El Andar de los Santos Según el Espíritu
F.
G. Patterson
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles (" ") y han
sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las
comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
9ª
Parte de: La Doctrina de Pablo y Otros Documentos
"Procurando
con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz". (Efesios 4: 3 – RVA).
"Apártese
de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor". (2ª Timoteo 2: 19 – RVA).
Nuestro
tema actual es examinar y determinar en alguna medida y desde la Escritura cuál es nuestra senda en el momento actual
y nuestra responsabilidad en conexión con la presencia del Espíritu Santo en la tierra, como miembros del cuerpo
de Cristo formado por Su presencia y por Su bautismo. Que el bendito Señor nos guíe como aquellos que dirían,
«Muéstrame ahora Tu senda», y, «Dame gracia para andar en ella.»
En
primer lugar, entonces, nosotros debemos examinar los testimonios de la Escritura en cuanto al estado de ruina en que la iglesia
profesante ha caído y en el cual nosotros mismos estamos involucrados. Dios permitió que las raíces y
los primeros gérmenes de todo este estado salieran a la luz en los días apostólicos para poder Él
presentarnos el testimonio de Su palabra en cuanto a todo ello, y señalar una senda para los Suyos en la escena de
confusión que existe a nuestro alrededor. Nosotros no podemos escapar de ella para salir al exterior; y al mismo tiempo,
Dios tampoco nos obliga a permanecer en una senda donde la conciencia es ultrajada, y la palabra de Dios es descartada, y
son encontradas prácticas que no tienen autorización alguna por parte de Él. Él nos presenta una
senda clara donde podemos obedecer Su voz y tener el gozo de Su presencia con nosotros en el curso de nuestra vida mientras
estamos aquí.
Es
sorprendente e instructivo ver que la Epístola de la cual hemos citado nuestro texto para la conferencia de esta tarde
no fue escrita en un día en que todo estaba en orden, cuando la iglesia de Dios andaba en la primera frescura de poder
y bendición con Cristo. Si éste era el caso cuando fue escrita nosotros podríamos haberla admirado y
pensado en su perfección y hermosura en días pasados; pero no habríamos encontrado ningún valor
práctico en ella para nuestra propia senda en días de debilidad, fracaso y ruina.
Nosotros
vemos la sabiduría de Dios al presentarnos la enseñanza de ella justo cuando los días eran más
oscuros en los tiempos apostólicos; cuando, como leemos en la epístola a los Filipenses (escrita en el mismo
momento), todos buscaban "lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús" (Filipenses 2: 21); cuando muchos
andaban, de los cuales el apóstol les había dicho antes y tenía que decirles ahora llorando, que eran,
"enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria
es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal". (Filipenses 3: 18, 19). Tales eran los días cuando
la epístola a los Efesios fue escrita; el propio anciano apóstol estaba en prisión y aislado de la obra
que él amaba; y todo se estaba precipitando a la ruina. Fue entonces el momento en que Dios presentó por medio
de él la revelación más plena y bienaventurada jamás presentada de la iglesia de Dios. Esta epístola
fue escrita en un día de ruina como provisión de la fe para un día de ruina hasta que todos lleguemos
a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, — "a
la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños", etc. (Efesios 4: 13, 14).
La
decadencia gradual pero segura había comenzado de inmediato en la iglesia temprana. La cizaña fue sembrada entre
el trigo y personas falsas fueron introducidas desde afuera, como Simón el mago (Hechos 8); y el enemigo, asimismo,
había comenzado a sembrar el mal y la discordia en el interior. (Véase Hechos capítulo 5). Este estado
de cosas es ampliamente reconocido en las diversas epístolas. En los Corintios la sabiduría de los hombres y
el sectarismo estaban brotando y el mal moral había sido permitido (1ª Corintios 5), y el mal doctrinal se estaba
extendiendo rápidamente (1ª Corintios 15).
En
Galacia la ley había sido introducida; ascetismo y filosofía habían sido añadidos a la ley en
Colosas. Hubo un retorno al judaísmo y a las ceremonias en todas partes (epístola a los Hebreos), y la presencia
del Espíritu fue olvidada. Todo esto puede ser visto en gran parte en las epístolas. Pero cuando llegamos a
la Segunda Epístola de Pablo a Timoteo estas cosas estaban allí y eran reconocidas como vigentes y todos los
que estaban en Asia habían abandonado a Pablo, aunque tal vez no todavía a Cristo. Es entonces cuando el Espíritu
Santo pronostica en el apóstol el estado de los "postreros días", que estaban viniendo en aquel entonces.
"En los postreros días vendrán tiempos peligrosos", y el estado de los cristianos nominales llegaría
a ser como el estado de los paganos tal como está descrito en la epístola a los Romanos, capítulo 1,
versículos 29 a 31, comparados con 2ª Timoteo 3: 2 a 5, con la diferencia de una "apariencia de piedad",
mientras ellos negaban "el poder (o eficacia) de ella". De los tales el siervo de Dios debe apartarse. Leemos, "teniendo
la forma de la piedad, mas negando el poder de ella: apártate también de los tales". (2ª Timoteo 3:
5 – VM).
Este
era, entonces, el estado de la iglesia profesante que había sido establecida en la tierra como "columna y apoyo
(base) de la verdad". (1ª Timoteo 3: 15 – VM). Ella era ahora la esfera donde el error y el mal existían
sin oposición.
Debemos
preguntar ahora, ¿cuáles son los principios de Dios cuando la esfera establecida por Él llega a corromperse
en cualquier momento en la tierra como este ante nosotros? Incluso podemos ver que estos principios eran Suyos antes que el
mal entrara en la escena y que ellos son los principios verdaderos, inalterados por cualquier circunstancia que sobrevenga.
Estos principios eran separación y anchura, — ¡separación para Dios porque
Él es santo; y anchura de corazón porque Él es misericordioso! Nosotros vemos esto en el paraíso
antes que el hombre cayera. Él plantó un huerto en Edén y lo separó del resto de la escena para
que el hombre habitara en él y lo guardase; sin embargo, de él fluían cuatro ríos para llevar
sus bendiciones a los cuatro puntos cardinales de la tierra.
Cuando
el mundo fue juzgado (el diluvio en tiempos de Noé), y poblado de nuevo, y fue dividido en naciones en Babel, Dios
llamó a un hombre, Abram, a salir de él separándolo para Sí mismo porque Él era santo;
y aun así, debido a que Él era misericordioso prometió que, "serán benditas en ti todas las
familias de la tierra". (Génesis 12: 3). Así también fue en el caso de Israel; Él los sacó
de Egipto para poder morar Él entre ellos, y Su palabra fue, "Santos seréis, porque santo soy yo Jehová
vuestro Dios". (Levítico 19: 2). Aun así ellos iban a ser el centro desde el cual la bendición emanaría
hacia las naciones, las cuales podrían enterarse allí de que Él era Dios. "Dios es conocido en Judá;
En Israel es grande su nombre". (Salmo 76: 1). En la iglesia de Dios, asimismo, los santos no eran del mundo, así
como Él no era del mundo; sin embargo, el deseo que Él expresó fue que, "todos sean uno…
para que el mundo crea". (Juan 17). Estos ejemplos nos muestran los principios que deben guiar a los Suyos.
Nosotros
vemos esto ilustrado en el día cuando Israel se corrompió y bajo Aarón hicieron el becerro de oro. Moisés
había subido a la cima del Monte Sinaí para recibir la ley cuando el pueblo se rebeló contra Dios y regresó
a la idolatría de la cual ellos habían sido redimidos. Moisés descendió con las tablas de la ley
en sus manos y vio el becerro y las danzas; pero con la bienaventurada inteligencia de uno que estaba en espíritu con
Dios él actúa de inmediato de una manera que salva la honra de Jehová y libra al pueblo. (Éxodo
32; Deuteronomio 9). Si él hubiese mantenido las tablas de la ley fuera del campamento intactas él habría
comprometido la autoridad de Jehová. Y si él hubiese entrado en el campamento con ellas el pueblo habría
tenido que ser eliminado. De modo que él ¡rompió las tablas al pie del monte!
Entonces
él regresa a Dios, después que la tribu de Leví hubo ejecutado la disciplina de Dios sobre sus hermanos
obteniendo para ellos el lugar de tribu sacerdotal. (Éxodo 32). Luego Moisés oró a Jehová para
que perdonase al pueblo o le borrara a él del libro que Él había escrito. No, dijo Jehová, "Al
que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro". Moisés regresa entonces al desierto y
mientras esperaba ver lo que Jehová haría y el pueblo se despojaba de sus atavíos delante del monte,
Moisés tomó la tienda y la levantó lejos, fuera del campamento, y la llamó Tabernáculo
de Reunión. "Y cualquiera que buscaba a Jehová, salía al tabernáculo de reunión que
estaba fuera del campamento". (Éxodo 33).
Aquí
estuvo el momento más glorioso de toda su historia. El momento cuando él comprendió de tal manera a Dios
y Su naturaleza santa que sin siquiera un mandamiento Suyo él hace lo que era apropiado para Él; y la columna
de nube, emblema de Su presencia, descendía y Él hablaba a Moisés ¡como habla cualquiera a su compañero!
Hubo aquí separación para Dios y sin embargo anchura de corazón para con Su pueblo y para la verdadera
bendición de ellos.
Nosotros
podríamos seguir el rastro a través de la Escritura de muchos ejemplos de este tipo que nos muestran que la
separación para Él es la senda verdadera para los Suyos cuando aquello que Él había establecido
en bendición había corrompido su camino en la tierra. Vemos eso en Israel separado de Egipto: Moisés
separándose de Israel en el momento citado. El Nazareo Sansón separado de Israel cuando ellos estaban bajo el
dominio de los Filisteos. Los hombres de David separados para él en su día de rechazo. Las instrucciones dadas
a Jeremías para que se separase del pueblo para Jehová (Jeremías 15), para que él pudiese hablar
por Jehová para separar lo precioso de lo vil. Así también la "señal" que debía
ser puesta sobre los que gemían y clamaban a causa de las abominaciones en Jerusalén (Ezequiel 9).
El
Bautista separando para Cristo el remanente arrepentido. La iglesia separada de las naciones en Pentecostés. Pablo
separando a los discípulos de los demás. (Hechos 19). Las instrucciones, "Salid de en medio de ellos y
separaos, dice el Señor", etc. (2ª Corintios 6 – VM). Pero cuando pasamos a la Segunda Epístola
a Timoteo, encontramos este principio aplicado a nuestra senda de la manera más sencilla y más sorprendente.
El anciano apóstol se dirige a su propio hijo en la fe, con su corazón abrumado con el pecado en el cual el
pueblo de Dios estaba ahora implicado; y aun así, animado en la frescura del coraje necesario para elevarlo a uno sobre
todo ello, y dar el sentido de que Dios estaba por encima de todo el mal de alrededor.
A
menudo se da el caso de que el alma se somete a tal grado bajo el poder y el sentido del mal que ella llega a ocuparse
de él perdiendo así de vista a Dios. Este es un estado erróneo y dejarse llevar a él nunca dará
el poder para superar el mal de ninguna manera. Forcejear con los males que hay en el mundo, o en el así llamado «mundo
Cristiano», no es nuestra senda. Pero si bien estamos persuadidos acerca de la existencia y el poder de ellos, el corazón
se puede volver a Dios y encontrar que Él y Sus modos de obrar son superiores al mal; y nosotros somos llamados a separarnos
para Él.
Este
carácter de cosas ocupa la mayor parte de la segunda epístola a Timoteo. El Espíritu de Dios reconoce
que no hay que esperar ninguna recuperación eclesial para la iglesia de Dios como un todo; si bien siempre
hay una recuperación individual por medio de la verdad. El apóstol había estado tratando
la falsa enseñanza de Himeneo y Fileto y cosas por el estilo cuando él añade, "A pesar de todo,
el sólido fundamento de Dios queda firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos
y Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor". (2ª Timoteo 2: 19 - RVA).
¡Qué reconfortante es pensar que ninguna cantidad de corrupción ha destruido aquel sólido fundamento
de Dios! Allí estaban las verdades eternas que nunca fueron alteradas aunque la casa de Dios se había agrandado
a lo que él asemeja a una "casa grande", con vasos de oro y de plata, de madera y de barro: algunos para
honra, y otros para deshonra. (2ª Timoteo 2: 20 – JND), no obstante lo dispersos que ellos están por los
artilugios de los hombres y por las malas artes del enemigo dentro de esa esfera en que estaban los que eran de Cristo.
"Conoce
el Señor a los que son suyos", ¡decía una inscripción ¡del sello de Dios! El ojo del
hombre no podría distinguir a los que son de Él, ni siquiera el ojo de la fe podría discernirlos. Ellos
pueden ser como los siete mil cuyas rodillas no se habían doblado ante la imagen de Baal en el día de Elías
a quienes el profeta nunca había descubierto. Sin embargo, Dios los conocía; ellos pudieron ser como los piadosos
en el día cuando el corazón de Israel era tan duro como diamante, cuando Ezequiel profetizaba en vano; ellos
eran conocidos por Aquel que conoce todos los corazones, y Él llama a los ejecutores del juicio en Jerusalén.
— "Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los
hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella", antes que el juicio
que no permitía la piedad cayera sobre los demás. (Ezequiel 9: 4). Dios conocía en aquel día a
los que eran Suyos; y Él los conoce ahora, tal como nuestro pasaje en 2ª Timoteo 2: 19 testifica. Este es el privilegio
de todos los que pertenecen a Él.
Pero
el apóstol se vuelve ahora al reverso del sello y lee la segunda inscripción, "Apártese de iniquidad
todo aquel que invoca el nombre del Señor". (2ª Timoteo 2: 19 – RVA). Aquí está, entonces,
la forma en que yo puedo ver a aquellos ocultos que son del Señor; ellos deben estar separados del mal para Él.
¡Un paso sencillo pero exhaustivo! Que el mal sea moral, doctrinal, intelectual, o religioso, la senda es la misma,
— a saber, apartarse de iniquidad es la responsabilidad del santo que menciona en nombre del Señor. Puede haber
allí vasos para honra y vasos para deshonra, — preciosos y viles. Puede ser que los Himeneos y Filetos tengan
que ser condenados, pero el alma fiel debe 'limpiarse' ella misma de ellos, para poder ser "un vaso para honra,
santificado [o. separado], útil al Amo, y preparado para toda obra buena". Leemos, "Pero en una casa grande,
hay no solamente vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro: y algunos son para honra, y otros para
deshonra. Si pues alguno se habrá limpiado de éstos, separándose él mismo de ellos, será
un vaso para honra, santificado, útil al Amo, y preparado para toda obra buena". (2ª Timoteo 2: 20, 21 –
JND).
Permitan
ustedes que yo comente en cuanto al verbo 'limpiar'. Este verbo es encontrado sólo dos veces en el idioma
original de las Escrituras del Nuevo Testamento. El primer lugar que encontramos es 1ª Corintios 5: 7 donde leemos, "Limpiaos,
pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo,
ya fue sacrificada por nosotros". Esto señalaba la responsabilidad de toda la iglesia de Dios, establecida en
la tierra como una "masa, sin levadura". Ella debía mantener su lugar en esto, y 'limpiarse' de
todo lo que tuviese el sabor de la vieja levadura, — es decir, el mal que se estaba infiltrando en Corinto en aquel
momento, tal como nos muestra este capítulo. Pero ella, como un todo, no hizo esto. La iglesia pronto se volvió
indiferente al mal el cual pronto ¡lamentablemente! llegó a ser la característica de ella, y no la debida
santidad para con Cristo. Ahora viene el segundo uso del verbo 'limpiar'. El individuo, encontrándose él
mismo en medio de una "casa grande" llena de vasos para honra y vasos para deshonra debía limpiarse él
mismo de estos vasos para deshonra, separándose de ellos, así como de todo esto que deshonraba al Señor,
para ser un vaso para honra para uso del Amo.
Pero
cuando un alma ha dado este paso ello podría engendrar un espíritu Farisaico en él al estar así
apartado a causa del Señor y por tanto tenemos a continuación, "sigue tras la justicia, la fe, el amor,
la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor". (2ª Timoteo 2: 22 - JND). Él
encontraría a otros que les había sido dado gracia, al igual que él, para estar separados para el Señor,
y él debía andar con los tales en santidad de conducta y con corazón puro igualmente.
Pero
esta separación para el Señor tiene, hasta ahora, solamente un carácter negativo. Pero esta
es la responsabilidad de la "casa de Dios", que ha llegado a ser ahora como una "casa grande" alrededor
de él. Por consiguiente, nosotros queremos algo más; necesitamos un terreno de acción positivo para nuestras
almas en medio de la escena. Entra aquí, entonces, la verdad inmutable de la unidad del cuerpo de Cristo, del cual
el santo es un miembro. Este cuerpo permanece en la tierra en medio de la Cristiandad. Es dentro de esta esfera que el Espíritu
Santo mantiene el cuerpo de Cristo en inquebrantable unidad.
Es
verdad que exteriormente este cuerpo está quebrantado en fragmentos para nuestra vista y que los miembros de ese cuerpo
están dispersos en cada sección (o denominación) de la iglesia profesante; y es también verdad
que es completamente imposible restaurarlo a su estado original, que ninguna habilidad o poder puede jamás rectificarlo,
— todo esto es muy cierto; pero, por otra parte, yo soy siempre responsable de rectificar mi senda y volver a estar
en la posición u orden apropiados, ante todo para con Dios. Yo soy un miembro de Cristo y he sido separado del mal;
pues bien, yo no soy el único a quien Dios ha llamado a actuar así para Él porque Él es santo.
Yo también encuentro a otros, nos reunimos como Sus miembros para adorar al Padre, para recordar a nuestro Señor;
pero es como miembros de Cristo y actuando en la verdad de aquel cuerpo del cual somos miembros, — podemos estar juntos,
— ¡y en ningún otro terreno! (Quiero decir, ningún otro terreno conforme a Dios). Nosotros
estamos así en una amplitud de verdad que abarca a ¡cada miembro de Cristo que está sobre la faz de la
tierra!
Esto
es procurar "con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz". (Efesios 4: 3
- RVA). Nosotros no podemos guardar ni romper la unidad del cuerpo, — eso es guardado intacto por el Espíritu
a pesar de cada fracaso del hombre. Pero nosotros somos llamados a procurar "con diligencia guardar la unidad del Espíritu
en el vínculo de la paz".
Entonces,
¿qué es esta unidad? Es el poder y el principio mediante el cual los santos pueden andar juntos en sus apropiadas
relaciones en el cuerpo y como miembros de Cristo. Ello puede implicar mi separación de un miembro debido a que
él está unido en la práctica o religiosamente a aquello que no resistirá la prueba de la palabra
de Dios. Ello puede llamarme a andar con otro que está andando en piedad y en su verdad. Yo puedo encontrar un alma
fiel que ve la verdad hasta cierto punto, pero no más allá; yo puedo disfrutar con él de todo lo que
él disfruta en la unidad del Espíritu. Suponga usted que una nueva luz llega a su alma y que él la rechaza,
¡entonces nos separamos! Yo nunca debo debilitar la senda en la que he sido llamado a andar transigiendo con él
acerca de la verdad. Todo esto involucra al cuerpo de Cristo; es el terreno de acción porque el Espíritu de
Dios lo mantiene.
Asimismo,
esta unidad excluye por completo la individualidad. Nadie puede asumir un lugar aislado. Si el santo es llamado a estar solo
en alguna localidad debido a la palabra de Dios, ello lo coloca en comunión y en terreno común, en todo el mundo,
en otras localidades, con todos los que están andando en una verdad tal. Excluye también la individualidad cuando
estando junto con otros uno podría ser tentado a actuar en independencia de los demás miembros de Cristo para
actuar por sí mismo, no en comunión con el resto. Ello nos arranca, también, de todo sistema del hombre.
Pero nos mantiene en esa unidad que es ¡conforme a Dios!
Ahora
bien, aquí está el fundamento divino y positivo bajo nuestros pies en este día de ruina. Esta
no es meramente una senda negativa. Ella es bastante amplia para todos porque abarca a todos en su amplitud, ya sea que ellos
estén allí, o no. Ella excluye el mal de en medio de ella, como es conocido y aceptado; admitir el mal causaría
que ello deje de ser la unidad del Espíritu. Ella no es meramente la unidad (o, unión) de Cristianos, —
lo cual es el esfuerzo de muchos por lograr a menudo el rechazo de la verdad del cuerpo de Cristo. Cuán a menudo nosotros
vemos el esfuerzo para estar juntos aparte de su verdad, meramente como creyentes en el Señor. Los hombres pueden hacer
muchas unidades y unir el nombre de Cristo a ellas, y llamar a eso la iglesia. Dios une la unidad a Cristo, ¡no Cristo
a la unidad! Por tanto, ella debe ser verdadera en naturaleza a Él cuyo cuerpo ella es; ella debe ser, de manera práctica,
santa y verdadera. (Apocalipsis 3: 7).
Puede sobrevenir la prueba y el enemigo puede procurar estropear este
esfuerzo de los fieles para actuar para Dios. Puede ser que también se deba recurrir a la disciplina para mantener
fieles y correctamente a los que han sido así reunidos. Cuando esto es así la acción tomada en un lugar
en el Espíritu y en obediencia a la Palabra gobierna todas las demás, donde el pueblo de Dios en otra parte
está actuando así en la verdad. Estando la mesa del Señor puesta como aquello en lo cual nosotros reconocemos
la unidad del cuerpo de Cristo (1ª Corintios 10: 16, 17), ella está en medio de aquellos que han sido reunidos
al nombre de Cristo. (Mateo 18: 20). Uno que está a esa mesa en comunión en una parte del mundo, como con los
que están procurando con diligencia guardar la unidad del Espíritu, está en comunión con todos,
dondequiera que ellos se puedan encontrar. Uno que deja de estar en comunión en un lugar, deja de estar en comunión
en todos los lugares. Por lo tanto, la individualidad es imposible aparte de la unidad; o la unidad a partir de la individualidad.
Es
solamente en la iglesia de Dios, o en su principio, que hemos mantenido ambas cosas. En el catolicismo romano nosotros vemos
unidad, pero no individualidad; en otras sectas vemos individualidad, pero no unidad. En la unidad del Espíritu tenemos
ambas cosas, y sólo allí.
Entonces
el clamor de los demás es, «Ustedes quieren que nosotros vayamos a ustedes y oigamos la verdad; ¿por qué
no vienen ustedes a nosotros?» La pregunta es muy natural pero la respuesta es evidente: a saber, «nosotros nunca
podemos corregir el mal mezclándonos con él; nosotros deseamos la bendición de ustedes; deseamos que
ustedes que no están con nosotros puedan actuar de acuerdo con lo que ustedes son, como miembros de Cristo por medio
de un solo Espíritu, y con nosotros en ¡la única posición divina en la tierra! Si la conciencia
de ustedes se sometiera a la verdad ustedes serían los primeros en culparnos por haberla debilitado o falsificado mezclándola
con el error para ganar a otros para que estén con nosotros.» Si usted es un miembro de Cristo (nosotros asumimos
que usted anda en rectitud de alma delante de Dios), su derecho es evidente para estar a la mesa del Señor con nosotros.
No osamos pedir otros términos para que usted esté en su lugar verdadero. Yo He oído que otros han dicho
que nosotros esperamos más, — como promesas rigurosas, que usted no irá a ninguna otra reunión
de cristianos, y cosas por el estilo. Esto sería poco inteligente en nosotros de la manera más categórica;
nosotros estaríamos haciendo que la membresía de Cristo y la santidad al caminar sean más que su derecho
al lugar que es suyo.
El hecho de que ustedes vengan para ayudarnos a ser fieles al Señor
debería recibir una calurosa bienvenida de parte de nosotros en Su nombre. No sospechemos de ningún otro motivo
en los que vienen más que nuestro propio deseo, por medio de la gracia, de hacer lo mismo. A menudo yo he visto venir
almas con toda sencillez las cuales se espantarían si se las colocara bajo una condición; pues cuando ellas
vinieron encontraron allí Su presencia, ¡y nunca más se marcharon! Un alma que se encuentra con Cristo
probablemente no procuraría deambular de nuevo por otras sendas, aunque esta pueda ser una senda de vituperio "fuera
del campamento" con Él.
Para
concluir, una palabra ahora en cuanto al lugar de aquellos que están juntos en la verdad en estos postreros días.
Algunas veces nosotros oímos que ellos son "un testimonio". Yo pregunto, ¿un testimonio de qué?
Y yo respondo por todos, Nosotros somos un testimonio del estado actual de la iglesia de Dios, no de lo que ella fue una vez,
sino de lo que ella es ahora. Pero suponga usted que nosotros somos así realmente un testimonio de su fracaso, esto
implica mucho más de lo que pensaríamos a primera vista. En un caso tal nosotros debemos ser tan verdaderos
en cuanto a principio y en cuanto a práctica ¡como aquello que ha fracasado! Aunque es sólo un fragmento
del todo, este debe ser un fragmento verdadero. Esto nos mantendrá siempre humildes a nuestros propios ojos y como
siendo nada a la vista de los demás. Por tanto, mientras nosotros seamos un testimonio de este carácter, ¡por
gracia nunca fracasaremos! Sólo el Señor será nuestra fortaleza y nuestro sostén en días
de ruina y de los tiempos peligrosos de los postreros días.
En
la gran esfera de la profesión de cristianismo en la tierra, — es decir, la iglesia responsable, o "casa
de Dios", donde este mismo y solo Espíritu mora y opera, existe una corriente divina en la cual los creyentes
se encontrarán. En uno de los grandes lagos, o mares interiores de Suiza, nosotros encontramos lo que ilustrará
lo que deseo dar a entender. Uno de los grandes ríos europeos desemboca en este mar interior en uno de sus extremos
y sale por el otro; pero se da el caso de que es fácil seguir la corriente del río a través del vasto cuerpo
de agua. Están, también, como algo natural, los remolinos, y el agua remansada donde la corriente es lenta o
nula, la cual está cerca de la corriente, y el agua muerta (el fenómeno que hace que los barcos pierdan velocidad),
afuera de su influencia. Así es en la casa profesante. Están aquellos que se encuentran en la corriente del
Espíritu dentro del gran cuerpo profesante; hay otros cuya posición estaría cerca de ella aunque no en
el caudal; sino, por así decirlo, en los remolinos que están cerca. Hay otros que se han desviado y han sido
arrastrados al agua remansada y parecen no recuperarse nunca. Hay también otros, que se encuentran en el agua muerta,
fuera del alcance del caudal, o incluso de su influencia.
Por
lo tanto, es conveniente que cada uno se pregunte realmente, — «¿Dónde estoy yo?» «¿Soy
yo como una astilla, o una hoja marchita, estoy en los remolinos, o en el agua remansada, o en la corriente?» Si estamos
en lo último somos llevados en esa única senda en la frescura y en la energía de un solo Espíritu
de Dios, en la verdad de aquel un solo cuerpo de Cristo del cual somos miembros vivos; fieles a Aquel que nos ama, pero sin
voluntad propia y obedientes en Sus manos, el cual puede usar para Su propia gloria y para bendición de los demás
al más débil de los vasos, si él está en la corriente de Su Espíritu, en la verdad.
F.
G. Patterson
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. – Enero 2021
Revisado
por B.R.C.O. – Julio 2024
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884)
por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial
Mundo Hispano).
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión
1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).