La posición y condición desde la que
todo se puede ver correctamente
J. T. Mawson
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
La actitud de los fieles siervos del Señor
Jesús hacia cualquier movimiento o comunidad debe estar siempre determinada por
la propia actitud de ellos. Ellos se deleitarán en lo que Él aprueba, y se
separarán de lo que Él condena.
El Señor se ha
complacido en "manifestar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto"
(Apocalipsis 1: 1), y a uno de estos siervos Él dio el mandamiento de escribir
las cosas que él había "visto, y las que son, y las que han de ser después
de estas". (Apocalipsis 1: 19). Con respecto a estas cosas el Señor había
asumido una posición muy clara, y no hay ninguna escusa para la ignorancia en
cuanto a Sus pensamientos acerca de ellas.
El Señor como Juez
En este capítulo
Juan contempló a su Señor en un carácter extraño y nuevo; no aquí, como él Le
había conocido, llorando por los dolores de los afligidos, suplicando
tiernamente con el obstinado, y hablando palabras de consuelo al arrepentido
quebrantado de corazón, sino de aspecto terrible y en talante inflexible. Está
aquí para asechar a un mundo apóstata y escudriñar y juzgar a los grandes
sistemas que lo componen; y Juan Le ve emprendiendo esto como el fiel Testigo y
Siervo de Dios.
Él aparece en toda
la dignidad del Anciano de Días, la calma ininterrumpida de la eternidad
rodeando Su frente como un halo. (Apocalipsis 1: 13 a 20).
"Sus ojos como llama de fuego" para
escudriñar el motivo de cada hecho en el extraño drama del mundo; y para
rastrear desde su origen hasta el clímax cada sistema que asoma su cabeza bajo
el sol.
"Sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente
como en un horno", para hollar en justa indignación toda rebelión
contra Dios.
"Su voz como estruendo de muchas aguas",
la irresistible voz de juicio que, sonando sobre el clamor frenético de los
pobres embaucados por Satanás, captará la atención de los vivos, y animará a
los que están muertos.
"De su boca salía una espada aguda de dos
filos". Para luchar contra todo mal y herir a los inicuos con la
muerte.
El Mundo que va a ser Juzgado
El hombre no regenerado ha continuado edificando su torre de Babel
desafiando a Dios; y perfeccionarse a sí mismo sin su Creador es el diseño que
yace en el fondo de todas sus actividades — sean estas políticas, sociales,
productivas, o religiosas; y la culminación y corona de todo el progreso en el
cual el mundo se jacta, será la deificación del hombre, en el "hombre de
pecado", "el hijo de perdición", el cual se opondrá y se exaltará
sobre todo lo que se llama Dios o que es adorado, de manera que se sentará en
el templo de Dios, presentándose como si fuera Dios. (2ª. Tesalonicenses 2: 3,
4).
Muy evidentemente, todo se está preparando para esto con gran rapidez;
la presencia del Espíritu Santo en la verdadera iglesia de Dios, aún en la
tierra, es el único obstáculo para su desarrollo final; pero cuando la iglesia
sea arrebatada del mundo (1ª. Tesalonicenses 4: 13, 17), cuyo acontecimiento
debe estar muy cerca de su cumplimiento, entonces este punto culminante de
todos los esfuerzos del hombre, desde el día en que Satanás declaró, "seréis
como Dios" (Génesis 3), será
alcanzado rápidamente.
En el libro de Apocalipsis tenemos una visión panorámica del choque de
las diversas fuerzas que están en acción en el mundo; de lo que se levanta del
caos resultante de esta inverosímil producción de la humanidad caída, tras de lo
cual todos los que moran en la tierra se maravillarán; y del juicio inmediato e
implacable de Dios sobre el mundo por esta culminación de toda blasfemia.
Este juicio será ejecutado por el Señor como el Anciano de Días, y
después a Él será dado, como el Hijo del Hombre, "dominio, gloria y reino,
para que todos los pueblos, naciones y lenguas" le sirvan. (Daniel 7: 14).
A medida que leemos este libro de juicios — y hay una bendición
especial para el lector en el capítulo 1 y versículo 3 — nosotros oímos resonar
claramente a través de sus páginas el llamado al pueblo de Dios a estar en
separación de todas estas cosas que motivarán Su juicio; cosas que han tomado
una forma tan definida en los últimos años que el estudiante de las Escrituras
no puede dejar de identificarlas: —
"Y oí otra voz del cielo,
que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus
pecados, ni recibáis parte de sus plagas". (Apocalipsis 18: 4).
El Señor y las Iglesias
No nos sorprende que el Señor se
vea obligado a adoptar esta actitud severa hacia el mundo del cual Satanás es
el dios y príncipe (2ª. Corintios 4: 4; Juan 14: 30), pues toda la Escritura da
testimonio del hecho de que el mal debe ser juzgado. En gran paciencia, Dios
puede soportar por un tiempo a los vasos preparados para la ira, dándoles
espacio para el arrepentimiento, pero Su Espíritu no contenderá siempre con los
hombres, el límite del mal está establecido, tiene que haber un final para la
rebelión contra Dios Todopoderoso.
Sin embargo, lo que nos sorprende
es encontrarle a Él estando en medio de las iglesias, el círculo en el cual, de
manera profesada, el nombre de Jesús es amado y reverenciado, y que ellas son
las primeras en llegar a estar bajo los ojos como llama de fuego que todo lo
escudriñan. Y sin embargo, esto debe ser así, pues, ¿cómo podría Él impartir un
juicio justo al vasto círculo exterior, si al mal se le permitiera proceder y
desarrollarse sin ser detectado o reprendido en aquello que puede ser llamado
Su propia casa?
La iglesia fue desposada como una
virgen pura con Cristo (2ª. Corintios 11: 2) y debería haber mantenido un lugar
de rígida separación del mundo que echó fuera y crucificó al Señor de ella,
pero en vez de eso ha sido seducida y corrompida; primero invadida por los
mismos principios, motivos, y aspiraciones que florecen en el mundo, ella ha
descendido, mediante un rápido descenso, como un gran sistema, hasta que,
completamente integrada con el mundo, ella será vomitada de la boca del Señor
como una cosa muy ofensiva (Apocalipsis 3: 16). Esta es la triste historia de
la iglesia en responsabilidad en la tierra, presentada a nosotros
proféticamente en las cartas a las siete iglesias.
La Causa de la Gran Decadencia
Las iglesias nunca habrían sido
llamadas a oír la reconvención del Señor por infidelidad si ellas hubiesen
continuado en la frescura del primer amor. "Has dejado tu primer amor"
revela para nosotros la apertura de la puerta al traidor y a todo mal
(Apocalipsis 2: 4), pues en este punto Cristo dejó de ser primordial. Ellos
perdieron el sentido de Su gran amor hacia ellos, y Él y dejó de ser la fuente
de sus vidas; como consecuencia de ello, el amor de ellos hacia Él comenzó a
menguar; todavía lo reconocían como Señor y Maestro, haciendo Su obra con
diligencia, pero Le habían perdido como el Amado inmutable, y ésta fue la
oportunidad del diablo.
El Señor no puede tolerar a un
rival en los afectos de Su iglesia, y nosotros sólo podemos ser aceptables para
Él cuando Él domina nuestros corazones y nuestras vidas como nuestro gran y
único Amado. Una Escritura del Antiguo Testamento (Cantares 5: 9 al 16) nos lo
presenta en este carácter, y el contraste entre esta descripción de Él y la
manera en que Él aparece en Apocalipsis 1 es contundente.
"Sus cabellos crespos,
negros como el cuervo". Aquí está todo el vigor y toda la fuerza de un
afecto que no decae; ningún rastro de canas o señales de decadencia en Él.
"Sus ojos, como palomas
junto a los arroyos de las aguas, que se lavan con leche, y a la perfección
colocados". Aquí está descrita la infinita benignidad de ese amor que
es tan fuerte e inmutable.
"Sus labios, como lirios que
destilan mirra fragante". Sus palabras cortejan y ganan el corazón
mediante su benigna y celestial melodía; ellas son las palabras de vida eterna,
más dulce para el corazón que Le conoce que la miel o que el panal de miel,
pues "Su boca es la dulzura misma,
¡en fin, él es del todo amable! ¡Tal es mi amado y tal mi amigo!"
(Cantares 5: 16 – VM).
No fue el propósito del Señor revelarse a la iglesia en cualquier otro
carácter que no fuera éste, pero la infidelidad de ella lo convirtió en una
necesidad. Nosotros vemos cuán gustosamente Él regresa al carácter del que ama
cuando encuentra consagración a Él mismo en la iglesia de Filadelfia
(Apocalipsis 3: 9): y vemos que la única frase que sobresale en Sus palabras
es, "YO TE HE AMADO". Otros
han de saberlo pronto; ellos lo supieron
cuando se les habló así, pues se trataba del objeto de la predilección de
ellos, y Él los exhorta con estas palabras, "retén lo que tienes, para que
ninguno tome tu corona". (Apocalipsis 3: 11).
La corona es la posesión máxima, la que perfecciona y completa toda
otra, y por toda la eternidad el amor de
Cristo será la corona de la iglesia. La iglesia en responsabilidad en la
tierra ha perdido su corona, pero, gracias a Dios, esta puede ser recuperada
ahora: pero no por toda la profesión, sino por todos los que desean guardar Su
palabra, y no negar Su nombre. El modo de la recuperación está claramente
establecido — Recuerda, Arrepiéntete,
Regresa (Apocalipsis 2: 5).
El Discípulo a quien Jesús Amaba
Es cierto que Juan tuvo que ver al Señor como Aquel que con justicia
severa destruiría a los inicuos, pero él iba a verlo así como siendo uno con Él
en Sus pensamientos, y en comunión con todos Sus modos de obrar. Juan está en
este capítulo como Abraham estuvo en días pasados, antes que el juicio de Dios
fuese derramado sobre las ciudades de la llanura cuando Dios dijo, "¿Encubriré
yo a Abraham lo que voy a hacer…?" (Génesis 18: 17). Abraham era el amigo
de Dios, y Juan era el amigo de Jesús, y cada uno de nosotros está en esta
relación con Él, pues Él ha dicho, "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo
que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace
su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre,
os las he dado a conocer". (Juan 15: 14, 15).
Es muy evidente que esta iba a ser aquí la posición de Juan en el libro
de Apocalipsis, y que no iba estar aterrorizado por el Señor, como lo estarían
los hacedores de iniquidad, pues mientras él yacía postrado en la tierra, la
diestra fue puesta sobre él, y la voz tierna que tan a menudo había conmovido
su alma le dijo, "No temas" (Apocalipsis 1; 17), y Juan pudo
levantarse y ver con su Maestro las cosas "que son" (Apocalipsis 1:
19), y las cosas que aún han de suceder, y como estando en completo acuerdo con
Sus pensamientos, él pudo escribir aquello para lo cual sus ojos habían sido
abiertos para que vieran, para nuestra enseñanza.
Ningún libro en el Canon
divinamente inspirado nos puede ser de mayor utilidad ahora que el Apocalipsis;
si hemos de ser inteligentes en cuanto a los tiempos debemos entender su
enseñanza; pero si vamos a hacer esto, y a dar forma a nuestras sendas conforme
a dicha enseñanza, debemos estar en la posición y condición en la que Juan se
encontraba cuando la recibió del Señor.
Recordemos que fue el discípulo que siempre se designó a sí mismo como
aquel a quien "Jesús amaba", el que fue escogido por la sabiduría
infinita para escribir el libro de Apocalipsis (Juan 13: 23; 19: 26; 20: 2; 21:
7; 21: 20); él tenía los requisitos para ello. El apego a su Señor había
llevado al desapego del mundo. Esta es la verdadera posición Cristiana.
La historia de Juan registrada para nosotros en el Evangelio que lleva
su nombre es sumamente instructiva y nos ayudará en relación con esto. Al
principio él no necesitó ningún mandato para seguir al Señor, y él nos es
presentado como haciendo esto (Juan 1: 37); y en la última mirada presentada de
él en el libro él está aún siguiendo sin ninguna palabra o mandato (Juan 21:
20).
La primera vez que él habla de sí mismo como el discípulo "al cual
Jesús amaba" es cuando la traición y la infidelidad estaban prorrumpiendo
entre los doce, y cuando deberíamos haber supuesto que lo principal habría sido
haber tenido un discípulo que amara a Jesús, y él continúa hablando de sí mismo
de esta manera hasta el final.
Solamente dos veces en el Evangelio él registra su propia voz. Primero,
en la noche de la traición, él, recostado sobre el pecho de Jesús dijo, "¿quién
es?" y esta pregunta reveló al traidor (Juan 13); y después en esa hermosa
mañana a orillas del mar de Galilea (o, de Tiberias), cuando vio a Uno que
estaba de pie en la orilla, él dijo, "¡Es el Señor!" (Juan 21: 7).
"Aquel discípulo a quien Jesús amaba" discernió al traidor, y
conocía a su Señor, y estas dos cosas son las grandes necesidades para nosotros
hoy en día.
"Él, recostándose de nuevo sobre el pecho de Jesús, le dijo:
Señor, ¿quién es?" (Juan 13: 25 – LBLA). Juan se recostó sobre el pecho de
Jesús cuando estaban a la mesa de la cena, descansando en el Señor como Aquel
que ama a los Suyos, y como consecuencia pudo estar junto a la cruz en la hora
de indecible dolor del Señor; él también pudo estar junto al Señor como Su
amigo y siervo cuando, como Vencedor de la muerte, Él revela los consejos de
Dios en juicio.
Santos de Dios, debemos adentrarnos en el lugar de Juan, confiando sólo
en el amor de Jesús, en medio de la infidelidad y la más baja traición,
haciendo que todo el glamur del mundo sea oscurecido por la luz más
resplandeciente de Su gloria, quien es "todo él codiciable", y seguirle
a Él sin amilanarnos a pesar de cualquier rumbo que puedan tomar los demás.
Entonces nuestros ojos serán ungidos con colirio, y discerniremos el modo de
obrar del traidor, y veremos la mano del Señor; seremos enriquecidos con oro
refinado en fuego, y así estaremos protegidos contra todas las piezas de plata
que el mundo pueda ofrecer; nos vestiremos con vestiduras blancas, guardando
nuestras vestimentas sin ser manchadas por el mundo, y así seremos aceptables a
Sus ojos, ojos de Aquel a quien nuestras almas aman. (Apocalipsis 3: 18).
Cerca del Señor cuyo amor conocemos no estaremos en ignorancia con
respecto a la tendencia de los tiempos, pero podremos en quietud y confianza esperar
Su venida, aprobando mientras tanto todo lo que Él aprueba, como Sus amigos
manteniendo Sus intereses y trabajando en Su nombre para Su gloria, y andando
en separación de todo lo que eventualmente debe caer bajo Su condenación.
J. T. Mawson
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Noviembre
2019.-
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by
The Lockman Foundation, Usada con permiso.
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión
1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).