EL NUEVO NACIMIENTO
F. G. Patterson
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en
que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Capítulo 1:
"Os es necesario nacer de
nuevo". (Juan 3: 7).
¿Qué es el Nuevo Nacimiento?
La Palabra de Dios en el tercer
capítulo del evangelio de Juan es sumamente solemne en lo que se refiere a todo
pobre pecador en este mundo, leemos, "el que no naciere de nuevo, no puede
ver el reino de Dios". (Juan 3: 3). Ella corta de raíz todas las
pretensiones, y la religión, y la justicia propia del hombre.
Lector, si alguna vez vas a ver
a
Dios, excepto como un Juez justo — si alguna vez vas a pasar una eternidad en Su
presencia, donde hay plenitud de gozo, y vas a ser salvado de una eternidad de
aflicción con los perdidos, y con el diablo y sus ángeles, entonces tu debes
"nacer de nuevo". Por lo tanto, te ruego que hagas una pausa y
pienses acerca de esto. Se trata de la raíz del asunto de la historia eterna de
tu preciosa alma. Dicha necesidad se encuentra contigo en cualquier estado que
puedes estar hoy en día, entre los variados caracteres y estados de los
pecadores a tu alrededor, y los abarca a todos,
en una sola posición delante de Dios — moral o inmoral — hombre honesto y
hombre bribón — hombre sobrio o borracho — religioso o profano — joven y
anciano—maestro y alumno—noble y del pueblo llano — importante, común, rico, y
pobre, ¡no hay ni una sola partícula de diferencia a los ojos de Dios! Si
alguna vez vas a ver a Dios, y morar con Él para siempre, tu debes "nacer
de nuevo".
La gracia de Dios en el evangelio
trae salvación ahora para el hombre ¡cómo estando PERDIDO! (Tito 2: 11). Lo
trata así. Esta es la grandiosa diferencia entre ella y todos los tratos
anteriores de Dios — los tratos anteriores no trataron al hombre en este
terreno. La ley, por ejemplo, trataba al hombre como si él fuera capaz de
ayudarse a sí mismo. Dios sabía todo el tiempo que él no podía hacerlo, pero
dio la ley para demostrar el hecho al corazón y a la conciencia del hombre.
El evangelio entra al "fin
del siglo", es decir, el fin de todos los tratos de Dios con el hombre,
antes que el juicio siga su curso, y lo proclame '¡"PERDIDO"! Cuántas
personas se engañan a sí mismas pensando que el hombre está aún en un estado
probatorio o prueba, como antes de la proclamación del evangelio. Pero ello no
es así. Su historia en estado probatorio finalizó
con la cruz de Cristo.
Ese estado había durado por más
de 4000 años. Cuando Dios echó a Adán del huerto de Edén, Él sabía lo que él era;
pero Él quiso probar,
bajo cada trato de Su mano, a la raza caída, como para dejar a todo hombre sin
excusa, y para demostrar claramente la ruina en que él yacía; para que la
conciencia de todo hombre se doblegue, y deba doblegarse ante el hecho de que
él ha sido pesado en las balanzas, pesado nuevamente, y ha sido hallado falto.
Pobre pecador que pereces, si tan
solo te sometieras a la sentencia pronunciada por Dios acerca de ti, y
aceptaras Su remedio; en vez de tratar los medios que tu prójimo pecador sugiere
que aceptes; lo cual adula tu soberbia de corazón poniéndote a hacer obras, a
orar religiosamente, o a ser un asceta, o lo que él haya ideado de manera tan
variopinta — quizás presentándote a Cristo para compensar tus fracasos, o para que
sea un elemento de relleno con lo que propones ayudarte en tu salvación. Quizás
diciéndote, y tu pobre vanidad también lo cree, que tú puedes, por tu propia
voluntad, llegar a ser un hijo de Dios; que puedes nacer de Dios por tu propio
libre albedrío. Pobres elucubraciones de cerebros humanos que nunca han medido
lo que es el pecado en la presencia de Dios; o que nunca han conocido lo que el
hombre es delante de Él.
Es una bendición de Dios ser
claros, sencillos, decididos en nuestra aceptación sin reservas, de que el
hombre está total y desesperadamente perdido, incapaz de hacer un solo esfuerzo
por sí mismo. Leemos, "muertos en vuestros delitos y pecados" —
"éramos débiles", "No hay quien busque a Dios" — sin
"santidad", "sin la cual nadie verá al Señor". (Efesios 2:
1; Romanos 5: 6; Romanos 3: 11; Hebreos 12: 14). Que el Señor conceda al lector
aprenderlo ahora, como de parte de Aquel que lo declara para que él se entere
de Su remedio.
Nosotros
leemos acerca de los que creyeron en Su nombre cuando vieron
los milagros que Él hacía. Pero Jesús no confiaba en ellos porque conocía a
todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues Él
sabía lo que había en el hombre. (Juan 2: 23 al 25). La misma naturaleza que
está adentro de usted en este momento, contempló a Jesús haciendo las obras
poderosas de Dios, y ellos creyeron lo que no podían negar, y no obstante, tal
creencia nunca llevó a ningún alma de entre ellos al cielo. Usted dice, tal
vez, como lo hacen miles de personas: «Yo creo en Jesucristo; yo se que Él era
más que un hombre, no, es más, creo que Él era Dios mismo; yo se que Él murió
por los pecadores, y resucitó, y ascendió al cielo.» Y puede ser que después de
todo esto usted sea uno en quien, hasta este momento, Jesús no ha confiado —
uno que no tiene parte ni suerte en el asunto.
Yo
no escribo para desalentar, para desanimar a las almas, especialmente
las almas de aquellos que tienen la fe
real más débil en Jesús. ¡Dios no lo permita! — sino que escribo con el deseo
en mi corazón de llevar al formalista, si es que este escrito se presenta ante
sus ojos, al descuidado, al que profesa de una religión sin vitalidad, a que
juzguen su estado en vista de estas verdades solemnes.
Si
nosotros vemos la necesidad de este nuevo nacimiento para que el
hombre pueda ver a Dios y Su reino, entonces podemos avanzar a ver de qué manera
Dios en gracia viva y amorosa, no sólo revela su ruina y su condición caída,
sino que también revela de qué manera Él ha abordado esta condición, y ha
desplegado Su rica misericordia para todos a través de Su Hijo.
Entonces
usted dirá, «¿Cómo voy a nacer de nuevo? Deseo de todo corazón
tener este nuevo nacimiento.» Pues bien, el Señor nos da a entender de qué
manera este nuevo nacimiento tiene lugar, en respuesta a la pregunta de
Nicodemo, "¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar
por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?" El Señor nos dice que
este nuevo nacimiento es "de agua y del Espíritu". (Juan 3: 1 a 21)) Esto
simplemente significa que la palabra de Dios, que es el agua, alcanzando la
conciencia del pecador, por medio del poder del Espíritu de Dios — y recibida
por fe en el alma, produce una naturaleza que el hombre nunca había tenido. Ello
puede ser a través de la predicación—de la
lectura — o por medio de otras mil maneras o medios usados por Dios: el primer
principio de esta nueva naturaleza es la fe,
y "la fe viene del oír, y el oír es por medio de la palabra de Dios".
(Romanos 10: 17 – VM).
Pero algunos pueden decir, «¿Lo que se quiere decir aquí es agua en el
sentido literal, o el agua del bautismo — y no la Palabra, como se ha dicho?»
(Juan 3: 5). La respuesta es sencillamente, ¡No! Porque si es así, ninguno de
los santos de antaño, {santos del Antiguo Testamento}, pudieron haber tenido esta
nueva naturaleza, y por lo tanto, ninguno pudo jamás "entrar en el
reino de Dios". [Ver nota]. Ni siquiera
se habló del agua del bautismo antes del tiempo de Juan el Bautista, y el Señor
declara que el nuevo nacimiento es una necesidad categórica para todos; y,
además, que Nicodemo debía haber sabido esto {la necesidad de ello} de los
escritos de los profetas que él enseñaba, los cuales ni soñaron con el agua del
bautismo.
[Nota: El bautismo es señal de muerte — nacer de agua
y del Espíritu {significa} la recepción de vida].
Ezequiel
había hablado de la promesa de Jehová a Israel, de reunirlos de
todas las naciones y traerlos a la tierra de Israel, y allí Él esparciría sobre ellos
agua limpia, y
pondría Su Espíritu dentro de ellos,
limpiándolos de todas sus inmundicias, etc. (lean atentamente Ezequiel 36: 24 a
27).
La
palabra de Dios es igualada al agua, es decir, aquello que limpia
moralmente en Efesios 5: 26, donde se dice que Cristo santifica a la Iglesia,
limpiándola "mediante el lavamiento
del agua por medio de la palabra". (Efesios 5: 26 – JND). Santiago
escribe, "De su propia voluntad él nos engendró, por medio de la palabra
de verdad". (Santiago 1: 18 – JND). Además, en 1ª. Pedro leemos que
nosotros hemos "nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de
una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y
permanece". (1ª. Pedro 1: 23 – LBLA). El propio Señor dijo, "Ya
vosotros estáis limpios por medio de la palabra
que os he hablado". (Juan 15: 3 – VM). Estos pasajes muestran la Palabra y
el agua como idénticas.
Pero
si una nueva naturaleza va a ser concedida, ¿no debe ser desechada
y quitada la mala naturaleza que el pecador posee, y todos los pecados que él ha
producido? Ciertamente. La naturaleza que ofende a Dios y los frutos de esa
naturaleza deben ser quitados de la vista de Dios — Sus justas exigencias deben
ser cumplidas — Su justicia debe ser satisfecha. Todo debe ser barrido de la
vista de Dios para siempre, para que Él pueda ser libre (por así decirlo) de conceder
esta nueva naturaleza a todo pobre pecador que cree.
Ahora
bien, los pecadores son descritos por Dios como pereciendo bajo
los efectos del pecado — bajo la sentencia de muerte, esgrimida por Satanás por
el juicio de Dios. Entonces, ¿cómo va a ser quitada la sentencia? Porque Dios
no anula la sentencia de muerte que Él ha pronunciado, como si ella fuera un
error. Al igual que los Israelitas de antaño que morían por la mordedura de las
serpientes ardientes (Números 21), los cuales clamaron a Jehová y Jehová no
quitó las serpientes, sino que suministró un remedio que respondió a Sus
propias demandas, y el Israelita mordido que la miraba vivía, así leemos ahora que
para este fin, es decir, para quitar la maldición bajo la cual los pobres
pecadores están pereciendo, fue necesario que el Hijo del Hombre fuese
levantado — fue necesario que Él fuese hecho pecado — y muriendo bajo el juicio
de Dios por el pecado, Él es el objeto de la fe para el pecador que perece,
para que todo aquel que es de la raza caída, todo aquel que cree en Él, no
perezca y se pierda para siempre, sino que (no meramente nazca de nuevo) sino
que tenga vida eterna. (Juan 3: 16).
¡Qué
sublime visión, entonces, para una pobre alma que perece! El Hijo del
Hombre llevando en Su propia persona sin mancha la maldición de una ley
quebrantada, el juicio de Dios sobre el hombre arruinado — los pecados — la
naturaleza de la cual habían venido los pecados, y que había ofendido a Dios. ¡Todas
estas cosas para todo pobre pecador que perece, que ahora mira con una
necesitada mirada de fe a Jesús en la cruz, quitando eficazmente todo lo que se
interponía entre su alma y la justicia de Dios para siempre!
Este
es el remedio de Dios, prójimo pecador; ¡entonces mira, y vive! ¿Eres
consciente de que necesitas un Salvador? Dios ha suministrado uno. ¿Fue para
ti? Ciertamente. ¿Por qué? Porque necesitabas uno. Es un bienaventurado
pensamiento poder saber, mediante una sencilla y necesitada mirada de fe, que
todo lo que te separaba de Dios ha sido quitado — y que tus pecados, no, más
bien que tú mismo, raíz y rama, han sido expiados, y quitados para siempre. Y
que tienes lo que nunca antes tuviste, ¡vida eterna! No se trata meramente de
que has nacido de nuevo, sino que creyendo en el Hijo del Hombre levantado y
crucificado, ¡tú tienes vida eterna!
Ya
ves, amado, que Jesús no meramente murió para quitar tus pecados y tu
naturaleza pecadora mediante Su muerte en la cruz, sino que murió para que pudieras
vivir — para que pudieras tener vida eterna como tu actual posesión. El
efecto doble de Su obra consta en 1ª. Juan 4:
9, 10, donde leemos, "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros,
en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él". Aquí
nosotros recibimos vida en Él y por
medio de Él, Pero hay más, "En esto consiste el amor: no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación
por nuestros pecados".
¡Que
puedas conocer esta porción invaluable como tuya, por amor de Su
nombre!
F. G. Patterson
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Agosto 2019.-
Otras versiones de La
Biblia usadas en esta traducción:
JND = Una traducción del
Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos
traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.
LBLA = La Biblia de las
Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con
permiso.
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).