DOS PALABRAS A LOS JÓVENES CREYENTES
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60).-
Me dirijo principalmente
a vosotros jóvenes. Los que somos de mayor edad, solemos tener mayor experiencia de lo que es mundo y de lo que vale; pero
ante vuestros ojos – ansiosos de ver y conocer – despliega todo su brillo, su boato, sus tentaciones, intentando
atraeros. Vedlo solamente exponer delante de vosotros lo que inventa para seduciros. Sus sonrisas son engañosas, pero
es a vosotros que sonríe: Os hace muchas promesas que no puede cumplir; no obstante promete siempre. El hecho es que vuestro
corazón es demasiado ancho para el mundo que no puede llenarlo; por otro lado es demasiado estrecho para Cristo, y sin embargo
quiere llenaros de Él; sí, Dios desea que conozcáis "el amor de Cristo que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos
de toda la plenitud de Dios." (Efesios 3:19).
Estemos unidos
al Señor, no al deber, a la ley o a las ordenanzas (aunque estas cosas sean buenas en su lugar), sino al Señor. Bien sabe Dios cuán engañoso es el corazón y cuán dispuesto está en sustituir pronto cualquier
cosa en lugar del Señor. Es menester que aprendáis a conocer lo que hay en vuestro corazón. Mora con Dios y lo aprenderás
con Él y bajo Su gracia; si no tendréis que aprenderlo con el diablo, a través de las tentaciones y las redes que os tiende,
y caeréis como Pedro. Pero Dios es fiel. Si os habéis alejado de Él y las cosas del mundo han venido a formar como una coraza
alrededor de vuestro corazón y deseáis retornar, Dios quiere y puede romper esta coraza.
¡Ah! recordad
que Cristo os compró al precio de Su propia sangre, que Le pertenecemos y no pertenecemos al mundo. No dejéis que el
diablo se interponga entre vosotros y la gracia de Dios. Por negligentes que hayáis sido, o tan lejos como os hayáis dejado
llevar de Él, ¡volvéos al Señor!, no dudéis de Su gozo al veros retornar, contad con Su amor inconmensurable; considerad con
horror y espanto el pecado que os apartó de Él, mas no le hagáis la injuria de dudar de Su amor. Aborreceos a vosotros mismos,
mas recordad cuanto os amó y quiere amaros hasta el fin.
Quisiera que
recordéis tres cosas que, por gracia, nos han sido otorgadas:
1ª. un perdón perfecto,
2ª. una conciencia purificada, y por fin,
3ª. la comunión con el Señor.
Como ejemplo
de una conciencia limpia, o purificada, tomemos el caso del apóstol Pedro, quien había negado al Señor delante de una criada,
con imprecaciones y juramentos; pero vuelto el Señor miró a Pedro, y aquel discípulo salió llorando amargamente. Pocas semanas
después (Hechos 3:14), él podía pregonar a los judíos que estaban perdidos por haber negado al Santo y al Justo, el mismo
pecado que Pedro había cometido, con el agravante de haber disfrutado durante tres largos años de la inconmensurable
amistad de Jesús. Pero la conciencia de Simón estaba purificada; sabía que había sido perdonado, y ahora podía presentarse
sin temor y acusar a los demás de lo mismo que él había cometido.
La única satisfacción
verdadera la encontraremos en una comunión cada vez más estrecha, más íntima, con Aquél que nos amó tanto y sigue amándonos
con el mismo amor que tuvo por nosotros en la cruz.
¡No lo olvidemos
nunca!
*
* *
Mi querido amigo:
El que siembra
únicamente por su propio placer, hallará, a medida que avanza, que todo cuanto hizo va desmoronándose y desaparece. Por
el contrario, el que siembra para Dios y para la eternidad, por gracia de Dios, recogerá abundantemente del fruto de
su trabajo; porque Él habrá dado origen a la semilla para que germine, como también Cristo se regocijará viendo
el fruto del trabajo de Su alma. Entró ya en la gloria por la cual sufrió la Cruz.
Espero que cada
día verás más claramente que, para el cristiano, no se trata solamente de ser honesto y bueno, de vivir una vida dirigida
y moldeada por la moral del mundo y la conciencia natural, sino de andar como Cristo anduvo.
Somos llamados
a ser epístola, o carta, de Cristo, conocida y leída de todos los hombres, y esto no es poca cosa. ¡Qué seriedad debería dar
a nuestra vida entera; al mismo tiempo, cuánta gracia y belleza! Ser los testigos de un Dios Salvador, no sólo como un profeta
que publica fielmente el mensaje que Dios le confía, sino con la superabundancia de un corazón lleno de lo que proclamamos;
¡qué glorioso privilegio!
Para que así
sea, necesitamos alimentarnos de Cristo y estar cerca de Él, y
precisamos conocerle mejor por medio de la Palabra que testifica de Él. Tenemos que aprender de Él, conocer Sus pensamientos
y Su voluntad. El corazón debe ser
ensanchado y atraído bajo la poderosa
influencia de Su amor. Nuestra senda tiene que ser siempre más estrecha, ha de ser cada vez más un sendero de obediencia completa.
Esto explica las hermosas oraciones de Pablo para aquellos que amaba en Cristo: Efesios 1: 15 al 23; Efesios 3: 14 al 21;
Filipenses 1: 8 al 11; Colosenses 1: 9; Colosenses 2:1, etc…
No debemos contentarnos
solamente con ser perdonados, justificados, salvados, con no temer encontrar a Dios o a la muerte; sino que tenemos que
vivir en comunión con Él, y servirle. No hemos de permanecer como niños sino crecer en el conocimiento de Dios y de Su
voluntad hasta la estatura de un varón perfecto. "El temor de Jehová es el principio
de la sabiduría." (Proverbios
9:10).
Ore y vele. Mi
oración para Ud. es la misma que Pablo ofreció para los Filipenses (Filipenses 1: 8 al 11). Ore y vele Ud., a fin de que aquellos
con los cuales venga a relacionarse no sean un lazo para Ud. Piense frecuentemente en la llanura del Jordán (Génesis 13:10),
en la cual Lot se deslizó gradualmente hasta hallarse en medio de Sodoma. Pero, por encima de todo, fije sus ojos en Jesús
que murió por Ud., y por mí, de modo que vivamos para Él. ¿Qué puede darnos el mundo? Es el lugar donde la paz, el amor de
Cristo, y la salvación de Dios son desconocidos. ¿Qué más que suplicios y miserias pueden hallarse allí?
Necesitamos mayor
sencillez y perseverancia de fe al pedir que Él nos bendiga. Cristo nunca echa fuera al que, humildemente, acude a Él.
J. N. Darby
Revista "VIDA
CRISTIANA", Año 1955, No. 16.-