Obediencia
y Manifestación
J. N. Darby
Todas las citas bíblicas se encierran
entre comillas dobles (" ") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera Revisada en 1960 (RV60)
Lectura Bíblica: Evangelio
de Juan, capítulo 14, versículos 18-28
Notas de una conferencia
De la revista "Christian
Friend", Año 1889, páginas 29-35
Es sorprendente
ver aquí la manera en que se obtiene el conocimiento
establecido de nuestro lugar y posición, y sin embargo, los modos de obrar de
Dios con nosotros son puestos de manera condicional sobre nuestro amor a Él. Yo
obtengo la vida conocida y la paz perfecta: "La paz os dejo, mi paz os doy".
(Juan 14: 27). Él dice también, "El
que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él".
(Juan 14: 21). Esto no es, "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó
primero" (1a. Juan 4: 19), — la obra de la gracia; pero aquí es, "
El que me ama… mi Padre le amará".
(Juan 14: 23). Es un trato con hijos; no un asunto de si acaso ellos son hijos,
sino hijos obedientes; es el amor del Padre tratando con Su hijo y
castigándolo si es necesario. Un padre no azota a su hijo cuando hace lo bueno,
ni se complace con él cuando hace lo malo. Nosotros estamos bajo este gobierno
paternal de Dios que depende de la conducta del hijo. Jesús nos ha encomendado
a Él. Él dijo: "Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre".
(Juan 17: 11). Él nos guarda como Padre; pero como "santo". Él hijo
de Dios debe tener un andar que Le sea aceptable. Nosotros sabemos que estamos
en Cristo y que Cristo está en nosotros; entonces debiésemos manifestarle en
todo y considerarnos muertos. Estamos en Él en el poder de vida delante de Dios
y en paz con la paz que Él da; tan perfecta que es la paz que Él mismo tuvo, — "Mi
paz". Nunca pudo haber una nube sobre Él. Él siempre fue perfectamente
consciente del divino favor. Nosotros también somos amados como Él fue amado.
Luego vienen los tratos del Padre con uno que está en este estado. La demostración
del amor es la obediencia; tal como un hijo que ama a su padre obedece a su
padre.
Si nosotros conocemos
la paz, — la paz que Él ha hecho, — y lo que es estar
en Cristo, y Cristo en nosotros, es de suma importancia la medida en que nuestras
almas
están andando en este disfrute actual de la manifestación de Cristo. Cuando
andamos en obediencia el Espíritu Santo no es contristado; si no, Él hace que
yo me ocupe de mí mismo. El efecto de Su presencia es hacer que yo descubra que
me he equivocado. Él dice, «Tus pies están sucios». Obviamente, cualquier cosa
burda se nos presenta de
inmediato, a menos que nos hayamos endurecido; pero yo me refiero al descuido.
Si no Le estoy contristando Él me revela las inescrutables riquezas de Cristo,
y esa es la manifestación de Él. "Ya vosotros estáis limpios ", dice
Él, "permaneced en Mí", y eso para llevar mucho fruto. (Juan 15: 3,
4). El Padre trata con nosotros con
respecto a nuestro andar. Qué bendición es saber que Él presta atención a todo
lo que se refiere a nosotros. "No apartará de los justos sus ojos ".
(Job 36: 7). ¡No hay un momento en que Él no conozca nuestro estado! Una aclaración
tan perfecta de nuestro lugar con Dios es que el asunto es uno enteramente del
andar y de la comunión.
El asunto de la
aceptación no debería ser planteado jamás; está resuelto.
"Porque yo vivo, vosotros también viviréis". (Juan 14: 19). Él debía
morir antes de que yo pueda morir. Lo que ustedes tienen que preguntarse es: «¿;Me
estoy regocijando en Dios? ¿Se
manifiesta Cristo a mi alma?» o,
¿Hay algo en su alma, en sus modos de obrar, que impide que Él se manifieste a usted?
"No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros". Él viene para estar con
ustedes espiritualmente, para que ustedes puedan disfrutar Su presencia. ¿Están
ustedes andando de tal manera que están disfrutando Su presencia? ¿Sería el
efecto de Su presencia sacar a la luz algo en mi alma que impide el gozo? o
simplemente disfrutar la bienaventuranza de ella? ¿Tenemos nosotros ese
carácter de obediencia, — el poder de la palabra de Cristo, — en nuestros
hábitos, modos de obrar, nuestra vestimenta, nuestros hogares, de modo tal que
si Cristo entra sólo tengamos que sentarnos y disfrutar Su presencia? Es una pregunta
muy solemne la de si acaso nuestros corazones no están insensibilizados para Su
amor, si nuestras acciones o nuestro estado son un obstáculo para nuestro
disfrute de Cristo. Obviamente, nos falta la fuerza y el discernimiento para
hacer Su voluntad, pero estas manifestaciones dan un sentido del interés que Él
tiene en nosotros, y es por eso que todas las cosas de este mundo, — cosas que
eran para nosotros ganancia, — son basura (lit. estiércol) y escoria
debido a la conciencia que tenemos de lo que Cristo es y de Su bienaventuranza.
Ellas han perdido más que su poder, ellas ofenden al Espíritu, — no son
Cristo.
La manifestación
de Cristo da también la conciencia de lo que nosotros tendremos
para siempre. Si Cristo lo era todo para los discípulos, y ellos sentían que no
podían prescindir de Él, ¿cuál era el consuelo que obtenían? "Vendré a
vosotros". (Juan 14: 18). El caso es que nosotros nos acostumbramos a
vivir sin Cristo. Examinen ustedes su corazón y comprueben si no existe, más o
menos, el hábito de vivir sin esa plena comunión con Cristo. Eso es aquello
contra lo cual nosotros tenemos que estar alertas si deseamos glorificarle
y vivir en la conciencia de la bienaventuranza a la que Él nos ha llevado. Eso
es lo que será nuestro gozo eterno. Tenemos ahora el doble gozo de la comunión
"con el Padre, y con su Hijo Jesucristo". ¡Sólo piensen ustedes en cuál
es la fuerza de esa expresión! (1ª. Juan 1: 3).
Yo desearía que
sus corazones tuvieran actividad y diligencia para entrar
en esta atmósfera. ¿Qué es comunión? Pensamientos, sentimientos y gozos
comunes. Si tenemos eso con el Padre, ¡qué cosa ello es! Sus pensamientos,
sentimientos y gozos serán el manantial de los nuestros. Esa es la
bienaventuranza cristiana; el Padre y el Hijo revelándose así en gracia traen
sus propios pensamientos y gozos, — y santidad para deleitarse en ellos también,
— de modo que los pensamientos y modos de obrar de Ellos se convierten en el
manantial de nuestros sentimientos y acciones.
Si ustedes llegan
a disfrutar de esta manifestación real del Padre y del
Hijo, descubrirán, — yo lo hago, — que hay muy poco poder para conservarla.
Ustedes que creen y confían y cuentan con Su amor, ¿encuentran que pueden poner
los ojos en el cielo? Esteban puso los ojos en el cielo, él estaba lleno
del Espíritu Santo. (Hechos 7). Pero eso no dura mucho en nuestro caso. Yo encuentro
que no puedo poner los ojos en el cielo, la mirada se extingue, entra algún
pensamiento u otro. No hay el vivir de manera positiva en aquel lugar donde
todo lo demás es juzgado. El Hijo es el revelador de estas cosas celestiales en
las que nuestros afectos deben ser puestos; pero si yo permito que mis
pensamientos se dirijan a lo que no es de Dios, Él va a juzgarlo. Si guardo la
palabra de Cristo el efecto es esta bienaventurada revelación de los
pensamientos, la mente y los gozos del Padre, y eso fortalece el corazón y el
espíritu, y nos permite discernir todo lo que hay en este pobre mundo.
Hablaré ahora del
medio para ser nosotros mantenidos en la condición que
nos permite disfrutar de estas cosas; y luego una palabra acerca de la ocasión
en que la perdemos.
La epístola a los
Hebreos habla acerca de mantenernos en dicha condición. Nosotros
estamos en un mundo en el que la tendencia es a distraernos de ella. Lo que
tenemos que hacer es llevar el testimonio de Cristo en el mundo. "Todo lo
que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la
vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo". (1ª.
Juan 2: 16). No dice «no proviene de Dios». Dios hizo el mundo, —
no como es moralmente, — pero Él no hizo el
pecado. Él hizo los árboles, pero no los creó para que el hombre ganara dinero
con ellos. Cuando yo veo estas cosas celestiales de las que hemos hablado, todo
esto es escoria y basura (lit, estiércol) para mí; pero el mundo es un
constante incentivo a nuestros pensamientos y sentidos, y tiende a dejar fuera
el mundo del Padre, donde el Hijo está, y eso en cosas donde no hay daño
exterior. Entonces yo obtengo el constante servicio de Cristo. Es un asunto de
comunión, y hay constantemente gracia ejercida hacia nosotros. Alcanzamos
misericordia, — que todos necesitamos a cada momento, — y hallamos gracia para
el oportuno socorro. (Hebreos 4: 16). Él "fue tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado". )Hebreos 4: 15). Pero ustedes no
pueden andar por las calles de su ciudad sin que el diablo tenga algo en cada
escaparate para alejar el corazón de Cristo, y a propósito. Cristo fue
tentado; eso no fue concupiscencia. Satanás trata de desviarnos del camino, y
pone a prueba la fidelidad de nuestros corazones interiores, si seguiremos a
Cristo. "Una cosa hago". Pero Cristo siempre está allí por
nosotros; y cuando llega la tentación o la dificultad hay misericordia,
conociendo nuestras debilidad y flaquezas, y que hay pruebas en la senda de la
fe. Él entiende todo eso; Él fue puesto a prueba completamente; más de lo que
nosotros jamás podremos serlo; y Él es perfectamente conocedor de todo ello, no
como un sumo sacerdote judío que no podría compadecerse de nuestras
debilidades, sino que Él fue tentado en todo, — pero sin pecado, para poder
entenderlo todo y compadecerse.
Aquí no se trata
de pecados. Yo no tengo "ya más conciencia de
pecado", ellos han desaparecido; ni de fracaso, — pero si yo hago que mi
hijo sea un ídolo ello es pecado, aunque es perfectamente correcto tener el
afecto para con él, y ay de aquel que no lo tiene. La palabra de Dios viene
como una espada y detecta el pecado; pero aquí está el acceso a Dios. (Hebreos
4: 14-16). Nosotros nos acercamos "confiadamente al trono de la
gracia". Eso no lo obtengo en las epístolas de Juan, allí se trata de la comunión
con el Padre y con el Hijo; pero entonces, en el momento en que tengo un
pensamiento ocioso o carente de misericordia, la comunión desaparece; yo he
pecado, y si eso dura mucho viene la dureza de conciencia. Entonces el apóstol
Juan dice: "Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre".
(1ª. Juan 2: 1). No es un asunto de imputación, sino de comunión. "Dios es
luz", y en cada detalle, si cualquier pensamiento acerca de lo que es tinieblas
es dejado entrar en mi mente, no puede haber comunión; pero Cristo está en
actividad para restaurar la comunión. No hay ni permisión ni imputación de
pecado; pero yo no he sido obediente, he dejado actuar a mi vieja naturaleza,
han entrado distracciones. Si yo no he guardado Sus mandamientos el efecto de Su
presencia es despertar mi conciencia a todo lo que no es de Dios. Yo no tengo
la permanencia en el Padre y en el Hijo, — el consuelo de ello en mi alma,
entonces el efecto de Su presencia es hacer que yo me sienta incómodo. La
gracia está allí, no para impedir que los pecados sean conocidos o que la
justicia falle; sino en virtud de la justicia de esa propiciación, para no
permitir que esta brecha continúe en el estado de comunión de mi alma. Entra la
abogacía; porque no hay nada más peligroso que llegar a prescindir de la
comunión. Suponiendo que un hijo está en el deleite de la comunión con su padre
y ve una nube sobre el rostro de su padre, le dice directamente: «¿Qué sucede?». ¿Qué pensaría usted
si dicho hijo viera la nube y no se perturbara por ello? Si usted se endurece, usted se aleja
de Dios, ¡sin percibirlo! ¿Percibe usted si pierde la luz del rostro de Dios
sobre su alma? ¿Está usted andando con Dios de tal manera que es consciente si
no está andando en la luz de Su rostro? — ¿O tiene usted algo que infiltrándose
lo hace pasar medio día, — un día entero tal vez- sin tener Su presencia? ¿Se
conforma usted con vivir sin ninguna comunicación de parte de Cristo? ¿Por qué
habla Él de venir a nosotros y no dejarnos huérfanos? ¡Porque nos amó y conocía
cuál sería el gozo de nuestras almas!
¿Tiene eso un eco
en sus almas? ¿Tiene esta comunión con Él un eco tal en
sus almas que el gozo de la senda de ustedes aquí abajo es: "No os dejaré
huérfanos; vendré a vosotros"? (Juan 14: 18). Si el amor de Cristo tiene
poder en nuestras almas, así será. ¿Es ello la necesidad de nuestras
almas porque hemos probado Su amor? ¿Cómo podemos manifestar a Cristo, o ser
realmente epístolas eficaces de Cristo si nuestras almas no están en
comunicación con Él así, y la carne juzgada, permitiéndonos llevar en nuestros
cuerpos "siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la
vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos"? (2ª Corintios 4: 10).
Sólo recuerden
ustedes esto, amados amigos, que no somos nuestros, hemos
sido comprados por precio. (1ª Corintios 6: 20). Él nos ha tomado para eterna salvación;
pero Él ha tomado nuestros corazones para ser para Cristo. Entonces ello
crea una necesidad en nuestros corazones, y Él dice: "Me manifestaré a
él". (Juan 14: 21).
Que el Señor nos
conceda estar tan cerca de Él que los afectos de Cristo,
que Él nos ha manifestado tan abundantemente, tengan eco en nuestros corazones.
( 1872)
J. N. Darby
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Enero
2024