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LA DAMA RELIGIOSA (H. H. Snell)

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LA DAMA RELIGIOSA

 

H. H. Snell

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60).-

 

Extractado de "From the Far Country to the Father's House" " — "Grace and Truth" Gospel Series.

 

Editorial: Morrish. CBA8836.

 

 

En una tranquila ciudad rural en una fértil parte del Oeste de Inglaterra residía una señora mayor, una viuda, la cual vivía de manera confortable por sus propios medios, era conocida por toda persona en el vecindario, y respetada en todas partes. Ella estaba acostumbrada a vestirse prolijamente, y podía ser vista generalmente cada mañana paseando en un manto de seda negra, en cuyo interior había un gran bolsillo, hecho expresamente para el propósito para el cual ella lo necesitaba. Ella era amable y generosa hasta cierto punto, de modo que su vida parecía ocupada con reflexivo cuidado para el beneficio de sus semejantes, y en proveer para sus necesidades. Ella conocía a la mayoría de ellos, si no los conocía a todos, a las personas acomodadas de la ciudad, y era su costumbre visitarlos frecuentemente, y aceptar agradecidamente cualquier cosa que ellos tuviesen para contribuir para el beneficio de los pobres que ella conocía. Ella llevaba estas ofrendas en el gran bolsillo en el interior del manto; y era su deleite hacer buena sopa, jalea, u otros artículos de comida, para los pobres y necesitados, como también ayudarlos proveyéndoles ropa.

 

Ella continuó de esta manera por muchos años, y no solamente llegó a ser bien conocida, sino que tuvo la reputación de ser una 'muy buena anciana'. Ella avanzó hasta cumplir 70 años, y sin embargo, aunque su vista se debilitó, ella prosiguió el mismo curso con perseverancia. Tampoco ella era indiferente a los deberes religiosos, como dicen las personas. Lejos de ello. Ella era tan admirada por su diligencia en los ejercicios religiosos, como por sus actividades de beneficencia. La iglesia parroquial rara vez estaba abierta sin que esta anciana fuese una de la congregación. Ella era seria, también, en su actitud, de modo que, de los miles que vivían en la ciudad, quizás nadie era considerado como teniendo una mejor reputación religiosa que la Sra. P. Ella continuó con este curso de vida diligentemente año tras año.

 

Cuando tuvo aproximadamente 73 años de edad, ella se enteró que un médico, que residía cerca de 6,5 kilómetros de la ciudad, iba a llegar para predicar en una cierta tarde en un salón casi exactamente frente a su casa, y ella sintió un gran deseo de oírlo. Una señora amiga también estuvo dispuesta a acompañarla.

 

El tema al cual el predicador llamó a poner atención fue la pregunta del Señor a Pedro en Mateo 16, "¿quién decís que soy yo?" Quizás después que él se refirió al modo penetrante y personal en que el Señor se dirigía a las almas, él se esforzó en mostrar, a partir de la Escritura, el propio testimonio de Dios rendido a la eterna Deidad y perfecta humanidad de Su Hijo amado, y que los que realmente reconocieron que Él es "el Cristo, el Hijo del Dios viviente", son declarados 'bienaventurados', y a los tales, el Padre (no carne y sangre) ha revelado a Su Hijo.

 

No hay duda alguna que el predicador siguió hablando de la obra consumada de Jesús en la cruz, pero el asunto prominente en el discurso fue la persona del Hijo. No pareció haber nada inusual en la reunión, fuera de una gran y atenta audiencia. Pero cuando ellos se estaban separando, la anciana dama se adelantó, y le pidió al predicador que la visitara la próxima vez que él viniese a la ciudad.

 

Cuando él la visitó, esta anciana dama dijo inmediatamente, «Yo veo ahora que he sido siempre una Unitaria {*} hasta la otra tarde en la predicación. YO creía en Dios, pero nunca conocí a Su Hijo hasta la otra tarde, y yo soy ahora una persona muy diferente. Yo entiendo ahora que Él me ha salvado, y estoy muy feliz.»

 

{*} N. del T.: El unitarianismo es la creencia de que Dios existe en una persona, no en tres. Esto, es negar la doctrina de la Trinidad así como también la total divinidad de Jesús; por lo tanto, no es cristiano. Existen muchos grupos que caen bajo esta cobertura: Los testigos de Jehová, el cristadelfianismo, el camino internacional, etc. Otro término para este tipo de creencia es el monarquismo.

 

El visitante respondió, «Usted ha tenido siempre el carácter de una persona muy religiosa, celosa en cuanto a 'ir a la iglesia', en 'hacer el bien', etc.» Ella dijo, «Lo se, pero no había conseguido la salvación. Yo estaba haciendo todas estas cosas para obtener salvación, pero nunca pude tener éxito. Pero ahora se que Dios ha enviado a Su Hijo unigénito, y que Él me ha salvado.»

 

Tal fue la esencia de la narración. Y el predicador recordó bien que ella añadió, «Yo le digo, señor, que he estado pensando que, como yo tengo muchas comodidades, y como parece que usted no tiene amigos en la ciudad, que si usted usa mi salón para usted o para amigos, cuando desee conversar con alguno, o recibirlos para la cena o para tomar el té, yo estaré muy feliz.»

 

Esta última expresión de ella pareció una confirmación tal de la realidad de su fe en el Señor Jesucristo, que el predicador sólo pudo alabar a Dios y armarse de valor. Ello le recordó, de forma contundente, la conversión de Lidia (Hechos 16), cuyo corazón el Señor abrió, y la cual dijo al apóstol, "Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad." Es también notable que así como la conversión de Lidia fue el comienzo de la obra del Señor en Filipos, del mismo modo la conversión de esta anciana fue seguida por la conversión de muchos otros en esa ciudad.

 

Yo apenas necesito decir que el predicador reconoció esta puerta de hospitalidad como habiendo sido abierta por el Señor, y durante años después de esto, la anciana dama se regocijó por tener el privilegio de recibir a muchos de los amados hijos del Señor en su casa, y de usar sus bienes de varias maneras en el servicio del Señor, y mostrar así, por su amor a los hermanos, que ella había pasado de muerte a vida.

 

Hay un rasgo en esta narración al cual el escritor llamaría a prestar especial atención. Es el aire de respetabilidad y de utilidad con que las almas pueden moverse religiosamente en el ancho camino que lleva a la destrucción eterna. Nosotros tememos que tales casos no son, de ninguna manera, poco frecuentes. Las personas de este carácter ciertamente lucen mejor exteriormente que los inmorales y profanos, y sin embargo, están más completamente engañadas por el gran adversarios de las almas. 'Hacer el bien', 'ser útil', 'tratar de mejorar', actuar con sinceridad', practicar formas de benevolencia y compasión', son expresiones con las que se insiste a menudo a los inconversos, con la engañosa esperanza de su salvación. Tales modos de obrar, al igual que los de los Fariseos, son ciertamente beneficiosos en un punto de vista social, y todos nosotros preferimos tener tales vecinos de buen comportamiento; pero poner estas cosas, en cualquier grado, como escalones, o medios de eterna salvación, no solamente es ir en directa oposición a la palabra de Dios, sino que desecha al único Salvador que Dios ha enviado, y que declaró, "nadie viene al Padre, sino por mí." (Juan 14).

 

La Escritura declara que, "por las obras de la ley (o por las mejores obras que el hombre pudiese traer) ningún ser humano será justificado delante de él" (Romanos 3:20); ¿cuán ciegos deben estar, entonces, los que se esfuerzan por hacer lo que Dios dice que no se puede lograr? El sentimiento común de que «Dios demanda al hombre que haga lo mejor que pueda» «que él actúe según su conciencia», y cosas por el estilo, consta solamente de puras invenciones, y muy contrarias a Su voluntad revelada en las Escrituras. Todas esas ideas presuntuosas son arrasadas de inmediato por un versículo de la verdad divina, y "la Escritura no puede ser quebrantada" (Juan 10:35).  Vean por ejemplo, en Juan 3:36, " El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él." Además, en Romanos 4:5 está escrito, "mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia." Cuando el carcelero estuvo en angustia, y clamó, "¿qué debo hacer para ser salvo?", ¿le dijo el apóstol que hiciera esto o aquello? No, él le dijo que la salvación era por creer, y por tanto, no por hacer, y dijo, "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo." (Hechos 16).

 

¿Está usted, querido lector, confiando en sus obras para recomendarse a Dios, o para ayudar, en alguna medida, su salvación? Que Dios se complazca en resplandecer en su corazón, y lo convenza así a usted de su condición absolutamente perdida e impura como para obligarlo a buscar por usted mismo un Salvador, y a descubrir su necesidad de la obra consumada del Hijo de Dios, el cual "vino al mundo (no para ayudar, sino) para salvar a los pecadores." (1ª. Timoteo 1:15). Y cuando otros se están alejando del Salvador, y se le pregunte a usted si acaso no se alejará usted también, su respuesta será entonces, al igual que la de Pedro, "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente." (Juan 6: 66-69).

 

 

H. H. Snell

                        

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Junio/2018

Título original en inglés:
THE RELIGIOUS LADY, by H. H. Snell
Traducido con permiso

Versión Inglesa
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