El
Efecto Actual de Esperar a Cristo
J. N. Darby
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60).
{De la revista "The Christian
Friend", 1888, páginas 237 a 241}
Existen
dos cosas que constituyen el gozo de un Cristiano que son su fortaleza en el
camino, y el objeto constante ante su corazón. El primer lugar, la comunión y
la interacción con Dios el Padre, y con Su Hijo Jesucristo. En segundo lugar,
la esperanza de la venida del Señor. Y estas dos cosas no pueden ser separadas
una de otra sin pérdida para nuestras almas, pues no podemos tener todo el
beneficio sin ambas.
Si
nosotros no estamos esperando la venida del Señor, no hay nada que pueda
separarnos de la misma forma, del presente siglo (o mundo) malo; ni Cristo
mismo será tanto el objeto ante el alma, ni podremos, en la misma medida,
aprehender el pensamiento y los consejos de Dios acerca del mundo, si no existe
esta espera de Su Hijo desde los cielos.
Además, si
esta esperanza es considerada aparte de la comunión e interacción actuales con
Dios, no tendremos un poder presente, estando el corazón debilitado por estar
la mente demasiado ocupada y agobiada por el mal circundante. Porque nosotros
no podemos estar esperando realmente de los cielos al Hijo de Dios sin, al
mismo tiempo, ver el total rechazo del mundo hacia Él, viendo que el mundo
mismo va mal, que sus sabios no tienen sabiduría — que todo está yendo hacia el
juicio, y que los principios del mal están soltando todas las ataduras. El alma
llega a estar así oprimida y el corazón triste; pero si, por gracia, el
cristiano está en comunión e interacción actuales con Dios, su alma se mantiene
firme, y está tranquila y feliz delante de Dios, porque hay un caudal de
bendición en Él que ninguna circunstancia puede tocar o cambiar. Las malas
noticias son oídas, el dolor es visto, pero el corazón del cristiano es
inamovible, confiando en el Señor, y esto le lleva muy por encima de cada
circunstancia.
Hermanos,
todos queremos esto; pues para andar firmemente con Dios necesitamos tanto esta
comunión como esta esperanza. Yo no creo que un cristiano puede tener su
corazón de manera correcta en las Escrituras, a menos que espere al Hijo de
Dios desde el cielo; porque no podría haber tal cosa como intentar arreglar el
mundo, si el pecado del mundo por rechazar a Cristo fuese visto plenamente.
Además, nunca será formado un juicio correcto del carácter del mundo hasta que ese
pecado máximo no haya sido captado por el alma. Para un cristiano que busca y está
esperando que Cristo venga desde el cielo, Cristo mismo es más, de manera
inefable, el objeto ante el alma. No se trata de que yo llegaré al cielo y seré
feliz, sino de que el propio Señor viene desde el cielo a buscarme, y a buscar
a toda la Iglesia. Esto es lo que da su carácter al gozo del santo; Cristo
mismo lo dice, "Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis". (Juan 14: 3). Donde yo encuentro mi
deleite, allí encontrarán también el de ustedes, yo con ustedes, y ustedes
conmigo, — para siempre con el Señor.
Ustedes
pueden pensar encontrar el bien o producir el bien en el hombre, pero ustedes
nunca encontrarán la espera de Cristo en el hombre no convertido. En el mundo,
el primer Adán puede ser cultivado, pero aún sigue siendo el primer Adán; y el
postrer Adán, siendo rechazado por el mundo, nunca va a ser hallado allí. Y es
la espera por este Señor rechazado lo que marca todo el carácter y el andar de
los santos.
Por otra
parte, hay otra cosa relacionada con mi espera por el Hijo de Dios desde el
cielo. Yo todavía no tengo conmigo a la Persona a la cual amo, y mientras Le
espero, yo estoy atravesando este mundo cansado y desgastado con el carácter de
todo lo que me circunda. Cuanto más estoy en comunión con Dios, más profundamente
sentiré que el espíritu del mundo es un hastío para mí, aunque Dios todavía
sostiene mi alma en comunión con Él. Por lo tanto, Pablo dice, en 2ª Tesalonicenses
1, "A vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros". (2ª
Tesalonicenses 1: 7). Yo obtengo reposo ahora al esperar a Cristo, sabiendo que
cuando Él venga, Él hará todo a Su manera; pues la venida del Señor, que será
tribulación para el mundo, para los santos será un reposo pleno y eterno. No
obstante, no se trata de que nosotros estemos cansados y desfallecidos en
nuestras mentes; no es correcto estar cansados del servicio y del conflicto.
¡Oh, no! Más bien, que yo salga victorioso todos los días, pero, aun así, estar
luchando no es reposo. Sin embargo, cuando se camina con Dios, no es tanto el
pensar en el combate sino el gozarse en Dios mismo. Yo lo sabré mejor cuando
esté en la gloria, mi alma será ensanchada y será más capaz de disfrutar de lo
que Dios realmente es; pero es la misma clase de gozo que tengo ahora, el que
tendré cuando Él venga para ser glorificado en Sus santos" (2ª
Tesalonicenses 1: 10), sólo que en mayor grado.
Y si este
gozo en Dios está ahora en mi alma en poder, este gozo me oculta el mundo por
completo, y se convierte en un manantial de amor por aquellos que están en el
mundo; pues, aunque yo puedo estar cansado del combate, no obstante, siento que
hay personas en el mundo que necesitan el amor que yo disfruto, y deseo que
ellas lo posean, (es el gozo de lo que Dios es para mí lo que me sustenta y me
lleva a través de todo el conflicto), de modo que nuestras almas serán
ejercitadas tanto en la comunión como en la esperanza. Por lo tanto, si yo
estoy esperando la venida de Cristo aparte de la interacción y la comunión con
Dios, me veré oprimido, y no seguiré adelante firme y apropiadamente. Cuando el
amor de Dios llena mi corazón, este amor emana hacia todos los que tienen
necesidad de él, hacia santos y pecadores, conforme a la necesidad de ellos;
porque, si yo siento el ejercicio del poder de este amor en mi corazón, yo
saldré a servir a los demás, ya que es el poder de este amor el que me permite
pasar a través de la fatiga y el trabajo del servicio, desde ese apego a Cristo
que lleva al servicio, aunque sea a través del sufrimiento por Su causa. Si mi
alma está embelesada con el postrer Adán, el apego a Cristo pone su sello
correcto en todo lo que es del primer Adán.
Cuando
este amor haya conducido al servicio activo, entonces el conflicto,
indudablemente, será encontrado. En 2ª Corintios 1 hay una bendición presente
en medio de la prueba; pero en 2ª Tesalonicenses 1, lo que hay es tribulación,
y no hay reposo fuera de ella hasta que el Señor viene, — "para que seáis
tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis". (2ª
Tesalonicenses 1: 5). En 2ª Corintios 1: 3, 4, hay una bendición presente en
medio de la prueba, — "el cual nos consuela en todas nuestras
tribulaciones", — de modo que si las aflicciones por causa de Cristo son
nuestras, existe, al mismo tiempo, el consuelo de Dios en el alma. ¡Cuán rica
fuente de bendición es esta a cambio de esta pobre pequeña tribulación mía! Yo
tengo a Dios que derrama en mi alma la revelación de Él mismo. Yo tengo a Dios
comunicándose Él mismo con mi alma, pues realmente es eso. Yo encuentro que eso
es una cosa presente; viene a mi recuerdo, a mi corazón, este gozo mismo de
Dios, — Dios deleitándose en mí, y yo deleitándome en Dios. Él mismo se
identifica con los que padecen por Él.
Por
consiguiente, si la expectación por Cristo, y Su amor que constriñe, nos lleva
a salir al servicio, en el deseo de que otros puedan compartir nuestra
bendición, y de ese modo nos lleva a pruebas o persecuciones, ¡cuán ricas y
sustentadoras son las consolaciones ministradas a nuestro corazón! Leemos,
"Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo,
así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación". (2ª Corintios
1: 5). Que el Señor llene siempre nuestras almas con el sentido de Su
presencia, y mantenga nuestros corazones bajo el poder actual de esperar Su
venida.
ESPERANDO.
"Pacientemente esperé a Jehová,
Y se
inclinó a mí, y oyó mi clamor".
Salmo 40:
1.
Se trata de
la vida perfecta de Cristo, y los dolores al final de ella, en que Él se
refiere a la fidelidad y a la bondad de Jehová, para llevar a Su pueblo a
confiar en ella, enseñándoles en esto en lo que Su perfección es mostrada. "Pacientemente
esperé a Jehová". La paciencia tuvo
su obra perfecta, — una inmensa lección para nosotros. La carne puede esperar
mucho tiempo, pero no hasta que el Señor entre, — no en perfecta sumisión; y
confiando sólo en Su fuerza y fidelidad, para ser perfectos en la obediencia y
en la voluntad de Dios. Saúl esperó casi siete días; pero la confianza
de la carne se estaba desvaneciendo — es decir, su ejército. Los filisteos, los
enemigos soberbios, estaban allí. Él no esperó hasta que Jehová entrara con
Samuel. Si él hubiera obedecido, y sentido que no podía hacer nada, y sólo
tenía que obedecer y esperar, habría dicho: «Nada puedo hacer, y yo no debiese
hacer nada, hasta que Jehová venga por medio de Samuel.» La carne confió en su
propia sabiduría, y consideró su propia fuerza, aunque con formas piadosas.
Todo se perdió. Fue la carne la que fue probada y fracasó. (1º Samuel 13).
Cristo fue probado. Él pacientemente esperó a Jehová. Él fue perfecto y
completo en toda la voluntad de Dios. Y esta es nuestra senda por medio de la
gracia.
J. N. Darby
Traducido del inglés por: B.R.C.O. – Noviembre 2020.
Título original en inglés:The Present Effect of Waiting for Christ, by J. N. Darby
Traducido con permiso
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