EL NUEVO NACIMIENTO
F. G. Patterson
Capítulo 2:
Arrepentimiento
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en
que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
En el capítulo anterior vimos que
un hombre nace de arriba, o nace de nuevo por medio de la recepción o creencia
en la palabra de Dios, aplicada a la conciencia por el poder del Espíritu
Santo. En palabras sencillas, la fe, o creencia en el testimonio de Dios por
medio de Su palabra, cualquiera que sea el tema que a Él le agrade usar, o los
medios empleados al comunicar Su palabra — la fe es el primer principio de esa
nueva naturaleza. "La fe viene del oír, y el oír es por medio de la
palabra de Dios (Romanos 10: 17 – VM); y, además, que la recepción de esta
nueva naturaleza por medio de la fe en el testimonio de Dios es también vida
eterna para todo aquel que cree. (Juan 3: 16).
Ahora bien, existe eso que es un
acompañamiento invariable del nuevo
nacimiento, que preocupa a muchas almas sinceras que buscan la paz. Yo hablo de
arrepentimiento. Hay tantos puntos de vista desconcertantes acerca de esta obra
realmente importante, que es mi deseo expresarla de manera sencilla delante de
mis lectores, como el Señor dé gracia para ello, conociendo Su amor y bondad
para con las almas.
Hay una cosa que yo afirmaría al
comenzar tal tema, y es que nunca hay una obra eficaz de Dios en un alma aparte
del arrepentimiento verdadero. Algunos han hecho tropezar a las almas diciendo
que una obra tal es una preparación
necesaria para la fe, y para una recepción del evangelio, es decir, que el
arrepentimiento va antes de la fe, y
por tanto, antes del nuevo nacimiento
en un alma. Pues bien, sin dudarlo yo diría que en todos los casos, en toda
la Escritura donde se habla de la obra de arrepentimiento como una doctrina, o
se habla del fruto de ello en un alma, el arrepentimiento sigue invariablemente a
la fe. Yo sólo digo que
el arrepentimiento ha ido antes de la paz.
La paz con Dios puede no ser conocida durante muchos días, pero la obra de
arrepentimiento siempre ha seguido a la fe,
y consecuentemente acompañó el nuevo
nacimiento en todos los casos.
Muchos han pensado que el
arrepentimiento es sentir tristeza por el pecado, y que una cierta cantidad de
ella es necesaria antes de la recepción del evangelio. Otros han ido al otro
extremo y han pensado que el arrepentimiento es un cambio de mente acerca de
Dios. Pues bien, estos dos pensamientos son erróneos. Sin duda el apóstol dice,
"la tristeza que es según Dios produce un arrepentimiento para salvación,
del que no hay que tener pesar" (2ª. Corintios 7: 10 – RVR1977); pero
los Corintios se habían convertido mucho antes, y la tristeza de corazón de
ellos por aquello por lo cual Él los acusó, los condujo a juzgar sus modos de
obrar bajo el poder de la palabra de Dios a ellos a través de Pablo. Él dice en
otra parte que, "la bondad de Dios te guía al arrepentimiento"
(Romanos 2: 4 – LBLA). Entonces, lo uno "produce", y lo otro,
"guía" al arrepentimiento, pero ninguno de ellos son el
"arrepentimiento" en sí mismo. El arrepentimiento es el juicio
verdadero que yo me formo de mí mismo, y de todo lo que hay en mí mismo, en
vista de lo que Dios me ha revelado y me ha testificado, con independencia de
cuál puede haber sido el asunto que Él ha usado.
Examinaremos ahora algunos de los
casos en la palabra de Dios.
Jonás el profeta fue a los
hombres de Nínive, por mandato de Dios, a predicar el juicio. Él dijo, "De
aquí a cuarenta días Nínive será destruida". El resultado de su predicación
fue que "los hombres de Nínive creyeron a Dios,… y se vistieron de cilicio
desde el mayor hasta el menor de ellos". (Jonás 3: 4, 5). Hubo aquí una
verdadera obra de arrepentimiento que siguió
a continuación de la creencia en la palabra de Dios predicada por Jonás. Y
leemos, "Los hombres de Nínive... se arrepintieron a la predicación de
Jonás" (Mateo 12: 41). He aquí una verdadera obra de juicio propio en
vista del testimonio de Dios. Porque sencillamente esto es arrepentimiento, a
saber, es el juicio que nos formamos de nosotros mismos, y de todo lo que hay
en nosotros mismos, bajo el efecto del testimonio de Dios que hemos creído.
Pasemos ahora a un ejemplo de
arrepentimiento en el pasaje de Ezequiel 36, al que hemos aludido
anteriormente. Este pasaje habló a Israel del nuevo nacimiento de agua y del
Espíritu, que es necesario para que ellos entren en las bendiciones terrenales
del reino, leemos, "Rociaré sobre vosotros agua limpia,… Pondré también mi
Espíritu dentro de vosotros,… Entonces os
acordaréis de vuestros caminos malos, y de vuestras obras que no eran buenas, y
os aborreceréis en vuestra misma presencia, con motivo de vuestras iniquidades
y de vuestras abominaciones". (Ezequiel 36: 25 a 31 – VM). He aquí
nuevamente una obra de arrepentimiento en un alma que ha nacido de nuevo de
agua y del Espíritu.
El testimonio de Juan el Bautista
a Israel fue, "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado".
(Mateo 3: 1, 2). La creencia en su testimonio de que el reino de los cielos se
había acercado produjo el más verdadero arrepentimiento en sus almas, es decir,
ellos se juzgaron a sí mismos y
juzgaron su estado como no aptos para el reino de Dios, e hicieron obras dignas
de arrepentimiento — obras que demostraron la sinceridad del juicio propio de
ellos.
El propio Señor Jesús predica en
Galilea, "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos, y creed en el evangelio". (Marcos 1: 15). Ellos no podían
arrepentirse hasta que creyeran las buenas nuevas del reino. La fe en el
testimonio en cuanto a ello produjo arrepentimiento, o el juicio del yo en
vista de tal testimonio.
La misión a los discípulos, en
Lucas 24: 47, fue, "que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el
perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén".
Estas cosas eran anunciadas en Su nombre,
pero a menos de que hubiera fe en Su
nombre, ningún arrepentimiento o remisión seguirían a continuación.
Muchos casos podrían ser aducidos
de la palabra de Dios para mostrar que el arrepentimiento verdadero siempre es
precedido por la fe, o la creencia en el testimonio de Dios, y es inseparable
de la nueva naturaleza que es así implantada en el alma.
Cuando un alma nace de nuevo, y
por lo tanto tiene una nueva naturaleza que antes no tenía, ella comienza a
descubrir el funcionamiento de la vieja naturaleza. Algunas veces esta obra es
muy profunda y prolongada, y a menudo se atraviesa a través de las experiencias
más miserables, antes que el alma aprenda la paz con Dios — tentada quizás a
pensar a veces que no es un hijo de Dios en absoluto.
Tal vez mi lector es alguien que
está en este estado de miseria e infelicidad de alma. Tú puedes volver tu
mirada al pasado, puede ser, a un tiempo cuando todo transcurría sin
complicaciones, y ningún problema de alma venía a perturbar tu vida. En aquel
entonces tú, como pecador, tenías solamente una
naturaleza. Alguna palabra de Dios despertó tu conciencia, y desde entonces
tu vida ha sido miserable. Tú disfrutas de momentos de optimismo, tal vez, al
pensar en el amor y la gracia de Dios, y en la ternura de Cristo al tratar con
las pobres almas pérdidas, y luego vienen las acusaciones de la conciencia y una
ley quebrantada; cosas que tú sabes que eran correctas han sido descuidadas, y cosas
que no eran aptas para la presencia de Dios han sido practicadas, y tu alma es
miserable y no hay paz. Cuán parecido a tu estado de alma debe haber sido el
del pobre hijo pródigo de camino a la casa de su padre, sin saber cómo
terminaría todo; en un momento considerando sus harapos y su suciedad, y en
otro considerando ¡la plenitud y la abundancia de la casa paternal! Pues así es
contigo; la nueva naturaleza misma que tienes es aquello por lo cual estás
descubriendo el funcionamiento de la vieja. Mientras no tenías ninguna nueva
naturaleza no había ningún problema de alma, pero ahora el problema mismo es el
resultado de tener una nueva naturaleza que no tenías antes. Es tu nueva
naturaleza que, amando las cosas de Dios, y teniendo su fuente en el Espíritu
de Dios, la que ha aprendido a aborrecer lo que tú encuentras en tu yo, y a
anhelar a estar bien delante de Él. (Lee cuidadosamente el estado de alma en
Romanos 7: 14 al 25).
Con qué frecuencia, en un caso
tal, el alma busca paz ¡mediante el progreso en la santidad, y la victoria
sobre sí misma! Ella piensa conseguir la paz suprimiendo este deseo malo, y
frenando ese mal temperamento o esa mala disposición — en otras palabras, piensa
conseguir la paz esforzándose por mejorar, en
vez de renunciar a todas las esperanzas de mejorar y abandonar toda pretensión
semejante, y ¡ser entregada del todo a Cristo! — encontrar que Cristo ha
pasado bajo las ondas y las olas de ira, no solamente por los pecados que perturbaban
la conciencia delante de Dios, sino también por esa mala naturaleza que tanto
perturba y angustia el corazón. Cuando fue demostrado que tú estabas
completamente sin fuerza, incapaz de hacer nada para librarte, Jesús soportó el
juicio de todo ello delante de Dios, y levantándose de él, Dios te ha
transferido a Su lado del sepulcro — que vives ahora por medio de Su vida en
resurrección, y que Dios te ve estando en redención, vivo en la vida de Su Hijo,
y que la naturaleza que tanto te perturbaba ha sido condenada y desechada para siempre.
Qué dulce es descubrir esto — encontrar que todo lo que Dios reconoce ahora es
el nuevo hombre; que toda esta
experiencia terrible no es más que aprender lo que tu vieja naturaleza es a la
vista de Dios; ¡que ello es una verdadera obra de arrepentimiento en tu alma!
Dios ha dado a tu vieja
naturaleza el lugar de muerte en el juicio de la cruz de Cristo. Él no intenta mejorarla
en ningún grado. Su testimonio
es que Él te ha dado vida eterna en Su Hijo; es esta vida, y sólo esta, la que Él
reconoce y dirige, y mediante la cual Él te adiestra y educa — sin reconocer
nunca, en ninguna medida, la vieja naturaleza. No obstante, ella vive en ti, y Su
Espíritu, mediante la abogacía de Cristo, trata con tu conciencia al respecto, nunca
dejando de tratar contigo a acerca de sus acciones (aunque nunca te las imputa),
para que puedas continuar juzgándolas y manteniéndolas en el lugar de muerte
que Él les ha dado, al estar comprometido con Cristo, el cual es tu vida; y por
tanto, para que lo único que pueda estar activo en tu vida sea la vida de Jesús
en tu cuerpo.
En el siguiente capítulo
examinaremos (si el Señor lo desea) el hecho de que, al impartir una nueva
naturaleza, Dios no transforma, o quita, o mejora, la vieja naturaleza, en ningún
grado. Ambas naturalezas permanecen tan distintas como es posible, pero no hay
absolutamente ninguna necesidad de que un Cristiano viva en la práctica y en el
poder de cualquier otra naturaleza que no sea la nueva; no, más bien, esto es
lo que Dios busca en el Cristiano en todo momento.
F. G. Patterson
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. –
Septiembre 2019.-
Otras versiones de La
Biblia usadas en esta traducción:
LBLA = La Biblia de las
Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con
permiso.
RVR1977 = Versión
Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial Clie).
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).