Sermones Acerca de la Iglesia de Dios
F. G. Patterson
Contenido:
Sermón 1: Cristo, Cabeza Sobre Toda la Asamblea, La cual
es Su Cuerpo
1.1
Cristo, Cabeza Sobre Toda la Asamblea, La cual es Su Cuerpo
1.2
Cristo, Cabeza Sobre Todas las cosas
1.3
Cristo, dado por Cabeza. . . a la Asamblea
1.4
La cual es Su cuerpo
Sermón 2: La Casa de Dios, que es la Asamblea del Dios
vivo
Sermón 3: Cristo En Medio de los Candeleros
Sermón 4: "Al Que Venciere"
Sermón 5: Nuestra Condición Actual y Nuestra Esperanza
Sermón 6: La Iglesia en la Gloria, y La Casa del Padre
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Sermón 1
F. G. Patterson
Todas las citas bíblicas se encierran
entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de
las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante
abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Cristo, Cabeza Sobre Toda la Asamblea,
La cual es
Su Cuerpo
Esta tarde, en la misericordia del Señor, deseo traer ante ustedes,
amigos amados, el gran tema de la iglesia de Dios, la cual, junto con Cristo
mismo, es el centro de todos los consejos de Dios para Su gloria. Es muy dulce,
cuando somos conscientes de nuestra relación como hijos — hijos de Dios nuestro
Padre — ser confirmados y enseñados en nuestra relación con Cristo como
"miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos" (Efesios 5: 30).
De Él nunca se dice que es 'hueso de nuestros huesos'; pero de nosotros se dice
que somos "de su carne y de sus huesos", cuando Él subió a lo alto,
después de Su obra en la cruz por la cual somos salvos.
La iglesia es esa estructura maravillosa en la que Dios exhibirá en
todos los siglos, y por toda la eternidad, las "abundantes riquezas de su
gracia". Cuán rico es Él y cuán lejos pudo ir Su gracia se verá en
"su bondad para con nosotros en Cristo Jesús". (Efesios 2: 7).
La Biblia es la historia de dos hombres — "el primer hombre
Adán", el hombre responsable, u hombre creado; y "el postrer
Adán", el hombre del propósito y del consejo de Dios. La historia del
hombre responsable finalizó en la cruz. El "segundo hombre" —
"el postrer Adán" — entró, y en bienaventurado y santo amor tomó
voluntariamente la copa de la ira y murió, para que Dios fuese libre, en
justicia, para soltar las compuertas de Su amor. El torrente se elevó en Su
corazón, pero necesitaba un canal justo en el cual fluir. Dicho torrente estaba
contenido en el corazón de Cristo, por poco que lo podríamos haber concebido,
cuando Él dijo, "¡cómo me angustio hasta que se cumpla!" Lucas 12:
50). ¡Él derramó Su alma hasta la muerte y la corriente fluyó! El corazón fue
así libre para fluir a los pecadores — al más vil — al más abyecto; llevándolos
mediante la redención sobre su corriente poderosa, para colocarlos en lo alto —
sentados "en los lugares celestiales en Cristo Jesús". (Efesios 2: 6
– LBLA).
Ustedes no encuentran los propósitos
y consejos de Dios revelados en la
Escritura hasta que la cruz ha pasado. Ella está moralmente al final de la
historia del mundo. El los tratos de Dios anteriores a la cruz, ustedes tienen
al hombre responsable probado y expuesto. El Señor Jesús descendió y sacó a
relucir el hecho de que el hombre estaba irremediablemente perdido. Si el mundo
Le hubiera recibido ello habría demostrado que había algo bueno latente en el
corazón del hombre que necesitaba solamente este nuevo cultivo para desplegarse.
¡Pero no! El hombre no tenía corazón para Jesús en aquel entonces, tal como
sabemos. Sabemos esto cuando pensamos de qué manera deseamos, de manera
natural, vivir sin Jesús. Los hombres hablarán de cualquier cosa menos de Él.
En la religión él puede vestirse, y enorgullecerse, porque ella le da alguna
importancia a sus propios ojos; pero la presentación del Señor Jesús prueba el
corazón que así puede engañarse a sí mismo, cuando Él no tiene allí lugar
alguno.
En este lado de la cruz en el cual estamos ahora, después de la obra
llevada a cabo en ella, ustedes tienen históricamente el Hombre del propósito de
Dios en la gloria — el velo rasgado, y la gracia de Dios predicada "a
todos", y no más tratos de Dios hasta que Su paciencia se agote, cuando el
juicio de los vivos finaliza la escena, e introduce la era milenial. Nosotros
tenemos que ver con Él ya sea en gracia o en juicio. Para conocerle a Él en
gracia nosotros hemos pasado de muerte a vida; conocerle en juicio ¡es un eterno
ay!
Cuando la cruz hubo pasado, todos los consejos de Dios que existían
antes de la fundación del mundo se revelan a nosotros en la Palabra, y eso por
vez primera. Es sumamente interesante seguir el rastro de lo que entonces sale
a la luz – cuando el Señor Jesús, el segundo Hombre, está en la gloria de Dios.
En breve yo llamaré a que presten atención a alguna de esas cosas. En
Hebreos 9: 26 ustedes leen, "ahora,
una sola vez en la consumación de los siglos, él ha sido manifestado para
efectuar la destrucción del pecado, por medio del sacrificio de sí mismo"
(Hebreos 9: 26 – VM). Esto fue llevado a cabo mediante el padecimiento y la
muerte en la cruz. Yo voy a señalar todos los "ahora" de la Escritura en cuanto
a estas cosas.
1. En Romanos 3: 21 a 26. "Pero ahora, aparte de la ley, la justicia
de Dios ha sido manifestada,";
por otra parte, "para demostrar en este tiempo [ahora] su justicia", etc. (Romanos
3: 21 a 26 – LBLA). El
juicio que se necesitaba para establecer la justicia de Dios contra el pecado
fue derramado sobre la cabeza de Jesús; y Dios Lo llevó a lo alto como Hombre, hombre
que Le había glorificado soportando todo para Su gloria, y Lo puso sobre Su propio
trono — mostrando así Su justicia, Su consistencia consigo mismo al hacerlo.
Por tanto, el evangelio es la revelación de la justicia de Dios, porque es Su propia
consistencia consigo mismo al ministrar Su gracia en el terreno del sacrificio
de Cristo. Nosotros somos "justificados gratuitamente por su gracia por
medio de la redención que es en Cristo Jesús", y Dios es justo y el
justificador de aquel que cree en Jesús. En vez de exigir justicia al hombre,
está la administración de ella a él, y la de la justicia de Dios en lugar de la
del hombre, desde la gloria donde Cristo está.
Los santos del Antiguo Testamento estaban en el terreno de la "paciencia, o
tolerancia" de Dios.
Nosotros, como Cristianos, estamos en Su justicia
(compárese Romanos 3: 25 con el versículo 26). Existió 'el pasar por alto' [no
"remisión"] de los pecados
pasados, es decir, de épocas pasadas. El perdón fue prometido (Jeremías 32), pero
no predicado o anunciado (Hechos 13: 38). Supongan el caso de un
hombre que tenía una deuda y cuyo acreedor se abstuvo de cobrar debido a que un
hombre rico se había convertido en garante de su obligación. La deuda estaba
allí, pero el acreedor se abstuvo de insistir en su reclamación. Pero si este
hombre rico llegó más tarde y devolvió todo el importe, ¡el deudor quedó libre!
Así es con nosotros, en contraste con los santos de antaño con quienes Dios
tuvo paciencia — la cruz demuestra ahora Su justicia al hacerlo — nosotros
estamos en el terreno de la justicia de Dios que es manifestada ahora
gloriosamente ¡porque Cristo está en el cielo! (Juan 13: 31, 32; Juan 16: 10;
Juan 17; 4, 5). Nosotros que creemos poseemos una conciencia limpia que ningún
santo de los tiempos del Antiguo Testamento pudo jamás tener, aunque él
conociera a Dios en bienaventurada confianza, y encontrara que Él es un Dios de
gracia. La cruz es ahora la demostración de cuán justa fue esta paciencia de Dios
para con ellos.
2. En 2ª. Timoteo 1: 9, 10. "Quien nos salvó y llamó con llamamiento
santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia
que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora
ha sido manifestada por la
aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz
la vida y la inmortalidad (ἀφθαρσία, afdsarsía) por el evangelio", etc. (véase también Tito 1: 1 a 3).
3. Luego en Efesios 3: 10, "Para que la multiforme sabiduría de
Dios sea ahora dada a conocer por
medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares
celestiales". (Véase también Romanos 16: 25, 26, etc.).
Por tanto, encontramos el cese de la historia del primer hombre en
responsabilidad en la cruz, la cual se situó moralmente en "la consumación
de los siglos" (Hebreos 9: 26). En la cruz el hombre consumó su culpa, y
allí el bendito Hijo de Dios bebió voluntariamente la copa de la ira, y no sólo
quitó nuestros pecados, sino al hombre que pecó al soportar el juicio de Dios
que le fue impuesto. Entonces Dios tomó al hombre que tanto Le glorificó, y Lo
puso en la gloria en la exhibición de la justicia. La promesa de la vida eterna
hecha "antes de los tiempos de los siglos", fue revelada, al final de
la historia del hombre en la muerte de Cristo, aquel que tenía el poder dela
muerte fue también anulado; y el propósito eterno de Dios en la iglesia es dado
a conocer.
Ustedes tienen así todos estos "ahora" de la Escritura cuando la cruz
ha pasado y Cristo está
en la gloria de Dios, habiendo consumado la redención. El pecado es quitado
para el creyente; la justicia es manifestada; la vida eterna es concedida.
Había una cosa más para que la multiforme sabiduría de Dios pudiera ser
conocida: a saber, la iglesia de Dios.
Permítanme comentar en cuanto a la palabra "iglesia". Dicha
palabra ha hecho más daño, y ha creado más malentendidos en cuanto a los
propósitos divinos que casi cualquier otra expresión. Seamos claros de
inmediato en cuanto a esto, a saber, que la palabra ¡no está en la Escritura!
Sin duda ustedes la tienen en su excelente
(en su mayor parte) Versión Autorizada en Inglés, y en la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 en Castellano. Pero no es una representación verdadera de la
palabra Griega original. En todos los casos ella debería ser traducida
"asamblea". Si tuviéramos que hablar de la asamblea de Inglaterra, de
Escocia, de Irlanda, nosotros no entenderíamos lo que ello significa. Cuando
nosotros usamos la palabra iglesia, se trata de una palabra convencional,
habitual, la cual trasmite un pensamiento humano acerca de una institución
humana.
Por ejemplo: tomen ustedes el bien conocido pasaje en Mateo 18: 17,
"Dilo a la iglesia"; léanlo como "dilo a la asamblea", y el
pensamiento de muchos de que ello se refiere al cuerpo enseñante o al cuerpo
sacerdotal, u a otra organización, desaparece.
Ahora bien, la Escritura no proporciona la duración del intervalo
durante el cual Cristo está oculto en los cielos, y el Espíritu Santo está morando
en la tierra, en contraposición con
Su obrar en otras épocas. 'Tiempos y
sazones' pertenecen a los Judíos y a la tierra. El actual intervalo no es, en
absoluto, un "tiempo", propiamente dicho. El tiempo es contado cuando
Dios tiene que ver con la tierra y con cosas terrenales.
¿Qué es, entonces, la "asamblea de Dios", contemplada en la
verdad de la expresión? Es el cuerpo de una Cabeza que se ha ido a lo alto;
formada por el Espíritu Santo enviado desde el cielo, para ser el vaso para la
expresión de Cristo mientras Él está oculto del mundo, y antes que Él sea
manifestado en gloria. Tal como tenemos en Efesios 1: 22, 23: "y lo dio
por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la
plenitud de Aquel que todo lo llena en todo."
Para facilitar
el
despliegue de mi tema, yo lo he dividido en tres títulos:
Cristo, "Cabeza
sobre todas las cosas";
Cristo,
"Cabeza… a la asamblea";
"La cual es
su cuerpo".
Cristo, Cabeza Sobre Todas las Cosas
El dominio universal sobre todas
las obras de Dios es concedido al hombre del consejo de Dios, tal como lo
encontramos en el Salmo 8. De modo que al primer hombre Adán, el hombre creado,
le fue dado un señorío universal sobre esta escena, ya que ella provenía de las
manos del Creador. Él perdió esto cuando cayó por el pecado. Nosotros leemos,
"tengan ellos dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo,
y sobre las bestias, y sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se
arrastra sobre la tierra" (Génesis 1: 26 – VM). Luego, en el Salmo 8, esto
es concedido al "Hijo del Hombre", el hombre del consejo de Dios:
"Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de
honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo
de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, Las
aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del
mar" (Salmo 8: 5 a 8).
Indagaré ahora de qué manera Él
toma posesión de todas las cosas. Él lo hace bajo cuatro títulos, a saber, como
Dios, Creador de ellas; como Hijo, y heredero constituido de ellas; como Hijo
del Hombre, según el Salmo 8, el Hombre del consejo de Dios; y como redentor de
Su herencia, la cual había caído bajo el poder de Satanás a través de los
deseos del hombre cuando cayó.
En Colosenses 1: 15, 16 leemos,
"El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las
que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean
principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él".
Esto se refiere a todas las obras de Sus manos, porque en la Escritura la
creación de todas las cosas es siempre atribuida al Hijo de Dios (ver nota 1).
Cuando las Personas de la Deidad son distinguidas en cuanto a la creación, Él
es siempre el actor. Si consideramos Juan 1: 3, encontramos la expresión más
válida de esto. Nada de lo que existe llegó a existir excepto por medio de Él.
"Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido
hecho, fue hecho". Todas las cosas fueron hechas por Él y para Él, tal
como vemos en Colosenses 1.
(Nota
1: No hay duda de que escrito está, "En el principio creó Dios", etc., pero allí
la expresión
es general; ella no presenta los detalles en cuanto a la actividad de las
Personas de la Deidad. El Nuevo Testamento saca a relucir claramente la unidad
de la Deidad en la Trinidad de las Personas; y allí obtenemos detalles.
Es
extraño que en el credo, llamado el credo de los "Apóstoles", la
creación sea atribuida al Padre. La Escritura la atribuye de manera uniforme al
Hijo, cuando ella distingue las Personas en la Deidad. (Dicho credo reza, Creo
en Dios Padre todopoderoso, creador del
cielo y de la tierra. Y en Jesucristo Su único Hijo, etc.).
Luego Él es llamado el
Primogénito o el Principio de todas las cosas, no en cuanto al momento en el
tiempo cuando Él toma Su lugar en la creación, sino debido a la dignidad de Su
persona. Si el Creador se digna tomar un lugar en aquello que exhibe la obra de
Sus manos, Él debe necesariamente existir primero y ser el principio en ella,
aunque Él aparezca el último de todo en la escena.
Ahora bien, si ustedes acuden al
primer capítulo de la epístola a los Hebreos y al versículo segundo,
encontrarán la misma verdad, con otra verdad añadida, a saber: Dios, "en
estos postreros días, nos ha hablado a nosotros por su Hijo; a quien ha
constituido heredero de todas las cosas, por
medio de quien también hizo el universo" (Hebreos 1: 2 – VM). Aquí,
nuevamente, la creación es atribuida a Aquel que ha sido constituido Heredero
de todas las cosas.
Pero hay un tercer punto que
ustedes encontrarán en el Salmo 8: "¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán
glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos;…
¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para
que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de
gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
Todo lo pusiste debajo de sus
pies", etc.
Pues bien, con respecto a la
pregunta que ustedes encuentran en el versículo 4 de este Salmo, ¿Qué es el
hombre?", encontrarán que esta pregunta es hecha tres veces en el Antiguo
Testamento. En Job 7: 17 y 18 leemos, "¿Qué es el hombre, para que lo
engrandezcas,… Y lo visites todas las mañanas, Y todos los momentos lo pruebes?
"La pregunta en este capítulo surge de esta forma. Job, al igual que
muchos, está luchando bajo la disciplina de la mano de Dios. ¡Dios está
manteniendo a Job bajo Su mano por ello! Y Job está acongojado bajo Sus tratos,
implorando a Dios que lo deje en paz ¡hasta que trague su saliva! (Job 7: 19).
Él habla en la angustia de su espíritu y pregunta, en la amargura de su alma,
"¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, Y para que pongas sobre él
tu corazón, Y lo visites todas las mañanas, Y todos los momentos lo
pruebes?" Él derrama su queja a Dios, deseando conocer cómo era que el
Dios poderoso ponía Su corazón sobre tan pobre gusano como era el hombre,
"cuyos cimientos están en el polvo, que son aplastados como la
polilla". (Job 4: 19).
En el Salmo 144 tenemos la misma
pregunta, "¿Qué es el hombre?" Aquí es el remanente piadoso de Israel
que clama a Jehová en los postreros días, alegando la insignificancia del hombre
— de sus enemigos — como un terreno para los rápidos juicios de Su mano y para
la liberación de ellos de sus opresores, los cuales están prosperando
alrededor. Ellos claman a Él, "¿Qué es el hombre?" ¿Por qué
perdonarlos; por qué no ejecutar el juicio, y librar así al pueblo de Tu mano?
Pero cuando vamos al Salmo 8
ustedes encuentran que es el Espíritu de Cristo en el Salmista el que hace la
pregunta, ""¿Qué es el hombre?", etc. Afrentado y rechazado por
los hombres — y por Israel — Su queja sube a Jehová, y Él pregunta desde Su
humilde lugar de rechazo, "¿Qué es el hombre?" Y nosotros obtenemos
la respuesta de la gracia a todo ello, en el hombre en Cristo, conforme a los
consejos de Dios; y por tanto, tenemos también lo que Dios es, porque tenemos a
Dios revelado en gracia en Él — descendiendo a la muerte, por la gracia de Dios
para conectar la criatura con su Creador.
Cristo era este Hijo del Hombre
—
puesto sobre todas las obras de la mano de Dios — como Adán, el hombre creado,
había estado al principio en el dominio de la escena que él perdió, cuando fue
desviado por Satanás, y cayó. Así lo encontramos en esta pregunta formulada
tres veces, aunque en
una relación muy diferente, en el Antiguo Testamento; y la respuesta a la
pregunta en el Salmo 8 es sacada a relucir en maravilloso desarrollo,
desplazando al primer hombre por el segundo, al primer Adán por el postrero,
tres veces en el Nuevo Testamento. (Véase Hebreos 2; Efesios 1; 1ª. Corintios
15).
En Hebreos 2: 6 ustedes
encuentran citadas las palabras del Salmista, en la medida en que se cumplen —
el final del Salmo está realmente por venir. Es también conmovedora la manera
en que el escritor de Hebreos no dirá, David
"testificó en cierto lugar, diciendo", etc. ¡Cuán bien él supo que
uno mayor que David estaba allí! Él escribe, "Uno en cierto lugar
testificó, diciendo: ¿Qué es el mísero hombre, para que tengas memoria de él, y
el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco inferior a los
ángeles; le coronaste de gloria y honra, y le pusiste sobre las obras de tus
manos; todas las cosas has sujetado debajo de sus pies" (Hebreos 2: 6 a 8
– VM). Luego él explica, "Porque en sujetar a él todas las cosas, nada
dejó que no esté sujeto a él. Pero ahora no vemos todavía todas las cosas
sujetas a él, pero vemos a Jesús [este "Hijo del Hombre"], el cual
fue hecho un poco inferior a los ángeles a causa del padecimiento de la
muerte, coronado con gloria y honra;
para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todo". "Todo": esta es la
palabra, no meramente
"todos [es decir, todo hombre]" (Hebreos 2: 8, 9 - JND).
Él gustó [o, experimentó] la
muerte en toda su amargura, no solamente para la gloria de Dios, la cual la
demandaba; y para destruir el poder de Satanás, el cual había conseguido el
poder de la muerte sobre el hombre; y por los pecados de Su pueblo, si Él iba a
llevar a muchas almas a la gloria, — sino también por toda la herencia como Su
título para bendecirla. Cada brizna de hierba, cada hoja de los árboles, ¡Él ha
muerto por ellas! Él toma Su herencia, con toda su carga de culpa, y muere para
redimirla toda — gustando [o, experimentando] la muerte por ella, "por la
gracia de Dios". Este es un pensamiento mucho más amplio que abarca mucho
más que a los santos, aunque ellos están incluidos en ello.
El hermoso mundo, hermoso donde
la mano del hombre no lo ha estropeado, o su pie no lo ha hollado; aquello que
salió de la mano de su Creador en toda su variedad de belleza viviente,
mostrando la obra de Sus manos en todas sus luces y sombras — ha sido comprado
por la sangre de Cristo. Redimido ya por
sangre de manos del enemigo, todavía tiene que ser redimido por poder. El
ojo de la fe se vuelve a lo
alto y Le ve a Él en el trono de Dios, con el título a todas las cosas en Su
mano, como Dios Creador de ellas, como Hijo y Heredero de ellas, y ¡como
Hombre! Más aún, como ¡Aquel que gustó la muerte para ello! Él tomó la
maldición que estaba sobre la escena; y viene el día cuando no quedará ningún
vestigio de la maldición. Los espinos y cardos de Adán (Génesis 3: 18), y la
falta de fertilidad en el caso de Caín (Génesis 4: 12), darán lugar a la tierra
dando fruto (Salmo 67: 6), y el espino y el abrojo dando lugar al arrayán y al
ciprés (Isaías 55: 13). Él lo heredará como Su Heredero Redentor. Él gusta la
muerte y después va a lo alto, donde Dios Le ha "coronado con gloria y
honra".
Por tanto, Él es allí
"Cabeza sobre todas las cosas" en un título cuádruple: Creador, Hijo
y Heredero, Hijo del Hombre, y Redentor. Él espera allí a los coherederos (Su
esposa para aquel día de gloria) y cuando todos estén reunidos, Él pondrá de
manifiesto Su gran poder, y atando a Satanás, lo poseerá todo, y nosotros
seremos coherederos de ello con Él. Ese intervalo se caracteriza por la
presencia del Espíritu Santo morando aquí abajo.
Cristo, dado por Cabeza. . . a la
Asamblea
El segundo punto que deseo traer
ante ustedes es que Cristo, como hombre en la gloria, es así "cabeza sobre
todas las cosas"; Él no es Cabeza sobre
la asamblea, sino que ha sido dado por Cabeza "a la asamblea". (Efesios 1: 22).
Ustedes prestarán atención
encarecidamente al hecho de que de Él nunca se dice que es Cabeza sobre la
iglesia, sino que Él es dado por Cabeza a ella. Nosotros lo consideraremos en
su otro aspecto cuando hablaremos de "Su cuerpo".
Ahora bien, yo puedo sorprender
a
muchos (a los que han captado la verdad de que la iglesia es el cuerpo de
Cristo, formado por el Espíritu Santo enviado desde el cielo en Pentecostés),
diciendo que el pensamiento acerca de la "asamblea" fue bien conocido
en las Escrituras del Antiguo Testamento, y familiar para el orden de cosas en
Israel. Por tanto, nosotros encontramos la palabra "asamblea" en un lugar de la
Escritura que ha dejado perplejos
a algunos, al aprender que la iglesia, tal como lo sabemos ahora de la lectura
de la Escritura, comenzó su existencia después de la ascensión de Cristo y del
descenso del Espíritu Santo. El lugar al que me refiero es el pasaje en Hechos
7 que dice, "la iglesia [asamblea] en el desierto", refiriéndose a
Israel en su viaje desde Egipto a Canaán. "Éste es el que estuvo en la
asamblea en el desierto, con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con
nuestros padres: el cual recibió los oráculos vivos para dárnoslos."
(Hechos 7: 38 – JND). Toda la congregación de Israel cuando salieron de Egipto
en su unidad colectiva, así como su agrupación, es tratada como la asamblea. En
Éxodo 12 leemos, "toda la asamblea de la congregación". "Y lo
guardaréis hasta el día catorce del mismo mes; entonces toda la asamblea de la congregación
de Israel lo matará al
anochecer". (Éxodo 12: 6 – LBLA). En la expresión en la Biblia Inglesa
"el tabernáculo de la congregación",
la palabra en el original es otra y debe ser traducida como "tabernáculo
[o "tienda"] de reunión",
y señala el lugar donde ellos se encontraban con Jehová. No hace falta que yo
diga que, comparativamente, había muy pocos verdaderos santos de Dios entre esa
gran congregación.
Pero en su unidad colectiva como
una nación salida de Egipto y el conjunto del pueblo, fueron denominados y
tratados como la "asamblea" de Jehová. Ustedes conocen de qué manera
ellos profanaron Su morada; porque Él los había sacado de Egipto "para
habitar en medio de ellos" (Éxodo 29: 45, 46), de modo que finalmente Él
quitó Su gloria o presencia de en medio de ellos (Ezequiel, capítulos 8 al 11).
Alberguemos en nosotros la idea
de que Israel, como una nación, era la "asamblea" de Jehová. Ellos se
corrompieron completamente en esta posición, y Dios tiene dos grandes
controversias con ellos en Sus tratos con el paso del tiempo, cuando Él vuelve
a tratar con ellos.
Isaías capítulos 40 al 48
presenta Su primera gran controversia con ellos (especialmente Israel) por la
idolatría, finalizando con estas palabras, "¡Mas no hay paz, dice Jehová,
para los inicuos!" (Isaías 48: 22 – VM). La segunda es más específicamente
con los Judíos que con Israel como nación. Está en Isaías capítulos 49 al 57, y
finaliza con las palabras algo similares, "¡No hay paz, dice mi Dios, para
los inicuos!" (Isaías 57: 21 – VM). Esto es por la culpa aún más grave del
rechazo de Jehová-Mesías que vino a estar en medio de ellos en gracia. El
testimonio general de Isaías, con respecto a los otros profetas, es que
solamente un remanente sería perdonado y salvado cuando Dios comience a tratar
con ellos una vez más.
Yo puedo mencionar aquí lo que ha
sido ya mencionado, a saber, que el libro de Isaías, excluyendo el intervalo
histórico en los capítulos 35 al 38, está dividido en dos grandes porciones, y
ellas son: los capítulos 1 al 34 que presentan
la historia externa de ellos
en medio de las naciones con las que ellos tienen que ver, y en relación con
dichas naciones (fuera de las que están incluidas en los imperios Gentiles, a
las cuales el trono del mundo fue dado cuando Dios quitó la gloria de la tierra
de Israel, naciones que encontramos en el libro de Daniel). A continuación,
después de la historia externa (Isaías capítulos 1 al 34), y del intervalo
histórico de importancia parabólica, es decir, que tiene forma de parábola (Isaías
capítulos 35 al 39), tenemos la historia interna
o moral de ellos analizada. (Isaías
capítulos 40 al 56).
Si nosotros examinamos Isaías 8:
12 al 18, encontramos solamente un remanente unido a Cristo, el cual llega a
ser "piedra de tropiezo y roca de escándalo para ambas casas de
Israel". (Isaías 8: 14 – LBLA). En Isaías 5 Jehová mira hacia atrás a la
nación con respecto a cómo respondieron ellos
al cultivo que Él les concedió: ellos dieron "uvas silvestres". En
Isaías 6 Él mira hacia adelante, y se
demuestra que ellos no son aptos para la gloria de Jehová de los ejércitos:
ellos están perdidos, "¡Ay de mí, pues soy perdido! porque soy hombre de
labios inmundos, y en medio de un pueblo de labios inmundos habito; por cuanto
mis ojos han visto al Rey, a Jehová de los Ejércitos. (Isaías 6: 5 – VM);
Isaías representando aquí al pueblo delante de Jehová.
¿Cuál iba a ser ahora el remedio?
¡Jehová de los ejércitos se hará hombre! Este era ahora el recurso. La virgen
daría a luz un Hijo y Jehová de Sabaot (o, de los ejércitos) llega a ser
Emanuel — ¡Dios con nosotros! (Isaías 7: 14). En Isaías 8: 12 al 18, Él llega a
ser "piedra de tropiezo y… roca de caída a las dos casas de Israel"
(Isaías 8: 14 – VM), e históricamente Él estaba en los Evangelios, (comparen
con Mateo 21: 42 al 44, etc.), pero como un refugio para el remanente cuyos
componentes se unían a Él. "Y él será para santuario; y asimismo para
piedra de tropiezo y para roca de caída a las dos casas de Israel; para red
también y para lazo a los habitantes de Jerusalén. Y muchos tropezarán entre
ellos, y caerán, y serán quebrantados; asimismo serán enredados en el lazo y
serán cogidos. Ata el rollo del testimonio, y sella la ley entre mis
discípulos. Y yo aguardaré a Jehová, que ha escondido su rostro de la casa de
Jacob; sí, le esperaré a él" (Isaías 8: 14 al 17 – VM).
Por tanto, encontramos que Cristo
llegó a ser una piedra de tropiezo para Israel, pero un remanente pequeño del
pueblo se unió a Él — los cuales eran "para señales y para tipos en
Israel" (comparen con Hebreos 2: 13).
Trazaré ahora brevemente la
historia de este remanente mientras Jehová esconde Su rostro de Israel. Ustedes
la encuentran claramente en el evangelio de Mateo. En Mateo 14 Él sale en
Galilea, y llama a estar alrededor de Él a Pedro y a Andrés su hermano; luego a
Jacobo y Juan, y así a la compañía de Sus discípulos. Presten atención a lo que
dice Isaías 8: 16, "Ata el rollo del testimonio, y sella la ley entre mis
discípulos". (VM). Él comenzó a hacer eso en el Sermón del Monte; pero
cuando avanzamos a Mateo 16 Pedro confiesa que Él es "el Hijo del Dios
viviente, y Jesús dice, "sobre esta roca edificaré mi asamblea". (Mateo 16: 18
– JND). Habiendo fracasado Israel
nacionalmente como la asamblea de Jehová, Él revela ahora que la sustituiría
por una asamblea que Él estaba a punto de edificar, la cual era todavía una
cosa futura.
Vamos ahora al Salmo 22 y
encontrarán claramente la posición en que este remanente es situado por medio
de la redención. Ustedes tienen allí el gran asunto del bien y el mal resuelto
por Cristo en la cruz. Todo el mal que está en el corazón del hombre es sacado
a relucir; toda la copa de la ira divina y justa contra el pecado fue derramada
¡sobre la cabeza consagrada de Jesús! ¡La cruz de Cristo sobrepasa en gloria
moral todo lo que este universo alguna vez contemplará! Ella es una necesidad
debido a un Dios santo y justo, para que el pecado deba ser juzgado. Pero, ¿qué
necesidad había para que el inmaculado Hijo de Dios fuera tratado como pecado,
y dejado para soportar el juicio de Dios debido a ello? Ninguna, excepto la de
Su propia gracia soberana. "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado" (2ª. Corintios 5: 21). La cruz revela esto. Dios, cuya naturaleza
no puede permitir que el pecado permanezca sin juzgar, para perdonar al pecador
y dar expresión a todo lo que Él era en Su corazón, no perdonó a Su Hijo. Él
fue dejado para ser abandonado por Dios, tal como aprendemos de ese solemne
clamor que brota de Su corazón en aquella incomparable "hora",
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" El gran asunto del
bien y el mal encontró allí su solución eterna. Donde el hombre estaba, en el
mal en su punto culminante, y donde el pecado recibe su justo juicio, todo lo
que Dios era en benignidad encontró allí su infinita revelación en Aquel que se
consagró para esto para Su gloria, a toda costa para Él mismo. El punto de
inflexión es alcanzado en el Salmo 22: 21, "Y ya me has oído, clamando
desde los cuernos de los uros (búfalos)". (Salmo 22: 21 – VM). Luego, el
primer pensamiento es, "Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la
asamblea te alabaré" (Salmo 22: 22 – VM).
Israel, tal como vimos, fue
originalmente la asamblea de Jehová. Por una parte, todo esto fracasa
hundiéndose de nuevo en la idolatría; por la otra, rechazando a Jehová-Mesías
que vino en humilde gracia. El remanente que iba a formar el núcleo de la nueva
asamblea es libertado y unido a Cristo, y es enseñado por Él. Este remanente no
recibió el nombre "asamblea" hasta Su resurrección, excepto en el
anuncio de Su propósito todavía futuro a Pedro; pero cuando el Señor hubo
pasado a través del juicio en la cruz, como está descrito en el Salmo 22, y Él
es oído clamando desde los cuernos de los uros (búfalos) — que es una figura
del lacerante juicio de Dios — Su primer pensamiento es anunciar el nombre de
Su libertador — es decir, anunciar el nombre de Dios a Sus hermanos, reconocidos
ahora de este modo por primera vez; porque el
amor divino era libre ahora, por así decirlo, para actuar según sus propios
dictados.
Esto tuvo su cumplimiento
históricamente en Juan 20. El juicio de la cruz había pasado en Juan 19, y en
el capítulo 20 Él se presenta en resurrección: toda la cuestión del pecado ha
sido abordada y resuelta — ni una sombra de él ha quedado en nuestras almas, en
las almas de quienes creemos. La historia del primer hombre finaliza bajo el
juicio de Dios ejecutado plenamente. Yo agradezco a Dios, y todo Cristiano que
está aquí presente puede decir, y debería poder decirlo sin dudar, que no
existe el peso de la más pequeña nube en mi alma que Cristo no haya quitado. El
segundo Hombre puede asociarnos con Él mismo en todo el lugar en que Él entra
como resucitado de los muertos.
El se vuelve a María (Juan 20:
17) diciendo, "No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a
mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro
Dios". Es decir, el Hijo de Dios sitúa a los discípulos sobre el mismo
estrado que Él mismo por medio de la redención: Él "no se avergüenza de llamarlos
hermanos". (Hebreos 2: 11). El mensaje más excelente que jamás ha pasado a
través de labios mortales es enviado a ellos por medio de una mujer que,
ignorante, si me lo permiten, ¡pudo dar a conocer su corazón para Cristo! El
Hijo de Dios no se avergüenza de llamarlos "hermanos" — llamados así
ahora por primera vez — ¡porque ellos están en toda Su propia aceptación
delante del Padre! ¡Su Padre es Padre de ellos; Su Dios es Dios de ellos! Él
anuncia así Su nombre y pronuncia "paz" dos veces; y sopla sobre
ellos "vida… en abundancia" (Juan 10: 10), como el postrer Adán — un
"espíritu vivificante". (1ª. Corintios 15: 45). "Se alegraron
los discípulos, viendo al Señor." (Juan 20: 20 – VM). En vida Él les había
anunciado a Su Padre:
en resurrección Él los presenta a Su
Padre ¡como hijos!
Por tanto, ustedes tienen
claramente ahora a la "asamblea" en su lugar por primera vez —
compuesta del mismo remanente de Israel — y a Cristo en medio de ellos
proclamando la paz y anunciando el nombre de Su Padre. (Salmo 22: 22; Hebreos
2: 12).
Ahora bien, tomen ustedes nota:
todo esto es en la tierra, y Cristo está aún
allí. El Salmo 22 no va más allá de la resurrección. De modo que no tenemos
hasta ahora ningún Espíritu Santo descendido del cielo y, por consiguiente, el
"cuerpo de Cristo" aún no ha sido formado.
Pues bien, si vamos a Hechos 1,
otra verdad sale a la luz. Ellos debían permanecer en Jerusalén hasta que
fueran bautizados con el Espíritu Santo, "dentro de no muchos días."
Su obra terrenal de la cruz había terminado; todos sus frutos se lograrán a su
debido tiempo. Su obra celestial de bautizar con el Espíritu Santo — de la cual
se habla tan frecuentemente en los Evangelios — estaba aún por suceder. Él
dice, "Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados
con el Espíritu Santo dentro de no muchos días". El bautismo en
"fuego" (Mateo 3: 11) es omitido, porque es venidero. El fuego del
juicio limpiará además Su reino de todo tropiezo y de los que hacen maldad. El
bautismo en fuego no tiene nada que ver con la aparición del Espíritu Santo en
lenguas de fuego en el día de Pentecostés.
Este bautismo en Pentecostés fue
para transformar la relación de esta "asamblea" en una relación que
no había sido aún revelada o cumplida. Ellos son la "asamblea" pero
aún no son "Su cuerpo". Deseo mantener estos dos pensamientos claros
en vuestra mente antes de que se conviertan en intercambiables por el posterior
descenso del Espíritu Santo, como leemos en Efesios 1: 22, 23, "y ha
puesto todas las cosas bajo sus pies, y le dio ser cabeza sobre todas las cosas
a la asamblea, la cual es su cuerpo,
la plenitud de aquel que lo
llena todo en todo". (Efesios 1: 21, 22 – JND).
En Hechos 1: 9 el Señor asciende
al cielo y Lo recibe una nube ocultándolo de la vista de ellos. En Hechos 2 el
Espíritu Santo desciende personalmente (ver nota 2) del cielo, y todos ellos
fueron bautizados por Él.
(Nota
2: El lector hará bien en consultar Juan capítulos 14 al 16 en cuanto a la presencia
personal del Espíritu Santo en
la tierra, como consecuencia de la obra y partida de Cristo. "Aún no había
venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado".
(Juan 7: 39). En Juan 14: 16 leemos, "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro
Consolador, para que esté con vosotros para
siempre"; no por unos pocos años, como Aquel que en aquel entonces
estaba a punto de dejarlos. El mundo no lo recibiría a Él (al Espíritu Santo),
pero Él no solamente estaría con
ellos como Jesús, sino en ellos. Lean
así la última cláusula de Juan 14: 17: "Porque Él morará con vosotros, y
estará en vosotros". Esta traducción no sólo es correcta, sino que el
contexto demuestra que ese es el pensamiento. Por otra parte, en Juan 14: 26,
el Padre Lo enviaría en el nombre del Hijo; y en Juan 15: 26, el Señor (ido a
lo alto) Lo enviaría del (o, desde el) Padre.
Juan
16 muestra la presencia del Consolador en la tierra, y lo que Él sería cuando
Cristo no estuviera. Era conveniente que Él se fuera (Juan 16: 7); el Espíritu
Santo no vendría hasta entonces; "si me voy, yo os le enviaré". (Juan
16: 7 – VM). Juan 16: 8 al 15 muestran lo que el Espíritu Santo sería, y de qué
manera Él actuaría cuando viniera, con respecto al mundo y a los discípulos. Él
glorificaría a Jesús en la tierra (Juan 16: 14), así como Jesús había glorificado
al Padre en la tierra. (Juan 17: 4).
Se
trata de la revelación de las acciones de una Persona divina en la tierra en
compañía de los discípulos.
En
1ª. Pedro 1: 11 al 13 encontramos tres pasos de mucha importancia, señalando la
presencia del Espíritu Santo enviado desde el cielo, como siendo la verdad
especial del Cristianismo. El Espíritu de Cristo en los profetas profetizó acerca
de cosas que aún no
habían sucedido, pero que iban a ser ministradas a nosotros (versículo 11). Las
buenas nuevas del cumplimiento de estas cosas — habiendo Cristo padecido y
subido a lo alto — nos fueron predicadas
por el Espíritu Santo enviado desde
el cielo, una cosa intermedia entre los padecimientos y las glorias venideras
(versículo 12); y después estas cosas iban a ser traídas en la revelación de Jesucristo,
escondido ahora en los
cielos (versículo 13)).
Prosigamos ahora. El Espíritu
Santo se posó sobre cada uno de ellos, y llenó toda la casa — morando así
personalmente en ellos, y con ellos
colectivamente. Esta asamblea
es ahora la morada de Dios en el Espíritu (Efesios 2: 22). Los ciento veinte
discípulos — bautizados así — son llamados,
en sentido estricto, la "asamblea"
desde ese momento. "Alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo;
y el Señor añadía a la asamblea diariamente los que habían de ser salvos".
(Hechos 2: 47 – JND). (Ver nota 3). El Espíritu Santo mora ahora en la tierra
por primera vez, y como consecuencia de la
redención. Él había obrado antes de
venir a morar, como en los días del
Antiguo Testamento.
(Nota
3: si la palabra "asamblea" en Hechos 2: 47 es cuestionada, nosotros
encontramos que una compañía separada y distintiva fue formada y reconocida
(vean Hechos 4: 20); y ellos son llamados la "asamblea" en Hechos 5:
11, antes del quebrantamiento de toda la cosa externamente en Hechos 8. "Y
vino gran temor sobre toda la asamblea, y sobre todos los que oyeron estas
cosas." (Hechos 5: 11 – JND).
El "templo" en
Jerusalén era una casa vacía e Israel era una "perversa generación".
La "asamblea" era ahora la "ciudad de refugio" para el
"homicida", donde aquellos que asienten la culpa por la sangre del
Mesías podían huir (ver nota 4).
(Nota
4: La "asamblea de Dios" es desde entonces la "ciudad de
refugio" para el pobre Judío culpable de la sangre de su Mesías; y,
huyendo a ella, él está a salvo del "vengador" de la sangre. Cuando
tiene lugar la muerte del sumo sacerdote, ungido con la santa unción, es decir,
en el antitipo — cuando el Señor Jesús finalice Su actual Sacerdocio intercesor
en lo alto, el pobre Judío puede entonces, y sólo entonces, regresar a la
tierra de su herencia (ver Números 35)).
Fue un estado de cosas análogo al
de 2º. Samuel capítulos 5 y 6, cuando el arca estuvo en gracia libertadora en
el monte Sion con David, y el tabernáculo en Gabaón, sin arca ni presencia de
Jehová. Análogo, también, a cuando el tabernáculo fue levantado fuera del
campamento, (Éxodo 33), y todo aquel que buscaba a Jehová acudía allí.
Ahora bien, a esta
"asamblea" el Señor añadía a los que habían de ser salvos de la
destrucción que estaba a punto de caer sobre la nación de Israel. Esta es la
fuerza de Hechos 2: 47), "y el Señor añadía a la asamblea diariamente los
que habían de ser salvos". (Hechos 2: 47 – JND). Esta Escritura no plantea
la cuestión de la salvación definitiva de ellos; tampoco es ella una
descripción del estado de ellos como "salvos", sino que es más bien
la característica o el nombre específico para una clase de personas (por
ejemplo, los tres mil en aquel día) que iban siendo salvados del juicio que
estaba a punto de caer sobre la nación. Todos ellos eran Judíos. Ver también
Lucas 13: 22 y 23.
En Hechos 3 (ver nota 5) Pedro
manifiesta con razones que Cristo regresaría e introduciría todas las
bendiciones del reino, de las cuales hablaron los profetas, y así, todas las
familias de la tierra — los Gentiles — serían bendecidas.
(Nota
5: este es un punto interesante. En Hechos 3 ustedes no tienen absolutamente
nada acerca de la "asamblea". Pedro regresa a los padres de Israel, y
propone — por medio del Espíritu Santo que ha descendido, y en respuesta a la
intercesión de Jesús en la cruz, "Padre, perdónalos, porque no saben lo
que hacen" — que si ellos se sometían y arrepentían Él regresaría,
sucederían los tiempos de la restauración, y todo lo que los profetas habían
dicho. Dios estaba introduciendo así la responsabilidad
de Israel; mientras que Su propósito
estaba obrando bajo todo para la "asamblea". Los dos principios, de
responsabilidad y propósito, están ideados en la sabiduría de Dios, como desde
el principio.)
En Hechos 4 ustedes obtienen la
respuesta de Israel a la propuesta. ¡Ella fue totalmente rechazada! Ellos ponen
a los dos apóstoles, Pedro y Juan, en prisión; y en Hechos 5 a todos los doce.
Luego Esteban (Hechos capítulos 6 y 7) resume toda la historia de ellos en
responsabilidad, desde el llamamiento de Abraham hasta aquel momento. Las
promesas despreciadas; una ley quebrantada; profetas muertos; un Cristo
asesinado; y un Espíritu resistido, ¡es la terrible historia! (Hechos 7: 51 al
53). Esteban sella su testimonio con su sangre, y encomienda su espíritu al
Señor, y todo termina.
La "asamblea" es
esparcida a los cuatro vientos; y Saulo de Tarso, el más determinado de los
oponentes, "asolaba a la asamblea, entrando de casa en casa, y sacando a
rastras tanto a hombres como a mujeres los entregaba en la cárcel".
(Hechos 8: 3 – JND). Toda la cosa externa es dispersada, y Saulo encabeza la
persecución que lo provoca.
La bendición desciende de
Jerusalén a Samaria en Hechos 8. Pero en Hechos 9 el hombre que era el oponente
más terrible, y líder en asolar la asamblea, se convierte. Llamado por el gran
poder de Dios — aparte de toda intervención terrenal, aparte de los doce
apóstoles — una luz celestial le apareció, "que sobrepasaba el resplandor
del sol"; y la primera frase que le habló el Señor de gloria transmite la
verdad de la unión de estos santos dispersos con Él en la gloria, no meramente
ahora como Sus "hermanos"
sino como siendo perseguido ¡Él mismo! "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
(Hechos 9: 4). Ellos están unidos por un mismo Espíritu a Cristo en la gloria,
¡y Él lo reconoce!
Este acérrimo enemigo es recogido
por Dios y es constituido ministro del evangelio
a "toda criatura debajo del cielo" (Colosenses 1: 23 – VM); y ministro
de la "asamblea" que él
había asolado — ¡para cumplir la palabra de Dios!
(Para el carácter doble del
ministerio de Pablo vean Efesios 3; 8, 9; y Colosenses 1: 23 a 26).
Esto nos lleva ahora al tercer
punto que deseo traer ante ustedes, es decir, El cuerpo de Cristo.
La cual es Su cuerpo
Nosotros hemos visto que la
"asamblea", en su manifestación externa en Jerusalén, fue esparcida
tras la muerte de Esteban. Entonces la bendición descendió a Samaria, y Saulo
de Tarso, en medio de su terrible carrera de pecado y rebelión contra un Cristo
glorificado, es llamado a ser ministro de esa gracia que lo llamó, y de la
asamblea que él había perseguido, ¡y de la fe que antaño él había destruido! Él
se convierte reconociendo la unión de esos santos dispersos con un Cristo
ascendido. "Yo soy Jesús, a quien tú persigues". (Hechos 9). Él
suministra esta maravillosa verdad en Efesios capítulo 1, y capítulo 2: 1 al
10, tal como dicha verdad era, tanto en los consejos de Dios, como en la acción
para cumplirla. Todo en esta Escritura es considerado como desde el punto de
vista de Dios, — incluso la fe (Efesios 2: 8) es el don de Dios. Él muestra
primero la elección de las personas antes de la fundación del mundo, y como
predestinadas a ciertos privilegios. La relación individual como hombres en
Cristo con Dios, e hijos delante del Padre, es, en primer lugar, completamente
establecida. Dicha relación es la más excelsa de nuestras relaciones; incluso
más excelsa que el hecho de ser nosotros miembros del cuerpo de Cristo. Para
alabanza de la gloria de Su gracia ellos son aceptos en el Amado. Por tanto,
ellos han sido llevados por medio de la redención, como hemos visto, al mismo
lugar con Cristo como hombre (Efesios 1: 3 al 7). Después, cada uno de nosotros
ha sido sellado con el Espíritu Santo de la promesa, habiendo creído el
Evangelio de su salvación. El sello de Dios nos marca como Suyos, mirando atrás
a la perfección de la redención que ya está en el pasado; mirando hacia
adelante, una garantía (las arras) de la herencia que está delante de nosotros
como coherederos con Cristo en Su primacía sobre todas las cosas, la cual es
venidera. (Efesios 1: 13, 14). De la herencia que en realidad no hemos aún
recibido, ni podemos recibirla hasta que Él la reciba, nosotros tenemos la
garantía de ella (las arras) en la morada del Espíritu Santo.
La salvación, las buenas nuevas
que hemos oído, es la liberación o transferencia de la persona del viejo estado
y viejo lugar en que estábamos en Adán, a un lugar y a una relación enteramente
nuevos con Dios en Cristo.
Después Cristo es visto
resucitado como Hombre y como subido a lo alto, establecido a la diestra de
Dios, Cabeza sobre todas las cosas y dado a la iglesia, la cual es Su cuerpo,
el cual está formado por Judíos y Gentiles, muertos en pecados, hijos de ira, a
los que se les da vida juntamente con Él, resucitados juntamente, y se los
sienta, [no aún con Él sino] "en"
Él. "Y con El nos
resucitó, y con El nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús". (Efesios
2: 6 – VM). Ese es el lugar
revelado de la asamblea, "su cuerpo", según los consejos de Dios, y
conforme a la obra de Cristo mediante la cual Él los lleva a efecto durante el
intervalo mientras Cristo está oculto en los cielos, y es rechazado por el
mundo; y antes de que Él sea de facto,
"cabeza sobre todas las cosas". Cuando todas las cosas sean sometidas
bajo Sus pies en el siglo venidero, la "asamblea" es, en propósito y
resultado, "su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en
todo".
Por lo tanto, nosotros hemos
visto a Cristo — "Cabeza sobre todas las cosas", en tres caracteres:
Dios, Creador de ellas; Hijo, y Heredero constituido de ellas; y como Hombre,
según el Salmo 8, el Hombre del consejo y el propósito de Dios. Él lo toma todo
por medio de la redención, como por derecho personal. Pero sobreviene un
intervalo, mientras Él está oculto en los cielos y el Espíritu Santo mora en la
tierra, durante el cual Él está sentado en el trono de Su Padre (Apocalipsis 2:
21), antes de que Él se siente en Su propio trono — como Hijo del Hombre.
"Pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas". (Hebreos
2: 9). Mientras tanto, la "asamblea" — "su cuerpo" — es
formada; a sus miembros se les da vida con Él, resucitados juntamente, uno con
el otro, y sentados juntamente en los lugares celestiales en Cristo. "Empero Dios,
siendo rico en misericordia, a causa
de su grande amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestras
transgresiones, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y
nos levantó juntamente con él, y nos hizo sentar con él en las regiones
celestiales en Cristo Jesús". (Efesios 2: 4 a 6 - VM).
Ahora bien, si nosotros no
tuviéramos nada más que esto acerca del cuerpo de Cristo, deberíamos aceptar lo
que muchos ¡lamentablemente! han sostenido desde muy temprano en la historia de
la iglesia, a saber, que este cuerpo es invisible, y es solamente una cosa del
consejo y del propósito del pensamiento de Dios. Este pensamiento provino del
hecho de confundir el cuerpo visible, externo, o la casa, con el verdadero
cuerpo de Cristo. El hecho de no entender lo que el cuerpo de Cristo era, y la
diferencia entre él y la asamblea visible que estaba alrededor, obligó a los
que no podían aceptar la corrupta cosa visible como Su cuerpo, a inventar los
términos 'iglesia visible' e 'invisible'.
Pero cuando consideramos la
primera epístola a los Corintios encontramos, en 1ª. Corintios 12: 12 al 16,
otro pensamiento del que está en Efesios 1. Tenemos allí en Efesios 1, el
cuerpo de Cristo visto en el propósito y en el consejo de Dios, tal como será
manifestado finalmente en gloria, y a los que lo componen, — sentados en lugares
celestiales en Cristo;
aquello que, cuando Él esté en posesión de toda Su gloria, como Hijo del
Hombre, en el siglo venidero, es "su cuerpo". En 1ª. Corintios 12
vemos el cuerpo de Cristo como existe realmente en la tierra, mantenido en unidad
mediante el poder del Espíritu
Santo. De tal manera está la verdad de que este cuerpo está aquí en la tierra
delante de la mente del apóstol, que él dice, en el versículo 26, "De
manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un
miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan". Todos sus miembros
son vistos aquí en la
tierra; esto es evidente, porque los santos que han dormido, no 'padecen'. Son
los que están en la tierra en cualquier
momento dado, durante la estadía de la iglesia en la tierra, los que entran
en el pensamiento de esta Escritura; ellos son mantenidos en unidad mediante la
presencia y el poder del Espíritu Santo, el cual los bautizó en "un solo
cuerpo". "Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un
solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a
beber del mismo Espíritu." (1ª. Corintios 12: 13 – LBLA).
Permítanme decir aquí que en la
Escritura no se dice acerca de un individuo
que él es bautizado con el Espíritu
Santo. Ni siquiera acerca de nuestro Señor mismo. Del descenso del Espíritu
Santo sobre Él, como Hombre, en forma corporal como paloma, cuando Él estaba a
punto de entrar en Su ministerio público, Él mismo dice, "a éste le selló el Padre,
Dios". (Juan 6: 27
– VM).
El bautismo del Espíritu Santo es
una cosa colectiva que forma la relación de un cuerpo de personas, como el de
la asamblea en el día de Pentecostés. Los ciento veinte fueron bautizados
colectivamente por el Espíritu Santo, y constituyeron así "un solo
cuerpo", no en ese momento, obviamente, porque la verdad del cuerpo no
había sido revelada, para la fe de sus miembros, sino que lo fue verdaderamente
delante de Dios. Después, Gentiles fueron incorporados en este cuerpo, como en
Hechos 10: 11 (vean especialmente Hechos 11: 15 al 17). Ahora bien, este
bautismo del Espíritu Santo, habiendo constituido a todos aquellos en quienes
Él moraba en un solo cuerpo en Pentecostés, no hubo necesidad de repetirlo desde
ese momento. Santos
individuales, miembros del cuerpo de Cristo, han muerto, y sus espíritus están
con el Señor; sus cuerpos — los templos del Espíritu Santo (1ª. Corintios 6:
19) disueltos en polvo, y quizás esparcidos a los cuatro vientos. Ellos son de
ese cuerpo, y serán hallados en unidad en la eternidad, pero han dejado de ser
contados como de él aquí, como es visto actualmente en la tierra donde es
mantenido en unidad por el Espíritu de Dios. Los que desde entonces han creído
las buenas nuevas de su salvación han entrado en este cuerpo mediante el sellado
individual del Espíritu de Dios;
y por tanto, es verdad acerca de los creyentes que están ahora en la tierra
que, "por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo
cuerpo", porque, mediante el sellado del Espíritu de Dios, nosotros hemos
entrado en aquello que fue formado en aquel entonces mediante el bautismo del
Espíritu Santo.
Cuán importante es, queridos
amigos, comprender que este cuerpo de Cristo está aquí en la tierra ahora tan
verdaderamente como en el día de Pentecostés. ¿Por qué? Porque el Espíritu
Santo está aquí en la tierra, donde, en cuanto a lugar personal, Él mantiene el
cuerpo de Cristo. Todos aquellos que han muerto son del cuerpo de Cristo, como
se ve en Efesios 1; pero son solamente
los vivos, en este momento o en cualquier momento dado, quienes son vistos y
tratados como el cuerpo de Cristo, según este capítulo que está ante nosotros.
(1ª. Corintios 12). De modo que aquí, al final de diez y nueve siglos, el
cuerpo es mantenido en su unidad, tan cierta y perfectamente como cuando fue
constituido por primera vez en el día de Pentecostés. La manifestación externa
¡lamentablemente! desapareció; pero el Espíritu Santo, el cual descendió y lo
constituyó primero, aún está aquí; y el cuerpo de Cristo es mantenido, como
entonces, mediante Su presencia y Su poder.
Pues bien, cuando nosotros
llegamos a 1ª. Corintios 12: 27, encontramos que Pablo aplica esta verdad a la
asamblea en Corinto: "Vosotros pues sois el cuerpo de Cristo, e
individualmente sois miembros de él". (1ª. Corintios 12: 27 – VM). Es
decir, en principio, como estando reunidos en Corinto, ellos eran el cuerpo de
Cristo en Corinto; no, obviamente, separándolos del cuerpo completo aquí abajo,
sino como parte de él, y según el principio de su constitución; y tan verdadero
acerca de todo el conjunto de los santos en cualquier otro lugar dado.
Cuando leemos los versículos
finales (1ª. Corintios 12: 28 al 31), aparece otro importante pensamiento. Él
cambia ahora el lenguaje de "cuerpo"
a "asamblea". "Y a
unos puso Dios en la asamblea: primeramente apóstoles, luego profetas, etc.
(1ª. Corintios 12: 28 – JND). En Efesios 1 nosotros recordamos que
"asamblea" y "cuerpo" son usados como términos intercambiables, porque la cosa
es vista
allí en su resultado, y conforme al propósito de Dios. En 1ª. Corintios el
apóstol habla de la "asamblea", y habla del "cuerpo",
tratando a una de manera práctica y
en principio como al otro, porque la
verdad del "cuerpo" debía ser realizada y expresada en la
"asamblea", pero él no usa las palabras de manera intercambiable.
Esto es muy sorprendente, y muestra la sabiduría del Espíritu de Dios en la
elección de Sus palabras. "Vosotros pues sois el cuerpo de Cristo, e
individualmente sois miembros de él." (1ª. Corintios 12: 27 – VM). "Y
a unos puso Dios en la asamblea: primeramente apóstoles, luego profetas, etc.
(1ª. Corintios 12: 28 – JND).
Esos maravillosos toques de
sabiduría en la Palabra de Dios provocan la adoración del corazón del hombre
renovado. En lo que a veces es solamente un tropezadero para la incredulidad,
la fe encuentra una mina de sabiduría y hermosuras divinas. ¡Alabado sea el
Señor por el ojo abierto para contemplar y sacar provecho de Sus palabras!
Es en esta epístola donde
encontramos que entra la responsabilidad del hombre, y donde hallamos
advertencias a los que tienen el nombre de Cristo sobre ellos, así como a
aquellos que eran edificadores después de los apóstoles (vean 1ª. Corintios 3).
De esto hablaremos en su totalidad en otra ocasión, según el Señor lo indique.
Entonces, en estos versículos finales de 1ª. Corintios 12 nosotros encontramos,
después que él ha explicado el cuerpo, y ha hablado de la asamblea en Corinto
como siendo, en principio, el cuerpo, él muestra después a varios miembros del
cuerpo de Cristo, dones, y demás, puestos
en la asamblea: miembros del cuerpo, puestos en la asamblea — considerando,
obviamente, a esta última como la profesión colectiva completa del Cristianismo
en la tierra. Pero si bien se habla del "cuerpo", y de la
"asamblea", no se dice que lo uno sea lo otro (Efesios 1: 22, 23),
aunque son tratados como identificados de manera
práctica aquí abajo. Cuando esto dejó de ser así, ello fue la ruina de la
asamblea. "Y ha puesto todas las cosas bajos sus pies, y lo dio por cabeza
sobre todas las cosas a la asamblea, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel
que lo llena todo en todo". (Efesios 1: 22, 23 – JND).
Esto da lugar a la realización
con pleno resultado de la gracia y la obra de Dios, en la verdad y en el hecho
de la iglesia como es edificada por Él; dando lugar para que entre la
responsabilidad del hombre, y a que sean dadas advertencias como necesitadas
aquí abajo, en cuanto a la iglesia responsable edificada por el hombre.
En 1ª. Corintios 10; 16, 17,
tenemos la mesa del Señor que nos ha sido dada para que sea el símbolo de la
unidad de este cuerpo de Cristo en la tierra, al participar del 'un solo pan'.
"Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues
todos participamos de aquel mismo pan". (1ª. Corintios 10: 17 – VM).
Entonces, queridos amigos,
nosotros hemos visto, y es lo que yo confío, el cuerpo de Cristo en su doble presentación,
es decir, en primer
lugar, como formado por santos sentados en los lugares celestiales en Cristo,
según el propósito de Dios en la eternidad y Su obra en el tiempo, lo cual le
da un carácter completamente celestial. En segundo lugar, lo hemos visto en la
tierra mantenido en unidad mediante el poder del Espíritu Santo, en el
intervalo actual, cuya fe es expresada en el participar del 'un solo pan' en la
cena del Señor. Menciono ahora otro aspecto de la iglesia, como la 'Casa o
Habitación de Dios' aquí abajo. Esto saldrá a relucir como un tema separado.
Mientras tanto, que el Señor
bendiga a Su pueblo plenamente. Que el ojo de cada uno sea sencillo, para que
todo el cuerpo esté lleno de luz, y para que las verdades que hemos procurado
presentarles en alguna pequeña medida, puedan, con todo el poder santificador
de ellas, formar nuestras almas para que Él pueda ser glorificado, y para que
podamos crecer en todo en Él, por amor de Su nombre. Amén.
Nota. Es de la más profunda importancia comprender que el cuerpo de
Cristo, como visto en la tierra durante el intervalo en que Cristo está oculto
en los cielos, está compuesto solamente por esos santos que en este momento
están vivos en la tierra. Hay una Escritura (Efesios 1: 22) que lo considera,
en propósito y resultado, como toda la reunión de los santos desde Pentecostés
hasta la venida del Señor por Sus santos. "Y ha puesto todas las cosas
bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la asamblea".
(Efesios 1: 22 – JND). Las demás Escrituras lo tratan como el complemento de
los santos aquí, donde, en cuanto a lugar personal, está el espíritu Santo, el
cual constituye, por Su presencia en los miembros, "un solo cuerpo".
En Romanos 12 "el cuerpo de
Cristo" es visto en las actividades de sus miembros en la tierra.
En 1ª. Corintios 12 este es visto
tan plenamente en la tierra que, "si un miembro padece, todos los miembros
se duelen con él". Son solamente aquellos que están aquí los que están en
el lugar de padecimiento; y los dones no están en el cielo.
En Efesios 4 el Cristo ascendido
ha dado dones a Su cuerpo, para el perfeccionamiento de los santos, y la
reunión y edificación del cuerpo como
visto también en la tierra: porque ese ministerio y esa edificación no es en el
cielo sino aquí, donde de él se dice,
"de quien todo el cuerpo
(estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas
proveen)", etc. (Efesios 4: 16 – LBLA).
Los apóstoles vieron eso ante sus
ojos en la tierra que era el cuerpo. Ellos nunca contemplaron a la iglesia
permaneciendo aquí por mucho tiempo, sino que esperaban la venida del Señor. Él
tardó, en paciente amor. Aun así, lo que está ante nuestros ojos es el cuerpo,
como anteriormente estuvo ante los de ellos. Tal como el ejército Británico es
el ejército Británico ahora, es decir, los que están en condiciones de
combatir; y fue también el ejército Británico en la batalla de Waterloo; y
probablemente no queda en este ejército actual ningún soldado de los que
estuvieron en él en aquel entonces. Ellos, al igual que los santos que han
muerto, han 'pasado a la reserva', o ya 'se acogieron a retiro', como Pablo y
los santos desde entonces; y si bien el todo de él no entra en el recuento del
cuerpo como visto por Dios en la
tierra hoy en día, ellos serán, eventualmente y según Efesios 1, el cuerpo
cuando Cristo sea de facto Cabeza
sobre todas las cosas, y mientras tanto, yo estoy seguro, no sufrirán la
pérdida de absolutamente ninguno de los privilegios de los que ellos
disfrutaron cuando estuvieron aquí.
La Casa de Dios, que es la Asamblea del
Dios vivo
Sermones Acerca de la Iglesia
Sermón 2
"La casa de Dios, que es la
asamblea del Dios vivo". (1ª. Timoteo 3: 15 – JND).
Yo llego ahora, queridos amigos,
a completamente otro aspecto del tema — el de la "casa de Dios".
Después de pasar Efesios 1, nosotros dejamos esa porción de la Epístola que se
ocupa estrictamente de los propósitos y consejos de Dios — "conforme al
propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad".
Esta frase caracteriza a Efesios 1. Efesios 2 nos presenta, de manera general,
Su obra en el tiempo para cumplirlos; y desde Efesios 2: 11 nosotros pasamos a
la asamblea subsistente formada efectivamente en la tierra.
Él describe, en primer lugar,
la
condición de los Gentiles — "alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos
a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en
Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos
cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos
pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su
carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas,
para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz".
(Efesios 2: 12 al 15). Pablo piensa aquí en Gentiles y Judíos — ambos hechos
cercanos a Dios "en Cristo"
por Su sangre. Esto no podía ser ni siquiera durante Su vida, pues nadie podía
estar "en Cristo" en ese entonces. Él derrama Su sangre — resucita, y
asciende a lo alto, "nuestra paz", habiendo soportado la ira, y a
ambos reconcilió con Dios en un solo cuerpo por medio de Su cruz, habiendo
matado así la enemistad: predicando la paz a los que "estabais lejos"
— expresión específica en cuanto a los Gentiles — ya los Judíos, quienes
estaban dispensacionalmente "cerca". Por lo tanto, "por medio de
él [de Jesús, no "en Cristo"
como anteriormente], los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu
al Padre. Ustedes notarán que el lenguaje es aquí esencialmente diferente a la
parte inicial de Efesios. Están aquí dos grupos de personas traídas a un solo
cuerpo — sobre un solo estrado — teniendo acceso por un mismo Espíritu—por
medio de Jesús (δι'ὐτοῦ, iá autos)
al Padre (no ἐν Χριστῷ Ἰγσθῦ,
en Jristós Iesoús,
como en
Efesios 1: 1, pues aquí entra la mediación). Llegamos después al versículo 19:
"Así pues, ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino que sois
conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios, edificados sobre el
fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra
angular, en quien todo el edificio, (πᾶσα ἡ
οἰκοδομή)
bien ajustado, va creciendo para ser un templo
santo en el Señor". (Efesios 2: 19 al 21 – LBLA).
Ustedes recordarán que en Mateo 16 el
Señor dijo a Pedro, cuando este hubo confesado que Él es "el Cristo, el
Hijo del Dios viviente", que el Padre había revelado a Pedro esta verdad
en cuanto a la Persona del Señor; y ahora el Señor le dice a Pedro algo acerca
de Su asamblea, y después acerca de Él mismo. "Y yo también te digo que tú
eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi asamblea, y las puertas del hades no
prevalecerán contra ella". (Mateo 16: 18 – JND). Él no dice aquí lo que
esta asamblea sería; pero señala su aún distante edificación y el fundamento
sobre el cual ella se asentaría. Este fundamento era la persona de Cristo
resucitado — Hijo del Dios viviente, como lo confesó la fe de Pedro,
exactamente lo que tenemos en Efesios 2: 20. (Ver nota 1). Los apóstoles y los
profetas del Nuevo Testamento fueron colocados doctrinalmente como el
fundamento, y Jesucristo personalmente es la principal piedra del ángulo.
"Las puertas del Hades" era el poder de la muerte ejercido por
Satanás por el juicio de Dios; Cristo había entrado en su oscuro dominio, y
había despedazado sus barrotes, llevando cautiva una hueste de cautivos, y
habiéndose demostrado que Él es Hijo de Dios en poder, por la resurrección de
entre los muertos (Romanos 1: 4). La muerte había prevalecido sobre el hombre
una vez inocente, ahora caído. Cristo había anulado su poder, y se había
levantado sobre ella, como "Hijo del Dios viviente". Este sería el
fundamento de la asamblea que Él estaba a punto de edificar.
(Nota
1: La confesión "Hijo del Dios viviente" es tan claramente el
fundamento de la iglesia como para necesitar solamente unas pocas palabras. La
expresión "puertas del hades" es puesta en contraste con "Hijo
del Dios viviente", el cual había descendido a la fortaleza de la muerte —
controlada por el poder de Satanás por el juicio de Dios (Hebreos 2: 14). Él
subió desde ese oscuro dominio, reventando los barrotes de la muerte,
triunfando sobre ella. La muerte había triunfado sobre un Adán inocente, un
Adán caído. Ella "reinó… desde Adán hasta Moisés". Ella había
triunfado sobre Israel que estuvo bajo la ley. Jesús viene ahora, y desciende a
ella, y la conquista, no deteniéndola, sino derrotándola. "Las puertas del
Hades" no podían prevalecer contra lo que Él edificaría ahora sobre ese
fundamento imperecedero, es decir, sobre Él mismo en el poder de la
resurrección — "Hijo del Dios viviente". "Declarado Hijo de Dios
con poder,… por la resurrección de entre los muertos". (Romanos 1: 4).
Pedro conocía bien su significado cuando dijo, "Acercándoos a él, piedra
viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa
espiritual", etc. (1ª. Pedro 2). Él no tuvo aquí ningún pensamiento acerca
de la asamblea ¡siendo edificada sobre sí mismo!).
Esta tarde yo deseo dar a conocer
la diferencia, en alguna medida, entre dos cosas que están muy claramente diferenciadas
en la Escritura, es decir,
la "asamblea" que
Cristo edifica por medio del Espíritu Santo que ha descendido, conforme a Mateo
16, y en la que ningún material falso puede entrar;
y la asamblea en la cual el
hombre tiene su lugar como edificador, en la que entran "madera, heno, y
hojarasca" (ver nota 2) — en otras palabras, la casa de Dios, donde mora
el Espíritu Santo.
(Nota
2: Los hombres han confundido las dos completamente; atribuyendo a la iglesia
externa en la que el hombre edifica, inmunidad frente al poder del mal y frente
al juicio, lo cual fue prometido solamente a la iglesia verdadera que Cristo
edifica. "Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella" es la
promesa hecha a la iglesia que Cristo
edifica; no a la que el hombre
edifica. (1ª. Corintios 3)).
Cuando Cristo edifica, Él no lo
confía al hombre en absoluto, y no entra ninguna responsabilidad del hombre. Él
muere y resucita, y aquello que Él edifica sobre el fundamento imperecedero de
la fe en Su persona en resurrección ¡está seguro para siempre! Este edificio es
traído ante nosotros en Efesios 2: 20, 21 — lo que Cristo edifica, y que "bien
ajustado" — y pongan atención
a esas palabras encarecidamente — "va creciendo para ser un templo santo
en el Señor". (Efesios 2: 20, 21 – LBLA). Este templo fue comenzado cuando
el Espíritu Santo descendió del cielo, y "va creciendo" hasta que
todo esté en la gloria, hasta el final mismo de la estadía terrenal de la
iglesia, y aún no está completo. Pues bien, ustedes no encontrarán esas
palabras "bien ajustado" cuando lo que el hombre edifica viene ante
nosotros.
Pero pongan atención a la
diferencia entre el templo de Efesios 2: 21, y lo que ustedes encuentran en el
último versículo: a saber, "en quien vosotros también sois juntamente
edificados para morada de Dios en el Espíritu". El apóstol considera
primero, en el versículo 21, la obra progresiva — el templo entero, conforme
al pensamiento y al
propósito de Dios de que sea Su santuario, el hogar de la manifestación más
resplandeciente de Su gloria para siempre. En segundo lugar, él considera el
aspecto actual de la asamblea, en
este momento, una habitación o morada de Dios por el Espíritu en la tierra — en
otras palabras, la "casa de Dios".
Ahora bien, en este último
versículo nosotros vemos que si bien él nos presenta el pensamiento normal de
la casa o habitación de Dios, en la tierra en su existencia aquí durante el
actual intervalo, él no dice quién es
el edificador. De modo que mientras este último versículo presenta a ustedes el
pensamiento normal de la casa de Dios, como en Pentecostés, o desde entonces, o
en cualquier momento dado, él brinda espacio para la introducción de la
responsabilidad del hombre, y no nombra al edificador, tal como veremos.
Pasemos ahora a la primera
epístola a los Corintios donde encontramos que, hablando de manera general, el
orden de la casa de Dios es el pensamiento en la mente del Espíritu.
Permítanme decir aquí que el
hecho de que Dios desciende y mora en algo en la tierra es un pensamiento muy
diferente de aquel que vimos en la primera parte de Efesios 2. Allí era Dios
dando vida a miembros, y resucitándolos y uniéndolos a Cristo en la gloria. En
ese pensamiento vimos a Cristo, como Cabeza de Su cuerpo, sentado en los
lugares celestiales, y Su cuerpo unido a Él en la misma esfera. Pero en esta
verdad de una "morada de Dios", no hay absolutamente ningún
pensamiento acerca de cabeza, o cuerpo, o unión. De su cuerpo usted dice, «soy
yo mismo» — como el Señor a Saulo, "¿por qué me persigues?" De mi
casa yo digo, «yo habito en ella; pero sus murallas no están unidas a mí.» Esto
hace que los dos pensamientos sean tan distintos como es posible; y ustedes
encuentran en la Escritura que la palabra "asamblea" es usada algunas
veces para el cuerpo verdadero de Cristo en propósito y resultado, y también
para el cuerpo profesante, o casa donde mora el Espíritu Santo.
Cuando la casa o habitación de
Dios fue constituida por primera vez, en el día de Pentecostés, por el descenso
del Espíritu Santo, todos aquellos de los cuales ella se componía eran
creyentes verdaderos. El Espíritu Santo se asentó "sobre cada uno de
ellos" y "llenó toda la casa", cumpliendo así la promesa del
Señor en Juan 14: 17 (que dice, "porque mora con vosotros, y estará en
vosotros"). El Espíritu Santo estaba ahora en ellos, y con ellos; y
colectivamente ellos eran la casa de Dios" en la tierra.
Entonces el hombre comenzó a
llevar a cabo esta obra, y Pedro recibe en esta casa, mediante el bautismo (ver
nota 3) a los tres mil Judíos, etc., y la casa de Dios avanzó así. Ellos
entraron para participar de los privilegios de esa esfera, a la cual Dios había
confinado ahora Sus operaciones ordinarias en la tierra. Pronto entraron los
que estaban meramente asumiendo la profesión de Cristianismo (Simón el Mago, y
demás), y la casa comenzó a ampliar sus proporciones más allá de los límites de
aquellos que eran realmente de Cristo. Aun así el Espíritu Santo estaba allí, y
Él aún permanece, aunque la casa ha sido ampliada de tal manera que incluye una
gran Cristiandad bautizada.
(Nota
3: Que el bautismo fue el modo de admisión o recepción a ella es evidente del
hecho de que aquellos que fueron constituidos como la casa de Dios por el
descenso del Espíritu Santo, es decir, los doce apóstoles, y la compañía de
discípulos que estaban con ellos, nunca fueron bautizados en absoluto. (Yo no
hablo ahora del bautismo de Juan sino del bautismo Cristiano). No había nadie
que los bautizara o que los recibiera. Ellos ya eran la casa, por el descenso
del Espíritu Santo, y no se podía hacerlos entrar. Luego, los que fueron
recibidos después que Pedro les habló tuvieron que pasar a este nuevo terreno,
y a todos los privilegios que les pertenecían, a través del bautismo (Hechos 2:
37 al 47). Ellos entraron en la casa de Dios para recibir, o "para" (εἰς)
perdón de los pecados"; y además, "recibiréis el don del Espíritu
Santo". Ellos no tenían aún ninguno de los dos; y el bautismo en agua era
la puerta de entrada para los que iban siendo recibidos. Yo puedo remarcar aquí
que el bautismo es la señal de lo que uno está a punto de recibir: no de lo que
uno ya ha recibido. Por otra parte, el bautismo del Espíritu Santo constituye
al cuerpo de Cristo).
Pero pasando a 1ª. Corintios
1:
1, 2, en estos versículos ustedes obtienen la más integral de todas las alocuciones
de las Epístolas del Nuevo Testamento. Nadie puede escapar de la amplitud del
pensamiento y de las personas allí incluidas. Ella está dirigida a la asamblea
de Dios en Corinto, y está configurada de tal forma que en ningún momento puede
nadie que profesa el nombre del Señor eludir su responsabilidad. Hay esta
notable diferencia entre ella y la de los Efesios. En los Efesios el apóstol
los llama "santos y fieles", o, como la palabra expresaría,
"creyentes" (πιστοῖς): "a los santos que están en Éfeso y creyentes
en Cristo Jesús". (Efesios 1: 1 – VM). En 1ª. Corintios él dice, "a
la asamblea que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados
santos, con todos lo que en todo lugar
invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, tanto de ellos como
nuestro". (1ª. Corintios 1: 2 – JND). Nada podría ser más integral. Pero,
¿qué dice el versículo 9? ¡"Dios es
fiel"! eso es aquí lo sustancial, porque hay responsabilidad y
advertencias y cosas por el estilo. En Efesios él los llama "santos" y "fieles";
en Corintios él
los llama "santos", pero no añade la palabra fieles, sino que dice
que Dios lo es (1ª. Corintios 1: 9).
Por lo tanto, tenemos ante
nosotros un pensamiento muy integral; y permítanme remarcar que, en sí misma,
la expresión 'invocar el nombre del Señor' es, en la Escritura, meramente
profesión. Para que ella sea válida tiene que haber, obviamente, vida en
nuestras almas; pero ella no es más que esto. Un hombre puede invocar el nombre
del Señor para deshonrarlo. Vean las personas que hicieron muchas obras
maravillosas en Mateo 7: 21 al 23), y decían "Señor, Señor"; Él dijo
de ellas "Nunca os conocí". Esto es muy solemne.
Cuando vamos al tercer capítulo
de esta epístola a los Corintios encontramos enseñanza ante nosotros, basada en
la responsabilidad de los que profesan el nombre de Cristo, y la de los que
edifican la casa ministerialmente aquí abajo. "Porque nosotros somos
colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.
Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto
puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo
sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto,
el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata,
piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará
manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la
obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno
que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él
sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego. ¿No
sabéis que sois templo de Dios (ver nota 4), y que el Espíritu de Dios mora en
vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él;
porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es". (1ª. Corintios
3: 9 al 17).
En esta Escritura, queridos
amigos, tenemos el otro pensamiento de la "casa", o "templo de
Dios". En Efesios era ese edificio que está "bien ajustado o
"bien ensamblado" (Efesios 2: 21). Ustedes no obtendrán aquí tales
palabras. Ustedes tienen a Pablo, el perito arquitecto, comenzando el edificio
— sentando las bases en sus doctrinas y ministerio. Luego siguen otros. Se
trata del asunto de la labor ministerial y sus resultados; "obra", no
"obras". Algunos han confundido esto con las "obras" de los
Cristianos; pero la palabra usada es "obra", aquello por lo cual los
que la han llevado a cabo tendrán que responder a Dios. La enseñanza trajo
almas según el carácter de ella, a la casa responsable "edificio de
Dios", responsablemente ante el mundo. Se ha comentado que aquí
encontramos tres caracteres de edificadores involucrados en la obra. El buen
edificador, el cual es salvo, y cuya obra permanecerá (versículo 14). Luego el
hombre que edifica mal, que es salvo, es cierto, pero su obra es quemada
(versículo 15). En tercer lugar, un mal edificador—un hereje — cuya obra no
sólo es quemada, sino que él mismo también se pierde. Esa es la casa, o templo
de Dios, llevado a cabo por la responsabilidad del hombre. Cristo lleva a cabo Su
obra hasta el final, en la cual no
entra ninguna responsabilidad humana, pero existe eso que está confiado a la
responsabilidad de las manos del hombre,
y de lo cual se habla así.
(Nota
4: En Efesios 2: 21, de ese templo se dice que es un templo en proceso de edificación.
Aquí en 1ª.
Corintios 3, de él se dice que ya es
un templo, edificado por el hombre, pero ostensiblemente delante del mundo, y
responsablemente "edificio de Dios". "[Vosotros] sois templo de Dios"; es decir,
los santos
colectivamente. A diferencia de 1ª. Corintios 6: 19, donde se dice que vuestro cuerpo
es el templo del Espíritu Santo,
como morando en el individuo. Es en vista de que el "edificio de
Dios" es Su templo que la
profanación de él llega a ser tan grave, como leemos en 1ª. Corintios 3: 17. De
ahí el pensamiento añadido acerca del templo).
Al igual que todo lo que ha sido
confiado al hombre, ¡es lamentable! en qué ruina ello se ha convertido. Esto
oprimía el espíritu de Pablo, dado que
él nos dice que, "el misterio de la iniquidad" ya estaba en acción
(2ª. Tesalonicenses 2: 7) y que surgiría el hombre de pecado (2ª. Tesalonicenses
2: 3). Ello levantó la voz de alerta de Juan, acerca de que el Anticristo
vendría, y que incluso entonces había muchos anticristos, "por esto
conocemos que es el último tiempo". (1ª. Juan 2: 18).También Judas y Pedro
añaden su evidencia acerca del estado de cosas que se desarrollaría hasta que
el juicio limpiara la escena.
Pasaré ahora a una palabra en 1ª.
Corintios 9, antes de pasar a las notables advertencias de 1ª. Corintios 10. Me
refiero a la palabra que está en el último versículo (en la Versión
Reina-Valera y otras), a saber, "eliminado". Muchos han eludido esa
palabra en toda su fuerza, tomándola como significando completamente
'reprobado', al encontrar que el Apóstol Pablo la usa acerca de sí mismo; y
¿quién era tan consciente de la plenitud de la redención? — ¿quién tan seguro
de que el Paraíso que él había apreciado iba a ser su hogar para siempre? (1ª.
Corintios 12). Él dice,
"Sino que golpeo mi cuerpo
y
lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea
descalificado (ἀδόκιμος)".
(1ª. Corintios 9: 27 – LBLA).
Él se considera a sí mismo como
corriendo en una carrera, responsablemente aquí abajo, y, aunque él corre sin
incertidumbre alguna acerca del pormenor final, se siente consciente de que no
es ningún contrincante imaginario aquel con el cual él tiene que contender. Él
no peleaba "como quien golpea el aire", es decir, como si un
contrincante imaginario estuviera ante él. Pero con toda la energía de uno que
conocía el terrible contrincante que él llevaba en sí mismo — a saber, la
"carne" por la cual el Hijo de Dios tuvo que soportar el juicio de
Dios en infinito padecimiento — él golpeaba su cuerpo y lo hacía su esclavo, no
sea que predicando a otros, él mismo fuera descalificado. ¡En primer lugar un
buen Cristiano, después un buen predicador! Ello no supone que un hijo de Dios
sea no obstante descalificado. Ello
supone la posibilidad de que ¡se pierda un predicador!
Él está expresando un caso del
carácter más solemne, necesario debido a la prominencia dada en Corinto al don
en el cual el poder era exhibido, y él aplica este caso a él mismo por amor a
los demás; tal como él dice en una parte anterior de la epístola, a saber,
"Esto, hermanos, lo he aplicado en sentido figurado a mí mismo y a Apolos
por amor a vosotros" (1ª. Corintios 4: 6 – LBLA).
Nosotros encontramos que la
palabra griega usada aquí, en el pasaje que hemos mencionado, a saber,
"eliminado", o "descalificado", es usada ocho veces en el
Nuevo Testamento y cada vez en toda la fuerza de la palabra como significando
¡'perdido'! En Romanos 1: 28 es usada en cuanto a los paganos; "Dios los
entregó a una mente reprobada (ἀδόκιμος)".
En 2ª. Corintios 13: 5, 6, 7, es traducida tres veces como "reprobados". En Tito
1: 16 de los
incrédulos se dice que son, "reprobados
en cuanto a toda buena obra. En 2ª. Timoteo 3: 8 Janes y Jambres resistidores
de la verdad son "hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la
fe." Y en Hebreos 6: 8 leemos,
"la [tierra] que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida,
y su fin es el ser
quemada". Nadie podría pensarlo dos veces en cuanto a estos pasajes; y,
además, Pablo nunca fue desaprobado o eliminado en su ministerio; nunca fue su
ministerio tan maravillosamente bendecido, o usado por Dios, como cuando desde
la prisión en Roma salieron muchas de las Escrituras de Dios.
Ahora bien, cuando llegamos a 1ª.
Corintios 10, encontramos que él aplica este principio del capítulo 9 a otros
que podrían disfrutar privilegios tales como los de la casa de Dios, y reposar
en la carnal seguridad en las ordenanzas que pertenecen a ella, sin ser ellos
partícipes de la naturaleza divina. Bajo la figura de "las cosas (que) les
acontecieron" a Israel en el desierto, usando esos incidentes como tipos,
y como escritos "para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los
fines de los siglos", él advierte contra el hecho de descansar en una mera
profesión externa como la que se iba a encontrar en la casa responsable como
resultado del fracaso del hombre en la edificación.
Las personas pueden disfrutar de
una relación ordenancista con Cristo (mediante el bautismo y la cena del Señor)
como constituyendo la iglesia externa edificada por el hombre, y después de
todo ¡perderse! Ellos debían ser advertidos por medio de lo que sucedió a
Israel, con muchos de los cuales Dios no se agradó y quedaron postrados en el
desierto. El orden en el cual él reúne estos incidentes en la historia de ellos
en el desierto es verdaderamente digna de nuestra atención. Cuán a menudo ellos
nos pueden haber parecido como un número de incidentes encadenados, sin
conexión u orden aparente, excepto por el hecho de ser ellos momentos
sorprendentes en las andanzas de este pueblo duro de cerviz. "Porque (ver
nota 5) no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron
bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la
nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos
bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que
los seguía, y la roca era Cristo. Pero de los más de ellos no se agradó Dios;
por lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como
ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos
codiciaron". (1ª. Corintios 10: 1 al 6). Se nos muestra aquí que, si bien
todos ellos participaron en común de estos privilegios como estando asociados
bajo el liderazgo de Moisés, la privilegiada posición de ellos no los
aseguraba. En el pasaje los incidentes históricos nos son presentados de manera
simbólica, y son puestos juntos en un orden moral,
bastante alejados de su orden histórico
en el cual ellos ocurrieron; y en ellos encontramos expuestos, en cuanto a
principio, lo que la historia de la iglesia profesante ha sido, y será hasta el
final.
(Nota
5: La conjunción, "porque", conecta el capítulo 10 con los versículos
finales del capítulo 9. La división de los capítulos ha interrumpido el orden
de los temas incluidos en ellos).
En 1ª. Corintios 10: 6 él
comienza por lo que sucedió unos dos años después que ellos dejaron Egipto. Si
nosotros examinamos Números 11 encontramos que en aquella solemne coyuntura de
su historia, ellos aborrecieron el maná puro con el que Jehová los había
alimentado de día en día diciendo, "¡No hay nada ante nuestra vista, sino
este maná!" (Números 11: 6 – VM); y codiciaron nuevamente las ollas de carne
de Egipto. Esto fue, en el antitipo, el primer signo del alejamiento de la
iglesia de la persona de Cristo. Y, ¡oh, qué momento solemne es para el alma
cuando se encuentra que Cristo no es suficiente para ella cuando el corazón
clama por algo más que Su bendita persona! De qué manera ella se vuelve a
alguna vanidad, o alguna locura o pecado, algún ídolo de su propia inventiva,
para llenar el vacío en el corazón que desea algo más; ¡algo que satisfaga las
codicias de la carne! ¡Esto no fue sino la historia del alejamiento de la
iglesia de su primer amor a Cristo! "Has dejado tu primer amor", es
la triste y solemne queja de Su corazón (Apocalipsis 2: 4), y ninguna actividad
pudo compensar esto.
El apóstol se vuelve ahora a otra
señalada ocasión (1ª. Corintios 10: 7) que sucedió antes que ellos se marcharan
del monte Sinaí. Cuando Moisés estaba en el monte, recibiendo la ley que Jehová
le dio, Aarón y los hijos de Israel hicieron el becerro de oro, y danzaron
alrededor del ídolo. El antepasado de ellos Abraham, como también ellos mismos,
había sido llamado a salir de un mundo de idolatría para ser testigo del Dios
único y verdadero contra todos los dioses de las naciones. Lo primero que ellos
hacen es volver a caer en aquello de lo cual habían sido llamados. Ellos tenían
que tener algo para que la vista descansara sobre ello, porque Moisés había
subido al monte Sinaí y ellos lo habían perdido de vista; y Aarón les hizo este
becerro de oro, y asoció el nombre de Jehová con "un buey que come
hierba". (Salmo 106: 20). "Israel, estos son tus dioses,…
"Mañana será fiesta para Jehová.". (Éxodo 32: 4, 5).
Así con respecto a la iglesia.
Ella fue llamada a salir fuera del mundo para andar en el Espíritu, y lo
primero que hace es ponerse cómoda para andar en la carne una vez más. En lugar
de andar por fe, y esperar a un Señor ausente, ella desea algo en lo que posar
la vista, algo más tangible que un Cristo glorificado pero invisible, conocido
por medio del Espíritu Santo descendido del cielo; y, en el momento en que ella
lo hace, la fornicación con el mundo sigue a continuación.
Esto sale a relucir en el
versículo siguiente (1ª. Corintios 10: 8). Tenemos allí un incidente que
sucedió alrededor del final del año 40 de la travesía del desierto (Números
25). "Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un
día veintitrés mil". Interacciones ilícitas con el mundo siguen a
continuación. Esto es lo que se menciona tan sorprendentemente en el mensaje a
Pérgamo en Apocalipsis 2: 13, cuando la iglesia hubo estrechado manos con el
mundo, por así decirlo, "Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está
el trono de Satanás". La iglesia desposada cual virgen casta con Cristo
(ver 2ª. Corintios 11: 2 – VM), se ha entregado a otro. El resultado es que
Cristo es tentado. "Ni tentemos al Cristo, como algunos de ellos le
tentaron, y perecieron por las serpientes". (1ª. Corintios 10: 9 – JND).
Esto se dice de Israel en Números 21.
Luego viene la advertencia final,
"Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y fueron destruidos por
el destructor". (1ª. Corintios 10: 10 – LBLA). Esto lo encontramos en
Números 14. Llegó el momento solemne cuando "murmuraron contra Moisés y
contra Aarón todos los hijos de Israel". (Números 14: 2 – LBLA). "Y
se decían unos a otros: Nombremos un jefe y volvamos a Egipto". (Números
14: 4 – LBLA). Aquí fue el hecho de abandonar completamente a Jehová y a Sus
siervos, y eso en el momento en que esos hombres fieles, hombres "de otro
espíritu", los estaban exhortando a subir y poseer la tierra. Ellos aborrecieron
la tierra deseable, y propusieron nombrar un jefe y regresar a la tierra de
esclavitud una vez más; y ellos "fueron destruidos por el
destructor". (1ª. Corintios 10: 10 – LBLA).
Así, a partir de lo que parecen
ser sólo varios incidentes en la historia de ellos, reunidos sin ningún orden
{cronológico} aparente, nosotros encontramos el más completo retrato moral de
la historia de la iglesia profesante. Dicha historia comienza con encontrar que
un Cristo invisible es insuficiente, y con el hecho de codiciar algo que
satisfaría la vista y el sentido (1ª. Corintios 10: 6). Después, la idolatría
sigue a continuación con lo que está configurado para llenar la vista de los
que no podían andar por fe y esperar al Ausente. (1ª. Corintios 10: 7). El
mundo puede andar ahora con la iglesia porque ella ha dejado el terreno de la
fe, y ha regresado a aquello que el ojo puede ver, y el resultado es la
fornicación entre el mundo y la iglesia. (1ª. Corintios 10: 8). Esto es
provocar "a celos al Señor" — "tentar al Cristo". (1ª.
Corintios 10: 22 y 9 – JND). Y la historia finaliza con la renuncia a la
esperanza celestial y el propósito de nombrar un jefe, y ¡regresar al hombre y
al estado del hombre una vez más!
En otras palabras, ella comenzó
con un becerro — es decir, con algo,
no importa qué, configurado, sobre el cual la vista puede reposar, cuando
Cristo no es suficiente, y finaliza con un jefe,
es decir, el hombre es colocado en el lugar de Cristo. El alejamiento del
primer amor da lugar a la actividad del "misterio de la iniquidad",
es decir, la carne en el hombre recibiendo un lugar en las cosas de Dios. La
historia termina con un Anticristo cuando la profesión de Cristianismo es
abandonada, y así, vienen la deserción, o "la apostasía" (2ª. Tesalonicenses
2), y ¡el Anticristo u hombre de pecado!
¡Cuán solemne es esta historia,
queridos amigos! ¡Cuán sabio, cuán misericordioso es nuestro Dios, que nos
advierte y nos dice lo que viene, no sabemos cuán pronto! ¡Qué necesario es que
no procuremos descansar meramente en los privilegios, sino que nuestras almas
hayan tenido que ver con el Dios viviente, el cual de Su propia voluntad nos ha
engendrado por la Palabra de verdad!
Ahora bien, "Estas cosas les
sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para
quienes ha llegado el fin de los siglos. Por tanto, el que cree que está firme,
tenga cuidado, no sea que caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no
sea común a los hombres; y fiel es
Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis
soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de
que podáis resistirla". (1ª. Corintios 10: 11 a 13 – LBLA).
Me remito ahora a otros pasajes
del Nuevo Testamento, para traer aún ante ustedes este pensamiento acerca de la
casa de Dios.
En Filipenses encontrarán que
Pablo reconoce de qué manera las cosas se habían desviado. En el primer momento
de la historia de la iglesia, el cuerpo de Cristo y la casa de Dios eran
coincidentes, es decir, estaban compuestos de los mismos individuos (Hechos 2).
Pero cuando los hombres comenzaron a edificar, la casa aumentó sus proporciones
de manera desproporcionada con respecto al cuerpo. Hubo una gran cantidad de
material no introducido por el Señor; pero el
Espíritu Santo no dejó la casa. Por otra parte, el Espíritu Santo
constituía y mantenía la verdadera unidad del cuerpo de Cristo, uniendo a los
miembros de Cristo en la gloria. Los dos pensamientos son bastante diferentes:
la casa, y el cuerpo. En el pensamiento
de la casa ustedes pierden la
individualidad, pero no tienen ni cabeza, ni cuerpo, ni unión. El cuerpo de
Cristo está unido a su Cabeza en la gloria. Se trata de la doble relación de la
iglesia: con Dios como Su morada, con Cristo como Su cuerpo.
En Filipenses 2: 21 encontramos
de qué manera las cosas estaban fracasando, y los que profesaban el
Cristianismo eran "carnales", y estaban andando como hombres".
"Porque todos buscan lo suyo
propio, no lo que es de Cristo Jesús". (Filipenses 2: 21). Además, consideren
lo que dice el tercer capítulo, "Así que, todos los que somos perfectos,
esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.
Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una
misma cosa. Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen
según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos, de los
cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de
la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el
vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal".
(Filipenses 3: 15 al 19). Ustedes notarán de qué manera la sabiduría del
apóstol detecta tres estados de alma distintos en la iglesia profesante:
1. Los "perfectos", o
plenamente maduros, es decir, los que tienen plena conciencia de un lugar
Cristiano como muertos y resucitados con Cristo, y que avanzan como Pablo,
hacia la gloria, y a la semejanza a un Cristo glorificado.
2. Aquellos que no habían llegado
plenamente en la conciencia del alma a esta verdadera condición normal del
Cristiano, como habiendo sido aprehendidos para la gloria por Cristo, pero que
debían andar en lo que ellos tenían, y Dios les daría más; y,
3. Aquellos que, bajo el nombre
de Cristo, se jactaban en la propia vergüenza de ellos, en esa carne por la
cual Cristo había sido puesto en oprobio en la cruz (la cruz en la tierra
respondiendo a la gloria celestial en lo alto). Ellos eran meros profesantes,
cuyo fin sería la destrucción total.
Y yo llamaría aquí a poner
atención al sorprendentemente análogo estado de cosas, en este triple estado,
al de Israel cuando llegamos a la conclusión del libro de Josué. Allí Josué
muere, y en Filipenses Pablo está en prisión en Roma, y la iglesia de Dios ha
perdido los consagrados servicios del gran apóstol. Josué había puesto a dos
tribus y media en posesión de la porción de ellos en la tierra de la promesa, a
saber, Judá (Josué 5: 1, etc.), Efraín (Josué 16: 5, etc.), y media tribu de
Manasés (Josué 17: 1, etc.). Dos tribus y media no irían y no poseerían la
tierra que él dividió. Ellos no regresaron a Egipto, ni entrarían en la tierra,
sino que asumieron un lugar intermedio afuera de los límites de la posesión de
Jehová (a saber, Rubén, Gad, y media tribu de Manasés; vean Josué 1: 12, etc.;
13: 15, etc.). Y por último, siete tribus estuvieron en la tierra, pero no
fueron puestas en posesión de la herencia de ellas. (Vean Josué 18: 2, 3). Por
tanto, la tierra fue conquistada pero no poseída. Por consiguiente, ellos
fueron dejados para que se 'ocuparan en su propia salvación', por así decirlo,
del enemigo; pero ¡cuán lamentable! todos buscaban lo suyo propio, y se
hundieron en la condición vista en el libro de Jueces después de la muerte de
Josué.
En la analogía, los
"perfectos responden a las dos tribus y media en posesión.
Los que no habían
"llegado" responden a las siete tribus en la tierra que aún no habían
poseído; y,
Las dos tribus y media responden
a los que, bajo la profesión de Cristianismo, eran enemigos de la cruz de
Cristo. Ellos no abandonaron el Cristianismo, como los que no renunciaron al
derecho de ser llamados "de Israel", pero rechazaron su verdadero
llamamiento, se gloriaban en su vergüenza, pensando en cosas terrenales, y
fueron así los primeros en caer en las manos del enemigo, y en darle una
entrada a él a la iglesia profesante.
Yo no tengo ninguna duda de que
estos tres estados son encontrados así hasta el final en la iglesia profesante.
Si pasamos ahora a 1ª. Timoteo,
Pablo escribe a Timoteo en cuanto a de qué manera uno debiera comportarse
"en la casa de Dios, la cual es la asamblea del Dios vivo), columna y base
de la verdad". (1ª. Timoteo 3: 15 – JND).
La iglesia es considerada como la
depositaria de la verdad; y por eso es responsable de sostenerla como columna y
base de ella. "La verdad" es el propio Cristo. Si Él estuviera aquí
no necesitaría una columna o una base de la verdad. Pero Él está ausente y
"el misterio de la piedad" ha sido encomendado a ella. "El
misterio de la iniquidad" está en contraste con esto, y el deseo de
Satanás es, por medio de la carne en el hombre, frustrar el testimonio del
Cristianismo, el cual está fundamentado en el fin del primer hombre, y en un
postrer Adán, delante de Dios. Después ustedes tienen en 1ª. Timoteo 3: 16 todo
el curso de Cristo desde la gloria; Dios descendió, y "fue manifestado en
carne"; presentando todo lo que Él hizo como hombre en el poder del
Espíritu Santo, incluso cuando Él fue declarado Hijo de Dios con poder, según
el Espíritu de santidad, así "justificado en el Espíritu".
"Visto de los ángeles,", las más bienaventuradas de las criaturas,
sostenidas por Dios no caídas, ellos contemplaron a su Dios por primera vez
cuando Él se hizo un niño, y ellos irrumpieron, abiertos los cielos, y en
generosas alabanzas cantaron acerca de la complacencia de Dios en los hombres
(Lucas 2). "Predicado a los gentiles"; esto fue lo nuevo en el
Cristianismo, no hubo ninguna predicación en el Antiguo Testamento; el Judaísmo
no se caracterizó por la predicación. "Creído en el mundo"; un Objeto
de fe en el mundo y no meramente entre Judíos: y luego, "Recibido arriba
en gloria". Por tanto, ustedes tienen todo el testimonio de Cristo que fue
encomendado a la iglesia; Dios descendió en amor, pasando a través de todo Su
curso aquí; y finalmente, el Hombre es recibido arriba en gloria.
Por tanto, en 1ª. Timoteo
obtenemos el orden externo en la casa de Dios delante de los hombres aquí abajo
como el gran tema tratado.
Así pues, en 2ª. Timoteo (ver
nota 6), las cosas habían caído más que nunca en el más profundo desorden; y,
una vez arruinadas, no hubo manera de reparar la ruina.
(Nota
6): Ha sido comentado que 1ª. Timoteo contiene el orden de cosas cuando la casa
de Dios estaba en orden; y que 2ª. Timoteo contiene la senda del santo cuando
todo estuvo en desorden).
No es el modo de obrar de Dios
restaurar un estado caído, sino introducir uno mejor cuando Sus propósitos lo
permiten; y mientras tanto, los fieles tienen su senda definida claramente a
través de un estado de cosas arruinado. "Sin embargo el sólido fundamento
de Dios se mantiene firme, teniendo este sello, Conoce el Señor a los que son
suyos; y, que todo aquel que nombra el nombre de Cristo se aparte de la
iniquidad. Pero en una casa grande no solamente hay vasos de oro y plata, sino
también de madera y de barro; y algunos para honra y algunos para deshonra. Por
lo tanto, si alguno se habrá limpiado de estos, separándose él mismo de ellos
[es decir, de aquellos que no andan conforme a la verdad de Dios], él será un
vaso para honra, santificado, útil para el Maestro, preparado para toda buena
obra". (2ª. Timoteo 2: 19 al 21 – JND).
Nosotros descubrimos aquí a qué
habían llegado las cosas en manos del hombre. El apóstol no la llama 'La casa
grande', sino "una casa grande". Se trata de
un pensamiento análogo, porque responsablemente ella es aún la casa de Dios
donde mora el Espíritu Santo (1ª. Corintios 3). El fundamento de Dios no había
cambiado, y había un sello, teniendo en un lado una inscripción que mostraba
los privilegios de todos los que eran Suyos — el Señor los conocía; y en el
otro lado, aquello que señalaba la responsabilidad de ellos — "que todo
aquel que nombra el nombre de Cristo se aparte de la iniquidad". Uno no
puede salir de la casa de Dios mientras Dios permanece en ella en paciente
gracia, pero que él mismo se limpie de todo lo que era falso y no era la
verdad. En ella había vasos para deshonra (ver nota 7), así como vasos para
honra.
(Nota
7: esta palabra, "deshonra", no se refiere a grados de honra, como
algunos han supuesto. Ella puede ser traducida como "vergüenza",
"ignominia", "infamia", etc.; cualquier cosa falsa o que no
es la verdad).
Ahora bien, si nosotros
comparamos los versículos iniciales de 2ª. Timoteo 3 con los versículos finales
de Romanos 1, encontramos de qué manera, bajo el nombre de Cristo, toda la
horrible maldad del mundo pagano ha sido restablecida. Las palabras usadas por
Pablo en Romanos 1 para describir a los paganos son, casi palabra por palabra,
las mismas usadas para describir a los profesantes de Cristianismo en este
capítulo. Cuán profundamente solemne ello es; y aún peor, porque es hecho bajo
el nombre de Cristo. (Comparen Romanos 1: 29 al 32 con 2ª. Timoteo 3: 2 al 5).
Vamos ahora a la epístola a los
Hebreos. Es muy cierto que en ella no encontramos que el escritor enseña o
trata acerca de la iglesia de Dios, como tal. Él se ocupa de otro asunto. Aun
así, subyacente a su enseñanza está el pensamiento de la casa de Dios, donde
mora el Espíritu Santo. Los que han profesado el Cristianismo y han tomado
sobre ellos el nombre de Cristo son vistos en su lugar de responsabilidad,
recorriendo el desierto. Yo estoy a punto de examinar dos pasajes, los cuales
han perturbado almas piadosas que aún no han disfrutado completamente la
perfecta paz con Dios. Uno puede hablar por otro en esto. Yo aludo al sexto y
al décimo capítulo de Hebreos.
En el capítulo 6 de Hebreos
leemos, "Porque es imposible renovar otra vez para arrepentimiento a
aquellos que una vez fueron iluminados, y que probaron del don celestial, y
fueron hechos hechos partícipes del Espíritu Santo, y gustaron la buena palabra
de Dios, y las obras de poder del siglo venidero, y apostataron, crucificando
para sí mismos [como lo hacen] al Hijo de Dios, haciendo [de Él] un
espectáculo". (Hebreos 6: 4 al 6 – JND). Examinaré cada frase en este
versículo separadamente; y puedo comentar, de paso, que la diferencia esencial
entre estos versículo y los de Hebreos 10 es que en el capítulo 6 tenemos, en
general, los privilegios disfrutados por todos los que profesan el Cristianismo
como consecuencia de la exaltación del Mesías a la diestra de Dios, después de
haber consumado la obra de redención, y la posterior presencia del Espíritu
Santo en la tierra; mientras en el capítulo 10 encontramos más bien la
excelencia de un sacrificio, tan perfecto que no dejó nada que añadir a él. Fue
tan perfecto en su valor que no dejó espacio para otro. En Hebreos 6, el
Espíritu Santo es prominente; en Hebreos 10, la prominencia es del sacrificio
de Cristo.
"Es imposible renovar otra
vez para arrepentimiento a aquellos que una vez fueron iluminados". Si
acudimos a Juan 1: 9 encontramos las palabras, "Aquella luz verdadera, que
alumbra a todo hombre, venía a este
mundo". Cristo era esta luz verdadera. Tal como el sol que brilla a medio
día, si un hombre no abre sus ojos para ver el sol, de poco le sirve como luz.
Ahora bien, ustedes encuentran la misma palabra griega en cada frase.
"Iluminados" en Hebreos 6, es traducida como "alumbra" en
Juan 1 (φωτίξω). Ello significa la iluminación
externa de la verdad del Cristianismo que resplandece sobre el corazón y la
conciencia. De este modo, las almas pueden ser 'alumbradas', o 'iluminadas',
sin tener vida en absoluto. Muy diferente es el pensamiento de Pablo cuando
habla de que Dios resplandeció en su corazón, "para iluminación del
conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo". (2ª. Corintios
4: 6). Esa fue una obra real en su alma. Entonces, "iluminados"
significa la presentación externa de las verdades de la revelación al alma, con
la luz que ellas traen. Juan 1: 9 aclara esto a partir del uso de la misma
palabra griega. Pues aunque Cristo vino al mundo resplandeciendo como una luz
para todo hombre, todo hombre no usó la luz. Usarla sería salvarse.
Por otra parte, "Probaron
del don celestial". Tenemos aquí lo que está en contraste con la ley e
incluso lo que dijo el Mesías en la tierra. Él hablaba ahora desde el cielo
(Hebreos 12: 24), y el don (pues era un don presentado ahora a los hombres, en
vez de una demanda hecha a ellos como estando bajo la ley) era ahora
completamente desde esa fuente, como fue anunciado aquí abajo. Cuántos, durante
el ministerio del Señor en la tierra, habían probado la bienaventuranza de Sus
palabras de gracia, y con conmovido corazón como para decir, cuando Le oían,
"¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!" (Juan 7: 46), y
que se volvieron y no anduvieron más con Él cuando ellos se percataron del
carácter de la senda en la que hay que seguirle a Él. Probar o gustar del don
celestial (venido ahora desde el cielo) no
es comer Su carne y beber Su sangre, y recibirlo así vitalmente en el corazón.
"Y fueron hechos partícipes
del Espíritu Santo". Todos los que profesan el nombre de Cristo participan
del Espíritu Santo en el sentido en que se habla aquí. La palabra es usada para
la participación externa en el privilegio,
sin necesariamente poseerlo. Habiendo
el Espíritu Santo descendido del cielo, encargado de este don celestial, para
morar en la casa de Dios, todos los que han sido recibidos en esa casa tienen
un interés común en Su presencia; otra cosa muy distinta es si ellos usaron la
bendición. No es en absoluto el mismo pensamiento que nacer del Espíritu de
Dios, o ser poseedores del Espíritu Santo, el cual nos ha sido dado como un
sello, y que mora en nuestros cuerpos como creyentes. (Ver nota 8).
(Nota
8: La palabra Griega usada para expresar la participación externa en el privilegio
(μέτοχος) se encuentra (con el verbo, etc.)
en el nuevo Testamento en la epístola a los Hebreos y en 1ª. Corintios; y en
otro pasaje que sirve como clave para su uso. Me refiero a Lucas 5: 7 al 10.
Nada puede explicar esto más sencillamente a cualquier alma que el uso que de
ella hace Lucas al describir la escena de la pesca en este capítulo.
Simón
había llevado su barca a aguas más profundas por orden del Señor. El Señor
había obrado el milagro, y ellos habían atrapado la gran cantidad de peces; y
haciendo señas a (τοῖς μέτοχοις) sus compañeros… que estaban en la
otra barca… [ellos] vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se
hundían". Los pescadores en la otra
barca tenían un derecho y un privilegio comunes con Pedro y los otros como
pescadores en el lago de Genesaret. "Compañeros" es expresado aquí
por la palabra griega μέτοκοι, métojos. Pero cuando llegamos
al versículo 10,
encontramos, "Lo mismo les sucedió también a Jacobo y a Juan, hijos de
Zebedeo, que eran socios de Simón" en la misma barca. (Lucas 5: 10 –
LBLA). Encontramos que aquí es usada otra palabra (κοινωνοί, koinonós) para
expresar una verdadera sociedad en la misma barca, en contraste con los
derechos comunes con todos los demás pescadores en el lago.
Pongamos
un caso. Supongan un gremio de comerciantes, todos los cuales tienen un interés
común en los privilegios del gremio. Unos dos o tres son socios en una empresa
floreciente, y son sus propietarios. Todos los que son del gremio tienen estos
intereses comunes, y serían μέτοχος, métojos, es decir "compañeros",
pero los socios en la empresa en especial serían κοινωνός, koinonós, es decir,
socios).
Por lo tanto, todos los que
están
en la casa de Dios, confesando y oyendo el nombre de Cristo, son partícipes (μέτοχος,
métojos) del
Espíritu Santo que mora allí. Todos tienen una oportunidad de participar en la
bendición que Él imparte, y pueden incluso haber sido utensilios de Su poder —
que es una cosa totalmente diferente de la comunión en la naturaleza divina y
de Su morar como el poder de la realización de la misma.
Tal vez, también ellos
"gustaron la buena palabra de Dios" así, y siguieron siendo las
mismas personas, no transformadas. ¡Cuán a menudo vemos esto! Almas que en
apariencia parecen recibir las buenas nuevas con gozo y alborozo, y no tienen
ninguna raíz en ellas mismas, y duran un tiempo, pero cuando la tentación
surge, por causa de la Palabra, ellas tropiezan. Ahora bien, yo creo que cuando
un alma recibe la Palabra realmente en su conciencia, nunca la recibe con gozo
al principio. La Palabra hace que
un alma sea más seria que gozosa, aunque ella lleve al gozo eterno.
"Y las obras de poder del
siglo venidero". Esta será la era milenial, la cual se caracteriza por el
hecho de que Satanás es atado, y las enfermedades de los hombres son sanadas.
El testimonio rendido a esa época son los milagros que el Señor mismo realizó,
así como Su otorgamiento de poder a Sus discípulos para realizarlos. ¿Cuántos —
no, cuán pocos de los que obraron así tenían vida verdadera en sus almas? De
1ª. Corintios 13 nos enteramos de la vasta diferencia entre una cantidad
cualquiera de poder, y la posesión de la naturaleza divina que es amor.
Por tanto, ustedes ven, queridos
amigos, que el cielo había empleado todos sus tesoros de gracia y bendición,
como consecuencia de la exaltación de Cristo después de Su obra expiatoria;
dando la presencia del Espíritu Santo, y todos estos privilegios, como
característica de la nueva posición, como hemos visto. Si almas se apartaron
así del Espíritu Santo, tal como algunas lo han hecho, y toda la profesión de
Cristianismo está haciendo rápidamente lo mismo, ¿Qué se podía hacer? Ellos
respaldaron el pecado de su nación (esos Hebreos) y crucificaron para sí mismos
al Hijo de Dios. "Y
han apostatado, crucificando para sí mismos [como lo hacen] al Hijo de Dios,
haciendo [de Él] un espectáculo". (Hebreos 6: 6 – JND). (Ver nota 9).
(Nota
9: La expresión, "de nuevo", que aparece en algunas traducciones de
Hebreos 6: 6, no es necesaria y no debería estar allí.
La nación lo había hecho, y
habían dicho; "Su sangre sea sobre nosotros". (Mateo 27: 25). Algunos
habían escapado a la ciudad de refugio — la iglesia era eso para el Judío
culpable de sangre, pero había el peligro de abandonarla, y de este modo el
vengador de la sangre los alcanzaría, y ellos no escaparían. Mientras que en un
versículo final, cuando él se vuelve a la realidad que se manifestó para estar
entre ellos (Hebreos 6: 9), nos enteramos que todas estas cosas de los
versículos 4 y 5, podían estar allí, sin la posesión de la salvación.
Yo veo un sorprendente paralelo
entre la ley de las ciudades de refugio (Números 35) y este capítulo (Hebreos
6) que no creo que se haya notado antes. Al igual que la iglesia, la ciudad de
refugio era para el Israelita, para el extranjero, y para el que moraba entre
ellos. Dos caracteres de culpa son mencionados y tratados, a saber, el de un
homicida premeditado, y el de aquel que daba muerte a otro sin enemistad en el
pasado. A estos dos se los trataba de manera diferente. El homicida debía ser
entregado — su pecado le alcanzaría, incluso en la ciudad de refugio. Aquel que
derramó sangre involuntariamente y sin premeditación estaba a salvo. Él debía
huir allí, y permanecer allí hasta la muerte del sumo sacerdote que había sido
ungido con aceite santo; entonces él podía regresar a la tierra de su herencia.
Ahora bien, cuando nosotros
examinamos Hebreos 6, encontramos una solemne y hermosa analogía. La iglesia
había llegado a ser la ciudad de refugio para el pobre Judío culpable de
sangre. Pedro los invita, en Pentecostés, a juzgarse ellos mismos por el hecho
y huir, salvándose ellos de la "perversa generación". (Hechos 2). Todo
seguiría así hasta que tuviera lugar el escrutinio según Dios (Mateo 22: 1 al
14). Después, ninguna cantidad de privilegios serviría donde no hubiese vida en
el alma, y al mismo tiempo está el poderoso "consuelo" para "los
que hemos huido para refugiarnos, echando mano de la esperanza puesta delante
de nosotros", ¡confirmada por la promesa y el juramento de Dios! (Hebreos
6: 18 – LBLA).
La pequeña frase, "huido
para refugiarnos", vincula así el pensamiento del tipo con el antitipo,
como es conocido ahora para la fe — y esto, también, en una epístola donde el
Sumo Sacerdocio de Cristo es tanto el tema, y en su ejercicio actual, dentro
del Lugar Santísimo. Como Cristianos, nosotros tenemos que ver con Él como un
sacerdote que ¡ha entrado! —
"por nosotros como precursor", haciendo que el santuario de Dios sea
el refugio actual de nuestros corazones. Los Judíos tendrán que ver con Él como
un sacerdote que ¡ha salido! Él no
hace nunca esto en Hebreos; hay solamente una esperanza de que Él lo hará (Hebreos
9: 28, etc.). Por
consiguiente, cuando Él deje el ejercicio actual de Su sacerdocio como
sacerdocio intercesor, y salga para ejercerlo según su verdadero orden — real,
u orden de Melquisedec — la historia de la iglesia como en su estadía aquí
habrá pasado; e Israel como nación (es decir, el remanente verdadero de ellos
en aquel día), regresará a la tierra de su posesión. En el tipo, era la muerte
del Sumo Sacerdote; en el antitipo, es Cristo que deja de continuar Su
sacerdocio según el carácter actual en su ejercicio en lo alto, y entra en su
carácter como Melquisedec.
Ustedes encuentran en este
capítulo, como ha sido comentado, el carácter más elevado del privilegio
Cristiano que carece de vida, y, lo
que es tan conmovedor, en el final de él — la expresión más débil de la fe
verdadera hallada en el Nuevo Testamento — la de un hombre que se aferra a la
vida, '¡huyendo para refugiarse echando mano de la esperanza puesta delante de
él! Por tanto, Dios reconoce la expresión más débil de la fe, y la anima con el
"poderoso consuelo" de la Palabra y el juramento de Dios, dando, al
mismo tiempo, las advertencias más solemnes en cuanto a la profesión y la
participación en los privilegios, donde no hubiese vida. La vida, donde ella
existía, se expresaba a sí misma mediante obras y trabajo de amor, — podía ser
conocida por sus frutos, como siempre.
Paso ahora, queridos amigos, en
la conclusión de este tema, a 2ª. Tesalonicenses 2, donde ustedes encuentran en
el versículo 3, la apostasía, o el abandono de la profesión del Cristianismo in toto,
es decir, en su totalidad, y la
revelación del "hombre de pecado".
El apóstol Pablo nos muestra que
mientras el misterio de la iniquidad está en acción, Dios todavía estaba
deteniendo la manifestación del "inicuo". "La apostasía", o
la deserción, no existirá mientras los Cristianos verdaderos estén en la
escena, y mientras el Espíritu Santo mora aquí para mantener el cuerpo de
Cristo. Después, cuando el obstáculo sea quitado, llega el abandono del
Cristianismo. Un Anticristo, u hombre de pecado, es entonces revelado, el cual
se sentaría en el templo de Dios. Anticristo es el que "niega al Padre y
al Hijo" (1ª. Juan 2: 22), es decir, niega la revelación del Padre por el
Hijo, conocida a nuestras almas por medio del Espíritu Santo; o, en otras
palabras, la revelación del Cristianismo. Esto es en el tiempo de la apostasía.
Yo no podría decir que existe apostasía ahora, (mientras santos verdaderos
están en la escena, y el Espíritu Santo está aquí, aunque en cuanto a
principio, ella puede estar en acción, y muchos pueden ser apóstatas). Pero
toda la iglesia profesante no ha alcanzado aún la apostasía.
Yo he hecho lo posible por
presentarles siete puntos en estos dos sermones.
1.- En primer lugar, la asamblea,
la cual es el cuerpo de Cristo, como es vista en los lugares celestiales, en
los consejos de Dios, y en resultado, cuando Cristo sea de facto "cabeza sobre
todas las cosas", según Efesios 1:
18 al 22; y compuesta de todos los santos desde el día de Pentecostés hasta que
ella sea llevada a la gloria.
2.- El cuerpo de Cristo como
mantenido en unidad en la tierra mediante el poder del Espíritu Santo, y
compuesto solamente de aquellos que están vivos en la tierra en cualquier
momento dado, donde en cuanto a lugar personal, está el Espíritu Santo, y
teniendo por símbolo de su unidad externa, el partimiento del "un solo
pan", como en 1ª. Corintios capítulos 10 al 12, por los miembros puestos
en la asamblea.
3.- Un templo santo en el Señor,
creciendo bajo Su mano — "bien ajustado" — silenciosamente, sin
defecto, hasta que la última piedra sea puesta en él en la gloria (Mateo 16;
Efesios 2: 21 – LBLA). Aquí no entra ninguna responsabilidad del hombre.
4.- La casa como una habitación
de Dios por el Espíritu en la tierra, en su condición normal (Efesios 2: 22).
Aquí no se menciona quién la edifica.
Pero se conecta con —
5.- La casa o templo, es decir,
todos los que profesan Su nombre en la tierra, donde la responsabilidad de los
hombres entra como de edificadores, y los que son edificados; aquí pueden ser
hallados madera, heno, y hojarasca (1ª. Corintios 3: 10; 2ª. Corintios 6) — lo
que comúnmente es llamada 'Cristiandad'.
6.- Lo que a la casa le sucede en
tal caso, teniendo en ella vasos para honra y para deshonra: Pablo asemeja esto
a una "casa grande". (2ª. Timoteo 2). Y por último,
7.- La apostasía, y el hombre de
pecado. Pero esto es el abandono de la profesión de Cristianismo (2ª.
Tesalonicenses 2), una vez retirados de la escena los santos verdaderos en la
venida del Señor.
En otra ocasión espero presentar,
en alguna medida, un esbozo del aspecto que Cristo asume hacia la iglesia
externa, como Juan lo presenta en los tres primeros capítulos de Apocalipsis;
y, en última instancia, la senda de un 'vencedor' en medio de todo ello.
Mientras tanto, que el Señor
guarde los pies de Sus santos, y bendiga las verdades de Su propia palabra. A
medida que la oscuridad de la escena aumenta, la luz resplandece de manera más
brillante desde Él, alumbrando la senda de aquellos que procuran hacer Su bendita
voluntad, y andar hacia Su gloria. Amén.
Cristo En Medio de los Candeleros
Sermones Acerca de la Iglesia
Sermón 3.
Apocalipsis capítulos 1 a 3.-
En anteriores ocasiones, amados
hermanos, yo he procurado traer ante ustedes los dos grandes aspectos de la
iglesia de Dios presentados en la Escritura. En primer lugar, la cosa verdadera
en su relación con Cristo como Su cuerpo — aquello que está unido a Cristo por
el Espíritu Santo enviado desde el cielo; "la asamblea, la cual es Su
cuerpo" (Efesios 1: 22, 23 – JND) — y, por otra parte, en su relación con
Dios como Su morada en la tierra, la asamblea o casa de Dios. De esta última,
dos aspectos salen a relucir muy claramente en la Escritura: lo que Cristo
edifica, y lo que el hombre edifica.
La palabra "iglesia", o
propiamente "asamblea", es usada tanto acerca del cuerpo de Cristo
como de la casa de Dios. Es decir, si ustedes miran al cielo, encontrarán a
Cristo que ha ido allí, y la asamblea es Su cuerpo, como se ve en Efesios 1. Si
ustedes miran aquí abajo en la tierra, la casa, es decir, los que profesan el
Cristianismo, es "la asamblea del Dios vivo (2ª. Timoteo 3 - JND). Ellos
son dos pensamientos distintos, y nunca son confundidos.
La mayor parte de la confusión de
la Cristiandad en la actualidad se debe al hecho de mezclar estas dos cosas.
Existe también, como hemos visto, el cuerpo de Cristo como en 1ª. Corintios 12,
visto en la tierra, compuesto de aquellos que están aquí, y solamente de estos,
mantenido en poder y unidad por el Espíritu Santo en la tierra. Y los
Cristianos en la tierra eran tratados de manera práctica, reunidos en cualquier
lugar, como "el cuerpo de Cristo" en aquel lugar; como Pablo a los
Corintios (1ª. Corintios 12: 27), "Vosotros, pues, sois el cuerpo de
Cristo, y miembros cada uno en particular".
Vimos también de qué manera la
responsabilidad del hombre era reconocida llevando a cabo la obra de Dios aquí
abajo, siguiendo el rastro de la casa o templo en el cual el hombre podía
edificar y fracasar en el carácter de su obra, hasta el abandono completo del
Cristianismo y el Anticristo.
Pues bien, esta noche yo estoy a
punto de trazar algunos pensamientos a partir de una Escritura que es,
felizmente, más o menos familiar para muchos de nosotros; me refiero a los tres
primeros capítulos de Apocalipsis.
Estoy a punto de examinarlo de
tres maneras:
En primer lugar, la actitud en
que Cristo es visto en medio de las iglesias en Apocalipsis, como es presentado
por Juan.
Luego, en segundo lugar, cuál es
Su testimonio a estas asambleas: Sus pensamientos, como son revelados en cuanto
a "las [cosas] que son". (Apocalipsis 1: 19).
Y por último, espero exponer en
alguna medida qué es ser un 'vencedor' en medio de una escena tan solemne.
Ustedes aceptarán fácilmente lo
que estoy a punto de decirles, a saber, que Pablo
no podía ser el vaso para revelar este
aspecto de Cristo en medio de estas asambleas. Pablo revela al Hijo de Dios
como un Cristo celestial, ido a lo alto, ya sea como Cabeza de Su cuerpo, la
asamblea, o como Sumo Sacerdote. Juan,
por el contrario, habla de Dios que ha descendido; de un Cristo andando en la
tierra, ya sea manifestado en gracia, como en su Evangelio, o en sus tratos
judiciales como en Apocalipsis, mediante los cuales Él corrobora Sus
reclamaciones aquí en la tierra. Pablo es "celestial" en su testimonio; con él
es el hombre que sube a lo
alto; Juan es "divino", y
con él es más Dios que desciende, manifestación en la tierra. Este pensamiento
es familiar para muchos.
Por eso, en consonancia con su
otro testimonio, Juan es el
instrumento utilizado para mostrarnos a Cristo en esta actitud intensamente
judicial hacia el cuerpo externo que ostenta Su nombre. Nosotros debemos
distinguirlo a Él cuidadosamente entre Su carácter como Cabeza de Su cuerpo,
suministrando nutrición por medio de coyunturas y ligamentos a Su "propia
carne", como leemos, ("No asiéndose a la Cabeza, de la cual todo el
cuerpo, nutrido y unido por las coyunturas y ligamentos", etc., Colosenses
2: 19 - LBLA; Efesios 5: 29); y Su juicio y escrutinio, y Su amenaza a la
iglesia externa con la extirpación como resultado de ello, en su lugar como un
testimonio colectivo en la tierra.
Juan está aquí, 'viendo las
vicisitudes', por así decirlo, de aquella que Pablo había establecido,
diciéndonos lo que Cristo hará con ella: Él está punto de 'vomitarla' de su
boca. (Apocalipsis 3: 16).
Él está en la isla de Patmos a
causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús. Enviado allí al exilio
por el emperador Romano, él estaba, no obstante, en el disfrute pleno de su
privilegio Cristiano, "en el Espíritu en el día del Señor". De este y
de otros pasajes de la Palabra, yo infiero que hay una acción especial del
Espíritu Santo en ese día. (Vean Juan 20: 1, 19, 26; Hechos 20: 7; 1ª.
Corintios 16: 1, etc.).
Ustedes tendrán en cuenta que el
libro del Apocalipsis tiene especialmente en perspectiva las reclamaciones de
Cristo sobre la tierra, que se van a cumplir cuando Dios traiga al Primogénito
al mundo (Hebreos 1: 6 – VM). Pero antes de las visiones que apuntan a este
fin, Juan es llamado por una voz detrás
de él (su rostro está con el
pensamiento del Espíritu hacia la introducción del reino), y él se vuelve para
ver la visión; y ve al Señor en este carácter, y se entera de lo que Él estaba
a punto de hacer con el cuerpo responsable aquí abajo, el cual no estaba
emitiendo la luz, para ser el vaso responsable de lo que Él había establecido.
"Y me volví para ver la voz
que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro". Ellos son
descritos como de oro habiendo sido establecidos desde una fuente divina.
"Y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre,
vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un
cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como
nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido,
refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en
su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y
su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. Cuando le vi, caí
como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo
soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que
vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del
Hades". (Apocalipsis 1: 12 al 18).
Ustedes encuentran aquí el
aspecto de Cristo hacia las asambleas como Juan lo Presenta. Su carácter
personal y judicial, como Hijo del Hombre, y sin embargo Anciano de Días;
juzgando y discriminando en medio de los candeleros. Ustedes no encuentran Sus
caracteres relativos, tales como Sumo Sacerdote, o Cabeza de Su cuerpo la
asamblea; esa es más la forma Paulina de presentarlo.
Como "Hijo del Hombre",
Él es Juez de todo — y ustedes lo encuentran aquí como tal. "Y también le
dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre". (Juan 5:
27). Él está "vestido de una ropa que llegaba hasta los pies"; 'no se
quitó sus vestiduras' como para llevar a cabo Su servicio de amor en gracia y
lavar los pies de Su pueblo (Juan 13); y "ceñido por el pecho con un cinto
de oro". Su corazón y Sus afectos no son vistos emanando hacia Su iglesia
— Su esposa, sino que está ceñido con un cinto de justicia — no de gracia.
En Daniel 7, el "Anciano de
Días" es descrito aquí como Cristo; de modo que el Hijo del Hombre es el
Anciano de Días como lo sabemos incluso a partir de esa profecía (comparen con
Daniel 7: 9, 13, 14, y 22). "Sus ojos como llama de fuego"; este
intenso escrutinio personal que alcanzaba el alma. Me atrevo a decir que
algunos de nosotros podemos recordar (y algunos pueden sentirlo ahora) cuando
ellos estaban inquietos, y la conciencia no estaba en reposo en medio de las
cosas eclesiásticas que los rodeaban. El esfuerzo por explicar y excusar
asuntos, bajo el argumento de que ellos no podían obtener la perfección aquí,
no lograban tranquilizar la conciencia. Tal vez ellos no podían explicar la
sensación de inquietud que sentían; las prácticas religiosas irreconciliables con
las Escrituras turbaban sus almas: los esfuerzos por ser felices y enmendar las
cosas, y buscar la libertad personal cuando se encontraban en medio de la
corrupción colectiva, no tuvieron éxito.
¿Qué fue lo que causó este
ejercicio de conciencia? Sencillamente esto — los ojos de Cristo se volvieron
hacia ellos; y aunque ellos pudieron no haberlo sabido, lo sintieron, y
sintieron también que nunca podrían ser felices en tal relación; ellos no
pudieron soportar Su mirada. ¡Cuán solemne y cuán triste es cuando ustedes
saben acerca de aquellos que una vez fueron ejercitados acerca del mal en que
andaban, y se asentaron en él, y de los ejercicios de alma que fenecieron, y de
la conciencia que ya no actúa más! Los ojos de Cristo han sido sacados de sobre
ellos, por así decirlo. Ellos no aceptaron la luz, y no cedieron cuando el
corazón era sensible al mal, y son dejados ahora ¡donde ellos deseaban! ¡Cuán
solemne!
Él controla todo el poder
subordinado — las estrellas, en Su diestra de poder; Su voz es oída en majestad,
y Él juzga por medio de la palabra de Dios, la espada aguda de dos filos;
mientras Su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza, el símbolo
de autoridad suprema.
Yo paso por alto los detalles,
deseando presentar sólo el pensamiento general en cuanto al aspecto en que Él
es visto aquí.
Cuando Juan Le vio él cayó
"como muerto a sus pies". Se trataba del mismo discípulo a quien
Jesús amaba, y que se recostó sobre Su pecho durante la cena en su propio lugar
familiar, aceptado en la gracia del Señor. Convertido habiendo comprendido la
persona del Cordero de Dios, y atraído a Él desde aquel momento, aquí todo ha
cambiado. Este aspecto terrible de Jesús como Juez le hace caer a Sus pies como
muerto. Él es tranquilizado mediante, "No temas" — Él era el que vive
y había muerto, y tenía en Su mano las llaves de la muerte y del Hades; Él
nunca las había entregado. Las "puertas del Hades" no pudieron
prevalecer contra el Hijo del Dios viviente; ¡Cristo tenía las llaves de todo!
Él nunca se las había dado a Pedro, ni a nadie. Él dio "las llaves del
reino de los cielos" a Pedro—nunca le dio las llaves de la muerte y del
Hades. (Mateo 16).
Él envía ahora siete mensajes a
siete asambleas en Asia por medio de Juan. Había muchas otras en esas provincias,
pero estas son elegidas como presentando, en su estado de aquel entonces, lo
que servirá al Espíritu Santo para presentarnos, como en un cuadro extendido,
la historia de la profesión del nombre de Cristo en la tierra y su
responsabilidad, con Sus pensamientos y Su juicio de ella desde el principio
hasta el final.
Se pueden considerar de tres
maneras distintas:
1º. Como siete asambleas
existentes cuya condición necesitaba las palabras habladas a cada una, en el
momento.
2º. Como mensajes conteniendo palabras
a aquel que tiene oído para oír lo que el Espíritu dice, en todo tiempo; y,
3º. Como presentando en
integridad una delineación profética de la historia de toda la iglesia en
responsabilidad inmediatamente después de los tiempos apostólicos, hasta su
extirpación final, como un testigo falso para Cristo: "Estoy a punto de
vomitarte de mi boca". (Apocalipsis 3: 16 – JND).
Siete {iglesias} son elegidas
como el número de integridad espiritual, expresando aquí la integridad de los
pensamientos de Dios en cuanto al objeto del cual Él está tratando.
Esta manera de presentar lo que
se ha convertido en historia es sabia y hermosa, como debe ser todo lo de Dios.
Porque si tantas fases sucesivas y variadas de la historia de la iglesia
hubieran sido presentadas como tales
proféticamente predichas, ¿Qué habría sido de la esperanza de la venida del
Señor, dada a los santos para ser su constante expectativa desde el momento en
que Él se fue? ¿Cómo estar esperándole si hubiera habido la revelación expresa
de que todas estas cosas tenían que ocurrir en el estado de la iglesia antes
que Él viniese? La respuesta es que en la sabiduría del Espíritu de Dios, en el
momento que estos mensajes fueron pronunciados, todos los rasgos estuvieron allí
y no se necesitó ninguna demora
para revelarlos y desarrollarlos; de modo que Él podía haber venido en el
momento en que estos mensajes fueron escritos. Y al mismo tiempo ellos podían
ofrecer una palabra de aliento y de advertencia aquel que tenía oído para oír
en todos los períodos; mientras ellos podían transmitir cuando "la
paciencia de Dios esperaba", a los que eran llamados cerca de la
conclusión del período, la enseñanza más importante en cuanto a lo que había
ocurrido en las fases sucesivas de la historia de la iglesia, explicando su
estado al final y delimitando la senda de Dios para cualquiera que prestara
oídos.
Daremos una rápida mirada a
ellos, ya que no pretendo entrar en detalles; esto ha sido hecho hábilmente por
otros.
Éfeso presenta el estado de la
iglesia inmediatamente después de la primera implantación de ella en días
apostólicos. Bastante activa, pero su primer amor por Cristo había menguado.
Ninguna actividad pudo compensar eso. Él procura hacerle recordar:
"Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las
primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su
lugar, si no te hubieres arrepentido". Ella había dejado que la luz
parpadeara y se oscureciera, y ya no se dice nada más en cuanto a un candelero
en los mensajes; pues desde el momento del fracaso de corazón para con Cristo
ello fue tratado como un alejamiento tal del cuerpo general, que ella dejó de
ser un testimonio colectivo y corporativo de Cristo en la tierra, aunque tiene
el lugar del candelero en responsabilidad hasta el final.
En la segunda asamblea,
"Esmirna", la cual responde a las primeras persecuciones de la
iglesia que siguieron, desde Nerón hasta Diocleciano, ustedes encuentran al
Señor recurriendo a los tiempos de tribulación para restaurar, si ello era
posible, el corazón de la iglesia a su condición normal; y Satanás es el
instrumento de ello. Cuán a menudo ello es así con almas individuales. Cuando
existe una decadencia de alma y el peligro es que ella se aleje de Cristo en la
práctica, entonces viene la prueba en misericordia; el dolor y la tribulación
son para bien, incluso para llevar de regreso el alma a Cristo, de quien ella
se había alejado. Así que con los santos aquí, aunque había pobreza a ojos del
mundo, Cristo pudo decir, "tú eres rico": muy diferente de Laodicea
al final, jactándose ella misma de ser rica; a ella el Señor le muestra que es
desventurada, miserable, pobre, ciega y desnuda.
Ahora bien, presten atención en
Pérgamo a la manera en que Satanás cambia sus tácticas. Si él no puede tener
éxito mediante la persecución (la cual sólo hizo que Esmirna fuera más
brillante en el testimonio, como más cerca de Cristo), intentará la seducción.
Si él no puede ser un león, será una serpiente. Aquí ella ha fijado su
residencia para morar donde Satanás tiene su "trono". Ello responde a
la época de Constantino, cuando el imperio adoptó la profesión de Cristianismo
y patrocinó a la iglesia. De este modo, en lugar de ser algo perseguido y
despreciado por el mundo, la amistad y el patrocinio del mundo se convirtieron
en suyos y en su ruina. En medio de todo un "Antipas" (cuyo nombre
significa "contra todos"), puede ser recordado, un fiel testigo para
Cristo, el cual padeció la muerte en el lugar donde una iglesia infiel moraba
satisfecha. El mundo que su Señor y Maestro había rechazado de manos de Satanás
la había atraído y la había vencido (Mateo 4). Ella debería haber andado en Sus
humildes pisadas. Por tanto, fue más difícil para los fieles detener el
torrente de corrupción que se estaba instalando ahora, y aun así, los que lo
hacían serían alimentados por el maná escondido — un Cristo humillado — en la
senda humilde de ellos. La doctrina de Balaam y de los Nicolaítas eran
toleradas — el abuso de la gracia una vez aborrecido (Apocalipsis 2: 6). La gracia
era tan plena que ellos decían, en cuanto a principio, puedes vivir como
quieras, ello sólo realzará la gracia.
En Éfeso ustedes encuentran que
ellos aborrecían la doctrina de los
Nicolaítas; en Pérgamo leemos, "tienes a los que [la] retienen". ¡Qué
lamentable! ¡De qué manera la atmósfera en la cual la iglesia se había
deslizado había oscurecido su percepción de lo que era debido y apropiado para
Cristo! Nosotros sentimos la más mínima suciedad cuando el corazón está con Él.
Dejen que el corazón pierda fuerza como el arco que se rompe, y las cosas que
nos habrían hecho estremecer son permitidas, y la conciencia se aturde. Las
seducciones de Balaam iban ganando terreno; en realidad, ellos ya tenían una; y
sin embargo, en medio de todo, "Antipas"-- ¡extrañamente
significativo su nombre! — fue asesinado por su fiel testimonio de Cristo. Era
algo grande ser un 'vencedor' en un estado tal de cosas. Un vencedor era uno
que estaba frenando la marea y nadando contra la corriente. Tal persona sabría
lo que era alimentarse del "maná escondido", y tener la
"piedrecita blanca" dada por Cristo. Él podía entender la senda de un
Cristo humillado, que había rechazado las seducciones del mundo, como la
iglesia debería haber hecho. Nadie conocía el valor de la aprobación secreta de
Cristo, sino el que lo merecía y la obtenía.
Cuando Tiatira aparece ustedes
tienen otra cosa. Se trata de la completa corrupción del Catolicismo Romano en
la edad media. Ustedes encuentran que en lugar de ser seducida a la corrupción
como Pérgamo, la iglesia era ahora la originadora y la propagadora de ella.
Dicha corrupción tuvo su origen en ella. Hijos nacieron de la corrupción
(Apocalipsis 2: 23). Sin embargo Cristo reconoce incluso la creciente
consagración de los fieles en medio de tal escena, pero el mal era permitido.
"Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus
obras postreras son más que las primeras. Pero tengo unas pocas cosas contra
ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca
a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he
dado tiempo para que se arrepienta de su fornicación, y no se arrepintió"
[como debe ser leído el pasaje]. (Apocalipsis 2: 19 al 21). Hasta este mensaje
nosotros encontramos al Señor procurando llamar a la iglesia a que regresara a
su condición original; pues bien, no hubo esperanza de esto, "[Ella] no se
arrepintió, o más correctamente "su voluntad fue no arrepentirse". La
corrupción había entrado y encontrando allí una residencia, la nueva corrupción
tomó auge en aquello que llevaba Su nombre en la tierra: por lo tanto, la
esperanza de recuperación ha pasado.
Pues bien, encontramos dos cosas
que son mencionadas por primera vez.
En primer lugar, un remanente en
medio de la escena de corrupción, reconocido por el Señor; y,
En segundo lugar, la venida del
Señor como el único recurso para los fieles, y en lugar de cualquier
recuperación de la iglesia, el reino y la estrella de la mañana son presentados
en esperanza.
Yo me atrevería a usar aquí una
figura para ilustrar los diversos tipos de estado de la iglesia profesante. Un
arcoíris es visto presentando varios colores, de los cuales un color especial
es prominente en un momento dado. Si ustedes lo miran, observarán que el color prominente
se suaviza, y otro destaca, y así sucesivamente. También con estas iglesias:
alguna característica que se destaca de manera prominente en un momento dado
está ante nosotros, después viene otra. Todos los colores están allí al mismo
tiempo, pero uno prominente se destaca en relieve sobre los demás. De modo que
estos varios rasgos pueden ser hallados en un mismo momento en la iglesia
profesante; pero en ciertos momentos uno sobresale notablemente del conjunto.
Tiatira es aquí la corrupción
completa y la autora de ella, y no hay esperanza de retorno. Los fieles tienen
que retener hasta que el Señor venga de nuevo. Ella estaba asumiendo
"autoridad sobre las naciones" — el Catolicismo Romano en la edad
media hizo esto; pero el fiel tendría esto, cuando Él volviera, al cual le
pertenece por derecho, pero no como en la escena de Su rechazo, donde la
iglesia corrupta la estaba usurpando. La "estrella de la mañana" que
se les dio mientras tanto hablaría de Cristo conocido en gloria celestial, y
del aspecto celestial de Su venida antes que Él aparezca para tomar el reino,
presagio de este día resplandeciente de gloria terrenal en el cual ellos
estarían asociados con Él en todo lo que Él recibió de Su Padre.
Lean Apocalipsis 2: 24 de este
modo: "Pero a vosotros os digo, los restantes [o, remanente] que estáis en
Tiatira". La palabra que los pondría a prueba es, "Lo que tenéis,
retenedlo hasta que yo venga".
Habría suficiente tiempo para tener el reino cuando Cristo lo obtenga, en lugar
de 'reinar como reyes' con la iglesia infiel a su Señor ausente.
Cuando llegamos a Sardis, la cual
nos presenta el Protestantismo desde la Reforma, encontramos que ellos habían
"recibido y oído" mucho. ¿Qué uso ellos le dieron? Dios había obrado,
y del resultado producido en manos del hombre vino este estado Sardiano, del
cual la muerte era el rasgo principal. Sardis tenía nombre de que vivía pero
estaba realmente muerta delante de Dios. La iglesia en el Protestantismo no
había asumido poder como Tiatira, sino que había apelado al mundo, y era del
mundo, y sería tratada como el mundo cuando Él viniera sobre ella "como
ladrón". Las obras de ellos podían ser bien vistas delante de los hombres, pero
no eran perfectas delante
de Dios. Si de Tiatira Él dice, Te pondré "en gran tribulación", de
Sardis dice, «Yo la trataré como el mundo, porque ella es el mundo y nada más.»
Esto es lo que le está reservado al
Protestantismo, con una profesión externa decente, pero careciendo de todo lo
que le daría realidad delante de Dios. Ustedes notarán que la venida del Señor
es mencionada aquí en cuanto al carácter
en que Él vendría sobre Sardis. "Hasta"
ese acontecimiento, era el pensamiento prominente en Tiatira: En Sardis es,
"como ladrón". Vean 1ª. Tesalonicenses 5: 2 al 5 para la solemne
intensidad de ello.
En Filadelfia es más la Persona que viene lo que está ante el
alma; Él viene pronto. Este es el llamamiento de Dios en las escenas finales de
la triste historia de la iglesia. La marca identificadora prominente, por así
decirlo, es: el poder de Cristo descansando sobre ellos estando en debilidad.
"Poca fuerza", es su carácter, pero ella lo usa, y guarda Su
"palabra", y no niega Su "nombre". ¡Hermoso y
bienaventurado testimonio de Su corazón rendido a los débiles! Filadelfia
('amor fraternal') no es un estado perfecto
de cosas, pero es el estado de cosas de Dios (ver nota 1), y esto es lo que
queremos.
(Nota
1. Esto sería en cualquier momento, y donde quiera que se encuentre; pero
caracterizando especialmente a los que siguen con Cristo, un remanente
verdadero al final, cuando Laodicea caracteriza a los que se hunden en la
religión mundana con mucha jactancia alrededor nuestro. Estas dos se ramifican
del estado de cosas que hizo a Sardis. Todos los cuatro estados, Tiatira,
Sardis, Filadelfia y Laodicea, son contemporáneos y siguen hasta el final, si
bien comienzan una después de la otra cronológicamente. Todas existen ahora,
porque, ¿quién puede negar que Laodicea se manifiesta?
Silenciosa y discretamente ella
andaba en lo que convenía a Su nombre — el Santo, el Verdadero. Ella no podía
decir, como Jehú, "Ven conmigo, y verás mi celo por Jehová", quien,
después de todo, se caracterizó, en el fondo, por la ambición y la crueldad.
(2º. Reyes 10). Tampoco podía ella, como Laodicea, jactarse de que era rica y
que se había enriquecido, y que de ninguna cosa tenía necesidad.
Tiatira puede entrar en gran
tribulación — puede ser encontrada como el mundo y ser tratada como el mundo —
Laodicea está lista para ser vomitada de Su boca: y en medio de todo, Filadelfia
espera al Señor, ella guarda Su palabra y anda en lo que conviene a Su nombre,
y Él la guardará de la hora de la prueba (Isaías 24), que viene sobre todo el
mundo, "para probar a los que moran sobre la tierra". (Apocalipsis 3:
10).
Cristo mismo se presenta a ella
como uno que está afuera de toda la escena — no estando afuera de una manera
eclesiástica como andando en medio de los candeleros, sino moralmente conforme
a lo que Él es en Sí mismo, y como uno que dispone de todo. Tanto positiva como
negativamente ella es fiel a Cristo; sin embargo, para los demás, ella no tiene
fuerza aparente. Ella tenía solamente poca fuerza, ¡y la usó para Cristo! Este
era el poder. Las personas son atraídas mediante el poder. Pero, ¿cómo lo
buscan? En alguna gran exhibición con resultados brillantes, y manifestaciones
de él. ¿Pensaron ellos alguna vez acerca del poder que se manifiesta en la paciencia?
La paciencia es una señal de
poder cuando la iglesia está en ruina. Es para producir esto que Dios propone
todos los recursos de Su poder. "Fortalecidos con toda fortaleza, conforme
a su glorioso poder" (Colosenses 1: 11 – VM). Ustedes dicen, ¿Con qué fin?
La respuesta está en el mismo versículo: "para toda paciencia y
longanimidad, con regocijo". (Colosenses 1: 11 – VM). ¡Qué decadencia en
la estimación del hombre, esperando algún brillante resultado para atraer la
atención de todos! Pero la paciencia fue la primera señal del poder apostólico
(2ª. Corintios 6: 4), y es incluso más importante para Dios que la más sorprendente
manifestación de poder.
En Laodicea ustedes encuentran lo
que Satanás puede hacer con la carne en el hombre de una manera religiosa. De
ella Él dice, "ni eres frío ni caliente" ¡y Él está punto de
vomitarla de Su boca! La iglesia fue llamada a andar en el Espíritu, afuera del
hombre y de su esfera de cosas. Aquí ella ha regresado completamente a andar en
la carne, y es un testimonio falso para Cristo. Él está a la puerta y llama; Él
está afuera de toda la escena, excluido por aquello que lleva Su nombre. Cuando
esa fase se manifiesta plenamente, Él ya no puede soportar más la profesión. Y
el juicio amenazado en Éfeso es ejecutado con toda señal de Su repugnancia. La
corrupción de lo mejor es el peor de los males, y Él la trata como tal.
Volvamos a la actitud de Cristo
en medio de estos candeleros. Se verá que Él llama al individuo que tiene oídos
para oír lo que el Espíritu dice a la iglesia en su conjunto: no a la iglesia,
por lo menos desde Tiatira
en adelante, (ver nota 2), ella es corrupta; el vencedor tendría su recompensa.
Las recompensas son apropiadas a las dificultades peculiares a través de las
cuales cada uno de ellos ha pasado en fidelidad a Él.
(Nota
2. El llamamiento a oír dirigido hasta ahora a toda la iglesia, resuena desde
este punto (Apocalipsis 2: 29), solamente en el oído del vencedor. La iglesia
en su conjunto es desahuciada incluso como si tuviera un oído para oír).
Pero se observará que en toda
esta Escritura no hay ni una sola
enseñanza para el individuo ¡excepto la que le dice que 'oiga'! Alguno ha
encontrado que es un asunto de mucha dificultad el motivo por el cual, en medio
de tanto mal, no sea dada ninguna enseñanza para que uno se limpie de él, y
para apartarse de tal estado de cosas. Mientras otras Escrituras son bastante
claras en cuanto al principio, aquí, donde tal flagrante mal es revelado, ¿por
qué no hay instrucciones acerca de cómo actuar?
La respuesta es sencilla. Juan
está viendo las vicisitudes de aquello en que Pablo había sido usado
administrativamente para establecerlo, y de estos mensajes nos enteramos lo que
Cristo hará con ello. Él no devela lo que yo debo hacer, sino que me dice lo
que Él hará, y me llama a oír y a vencer. Si yo quiero ver mi propia senda, y
lo que debo hacer, yo tengo que buscarlo en otra parte cuando yo haya oído lo
que el Espíritu dice a las iglesias. Es más probable que yo encuentre mi senda
en Pablo, por medio del cual, si él puso el fundamento de la iglesia que había
caído ahora en decadencia, nos enteramos también que esta sería su historia y
tiene instrucciones inspiradas para afrontar el cambiado estado de cosas.
Entonces, es a él a quien debo acudir, como también a otras Escrituras, para
ver cuál debería ser la senda del vencedor en un día malo. . Espero poder
hablar de esto en otra ocasión.
"Al Que Venciere"
Sermones Acerca de la Iglesia
Sermón 4 – Segunda parte del
tema
"Cristo En Medio De Los Candeleros"
Hasta ahora he procurado traer
ante ustedes, en primer lugar, lo que la iglesia es en la verdad y en la
realidad de ella, como el cuerpo de Cristo en propósito y resultado, conforme a
los consejos de Dios. Lo que ella será cuando Cristo — el segundo Hombre — el
postrer Adán — posea Sus glorias de manera manifiesta; la iglesia es entonces
"la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo". También
consideramos el otro aspecto de la iglesia como el cuerpo de Cristo en la
tierra, constituido y mantenido en su unidad como "un solo cuerpo"
mediante la presencia y el poder del Espíritu Santo. Después perfilamos a partir
de la Escritura la casa de Dios como el cuerpo profesante que está aquí abajo;
y por último, vimos la actitud judicial en la que Juan presenta a Cristo con
respecto a ella con "ojos como llama de fuego" (Apocalipsis 1: 14);
un aspecto en el cual yo creo que Pablo no podía presentarlo. Es más su
incumbencia presentar un Cristo celestial ido a lo alto como hombre a la gloria
de Dios; y él no Lo hace descender de nuevo. Obviamente, el hecho de que Él
será manifestado en juicio también está en los escritos de Pablo; algo muy
cierto y necesario para completar la Palabra de Dios.
Es muy bienaventurado, queridos
amigos, saber que nosotros estamos unidos a Él, el cual es el Juez de vivos y
muertos, por el Espíritu Santo enviado. Tenemos vida eterna en Él, y estamos en
completa redención. No hay judicialmente una sola sombra entre nuestras almas y
Cristo.
Pero no obstante, Él va a vomitar
de Su boca el cuerpo profesante que lleva Su nombre aquí abajo, y yo no quiero
ser identificado con el estado por el cual Él lo rechazará así; yo quiero ser
un vencedor. Yo no digo que sea posible que un Cristiano verdadero sea vomitado
de la boca de Cristo; pero él puede ¡lamentablemente! ser hallado en ese
momento identificado con ese estado que es totalmente nauseabundo para Cristo.
Mucho se dice acerca de las
bendiciones para el vencedor en estas Escrituras (Apocalipsis capítulos 2 y 3).
¿Cuál es el significado de un 'vencedor'? No es una persona que se mantiene
firme cuando todas las cosa están en orden. Tomen a Adán en el huerto. ¿Tuvo él
que vencer en algo? No. Entonces, cuando vencer se hace necesario, ¿cuál es la
circunstancia? Las cosas se han desordenado; la mayoría se ha ido de inmediato.
Una pleamar los hizo entrar; la marea vino y los arrastró inmediatamente. Pues
bien, cuando las cosas sean así, el vencedor tiene que estar firme por Cristo
en la escena; y él es justo aquel a quien el corazón de Cristo es atraído de
una manera que no podía haber sido cuando todo el cuerpo iba bien.
Fue en el oscuro día de la ruina
de Israel que Elías y Eliseo fueron sustentados; no hubo hombres así en los
prósperos días de Salomón. La fe que llevó a Elías a través de tales días de
ruina para Dios, fue respondida ¡mediante su traslado al cielo en un carro de
fuego!
El vencedor era uno que cuando
descubría que el pueblo de Dios se estaba distanciando de un estado apropiado
para Él, estuvo conteniendo la corriente. Si ustedes han nadado alguna vez
contra una corriente, saben qué sucedería si dejan de dar una sola brazada
contra una corriente y donde irían ustedes a tocar tierra. Y, mis queridos
amigos, una cosa es haber conseguido un firme punto de apoyo, y otra es
mantenerlo — una cosa es tener entendimiento acerca de un lugar divino, y es
del todo otra cosa mantenerlo en poder.
En la ocasión anterior en que me
dirigí a ustedes, mencioné que en los mensajes a las Siete Iglesias ustedes no
obtienen instrucciones individuales en cuanto a qué hacer. Ustedes tienen
recompensas prometidas al vencedor, pero no se les dice de qué manera vencer.
Muchos dicen, por ejemplo, «Consideren todo el mal y cosas por el estilo que
hay en las siete iglesias, y ¡el Señor no ordena a Su pueblo que las
abandonen!» ¿Les digo por qué no Él no lo hace? Por este motivo: ustedes nunca
tienen en esos mensajes ni una sola instrucción con respecto a lo que ustedes
tienen que hacer, excepto una,
es decir, ustedes tienen que 'oír'. ¿Oír a la iglesia? NO; ella es una cosa
juzgada. Tienen que oír "lo que el Espíritu dice a las iglesias".
Entonces ustedes encuentran la bendición prometida "Al que venciere".
Vayan conmigo a unas pocas
Escrituras en el Antiguo Testamento para que podamos ver de qué manera otros
vencieron en un día malo.
En Éxodo 32 encontramos un caso
de este carácter. Israel había sido llamado a salir de la idolatría; primero
Abraham, y después toda la nación, para ser el testimonio del único Dios
verdadero. Pero en el momento en que al pobre hombre se le encarga algo, él
fracasa. Moisés había subido para recibir la ley por parte de Jehová, y el
pueblo de Israel y Aarón estaban abajo. Tan pronto como perdieron de vista a
Moisés, ellos hicieron un becerro de oro; regresaron a la idolatría; a la cosa
misma de la cual habían sido llamados a salir.
Así con la iglesia de Dios. Ella
fue llamada a andar del todo afuera
del hombre y de la carne y lo primero que hace es caer de nuevo en el andar en
la carne. Ustedes encuentran murmuración acerca de un asunto de los fondos en
Hechos 6. En Hechos 2 todos ellos fueron "llenos del Espíritu Santo";
pero cuando llegamos a Hechos 6 ellos tuvieron que 'elegir varones llenos del
Espíritu Santo'. Ustedes ven que no todos estuvieron llenos en aquel entonces.
Pues bien, aquí en Éxodo 32
Moisés había subido al monte, y Aarón había hecho el becerro de oro, asociando
el nombre de Jehová con la figura de ¡"un buey que come hierba"!
(Salmo 106: 20). Y dijeron, "Israel, estos son tus dioses", etc. Yo
sólo recuerdo ahora esta bien conocida historia para mostrar de qué manera
Moisés y Leví vencieron. Moisés tomó las tablas de la ley que Dios le había dado,
y las quebró al pie del monte. ¿Por qué él actúa así? Por haber entrado en el
pensamiento de Dios, por haber estado con Dios. Él hace exactamente la cosa
correcta en el momento correcto. Fue la intuición de la comunión divina.
¡Hermosa acción de Moisés! La gloria de Dios fue cuidada, y también la
seguridad del pueblo. La ruptura de las tablas satisfizo a ambas cosas, porque
si la ley hubiese entrado al campamento ello sólo pudo haber resultado en la
destrucción de ellos, y entonces, ¿Dónde habría estado el testimonio de lo que
Él era en Su propia naturaleza?
Fíjense en el versículo 25. A
Moisés se le había dado a Aarón por su incredulidad al principio, y de todas
las personas, él lo llevó a la angustia más profunda. Siempre es así. Llevamos
un aguijón en nosotros por nuestra incredulidad, y luego llega el momento en
que se encona y nos da muchos momentos amargos. Vean también a Abraham. Él
desciende a Egipto y recibe a la sierva Egipcia. Ella fue un aguijón recibido
en esa tierra de tinieblas. Vean de qué manera él cosechó lo que había sembrado
a través de ella.
Siempre es así. Dios dice, por
así decirlo, «Bueno, tu no puedes elevarte a mí, yo descenderé a ti.» Entonces
encontramos cuán mejor nos habríamos elevado a Él, superando todos los montes
de dificultad que la incredulidad había suscitado.
Moisés se puso a la puerta del
campamento, y dijo — y, de paso, que ello sea una palabra para toda conciencia
a la que me dirijo, que cada uno esté dispuesto a estar por Dios aquí abajo —
él dijo, "¿Quién está por Jehová?
Júntese conmigo". Y se juntó con él toda la tribu de Leví. Espléndida
acción en fe para vencer. Ellos se mantuvieron en fidelidad por Dios delante de
los hombres, ¡y obtuvieron el privilegio glorioso de ser la tribu sacerdotal! Y
este es el verdadero carácter y la base verdadera de todo sacerdocio. Una cosa
es ser sacerdote de Dios por gracia, como son todos los Cristianos, pero otra
muy distinta es obtener nuestro
sacerdocio por medio de la consagración a Dios. Justo en la medida que hemos
sido fieles por Dios delante de los hombres es que ¡nosotros podemos estar
delante de Dios por los hombres!
Moisés dice, "¿Quién está
por Jehová?" y la tribu de Leví responde al llamado. Ellos se separaron en
fidelidad de sus hermanos que eran infieles a Dios, y se consagraron para que
su lugar sacerdotal fuera la tribu sacerdotal, pues no habían dudado cuando
llegó el momento de elegir entre Dios y el hombre. Jehová, por así decirlo,
nunca olvidó lo hecho por Leví.
Si pasamos a Deuteronomio 33 y
examinamos las bendiciones de las tribus, yo encuentro que Moisés se ocupa
especialmente de dos, José y Leví. Leemos, "Y de Leví dijo: Tu Tumim y tu
Urim sean para tu siervo favorecido, a quien probaste en Masa, con quien
contendiste junto a las aguas de Meriba; el cual dijo de su padre y de su
madre: No los he visto: ni a sus hermanos conoció, y de sus mismos hijos no
hizo caso: porque guardaron tus dichos, y sobre tu pacto vigilaron. Ellos pues
enseñarán tus juicios a Jacob, y tu ley a Israel; pondrán incienso delante de
ti, y holocaustos sobre tu altar". (Deuteronomio 33: 8 al 10 – VM). Las
luces y perfecciones (Tumim y Urim) de las relaciones de Jehová con Su pueblo,
y de Su pueblo con Jehová, serían de él. Hubo también intercesión con el Señor,
"Pondrán incienso delante de ti", y enseñarán Sus juicios a Jacob y
Su ley a Israel. Esto fue el vencer en Leví.
En el capítulo siguiente de Éxodo
(33) Moisés tomó la tienda, y la levantó lejos, fuera del campamento. No hubo
ninguna orden de parte de Dios para hacer esto, sino que él actuó en la
inteligencia que había obtenido al estar con Él. Todo aquel que buscaba a
Jehová de ese campamento culpable salía y hablaba con Moisés como un hombre
habla con su amigo. Ustedes encuentran aquí otra acción en el vencer. El
campamento había fracasado por completo. «Pues bien», dice Moisés, «yo no iré
con el mal.» Él ve que si el Señor iba a seguir con el pueblo debía existir el
hecho de separarse del mal hacia Él.
Fue el momento más glorioso de la
carrera de aquel bienaventurado siervo. Si ustedes van a Números 12 verán de
qué manera Jehová apreció la acción. Leemos, "No es así mi siervo Moisés,
el cual es fiel en toda mi casa", "Boca a boca hablaré con él".
(Números 12: 7, 8 – VM).
Paso ahora a otro 'vencedor' en
Números 25. Había llegado un momento de enorme corrupción y el levita Finees,
con su lanza, adquirió "sacerdocio perpetuo, por cuanto tuvo celo por su
Dios" cuando la corrupción estaba extendiendo su mácula inmunda sobre Su
pueblo. No importó si en tiempos pasados Leví y Simeón habían sido los más
cercanos aliados en la maldad (Génesis 49: 5 al 7), llegó ahora el momento
cuando Dios fue todo y Zimri el Simeonita cae muerto por la lanza de Finees
hijo de Eleazar, ¡hijo del sacerdote Aarón! Esto fue vencer; este fue el hijo
de una tribu sacerdotal cumpliendo él mismo, bajo la prueba, los requisitos
para su sacerdocio, como un ¡sacerdote entre los sacerdotes!
Si pasamos ahora a Jueces 7,
encontraremos el vencer, cuando se trató de un caso de bendición natural que
sacó a otros del camino. Yo leo acerca de la pequeña compañía de Gedeón que
venció. En primer lugar, encontramos que en este día de batalla con los
Madianitas, el ejército de Israel salió con treinta y dos mil hombres. Y Jehová
dijo, "El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los
madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano
me ha salvado". Es el modo de obrar de Dios en la debilidad del hombre,
recordemos la Escritura que dice, "para que la excelencia del poder sea de
Dios, y no de nosotros". (2ª. Corintios 4: 7). Veintidós mil que temían y
se estremecían se devolvieron. "Y quedaron diez mil. Y Jehová dijo a
Gedeón: Aún es mucho el pueblo; llévalos a las aguas, y allí te los probaré; y
del que yo te diga: Vaya éste contigo, irá contigo; mas de cualquiera que yo te
diga: Este no vaya contigo, el tal no irá".
Temor y dificultad fueron las
pruebas para la primera vez, y los que superaron estas pruebas, y no tuvieron
miedo y no se estremecieron son probados ahora con una bendición natural, y
¡nueve mil setecientos fracasan! Solamente trescientos superaron ahora la
prueba. Cuántas almas han recibido vigor y fortaleza al pasar a través de un
aprieto con Cristo; pero cuando llega un momento de tranquilidad, cuando la
naturaleza puede liberarse a sí misma, y los lomos no están ceñidos, el fracaso
y la descalificación siguen a continuación. Vean a David en los días de su
rechazo, ¡qué noble senda de fe fue la suya! Sin embargo, cuando se sintió
tranquilo y cómodo, con lomos no ceñidos, él cae en la senda de la
gratificación del yo. ¡Qué honda fue su caída en el asunto de la mujer de
Urías! "El tiempo cuando los reyes salen a la batalla", había
llegado, "Pero David permaneció en Jerusalén". (2º. Samuel 11: 1 –
LBLA). ¡Oh qué fracaso; qué amargura resultó de ello!
Así fue aquí con el ejército de
Gedeón. Solamente trescientos superaron la prueba. Sus corazones estuvieron en
las batallas de Dios de aquel día. Ellos no rechazaron, en el celo austero de
la carne, la bendición a medida que ella se interponía en su camino, pero no se
vieron enredados en ella. Este fue el asunto. Al igual que Jonatán metiendo su
vara en el panal de miel y comunicando, él fue renovado. Otros intereses urgían
su corazón, y él comunicó con ojos aclarados. (1º. Samuel 14: 27, etc.).
La prueba fue, "Cualquiera
que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a aquél pondrás aparte;
asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas para beber".
(Jueces 7: 5). Uno (Jonatán) arrebató la bendición apresuradamente y la
comunicó; el otro (David) participó de lo que hizo a gusto. Israel quiso lo
primero, y también Dios. Dios libró a Israel por medio de los trescientos
hombres que se negaron a sí mismos. La victoria fue obtenida. Y Dios está
librando a muchos en la hora actual, por medio de los pocos fieles que oran con
fervor y se niegan a sí mismos; mientras miles se hunden en el confort de las
cosas que los rodean, en disfrute y descanso carnales.
Paso a otro 'vencedor' en
Jeremías. Su senda es una muy sorprendente. Acunado, como podemos decir, en el
regazo del más admirable avivamiento que jamás haya tenido lugar en Judá — el
brillante día del rey Josías, el cual siguió a continuación del lúgubre y
maligno día de Manasés.
Yo puedo comentar que hubo dos
grandes avivamientos en la historia de los reyes de Judá. Aquel bajo Ezequías,
y aquel bajo Josías. El primero estuvo caracterizado por la fe. Ustedes recordarán
de qué manera
Ezequías oró y extendió la carta delante de Jehová, y Jehová entró y destruyó
el ejército de Senaquerib. Leemos, "Ezequías tomó la carta de mano de los
mensajeros, y la leyó; luego subió a la Casa de Jehová, y la extendió Ezequías
delante de Jehová". (2º. Reyes 19: 14 al 37 – VM). Pero el avivamiento de
Josías tuvo otra característica que fue la atención
a la Palabra de Dios. El rollo del libro fue hallado, y entonces vino la
maravillosa revolución producida por el hecho de juzgar todas las cosas por
medio de ese estándar perfecto.
Como analogía, ustedes tienen
estos dos avivamientos en la historia de la iglesia. El de la Reforma se
caracterizó por una fe audaz, quebrantando las cosas existentes; y aunque la
palabra de Dios fue, en cierta medida, la base de la reclamación, las cosas no
fueron juzgadas conforme a su estándar. Se trató más bien de una reforma de
aquello que parecía ser la iglesia alrededor. En la época actual ha llegado
otra acción, y Dios está llevando almas de regreso a la Escritura; y una
especial atención a la palabra de Dios da un carácter a la acción de Su
Espíritu en las almas actualmente en este siglo 19. (Ver nota 1). Es juzgado
todo aquello a lo cual la veneración de los siglos y la antigüedad de las
edades daban encanto y alejaban las almas de las Escrituras; y Dios ha cuidado,
en Su infinita misericordia, que cuando Él nos ha encomendado a la Escritura en
estos días postreros, nosotros debamos encontrar en ella todo lo necesario para
las exigencias de cada hora. (Hechos 20: 32; Colosenses 3: 16).
(Nota
1. Obviamente, yo no digo hasta dónde ha existido un sometimiento del corazón
en Su pueblo a la palabra de Dios, en cualquier grado. Aun siendo así, Dios nos
encomienda a la Escritura. Nosotros tenemos la verdad allí, y "el que
conoce a Dios, nos oye" (es decir, a los Apóstoles y los escritos
apostólicos). Vean el discurso de Pablo a los ancianos en Hechos 20; y la
conclusión de 2ª. Timoteo 3, 1ª. Juan 4: 5, 6, etc.).
Insten a las personas a que lean
la Palabra de Dios y ellas los abandonarán. Ellos dicen que los tiempos han
cambiado. Ella podía servir en aquel entonces, pero no servirá ahora. Se
necesita coraje para obedecerla, sin duda; coraje para con uno mismo, coraje
para con los demás. Pero aquel que obedece a Dios en un mundo como este, está
reconociendo a Dios en un mundo que Le repudia. Las personas pueden decir que la
reciben. Pero, ¿la guardan — observan Su palabra, y no niegan Su nombre? Leemos,
"Esfuérzate y sé muy valiente,
para cuidar de hacer conforme a toda la ley", etc. (Josué 1: 7). La
verdadera obediencia Cristiana es la obediencia a Cristo, no tener voluntad
propia, el nuevo hombre viviendo y siendo guiado por toda palabra de Dios.
Dios no esta trayendo ahora a la
memoria de Sus santos el Cristianismo primitivo,
sino el Cristianismo original. Esto
nos habla también de cuán cerca está la venida del Señor.
Pues bien, la historia de
Jeremías comenzó en los días de la pascua de Josías. Él cantó las Lamentaciones
cuando ese fiel rey fue asesinado. Han existido muchos hombres cuyos
ministerios han dejado una gran marca, por así decirlo, tras ellos; con él no fue
así (salvo lo que él ha escrito). Él fue la voz de Dios a Su pobre pueblo
mientras ellos tuvieron oídos para oír. Consideren Jeremías capítulo 13. ¿Qué
dice él? «Si ustedes no oyen Sus palabras, yo iré y lloraré a causa de ustedes
delante de Jehová.» (Jeremías 13: 15 al 17).
Fue también un día cuando ellos
pudieron gloriarse, "¡El Templo de Jehová, el Templo de Jehová, el Templo
de Jehová son estos edificios!" (Jeremías 7: 1 al 11 – VM), y sin embargo
añadieron, "Librados somos; para seguir haciendo todas estas
abominaciones". Qué semejanza con lo que algunos afirman: «Nosotros no
podemos evitar el mal, y esto es lo mejor que podemos encontrar», y cosas por
el estilo. Fue un día como el actual en más formas que esta. El grupo
eclesiástico se jactaba de que la ley no faltaría "al sacerdote, ni el
consejo al sabio, ni la palabra al profeta. Venid e hirámoslo de lengua, y no
atendamos a ninguna de sus palabras". (Jeremías 18: 18, 19). El testimonio
de Dios fue rechazado y el pretexto de antigüedad y de sucesión fue
establecido.
¡Qué parecido es todo ello a la
hora actual! Cuando el testimonio de la verdad de Dios es defendido por unas
pocas almas sencillas, ¿quiénes son los oponentes más acérrimos? Son los que
afirman ser los que, ¡conservan lo que es divino! Sin embargo, ellos se oponen
por igual al testimonio que Dios presenta, y a las evidencias de la obra de
Dios en otros, y se hunden más que antes en las más completas tinieblas y en la
más completa hostilidad hacia Dios.
En Jeremías 15 encontramos
la
senda de Jeremías; "Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu
palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó
sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos". Él come la palabra, la digiere
y la hace suya. Pues bien, ¿cuál es el resultado? Leemos, "me senté solo". La
Palabra lo separó
de todos, para Dios. (Jeremías 15: 16, 17). Entonces llega la respuesta de
Dios; Dios reconoce la posición. Noten también de qué manera su fidelidad fue
la base para que él fuera usado para los demás; él se ganó el lugar. No se
trató, obviamente, de que no fuera la gracia la que se lo concedió, y también
lo usó, yo lo admito, completamente. Ahora bien, dice Jehová, "si
entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti,
y tú no te conviertas a ellos. Y te pondré en este pueblo por muro fortificado
de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo
para guardarte (salvarte) y para defenderte, dice Jehová". (Jeremías 15:
19, 20). Esta posición de separación para Jehová fue una torre — una ciudadela
de fortaleza en un día malo; una posición adonde podían venir todos los que
amaban Su nombre.
Si yo acudo a Pablo en el Nuevo
Testamento (Efesios 4), encuentro que no se trata de una separación imprecisa
para algún objetivo indefinido. Yo encuentro lo que tenemos en medio de la
escena. "Os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que
habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con paciencia,
soportándoos unos a otros en amor, esforzándoos por preservar la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu,
etc." (Efesios 4: 1 al 4 – LBLA). Existe una diferencia entre la aquí
llamada "vocación o llamamiento" y el "llamamiento o
vocación" de Hebreos 3: 1. En este último caso ello es individual; en el
anterior está relacionado con el llamamiento colectivo de la iglesia — "un
solo cuerpo" — una "morada de Dios en el Espíritu". Él dice
ahora, «¿andas como es digno de dicho llamamiento?» No obstante, yo debo
conocer mi llamamiento (o vocación) antes que yo pueda hacerlo. Aquí está
bastante claro. Bien podría yo decir que mi salvación
no tiene ninguna importancia, como decir que mi senda no tiene consecuencias como
miembro de Cristo. Ambas cosas descansan simple e
inmutablemente en la palabra de Dios. Si yo acepto una estoy obligado a aceptar
la otra. Yo no me atrevo a decir, «Los Cristianos no han logrado seguir lo que
se ha dado, y esto me exonera.» Tal razonamiento no se mantendría en pie
delante del Señor ni por un momento. Si yo digo, «Las cosas están en una
confusión sin esperanza.» Así es, Pero este estado de cosas, el hecho de culpar
a los demás, ¿lo exonerará a usted?
¿Ha salido el Espíritu Santo de
la iglesia? ¿Ha cambiado el hecho divino de que "Hay un solo cuerpo y un
solo Espíritu"? No, Él está aquí y mantiene la unidad del cuerpo de Cristo
tan verdaderamente como siempre. La pregunta sencilla es, ¿Ha fracasado Él?
Pero usted dice, «Todo está dispersado. ¡Me han dicho que hay mil trescientas
sectas en la Cristiandad! ¿Cómo puedo yo poner esto en orden?» Bueno, suponga
usted que no puede hacerlo (y es verdad), usted debe comenzar por usted mismo,
y ¡ponerse usted mismo en
orden! Esto es la primera cosa. Tal como Jeremías hizo en su día, a saber, la
Palabra de Dios digerida en su alma lo aisló pero no por mucho tiempo, pues él
iba a ser la boca de Dios para separar lo precioso de lo vil (Jeremías 15: 19).
Existe lo intrínseco, "un
solo cuerpo y un solo Espíritu" con "una esperanza" (Efesios 4:
4 – LBLA). Luego viene la unidad de profesión, "un solo Señor, una sola fe
(es decir, un credo común, no Judío, ni Pagano), un solo bautismo"
(Efesios 4: 5 LBLA); obviamente es el bautismo de aguas que introduce en la
esfera de la profesión. Después tienen el tercer círculo, el más amplio de
todos, y sin embargo se reduce a lo que es más íntimo de todo; "Un mismo
Dios y Padre de todos, el cual es sobre todas las cosas, y por medio de todas
las cosas, y en todos vosotros".
(Efesios 4: 6 – VM). Él está "sobre todas las cosas"; esa es Su
supremacía. "Por medio de todas las cosas"; Él impregna todo.
Entonces Él regresa a los santos, Él está "en todos vosotros"; Él
está en relación con ellos según el carácter del nombre de Dios y Padre. Tal
como uno posee una gran propiedad, pero Él mora en la casa que está en ella, y
así la posee; así también Dios lo hará pronto en la iglesia. Él tomará posesión
de "su herencia", en y por los santos, con Cristo, como Él lo hizo
con la tierra prometida de antaño, en Su pueblo Israel. (Efesios 1: 18).
Hay, por tanto, tres grandes
círculos de unidad. Ellos tienen cierta analogía con los que ustedes encuentran
en Juan 17.
En primer lugar está la unidad
apostólica, esencial; los apóstoles eran de una sola mente y de un solo
propósito, como el Padre y el Hijo, por el Espíritu Santo (Juan 17: 11).
En segundo lugar, ustedes
encuentran la unidad de la comunión divina y el consiguiente testimonio al
mundo alrededor en gracia (Juan 17: 21). Esto fue visto en el primer momento de
la historia de la iglesia en Pentecostés.
En tercer lugar, la perfecta
unidad de gloria, la cual será pronto, cuando el mundo conocerá lo que podría haber
creído por lo mencionado en Juan 17: 21, si nosotros hubiésemos sido fieles
(Juan 17: 23). Esta será la unidad de gloria exhibida en el día milenial cuando
no puede haber ningún posible fracaso.
Volviendo; nosotros encontramos
que el Espíritu Santo ha mantenido intacta esta unidad, sin importar de qué
manera los hombres han roto externamente la iglesia de Dios. Encontramos así
algo definido para que nos guíe; podemos reunirnos al nombre del Señor cuando
nos hemos limpiado a nosotros mismos del mal, de la falsedad, y de la profesión
que nos rodean; incluso los pocos más débiles, y encontramos que "un solo
cuerpo y un solo Espíritu" continúan existiendo.
Esta "unidad del
Espíritu" incluye a todos los miembros de Cristo que no están bajo
disciplina, e incluso Cristo mismo como su Adalid. Es un concepto que abarca y
contempla toda la iglesia de Dios y, no obstante, en su carácter debe ser
adecuada a Cristo. No se trata meramente de la unidad de Cristianos, es
comparativamente fácil tener esto. Es fácil decir, «Enterremos nuestras
diferencias y estemos juntos», y entonces unir el nombre de Cristo a ello, y
llamarlo unidad. La moda actual es hacer una unión y unir a Cristo nominalmente
a dicha unión. Por el contrario, el Espíritu de Dios une la unidad a Cristo.
Las personas razonan, «¿Acaso no
son todos los creyentes, independientemente de cómo ellos anden, miembros del
cuerpo de Cristo?» Yo lo admito totalmente, pero ustedes pueden decir, «no, que
¡Yo no puedo negarlo!» Ellos son miembros del "un solo cuerpo" de manera abstracta,
y el Espíritu de
Dios mantiene su unidad. Pero cuando llego a la práctica no puedo reconocer que
todos estén esforzándose "por
preservar la unidad del Espíritu". (Efesios 4: 3 – LBLA). Yo hablo de la
práctica, es decir, procurar diligentemente hacer realidad por medio del
Espíritu esa unidad en la que hemos sido formados.
Lo que Dios nos encomienda es esa
unidad, la cual incluye a todos los miembros de Cristo, y que sin embargo no
permite nada que no sea adecuado al Adalid de esta unidad, ¡el cual es el
propio Cristo!
Existe una notable diferencia
entre ser en lo abstracto "un solo cuerpo", y la observancia de esto
de manera práctica. (Ver nota 2).
(Nota
2. Si Esdras y su remanente vinieron a Jerusalén, ellos encontraron un centro
divino de reunión para todo Israel; ellos no pudieron excluir a nadie que
pudiese mostrar su genealogía — esto fue necesario, porque se trató de un
regreso. Sin embargo, Si Nehemías y su compañía vienen más tarde, no servirá
hacer una nueva ciudad y un nuevo templo y llamar a eso Jerusalén, porque en lo
abstracto todos eran Israelitas. Ellos deben seguir adonde otros habían sido
conducidos por Dios, y agradecer a Dios que Su gracia había obrado en las almas
antes que aparecieran en la escena.).
Examinemos lo que Pablo dice en
2ª. Timoteo 2. Él ve la casa de Dios en ruina cuando escribe esta carta a su
amado hijo en la fe. En su primera epístola encontramos la disposición de las
cosas cuando ellas estaban en orden; en la segunda epístola, encontramos la
senda del santo cuando las cosas estuvieron en desorden.
En 2ª. Timoteo 2: 19 él dice,
"Sin embargo el sólido fundamento de Dios se mantiene firme, teniendo este
sello, Conoce el Señor a los que son suyos; y, que todo aquel que nombra el
nombre de Cristo se aparte de la iniquidad". (2ª. Timoteo 2: 19 – JND).
Nosotros no podemos decir, «Toda la cosa está en ruina, estamos entregados a
esta corrupción.» No. La verdad fundamental no ha cambiado, y aunque la ruina
no puede ser remediada, nosotros somos responsables de esto. El Señor ve una
gran cantidad de profesión y dice, «Yo conozco a los que son Míos en ella.»
Después tenemos la responsabilidad de los que nombran Su nombre, ellos deben
apartarse "de la iniquidad". Esto ya lo hemos mencionado antes. No
necesito decir una palabra más si las almas no han llegado hasta aquí. Luego él
se ocupa de la analogía de una casa grande, con vasos para honra y deshonra; el
hombre de Dios debe limpiarse de estos, para que pueda ser un vaso para honra,
santificado, como Jeremías, y útil para ser usado por su Maestro. Él no puede
seguir con aquello que es infiel ni puede poner las cosas en orden. Esta debe
ser entonces su senda, ser un 'vencedor' en la escena que lo rodea. Si usted
encuentra lo que es correcto, y lo que el Señor quiere que usted haga, "al
que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado". (Santiago 4: 17).
Pues bien, él continúa diciendo,
"Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor
y la paz, con los que invocan al Señor con un corazón puro". (2ª. Timoteo
2: 22 – LBLA). Nada puede ser más claro para cualquier corazón gobernado por la
palabra de Dios. Yo tengo que vigilar mi propio corazón, no sea que el enemigo
encuentre una puerta abierta para arruinar una senda de separación externa del
mal por medio de la inmundicia interior. Luego encuentro en 2ª. Timoteo 2: 22 a
aquellos con los cuales yo puedo — no, más bien estoy obligado a andar. La
senda no es una senda solitaria, porque gracias a Dios que van a ser hallados
"los que invocan al Señor con un corazón puro" (2ª. Timoteo 2: 22 –
LBLA).
Esta es la acción del Espíritu de
Dios entre los santos en el momento actual, separando "lo precioso de lo
vil". (Jeremías 15: 19). El Señor se ha propuesto en Su corazón despertar
a Sus santos que duermen para que no se avergüencen ante Él en Su venida.
Entonces una persona puede decir,
«Vaya, estas personas están expuestas a las mismas dificultades que cuando el mal
entró al principio. ¿Cómo lidiarán con ellas?» Bueno, yo encuentro en el
siguiente capítulo (2ª. Timoteo 3, "Tú empero has conocido perfectamente
[has tenido un entendimiento perfecto de] mi enseñanza, mi conducta", etc.
(2ª. Timoteo 3: 10 – VM). 'Persevera
tú en las cosas que has oído de mi parte', etc. La "enseñanza" de
Pablo es el recurso, y nunca hay que renunciar a ella; y podemos esforzarnos
por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, y tal acción
tendrá en mente a todos Sus miembros aunque ellos no entiendan su privilegio y
su responsabilidad. Si andamos juntos en la verdad la acción no es meramente de
uno hacia el otro; nuestra acción irradia hacia cada miembro de Cristo, y hace
referencia a cada uno de ellos, sin importar en qué asociación pueda
encontrarse.
Pero se verá fácilmente que esto
no es estar firmes como cuando las cosas estaban en orden, sino que es vencer y
volver a los principios divinos cuando las cosas están en desorden.
Toda nuestra senda Dios nos la
deja tan clara que no es necesario que tengamos dificultad alguna en un día
malo. Es un día malo, pero el mal
mismo hace que la senda sea más clara para el ojo sencillo.
Entonces, que el Señor nos
conceda, con medida plena, conocer qué es vencer. Cada uno de nosotros y todos
tenemos algo que hacer; y lo mejor para cada uno es hacer aquello para lo cual
Cristo nos ha dejado aquí. Podemos hacer mucho y en gran medida, y no hacer
nuestras primeras obras, o aquello a lo cual Dios nos ha llamado. Vean a Saúl;
Él fue levantado para librar a Israel de las manos de los Filisteos (1º. Samuel
9: 16); él masacró Amón, "de tal manera que no quedaron dos de ellos
juntos". (1º. Samuel 11: 11); y sin embargo fracasó en lo que Dios le
había dicho que hiciera. Nosotros tenemos que buscar Su pensamiento, y no
discutir por la practicidad, y por lo que nosotros pensamos que es lo correcto.
Dios no encuentra nada tan bienaventurado como el ojo sencillo. Leemos,
"La lumbrera del cuerpo es el ojo: por tanto, cuando tu ojo sea sencillo,
todo tu cuerpo también estará lleno de luz; mas cuando sea malo, todo tu cuerpo
también estará lleno de tinieblas". (Lucas 11: 34 – VM). Cuando nuestro
ojo es sencillo (es un ojo sano) todo el cuerpo está lleno de luz, sin tener
ninguna parte oscura; y el corazón anda pacíficamente con Dios. Es debido a
Cristo que así deba ser. ¿Le amo yo? Entonces que yo guarde Sus mandamientos.
Necesitamos consagración personal a Él, y es humillante que encontremos tan
poco de ello en días cuando Él está impartiendo tanta luz a nuestras almas.
Necesitamos la prontitud de corazón que se inclina a Su voluntad en la cosa más
trivial, y hacer eso trae su propio gozo de parte de Aquel que nos ha dicho,
"Si me amáis, guardad mis mandamientos". (Juan 15: 15).
Nuestra Condición Actual y Nuestra
Esperanza
Sermones Acerca de la Iglesia
Sermón 5
(Nota.
Este documento, como se verá fácilmente, no pretende desplegar en detalle las
diversas características de la venida del Señor. Siendo uno de una serie de
sermones, el tema fue tratado más bien como una completación de la línea de
pensamiento presentada a aquellos que lo oyeron. Esto explicará la manera de su
presentación al lector.)
Hechos 17: 1 al 7
"Pasando por Anfípolis y
Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y
Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con
ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario
que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo
os anuncio, decía él, es el Cristo. Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron
con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles
no pocas".
"Entonces los judíos que no
creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y
juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón,
procuraban sacarlos al pueblo. Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a
algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que
trastornan el mundo entero también han venido acá; a los cuales Jasón ha
recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que hay
otro rey, Jesús".
Puede parecer extraño que haya
leído este relato del ministerio del apóstol Pablo durante los tres días de
reposo en Tesalónica. Pero es extremadamente instructivo comparar las
narrativas históricas de los Hechos con las Epístolas posteriores escritas a
los santos en los mismos lugares.
Yo he leído estos versículos a
causa de dos pensamientos especiales contenidos en ellos:
1º. Que hubo un Cristo
crucificado, muerto, y resucitado predicado a ellos por el apóstol, y,
2º. Que iba a haber un Cristo
reinante en el futuro; otro rey, Jesús".
Esto lo podemos inferir del
versículo 7. Asimismo, su idoneidad es evidente cuando pensamos acerca de
aquellos a los cuales él se dirigía, a saber, Judíos que estaban familiarizados
con las esperanzas de un glorioso Mesías reinante, y que habían sido enseñados
en las Escrituras que así lo decían.
Entonces, la base de los
pensamientos que yo deseo presentar esta tarde es, en cuanto al pasado, un
Cristo sufriente, muerto, y resucitado, en cuanto al presente, la asociación
del pueblo de Dios con Él en una senda de padecimiento y rechazo, y en cuanto
al futuro, Su venida otra vez en gloria, tomando Él su gran poder para reinar,
y nuestra asociación con Él en Su gloria.
Ahora bien, hay un trecho inmenso
entre el primero y el último de estos pensamientos; Él ha padecido, ha muerto,
y ha resucitado, y ha subido a lo alto, "para recibir un reino", y Él
volverá para tomarlo en poder y gran gloria. Ustedes encontrarán que las dos
Epístolas a los Tesalonicenses llenan la gran laguna, si podemos llamarla así,
entre los pasados padecimientos de Cristo y Su gloria futura.
Ustedes intuirán, a partir de
esto, que yo estoy a punto de hablar un poco esta tarde acerca de la venida del
Señor como el gran acontecimiento que ocasionará toda esta gloria por la cual
Él espera y nosotros esperamos. Ello
está cerca, amados hermanos; el corazón se siente consciente de que ello es
así; y la acción actual del Espíritu Santo lo señala como muy próximo.
Ustedes encontrarán que cuando la
redención se ha consumado, y el Espíritu Santo está morando aquí, hay dos
pensamientos que son traídos ante nosotros en el Nuevo Testamento de manera muy
prominente; ambos muy diferentes en carácter, y sin embargo, muy estrechamente
conexos, es decir, la "venida" y la "aparición" del Señor
Jesús.
Yo puedo comentar en cuanto a la
expresión, la "venida" del Señor, que ella significa Su presencia en contraste
con Su ausencia, y es una palabra muy amplia y
abarcadora tal como es usada, que se extiende desde lo que muchos de nosotros
conocemos como el 'rapto, o arrebatamiento' de los santos, para estar para
"siempre con el Señor", continuando a través del intervalo que sigue
a continuación de dicho acontecimiento, hasta Su aparición, o manifestación con
Sus santos en gloria. La palabra "venida" (en Griego, parousía) incluye ambos
pensamientos,
mientras la palabra "aparición", (en Griego, epifáneia) es el resplandor de Su
venida cuando Él será mostrado en
gloria al mundo. Esa palabra "venida" a menudo es usada para este
acontecimiento, la "aparición", pero esta última palabra nunca es
usada para la "venida". Su "venida" o presencia en contraste
con Su ausencia, incluye muchos detalles que él llevará a cabo en el intervalo,
hasta Su manifestación pública al mundo, cuando "todo ojo le verá"
(Apocalipsis 1: 7), viniendo con "muchos millares de sus santos".
(Judas 14 – LBLA).
Muchos de mis hermanos a quienes
me dirijo saben que Cristo es presentado en las narrativas del evangelio de
cuatro maneras distintas. En Mateo Él
es visto como Jehová-Mesías, hijo de David, hijo de Abraham, presentado a Su
pueblo y rechazado, y como consecuencia, pasando a Su más excelsa gloria como
"Hijo del Hombre", sobre todas las obras de las manos de Dios (Salmo
8), a través de la muerte y resurrección; regresando luego como Hijo del
Hombre, en juicio, con los estandartes del poder de Jehová y gran gloria.
Si ustedes examinan Mateo 24,
encuentran al Mesías rechazado por Su pueblo y echado fuera, regresando después
como Hijo del Hombre en juicio, y libertando a Su pueblo Israel. En primer
lugar, tratando con los Judíos en la
tierra de Judea (Mateo 24: 15 al 31), y apareciendo para la liberación de
ellos. Después, la reunión de los "escogidos" de Israel de los cuatro
puntos cardinales, o cuatro vientos, de entre las naciones de la tierra.
(Comparen con Isaías 27: 12, 13; Zacarías 2: 6).
Antes que llegue ese día, hay un
inmenso intervalo celestial durante el cual los Cristianos están en relación con
Cristo. Esto lo tenemos presentado
bajo tres parábolas: el siervo bueno y el malo, las vírgenes prudentes y las
insensatas, y el uso fiel e infiel de los dones espirituales {quizás más bien,
responsabilidades} de Cristo, como habiendo ascendido y habiéndose marchado,
por el momento, de Israel, hasta que Él venga y lidie judicialmente con Sus
siervos. Y entonces, cuando el tiempo por el cual estamos pasando haya pasado y
se haya ido, ustedes encuentran que después de haber venido y haber libertado a
Israel (Mateo 24: 15 al 31), y de haber hecho la verdadera evaluación de la
obra y de la vigilia de Sus siervos (Mateo 24: 44 al 51; Mateo 25: 1 al 30), Él
se sienta en el trono de Su gloria, y ante Él son reunidos los Gentiles, o naciones,
y Sus
"hermanos" según la carne, el remanente Judío de aquel día; y los
primeros son juzgados en cuanto a de qué manera habían recibido el mensaje de
Su reino y gloria venideros proclamado por medio de los últimos. El hecho de
creer y obedecer dicho mensaje los constituía en "ovejas", así como
el rechazo de él los constituía en "cabritos". Es el juicio de los
"vivos", el cual introduce el reino milenial, los mil años de
bendición terrenal. Se verá que hay tres
clases de personas en esta escena, a saber, las ovejas, los cabritos y sus
"hermanos".
Ustedes deben desechar
absolutamente el pensamiento humano acerca de que esta escena es un 'juicio
general' — no hay nada tan ajeno a la Escritura. Dios no confunde juntamente a
los salvados y a los perdidos en "aquel siglo", cuando por medio de
la verdad Él ha obrado para separarlos aquí, por mucho que el hombre haya
borrado la diferencia. En el juicio del gran trono blanco de Apocalipsis 20,
después de mil años no se ve ningún hombre vivo;
en el juicio de este capítulo 25 de Mateo, ¡no se ve ningún hombre muerto! Además
de todo esto, el terreno del juicio en esta escena
solemne incluiría solamente una pequeña proporción de la población de este
mundo. Comparativamente, a pocos se les habrá presentado el testimonio que
constituye aquí el terreno de juicio, o cualquier testimonio de Dios: ellos
serán juzgados según sus obras — un terreno totalmente diferente de juicio.
Esto excluye la idea de que este es un juicio general. Nada más que una lectura
muy descuidada, o el sesgo del pensamiento humano podría interpretar el pasaje
de esta manera. Con este juicio de las naciones vivas la mentalidad Judía
estaba muy familiarizada, pero muy poco con el juicio de los muertos. Para
nosotros como Cristianos, el juicio de los muertos es un pensamiento familiar,
y el juicio de los "vivos" {vivientes} es muy poco conocido.
En el evangelio de Marcos, el Señor Jesús es presentado
como siervo de Dios en testimonio, en Su misión santa de servicio de amor. En
la conclusión de dicho evangelio, cuando hubo ascendido y está en la gloria, se
dice, aun entonces, que el Señor trabaja
con Sus siervos a quienes Él había dejado para que continuaran Su misión
celestial aquí abajo. (Marcos 15: 19, 20). Habiendo ascendido, Él sigue siendo
el Obrero. En Marcos 13 ustedes Lo encuentran como uno que se ha ido lejos, y
dio "a cada uno su obra, y al portero mandó que velase". Después Él
vuelve, "si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la
mañana", para ver si cada uno está en su puesto de servicio y velando. Por
tanto, la venida del Señor es presentada de acuerdo con el evangelio de Su
servicio — Su propia obra, o la de Sus siervos. Él vuelve para ver si cada
siervo está en su puesto.
Queridos amigos, permítanme decir
aquí que algo muy solemne es que toda alma inquiera, «¿Estoy yo colmando el
pequeño sitio de servicio que Él me ha dado?» No sólo hay grandes dones sino
coyunturas y ligamentos; y del cuerpo de Cristo se dice que crece por medio de
las coyunturas y ligamentos, suministrando
cada coyuntura lo que pertenece a él
mismo en el funcionamiento mutuo y eficaz de la medida de cada parte. Es una
gran cosa si cada uno ha encontrado su propia senda de servicio para el Señor.
Leemos, "Sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los
aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo
(estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen),
conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del
cuerpo para su propia edificación en amor". (Efesios 4: 15, 16 - LBLA).
En el caso de un miembro, ello
puede ser por medio de una ferviente oración; en el caso de otro, por medio del
uso de sus medios seglares; en un tercero, por medio del uso de dones
espirituales. De una u otra forma Él nos ha dado algo que hacer para Él, y Él
está regresando para evaluar de qué manera cada uno está desempeñando el deber
que se le ha dado, y "a la hora que no pensáis". Por lo tanto,
después de dar a cada uno su obra, y de mandar al portero que vele, Él dice,
"Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad". (Marcos 13: 37).
Ahora bien, en Lucas, el cual es el gran moralizador,
presentando las cosas de manera moral a las almas de los hombres, y buscando en
ellos un estado moral, nosotros encontramos otra cosa. Si Mateo nos presenta la
gloria oficial del Mesías, y Marcos la misión de servicio de Uno que
"anduvo haciendo bienes", Lucas nos presenta a Él mismo — Jesús, el Hijo
del Hombre — tratando moralmente con el
hombre. Entonces, ¿qué buscará él cuando nos presenta la venida del señor?
Buscará un estado moral de alma en aquellos que tienen esa esperanza. Leemos en
Lucas 12, "Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas
encendidas" — es decir, que no reposen
aquí, y recordamos la Escritura que dice, "Levantaos y andad, porque no es
este el lugar de reposo, pues está contaminado". (Miqueas 2: 10). Si
ustedes comparan cada lugar en la Escritura donde encuentran que se habla de
lomos ceñidos, encontrarán que la característica del lugar es tráfago y seguir
andando, en una escena donde su corazón y sus afectos deben ser reforzados, no
deben discurrir aquí; es un lugar de conflicto y tráfago de una u otra clase.
Él habla aquí de una "manada
pequeña". (Lucas 12: 32). Él dice, «Yo me he encargado de sus
circunstancias, ustedes no necesitan estar "en ansiosa inquietud"
(Lucas 12: 29).» "Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas
encendidas; y vosotros sed semejantes
a hombres que aguardan a que su señor regrese". (Lucas 12: 35, 36). Fíjense
en la palabra "semejantes"; para que el mundo pueda conocerlos. Nada
prueba el corazón como lo prueba esto. Yo digo que no hay nada en la Escritura
que tenga tal poder de prueba con las almas. Si la venida del Señor es el
horizonte del alma, vean cuán poco le importará esta escena de aquí abajo. Cuán
poco acumular para el futuro. El mundo diría, «Bueno, es evidente lo que el
hombre esta haciendo. Su esperanza se está imprimiendo en su vida y se
manifiesta en todas sus sendas.» ¿Qué utilidad tiene esta esperanza
bienaventurada si sólo es mantenida como una doctrina?
Lo que es tan bienaventurado es
que dicha esperanza trae a una Persona divina ante el alma, y el corazón es
motivado hacia Cristo; cultiva la intimidad con Cristo mientras pasamos a
través de esta escena. El corazón de aquel que Le espera está en la condición
misma que acogerá Su regreso; disfruta y cultiva una intimidad cada vez mayor
con Aquel a quien el corazón espera. Nada trae a Cristo de manera tan personal
ante el alma como la esperanza de Su venida.
Pues bien, Juan nos presenta la Palabra divina, el Verbo divino, manifestado
en carne; el unigénito Hijo del Padre, el Hijo de Dios. Y en vez de una venida
en poder y gloria, o en escrutinio del servicio, o como esperando un estado
moral de alma y corazón que responda al Suyo, Él dice, ¡"Voy"! (Juan
14). «Yo debo sacar vuestros corazones y afectos de este lugar y todas las
esperanzas terrenales. Debo llevaros a la casa del Padre, donde hay muchas
moradas. El reino de David y la gloria del Mesías no deben desvanecerse ahora
en vuestras esperanzas y corazones. Llegará el día cuando toda esa gloria terrenal será consumada. Pero vuestras esperanzas están en otra
esfera. Yo estoy a punto de entrar en la casa del Padre como hombre. Yo he
originado en la cruz vuestro derecho a estar allí. Yo mismo entro allí en el
título mediante el cual vosotros entraréis allí.» Entonces, "vendré otra
vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también
vosotros". (Juan 14: 3 – LBLA). Por tanto, Su enseñanza trata con las
esperanzas de los corazones Judíos alrededor de Él y las reemplaza, y como
consecuencia, se adapta a nuestros corazones, que no han tenido tales
esperanzas en absoluto.
¡Cuán bienaventurado es, queridos
amigos, encontrar, en el momento que soy libre en corazón y conciencia delante
del Padre, en el conocimiento de Su gracia, que había una morada en Su casa en
lo alto para mí antes que el mundo existiera! ¿Por qué es que nunca encontramos
una descripción de la casa del Padre
en la Escritura? Ustedes tienen la Jerusalén celestial descrita en su gloria
maravillosa y exhibida como Su esposa — pero nunca tienen la casa del Padre. El
motivo es porque se supone que ustedes están familiarizados con el Hijo del
Padre, el Padre es revelado en Él; y además es suficiente saber que Él está allí,
y el corazón reposa
satisfecho en pacífico gozo en la conciencia de que donde Jesús está, ¡ello es
suficiente! "Para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros".
(Juan 14: 3 – LBLA).
Sólo hay otro pasaje en Juan que
los lleva a ustedes así al cielo y a la casa del Padre. Esto se adapta a Juan
debido a que él está ocupado en revelar a Dios en la tierra en Cristo — no como
Pablo, quien más bien nos muestra a Cristo como hombre que ha ido a lo alto, y nuestro
lugar en Él en la gloria. El otro pasaje al cual yo aludo es Juan 17: 24.
Hasta aquí con respecto a la
verdad general de la venida del Señor en las narraciones evangélicas. Él había
venido y se había presentado para introducir en gracia todas las glorias de las
cuales habían hablado los profetas, pero fue rechazado. Cuando Él venga otra
vez introducirá, en gloria, aquello
que fue rechazado en gracia.
Pasaremos ahora a las dos epístolas de Pablo a los Tesalonicenses.
Encontraremos en ellas que la senda de los santos, y las circunstancias que
ocurren entre los dos grandes puntos que he nombrado antes, salen todas a
relucir. Estas epístolas llenan, por así decirlo, el vacío entre ellas. Tan
necesarias y adecuadas son también para perfeccionar lo que faltaba en la fe de
aquellos santos en Tesalónica.
Puedo comentar, de paso, con
respecto a Hechos 17, que este capítulo ilustra la palabra de Pablo tan
frecuentemente mal aplicada para cubrir la mundanalidad, y el hecho de
mezclarse con el mundo. Me refiero a, "A todos me he hecho de todo, para
que de todos modos salve a algunos". (1ª. Corintios 9: 22). Hechos 17
explica o ilustra sus declaraciones. Si él entra en una sinagoga en Tesalónica
para hablar a Judíos instruidos, él se ocupa de las Escrituras que ellos
conocían y profesaban creer. Si entra en Atenas, entre el ingenio y los
filósofos de esa ciudad destacada por la erudición y la sabiduría humana, él
toma su texto de uno de sus altares, sobre el cual estaba la inscripción,
"AL DIOS NO CONOCIDO", y cita una frase de uno de sus propios poetas
que juzgaba toda la idolatría de ellos, "Porque también nosotros somos
linaje suyo". (Hechos 17: 28 – LBLA). Después, cuando él pasó a las
ciudades de Derbe y Listra, donde
predominaban las más bastas formas de idolatría, él predica que ellos
deben volverse de estas cosas vanas al Dios vivo, "QUE HIZO EL CIELO, LA
TIERRA, EL MAR, Y TODO LO QUE EN ELLOS HAY; el cual en las generaciones pasadas
permitió que todas las naciones siguieran sus propios caminos; y sin embargo,
no dejó de dar testimonio de sí mismo, haciendo bien y dándoos lluvias del
cielo y estaciones fructíferas, llenando vuestros corazones de sustento y de
alegría". (Hechos 14: 15 al 17 – LBLA).
Él se adaptaba a la idiosincrasia
y a los pensamientos religiosos de los hombres — manteniendo su propia libertad
con y en Cristo todo el tiempo, y por tanto, a todos haciéndose de todo para
poder ganar a los más.
Pues bien, en Tesalónica él ocupó
en la sinagoga las propias Escrituras de ellos, y reveló lo que le había pasado
al Mesías de ellos como estaba predicho allí — "declarando y exponiendo
por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y
resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el
Cristo". (Hechos 17: 3). Luego, cuando nosotros examinamos lo que él les
escribió después, él alude al hecho de que este Jesús rechazado, que era el
Libertador de ellos de la ira venidera, no los había salvado de una senda de
padecimiento, sino que Su senda era la de ellos. Leemos, "Por lo cual, no
pudiendo soportarlo más, pensamos que era mejor quedarnos solos en Atenas, y
enviamos a Timoteo, nuestro hermano y colaborador de Dios en el evangelio de
Cristo, para fortaleceros y alentaros respecto a vuestra fe; a fin de que nadie
se inquiete por causa de estas aflicciones, porque vosotros mismos sabéis que
para esto hemos sido destinados. Porque en verdad, cuando estábamos con vosotros
os predecíamos que íbamos a sufrir
aflicción, y así ha acontecido, como sabéis". (1ª. Tesalonicenses 3: 1 al
4 - LBLA).
Por tanto, la senda de este
Cristo sufriente, muerto, y resucitado era compartida ¡con aquellos a los
cuales Su amor había llamado a heredar con Su gloria futura! Qué triste fue el
error que los Corintios cometieron en esto. Ellos habían 'reinado como reyes'
sin Pablo. Él dice, "ojalá reinaseis", porque Cristo también estaría
reinando (ahora Él esta "esperando"); y entonces Pablo 'reinaría
también con ellos.' Leemos, "Ya estáis hartos, ya estáis ricos; sin
nosotros habéis reinado como reyes; y ojalá reinaseis, para que nosotros
reinásemos también juntamente con vosotros". (1ª. Corintios 4: 8 –
RVR1865).
Ustedes observarán también cuán
resplandeciente y hermoso era el estado de estos santos recientemente
convertidos. Leemos, "De manera que llegasteis a ser un ejemplo para todos
los creyentes en Macedonia y en Acaya. Porque saliendo de vosotros, la palabra
del Señor ha resonado, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también por todas
partes vuestra fe en Dios se ha divulgado, de modo que nosotros no tenemos
necesidad de hablar nada. Pues ellos mismos [los paganos] cuentan acerca de
nosotros, de la acogida que tuvimos por parte de vosotros, y de cómo os
convertisteis de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar
de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de entre los muertos, es decir, a
Jesús, quien nos libra de la ira venidera". (1ª. Tesalonicenses 1: 7 al 10
- LBLA).
¿Por qué motivo el Cristianismo
de ellos era tan resplandeciente? Porque siempre que ustedes encuentran que el
Cristianismo es así, este es muy objetivo,
cuenten con ello. Es decir, Cristo, como una Persona viva, está tan
completamente ante el corazón, que los santos son liberados de sí mismos, y
cada ojo y cada corazón está lleno de Él.
En 1ª. Tesalonicenses 1: 10
encontramos cómo este Jesús sufriente, muerto, y resucitado había ido a lo alto
a la casa del Padre, y cómo estos santos amados estaban esperando de los cielos
al Hijo de Dios. Nosotros no tenemos que ver con Él como "Hijo del Hombre",
sino como "Hijo de Dios". Pablo fue el primero que predicó a Jesús, "el Hijo de
Dios". Leemos, "Y enseguida se puso a predicar a Jesús en las
sinagogas, diciendo: El es el Hijo de Dios". (Hechos 9: 20 – LBLA, JND).
El Padre había resucitado a su Hijo de entre los muertos, y Él es quien nos
libra de la ira venidera. "Servir"
y "esperar": "servir
al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo", era la
bienaventurada ocupación de ellos aquí.
Ahora bien, mientras ellos
estaban sirviendo y esperando así,
algunos habían dormido.
Ustedes no encuentran en las partes doctrinales del Nuevo Testamento que se
diga que un santo muere. No; él fue
acostado en sueño. «La muerte es nuestra», y Jesús la había quitado de las
manos de Satanás; ya no era esgrimida por aquel que tenía el poder de la
muerte, como "paga del pecado", sobre los santos de Dios. Algunos de
entre ellos "durmieron", y los que permanecieron estaban atribulados.
Ellos pensaron que los que habían partido así perderían la bendición que
esperaban, y se entristecían por sus seres queridos que habían partido.
Entonces, fue necesario entrar y tranquilizar sus corazones, y a Pablo se le da
una expresa revelación para hacerlo. Supongan que uno a quien amamos hubiese
dormido, ¿qué consuelo se nos daría en la actualidad? ¿Sería, «Consuélese, Dios
lo traerá de regreso»? ¿No preferirían más bien que fuera, «Ah, tú irás a él.»?
¿No sería algo como aquello con lo que David consoló su alma cuando el hijo
murió, "Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle
volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí"? (2º. Samuel 12: 23).
No, la esperanza es que Jesús
venga por nosotros, y traiga con Él a
los que antes han partido. Pues bien, Pablo dice, al final de 1ª.
Tesalonicenses 4, "Pero no queremos que ignoréis, hermanos, con respecto a
los que se han dormido, para que no os entristezcáis como también lo hacen los
demás que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó,
así también traerá Dios con Él a los que se han dormido por mediación de
Jesús". (1ª. Tesalonicenses 4: 13, 14 – JND).
No es, 'a los que durmieron en
él'. Jesús, el David verdadero, ha tomado la espada de Goliat. Ha desarmado a
Satanás, el cual tenía el poder de la muerte, descendiendo a su dominio de
muerte. Por tanto, Pablo dice, «La muerte es nuestra.» Ella ya no es ahora la
paga del pecado para el creyente, aquello que lleva al hombre pecador al juicio
que está más allá. El Señor la ha tomado en Su mano, y si un santo que Lo ha
esperado aquí abajo tiene que esperar más bien con Él en lo alto, él es 'acostado
en sueño' por mediación de Jesús
y Dios los traerá con Él {cuando Él aparezca en gloria}.
Yo entiendo que los términos de
la última cláusula de 1ª. Tesalonicenses 4: 14 serían aplicables a los santos
que durmieron desde Esteban en adelante. Solamente esos están en la mente del
apóstol, aunque no excluyendo a ninguno, obviamente: "Cristo, las
primicias; luego los que son de Cristo, en su venida". Porque el Hijo de
Dios tuvo que tomar primero un nombre
personal — "Jesús". Él lo hizo cuando se hizo hombre,
"Jesús" es Su nombre personal. Después Él tuvo que morir y resucitar,
y desarmar al enemigo, tomando la muerte en Sus propias manos. No dice
'acostados en sueño por Cristo', sino "por mediación de Jesús". Ello
es Su acción ahora. ¡Él ha arrullado al santo para que se duerma, como la madre
ha arrullado a su hijo! El espíritu del que partió está con Él; su cuerpo está
en el polvo. Cuando Jesús regrese serán reunidos nuevamente. El poder de Dios
en resurrección glorificará
al santo que ha sido hecho apto para la gloria por medio de Su sangre.
Leemos ahora, "Por lo cual
os decimos esto en palabra del Señor". (1ª. Tesalonicenses 4: 15). (Pablo
está a punto de presentar una revelación especial.
Cuando él hace esto, él lo remarca con contundencia, como, "He aquí, os
digo un misterio", en 1ª. Corintios 15: 51, y en expresiones semejantes).
Continuemos. "Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que
nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no
precederemos a los que durmieron". Si hay alguna ventaja en cuanto a
tiempo, ellos la tienen. "Porque el Señor mismo"; no es meramente "el Señor",
sino que Él
mismo "descenderá"; como lo había dicho, "vendré otra vez y os
tomaré conmigo" (Juan 14: 3 – LBLA). Él dejará el trono del Padre y
descenderá del cielo "con voz de mando". La voz de mando es una de
relación con los Suyos. Su voz nos llamó una vez de las tinieblas a Él mismo.
La misma voz emitió el amargo clamor, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?", cuando estuvo bajo la mano de Dios por nosotros hecho
pecado. Es la misma voz que habla ahora con los acentos de la gracia divina
desde el cielo en el evangelio (Hebreos 12: 25). Esta voz del Buen Pastor que
hemos conocido en lo más íntimo de nuestras almas, pero que el mundo no
discierne, hablará una vez más a los que son Suyos, por medio de esta voz de
relación. Luego la "voz de arcángel" continúa, y la "trompeta de
Dios" da su aprobación a todos. Entonces "los muertos en Cristo resucitarán
primero". Si hay un momento de precedencia, ellos van delante de los que
están 'vivos y han quedado'. Ustedes notarán que son "los muertos en
Cristo" pues incluye a todos los
santos de Dios (Ver nota 1).
(Nota
1. "Los muertos en Cristo" en este pasaje se refiere a Cristianos.
Cuando el arrebatamiento tenga lugar, esta será una etapa de "la primera
resurrección", es decir, "la resurrección de los justos". Los
santos del Antiguo Testamento serán resucitados en esta etapa de "la
resurrección de los justos", tal como muestra Hebreos 11: 40).
Cuando este arrebatamiento
prodigioso tenga lugar no hay distinción entre el Antiguo Testamento y la
Iglesia de Dios. "En Cristo" señala un estado o condición; ellos no
murieron "en Adán", sino "en Cristo". Así como ustedes no
pueden hablar de que una persona está 'en Jesús' — ese es un nombre personal —
sino de que está "en Cristo". "Luego nosotros los que vivimos,
los que hayamos quedado, seremos arrebatados [o raptados] juntamente con ellos
en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el
Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras".
Esta es sólo una etapa. La casa
del Padre es más que encontrarse con Él "en el aire". "En la
casa de mi Padre muchas moradas hay… para que donde yo estoy, vosotros también
estéis". Es decir, en la casa
del Padre {Juan 14: 2, 3}. Es aquí donde Él presenta los santos como el fruto
de la aflicción de Su alma. Este es siempre el orden, 'En primer lugar
"hijos", luego "herederos". Como leemos en Efesios 1,
'predestinados para filiación por medio de Jesús', (Efesios 1: 5), luego,
"En él asimismo tuvimos herencia". (Efesios 1: 11). La relación más
excelsa que nosotros tenemos es la filiación con el Padre.
Tenemos así, en 1ª.
Tesalonicenses 3: 13, "para que sean afirmados vuestros corazones,
irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro
Señor Jesucristo con todos sus santos". Ahora bien, ustedes encuentran que
en ese momento el apóstol desvelará el mal que se va a manifestar mientras los
santos están en lo alto, antes que ellos resplandezcan en gloria con Cristo;
antes que venga el Señor "con
muchos millares de sus santos". (Judas 14 - LBLA).
Este arrebatamiento de los santos
de Dios es una necesidad positiva en la completación de la gracia que se ha
ocupado de nuestra causa. Uno siente que la Escritura estaría incompleta sin
él. Es la consumación — la finalización de la gracia. Es el poder colocándolos
en el lugar glorioso para el cual Su sangre preciosa los ha hecho aptos en el
resultado positivo de la aptitud en que ellos están ahora.
Se ha dicho, pero
equivocadamente, que son solamente los que están esperando a Cristo los que
serán arrebatados cuando Él venga {es la noción del arrebatamiento parcial}.
Pero la Escritura nunca supone que un santo no
esté esperándolo a Él. Ello presenta la condición normal de los Cristianos;
nuestro nivel común en cuanto a posición y esperanzas; aunque hay, sin duda
alguna, grados de comprensión y disfrute plenamente reconocidos. En
consecuencia, ustedes nunca encuentran en la Escritura un santo que no está
esperando a Cristo. Muchos ¡lamentablemente! han zozobrado en un estado
anormal; muchos nunca han tenido la esperanza — nunca se les despertaron
afectos nupciales. ¿Desecha esto esta esperanza bienaventurada? ¿Cambia esto Su
gracia soberana? ¡No! Bendito sea Dios, y el arrebatamiento de Sus santos es el
fruto de Su gracia soberana; y esperando o no, todos serán incluidos en esa hueste
prodigiosa — porque Él debe ver
el fruto de la aflicción de Su alma.
Ahora bien, la palabra usada para
"venida", parousía, es un término amplio y abarcador en la Escritura,
como hemos visto. Abarca en su alcance el intervalo desde el arrebatamiento de
los santos {el rapto}, hasta el resplandecer de ellos en gloria {la aparición}
— es decir, la manifestación de ellos con el Señor a todo ojo. El Señor hará
muchas cosas durante ese intervalo.
Su primera acción será desplazarse de Su asiento actual en el trono del Padre
para encontrarse con ellos en el aire. Su voz es oída, "y los muertos en
Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos
quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al
Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor". (1ª.
Tesalonicenses 4: 16, 17).
De 1ª. Tesalonicenses 3: 13 nos
enteramos de otro paso. Él los presenta a Su Padre en la casa de Su Padre en lo
alto. 'En primer lugar hijos, luego herederos' es el orden divino. Gustaremos
en aquel entonces las alegrías de la casa del Padre, ya convertida en hogar de
nuestros corazones, entre sus muchas mansiones {moradas}. En este pasaje encontramos
que la "venida" mira a un momento más allá de la presentación de
ellos en la casa del Padre; y esto es debido a que Pablo había introducido el
pensamiento de responsabilidad y santidad. Por eso se prolonga hasta el momento
cuando ellos aparecen con Él; y toda responsabilidad en cuanto a la senda de
ellos y las maneras de santidad hayan pasado bajo el escrutinio de Su ojo.
Cuando los santos están
hospedados así con seguridad en lo alto, el despliegue completo del mal en la
tierra tiene lugar. Estas epístolas desarrollan eso; así que ya ven, estamos
encontrando en estas Escrituras los pasos entre nuestros dos puntos en Hechos
17. La Palabra sigue diciendo, "Paz y seguridad" en vísperas de su
"destrucción repentina" de la cual ellos "no escaparán".
(1ª. Tesalonicenses 5: 3).
Nada puede ser más solemne que el
estado de cosas en la hora actual. El clamor desde el corazón incrédulo de
muchos es, «El mundo espera a un hombre.» Ustedes, amados hermanos, están
informados de lo que está por venir. Como el hombre "prudente", el
cual "ve (prevé) el mal y se esconde", mientras "los simples
siguen adelante y son castigados". (Proverbios 22: 3 – LBLA). Ustedes
están arreglando sus lámparas, y saliendo a recibir a su Señor. Las personas
dicen que la venida del Señor es la muerte. ¡Qué locura! ¿Quién ha oído alguna
vez que la muerte es nuestro Señor? Y Sus propios labios nos han dicho que
seamos "semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese".
Jesús es esto. Él es nuestro Señor y Salvador, y espera que nuestros corazones,
con gozo ajeno a este mundo, puedan estar esperándolo a Él.
En 2ª. Tesalonicenses 2 él los
hace recapacitar y los exhorta mediante la esperanza propia de ellos. Leemos,
"La venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él",
que no sean sacudidos fácilmente por la carta falsa, "como si fuera
nuestra", "en el sentido de que el día del Señor ha llegado".
(2ª. Tesalonicenses 2: 1, 2 – LBLA). La manifestación pública, o
"día" del Señor, no vendría mientras ellos estuvieran aquí, y antes
de aquel día, el inicuo, el hombre de pecado — sería revelado. El misterio de
la iniquidad estaba en acción en aquel entonces; la apostasía vendría, y
entonces él se sentaría en el templo de Dios como Dios, estaría allí. Entonces
el Señor aparecería en gloria con esos santos celestiales que vienen con Él
desde la casa del Padre en lo alto. El día "que arderá como horno"
cuando el resplandor de la gloria del Sol de Justicia consumiría a los malos
hasta convertirlos en cenizas, e introduciría salvación y refrigerio ¡a la
ahora limpia y preparada tierra milenial! (Malaquías 4: 1 al 3). Este rey
obstinado — este inicuo encontraría su perdición, como también aquellos que
fueron engañados y que lo siguieron voluntariamente, sin recibir el amor de la
verdad para ser salvos.
Ustedes a menudo han notado las
"alas" del "Sol de Justicia", al leer Malaquías 4. Yo creo
que aluden a los santos previamente arrebatados, los cuales esperan a Jesús, la
estrella de la mañana, antes del amanecer; antes de que Él aparezca como el
"Sol" de aquel día de gloria. Esto también es insinuado en Mateo 13:
41 al 43. "El Hijo del Hombre" limpia "Su reino" mundial de
todas las cosas que son piedra de tropiezo y de los que hacen iniquidad; y
entonces los santos glorificados resplandecerán como el sol — Sus alas — en el
reino del Padre de ellos en lo alto. Cuando Él se levanta para introducir aquel
día glorioso, ello es ardiendo como horno, el cual consume hasta convertir en
cenizas a los malos, y con salvación en Sus alas para los demás. Si Él consume
al inicuo con el Espíritu de Su boca y lo destruye con el resplandor de Su
venida {2ª. Tesalonicenses 2}, la iglesia glorificada llega a ser entonces el canal
de gracia para la tierra
renovada. A través de ella, y del trono de Dios y del Cordero en medio de ella,
sale el torrente vivo de agua de vida, a un mundo donde la salvación (o,
sanidad) es aún el servicio de Sus redimidos (Vean Malaquías 4 y Apocalipsis
22: 1, 2).
Así que aquí en Tesalonicenses Él
viene a consumir a algunos en juicio y a ser admirado en los que creen en aquel
día {2ª. Tesalonicenses 1}, cuando el Señor reparará todo lo que ha sido
arruinado por el primer hombre responsable. Él toma Su gran poder y reina por
los mil años.
Pues bien, amados hermanos, ¿cuál
ha sido el gran pecado de la iglesia profesante? Ha sido renunciar a la
esperanza constante e inmediata de la venida del Señor. Yo les ruego que cuando
ustedes encuentren introducido el más mínimo pensamiento de que algo aún se
tiene que cumplir entre este momento y la venida del Señor por Sus santos, lo
traten como se merece — a saber, como a la
voz del siervo malo que decía en su corazón, ¡"Mi señor tarda en
venir"! Es posible que usted no pueda interpretar la Escritura en gran
medida, usted puede ser un hombre simple, pero uno cuyo corazón es fiel a
Cristo. Le ruego que retenga usted lo que sabe — a saber, que Su venida por Sus
santos es su esperanza; y no permita que lo que usted no sabe perturbe su
esperanza, — no permita que la voz del siervo malo encuentre una entrada a su
alma. Trátela como Su voz, como Su
advertencia, incluso si viene revestida con toda la veneración de la
antigüedad, con las opiniones de siglos, la erudición de teólogos, incluso de
la piedad de hombres que han vivido y muerto por Cristo. Trátela, yo digo, como
la enseñanza del siervo malo, y rechácela si quiere usted ser fiel a un Señor
ausente.
Vean lo que la enseñanza del
siervo malo (Mateo 24: 45 al 51) produjo en las diez vírgenes que habían salido
a recibir al Esposo. (Mateo 25: 1, etc.). Leemos, "Entonces el reino de
los cielos será semejante a diez vírgenes", etc. Entonces, en un momento
dado, ante los ojos de Jesús cuando Él pronunciaba la parábola, estando la
profesión de Cristianismo a punto de establecerse, el reino asumiría un cierto
carácter; todos los que habían salido renunciarían a la esperanza, y entrarían
de nuevo para descansar; Leemos, "cabecearon todas y se durmieron".
La esperanza de Su venida pronto fue tratada como una herejía. Entonces llegó
la medianoche y en ese momento solemne el clamor fue reavivado. Su corazón no
desea encontrar a Su pueblo durmiendo entre los muertos. Él ha revivido la
esperanza que yacía dormida por siglos. ¡Él ha presentado Su único clamor
despertador! ¡Él nunca lo repite! Es
posible que sea cada vez más fuerte — Dios lo conceda mientras Él tarda. Este
clamor puede encontrar una respuesta en muchos corazones hundidos en el
formalismo muerto, pero recuerden, Él
nunca lo repite. ¿Dónde nos encontramos ahora en esta época en la que todo
es quebrantado? Nos encontramos en el pequeño intervalo entre el grito de
medianoche y el amanecer del día. El ojo ejercitado ve en la confusión del
momento actual la acción después de la medianoche. Pero presten atención a la
actitud calmada y pacífica de esas cinco vírgenes prudentes. Ellas son
perfectamente conscientes que tienen su derecho a entrar. No hay prisa alguna —
no hay ninguna vacilación en cuanto a esto. Observen también el estado activo
de ellas. Están arreglando sus lámparas, y hay aceite (el Espíritu Santo) en
sus vasos. Las insensatas ¡pobrecillas! están buscándolo. Vean las multitudes
alrededor de ustedes en la actualidad. Algunos engañados en el Ritualismo;
algunos en el Papismo, (la Iglesia católica, con sus organismos y doctrinas),
con sus pretensiosas reivindicaciones; algunos volviéndose a una cosa; algunos
a otra. Todos buscando el aceite que los prudentes poseen. Ellos no saben dónde
conseguirlo. Y en su búsqueda — también en el estado activo de los prudentes —
ellos son apartados. ¡Dios está separando "lo precioso de lo vil"!
Las diez vírgenes habían empezado juntas algún tiempo antes, despertadas por un
clamor que quizás no habían entendido. Pero en su búsqueda ellas son separadas
de las prudentes. Las prudentes no las siguen; pero las insensatas tienen que
venir y buscar consejo de las prudentes. Noten, también, cuando la puerta fue
cerrada, el clamor desesperado por la admisión. Pero el día de la gracia había
pasado, ¡y la esperanza desapareció para siempre! Yo no puedo concebir nada más
solemne que el clamor, "¡Señor, señor, ábrenos!" Y la calmada y justa
respuesta de Uno cuyo corazón está aún abierto para dar la bienvenida a los
perdidos en el día de la gracia, "De cierto os digo, que no os conozco".
¿No nos transmite esto el pensamiento de que un día está llegando cuando el
descuidado, el que procrastina (difiere, aplaza), y el profesante, se
despertarán a la terrible realidad de que la puerta está cerrada, para no
abrirse para ellos nunca más; y que un clamor de desesperación y consciente
ruina resonará a lo largo y ancho de estas tierras, por tanto tiempo
favorecidas con la luz del Cristianismo? Oh, si los pecadores fueran prudentes
— si consideraran la solemnidad del momento que ocupamos en la historia de las
cosas a nuestro alrededor. Cuán pronto esa puerta puede ser cerrada, y la
esperanza puede ser una cosa del pasado. Qué poca respuesta tiene también el
clamor encontrado en el corazón de los Suyos; sin embargo, antes que llegue el
juicio del cuerpo profesante, Él advertiría a Su pueblo y los despertaría, para
que sus bien arregladas lámparas iluminen Su entrada, y repelan las tinieblas
que se hacen más densas, cuando los momentos, precursores del amanecer,
¡aceleran su camino!
Que nuestros corazones puedan
velar y esperarlo a Él, la estrella resplandeciente de la mañana. Ser hallados
velando y esperando cuando Él viene resarcirá al corazón que se lamenta por Su
ausencia, ¡y vive aquí, con y para, un Señor ausente!
La Iglesia en la Gloria, y La Casa del
Padre
Sermones Acerca de la Iglesia
Sermón 6
Hasta aquí yo he procurado
presentarles algunos de los grandes rasgos sobresalientes de la iglesia de
Dios. Lo que ella es en Sus consejos y propósitos; lo que ella es ahora
mantenida en la tierra por medio de la presencia y el poder del Espíritu Santo;
lo que el hombre ha hecho de todo esto aquí abajo; y el aspecto en que Cristo
es visto con referencia a la gran profesión de Cristianismo en la tierra; y por
último, cuál es la senda del pueblo del Señor en medio del caos y la ruina
alrededor de ellos en la hora actual.
Dios está recuperando a Sus
santos mediante la verdad, para andar en la verdad de la iglesia de Dios, como
reunidos en el nombre del Señor Jesucristo antes que Él venga. No puede haber
ninguna recuperación eclesiástica de toda la iglesia; intentarlo es solamente
un fracaso, y sólo hace que la confusión sea más confusa. Pero Dios nunca obliga
a Sus hijos a pecar. Nunca los
deja sin una senda en la que ellos puedan andar como es digno de Él, y donde el
corazón y la conciencia puedan descansar.
Asimismo, es una alegría para el
corazón el hecho de pensar que Él mantendrá hasta el final unos pocos fieles
cuya senda y cuyos modos de obrar responderán a Su pensamiento y a Su voluntad.
El último profeta del Antiguo Testamento reconoció y se dirigió a un remanente
en medio de lo que era tan malo en aquel día, y tal remanente fue encontrado
cuando el Señor vino por primera vez (Lucas capítulos 1 y 2). Las últimas
epístolas del Nuevo Testamento tienen en cuenta a unos pocos piadosos,
edificándose en su santísima fe (Judas 20, etc.); y el corazón ve que por
gracia serán hallados aquellos que están en esa fiel condición cuando Él venga
de nuevo.
En una ocasión anterior yo les
hablé de nuestra esperanza bienaventurada como estando ella conectada con
nuestra condición actual, la esperanza de la venida del Señor por los Suyos.
¿Hasta qué punto, nos preguntaremos, hemos estado viviendo en esa esperanza
durante la semana pasada — durante el día pasado? ¿Hasta qué punto ella ha sido
la expectativa de nuestras almas de hora en hora? ¿Ha estado intensamente la
persona del Señor Jesucristo ante nuestros corazones? Existen dos motivos por
los que deberíamos esperar Su regreso: en primer lugar, porque hay tanto aquí
abajo que es contrario a Su gloria, y en segundo lugar, porque Lo amamos y
anhelamos estar en Su propia inmediata presencia. Y esto se verá reforzado a
medida que el corazón busca intimidad y un conocimiento más profundo de Cristo,
el cual se entregó a Sí mismo por nosotros.
En esta ocasión deseo hablarles
un poco acerca de "la novia, la esposa del Cordero" (Apocalipsis 21:
9 – LBLA), como es exhibida en la gloria milenial. Dios actúa así sobre
nuestras almas mediante esta verdad: Él trae la gloria futura ante nosotros
como una realidad práctica actual en su poder santificador. Él nos revela la
gloria preparada para nosotros desde la eternidad, un campo ilimitado de
interminable gozo; nos señala a Uno que ha ido a lo alto, el centro de todo,
Uno que puede absorber los afectos de nuestros corazones como el único objeto
digno de ellos — a saber, Cristo, a quien hemos conocido abajo en debilidad y
dolor, y es el centro de esa escena de luz y bienaventuranza. Él nos ha dado el
Espíritu para que more en nosotros, y para darnos a conocer las cosas
celestiales ahora; para revelar esas cosas que "ojo no vio, ni oído oyó, y
que jamás entraron en pensamiento humano — las cosas grandes que ha preparado
Dios para los que le aman. Pero a nosotros nos las ha revelado Dios por medio
de su Espíritu; porque el Espíritu escudriña todas las cosas, y aun las cosas
profundas de Dios". (1ª. Corintios 2: 9, 10 – VM).
Él toma de las cosas de la gloria
de Cristo, y las coloca ahora ante nosotros, para que podamos vivir en ellas —
vivir en el amor del Padre, y en el amor de Cristo que sobrepasa todo
conocimiento — para que mientras estamos aquí podamos ser el reflejo de Cristo.
Por tanto, Él revela la gloria para que nuestros corazones puedan ser llevados
a ella, y para que ella pueda tener su propio poder santificador sobre
nosotros.
Es interesante inquirir cuánto,
y
en qué diferentes maneras el poder práctico de la gloria de Dios es traída ante
nosotros en las Epístolas. La gloria es la consumación de Su gracia para con
nosotros.
Comiencen con Romanos, donde la
epístola considera nuestra esperanza (Romanos 5: 2), leemos, "nos
gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios". Nosotros no podemos ser más aptos
para el cielo,
porque nuestra aptitud depende de lo que Cristo ha hecho; pero nuestra capacidad
para disfrutar esa gloria puede, no, más bien, debe crecer. Tal como ha sido
dicho de manera tan excelente, «La
santificación actual tiene todos los elementos de la gloria futura, y la gloria
futura contiene todas las cualidades de la santificación actual.» Ello es así. Nosotros somos formados
por aquello que hacemos que sea nuestro objeto. Así es con Pablo, el cual nos
presenta el resultado de su experiencia de Cristo: lo que él había "aprendido".
"Más aún, todas
las cosas las tengo por pérdida, a causa de la sobresaliente excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, Señor mío". (Filipenses 3: 8 – VM). Ello era
el manantial de su consagrada senda de servicio y de ¡la entrega de sí mismo al
arduo trabajo! "Para mí el vivir
es Cristo", es su principal y único objetivo, para que sea
"magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte".
(Filipenses 1: 21; Filipenses 1: 20). Sin embargo, mientras más él Le conocía,
más anhelaba conocerle: leemos, "a fin de conocerle". (Filipenses 3:
10).
Tomen la segunda epístola a los
Corintios. En 2ª. Corintios 3: 18 leemos, "Nosotros todos, mirando a cara descubierta
como en un espejo la
gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma
imagen". El apóstol dice, "Nosotros
todos", pues es el gozo común de cada Cristiano mirar esa gloria
resplandeciendo en la faz de Jesús, y ser así transformado. La primera mirada
fue sobre un Hijo del Hombre levantado y muriendo en la cruz por nuestros
pecados. Pero Él ahora no está allí: Él ha dejado la cruz, ha pasado por la
muerte y el sepulcro, ha resucitado y ha ascendido a lo alto, un testimonio de
que la justicia de Dios ha sido vindicada contra el pecado y ahora es
manifestada. ¿Procuro yo ser semejante a Él? ¿Qué corazón que Le conoce no
anhela ser transformado en la misma imagen? ¿Cómo será entonces? ¿Será
estudiando a un Cristo humillado y procurando andar como Él anduvo? No; el
poder no es encontrado allí. ¿Procuraré conformidad y semejanza a Él ocupándome
de mí mismo, examinando mi propio corazón para producir lo que es de Él allí?
No; ¡eso nunca lo hará! Entonces, ¿cómo llegaré yo a ser semejante a Él?
Mediante el corazón ocupándose con Cristo en la gloria; mirándole a Él y
alimentándose de Él, y con mi corazón absorto con Él en la esfera de la inmaculada
luz de Dios donde Él llena todas las cosas, y adonde la carne y el yo nunca
pueden llegar. Yo encuentro allí que miles de cosas se oscurecen, las cuales no
son aptas para esa escena, ni para el corazón de Aquel que está allí. La carne
y el yo se marchitan a su verdadero lugar de muerte; las hermosas líneas de
Cristo son escritas en tablas que son corazones de carne mediante el ministerio
del Espíritu Santo (2ª. Corintios 3: 3 – VM), y los rasgos morales de Su gloria
son reproducidos en la conformidad cada vez mayor de nuestros modos de obrar a
Él.
Esteban, mirando a Su Señor en la
gloria, enfrenta las tormentosas olas de un mundo que aborreció a su Señor
antes de aborrecerle a él; y el vaso de ellos, roto por las piedras de la
muchedumbre, sólo emite la hermosa luz de su Señor glorificado cuando él
experimenta la comunión de Sus padecimientos. Él es entregado a la muerte por
causa de Cristo, y la vida de Jesús es manifestada en su carne mortal. Yo no
puedo continuar sin recalcar aquí un rasgo en el que Cristo sobresale — pues en
todo Él debe tener la preeminencia. Esteban dice en primer lugar, "Señor
Jesús, recibe mi espíritu": y luego se arrodilla y ora por Saulo y por los
que lo estaban apedreando, libertando así su espíritu. Con Jesús no fue así. Él
dice en primer lugar, "Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23: 34), y al final de la
cruz Él encomienda Su espíritu a Su Padre. El orden se invierte; Esteban no era
más que un hombre — aunque en verdad fue un mártir bienaventurado; Jesús era la
manifestación de la bondad divina: Hombre perfecto en dependencia delante de
Dios, Él era también Dios revelado perfectamente al hombre.
También en Colosenses, donde
somos vistos pasando a través de las circunstancias profundas y escudriñadoras
del corazón del camino del desierto, la gloria
de Dios es aplicada de nuevo a nosotros. Leemos, "Fortalecidos con todo
poder", para una escena donde todo está en contra de nosotros. ¿Cuál es la
medida del poder?
Es, "según la potencia de su
gloria" (no, 'glorioso poder', como rezan algunas traducciones). Ustedes
dicen, «Qué maravilloso resultado se producirá con semejante poder.» Pero,
¿para qué somos nosotros fortalecidos? ¡"Para toda paciencia"! ¿Acaso
no es esa una nueva forma de hacer que yo sea paciente en esta escena? Paciente
en medio de sus penas, pruebas, tentaciones, y conmociones. Y
"fortalecidos… para toda… longanimidad"; la longanimidad que soporta
sin murmurar toda mala obra, ya que puede llevar a cabo toda buena obra por
medio de Cristo que le da fortaleza. Pero esto lo hemos tenido ante nosotros
anteriormente; solamente que la expresión "con regocijo" corona el
versículo, leemos, "fortalecidos con todo poder según la potencia de su
gloria, para toda paciencia y longanimidad con regocijo". (Colosenses 1:
11 – JND). No es el corazón asumiendo una actitud de sumisión con dolor en el
centro, es decir, lo que llamamos resignación (una palabra desconocida en la
Escritura), sino que es el regocijo del corazón brotando hacia Él que está en
la gloria, en respuesta a los recursos de Su gloria que fortalecen para la
misma senda de pacífico descanso en el amor y en la voluntad del Padre que a Él
le caracterizaban.
Pasen a la epístola de Santiago
y
encontrarán nuevamente la gloria y sus principios presentados como un motivo y
un poder para la conducta aquí. Leemos, "Hermanos míos, no tengáis la fe
de nuestro Señor Jesucristo, Señor de la gloria, [junta] con acepción de
personas". (Santiago 2: 1 – JND). Si ustedes tienen fe — la fe de la
gloria, a la cual se dirigen sus pasos, no sigan con el espíritu del mundo que
coloca al hombre pobre en el plano inferior, y al hombre rico ¡en el asiento de
honor! Que los principios de la gloria formen sus modos de obrar, para que el
espíritu del mundo pueda ser quebrantado en ustedes.
Además, consideren 1ª. Pedro 4:
14, donde leemos, "Si sois vituperados por el nombre de Cristo, dichosos
sois, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente,
por ellos El es blasfemado, pero por vosotros es glorificado". (1ª. Pedro
4: 14 – LBLA). Cuando yo siento que he sido vituperado por el nombre de Cristo,
¡ello es como si las orlas de la gloria me hubieran tocado! El espíritu de
gloria donde Cristo está ha tocado, por así decirlo, a aquel que ha sido menospreciado
por Su nombre. Tómenlo donde ustedes quieran, amados hermanos, el poder de la
gloria de Dios es aplicado para la santificación actual sobre nuestros
corazones y modos de obrar. De modo que ya sea para esperanza, o para
conformidad a Cristo; para paciencia por el camino, o para lidiar con el
espíritu del mundo; o con respecto al vituperio de Cristo, la gloria de Dios
revelada en Cristo es instada en el alma como el poder para la producción de lo
que es de Él en el Cristiano. Vean Juan 17: 19.
Leamos ahora: Apocalipsis 21: 9
al 27; Apocalipsis 22: 1 al 5.
Para volver a mi tema, sólo
menciono inmediatamente, de paso, que los versículos que hemos leído nos
presentan la descripción de la exhibición milenial de la esposa al mundo. Los
santos han sido tomados a lo alto, y desde Apocalipsis 4 son vistos en el cielo
durante los juicios que siguen a continuación, preparatorios para el reino de
nuestro Señor Jesucristo. En Apocalipsis capítulos 2 y 3 la iglesia está en su
condición actual; en Apocalipsis 4 los santos son vistos en la gloria, donde
ellos permanecen hasta que aparecen como los ejércitos del cielo con Cristo en
juicio, en Apocalipsis 19: 14. Entonces Satanás es atado, y en Apocalipsis 20:
4 al 6, el hecho de los mil años del reino es mencionado; y luego ustedes
encuentran la breve temporada después de los mil años cuando Satanás es soltado
una vez más (Apocalipsis 20: 7 al 10). El juicio del gran trono blanco concluye
la triste historia de esta tierra, y el cielo nuevo y la tierra nueva siguen a
continuación (Apocalipsis 21: 1 al 8), lo cual concluye todo. Quedó una cosa
por decir, y encontramos que ella sigue a continuación y constituye mi tema
para esta tarde noche.
"La novia, la esposa del
Cordero" (Apocalipsis 21: 9 – LBLA), es vista en su gloria personal y relativa. Y lo que es de tanta real importancia y de bendición para
nuestras almas es que toda la obra santificadora que Cristo está realizando
ahora en Sus santos saldrá a la luz, y el resultado será visto en gloria como
es mostrado aquí. Leemos que Él "amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo
por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua
por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no
tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin
mancha". (Efesios 5: 25 al 27). ¡Qué motivo, entonces, para rendirnos a Él
para que Su gracia no pueda ser obstaculizada! Él santifica mediante la acción
de la Palabra; Él desvela todo lo que obstaculiza la comunión con Él mismo en esa
escena resplandeciente; Él mismo se revela y se presenta al corazón de Sus
santos — para apartarlos de esta escena, y llenar sus corazones de Él mismo.
Después, Él se presentará a Sí mismo Su iglesia gloriosa, sin una mancha de
contaminación o arruga de vejez — ni un rastro de la escena a través de la cual
ella ha pasado; la Eva celestial del postrer Adán ¡para el paraíso de Dios!
Esta escena maravillosa es
demasiado a menudo vista como algo del futuro; una descripción con puntos de
interés reales, sin duda alguna, pero que presenta muy poco poder formativo
actual a nuestras almas. Cuando llegue la manifestación de ese día de gloria
será muy tarde para usar la Escritura de esta manera.
Yo creo que en esa exhibición de
gloria se verá lo que Cristo era personalmente,
se verá para lo que el santo — para lo que la iglesia fue dejada aquí para ser
— relativamente, por Su gracia, y lo
que la iglesia glorificada será de manera
absoluta, como exhibiendo las glorias del Cordero — todo esto sale a la luz
en esta escena.
Leemos, "Teniendo la gloria
de Dios". (Apocalipsis 21: 11). Una cosa debe sorprendernos de manera
convincente y ello es cuánto la gloria de Dios está entrelazada con la
descripción de la ciudad celestial. Ustedes tienen a ambas en palabras y figuras
literales. Ustedes la encuentran en los cimientos de la ciudad; en sus muros;
en su luz interior y en su apariencia exterior: ¡todo es gloria! Ella sustenta,
rodea, envuelve e ilumina toda la escena. La gloria de Dios ha envuelto a los
santos, y ellos moran en la gloria de Dios. No hay duda alguna, es la
exhibición milenial de dicha gloria; sin embargo, ella da carácter a la
iglesia, que aun ahora está puesta en este mundo para exhibir a él los rasgos
morales de esa gloria. "La gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su
lumbrera [o, su portador de luz]". (Apocalipsis 21: 23).
Aquí se la ve, en la perfección
de la gloria dada por Cristo, como respondiendo a su pleno carácter. Él, por no
decir nosotros, no podría estar satisfecho si no fuese así. Ella es la
exhibición de la gloria a la tierra milenial. Ella misma no desciende a la
tierra, sino que derrama la luz de esa gloria abajo, sobre Jerusalén. Como la
Jerusalén celestial la iglesia mantiene aún su carácter como la exhibición de
la gracia; así como Jerusalén será abajo en centro del gobierno terrenal en
aquel día. Qué triste es ver que un Cristiano que incluso ahora es celestial
(1ª. Corintios 15: 48), trate de mezclar estos dos principios; como por
ejemplo, un Cristiano actuando como un magistrado, o participando en la
política de este mundo. ¿Qué está haciendo él? Está procurando mezclar el
gobierno de la tierra con la gracia revelada desde el cielo. Ello es imposible
ahora, pero ambas cosas tendrán su lugar en la manifestación milenial de la
gloria de Cristo. Si desde la Jerusalén celestial — el vaso de la gracia — las
hojas del Árbol de la vida son ministradas para la sanidad de las naciones, en
la Jerusalén terrenal se ve que el juicio es vuelto a la justicia, [o volverá a
ser justo]. (Salmo 94: 15). "La nación o el reino que no te sirviere
perecerá". (Isaías 60: 12).
En este capítulo 21 de
Apocalipsis, uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las
últimas siete plagas, viene y lleva a Juan en el Espíritu a un monte grande y
alto. No se trata de un desierto
desde el cual el ve a la mujer, como en Apocalipsis 17: 3. Es sorprendente ver
los diferentes puntos de vista desde los cuales el vidente ve cada visión a
medida que pasan ante él en este libro; cada lugar es adecuado a lo que él
contempla. Leemos, "sobre la arena del mar" él se para para ver
"subir del mar una bestia", la cual tipifica el Imperio Romano
revivido subiendo de la masa de gentes en el estado de agitación de las
naciones. El "desierto" es un lugar apto desde el cual ver la
Babilonia mística, embriagada de la sangre de los santos, y de la sangre de los
mártires de Jesús. Un "monte", "grande y alto" es la
plataforma desde la cual él contempla a esta Jerusalén celestial — la esposa,
"descendiendo del cielo, desde Dios". (Apocalipsis 21: 10 – VM). Ella
no viene a la tierra, sino que es bajada para que la tierra pueda ver su
gloria, la gloria de Dios exhibida en ella.
Es notable que lo que nosotros
conocemos ahora como miembros de Cristo, por medio del Espíritu de Dios enviado,
otros lo contemplarán en aquel día. Leemos en Juan 14: 20, "En aquel día
vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en
vosotros". Presten atención aquí al orden, el Hijo se ha ido a lo alto,
habiendo consumado la redención, Él está en el Padre; el Espíritu Santo ha sido
enviado y da la conciencia de ser uno en naturaleza y en vida con Aquel que
está allí: nosotros estamos en Él allí, y si es así, Él está en nosotros aquí.
Esta es la conciencia que el Espíritu de Dios nos da ahora.
Pues bien, si pasamos a un
versículo en Juan 17 encontramos que el orden de Juan 14: 20 se invierte. El
Señor dice aquí, "La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean
uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí". Aquí no es
Cristo en el Padre y nosotros en Él, sino que el orden se invierte exactamente.
Es Cristo en ellos mostrado tan perfectamente como el Padre estaba en Él. (Juan
17: 22, etc.). El Señor Jesús se refiere al día de gloria que está ante
nosotros. Por tanto, Él puede hablar de que nosotros somos "perfeccionados en
unidad", y
"para que el mundo sepa". (Juan 17: 23 – LBLA). Ahora bien, nosotros debimos
haber andado de tal manera para que el
mundo pudiera haber creído; pero
¡lamentablemente! no hemos logrado mostrar a Cristo al mundo. En qué gracia
infinita Él nos lleva al día cuando no habrá más fracaso, sino que Él será
mostrado perfectamente en nosotros, "para que el mundo sepa que tú me
enviaste", cuando los vea a ustedes, mis hermanos, y a todos los santos,
en la misma gloria del Hijo de Dios — "y que los amaste tal como me has
amado a mí." (Juan 17: 23 – LBLA).
Esta ciudad es esa manifestación.
Ella tiene la gloria de Dios — leemos, "teniendo la gloria de Dios. Y su
fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe,
diáfana como el cristal". Jaspe es un símbolo usado para la gloria de Dios
(vean Apocalipsis 4: 3). Ella tiene la gloria "de Dios"; y sin
embargo dicha gloria es llamada "su fulgor (o, su luz)". (Apocalipsis
21: 11). ¿Por qué es esto? Supongan que Dios ha producido las gracias de Cristo
en los santos aquí. Pues bien, la pura gracia lo ha hecho; sin embargo Él lo
imputaba a ellos. Así es aquí; si la iglesia tiene la gloria de Dios, sin
embargo ella es su fulgor (o, su luz), por Su gracia. ¿Qué era el propio
Cristo? Dios manifestado en la tierra en ese Hombre humilde. Usted anhela ser
semejante a Él; usted anhela que las gracias y la mente de Cristo puedan ser
reproducidas en usted; pues bien, las que existen, son contadas como suyas,
aunque Su gracia las haya forjado. Como cuando en Apocalipsis 19: 8, a Su
esposa "le fue dado que se vistiese de lino fino blanco, resplandeciente y
puro", y de este lino se dice que, "es la perfecta justicia de los
santos", aunque absolutamente todo es la producción de Su propia gracia en
ella. (Apocalipsis 19: 8 – VM). Lo que ella era en la tierra, lo que Él produce
en Su pueblo, y lo que Él exhibe en gloria, todas estas cosas son vistas.
"Tenía un muro grande y
alto, y tenía doce puertas, y en las puertas doce ángeles". (Apocalipsis
21: 12). Ustedes encuentran aquí el aspecto humano así como el divino. Doce puertas
y doce ángeles. Si ustedes consideran al propio Cristo en la tierra,
encuentran el aspecto humano y también el divino. Si Él toma un niño en Sus
brazos, ello es un hermoso acto de humanidad; pero cuando Él lo estrechaba a Su
corazón, ¡Él lo estrechaba al corazón de Dios! Un acto humano, y sin embargo
divino. A la viuda de Naín Él dice, "No llores", y eso provenía de un
compasivo corazón humano. "Joven, a ti te digo, levántate", era la
voz de Dios que da vida a los muertos. "Y lo dio a su madre",
¡nuevamente el tierno corazón del hombre! (Lucas 7: 11 al 17). Ustedes no saben
en qué momento es el hombre, y en cuál es Dios en estos destellos de Su gloria
moral. (Ver nota 1). Así en la ciudad celestial; si ustedes encuentran la
"gloria de Dios", encuentran también las doce puertas.
(Nota
1. El lector debe tener siempre en cuenta que cada acto humano del Señor Jesús
tenía una fuente divina en él. Debido a la unión
en Él de lo humano y lo divino, cada acto humano y cada palabra del Señor Jesús
tenían el valor infinito y la gloria de Su persona en ellos).
El pensamiento del
"muro" es seguridad, así
como el de los "cimientos" es estabilidad.
Los ángeles son los porteros dispuestos; ellos han sido los instrumentos de la
realización de la providencia de Dios. Aquí ellos están afuera. Ángeles no
celosos que desean mirar la medida de la gracia para con el hombre. La iglesia
es ahora un espectáculo para los ángeles y para los hombres (1ª. Corintios 4:
9); así será ella entonces. La mujer "debe tener señal de autoridad sobre
su cabeza, por causa de los ángeles". (1ª. Corintios 11: 10). Llegado ese
día la esposa también tiene gloria, y los ángeles están como porteros a las
puertas, contemplando así "la multiforme sabiduría de Dios". (Efesios
3: 10).
Permítanme comentar que los doce
ángeles tienen un lugar doble, a saber, en relación con el reino abajo, así
como en la iglesia en lo alto. El Señor prometió a los Suyos, "cuando el
Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis
seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus
de Israel". (Mateo 19: 28). Ellos tienen el lugar principal en la
administración del reino, y están en los cimientos de la ciudad en lo alto.
Leemos, "Tenía un muro grande y alto con doce puertas, y en las puertas
doce ángeles; y en ellas había
nombres escritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel".
(Apocalipsis 21: 12 – LBLA). Los nombres de las tribus están escritos en las
puertas: la puerta era el lugar de autoridad y administración judicial, de lo
cual el orden tribal de Israel era el centro. Recordemos, "Lot estaba
sentado a la puerta, etc."
(Génesis 19: 1). Esto es transferido ahora a la iglesia; por eso los nombres de
las tribus de Israel están escritos en sus puertas — el símbolo de tal orden
administrativo — transferido así. Leemos, "al oriente tres puertas; al
norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas. Y el muro
de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce
apóstoles del Cordero". (Apocalipsis 21: 13, 14).
Leemos a continuación, "El
que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus
puertas y su muro". Si ustedes consideran la Jerusalén terrenal en
Ezequiel, Él la mide con un cordel de lino
(Ezequiel 40: 3), como Su posesión. Pero esto no será suficiente para medir aquello
que es el fruto de la aflicción del alma de Cristo. Ustedes pueden recordar que
en Efesios 2: 7 se dice que por medio de la iglesia Dios mostrará "en los
siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con
nosotros en Cristo Jesús". Ustedes no pueden medir por medio de medición
humana aquello mediante lo cual Dios revela y muestra a la eternidad el pleno
alcance de Sus riquezas de gracia, en su bondad para con nosotros.
Dios es el símbolo de la justicia
divina. La estimación del resultado completo de Sus consejos de eternidad,
resultado que viene ahora en gloria que puede ser mostrada, sólo puede ser
según Su propia naturaleza. Sólo Dios puede evaluar de manera justa la
aflicción del alma de Jesús cuando Él hizo de Su alma una ofrenda por el
pecado: cuando Él presentó a Su Padre un motivo nuevo para el amor de Su Padre.
"Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a
tomar". (Juan 10: 17). "La ciudad se halla establecida en cuadro,… la
longitud, la altura y la anchura de ella son iguales". Era un cubo, el
símbolo de la perfección divinamente dada. (Apocalipsis 21: 16).
"El material de su muro era
de jaspe"; ese es el símbolo de la gloria de Dios. En Apocalipsis 4: 3
leemos, "el aspecto del que estaba sentado [en el trono] era semejante a
piedra de jaspe y de cornalina". También era jaspe "el primer
cimiento" del muro. La gloria de Dios es, por tanto, el cimiento, la seguridad, la estabilidad,
y la luz de la ciudad celestial. ¡Oh,
de qué manera el corazón adora al contemplar tal escena! Su gloria envuelve a
Su pueblo por todos lados.
Y "la ciudad era de oro
puro, semejante al vidrio limpio". (Apocalipsis 21: 18). El oro es la
justicia divina, y el vidrio limpio representa la pureza transparente y fija de
la verdad. Por tanto, la ciudad representa en este maravilloso símbolo lo que
Cristo era en Sí mismo, y lo que el "nuevo hombre" es, "creado
según Dios en la justicia y santidad de la verdad". (Efesios 4: 24). No es
Adán en inocencia, cuando él no conocía el bien ni el mal; ni Adán caído, y
hecho justo mediante la ley, si eso hubiera podido ser para el hombre caído,
sino un "nuevo hombre" creado en toda la hermosura de la justicia de
Dios por gracia, y la transparente veracidad de Cristo — ¡tan transparente como
el día! Si nosotros consideramos nuestros propios corazones, qué pobre, qué
traicionero, qué cosas de doble ánimo ellos son; pero no es así con Dios.
Colocado así en justicia divina delante de Dios, en Cristo, con la verdad en el
interior, en la medida en que el nuevo hombre está en acción, ello es semejante
a Aquel que pudo responder, cuando los Judíos Le preguntaron, "¿Tú quién
eres?" "Soy absolutamente "ese mismo que os he dicho desde el
principio". (Juan 8: 25 – VM).
En cuanto a los cimientos, ellos
están adornados con todo tipo de piedras preciosas. Cuando Dios se muestra a Sí
mismo, Él lo hace bajo la figura de esas preciosas piedras de colores, como a
menudo ha sido comentado. Capturen el rayo brillante e incoloro del sol y
sepárenlo en un prisma, y ustedes encontrarán que el rayo incoloro se fracciona
y se convierte en los variados colores del arcoíris. "Dios es luz" —
y mora en la luz inaccesible a la cual nadie puede acercarse ni ver. Cuando Él
se muestra a Sí mismo de alguna manera, estos hermosos colores simbolizan esta
exhibición.
Tomen el arcoíris; es la luz pura
del sol resplandeciendo a través de las gotas de la nube de lluvia, pero cuando
se fracciona a través de esas gotas exhibe en esas luces y tonos de colores
celestiales las virtudes del rayo incoloro. Cuando el sumo sacerdote de antaño,
con el pectoral de muchas piedras de colores, entraba en el lugar santísimo, la
luz pura desde el propiciatorio se reflejaba en cada color sobre su corazón.
Así está Cristo sosteniendo ahora a Su pueblo aquí en la debilidad de ellos, y
llevándolos a través de esta escena conforme a la luz del santuario celestial.
En breve, en lugar de sostenerlos en
la debilidad de ellos como ahora, Él
los situará en poder en lo alto.
Si consideran a Cristo en la
tierra, ustedes verán al "Hijo del Hombre que está en el cielo",
mostrando a Dios en la tierra ante sus ojos. (Juan 3: 13). Leemos, "en él
habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad". (Colosenses 2: 9).
Véanle lamentando por Jerusalén; el corazón del Mesías desgarrado en lamento
por el pecado de Su pueblo. Fue el tierno corazón del hombre, pero brotó de esa
fuente profunda y maravillosa — «Las lágrimas caían de ojos humanos, pero
provenían del corazón de Dios». Así fue mostrado Dios. El corazón adora cuando
uno piensa que nosotros tenemos que ver con un Dios que se rebajó hasta las
lágrimas humanas, en un mundo de lágrimas.
Por tanto, Dios se ocupa de
nuestras pruebas, y tristezas, y lágrimas; y mediante ello Él muestra en Su
pueblo las celestiales líneas de esa naturaleza que es apta para Su corazón,
porque es la Suya.
Leemos, "Las doce puertas
eran doce perlas". (Apocalipsis 21: 21). Un amoroso pensamiento encuentra
aquí su expresión. Se ve esa hermosura y ese encanto morales que atraían el
corazón de Cristo en la iglesia y por la cual Él "vendió todo lo que
tenía". Encontramos que la ciudad es internamente "oro puro,
transparente como vidrio"; externamente encontramos la hermosura moral de
la perla. Cada puerta mostraba esto. Así es con el propio Señor personalmente;
así es con el Cristiano relativamente, el cual se ha vestido "del nuevo
hombre" donde "Cristo es el todo"; y exteriormente el efecto es
que los rasgos humildes de Su gracia son producidos, y así es con la iglesia de
manera colectiva, si fuera necesario, con la totalidad, para que Cristo pueda
ser mostrado plenamente según el pensamiento de Dios. Aquí somos llevados a la
gloria cuando ello será así de manera perfecta. Vemos así de qué manera el
pensamiento fluye a través de la maravillosa descripción con respecto a lo que
Cristo era personalmente, lo que Sus santos son relativamente, en la medida en
que lo que Su gracia ha obrado sea visto en ellos, y lo que se verá en plena
exhibición cuando Él "venga en aquel día para ser glorificado en sus santos
y ser admirado en todos los que creyeron". (2ª. Tesalonicenses 1: 10).
"La calle de la ciudad era
de oro puro, transparente como vidrio". La figura fue usada antes en
Apocalipsis 21: 18. Encontramos aquí que no sólo la ciudad, sino las calles son
así. Es lo contrario de aquello a través de lo cual nosotros tenemos que pasar
ahora en un mundo corrompido. En esa ciudad de gloria los pies sólo estarán en
contacto con aquello que responde al nuevo hombre interior. Oh, si el corazón
no 'vela y ora' ahora, ¡de qué manera el terreno se contrae y el corazón se
contamina! El corazón descansa en el pensamiento de una escena donde puede
relajarse, cuando velar y orar serán cosas del pasado — pero nunca se relajen
ahora ni por un instante, porque la carne está en nosotros y el mundo a nuestro
alrededor es tan adecuado para ella.
Allí sólo Cristo llenará el alma.
¡Qué gozo sin amalgama! Y es dulce pensar que todo el desagrado que uno siente
ahora con su propio corazón no es sino una nota de afinidad con esa escena en
lo alto ¡donde todas las cosas son de Dios! Allí, las calles mismas por las que
andaremos son idóneas para la naturaleza de Dios, naturaleza que ya ha llegado
a ser nuestra en justicia y santidad verdadera. ("Y que os revistáis del
hombre nuevo, el cual, según la imagen de Dios, es creado en justicia y
santidad verdadera". Efesios 4: 24 – VM). Allí podemos desceñir nuestros
lomos, pues todo sólo refleja Su gloria, y mientras más libremente sale el
corazón, más adoración es el efecto producido.
La descripción continúa así,
"Y no vi templo en ella". (Apocalipsis 21: 22). En la restaurada
Jerusalén terrenal el rasgo destacado de la escena es una vez más el templo
(Ezequiel capítulos 40 al 48). Aquí no hay ninguno. ¿Por qué es esto? Porque
adoración es todo lo que hay allí: ella caracteriza la escena. Leemos,
"Perpetuamente te alabarán". (Salmo 84). Un Judío difícilmente podría
comprender cómo es que podía no haber templo. El Templo daba carácter a sus
relaciones con Dios. Dios moraba allí, aislado de toda mirada, para ser
reverenciado. Pero si Él se aísla dentro del velo, ¡Él impide la entrada al
hombre! El hombre no podía estar allí. Qué diferente es esta escena maravillosa
de gloria. No hay ninguna ocultación de ella. El desvelado misterio de Dios
está allí, y el corazón no tiene otra cosa que hacer sino adorar.
Es humillante descubrir cuán poca
concentración de corazón hay ahora en nosotros para adorar. Qué poco hay de esa
mirada firme a lo alto — de esa fijeza de alma. La adoración es el carácter del
lugar al cual vamos; allí continúa para siempre. Incluso aquí abajo los
pequeños tributos de alabanza que nuestros corazones pueden traer son dulces
para Él, porque, "el Padre a los tales busca como adoradores suyos".
(Juan 4: 23 – VM).
"Y no vi templo en ella;
porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero son el templo de ella".
Toda la ciudad es el santuario de Su presencia. "Y la ciudad no tiene
necesidad del sol ni de la luna, para alumbrar en ella", ninguna necesidad
de luz prestada, "porque la gloria de Dios la ilumina". (Apocalipsis
21: 23). Nosotros vimos la gloria rodeando y entrando en toda la estructura de
la ciudad, Aquí dicha gloria es la luz de la ciudad. Incluso si ahora hay luz
en nuestros corazones ella es la luz de esa gloria que resplandece en la faz de
Jesús. Leemos, "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese
la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del
conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo". (2ª. Corintios
4: 6). Toda la gloria de Dios resplandece concentrada en esa faz y nosotros,
con rostro descubierto, la contemplamos sin velo y en paz; no, es más, el hecho
de que ella resplandezca en la faz de Aquel que se entregó a Sí mismo por mí me
compromete a ocuparme de la gloria así revelada. Así será para siempre. Él
lleva la gloria. Ojalá que, al igual que la Reina de Saba, nosotros
conociésemos incluso ahora lo que fue estar tan absortos con Él, en quien toda
la gloria de Dios resplandece ante el ojo abierto de la fe, ojalá que el yo
pudiera ser enteramente desterrado. La reina de Saba se queda sin aliento (o,
asombrada), y derrama sus tesoros a los pies de Salomón. (1º. Reyes 10).
Llegado el día será perfectamente así. El corazón que ha aprendido a conocer Su
amor estará en descanso con Él en esa escena de luz y de gozo inefable.
"Y las naciones andarán a su
luz". (Apocalipsis 21: 24 – LBLA). Aquí entra otro pensamiento. Adoración
si yo miro adentro, testimonio si yo miro abajo. Se cumplen
las Escrituras, "Yo en ellos, y tú en mí", y, "La gloria que me
diste, yo les he dado". (Juan 17: 22, 23). Cristo es visto allí en los
santos, los cuales son el resplandor de Su gloria para las naciones que estarán
aquí abajo.
La adoración y el testimonio
también son verdaderos ahora, en su medida, en los santos. Como sacerdocio
santo, ustedes entran para adorarle a Él, como real sacerdocio, ustedes salen
para exponer las virtudes de Jesús. (1ª. Pedro 2: 5 al 9). Así que si hay
adoración llenando la escena, hay testimonio, para que las naciones preservadas
anden a la luz de esa ciudad celestial. La adoración es débil ahora; también el
testimonio es un pobre destello de luz en un mundo oscuro. No obstante, el
destello está ahora allí, en el Cristianismo, por muy pobre que este sea. Y en
esa medida andarán las naciones de la tierra; no hay otra luz.
"Los reyes de la tierra
traerán a ella su gloria". (Apocalipsis 21: 24 – LBLA). Ellos reconocen
que los cielos gobiernan. "Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues
allí no habrá noche". (Apocalipsis 21: 25). Perfecta seguridad — ninguna
necesidad de cerrar esas puertas; y no hay tinieblas allí. Tinieblas es ignorar
a Dios, como dice Juan en 1ª. Juan 1: 5. ¿De dónde proviene la duda — de dónde
la incertidumbre? Del hecho de ignorar a Dios. En esta escena en Apocalipsis
21, todo ha desaparecido ahora, y "allí no habrá noche".
"Y llevarán la gloria y la
honra de las naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa inmunda".
(Apocalipsis 21: 26, 27). Permítanme preguntar, ¿Ha entrado hoy en su corazón alguna
cosa inmunda? ¿Estuvo usted viviendo de tal manera con Cristo que lo inmundo
fue mantenido afuera? De qué manera uno tiembla viendo un alma recientemente
convertida llena de ese temprano gozo en Cristo, pues uno que ha recorrido la
senda por más tiempo sabe bien que ese nuevo gozo menguará si Cristo no se
convierte en el todo como su objeto, y que alguna desdichada idolatría del
corazón entrará y contaminará, y la desviará. Cuán sabiamente Bernabé exhorta a
esos niños en Cristo a permanecer adheridos al Señor con firmeza de corazón,
Leemos, "Y la noticia de estas cosas llegó a oídos de la iglesia que
estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé hasta Antioquía; el cual cuando hubo
llegado, y vio la gracia de Dios, se alegró, y exhortaba a todos que con propósito
de corazón permaneciesen adheridos al Señor". (Hechos 11: 22, 23 – VM).
Pero el corazón puede descansar
aquí. Nada inmundo o que contamina puede entrar en la ciudad celestial — ni la
carne del hombre ni la mentira de Satanás. Todo está excluido aquí. Hay también
otro aspecto — leemos, "sino solamente aquellos que están escritos en el
libro de la vida del Cordero". Sólo aquellos por los cuales Él murió, como
objetos de Su amor, pueden entrar.
Si en Apocalipsis 21 ustedes
tuvieron el carácter personal de la ciudad, en Apocalipsis 22 encuentran su
carácter relativo.
"Después me mostró un río
limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de
Dios y del Cordero". (Apocalipsis 22: 1). El río es el símbolo de la
bendición que fluye. El propio Señor es su fuente. Recordemos, "Si alguno
tiene sed, venga a mí y beba". (Juan 7: 37).
Aquel que bebía sería el canal
para que el río fluyera para los demás, "de su interior correrán ríos de
agua viva". (Juan 7: 38). Aquel que bebe apaga su sed en la fuente de
origen, y de la plenitud de la satisfacción hay ríos que fluyen al mundo
desierto que lo rodea. Incluso ahora la Esposa, consciente de su relación con
Cristo (Apocalipsis 22: 17), antes del día de su boda en la gloria celestial (Apocalipsis
19), y teniéndole a Él como el centro de su corazón, tiene todo el círculo de
Sus actuales intereses ante ella, y puede decir, "el que quiera, tome del
agua de la vida gratuitamente". Encontramos aún el pensamiento que hemos
mencionado a través de todo este sermón, a saber, que lo que Cristo era
personalmente, y lo que el Cristiano o la iglesia son relativamente,
caracteriza a la Esposa en la gloria, cuando el momento para la exhibición haya
llegado plenamente.
El carácter del Cristianismo es
salir con lo que usted tiene. La predicación le da su tono. Bajo el Judaísmo la
actitud era, «Guárdalo sólo para ti.» Como norma, no había ninguna predicación.
El Cristianismo se caracteriza así — dando lo que usted ha recibido. La mujer
de Samaria no pudo evitar decir lo que Jesús había dado a conocer a su alma. Él
la amaba, Él la conocía, ¡y Él salvó! Leemos, "fue a la ciudad, y dijo a
los hombres" — en el denuedo de la gracia. (Juan 4: 28).
Vean a Saulo de Tarso. Sus ojos
son abiertos y, "enseguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas,
diciendo: El es el Hijo de Dios". (Hechos 9: 20 – LBLA). Amado, ¿sale
usted con lo que usted sabe? ¿O con usted es como con los leprosos de Samaria
diciendo, "Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos"? (2º.
Reyes 7: 9). ¿Ha satisfecho Dios la necesidad de su corazón? Pues bien, hay un
alma que necesita eso, ¿no se lo dirá usted a dicha alma?
También aquí ustedes encuentran
"el árbol de la vida", — no dos árboles sino uno. La antigua historia
de los dos árboles de Edén existe siempre. En el Paraíso estaba el inocente
Adán responsable. Él come del árbol del conocimiento del bien y del mal en
desobediencia, para nunca recuperar un Paraíso perdido de inocencia. Afuera del
huerto vino la ley al hombre caído para plantear la pregunta de si acaso la
vida podía estar conectada con la responsabilidad; vemos nuevamente los dos
árboles en cuanto a principio. Pero él necesitaba vida para cumplir con la
responsabilidad, y no tenía ninguna, y estaba perdido. Si yo digo, «Haga usted
esto y tendrá una fortuna», ello demuestra claramente que usted no tiene una.
Una cosa muy distinta es otorgar la fortuna, y luego decirle a usted de qué
manera usarla. Así hemos encontrado que Cristo es el árbol de la vida, cuando
primero Él satisfizo, en lugar nuestro, todo el asunto de la responsabilidad
bajo el juicio de Dios. No hay árbol de la responsabilidad. Entonces, ¿no queda
ninguna responsabilidad como hijos de Adán? ¡Ninguna! Cristo la ha asumido, y
concluyó para siempre la historia del hombre responsable, para Dios y para la
fe. Ahora bien, su responsabilidad es ser fiel a lo que usted es, a saber, un
hijo de Dios. En primer lugar hijos — entonces los deberes de los hijos siguen
a continuación.
El árbol de la vida produce doce
clases de frutos para los redimidos celestiales. De qué manera el corazón se
regocija ahora al sentarse bajo Su sombra con gran deleite, y encontrar que Su
fruto es dulce a nuestro paladar. ¿Qué será, para los corazones capaces de
disfrutar de Él en gloria, sentarse bajo Su sombra allí y comer esos frutos
celestiales siempre cambiantes, mientras las hojas del árbol son para la
sanidad de las naciones que estarán abajo en la tierra?
"Y no habrá más
maldición". (Apocalipsis 22: 3). La transgresión de Adán ocasionó la maldición;
el fratricidio de Caín conllevó otra. La maldición del pecado ha estado en
todas partes en esta escena en que vivimos, pero no habrá ningún rastro de ella
allí, sino que "el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus
siervos le servirán". Oh, qué
obstáculos para esto existen ahora. El servicio será la gozosa libertad de la
gloria celestial. Es el feliz descanso del gozo activo; pero aún más abundante
y más íntimo en bendición. Ellos "verán su rostro" — no como ahora,
oscuramente como en un espejo — oh que divina e interminable satisfacción.
"Y su nombre estará en sus frentes". Ellos portan la prueba delante
de todos de que ellos son de Él, la impronta de lo que Él es, manifiestamente
en sus frentes. Apocalipsis 22: 4).
Apocalipsis 22: 5 dice, "No
habrá allí más noche". Ningunas tinieblas, ni ignorancia con respecto a
Dios, porque "no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del
sol", ninguna luz prestada o creada. "Porque Dios el Señor los
iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos". Servir y esperar es la
ocupación de los santos ahora (1ª. Tesalonicenses 1: 9, 10); llegado ese día,
ellos sirven y ven Su faz, y reinan para
siempre.
Dios nos revela en esta escena,
donde la gloria del Cordero mora, para alegrar y llenar nuestros corazones con
su actual poder santificador, y para presentarnos una estimación más real de
cuál es la altura de nuestro llamamiento, ya que vemos todo eso que es ahora
realidad para la fe, y, en el poder del Espíritu Santo, lo que es llevado a
cabo hasta su pleno resultado en gloria llegado ese día.
Un breve comentario más y
concluyo. Hay otro aspecto de lo que está ante nosotros que necesita solamente
unas pocas palabras para ser descrito, y pocas son las palabras de la Escritura
con respecto a ello. Lo que está aquí tan elaboradamente retratado es la gloria
en la cual nosotros seremos mostrados.
El mundo verá y conocerá la medida de la gracia en {la nueva} Jerusalén en lo
alto. Pero hay un pabellón secreto del gozo más santo del alma — la casa de Su
Padre con sus muchas mansiones {moradas}. Y más que todo, el propio Hijo que
asume el lugar de siervo aún en gracia infinita y ministra las más abundantes
alegrías ¡para siempre! No hay nada de esto aquí. En Juan 17 ustedes tienen el
secreto pero no la descripción; es suficiente decir que Él está allí. En Juan
17: 24 Él dice, "Yo quiero". Anteriormente en el capítulo Él había
orado; ahora Él demanda, "¡Padre! yo quiero que aquellos también que me
has dado, estén conmigo en donde yo estoy, para que vean mi gloria, que tú me
has dado: porque me amaste antes de la fundación del mundo". (Juan 17: 24
– VM). ¿No seremos felices al verlo a Él en su propia gloria peculiar — una
gloria que nunca podemos compartir? Él también habla de ella, como habiendo
sido otorgada, cuando Él toma todo lo que es Suyo en Juan. Esta es Su gracia.
Si Él se despojó a Sí mismo de toda Su gloria que tuvo con el Padre antes que
el mundo existiese, Él la recibe de nuevo como Hombre {Juan 17: 5}. Él la
recibe de manos de Su Padre porque Él se había hecho Hombre, ¡para ser un
Hombre para siempre! Él ha llevado la humanidad a la gloria de Dios, para nunca
más dejarla. ¿Acaso no Le contemplaremos con embeleso llegado el momento?
Entonces conoceremos las alturas desde las que Su amor había condescendido, lo
cual el corazón sólo puede conocer poco. No obstante, lo poco que conocemos
hace que sea más profundo el anhelo de conocerle a Él plenamente, y de estar
con Él para siempre en esa brillante escena de gloria, de la cual Él es el
centro y el sol. Aquel que la posee es nuestro, aunque ese peculiar rango de
gloria no pueda ser nunca nuestro, pero Él nos llevará a contemplarla.
Que el Señor nos conceda vivir
conscientes de las cosas celestiales como han sido plenamente reveladas, y de
nuestra asociación con Él en ellas, para formar nuestras almas cada vez más
como un pueblo que pertenece allí. Pronto estaremos realmente allí. Que Aquel
que es el centro y el resplandor de toda esa escena llene nuestros corazones,
conduciendo su luz a ellos y desplazando cada vez más todo lo que no es apto
para ella; hasta el momento determinado en los consejos del Padre cuando Él
pueda llevarnos allí, y presentarnos ante el Padre, el cual nos entregó a Él,
perfectamente aptos para Él. Amén.
F. G. Patterson
Traducido del
Inglés
por: B.R.C.O. – Abril/Junio 2019.-
Otras versiones de La
Biblia usadas en esta traducción:
JND = Una traducción
literal del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John
Nelson Darby, traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.
LBLA = La Biblia de las
Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con
permiso.
RVR1865 = Versión
Reina-Valera Revisión 1865 (Publicada por: Local Church Bible Publishers, P.O.
Box 26024, Lansing, MI 48909 USA).
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Versiones en Inglés: https://bibletruthpublishers.com/blackrock-lecture-1/frederick-g-patterson/collected-writings/f-g-patterson/la59006
www.graciayverdad.net