EL NUEVO NACIMIENTO
F. G. Patterson
Capítulo
4:
El Nuevo Hombre— La Vida Eterna
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en
que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Recopilemos ahora lo que hemos
aprendido en nuestras anteriores meditaciones antes de continuar.
1º.
– La necesidad absoluta de que un hombre
nazca otra vez —es decir, nazca de nuevo — antes de poder ver el Reino de Dios.
Este nuevo nacimiento no es poner la misma
naturaleza en otra condición, sino la impartición de otra naturaleza que es
totalmente distinta de la antigua. Esta naturaleza es producida por la palabra
de Dios que alcanza la conciencia por medio del poder del Espíritu de Dios, poniendo
así al descubierto las raíces y las fuentes de lo que yo soy, como
incorregible, malo y perverso; y el alma, depositada sobre Jesús, y creyendo en
Él, tiene vida eterna. Por tanto, la persona que cree en Jesús Le ha recibido
como su vida, habiendo nacido de nuevo en el terreno de la redención, por medio
de la sangre de Jesucristo.
2º. – El nuevo nacimiento,
(es
decir, la palabra de Dios que alcanza las raíces y las fuentes de la naturaleza
de uno), ha producido un juicio y un aborrecimiento tal del yo, que el alma ha
sido sumergida, quizás, en la angustia más profunda antes de tener paz. Todo
esto fue la verdadera y necesaria obra de arrepentimiento, el aprendizaje de lo
que la vieja naturaleza es a los ojos de Dios, que siguió a continuación del
nuevo nacimiento.
3º. – Esta nueva naturaleza
es
muy distinta de la antigua: nunca se amalgama con esta última, nunca la mejora,
y nunca la aparta. Ambas naturalezas permanecen hasta el final, hasta que el
Cristiano es transformado en la venida del Señor, o hasta la muerte. Sin
embargo, él tiene el derecho de reconocer solamente al nuevo hombre como él mismo,
y al viejo hombre como un enemigo
que ha de ser vencido.
Meditaremos ahora acerca de la
vida eterna del Cristiano, la cual él posee en Cristo. El alma a menudo es
débil en esto. Con frecuencia existen pensamientos imprecisos acerca de lo que
es la vida eterna. Uno piensa que es una bienaventuranza eterna; otros piensan
que es el cielo cuando ellos mueren; otro, que es una dicha futura, etc.. ¡La vida
eterna es Cristo! Él es la vida de todo aquel que ha
nacido de nuevo. {Ver nota}
{N. del T.: como hace
notar otro hermano, esta declaración es demasiado amplia. Se sugiere leer el
artículo: VIDA ETERNA de Arend Remmers en la siguiente página web:
http://www.graciayverdad.net/id158.html}
A los ojos de Dios, el hombre —
toda la raza — yace en muerte moral. Él tenía un propósito antes que el mundo
existiera, otorgar vida eterna (Tito 1: 2, 3). A nadie se le había confiado
este propósito antes que Cristo viniera a dar a conocer este secreto. Era algo
demasiado glorioso para que Dios lo dijera a través del hombre, aunque fueran
un Moisés o un David. ¡Estaba reservado para que Su Hijo lo revelara! Él es la
vida eterna, que estaba con el
Padre, y nos fue manifestada en el Hijo de Su amor. (1ª. Juan 1: 1, 2). Él
descendió del cielo — se hizo un Hombre en la tierra, y exhibió ante nuestros
ojos las virtudes y hermosuras de la vida eterna. Dicha vida eterna se
caracterizaba por dos características, a saber, completa dependencia de Dios, e
indivisa obediencia a Él. Él era el pan de Dios que descendió del cielo para
dar vida eterna al mundo (Juan 6). Cuando Él vino puso de manifiesto que no
había un solo principio que gobernaba el corazón del hombre que gobernara el
Suyo; y que ¡ni un principio que gobernaba el corazón de Cristo gobernaba el
corazón del hombre! Su amor fue estrechado — debido a Su amor Él tuvo
aborrecimiento y escarnio; un Varón de dolores y experimentado en quebranto. No
obstante, ¡el poderoso amor de Dios estaba contenido en el corazón de aquel
humilde Hombre! Él no encontró ningún canal para que fluyera aquí, por lo que
Él fue estrechado ¡hasta que lo derramó hasta la muerte! La justicia de Dios
requería que se pusiera fin al primer hombre ante Él, para que Él pudiera, por
así decirlo, ser libre de tratar a la raza como muerta — desaparecida de la
existencia moral delante de Él. El Señor Jesús se presenta, y entra en la cruz
como la víctima, en poderoso amor y gracia, en esa escena de muerte moral donde
yacía el hombre. El mundo estaba envuelto en un paño mortuorio de juicio, y
¡ningún esfuerzo del hombre podía quitar o abrirse paso a través de la mortaja!
Él desciende a la escena. El paño mortuorio del juicio, como un sudario,
envolvió al Bendito. Él lleva en Su alma, en la cruz, el juicio de Dios que
envolvía a la raza — al primer hombre — y derrama Su alma hasta la muerte, y
fue contado con los transgresores. Él se levanta de las aguas tempestuosas,
habiendo agotado el poder de ellas, y habiendo establecido la justicia de Dios
— atraviesa la mortaja que se envolvió a Su alrededor — anula la muerte —
destruye a aquel que ejerce su poder; Él emerge de la muerte y permanece — el
postrer Adán — en Su victoria, en la majestad de Su resurrección, ¡como el
manantial, el retoño, y la fuente de vida para todo aquel que cree!
Él es el postrer Adán — el
Segundo Hombre. La historia del primer hombre, a los ojos de Dios, ha
finalizado, ¡exceptuando el juicio del lago de fuego! La fe cree esto, y vive
por medio de la fe del Hijo de Dios. El creyente sabe que el viejo hombre está en
él, pero sabe también que en la mente
del Juez ¡este ha sido juzgado en la persona de Cristo! Su vida es Cristo
resucitado de entre los muertos. Dicha vida está escondida con Cristo en Dios.
¡Qué débiles son nuestras almas
en esto! ¡Qué constante es el reconocimiento del viejo hombre — algunos todavía
buscan fruto de él; algunos dándole un lugar en la experiencia del alma de
ellos, escuchando sus sugerencias incrédulas; otros dándole un lugar delante de
Dios en la religión de ellos; otros, también, buscando un estatus, un
reconocimiento en el mundo para él de nuevo — reviviendo el hombre que Dios ha barrido
de Su vista para siempre!
¡Cuán glorioso es saber que sólo hay un Hombre vivo ante el Dios
vivo! — un hombre sobre el cual Sus ojos pueden reposar con plena complacencia
— una vida que llena la esfera a la cual ella pertenece con su hermosura; ¡y
que Él es mi vida — Aquel en quien yo vivo para siempre! Esta vida no está en
mí — "Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo". (1ª. Juan
5: 11). Su Espíritu, por medio de
quien yo nací de nuevo, ¡me ha comunicado esta vida, y me ha unido con el Hijo
de Dios para siempre! Oh, que el alma contemple, y mire, y capte Su excelencia;
que respire el aire, por así decirlo, donde esa vida solamente está; que agote
las provisiones de Él; que viva esta vida aquí abajo, y así se eleve por arriba
del mundo y de una escena donde no hay ni un soplo de aire sino que es
perjudicial para la exhibición de esta vida; y no obstante, que el alma sea
sostenida en vigor y poder en medio de todo ello; conocer de manera
experimental el poder de la Palabra, ¡" Cristo vive en mí"! (Gálatas
2: 20 – VM).
Querido lector, ¿Dices que nunca
lo has experimentado — que nunca has gustado su maravilloso poder, y sin
embargo ves que todo es verdad?
Dices,
«Yo he estado reanimando y reconociendo al viejo hombre —
cediendo a sus dictados — escuchando sus incrédulas sugerencias — buscando un
lugar de reconocimiento para él en este mundo malo — suponiendo que yo podría
servir a Dios con él — dando al viejo hombre un lugar de reconocimiento en
todos mis modos de obrar prácticos — obedeciendo sus concupiscencias — su
soberbia — su vanidad — su gratificación; y ahora encuentro que ni un latido de
todo su ser ha tenido nunca un reconocimiento a los ojos de Dios. ¿Cómo voy yo
a beber de la excelencia de esta otra vida, y vivir en su poder?»
¡Pues
bien! Esto no se aprende en un momento, y sin embargo es donde
Dios comienza con nosotros. Todos
nuestros ejercicios de alma y conciencia han conducido a tener conciencia de
ese nivel glorioso — ¡la nueva creación en Cristo! Pero es ahí donde hemos
comenzado — es ahí donde Dios ha comenzado con nosotros. Cuando nuestra alma
está conscientemente allí, nosotros estamos en un estado en que debemos
comenzar a producir hojas y fruto, y en el cual Cristo es magnificado en
nuestros cuerpos aquí abajo.
Ahora
bien, el gran punto es este, ¿lo
aceptas tú plena y totalmente; y mediante Su gracia, estás determinado a no
aceptar nada más? Esta es la gran cosa, ¡la aceptación de ello! Las
personas se empeñan en poner fin a esta propensión, y cortar esa locura; se
empeñan en renunciar a esta concupiscencia y a esa vanidad, para entrar en la
conciencia de esta vida. Si ellos solamente la aceptaran y la probaran, inmediatamente
encontrarían que las cosas que suministran a la vieja naturaleza no son
buscadas en el cielo. Ellos comenzarían a aborrecer las cosas y a temer las
cosas que entran para interrumpir el gozo del alma de permanecer en Cristo.
Ellos no estarían buscando que la escena alrededor les suministre, sino que
discernirían que están aquí abajo, con la dulzura de sus propias cosas emanando
a través de sus corazones, para ministrarle al alma la vida de Aquel que los ha
libertado de ello.
Muchos
Cristianos fracasan aquí. El Cristiano sabe que está en Cristo
delante de Dios, y se pregunta por qué no tiene el gozo de ello. Considéralo en
su vida diaria y encontrarás que él está ministrando al viejo hombre;
rodeándose de esas cosas que llenan su
ojo; cediendo a esas cosas que pertenecen a él;
nutriendo esos deseos y propensiones que emanan del viejo hombre; dándole un
lugar de reconocimiento y reavivamiento; sacándolo nuevamente de la muerte
donde Dios lo colocó; y ¡todo el tiempo preguntándose por qué el no es feliz en
Cristo!
Oh,
que el alma sea perentoria consigo misma por medio de Su gracia,
para tener la vista sobre Cristo en el sentido y la aceptación de que ¡Él es su
vida! ¿No sería entonces fácil? Si tú has conocido el gozo de esto incluso por
un momento — si alguna vez tú has probado su dulzura, te elevarás por encima de
ti mismo y de todo lo que te rodea que distraería tus ojos de Él. Temerías la
invasión de algo que te hiciera quitar tus ojos de Jesús, o llenaría tu corazón
y comprometería tu mente hasta desplazarle a Él.
Que el Señor conceda a Su amado pueblo conocer esto — para que viva, se
mueva, y permanezca en Cristo; para que se alimente de esa muerte que cortó tu
conexión con toda la escena — incluido tú mismo — esa muerte que fue tu
liberación de ella, y que — alimentándote de ella — sostiene la ruptura, y ¡une
el corazón a Aquel que murió, resucitó, y ascendió a la resplandeciente y
bendita presencia de Dios!
F. G. Patterson
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. –
Septiembre 2019.-
Otras versiones de La
Biblia usadas en esta traducción:
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).