REYES Y SACERDOTES
Publicado por vez primera en 1870.-
Publicado
en 1948 por C. A. Hammond
Esta edición ha sido mecanografiada nuevamente en 1994, © Chapter Two, 1994.
ISBN 1 85307 107 2
Esta
edición ha sido modificada ligeramente para ponerla al día. El mensaje fue pronunciado en Londres, en Mayo de 1870. Las modificaciones
fueron hechas por W. J. Hocking en 1943. Su título original fue: 'Ritualismo, Un Menosprecio
de Cristo y una perversión de la Fe Cristiana.' - E. N. Cross, 1994.
Reyes y Sacerdotes
"Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo
para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar
Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del
mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar
de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el
juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación
con el pecado, para salvar a los que le esperan." (Hebreos 9: 24-28).
El tema sobre el cual voy a hablar esta tarde
podría parecer completamente opuesto al del Racionalismo, el cual consideramos la semana pasada; pero la oposición es solamente
en apariencia. Indudablemente, en las mentes y en la intención de muchos es un antagonismo real; y lejos está de mí dudar
que, de la manera que hombres piadosos se han teñido con algo de Racionalismo, así, por otra parte, probablemente muchos más
han sufrido a causa del Ritualismo. No puede haber ninguna duda para una mente recta, adecuadamente familiarizada tanto con
la Palabra de Dios como con los hechos que surgen del actual estado de pensamiento entre los hijos de Dios en el mundo, que
existen personas, llevadas en estas direcciones contrarias, que tienen un verdadero conocimiento viviente de Dios a través
del Señor Jesús. Pero esto no demuestra absolutamente nada en cuanto al carácter de uno u otro sistema en ellos mismos. Ello
muestra que los propios hijos de Dios no tienen, por el mero hecho de que son Sus hijos, nada que les preserve de las trampas
del adversario; que aunque ellos han nacido de nuevo, ellos pueden, a consecuencia de permitir el pensamiento y el sentimiento
humano, ser influidos hacia una u otra dirección.
Racionalismo y Ritualismo Distinguidos
Pero, además, bajo la aparente oposición
de los dos sistemas, hay un vínculo, y, por consiguiente, a menudo no pequeña simpatía, y, yo no tengo ninguna duda que ofrecerá
al enemigo de las almas el poder para mezclarlos, a su propio tiempo, en una unión para la cual ninguno podría estar preparado
en este momento actual. La razón de esto radica en el hecho muy sencillo de que como el
Racionalismo es una deificación de los poderes humanos, en el cual el hombre presume juzgar mediante su propia mente la
Palabra de Dios, y es, por lo tanto, la infidelidad del intelecto cuando es llevada a sus resultados o cuando es juzgada en
sus principios, así, por otra parte, el Ritualismo es la infidelidad de la imaginación,
muy frecuentemente con piedad subyacente, pero en sí mismo siempre con sabor a idolatría o tendiendo a ella.
Ahora bien, el poder de liberación, así como
aquello que hace manifiesto su carácter real, es sobre lo que podemos detenernos provechosamente en este momento. No es ningún
placer disecar lo que es malo. Lo cosa trascendental es proporcionar el remedio de Dios; y como yo he tratado de tener esto
en mente al hablar del Racionalismo, de igual manera me limitaré en este momento, en su mayor parte, a lo que puede, por la
gracia de Dios, preservar a las almas de la infidelidad religiosa, dándoles terrenos divinos para juzgar y rechazar el Ritualismo
en todos sus frutos, así como en sus raíces.
La Verdad del Evangelio Preserva del Racionalismo y del Ritualismo
Gracias sean dadas a Dios, de que el remedio no está lejos; está cerca de nosotros en nuestra boca y en nuestro corazón.
La verdad del evangelio es la mejor protección, no sólo contra el Racionalismo, sino también contra el Ritualismo. Es imposible
que un alma que comprende realmente el evangelio - yo no me refiero a un alma que meramente ha nacido de nuevo, sino a una
que conoce inteligentemente, por gracia, la Palabra de verdad, el evangelio de la salvación - sea arrastrada a uno u otro.
Puede haber personas alejadas a cualquier cosa por un tiempo; pero es imposible que una persona que entienda sencillamente
el evangelio, y que lleva su verdad realmente delante de su alma, y, sobre todo, que tiene a Cristo mismo como el objeto revelado
en amor a su corazón por el evangelio, sea dejada bajo la trampa de uno u otro de estos sistemas, imposible, de hecho, que
sea atraída a ellos en absoluto. Demostraré, por consiguiente que, si los Cristianos se aferran a lo que Dios les ha dado
en el Señor Jesús, y también a esa obra poderosa que Cristo ha llevado a cabo, y que Dios revela ahora por el Espíritu Santo
enviado desde el cielo, el cual nos la da a conocer más particularmente en el Nuevo Testamento, existe un medio de preservación
divino a través del cual ningún poder del enemigo puede abrirse camino.
Ustedes habrán observado que en los versículos
que acabamos de leer tenemos al Espíritu de Dios mostrándonos la relación de la verdad y los hechos del Cristianismo con lo
que era realmente un sistema ritual - el único ritual reconocido alguna vez por Dios. En Israel había un sistema de sombras
religiosas, proporcionado por Dios mismo. Indudablemente, por tanto, si esto fuera toda la revelación de Dios, todos nosotros
deberíamos ser ritualistas. Para el creyente no puede haber duda alguna de que Dios lo estableció, o que Dios lo mantuvo mediante
Su autoridad hasta que este sistema hubiese hecho su obra. No era, de ningún modo, el sistema primitivo, ya que Dios se encargó
de que la promesa fuese hecha antes de la ley y de esas sombras que fueron sistematizadas
en la ley, llamadas comúnmente la economía Levítica.
Cristo Jesús Nos Da la verdad
Pero la verdad del evangelio muestra que el Señor Jesús vino al mundo a darnos la verdad, la cual el Racionalismo,
lejos de haberla hallado, confiesa que no la tiene, porque está solamente en búsqueda de la verdad - no la profesa conocer,
y duda incluso de la posibilidad de conocerla. Cristo no sólo nos ha traído en Él mismo la verdad para que el alma más sencilla
la reciba, y no solamente es Él en Sí mismo el mismo Cristo para el más sencillo como para los que son más espirituales, sino,
además de eso, Él ha llevado a cabo una obra, cuyas consecuencias son que excluyen infinita y absolutamente el Ritualismo
y el terreno que este asume.
Dios no ha dejado que nosotros deduzcamos
cuáles son estas consecuencias; Él las ha revelado. Él declara claramente algunas de ellas en los versículos ya leídos. Él
nos dice que Cristo no ha entrado en el santuario hecho de mano. Este lugar santo perteneció al sistema ritual de Israel,
y se declara divinamente que es "figura del verdadero." (Hebreos 9:24).
El Ritualismo no nos da, por tanto, la verdad
así como tampoco nos la da el Racionalismo; nos da sombras, mientras que el Racionalismo sólo deja al hombre en tinieblas.
Nos da figuras de la verdad, pero nada más. No nos da la imagen misma, sino, en el mejor de los casos, los tipos. El Racionalismo
es un sistema negativo y mortal, no da nada, y destruiría todo. El sistema ritual conforme a Dios presentaba, en una manera
emblemática y en cierta medida, la verdad que Cristo estaba a punto de introducir - no la verdad completa, lejos de ello,
ni siquiera alguna parte de ella en su plenitud.
Es imposible que alguna de estas sombras,
para cualquier cosa, sea una representación adecuada de Cristo. Nosotros debemos tener a Cristo mismo para tener la verdad.
Pero se nos dice en este capítulo que Cristo ha obtenido "eterna redención." (Hebreos 9:12). Esto Él lo hizo siendo levantado
de la tierra como un sacrificio. Se nos dice, además, que Él ha entrado "en el cielo mismo." (Hebreos 9:24). De este modo,
si todo en Él es una realidad, no hay nada en la condición de la creación tal como es ella, excepto, de hecho, la dolorosa
realidad del pecado; pero, hablando en forma apropiada, no podemos llamar al pecado una realidad, excepto para el juicio.
Es el alejamiento de Dios del corazón del hombre, la voluntad propia, la lujuria, la pasión, el orgullo, la vanidad - sí,
todo es una mentira contra la naturaleza que Dios hizo. Siendo un alejamiento de Dios mismo, en la perspectiva de la creación,
salvo en su culpa y en su miseria, no tiene derecho a ser llamada una realidad. Hubo una vez realidad, cuando Dios hizo los
cielos y la tierra, y colocó al hombre en el Paraíso de delicia, cuando el hombre y todo aquello con lo que Dios le rodeó
era muy bueno, pero esa realidad se esfumó cuando el hombre pecó; y desde aquel día hasta que Dios desplaza el pecado del
mundo por medio de Jesucristo nuestro Señor, no es según Dios, sino una vana apariencia en la carne, aunque en parte con sombras
de buenas cosas por venir.
Pero no existe realidad conforme a Dios aquí
abajo; ha llegado a ser nada más que un desierto, donde no hay camino excepto para la fe. Cristo descendió a él. Él es la
realidad, y Él ha hecho una obra real para Dios y para el hombre, tal como se nos enseña en esta misma Epístola (y en todo
lo demás, hablando ahora de manera general). Esto es lo que, recibido en el corazón por fe, saca al pecador de lo que él era
- fuera de la mentira en que vive la naturaleza caída, o más bien, donde la naturaleza está muerta - lo lleva a la verdad
y a la gracia de Dios, que son los frutos de amor según Su voluntad. Dios lleva al creyente a la conciencia de la relación
con Él mismo, y así, mientras camina a través de este mundo, prepara el alma para esperar otra realidad, para esperar la gloria
celestial, donde Cristo mismo ha ido antes, para esperar también (aunque no para Él mismo) que esta tierra sea hecha digna
del Dios que la creó, sea digna de aquel que ha reconciliado todas las cosas consigo mismo por medio de Jesucristo (Colosenses
1:20).
Cristo Toma el Lugar de las Figuras de Moisés
Ahora bien, el apóstol tiene su alma llena con estas verdades, y las trae ante aquellos a quienes él está escribiendo
(los Hebreos). Ellos también las necesitan particularmente; ya que habían estado acostumbrados a un sistema ritual. Era más
importante para ellos que para cualquiera de los demás saber si el Cristianismo era una prolongación de aquello con lo cual
habían estado familiarizados entre los Judíos, o si era un sistema que estaba totalmente - no sin una cierta preparación del
camino para ello, sin promesas yendo adelante, y sombras como hemos visto, pero en sí mismo completamente nuevo - en contraste
con el Judaísmo ritualista. Y este contraste es precisamente lo que el apóstol nos permite conocer aquí. "Porque no entró
Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante
Dios." (Hebreos 9:24).
Por consiguiente, nosotros tenemos ahora
todo conforme a Dios; así como no hay más que un solo Cristo, de igual manera no hay más que un solo sacrificio, y, hablando
ahora de lo que es necesario para Dios y para la liberación del hombre de su ruina, nosotros tenemos redención, el perdón
de pecados. Por consiguiente, se muestra que no hay necesidad de que Él se ofrezca "muchas veces, como entra el sumo sacerdote
en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena." (Hebreos 9:25). La repetición constante era parte del sistema ritual; y
el Cristianismo se yergue en contraste con él. Él se ha ofrecido una vez y para siempre. Si fuese necesario ofrecerle a Él
repetidamente, Él también debería padecer a menudo. Las dos cosas no pueden ser separadas: pues entonces a Él le hubiera sido
necesario, nosotros leemos, "padecer repetidamente desde la creación del mundo." (Hebreos 9:26 - BTX). La idea de una nueva
ofrenda de Cristo a Dios sin Sus nuevos padecimientos no sólo es un error, sino que está en antagonismo directo con Su Palabra
y con el fundamento del Cristianismo.
"Pero ahora", se dice, "en la consumación
de los siglos" - hablando de los siglos (edades, mundo) como el teatro de los tratos de Dios, no como el mero sistema físico
sino la consumación de las varias edades que han estado corriendo su curso, mediante las cuales el hombre ha sido puesto a
prueba, y, entre otras pruebas, muy especialmente por el sistema ritual - "Pero ahora" al final de todo los modos de obrar
experimentales con el hombre, "[Él] se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio
el pecado." (Hebreos 9:26).
Cristo Introdujo a Dios y Quitó el Pecado
Encontramos así en el Señor Jesús y en Su muerte dos grandes verdades:
(1) Él vino para traer a Dios al mundo;
(2) Él vino para quitar el pecado del mundo.
El Racionalismo ignora clara y ciertamente
ambas verdades; si el Ritualismo reconoce la primera, ciertamente ignora, y de hecho niega, la segunda - es decir, el hecho
de que Dios quita el pecado mediante la redención. Lejos de contradecir la encarnación, el Ritualismo le da mucha importancia
para sus propios fines; pero es muy cierto que el principio es inconsistente con la redención, salvo en figura. Para el Ritualismo
es imposible vivir en presencia de la verdad fundamental del evangelio, de que Cristo padeció "por el sacrificio de sí mismo
para quitar de en medio el pecado." ¿Lo ha hecho Él o no? ¿Ha fracasado Él en hacer aquello para lo cual Él vino? ¿Ha quitado
Él efectivamente, o aun una sola vez en figura, "por el sacrificio de sí mismo", "de en medio en pecado"?
Ni siquiera los ritualistas niegan que en
la cruz se cumplió el sacrificio de Cristo mismo; ni uno tampoco cree que ellos tienen la intención de negar que Él quitó
de en medio el pecado por Su muerte. No estamos discutiendo ahora lo que los hombres dirían, sino juzgando lo que el sistema
de ellos significa. Estamos escudriñando qué es realmente el Ritualismo, juzgado por la Palabra viviente de Dios. Yo afirmo
entonces que, durante la mantención por parte de Dios de un sistema ritual para propósitos especiales y dignos, no hubo ninguna
cosa como un sacrificio que hubiera quitado de en medio el pecado delante de Dios. Había sacrificios; pero el carácter y el
resultado de ellos era lo opuesto mismo, como se nos dice en Hebreos 10: 1-3:
"Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca
puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera
cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en
estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados." (Hebreos 10: 1-3).
Estos sacrificios traían a la memoria los
pecados. Ellos mantenían el hecho de la contaminación del hombre constantemente ante los ojos del Judío. Era bueno que tuviese
que ser así, siendo para él una sana lección en la medida que lo era. Provenía de la misericordia de Dios, y era correcto
y bueno en sí mismo que al hombre se le hiciese sentir su pecado hasta que el pecado fuera quitado de en medio; y no fue,
no podía ser, quitado de en medio en aquel entonces. Pero si yo creo la verdad del evangelio, el pecado es quitado de en medio
por la muerte de Cristo. La verdad y la bienaventuranza del hecho permanece para la fe; pero ciertamente, es mucho más terrible
para aquel que sustituye a Cristo por alguna otra cosa - mucho más fatal, no sólo para el racionalista, sino también para
el ritualista.
No debemos ser engañados mediante sonidos
ni tampoco por medio de apariencias. Nosotros somos ahora responsables por la verdad, debido a que la verdad está revelada.
Y, nótese, que todo es ahora entre Dios y el hombre sin un velo. Había un velo, pero se rasgó. Presten buena atención al momento
y al hecho: cuando Jesús murió, el velo del templo se rasgó de arriba abajo. ¿Acaso esto no tiene significado? Todo lo que
Dios revela tiene importancia; pero ciertamente, ningún otro de los hechos la tiene más que los hechos de la cruz. Hasta ese
momento, el hombre no estaba en la presencia Divina. Pero Dios había descendido al hombre. Él estaba aquí en la tierra en
la Persona del Señor Jesús. Aquel que había visto al Hijo, había visto al Padre.
Pero hubo más que esta manifestación en la
muerte de Cristo. En cierto sentido, Él acercó a Dios al pecador durante Su vida; en Su muerte, Él lleva al creyente a Dios.
¿Cree usted esto? Si usted recibe esto realmente y actúa de acuerdo a ello, usted no es un ritualista. Si usted cree que ha
sido hecho cercano a Dios, yo pregunto, ¿según qué medida? Use su propia arma, usted que ama a Jesús y Le conoce; recurra
a su propia estándar. Nunca renuncie a Cristo; nunca Le pierda de vista como la Verdad; nunca deje de introducirle, cualquiera
sea la dificultad, independientemente cuál sea la pregunta. Su terreno de ventaja es que usted tiene a Cristo y que usted
lo sabe. Por lo tanto, ¿procura usted humildemente, santamente, pero creyendo, aplicar a su alma el Cristo que usted ha recibido
de Dios y al cual el Espíritu Santo ha dado a conocer por medio de la Palabra de Dios?
Hecho Cercano por medio de la Muerte de Cristo, no por la Encarnación
Ahora bien, usted ha sido hecho cercano a Dios, no según la medida de un Judío, ni siquiera de un sacerdote Judío,
no, ni siquiera del Sumo Sacerdote Judío. Usted no dirá, por tanto, que mi doctrina rebaja el privilegio de un Cristiano.
Estoy persuadido que a menudo existe una deficiencia dolorosa en el modo en que estos malos pasos de regresión al Judaísmo
tienden a ser enfrentados. La mera protesta contra ellos es fría e impotente, es decir, mediante el proceso negativo de mostrar
su falacia aquí y allá. Esta clase de oposición jamás se mantendrá en pie, ya sea en el día de oscura prueba o de promesa
seductora. El corazón del hombre quiere algo sólido; y Dios lo haría seguro también. Dios, según Su gracia, ha revelado Su
verdad, Su poder, Su sabiduría en Cristo el Señor; no meramente eso, sino también en la redención de Cristo. Y este hecho
único es el testimonio firme y el resultado de ello; el velo se rasgó.
El Ritualismo Niega el Velo Rasgado
Por tanto, no es meramente que Dios ha descendido a mí, sino que Él ha consagrado para mí un camino hacia Él mismo
- un camino nuevo y vivo a través del velo:
"Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,
por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la
casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia,
y lavados los cuerpos con agua pura." (Hebreos 10: 19-22).
El Ritualismo niega esto; renueva e insiste
nuevamente acerca del velo. ¿Quién le dio semejante autoridad? No Dios, quien lo derribó en respuesta a la cruz de Cristo.
¿Qué autoriza la renovación? Es una traición contra Su Palabra. Ello es, efectivamente, una negación clara, flagrante, inexcusable
del resultado revelado de la muerte de Cristo. Permitan que se diga nuevamente que yo no acuso a ningún hombre entre sus filas
de una intención de anular el evangelio; pero es imposible para un Cristiano inteligente, no impugnar el sistema, sin importar
por quién pueda ser sostenido - sea por uno que usted tiene esperanza de que sea un Cristiano, sea por uno de quien usted
está tan seguro como lo puede estar de que él es un Cristiano. Admita todo esto, lo cual yo hago con todo mi corazón: sin
embargo, un Cristiano que sostiene un error semejante no hace que este error sea menos serio, y no puede consagrar lo que
es contrario a Cristo.
Yo sostengo, entonces, que el Ritualismo
es un retorno desde el Cristianismo a la figura, y que su doctrina y su práctica ignora la cercanía a Dios a la cual el evangelio
lleva al creyente por medio de la obra de Cristo. ¿No es esto verdad según la clara Palabra de Dios que tienen ante ustedes
en Hebreos 9 y 10? Esta verdad ustedes la conocen, no la estoy distorsionando, ya que sus conciencias no pueden evadir su
fuerza. Yo apelo a ustedes en la presencia de Dios, cuya Palabra tienen ante ustedes. Ustedes podrían dudar si uno estuviera
encadenando un grupo de pasajes que podrían deslumbrar o provocar perplejidad; pero yo me detengo ahora, a propósito, sobre
una única luminosa porción de la Escritura Santa. Una es suficiente, si acaso no hubiera otras.
Pero espero mostrar brevemente que a través
de todo el Nuevo Testamento, desde el cumplimiento de la redención, la misma verdad es enseñada en diferentes formas. Es imposible
que la verdad de Dios sea inconsistente con ella misma. Todas las Escrituras que tratan del Cristianismo son admirablemente
armoniosas, su testimonio es uniforme, y todo demuestra que el Ritualismo, aunque no es un rechazo de la Persona de Cristo,
es claramente una virtual negación de la eficacia de la obra de Cristo tal como es declarada ahora en el evangelio de Dios.
Un Sacerdocio Terrenal Especial Revivido
De este modo, el Ritualismo tiene como uno de sus pilares el supuesto de que Dios tiene aún un sacerdocio terrenal.
La afirmación de una casta sagrada de ministrantes en la tierra, que se acercan a Dios para el Cristiano, desecha completamente
el evangelio de Cristo. Recuerden que no se trata del ministerio Cristiano. Yo no cedo ante ningún hombre en mi firmeza de
convicción de que el ministerio es una institución divina y permanente del Cristianismo. La verdad es que el ministerio Cristiano
y el sacerdocio terrenal, en vez de ser la misma cosa, son antagonistas. Porque el ministerio, el ministerio Cristiano, es
el servicio por medio de un don divino, el cual aplica la verdad de Dios al alma del hombre. Se trata de un servicio hacia
el inconverso, para llevarle a Dios por medio del evangelio, y hacia los convertidos, para enseñarles más plenamente en la
verdad del evangelio y generalmente de todo el consejo de Dios en la Escritura.
Pero el sacerdocio terrenal es completamente
otra cosa; y además de no ser parte de las instituciones del evangelio, el intento de establecerlo es, más allá de sólo dudas,
el pecado de Coré, Datán, y Abirám (Números 16). Pues es la arrogancia de un hombre, quien podría ser un Levita o un líder
del pueblo, suplantar la autoridad de Moisés, y estar en el lugar de Aarón, el apóstol y el sumo sacerdote del sistema Judío.
Es realmente un golpe asestado al sacerdocio de Cristo, así como fue principalmente contra Aarón que la rebelión de Coré fue
dirigida.
La Epístola de Judas (versículo 11) les mostrará
que esta no es una mera aplicación fantasiosa de un tipo que no tiene relación con los peligros de los Cristianos. De hecho,
yo debería desdeñar sacar ventaja de aquellos que son sólo mal versados en los tipos de la Escritura. No me atrevo a usar
lo que yo no creyera que es verdad a partir de un examen pleno de la Escritura, pero esto, aunque para mi es suficiente, no
servirá para ustedes. Les ruego, por tanto, que comparen lo que Judas nos dice con Números y Hebreos. Aprendemos allí (Judas
11) que no sólo el camino de Caín y el error de Balaam son aplicables ahora, sino también que los hombres van a perecer en
la contradicción de Coré. Y ya que el Cristianismo fue revelado, ¿qué es esto sino que los hombres se establecen en un sacerdocio
terrenal de modo de infringir la gloria del Señor Jesús? Según Hebreos, Él es el verdadero y único Sacerdote en el sentido
de Uno que está entre Dios y nuestras almas.
El Sacerdocio Cristiano Actual
Sin duda hay, en otro sentido, un sacerdocio bajo el Cristianismo; pero esto solamente proporciona un ejemplo adicional
de que el Ritualismo es irreconciliable con el lugar Cristiano, ya que es una nueva demostración de lo que yo ya he tratado
de demostrar: que el poder del Cristianismo se pierde donde su positividad es olvidada y los hombre lo reducen a una negación
de este o de aquel error. Existen aquellos que constantemente desean mantener la verdad diciendo que ahora no hay sacerdotes.
Y desearía invertir el asunto, y decir que lo que el Nuevo Testamento declara es que todos los Cristianos son sacerdotes,
es decir, todos los que son hechos cercanos a Dios. No se trata de que todos sean ministros de la Palabra; los que ministran
son los pocos para el bien de los muchos - para el bien de todos. Ningún Cristiano, por el solo hecho de ser Cristiano, es
un ministro de la Palabra. El ministerio no depende de que un hombre sea Cristiano, sino de que si él ha recibido un poder
distintivo, o don como es llamado en la Escritura - el don de la gracia del Señor Jesús, en el que él es constreñido a servirle
sea en el evangelio (evangelista) o en la iglesia. Por consiguiente, si nosotros consideramos a los Cristianos, ellos difieren
en cuanto al don. Algunos no son llamados a servir al Señor de esa manera, en absoluto; e incluso aquellos que son llamados
a servir tienen dones diferentes, tal como el apóstol dice en Romanos 12: 6-8.
Cuando nos detenemos en el sacerdocio Cristiano,
hay una posición común para todos los Cristianos; ¿y por qué? Porque somos hechos cercanos a Dios. La verdad del evangelio
da por supuesto, no una institución terrenal, sino que los Cristianos son sacerdotes, y que este es el único sacerdocio verdadero
que Dios reconoce ahora, excepto el de Cristo en lo alto. Incluso nuestro Señor Jesucristo no fue un sacerdote en la tierra,
y cuando Él estuvo aquí no ejerció tales funciones. Esta es la declaración directa de la Escritura. La misma Epístola a los
Hebreos (Capítulo 8:4) lo afirma: así de falso en todo sentido es el sistema ritualista aplicado al Cristianismo. Aun Él,
el cual es la piedra angular de toda bendición para el hombre, vida, justicia y gloria del Cristiano bajo el evangelio - aun
Él no fue un sacerdote mientras Él vivió en la tierra. Levantado de la tierra, Él llegó a ser un sacrificio; ascendido al
cielo, Él entró en el santuario que levantó el Señor, y no el hombre, y fue allí, según la obra de Dios, el gran Sumo Sacerdote.
¿Y quiénes son los sacerdotes? Si el Señor Jesús cumple el tipo de Aarón, e incomparablemente más, si Aarón fue nada más que
una débil sombra de lo que Cristo es como sumo sacerdote, ¿quiénes son los hijos de Aarón? Son aquellos de quienes Él no se
avergüenza de llamar Sus hermanos: "He aquí, yo y los hijos que Dios me dio." ¿Quiénes son los hijos? Los Cristianos. Aquel
que santifica y los que son santificados son todos de Uno, tal como el mismo escrito inspirado nos dice en el capítulo segundo
de la misma Epístola (Hebreos 2: 11-13).
Por consiguiente, vemos de qué manera la
doctrina de los tipos concuerda exactamente con las claras declaraciones del evangelio. Ya que si Él padeció una sola vez,
el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios (1 Pedro 3:18), Él nos ha llevado tan perfectamente que no puede haber -
no hay - ningún sacerdote entre nosotros y Dios excepto Él mismo. Y el Señor Jesús, lejos de resguardarnos de Dios, es Aquel
mismo que por Su muerte nos lleva a Dios, y vive para siempre para interceder por nosotros.
Una vez más, esta es la posición actual del
Cristiano, no meramente la futura. Cuando vayamos al cielo, no dejaremos de ser sacerdotes. Cuando venga el reino de nuestro
Señor Jesucristo sobre la tierra, no dejaremos de ser sacerdotes; por el contrario, en lugar de ello, siendo esta una posición
a ser disfrutada y comprendida por la fe, seremos exhibidos como reyes y sacerdotes; nosotros reinaremos con Cristo. Pero
el evangelio, la verdad del evangelio, tal como es revelada en las Epístolas, demuestra que cada Cristiano está ahora en el
lugar de sacerdote, no meramente en una manera figurativa sino en una manera muy real, ya que hay siempre una realidad conforme
al evangelio. El Cristianismo presenta la realidad de la verdad y la gracia de Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Esto ayudará a demostrar la inmensa importancia
del tema que está ante ustedes. Además, demuestra cuán incrédulo es el Ritualismo, aunque en apariencia parezca ser más respetable
que el Racionalismo, no tan audaz quizás, y ciertamente más reverente en sus posturas - mejor dicho, en sus imposturas. Puede
saludar con un beso, puede inclinarse ante Jesús, puede darle a Él, de palabra, amplio honor; pero juzgado por la Escritura,
por la siempre viva Palabra de Dios, su corazón está lejos de Él. Sí, no es más verdadera adoración del Señor Jesús que cuando
Israel de antaño, obrando por el poder de Satanás, osó comparar un becerro de oro con Jehová; ya que incuestionablemente el
Ritualismo de la Cristiandad ni siquiera se adhiere a las figuras de lo verdadero. De ninguna manera se justificaría si se
limitara a las sombras antiguas de "bienes venideros": ya he mostrado que, aun si lo hiciese, no sería Cristiano. Ya que la
Escritura afirma que para los Cristianos Gentiles es idolatría consagrar a usos Cristianos los elementos dados a los Judíos
(Gálatas 4:9).
Los Así Llamados Padre Cristianos
En realidad, sin embargo, el
Ritualismo va mucho más allá; y es también un hecho asombroso no conocido por todos, que, pese a su jactanciosa referencia
a los antiguos escritores que son llamados comúnmente 'padres', este sistema se ha desarrollado enormemente desde aquellos
días. Tomen, por ejemplo, su extraña sombrerería con colores más adecuados a 'arlequines' o a los más fantásticos de los actores
de teatro, y que los hombres que se denominan ellos mismos siervos de Cristo se permiten - pido perdón, se denominan ellos
mismos sacerdotes Cristianos: ¿los sostienen aquí los 'padres'? De ningún modo. No se trata de que los 'padres' serán alguna
vez para mí un estándar sea de práctica o de ortodoxia. Los conozco demasiado bien para admitir un sueño semejante ni por
un instante. Puede ser apropiado para los que jamás los han comparado con la Palabra de Dios; puesto que yo reconozco que
es posible estudiarlos profundamente, y quedar completamente estupefactos por ellos. Efectivamente, nada maravilla tan grandemente
a mi mente que el hecho de ver a hombres de dulces afectos, y de habilidad y logros superiores, que sin embargo parecen entregados
a mentes desprovistas de discernimiento cuando ellos citan a los 'padres'. Si el caso es que ellos mismo podían, y pueden,
escribir mucho mejor, cada vez que siguen la Palabra de Dios; no obstante, ellos se inclinan ante ellos, tal como un Católico
Romano lo hace delante de la oblea que él adora como su Dios, o delante de la virgen en quien él confía para interceder por
su alma.
No menos dolorosamente uno ve buenos hombres
cuyas conciencias y mentes parecen retenidas cuando están presencia de los restos mohosos de estos escritores antiguos. Pero
aun ellos nunca contemplaron lo que ha sucedido en nuestro día; ya que es notable que ellos etiqueten como siendo no mejores
que personas buenas para nada a aquellos que apenas llegaron tan lejos como disfrutar de magníficas vestiduras. Clemente de
Alejandría, si recuerdo correctamente, trata tales síntomas, aun en el germen, como de total mala reputación. Me parece que
la verdad es que los vestidos que desde hace tiempo se han convertido en eclesiásticos, eran originalmente meramente vestidos
de la gente de aquel día. Se introdujeron vastos cambios cuando los bárbaros vencieron y derrocaron el imperio Romano; y eso
que solía ser meramente el vestido civil de un Romano llegó a ser, por un vuelco extraordinario, el vestido eclesiástico de
un así llamado 'sacerdote Cristiano'. Ellos tenían vestidos particulares para los días de ayuno, y otro vestido para los días
de fiestas y los días comunes. Este es más o menos, yo creo, el origen de aquello que ha sufrido tan extraña metamorfosis,
pero que al mismo tiempo ha sido tan singularmente abandonado por algunos pretendientes a la antigüedad eclesiástica en nuestro
propio día. Pero basta de esto.
Los 'Padres' y las Escrituras
Vuelvo aún al solemne hecho ya mencionado - el vínculo de conexión entre el Racionalismo y el Ritualismo, y tanto
más porque la conexión tiene tendencia a ser insospechada.
Yo recuerdo un incidente que puede ilustrar
esto un poco. Un amigo mío que una vez se dirigía a Oxford, no identificó por un momento un antiguo principal universitario
que estaba sentado junto él. Muchos años habían transcurrido desde su separación, tampoco estoy al tanto de que hubiese algún
conocimiento particular, incluso en días anteriores. Ellos ya no eran jóvenes, y ambos han partido ya. La pregunta que mi
amigo formuló a su compañero de viaje fue esta: «Disculpe, señor, ¿me puede decir usted cómo siguen los Racionalistas en Oxford?»
Fue una pregunta embarazosa a uno que era un líder principal del Racionalismo; ya que él era, al menos en ciencias físicas,
el más distinguido de los siete que desde entonces lograban notoriedad nada envidiable por medio de los 'Ensayos y Críticas.'
[1] Él guardó silencio por un momento; pero yo supongo que él vio que el rostro del que preguntaba no indicaba uno que estaría
dispuesto a insultar a otro mediante una pregunta impropia - una pregunta que yo estoy persuadido él no habría formulado si
él hubiera reconocido al Sr… -.
[1] Los 'Ensayos y Críticas' por seis clérigos y un laico de la Iglesia de Inglaterra (Anglicana), fueron
publicados en 1860, y fueron condenados por los obispos en la Convocación de 1864.-
Después de una pausa el profesor respondió,
«Tan rápido, señor, como los dejen los Tractarianos.» [2] «¿Qué quiere usted decir?» dijo mi amigo. «Esto», dijo el otro,
y expuso el caso de manera bastante sucinta, y no es una mala confirmación de aquello sobre lo que yo he estado insistiendo
- «Los Tractarianos dicen que los padres son tan buenos como las Escrituras. Los Racionalistas responden que las Escrituras
no son mejores que los padres.»
[2] N. del T.: Tractarianos: Aunque el lenguaje y las ideas evangélicas dominaron cada vez más la sociedad
inglesa, incluso después de que el poder religioso esencial del movimiento hubiera comenzado a desvanecerse, el Evangelismo
no era el único movimiento religioso influyente de la era. En Oxford, un grupo de académicos y sacerdotes anglicanos estaban
cada vez más descontentos con la falta de seriedad con la que la institución consideraba sus deberes religiosos, con el fracaso
para apreciar la herencia católica de la Iglesia, en particular su visión histórica y teológica previa a la Reforma y con
su Erastianismo - la disposición a subordinar sus exigencias legítimas y las prerrogativas de la Iglesia ante los requerimientos
de la política estatal. Estos líderes tan conocidos eran John Henry Newman, John Keble, y Edward Pusey, y su método preferido
era una serie de publicaciones que habían comenzado en 1833 a las que llamaron «tratados» (tracts), de ahí que se les conociera
como los tractarianos (y también como el Movimiento de Oxford). Estas piezas argumentativas atacaban lo que los eclesiásticos
de la Iglesia alta consideraban como la debilidad imperante en la Iglesia, y en particular el asalto de lo que llamaban el
«liberalismo». Con esto se referían tanto a la laxitud doctrinal y la inatención a muchos aspectos de la rica herencia de
la Iglesia como a las tendencias políticas que amenazaban el estatus de la Iglesia como institución nacional. Esto incluía
el Erastianismo y la otra cara de la moneda, que era la creciente agitación por la separación del Estado. La escisión de la
posición favorecida de la Iglesia dentro del Estado no procedía exclusivamente del descreimiento como a veces los tractarianos
daban a entender, sino que fue principalmente impulsada por la disidencia, que se encontraba en comparación con los anglicanos
en una situación realmente complicada, incluyendo su habilidad para participar plenamente en la vida universitaria. Richard
Hurrell Froude, un joven asociado de Newman y Keble y miembro de Oxford que falleció a la edad de treinta y tres años, respondió
duramente ante la idea de que la debilidad de la Iglesia se debía al Estado y sostuvo que la causa verdadera era la decepción
del clero. La pretensión de que Inglaterra era una nación cristiana imposibilitó la instauración de la disciplina eclesiástica
dado que dejaría al descubierto la falsedad de la apariencia. [Froude, Remains, 1: 273. Newman publicó póstumamente estos
volúmenes procedentes de los escritos misceláneos de Froude]. Fuente: http://www.victorianweb.org/espanol/religion/tractarian.html
La respuesta lleva claramente el caso a un
problema, y nos demuestra que bajo superficies completamente diferentes - audacia intelectual por una parte, que osa hablar
contra la Palabra de Dios, y, por otra parte, la piedad exterior o, en el mejor de los casos, la genuflexión del Ritualismo
- existe realmente, en el fondo, la misma raíz de infidelidad. Existe la suplantación de la verdad clara de la Palabra inspirada.
Ambos sistemas se deshacen de ella, privando al alma lo que es el único medio de un vínculo vivo entre Dios y el hombre. No
importa cuáles puedan ser los medios o las formas, sea el proceso negativo del Racionalismo, o el reclamo más positivo del
Ritualismo: si el hombre entra - ya sea en sus ritos o en su razonamiento - como para excluir la Palabra de Dios, o da un
paso entre su autoridad y el alma del hombre, se trata, al final, de más o menos el mismo resultado.
Queda por demostrar además, en cuanto a esto,
la enseñanza general del Nuevo Testamento. Me he limitado a un pasaje particular; pero, como antes, en lugar de exponer lo
que del Ritualismo es crudo, doloroso, y evidentemente malo, yo deseo tomarlo como este presenta y le agrada presentarse a
sí mismo, para tomarlo en su mejor forma desde sus defensores más capaces. Es siempre justo, si no obligatorio, hacerlo así.
Mientras más tenemos que culparnos los unos a los otros, más deberíamos dejarle vestirse de su mejor apariencia, y tener el
más alto crédito que su conciencia pueda admitir. Coloque usted siempre un adversario en la luz más favorable que usted pueda;
no tiene sentido para usted ser un adversario si su causa no soportará esto. ¿Por qué debería usted rebajar a otro? ¿Por qué
abrigar un pensamiento exagerado o falto de amor? No es ninguna falta de amabilidad ni de humildad, sino por el contrario,
es amor real - amor por Dios y por Sus hijos - afirmar con toda claridad esa verdad divina que es arruinada por el Ritualismo,
ignorante de Su naturaleza y de su propia oposición a Dios.
El Ritualismo está Construido Solamente sobre la Encarnación
Entonces, en cuanto a la doctrina del Ritualismo, yo no estoy ahora a punto de decir ni una palabra acerca de excesos
en la forma y en la práctica, y rehúso detenerme sobre lo que se podría denominar los abusos de personas de mentes livianas
que lo adoptan. No ejerceré presión duramente sobre los impulsivos hombres y mujeres jóvenes, o sobre sus más culpables mayores.
Debemos volvernos para considerar a los más serios y más sabios entre los que son sus líderes. Ahora bien, tal como se afirma
por parte de los que son más competentes, en su mejor luz, este es el principio esencial del Ritualismo: no deja de creer
en Jesús como una Persona Divina; lejos de negar que el Hijo de Dios fue un hombre en el mundo, este sistema toma su posición
sobre la gran verdad de la encarnación - una verdad que atesoro como siendo muy preciosa y esencial al Cristianismo. La encarnación
no sólo significa Dios en el mundo, sino una Persona Divina la cual ha tomado la humanidad en Su Persona. Es la unión de Dios
y el hombre en la misma persona. El Ritualismo es un sistema imaginativo, construido sobre la verdad de la encarnación. Sostiene
que cuando Jesucristo, el Hijo de Dios, estuvo en este mundo, Él trajo desde lo alto toda bendición necesaria - poder, bondad,
amor, verdad - para aplicarla a las almas y a los cuerpos de los hombres. Este sistema sostiene que la única forma en que
el hombre puede recibir la bendición es poniéndose en contacto con Su humanidad. Pero entonces, Él murió sobre la cruz, y
ya no está. El Ritualismo pasa siempre ligeramente sobre el sepulcro de Cristo, raramente deteniéndose sobre él, excepto como
un arma para tratar con los afectos, o como una demostración del amor divino. Esto lo pueden hacer los sistemas más falsos,
tal como lo hace el mismo Socinianismo. [3] Así han sido, también, los Jesuitas, famosos predicadores de la cruz hasta la
fecha, con efusivas apelaciones al temor o al sentimiento.
[3] N. del T.: SOCINIANISMO: Una herejía con relación a la naturaleza de Dios. Esta herejía deriva de
dos hermanos apellidados Sozini quienes vivieron en 1500 en Polonia. El Socinianismo niega la doctrina de la Trinidad declarando
que esta niega la simplicidad de la unidad de Dios en tres personas. En vez de esto, Dios es una sola persona y el Espíritu
Santo es sólo el poder que emana de Dios. Por lo tanto enfatiza la unidad de Dios, negando la existencia de la unión divina
y humana en una sola persona como en Cristo. De esta forma, el Socinianismo niega tanto la encarnación y deidad de Cristo
como Su preexistencia, enseñando que Jesús era sólo un hombre y que como un hombre divinizado debía ser adorado. Como Jesús
no es divino por naturaleza, Su sacrificio no fue eficaz; o sea, no trascendió en la redención de las personas que creen en
éste: sólo fue un ejemplo de auto sacrificio. Los seguidores del Socinianismo también rechazaron el bautismo de niños, el
infierno y enseñaron la destrucción del malvado. La Biblia tenía autoridad pero era solamente entendible a través del racionalismo.
Este sistema de creencias está equivocado ya que niega la doctrina de la Trinidad y la deidad de Cristo.
Fuente: http://www.miapic.com/socinianismo
No se puede decir que el Ritualismo va más
allá de esto, aun tomando en cuenta a aquellos que pueden ser creyentes verdaderos. Porque yo deseo situarlo en la luz en
la que ellos mismos desearían colocarse. Ellos sostienen, entonces, que cuando nuestro Señor Jesús dejó este mundo, la iglesia
fue aquel sistema divino en el cual los beneficios de la encarnación de Cristo se iban a perpetuar para el hombre en la tierra;
que, por consiguiente, la iglesia ha hecho este bien por medio de sus oficiales o del clero. Todos nosotros sabemos que el
Ritualismo es una creencia común en el día actual, aunque obviamente, tuvo sus vertientes con anterioridad. Ellos sostienen
que por medio de ciertas personas, en una línea ininterrumpida desde los apóstoles, que eran los compañeros personales aquí
abajo del Señor Jesús encarnado, los beneficios de Su encarnación son mantenidos en un canal determinado, y asegurados mediante
señales o sellos exteriores, los cuales son los medios adecuados de transmitir las bendiciones de la encarnación a aquellos
que se someten a ellos. Este es el sistema. Ellos sostienen, por consiguiente, que cualquiera que se opone a esto debe ser
un Racionalista, y que esta es la diferencia entre un hombre ortodoxo y un heterodoxo (o no ortodoxo). [4]
[4] N. del T.: Heterodoxo: 1. adj. Disconforme con el dogma de una religión. Escritor heterodoxo. Opinión
heterodoxa. U. t. c. s. Un heterodoxo. Los heterodoxos españoles.
2. adj. No conforme con la doctrina fundamental de una secta o sistema.
3. adj. Disconforme con doctrinas o prácticas generalmente admitidas.
Fuente: http://www.rae.es/rae.html
La Muerte Expiatoria de Cristo Menospreciada
Pero, de hecho, son los propios Ritualistas quienes, sin ninguna intención de ser heterodoxos, se oponen realmente
a la verdad del evangelio según la Palabra de Dios, siendo su sistema incompatible con lo que Dios ha revelado. Ya que, se
observará, el principio de ellos a partir de la propia exposición de ellos, menosprecia el pecado, desecha su juicio, e ignora
la redención. En su teoría propia se trata de una simple continuación de lo que se encontraba cuando el Señor Jesús no había padecido en la cruz. El Hijo estaba tan verdaderamente encarnado antes de que Él muriese como después.
Su sacrificio, Su muerte, Su resurrección, son completamente distintas de la encarnación, aunque imposibles sin ella. Se admite
libre y cordialmente que la encarnación no sólo nos dio la Persona del Hijo de Dios, sino también la condición de humanidad
en que Él pudo cumplir la redención. Mientras Él permaneció sencillamente divino, no podía haber ningún vínculo con el hombre;
pero cuando Él se hizo hombre, indudablemente allí, conforme a la bienaventurada voluntad y a los benditos modos de obrar
de Dios, fue el estado de la Persona la cual iba a morir en expiación. Cuando Él estuvo meramente encarnado, la expiación
aún no había sido hecha.
Observen, asimismo, la consistencia del sistema,
por lo que se refiere a su idea de un sacerdocio terrenal, y de ordenanzas sacramentales como el único medio de salvación
- porque esta es la doctrina. Cuando nuestro Señor Jesús estuvo aquí abajo, cuando Él, el Hijo, se encarnó, antes de Su muerte
y resurrección, Él reconoció cuidadosamente el sacerdocio conforme a la ley - un sacerdocio investido en Aarón y sus hijos,
el cual, en ninguna manera, pertenecía a Él mismo. Y tal como Él respetó el sacerdocio Judío, así sostuvo Él todas las sombras
de la ley. En otras palabras, Él dirigió Su propio peso divino en apoyo del sistema ritual hasta que la cruz le puso fin.
No había llegado aún el tiempo para que la gracia y la gloria de Dios lo desplazaran. Habría sido contrario a la mente de
Dios haberlo derribado en aquel entonces, y el Señor Jesús, en palabra y en hecho, así como en Persona, era la expresión de
Dios y de Sus modos de obrar. Por consiguiente, mientras el Señor estuvo en la tierra, vemos Su adhesión al templo, a las
fiestas, a los sacrificios, a todo. No, en el caso de Su propia persona sabemos que fue así desde el principio, tal como lo
encontramos en Lucas 2. El Señor observó los tiempos y las ocasiones (sazones), y reconoció plenamente aquel sistema humano
de ritual que Dios había introducido por medio de Moisés.
El Rasgado del Velo
Pero en el momento en que Él murió en la cruz, el sistema completo en su principio desapareció delante de Dios. Estaba
muerto. La muerte de Cristo sentenció a muerte el sistema ritual; hizo infinitamente más, pero hizo eso. Entonces, como hemos
visto, el velo se rasgó; y no fue el hombre quien lo hizo, ni fue un accidente; fue Dios quien lo rasgó. ¿Cómo podía subsistir
el Ritualismo con un velo rasgado? ¿Cómo podía permanecer para aquellos que habían recibido al Señor Jesús y estaban facultados,
por Su sangre, a ir directamente a la presencia de Dios?
¡Y qué maravilloso testigo de esta verdad
aparece en el ladrón convertido quien murió al lado del Señor! "Hoy estarás conmigo en el paraíso." (Lucas 23:43). Qué demostración
más inequívoca podía haber de que ello no era una teoría vacía, sino, por el contrario, era, así como toda la verdad es, ¡muy
práctico! De hecho, era para las almas de los hombres y para la gloria de Dios, para necesidades actuales y bendiciones eternas.
Por consiguiente, aquel ladrón convertido proclama, por tanto, la falsedad del sistema ritualista.
El Dr. Newman y el Ladrón Convertido
(Nota del Autor: El Dr. J. H. Newman, ministro Anglicano, fue líder del Movimiento Ritualista de Oxford,
después dejó la Iglesia de Inglaterra, y se unió a la Iglesia de Roma (1845), y llegó a ser Cardenal (1879-1890)).
Estoy consciente de que los Ritualistas responderían
de otro modo, y yo recuerdo de qué manera ello fue utilizado por uno que no estaba muy detrás del jefe de ellos - un hombre
que ya no está, es verdad, en las filas Protestantes del Ritualismo, sino en Roma, el hogar natural y el fin necesario de
todo ello. Fue en un sermón que tenía la intención de influir sobre sus antiguos compañeros; y su comentario fue algo parecido
a esto: «Sin iglesia o sacramento, sin sacerdote, sin confesión, de inmediato el ladrón, por medio de la fe, recibió al Salvador
y fue al cielo.» Michos dirían, «¡Qué admirable doctrina!» Otros añadirían, «¡De qué manera los extremos se encuentran! Imagínense
al DR. Newman predicando la doctrina de Plymouth, ¡la libre y plena gracia de Dios en el evangelio!» Pero no es así; se trata
de absoluta maldad: permítanme que les diga por qué. Lo que él enseñaba es que el poder de la fe del ladrón convertido fue
tan grande y tan precioso a los ojos de Dios, que a Él, como consecuencia de la necesaria falta de la iglesia y de los canales
sacramentales, le agradó honrar la fe de este hombre tanto como para darle esta gran indulgencia. Ahora bien, yo afirmo que
esto es una negación del Evangelio: ningún hombre que lo comprendiese podría enseñar así. Se trata de un error vital, dejando
a Cristo y a Su obra realmente afuera, y dando toda la importancia a lo que había en el hombre.
Pero Dios no permita que alguno de los que
están aquí pudiera marcharse con el pensamiento de que yo me estoy pronunciando acerca del autor de este discurso: yo solamente
compararía su doctrina con la verdad del evangelio; y rechazo aquello que se opone al evangelio, sin pronunciar una palabra
acerca de su condición personal, de la cual yo no sé nada. Es mejor no hablar de lo que nosotros no conocemos; pero, como
siervo del Señor Jesús, yo hablo de lo que Él ha enseñado o predicado, y digo que es falso que Dios viera semejante valor
meritorio (puesto que esta es la doctrina) en la fe del ladrón que, bajo esas circunstancias, compensó la falta de iglesia,
sacerdote, y sacramento. Todos esos pensamientos son simplemente imaginación religiosa sin la más mínima autorización por
parte de la Palabra de Dios. Ellos no pertenecen a la mente ni al lenguaje de la fe.
¡NO! lo que el ladrón convertido muestra
en realidad es el valor de Cristo y de Su sangre, la eficacia actual, inmediata, eterna para un alma muy culpable pero ahora
arrepentida, de lo que Jesús obró por los pecadores en la cruz. El pecado fue juzgado allí; la gracia de Dios fue mostrada
allí hasta lo sumo. Allí estaba un alma que haciendo frente a cada obstáculo la recibió con sencillez; pero ni un pensamiento
de alguna cosa en él mismo que pudiera ser una ofrenda para Dios, ni un rastro de que él presentara, por decirlo así, su fe,
y que Dios aceptara esto como de tal valor señalado ante Su vista, que Él podía prescindir, y prescindiría, de aquello que,
en rigor, debería haber sido para salvación de las almas. No es así. El ladrón tuvo lo que debía ser; él tuvo lo único que
puede bastar para un pecador con Dios. No se trata de que yo niegue, ni por un momento, el lugar de la iglesia; ya que debo
decirles que yo soy un hombre de iglesia - un hombre de iglesia de estatura, si ustedes lo desean - y que, contemplando la
iglesia como el cuerpo de Cristo o como la casa de Dios, yo tengo las más poderosas convicciones de lo que es verdadero y
obligatorio para el Cristiano con respecto de ella.
Cada Cristiano es un Hombre de Iglesia
No supongan ningún juego con la palabra iglesia; ya que, de hecho, sostengo que ella es el lugar donde cada Cristiano
ha de estar en el sentido más verdadero y pleno de un hombre de iglesia. No es suficiente que un hombre sea un Cristiano sin
ser un hombre de iglesia; tampoco significa lo mismo. Tampoco se trata de que yo admire el subterfugio Agustino de una iglesia
invisible. No es mi intención ofender a mis amigos disidentes que están presentes, pero estoy totalmente convencido de que
ellos están equivocados, y que muchos evangélicos son un poco, si es que lo son en absoluto, mejores. Es decir, me ha satisfecho
por muchos años el hecho de que las sociedades, o compañías voluntarias, son una negación práctica de la iglesia de Dios.
Por tanto, en lo que respecta al principio, independientemente de lo distanciado en su aplicación, yo iré tan lejos como el
Dr. Newman o el Dr. Pusey, aunque yo aborrezca el abrazo de Babilonia, que ha seducido a uno, si es que no ha seducido al
otro. Yo no considero a la mujer que está sentada sobre siete montes como siendo la iglesia de Dios, sino, por el contrario,
como una falsificación espuria, como la vertiente principal y central de todas las corrientes oscuras y turbias del Ritualismo;
porque ella está sentada, también, "sobre muchas aguas." (Apocalipsis 17).
Pero yo sostengo que, antes que llegue al
asunto de la iglesia, un hombre es puesto a prueba minuciosamente mediante la verdad en Cristo; y esto es de vital importancia
en todas las formas concebibles. La iglesia no va en primer lugar, y después Cristo;
sino que Cristo es primero, siendo la iglesia meramente un complemento, aunque un complemento de toda importancia. Y estoy
seguro que si un hombre se aferra sencilla pero inteligentemente a Cristo, él estará muy poco dispuesto ya sea al Catolicismo
o a los Disidentes. Él estará satisfecho con la iglesia de Dios, tal como Él lo dice en Su Palabra, y le hace bien, de hecho,
pese a toda la ruina externa; y esto es lo que yo quiero dar a entender cuando hablo acerca de ser un hombre de iglesia. Repito,
yo no quiero decir meramente de una manera invisible, lo cual es completamente no Escritural. Antes que la iglesia comenzara,
había invisibilidad para los santos, salvo individualmente: el objetivo mismo de la iglesia era ser aquí un testimonio visible,
aunque sólo será perfecto en la gloria, y ha fracasado como todo lo demás. Al mismo tiempo, yo sostengo que existe la realidad
de la iglesia de Dios en la tierra, así como la expresión 'hombre arruinado' supone un hombre, aunque jamás en tan miserable
estado.
Ahora bien, lo que hace que la importancia
de esto sea clara es que la verdad del evangelio trata con el alma, con el hombre como un pecador totalmente culpable, pero
muestra también los tratos de Dios con su mal en Su gracia, sin embargo, quitándolo de en medio justamente; es decir, manteniendo
Su propio carácter. Es aquí donde el Ritualismo es tan ofensivo y completamente hostil a la verdad de Dios. Si ustedes substituyen
la expiación, la redención, poniendo en lugar de ello la encarnación, ustedes desechan el juicio del pecado; ustedes convierten
la expiación en un mero accidente - algo que, en el mejor de los casos, entra como una especie de 'añadido' de la encarnación;
ustedes ignoran de este modo, su único lugar correcto. Mientras que la verdad del evangelio se fundamenta sobre un Cristo,
no solamente encarnado, sino sobre Aquel que ha muerto tanto para quitar de en medio el "viejo hombre" con todo su mal como
para comenzar una nueva creación - Aquel que ha entrado en un lugar nuevo y muy real, no en la escena arruinada del pecado
y del hombre caído. Porque Aquel que era Dios así como también hombre, Aquel que no estuvo en una condición caída sino que
como hombre era "lo Santo" (Lucas 1:35 - RVR1909) o "el Santo Ser" (Lucas 1:35 - RVR60), en la cruz, pasó bajo todas las consecuencias
de la caída, y cumplió allí la victoria perfecta. El Espíritu Santo ha sido enviado ahora desde el cielo a proclamar los resultados
inmediatos presentes de esa victoria a toda alma que cree. Este es el evangelio.
La Epístola a los Romanos y la Justicia
En las declaraciones precedentes me he referido
a los hechos de los Evangelios; pero si nos ocupamos de la Epístola a los Romanos, es la misma cosa. Allí no sólo está únicamente
la encarnación, sino Cristo que murió, y Cristo que resucitó; y el Cristiano adquiere un lugar correspondiente. Por consiguiente,
no se trata de la vaguedad del Ritualismo, así como tampoco se trata de las tinieblas del Racionalismo - ambos fríos, incómodos,
efectivamente; sino que lo que se presenta realmente es que Dios ha sacado a la luz justa y plenamente todo el mal, a fin
de quitarlo de en medio. Cristo "por el sacrificio de sí mismo", quitó "de en medio el pecado." (Hebreos 9:26). Por consiguiente,
ahora no sólo se trata de misericordia. Concuerdo con ustedes que la venida de Cristo a la tierra fue una misericordia muy
enriquecedora; pero hay más que misericordia ahora. La muerte de Cristo ha puesto el fundamento de la justicia. No se trata
solamente de que Él era el Justo; Él fue esto en todo aquí abajo; sino que la cosa maravillosa es que ahora, tal como lo muestra
el evangelio, hay justicia para justificar el creyente, sí, al impío. El evangelio muestra que Dios es ahora justo a favor
de aquel que ha recibido a Jesús, considerándole sin mancha o impureza a Su vista. En aquel día el ladrón convertido fue hecho
apto para el cielo, y así lo experimenta cada alma que cree el evangelio. Por un Cristo que padece (1 Pedro 3:18) nosotros
somos llevados a Dios, llevados en gracia y poder por medio de la fe. Nosotros le conocemos así, habiendo conocido en el evangelio
Su amor en nuestra mayor necesidad.
Pero entonces, no es meramente esto. Nosotros
somos llevados a una nueva relación. Hay muchos que creen en Cristo, y están bastante seguros de que Dios les ha perdonado
sus pecados. ¡Quiera Dios que cada Cristiano, sea él un Disidente, o Anglicano, o sea él lo que fuere - quiera Dios que cada
persona que ha recibido el nombre de Jesús estuviera 'pletórica de la remisión de pecados', tal como Lutero lo denomina. Él
dijo que la iglesia estaba pletórica de remisión de pecados. Quiera Dios que cada individuo fuese realmente así, que él tuviera
el sentido sencillo, pleno, feliz, constante, de ser perdonado.
Yo no quiero decir mediante esto que un hombre
no haya de experimentar pena o vergüenza si es que él se ha deslizado a un lado y ha deshonrado al Señor. Por aquel perdón
plenario yo no quiero dar a entender que si un hombre cae en el mal él tenga que soslayarlo debido a que todo ha sido perdonado.
¿Quién enseña tal doctrina? Pero yo sostengo que lo que Dios le ha dado por medio del evangelio no se pierde por su locura;
y debido a que él está perdonado a la vista de Dios, él es llamado a humillarse y confesar al Señor; él puede acudir a Dios
acerca de ello debido a que él tiene un gran Sumo Sacerdote. Es aquí donde entra el sumo sacerdocio de Cristo. Ni siquiera
se trata de ir a Cristo, aún menos de ir a un hombre en la tierra, sino de ir a Dios por medio de Cristo; y la razón es que
Dios, en el Evangelio, ha demostrado ahora Su gracia y salvación perfectas dando todo libremente a mi alma. Por consiguiente,
como yo he pecado contra Dios, yo uso aquel Salvador, y tengo derecho a usarlo a Él, como mi Sumo Sacerdote - para ir a Dios
y reconocer mi pecado - para exponer el pecado justa y plenamente delante de Dios, con la certeza de que Su gracia restaurará
mi alma, y ella lo hace.
Pero esto supone que el creyente está en
una relación establecida. Él está en la relación de un hijo de Dios; y más que esto, él es un miembro del cuerpo de Cristo.
Pero estaría bien advertirle acerca del gran error de suponer que ser miembro del cuerpo de Cristo es sencillamente una cuestión
de fe. Además de la fe debe haber algo más, y la suma de ello es que sobre el terreno de su fe, usted recibe el Espíritu Santo,
bautizándolo a usted en un solo cuerpo (Hechos 1:5; 1 Corintios 12:13).
De este modo se puede ver que la posición
de un Cristiano es una relación viva, tanto individual como corporativamente. Ustedes comprenderán, por tanto, por qué yo
hable de la dificultad de concebir un Cristiano inteligente que no sea también un firme hombre de iglesia en el verdadero
sentido de la palabra. En resumen, él no es meramente un individuo. Él es esto, y él es, antes que nada, un individuo llevado
a Dios; pero entonces él comparte la infinita bendición de ser un miembro del cuerpo de Cristo, y esto ahora en la tierra.
Esto es lo que quiero decir cuando hablo acerca de ser un hombre de iglesia. Tal era la iglesia como era conocida en los primeros
días: ¿por qué debería ser ahora de otra manera? ¿Por qué cualquier otra cosa debería ser suficiente ahora? ¿Qué es lo que
nosotros valoramos? ¿Valoramos lo que viene de Dios, o lo que es del hombre? Esta es la interrogante.
La Renuncia a los Privilegios Cristianos
Por eso, a través de todas las Epístolas, comenzando con la Epístola a los Romanos, nosotros encontramos la gran verdad
de que el lugar del Cristiano es por la muerte y resurrección de Cristo, no meramente por Su encarnación. Se mantienen así
dos principios:
1.- Dios es glorificado por el Señor Jesús
en cuanto a todo lo que nos podría dañar; a
continuación;
2.- el creyente es justificado del pecado
(singular), así como también de sus pecados (plural).
Cuando en lugar del evangelio se coloca la
encarnación, esto los lleva de regreso allí donde la obra debía ser llevada a cabo; ustedes están esperando por aquello que
ustedes no tienen. Este es el estado en el que el Ritualismo los deja; por consiguiente, ustedes deben, necesariamente, ir
y aprovecharse de las ordenanzas religiosas. ¿Qué son ellas? Promesas. Sería presuntuoso, según el Ritualismo, que un hombre
supiera que sus pecados son perdonados; sería presuntuoso que uno dijese que él es un hijo de Dios; sería presuntuoso tomar
el lugar de ser, ciertamente, un miembro del cuerpo de Cristo, excepto en el sentido vago de todo hombre de mundo es aquel
que se comporta decentemente y 'va a la iglesia'. Ahora bien, en la Escritura todo es real, y no sólo esto, sino que es dado
a conocer; es comunicado en poder a nuestras almas, debido a que toda nuestra acción tiene que estar fundamentada sobre una
relación conocida. Vaya, usted mismo debería saber esto.
La duda sistemática tiene un efecto ruinoso.
No es de extrañar que, allí donde la encarnación toma, efectivamente, el lugar de la redención de Cristo, existan dudas sin
remover. El Ritualismo quita lo que el Cristianismo ha revelado como habiendo ya sucedido, ya que levanta también un velo
que deja al hombre fuera de la presencia de Dios. Mientras había un velo, Dios moraba en densas tinieblas, y el hombre estaba
al otro lado, en el lado equivocado; mientras que la esencia del Cristianismo es que Dios ha descendido a mí y me ha llevado
a Él mientras estoy en este mundo. Es un asunto de fe, sin duda, pero esto no hace que ello no sea menos realidad. De hecho,
los hechos de la fe tienen una sustancia en ellos que trascienden los hechos de los sentidos. Ambos son reales, pero los hechos
de los sentidos pueden desaparecer, mientras los hechos de la fe jamás lo harán. Usted es llevado a una realidad eterna cuando
es colocado en contacto con el mundo de la fe; pero usted en llevado a él ahora.
Esto es el Cristianismo. Usted no espera
hasta llegar al cielo para ser celestial. Esto es parte de la nueva relación. De nuevo, usted está muerto con Cristo, no meramente
muriendo. El ritualista está tratando de morir. Él se está esforzando, ¡pobre hombre! para hacer morir ese viejo hombre que
no morirá. Hay siempre un homicidio, pero jamás se le da muerte; y no es de extrañar. El hecho es que no hay otro poder más
que el de Dios que pueda tratar con él; y es Dios quien lo ha hecho en la cruz de Cristo. El creyente, el Cristiano que comprende
el evangelio, comienza con esta preciosa verdad.
Ritualismo y Bautismo
Y esto muestra el lugar en que entran las instituciones del Cristianismo. Yo espero que no haya nadie aquí que quite
importancia al bautismo o a la cena del Señor; pero me atrevo a decir que hay muchísimos aquí que escasamente entienden su
importancia verdadera. Ahora bien, yo no voy a entrar en puntos debatibles, sino que declararé la segura verdad de Dios. Es
tristemente notorio que el bautismo es usado por los ritualistas como un medio de obtener vida. Eso es lo que el ritualista
quiere decir cuando habla acerca de la 'regeneración bautismal': él da a entender
que una persona es llevada a la vida mediante aquel acto debidamente administrado por uno que está en la sucesión apostólica.
De ningún modo estoy difamando o exagerando. Ellos mismos lo dirían así en términos más fuertes, de ser posible. No obstante,
de qué manera perece todo el sistema ante la Palabra Divina.
En primer lugar, conforme a la Escritura,
el bautismo jamás es señal de dación de vida sino de muerte. Es la señal de tener parte con Cristo en Su muerte. El bautismo
jamás es presentado en la Escritura como una medio de dar vida. Aquellos que dicen eso están totalmente equivocados en los
principios mismos del Cristianismo. Muerte es lo que nosotros necesitamos; y no meramente vida. Siempre hubo dación de vida
en el sentido de vivificar. ¿Suponen ustedes que antes que el Señor Jesús viniera a este mundo no hubo personas vivificadas?
Esto fue antes de que se hubiera oído algo acerca del bautismo. Para asegurarnos: ¿quién lo puede dudar? ¿Suponen ustedes
que Abraham, Isaac, y Jacob no recibieron vivificación de parte del Hijo de Dios tanto como la recibimos ustedes y yo? Pero
ellos no fueron bautizados por todo eso; y yo no voy renunciar a mi bautismo, ni tampoco a lo que la Escritura me dice que
el bautismo significa. No voy a escuchar a personas que me dicen que es el medio del nuevo nacimiento o sólo la señal de ello.
Yo sostengo que es la señal exterior de una muy bienaventurada verdad peculiar al Cristianismo; y la verdad es esta - no es
señal de vivificación (lo cual no es peculiar al Cristianismo, sino común a todos los santos desde el principio) sino que
es señal de que yo estoy muerto con Cristo, lo que nunca se pudo decir hasta que Cristo murió. Por consiguiente, el Cristiano
comienza con esto como la gran verdad sobre la cual él es llamado a actuar, no tratando de morir como un monje o una monja,
esforzándose por matar el "viejo hombre", sino creyendo y actuando en su fe de que Dios lo ha matado, que nosotros estamos
crucificados con Cristo y no obstante vivos, que el "viejo hombre" es tratado por el juicio divino en la cruz de Cristo, y
que yo, recibiendo a Cristo, tengo ahora toda esa bendición.
Ciertamente nuestro bendito Señor no murió
por Él mismo. La Escritura no piensa en ello, sino por el contrario. No había "viejo hombre" en Cristo: el hombre que lo dice
es un hereje. La verdad del evangelio es que Aquel que no tenía pecado muere por nosotros que no teníamos otra cosa, y la
consecuencia de Su obra poderosa es que nosotros no sólo somos vivificados, sino librados del pecado por haber soportado Él
su juicio. Él no dejó el "viejo hombre" como antes. Esa era la condición de los santos del Antiguo Testamento. Para ellos
no moría; para nosotros sí. Yo no quiero decir mediante esto que somos perfecto en el sentido de que no hay tal cosa como
la carne en nosotros; sino que lo que la Escritura muestra es que estoy facultado, por la muerte de Cristo, a tratar mi "viejo
hombre" como ya juzgado. Estoy facultado para tomar todo el consuelo, tal completamente como si realmente hubiera muerto para
siempre. Está muerto a los ojos de Dios tan verdaderamente como lo estará cuando Cristo venga. En Su venida nosotros tendremos
todos los resultados de forma manifiesta; pero yo los tengo ahora para mi fe, y soy llamado a actuar según ese lugar a los
ojos de Dios.
Es instructivo ver que el Ritualismo, al
igual que todo otro sistema humano, niega esto, mientras, después de todo, una de sus grandes jactancias es dar al bautismo
un valor más completo que común. Ustedes encontrarán invariablemente que las personas que se jactan de su solidez acerca del
bautismo están, como yo creo, equivocadas acerca del bautismo. El mejor curso a seguir es jamás jactarse de nada sino de Cristo.
Ustedes siempre tienen la razón en ello; pero en el momento en que comienza a jactarse de esta o de aquella doctrina, después
de todo, yo no daría mucho por su doctrina. Pero cuando nos contentamos de tener sólo a Cristo para jactarnos, Él estará con
usted, y hará que su doctrina sea buena y sana, no por el hecho de que usted magnifique su posesión de ella, sino porque sencillamente
se aferra de Cristo. Tenemos toda la verdad en Él, ¡y que el Espíritu de Dios pueda hacernos cada vez más fieles a Él!
Pero hay más que esto. Yo dije que, antes
que nada, el Ritualismo es falso en su teoría del bautismo - en el significado mismo de él; pero, además, incluso como sistema
este es muy inconsistente, debido a que el principio es, que estas bendiciones de la encarnación son solamente a través del
canal designado o de las bien conocidas ordenanzas; pero todo ritualista minucioso reconocería inmediatamente que el bautismo
Cristiano es válido aun si es administrado por una mujer, y obviamente, por un hombre. Ellos sostienen así que todo Cristiano
es competente para bautizar en una emergencia; es decir, el bautismo es válido. No hay duda que ellos no lo piensan ordenadamente,
pero no obstante, ellos reconocen que es real. El Católico Romano lo hace. Esa es la doctrina del Catolicismo, independientemente
de cuál pueda ser su forma. Los Disidentes y la mayoría de Evangélicos, es extraño decirlo, no permiten esto; pero todos los
así llamados Católicos, al este, al oeste, al norte, al sur, están de acuerdo en ello. Pues bien, si este es el cado, si el
bautismo es el medio de obtener vida, allí está la bendición más fundamental del Cristianismo, según el Ritualismo, recibida
enteramente aparte de la sucesión apostólica debidamente administrada en la manera establecida. De este modo, aun en su fundamento,
no se puede mantener en pie; ya que, como es habitual, Dios se ocupa de que una cosa que es falsa sea inconsistente. Es una
marca establecida, por decirlo así, a la orilla del camino para advertir a las personas de que hay peligro allí, y que la
verdad está en otra parte. El cuento ni siquiera tiene coherencia. Los testigos no están de acuerdo.
Ritualismo y la Cena del Señor
Tomen otra ordenanza, la Cena del Señor, y aparece el mismo resultado. ¿Qué es lo que presenta la Cena del Señor?
¿La encarnación? En absoluto. La Cena del Señor muestra que Aquel que se encarnó murió. Pero esta institución siempre recurrente
del Cristianismo no es individual como el bautismo, el cual es estrictamente eso, y hablando correctamente, es afuera de la
iglesia. Hablando correctamente, el bautismo me pertenece como Cristiano. Si no existiera tal cosa como el sistema corporativo
de la iglesia, yo debería ser, y debo ser, bautizado como Cristiano; pero la Cena del Señor no tiene lugar excepto en la iglesia.
Por lo tanto, ninguna persona está en libertad de tomar la Cena del Señor solo.
La Cena del Señor no es conforme a la intención
de Cristo, o a su propio significado, a menos que se tome sobre el terreno de la iglesia de Dios, sobre el terreno del un
cuerpo de Cristo; ni debería uno participar de aquel pan o de aquella copa excepto sobre el fundamento divino de la iglesia
de Dios según Su Palabra. Nosotros no estamos en libertad de renunciar a ella o de alterarla; no podemos introducir nuestros
propios pensamientos o nuestras propias modificaciones bajo ninguna pretensión, independientemente de cuáles sean. Esto no
tiene nada que ver con la cuestión de que la iglesia está en un estado de confusión. Concuerdo en esto; pero hay mayor razón
para asirnos de la verdad de Dios si la conocemos - de la indoblegable Palabra que Dios ha dado. Sean ustedes todo lo amables
que puedan ser con aquellos que no la comprenden; pero que el esmero de ustedes sea por la gloria del Señor asiendo ustedes
mismos la verdad. Tengan en cuenta a los demás. La gracia lo haría; pero aferren, bajo todas las circunstancias, aquello que
ustedes saben que es la voluntad del Señor Jesús.
Ahora bien, en la Cena del Señor, suponiendo
que la mayoría de los hijos de Dios en cualquier parte se hubiesen marchado, algunos aquí, otros allá, y hubiera sólo dos
o tres que se unen para tomar la Cena del Señor según la institución de Cristo (1 Corintios 11), ¿cuál es el significado de
ella? ¿No es, hasta este momento, un testimonio del un cuerpo de Cristo? Sería muy presuntuoso que una o dos personas dijesen:
«Nosotros somos el cuerpo de Cristo»; pero no les sería menos presuntuoso tomar
la Cena del Señor sobre cualquier otro terreno que no fuera el del un cuerpo de Cristo. Si ellos no están así, se trata de
un acto humano no autorizado; por otra parte, ellos deben asirse a Su Nombre como miembros de Su cuerpo, y participar sencillamente
de aquel pan en Su Nombre. Este es el significado. Se trata del recuerdo de Él mismo; pero es el anuncio de Su muerte, no
de Su encarnación.
Aquí, nuevamente, vemos cuán completamente
falso es el sistema ritualista. En resumen, se trata de un regreso sistemático, voluntarioso, deliberado, a lo que existía
antes de la muerte de Cristo; es la anulación de lo que Dios ha introducido ahora, y de aquello a lo cual el Espíritu Santo
se atiene. La encarnación fue un paso hacia el gran objetivo; el objetivo fue el juicio del pecado, y el establecimiento de
la justicia a través de la muerte de Cristo, pero mostrada en Él resucitado de los muertos.
Ritualismo y el Cristo Resucitado
Esto me lleva a otro punto. Mi relación es con Jesús resucitado. Indudablemente, Él descendió y participó de carne
y sangre; pero, ¿por qué? "Para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte." (Hebreos 2:14). No
fue meramente para continuar los beneficios de lo que Él hizo cuando Él vivió en la tierra. Él atraía, efectivamente, cuando
estaba vivo, pero, substancialmente, los discípulos que seguían al Señor Jesús en Su vida estaban sobre el mismo terreno de
los santos del Antiguo Testamento. Ellos vieron y oyeron más; pero era sencillamente esto - de que sus ojos vieron, y sus
oídos oyeron, a Aquel a Quien los santos del Antiguo Testamento habían estado esperando; pero cuando Su muerte y Su resurrección
tuvieron lugar, y el Espíritu Santo fue dado, todo fue cambiado, y entró el Cristianismo; y regresar a lo que había antes
de la muerte y resurrección de Cristo y del don del Espíritu Santo tiende a la apostasía del Cristianismo, aunque Cristianos
verdaderos puedan ser atrapados por la trampa.
Esto, de ser cierto, es ciertamente grave.
Permítanme dirigirlos muy brevemente a unas pocas Escrituras. Tomen 1 Corintios 6:17: "el que se une al Señor, un espíritu
es con él." No se trata de unirse a Él en carne cuando Él estuvo aquí abajo. Sin duda Él participó de carne y sangre: pero
este no es el vínculo de unión. "El que se une al Señor, un espíritu es con él." Nuevamente, ¿quién puede negar que la doctrina
expresada en 2 Corintios 5:15 es que Él murió y resucitó para que nosotros no vivamos para nosotros mismos, sino para Aquel
que murió y resucitó por nosotros? Pablo dice entonces, "aunque hayamos conocido a Cristo según la carne" (es decir, cuando
Él se encarnó, y cuando el sistema ritualista estaba aún en vigor) - "aunque hayamos conocido a Cristo según la carne, ahora
empero no le conocemos más así." (2 Corintios 5:15 - VM). Ahora que Cristo ha muerto y ha resucitado, y el Cristiano es llevado
a la asociación con Él a la diestra de Dios, la gloria inmensurable de la nueva posición eclipsa completamente cualquier asociación
que se formó cuando Él estuvo aquí abajo. Mientras Cristo estaba aquí, no podía haber unión. Podía haber aquello que miraba
hacia delante a este alto privilegio, pero dicho privilegio no podía ser dado aún de manera justa. Ahora es dado, y nosotros
somos llevados a él, y de ahí la conexión del Espíritu Santo con él. No es meramente por medio de la fe, sino por el Espíritu
Santo, lo cual es, en efecto, una verdad muy importante a tener en mente. Nuestro vínculo con Cristo, repito, es mediante
nada menos que la presencia del Espíritu Santo enviado desde el cielo, actuando en nosotros individualmente y también como
el cuerpo de Cristo.
Yo me he referido a Gálatas 2:20: "He sido
'crucificado' con Cristo" (no encarnado, simplemente), "sin embargo vivo." (Gálatas 2:20 - VM). Tomen nuevamente Efesios 1:
20-22, y encontrarán ustedes que Cristo sólo llegó a ser la Cabeza de la iglesia después que Él murió, resucitó, y fue al
cielo. La doctrina de la epístola a los Efesios presenta primeramente a Cristo cuando Él murió, y luego Él es visto resucitado,
y sentado ahora a la diestra de Dios; y sólo así Él llega a ser la Cabeza del cuerpo.
Ahora bien, nosotros pertenecemos a aquel
cuerpo, o no somos nada. Si estamos ahora en asociación viviente con Cristo por medio del Espíritu Santo, nosotros somos del
cuerpo de Cristo, exaltados a la diestra de Dios; y ese cuerpo no tuvo existencia hasta que la Cabeza estuvo allí. De este
modo, en Colosenses 1:18 se dice, "él que es el principio, el primogénito de entre los muertos." Cristo es, entonces, el principio.
Cuando Él estuvo aquí abajo, Él no era el principio; Él sólo iba a ser el principio como resucitado. Él solo iba a ser la
Cabeza de la iglesia, pero esto requería que el pecado fuese quitado de en medio. ¿Cómo podía el Señor unirse a nosotros mientras
nuestros pecados no hubieran sido borrados? y, ¿cómo podía el Espíritu Santo morar en nosotros cuando el pecado no había sido
juzgado? Vemos, por tanto, de qué manera toda la verdad es coherente. El pecado ha desaparecido, la justicia ha sido establecida,
la unión es formada por el Espíritu Santo con Cristo resucitado y glorificado a la diestra de Dios.
Esto
es, yo creo, la verdad del Cristianismo. El evangelio menciona "el misterio que ha estado oculto a los siglos y a las generaciones."
(Colosenses 1:26 - VM). ¿Es necesario decir que esto es lo que nosotros somos llamados a testificar? No sólo, o no principalmente,
a testificar de la iglesia, sino por sobre todo de Cristo a Quien Dios "ha constituido cabeza sobre todas las cosas, con respecto
a su Iglesia." (Efesios 1:22 - VM). Es el cuerpo al cual nosotros pertenecemos; el Cristo de Quien nosotros somos miembros.
Que el Señor pueda conceder
que asiéndonos de la verdad, ¡nosotros podamos dar testimonio de ella! Es la mejor respuesta de todas al Ritualismo.
William Kelly
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Diciembre 2010.-
Título original en inglés:
KINGS AND PRIESTS, by William Kelly
Versión Inglesa |
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