EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD

LA SERPIENTE DE BRONCE Y EL JORDÁN (De Egipto a Canaán, W. T. P. Wolston - Capítulo 8)

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Duración: 43 minutos y 47 segundos.-

DE EGIPTO A CANAÁN

 

W. T. P. Wolston

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960, excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

Capítulo 8 : La Serpiente de Bronce y el Jordán

 

Lectura Bíblica: (Números 21: 1-18; Josué 5: 1-15)

 

Consideraremos ahora la verdad relacionada con "la serpiente de bronce" y "el Jordán". Estos son dos aspectos de la muerte de Cristo. Cada uno de ellos presenta la verdad de una manera completamente diferente, pero aun así, de una manera en la que es de suma importancia para nuestras almas apropiarse de ella. Yo pienso que en la serpiente de bronce tenemos la maravillosa verdad de la manera en que Dios mismo se deshace de mí, y en el Jordán tenemos la verdad de la manera en que yo puedo deshacerme de mí mismo en mi propia experiencia.

 

El propósito de Dios para Israel, tal como es presentado en el libro de Éxodo, fue que Él los sacaría de Egipto y los llevaría a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel. (Éxodo 3: 8). Es algo inconmensurable que el alma profundice siempre en la comprensión del propósito de Dios, y en que, sin importar lo que suceda, el propósito de Dios no será frustrado. A pesar de toda la oposición de Faraón, y a pesar de los muchos compromisos que Faraón sugirió, Dios los sacó, y a pesar del fracaso de Israel en el desierto, Él los llevó a Canaán.

 

En primer lugar viene la verdad de la sangre en el dintel, la redención por medio de la sangre. Ese es el aspecto de la muerte del Señor Jesucristo mediante el cual se nos protege del juicio de Dios como pecadores, y nos alimentamos del cordero asado "al fuego", — es decir, de los padecimientos y la muerte de Cristo, — entrando nuestras almas en lo que es expresado en Su muerte.

 

Luego tenemos el paso del Mar Rojo. Lo que hemos visto es la verdad de la muerte y resurrección de Cristo por nosotros y por nuestros pecados, el poder del enemigo absolutamente quebrantado, la salvación de Dios manifestada, y el pueblo llevado a regocijarse en ella. Yo creo que el Mar Rojo es la muerte y resurrección de Cristo por nuestros pecados, como también por nosotros mismos. Y es algo grandioso que un alma recién convertida vea esto, a saber, que estoy libre de la tierra del enemigo, que soy sacado de esa tierra por medio de la muerte y la resurrección. Tú palpas la misma verdad, de cierta manera, cuando llegas al Jordán. Es algo grandioso que mi alma vea que estoy ante Dios en relación con Cristo, muerto y resucitado. Es lo que tú tienes en la epístola a los Romanos. Yo creo que lo que me enseña el Mar Rojo, así como la epístola a los Romanos, es que soy llevado a la muerte para escapar de todo lo que estaba en contra mía. Por medio de la muerte, — la muerte de Cristo vista como mía, — yo escapo de todo lo que me oprime como hombre en la carne. En Romanos capítulo 5 tú escapas de la asociación con el primer hombre, — Adán, — la muerte rompe el vínculo; en el capítulo 6, escapas del pecado como amo; y en el capítulo 7 escapas de la condenación que está relacionada con una ley infringida.

 

Es muy llamativo notar que tú ves a Israel como compañía entrar en el Mar Rojo, pero nunca se los ve salir. Ellos salieron, pero no se dice que lo hicieron. Creo que el motivo es éste, a saber, que cuando tú llegas al Jordán, no lees acerca de que ellos entran en el Jordán, tú ves el arca entrando, pero a ellos se los ve salir. El hecho es este, a saber, que el Mar Rojo y el Jordán se fusionan. Sacarlos de Egipto y llevarlos a entrar a Canaán era el propósito de Dios.

 

Pero, tú dices, «el desierto se interpuso». Sí, pero eso no era parte del propósito de Dios. Eso estaba en Sus modos de obrar, pero Su propósito era sacarlos y llevarlos a entrar. Los cuarenta años intermedios se convirtieron en la ocasión de aprender lo que ellos eran, y brindaron también la ocasión de aprender los modos de obrar de gracia de Dios. Si tú consideras el undécimo capítulo de Hebreos, quedarás impresionado con esto. "Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados". Es decir, la naturaleza no pudo andar por la senda de la fe. ¿Y cuál es la siguiente palabra? "Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días". (Hebreos 11: 29, 30). El Jordán no es mencionado. ¿Por qué? Porque el viaje por el desierto, con el Jordán al final, no fue la senda de la fe, fue la senda del fracaso. Cuando Dios cuenta la historia de la vida de fe, tienes el Mar Rojo y la caída de Jericó juntos. Uno va al lado del otro, y los cuarenta años en el desierto ni siquiera son mencionados.

 

Pues bien, libertados por la gracia soberana de Dios, y sacados de Egipto como hemos visto, les llevó cuarenta años entrar en Canaán. Su viaje se dividió en cuatro etapas. La primera, con la que todos estamos bastante familiarizados, va desde las orillas del Mar Rojo hasta que llegan al Sinaí (Éxodo capítulo 15 a capítulo 19: 1, 2). En esa etapa de su viaje estuvieron bajo la pura gracia soberana. Si llegan a Mara, donde las aguas son amargas, Dios convierte el agua amarga en agua dulce. Si tienen hambre, Él les da pan del cielo. Si dicen: «Nos estamos muriendo de sed», Él golpea la roca y sale agua. Si tienen que enfrentarse a un enemigo, ahí está Moisés intercediendo por ellos en lo alto, y Josué guiándolos hacia una victoria segura en el valle de abajo. Tenemos allí la energía de un Cristo resucitado, por medio del Espíritu Santo, conduciendo al pueblo de Dios a la victoria.

 

La primera etapa te lleva a la mitad del libro de Éxodo. La segunda mitad del libro está ocupada con las enseñanzas relacionadas con la instalación del tabernáculo en el que Dios iba a habitar. El libro de Levítico nos presenta la manera de acercarse ellos a Dios. Cristo es presentado en todos estos tipos y figuras como el fundamento de toda adoración. Ese es el gran tema del libro de Levítico.

 

Cuando tú llegas al libro de Números tienes el itinerario del pueblo de Dios a través del desierto. El capítulo que he leído se encuentra realmente en la última etapa de la historia de ellos. Se están acercando al final de su viaje cuando entra la historia de la serpiente de bronce. Para conectar nuestro tema, daré una breve mirada a la primera parte del libro.

 

Los diez primeros capítulos del libro se ocupan de la organización de ellos y su preparación para el viaje. El libro de los Números comienza con: "Habló Jehová a Moisés en el desierto de Sinaí, en el tabernáculo de reunión, en el día primero del mes segundo, en el segundo año de su salida de la tierra de Egipto". (Números 1: 1). Los trece primeros meses, la primera etapa de su viaje, fueron ocupados en llegar desde el Mar Rojo hasta el Sinaí, donde ya sabes, en una fatal insensatez, ellos mismos se pusieron bajo la ley. Abandonaron la gracia y asumieron la responsabilidad de andar ante Dios consintiendo que la bendición de ellos dependiera de la propia conducta de ellos. Sin embargo, todos tenemos que aprender a medida que avanzamos que el único secreto de la bendición es la gracia de Dios, en conexión con Su propósito.

 

Pues bien, en los diez primeros capítulos de Números, reitero, tú te enteras de la manera en que Dios los congregó, los reunió en torno a Él, y de cómo Él mismo estuvo en medio de ellos. Cuando llegas al capítulo 10, lees: "En el año segundo, en el mes segundo, a los veinte días del mes, la nube se alzó del tabernáculo del testimonio". (Versículo 11). Es decir, en veinte días todos fueron puestos en orden. Dios estaba entonces en medio mismo, pero Moisés, como el resto de nosotros, queriendo algo aquí abajo para que la vista se apoyara como guía a través del desierto, se dirige a Hobab y le dice: "«Sé tú los ojos para nosotros». Leemos, "Ven con nosotros,… Te ruego que no nos dejes; porque tú conoces los lugares donde hemos de acampar en el desierto, y nos serás en lugar de ojos". Números 10: 29-32). El hijo del desierto se niega a ser guía de ellos y con tierna gracia Jehová dice: «Yo iré delante de vosotros», y el arca de Jehová se convierte en guía de ellos. La columna de nube había sido su guía antes, pero Jehová, en Su hermosa gracia, ahora va delante de ellos Él mismo. "El arca del pacto de Jehová fue delante de ellos camino de tres días, buscándoles lugar de descanso". (Versículo 33). Esto fue hermosa gracia, amados amigos,  al abordar el fracaso.

 

Y tú llegas ahora a lo que es una parte muy penosa de la historia de ellos. La segunda etapa de su historia fue muy corta, pero muy llena de incidentes. Abarca el capítulo 10: 11-36, y los capítulos 11-15. Ellos llegaron a Cades muy rápidamente. (véase Números 12: 16; 13: 26).

 

Se trató de un recorrido de sólo once días desde el Sinaí hasta Cades-barnea (Deuteronomio 1: 2), pero hubo una inmensa cantidad de terribles fracasos en esos pocos días. En el undécimo capítulo se los encuentra diciendo: "Y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos". (Versículo 6). Es decir, en lenguaje claro, se cansaron de Cristo. Ah, amados, ¿está alguno de nosotros cansado de Cristo? ¿Quiero algo además de Cristo? Ese es el primer fracaso.

 

El final del capítulo muestra que Jehová les dio codornices en respuesta a su murmuración, y luego Él lidió con ellos en Su gobierno. (Versículos 31-34). "Les cumplió, pues, su deseo. No habían quitado de sí su anhelo, aún estaba la comida en su boca, cuando vino sobre ellos el furor de Dios, e hizo morir a los más robustos de ellos". (Salmo 78: 29-31). Estoy seguro que todos ustedes quedarán impresionados por este comentario del Espíritu de Dios en los Salmos acerca de esta escena. Yo realmente creo que lo que nosotros queremos lo obtenemos. Si yo quiero carne, Dios me la dará, pero con ella, disciplina y flaqueza de alma. La mano de Dios en el gobierno estuvo aquí realmente sobre ellos. No fue como el primer caso, en el capítulo 16 del Éxodo donde ellos pidieron y Dios les dio codornices. En aquel entonces ellos estaban en el terreno de la pura gracia, pero ahora, estando en el terreno de la responsabilidad, Él actúa de manera diferente. Allí se trató de pecado abordado por la gracia, aquí, de pecado juzgado en gobierno.

 

Luego, en el duodécimo capítulo de Números, el sacerdote Aarón y la profetisa María se levantan contra Moisés, que era rey en Jesurun, — el representante de Dios. Cuando tú llegas al siguiente capítulo ellos envían espías para ver cómo era la tierra agradable, y para ver por cuál camino debían ir. (Véase Deuteronomio 1: 22-25). Admito realmente que Dios permitió que los espías fueran porque Él no frustró a Israel en su incredulidad. Por eso dijo: "Envía tú hombres que reconozcan la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel". (Números 13: 2). Ellos enviaron estos espías, y como la incredulidad siempre trae problemas al incrédulo, me atrevo a decir que tú has notado que esta misión fue la forma en que Arad supo que Israel venía, y salió a pelear contra ellos. (Véase Números 21: 1). La incredulidad siempre trae dolor. Lo siguiente es que cuando los espías regresan la congregación no creerá lo que se les dice.

 

En primer lugar, el informe es muy bueno, y el racimo de uvas, — que necesitó de dos hombres para llevarlo, — atestiguó la buena calidad de la tierra y luego dijeron: "La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura." (Números 13: 32); es decir, la tierra no proporcionaba suficientes provisiones. Caleb y Josué defendieron la verdad, y casi fueron apedreados (Números 13: 30; 14: 6-10). "Despreciaron la tierra deseable" (Salmo 106:24 - VM) es el siguiente paso. Ellos no quisieron seguir adelante. Ello es semejante a un corazón que ahora no quiere ir al cielo.

 

Luego ellos dicen: "¡Ojalá hubiésemos muerto en la tierra de Egipto! ¡Ojalá hubiésemos muerto en este desierto! ¿Por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada? ¿Para que nuestras mujeres y nuestros pequeños sean una presa? ¿No nos sería mejor volver a Egipto?" (Números 14: 1-4 - RVA). «Volvamos», ellos dicen. Oh, ¿podrías tú suponer esto después de toda la gracia mostrada a ellos? Pero, amados, nosotros sabemos lo que nuestros propios corazones son. ¿Acaso nunca hemos deseado volver atrás? Ah, todos los corazones de este salón saben cuán a menudo ha habido un retroceso. La respuesta de Dios fue esta: «Ustedes dicen que desearían haber muerto en el desierto, — pues bien, morirán en el desierto». Leemos, "En cuanto a vosotros, vuestros cadáveres caerán en este desierto. Vuestros hijos andarán errantes en el desierto durante 40 años. Ellos llevarán la paga de vuestras infidelidades hasta que vuestros cadáveres sean consumidos en el desierto". (Números 14: 32, 33 – RVA). Dios dice, «Tendréis que morir, sólo que os tomará cuarenta años hacerlo», "Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día". (Versículo 34). Ellos deben conocer la muerte.

 

Luego viene el capítulo decimoquinto. ¿Has estudiado alguna vez el capítulo decimoquinto de Números? Es un capítulo hermoso. ¿Por qué? Porque el propósito de Dios resplandece en él tan claramente como siempre, a pesar del pecado del pueblo. Comienza así: "Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel, y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra de vuestra habitación que yo os doy". (Versículos 1 y 2). ¡Ah, esto es precioso! Yo veo a Jehová dando instrucciones en cuanto a lo que será cuando ellos lleguen a la tierra, como si nunca hubiera habido un murmullo o algún fracaso. Ese capítulo es una joya. El capítulo entra como la expresión de la manera en que el propósito de Dios nunca es alterado. No importa cuál sea el pecado del pueblo en el trayecto, Dios lleva a cabo Su propósito con respecto a ellos. Una lectura minuciosa del capítulo te permitirá ver cuán hermosamente la verdad sale a relucir de esa manera. Ese capítulo te lleva al final de la segunda etapa de las jornadas de Israel.

 

Y ahora, en la tercera etapa, Jehová los hace andar errantes durante treinta y ocho años por el desierto, y cuando tú llegues al capítulo veinte encontrarás que ellos han regresado a Cades. Si seguimos el rastro de sus jornadas, encontraremos que ellas consisten en andar errantes sin rumbo recorriendo de norte a sur y de sur a norte la península de Arabia, desde Cades (Números 12: 16; 13: 26) hasta Cades (Números 20: 1), y sin ningún progreso real. Qué retrato es este de muchos santos que se han rebelado ahora contra Dios y nunca han avanzado realmente en sus almas.

 

En esta tercera etapa tenemos la rebelión de Coré (Números 16), que lleva a Dios a manifestar en gracia quién es Su sacerdote (Números 17). La única manera en que un pueblo débil puede ser llevado a través del desierto al Santuario de Dios es mediante la gracia y el sacerdocio. ¡Oh, cuánto le debemos nosotros, como cristianos, al sacerdocio de Cristo! ¿De qué manera somos mantenidos por aquel Bendito! En el capítulo dieciocho tú tienes instrucciones acerca del sostenimiento de los sacerdotes, y en el capítulo diecinueve tienes la historia de la vaca alazana (becerra roja), o de qué manera la contaminación puede ser abordada y limpiada en el desierto.

 

Y luego, cuando llegas al capítulo veinte, de nuevo no hay agua, y allí es donde Moisés y Aarón fracasan porque no glorificaron a Dios. Dios le ordenó a Moisés que fuera y hablara a la peña. Dios le dijo: "Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos". (Versículo 8). Moisés debía tomar la vara del sacerdocio. No fue juicio lo que debía ser expresado sino gracia a través del sacerdocio. Es la gracia sacerdotal la que endereza siempre el corazón. "Entonces Moisés tomó la vara de delante de Jehová, como él le mandó. Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces". (Números 20: 9-11). Esa no fue la vara que Jehová le había ordenado tomar. Él la golpeó con la vara con la que él había herido a Egipto, a saber, la vara del juicio. Esa es una figura de la muerte de Cristo sometido al juicio de Dios. No puede haber una repetición de aquello, ni siquiera en el tipo. La respuesta de Dios fue ésta: "Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado". (Versículo 12). Por tanto, tú ves, Moisés y Aarón fracasan en el trayecto, y este último muere. (versículo 28). A continuación hay una oposición por parte de Edom, e Israel, humillado al fin, cede.

 

Y ahora, en el versículo 22 del capítulo 20 ellos comienzan la cuarta y última etapa de su viaje, etapa que ocupó aproximadamente un año. Luego, en el capítulo 21 tenemos otro brote de maldad y la historia de la serpiente de bronce. Es muy sencillo, pero no creo que nos enteramos de su verdad al principio de nuestra senda cristiana. Tú dirás, «Oh, ¿no es ello acerca del nuevo nacimiento?» Bueno, está relacionado con él en Juan 3, pero hay algo más profundo que simplemente satisfacer la necesidad de un pobre pecador. Lo que sale a relucir aquí es que la carne es incurable e incorregible. Ellos murmuraron, "y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel. (Números 21: 6). Pero, cuando ellos se volvieron a Jehová y reconocieron su pecado, Él ordenó a Moisés que hiciera una serpiente ardiente y la pusiera sobre una asta, y cuando un hombre mordido la miraba, él vivía. (Números 21: 5-9). Allí, en tipo, está la maravillosa verdad de que Cristo, que no conoció pecado, fue hecho pecado. (2ª Corintios 5: 21). Ello es la fuente de una vida totalmente nueva. Nuestro Señor, en el tercer capítulo del Evangelio de Juan, relaciona este acontecimiento de la serpiente de bronce con la vida eterna, y no dudo que las cosas que están en figura en este capítulo 21 de Números son sacados a relucir en la doctrina de Juan capítulos 3 y 4. El primer hombre es incurablemente malo, no puede ser enmendado y debe desaparecer de delante de los ojos de Dios. Debe desaparecer en muerte, en juicio, ese es el asunto. Es decir, no hay nada en ti o en mí que sea apto para Dios. Todo lo que somos debe desaparecer en muerte, y allí es introducido eso que es entera y absolutamente nuevo. Es Cristo, como Hijo del Hombre, levantado, en Juan 3: 14, 15, y como consecuencia, a través de la fe en Él, no sólo hay un nuevo nacimiento, sino vida eterna, y en el cuarto capítulo de Juan tú tienes el "agua que brota para vida eterna" (Juan 4: 14 – LBA)  , es decir, vida en el poder del Espíritu Santo que se eleva a su fuente, — el Padre, — en adoración.

 

Considera de nuevo por un momento la serpiente de bronce. Lo que hizo el mal fue la serpiente ardiente, y lo que los curó fue una mirada a una serpiente ardiente. El pecado trajo la muerte, y sólo con la muerte se elimina el pecado. El pecado en la carne es incorregible, incurable e imposible de erradicar. ¿Entonces, qué se puede hacer con ella? Dios nos lo dice: "Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne". (Romanos 8: 3). Eso es la serpiente de bronce. Lo que yo soy, como hombre, ha sido totalmente condenado en la cruz de Cristo, y absolutamente desechado delante de Dios en la muerte. Lo que yo soy como hombre ha desaparecido de la vista de Dios en la muerte de Su bendito Hijo, cosa inmensa para el alma. ¿Por qué? Porque hasta que esto se aprende, hay confianza en uno mismo y un esfuerzo para mejorar la carne. De ahí que, muy a menudo, tengamos que aprender por medio de una experiencia práctica muy dolorosa y prolongada, y por medio del fracaso, cuán pobre cosa inútil es el hombre. Cuando yo aprendo la verdad de la serpiente de bronce descubro que Dios se ha librado de mí en la cruz de Su Hijo, y que sólo Cristo permanece.

 

A continuación tú tienes: "De allí fueron a Beer. Este es el pozo del cual Jehová dijo a Moisés: "Reúne al pueblo, y yo les daré agua. Entonces Israel cantó este cántico: "¡Brota, oh pozo! ¡Cantadle!". (Números 21: 16, 17 – RVA). Esto es, en tipo, lo que el Señor dijo a la mujer en el pozo, "Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva…  El que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna." (Juan 4: 10, 13, 14 – LBA). ¿Qué es eso? Pues, amado amigo, es el Espíritu de Dios en el interior del cristiano, en el alma del creyente, conduciendo ahora tu alma en el disfrute de la vida eterna hacia lo que es tuyo en el cielo, aunque todavía estés en el desierto. "¡Brota, oh pozo! ¡Cantadle!" Ese es el Espíritu de Dios llevando el corazón ahora al disfrute de las cosas celestiales, las cuales realmente son nuestras. Es la energía del Espíritu Santo en el cristiano. No sirve de nada que yo te diga que te deshagas de esto y de aquello. Tú nunca lo harás. Lo que queremos conocer es la libre energía del Espíritu Santo. Él nos ocupará en Cristo, traerá a Cristo a nosotros, y nos hablará de Cristo. "Reúne al pueblo, y yo les daré agua". Oh, cuán mucho le agrada a Dios establecer a Su pueblo en la energía y el poder del Espíritu Santo.

 

Tú no tienes la serpiente de bronce sino hasta el final de la historia del desierto de Israel. Esto es mucho tiempo antes de que nos enteremos de que Dios nos ha desechado, y ello apunta a quitarnos de en medio. Oh, qué batallas y luchas han pasado las almas al tratar de deshacerse de la carne. Yo veo aquí, con profundo alivio y agradecimiento, ese aspecto de la muerte de Cristo en el cual todo lo que soy como hombre en la carne ha desaparecido, y que he sido reemplazado por el Hombre del corazón de Dios, el Hombre del cielo, el Señor del cielo. Y es Él, en la energía y el poder del Espíritu de Dios, el que conduce el alma hacia adelante.

 

El esfuerzo final del diablo para impedir que ellos entren en la tierra es presentado en la sección que presenta a Balaam. (Números capítulos 22-25). Él es contratado para maldecirlos, pero en realidad los bendice, y en sus notables profecías muestra que ellos son el pueblo de Dios; separados para Él (Números 23: 9); justificados por Él (Números 23: 21-23); vistos por Él sólo en orden y hermosura (Números 24: 5-9), y destinados a la victoria y la gloria con Él. (Números 24: 17-19). Siempre gana aquel que está de parte de Dios.

 

Balaam era un hombre inicuo pero sabía que Dios juzgaría el mal, especialmente en Su pueblo, así que "enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación". (Apocalipsis 2: 14).

 

Él intentó que ellos se corrompieran mezclándose religiosa y socialmente con el mundo. Algunos cayeron en el lazo, y sufrieron el juicio de Dios.

 

¡Cuántos del pueblo de Dios son atrapados de la misma manera hoy en día!

 

En el capítulo 27 las hijas de Zelofehad indican que por fin hay un deseo de la tierra deseable en lugar de despreciarla. Ellas reivindican la porción de su padre, y Dios honra la demanda de la fe. Él siempre ama dar. Por eso Jehová habló a Moisés diciendo: "Dicen bien las hijas de Zelofehad; ciertamente les darás posesión de herencia". (Números 27: 6, 7 – VM).

 

El espíritu que movió a estas mujeres no animó a toda la congregación pues en el capítulo 32 los hijos de Rubén y Gad piden que sus familias y rebaños no sean llevados al otro lado del Jordán, territorio que estaba ahora a la vista de todos.

 

En realidad, ellos cayeron en el lazo de Faraón. No quisieron pasar el Jordán. Vieron que la tierra de Galaad era un lugar agradable y dijeron a Moisés: «Si nos permites, dejaremos aquí a nuestras esposas y a nuestros pequeños y el ganado, y pasaremos y te ayudaremos a luchar y luego regresaremos a ellos». Ah, fue una cosa muy triste, amado. Ellos son como las almas que no se interesan ahora por las cosas celestiales. Es importante que el alma entienda esto. Oye tú lo que ellos dicen: "No nos hagas pasar el Jordán". (Números 32: 5). Oh, amados amigos, que Dios nos guarde de pronunciar alguna vez una palabra como esa. Expresado en lenguaje sencillo, ello es, «yo no quiero entrar ahora en las cosas celestiales». Ah, ellos habían caído justo en lo que Faraón propuso y Moisés rechazó. Teniendo Canaán a la vista ellos dicen: «Nos instalaremos donde estamos». No estaban satisfechos con una tienda, querían una casa. Sin embargo, cuando el diablo trató de obstaculizarlos por medio de Balaam, éste dijo una de las cosas más verdaderas y hermosas sobre ellos.: "¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, Tus habitaciones, oh Israel!". (Números 24: 5) Estas tiendas habían estado de viaje durante cuarenta años y los que en ellas habitaban iban a entrar en la tierra, y Balaam sintió que ellos entrarían. Pero, por desgracia, estas dos tribus estaban cansadas de la tienda, y dijeron: «Nos instalaremos». "Edificaremos aquí apriscos para nuestro ganado y ciudades para nuestros pequeños". (Números 32: 16 - LBA). Dios les permitió que ellos hicieran lo que querían, y fueron los primeros en ser llevados cautivos. (Véase 2º Reyes 15: 29). Ah, amados, ¡qué lección en cuanto a lindar con el mundo y sus resultados!

 

Pasemos ahora al libro de Josué y verás la manera en que somos llevados a la bendición que es nuestra. Josué es el equivalente veterotestamentario de Efesios, así como Efesios es el Josué neotestamentario. Encontrarás en el capítulo inicial: "Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie, a vosotros lo he dado, como dije a Moisés". (Josué 1: 3 - VM). Por lo tanto, no es bueno que yo diga que tales cosas o las otras son mías. Es muy cierto que son mías en Cristo, pero no son mías de manera experiencial a menos que yo ponga la planta de mi pie en ellas. Es una gran cosa que el alma vea que ello es celestial. Dios nos ha llamado al cielo. Al cielo pertenecemos y todo lo que es nuestro está en el cielo. Somos peregrinos pasando a través de este escenario, pero somos vistos como pertenecientes al cielo.

 

Para entrar en Canaán Israel debía cruzar el Jordán, y simplemente debían seguir el arca. "Sin embargo, dejaréis entre vosotros y ella una distancia de unos dos mil codos (900 metros). No os acerquéis a ella para saber el camino por donde debéis ir, porque no habéis pasado antes por este camino". (Josué 3: 4 - LBA). Obviamente yo no necesito decir que el arca es Cristo. Es Cristo que ha entrado en la muerte, como pasando por el juicio de Dios, poniendo fin realmente a la historia del hombre, y venciendo el poder de la muerte. En el versículo 14 ellos desarmaron sus tiendas en el desierto por última vez. Hasta ese momento tuvieron el carácter de peregrinos.

 

Debió ser un momento maravilloso cuando llegaron al Jordán. Fue un momento maravilloso cuando llegaron al Mar Rojo, como hemos visto. Ese era un lugar estrecho muy pequeño y entraron en columnas de a cinco, así también aquí. Cuando el caso fue entrar en el Mar Rojo se trató de una senda estrecha. Las aguas se levantaban como paredes de cristal. Pero, cuando llegaron al Jordán no había ni una gota de agua en cuarenta y ocho kilómetros a la redonda. El Jordán es muerte. Así es con respecto a nosotros, todo aquello que yo eludía desaparece si veo que la muerte es anulada por Cristo.  El Jordán es muerte, no mi muerte, sino la de Cristo, y la mía con Él. No es sólo muerte sino que es que yo tomo conciencia de que Cristo ha entrado en la muerte y la ha anulado, y la ha vencido. Si tú tomas tu mapa y buscas Saretán (Versículo 16), verás que esta localidad estaba a unos cuarenta y ocho kilómetros río arriba, y Dios retuvo allí las aguas. No había nada más que tierra seca a la vista, y leemos, "Los sacerdotes que llevaban el Arca del Pacto de Jehová, se mantuvieron firmes en seco, en medio del Jordán, mientras todo Israel iba pasando en seco, hasta que toda la nación acabó de pasar el Jordán". (Josué 3: 17 – VM).

 

La lección de esto para nosotros es sencilla. Si el corazón está dispuesto para el cielo, es fácil entrar. Es maravillosamente fácil entrar en la tierra prometida si sólo tú estás dispuesto para las cosas celestiales, porque Dios quita todo obstáculo, y Él ama hacer que los corazones de Su pueblo habiten en el disfrute de lo que Él ha hecho que ellos sean ahora en Cristo.

 

"Cuando toda la gente hubo acabado de pasar el Jordán, Jehová habló a Josué, diciendo: Tomad del pueblo doce hombres, uno de cada tribu, y mandadles, diciendo: Tomad de aquí de en medio del Jordán, del lugar donde están firmes los pies de los sacerdotes, doce piedras, las cuales pasaréis con vosotros, y levantadlas en el lugar donde habéis de pasar la noche". (Josué 4: 1-3). Se trató del testimonio de dónde había estado el arca. Yo no dudo que las doce piedras son el memorial. Es semejante a lo que el partimiento del pan es para nosotros.

 

Pero además, "Josué también levantó doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde estuvieron los pies de los sacerdotes que llevaban el arca del pacto; y han estado allí hasta hoy". (Josué 4: 9). La colocación de estas doce piedras expresaba el conjunto de la compañía. Lo que éramos, por así decirlo, está todo bajo las aguas de la muerte. Yo aprendo que en la muerte de Cristo soy libre para despedirme de mí mismo. Soy una persona muerta y resucitada, y tengo vida en un Cristo resucitado, pero, Dios mantendrá siempre viva en mi memoria la forma en que yo he sido llevado a la bendición y a la asociación con su Hijo. Para este fin creo que nos ayuda mucho el partimiento del pan. "Y Josué erigió en Gilgal las doce piedras que habían traído del Jordán". (Versículo 20). Esas piedras quedaron como el testimonio eterno de una obra consumada, tal como nos habla el partimiento del pan.

Y ahora lo siguiente es que ellos son conscientes de haber pasado el Jordán. Y, amados, es algo inmenso que el alma esté segura de esto de manera consciente. Esa alma es una persona que puede decir verdaderamente, «Yo sé que estoy muerto y resucitado». ¿De manera experiencial? «Sí, ciertamente. El asunto es que yo tengo en el fondo de mi alma el sentido de que estoy en asociación con Aquel que ha resucitado». Por medio de la gracia estamos ocupados en un Cristo resucitado durante toda la semana, y luego, en el partimiento del pan, durante esos momentos nuestros corazones son conmovidos de nuevo con el sentido de Su muerte y de todo lo que ella implicó para Él y para nosotros.

 

Cuando Israel llegó a Gilgal aprendió una nueva lección. Gilgal fue el lugar del juicio propio. Allí ellos fueron circuncidados (Josué 5: 2-9). Tú no puedes cortar la carne en la energía de la carne. Ellos fueron un pueblo muerto y resucitado en figura antes de ser circuncidados. Y tú nunca encontrarás a un cristiano capaz de andar de manera práctica en el poder de lo que esto saca a la luz hasta que él sepa que está ante Dios en la vida de Otro. ¿De dónde obtenemos esta verdad? Pienso que la tenemos en la epístola de Pablo a los Colosenses.

 

Ahora, nuevo cristiano, considera el tercer capítulo de la epístola a los Colosenses. El segundo capítulo dice: "En el cual también fuisteis circuncidados con una circuncisión hecha sin mano, desvistiéndoos enteramente del cuerpo de la carne, por medio de la circuncisión de Cristo". (Colosenses 2: 11 – VM). Yo acepto para mí la circuncisión de Cristo. He sido apartado. Lo acepto. Ahora tú estás en novedad de vida. ¿Qué es lo siguiente? "Siendo, pues, que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios". (Colosenses 3: 1 - RVA). ¡Cuán preciso! Donde Cristo está. "Ocupad la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra". (Colosenses 3: 2 - RVA). Observa que aquí es la tierra, no exactamente el mundo, eso es Egipto. Si mi mente está en las cosas de la tierra claramente yo no soy celestial. Ese es el asunto. Yo puedo encontrar cristianos mundanos, y cristianos terrenales, y por otra parte puedo encontrar almas que son celestiales. Ah, qué alegría es llegar a estar junto a una persona celestial.

 

Y ahora la siguiente palabra es: "Ya moristeis, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios… haced morir pues vuestros miembros que están sobre la tierra". (Colosenses 3: 3-6 - VM). Es decir, que yo debo mantener, de manera práctica, todo lo que es del primer hombre en el lugar de la muerte. Ese es nuestro Gilgal. "Y Jehová dijo a Josué: Hoy he quitado de vosotros el oprobio de Egipto; por lo cual el nombre de aquel lugar fue llamado Gilgal, hasta hoy" (Josué 5: 9). Ellos desecharon aquello que es la marca de un hombre que vive para este mundo. Que un hombre celestial sea mundano es su descrédito. Él necesita ir de nuevo a Gilgal. Y tú observarás después que Israel siempre tuvo que regresar a Gilgal. Así debemos hacerlo nosotros. Después de la victoria o de la derrota, Gilgal, — el juicio propio, — es nuestro único recurso, si hemos de progresar en la vida divina.

 

"Y los hijos de Israel acamparon en Gilgal, y celebraron la pascua a los catorce días del mes, por la tarde, en los llanos de Jericó". (Josué 5: 10). Ellos están fuera de Egipto y en Canaán. La promesa de Dios se cumple fielmente y Su propósito es llevado a cabo; aunque todavía no se posee nada de Canaán, ni se obtiene ninguna victoria. A menudo he pensado de qué manera Caleb y Josué debieron haber disfrutado aquella pascua. Ellos la habían comido en Egipto y, además, habían celebrado la pascua en el desierto (véase Números9: 1-14); pero estoy seguro que ellos disfrutaron de ésta mucho más que de la primera, o de la segunda. Cuando comieron la segunda, es posible que dijeran uno al otro, «Me gusta mucho más ésta que la de Egipto. Temíamos bastante a Faraón en aquel entonces pero ahora él ha desaparecido y nosotros estamos de camino a la tierra». Sí, en efecto, pero incluso entonces ellos no estaban en ella. Allí estaba reservado lo que era mejor para la fe. Pero ahora ellos se sientan y comen la pascua en la tierra. La comen con alegría celestial. Así lo hacemos nosotros si hemos sido enseñados divinamente. Nuestras almas, disfrutando plenamente de descanso celestial y de asociación con Cristo, se alimenta de aquello que es lo primero que nos dio el sentido de la gracia de nuestro Dios. Creo que Caleb y Josué disfrutaron plenamente de esa pascua, y si tú y yo estamos realmente sobre el Jordán, disfrutaremos el partimiento del pan de una manera maravillosa.

 

"Al otro día de la pascua comieron del fruto de la tierra, los panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas tostadas". (Josué 5: 11). Sí, ellos habían alcanzado a Cristo en gloria. Es de Cristo, conocido ahora en gloria, del que el alma se alimenta. El tercer capítulo de la epístola a los Filipenses es el fruto de la tierra. Es Cristo conocido donde Él está ahora. "El maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año". (Josué 5: 12). Pero comer el maná es muy importante para nosotros. Es Cristo humillado en la vida humana aquí, y nosotros como peregrinos, encontrándonos en las circunstancias por las que Él pasó, nos alimentamos de Él y de Sus modos de obrar de gracia. Eso es maná. Si yo no me alimento de maná, ciertamente no seré un peregrino constante (un peregrino es alguien que va a un punto fijo), y si no me alimento del fruto de la tierra, no seré un guerrero vigoroso. Necesitamos ambas cosas. Ellos tuvieron ambas cosas, y tanto el maná como el fruto de la tierra han de ser nuestro alimento diario. Ellos participaron allí de "panes sin levadura" y de "espigas nuevas tostadas", y que Dios nos permita alimentarnos de lo mismo, y así entrar más y más en el disfrute de lo que es nuestro, como resucitados con Cristo.

 

"Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo". (Josué 5: 13-15). El príncipe del ejército del Señor es el propio Jehová. Con la espada desenvainada en la mano Él los conduciría ahora a la victoria; pero, "Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo", nos recuerda que la santidad conviene a Su presencia ahora igual que cuando Él vino a redimir a Su pueblo (Éxodo 3: 5). Si yo voy a entrar en los gozos y asociaciones celestiales con Cristo, y voy a ser llevado a la victoria, debe haber, por así decirlo, el hecho de quitarme el calzado, sacar el pie de aquello que ha tocado la tierra. Si te quitas el calzado el pie será limpio. Dios tendrá santidad en aquellos que a Él se acercan.

 

Es maravilloso a lo que Dios, por medio de su Espíritu, llevará nuestras almas a entrar si nos rendimos a Él. El hombre que más conoce acerca del cielo dirá, tal vez, lo mínimo acerca del cielo, pero él lo disfruta y vive allí.

 

Concluiremos aquí, entonces, nuestro estudio de la historia temprana de Israel. Ellos están en la tierra que fluye leche y miel, alimentándose del fruto de la tierra, — lo que crecía en la tierra, — y tienen al propio Jehová como líder de ellos para futuras victorias.

 

Que Dios guíe a cada uno de nosotros para responder a esto en la historia de nuestras almas. Hemos de sabernos resucitados con Cristo; entonces nos alimentamos de Cristo, y vamos a ser conducidos por Él a la victoria sobre todos los enemigos que se oponen a nuestra adquisición y a nuestro disfrute de la vida y bendiciones celestiales.

 

W. T. P. Wolston

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Agosto 2021.

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

 

LBA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman Foundation, Usada con permiso.

RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano).

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

Título original en inglés:
"The Serpent of Brass and the Jordan", by W. T. P. Wolston
"FROM EGYPT TO CANAAN"
 Traducido con permiso
Publicado por:

Versión Inglesa
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