos
como una nación después del fracaso, y cuando el nombre
"Lo-ammi" ("no es mi pueblo" – Oseas 1:9) había sido
escrito sobre ellos. Ello establece también el principio de la aceptación de
ellos entretanto como individuos por
medio del evangelio, y la justicia por medio de la fe. Véase el uso de ello hecho
por el Apóstol Pablo de Romanos 10: 11-14.
Hay otras promesas en la perspectiva de la restauración de ellos,
especialmente la de la casa de David, a cumplirse en Cristo. En 1º. Crónicas
17: 11-14 nosotros leemos,
"Y sucederá que cuando
se cumplan tus días para que
vayas a estar con tus padres, levantaré a uno de tus
descendientes después de ti, que será de tus hijos; y estableceré su reino. El me edificará una
casa, y yo estableceré su trono para siempre. Yo seré padre para él y él será hijo para
mí; y no quitaré de él mi misericordia, como la quité de aquel que estaba antes
de ti. Sino
que lo confirmaré en mi casa y en mi reino para siempre, y su trono será
establecido para siempre" (1º. Crónicas 17: 11-14
– LBLA).
Este pasaje es aplicado a Cristo en Hebreos 1:5.
Nosotros encontramos las promesas a los padres mencionadas en vista de
la plena liberación de ellos en el final. Véase Miqueas 7: 19, 20. El profeta
expresa la adoración de su corazón al contemplar la bondad de Dios en la
liberación de ellos; él dice,
"El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras
iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. Cumplirás
la verdad a Jacob, y a Abraham la
misericordia, que juraste a nuestros
padres desde tiempos antiguos."
Nosotros debemos recordar siempre que si Dios llegase a fallar en
cumplir esas promesas terrenales a Abraham, nosotros no tenemos razón alguna
para suponer que Él no fallaría también en Sus promesas espirituales a él, que
llegan a nosotros más adelante. Consulte Gálatas 3: 6-14. Nosotros sabemos que
no puede fallar jamás.
Además, cuando Cristo vino, "(según [Él] habló a nuestros padres) a
Abraham y a su simiente para siempre." (Lucas 1: 54, 55 – VM). En los
versículos 69-74 del mismo capítulo, cuando ambas promesas, a los padres y a la
casa de David, son recordadas,
"ha levantado un cuerno
de salvación en la casa de
David… para
mostrar misericordia a nuestros padres, y para recordar su santo pacto, el juramento que
hizo a nuestro padre Abraham." (Lucas 54: 69-74 – LBLA).
Es casi innecesario decir que las bendiciones terrenales fueron
aplazadas, debido al rechazo de Cristo por parte de la nación.
Pasamos ahora a Isaías 49. Encontramos que Israel, habiendo fracasado
como siervo de Dios, es dejado a un lado, y Cristo es presentado como el Siervo
verdadero; y aun así Él dice, "Por demás he trabajado, en vano";
porque sabemos que Israel Le rechazó. La respuesta de Dios viene en el
versículo 5, etc. Fue poca cosa levantar las tribus de Israel, pero Él debe ser
exaltado y dado como luz para los Gentiles. En el versículo 8, Él es dado por
pacto al pueblo para librarlos al final. El lenguaje de la profecía es muy
hermoso.
"¡Cantad, oh cielos, y alégrate, oh tierra; y romped en alabanzas,
oh montañas: porque Jehová ha consolado a su pueblo, y tendrá compasión de sus afligidos!"
(Isaías 49:13 – VM).
Sion, aparentemente abandonada, aprende entonces que la fidelidad de
Jehová es mayor que la de una madre para con su hijo que mama.
"¿Se olvidará acaso la mujer de su niño mamante, de modo que no
tenga compasión del hijo de sus entrañas? ¡Aun las tales le pueden olvidar; mas
no me olvidaré yo de ti! He aquí
que sobre las palmas de mis manos
te traigo esculpida; tus muros están perpetuamente delante de mí." (Isaías
49: 15, 16 – VM).
Sus hijos se apresuran a venir, y los que la asuelan saldrán de ella.
"Tus hijos se apresurarán
a venir, tus
destruidores y los que te asuelan saldrán de ti." (Isaías 49:17 –
VM).
"¡Alza tus ojos, mira
al rededor, y ve; todos
ellos (el remanente del pueblo
restaurado y reunido) se congregan
y vienen a ti! ¡Vivo yo! dice
Jehová, que de todos ellos te arroparás como de adorno. y te los ceñirás como se
ciñe una novia.
Porque en cuanto a tus desiertos
y tus lugares asolados, y tu tierra
dejada en ruinas, ésta será entonces demasiado estrecha los habitantes;
y los que te devoraban estarán ya muy lejos. Los hijos de tu estado desamparado dirán en
tus oídos: ¡el lugar es demasiado estrecho para mí! ¡dame campo, para que yo
pueda habitar! Entonces
dirás en tu corazón: ¿Quién dio a luz éstos para mí? y yo había sido privada de
hijos y estéril, cautiva y errante; éstos pues ¿quién los ha criado? He aquí,
yo fui dejada solitaria; éstos ¿dónde han estado? Así dice Jehová el Señor: He aquí que yo
alzaré mi mano a las naciones, y levantaré mi bandera a los pueblos; y ellos
traerán a tus hijos en sus brazos, y tus hijas sobre sus hombros serán
llevadas. Y reyes
serán tus padres adoptivos, y sus reinas tus amas de leche; rostro a tierra, tus
enemigos se inclinarán ante ti, y lamerán el polvo de tus pies; y tú conocerás
que yo soy Jehová; pues no serán avergonzados los que me esperan." (Isaías
49: 18-23 – VM).
El pensamiento acerca de aplicar esto a la Iglesia es casi tan excesivo
que no necesita un comentario. ¿Cuándo dice la Iglesia alguna vez, «¡Me ha abandonado
Jehová, y el Señor se ha olvidado de mí!" (Isaías 49:14 – VM)», y eso en
el mismo momento cuando la bendición es completa?
En Romanos 11 el Apóstol Pablo aborda este asunto, mostrando que Dios no
ha desechado a Su pueblo; y presenta tres razones principales como argumento
suyo.
Primera razón: ha
quedado en el tiempo presente un
remanente conforme a la elección de la gracia de Dios.
Segunda razón: a
través de la transgresión de su nación,
la salvación vino a los Gentiles para provocar a celos a Israel (véase
Deuteronomio 32:21), y no para rechazarlos. Y,
Tercera razón: "Vendrá
de Sion el Libertador, Que
apartará de Jacob la impiedad", en el momento en que todo Israel (es decir, como
un todo, o nacionalmente) será salvo.
Cuando consideremos el tercer punto propuesto, muchas de esas promesas
de restauración vendrán ante nosotros, relacionadas con el juicio de los
apóstatas de la nación, y de los Gentiles.
2. En cuanto al
siguiente punto, pasaremos a
Daniel 9: 24-27, donde encontramos la respuesta a la oración de Daniel, el cual
fue uno de los cautivos de Israel en Babilonia. Naturalmente, el asunto de
todos los demás, muy queridos para su corazón y afectos Judíos, fue la
restauración de su pueblo; y el asunto de mayor importancia fue determinar la
longitud del tiempo en que ellos estarían sometidos a sus captores, bajo cuyo
yugo ellos estuvieron segando lo que habían sembrado cuando Dios los reconocía.
Al principio del capítulo 9 de Daniel nosotros encontramos que, al igual
que cualquier hombre piadoso, Daniel era un estudioso de la Escritura; y en el
año primero de Darío el medo, el cual tomó el reino después de la caída de
Babilonia, él había determinado, de la lectura del libro de Jeremías, que los
setenta años de desolación de Jerusalén habían pasado ahora. La fe estuvo en
acción en su alma, y volvió su rostro para esperar en Dios, y para humillarse
él mismo delante de Él acerca de su nación con oración y súplica, con ayuno y
saco y ceniza. Él mismo se coloca en la posición de la nación conforme al
pecado de ella delante de Dios, y él se identifica con ellos. (Véase Levítico 26:
40, 41). Su corazón reconoce al Dios con el cual él tenía que ver, como Uno que
es inmutable — un Dios clemente y compasivo. Dios mismo es su confianza.
"Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes,
de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. De Jehová
nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque (no, 'porque') contra
él nos hemos rebelado."
Es algo hermoso la manera en que su fe llama a Jerusalén "tu
ciudad", y a Israel "tu pueblo" (Daniel 9: 16, 19), tal como
Moisés hizo cuando el pueblo hizo el becerro de oro, y Dios no los pudo admitir.
Nosotros leemos, "Mientras yo estaba aún hablando, y orando, y confesando
mi pecado, y el pecado de mi pueblo Israel… el varón Gabriel… me hizo entender,
etc." (Daniel 9: 20-23).
En la comunicación que sigue a continuación — es decir, la profecía de
las setenta semanas — él recibe la respuesta a su oración. Nosotros podemos
observar que Dios habla a Daniel acerca del pueblo como "tu pueblo"
(Daniel 9:24) — tal como lo habló a Moisés en la ocasión a la cual nos hemos
referido; y la profecía se relaciona con el pueblo Judío, y con Jerusalén.
"Setenta semanas han sido decretadas sobre tu pueblo y sobre tu
santa ciudad, para poner fin a la transgresión, para terminar con el pecado,
para expiar la iniquidad, para traer justicia eterna, para sellar la visión y
la profecía, y para ungir el lugar santísimo. Has de saber y entender que desde
la salida de la orden para restaurar y reconstruir a Jerusalén hasta el Mesías
Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; volverá a ser edificada,
con plaza y foso, pero en tiempos de angustia. Después de las sesenta y dos
semanas el Mesías será muerto y no tendrá nada, y el pueblo del príncipe que ha
de venir destruirá la ciudad y el santuario. Su fin vendrá con inundación; aun
hasta el fin habrá guerra; las desolaciones están determinadas. Y él hará un
pacto firme con muchos por una semana, pero a la mitad de la semana pondrá fin
al sacrificio y a la ofrenda de cereal. Sobre el ala de abominaciones vendrá el
desolador, hasta que una destrucción completa, la que está decretada, sea
derramada sobre el desolador." (Daniel 9: 24-27).
Entonces, aquí es mencionado claramente un período definido, al final
del cual un cambio notable sería traído a su pueblo, los Judíos, y a su ciudad
— el regreso y el restablecimiento completo de ellos en gracia — las transgresiones
son perdonadas, se pone fin a los pecados, la iniquidad es perdonada, y una
justicia eterna es introducida, la visión y la profecía son selladas, y el
lugar santísimo es ungido.
Ahora bien, rememoremos el estado de Judá y de Jerusalén, tal como vimos
cuando examinamos la historia pasada del pueblo de Israel, en la época en que
Judá fue a la cautividad a Babilonia, en los capítulos finales de 2º. Reyes. El
rey de Judá y la nación fueron llevados a
la cautividad (Israel, o las diez tribus, había sido llevado a la cautividad
mucho antes por los Asirios), la ciudad había caído, y la casa de Jehová fue
quemada, y unos pocos de los más pobres del pueblo fueron dejados para que
fueran viñadores y labradores en la tierra. Y comparemos aquel estado con el
que está aquí en Daniel 9, donde encontramos que una restauración y un
restablecimiento completo son prometidos.
Durante el transcurso de esas setenta semanas de años (490 años), la
profecía asume, o declara, que el pueblo o un remanente de ellos, estará en la
tierra de la cual habían sido llevados cautivos; pero no reconocidos aún como
pueblo de Dios; y estando aún bajo el poder de los Gentiles; el templo será
reedificado, y la ciudad restaurada. Esto es de mucha importancia, así que
tengamos presente estos tres puntos que caracterizan el transcurso de las
setenta semanas.
1. El pueblo (o
algunos de ellos) están en la
tierra de ellos, pero no reconocidos por Dios.
2. El templo y la
ciudad son reedificados.
3. Los Gentiles
están aún en posesión del
trono del mundo, o en otras palabras, "los tiempos de los Gentiles"
no se han agotado.
Estas tres cosas no
caracterizan la época actual.
Las setenta semanas [*] están divididas en tres períodos, o divisiones:
siete semanas, sesenta y dos semanas, y una semana. La primera división de
siete semanas, {o, la primera división de los 490 años}, es considerada desde
la salida del decreto para restaurar y reedificar Jerusalén; este fue el punto
de partida.
[*] Tiempo Bíblico: 1 semana de años = 7 años; 1
año = 360 días.
"Has de saber y entender que desde la salida de la orden para
restaurar y reconstruir a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas
y sesenta y dos semanas;
volverá a ser edificada, con plaza y foso, pero en tiempos de angustia."
(Daniel 9:25 – (LBLA).
En primer lugar: esta reedificación que dura siete semanas de años (49
años). Nosotros leemos en Nehemías que fue una época de gran aflicción y
angustia.
"Y sucedió que cuando Sanbalat se enteró de que estábamos
reedificando la muralla, se enfureció y se enojó mucho. Y burlándose de los
judíos, habló en presencia de sus hermanos y de los ricos de Samaria, y dijo:
¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿La restaurarán para sí mismos? ¿Podrán
ofrecer sacrificios? ¿Terminarán en un día? ¿Harán revivir las piedras de los
escombros polvorientos, aun las quemadas?" etc. (Nehemías 4: 1, 2 – LBLA).
Tenemos después las sesenta y dos semanas de años (434 años) desde la
reconstrucción de Jerusalén hasta el Mesías, en total: sesenta y nueve semanas
de las setenta semanas (483 años). Entonces al Mesías se Le quita la vida, y es
rechazado, y no obtiene Su reino. "Después
de las sesenta y dos semanas el Mesías será muerto y no tendrá nada."
(Daniel 9:26 – LBLA). Cristo se presenta a la nación como su Rey, y en vez de
obtener Su Reino, Él es crucificado
después de las sesenta y dos semanas; y el 'conteo' de la semana setenta cesa
por el momento. Entonces el pueblo de un príncipe que vendrá destruirá la
ciudad y el santuario. Esto se cumplió bajo Tito y los ejércitos Romanos en la
destrucción de Jerusalén {año 70 d.C.}, después del rechazo de Cristo. El
pueblo cuyos ejércitos cumplieron esto fue el pueblo Romano. En Juan 11:48,
nosotros encontramos el temor de los líderes Judíos absolutamente profético de
este acontecimiento. "Si le dejamos así (Cristo), todos creerán en él; y
vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación." Y
el propio Señor predijo cuando contempló la ciudad y lloró sobre ella,
"Porque sobre ti vendrán días, cuando tus enemigos echarán
terraplén delante de ti, te sitiarán y te acosarán por todas partes. Y te
derribarán a tierra." (Lucas 19: 43, 44 – LBLA).
Y además,
"Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas
piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días
vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida… y
Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles
se cumplan." (Lucas 21: 5, 6, 24).
Una vez quitada la vida al Mesías después de la semana sesenta y nueve,
la cadena de acontecimientos con el pueblo Judío cesa (absolutamente, cuando la
ciudad fue destruida), y, por lo tanto, el tiempo deja de ser contado desde
aquel período hasta el presente. Dios, como hemos visto, pasa a ocuparse de
otras cosas. La semana setenta había de traer y había de establecer al pueblo
en prosperidad y bendición plenas, según Daniel 9:24; pero en vez de la
bendición, al Mesías se le quita la vida después de la semana sesenta y nueve, la
ciudad y el santuario son hollados, y un innominado largo período de
desolaciones para el pueblo y la ciudad sigue a continuación. Evidentemente,
tal como hemos visto, fue el pueblo Romano el que iba a hacer lo que se afirma
en Daniel 9:26. "El pueblo del príncipe que ha de venir", etc. El príncipe no
estuvo allí, solamente el pueblo es nombrado, pero el príncipe
mismo no había llegado. Él es traído ante nosotros después de este período de
desolaciones sin limitación de tiempo que perdura aún, "él hará un
pacto", etc. (Daniel 9:27 – LBLA).
Por consiguiente, el rechazo de Cristo suspendió todas las relaciones y
tratos de Dios con el pueblo Judío, como Su pueblo, y este asignado período de
setenta semanas es interrumpido, no sigue adelante. Y cuando los Judíos sean
nuevamente los objetos de los tratos de Dios, en el corto período de juicio
antes que él los reconozca como Su nación, el período que queda de las setenta
semanas será contado e introducirá plena restauración. Este corto período es,
por lo tanto, tal como podemos ver fácilmente, sincrónico con los
acontecimientos finales, o crisis de la historia del mundo introductoria del
reino.
Nosotros encontramos la misma cosa en muchas otras Escrituras, sea ella
asumida o declarada. (Ver Isaías 8: 14-22; Isaías 9: 1-7). Cristo llega a ser
una piedra de tropiezo para la nación — el testimonio está limitado a Sus
discípulos — el Señor esconde entonces Su rostro de la casa de Jacob por un largo
período intemporal, y el profeta pasa por encima hasta a los últimos días, los
cuales introducen el reino mediante juicio. Además, cuando el Señor citó Isaías
6: 1, 2, anunciando Su misión en la sinagoga de Nazaret, Él se detiene en medio
del versículo 2 (Lucas 4: 16-20), el cual está ya separado de la cláusula
siguiente por más de mil ochocientos años, y cuya cláusula anuncia "el día
de venganza", y el consuelo de los que lloran (enlutados), el remanente de
la nación en el reino.
Ahora bien, considere el testimonio de la Escritura en cuanto al tercer
punto propuesto. Acudan a Deuteronomio 32. En los versículos finales del
capítulo 31, Moisés reúne a los ancianos y a los oficiales del pueblo de Israel
para recitar en sus oídos el cántico profético dado a él, como testigo, por
Jehová, en vista del fracaso de ellos. Él dice,
"yo sé que después de mi muerte, ciertamente os corromperéis y os
apartaréis del camino que os he mandado; y que os ha de venir mal en los
postreros días, por haber hecho mal ante los ojos de Jehová, enojándole con la
obra de vuestras manos."
Luego, en Deuteronomio 32, ellos son vistos como habiéndose corrompido. "En
forma corrompida se han portado con Él. No son sus hijos, debido a los defectos
de ellos; son una generación perversa y torcida." (Deuteronomio 32:5 –
LBLA). Él continúa entonces relatando la maravillosa historia de ellos, y los
consejos y cuidado de Dios en cuanto a ellos, y como ellos lo devolvieron.
"Jesurún se engordó y dio coces… Le provocaron a celos con dioses
ajenos… Ofrecieron sacrificios a los demonios… Jehovah lo vio, e indignado desdeñó
a sus hijos y a sus hijas… Entonces dijo: Esconderé de ellos mi rostro, y veré
cuál será su final; porque son una generación perversa, hijos en quienes no hay
fidelidad. Ellos me provocaron a celos con lo que no es Dios… yo les provocaré
a celos con uno que no es pueblo." (Deuteronomio 32: 15-21 – RVA).
Y entonces, en Su ira, Él los desecha completamente, amontonando males
sobre ellos.
Una vez desechados así, Él actúa en Su propia soberanía, y en vista de
esto Él declara,
"Ciertamente Jehovah juzgará a su pueblo y tendrá misericordia de
sus siervos, cuando vea que se agota su fuerza y que no queda nadie, ni preso
ni abandonado." (Deuteronomio 32:36 – RVA).
Él juzga a Su pueblo, venga la sangre de Sus siervos. Cuando Su mano empuña
el juicio, Él se venga de Sus enemigos — hace que Sus saetas (flechas) se
embriaguen de sangre — Su espada devora mucha carne; después se vuelve en
misericordia a Su pueblo y a Su tierra. El resultado de este juicio sobre las
naciones es que los Gentiles cantan el cántico de liberación con el remanente
de Su pueblo que es libertado. (Véase Salmo 67; Salmo 117).
Salmos 2, Salmos 8 al 10. En el primero de estos Salmos encontramos a
Cristo presentado como Rey en Sion y rechazado, aun así encontramos los propósitos
de Dios dejados a un lado sólo durante un tiempo. Cristo asume en resurrección
la gloria más amplia del Hijo del Hombre, conforme al Salmo 8; nosotros vimos
anteriormente que el Espíritu Santo, en Hechos 4, cita los dos primeros versículos
del Salmo 2, y se detiene (Hechos 4:26). El Señor está representado como
riéndose ante la ira de ellos, pero a pesar de toda la ira de ellos, Él
declara, "Yo he puesto mi rey sobre Sion." (Salmo 2:6). El Mesías es
deseado, " Pídeme, y te
daré por herencia las naciones", etc. (Salmo 2:8 y ss). Cuando el Señor
fue rechazado, y estaba a apunto de ser crucificado, Él mismo se presenta orando
por Sus discípulos, "Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo" (Juan
17), pero está llegando el momento cuando Él pedirá Su herencia, y la respuesta
viene,
"Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los
desmenuzarás." (Salmo 2:9).
Él hereda las naciones por medio del juicio, en el cual Su pueblo,
estando reunido ahora, tiene su lugar con Él; una demostración de que,
dondequiera que se habla de Cristo en
el Antiguo Testamento, nosotros encontramos también la porción de la Iglesia.
[*]
[*] El autor no quiere decir que la iglesia es un
tema de las profecías del Antiguo Testamento. Lo que Cristo hereda, según lo
profetizado por los profetas del Antiguo Testamento, la iglesia compartirá con
Cristo.
"Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré
autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán
quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre."
(Apocalipsis 2: 26, 27).
Esta no es, no obstante, la mejor porción del Cristiano, porque "(Yo)
le daré la estrella de la mañana" — Cristo mismo. Y entonces no sólo el
nombre de Jehová es glorioso en toda la tierra, sino que Él pone (despliega) Su
gloria sobre los cielos. (Salmo 8:1),
y hace callar al enemigo y al vengativo.
El Salmo 9 y el Salmo 10 nos muestran la posición y las circunstancias
en las cuales se encuentra la nación en esta crisis de juicio. El remanente
libertado dice,
"Porque has mantenido mi derecho y mi causa… Has reprendido
naciones, has destruido al inicuo; has borrado el nombre de ellos para siempre
jamás… Jehová se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó; en la obra de sus
mismas manos fue enredado el inicuo… ¡Se volverán los inicuos al infierno, y
todas las naciones que se olvidan de Dios! Porque el pobre no será olvidado
para siempre, ni la esperanza de los afligidos perecerá perpetuamente. ¡Levántate,
oh Jehová; no prevalezca el hombre mortal: sean juzgadas las naciones delante
de ti! ¡Pon espanto en ellos, oh Jehová! ¡Conozcan las naciones que ellas son
míseros mortales!"
(Salmo 9: 4-20 – VM).
El Señor aparece para la liberación de ellos cuando no hay nadie que
diga, "Hasta cuando."
Además,
"Jehová es Rey eternamente y para siempre; De su tierra han
perecido las naciones. El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; Tú dispones
su corazón, y haces atento tu oído", etc. (Salmo 10: 16, 17).
¡Cuánto error hay en el hecho de pensar que los Salmos son la expresión
de la experiencia Cristiana como tal!
¡Cuán a menudo al ingenuo Cristiano se le ha hecho tropezar por el clamor por
venganza sobre los enemigos que atraviesa esta clase de Salmos, puesto en su
boca, cuyo llamamiento es a hacer lo bueno y a padecer pacientemente por ello,
mientras él está en el reino y la paciencia de Jesucristo.! El reino y el poder
serán buscados por estos corazones judíos, como eso que trae su liberación. Las
pruebas de los santos celestiales finalizan justo antes de que las de los
santos Judíos comiencen. Véase Apocalipsis 12, donde nosotros encontramos
alegría en los cielos cuando el acusador es lanzado fuera y a la tierra, y ay
de los moradores de la tierra y del mar, "porque el diablo ha descendido a
vosotros." Él vuelve entonces su ira contra la mujer y su descendencia, a
saber, el pueblo Judío. Él Espíritu de Cristo ha entrado, en Su gracia, en
estas pruebas, para poder Él dar una voz al remanente, en los días finales,
antes del reino.
Lea ahora el Salmo 110. Cristo rechazado por los hombres, y por Su
pueblo como Rey — los cuales dijeron, "No tenemos más rey que César"
(Juan 19:15), "No queremos que éste reine sobre nosotros" (Lucas 19:14).
Dios dijo, "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por
estrado de tus pies" (Hebreos 1:13; Hebreos 10:13). Él permanece entonces
durante el tiempo innominado "hasta" esa hora conocida sólo por el
Padre (Mateo 24:36). Jehová, cuando esa hora llegue, enviará desde Sion la vara
de Su poder; y Cristo domina en medio de Sus enemigos. Su pueblo se ofrece
voluntariamente en el día de Su poder (Salmo 110: 2, 3). (Ellos no se muestran
dispuestos en el día de Su humillación). "El Señor está a tu diestra; Quebrantará
a los reyes en el día de su ira. Juzgará entre las naciones", etc. (Salmo
110: 5, 6).
Pase a Isaías capítulos 1 al 4. Bendición y reposo son propuestos en el
capítulo 1, resultantes del arrepentimiento de la nación; pero ellos no
prestarían atención. Eventualmente, bendición y reposo son introducidos
mediante juicio — "Sion será redimida con juicio, y sus arrepentidos con
justicia. Pero los transgresores y los pecadores serán aplastados a una"
(Isaías 1: 27, 28 – LBLA).). El resultado de este juicio está en Isaías 2: 1-4;
en Isaías 4: 2-6, un tiempo de paz y gloria.
"Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el
monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes… y correrán a él todas
las naciones… Y [Él] juzgará entre
las naciones… y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no
alzará espada nación contra nación,
ni se adiestrarán más para la guerra."
Cuán diferente de la época en que nosotros vivimos, mientras los tiempos
de los Gentiles transcurren, caracterizados por esas palabras de nuestro Señor,
"Se levantará nación
contra nación, y reino contra reino… en la tierra angustia de las gentes,
confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los
hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la
tierra",
cosas precursoras de la venida (manifestación, presencia) del Señor con
poder y gran gloria (Lucas 21:10; 25-27).
La parte remanente de Isaías 2, etc., muestra la conexión entre el
juicio de las naciones y el de Israel.
"¡Entra en la peña y escóndete en el polvo, a causa del pavor de
Jehová y de la gloria de su majestad! Los ojos altivos del hombre serán
abatidos, y la soberbia de los hombres será humillada… Porque Jehová de los
Ejércitos tiene señalado un día contra todo lo elevado y lo soberbio, y contra
todo lo ensalzado, para que sea abatido… Y la altivez del hombre será postrada,
y la soberbia de los hombres será abatida, y Jehová solo será ensalzado en
aquel día… cuando [Él] se levantare
para aterrar la tierra." (Isaías 2: 10-19).
El resultado de este juicio universal es el establecimiento de Su pueblo
en la gloria del reino.
"Acontecerá que el que se quede en Sion, como el que sea dejado en
Jerusalén, será llamado santo; todos los que estén inscritos para la vida en
Jerusalén. Así será cuando el Señor lave la inmundicia de las hijas de Sion, y
elimine la sangre de en medio de Jerusalén, con espíritu de juicio y con
espíritu consumidor. Entonces sobre todo lugar del monte Sion y sobre sus
asambleas, Jehovah creará nube a y humo de día, y resplandor de fuego llameante
de noche. Porque sobre todos habrá una cubierta de gloria, y habrá de día un
cobertizo para dar sombra ante el calor abrasador, y para refugio y protección
de la tormenta y del aguacero." (Isaías 4: 3-6 – RVA).
Su presencia estará allí, cuando Su pueblo sea liberado, tal como antaño
en el desierto.
Isaías 11. La lectura de este capítulo es tan clara que escasamente
requiere una palabra. Leemos acerca de una época de bienaventuranza y paz
universales; Su pueblo restaurado y bajo el gobierno del Mesías, introducido
por el juicio que cae sobre ellos y sobre las naciones.
"[Él] herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de
sus labios matará al impío" "Y se disipará la envidia de Efraín, y
los enemigos de Judá serán destruidos" (Isaías 11: 4, 13).
Isaías 13 y 14 se ocupan de la misma época, un tiempo de juicio
universal sobre el trono imperial del mundo (Isaías 13).
"El día de Jehová", cuando "toda mano se debilitará, y desfallecerá
todo
corazón de hombre." (Isaías 13: 6, 7). "Ciertamente Jehovah tendrá
misericordia de Jacob y volverá a escoger a Israel. El les hará reposar en su
propia tierra, y a ellos se unirán extranjeros, los cuales se adherirán a la
familia de Jacob… Así [ellos] tomarán cautivos a los que los habían tomado
cautivos, y se enseñorearán de sus opresores… el día en que Jehovah te dé
tregua de tu dolor, de tu desesperación y de la dura servidumbre a la que
fuiste sometido." (Isaías 14: 1-3 - RVA)
"Este es el plan que está decidido contra toda la tierra; ésta es la
mano extendida contra todas las
naciones." (Isaías 14:26 – RVA).
Ello se prolonga hasta la destrucción de Asiria después de la liberación
de ellos (el poder que ocupa en aquel día
el territorio del antiguo enemigo de ellos); yo digo, 'después' porque en la
historia pasada, Asiria cayó antes
que Babilonia; aquí, lo cual demuestra su aplicación futura, él cae después que
Babilonia es juzgada.
Isaías 24-27. Nosotros hemos examinado brevemente esta profecía
anteriormente; ella muestra el juicio universal sobre las naciones y sobre
Israel, y la liberación de un remanente — el trono del Señor es establecido en
Sion — la afrenta de Su pueblo es quitada, el velo que envuelve a todas las
naciones es quitado. El Señor había ocultado Su rostro de la casa de Israel
mientras ellos eran repudiados: pero de Él se habla como saliendo de Su lugar
para la liberación de ellos.
"¡Ven, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tus puertas sobre
ti; escóndete por un corto momento, hasta que pase la indignación! Porque he
aquí que Jehová sale de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra
por su iniquidad; la tierra también descubrirá sus homicidios, y no encubrirá
más sus muertos… Y acontecerá en aquel
día que sonará la gran trompeta; y vendrán los que habían sido perdidos en la
tierra de Asiria, y los que habían sido desterrados en la tierra de Egipto; y
adorarán a Jehová en Jerusalén, el Monte Santo." (Isaías 26: 20, 21;
Isaías 27:13 – VM).
Isaías 30.
"La luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol será
siete veces mayor, como la luz de siete días, en el día en que Jehovah ponga
vendas a la fractura de su pueblo y cure las contusiones que él le ha causado. He
aquí que el nombre de Jehovah viene de lejos. Arde su furor y levanta densa
humareda. Sus labios están llenos de ira, y su lengua es como fuego consumidor.
Su aliento, cual torrente desbordado, llega hasta el cuello para zarandear a
las naciones en la zaranda hasta acabar con ellos, y para sujetar las
mandíbulas de los pueblos con freno que les haga errar… Entonces Jehovah hará
oír la majestad de su voz, y dejará ver el descenso de su brazo con furor de
ira y con llama de fuego consumidor, con lluvia violenta, torrente y piedras de
granizo. Porque Asiria será hecha pedazos a causa de la voz de Jehovah; con un
palo la golpeará. Y sucederá que cada pasada de la vara de corrección que
Jehovah descargará sobre ella" (la vara de venganza que Dios había
decretado), "será al son de panderos y de liras (cuando es hecha recaer
sobre Asiria, ello es fuente de alegría y liberación al final de la indignación,
para el remanente de Israel). "Blandiendo el brazo combatirá contra ella. Porque
desde hace tiempo está listo el Tófet (el fuego de Jehová) para el rey ha sido
preparado" (el Anticristo, el cual tiene este título entre la nación
apóstata); "Su pira se ha hecho profunda y ancha, con su hoguera y
abundante leña. El soplo de Jehovah la encenderá como torrente de azufre."
(Isaías 30: 26-33 – RVA).
Isaías 59: 15-21. El versículo 20 de este pasaje está citado por el
apóstol Pablo en Romanos 11, en la perspectiva de la restauración futura del
pueblo.
"Y vendrá el Redentor a Sion, y a los que se volvieren de la
iniquidad en Jacob." (Isaías 59:20).
Y entonces Él establece el nuevo pacto con Israel; Su Espíritu está con
Su pueblo, y Sus palabras están en la boca de ellos, permanecerían con ellos
para siempre. Isaías 59: 18, etc., muestra que ello es introducido mediante juicio:
"así dará [Él] la retribución: ira para sus adversarios y furor
para sus enemigos. Dará su retribución a las costas. Desde el occidente temerán
el nombre de Jehovah; y desde donde nace el sol, su gloria." Isaías 59:
18, 19 – RVA).
El capítulo siguiente (Isaías 60) declara que Jerusalén es restaurada en
la gloria del reino, y sus hijos e hijas son juntados de todas partes.
Isaías 66. Este capítulo presenta el juicio que introduce la gloria y la
bienaventuranza de la nación restaurada descrita en la última porción de Isaías
65. Nosotros tenemos en primer lugar, el remanente que teme el nombre de Jehová
y Le espera; después tenemos los apóstatas de la nación. Los primeros son animados
con la promesa de que Jehová aparecería para alegría y liberación de ellos, y
para vergüenza de los apóstatas, los cuales decían con desprecio, «Que Jehová
muestre Su gloria.»
"¡Pues he aquí que Jehová con fuego vendrá, y como torbellino, sus
carros de guerra; para devolver su ira con ardiente indignación, y su
reprensión con llamas de fuego! Porque con fuego Jehová pleiteará, y con su
espada, para con toda carne; y serán
muchos los que serán muertos por Jehová." (Isaías 66: 15, 16 – VM).
Este pasaje muestra que Él viene repentinamente, como un torbellino, y
descarga el fuego del juicio sobre Sus enemigos. Tenemos después el resultado
en los versículos 6 al 14; los Judíos son establecidos nuevamente en una forma
maravillosa, y Jerusalén es restaurada.
"Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis;
llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella… Porque así dice
Jehová: He aquí que yo extiendo sobre ella
paz como un río, y la gloria de las naciones
como torrente que se desborda… Como aquel a quien consuela su madre, así os
consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo. Y veréis, y se
alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba; y la
mano de Jehová para con sus siervos será conocida, y se enojará contra sus
enemigos."
Luego, en los versículos 18 y 20 de Isaías 66, el remanente eximido del
juicio se pone en marcha para declarar la gloria de Jehová entre los Gentiles
(naciones), y para traer de regreso a los dispersos de Israel. El capítulo
completo muestra muy claramente la conexión entre el juicio universal de las
naciones e Israel, con la liberación de un remanente, y con los Gentiles
(naciones) que son eximidas del juicio, bendecidas alrededor del pueblo de
Dios.
Pase a Jeremías 25. Nosotros nos referimos a este capítulo
anteriormente; dicho capítulo declara que la duración de la cautividad de Judá
en Babilonia es de setenta años: pero Dios, habiendo dado el trono del mundo a
Babilonia, cuando Él desechó a Su pueblo y quitó Su presencia de en medio de
ellos — en principio, cuando Babilonia es vencida Su pueblo es libertado,
porque ella era el único poder que ejercía su dominio directamente de parte de
Dios —, los demás poderes Gentiles siguieron a continuación de manera providencial.
Jerusalén fue restaurada sólo parcialmente; sin embargo, ello muestra el
principio. Al examinar este capítulo, nosotros encontramos que el juicio
continúa hasta el final, en el cual Su pueblo está involucrado; el capítulo se
refirió de manera primordial al juicio que fue ejecutado sobre Jerusalén y las
naciones en el momento al cual la profecía se refería, Babilonia cayendo última
de todo, la cual lo había ejecutado; y sirve como un tipo de la crisis final de
juicio de todas las naciones del
mundo.
"Porque he aquí… espada traigo sobre todos los moradores de la
tierra, dice Jehová de los ejércitos… Llegará
el estruendo hasta el fin de la
tierra, porque Jehová tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda
carne… Y yacerán los muertos de
Jehová en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el otro", etc.
(Jeremías 25: 29-33).
Jeremías 30 a 33. En esta hermosa serie de profecías nosotros
encontramos, en primer lugar, a Judá restaurado; después a Israel; luego a ambos
establecidos bajo el nuevo pacto; la tierra es restaurada; el Mesías y el
sacerdocio, todos introducidos por el juicio sobre los Judíos y las naciones,
lo cual encuentra a Jacob en el apogeo de su angustia. Examinémoslo más
detenidamente. En Jeremías 30:7, el profeta escribe,
"¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a
él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado. En aquel día,
dice Jehová de los ejércitos, yo quebraré su yugo de tu cuello, y romperé tus
coyundas, y extranjeros no lo volverán más a poner en servidumbre, sino que
servirán a Jehová su Dios y a David su rey, a quien yo les levantaré. Tú, pues,
siervo mío Jacob, no temas, dice Jehová, ni te atemorices, Israel; porque he
aquí que yo soy el que te salvo de lejos a ti y a tu descendencia de la tierra
de cautividad; y Jacob volverá, descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien
le espante. Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a
todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino
que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo… Pero
serán consumidos todos los que te consumen; y todos tus adversarios, todos irán
en cautiverio; hollados serán los que te hollaron, y a todos los que hicieron
presa de ti daré en presa. Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus
heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de
la que nadie se acuerda… la ciudad será edificada sobre su colina… Y me seréis
por pueblo, y yo seré vuestro Dios… No se calmará el ardor de la ira de Jehová,
hasta que haya hecho y cumplido los pensamientos de su corazón; en el fin de los días
entenderéis esto.
(Jeremías 30: 7-24).
Jeremías 31 presenta la liberación, al mismo tiempo, de todas las
familias de Israel:
"Aún plantarás viñas en los montes de Samaria; plantarán los que plantan,
y disfrutarán de ellas."
El Lenguaje de esta liberación es conmovedoramente hermoso.
"He aquí yo los hago volver de la tierra del norte, y los reuniré
de los fines de la tierra, y entre ellos ciegos y cojos, la mujer que está
encinta y la que dio a luz juntamente; en gran compañía volverán acá. Irán con
lloro, mas con misericordia los haré volver, y los haré andar junto a arroyos
de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy a Israel por
padre, y Efraín es mi primogénito… El que esparció a Israel lo reunirá… Y
vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sion, y correrán al bien de Jehová, al
pan, al vino, al aceite, y al ganado de las ovejas y de las vacas; y su alma
será como huerto de riego, y nunca más tendrán dolor… He aquí que vienen días,
dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa
de Judá" (ambas casas, la nación entera), "No como el pacto que hice
con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto;
porque ellos invalidaron mi pacto… Pero este es el pacto que haré… Daré mi ley
en su mente, y la escribiré en su corazón… Y no enseñará más ninguno a su
prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me
conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová;
porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado… Si
faltaren estas leyes" (de creación) "delante de mí, dice Jehová, también la descendencia
de Israel
faltará para no ser nación delante de mí eternamente." (Jeremías 31:
8-36).
Cuando el Mesías fue cortado, la sangre de este nuevo pacto fue
derramada, y todo lo necesario de parte de Dios fue cumplido para el
establecimiento de ellos en justicia bajo dicho pacto. Evidentemente, el
regreso de Babilonia del remanente de Judá, no fue este restablecimiento;
porque será establecido con todo
Israel, tal como lo declara, y en gracia. La bendición de dicho pacto, sin
embargo, nunca los lleva a estar dentro del velo, así como es ahora el lugar de
los Cristianos.
"He aquí que vienen días, dice Jehová, en que la ciudad será
edificada a Jehová, desde la torre de Hananeel hasta la puerta del Angulo. Y
saldrá más allá el cordel de la medida delante de él sobre el collado de Gareb,
y rodeará a Goa. Y todo el valle de los cuerpos muertos y de la ceniza, y todas
las llanuras hasta el arroyo de Cedrón, hasta la esquina de la puerta de los
caballos al oriente, será santo a Jehová; no será arrancada ni destruida más
para siempre." (Jeremías 31: 38-40).
En Jeremías 32, Jehová aborda las circunstancias del sitio de Jerusalén
por Nabucodonosor para declarar Su consejo en gracia en cuanto a la restauración
final de ellos. El profeta es inducido a comprar un campo como indicio de que
el pueblo posee nuevamente la tierra (Jeremías 32: 37-44).
"He aquí que yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los
eché con mi furor… y los haré volver a este lugar, y los haré habitar
seguramente… Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta
tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma."
Jeremías 33 repite las bendiciones, esperando con ansia el día cuando su
Mesías estaría con ellos.
"[Yo] haré volver los cautivos de Judá y los cautivos de Israel… los
limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus
pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron… En
aquellos días y en aquel tiempo haré brotar
a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra." (Jeremías
33: 5-15). "El juicio volverá a
ser justo, y todos los rectos de corazón lo seguirán." (Salmo 94:15 –
LBLA).
"En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y
se le llamará: Jehová, justicia nuestra. Porque así ha dicho Jehová: No faltará
a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel [no meramente
de Judá]."
"Así ha dicho Jehová: Si no permanece mi pacto con el día y la
noche, si yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra, también desecharé la
descendencia de Jacob, y de David mi siervo, para no tomar de su descendencia
quien sea señor sobre la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque
haré volver sus cautivos, y tendré de ellos misericordia." (Jeremías 33:
25, 26).
Pase ahora a Ezequiel 20. El Espíritu rememora la idolatría de la nación
entera desde el tiempo de su liberación de Egipto. Dios los había sacado, y les
había dado Sus días de reposo para que fuesen por señal entre Él y ellos: pero
ellos se rebelaron siempre contra Él en el desierto, y profanaron Sus días de
reposo.
"Mas los hijos se rebelaron contra mí; no anduvieron en mis
estatutos, ni guardaron mis decretos para ponerlos por obra, por los cuales el
hombre que los cumpliere vivirá; profanaron mis días de reposo… en el
desierto." (Ezequiel 20:21).
Dios les había dicho (Deuteronomio 32; Levítico 26) que Él los
esparciría entre las naciones. No obstante, cuando ellos habían sido traídos a
la tierra, ellos abandonaron a Jehová por los lugares altos, y Jehová había
jurado que Él no se iba a dejar consultar por ellos; pero la nación, endurecida
en su idolatría, había resuelto ser como las naciones, y servir al palo y a la
piedra. Entonces Jehová dijo que con furor derramado Él sería Rey sobre ellos.
"Y [Yo] os sacaré de entre los pueblos, y os reuniré de las tierras
en que estáis esparcidos… y allí litigaré con vosotros cara a cara… Os
haré pasar bajo la vara… y apartaré de
entre vosotros a los rebeldes, y a los que se rebelaron contra mí… mas a la
tierra de Israel no entrarán… Pero en
mi santo monte… allí me servirá toda
la casa de Israel, toda ella en la tierra…
cuando os haya traído a la tierra de Israel, la tierra por la cual alcé mi mano
jurando que la daría a vuestros padres…
He aquí que yo enciendo en ti fuego… Y verá toda
carne que yo Jehová lo encendí; no se apagará." Ezequiel 20: 33-48).
El trato es aquí con Israel, entre las naciones del mundo, por la idolatría;
así como Judá por el rechazo de Cristo (porque Israel no
volvió nunca a tener su Mesías presentado a ellos como lo tuvo Judá), lo cual
fue el pecado especial de ella, en el cual a ella se unió en cuarto imperio
Gentil, representado por Pilato. Al final ella es hallada en estrecha alianza
con el imperio Gentil en su estado revivido, y políticamente favorecido por él.
El espíritu inmundo de la idolatría regresa a los Judíos después del retorno
del remanente desde Babilonia. El Señor menciona esto en Mateo 12:
"Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares
secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de
donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces
va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí;
y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así
también acontecerá a esta mala generación."
Ezequiel 20:48 muestra la conexión del juicio de las naciones con el de
Israel.
Ezequiel capítulos 36 al 39. En esta serie de capítulos tenemos, en
primer lugar, la renovación moral de la nación; después, la vivificación y
restauración del pueblo en una resurrección nacional; luego, cuando han sido
restaurados y estando en su tierra, el último gran enemigo de ellos, el cual ocupa
el territorio de Asiria, sube contra ellos; y es destruido en los montes de
Israel.
Ezequiel 36. El fracaso pasado de la nación es puesto ante ellos para
que ellos puedan reconocerlo delante de Dios. Las naciones decían, "Estos
son pueblo de Jehová, y (sin embargo) de la tierra de él han salido."
(Ezequiel 36:20). Pero Dios recuerda entonces que Su nombre está involucrado, y
por causa de Su santo nombre, Él los libera. Entonces, tal como Él había
mostrado a Nicodemo, un maestro en Israel, el nuevo nacimiento era necesario
incluso para el disfrute de las bendiciones terrenales; lo cual, como maestro
en Israel, él debiese haber sabido de la lectura del testimonio de los profetas.
"Esparciré sobre vosotros agua limpia… Os daré corazón nuevo… Y
pondré dentro de vosotros mi Espíritu… Habitaréis en la tierra que di a
vuestros padres… Multiplicaré asimismo el fruto de los árboles, y el fruto de
los campos… haré también que sean habitadas las ciudades, y las ruinas serán
reedificadas", etc. (Ezequiel 36: 25-38).
La nación es renovada así moralmente para que ellos mismos puedan
detestarse por sus pecados delante de Dios.
Ezequiel 37. En la visión de este capítulo nosotros tenemos una figura
de la resurrección nacional del pueblo. El profeta ve un valle de huesos secos,
a los cuales él profetiza tal como se le ordenó; y hubo un ruido y un temblor,
y los huesos se juntaron, y los tendones y la carne subieron sobre ellos; y
entró espíritu en ellos y vivieron.
"Y me dijo: Hijo del hombre, estos huesos son toda la casa de Israel.
He aquí que dicen (en cautividad): ¡Se han
secado nuestros huesos, y ha perecido nuestra esperanza; somos enteramente
cortados!... Así dice Jehová el Señor: He aquí que voy a abrir vuestras
sepulturas, y os haré subir de vuestras sepulturas, oh pueblo mío, y os traeré
a la tierra de Israel… Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os
estableceré en vuestra propia tierra."
(Ezequiel 37: 11-14 – VM).
La figura de la resurrección es usada aquí para mostrar la nación
recogida, aparentemente perdida durante mucho tiempo entre las naciones del
mundo, y traída a su tierra. Ello es aplicable a esto claramente, no a la
resurrección propiamente dicha de los santos que han muerto en el Señor; ellos
no serían traídos "a su tierra", sino al cielo. En lo que sigue a
continuación, nosotros encontramos que Judá e Israel, por largo tiempo
separadas, son juntadas en una nación, bajo un Rey. Dios pone Su tabernáculo
(Su santuario) entre ellos, y establece su pacto de paz.
En Ezequiel 38, Ezequiel 39, Asiria, el antiguo enemigo del pueblo
cuando era reconocido por Dios — "Asiria, vara y báculo de mi furor"
(Isaías 10:5) contra Su pueblo, para castigarlos por sus pecados — es introducida
aquí bajo el título de Gog, príncipe de Ros (Rusia), Mesec (Moscú) y Tubal
(Tobolsk).
"Y TUVE revelación de Jehová, que decía: Hijo del hombre, pon tu
rostro contra Gog, de la tierra de Magog, príncipe de Ros, Mesec y Tubal; y
profetiza contra él" (Ezequiel 38: 1, 2 – VM).
Gog abarca el territorio bajo Rusia, o el que ese poder habrá juntado
bajo ella en aquel día. Él está representado como viniendo malvadamente contra
la nación en Palestina cuando ella está en reposo y restaurada.
"dirás: Subiré contra una tierra indefensa, iré contra gentes tranquilas
que habitan confiadamente… para arrebatar despojos y para tomar botín, para
extender tus manos sobre las tierras desiertas ya pobladas, y sobre el pueblo
recogido de entre las naciones, que ha repuesto su ganado y su hacienda, y que
habita en el centro de la tierra… Así dice el Señor Jehová… esto será al final
de los días; y te traeré contra mi
tierra… ¿Eres tú aquel de quien hablé yo en tiempos pasados por mis siervos los
profetas de Israel…? Ocurrirá en aquel tiempo, cuando venga Gog contra la
tierra de Israel, dice Jehová el Señor, que subirá mi ira en mi enojo… Y yo
litigaré contra él con peste y con sangre… Y te haré dar media
vuelta, y te conduciré… Sobre
los montes de Israel caerás tú…
He aquí que esto llega y se va
a cumplir, dice el Señor Jehová; éste es
el día del cual he hablado… Y de aquel día en adelante sabrá la casa de Israel que yo
soy Jehová su
Dios… Y
sabrán que yo soy Jehová su Dios, cuando, después de haberlos llevado al cautiverio
entre las naciones, los reúna sobre su tierra… Y no esconderé más de ellos mi rostro;
porque habré derramado de mi Espíritu sobre la casa de Israel, dice el Señor
Jehová." (Ezequiel 38, 39
– RVR1977).
Compárese también para esta destrucción del Asirio, después que el
pueblo está restaurado, Isaías 14: 24, 25; Isaías 33. Nosotros debemos
diferenciar cuidadosamente Gog la tierra de Magog en Ezequiel 38, Ezequiel 39,
de Gog y Magog de Apocalipsis 20. El primero aparece cuando el pueblo está
restaurado, en el comienzo del reino;
el último aparece después que los mil
años del reino terminan. "Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a
engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a
Magog", etc. (Apocalipsis 20: 7, 8).
Daniel 12. Nosotros hemos visto anteriormente que el tiempo de la gran
tribulación, del cual se habla aquí, es aquel al cual el propio Señor alude,
como sucediendo en el momento que la abominación de la desolación está
instalada en el templo, y que termina por la venida misma (aparición,
manifestación) del Señor, y la liberación del pueblo. Se trata de la mitad
final de la semana setenta, cuando el imperio latino (Romano) restaurado es la
expresión plena de la energía Satánica, la destrucción del cual da lugar al
reino bajo Cristo.
Leemos,
"En aquel tiempo se
levantará Miguel… que vela sobre los hijos de tu pueblo. Será un tiempo
de angustia cual nunca hubo desde que
existen las naciones hasta entonces; y en ese
tiempo tu pueblo será librado… Y muchos (no todos) de los que duermen en el
polvo de la tierra" [esta es una figura análoga a la muerte moral y a la
resurrección moral en Isaías 26: 13-19, y a la resurrección nacional que es
comunicada en Ezequiel 37] "despertarán, unos para la vida eterna, y otros
para la ignominia, para el desprecio eterno. Los entendidos brillarán como el
resplandor del firmamento, y los que guiaron a muchos a la justicia, como las
estrellas, por siempre jamás… Y uno de ellos dijo… ¿Para cuándo será el fin de
estas maravillas?", es decir, el fin de la tribulación, y él juró, "que
será por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo" (Daniel 12: 1-7 –
LBLA),
para poner fin a la dispersión del pueblo santo: la mitad que da fin a
la semana setenta de Daniel 9.
Joel 3. Sólo es necesario leer los versículos 1, 2. 9-17, para mostrar
la conexión.
"PUES he aquí que en aquellos días… cuando yo hiciere tornar el
cautiverio de Judá y de Jerusalén, reuniré todas
las naciones, y las conduciré al Valle de Josafat [el juicio de Jehová]; y
contenderé con ellas allí a favor de mi pueblo y de mi herencia, Israel, a
quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron entre sí mi tierra… Proclamad
pues esto entre las naciones… ¡Apresuraos a venir, congregadas en una, todas
las naciones de en derredor!... ¡Despiértense y suban las naciones al Valle de
Josafat! porque allí me sentaré yo para juzgar a todas las naciones, puestas a
la redonda" [este es el juicio de los vivos, o naciones que viven]. "Jehová
también rugirá desde Sión, y desde Jerusalén hará resonar su voz; y se
estremecerán los cielos y la tierra: pero Jehová será refugio para su pueblo, y
fortaleza para los hijos de Israel… (entonces)
Jerusalén será santa; y los extraños no pasarán más por ella." (Joel 3:
1-17 – VM).
Ella no será más hollada por las naciones (los Gentiles); porque el
tiempo de ellos se ha cumplido.
Miqueas capítulos 4 y 5. Esta profecía muestra de la manera más
maravillosa, la venida y el rechazo del Betlemita (natural de Belén) por Su
pueblo, pueblo del cual se prescinde por un tiempo hasta que Sion, la que ha de
dar a luz, habrá dado a luz, y el Hijo sea reconocido como nacido a la nación
(véase Isaías 9); y el remanente es restaurado. El Asirio viene, y aquel que
ellos habían rechazado es entonces la paz de ellos.
"Él permanecerá firme, y pastoreará su rebaño en la potencia de
Jehová… y él mismo será nuestra paz. Cuando el Asirio entrare en nuestra
tierra, y cuando hollare nuestros palacios… él nos librará del Asirio… Y el
residuo de Jacob estará entre muchas naciones, como el rocío enviado de Jehová,
como los aguaceros sobre la hierba; cosas que no aguardan al hombre, ni esperan
a los hijos de Adán." (Miqueas 5: 4-7 – VM). Jacob será el conducto de
gracia de Dios que
remoza para el mundo, y un testimonio rendido a Su poder.
Sofonías 3: 8-20.
"Por tanto, esperadme, dice Jehová, hasta el día que me levante
para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones… para derramar
sobre ellos mi enojo (mi indignación)… por el fuego de mi celo será consumida
toda la tierra."
El remanente es animado así a esperar este tiempo de juicio por parte de
Jehová, cuando Él se levantaría para juzgar; sólo esto los haría libres, y
enseñaría a las naciones a invocar a Jehová, y servirle a Él de común acuerdo.
En aquel día Dios reuniría a Su pueblo disperso de la región más allá de los
ríos de Etiopía (Éufrates y Nilo) y tendría en medio de ellos un pueblo que
confiaría en el nombre de Jehová; y
"El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en
boca de ellos se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados, y
dormirán, y no habrá quien los atemorice. Canta, oh hija de Sion; da voces de
júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén. Jehová
ha apartado tus juicios, ha echado fuera tus enemigos; Jehová es Rey de Israel
en medio de ti; nunca más verás el mal. En aquel tiempo se dirá a Jerusalén: No
temas; Sion, no se debiliten tus manos. Jehová está en medio de ti, poderoso,
él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará
de amor, se regocijará sobre ti con cánticos… os pondré para renombre y
para alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando levante vuestro
cautiverio delante de vuestros ojos, dice Jehová." (Sofonías 3: 13-20).
Hageo 2.
"Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré
temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas
las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria
esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos… La gloria postrera de esta casa
será mayor que la primera… Yo haré temblar los cielos y la tierra; y
trastornaré el trono de los reinos, y destruiré la fuerza de los reinos de las
naciones… dice Jehová de los ejércitos."
Este juicio universal, introductorio de Cristo y de la gloria de la
nación restaurada, es mencionado por el Espíritu Santo en Hebreos 12:26 como
estando aún por venir.
Zacarías 10 a 14. En esta serie de capítulos tenemos la restauración de
Judá e Israel en un tiempo de juicio universal; y de esto se habla como estando
aún en el futuro, mucho tiempo después
del regreso de Judá desde la cautividad Babilónica.
"Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los
pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las
naciones de la tierra se juntarán contra ella… y Jerusalén será otra vez habitada
en su lugar, en Jerusalén… Y en aquel día yo procuraré destruir a todas las
naciones que vinieren contra Jerusalén." (Zacarías 12:3-9).
Los versículos que siguen a continuación, los cuales hablan del
arrepentimiento de la casa de David y de la nación, son extremadamente
hermosos. El Mesías rechazado es el Jehová que los liberta. Ellos Le miran,
miran a quien traspasaron. Hay un gran llanto en la tierra, como antaño en el
valle de Meguido. Esta alusión a 2º. Crónicas 35:22, etc., es en extremo
conmovedora. Allí, el los días
finales de su antigua historia, el fiel rey de ellos, Josías, había caído y la
nación había hecho duelo y gran lamentación allí, por su rey muerto. Aquí, ellos
aprenden a llorar en el
polvo, cuando se enteran que el Rey a quien la nación de ellos había
crucificado, es el propio Jehová de los ejércitos.
En la historia pasada de la nación nosotros vimos cómo ellos habían
fracasado — el pueblo, los sacerdotes, los profetas, y los reyes. Nosotros
encontramos aquí todas estas clases representadas en este arrepentimiento
nacional, y aun así, individual. La casa de David, la cual representa a los
reyes — la casa de Natán, a los profetas — la casa de Leví, a los sacerdotes —
y la casa de Simeón (Simei), al pueblo. (Zacarías 12: 12, 13).
El pleito es aquí con Judá, en la tierra, por el rechazo de Cristo; no
como con Israel, como hemos visto, por la idolatría.
"Y... en toda la tierra… las dos partes serán exterminadas en ella,
y se perderán; pero una tercera parte quedará viva en ella. Y meteré a aquel
tercio en el fuego; los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se
prueba el oro. Ellos invocarán mi nombre, y yo les escucharé. Yo diré: ’¡Pueblo
mío (Ammi)!’; y él dirá: ’¡Jehovah es mi Dios!’" (Zacarías 13: 8, 9 –
RVA).
La frase "Ponle por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo,
ni yo seré vuestro Dios" (Oseas 1:9) es eliminada.
En Zacarías 14 el Señor aparece para liberación de ellos, en el lugar
desde el cual la "gloria" del Dios de Israel había salido, cuando Él
transfirió la "espada" a los Gentiles. Desde el mismo lugar Él había
entrado en Jerusalén como Rey de ellos, conforme a este profeta (Zacarías 9:9) montado
sobre un pollino. Él se sentó sobre el mismo monte de los Olivos, en Mateo 24
rodeado por Sus discípulos Judíos; después que Él hubo dejado a Su nación,
hasta el día en que ellos dirían, "Bendito el que viene en el nombre del
Señor" (Mateo 23: 37-39), y les enseño en cuanto a la restauración y
reunión de su nación de los cuatro confines del mundo, en la venida (aparición,
manifestación presencial) del Hijo del Hombre en Su gloria. Y habiendo Él sido
rechazado por Su nación y crucificado, Él ascendió desde el mismo monte al
cielo (Hechos 1). ¡Y sobre ese mismo monte sus pies se posarán cuando Él
regrese para la liberación plena y completa de ellos en gracia!
"Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones… se
afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en
frente de Jerusalén al oriente… vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los
santos… Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas… Y
Jehová será rey sobre toda la tierra… Toda la tierra se volverá como llanura
desde Geba hasta Rimón al sur de Jerusalén; y ésta será enaltecida, y habitada
en su lugar desde la puerta de Benjamín hasta el lugar de la puerta primera,
hasta la puerta del Ángulo, y desde la torre de Hananeel hasta los lagares del
rey… Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra
Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos,
y a celebrar la fiesta de los tabernáculos." (Zacarías 14: 3-16).
Hemos seguido ahora, sin mucho comentario, y permitiendo a la Escritura
que ella hable por sí misma, lo cual ella ha hecho, desde la ley, los profetas,
y los Salmos, presentando el testimonio de un tiempo de juicio universal;
cuando Dios vuelve a ocuparse directamente del mundo nuevamente; y de la nación
de Israel, siendo ella el objeto especial delante de Él. Todos estos tratos dan
paso al reino de Dios en Sion en la tierra restaurada; en el tiempo de la
restauración de todas las cosas (Hechos 3: 20, 21) — y nosotros hemos visto muy
claramente que este tiempo de juicio es sincrónico con el recuento de la parte
final de la semana setenta de Daniel 9 — la crisis de la historia de este
mundo.
Y antes de finalizar este tema, yo mencionaría brevemente la posición de
los santos celestiales y glorificados — la Asamblea (congregación) de los
primogénitos — durante estas escenas de juicio universal. Nosotros los vimos siendo
arrebatados en el momento de la primera resurrección para estar "siempre
con el Señor" (1ª. Tesalonicenses 4: 13-18), (cuando lo dicho en Isaías
25:8, y en 1ª. Corintios 15:54, es llevado a cabo, " Sorbida es la muerte
en victoria), cuando
este período de juicio comienza.
Nosotros encontramos esto en el libro de Apocalipsis capítulos 4 al 19,
los cuales están ocupados por este período de juicio, precursor del reino. Ello
es asumido también en otras Escrituras. En Apocalipsis 1 tenemos " las cosas
que has visto", la visión de
Cristo caminando entre los candeleros. En Apocalipsis 2 y 3 tenemos "las
(cosas) que son" (Apocalipsis 1:19), o la época y condición de la Iglesia
como portadora de luz aquí abajo para Cristo. En su lugar de responsabilidad
los varios rasgos que marcarían su existencia en el mundo son retratados, desde
el tiempo en que dejó su primer amor, hasta que ella es amenazada con su total
supresión — "te vomitaré de mi boca" (Apocalipsis 3:16). No hay duda
de que se le habla a siete auténticas asambleas en Asia, pero el estado moral
de cada una es aprovechado para describir aquello que se encontraría en la
Cristiandad. Es evidente que estas siete asambleas, y sólo ellas, no podrían ser
denominadas "las (cosas) que
son", pues ellas no constituían todas las que existían en aquel entonces;
y además, Apocalipsis 3:10 indica claramente que toda la época de existencia de
la Iglesia es abarcada, cuando promete que
el vencedor que guardase la palabra de la paciencia de Cristo sería guardado de
"la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a
los que moran sobre la tierra" — el período de juicio que hemos estado
considerando, el cual introduce, o más bien precede, el reino. En Apocalipsis
4, etc., "las (cosas) que han de ser después de estas (Gr. meta tauta)" da inicio
a este
período, " Sube acá, y yo
te mostraré las cosas que sucederán después de estas." Hay rasgos
indudables en estos capítulos que muestran los rasgos principales que
caracterizan el prolongado período desde los días apostólicos hasta el fin de
la era; pero cuando llegamos a los detalles,
la interpretación puede ser aplicada solamente, en realidad, a la crisis de la
historia del mundo.
A través de todo el curso de estos capítulos del Apocalipsis, nosotros
encontramos una compañía sentada en el cielo, serena y pacífica, entre los
truenos y relámpagos y juicios, conocedora del pensamiento de Dios; y con pleno
entendimiento de todo lo que acontece debajo de ellos en el mundo.
En Apocalipsis 4 los encontramos en la presencia de un trono de juicio, sentados
como reyes y sacerdotes, vestidos de ropas blancas, y con coronas de oro sobre
sus cabezas — el complemento de los santos celestiales recibidos a lo alto en
la venida de Cristo. En Apocalipsis 5 uno de ellos explica al profeta lo que
hacía confundir sus pensamientos; y ellos son vistos nuevamente ejerciendo
servicios sacerdotales alrededor del Cordero. Además, en Apocalipsis 7 los
encontramos en el cielo, y uno de ellos explica al profeta lo de los ciento
cuarenta y cuatro mil de Israel, y lo de la multitud de Gentiles con palmas en
las manos, que habían sido sellado para preservación a través de los juicios
para entrar a la tierra milenial, no estando más sometidos a hambre o a sed, o
a dolor.
Además, en Apocalipsis 12, nosotros oímos sus voces celebrando la
expulsión de Satanás y sus ángeles de las regiones celestiales: " ¡Ay de
los moradores de la tierra!"
proclamaban porque Satanás había descendido con gran ira, sabiendo que tiene
poco tiempo — los mil doscientos sesenta días finales del poder de la bestia.
Los pesares de los santos para los lugares celestiales cesan cuando ellos han
sido arrebatados, y justo antes que comiencen los de los santos Judíos,
sellados para preservación. En Apocalipsis 13 estos santos son el objeto de la
blasfemia de Satanás a través de la bestia; él ya no los puede acusar o
causarles dolor, así que él blasfema a "los que moran en el cielo."
En Apocalipsis 19, después de las bodas del Cordero, nosotros vemos a
Cristo como Rey de reyes, y Señor de señores, saliendo al juicio, acompañado
por los ejércitos del cielo, vestidos "de lino fino blanco… porque el lino
fino blanco es la perfecta justicia de los santos." (Apocalipsis 19:8 –
VM) (Compárese también con Apocalipsis 17:14). Él sale a ejercer Su poder sobre
las naciones, y a regirlas con vara de hierro, en lo cual los santos tienen
parte con él. Véase Salmo 2:9, "Los quebrantarás con vara de hierro; Como
vasija de alfarero los desmenuzarás", junto con Apocalipsis 2: 26, 27,
"Al que venciere… yo le daré autoridad sobre las naciones, y las
regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo
también la he recibido de mi Padre."
Luego, en Apocalipsis 20, los tronos están establecidos, y,
"se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar… serán
sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años."
En Apocalipsis 20:4 encontramos 3 clases.
En primer lugar, los que habían sido recibidos en lo alto en la venida
de Cristo;
En segundo lugar, aquellos que durante el intervalo de juicio antes de
Su aparición, los que habían sido "decapitados
por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios", las almas que
fueron martirizadas bajo el quinto sello (véase Apocalipsis 6:9); y,
En tercer lugar, los que durante el furor de la bestia en su último
esfuerzo, instigada por Satanás, "no habían adorado a la bestia ni a su
imagen, y que no recibieron la marca
en sus frentes ni en sus manos."
A estas dos últimas clases no se les priva su bendición por haber
padecido. Ellas pierden la bendición del reino abajo, pero no son olvidadas, y
reciben la bendición celestial con los demás que habían sido recibidos en lo
alto en la venida de Cristo (1ª. Corintios 15: 50-58; 1ª. Tesalonicenses 4:
13-18). Todas las tres compañías, tomadas en su conjunto, componen la
"primera resurrección." {Apocalipsis 20:4, 5}.
Capítulo 7. — La Gloria, o
Reino.
El corto período de juicio universal que hemos estado considerando
limpia la esfera del reino de todo lo que ofende, y de los que hacen iniquidad:
y finaliza en la venida (aparición, manifestación presencia) del propio Hijo
del Hombre con poder y gran gloria, para ejecutar el último golpe de juicio; y
reinar sobre el mundo durante la duración del reino. Cuando el reino sea establecido,
Dios habrá
consumado, en y bajo Su Hijo, Sus consejos y propósitos en cuanto a todo lo que
había sido puesto en las manos del primer Adán, y que por medio de él, había
sido contaminado y destruido.
Nosotros hemos visto el primer
Adán, inocente, y rodeado de bendición, fracasando: perdiendo su lugar de
dominio sobre la tierra, y sometiendo la creación a vanidad por su caída
(Romanos 8:20). Abandonado a sí mismo cuando cayó, y afuera del centro del
bien, él llena la tierra con corrupción y violencia, y Satanás usurpa el lugar
que Dios debía haber tenido en su mente. Después, los tres grandes sistemas,
establecidos en el mundo —
— los Judíos bajo la ley,
los Gentiles sin ley, y a los
que se les confió el poder supremo; y
la Iglesia bajo la gracia
— cada uno de ellos demostrando ser un fracaso allí donde es confiado a
los hombres; yo hablo de la Iglesia como un testigo en el mundo, en el lugar de
responsabilidad y testimonio, no como el cuerpo de Cristo.
En los días del reino el postrer
Adán estará allí. En Su humanidad perfecta, inmaculada, Él vino y se situó
entre las ruinas de un mundo perdido, y fue confrontado por Satanás, el cual
había obtenido su poder por medio de las concupiscencias del primer Adán cuando
este cayó (Lucas 4). Él estuvo en Su herencia y encontró "los reinos de la
tierra… y la gloria de ellos" en las manos de Satanás, contaminados por el
pecado y en ruinas. Él lo tomó así, con su carga de pecado y contaminación. Él
frustró y venció a Satanás en el lugar de su poder; ató al hombre fuerte,
procedió después a saquear sus bienes (Mateo 12:29). El príncipe de este mundo
vino, pero nada tuvo en Él, ningún poder sobre Él (Juan 14:30). Él descendió al
dominio "de aquel que tenía el imperio de
la muerte, es decir, el
diablo" (Hebreos 2 – LBLA), y por medio de la muerte Él destruyó su poder.
A su debido tiempo, Él lo lanzará fuera de las regiones celestes con sus
ángeles (Apocalipsis 12); y cuando él haya consumado por un corto período su
maldad tremenda en el imperio latino (Romano) revivido, y en el Anticristo, Él
lo atará y lo arrojará al abismo hasta que los mil años del reino finalicen, y
entonces Él lo lanzará en el lago de fuego (Apocalipsis 20). Cuando Cristo
estuvo aquí, Él exhibió "los poderes del siglo venidero" (Hebreos 6:5),
o del reino, echando fuera espíritus malos y sanando al hombre. Cuando aquel
día estará aquí, Satanás estará en el abismo, y
"los ojos de los ciegos
serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará
como un ciervo, y cantará la lengua del mudo." (Isaías 35).
La creación, la cual fue sometida a vanidad, no voluntariamente,
sino a causa del hombre cuando él cayó, gimiendo y sufriendo dolores de parto,
esperando ese día de su liberación, será libertada de la esclavitud de corrupción,
a la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Romanos 8: 18-23). Leemos en
Génesis 3, "maldita será la tierra por tu causa… Espinos y cardos te
producirá." Pero del día de la regeneración leemos, "En lugar de la
zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán" (Isaías
55:13). "Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y
florecerá como la rosa." (Isaías 35:1). Además, la sentencia pronunciada
sobre Caín, " Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza",
será eliminada; porque leemos acerca del día cuando Dios hará resplandecer Su
rostro sobre Israel restaurada, y que
"La tierra ya da su fruto; y
Dios, nuestro Dios, nos bendecirá. ¡Dios nos bendecirá, y todos los términos de
la tierra le temerán!" (Salmo 67 – VM).
Los Judíos, restaurados, serán el centro del gobierno de Dios
reconocido en el mundo bajo Cristo. La supremacía sobre los Gentiles (naciones)
será establecida en Él, el cual se levantará para reinar sobre ellos; la
realeza Judía será restaurada en la casa de David, y el sacerdocio en su
excelencia y pureza será hecho realidad.
Los hombres intentaron formar un
nombre y un centro, aparte de Dios en Babel, y habían sido divididos en
naciones y lenguas (Génesis 11). Israel fue la nación con respecto a la cual
ellos habían recibido su herencia; ella fue propuesta como el centro del
gobierno de Dios en el mundo (Deuteronomio 32:8). Ella llegó a ser indigna de
confianza; tal como leemos acerca de Jerusalén,
"Esta es Jerusalén; la puse
en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella. Y ella cambió mis
decretos y mis ordenanzas en impiedad más que las naciones, y más que las
tierras que están alrededor de ella; porque desecharon mis decretos y mis
mandamientos, y no anduvieron en ellos." (Ezequiel 5: 5, 6).
Y el rey Gentil procuró hacer una
unidad religiosa aparte de Dios. (Daniel 3). Muchos han sido los centros de
reunión propuestos entre los hombres para revertir esa sentencia de dispersión
pronunciada en Babel por Dios; tal como muchas fueron las veces que ellos
fracasaron — ¡Dios tiene solamente Uno!
"No será quitado el cetro de
Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se
congregarán los pueblos." (Génesis 49:10).
Cuando Él vino a Judá Él fue
rechazado. — "Gracia… y… Ataduras" fueron quebrantados (Zacarías 11);
y no hubo ninguna congregación de los pueblos. Su nombre fue propuesto de nuevo
como un centro, cuando la misericordia se glorió triunfante sobre el juicio en
Pentecostés, y Dios en gracia se sirvió de las lenguas, la señal de juicio,
para permitir que las naciones oyesen, cada uno en la lengua (idioma) materna,
las maravillosas obras y gracia de Dios. Pero nuevamente, Su centro fue
rechazado, y no hubo ninguna congregación o reunión de naciones o pueblos, sino
de un pueblo sacado fuera de ellos para Su nombre y para el cielo, al cual el
Centro de reunión, rechazado en la tierra, había sido trasladado. En los días
del reino, del cual hablamos, está eso que nosotros encontramos revelado en
Génesis 28 al errabundo Jacob en un sueño, acerca de una escalera conectando
los cielos con la tierra (el propio Dios haciendo en gracia lo que el hombre
había intentado hacer en voluntad propia en Babel). Nosotros vemos un tipo de
los días del reino, cuando Cristo (tal como Juan 1:51 nos informa) será ese
vínculo de unión entre los cielos habitado por los santos glorificados, y la
tierra milenial, cuando la descendencia de Jacob, que son ahora errabundos en
la faz de la tierra, sin tierra o altar, será "como el polvo de la tierra";
y cuando Dios los habrá traído nuevamente a su tierra, y habrá hecho todo lo
que Él había dicho (Génesis 28:15). La descendencia de Jacob será entonces la
cabeza y no la cola (Deuteronomio 28:13); y
"vendrán muchos pueblos y
fuertes naciones a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén, y a implorar
el favor de Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: En aquellos días
acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a
un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con
vosotros." (Zacarías 8: 22, 23).
Además, Jehová había cruzado el
Jordán antes que las tribus bajo Josué, en los días pasados, con el título de
"Señor de toda la tierra" (Josué 3); pero cuando Israel dejó de ser
un testimonio rendido a este título, y la nación fue desechada, y el dominio
fue transferido al rey Gentil, Dios asume el título de "Dios del
cielo" (Daniel 2), tal como hemos visto anteriormente, y retiene tal
nombre a lo largo de todo "los tiempos de los gentiles." Pero durante
la escena que introduce el juicio que hemos considerado, Sus demandas como
"Dios de la tierra" son proclamadas nuevamente por Sus testigos
(Apocalipsis 11). Él asume después plenamente ese título, y el botín o
ganancias injustas de los Gentiles, que deseaban tener un mundo sin Dios, es
consagrada al "Señor de toda la tierra." (Miqueas 4:13).
"Y Jehová será rey sobre
toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre." (Zacarías
14:9; véase también Isaías 54:5).
Jerusalén — hollada por los Gentiles, hasta que los tiempos de los
Gentiles se cumplan (Lucas 21:24) — será restaurada en aquel día; cuando
"vendrá el Redentor a Sion." (Isaías 59:20; Romanos 11). A ella se le
dirá,
"Levántate, resplandece;
porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he
aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti
amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu
luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. Alza tus ojos alrededor y
mira, todos éstos se han juntado, vinieron a ti; tus hijos vendrán de lejos, y
tus hijas serán llevadas en brazos. Entonces verás, y resplandecerás; se
maravillará y ensanchará tu corazón, porque se haya vuelto a ti la multitud del
mar, y las riquezas de las naciones hayan venido a ti. Multitud de camellos te
cubrirá; dromedarios de Madián y de Efa; vendrán todos los de Sabá; traerán oro
e incienso, y publicarán alabanzas de Jehová. Todo el ganado de Cedar será juntado
para ti… te serán servidos; serán ofrecidos con agrado sobre mi altar, y
glorificaré la casa de mi gloria… Tus puertas estarán de continuo abiertas; no
se cerrarán de día ni de noche, para que a ti sean traídas las riquezas de las
naciones, y conducidos a ti sus reyes. Porque la nación o el reino que no te
sirviere perecerá, y del todo será asolado… vendrán a ti humillados los hijos
de los que te afligieron, y a las pisadas de tus pies se encorvarán todos los
que te escarnecían, y te llamarán Ciudad de Jehová, Sion del Santo de Israel.
En vez de estar abandonada y aborrecida, tanto que nadie pasaba por ti, haré
que seas una gloria eterna, el gozo de todos los siglos… En vez de bronce
traeré oro, y por hierro plata, y por madera bronce, y en lugar de piedras
hierro; y pondré paz por tu tributo, y justicia por tus opresores. Nunca más se
oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio,
sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas Alabanza."
(Isaías 60: 1-18).
Véase también Isaías 65.
"He aquí que yo traigo a
Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré
con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor…
Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas.
No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque
según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos
disfrutarán la obra de sus manos. No trabajarán en vano, ni darán a luz para
maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con
ellos… El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja
como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni
harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová. (Isaías 65).
Jerusalén, desechada por Jehová
por largo tiempo, tal como nos informa el comienzo de Ezequiel, cuando Su
gloria se marchó al cielo, y Él transfirió la espada a los Gentiles, vuelve a
ser la morada de Su gloria nuevamente. Ezequiel, en la perspectiva del día de
gloria de ella (Ezequiel 60 a 64) describe la ciudad y el santuario
restaurados. En Ezequiel 43: 2-5 nosotros leemos,
"Y he aquí la gloria del
Dios de Israel, que venía del oriente; y su sonido era como el sonido de muchas
aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria. Y el aspecto de lo que vi
era como una visión, como aquella visión que vi cuando vine para destruir la
ciudad… Y la gloria de Jehová entró en la casa… y he aquí que la gloria de
Jehová llenó la casa."
Y además,
"El nombre de la ciudad desde
aquel día será Jehová-sama", o "Jehová está allí". (Ezequiel
48:35).
"En aquel tiempo llamarán a
Jerusalén: Trono de Jehová, y todas las naciones vendrán a ella en el nombre de
Jehová en Jerusalén" (Jeremías 3:17),
y esto en el día cuando Israel y
Judá serán una nación en la tierra.
Todo el pueblo de Jerusalén será justo, tal como leemos en Isaías
3:4:
"Y acontecerá que el que
quedare en Sion, y el que fuere dejado en Jerusalén, será llamado santo; todos
los que en Jerusalén estén registrados entre los vivientes."
Y además,
"Tu pueblo, todos ellos
justos, heredarán para siempre la tierra; renuevos plantados por mí mismo, obra
de mi mano, para que yo sea glorificado." (Isaías 60:21 – VM).
La ley será escrita en sus
corazones.
"Después de aquellos días,
dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a
ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo." (Jeremías 31:33).
Todas las naciones (los Gentiles) invocarán el nombre de Jehová. Cuando
Él haya ejecutado el juicio que liberta el remanente de Su pueblo, nosotros
leemos,
"Entonces daré a los pueblos un lenguaje puro para que todos invoquen
el nombre de Jehovah y le
sirvan de común acuerdo." (Sofonías 3:9 – RVA).
Además,
"Se acordarán, y se volverán
a Jehová todos los confines de la tierra, Y todas las familias de las naciones
adorarán delante de ti." (Salmo 22:27).
Las promesas incondicionales a
los padres se cumplirán entonces en gracia, y serán introducidas, como hemos
visto, por medio del juicio. El Salmo 105 es profético de esto, y ofrece
acciones de gracia a Jehová, y exhorta a la descendencia de Abraham y Jacob, a los cuales ellas habían sido hechas, a cantarle a Él, y
glorificar Su nombre. Porque
"Él es Jehová, el Dios
nuestro; en toda la tierra se manifiestan sus
juicios. Se acuerda para siempre de su pacto, de la promesa que ordenó para
mil generaciones; pacto que hizo con Abraham, y
su juramento a Isaac, que estableció
a Jacob como decreto, y a Israel por
pacto eterno; diciendo: A ti te daré la tierra de Canaán, la suerte de vuestra
herencia." (Salmo 105: 7-11 – VM).
Podemos recordar que, al
considerar la historia pasada de la nación, nosotros vimos que estas promesas
nunca se han cumplido hasta ahora: el pueblo, habiendo tomado su herencia bajo
la ley — la perdió. Dichas promesas se cumplirán para ellos en gracia soberana,
tal como el Salmo 105:7 declara, mediante juicio, evidenciando muy claramente
la aplicación aún futura de ellas.
El conocimiento de Jehová y de Su
gloria llenará la tierra, como las aguas cubren el mar; y el trono de Dios, y
Su gobierno justo serán conocidos en el mundo. "El juicio volverá a ser justo."
(Salmo 94:15 – LBLA). Y "Justicia y juicio son el cimiento de su trono."
(Salmo 97:2). Cristo será el Príncipe de este mundo, y Satanás, el cual es
ahora su príncipe, será atado. Su poder manifestado será obedecido, y cuando
esta obediencia no sea observada, el resultado será la escisión (extirpación),
la cual, si tiene lugar durante la duración del reino, se reconocerá que ella
es por los actos judiciales del gobierno de Dios; y todo continuará pacífica y
felizmente. Satanás no estará allí para influenciar a los hombres y tentarlos a
pecar.
Nosotros encontramos los
principios del gobierno del Mesías en la tierra en el Salmo 101.
"El corazón perverso se
alejará de mí: al hombre malo no le conoceré. Al que calumnia en secreto a su
prójimo, le destruiré: al altivo de ojos y orgulloso de corazón, no le sufriré.
Fijaré mis ojos sobre los fieles de la tierra, para que ellos estén conmigo… No
habitará dentro de mi casa quien practica engaño; el que habla mentiras no
parará delante de mis ojos. Con empeño destruiré a todos los inicuos de la
tierra, para cortar de la ciudad de Jehová a todos los obradores de maldad."
(Salmo 101: 4-8 – VM).
Nosotros tenemos la escisión como
resultado del pecado también en Isaías 65:20, donde leemos, " el pecador
de cien años será maldito", es decir, si es extirpado, ello será
considerado como escisión por el pecado en el gobierno de Dios. El reino de
Israel será el centro terrenal de la administración del gobierno de Dios en el
mundo.
"El juzgará a tu pueblo con
justicia, Y a tus afligidos con juicio… [Él] Descenderá como la lluvia sobre la
hierba cortada; Como el rocío que destila sobre la tierra. Florecerá en sus
días justicia, Y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna. Dominará de mar a
mar, Y desde el río hasta los confines de la tierra… Los reyes de Tarsis y de
las costas traerán presentes; Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones. Todos
los reyes se postrarán delante de él; Todas las naciones le servirán… Será
echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; Su fruto
hará ruido como el Líbano, Y los de la ciudad florecerán como la hierba de la
tierra… Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, El único que hace maravillas.
Bendito su nombre glorioso para siempre, Y toda la tierra sea llena de su
gloria. Amén y Amén." (Salmo 72).
Además,
"He aquí que un rey reinará
según la justicia, y los magistrados gobernarán según el derecho… entonces
habitará el derecho en el desierto, y la justicia se establecerá en el campo
fértil. El efecto de la justicia será paz; el resultado de la justicia será
tranquilidad y seguridad para siempre." (Isaías 32 - RVA).
Nosotros hemos visto brevemente
hasta ahora las bendiciones terrenales
del reino. Hemos dejado a los santos de los lugares celestiales, los cuales habían
sido tomados y llevados al cielo en la venida
de Cristo, así como aquellos que habían sido martirizados durante la crisis de
juicio que introdujo el reino, sentados sobre tronos en Su manifestación, para
reinar con Él mil años (Apocalipsis 20:4).
Consideremos ahora la bendición
celestial del reino. En Apocalipsis 21:9
y 22:5, nosotros encontramos una descripción de la exhibición milenial de la
Jerusalén celestial al mundo. El
profeta la ve "descenDIENDO") (no "que descenDÍA"), desde
Dios.
"Y me llevó en el Espíritu a
una montaña grande y alta, y me mostró la santa ciudad de Jerusalén,
descendiendo del cielo, desde Dios" (Apocalipsis 21:10 – VM).
Lo que los santos deben ser ahora
en este día de prueba — "luminares en el mundo", eso es la iglesia en
los lugares celestiales para el mundo en el día de gloria, reflejando todas las
glorias de Dios y del Cordero; la sede del poder administrativo celestial del
reino ("¿O no sabéis
que los santos han de juzgar al mundo?" 1ª. Corintios 6:2); el carácter y la
posición celestiales de ella, y no
obstante, su conexión con la tierra milenial,
es revelada—vestida con gloria
divina, como la de Aquel que estaba sentado en el trono en Apocalipsis 4.
Los ángeles son los serviciales
guardas de las puertas de esa ciudad segura, la cual es el fruto principal de
la aflicción del alma de Cristo (Isaías 53:11). Ella tiene la plenitud en
perfección del poder administrativo hacia y sobre el mundo — doce puertas,
porque la puerta era el lugar de juicio.
Las variadas muestras de la
naturaleza de Dios, bajo la figura de piedras preciosas, que brillaron en la
creación (Ezequiel 28), y en gracia, en el pectoral del sumo sacerdote (Éxodo
28), resplandecen aquí en gloria (Apocalipsis 21: 10-27). La ciudad y sus
calles están formadas en justicia divina, de la cual el oro es siempre el
emblema adecuado, y en santidad y verdad, "semejante al vidrio limpio."
El Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, son su templo y su luz. Las naciones
(que habían sido salvas a través de los juicios en la tierra) andan a la luz de
la ciudad celestial, y los reyes de la tierra traen su gloria y honor a ella (nunca
'en' ella); ellos reconocen que el reino celestial
establecido ahora, y los cielos mismos, son la fuente de bendición para la
tierra. "El cielo gobierna." (Daniel 4:26).
Ningún mal del hombre o de
Satanás está allí, y no entra en ella nada que contamina o hace mentira, sino
solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. El río de
Dios y los frutos del árbol de la vida son para el refrigerio de los redimidos
del Señor: no hay allí ningún árbol de la responsabilidad,
sino un solo árbol, el cual es el
árbol de la vida, y las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones del
mundo. La ciudad es el vaso de la gracia para el mundo de aquel día — la gracia
la caracteriza; tal como la supremacía
real del restaurado santuario
terrenal, y de la ciudad de Jerusalén,
es preservada siempre; porque leemos, "Porque la nación o el reino que no
te sirviere perecerá." (Isaías 60:12).
Por consiguiente, nosotros
encontramos que todo lo que ha sido arruinado y profanado por el primer Adán,
es enmendado en el día del reino, en y bajo Cristo. Los tres grandes sistemas establecidos
por Dios, y destruidos por los hombres, son establecidos en gloria.
Los Judíos en supremacía y bendición terrenales;
los Gentiles bendecidos de manera subordinada alrededor, gobernados en
justicia, y
la Iglesia de Dios en la gloria celestial;
el centro de la administración del reino, y el vaso de la gracia para el mundo.
El río de Dios (Salmo 65). Su
corriente de bendición, siempre plena de agua, ha sido secada siempre en su
flujo en este mundo, no en cuanto a su fuente, sino cuando Dios formó un
conducto para la bendición en y hacia el mundo; ella ha sido corrompida, Él se
ha visto obligado a trasladar la corriente pura a otros cursos, siempre
dispuesta para la bendición del hombre; habiendo el conducto mismo demostrado
que es indigno de la corriente. En Edén surgió en el principio cuando la época
propuesta fue una de bien terrenal, y se dividía en cuatro cauces, para llevar
al mundo las riquezas de esa época. Sin embargo, pronto, como sabemos, sus
canales se corrompieron, y no se halló lugar alguno para que tal bendición
fluyese, y entonces los cauces se detuvieron, y los canales fueron arrasados
por las aguas del diluvio.
Además, cuando Israel fue
redimido, y Dios estuvo en medio de ellos, el río surgió en la roca que fue
golpeada para Su pueblo en el desierto. "Porque bebían de la roca
espiritual que los seguía" (1ª. Corintios 10:4), durante el viaje de
cuarenta años, hasta que ellos estuvieron a salvo en la tierra. Entonces, en la
serie diaria y anual de fiestas y reuniones para Jehová, el pueblo recibió refrigerio
con las aguas de Siloé, que corrían mansamente entre ellos — "Hay un río
cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios (Salmo 46 – VM). Pero los canales fueron
corrompidos nuevamente, así que cuando Él, el cual era la fuente de dichas
corrientes, vino a visitar a esa única familia que Él solamente había conocido de
todas las familias de la tierra (Amos 3:2), y a la cual Él había escogido para
formar los objetos del flujo del río de Dios, y para ser su canal para el mundo
Gentil, Él la encontró tan corrompida que Él no pudo reconocerla o permitir que
contaminara la corriente; y entonces, nuevamente, la fuente fue transferida a
otro lugar, y el mundo llegó a ser plenamente,
lo que era para Él y lo que ha sido siempre para Su pueblo, "tierra seca y
árida donde no hay aguas" (Salmo 63).
La fuente iba a ser ahora el Hijo
del Hombre glorificado en el cielo; y la época iba a ser una época de
bendiciones espirituales en los lugares celestiales; y el canal de la bendición,
Sus miembros en la tierra. Nosotros leemos en Juan 7, donde el Señor pasó y no
pudo reconocer el canal (las recurrentes fiestas anuales), el cual se había
vuelto impropio para el río de Dios:
"En el último y gran día de
la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed,
venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los
que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no
había sido aún glorificado."
No obstante la carencia de fe de
Su propio pueblo, y lo muy obstaculizada que había llegado a estar la
corriente, aun así, ella continúa fluyendo aún, y no se agotará o se secará
jamás. Él (el Espíritu Santo) estará "con vosotros para siempre."
(Juan 14:16).
Pero el día está llegando cuando
no solamente existirá una época de bendiciones espirituales en lugares celestiales,
sino una
dispensación de bien terrenal
también. Cuando una será la gloria de los celestiales,
y otra la de los terrenales. Cuando
todas las cosas, tanto las que están en el cielo,
como las que están en la tierra,
serán reunidas en Cristo. Cuando el Señor responderá "a los cielos, y
ellos responderán a la tierra. Y la tierra responderá al trigo, al vino y al
aceite, y ellos responderán a Jezreel." (Oseas 2: 21, 22), la simiente de
Dios. La bendición del río de Dios tendrá entonces una fuente doble en
bendición celestial y terrenal, su fuente en la gloria celestial será la {nueva}
Jerusalén celestial — La Iglesia de los glorificados:
El río limpio de agua de vida,
resplandeciente como cristal sale del trono de Dios y del Cordero en medio de
ella. (Apocalipsis 22:1).
Y la fuente de la gloria terrenal será el santuario de la
Sion terrenal, cuando aguas vivas
emanarán de la Jerusalén restaurada, para la bendición de los Gentiles y de la
tierra milenial.
"He aquí aguas que salían de
debajo del umbral de la casa hacia el oriente", etc. (Ezequiel 47; compárese
también con Joel 3:18 y con Zacarías 14:8).
Y Cristo será el Melquisedec
verdadero, Un Sacerdote sobre Su trono; el vínculo entre la gloria celestial y
la terrenal. La verdadera fiesta de los tabernáculos será celebrada tanto por
Israel como por los Gentiles, pero también por los santos en los lugares
celestiales, después de la cosecha o recolección, y la vendimia de juicio al
final de la era (siglo).
"Y sucederá que todos los
que quedaren de todas las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de
año en año, para adorar al Rey, Jehová de los Ejércitos, y para celebrar la
fiesta de las Enramadas." (Zacarías 14:16 – VM).
Y las naciones que rechazan
subir, no participarán de las refrescantes corrientes del río de Dios. ¡Jehová,
se apresura a hacer esto a Su tiempo! (Isaías 60:22 –
VM).
Capítulo 8. — Satanás desatado
por un poco de tiempo,
el Gran Trono Blanco, y el
Estado Eterno.
Después del fin del reino, antes que Cristo entregue el reino al Padre,
y Dios sea "todo en todos" (1ª. Corintios 15:28), nosotros
encontramos otro testimonio de la ruina del hombre. Habiendo contemplado a
Cristo, y habiendo sido puestos en medio de las bendiciones del reino y de
haber sido rodeados por ellas, aun así nos enteramos que el hombre es siempre
lo mismo. Nosotros tuvimos el testimonio de la Escritura con respecto a que todos
los que están al comienzo del reino son justos. Los habitantes del mundo habían
aprendido justicia por medio de los juicios que lo introdujeron, pero nosotros
no tenemos el mismo testimonio en cuanto a los que nacerán durante la duración
del reino. Y la escena final nos demuestra el hecho de que la gracia, y nacer
de nuevo, son tan necesarios entonces, como lo son ahora, para que el hombre
sea llevado a Dios. Es evidente, de esto, que habrá un deterioro durante la
duración del reino.
Después del término del reino, Satanás es soltado por un poco de tiempo,
y sale a los cuatro ángulos de la tierra (él nunca regresa a las regiones
celestes), y así las naciones son puestas a pruebas por última vez, y los no
renovados caen, el número de los cuales es como la arena del mar, en sus manos.
Los que son engañados así, suben contra el campamento de los santos en la
tierra, y son destruidos por el fuego del juicio de Dios — son separados así de
los fieles por el juicio. Satanás es lanzado entonces en el lago de fuego,
donde la bestia y el falso profeta habían estado, después de lo cual el gran
trono blanco es establecido; y la tierra y los cielos huyen de la presencia de
Aquel que está sentado en él; y no se halló lugar para ellos. Los inicuos
muertos están de pie delante del trono, y son juzgados por Aquel que juzga el
secreto de los hombres (Romanos 2) ¡y el que los conoce! Este juicio es según
las obras de ellos, y la responsabilidad de ellos. El libro de la vida fue
abierto pero ninguno de ellos fue hallado inscrito en él, y ellos son lanzados
en el lago de fuego. La muerte, el último enemigo, es destruido, y el Hades, el
lugar de los espíritus que han partido, ya no existe más; todo su contenido es
lanzado en el lago de fuego. {Apocalipsis 20}
"Entonces vendrá el fin, cuando El entregue el reino al Dios y
Padre, después que haya abolido todo dominio y toda autoridad y poder. Pues
Cristo debe reinar hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus
pies. Y el último enemigo que será abolido es la muerte. Porque DIOS HA PUESTO
TODO EN SUJECIÓN BAJO SUS PIES. Pero cuando dice que todas las cosas le están
sujetas, es evidente que se exceptúa a Aquel que ha sometido a El todas las
cosas. Y cuando todo haya sido sometido a El, entonces también el Hijo mismo se
sujetará a aquel que sujetó a El todas las cosas, para que Dios (Padre, Hijo, y
Espíritu Santo) sea todo en todos." (1ª. Corintios 15: 24-28 – LBLA).
El estado eterno sigue a continuación, cielos nuevos y tierra nueva
"en los cuales mora la justicia"
(2ª. Pedro 3), no en los cuales "para
justicia reinará un rey" (Isaías 32:1), sino "en los cuales mora la justicia",
porque todas las
cosas han sido llevadas a un orden y sujeción plenos, de modo tal que la
bendición emana de Dios. ¡Dios mora entre los hombres! No obstante, en este
estado de bienaventuranza suprema nosotros encontramos que la Esposa, la Nueva
Jerusalén, tiene su propio lugar peculiar, ¡ella es el tabernáculo de Dios
entre los hombres! {Apocalipsis 21:3}. Él enjuga toda lágrima, y ya no hay muerte,
ni hay más dolor, ni llanto, ni clamor, ni dolor; porque las cosas de antes
(las primeras cosas), relacionadas con el pecado, han pasado. El vencedor tiene
a Dios como su Dios, y él será su Hijo. Y no obstante — pensamiento solemne
para los que se oponen a la verdad — aun en este estado eterno, cuando el reino
intermedio del Cordero haya pasado, y Dios sea todo en todos, el castigo eterno
continúa a través de los interminables siglos de la eternidad, uno al lado del
otro, ¡con la bendición eterna! A Dios "sea gloria en la iglesia en Cristo
Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén." (Efesios
3:21).
NOTA — Es posible que nosotros hayamos observado que en Apocalipsis 20 y
parte de Apocalipsis 21, es seguida por la descripción del estado milenial de
la Desposada, la Esposa del Cordero. El capítulo 20 comienza con Satanás siendo
atado al comienzo del reino, y continúa a lo largo del tiempo del reino, o 1000
años, hasta el versículo 7, se ocupa después del intervalo de los últimos actos
de maldad de Satanás cuando es desatado por un poco de tiempo; y finalmente el
juicio de los muertos, y la destrucción del último enemigo, la muerte, antes
que Cristo entregue Su reino a Dios (a Aquel que es Padre), y Dios es todo en
todos; de modo que los versículos 1-8 del capitulo 21 siguen en su orden consecutivo
hasta el estado eterno, tal
como los versículos que hemos citado en 1ª. Corintios 15. Después, el Espíritu
comienza a describir aquello que no había sido presentado antes, las glorias
mileniales de la Jerusalén Celestial, durante los días del reino, como es
evidente de los versículos 10, 14, 26, y los versículos 1 y 2 del capítulo 21. La
división en capítulos y versículos ha desconectado así el orden verdadero.
Capítulo 9. — Conclusión.
Nosotros hemos comunicado ahora la cadena de grandes tratos
dispensacionales de Dios en sus grandes rasgos, tal como la gracia nos ha
habilitado: desde la caída del hombre en el huerto de Edén hasta el estado
eterno.
Leemos en el Salmo 25,
"Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los mansos su
camino… El secreto de Jehová es para los que le temen, Y a ellos
hará conocer su pacto." (Salmo 25: 9, 14 – RVR1977).
Y, en Sus tratos con Sus siervos, nosotros encontramos que Él actúa según
los principios de Su propia palabra: pues leemos en Números 12,
"Y aquel varón Moisés era muy manso,
más manso que ningún hombre de cuantos había sobre la faz de la tierra."
(Números 12:3 – VM).
Y en el Salmo 103:7,
"Hizo conocer sus caminos a Moisés, sus hazañas a los hijos de
Israel." (Salmo 103:7 – VM).
Él trata así con aquellos que están moralmente cerca de Él, dándoles la
capacidad para comprenderlo a Él, y las comunicaciones de Su mente. Esto es
solemne. Porque aunque Israel pudo conocerle a Él en Sus hechos manifiestos,
ellos estuvieron lejos de Él moralmente, y por consiguiente, ineptos para oír
las comunicaciones de Sus consejos y de Sus caminos o modos de obrar. Esto es
siempre así: hay una aptitud moral en un Cristiano — una obediencia práctica a Su
pensamiento y voluntad tal como están revelados — un deseo de someterse a Él, y
responder a la manera en que Él se ha revelado a Sí mismo, que Él espera, y
guía y enseña; mientras que con dificultad oyen los oídos de otro, y no aprende
sino poco, e incluso ese poco no tiene su frescura y su poder en su alma.
"El hombre natural [por otra parte] no acepta las cosas del
Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque
se disciernen espiritualmente." (1ª. Corintios 2:14 – LBLA).
"El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina
es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta." (Juan 7:17).
— el versículo de arriba expresa un sencillo principio, y aun así,
¡cuánto implica! Dios no revela Su verdad, para que sea una mera suma de
conocimiento aprendido, para la gratificación de la mente. Lo que Él enseña con
tanta condescendencia es aprendido de manera imperfecta, si es que es aprendido
en absoluto, cuando la conciencia no ha sido ejercitada, y las aseveraciones de
Su verdad no han encontrado una respuesta en el alma, como para juzgar las
tinieblas, y poner los pies a andar en Su verdad, y usarla, y vivir en el poder
de ella. Y además de esto, la verdad divina es tan contraria a cada pensamiento
de los hombres, aun del mejor de los hombres, que incluso el alma que goza de
la revelación de ella, es propensa a hundirse en los pensamientos humanos, y en
el uso humano de la verdad.
Nuestras meditaciones nos han llevado, confiamos que sea así, por medio
de la gracia, a alguna comprensión de los grandes rasgos de los tratos
dispensacionales de Dios, de lo cual nada es más importante: sin una compresión
de la verdad dispensacional, el alma es inestable en su testimonio. Si dicha
alma está trabajando para el Señor, ella hace que la necesidad de las almas sea
el objetivo supremo; y las reivindicaciones del Señor sobre las almas son
olvidadas demasiado a menudo. El "frasco de alabastro con perfume"
debería estar unido con "este evangelio", con estas buenas noticias,
es decir, la publicación de las actividades de la gracia de Dios mediante el
Evangelio, satisfaciendo la necesidad de las almas, unida a esas enseñanzas que
conducirían el alma, por medio de la gracia, así satisfecha y en descanso, en
un entendimiento tal de la persona de Cristo mismo, y una apreciación tal de
Él, que el conocimiento de Su pensamiento y voluntad es buscado; y el corazón aprende
a someterse a Sus aseveraciones, y a andar en la senda de la obediencia
inteligente, lo cual Su ojo distinguiría, y Su palabra dirigiría, para que ello
pueda agradar a Dios. (1ª. Tesalonicenses 4:1).
Yo me atrevo a decir que sin un conocimiento de la dispensación, esto es
bastante imposible: es indudable que puede haber, y la hay, piedad entre
muchos; pero el hecho de ser piadoso, aunque ello encuentra cierto respeto,
incluso de parte de los hombres del mundo, cuyo corazón no está cauterizado, no
es "la verdad de Dios." Una cosa es ser piadoso, otra es andar en la
verdad. El alma que ha sido establecida en la verdad dispensacional, y que ha
constatado los caminos o modos de obrar de Dios en las varias dispensaciones (e
incluso cuando el testimonio confiado a los hombres en cada dispensación ha
sido corrompido y destruido), aprende de qué manera responder al modo de obrar
de Dios; de qué manera andar delante de Él de acuerdo con Su pensamiento y
voluntad; aun cuando la dispensación ha caído en ruinas.
Ciertamente uno juzga que la senda señalada en una dispensación sería
inadecuada para otra; y juzga también, con discernimiento espiritual, que una
senda justo al principio de una
dispensación, cambia su carácter necesariamente cuando la dispensación ha caído
en ruinas a causa de la infidelidad de aquellos a los cuales el testimonio es
confiado; aun así, reconociendo al mismo tiempo que los principios divinos no
han cambiado nunca, incluso mientras
el receptáculo (o, vaso) demostraba que no podía contener el tesoro confiado a
él.
El Cristiano, enseñado así, ve aquello que respondía a Dios de una
manera divina, fruto de la enseñanza del Espíritu, en el Judío piadoso bajo la
ley, cuando su nación como una nación terrenal escogida, era reconocida por
Dios, alterando su carácter necesariamente cuando Su nación se corrompió;
mientras los consejos divinos no se alteraban. Y sin embargo, él puede ver aún
más claramente que la senda de un Judío piadoso, en una nación terrenal, bajo
la ley, no puede ser la de un Cristiano en una época donde su llamamiento es a
salir
del mundo y estar sobre él del todo;
y, además, puede ver que la experiencia de un Israelita piadoso en su dispensación
no es esa, en su mejor
estado, tal como es adecuada para un miembro del cuerpo del Cristo resucitado; puede
ver que estar satisfecho con eso es ignorar la posición del Cristiano como tal,
y es regresar al Judaísmo en cuanto
a principio. Andar como aquellos de los cuales se dice, "Bienaventurados
los perfectos de camino, Los que andan en la ley de Jehová." (Salmo 119:1), está
bien y es algo
bienaventurado en su tiempo, mientras que andar "en luz, como él está en luz"
(1ª. Juan 1:7) es completamente otra
cosa, y mucho más allá de ello; es darse cuenta que la dispensación con un velo
no rasgado ha terminado, que las cosas permitidas en una dispensación tal han
pasado, y que el Cristiano está ahora dentro del velo, en la luz plena de la
presencia de Dios, puesto allí para andar como conviene a una posición
semejante, y para juzgar todo lo que en sus modos de obrar es inconsistente con
el lugar, en la libertad de la gracia. Todo el ámbito de su responsabilidad
emana de su posición y de la relación en la cual él esta situado.
El Cristiano, enseñado así, está habilitado para pasar por el mundo, con
la verdad ciñendo sus lomos, y con la comprensión moral en cuanto a la obra de
todo su alardeado progreso en civilización, religión, política, y todo lo que
los rodea; y aunque su testimonio puede ser, por así decirlo, un testimonio
individual, 'vestido o cubierto de silicio', aun así su fe es confirmada por
los principios mismos que lo rodean, los cuales tienden a una dirección opuesta
— y él siente que, por intermedio de la gracia,
'de ninguna cosa hace caso' (Hechos 20:24); y que el día está llegando
cuando su testimonio, si está de acuerdo con el pensamiento del Señor, será
reconocido, y que él vera entonces al máximo, el uso que el Señor ha tenido
para él como un testigo, cuando para la apariencia exterior él estuvo
"encerrado" como Jeremías — y cuando él se sentó "solo", la
palabra de Jehová fue para él el gozo y el regocijo de su corazón.
Permítanme formular una pregunta al alma cristiana. ¿Son las
reivindicaciones del Señor Jesús sobre usted de una importancia profunda y
primordial a sus ojos? Al proponer una pregunta semejante, yo lo hago a los que
profesan amar y reconocer a Cristo como su Señor; y cuyas conciencias han sido
establecidas en descanso para siempre; e introducidas por fe en la diáfana
presencia plena de Dios, en Cristo — a los que ven cada interrogante que podría
obstaculizar su paz perfecta, respondido por la sangre expiatoria — pasado,
presente, futuro — todos seguro. ¿Son todas las reivindicaciones de Cristo de
suficiente entidad como para que usted procure conocer Su pensamiento y
voluntad, incluso si ello tuviese que quebrantar las asociaciones más preciadas
de su corazón? Y, conociendo Su pensamiento y voluntad, ¿está usted buscando
gracia para andar en ellos? Yo siento que esta pregunta es profundamente
solemne en el día actual, un día de la profesión más pomposa, sin conciencia ni
vida hacia Dios.
La religión está empleando sus formas más bellas y seductoras;
procurando la ayuda de la ciencia, y la poesía, y el arte, para engalanarse;
sosteniendo en su mano una copa de prostitución, lo cual aturde los sentidos, adormece
la conciencia. E incluso donde ella no se adereza con el adorno exterior, ella
practica toda clase de engaños. Aquellos cuyos sentidos no serían atrapados por
el adorno exterior, son atrapados por los falaces argumentos del oportunismo, y
una ronda de actividad evangélica — obras perfectas pueden ser delante de los
hombres, pero no perfectas delante de Dios (Apocalipsis 3:2). La religión se
adecua cada vez más al hombre natural, no regenerado, y bajo el nombre de
Cristo, ella aleja su ojo de Cristo, y se jacta de que es rica, y de que se ha enriquecido,
y de que de ninguna cosa tiene necesidad (Apocalipsis 3:17). "la forma de
la piedad, mas negando el poder de ella" es ciertamente la condición de
cosas alrededor nuestro (2ª. Timoteo 3:5 – VM). El señorío de Cristo es
ignorado. La presencia del Espíritu Santo es negada en palabras o, lo que es
peor, se profesa que se la reconoce en palabras, y es negada completamente en
la práctica. Esto es verdaderamente solemne. La verdad vital central misma del
Cristianismo, y de la Iglesia de Dios — aquello que delimita, en una línea
clara, esta época de todas las otras dispensaciones que pasaron antes o que
siguen, es negado; y el todo es fusionado en un montón de confusión, de la cual
las almas no pueden hallar indicación alguna; y "siempre están
aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad." (2ª.
Timoteo 3:7).
"El fundamento de Dios está firme", con independencia de cuál
ha sido la infidelidad del hombre. Los principios de Dios no cambian. Y la
responsabilidad de Su pueblo tampoco cambia. Aunque la bendición de ellos es
saber que "Conoce el Señor a los que son suyos", aun así, la
responsabilidad de ellos es,
"Apártese
de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo", iniquidad
relacionada con la casa grande y sus corrupciones. (2ª. Timoteo 2:19, etc.).
El Cristiano debe purificarse de los vasos (personas) para deshonra
(véase 2ª. Timoteo 2:20), para que él pueda ser un "vaso para honra,
santificado, útil al dueño, y preparado para toda obra buena. (2ª. Timoteo 2:21
– VM). Él no debe, como hemos mencionado antes, estar satisfecho con la
corrupción — ni necesita él tratar de reparar el daño que ha sido hecho; eso no
será reparado jamás hasta que la masa de personas profesante se encuentre con su
final en el juicio. La senda del Cristiano es una senda clara. "Apártese
de iniquidad." Purificarse (separarse)
de los vasos (personas) para deshonra. Y viene ahora su andar personal de
santidad. Él ha de huir " de
las pasiones juveniles"; y luego su andar, en la compañía de otros, es seguir
"tras la justicia, la fe, el amor, la paz, con los que invocan al
Señor con corazón puro." (2ª. Timoteo 2:22 – VM). Este es el principio—un
principio claro—separación del mal, y
separarse para Dios, en medio de
dicho mal.
Que Él, Aquel único que puede hacerlo, dé sujeción a Su palabra a
aquellos cuyos ojos se posan sobre estas páginas, y una separación en aumento y
una sujeción que se profundice, mientras continúan su senda, a aquellos que,
por gracia, ¡han aprendido, en su medida, a andar en ella!
"El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me
ama"; y " El que me
ama, mi palabra guardará." (Juan 14).
Esto es característico del Cristianismo. Es la obediencia inteligente
rendida a una Persona, no a una ley.
Hubo un tiempo cuando los fieles e
impolutos en el camino eran bendecidos, los que andaban en la ley de Jehová.
(Salmo 119: 1). En aquel entonces Dios no se había revelado. Él estaba oculto
detrás del velo y las barreras dispensacionales de la era (del siglo). Él
estaba oculto y había enviado Sus demandas a los hombres en la ley; y aunque la
ley había dicho, "Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu
alma, y con todas tus fuerzas" (Deuteronomio 6:5), no obstante, ello no
revelaba a una Persona para atraer el
corazón. Ese tiempo ha pasado. Cristo vino; y "por medio de él" nosotros
somos ahora "creyentes en Dios" (1ª. Pedro 1:21 – VM), y a Él le
debemos el amor de nuestros corazones y la obediencia de nuestras vida — Uno
cuyo amor nos constriñe a vivir de aquí en adelante, no para nosotros mismos,
"sino para aquel que murió y resucitó por" nosotros. (2ª. Corintios
5:15). Por lo tanto, nosotros somos llamados a vivir por una Persona y a amar
a una Persona; Uno que nos ha santificado para
la obediencia tal como aquella que caracterizó la Suya (1ª. Pedro 1:2),
entregándose a Sí mismo, la vida, todo, por los que Le aborrecían. La ley
proponía que un hombre debía amar a su prójimo como a sí mismo. ¡La obediencia
de Cristo fue la entrega total de Sí mismo
por Sus enemigos!
El Señor Jesús llamó en Su día a los Judíos (Lucas 12: 54, 57) a
discernir 'las señales de los tiempos'. Incluso mediante la fuerza de la
conciencia natural, y a juzgar lo que era justo. Su palabra debería encontrar
ahora un eco en muchos corazones cristianos, que han cabeceado hasta dormir
entre los muertos (Efesios 5:14). Todo lo que hay a nuestro alrededor en el día
actual, la religión, el estado de los hombres, las naciones, los poderes, los
reinos, cada uno de ellos están tomando, gradual y perceptiblemente, sus
lugares para las escenas finales de juicio. El Cristiano, instruido de antemano
acerca de estas cosas, puede mirarlas calmada y tranquilamente, esperando la
venida de su Señor. Él sabe que su llamamiento es uno celestial donde los
juicios no pueden alcanzar. La venida del Señor, el Hijo de Dios, por Su
pueblo, es el único límite, o único horizonte, de sus esperanzas. Sus acciones,
y su servicio, y planes, y estadía aquí, están organizados en la perspectiva de
ese acontecimiento; y si él es llamado a servir a su Señor y Amo aquí, él hace
eso consciente de que él sirve en los últimos días. ¡Que un sentido cada vez
más intenso de esto pueda llenar las almas de Su pueblo; y que esta pueda, es
decir, su esperanza apropiada, ser formada en sus corazones antes que el día
amanezca, y sirva para guiar sus caminos y modos de obrar!
Yo creo que ha sido dicho por alguno, que las Escrituras del Antiguo
Testamento finalizan con la esperanza de la venida del Sol de Justicia
(Malaquías 4:2), y que las del Nuevo con la de la 'Estrella de la mañana'
(Apocalipsis 22:16). Esto es dulcemente hermoso. El remanente piadoso de Israel
que temía a Jehová y hablaban cada uno a su compañero, etc. (Malaquías 3),
tenía esa preciosa consolación delante de ellos — con la de la venida del Sol
de Justicia con salvación en sus alas (Malaquías 4). Y nosotros encontramos
este remanente piadoso de Israel en Lucas 2, los Simeones y las Anas, y todos
los que esperaban "la consolación de Israel (Lucas 2: 25-38),
regocijándose en la venida del "Sol de Justicia", "la
consolación de Israel." Pero, lamentablemente, Sus rayos cayeron con
frialdad sobre los corazones de Su nación; ellos no tuvieron corazón alguno
para Él. Los hombres eran moralmente ineptos para tener a Dios entre ellos; y
entonces Él fue obligado a ocultar Sus rayos de bendición en la oscurecida
escena que rodeó la cruz, y a reservar el día de bendición hasta otro tiempo
oportuno. Mientras tanto, nuestro
llamamiento fue revelado, y nuestra
esperanza fue presentada a nosotros; no como el "Sol de Justicia",
sino como "la estrella resplandeciente de la mañana."
Cuanto más nosotros contemplamos la idoneidad de este símbolo de nuestra
esperanza, más aparece su origen divino, es aquel que vela durante la larga
noche el que ve la estrella de la mañana por pocos momentos, mientras la
oscuridad se va esfumando de la faz de la tierra, y antes que los haces
luminosos del sol aviven la tierra con sus rayos. Y es así con la esperanza del
Cristiano; él vela durante la oscuridad moral del mundo, hasta el amanecer; y
justo cuando la oscuridad es la más intensa, y está a punto de esfumarse
delante de los rayos de la venida del "Sol de Justicia", esta
esperanza es recompensada al ver la "Estrella de la mañana" (Apocalipsis
22:16), en Sus primeros resplandores, viniendo a tomar a Su pueblo a Sí mismo,
para que ellos puedan resplandecer como el sol con Él en el reino del Padre de
ellos (Mateo 13:43), cuando Él mismo se revele al mundo milenial como el Sol de
Justicia.
Que Aquel que es el único que puede dar bendición, tenga a bien bendecir
abundantemente la consideración de estas cosas, ¡y de a esa esperanza su propio
poder santificador en nuestras almas!
"Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas
en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella
resplandeciente de la mañana… El que da testimonio de estas cosas dice:
Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús… Amén. (Apocalipsis 22:
16-21).
F. G. Patterson
Traducido del Inglés por B. R. C. O.- Agosto/Octubre 2017.-