LEY Y GRACIA
Éxodo 34; 2a. Corintios 3.
Es importante ver que hubo dos claras ocasiones
en las que encontramos tablas de piedra, según el mandamiento de Dios, encomendadas, aunque de una manera diferente, al hombre.
En la primera ocasión, como sabemos, había una ruina total; y cuando Dios pronunció Sus mandamientos, que después fueron escritos,
no había ningún resplandor en el rostro en absoluto; no había un Moisés transfigurado por el poder de la gloria. La ley, pura
y simple, nunca hizo resplandecer el rostro de un hombre; no es la intención de la ley; ni tampoco es el resultado de la ley.
La ley, simplemente como tal, se caracteriza por la oscuridad y la tempestad, por el trueno y el relámpago, por la voz de
Dios tratando con el culpable -más tremendo que todo junto. Y así fue en la primera ocasión cuando la ley fue anunciada por
el propio Dios, y las tablas fueron quebradas (incluso antes de que llegaran al hombre) por el indignado legislador.
¡Qué diferencia en la segunda ocasión! El legislador
fue llamado a la presencia de Dios, quien en seguida se agradó de dar una mezcla de gracia junto con la ley. Había un pacto
hecho expresamente de este carácter compuesto combinado. No era sólo la ley y
no era sólo la gracia, sino mas bien la mezcla de la gracia junto con la ley. Porque habría sido absolutamente imposible para
Dios haber continuado con los tratos con Israel, o incluso haberlos llevado a la tierra, a menos que hubiese habido esta mezcla
de gracia y misericordia con la ley. Por consiguiente en esta ocasión la ley todavía fue encomendada al hombre; pero estaba
encerrada en el arca, no expuesta con todos sus terrores antes los ojos de los hombres; estaba puesta, como sabemos, en el
testimonio.
Ahora, hay incluso muchos hijos de Dios que
piensan que este es exactamente el tenor de los tratos de Dios con nosotros; es decir, la ley y la gracia mezcladas -la gracia
que impide la acción de la ley; la ley nos hace culpables, pero la gracia se interpone para proteger al culpable según las
palabras que leemos en la primera parte de Éxodo 34. Allí Jehová se proclama a Él mismo en el carácter de legislador, aunque
él declara Su paciencia y misericordia, como está dicho, "¡Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente, lento en ira. . .; que
perdona la iniquidad, la trasgresión y el pecado. . .!" (Éxodo 34: 6, 7 - Versión Moderna). Pero también se agrega, "y que
no tendrá por inocente al culpable; el que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos
hasta la tercera y cuarta generación."(Éxodo 34: 7 - LBLA). Ustedes observarán ahora que mientras que tal sea el principio
de los tratos de Dios -que no es sólo la ley, ni sólo la gracia, sino las dos juntas- mientras éste es el caso, siempre que
el mediador se acerca para hablar al pueblo, tiene que ponerse un velo sobre su rostro. Cuando él entra delante de la presencia
de Dios, el velo es quitado; en la gloria, en presencia de la gloria, no hay ningún velo. Pero mientras el hombre tuvo que
ver con la ley, aunque había misericordia y gracia mezcladas con esta, el velo
debía estar puesto cuando él hablaba con el pueblo.
Ahora, la cosa notable sobre la que yo llamaría
su atención es esto, que nuestra posición está en contraste con ambas. Nuestra posición no es ni tener que ver solamente con
la ley, ni con la ley mezclada con la gracia; nosotros estamos en presencia de
la gracia y de la gloria, absolutamente sin la ley. Esto es precisamente lo que el apóstol muestra en 2a. Corintios 3. Él
no se refiere aquí al contraste de Éxodo 19 o 20, sino solamente a la ocasión de la ley y la gracia mezcladas en Éxodo 34;
y él nos permite ver que el ministerio en ese día era uno de muerte y condenación. La razón es esta, que si la ley entra en
todo, si yo tengo que ver con ella como lo que me gobierna y es bajo lo que yo estoy, mientras más misericordia se muestra,
más culpable yo soy, y Él por ningún motivo tendrá por inocente al culpable.
Ahora, ese carácter totalmente condenatorio
no salió a la luz mientras Dios estuvo tratando con los hombres antes de Cristo, pero cuando Cristo vino, Dios se mantuvo
en Sus principios con suma delicadeza y con toda Su autoridad. La razón es, que había venido Uno que podría resolver todas
las dificultades, podría satisfacer toda la necesidad y podría librar de todo dolor y peligro. Era porque ahora el Hijo de
Dios había llegado a ser el Hijo del Hombre, y el Hijo del Hombre estaba dispuesto
a sufrir en la cruz, no aún para administrar la gloria.
Por ello es que nuestra posición se pone en
contraste claro y positivo. El apóstol dice, "Y si el ministerio de muerte, grabado con letras sobre piedras, vino con gloria
-tanto que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual
se había de desvanecer-, ¡cómo no será con mayor gloria el ministerio del Espíritu! Porque si el ministerio de condenación
era con gloria, ¡cuánto más abunda en gloria el ministerio de justificación!" (2a. Corintios 3: 7, 8, 9 - RV1909 Actualizada).
Él no nos pone en el lugar de los hijos de Israel, sino que se preocupa de mostrar
que es según el tipo de Moisés acercándose delante de la presencia de Dios, donde él se quita el velo. Ésta es ahora la señal
de nuestra posición, y no los hijos de Israel. En conclusión, no es el hombre que ponía un velo sobre su rostro, y los hijos
de Israel temerosos de él debido a la gloria de su rostro que no podían mirar; sino el hombre con el rostro descubierto delante
de la presencia de Dios, cuando se vuelve, no al pueblo con un velo sobre su rostro, sino a Dios en la gloria sin el velo.
Tal es ahora nuestra posición; tal es la posición
de todos los Cristianos, si ellos sólo lo supieran. Esto es declarado completamente en el último versículo. Él dice, "Empero
nosotros todos, con rostro descubierto, mirando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados en la misma semejanza,
de gloria en gloria, así como por el Espíritu del Señor."(2a. Corintios 3: 18 - Versión Moderna). "Nosotros todos" está en
contraste con Moisés, un solo hombre. La posición del Cristiano está tipificada por Moisés en la presencia de Dios, y no por
los hijos de Israel en presencia de Moisés con un velo sobre su rostro. "Nosotros todos", porque Dios no hace la más pequeña
diferencia en este respecto; el Cristiano más débil tiene exactamente la misma posición ante Dios. Siempre que sea asunto
de la posición, del simple efecto o del resultado de lo que el Señor Jesús ha
logrado y nos ha dado por gracia, no hay ninguna diferencia en lo absoluto. Hay una diferencia cuando es un asunto de poder
espiritual, y hay todo el sitio posible para la variedad. Así como en el primer Adán no hay ninguna diferencia en el hecho
general de que todos han pecado; sin embargo, hay grados de diferencia cuando ustedes llegan a ver hasta qué
punto las personas han entrado en pecado.
Precisamente así con el Segundo hombre, el
postrer Adán. Él ha traído ahora a este lugar común de bendición a todos los
que le pertenecen. Todos nosotros con rostro descubierto, o sin velo sobre el rostro (porque esta es la verdadera fuerza de
esto), mirando como en un espejo la gloria del Señor. Esto era lo que vio Moisés,
y solamente por un momento; considerando lo que es nuestra posición constante. Un Cristiano es, todo el tiempo que está aquí
abajo, por lo que concierne a la obra de Cristo, una persona con derecho a estar cerca de Dios, a presentarse en la gloria,
y para estar él mismo allí; el velo ha sido quitado, Cristo sin un velo. Había un velo pero está rasgado. Ahora no hay ninguno
-ninguno en el corazón del creyente, ninguno sobre el rostro de Cristo o en el nuestro; ha sido quitado completamente. "Nosotros
todos, con rostro descubierto, mirando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados en la misma semejanza, de
gloria en gloria, así como por el Espíritu del Señor."(Versión Moderna)
Lo que el Espíritu Santo nos ministra ahora
no es meramente un Salvador que bajó a nuestra aflicción y miseria para llevar nuestras iniquidades y pecados, sino ese mismo
Salvador después que la obra de gracia está cumplida, cuando Él subió a lo alto a la presencia de Dios como testimonio de
su perfección; y nosotros estamos invitados por el Espíritu Santo a mantener nuestros ojos fijos en Él allí, glorificados
conforme a la excelencia de la redención. Eso no hará que Su gracia descienda aquí para ser menos preciosa; ni hará que la
redención sea menos apreciada, sino mucho más. También imprimirá un carácter celestial a todas nuestros camino; y esto, y
nada menos, es nuestro lugar. "Como es el celestial, así son también los que son celestiales"(1a. Corintios 15: 48 - LBLA);
y, "así como hemos llevado la imagen del terrenal, llevaremos también la imagen del celestial."(1a. Corintios 15: 49 - RV
1909 Actualizada) Entonces será perfecto; ahora sólo es parcial, y según la medida en la que el yo es juzgado.
Lo que impide el efecto práctico, el poder
celestial reflejándose en nosotros, es la actividad no juzgada de nuestra naturaleza. ¿La conocemos? ¿Cuándo es que nos equivocamos?
¿Cuándo es que nos formamos juicios equivocados, y nos volvemos descuidados y mundanos? Simplemente en la misma proporción
en que quitamos nuestros ojos de Cristo, tal como Él está ahora en la gloria. Yo les concedo que Cristo es en todas partes
para el alma, un medio de preservación. No obstante, no existe un poder así para superar las seducciones del mundo y lo que
parece justo y religioso en el mundo; nada lo hará completamente sino Cristo en la gloria. Por lo que respecta a guiar nuestras
almas en amor y devoción, Cristo lo hará aquí abajo. Pero Cristo en la gloria apaga la luz de la mejor religión de la tierra,
y la hace parecer pálida y chabacana al lado de su resplandor que la sobrepasa. Nosotros estamos invitados, somos llamados
como Cristianos, a mirarlo continuamente ahora a Él en esa gloria. Que el Señor nos conceda caminar así y encontraremos el
fruto de ello, "transformados en la misma semejanza, de gloria en gloria."(Versión Moderna)
Una palabra más. No hay nada tan peligroso
como jugar con la verdad; nada más ruinoso que los hombres usen la verdad más luminosa y sean descuidados sobre los asuntos
de la vida diaria. Yo les ruego que recuerden esto. Hay algo incluso de un carácter desagradable acerca de ello cuando fracasamos
en los deberes comunes, y sin embargo estamos hablando al mismo tiempo sobre la resurrección y la gloria -la vida y toda la
bendición especial de la posición cristiana. Yo les ruego, mis hermanos y hermanas, sobre todo a aquellos de ustedes que son
jóvenes (aunque de hecho es una trampa tanto para el anciano como para el joven), que piensen seriamente sobre esto. Es la
trampa natural de aquellos que están acostumbrado a una atmósfera de verdad dónde las palabras de Dios son, por así decirlo,
un pan habitual de la casa. Nadie está en tal peligro; pero es un peligro porque el ojo y corazón no están en Jesús. Habrá
poder dónde hay simplicidad con juicio de uno mismo; en ninguna otra parte.
William Kelly (1820-1906)
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - 2001.-
Título del Original en Inglés:
LAW AND GRACE, by William Kelly
Versión Inglesa |
|
|