Acerca del Gobierno de Dios y Sus Consejos en Gracia
J. N. Darby
Collected Writings (Escritos Compilados) Vol. 32, Miscellaneous No.1
Aunque
podamos hablar de cambio o de variedad en los modos revelados de Dios, hay ciertos principios fundamentales de Su actuar que
se mantienen sin cambio. Estas son las cosas que emanan de la naturaleza de Dios, y deben serlo. De este modo, a un hombre
le es "necesario nacer de nuevo" (Juan 3:7) para entrar en el reino de Dios, sea este hombre Adán, o Pablo, o cualquier otro;
él debe obtener una naturaleza que pueda disfrutar a Dios. Así también, como pecadores, nosotros debemos ser lavados en la
preciosa sangre de Cristo antes de que podamos tener alguna parte con Dios. Pero el carácter de Sus modos, de Su manera de
actuar, no siempre es el mismo. Y esto es sencillo; pues nuestra salvación individual y lo que respecta a ella no es la primera
cosa en la revelación de Dios, sino la gloria de Dios. Él está exhibiendo Su gloria, y Él tiene modos de glorificarse a Sí
mismo.
Hay dos grandes asuntos colocados ante nosotros
en la Escritura en conexión con esto (es decir, suponiendo siempre que el asunto de la salvación está zanjado, como siendo
este la base de todo para nosotros; pues no es hasta que nosotros nacemos de nuevo, y tenemos paz con Dios, que somos libres
de entrar en Su mente tal como es revelada), por ejemplo:
1. El gobierno de Dios en este mundo, y
2. La gracia soberana que da a pecadores
un lugar conforme a Sus propios consejos.
Hay un gobierno directo de Dios, y existe
el ejercicio de gracia soberana que da una bendición especial en Su presencia.
Los Judíos son el centro de lo primero, y
la iglesia es el centro de lo segundo, después de Cristo, por supuesto, quien es el Centro de todo.
Cuando hago mención al gobierno de Dios en
el mundo, yo no me refiero al gobierno universal que Él ejerce sobre el universo - lo que se llama providencia - en el ejercicio
del cual incluso ni un pajarillo cae a tierra sin que Él lo permita. (Mateo 10:29 - LBLA); sino que me refiero al gobierno
directo de Dios en la tierra. No cabe duda de que Él se ocupa también del gobierno de Sus hijos aquí abajo, pero en cuanto
a este mundo, los Judíos fueron el centro de Su actuar en ese respecto.
Ustedes verán a lo que me refiero en Deuteronomio
32: 8, 9. "Cuando el Altísimo repartió a las naciones sus heredades, cuando Él separó a los hijos de Adán, estableció los
límites de los pueblos según el número de los hijos de Israel; porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob es la parte de su heredad."
(N. del T.: traducción de la Biblia en Inglés Versión de J. N. Darby)
"Altísimo" es siempre el nombre de Dios utilizado
para indicar que Él es supremo sobre la tierra. Vean, por ejemplo, lo que Melquisedec dijo a Abraham, cuando salió a recibirle,
después de la derrota de los reyes que se habían llevado a Lot, "¡Bendito sea Abram del Dios altísimo, poseedor de los cielos
y de la tierra!" (Génesis 14:19 - VM); y también en Daniel 4: 24, 25 y 32, donde Dios es anunciado por este nombre a Nabucodonosor
como el Único que en Su gobierno de la tierra estaba a punto de interferir en juicio sobre él. "Este es el decreto del Altísimo
que ha venido sobre mi señor el rey: Serás echado de entre los hombres, y tu morada estará con las bestias del campo, y te
darán hierba para comer como al ganado, y serás empapado con el rocío del cielo; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que
reconozcas que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres y que lo da a quien le place." (Daniel 4: 24, 25 - LBLA).
Y esto fue también lo que Nabucodonosor fue llevado a reconocer como el fruto de ese trato. Vean los versículos 33 al 36 del
mismo capítulo de Daniel.
En relación con la tierra y Su pueblo en
diferentes épocas, Dios se ha revelado por medio de diferentes nombres, los cuales son característicos de relaciones diferentes.
Es siempre, por supuesto, el mismo Dios, aunque conocido en una relación diferente. En el Salmo 91 tenemos todos estos nombres
de Dios (excepto el de "Padre", que no estaba entonces revelado) agrupados juntos en su apropiada conexión. "El que habita
en el lugar secreto del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente. Yo diré de Jehová: ¡Él es mi refugio y mi fortaleza!:
¡mi Dios [Elohim], en él confiaré!" (Salmo 91: 1, 2 - N. del T.: traducción de
la Biblia en Inglés Versión de J. N. Darby). Es decir, aquel que tiene el secreto de quién es el Altísimo, tendrá las
bendiciones del Dios de Abraham. Jehová es el Dios de los Judíos, y así el Mesías, en el segundo versículo, responde, por
decirlo así, al enigma expresado en el primero, diciendo, "Yo diré de Jehová: ¡Él es mi refugio y mi fortaleza!: ¡mi Dios
[mi Elohim], en él confiaré!" En los versículos 3 al 8, el Espíritu declara las consecuencias de esto (en el versículo
9 es el pueblo Judío el que habla), y Jehová pone Su sello sobre ello en los versículos 14 al 16.
Dios se reveló a Abraham como el "Todopoderoso"
(El Shaddái) (Génesis 17:1). Abraham fue llamado a ser un peregrino, y a no esperar en nadie más que en Dios, de este modo
Él se le revela como el "Omnipotente".
Para los Judíos Él es Jehová, la fuerza de
lo cual es, el que "es, y era, y ha de venir." Vean Éxodo 6: 2, 3: "Habló todavía Dios a Moisés, y le dijo: Yo soy JEHOVÁ.
Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me di a conocer a ellos." (Vean también
Éxodo 3:18; 5:3; 7:16; 9:1, etc.).
"Altísimo" aún no se ha cumplido. (Vean Apocalipsis
19, etc.). "Padre" es el nombre por el cual Él es conocido especialmente por los Cristianos. (Vean Juan 17: 26, y 20:17).
En estas revelaciones de Él mismo, Dios también a fundamentado responsabilidades en cuanto al andar de Su pueblo, que están
especialmente conectadas con, y siempre dependientes de, la relación en la que Él es conocido.
Así,
a Abraham, en Génesis 17:1, Dios dijo, "Yo soy
el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto." Abraham es llamado a andar delante de Él en el poder de Su nombre
como el Todopoderoso, no permitiendo nada inconsistente con esto, pues nada sino la perfección en la relación que Dios ha
establecido se ajustará a Su naturaleza. A los Judíos Él dice en Deuteronomio 18:13, "Perfecto serás para con Jehová tu Dios."
(VM); porque lo que caracterizaba a los Judíos era que, como un pueblo redimido, ellos fueron traídos exteriormente cerca
de Dios. Nosotros oímos de Su morada con los hombres por primera vez (Éxodo 15 y 29:45); porque la morada de Dios con los
hombres es consiguiente a la redención. A nosotros Él dice, en Mateo 5:48, "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre
que está en los cielos es perfecto." Nosotros deberíamos manifestar al Padre. Traídos a Dios como hijos, somos responsables
de mostrar lo que nuestro Padre es; porque nosotros somos la epístola de Cristo, de Aquel que manifestó perfectamente al Padre,
venciendo el mal con el bien, y exhibiendo la gracia de Dios entre los hombres. La relación de Padre es revelada solamente
en Cristo. Los profetas se ocupan con las demandas de Dios sobre Israel desde el pasado, o del Futuro de Israel, según Dios;
o con Dios en el gobierno de este mundo.
Como el "Altísimo" Él arreglará este mundo como le plazca; y Deuteronomio 32: 8, 9, nos demuestra que Israel es el
centro en Su actuaciones en este carácter, Él "estableció los límites de los
pueblos", etc.
En
otro lugar (Efesios 1) tenemos al Segundo Hombre quien se carga Él mismo con nuestro fracaso como hombres responsables (siendo
así el primer Adán, por decirlo así, desechado por nosotros) y glorificando a Dios en este lugar; y nosotros tenemos la gracia
soberana de Dios relacionando a los hombres con el Segundo Hombre, quien ha quitado nuestros pecados como responsable bajo
el primer Adán, y ha glorificado perfectamente a Dios donde el mal estaba y como hecho Él mismo pecado (2 Corintios 5:21);
y así el fundamento perfecto fue puesto para el cumplimiento y la revelación del consejo de Dios. Es el pensamiento y el propósito
de Dios tenernos con Cristo y semejantes a Cristo, Su Hijo bendito en gloria, y darnos ahora, en este tiempo actual, el conocimiento
de que tenemos este lugar. Tenemos este lugar ahora, aunque no estamos todavía en la gloria; nosotros estamos asociados con
el Segundo Hombre en gloria, y vamos a ser semejantes a Él. "La gloria que me has dado a mí, yo se la he dado a ellos", etc. (Juan 17:22 - VM). "Amados míos, ahora somos
hijos de Dios; y todavía no ha sido manifestado lo que hemos de ser; sabemos empero, que cuando él fuere manifestado,
nosotros seremos semejantes a él, porque le veremos tal como es." (1 Juan 3:2 - VM).
No hay incertidumbre acerca de esto; ello es seguro; aunque los Cristianos han sido incluso lo suficientemente audaces
para decir que es una cosa humilde no estar demasiado confiados acerca de la salvación: una triste demostración de cómo Satanás puede usar, por el momento, incluso a un Cristiano para llevar a cabo su
mentira contra Dios. La fe está siempre segura. Ella ha puesto su sello a esto, por gracia, que Dios es veraz, y que se "nos
ha dado las arras del Espíritu", dice Pablo, "Así que vivimos confiados siempre." (2 Corintios 5: 5, 6). No es humildad el
hecho de estar inseguros o dudar, sino lo contrario. La humildad verdadera es reconocer la gracia como enteramente de Dios,
y nuestro lugar en Cristo en la plena conciencia de que no somos nada en nosotros mismos, y que lo que pertenece al yo es
solamente malo y sin Dios; pero que ahora estamos en Cristo. Si tú dudas, eso es pensar tus propios pensamientos cuando Dios
ha hablado. Cuando Dios viste al pecador reprobado con el mejor vestido (Lucas 15:22), la mayor humildad es inclinarse y usarlo,
sabiendo que todo lo demás es incapacidad y harapos, y que Dios nos ha dado eso. Si tú comienzas a preguntarte si eres apto,
o a decir que no estás preparado para usarlo, ello demuestra que tú piensas que es posible ser apto por ti mismo. El Padre
nos ha hecho "aptos para participar de la herencia
de los santos en luz." (Colosenses 1:12). La verdadera humildad es aceptar el don de Dios en gracia. Sería una locura, o peor,
que pensáramos parecernos al Hijo de Dios; pero cuando Él lo dice, nosotros sólo debemos reconocerlo, y renunciar a nuestros
propios pensamientos como malos y tomarle a Él como bueno. Nosotros no sacamos nada con pensar cuando Dios ha hablado; lo
que tenemos que hacer es creer.
Si Dios dice que nosotros seremos semejantes a Su Hijo, sabemos que lo seremos, porque Él lo ha dicho. Esta es la única
humildad verdadera - renunciando al pensamiento de lo que nosotros somos para Dios como un pensamiento perfectamente malo,
y tomando el pensamiento de lo que Dios es para nosotros como un pensamiento perfectamente bueno. El hijo pródigo puede haber
pensado que él era humilde, y puede parecer a algunos ahora haber sido muy humilde cuando estaba diciendo que él pediría a su padre que le hiciera 'como a uno de sus jornaleros.' (Lucas 15:19). Pero esto fue antes
de que él se encontrara con su Padre, y fue sólo el razonamiento de su propio corazón, pero un razonamiento basado en el ponderar
el sentido de pecado con algún sentido de la bondad de Dios (su Padre), razonamiento que no sabía aún cómo tomar todo del
amor. Ello sólo demostró que él no conocía el corazón del Padre. Así que, cuando estuvo realmente en la presencia del Padre,
no hubo lugar para un pensamiento semejante, ni tampoco él lo dijo. No era la aptitud del hijo pródigo lo que estuvo en consideración
- su desierto fue el infierno - sino la gracia cuando halló al Padre echado sobre su cuello y con el beso de reconciliación
(Lucas 15:20). ¿Cuestionó el hijo pródigo la acción del Padre? ¿Dijo él entonces, "hazme como a uno de tus jornaleros"? No,
él no pudo hacerlo entonces; él recibió sencillamente la bondad del Padre y dejó de considerarse a sí mismo en Su maravilloso
amor, y como se ha comentado, sólo oímos entonces acerca del Padre, no del hijo pródigo.
Y es así: la humildad verdadera siempre recibirá de Dios. No se trata de pensar ni de razonar acerca de la posibilidad
de lo que Dios ha dicho. ¿Qué derecho tenemos nosotros para pensar o razonar cuando Su Palabra es que hemos de ser semejantes
a Su Hijo? Debemos tomar como un regalo de Dios lo que Él tiene para nosotros, lo que Él ha forjado para nosotros, y lo que
Él nos ha hecho ser en Cristo. Nuestra aptitud es para el infierno, nada más, ni nada menos; pero Dios ha escogido colocarnos
en el lugar con Cristo, no para nuestra gloria, sino para la de Cristo, aunque seamos nosotros glorificados. Los consejos
de Dios ocupan el primer lugar, pues ellos existían antes del mundo; pero no fueron revelados hasta que Cristo hubo muerto
en el mundo, porque este era el terreno sobre el cual todo reposaba en su cumplimiento. Dios va revelando Sus modos a través
de la Escritura, y (como ella es Su historia del mundo, y también la de Sus modos en el mundo, con el hombre en el mundo)
así la Palabra de Dios es, en su testimonio, desde la caída del hombre hasta el libro de la Revelación o Apocalipsis, mi historia
de una forma u otra - lo que el hombre es, lo que yo soy, con quien Dios trata de esta manera. Cada creyente individual pasa
a través de ello en su propia alma - algunos rápidamente, algunos lentamente; pero cada uno, individualmente, experimenta
el carácter de lo que Dios estuvo sacando a la luz desde Adán hasta Cristo.
Pero antes de que el mundo existiera en absoluto, tal como nos lo dice la epístola a los Efesios, Dios tenía Sus consejos
acerca de un pueblo que iba a estar en una asociación particular con Cristo. Yo nunca obtengo los consejos de Dios, hablando
con propiedad, es decir, nosotros nunca los tenemos sacados a la luz (yo no hablo de elección), hasta que Cristo murió. Vean
Efesios 1: 1-4. "Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo", etc. No es el hecho de que la elección haya sido
antes de la fundación del mundo lo que constituye la soberanía del hecho, porque la gracia de Dios sería tan soberana si nos
escogiera ahora, hoy, o en cualquier otro momento. Pero esta expresión muestra que antes de que el mundo existiera Él tuvo
Su pensamiento y consejo acerca de un cierto conjunto de personas. Él los escogió independientemente del mundo, y por consiguiente,
esto demuestra que ellos no son del mundo, aunque están en él, por supuesto. Cristo confirmó esto acerca de aquellos a quienes
Él escogió, "No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo." (Juan 17:16).
Nosotros encontramos la misma verdad en 2 Timoteo 1: 9, 10: "[Dios] quien nos salvó y llamó con llamamiento santo,
no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos
de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo", etc. Aquí no es cuestión
de elección, incluso si ella está implicada, sino de que se nos ha dado un lugar en Cristo - el llamamiento soberano - antes
de que el mundo comenzara, pero ello no se hizo manifiesto hasta que Cristo vino.
Vean también Tito 1: 2, 3: "La vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los
siglos, y a su debido tiempo manifestó...", etc. El consejo de Dios - ese que estaba en la mente de Dios relacionándonos con
Cristo, y que existía antes de que el mundo existiera - salió a la luz en el evangelio, y nunca salió a la luz sino hasta
después que Cristo vino y murió e hizo expiación.
En la creación nosotros obtenemos otra cosa, y una cosa diferente - no un consejo sino un ser responsable colocado
en este mundo. La primera cosa que él hace es fallar. Esto es así a través de toda la historia del hombre; la primera cosa
que él hace es el fracaso. La primera cosa que oímos acerca de Adán es que él falla (Génesis 3); la primera cosa que oímos
de Noé cuando él hubo ofrecido su sacrificio después del diluvio es que él se embriaga (Génesis 9); la primera cosa que oímos
después que la ley es dada es que, antes de que Moisés descendiera del monte, la ley es quebrantada; el sacerdocio es establecido,
y el primer día, ellos ofrecen fuego extraño (Levítico 10), y el sumo sacerdote nunca se viste las vestiduras para honra y
hermosura para entrar a la presencia de Jehová en el lugar santísimo, y parece que absolutamente nunca más, excepto cuando
fue consagrado. Así es incluso en el Cristianismo, como responsable ante Dios, pues Pablo dice que "todos buscan lo suyo propio,
no las cosas que son de Jesucristo." (Filipenses 2:21 - VM), y que después de su muerte el mal prevalecería desde fuera y
también adentro. Y Juan puede decirnos que hay muchos anticristos, por lo cual se conocía que era el último tiempo (1 Juan
2:18).
El hombre puesto en responsabilidad siempre falla. El hombre nunca fue cabeza de un pueblo en su inocencia; y en cuanto
a Noé, él fue, por decirlo así, una cabeza embriagada sobre el mundo. En Adán hay sólo y total fracaso y juicio ejecutado.
Creado en inocencia y hermosura, él desconfió de Dios y escuchó al diablo, quien dijo que Dios había retenido celosamente
lo mejor: entonces entra la concupiscencia, luego la transgresión, y todo ha terminado en cuanto a su estado; él evita a Dios,
y es echado del Paraíso. El mundo continúa y es tan perverso que Dios trae el diluvio. Después de eso, Noé fracasa en seguida.
Y como he dicho, los sacerdotes nunca pueden vestir sus vestiduras para honra y hermosura excepto cuando son consagrados;
y los Judíos fueron un pueblo quebrantador de la ley. En cada lugar de responsabilidad la primera cosa que oímos es acerca
del completo fracaso del hombre. No es que no hubo excepciones por medio de la gracia; pero, en cuanto al hombre, el resultado
inevitable de la responsabilidad es el fracaso. En lo que respecta al principio, Caín completó el pecado del hombre: el rasgo
principal del pecado de Adán fue pecar contra Dios, el de Caín fue pecar contra su prójimo; y estos dos rasgos constituyen
la suma de todos los pecados.
En el Paraíso tenemos, lado a lado, los dos principios acerca de los cuales los hombres han estado luchando desde entonces,
a saber, la responsabilidad del hombre y la gracia sencilla comunicada; el árbol del conocimiento del bien y del mal, y el
árbol de la vida. Nosotros encontramos estos dos árboles en Edén: el árbol de la responsabilidad, o del conocimiento del bien
y del mal; y el árbol de la vida. Sólo en Cristo ambos principios son traídos plenamente a su punto culminante, Dios glorificado
en cuanto a ellos, y la bendición asegurada. Él ha enfrentado el fracaso en el fruto del árbol de la responsabilidad, y ha
asegurado la vida eterna, y el cumplimiento de los consejos de Dios en gracia soberana, y eso en justicia. Dios echó fuera
al hombre del Edén antes de que él comiera del árbol de la vida, y reservó así Su principio de gracia para esperanzas más
plenas. De hecho, perpetuar la vida en pecado difícilmente habría estado en los caminos de Dios.
La promesa de Dios a Abraham no hizo surgir ningún asunto de responsabilidad; fue una promesa sencilla en gracia. Vean
en Génesis 12, sencillamente, "haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra."
(Génesis 12: 2, 3). Dios se encargó de que antes de que la ley viniera ("la ley que vino cuatrocientos treinta años después",
Gálatas 3: 16, 17), el principio de la gracia hubiese de ser mantenido. Pero la justicia era de suma importancia, y la ley
hace surgir la cuestión de la justicia, reconociendo al hombre en responsabilidad; y de este modo obtenemos en ello, en principio,
los dos árboles, pero el árbol de la responsabilidad antes del árbol de la vida: "Haz esto, y vivirás."
Israel falló, como todos lo han hecho menos Cristo, que fue perfecto en todos los aspectos. Sin embargo, Dios aún prueba
al hombre. El envía profetas a llamar al pueblo a volver a la ley, y así, "La Ley y los Profetas fueron hasta Juan." (Lucas
16:16 - RVA). La obediencia era el camino de la felicidad para el hombre bajo el gobierno de Dios del mundo, así que los profetas
volvieron a llamar a la obediencia como el camino de la felicidad del hombre. Esto, también, fracasó, como Dios dice, en gracia
conmovedora, "Por lo cual Jehová, el Dios de sus padres, envióles amonestaciones por mano de sus mensajeros, madrugando [o, continuamente y cuidadosamente] para enviárselas; porque tuvo compasión de su pueblo
y de su morada. Mas ellos se mofaban de los mensajeros de Dios, y despreciaban las palabras de él, y hacían escarnio de sus
profetas, en grado que subió de punto la ardiente indignación de Jehová contra su pueblo, hasta no haber remedio."
(2 Crónicas 36: 15, 16 - VM).
Por último, Dios manda a Su Hijo. El dijo,
"teniendo aún un hijo suyo, amado, lo envió también a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo" (Marcos 12:6), y Él probaría
al hombre mediante Su venida. "Le echaron fuera de la viña, y le mataron." En Mateo 21 encontramos a Dios buscando fruto de
aquello que debería haberlo producido; y así Cristo, cuando Él vino, primero buscó fruto. Él deseaba hallarlo. "Por la mañana,
cuando regresaba a la ciudad, tuvo hambre. Y al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no halló nada en ella
sino sólo hojas, y le dijo: Nunca jamás brote fruto de ti. Y al instante se secó la higuera." (Mateo 21: 18, 19 - LBLA). Él
la maldijo - esto fue la naturaleza juzgada, esa carne NUNCA habría de producir fruto, porque no había nada en el hombre en
la carne que satisficiera a Dios. Había mucha profesión, apariencia exterior, y la suposición de ser algo, pero eran "sólo
hojas." "No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno." (Romanos 3:12). Y así Él dijo, "Ahora es el juicio de este mundo."
(Juan 12:31). El mundo fue juzgado entonces, aunque ese juicio no sea ejecutado todavía; en gracia Dios demora la ejecución;
pero, no obstante, hubo la terminación completa de toda responsabilidad humana en lo que respecta al registro de ella. Puede
ser que cada individuo tenga que llegar a la convicción de ello, por supuesto.
Pero según el evangelio, Cristo vino a buscar
y a salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10), no en un período de prueba para ver si él sería salvo. Se demuestra que
todo es sin valor; pues los labradores no sólo mataron al Hijo de Dios, que vino a buscar fruto, sino que también rechazaron
todas Sus invitaciones y Él mismo viene en gracia. Si Dios dio a Su Hijo en el
esfuerzo de conseguir que el corazón del hombre volviera a El Mismo, este sólo demostró que su corazón estaba enemistado contra
Dios, y no le reconocería. Él vino con gracia perfecta, y demostró que tenía poder suficiente para traer toda bendición al
hombre; todos Sus milagros fueron bendiciones para el hombre menos la maldición de la higuera, que no lo fue, porque, a fin
de cuentas, debe haber el juicio de la carne. Entonces, la cruz entra, y no sólo demuestra que el hombre es un pecador (obtenemos
eso cuando él fue echado del Paraíso), sino que ese hombre es en él mismo incorregible. Esto finaliza la historia del primer
Adán - la historia del hombre responsable en la carne, y fue el fin del mundo; es decir, moralmente, el mundo fue terminado
y fue juzgado. Así habla el apóstol en Hebreos 9:26, "ahora, al final de los tiempos - (o literalmente, "consumación de los
tiempos", esos tiempos en que Dios estuvo probando al hombre en responsabilidad como un pecador recuperable) - "se ha presentado
una sola vez y para siempre a fin de acabar con el pecado mediante el sacrificio de sí mismo." (Hebreos 9:26 - NVI).
Cristo vino a buscar fruto y ellos no tuvieron
ninguno para El. Él vino a hacer una fiesta, como la expresión de la gracia de Dios para con ellos, y ellos no se sentarían
en ella. En las dos parábolas (Mateo 21 y Mateo 22) no sólo está el fin de la historia del hombre en responsabilidad, sino
también el rechazo de Cristo venido en gracia. Se demuestra que los designios de la carne (o, la mente carnal) son enemistad
contra Dios (Romanos 8:7); y debemos aprender que no hay nada bueno en nosotros. Pero Dios no renuncia a Su gracia, ella sobreabunda
por sobre toda condición del hombre como pecador, y pecador incorregible.
Esto es justamente la diferencia entre los
Evangelios sinópticos y Juan. Los primeros tres - Mateo, Marcos y Lucas - son la presentación de Cristo al hombre para ser
recibido, y con pruebas de poder suficientes para quitar todos los efectos del pecado; pero detrás de todo, ustedes encuentran
la dificultad de que el hombre está en la carne, y los designios de la carne (o, la mente carnal) son enemistad contra Dios.
El testimonio de Juan empieza con esto, que Él no fue recibido, y por lo tanto, no fue recibido viniendo en esa gracia que
estaba sobre todo rechazo. En el capítulo 1 leemos, "En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le
conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron." (Juan 1: 10, 11); así Dios se muestra en gracia. En Juan, la carne
es considerada como habiendo repudiado a Cristo, y por lo tanto, todo su Evangelio es elección y gracia. No hay un lenguaje
tal en los otros tres Evangelios como el que Él utiliza aquí al hablar del hombre. Él va a las raíces y principios de las
cosas en Juan, y así Él dice, "Vosotros sois de vuestro padre el diablo" (Juan 8:44), hablando a pecadores, y "Nadie puede
venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere." (Juan 6:44). Pero Él dice, «Tendré mis propias ovejas a pesar de lo que el hombre es.» Así, en el rechazo
de Su palabra en el capítulo 8 y de Su obra en el capítulo 9, Él los reúne a un Pastor, ya sea de los Judíos o de los Gentiles,
y les da vida eterna. Así, en Juan 1 nosotros le hallamos siendo recibido por los que habían nacido de Dios, no de voluntad
de varón. "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad [es decir, título, autoridad,
o derecho] de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios." (Juan 1: 12, 13). Allí obtengo al pueblo de Dios. La responsabilidad del hombre está terminada: él es
un pecador perdido; él ha estado en un estado de período de prueba, y este período ha terminado.
Ahora bien, aunque el terreno de la responsabilidad
del hombre ha terminado en el sentido de que él ha fracasado completamente bajo ella, cuando fue probado de todas las maneras
posibles, con todo, en cuanto al trato moral con cada individuo, la responsabilidad está allí en su mayor alcance; y como
un individuo bajo trato moral, un hombre tiene que atravesar la historia del proceso de responsabilidad y su fracaso; pero
él la atraviesa para darse cuenta de esto, que él ya está perdido. Él tiene que probar la verdad del veredicto de Dios de
que en el hombre no hay ninguna cosa buena; y de este modo, el resultado del principio de responsabilidad es para él, averiguar
que él está perdido, que la responsabilidad se acabó; no como si ello no fuera verdad, sino debido a que él está perdido y
arruinado, como el hombre que ha perdido todo su dinero de necias maneras. Es importante mantener la responsabilidad, pero
el individuo es llevado a la conciencia de que en ese terreno todo ha acabado con él. El hombre está perdido. Nosotros hemos
gastado cada centavo, y sólo tenemos deudas; esto es lo que tenemos, si es que eso tiene algo de bueno. Todo ha terminado
con el primer hombre, y ningún remiendo en él servirá: él está perdido y arruinado; pero Cristo vino a salvar a los perdidos.
Ahora bien, el Segundo Hombre está establecido.
No se trata de un remiendo, arreglo o reparación del primer hombre, sino de la sustitución del primero por el Segundo. No
hay ninguna mejoría o corrección del primer hombre (aunque nosotros somos prácticamente cambiados si venimos a Cristo), sino
que todos los pecados del primer Adán son quitados; y, en segundo lugar, el árbol mismo es cortado por las raíces para la
fe. En la cruz vemos la responsabilidad cumplida completamente; Cristo ha hecho frente a todo el fracaso, el fruto del árbol
de la responsabilidad, y haciéndolo, ha glorificado a Dios. El hombre ha traído confusión; pero Cristo vino, resolvió el caso,
y limpió la escena, y triunfó sobre todo. Cuando Él vino, estuvo comprometido el carácter de Dios en cuanto a los hechos,
y no hubo ninguna escapatoria. Si Él no hubiera salvado a ninguno, sino que hubiera echado inmediatamente a los pecadores,
ello habría sido justo, pero no habría habido amor. Si Él hubiera dejado pasar todo, cuando el hombre era un pecador, y estando
en esa condición haberlos salvado a todos (algo que el hombre podría llamar amor, pero que no habría sido amor divino, pues
Dios es santo), ¿donde habría estado la justicia? Pero Cristo vino. Bien, ciertamente en la cruz hay justicia contra el pecado,
como en ninguna otra parte, con todo, hay allí infinito amor de Dios a los pecadores.
En Él, en Cristo, yo obtengo ambos árboles
del Paraíso unidos, y esto llevado a cabo en gracia, cargando nuestros pecados y quitando el pecado mediante el sacrificio
de Sí mismo, y llegando a ser vida según la justicia. Yo soy llevado a descubrir lo que soy, y entonces veo que Cristo ha
muerto en la cruz y ha tomado la cosa completa sobre Él. Cuando yo le veo - al Hijo de Dios - muriendo en la cruz, yo digo:
si esto no es el justo juicio contra el pecado, yo no se qué es. Pero, ¿por quién está muriendo Él? - por el pecador culpable.
Bueno, si esto no es amor, yo no se qué es. En la cruz nosotros tenemos cada atributo de Dios perfectamente mantenidos - Su
majestad y verdad, así como Su justicia y amor, cada demanda satisfecha, y Dios perfectamente glorificado en la Persona de
Cristo, el Cordero de Dios. Él estuvo allí haciendo expiación por el pecado para que el evangelio pudiera salir a todo el
mundo; y en cuanto a los creyentes, estuvo allí llevando todos sus pecados. Toda la cosa está solucionada allí, y la responsabilidad
del creyente quitada, en cuanto a los pecados, para que él pueda entrar en responsabilidad a un nuevo terreno, el de un hijo
de Dios. Él ha hecho frente plenamente, y completamente, y absolutamente, a todo el fruto producido por el hecho de que el
hombre comió del árbol y a todos los pecados del creyente (su responsabilidad). Esto, por cierto, no toca el asunto de la
responsabilidad del creyente para con Cristo o para con Dios como un creyente en Cristo, pues esto es de un orden nuevo, y
entra sobre un terreno diferente.
Pero en la cruz, el carácter de Dios no sólo
es mantenido sino que es plenamente glorificado; porque la muerte de Cristo es la forma perfecta de quitar el pecado* y todo
lo que pertenecía al primer hombre. Nosotros, por lo tanto, como creyentes, estamos crucificados con Cristo, ya no estamos
en la carne sino en Cristo. Nosotros estamos muertos a la condición en la que estábamos como hijos de Adán, y estamos en una
posición totalmente nueva; nosotros somos hijos de Dios en Cristo. Todo lo que nosotros éramos ha sido enfrentado y zanjado
en la cruz, y se nos ha dado una nueva vida, así que ahora no estamos en el primer Adán, sino en el Segundo Hombre. El fruto
del primero es quitado del todo, y el árbol mismo ha sido cortado por las raíces para nuestra fe; nosotros hemos muerto con
Cristo, hemos sido crucificados con Él. La responsabilidad es enfrentada por medio de la expiación, y Él mismo es la vida
eterna; de este modo son reconciliados plenamente los dos árboles del Paraíso.
{*
Esto, en su resultado más pleno, alcanza, yo no dudo, al cielo nuevo y a la tierra nueva, donde mora la justicia. Pero el
creyente conoce su eficacia por sí mismo ahora. Yo no hablo aquí de aquellos que no creen. Ellos son doblemente culpables.]
Ahora bien, los consejos de Dios salen a
la luz ahora, porque Él no podía sacarlos a la luz hasta que la redención fuera llevada a cabo, y la justicia fuera plenamente
establecida, y con respecto a todo eso, también, aquello que los ponía en duda. El terreno sobre el cual nosotros estamos
ahora no es la paciencia de Dios, porque lo que nosotros tenemos no es la promesa, sino el cumplimiento de la promesa. Fue
paciencia lo que Él ejerció para con los santos del Antiguo Testamento, pasando por alto sus pecados, pero es en la expiación
donde vemos Su justicia haciendo esto. Ahora bien, Dios es justo al salvar a un pobre pecador - justo y justificador de aquel
que cree en Jesús; y debido a que la justicia está ahora establecida, mi posición no está cimentada sobre la responsabilidad
como un hijo de Adán, sino sobre la redención como un hijo de Dios. Se trata de una nueva base y fundamento. No sólo mis pecados
son quitados, sino aquello que los ha quitado ha vindicado de tal manera la justicia de Dios, y le ha glorificado, que el
hombre tiene un lugar a la diestra de Dios en la gloria.
Con respecto a esto Cristo pudo apelar al
Padre justamente para que Él le diera ese lugar. "Yo te he glorificado", Él dijo, "glorifícame tu", y Jehová respondió, "Siéntate
a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies." (Juan 17: 4, 5 y Salmo 110:1 y otros). Esto coloca
al Hijo del Hombre en la gloria de Dios; y Dios nos ha dado un lugar y una posición en Él, libres de toda la responsabilidad
del primer Adán. Pero hay ahora responsabilidad para nosotros, y emana de esta misma posición, y es medida conforme a ella.
Tenemos así dos árboles en la gracia - el
árbol de la vida, y el árbol de la responsabilidad. Bajo la ley vimos que primero era la responsabilidad, y luego la vida.
En la gracia la vida es primero, y luego la responsabilidad.
No solamente mis pecados ya no están, sino
que yo y todo lo que me pertenece están sepultados en la muerte de Cristo; el "YO" fusionado a Él como la vida, tal como está
escrito, "ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" (Gálatas 2:20), y la vida que ahora yo vivo es en el Resucitado. Él resucitó,
y está sentado ahora en gloria en virtud de lo que Él hizo como hombre, y ha enviado el Espíritu Santo para unir a Él como
Cabeza (habiendo tomado este lugar como Hombre en el cielo) a los creyentes como miembros de Su cuerpo, y para revelar todos
los consejos que habían sobre nosotros antes de que el mundo existiera; y esto es la iglesia. El Cristiano está unido con
Cristo, donde Él está ahora, nosotros estamos sentados allí, y somos bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Él (Efesios 1:3). La Cabeza está allí, y nosotros, los miembros, estamos, por medio del Espíritu Santo, unidos
a Él.
Ahora entra la responsabilidad del Cristiano.
La verdadera responsabilidad emana del lugar donde nosotros estamos - no como teniendo que entrar en el lugar, sino como estando
en él. Viendo nuestro lugar, nosotros podemos conocer cuales son nuestras responsabilidades; de otro modo, nosotros nunca
podemos asumir la responsabilidad. Yo me dirijo a ustedes y les digo: «Ustedes no son responsable para conmigo como hijos
o siervos, porque ustedes no son mis hijos ni mis siervos. Si fueran mis siervos, sus deberes y responsabilidades emanarían
del hecho de lo que ustedes son.» Tú has fracasado totalmente como un hijo de Adán; y ahora, si eres un creyente, Dios dice
que eres un hijo de Dios. Bien, ahora, veamos si estás andando como un hijo de Dios en todos tus caminos. Esta es nuestra
responsabilidad. Nosotros somos herederos de Dios y coherederos con Cristo, y somos dejados en este mundo para mostrar el
carácter correspondiente a ello. Nosotros somos epístola (o, carta) de Cristo, y tenemos que encargarnos de que seamos una
epístola buena, conocida y manifiestamente así delante de los hombres. Cristo debería ser visto de tal manera en nosotros
que incluso aquel que corre pueda leerla.
Si tú estás en Cristo, Cristo está en ti;
y nuestro lugar es un lugar estable. Cristo está ante Dios por nosotros, y nosotros estamos ante el mundo por Cristo. Lo que
está puesto sobre nosotros no es una responsabilidad ante Dios como un hijo de Adán, sino como un hijo de Dios. Yo no estoy
en la carne, sino en el Espíritu, y la vida de Jesús ha de manifestarse en nuestros cuerpos mortales. Allí está nuestra responsabilidad,
y se trata de una cosa individual. Ustedes verán que el individuo es colocado en primer lugar en la Escritura, debido a que
el individuo debe ser purificado antes de que pueda haber cualquier iglesia. La epístola a los Romanos trata con el individuo,
así lo hace también el primer capítulo de la epístola a los Efesios, hasta que llegamos a los últimos versículos. Nosotros
tenemos siempre que la verdad es sacada a la luz para el individuo antes de que se revele la bendición colectiva o que se
haga valer la responsabilidad. Nosotros somos salvados por Cristo individualmente y reconocidos como hermanos.
Esto conduce a la relación con Cristo y de
los unos con los otros. Nuestra relación con el Padre es la de hijos; nuestra relación con Cristo es, primero, que Él no se
avergüenza de llamarnos hermanos (Hebreos 2:11), y luego, que como miembros de Su cuerpo, hemos sido así bautizados en un
cuerpo por el Espíritu Santo. Este es el resultado de la obra de Dios, y nosotros hemos sido creados para buenas obras, que
Dios ha preparado de antemano para nosotros (Efesios 2:10). El terreno sobre el cual nos encontramos situados no es el de
nuestras obras: Cristo estuvo en ese terreno una vez por nosotros, y si nosotros lo hiciéramos estaríamos perdidos. Nosotros
nos encontramos situados sobre la obra de Cristo y somos salvos, y el Espíritu Santo ha descendido y nos ha unido a Cristo
como miembros Suyos; y el que se une al Señor, un espíritu es con él (1 Corintios 6:17).
Esto saca a la luz lo que la iglesia de Dios
es. El Espíritu Santo nunca descendió a la tierra antes de eso, aunque Él fue el agente inmediato de todas las obras de Dios.
Toda acción inmediata desde la creación en adelante es del Espíritu Santo - Él es el agente directo, pero nunca vino hasta
el día de Pentecostés.
Nosotros no debemos confundir nunca la acción
de una persona divina con la venida de una persona divina. Todas las cosas fueron creadas por el Hijo y para Él, pero Él nunca
vino hasta la encarnación. De igual manera el Espíritu Santo obró a través de todo, en la creación, la profecía, etc., pero
nunca vino hasta Pentecostés; y Cristo, hablando de esto, dijo, "Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador
no vendría a vosotros", Juan 16:7. No solamente Él ha venido, sino que lo que es de especial importancia es, que en la tierra
Él habita en el creyente y en la asamblea. Esto da otro carácter a la iglesia. Dios nunca puede habitar entre hombres excepto
sobre la base de la redención. Nosotros nunca oímos de una cosa semejante en el Antiguo Testamento hasta que la redención
ha sido consumada en figura. Él visitó a Adán, pero nunca habitó con él - Él habló con Abraham a menudo, pero nunca habitó
con él. Pero tan pronto como Él redime a Israel, nosotros oímos de Su venida a habitar (vean Éxodo 15, y 29:46). Él vino en
la nube, y Su presencia y gloria habitaron en el campamento de Israel.
Cuando la iglesia es presentada, se dice
que Dios habita espiritualmente en ella: "vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu." (Efesios
2:22 - LBLA). El hecho de que Dios habite con nosotros es el fruto de la redención. Esto es distinto del hecho de haber nacido
de nuevo; ello, el que Dios habite con nosotros, está fundamentado sobre la redención; y el Espíritu Santo habita con nosotros
debido a que estamos lavados, purificados y sin mancha por la sangre de Cristo. La santidad es mencionada inmediatamente después
de la redención como una consecuencia necesaria de la presencia de Dios. "Magnífico en santidad" (Éxodo 15:11) es Su nombre
a este lado del Mar Rojo. "Vosotros me seréis. . .una nación santa." (Éxodo 19:6 - VM). "Sed santos, porque yo soy santo." (Levítico 11:44 - LBLA). Él debe tener una casa limpia para habitar en ella.
En el Antiguo Testamento, en figura, un hombre era lavado con agua, rociado con sangre, y ungido con aceite. Así nosotros
somos vivificados, y sentimos nuestra necesidad, somos traídos bajo la sangre que nos rocía y somos limpiados por ella, y
luego somos sellados por el Espíritu Santo. Es el sello que Dios pone sobre nosotros indicando que hemos sido limpiados por
medio de la fe en la sangre de Cristo. Dios no puede sellar a un incrédulo; esto sería sellar hombres impíos, y pecados, y
carne corrupta. Es el sello de Dios sobre una persona que tiene vida. "Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones
el Espíritu de su Hijo, el cual clama: !Abba, Padre!" (Gálatas 4:6).
Por la morada
del Espíritu Santo nosotros estamos sellados y unidos con Cristo en el cielo. Nuestro
lugar está en lo alto, aunque andamos en la tierra. La iglesia está asociada con Cristo en el cielo; pero fue a consecuencia
de Su ascensión que el Espíritu Santo vino. Él no podía haber venido antes. La iglesia no podía existir como algo real en
la tierra hasta la expiación, hasta que Cristo hubiese muerto y resucitado; y la idea de la iglesia no podía ser revelada
hasta después de Su muerte. El sistema Judío se mantenía mientras la pared intermedia de separación (Efesios 2:14) estuviera
en pie; no debía existir ninguna conexión con los Gentiles. La iglesia está cimentada sobre el derribo de la pared intermedia
de separación. Ustedes no pueden tomar la Escritura y dejar de ver que incluso la idea de la iglesia no podía ser revelada
hasta que Cristo hubiera muerto, hubiese ido a lo alto, y la pared intermedia de separación hubiera sido derribada. En la
iglesia no hay diferencia alguna entre Judío y Gentil, pero esto habría sido pecado hasta que Dios removiera la pared de división
por medio de la muerte de Cristo (Efesios 2).
Nosotros
tenemos antes que eso hubiera sucedido (en Deuteronomio 32:43 - VM), una palabra tal como "¡Regocijaos, oh naciones, con
su pueblo...!"; pero allí está Su pueblo: la nacionalidad es mantenida, y los Gentiles son considerados diferentes de Su pueblo.
Los Judíos eran el pueblo que tenían las promesas; pero Aquel en quien se centraban todas las promesas vino, y ellos le rechazaron
y le crucificaron; así que ahora tienen que entrar sobre el terreno de la misericordia al igual que cualquier pobre Gentil.
No hay diferencia alguna, pues todos han pecado de igual manera. Dios cumplió Su promesa, pero los Judíos que la tenían rechazaron
el cumplimiento. Así, entonces, la pared intermedia de separación pudo ser derribada, pues ambos quedaron de igual manera
bajo misericordia. Toda nacionalidad está fusionada ahora en Cristo. Él está sentado ahora en gloria como hombre, y el Espíritu
Santo, a quien Él ha enviado, nos une con Él. La diferencia entre Judío y Gentil está abolida, y la iglesia es el lugar de
habitación del Espíritu Santo. Si ustedes hubiesen tenido una mención de la iglesia en el Antiguo Testamento, el Judaísmo
tendría que haber desaparecido. La iglesia es un cuerpo celestial, estando la Cabeza de ella en el cielo.
Ahora bien, si tú te apropias las promesas del Antiguo Testamento y las aplicas a la iglesia, tú la arrastras hacia
abajo desde el cielo a la tierra, y colocas a Israel totalmente fuera de ese lugar que Dios en Su soberanía dio a Su pueblo
escogido. Individualmente obtenemos también mucho consuelo e instrucción para nuestros corazones de los tratos de Dios con
Israel; porque (además de grandes verdades en cuanto a la naturaleza de Dios), lo que les sucedió a ellos, les sucedió como
ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. (1 Corintios 10:11).
Vean, por ejemplo, Deuteronomio 8: 2-4, que es la historia de los tratos de Dios con ellos en el desierto. Así también nosotros,
en un sentido espiritual, somos colocados a través del desierto, y conocemos el cuidado de Dios para con nosotros y nuestra
dependencia continua en Él para cada necesidad y cada paso del camino. Dios se hizo cargo, en todo tiempo, incluso de la ropa
que ellos usaron, mientras Él buscaba enseñarles lo que ellos eran. Nosotros estamos en el desierto, y necesitamos aprender
a conocer al Dios del desierto. Somos dejados aquí para averiguar tanto lo que nosotros somos como lo que Él es, y tenemos
los mismos principios que guiaron a Israel en su vagar para que nos guíen a nosotros.
No obstante, siendo hijos de Dios, nuestro hogar está en la casa del Padre, y Cristo ha ido allí a preparar un lugar
para nosotros. Esto nos dirige inmediatamente a la venida de Cristo, no como un asunto de profecía, sino Su venida a buscarnos
a nosotros, tal como Él dijo, "Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde
yo estoy, vosotros también estéis." (Juan 14:3). Esto no es profecía, la cual se preocupa del gobierno de este mundo, y está
relacionada con los Judíos quienes son el centro de la profecía. Nosotros estamos identificados con Cristo, y estábamos en
los consejos de Dios antes de que el mundo existiese, así que no somos, en absoluto, del mundo. Él ha prometido venir primero
y colocarnos en nuestro lugar correcto a Su lado; y cuando la profecía se haga realidad nosotros estaremos con el Señor. Nosotros
estamos en lugares celestiales en Cristo, y nuestro conflicto está ahora allí, nosotros luchamos contra huestes espirituales
de maldad en las regiones celestes. (Efesios 6:12).
Esto es tan completamente así en los pensamientos de Pablo que él ni una vez habla de ir al cielo - el habla de partir
y estar con Cristo, no de ir al cielo, aunque sin duda se trata del cielo. (Filipenses 1:23). Pero nosotros debemos esperar
hasta que Él venga para estar plenamente en la misma semejanza con Cristo. Como un individuo, la promesa que yo he obtenido
es que seré conformado a la imagen de Su Hijo, pero para eso, yo debo esperar hasta que Él venga y lo vea tal como Él es;
y de este modo trato de ser tan semejante a Él como puedo serlo en este pobre cuerpo mortal. (Vean 1 Juan 3). Si yo me tengo
que ausentar del cuerpo mientras espero, yo estaré presente con el Señor - en el cielo, indudablemente, aunque este no es
el pensamiento. Pero yo no seré conformado a la imagen de Cristo hasta que Él venga y yo sea resucitado o trasformado.
La manifestación de los
santos en gloria (Colosenses 3:4) demostrará al mundo la unicidad del lugar que Dios nos ha dado con Cristo. Él es la primicia
de los que durmieron; no de los impíos, sino de Sus santos (1 Corintios 15:20); y ellos serán resucitados porque Él tiene
su deleite en ellos, tal como Cristo fue resucitado, porque Dios tenía Su complacencia en Él, aunque, de hecho, Él no podía
ser retenido por la muerte. Ellos serán resucitados en gloria, hechos semejantes a Su propio cuerpo glorioso (Filipenses 3:21),
y este es el sello más pleno puesto sobre la justicia de Dios. Todos nosotros nos presentaremos ante el tribunal de Cristo,
pero nos presentaremos allí en gloria. No es en esa oportunidad cuando nuestro estado eterno va a ser establecido y el juicio
acerca de si nosotros somos salvos o estamos perdidos sea pronunciado: nosotros estaremos glorificados cuando lleguemos allí.
Pablo ha estado con Cristo estos 1800 años*, y, ¿lo vas a sacar de allí para dejar su caso zanjado? Nosotros daremos cuenta
de todo a Dios desde cuando nacimos, pero estaremos en la gloria cuando hagamos esto. Tenemos una cuenta que rendir como Cristianos,
porque nosotros somos responsables con respecto a cuánto hemos glorificado a Cristo con los dones y todas las cosas que Él
nos ha dado; y con respecto a cuánto hemos contristado al Espíritu Santo que ha morado en nosotros; pero son los salvados
quienes rinden esta cuenta (los demás lo harán en el día del juicio, por supuesto, delante del gran trono blanco).
[* El traductor recuerda
al lector que el autor de este artículo vivió entre los años 1800 al 1882.]
Cuando yo muera, seré feliz; pero esto, por muy bienaventurado que ello sea, no es plenamente lo que el Señor me promete;
se me dice que yo seré 'semejante a Cristo.' "Así como hemos llevado la imagen del terrenal, llevaremos también la imagen
del celestial." (1 Corintios 15:49 - RVA). Esta es nuestra esperanza. Yo seré semejante a Cristo cuando Él me levante, y me
glorifique; yo seré conformado a Su imagen cuando Él venga: y con respecto a la iglesia, las bodas del Cordero no llegan hasta
entonces. (Apocalipsis 19:7).
La única esperanza apropiada del Cristiano es esperar al Hijo de Dios desde el cielo. Cuándo Él vendrá, nadie lo sabe.
La iglesia estaba en los consejos de Dios en la eternidad en Él antes de que el tiempo comenzara, y el Espíritu Santo dijo,
"con respecto a los tiempos y a las épocas, no tenéis necesidad de que se os escriba nada." (1 Timoteo 5:1 - LBLA). Cuando el último miembro de la iglesia sea agregado, Él vendrá; pero si será a medianoche,
o en la primera vigilia, o en la segunda vigilia, o cuando cante el gallo, ni tú ni yo lo sabemos. Puede ser esta noche, pero
esto sólo lo conoce el Señor. Él es soberano pero, con todo, Él "no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza,
sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento." (2
Pedro 3:9).
J.
N. Darby
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. - Octubre 2007.-
Título original en inglés: ON THE GOVERMENT
OF GOD AND HIS COUNSELS IN GRACE, by J. N. Darby
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