Acerca
de la Inspiración y la Autoridad Divinas
de
las Santas Escrituras
H. H, Snell
2ª
Parte - ¿Qué es Inspiración?
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles (" ") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras
versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Mediante
la palabra inspiración nosotros nos referimos a aquello creado por el “aliento” de Dios. Se nos dice que
"toda la Escritura es inspirada por Dios". Podría ser traducido como "toda Escritura es creada por el
aliento de Dios". (2ª Timoteo 3: 16). Por lo tanto, las Escrituras son una revelación de Dios; y la fuerza
o autoridad de ellas para nuestros corazones y conciencias emana de ese hecho. Si la Escritura no es la palabra de Dios ella
no tendría más valor para nosotros que los escritos de hombres buenos; pero ella es Su palabra, y por eso nos
llega con la autoridad, el amor, la sabiduría y la santidad de Dios. Aunque sus páginas abarcan miles de años,
ellas nos retrotraen a antes de que el tiempo existiera, y conducen nuestros pensamientos al estado eterno, y algunos de sus
libros fueron escritos hace más de tres mil años, y ella es diferente a cualquier otro libro, porque ella es
siempre nueva. Tome usted un volumen ordinario de composición humana, escrito hace doscientos o trescientos años,
o incluso retroceda hasta uno de los Padres de la Iglesia, y usted encontrará que apenas tiene paciencia para leer
unas pocas páginas; pero la Escritura, como hemos dicho, aunque antigua, es siempre nueva. Ella lleva consigo una frescura
y un poder para el corazón y la conciencia como ningún otro libro lo hace; y todos los cambios en el mundo y
en la humanidad nunca parecen afectarla. Ella nos advierte contra los "hombres" y su "filosofía",
el ritualismo y sus impuestas ordenanzas, y de poner la "tradición" en lugar de la autoridad de Cristo. Al
mismo tiempo que habla al corazón y a la conciencia, ella tiene siempre una voz de enseñanza y bendición
para los que creen y reciben sus palabras de la boca de Dios. (Mateo 4: 4). Aquellos que no creen, no pueden entenderla, pues
nosotros "por la fe entendemos". (Hebreos 11: 1-3). Sólo los tales conocen su bienaventuranza. "El secreto
de Jehová es para los que le temen" (Salmo 25: 14 – RV1977), y nosotros tenemos "todo gozo y paz en
el creer". (Romanos 15: 13). Para el racionalista la Escritura es inexplicable, para el ritualista ella es confusión,
para el incrédulo ella abunda en errores, para el literato hay inexactitudes y contradicciones. Sin embargo, tales
personas poco saben que Dios ha dicho que,
“el
hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente”. (1ª Corintios 2: 14).
La
Biblia es el único libro que nos dice fielmente lo que nosotros somos, y hace eso hasta discernir los pensamientos
y las intenciones del corazón. Esto muestra que ella es divina, pues sólo Dios escudriña el corazón.
Ella también revela verdaderamente a Dios, de modo que cuando la Palabra es recibida ella lleva nuestras almas a la
conciencia de que Dios tiene que ver con nosotros. Esto muestra también su divinidad, pues "el mundo no conoció
a Dios mediante la sabiduría". (1ª Corintios 1: 21). La variedad de aspectos en que nos es presentado el
Hijo que salió del Padre para salvar a los pecadores (Juan 16: 28), — Su gloria personal, perfección moral,
Su obra consumada, Su andar, Sus palabras, modos de obrar, vida, muerte, resurrección, ascensión, glorificación,
Sus actuales cargos y Sus futuros juicios y reinado, — como las verdades principales de la Escritura, le dan también
un carácter divino. También su unidad lleva consigo el sello de la divinidad como ninguna otra cosa podría
hacerlo. La forma en que las diferentes partes se adaptan entre sí; los tipos en el Antiguo Testamento teniendo sus
antitipos en el Nuevo; una multitud de declaraciones proféticas en el primero teniendo su cumplimiento en el segundo,
y el inmenso número de citas del Antiguo Testamento en el Nuevo para demostrar la solidez de las doctrinas enseñadas,
se combinan para darle un carácter divino que es incontestable. Entonces, no es algo sorprendente que un escritor inspirado
nos recomiende "la Palabra" como si en sus operaciones ella poseyera atributos divinos.
Leemos,
“La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el
alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.
(Hebreos 4: 12 ).
Un
cristiano profesante dijo recientemente: «Hay muchas opiniones acerca de las Escrituras»; a lo que nosotros respondimos:
«¿Cómo puede ser eso si ellas son las expresiones de Dios para nosotros? Porque entonces ciertamente sólo
tenemos que prestar atención a Su voz, y procurar hacer Su voluntad.» Cuán poco pensaba este hombre que,
en la vanidad de su mente, estaba imaginando que él era competente, como criatura caída en Adán, para
juzgar las cosas de Dios, y asumir así el terreno con racionalistas e incrédulos, en vez de someterse a la Escritura
como palabra de Dios, y permitir que ella lo juzgara. ¡Lamentablemente! la soberbia del hombre en estos postreros días
es tal que muchos prefieren sus propias opiniones a la Escritura y, como antaño, anulan la palabra de Dios para poder
ellos mantener su propia tradición. Por eso, también la Palabra se está cumpliendo solemnemente en el
rechazo de los hombres a la Santa Escritura en cuanto a que "los malos hombres y los engañadores irán de
mal en peor, engañando y siendo engañados". (2ª Timoteo 3: 13).
Si
nosotros no tenemos "las palabras de Dios", entonces no tenemos base alguna para la fe, y por lo tanto vamos a estar
fluctuando con irremediable incertidumbre; pero teniendo comunicaciones divinamente dadas, tenemos en la autoridad de ellas
certeza divinamente dada en cuanto a la salvación eterna. Mediante ella nosotros tenemos la actual seguridad, fundamentada
en la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo, de que nuestros pecados han sido perdonados, que tenemos vida eterna,
que somos hijos de Dios y no iremos a juicio. ( Hechos 10: 43 ; Juan 3: 36; Gálatas 3: 26; Romanos 8: 1). Si a los
tales se les pregunta ¿por qué creen ellos en nuestro Señor Jesucristo? y ¿por qué tienen
tal certeza en cuanto a sus bendiciones presentes y eternas? la respuesta de ellos será: «Porque Dios en Su palabra
lo dice, y la fe no necesita ninguna otra autoridad para la confianza ni ningún otro descanso para el corazón
y la conciencia.»
Ciertamente
los días en los cuales nosotros vivimos son malos y peligrosos. Hubo un tiempo en que los paganos idólatras
eran los que principalmente se burlaban y despreciaban la afirmación de que las Escrituras son la revelación
propia de Dios de Su pensamiento; y más tarde, los declarados incrédulos de la cristiandad trataron el tema
con desprecio y escarnio; pero en nuestro día son los que profesan ser siervos de Cristo y guías del rebaño
de Dios los que están dedicados tan afanosamente a socavar la eterna veracidad de las Santas Escrituras y la divina
autoridad de ellas. Esto, también, en general rara vez lo intenta una sola persona, sino que lo intentan diferentes
personas en diversos lugares, para que ello sea, por artificio de Satanás, menos evidente. En este momento apenas hay
una doctrina vital y fundamental de la Escritura que no está siendo atacada o corrompida a lo largo y ancho de la cristiandad.
Lo
que ha impulsado especialmente a muchos corazones en este tiempo es el hecho de haber llegado a ser conscientes del espantoso
estado de las almas en el descuido de las Escrituras, y los pensamientos escépticos que son corrientes entre los profesantes
de cristianismo en cuanto a la autoridad divina de ellas. No es que nosotros imaginemos que tenemos poder para llevar a alguien
a ver y actuar de manera diferente, pues se nos dice que "nadie conoce las cosas de Dios, sino el Espíritu de
Dios". (1ª Corintios 2: 11 – RV1977). No obstante, la oración de no pocos ha sido que Dios aún
obre por medio de Su palabra, y bendiga y socorra a las almas conforme a Sus pensamientos, y para Su gloria.
H. H. Snell
Traducido del
Inglés al Español por: B.R.C.O.- Diciembre 2024.
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
RV1977
= Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial Clie).