El Arrebatamiento
de los Santos
Resucitados o Transformados a la Venida del Señor
Quinta Conferencia acerca
de la Segunda Venida y el Reino del Señor y Salvador Jesucristo
William Kelly
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("")
y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960
(RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles
("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser
consultadas al final del escrito
Lectura Bíblica:
2ª Tesalonicenses 2: 1-12.
Se agradece
a Dios que los adversarios mismos de la
verdad que será afirmada esta noche se vean obligados a corregir sus propias
teorías. La fuerza de esa verdad es tal que ella no puede ser honestamente
negada. Ellos no pueden sino reconocer que la venida de Cristo en persona es la
verdadera esperanza del santo. Hubo un tiempo (y la mayoría de los que hemos
estado versados en la historia espiritual del testimonio de Dios durante el
último cuarto de este siglo 19 o más podemos recordarlo bien) en que era de
otro modo. Todos los que puedan retrotraer su mirada a ese breve espacio o que
hayan tenido ocasión de familiarizarse con los hechos sabrán que una vez fue
muy diferente. Incluso entre los verdaderos hijos de Dios la noción casi
universal era que la muerte era la esperanza para que el alma separada del
cuerpo partiera para estar con Cristo y que esto era lo que realmente
significaban muchas de las Escrituras que hablaban de la venida del Señor.
Tampoco faltaron otros que se enredaban en una expectativa aún más baja y
lamento añadir que la más débil de todas las esperanzas aún está lejos de ser
desbaratada. ¿Acaso no hay cristianos que esperan un triunfo a escala mundial
de la verdad en la tierra mediante el esfuerzo misionero y cosas por el estilo?
¿No están ellos estresados imaginando que el misterio de la iniquidad recibirá
golpes tan destructivos por medio del Evangelio que avanza y por los
acontecimientos providenciales que establecerán el reino del Señor Jesucristo
sin impedimentos ni rivales aquí abajo?
Sin embargo
incluso por la medida del respeto que ha sido
mostrado a regañadientes a la verdad de Dios podemos estar y tal vez debiésemos
estar agradecidos. Se trata del reconocimiento bastante general entre los
creyentes de que la venida personal del Señor a tomar consigo a Sus santos
entonces glorificados es la única respuesta adecuada a la esperanza de la
Iglesia. Sin embargo uno no puede dejar de sentir que ello es sólo un consuelo
comparativo debido a la gran mezcla de humanos pensamientos y expectativas,
mezcla que contribuye a anular de manera práctica esa aparente admisión de la
verdad en los corazones de muchos hijos de Dios. Porque, ¿de qué sirve ella para
la condición del alma, de qué sirve para el testimonio de la verdad de Dios si
la verdad es sostenida sólo hasta el punto de no ser infiel a ella mientras los
afectos (pues hay afectos divinos para la vida nueva) no están alistados de
corazón y en plena actividad? ¿cuál puede ser el resultado allí donde el
pensamiento común y la enseñanza habitual tienden a apartar la mirada de Cristo
y a fijarla en los acontecimientos intermedios? Estos acontecimientos mediante
los cuales el enemigo trata por todos los medios de distraernos de la verdadera
estrella de nuestras esperanzas pueden ser el triunfo en el mundo de la verdad
por una parte, o por otra parte el dolor, la angustia, la persecución, el
terror producidos por el poder de Satanás entre los hombres. Es difícil decir
cuál tiene el peor efecto moral sobre el alma.
Mi ocupación
es demostrar ahora desde la Palabra de Dios
que toda teoría que aparta de Cristo el corazón del cristiano es falsa: que es
un asunto de importancia comparativamente insignificante si uno anticipa un
largo período de prosperidad sin precedentes o si otro espera con temor una
hora más corta de tribulaciones igualmente terribles. En ambos casos ello no es
la esperanza que Cristo ha puesto ante la Iglesia aunque hay una medida de
verdad en ambos. Todos creemos que hay un largo reinado de paz y alegría para
la tierra. Al menos yo puedo asumir que todos o casi todos los que están aquí
lo creen tal como lo cree todo cristiano que no ha sido corrompido por el
racionalismo de la época o por alguna quimera peculiar perjudicial para la
verdad. Además todos nosotros creemos que hay un día de tinieblas, de especial
poder satánico para la tierra. Por lo tanto no es que uno discuta el hecho ya
sea de la breve temporada de la ira de Satanás y la tribulación del hombre aquí
abajo o del largo despliegue triunfante del poder de Cristo cuando dicho poder
sea establecido en todas partes sobre el mundo entero; pero lo que nosotros negamos
enérgicamente es que una u otra sea la correcta esperanza que el Nuevo
Testamento coloca ante el hombre cristiano.
Ahora bien,
en la bondad de Dios nosotros tenemos una enseñanza
muy completa acerca del tema y esto lo tenemos notablemente compendiado en dos
epístolas de una de las cuales ha sido recién leída la parte introductoria. En
una ocasión anterior se comentó que la venida del Señor no es un tema
misterioso envuelto en nubes y que está más allá de la capacidad espiritual
incluso del niño en Cristo. El primer capítulo de 1ª Tesalonicenses refuta esto.
Los Tesalonicenses no sólo se convirtieron de los ídolos "para servir al
Dios vivo y verdadero" sino para "esperar de los cielos a su Hijo".
(1ª Tesalonicenses 1: 8-10). Ellos estaban en lo correcto. El Espíritu de Dios aprueba
tal espera, — jamás y en ningún caso la
condena. El Espíritu menciona esto para alabanza de ellos. Fue Su propio poder
y Su poderoso testimonio al mundo. Más aún, es el instinto que pertenece al hijo
de Dios. No hay cristiano que no espere ardientemente de los cielos al Hijo de
Dios a menos que él haya sido desviado por la falsa enseñanza de los hombres.
Por consiguiente los Tesalonicenses esperaban así de los cielos al Hijo; sin
embargo ellos ignoraban los detalles de la venida del Señor y su relación con
otras porciones de la verdad especialmente con las profecías. Pero es de
inmensa importancia que sea mantenido claramente en el alma que la esperanza de
Cristo no es un mero acontecimiento profético, no pertenece propiamente
hablando a la profecía aunque está conectada con ella, obviamente, pero ella está
en sí misma aparte de la revelación de los acontecimientos que han de tener
lugar en la tierra acerca de los cuales es competencia de la profecía tratar. Por
otra parte la esperanza es la consumación de los deseos espirituales
implantados en el corazón de todo cristiano y por eso uno ve enseguida con qué
dulzura y propiedad nuestro Señor Jesús que es el objeto de nuestra fe es
también el de nuestra esperanza. No se trata de una mera perspectiva de obtener
algo, no es una mera expectativa de liberación de dolores y pruebas o de
disfrutar de circunstancias de gloria y triunfo en la tierra.
Todas
estas cosas están por debajo del propósito de
Dios para nosotros sin duda fundamentadas
en fragmentos de verdad revelada que en manos del enemigo sirven para suplantar
lo que el Señor pone ante nosotros y lo que el Espíritu Santo forma en nosotros
y a lo que toda alma sencilla y no corrompida tiende necesariamente, — a saber,
el deseo de que Jesús tenga Su gloria, gozo y amor sin freno ni nube por
aquellos a quienes Él más ama, — el deseo por ese precioso momento cuando todo
pensamiento de Su corazón se cumplirá en Su Esposa, así como por el reino de
aquí abajo para gloria de Dios Padre. Qué cambio será esto de las
circunstancias de dolor, necesidad y vergüenza por las que estamos pasando;
aunque después de todo Su amor es tan perfecto hacia nosotros ahora como puede
serlo en aquel entonces. Pero Él no se contenta con el resultado actual; Él
siempre nos considera de acuerdo con lo que nos es dado en propósito conforme al
fruto completo de Su obra en gloria, Su cruz, muerte y resurrección. Entonces
Él tendrá juntos a los que ama; los tendrá cerca de Él mismo donde Él está; los
tendrá en la casa de Su Padre; los tendrá por encima de todo lo que pueda
causar un dolor o sea productivo de vergüenza para ellos mismos y deshonra para
Su nombre. Ciertamente ésta es una esperanza adecuada para la Esposa celestial
porque es digna de Aquel que murió por nosotros y resucitó y regresa para tomarnos
a Él mismo. (Juan 14: 3). Él viene para poder tener a todos los que son amados
así, todos los que están destinados conforme a la voluntad y los consejos de
Dios Padre para estar con Él arriba. Y así fue como los santos Tesalonicenses
esperaron y aguardaron aunque poco comprendían la esperanza y no estaban
familiarizados con los detalles de la profecía, y tenían que ser enseñados mucho
acerca de los efectos de la venida del Señor, su influencia tanto sobre los
muertos como sobre los vivos (como ustedes pueden encontrar acerca de los santos
muertos principalmente en la
primera epístola y acerca de los vivos muy particularmente en la segunda). Sin
embargo ellos estaban en lo correcto en la sencilla, viva y habitual espera de
su Señor y plenamente reconocidos por el Espíritu Santo en esa actitud de sus
almas. Obviamente esto no era más que la verdad general. Sin extenderme en cada
uno de los pasajes de estas epístolas que se refieren al advenimiento del Señor
yo quisiera mencionar ahora en particular aquello a lo cual se acaba de aludir,
a saber, el error de ellos en cuanto a los santos muertos. Esto obtuvo una
notable y nueva revelación del Espíritu Santo por medio del apóstol Pablo. Digo
una «revelación» porque él
mismo lo insinúa.
En los
primeros capítulos de 1ª a los Tesalonicenses no
hay tal revelación al respecto aunque se trata de toda la palabra inspirada de
Dios, cada porción de ella; pero en el capítulo 4 hay una comunicación positiva
de nueva luz no poseída antes por los Tesalonicenses y muy necesaria para la
Iglesia en todo tiempo. Ellos estaban tan llenos de la expectativa de un
Salvador que regresaba que ni siquiera contemplaban el pensamiento de que
alguno de ellos muriese. En aquel momento se sobresaltaron ante el hecho de que
algunos hermanos se habían dormido. Aparentemente ellos estaban trastabillando y
ciertamente estaban cediendo a una tristeza indebida. Esto podría exponerlos al
tentador. Por lo tanto el Espíritu Santo escribe por medio del apóstol para
corregir el error. Ellos imaginaban que los santos muertos debían perder gran
parte, si no todo, el gozo de recibir al Señor cuando Él venga del cielo. No es
que ellos olvidaran tanto la verdad como para pensar que sus compañeros habían
perdido con la muerte la bendición de la vida eterna. Ninguna persona que
conociera el Evangelio como ellos lo conocían podría albergar tales
pensamientos acerca de los creyentes. Si ellos estaban seguros de que los
santos del Antiguo Testamento serían salvos difícilmente podían imaginar que
sus propios hermanos muertos que conocían y amaban al Señor se perderían. Pero aun
así pensaban que habría una seria desventaja para el gozo pleno y el triunfo completo.
Pensaban que ellos no podrían tener el dulce privilegio de recibir y ser
recibidos por el Señor a Su venida de los cielos. Sobre este punto ellos son
corregidos y por lo demás con mucha enseñanza positiva en estos términos: — "No
quiero que estéis en ignorancia, hermanos, en cuanto a los que duermen en el
Señor; para que no os entristezcáis del modo que los demás que no tienen
esperanza. Porque si creemos que Jesús
murió y resucitó, así también a los que duermen en Jesús (o «aquellos que por
medio de Jesús duermen»), Dios los traerá con él". (1ª Tesalonicenses 4: 13, 14 - VM).
Tal es el
primer pensamiento principal aquí presentado,
— que Dios ciertamente traerá con Jesús a aquellos que por medio de Jesús
duermen. Ellos habían dudado de esto. Habían temido que ello no pudiera ser. Ellos
podían haber creído que de alguna manera los cristianos difuntos serían
llevados después a la bendición, obviamente; pero nunca habían concebido, como
de hecho no habían sido aún enseñados, de qué manera los santos muertos podrían
estar con Jesús a Su venida. El Espíritu de Dios explica aquí de qué manera se
efectuaría todo. "Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que
nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos
a los que durmieron". (1ª Tesalonicenses 4: 15). Es bien sabido que éste
es el verdadero sentido de la expresión. Por lo tanto los santos que estén en
la tierra no tendrán precedencia o ventaja sobre los que en aquel entonces estarían
dormidos, es decir, muertos. "Porque el Señor mismo con voz de mando, con
voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en
Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos
quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al
Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor". (1ª
Tesalonicenses 4: 16, 17). Es decir, si hay una diferencia ella es que más bien
los muertos precederán a los vivos, y esto es algo que está muy lejos de que
los santos muertos se pierdan esa hora gozosa y sus preciosos acompañamientos y
el pleno disfrute de la esperanza que los santos habían estado esperando en vida.
Aunque ellos habían pasado de este mundo no son vistos como muertos, propiamente
hablando, aunque obviamente existió el hecho de la muerte; pero ellos son
descritos como aquellos que por medio de Jesús duermen. La gracia de Cristo
había dado a la muerte este carácter en el caso de ellos. Pero además ellos
debían ser llevados con Jesús. ¿Cómo podría ser esto si ellos ya habían
partido? Se nos dice a continuación que para ser llevados con Jesús Él mismo
descendería del cielo con voz de mando. No hay ni una palabra acerca de que
algún santo esté con Él en aquel entonces.
Él está solo en lo que respecta a Su pueblo resucitado. Entonces Él viene
a resucitarlos. Él desciende del cielo con voz de mando y esta "voz de mando"
tiene un carácter muy especial. Es la palabra de un comandante a su tropa, de
un almirante a sus marinos, o de hecho de cualquiera que está en una posición
que le da autoridad sobre quienes le pertenecen. Es la convocatoria a los
Suyos, la despertadora palabra de mando cuyo efecto es que los santos muertos
se levantan instantáneamente de sus sepulcros. "Luego nosotros los que
vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos".
No hay nada parecido a un intervalo que ustedes puedan llamar apreciable excepto
para la fe porque los santos muertos resucitados y los vivos transformados sin
pasar por la muerte son "arrebatados juntamente con ellos en las nubes
para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor".
Entonces esto explica el hecho de que Dios los lleve a todos con Jesús. Así es
como ello es llevado a cabo. El Señor Jesús, habiendo venido primero, habiendo despertado
a los que dormían y transformado a los que estaban vivos traslada a ambos al
encuentro de Él en el aire. "Así estaremos siempre con el Señor". El
apóstol explica cómo es que cuando Cristo viene en Su gloria y todos Sus santos
con Él los muertos estarán allí tanto como los vivos. El motivo es que
previamente Él viene y resucita a los muertos, transforma a los vivos y los
arrebata al mismo tiempo para encontrarle a Él en el aire.
No es
necesario decir cuán importante y fructífera es
esta Escritura y sin embargo quisiera llamar a que presten ustedes
particularmente atención a unos pocos asuntos. Se nos dice que los muertos en
Cristo resucitan primero; no se nos dice «luego ellos, los que
viven, los que hayan quedado a Su venida», sino, "nosotros los que vivimos, los que
hayamos quedado". ¿Por qué este lenguaje si el pensamiento del Espíritu de
Dios era desafiar
la actitud de los santos Tesalonicenses, — decir que ellos estaban
entusiasmados acerca de la esperanza, tan demasiado ocupados con ella, esperándola
impropiamente como posible en el propio día de ellos? ¿Les dijo Él que les
faltaba sobriedad porque primero debía transcurrir un largo período, un
sinnúmero de acontecimientos debían cumplirse, debían aparecer indicios
visibles; y cuando hubieran visto uno, dos, tres o más de estos indicios
entonces podrían empezar a esperar con la convicción inteligente de que la
venida del Señor estaba por fin próxima? Si ellos hubieran estado equivocados en
lo esencial acerca del asunto, ¿podría alguna ocasión exigir más corrección que
ésta? El Espíritu de Dios estaba corrigiendo un error de detalle; entonces, ¿por
qué no tratar con todo, raíz y rama? ¿Por qué no poner el hacha de la palabra a
la raíz de este árbol de la imaginación humana, si así era ello? Lejos de esto
el Espíritu Santo coloca Su sello sobre la sustancia de la expectativa de ellos.
Ellos estaban esperando que Cristo viniese y Pablo también; y en vez de tratar
de alterar la actitud de ellos como siendo un error el apóstol se sitúa junto
con los santos Tesalonicenses en la espera de Cristo como una expectativa
presente y continua del corazón. La expresión, "nosotros los que vivimos,
los que hayamos quedado", supone la esperanza de día en día aunque no
significa lo que el racionalismo inicuo imagina, a saber, que el apóstol Pablo presentó
una fecha para la venida del Señor. La Escritura nunca fija nada por el estilo;
pero lo que ella sí hace y lo que el apóstol Pablo evidentemente muestra aquí es
que lo que ella hace es sustentar a las almas en constante esperanza. Ello no
sólo hace que el santo espere a Cristo sino que lo mantiene esperando y condena
todo pensamiento incompatible con la espera de Él. La Escritura corrige
cualquier error que pueda haber obstaculizado la esperanza talándolo sin misericordia;
pero confirma la gran verdad fundamental que el Nuevo Testamento establece en
el corazón del creyente, a saber, la espera continua de Cristo como una
esperanza presente. Esto no se limita a una porción de la Palabra de Dios. Los
evangelios enseñaban lo mismo; novedades adicionales salen a relucir en las
epístolas. Nuestro Señor invariablemente dirigía así el corazón incluso cuando Él
no distinguía entre la expectativa de las personas piadosas de Israel y la que
surgió gradualmente cuando las esperanzas judías menguaron. Él no ha olvidado a
Su pueblo antiguo tal como vimos la otra noche; Él recuerda y provee para
Israel. Él nos ha mostrado cuál es la esperanza de ellos y la ha mantenido en
el Nuevo Testamento para que no existiera la noción de que la esperanza del
Antiguo Testamento era algo que había pasado para siempre debido a la iniquidad
de Israel. El mismo Nuevo Testamento que nos muestra la introducción de otro
edificio de Dios, la Iglesia, y la esperanza que es en su plenitud
característica del cristiano demuestra junto con ello que las expectativas de
Israel todavía son mantenidas para ellos hasta que sean despertados por el
Espíritu de Dios para que ellos las anhelen, se apropien de ellas, las
comprendan y las disfruten.
En los Evangelios
nuestro Señor presenta al principio
las cosas de una manera general. Él no entra con esa atención al detalle allí
donde Él presenta Su venida de modo que ustedes pueden decir fácilmente para
quién es ella especialmente. En divina sabiduría el efecto es que aunque mucho se
amolda al cristiano hay también enseñanza para el judío piadoso de los días
postreros. Pero al mismo tiempo es encontrado este gran rasgo digno de ser
mencionado que impregna todas las enseñanzas de nuestro Señor acerca del tema,
a saber, que con independencia de lo que Él dice, aunque ello fuese en una
parábola, el lenguaje está construido de tal manera que mantiene al que cree en
la palabra de Dios atento a Jesús. El objetivo invariable es evidentemente
prohibir un pensamiento tal como el de un largo período que transcurre primero
como una barrera necesaria. Tomemos por ejemplo en Mateo 24 al siervo de la
casa que es puesto en una posición de autoridad mientras su amo se ausenta.
¿Dónde hay una alusión a otro siervo, y luego a otro que le suceda, y a otro?
Lo cierto es todo lo contrario pues de acuerdo a la parábola ustedes no podrían
deducir sino que el Señor iba a venir en esa misma generación. Entonces, ¿estoy
yo negando que Dios previó el largo tiempo que la Iglesia iba a permanecer en
este mundo? En absoluto; pero éste fue el único o en todo caso el método
elegido según la sabiduría de Dios para que los santos estuvieran siempre
esperando al Salvador. Por lo tanto ustedes no pueden extraer de estas
parábolas ni de otras semejantes la menor permisión al pensamiento de que el
creyente no debiese esperar siempre a Jesús durante su propia vida. Por el
contrario, esa era la esperanza de los primeros creyentes después de la muerte
y resurrección de Cristo.
Por otra parte
en la parábola de las vírgenes hay la misma
analogía. En lo que respecta a la parábola las mismas vírgenes son las que
salieron primero con sus lámparas, luego se durmieron y más tarde fueron
despertadas de su sueño por el clamor de medianoche: "¡Salid a
recibirle!", y finalmente entraron con Él a las bodas. Obviamente el
alcance parabólico no se limita a la letra y se deja espacio para una
aplicación continua. Pero por otra parte no hay fundamento alguno en absoluto
para la suposición de que estas parábolas insinúan expresamente el transcurso
de una larga sucesión de edades y siglos antes de que Cristo viniese. Pero además
si bien esto es cierto noten ustedes la supereminente perfección de la palabra
de Dios. Si el Esposo tardara aun así la verdad seguiría siendo la misma. Si la
tardanza del Señor que podría parecer mucho tiempo en la vida de una sola
virgen o de un solo siervo, o si de hecho Él (no se afirma allí) abarcara
muchas generaciones de creyentes aun así la esperanza permanece nuevamente
flamante. Por lo que respecta a la palabra de Dios la Escritura mantiene así
invariablemente ante el creyente al Señor como estando cercano. Por lo tanto es
una falsedad toda teoría que implica que es erróneo esperar a Cristo
habitualmente o que hay ciertos acontecimientos revelados que deben
suceder primero requiriendo el lapso de muchos años o tal vez de muchos siglos y
que sólo entonces cuando estos acontecimientos se cumplan o estos siglos hayan
expirado podemos sobria y verdaderamente esperar que Cristo venga. Yo repito
que una teoría tal es contraria a cada una de esas claras Escrituras a las que
algunos inconsideradamente recurren para demostrar una necesaria demora.
¿Cómo podría
el Espíritu Santo haber escrito estas
palabras, "Nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado", si Él quisiera
hacernos saber que Cristo no podría venir pronto? ¿Acaso no hemos de deducir nosotros
que Él tenía un objetivo en Su frase, — que conociendo Él perfectamente bien la
verdad y el futuro Su bienaventurado objetivo era establecer al creyente en la
expectativa habitual del Señor Jesucristo con independencia de cuáles sean las
excusas que pueda aducir el incrédulo? Y así se encontrará con las diversas
partes de la Escritura que tratan de este importante tema. Es notable (y me
gustaría advertirles acerca del hecho, habiendo sido yo sorprendido con ello
sólo recientemente al considerar el tema) que las objeciones usualmente aducidas
por aquellos que esperan la gran tribulación como aquello por lo cual deben
pasar los cristianos antes de tener ellos derecho a esperar al Señor para ser
trasladados al cielo son precisamente el mismo tipo de dificultades que los
adversarios del advenimiento premilenial presentan contra ese esquema en su
totalidad. En resumen, cuando los hombres intentan demostrar que nosotros no debemos
estar esperando continuamente el advenimiento de Cristo, que no estamos
autorizados a esperarle como la esperanza inmediata del corazón, el alegato de
ellos a favor de los acontecimientos intermedios asume prácticamente la misma
forma que la de los hombres que no creen que Él viene hasta que el reino de los
mil años haya terminado. ¿Qué debemos deducir de esto? Que ambos grupos están
animados por el mismo espíritu de incredulidad; que ellos son, y me apena
decirlo, los antagonistas de la verdad de Dios en lo que respecta a este solemne
tema.
Nosotros podemos
aprender mucho de la primera parábola
a la que nos hemos referido, — la del siervo de la casa. (Véase Mateo 24:
45-51). ¿Cuál es el germen de su mal? ¿Qué le ha dado el sello de "siervo malo"?
Sin duda su conducta
delata estas dos tachas fatales, a saber, él golpea a sus consiervos y come y
bebe con los borrachos. Hay una altanera exaltación de sí mismo hacia los que
el Señor puso en terreno común con él; hay también asociación y comunión con el
mundo. Pero, ¿qué caracterizaba la laxitud y perversidad de su alma? Lo que
había en su interior condujo a estos estallidos de maldad porque el mal nunca
comienza en la conducta externa de ningún tipo. En primer lugar el agravio está
siempre en el interior. Entonces, ¿cómo caracteriza el Señor esa efusión
interior? Él que es el Juez de todos conoce los principios del corazón. ¿Cómo
describe Él la desviación interior de este hombre antes de que ella se
desarrolle en esas formas malignas de tipo externo? Él dice en su corazón: "Mi
señor tarda en venir". ¿Hay aquí alguna persona que diga en su corazón:
"Mi señor tarda en venir"? Hay muchos que piensan así en todas
partes: ¡cuántos, ¡lamentablemente! lo dicen en la cristiandad. El Señor no
está describiendo al mundo profano sino a los que llevan Su nombre pues en esta
parte Él está retratando el sistema profesante que lleva Su nombre. Él ha
terminado con la rama judía de Su tema antes de presentar las parábolas que
hemos mencionado. Dentro del ámbito de la cristiandad Él nos presenta como
primer retrato del mal esta raíz de maldad profundamente arraigada y extendida
que algunos que profesan ser Sus siervos abrigan como el pensamiento del
corazón de ellos (y no hay nada más fatal), "Mi señor tarda en
venir". Ello no es meramente una noción errónea sino que es el corazón el
que está completamente equivocado. Uno podría admitir ignorantemente alguna
doctrina perversa sobre el tema y esto estorbaría al alma obviamente; pero aquí
y como en todo verdadero agravio los afectos están completamente equivocados,
el juicio está consecuentemente entenebrecido y toda la vida moral se convierte
en la expresión de esos afectos corruptos y de aquel falso juicio.
Tenemos que
grabar en la memoria este primer retrato
entre las tres parábolas que se refieren a la cristiandad. Oscura como ella es
el Señor mismo es quien nos lo dibuja para nosotros en la figura del siervo
infiel que dice en su corazón: "Mi señor tarda en venir." Varias
sendas pueden llevar a un hombre a tal pensamiento como siendo el sentimiento
deliberado de su corazón y el Señor no nos autoriza a preguntar de qué manera
llegó ello a suceder. Si tal es el hecho los resultados son fatales más allá de
toda medida. Se demostró que el corazón del siervo no deseaba el regreso de su
Señor. Por lo tanto él decidió que Cristo no vendría pronto; él no amaba
Su aparición. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Cómo podría? Él podría haber sido
interrumpido en algunos de sus planes y proyectos por Su pronta venida. Por lo
tanto él dijo en su corazón: "Mi señor tarda en venir". Pero era
un corazón falso atrapado por una maquinación de Satanás. Por lo que respecta a
lo que esta parábola declara ello fue moralmente precursor del espíritu del yo
y del mundo que entra para arruinar el ministerio de Cristo y convertir lo que
debiese haber sido un servicio en un señorío haciendo un "clero"
humano de un ministerio divino. Yo no deseo herir los sentimientos de nadie y
ruego que tengan tolerancia quienes pudieran sentirse atacados. Sin embargo es
debido a la Palabra que yo afirmo lo que creo que es de Dios a partir de ella,
— a saber, que hay una posición falsa con respecto a esto en ominosa cercanía con
el corazón que aplaza la venida del Señor.
Examinemos
un poco más la parábola de las vírgenes. Ya
ha sido citada con un propósito particular. Ahora podemos indagar acerca de su
relevancia general para con el tema. Hay quienes la aplican al remanente judío
pero esto es un error palpable. Hay excelentes motivos que prohíben que esta
parábola se refiera a ellos en cualquier sentido justo. En primer lugar no hay
fundamento alguno en las Escrituras para creer que cuando el remanente judío
sea llamado a salir ellos se duermen antes que el Señor venga. Las
circunstancias que ellos deben enfrentar harían que fuera un problema muy
extraordinario si se durmieran y los que afirman esto deben presentar alguna
prueba de ello. ¡El remanente judío se duerme! Hombres llamados a enfrentar un
peligro suficientemente inminente todos los días de sus vidas, ¡hasta que huyeran
de la prueba más aguda desde la creación! La gran crisis de la historia de
ellos puede ser breve pero mientras dura ellos son preservados en tormentas y
tempestades con la muerte continuamente ante sus ojos. Entonces, ¿se dormirán ellos
durante ese breve período de a lo sumo siete años? Su prueba de fuego no va a
durar más de la mitad de ese tiempo pero tomen ustedes el mayor cálculo posible
en que se puede hablar de ellos. De hecho y como se verá más detalladamente en
alguna ocasión futura durante los primeros tres años y medio no se les
distingue debidamente. Sólo moralmente o a los ojos de Dios ellos son un
remanente y puede ser que ellos no salgan a relucir claramente como tales ante
los hombres hasta la última media semana. ¿Qué puede ser más opuesto a la justa
inferencia a partir de todas las
Escrituras que hablan de ellos que suponer que tales hombres podrían dormirse
en tal crisis? Además tengan ustedes en cuenta que la parábola habla de todo el
conjunto de personas. No se trata solamente de las vírgenes insensatas sino de
"todas" las que cabecearon y se durmieron. Ahora bien, hasta donde yo
sé el remanente no tiene ninguna falsa profesión en medio de ellos, no tiene
nada que responda a prudentes e insensatas, — -a las que tenían y a las que no
tenían aceite. Por otra parte y considerando a la cristiandad uno puede ver perfectamente
de qué manera esto ha sido verificado. Y
éste no es el único motivo. Por cierto yo puedo a añadir otras observaciones
aunque ello sea una pequeña digresión del tema para que la verdad sea aclarada y
la fuerza distintiva de esta parábola sea mantenida sobre la conciencia
cristiana. Esto debe servirme de disculpa por explayarme acerca del tema y por rechazar
absolutamente todo intento de
apartarlo de la profesión cristiana como su objeto correcto.
En primer
lugar las vírgenes salieron a recibir al Esposo.
No es así con los judíos. Ellos nunca saldrán a recibir al Esposo. El principio
mismo del llamamiento de ellos es más bien quedarse donde están y allí los
bendecirá el Señor. Incluso si ustedes consideran la huida de ellos del
Anticristo en su tiempo y la tribulación sin precedentes ello no es salir a
recibir al Esposo. Pero lo que nosotros tenemos en esta parábola de nuestro
Señor es un retrato muy instructivo de la posición cristiana en relación con la
venida de Cristo, — las vírgenes saliendo a recibir al Esposo. Además se supone
que algunas son meras profesantes porque no tienen aceite en sus vasijas. Tal
como ha sido comentado este no será el caso con el remanente judío. Además con
independencia de lo que ellos puedan poseer los judíos difícilmente pueden ser
descritos de esta manera como teniendo aceite en sus vasijas. Este es realmente
un hermoso emblema del cristiano caracterizado por la unción del Espíritu
Santo. Aunque el remanente esté bajo la mano del Espíritu de Dios esto no
responde a tener aceite en la vasija. El lavamiento de agua con la palabra
puede ser de ellos pero no todavía el Espíritu derramado.
Cuanto
más ustedes la consideren más se multiplicarán
las pruebas de que es el cristianismo a lo que nuestro Señor se refería en esta
parábola. De este modo todos salen a recibir al Esposo. Ellos lo abandonan todo
aquí abajo pero no para escapar del mal o de angustia sino atraídos por un
objeto de gozo y bendición. Es el poder de Cristo y el carácter del
cristianismo desde el primer momento en que el gran principio obró en almas en
la tierra por medio del poder del Espíritu Santo. En Abraham hubo un
llamamiento a salir de la tierra y de la parentela en lo que se refería a eso
pero no un llamamiento a salir a recibir al Esposo. En el cristianismo esto
recibió su brillante y única ilustración real. El Señor antes de partir expresó
esto ante los discípulos afligidos, "Creéis en Dios, creed también en mí".
(Juan 14: 1). Es como si Él
hubiese dicho, «Yo no voy a ser el
Mesías visible en la tierra como
vosotros esperáis sino que voy
a ser invisible como Dios es; estoy a punto de desaparecer del mundo. Pero
si me voy mi corazón y mis pensamientos están con vosotros. En la casa de mi
Padre adonde yo voy estoy a
punto de bendeciros aún más que si me
quedara aquí. Si yo no establezco
mi reino terrenal conforme a los
profetas me voy a lo que es mucho mejor, — a la casa del Padre»; "Y si me fuere
y os preparare lugar" (pues éste era uno
de los objetivos de Su partida tal como Él lo afirma aquí), "vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis".
(Juan 14: 3). En esto ustedes tienen
exactamente la esperanza cristiana. Es el Señor Jesús dejando este mundo por el
cielo y dándoles la certeza de que Él los asocia consigo mismo en Su lugar
celestial y además la certeza de que cuando el lugar esté listo para ellos allí
Él vendrá por ellos otra vez. Juan 13 muestra
que todo el tiempo que Él está en el cielo los está preparando para
el lugar; el capítulo 14 muestra que está preparando el lugar para ellos: una
vez hecho esto Él vendrá otra vez y los tomará consigo para que donde Él está
ellos también estén.
Lejos de que
haya algo judío en esto ello es por el
contrario el contraste con todo lo demás por el estilo. Es la esperanza
propiamente cristiana porque el Señor viene y no viene para bendecirnos en
nuestro lugar acabando con el mal y haciendo de este mundo una morada dulce y
preciosa donde la fragancia de Su benignidad, poder y gloria serán derramados
universalmente. Esta es la expectativa judía que los santos profetas presentan
continuamente. Pero aquí es completamente nueva y celestial, la casa del Padre
y un lugar para ellos tanto como para Él allí. ¿Quién había oído tal cosa
antes? ¿Cuándo, dónde, había habido el más lejano indicio? El Señor lo divulga
ahora. Obviamente no se trata de que el misterio que había estado oculto desde
los siglos y edades fuera aún revelado; pero Él anunció la correcta esperanza
cristiana que ellos comprenderían mejor cuando viniera el Espíritu Santo. Y así
lo hicieron.
Luego en los
Hechos de los Apóstoles el pensamiento
general s expuesto ante los discípulos en el inminente testimonio de ellos
rendido a su Maestro hasta los confines de la tierra. "Este mismo Jesús,
que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al
cielo". (Hechos 1: 11). Yo admito que ello incluye el establecimiento del
poder y el reino de Cristo aquí abajo pero yo lo cito ahora porque ello es sólo
la verdad general. Aun así en el fondo es sustancialmente la misma cosa. Los
discípulos debían esperar a Jesús desde el cielo. No se trata de grandes obras
aquí abajo pero el cristiano asociado con Cristo en el testimonio de Su gracia
ahora debe esperarlo viniendo del cielo. Ustedes ven que esto está relacionado
con las vírgenes que salen a recibir al Esposo. El Nuevo Testamento en su
totalidad amplía e ilustra este muy precioso pensamiento. No se trata tanto de
la bendición de los hombres en la tierra ni de la reducción del poder de
Satanás aquí abajo al atarlo y apartarlo de la tierra, como de sacar al
creyente del mundo para estar con Cristo en la casa del Padre. Sólo en las epístolas
de Pablo esto se vuelve aún más evidente. Ahora bien, esto es lo que tenemos
que asimilar. La fe sale a recibir al Esposo antes de que Él realmente venga y
cumpla el deseo del corazón. Tal es el carácter del llamamiento de estas
vírgenes. No es a permanecer donde están para ser bendecidas en la tierra sino
salir a recibir al Esposo. En cuanto a principio ello es salir a Cristo fuera
del campamento como en Hebreos 13 para ser bendecidos con Él así como lo es para
compartir el vituperio de la cruz en este mundo. Así que encontramos toda
provisión para sostener en ellas esta esperanza. Ellas no sólo tenían la
lámpara del testimonio sino también el aceite del Espíritu Santo para mantener
la luz ardiendo intensamente de una manera que yo creo que es característica
del cristiano.
A pesar de
todo ellas se duermen. El Esposo tarda y
tanto el cristiano verdadero como el falso olvida su esperanza pero la poderosa
gracia de Dios hace que el solemne clamor sea oído a medianoche: "¡Aquí
viene el esposo…!" No se nos dice quién es el instrumento. Basta con que
nosotros sepamos que el clamor debía producirse y que el efecto sería que los
creyentes abandonarían todo lo que los había detenido antes y saldrían una vez
más a recibir al Esposo. Es la reanudación de la actitud original del cristiano
con respecto a esto. La verdadera esperanza de la Iglesia despierta a los
discípulos dormidos durante tanto tiempo. La
esperanza cristiana es revivida en los santos. El Espíritu de Dios muestra que
Su poder no permitiría que tal esperanza expirara finalmente en la Iglesia. En
un momento no fechado el clamor es oído una vez más. Yo creo que el clamor a
medianoche es de la más solemne importancia. El clamor es oído justo antes de
que el Señor Jesucristo regresa y no hasta entonces. Tanto las vírgenes
prudentes como las insensatas despertadas por el clamor arreglan sus lámparas
pero sólo las que tienen aceite en sus vasijas están en condiciones de ser
recibidas. Las demás están ocupadas en sus necesidades buscando aquí y allá para
hallar aquel aceite que no tienen. El Señor viene en el momento crítico y sólo
las vírgenes prudentes entran a las bodas.
Presten ustedes
atención a otra cosa. Ellas volvieron
a salir a recibir al Esposo. (Mateo 25: 6, 7). Los cristianos en este
momento, y sólo en este momento, desde su temprana desviación para dormir
vuelven a su posición original de salir al encuentro del Esposo. Ellos dejan
todo por Cristo una vez más. ¿Lo ha hecho usted? ¿Puede usted decir que ha
salido a recibir al Esposo? ¿Lo detienen las antiguas costumbres? ¿Lo retienen
las tradiciones de los hombres? ¿Se ha acostumbrado usted tanto que le agrada
el estado de decadencia en que ha caído la cristiandad? ¿Prefiere usted dormir
a sus anchas? ¿O se despierta usted al oír el clamor que la gracia ha enviado
de nuevo? ¿Ha salido usted a recibir al Esposo? Si es así, ¡usted es feliz! Si
con el aceite en sus vasijas, con la conciencia de su relación, con el disfrute
por el poder del Espíritu Santo de aquello a lo que ustedes son llamados ustedes
se pueden quedar donde están y dormir, entonces que así sea: por mi parte
parece más sabio y más verdadero, por no decir que se le debe a Cristo y a Su
amor, salir con alegría y presteza de corazón y esperar Su venida en paz.
La parábola
que sigue a continuación (Mateo 25: 14-30)
no requiere muchas palabras en este momento. Sin repetir la verdad común se
puede comentar que tenemos aquí un relato vívido de lo que pertenece al
cristianismo en el aspecto activo. Cuando Cristo ascendió a lo alto dio dones a
los hombres. (Efesios 4: 8). Nunca se vio y yo creo que nunca se verá la misma
plenitud de bendición de este tipo tal como es conocida en el cristianismo.
Habrá un testimonio breve, amplio y enérgico en todas partes en "el tiempo
del fin", sin duda; pero aun así este hecho de negociar con los diversos
talentos que el Señor da, — a uno este y a otro aquello (1ª Corintios 12), —
evidentemente es característico del ministerio cristiano. Consecuentemente
tenemos a los siervos en el uso activo de estos diferentes dones de gracia del
Señor el cual al final los llama a rendirle cuentas de la forma en que dichos dones
fueron usados. Sin embargo en todas las parábolas, ya sea que se trate de siervos
de la casa, de vírgenes o de hombres que negocian con talentos hay un sello
impreso sobre ellas como en todas las demás parábolas que se refieren a la
cristiandad. No hay ninguna revelación de una tardanza tal que implique
necesariamente una sucesión de siervos de época en época, ninguna revelación
del casi doble milenio de la cristiandad que de hecho ha transcurrido. Sólo en
la medida en que se habla de una tardanza ello podría brindar ocasión al
progreso del mal permitido en la cristiandad. ¿Y acaso no es notable que la
hora apostólica no finaliza hasta que el último sobreviviente de esa santa
compañía pudo afirmar que el peor carácter del mal ya estaba allí y por lo cual
se sabía que era el último tiempo? (1ª. Juan 2). Tomen ustedes cualquier otra
predicción que les plazca como por ejemplo 2ª Timoteo 3: "En los postreros
días vendrán tiempos peligrosos". ¿Qué es lo que el Espíritu de Dios añade
expresamente? ¿Acaso añade Él que esos tiempos estaban muy lejos? Por el
contrario Él ordena: "Apártate también de los tales". (2ª Timoteo 3: 5
–VM). A lo menos algo de eso había en
aquel entonces. No hay tardanza alguna. Luego tomen ustedes además algo peor
que eso, — el misterio de la iniquidad. Él ya "está en acción". (2ª
Timoteo 2: 7). Dónde estaba la tardanza? Tomen incluso a los anticristos que es
la peor forma de maldad que puede ser posible que exista excepto uno, el último
de ellos mismos: "Ahora han surgido muchos anticristos". (1a. Juan 2:
18). Por eso el apóstol sabía que era "el último tiempo". ¿A qué
males adicionales había que temer? ¿Qué es lo que se debía esperar? ¡Se debía
esperar a Cristo! Por lo tanto no hay acontecimientos interpuestos así por la
revelación como para ser una barrera al regreso del Señor en los corazones de
los santos. De hecho Él podría tardar y sin duda estos males que ya obraban se
expandirían consecuentemente y se volverían mucho más concretos y espantosos. Si
a Dios así Le complació el transcurso de tiempo haría que el carácter de ellos
fuese más y más evidente. Muy cierta fue Su descripción de estos profundos y
diversos males pero los males estaban allí y fueron detectados en aquel
entonces, se los puso de manifiesto y fueron juzgados desde el comienzo mismo
de la cristiandad. Por lo tanto la expectativa de tales males no podía actuar exactamente
como un obstáculo. Ellos ya eran tratados como existentes y así son descritos
por el Espíritu de Dios. Entonces nada puede detener justificadamente al
corazón porque conforme a la Palabra, ¿qué debiese impedir que uno esté siempre
esperando a Cristo?
Pero por otra
parte se pregunta, ¿acaso no son
adversos los casos particulares? ¿Acaso no encontramos al Señor diciéndole a
Pedro con qué muerte él había de glorificar a Dios? (Juan 21: 18, 19). ¿No
oímos a Pablo diciéndonos que el tiempo de su partida estaba cercano? (2ª Timoteo 4: 6). A decir verdad tales objeciones se
refutan a sí mismas. Ellas demuestran precisamente lo contrario de aquello para
lo que son citadas. ¿No parecería una cosa muy extraordinaria entre los hombres
que a alguien se le dijera seriamente que tiene que morir en un momento u otro?
Comúnmente las personas se han mentalizado acerca de ello como que ello es una
certeza; ellas se satisfacen con que todos deben morir. ¿Cómo es que en las
Escrituras un varón como el apóstol Pablo que llevaba su vida en sus manos
necesitó tener una insinuación de que su muerte estaba cercana? ¿Cómo es
posible que a un siervo de Dios tan audaz como Pedro en medio de judíos
hostiles a los que él denunció como homicidas de su propio Mesías se le tuviera
que informar acerca de la muerte con la que él había de glorificar a Dios?
Porque en aquel tiempo los hijos de Dios no esperaban la muerte sino que Cristo
viniera en gloria. Porque el regreso del Señor de ellos desde el cielo era esperado
firme y universalmente por todos los santos de Dios. Tan verdaderamente era la
asentada esperanza admitida por todos que la excepción tenía que ser un asunto
de un especial indicio positivo de parte de Dios. Además presten ustedes
atención a la manera en que estos indicios son presentados. Hay poco motivo
para suponer que Pedro comprendió el significado de aquello para él cuando lo oyó
pues sabemos que los discípulos malinterpretaron en general lo que el Señor dijo
a Juan. (Juan 21: 20-23). Ello fue expresado de la forma más enigmática así
como la sobrevivencia de Juan fue moldeada de manera tan figurada que los
mismos discípulos discutían con perplejidad qué significaba. Ellos pensaron que
Juan no iba a morir. "Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?"
De esa expresión ellos dedujeron que
Juan no había de probar la muerte. Ellos erraron allí, ¿acaso conocían tanto
mejor lo otro?
Observen
también esto, a saber, que el Espíritu de
Dios en la Palabra nunca menciona la muerte de Pedro de modo que la Iglesia no pudiera
saber nada al respecto hasta que él estuvo a punto de partir pues entonces
Pedro dice que el Señor le había dicho que debía " abandonar el
cuerpo". (2ª Pedro 1: 14). ¿Fue esto para hacer que ello fuese una señal o
para ayudar al aplazamiento sistemático de la esperanza? Además Pedro podría
haber muerto cualquier día y aunque él no era un hombre joven cuando apareció
la primera epístola sin embargo el Espíritu de Dios le impidió escribir sobre
ello en aquel entonces. En ninguna otra parte él se refiere a ello hasta que
estuvo justo a punto de partir. Por lo tanto la esperanza de la Iglesia no
podía verse afectada por ello ya que la mención fue hecha sólo cuando él estaba
dejando la tierra y el evangelio de Juan no apareció hasta mucho después. Lo
mismo ocurrió con el apóstol Pablo. Él nombra algo parecido, pero, ¿cuándo? Él
ni siquiera era consciente de que iba a morir cuando escribió su epístola a los
Filipenses; o más bien él estaba seguro de que iba a vivir un poco más aunque
lo afirmó en uno de sus últimos escritos. Fue sólo al final de todo, cuando él estuvo
a punto de ser sacrificado que él declaró que su partida estaba cercana. (2ª
Timoteo 4: 6). ¿Qué clase de prueba es ésta de que hay acontecimientos que se
interponen revelados en la palabra de Dios que debiesen impedir a un cristiano
velar continuamente por Cristo? Se trata realmente de una firme presunción en
una dirección exactamente contraria.
De modo que
cuando todo lo que es aceptado
apresuradamente para demostrar que nuestro Señor retarda Su venida es examinado
y comprendido debidamente se encontrará que eso está de acuerdo con su propia
condenación de aquel sentimiento y con el tono general del testimonio del
Espíritu que dice claramente lo contrario. ¿Acaso no hemos experimentado todos
que la incredulidad del hombre es tan ciega que el motivo mismo presentado para
rechazar la verdad es el motivo de más peso para recibirla cuando es visto a la
luz de Dios? Tomen ustedes por ejemplo los ataques racionalistas a las
Escrituras y especialmente sus esfuerzos por degradar los Evangelios. ¿Cuál es
el hecho? Las discrepancias en los Evangelios no sólo demuestran la veracidad
de los escritores sino la hermosura y la perfección de la verdad. Es de esperar
que incluso un cristiano sencillo hable concienzudamente la verdad. Tales
agresores nunca supieron u olvidaron de manera práctica que Dios escribió los Evangelios.
Ellos están bajo la ilusión de que no fueron sino Mateo, Marcos, Lucas y Juan
quienes hicieron el trabajo; aun cuando fue Dios quien los escribió empleando a
quien a Él le complació. El cristiano acepta esta verdad sin controversia y
nunca soñaría con cuestionarla a menos que fuera engañado en su sencillez por
las teorías espurias de hombres que no conocen las Escrituras ni el poder de
Dios con independencia de cuán versados puedan ellos estar en los aspectos
externos y accesorios de la Biblia. Las supuestas discrepancias no se deben en
lo más mínimo a la debilidad humana; no radican tanto en la superficie como en
las profundidades del propósito divino ya que la plenitud de Jesús es vista y descrita
de diversas maneras. Ningún evangelista podía ser suficiente. Por eso el
Espíritu de Dios concedió a cada uno sacar a la luz la gloria de Cristo como a
Él le agradó aunque y sin duda adecuadamente al vaso empleado. De este modo los
puntos de diferencia en el alcance, la manera y las expresiones brotan
necesariamente de esta rica y variada exposición de la verdad tal como existe
en Jesús. El cristiano sencillo lo recibe todo y lo disfruta pero cuanto más la
verdad es distinguida y apreciada más triunfalmente es justificada. Obviamente
esto supone no sólo fe sino cierta comprensión espiritual que nunca debe ser
buscada en el autocomplaciente rechazador de la revelación. La inteligencia de
la fe convierte las objeciones en pruebas cada vez más profundas del valor
divino de la palabra de Dios.
No sucede
de otro modo con las objeciones que a menudo
son hechas contra la esperanza constante de la venida del Señor a encontrarse
con los santos. Cuando dichas objeciones son examinadas desapasionada e
inteligentemente resultan ser pruebas de que Dios escribió el Nuevo Testamento
de tal manera por medio de los evangelistas como se los llama y por medio de los
apóstoles como para mantener al alma en su primera clara impresión esperando a
Cristo de día en día. No existe una idea tal como determinar un momento especial
ya sea que ustedes lo sitúen en una época o en otra. Todo el sistema de fechas
medidas o señales equivalentes para decidir acerca de la venida del Señor es
falso. Algunos han señalado el año 1867 d.C.. Luego cuando nos acercamos al año
ellos comienzan a desplazar el tiempo algo más lejos y dicen que no es sino «el principio
del fin». ¿Qué es esto
sino salvar su propia honra a expensas de las Escrituras? A los hombres cuerdos,
por no decir reverentes, ello les parece un trato indigno de la palabra de Dios
y yo no temo decirles que la fuente del error es la ignorancia de la palabra de
Dios y especialmente del llamamiento y de las esperanzas de la Iglesia.
La palabra
de Dios es pura siendo ella el reflejo de Su
verdad y de Su santidad. No hay tal cosa como procurar hacer una impresión en
el espíritu del creyente pensando en el efecto. Dios mismo ha puesto a
propósito al cristiano y a la Iglesia a esperar a Cristo sin saber el momento puesto
que Él reserva todos esos asuntos en Su propia autoridad como de hecho es también
lo más debido y sabio. En Su gracia hay un motivo presentado el cual es, "la
paciencia de nuestro Señor es para salvación". ( 2ª Pedro 3: 15). Esa es
la verdadera clave de la demora. Dios no está cerrando el número de los escogidos
antes del momento. Él no va a encerrar en límites angostos la rica gracia que
ha ido tan lejos y tan activamente y que ya ha llamado a no pocos. Dios está
magnificando a Su Hijo. Por eso Él es, por así decirlo, tardo para extinguir el
período. Más bien Él lo está ampliando, por así decirlo: Él amplía menos para
límites mayores. No hay duda alguna de que Él ha permitido que transcurra un
tiempo que habría sorprendido a los primeros cristianos; pero cuando ustedes
examinan la palabra de Dios no hay ni un solo rastro de un pensamiento que fije
o limite el tiempo. Ellos siempre Le estaban esperando pero al mismo tiempo sin
saber cuándo Él vendría. ¿Y cuál es la causa de esto? ¿A qué se debe la
ausencia de una fecha? El Señor era presentado continuamente como viniendo
pronto, está cerca, etc., y era Su voluntad que el cristiano estuviera siempre
esperándole.
Pasemos a
la porción de la palabra de Dios leída para
ustedes esta noche. Esta Escritura ha sido hecha para enseñar un error palpable
a través de una desafortunada idea errónea por parte de nuestros admirables
traductores. Y no fueron ellos los únicos pues lo mismo impregnó casi cada
versión en cuanto a esto hasta una fecha reciente. No es de extrañar que siendo
tan frecuente este error él mismo haya sido en gran medida el medio de
desorientar o dejar perplejo al creyente. Algunos de los que están aquí podrían
sorprenderse al oír que hay quienes consideran que 2ª Tesalonicenses fue
escrita para corregir un error en el que habían caído los santos a los que se
les hablaba al interpretar erróneamente su carta predecesora. Se supone que la
primera epístola produjo la precipitada y errónea expectativa de que nuestro
Señor estaba cerca. Estos suponen que la segunda epístola fue escrita y enviada
para corregir esto, para reprenderlos por su estado agitado y para declarar que
el Señor no estaba cerca tal como imaginaban los entusiastas. Yo denuncio esta
explicación como contraria a la palabra de Dios. Una demostración de que dicha
explicación es falsa y poco sólida radica en esto, a saber, que ella opone
Escritura contra Escritura. La verdad armoniza siempre. En el momento en que nueva
luz es vista ella elimina las tinieblas que hacían que una parte de la Palabra
de Dios fuera inconsistente con otra; y no existe evidencia más común ni más
segura de que por influjo de luz desde lo alto el alma ha sido conducida a
conocer el pensamiento de Dios tal como es revelado acerca de cualquier asunto
dado y a conocer este poder que pone hechos previamente desunidos en los textos
de la Escritura en orden y claridad como un todo viviente.
Lo que el
apóstol está corrigiendo realmente mediante
la segunda epístola es un error totalmente diferente del que es atribuido a
estos santos o a los que los habían desorientado. En la primera epístola él los
había consolado acerca de los santos muertos; ahora él trata de disipar la
alarma de ellos acerca del día del Señor viniendo sobre ellos mismos, los
santos que estaban vivos. Ustedes deben recordar que los Tesalonicenses ya
sabían que el Señor venía tal como también sabían que el día del Señor sería un
día de tribulación y tinieblas de modo que cuando los hombres digan "Paz y
seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina". (1ª
Tesalonicenses 5: 1-3). Pero ellos no sabían de qué manera debían ser
conjugadas estas cosas: y de hecho tal es la condición en que se encuentran
muchos cristianos en este momento. Ellos no entendían el orden relativo de la
venida del Señor y de Su día. En el caso de los Tesalonicenses la consecuencia
fue que los falsos maestros se aprovecharon de la ignorancia de ellos para
atribularlos. Es importante observar que alarmar a los santos de Dios,
llenarlos de ansiedad con respecto a Dios y a la propia relación de ellos con Él
y darles una impresión perturbadora y dolorosa de lo que Él va a hacer con respecto
a ellos es una de las señales más claras de la obra del diablo. Despertar a
las almas inconversas, sí, y alarmarlas
también, puede estar muy bien; pero cuando un alma ha encontrado a Cristo y se
supone que está descansando en "la redención que es en Cristo Jesús",
abrumarla con terror o incluso con duda en cuanto a su asociación con Cristo
por medio de acontecimientos proféticos es la obra antagónica del enemigo. Yo no
estoy hablando ahora del caso de una persona que ¡lamentablemente! cae en
pecado. Es muy correcto incitar la conciencia en tales circunstancias y llevar
a la persona a confesar su pecado; pero yo aludo ahora a producir alarma en los
santos de Dios y a hacer esto por medio de algún retrato del día del Señor
usado indebidamente. Ello es colocar algo falso en las relaciones más íntimas
con Cristo; es convertir la plenitud de la gracia en una fuente de terror lo
cual es muy ruinoso. Esto fue precisamente lo que estos falsos maestros
intentaron hacer y así también han obrado otros desde entonces. Ellos presentaron
el "día" del Señor ante estos creyentes como algo presente colocando
sus horrores en lugar de la venida del Señor con su gozo y bendición eternos.
Debe ser observado
con detenimiento que "el día
del Señor" y "la venida del Señor" nunca son confundidos
en la palabra de Dios. ¿Cuál es la diferencia? La "venida" del Señor
es el término general. Significa Su presencia, Su manifestación, en contraste
con Su ausencia. Esa es la fuerza literal de la palabra que me atrevería a
decir que está traducida bastante bien como "venida" porque Él debe haber
venido para estar presente; pero es Su estado de presencia la verdadera y
genuina fuerza de la palabra. Ahora bien, es evidente que nuestro Señor podría
cambiar Su ausencia por Su presencia sin manifestarse Él mismo.
Por lo tanto
ustedes tienen esta diferencia, — a
saber, que la Escritura no sólo habla de la verdad general de la presencia de
Cristo en breve como aquello que va a ser en lugar de estar Él ausente como lo
está ahora sino que define una parte particular de esa presencia que es
diversamente llamada Su "día". (1ª Corintios 1: 8; Filipenses 1: 6,
10; 2ª Tesalonicenses 2: 2, etc.), Su "manifestación" (1ª Pedro 1: 13
– VM), su "aparición" (1ª Timoteo 6: 14; 2ª Timoteo 4: 8 – VM), o
"la manifestación (epifanía o resplandor) de su venida". (2ª
Tesalonicenses 2: 8). Yo me estoy refiriendo ahora a muchas Escrituras que
cualquiera que esté familiarizado con la Palabra de Dios tendrá en mente y
aplicará con bastante facilidad. El gran punto distintivo es que aunque la
"presencia" o la "venida" del Señor es necesaria para todas
estas cosas todos estos otros términos implican nociones más allá del
pensamiento de Su presencia. Su "presencia" es el término más amplio
y deja lugar para Su venida antes del "día", es decir, antes de que
Él aparezca, se revele o se manifieste.
¿Es
esto recurrir a la imaginación? Ello es afirmar
una verdad muy necesaria e importante de las Escrituras. Tomemos este ejemplo
en Colosenses 3, "Cuando Cristo, el cual es nuestra vida, sea manifestado,
entonces vosotros también seréis manifestados juntamente con él en
gloria". (Colosenses 3: 4 – VM). Ahora bien, nosotros tenemos allí tan
claramente como Dios pudo expresarlo el hecho de la manifestación conjunta de
Cristo y nosotros en gloria. No es que cuando nuestro Señor aparezca entonces nosotros
seremos arrebatados para estar con Él porque esto es falso. Tal idea no es
enseñada en ninguna parte de la Palabra de Dios. ¿Dónde está el menor indicio
de que el mundo y la Iglesia contemplarán a Cristo al mismo tiempo? ¿Dónde está
el indicio de que el primer momento de ver a Cristo será el mismo para un
incrédulo que para el creyente? La verdad es todo lo contrario. Porque la
Escritura ante nosotros declara que, "Cuando Cristo, el cual es nuestra
vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados juntamente
con él en gloria". Esto no significa que nosotros permanecemos en la
tierra hasta que Él se manifieste a todos y que sólo somos arrebatados cuando
Él así aparece sino que cuando Él se haga visible desde los cielos a la
tierra entonces nosotros también seremos vistos junto con Él en gloria. Por lo
tanto nosotros tenemos que haber sido arrebatados a Él mismo anteriormente.
Esto concuerda exactamente con 1ª Tesalonicenses 4 como ha sido mostrado. Allí
se dice: "Así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él".
(1ª Tesalonicenses 4: 14). El Señor
descenderá del cielo "con voz de mando", — una voz de mando tal es apropiada
a Cristo si Él sólo tenía la intención de que Su voz sea para los Suyos. Este
parece ser el motivo por el cual el apóstol señaló una palabra griega especial.
"Voz de mando" (κέλευμα, kéleuma) es un término
que implica la relación que existe entre el Señor y Sus seguidores como la de
los soldados convocados por su general o los marinos por su comandante. Si la
intención fuese que la expresión en voz alta de Su voz fuera para todo el mundo
tanto como para Su propio pueblo podríamos inferir naturalmente que esta
palabra peculiar no sería usada. Considerando que la Palabra expresa el
pensamiento de una voz de mando de alguien que manda a aquellos que son
mandados, es mera e ignorante incredulidad insistir en el hecho de que el Señor
vocea así y luego concluir que todo el mundo debe oírle en aquel momento. Es
contraria a toda analogía la noción de que el mundo será testigo de la venida
del Señor para llevar Él consigo a los creyentes. Es fácil concebir que el
Señor podría ocultarlo si Él quisiera. Obviamente el mundo puede alarmarse y
asombrarse por un tiempo por el hecho de la desaparición de tantos. Yo no estoy
en absoluto dispuesto a negar que un gran efecto será producido en el mundo por
ello pero creo que la sencilla y natural interpretación de los términos
empleados en esta Escritura supone una conexión especial entre el Señor y
aquellos por quienes Él viene, y que la elección de las expresiones limita Su
acción en cuanto a la vista y también al sonido así como en cuanto a los resultados
de importancia más profundos para aquellos a quienes todo esto concierne. Yo no
deduciría ni afirmaría nada más por el momento.
Pero
los falsos maestros que encontraron a los
Tesalonicenses tan refulgentes y alegres en su esperanza (particularmente ahora
que su ansiedad acerca de los muertos había sido disipada por la primera
epístola), comenzaron a alarmarlos con su doctrina acerca del día del Señor.
Ellos pueden haber dicho, «"Oh, vean ustedes estas preocupaciones
que vienen
sobre la Iglesia ahora; vean el estrago que ha sido hecho; vean todos estos
desastres que abundan en el mundo». De
la lectura de la primera epístola parecería que
había mucha persecución en aquel tiempo y el comienzo de la segunda epístola confirma
esto. Nosotros encontramos que hay mucha alusión a aquellos que acosan a los creyentes.
Al leer el Antiguo Testamento nos enteramos de que el día del Señor o día de Jehová se caracteriza por la oscuridad,
las
preocupaciones y la ansiedad, — un
día de nubes y oscuridad. Consecuentemente estos falsos maestros decían: «El día del Señor ha llegado». (No decían, el día del
Señor viene). Este es el error que el
apóstol está combatiendo. ¿Se trata de una interpretación limitada a unos pocos
individuos? Yo recuerdo el tiempo en que se podía dudar mucho de que hubiera
seis hombres en Inglaterra que lo aceptaran. Dudo mucho que haya seis hombres
en Inglaterra que habiendo sopesado el tema con el debido cuidado les
importaría disputar esto ahora. Ellos no estarían de acuerdo con todo lo que yo
he sacado de la lectura del pasaje pero es notable la manera en que Dios ha
vindicado la verdad de esta misma Escritura incluso ahora por medio de aquellos
que no tienen ninguna teoría particular acerca de ella en absoluto. Sin embargo
ellos sostienen esta opinión acerca de la palabra griega ἐνίστημι, enístemi en 2ª Tesalonicenses 2: 2 como un
asunto de interpretación llana y justa de las palabras del Espíritu Santo. Yo
pongo en duda que algún hombre capaz, competente para pronunciarse acerca de un
asunto tal, a menos que lo haya hecho previamente y de manera muy sesgada, siguiera
argumentando que la versión de la Biblia en castellano más usada es correcta en
su representación de la última palabra del segundo versículo. Toda persona
inteligente que no está bajo un fuerte prejuicio reconocerá fácilmente que el
pasaje en griego no da a entender que el día del Señor "está cerca"
sino que realmente "ha llegado", (2ª
Tesalonicenses 2: 2 – LBA, RV1977). Este fue el error al cual el apóstol se
opone. Los falsos maestros decían: «El día
del Señor está aquí». Por el
contrario el apóstol demuestra que aquel día no podía estar presente antes de
ciertos hechos que aún no habían aparecido.
En primer
lugar permítanme exponer las circunstancias
del caso. La misma palabra griega traducida en nuestra versión de la Biblia como
"cerca" aparece en otros seis o siete lugares. Aparece en Romanos 8: 38
pero allí es traducida como "lo presente". En 1ª Corintios3: 22
sucede exactamente lo mismo, "lo presente". En 1ª Corintios 7:
26 es traducida como, "apremia".
Así también en Hebreos 9: 9 es traducida como, "presente". Por
otra parte en 2ª Timoteo 3: 1, tiene una forma diferente, — leemos que, "vendrán",
tiempos peligrosos pero no es, 'han llegado', lo cual daría un sentido
totalmente infundado o más bien ningún sentido. Por lo tanto yo no vacilo al
decir que no puede haber ninguna duda legítima de que el verdadero significado
de la palabra en todas partes es, "presente", y que aquí en 2ª
Tesalonicenses 2: 2 traducido como está significa «el día del Señor está presente». Lo que
confirma esto es que el apóstol en otra parte insiste en que, "se acerca
el día". (Romanos 13) ¿Qué día? El día del Señor, obviamente. Entonces,
¿enseñó él después lo que él mismo denunció en los engañadores de los
Tesalonicenses? Esto es lo que hace la falsa versión pues coloca al apóstol en
oposición consigo mismo y le hace asumir el error de aquellos maestros
judaizantes. En realidad él no hace nada de eso. Él niega en 2ª Tesalonicenses 2
que el día del Señor había llegado. Él declara en Romanos 13 que dicho día se
acerca. Aquel día significaba el día del temible juicio, la ejecución de la ira
de Dios sobre la tierra y él niega que esto haya llegado contrariamente a lo
que decían los que conturbaban a los Tesalonicenses.
Él procede
a abordar el error mediante dos
consideraciones. En primer lugar él insiste en un motivo para el corazón y en
segundo lugar él razona a partir de los hechos positivos del caso. El motivo
era éste: "Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y
nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente
de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra,
ni por carta". Ellos pretendieron de varias maneras que tenían una
revelación para ello. Incluso afirmaron que el propio Pablo era el autor del
error de ellos. Él lo niega rotundamente. No es en absoluto un asunto acerca de
la epístola anterior. Él no dice, «por carta nuestra» sino, "por
carta como si fuera nuestra". Se trataba de una supuesta carta del
apóstol que enseñaba el falso pensamiento de ellos y no de la verdadera
epístola que no enseña nada más que la verdad. La supuesta carta contenía el
error de que el día del juicio estaba realmente allí (no meramente cerca). Se
trató de una carta falsificada y de una doctrina falsa. Él insinúa, «¿Acaso
no sabéis que el Señor vendrá y os llevará a todos con Él?». (Juan 14: 3). Tal es el
motivo mediante el cual él apela al corazón: es el medio mediante el cual él despierta
los sentimientos espirituales de ellos contra el embuste. Cuando el Señor venga
lo primero que Él hará será llevarse consigo a los que Él ama.
Pero hay otro terreno de
argumento que él toma. Él razona acerca del asunto en consideración y demuestra
que el día del Señor no puede venir a menos que haya primero la apostasía
"y se manifieste el hombre de pecado", — el inicuo que se exaltará a
sí mismo en oposición a Dios. Cuando este despliegue de iniquidad en la tierra
sea completo (el hombre de pecado siendo evidentemente la expresión de la
maldad humana; tanto que se sienta en el templo de Dios como el colmo de la
soberbia judía y del antagonismo contra Dios; y además de todo esto es aquel que
se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto lo cual incluye
el gobierno de Dios en el mundo), entonces el día del Señor puede, por no decir
debe, venir. Todo lo que es de Dios relacionado con los gentiles queda así contradicho;
todo el testimonio de Dios en Israel queda en nada y es desafiado; la cuestión
final de la apostasía en la cristiandad está allí. El hombre de pecado se
enfrenta, por así decirlo, al Hombre de justicia que irrumpe inmediatamente en
la escena culpable dando muerte con el aliento de Su boca y destruyendo con el
resplandor de Su venida. Porque todo lo que exige juicio divino está al
descubierto, — a saber, la maldad humana, la maldad judía, la maldad gentil y
la maldad de la cristiandad, siendo este personaje cuyo advenimiento es por
obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos la culminación
y la concentración de todo. Verdaderamente yo creo en toda la fuerza de la
palabra. Con independencia de cuál sea la forma de mal por cierto finalmente se
manifestará este personaje como el antagonista del Señor Jesús, que es el Sol
de justicia, el Señor sobre todos los pueblos y naciones y lenguas, Cabeza de
la Iglesia, y más que todo, el verdadero Dios y la vida eterna. Entonces tendrá
lugar el esfuerzo y la exhibición por largo tiempo planeados de Satanás en la
tierra contra el Dios del cielo el cual vendrá en gloria vengadora en la
persona de Jesús así como una vez Él apareció en la gracia que trae la
salvación. ¿Puede el asunto ser dudoso? El inicuo (pues tal es el significado
de su título y carácter) es lanzado en un momento a la destrucción siendo arrojado
vivo al lago de fuego. (Apocalipsis 19: 20).
De este modo el apóstol mediante
un doble proceso positivo y negativo pone fin al engaño mediante el cual los
falsos maestros acosaban a los santos Tesalonicenses. Cristo debe venir primero
y reunir a los Suyos para que estén con Él sanos y salvos. Luego el desarrollo
de la maldad combinada del hombre y de Satanás debe ser completo antes de que
el mundo pueda ser juzgado. En los tratos de Dios siempre es así. Él ni
siquiera permitió que Sodoma y Gomorra fueran destruidas hasta que fue demostrado
que la iniquidad de ellos era intolerable más allá de toda posibilidad de duda.
Él no ordenó que a los amorreos se les diera muerte antes de que la copa de
ellos estuviera llena. Así será al final de esta era. Cuando se agote la
paciencia y cuando las peores corrupciones de las mejores bendiciones sean
evidentes entonces el Señor se levantará con Su poder y suprimirá a todos Sus
enemigos para siempre.
Por lo tanto el pasaje está estrechamente
relacionado con nuestro tema actual y cuando es traducido y aplicado
correctamente fortalece en lugar de debilitar la espera constante de Cristo por
parte del cristiano. Y un error lleva a otro porque los que han traducido
erróneamente también han caído en el error de confundir la venida del Señor con
Su día. Ahora bien, la venida (παρουσία,
parousía),
abarca sin duda el día del Señor como una de sus partes y sin embargo es sólo
una parte de ella. Consecuentemente la venida del Señor implica directamente
los tratos de gracia con los santos tales como la reunión de ellos con Cristo o
el traslado de ellos al cielo; el día del Señor nunca lo hace. Gracia de
ninguna manera es el objetivo o el carácter del día del Señor. Dicho día será
la manifestación de ellos en gloria, si así lo prefieren ustedes. Será la justa
adjudicación de lo que ahora es una escena de debilidad, perplejidad, dolor,
pecado. No sólo será la supresión de la soberbia del mundo sino que el Señor
también asignará en aquel entonces a cada uno de sus siervos conforme a su
labor, o conforme al estilo de la parábola Él dará a uno cinco ciudades y a
otro diez. (Lucas 19: 1-27). Por lo tanto yo no niego en lo más mínimo que nosotros
vamos a tener la recompensa de la herencia en aquel día tal como no dudo de que
el mundo será juzgado entonces por el Señor. Pero con la misma seguridad yo debo
afirmar que la Escritura nunca representa la venida del Señor por nosotros como
un objetivo que sólo puede ser esperado después de que hayan ocurrido ciertos
acontecimientos.
De este modo nosotros tenemos las
dos series de hechos en la Escritura, a saber, la venida del Señor que siempre es
expuesta sin fechas; y el día del Señor que requiere que antes se cumplan
algunos acontecimientos trascendentales y por lo tanto implica fechas en cierta
manera. ¿Cómo debemos juzgar? No hay nada más sencillo. Admitamos los dos
hechos; permitamos a cada uno su propia esfera sin confundirlos y todo se
vuelve fácil y claro. La venida del Señor en su relación con el cristiano es
nuestra esperanza, — la esperanza de la presencia personal de Jesús para sacar
a Sus santos de este mundo y trasladarlos a la casa del Padre. Nunca en ningún
pasaje de la Palabra de Dios es introducido un solo incidente como siendo
necesario que se cumpla antes de que la Iglesia pueda esperarle a Él legítimamente.
Los supuestos casos de Pablo y Pedro son sólo las excepciones que confirman la
regla; y el cristiano y la Iglesia incluso entonces no esperaban la muerte sino
la venida del Señor. Ellos estaban en lo correcto. El único objetivo invariable
del Salvador primero y del Espíritu Santo después obrando por medio del apóstol
es mantener la esperanza de Su venida como la perspectiva inmediata ante los
santos. Yo uso la palabra 'inmediata' porque el objetivo práctico era que
cuando el Señor llamara a la puerta los santos Le abrieran inmediatamente. Se
trata meramente de Su presencia y de la recepción instantánea de ellos de
acuerdo con la figura empleada.
Por último y cuando llegamos al
último libro del Nuevo Testamento seguramente aquí, si en alguna parte,
podríamos esperar la mención detallada de los acontecimientos preparatorios
para marcar el comienzo de la venida de Cristo si tales circunstancias fueran
reveladas como necesarias para precederla. Este es el gran libro que
predice las escenas finales de los días del hombre y el juicio del Señor. Si
estas últimas revelaciones tuvieran por objeto impedir esperar a Cristo como
una esperanza presente y continua; si yo debiera esperar hasta que se abrieran
todos los sellos, se tocaran todas las trompetas y se derramaran todas las
copas, y entonces y no antes esperar realmente a Cristo, aquí estaba la ocasión
de corregir cualquier entusiasmo extemporáneo. Yo podría entrar en todo tipo de
confusión en cuanto a dónde estoy en el libro, o bajo cuál sello, o bajo cuál trompeta
o cuál copa estoy. ¿Quién es aquel que no se puede perder en una investigación
tan laboriosa? ¿Dónde encuentran ustedes dos hombres de juicio independiente
que estén de acuerdo en estos puntos? Dos de los más firmes y más adelantados
discípulos de la escuela histórica diferirían considerablemente, cada uno de su
vecino. La Escritura es clara en cuanto a que los discípulos se habían puesto a
esperar al Señor y que el Espíritu Santo lo confirma: ¿pueden ellos creer que
el libro del Apocalipsis iba a llegar e iba a afectar completamente toda la
esperanza de ellos? ¿Acaso debemos decirles a ustedes que han estado esperando
al Señor que todo esto debe suceder como preludio y que deben contemplar los
cambios en el mundo hasta que se hayan cumplido todos los preliminares
predichos y que entonces podrán empezar a esperar a Cristo en breve? ¿No es
esto lo que hace la confusión de la incredulidad?
Pero por otra parte, ¿debemos
nosotros desestimar el libro de Apocalipsis? Definitivamente no. Pero aun así nosotros
afirmamos de nuevo que la esperanza del cristiano es distinta de cualquier
dependencia del cumplimiento de acontecimientos intermedios. Se trata del Padre
enviando al Hijo en Su gracia para tomarnos y por lo tanto ello es mantenido en
la palabra de Dios completamente aparte de la evolución de los asuntos
terrenales. ¿Sostendrá alguien que existe la menor contradicción en las revelaciones
de Dios? No hay ninguna en absoluto. Al comienzo de Apocalipsis nosotros
encontramos mencionadas las siete iglesias y después no se habla más de ellas
hasta el capítulo final cuando un mensaje es enviado de nuevo a las iglesias. Después
de terminadas las cosas "que son" (o los estados temporales de la
Iglesia), el cielo es abierto y pronto
el profeta ve allí una nueva clase descrita muy completamente. (Apocalipsis 4).
Ellos están sentados en tronos; están vestidos de blanco; tienen coronas en sus
cabezas. Entran en el carácter de Dios con la mayor intimidad de conocimiento y
responden a la gloria de Dios en todo punto. Entonces, ¿quiénes pueden ser
éstos? ¿Quiénes son estos veinticuatro ancianos? Por lo que podemos deducir de
las Escrituras nunca antes se oyó de ellos estando en el cielo. Nosotros tenemos
muchas visiones del cielo en el Antiguo Testamento y más o menos claras. Tenemos
también sorprendentes atisbos del cielo en el Nuevo Testamento. Pero por
primera vez en la palabra de Dios oímos hablar aquí de un número de personas
que claramente son hombres redimidos estando en el cielo. Porque permítanme
decir que estos no eran espíritus. La descripción difiere de la de los
espíritus separados de los que en ninguna parte se dice que como tales se sientan
en tronos y nunca son
representados actuando en lo alto como se dice que hacen éstos.
Se pregunta con respecto a estas
personas redimidas que están coronadas, entronizadas y ejerciendo una especie
de real sacerdocio en la presencia de Dios, ¿quiénes son ellos? El mensaje a
las siete Iglesias nos dijo que los que vencieran serían bendecidos por el
Señor con Él en lo alto. No necesitamos ahora entrar en los detalles de las
promesas. ¿Acaso no tenemos aquí aquello que en lo que respecta a esto hace realidad
lo que el Señor coloca ante nosotros? No cabe duda de que queda mucho por
cumplirse pero aun así, ¡cuánto se habrá hecho entonces por los que moran en el
cielo! Pero además tenemos estos ancianos representados como veinticuatro. ¿Qué
significa este símbolo? Claramente me parece que son los cabezas del real sacerdocio.
Cuando David y Salomón dispusieron la raza sacerdotal de Aarón la dispusieron
en veinticuatro órdenes. Por consiguiente no hay duda de que los veinticuatro
ancianos son un símbolo que alude a estas clases de sacerdocio. ¿Por qué en
veinticuatro clases? ¿Por qué no en una o en veinte? Yo entiendo que aparecen los
veinticuatro porque los santos glorificados en lo alto son vistos como cabezas
del sacerdocio. La parte central del libro de Apocalipsis muestra que habrá
santos en la tierra durante la gran crisis. Sin embargo después de esto, como
antes, los veinticuatro ancianos son vistos en el cielo, ni más ni menos. Por
lo tanto es evidente que ustedes tienen que justificar estos dos hechos, a
saber, la ausencia de la Iglesia en la tierra después de Apocalipsis 3 y la
presencia de los ancianos en el cielo a partir de Apocalipsis 4. ¿Es posible
evitar la conclusión de que en el intervalo entre estos dos capítulos los
miembros verdaderos de la Iglesia de Dios son sacados del mundo y llevados al
cielo y son vistos allí bajo los simbólicos veinticuatro ancianos? Y ellos están
completos lo cual sólo puede ser después de que el Señor haya reunido a
los santos consigo en lo alto. Antes de eso y estando algunos de los santos
celestiales en lo alto y otros abajo no procedería el uso de un símbolo que
requiere que todos estén incluidos.
En Apocalipsis no fue apropiado
ni necesario presentar la descripción de la venida de nuestro Señor para sacarlos
y llevarlos consigo. Obsérvese que con independencia de cuál sea el esquema de
la profecía o de la opinión que se albergue del Apocalipsis no es presentada
visión alguna de la venida del Señor para llevarse a los santos a lo alto. Si ustedes
hacen que el Señor retrase el traslado de los santos hasta Apocalipsis 19 no se
encuentra allí ningún relato de Su venida para llevar a los santos al cielo
como tampoco lo hay en los capítulos 3 y 4. Observen también que si ustedes
suponen que el rapto o arrebatamiento se retrasa hasta el capítulo 19 entonces
no se explica la visión de los veinticuatro ancianos en todo aspecto. Si ustedes
dicen que se trata de esa parte de la Iglesia que ha ido al cielo ahora yo me
veo obligado a rechazar la idea y por este motivo, a saber, que una parte no
cumple con el símbolo de los veinticuatro ancianos. Ellos son las cabezas de las
clases completas. Pero ustedes nunca pueden tener el sacerdocio celestial
completo en sus cabezas hasta que los que duermen sean resucitados, los que
viven sean arrebatados, y todos trasladados al Señor en Su venida. Es sólo así
y es sólo entonces que hay la integridad requerida y por lo tanto se deduce que
si los veinticuatro ancianos son las cabezas del sacerdocio celestial y si la
Iglesia ahora en la tierra y luego arrebatada responde a ellos el Señor debe
haber venido entre esos dos puntos antes nombrados para recibir a los santos a Sí
mismo. Yo entiendo que el motivo por el cual la venida del Señor para trasladar
a los Suyos para estar con Él no es descrito en ninguna parte de este libro se
basa en el principio de que el Apocalipsis se ocupa de juicios más que de una
muestra de gracia. El hecho de que los celestiales de alguna manera han ido a
lo alto se hace allí más evidente pero la presencia del Señor y la reunión de
ellos juntos a Él en lo alto no concuerda con el carácter general de aquel
libro. Mientras ellos están en el cielo los juicios providenciales bajo los
sellos, las trompetas y las copas siguen su curso aquí abajo; pero los ancianos
están en sus lugares durante las escenas cribadoras y nunca abandonan el cielo y
nunca encontramos la menor adición a su número. El emblema estaba completo
desde su primera aparición en Apocalipsis 4. ¿Acaso no concuerda esto
enteramente con la verdad que he procurado presentar esta noche? El Señor
mantiene Su venida para recibir a Sus santos como una distintiva esperanza del
corazón aparte de los acontecimientos terrenales. Cuando en Su venida ellos son
trasladados al cielo entonces la marea de acontecimientos terrenales comienza a
crecer.
Por lo tanto una etapa más de la
venida de Cristo es llamada "la aparición" (1ª Timoteo 6: 14),
"la revelación de Jesucristo" (1ª Pedro 1: 13 – LBA) , y los otros
términos que implican la manifestación, — entre el resto la expresión, "el
día del Señor". ¿Dónde encuentran ustedes lo que equivale a esto en Apocalipsis?
Ello es presentado en Apocalipsis 19 donde vemos los cielos abiertos y al Señor
viniendo en juicio. El Señor es descrito como EL VERBO DE DIOS montando
emblemáticamente el caballo blanco; es la imagen de una acción agresiva, de una
próspera conquista sobre Sus enemigos. Tal es muy sencillamente el significado.
Yo no estoy
propugnando una mera forma literal de interpretar el Apocalipsis lo cual es un craso
error pues se acepta que este es un libro simbólico. Entonces nosotros tenemos
aquí al Señor representado como viniendo desde el cielo. Pero, ¿viene Él solo?
Los cielos que dejan salir al Señor también dejan salir a los santos, las
huestes que están en el cielo que le siguen en caballos, vestidos de lino
finísimo, blanco y limpio. "¿Quiénes son, y de dónde han venido?" Son
santos y salen del cielo. ¿De qué es símbolo la vestidura de lino blanco? De la
justicia de los santos. Entonces ellos no son ángeles. Esto está totalmente
corroborado por una insinuación anterior en Apocalipsis 17: 14 que anuncia la
venida del Señor desde el cielo para el juicio del mundo donde la bestia y los
reyes fueron vistos unidos contra Él. Se dijo que ellos " pelearán contra
el Cordero, y el Cordero los vencerá". ¿Pero quiénes eran los otros
participantes? "Son llamados y elegidos y fieles". Esta no es una
descripción posible como un conjunto de ser aplicada a ángeles sino sólo a
santos porque nunca oímos de ángeles descritos como "fieles" y menos
aún podrían ser descritos como "llamados". El llamamiento de Dios no
podría implicar a un ángel aunque obviamente bien podría decirse que un ángel
es 'escogido'. Hay ángeles escogidos (1ª Timoteo 5: 21) pero nunca se dice que ellos
hayan sido llamados. Pues llamamiento implica gracia que entra en el mundo y
separa personas para Dios sacándolas de la condición en que ellas estaban. Esto
no podría ser aplicado a un ángel porque un ángel permanece en su estado precedente,
salvo los caídos; pero se dice justamente que un pobre pecador es llamado, que por
la gracia de Dios él es hecho un santo de Dios mediante la fe en Cristo. Por lo
tanto y a partir de estas declaraciones inspiradas yo no dudo en afirmar que
hemos llegado al segundo acto, por así decirlo, en el cual el Señor manifiesta Su
presencia. Él aparece desde el cielo y los santos ya resucitados y
transformados, ya tomados para estar con Él en lo alto vienen juntamente con Él
desde el cielo. Es entre Su venida por los santos y Su venida con ellos desde
el cielo que transcurren los acontecimientos terrenales con diversas señales e
indicios, — señales e indicios nunca relacionados con Su venida para arrebatar
a los santos sino con Su venida para juzgar al mundo. En resumen no hay
períodos definidos ni presagios visibles que indiquen que Él viene a llevarnos
consigo pero hay múltiples y manifiestas señales antes de que Él venga con los
santos en la ejecución de Su juicio sobre el mundo.
Quizás algunos pueden preguntar
de qué manera se produce este cambio y cuál es el significado moral de que
estas señales sean retenidas ahora y sean mostradas después. Yo creo que la
respuesta de la Palabra de Dios es sencilla y segura. Es en ese preciso
intervalo cuando Dios comenzará a obrar por y en Su pueblo terrenal. Es durante
ese mismo período que los judíos serán tocados por el Espíritu de Dios y sus
corazones se volverán hacia su Salvador por tanto tiempo despreciado. Si bien
el remanente es objeto de misericordia la nación tendrá que pasar
retributivamente por una hora de temibles prueba, peligro y desolación; pero se
obrará en los de dicho remanente y serán preparados de tal manera que aun antes
de que aparezca el Salvador sus corazones le darán la bienvenida en el nombre
de Jehová. Ellos serán el núcleo de Su pueblo terrenal en torno a su Mesías. Obviamente
ellos no vendrán del cielo como lo hacen los santos resucitados y glorificados
con Él; pero Él viene a tomar la tierra tanto como el cielo (Apocalipsis 20),
aunque Él no mezcla estos santos resucitados ni otros que entonces serán
resucitados con los que aún permanecen en sus cuerpos naturales en la tierra
durante el reinado milenial. Habrá una bienaventurada asociación pero no habrá confusión
acerca de los terrenales y acerca de los celestiales.
Pero no me explayaré acerca del
tema esta noche en parte porque la hora me amonesta en cuanto a que ya he
hablado extensamente y en parte porque los detalles se presentarán más
apropiadamente ante nosotros mañana por la tarde, si Dios quiere, cuando
veremos cuál es la luz qué se nos ofrece en cuanto a la gran tribulación que
viene sobre la tierra y quiénes son los que han de pasar a través de ella, —
veremos si son cristianos o si son personas que después de todo van a ser
llamadas después de que todos los cristianos sean sacados de la tierra. Por lo
tanto no añadiré nada más ahora sino que rogaré al Señor que bendiga lo que ha estado
ante nosotros y lo use para despejar dudas, dificultades y nubes que puedan
haber ocultado la luz de Dios de cualquier corazón dispuesto a someterse a Su
palabra.
William Kelly
Traducido del inglés por: B.R.C.O. – Enero
2023
Otras versiones
de La Biblia usadas en esta
traducción:
LBA = La Biblia
de las Américas,
Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman Foundation, Usada con permiso.
RV1977 = Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial Clie).
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929
(Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).