¿QUÉ ES UN CRISTIANO?
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles (" ") y han
sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las
comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
De
la Revista “The Christian's Friend and Instructor”, Volumen 6 (1879)
Dos
damas estaban conversando y una dijo a la otra, refiriéndose a un caballero recientemente fallecido: «¿Era
él cristiano?». «¿Era qué?», respondió la otra instantáneamente, con
aire desconcertado e indignado. Además, la misma dama hizo una pregunta similar a un clérigo con respecto a
una vecina fallecida en la flor de la juventud. «No le entiendo», el clérigo respondió confundido;
pero recuperándose él añadió: «¡Oh, ciertamente;
ella asistía regularmente a mi iglesia y estaba muy atenta al tomar el sacramento!» La indignada respuesta de
la dama arriba mencionada se debió a que la pregunta implicaba, según ella pensaba, que posiblemente la difunta
era incrédula, musulmana o judía. La respuesta del clérigo reveló su convicción de que
la observancia de ordenanzas y la asistencia a los llamados «medios de gracia» daban de manera irrebatible el
derecho a ser denominado cristiano. Sin duda en cada caso, si se tratara de un asunto de profesión externa y responsabilidad,
diferenciado de lo que no reconoce el nombre de Cristo, el término podría ser aplicado correctamente; pero la
consulta se refería a un estado de alma ante Dios, pues cada una de las personas consideradas había pasado de
la esfera del cristianismo nominal a otra en la que el tener un nombre de que uno está vivo, mientras se está
muerto sólo podría agravar la culpa eterna. Pero hay una tercera clase, — el gran cuerpo evangélico,
— quienes rechazando por completo el mero cristianismo nominal, e igualmente una religión de ordenanzas, insisten
en una sanidad doctrinal, especialmente acerca de la justificación por medio de la fe, como el único terreno
para acercarse a Dios, escapar de la ira venidera y asegurarse el cielo después de esta vida. En lo que respecta a
ellos, ser sano acerca de estas doctrinas constituye al cristiano.
Para
la primera de estas clases ello es un simple asunto de profesión; para la segunda, un punto de observancias o religiosidad
según la carne; para la tercera, un asunto de perdón de pecados, mediante la fe y la sana doctrina. Con respecto
a los primeros, un cristiano es una persona cuya religión es el cristianismo; con respecto a los segundos, cristiano
es aquel que cumple cuidadosamente los deberes religiosos ordenados por el clero; para los terceros, cristiano es aquel que
habiendo ejercido la fe se salvará al fin por la perseverancia final.
Y
ahora, si Aquel que una vez dijo: "¿Y vosotros, quién decís que soy?" nos hiciera la pregunta
que encabeza este artículo, ¿cuál sería nuestra respuesta a esta pregunta? En primer lugar, Él
planteó la pregunta en términos generales: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
". Luego vino la pregunta más inquisitiva: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?"
(Mateo 16: 13-15). Entonces, dejando lo que los hombres dicen unos a otros, ¿qué deberíamos responderle
a Él mismo si Él en Su propia persona presentara este problema de peso ante nuestras almas, a saber, «¿Qué
es un cristiano?» Yo asumo como algo que es cierto que nosotros somos creyentes y que estamos divinamente seguros de
que la gracia soberana de Dios nos ha asido para la gloria juntamente con Cristo. Pues bien, desde el momento en que nos convertimos
en creyentes hasta aquel otro momento en que en Su venida seremos presentados sin mancha delante de Su gloria con gran alegría,
y seremos envueltos de manera protectora eternamente en la gloria misma, todo este período de nuestra historia espiritual
en la tierra es la resolución práctica de este problema divino que la filosofía y la ciencia nunca pueden
desentrañar, y la sabiduría humana nunca puede resolver. Pero por medio de la misericordia nosotros tenemos
aquí el privilegio de aprender, y ahora de conocer, mediante enseñanza divina, lo que el poder y el amor divinos
exhibirán en la gloria en breve; porque cuando la gloria llene la escena Dios manifestará a las huestes angélicas,
a los santos del Antiguo Testamento y a Su pueblo terrenal, lo que nosotros los cristianos somos (completamente otra clase)
cuando seamos hechos perfectos. Pero aquello que en aquel entonces será exhibido en gloria manifiesta, circunstancial
y celestial, debiese, en el poder de sus propias cualidades morales y espirituales, ser así exhibido y expresado ahora
en la tierra por aquellos que son los sujetos de este magnífico llamamiento celestial; y es sólo cuando yo aprendo
lo primero que me hago competente para lo segundo. Por eso leemos: "Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser;
pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.
Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro".
(1ª Juan 3: 2, 3). Es decir, aún no ha sido exhibido, pero mientras tanto estamos divinamente certificados
de que seremos perfectamente semejantes a Cristo en la gloria. La transformación moral y espiritual será completada
de manera bienaventurada sin un solo caso de fracaso o un defecto, aunque sea inapreciable, en ninguno. La certeza de esto
presenta una perspectiva alentadora y vigorizante ante el alma del santo, que él puede atesorar y en la que él
puede deleitarse; y conociendo esto mediante testimonio divino él es guiado por el Espíritu Santo mediante esta
esperanza en Él, el Cristo de la gloria, a purificarse ahora en toda santidad práctica y semejanza de Cristo,
exhibiendo así cuán verdaderamente él es "un espíritu” con el Señor (1ª
Corintios 6: 17), anticipando el cumplimiento, en la medida que le es posible, de aquello sobre lo cual el corazón
de Cristo está puesto, Su primera y muy deleitosa obra cuando Él venga, conformándonos a Su propia semejanza,
moral y espiritualmente, y delante de Él para siempre. Para este objetivo es profundamente importante que el ideal
divino de un cristiano sea concebido y entendido; de lo contrario, nosotros continuaremos avanzando en un nivel bajo sin saberlo,
y en un estado de autosatisfacción de alma, mientras fracasamos completamente en cuanto al verdadero testimonio para
Dios.
Recuérdese
que posicionalmente el primer hombre, una vez hombre inocente, yace bajo el juicio pronunciado y parcialmente ejecutado de
Dios, ¡una abatida ruina! El segundo Hombre, Aquel sin pecado, el Santo y el Verdadero, habiéndosele negado un
lugar aquí, está a la diestra de la Majestad del trono de Dios en los cielos. Un cristiano es el maravilloso
resultado, por gracia divina, de esos dos hechos trascendentales; es una persona que, procediendo todo del primer hombre de
manera natural, ha roto moralmente con él, y ha terminado con su mundo para siempre, estando unido ahora al segundo
Hombre, y postrer Adán, y por tanto está así posicionalmente ante Dios como "un hombre en Cristo".
En el primer hombre "estábamos en la carne", esperando el juicio (Romanos 7: 4); en el segundo Hombre nosotros
estamos "en Cristo”, somos “una nueva criatura (o nueva creación)” (2ª Corintios 5: 17),
teniendo un llamamiento celestial, somos hechos justicia de Dios en Él (2ª Corintios 5: 21), y estamos esperando
la gloria juntamente con Él. Y a lo largo de toda la senda hacia esa esperada consumación nosotros estamos demostrando
que la carne, de la que ya no somos deudores para que vivamos conforme a ella (Romanos 8: 12), y en la que ya no estamos posicionalmente,
pero que nunca deja de estar en nosotros de manera práctica mientras estamos aquí, aunque poco se le permita,
ella es un obstáculo verdadero y perceptible, y siempre lo es, para todo movimiento hacia Dios de mano o pie, de palabra
o pensamiento, en la vida divina; demostrando también que no hay una sola cosa en la escena misma, excepto el Espíritu
Santo, la Palabra de Dios y los intereses de Cristo, que sea digna de detener el corazón aquí por un solo momento.
Puede
ser conveniente considerar en primer lugar lo que constituye a un cristiano según Dios, y después lo
que según Dios lo caracteriza como tal. Lo primero nos mostrará lo que somos, y lo segundo
lo que debiésemos ser, — siendo éste el orden Escritural.
En
cuanto a lo primero, el cristiano estaba en los consejos de Dios antes que el mundo existiera, escogido por Dios, escogido
en Cristo, conocido de antemano y con propósito, — predestinado, llamado, justificado, glorificado. Siendo predestinado
para ser hecho conforme a la imagen del Hijo de Dios, y siendo de los muchos hijos que han de ser llevados a la gloria, siendo
de los hombres dados por el Padre a Cristo, y escogido del mundo por Él, un vaso de misericordia preparado para que
las riquezas de la gloria de Dios sean dadas a conocer en él, él ha sido justificado gratuitamente por Su gracia,
tiene paz con Dios, habiéndosele dado vida juntamente con Cristo, el cual lo amó, y se entregó
a Sí mismo por él; el cual llevó sus pecados, y llevó su historia como hombre en la carne a un
final eterno en Su cruz. (Romanos 5: 1; Romanos 8: 28-30; Hebreos 2: 10; Efesios 5: 2). Habiendo muerto con Cristo, él
ha sido resucitado juntamente con Él, y no es del mundo, como tampoco Cristo es del mundo, sino que está sentado
en los lugares celestiales con Él, donde también es bendecido con toda bendición espiritual, siendo acepto
en el Amado. (Efesios 2: 6; Juan 17: 14-16; Efesios 1: 6 ). Habiendo sido consagrado sacerdote para Dios y el Padre, él
ha nacido del agua de la Palabra, ha sido limpiado por la sangre de Cristo y ungido con aceite, que es ser sellado con el
Espíritu Santo. (Apocalipsis 1: 6; 1ª Pedro 1: 23; 1ª Juan 1; 7; Efesios 1: 13). Sus ojos han sido abiertos,
ha sido convertido de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; tiene el perdón de sus pecados,
y herencia entre los santificados por medio de la fe en Cristo, y ha sido trasladado de la potestad de las tinieblas al reino
del Hijo del amor del Padre. (Hechos 26: 18; Colosenses 1: 13). Como apartado para Dios, él ha sido hecho perfecto
para siempre por la única ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre y está así todo
limpio y completo en Él. Hecho cercano por la sangre de Cristo él tiene por la misma sangre derecho para entrar
con libertad incluso en el Lugar Santísimo. (Hebreos 10: 14; Hebreos 10: 10; Juan 13: 10; Colosenses 2: 10; Efesios
2: 13; Hebreos 10: 19-22). Ante Dios él ha muerto con Cristo, ha sido circuncidado en la circuncisión
de Cristo y ha crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Tiene por medio de la fe vida eterna, el conocimiento del Padre
y del Hijo, vida en abundancia; y esta vida es Cristo, está en Cristo y está escondida con Cristo en
Dios. Como oveja del buen Pastor él es llamado por Él por nombre, oye y conoce Su voz, y Le conoce a Él
así como el Padre Le conoce a Él y como Él conoce al Padre; y no perecerá jamás porque
él está en las manos del Hijo y del Padre, de donde nadie lo puede arrebatar. (Juan 17: 3; Colosenses 2: 20;
Colosenses 2: 11; Gálatas 5: 24; Colosenses 3: 3, 4; Juan 10: 3; Juan 10: 15; Juan 10: 28, 29). Él tiene
a Dios por él, con él, en él, y está en Dios y es de Dios. Es participante de la naturaleza
divina, ha nacido de Dios como hijo Suyo, es también hijo adoptivo con derecho a decir: "¡Abba, Padre!"
(Romanos 8: 31; 2ª Pedro 1: 4; Romanos 8: 15), — y es heredero de Dios y coheredero con Cristo; tiene la mente
de Cristo y el Espíritu de Dios para conocer las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente; él es inseparable
del amor de Dios que es en Cristo Jesús, es objeto de la intercesión sacerdotal de Cristo ante Dios y de Su
abogacía ante el Padre, y es uno en quien Él es glorificado. Está unido a Él por el Espíritu
Santo, es hueso de sus huesos y carne de su carne. (Romanos 8: 17; 1ª Corintios 2: 16; 1ª Corintios 2: 11; Romanos
8: 35. 39; Hebreos 7: 25; 1ª Juan 2: 1; 1ª Corintios 6: 17; Efesios 5: 30). Su cuerpo es un templo del Espíritu
Santo (1ª Corintios 6: 19), y él es un utensilio de Cristo. Su cuerpo es un miembro de Cristo, y él es
un miembro del cuerpo de Cristo (1ª Corintios 6: 15; 1ª Corintios 12: 27). El Espíritu Santo obró
con él, un pecador, para traerlo a Cristo; obra en él y mediante él como creyente para la gloria
de Cristo, como siervo para los intereses de Cristo. Él es nacido del Espíritu, y después es sellado
con el Espíritu (que entonces mora en él) como propiedad de Dios para la gloria de Cristo. (Juan 3: 6; Efesios
1: 13); él tiene así comunión con el Padre y con el Hijo, y ya no vive según la carne, sino según
el Espíritu (1ª Juan 1: 3; Romanos 8: 9). [Otra traducción reza: “Vosotros no estáis en la
carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros” – Romanos 8: 9 –
LBLA). En una palabra, el cristiano está en relación con el Padre, está unido a Cristo, y es habitado
por el Espíritu Santo; es del un solo cuerpo por un mismo Espíritu, y es animado por la esperanza única
del regreso del Señor para llevárselo consigo. (Juan 14: 1-3).
El
cristiano es todo esto, lo nuevo de Dios en la tierra; él tiene un nuevo motivo, el Hombre exaltado, el Cristo de la
gloria; él tiene un nuevo poder, el Espíritu Santo que mora en su cuerpo; y tiene una nueva regla, la de la
nueva creación (Gálatas 6: 16). Él tiene nuevos privilegios, nuevos deleites, nuevas posesiones y un
nuevo lugar, los de la casa de Dios y del cuerpo de Cristo en la tierra, y los de la casa del Padre en el cielo, y esas alegrías
y afectos de relación que pertenecen a un santo y amado hijo en la familia de Dios, ya sea aquí o allá.
Se verá que todos estos son asuntos de poder y gracia divinos que Dios, exclusivamente por Su parte, suple para nosotros,
y ni una jota ni una tilde de los cuales, bendito sea Su nombre, puede jamás fallar. Pasando ahora al otro aspecto,
todo es responsabilidad de nuestra parte, — las cosas que tenemos que hacer que se hagan realidad abajo para Él,
y es en esto en lo que tan lamentablemente fracasamos. Que la revisión de lo que Su palabra coloca ante nosotros acerca
de este punto incite nuestras almas a una mayor diligencia para Su gloria.
Si
nosotros consideramos lo que caracteriza a un cristiano según Dios, encontramos en el Nuevo Testamento mil
cosas presentadas al respecto por el Espíritu Santo. Algunas de ellas pueden ser señaladas de manera provechosa,
principalmente de las palabras del propio Señor, y de los escritos de Pablo. El cristiano confiesa a Cristo ante los
hombres, ama a sus enemigos, tiene los lomos ceñidos y la luz encendida, esperando a su Señor; y mientras espera
que Él venga, se ocupa diligentemente en Sus intereses, negocia con los talentos que le han sido confiados por cuenta
de su Señor, se somete a Su acción por medio de la palabra en la limpieza de sus pies, y procura lavar los de
sus condiscípulos; tiene los mandamientos de Cristo y los guarda, y también Su palabra, regocijándose
porque le ama a Él con amor desinteresado de que Él se haya ido al Padre. (Efesios 6: 14; Mateo 5: 16; Mateo
25: 14-30; Juan 13: 1-9; Juan 14: 21; Juan 14: 28). Él conoce al Padre y a Dios y ama porque conoce; y amando al que
engendró, ama también a los que son engendrados por Él. El cristiano debiese andar como Cristo anduvo
y, si es necesario, debe dar su vida por los hermanos. Él está lleno del Espíritu, es guiado por el Espíritu,
piensa en las cosas del Espíritu, anda por el Espíritu, vive por el Espíritu, siembra para el Espíritu
y produce el fruto del Espíritu. (1ª Juan 5: 1; 1ª Juan 2: 6; 1ª Juan 3: 16; Efesios 5: 18; Gálatas
5: 18; Romanos 8: 5; Gálatas 5: 25; Gálatas 6: 8;Gálatas 5: 22).
Considerándose
muerto, el cristiano presenta su cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, y no se conforma al siglo (mundo), sino
que es transformado y apartado de él, — se viste del Señor Jesús, y no provee para los deseos de
la carne, presenta los miembros de su cuerpo a Dios como instrumentos de justicia, no es vencido por el mal, sino que vence
con el bien el mal. (Romanos 12: 1, 2; Romanos 13: 14; Romanos 6: 13; Romanos 12: 21). Si él tiene esposa, es
como si no la tuviese; si él llora, es como si no llorase; si se alegra, es como si no se alegrase; si él compra,
es como si no poseyese; y él disfruta (hace uso) del mundo como si no fuese suyo; él tiene cuidado de las cosas
del Señor, para ser santo así en cuerpo como en espíritu; golpea su cuerpo y lo pone en servidumbre.
Juzgándose y examinándose a sí mismo, come el pan y bebe la copa, discerniendo el cuerpo del Señor
y anunciando Su muerte hasta que Él venga. (1ª Corintios 7: 29-32; 1ª Corintios 9: 27; 1ª Corintios
11: 23-26). El cristiano está firme y constante, creciendo en la obra del Señor siempre. (1ª Corintios
15: 58). Contemplando la gloria del Señor él es transformado en Su misma imagen; llevando en el cuerpo por todas
partes la muerte del Señor Jesús, y también la vida de Jesús es manifestada en su cuerpo; él
vive para Aquel que murió y resucitó por él. (2ª Corintios 3: 18; 2ª Corintios 4: 10; 2ª
Corintios 5: 15). Rehúsa unirse en yugo desigual con los incrédulos, sino que hace el bien a todos, mayormente
a los de la familia de la fe. (2ª Corintios 6: 14; Gálatas 6: 10). Él está firme en la libertad
con que Cristo lo hizo libre, se gloría en la cruz del Señor Jesucristo y anda según la regla de la nueva
creación. (Gálatas 5: 1; Gálatas 6: 14-16). Él anda como es digno de su vocación, procura
con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, no contrista al Espíritu Santo
de Dios, es bondadoso, tierno de corazón, perdonador de la manera que Cristo lo perdonó e imitador de Dios como
hijo amado; anda en amor y como hijo de luz, comprobando lo que es agradable al Señor, y no participa en las obras
infructuosas de las tinieblas; dando siempre gracias por todas las cosas, vistiendo la armadura de Dios para que Satanás
no obtenga provecho alguno, ni le impida disfrutar de su actual porción en el cielo. (Efesios 4: 1-3; Efesios 4: 30;
Colosenses 3: 13; Efesios 5: 1, 2, 8, 10, 11, 20; Efesios 6: 10-17). El cristiano no mira por lo suyo propio, sino por lo
de los otros, estimando a su hermano como superior a él mismo; se ocupa en su salvación con temor y temblor,
resplandeciendo todo el tiempo como luminar en el mundo y asido de la palabra de vida. (Filipenses 2: 3, 4; Filipenses 2:
12, 15, 16). En espíritu sirve a Dios, se gloría en Cristo Jesús, no tiene confianza en la carne, olvida
lo que queda atrás y prosigue a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Por nada
está afanoso, sino que da a conocer toda petición delante de Dios. Todo lo que es verdadero, honesto, justo,
puro, amable y de buen nombre ocupa sus pensamientos. Aprende a contentarse en cualquiera que sea su situación, y todo
lo puede en Cristo que lo fortalece. (Filipenses 3: 3, 13, 14; Filipenses 4: 6, 8, 11, 13). Él anda como es digno del
Señor, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; busca y pone la mira en las cosas
de arriba; como escogido de Dios, santo y amado, se viste de entrañable misericordia, benignidad, humildad de ánimo;
todo lo hace en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Él anda
sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo, siendo su palabra siempre con gracia, sazonada con sal. (Colosenses
1: 10; Colosenses 3: 2, 12, 17; Colosense 4: 5, 6). No devuelve a otro mal por mal, sino se abstiene de toda especie de mal;
está siempre gozoso, ora sin cesar, examina todo, retiene lo bueno. (1ª Tesalonicenses 5: 15, 22, 16, 17, 21).
Él sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo (2ª Timoteo 2: 3), limpiándose [separándose]
de todo vaso para deshonra, a fin de ser un vaso para honra, santificado, útil al dueño, y preparado para toda
obra buena. (2ª Timoteo 2: 20, 21 – JND, VM). Adornando en todo la doctrina de Dios nuestro Salvador, renuncia
a la impiedad y a los deseos mundanos, viviendo en este siglo (esta era) sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza
bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, y no difamando a nadie muestra
toda mansedumbre para con todos los hombres por amor a Él. (Tito 2: 10, 12, 13; Tito 3: 2). Corre con paciencia la
carrera que tiene por delante, despojándose de todo peso y poniendo los ojos en Jesús él sigue la paz
con todos y la santidad; sale a Cristo fuera del campamento, llevando su vituperio; ofrece siempre el fruto de sus labios
en alabanza a Dios, y no olvida el otro sacrificio de hacer el bien y de la ayuda mutua; obedece a los que lo guían
y se sujeta a ellos porque velan por su alma, contando con que el Dios de paz lo haga apto en todo esto, haciendo Él
en él lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos.
Amén. (Hebreos 12: 1, 2, 14; Hebreos 13: 13, 15-17, 20, 21).
Ahora
bien, lo que es sumamente interesante y de enorme importancia es ver que tanto lo que constituye como lo que caracteriza
a un cristiano son cosas totalmente nuevas en la revelación que no constituyen ni caracterizan a los santos del Antiguo
Testamento.
Pero
en Su palabra a Dios Le ha agradado no sólo enseñarnos doctrinalmente y mediante precepto lo que un cristiano
es sino presentarnos un ejemplo de cristiano en Esteban y otro en Pablo. El primero era un hombre lleno de fe y del Espíritu
Santo; lleno de gracia y poder; exhibiendo la energía de la vida divina, y la realidad de la actual unión con
Cristo por medio del Espíritu Santo, bajo el antagonismo y la enemistad más violentos de aquellos en quienes
Su nombre mismo suscitaba un odio funesto y mortal; presentando en tales condiciones la mayor compostura de espíritu,
y testificando de los modos de obrar de Dios y del fracaso de Su pueblo, hasta que el crujir de dientes de ellos lo llevó
a apartarse de este mundo despiadado para encontrar en un Cristo que esperaba allá arriba toda su expectativa y todo
su deseo. Y así, mientras las piedras de sus enemigos (inconmovibles ante su hermoso rostro resplandeciente como el
rostro de un ángel) caían sobre su cuerpo destrozado, sus ojos sangrantes se dirigían a aquel Cristo
glorificado, cuya visión le permitió, mientras le encomendaba su espíritu, orar según Su propio
ejemplo por aquellos que sin saber lo que hacían estaban enviando a Su siervo martirizado mediante su violencia profana
a Su presencia como mensajero de su ulterior rechazo de Él mismo y de Su gracia. Esto fue un modelo: ¡el modelo
de la muerte de un cristiano! (Hechos capítulos 6 y 7).
En
el otro caso tenemos un modelo de vida del cristiano en la tierra. Ya ha sido comentado que ante Dios el cristiano es "un
hombre en Cristo". Fue uno de ellos el que fue arrebatado al tercer cielo. (2ª Corintios 12: 1-5). Pero Pablo no
siempre estuvo allí, ni nosotros estuvimos jamás; sin embargo, él fue siempre "un hombre en Cristo";
ni por un momento eso fue interrumpido. Catorce años habían transcurrido desde su rapto al paraíso; pero
él era en aquel entonces como ahora, y ahora como en aquel entonces un "hombre en Cristo" que una vez había
estado en tan maravillosa elevación. Él dice: "Conozco a un hombre en Cristo, que… fue arrebatado
hasta el tercer cielo". Claramente él distingue tres cosas, — en primer lugar, las visiones y las revelaciones
del Señor, en cuanto a las cuales él había sido arrebatado al paraíso (versículo 1), —
en segundo lugar, el “hombre en Cristo”, que era su estado verdadero y permanente como cristiano ante Dios (versículo
2), — en tercer lugar, lo que él era real y personalmente respecto a lo cual él dijo: "De mí
mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades". (Versículo 5). De estas tres cosas, la primera le
era peculiar como apóstol, — una gracia especial conferida en relación con las visiones y revelaciones
del Señor, de las cuales él había de ser depositario. En esta experiencia nosotros no tenemos parte alguna,
siendo ello una cosa única para el objetivo especial que Dios tenía en perspectiva mediante Su instrumento escogido.
(Hechos 9: 1-15). Pero en cuanto a la segunda cosa, sostenemos que ello es lo que pertenece esencialmente a la constitución
de un cristiano, a saber, él es genéricamente "un hombre en Cristo". Nada menos que esto puede ser
suficiente ante Dios; y nosotros, querido lector, podemos afirmar esto unos de otros, que (aunque podemos haber fracasado
en aprehenderlo) tanto como el propio amado y estimado apóstol nosotros estamos, por la gracia de Dios, eternamente
ante Él mismo como hombres "en Cristo". Porque, obsérvese, si fuera de otra manera nosotros no seríamos
de la nueva creación en absoluto; porque "en Cristo" es su característica especial. Se nos ha hecho
estar "vivos para Dios en Cristo Jesús;" y cualquiera que está ""en Cristo,
nueva criatura (o nueva creación) es; creado “en Cristo Jesús para buenas obras". La tercera cosa
es práctica. En cuanto a esto, ni siquiera Pablo se gloriaría, excepto en cuanto a esas debilidades que la carne
siempre procura disculpar u ocultar. No es así con respecto a él. Al contrario, él se gloriaba o se jactaba
en ellas; porque demostraba así la suficiencia de la gracia de Cristo para con Su débil siervo, y la realidad
del poder de Cristo que lo custodiaba. Entonces, la primera cosa es lo que es posible; La segunda, lo que es esencial;
la tercera, lo que es deseable en el estado cristiano; siendo lo que es ‘esencial’ lo que constituye
al cristiano, y lo que es ‘deseable’, lo que lo caracteriza según Dios. (Romanos 6: 11; 2ª
Corintios 5: 17; Efesios 2: 10).
Nosotros
tenemos así al cristiano divinamente descrito, — a saber, “un hombre en Cristo" siempre e inmutablemente
ante Dios, pero en debilidad en la práctica. Si el cristiano es extraordinariamente elevado, como Pablo, necesita un
aguijón extraordinario para mantener la carne bajo control (2ª Corintios 12: 7), demostrando la debilidad la suficiencia
de la gracia de Cristo, de modo que nos gloriamos en dicha debilidad, teniendo como resultado que el manto de Su poder es
echado sobre nosotros, como la cubierta de una tienda, cubriéndonos así y encontrando, por así decirlo,
su lugar de residencia con el santo más débil de la tierra.
El
cristiano es, entonces, "un hombre en Cristo" ante Dios; pero él es característicamente un hombre
para Cristo ante los hombres. El apóstol Pablo era tan perfectamente era esto que podía decir,
y decirlo sobria y sinceramente, "Para mí el vivir es Cristo". Y hasta donde la Escritura nos enseña,
tal vez la mejor definición de un cristiano es encontrada en estas dos cosas, — es uno que ante Dios es un
hombre en Cristo, y ante los hombres vive una vida que es Cristo. Es sumamente hermosa la confianza de Pablo
en Él, y tan profundamente bienaventurada como hermosa: "Será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida
o por muerte". (Filipenses 1: 20, 21). Parece que él examina cada centímetro de terreno entre él
y la gloria, y encuentra a Cristo igual a todo, y a él mismo en Él. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
(Filipenses 4: 13). ¿Era éste el apóstol o el cristiano? Nosotros decimos sin vacilar que este era característicamente
el cristiano. "Para mí el vivir es Cristo". Esto era lo que él expresaba ante los santos, lo que él
era ante el mundo (aunque él mundo no lo pudiera entender), viviendo aquí abajo en la tierra una vida en la
que "Cristo es el todo, y en todos". (Colosenses 3: 11), — su luz y su vida, su motivo y objeto, su poder
para andar y servir, y su premio para siempre en la gloria, centro y circunferencia de cada plan y propósito de su
alma, de cada deseo y perspectiva en los que él se implicaba, en todas las cosas y siempre, — Cristo magnificado
en su cuerpo.
Nosotros
aprendemos así que un cristiano es uno que está totalmente dispuesto para Dios; yendo con Él día
a día; guiado por Su mano invisible, y sostenido por Su poder invisible; alimentándose de Su palabra preciosa,
y guiado con Su ojo amoroso; sin ningún objetivo en perspectiva más que los intereses de Cristo en la tierra,
y ningún futuro ante él sino sólo la gloria con Él mismo en Su venida. Tales son aquellos sobre
quienes, a través de un cielo abierto, los seres angélicos miran ahora hacia abajo como lo hicieron sobre Cristo,
una vez humillado aquí; ¡cada día el cristiano es un objeto de constante interés para ellos, de
afecto ilimitado para el Padre, de gozo y deleite para el corazón de Cristo, y de sus incansables ministraciones por
medio del Espíritu Santo Consolador! Eternamente salvo y perfectamente feliz en Cristo, teniendo confianza y gozo en
Su presencia, estando en justicia divina, en perfección sin mancha, y en claro favor inmutablemente ante Dios para
siempre, él es también en la tierra "un hombre de Dios" quien, como su Señor, está aquí
para dar testimonio de la verdad, entrando en los pensamientos y propósitos de Dios para la gloria de Cristo, a quien
él está unido, y siguiendo los pasos de su Maestro a lo largo de la escena de Su rechazo. De este modo, él
ocupa un lugar maravillosamente bienaventurado, nuevo y singular, en las actuales acciones de Dios en el mundo, respondiendo
a la entrañable relación en la que él está puesto con el Padre, a la bienaventurada asociación
que ya tiene con Cristo y a la gloria a la que está predestinado cuando Él venga. Él es conducido así
a expresar mediante la gracia suministrada lo que Él quiere que sean ahora Sus coherederos, siguiendo el ejemplo que
Él dejó a los Suyos, y procurando la plena y entera identificación con Él en Su espíritu,
Su andar, Sus modos de obrar, Su rechazo, la comunión de Sus padecimientos o cualquier otra cosa a través de
las cuales nos conduce Su senda. Esto conlleva, obviamente, un constante juicio propio y trabajo de conciencia; porque el
corazón embebido de los pensamientos y sentimientos de Cristo deseará siempre juzgar en sí mismo todo
lo que es contrario a Él; y estando formada la propia comprensión del curso de las cosas que nos rodean por
el conocimiento de la estimación que Dios tiene de dicho curso, uno se convierte cada vez más en un extranjero
y un paria en la escena, sabiendo que ella no es un descanso para nosotros, sino meramente un lugar en el cual promover los
intereses del Señor y Maestro de uno mientras esperamos Su llamado a las glorias que seguirán. De este modo,
el cristiano se ha juzgado a sí mismo y también ha condenado al mundo, como Noé en su día, y está
en él sólo para ser un testigo de la gracia de Dios para con el mundo, y como reflejando como Su representante
la gloria del Hombre glorificado que está a Su diestra, sostenido también en ese testimonio por el pensamiento
alentador de que no hay un solo momento en la historia de su alma en que él no sea un objeto del más tierno
cuidado para el corazón de Cristo.
En
conclusión, no obstante lo maravilloso que es el cristiano, recordemos en primer lugar que separado de Cristo él
nada puede hacer (Juan 15: 5); y en segundo lugar, que él no es más que un medio para todo propósito,
y no el ´propósito en sí mismo. Todos los consejos de Dios se relacionan con la gloria de Cristo; y nuestro
llamamiento y bendición, los actuales modos de obrar de Dios con nosotros, y nuestra glorificación con Él
dentro de poco, todo converge a aquel único propósito del corazón del Padre, — a saber, la gloria
que ha predeterminado para el Hijo de Su amor. Pero si nosotros reflexionamos que el cuerpo del cristiano es un templo del
Espíritu Santo; que él mismo ya está unido a Cristo, y es en Él una nueva criatura (o nueva creación);
que él es un hijo adoptado por Dios, y es amado como Cristo es amado, debemos reconocer que él es ante Dios
lo más cercano a Cristo y, excepto aquel Bendito mismo, él es el personaje más grande jamás visto
en la tierra, o que va a ser manifestado en gloria.
En
vista del maravilloso alcance del cristianismo según Dios, ¿acaso no podría ser el lenguaje de nuestros
corazones día a día: «Yo sólo estoy procurando ser cristiano; no estoy procurando ser constituido
como tal, sino que procuro ser característicamente lo que soy eternamente ante Dios. “un hombre en Cristo'».
W.
B. D.
Traducido
del Inglés al Español por: B.R.C.O.- Diciembre 2024.
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo
Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.
LBA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997,
2000 por The Lockman Foundation, Usada con permiso.
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt,
Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Título original en inglés:
What Is a Christian?, From: The Christian's Friend: Volume 6 1879
Traducido con permiso
Publicado por:
Bible Truth Publishers
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