LA
CASA DE DIOS
descrita a
través de las Escrituras.
E. Dennett.
Reimpreso de la revista "'The Christian Friend
and Instructor", Broom.
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas
dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en
1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles
(""), se indican otras versiones, tales como:
JND = Una traducción literal del Antiguo Testamento
(1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby (1800-82), traducido
del Inglés al Español por: B.R.C.O.
NC = Biblia Nacar-Colunga (1944) Traducido de las lenguas
originales por:Eloíno Nacar y Alberto Colunga. Ediciones B.A.C.
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989
(Publicada por Editorial Mundo Hispano)
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt,
Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
1. El Tabernáculo
en el Desierto
Habiéndosenos sido dirigidas muchas preguntas concernientes a la
formación, los límites, etc. de la casa de Dios, proponemos, si el Señor quiere,
trazar el tema en varios artículos sucesivos, desde la palabra de Dios. No
existe realmente dificultad alguna si nuestras mentes están sometidas solamente
a las Escrituras, y nuestra esperanza es que a lo menos algunos puedan ser
ayudados a tener una comprensión más clara de la cuestión mediante una
presentación imparcial de la enseñanza del Espíritu de Dios.
Es evidente para todo lector de la Biblia que Dios, en ningún sentido,
habitó en la tierra antes que Israel fuera redimido de Egipto. Él visitó a Adán
en el paraíso, y se paseó en el huerto al fresco del día (Génesis 3:8); Él
apareció a Abraham, Isaac, y Jacob, y se comunicó con liberalidad con ellos. De
la misma manera Él se reveló a Moisés en el desierto, en el monte de Dios,
cuando Él lo comisionó para regresar a Egipto como el libertador de Su pueblo;
pero escudriñe usted el registro tan cerca como pueda, y verá que hasta ahora
no se encuentra rastro alguno de que Él tuviera una morada en la tierra. Pero
después de la redención de Egipto Jehová dice a Moisés, "Habla a los hijos
de Israel para que me traigan una ofrenda; de todo hombre cuyo corazón le mueva
a liberalidad, tomaréis mi ofrenda… Y me harán un Santuario, para que yo habite
en medio de ellos." (Éxodo 25: 2, 8 - VM). {*}
Esta es realmente la primera mención de una morada
para Dios en la tierra. Las palabras en Éxodo 15, "Le prepararé una
habitación" que aparecen en la Biblia Inglesa King James Version, son
citadas a menudo, pero la interpretación es muy dudosa. La Septuaginta, la
Vulgata Latina, Lutero, y la versión Francesa, (N. del T.: y las versiones en
Español de la Biblia), todas están de acuerdo en traducirlo — "El es mi
Dios, y yo le alabaré; es el Dios de mi padre, yo le exaltaré." (Éxodo
15:2 – NC).
El pensamiento de morar en medio de Su pueblo vino así primero de Dios
mismo. Y esto está en armonía con Sus propios propósitos de gracia en la
redención. Nosotros leemos que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
"nos ha escogido en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos
santos e irreprensibles delante de él en amor." (Efesios 1: 3, 4 – JND).
En esa eternidad pasada Dios moraba en la perfección de Su propia dicha; pero
en la plenitud de Su gracia y amor Él se propuso rodearse de un pueblo redimido
que fuese para Su propio gozo, y para la gloria de Su Hijo Amado — un pueblo
que encontrase su gozo en la presencia de Aquel que los había redimido, y los
había redimido al costo infinito de la muerte de Su Unigénito Hijo. Este
propósito fue declarado primero, al menos en su germen, en Edén, con ocasión
del fracaso de Adán como el hombre responsable (Génesis 3:15). Resultante de su
pecado y juicio, Dios anunció el Hombre de Sus consejos, Uno en quien y por
quien todos los propósitos de Su corazón habían de cumplirse, en la redención
de aquellos que habían de ser conformados a la imagen de Su Hijo; para que él
fuese el primogénito entre muchos hermanos (Romanos 8: 29, 30 – VM). Sus
propósitos fueron revelados gradualmente en tipos y sombras, en Sus modos de
obrar con Abel, Enoc, Noé, y los patriarcas, y finalmente en la liberación de
los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto, en el terreno de la sangre
asperjada del cordero Pascual, y de las reivindicaciones y del poder de
Satanás, así como de la muerte y el juicio, tal como está presentado en el paso
de ellos por el Mar Rojo. De aquí en adelante ellos fueron un pueblo redimido.
Jehová había llegado a ser la fortaleza y el cántico, y la salvación de ellos. En
Su misericordia Él había conducido al pueblo que Él había redimido; Él los había
guiado con Su poder a Su santa morada. (Véase Éxodo 15).
Habiendo escogido y redimido ahora un pueblo para Sí mismo, Jehová
anuncia, como hemos mostrado, Su deseo de venir y morar entre ellos. Y a su
debido tiempo se verá que Él hecho de que Él asume Su morada en medio de
Israel, si bien indicaba toda la verdad de la redención, era sólo una sombra
del cumplimiento de todos Sus consejos de gracia en la eternidad; en una
palabra: que el campamento en el desierto era sólo una anticipación del tiempo
cuando, después de la aparición del cielo nuevo y la tierra nueva, el
tabernáculo de Dios (la Iglesia, la santa ciudad, la nueva Jerusalén, dispuesta
como una esposa ataviada para su marido — la esposa del Cordero) estará con los
hombres, y Él morará con ellos, como su Dios (Apocalipsis 21). El hecho de que el
tabernáculo fuese erigido en el desierto fue la respuesta al mandato de Jehová
a Moisés. El pueblo ofreció voluntariamente; porque Jehová había estimulado sus
corazones, y el tabernáculo fue hecho en todas las cosas conforme al modelo que
había sido mostrado a Moisés en el monte, tal como Jehová le había mandado.
(Véase Éxodo 40).
Hay dos cosas que han de ser consideradas especialmente. La primera es
el terreno en el cual Dios asumió Su habitación en medio de Su pueblo. Éxodo 29
lo hace muy evidente. Después que las
instrucciones hubieron sido dadas para la construcción de los utensilios y el
mobiliario sagrados que presentan en tipo y figura alguna exhibición o
manifestación de Dios, y después de la consagración de los sacerdotes que iban
a actuar para Dios ministrando a favor del pueblo, y antes que fuesen dadas las
instrucciones para los utensilios de
acercamiento — esos utensilios que eran necesarios para acercarse a Dios — hay
una pausa, un paréntesis. Y este paréntesis está ocupado por instrucciones
concernientes al holocausto continuo. Acto seguido se añade, el tabernáculo "será
santificado por mi gloria. Santificaré el tabernáculo de reunión y el altar.
Asimismo, santificaré a Aarón y a sus hijos para que me sirvan como sacerdotes.
Yo habitaré en medio de los hijos de
Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehovah su Dios, que los
saqué de la tierra de Egipto para habitar en medio de ellos. Yo, Jehovah, su
Dios." (Éxodo 29: 38-46 – RVA).
Este relato muestra tres cosas muy claramente. En primer lugar, que el
terreno en que Jehová podía morar con Su pueblo era la ascensión perpetua de la
fragancia de Cristo como holocausto. De manera típica, los hijos de Israel
habían sido redimidos, y ahora, en virtud del holocausto continuo, ellos
estaban delante de Dios en toda la aceptación de Cristo. Por eso Jehová podía
morar en medio de ellos. En segundo lugar, como una consecuencia adicional, el
tabernáculo fue santificado por Su gloria — el tabernáculo, el altar, y los
sacerdotes fueron reclamados por igual en virtud del mismo sacrificio, y
puestos apartes para Dios conforme a todo lo que Él era como había sido
revelado — habiendo sido cumplidas las demandas de Su gloria, esa gloria también
llegó a ser desde aquel momento, el estándar para todo lo consagrado a Su
servicio. En tercer lugar, el pueblo debe conocer a Aquel que mora en medio de
ellos como Aquel que los había sacado de Egipto, como, de hecho, el Dios de la
redención. Si estos tres puntos son entendidos, toda la verdad de la habitación
de Dios en la tierra, en cualquier época o dispensación, será entendida. Se
verá que, si bien se trata de una consecuencia de la redención, ello depende de
lo que Cristo es en la eficacia de Su muerte, y de lo que Dios es, tal como ha
sido revelado.
La segunda cosa a mencionar es la toma real de posesión del tabernáculo
cuando estuvo terminado. "Acabó Moisés la obra" (Éxodo 40:33), y ocho
veces en este capítulo se registra que todo fue hecho como Jehová le había
mandado. La aprobación de Jehová fue expresada ahora de otra forma; porque,
junto con la afirmación de que Moisés acabó la obra, se añade, "Entonces
una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el
tabernáculo. Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la
nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba." (Éxodo 40: 34,
35). Dios tomó así posesión de la casa que había sido construida según Su
palabra, y en lo sucesivo Él habita en medio de Su pueblo, y era conocido como
morando entre los querubines (1º. Samuel 4:4; Salmo 80:1, etc.; es decir, entre
los querubines que cubren el propiciatorio. El propiciatorio era Su trono, el
trono sobre el cual Él se sentaba, desde donde gobernaba a Su pueblo, y desde
donde Él dispensaba misericordia conforme a la eficacia del incienso y la sangre
de los sacrificios que eran presentados delante de Él en el gran día de la
expiación. (Véase Levítico 16).
Debe observarse muy claramente que el tabernáculo, y no la congregación
de Israel, formaba la casa de Dios en el desierto. Perder esta distinción sería
confundir la enseñanza típica de todo el campamento de Israel, tal como ya ha
sido señalado en relación con Apocalipsis 21. Al pueblo, como tal, no se le
permitía entrar en el tabernáculo; Dios se encontraba con ellos en su entrada.
"Este será el holocausto perpetuo durante vuestras generaciones, el cual
será ofrecido a la entrada del Tabernáculo de Reunión, en presencia de Jehová;
donde a tiempos señalados tendré entrevistas con vosotros, para hablar contigo
allí. Porque allí me reuniré yo por cita con los hijos de Israel: y ese lugar
será santificado con mi gloria. Por lo cual santificaré el Tabernáculo de
Reunión y el altar; también a Aarón y a sus hijos los santificaré para que sean
mis sacerdotes." (Éxodo 29: 42-44 –
VM).). Sólo Moisés tenía acceso todo el tiempo (el sumo sacerdote sólo una vez
al año) al propiciatorio (Éxodo 25:22), y esto en su rol como mediador, y como
tal, un tipo de Cristo. Es muy importante tener en cuenta estas distinciones.
Al mismo tiempo, es igualmente de importancia recalcar que todo el pueblo —
todo el pueblo con sus familias; en una palabra, todos los que estaban en el
terreno de la redención (de manera típica) — estaban agrupados alrededor del
tabernáculo. Dios estaba en medio de ellos, y todo el pueblo había sido llevado
a una relación conocida con Él como su Redentor, todos por igual podían
disfrutar los privilegios del sacerdocio que había sido instituido a favor de
ellos, y todos podían acercarse al altar de bronce de la manera designada, y
con los sacrificios señalados. Era el único sitio en la tierra donde Jehová
tenía Su santuario; y cuando recordamos todo lo que esto implicaba, nosotros
podemos comprender un poco acerca de este lugar de bendición al cual los hijos
de Israel habían sido llevados. La cuestión no es si ellos lo entendieron o lo
disfrutaron. Hubo, tal como sabemos, almas obstinadas e impías entre ellos; aun
así, el carácter del lugar permaneció inalterado. Dios estaba en medio de
ellos, y por este motivo, a causa de lo que Él era en Sí mismo, y porque Él
había abierto un camino a Su propia presencia, el campamento de Israel fue un
lugar de bendición como no se encontró en ningún otro lugar en la faz de la
tierra. Por lo tanto, no fue ningún privilegio de poca importancia el hecho de
ser hallado contado con aquellos que rodeaban el tabernáculo.
Pero si por una parte se trató de un lugar de bendición, por la otra, fue
muy ciertamente un lugar de responsabilidad. "Y JEHOVÁ habló a Moisés,
diciendo: Manda a los hijos de Israel que echen fuera del campamento a todo
leproso, y a todo aquel que padece flujo, así como a todo contaminado por causa
de muerto; echadlos, tanto a hombres como a mujeres; a las afueras del
campamento los echaréis; para que no contaminen los campamentos de aquellos en medio
de quienes yo habito." (Números
5: 1-3 – VM). Por otra parte, "Yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por
tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo." (Levítico
11:44). En una palabra, tal como estas Escrituras muestran, la santidad, y la
santidad según la naturaleza de Aquel que moraba entre ellos, era responsabilidad
de todo Israelita que rodeaba el tabernáculo. Jehová, como revelado, era el
estándar para todo el campamento (compárese con 1ª. Juan 2:6), para todo
individuo, cualquiera que fuese su estado, que formaba parte de él. Por lo
tanto, ser contado con el pueblo de Dios era ser llevado a un lugar tanto de
bendición como de responsabilidad.
No es nuestro propósito abordar la significancia típica del santuario en
medio de Israel {*}. Bastará con señalar aquí que como su idea primaria era la
habitación de Dios, así que cada parte de él, junto con todos sus utensilios y
mobiliario sagrados, estaba llena con alguna manifestación de Dios y de Sus
glorias, mostradas más adelante en Cristo. Esto fue así, de hecho, en dos
terrenos: primero, porque fue un modelo de las cosas mostradas a Moisés en el
monte, y por tanto, una revelación de escenas celestiales; y porque también
hablaba en cada parte — tablas, cortinas, decorados, y utensilios — de las
glorias, en vista de que Él mismo tomó, en un día postrero, el lugar del Templo
de Dios (Véase Juan 2: 19-21). Pero se puede añadir que mientras más sean
entendidos los pensamientos de Dios concernientes a Su habitación en medio de
Israel, más plenamente será entendido el carácter de la Iglesia como la casa de
Dios.
{*} Nota del autor: Aquellos que deseen hacerlo, pueden consultar LAS ENSEÑANZAS
TÍPICAS DEL LIBRO DEL ÉXODO.
Véase: http://www.graciayverdad.net/dennetexodo/
E. Dennett
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Noviembre/2018
Título original en inglés: THE HOUSE OF GOD, by Edward Dennett
Versión Inglesa |

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