MOBI |

|
EPUB |

|

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han
sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas
dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
BJ =
Biblia de Jerusalén
BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166
PERROY, Suiza)
"VENGO PRONTO; RETÉN LO QUE TIENES…"
Apocalipsis 3:11
Es con agradecimiento hacia
nuestro Dios y Padre como recordamos a los hermanos ancianos y
calificados, suscitados por Él en el siglo pasado, dando las gracias al Señor por
el
precioso ministerio escrito que nos dejaron, y que Él nos
ha conservado. Pero no es porque aquellos venerados hermanos nos transmitieron enseñanzas, que debemos considerarlas
como la enseñanza o la doctrina que hemos de retener en nuestros días, pues ello no sería más que recoger y observar una mera
tradición. ¡No!, el motivo es que aquellos hermanos presentaron
con
fidelidad la Verdad, las solas enseñanzas de la Palabra de Dios. Guiados por el Espíritu Santo, ellos transmitieron fielmente "lo que era desde el principio" (1 Juan 1:1) - no «el principio
de ellos», sino el principio mismo del cristianismo -, y de ello dimana su autoridad. Fueron, en verdad, "hombres fieles,. . . idóneos para enseñar también a otros" (2
Timoteo 2:2), y por eso somos responsables de escucharles
y de seguirles: al hacerlo escucharemos la enseñanza de la Escritura y seguiremos al Señor. Mantener lo que recibimos
de ellos no es mantener su propia doctrina, sino la doctrina de Cristo; no es conservar «su» verdad, sino la verdad de todos los tiempos.
En el siglo pasado, tuvieron
que luchar para «salir hacia Cristo, fuera del campamento" (Hebreos 13:13) y experimentar el inestimable
privilegio de los "dos o tres" congregados, en "el nombre del Señor", en la
separación que exige la Escritura. La mayoría de nosotros, fuimos introducidos en el testimonio por la gracia de
Dios, sin lucha ni conflicto; pero no vayamos a imaginar por ello que seremos libres de todo combate. La lucha que hemos
de sostener no es la misma, pero es tan dificultosa como la que ellos
sostuvieron
pues el Enemigo es, hoy en día, más activo que nunca. Para nosotros
se trata de retener firmemente lo que tenemos. Y corremos el riesgo de faltar en la práctica, aunque afirmamos nuestro
sincero deseo de no ceder en nada.
Amados
hermanos, numerosos peligros amenazan hoy el Testimonio, y los más graves son,
muchas veces, los que son menos aparentes. Rogamos al Señor que nos conceda la energía necesaria
para despertarnos del sueño espiritual que va apoderándose de nosotros, y que el Enemigo quiere aprovechar para arrebatarnos
el buen "depósito" que somos responsables de 'guardar'. (2 Timoteo 1:14).
"Retén lo que tienes..." (Apocalipsis 3:11), es la exhortación dirigida a Filadelfia, y la única
que le es presentada, lo cual basta para demostrar su importancia. En efecto, es de capital importancia: desconocerla
nos llevaría a la ruina del testimonio, y a la pérdida de la recompensa prometida "al que venciere".
Es muy necesario que prestemos
mucha atención a esta exhortación, considerándola como dirigida a nosotros mismos, lo cual no significa que pretendamos
ser Filadelfia. Si tuviéramos esta pretensión, no seríamos más que Laodicea. Pero, sea lo que fuere de nuestro estado,
nosotros somos responsables de manifestar los caracteres filadelfianos,
deseando ardientemente realizarlos, con la ayuda, de la gracia de Dios obrando en nosotros. De ninguna manera pretendemos
ser Filadelfia, debemos serlo, guardando la Palabra, no negando el nombre del Santo y del Verdadero, y mantenidos
en el hondo sentimiento de nuestra flaqueza, reconocida y confesada.
¡Ojalá sintamos cada día más la responsabilidad de tener y de conservar un espíritu filadelfiano, dejándole
al Señor el cuidado de reconocer a Sus testigos y a Su testimonio!
Nuestro privilegio consiste
en reunimos con aquellos a quienes Él nos da a conocer, "los que invocan al Señor con corazón puro." (2 Timoteo 2:22 - VM),
y en dar testimonio con ellos. De esta posición de testimonio
deriva una responsabilidad a la cual debemos estar muy atentos.
En la carta dirigida a Filadelfia,
como también en las que van dirigidas a las otras asambleas, en esos dos capítulos del Apocalipsis, encontramos una promesa hecha al vencedor, "al que venciere". Notemos que si no hay reprensión
alguna para la iglesia de Filadelfia, con todo, vemos que hay un combate que
sostener, una victoria que alcanzar. Sí, hermanos, siempre hubo y habrá batallas que pelear mientras dure el tiempo de
la Iglesia responsable en este mundo; ambos capítulos nos enseñan a la vez que - por bueno y satisfactorio que sea el estado del testimonio o de una asamblea (Esmirna-Filadelfia) - siempre habrá que luchar y que vencer. El combate no consiste
hoy en indagar, en buscar la verdad: consiste en mantenerla; debemos 'retener
firme', es lo que el Señor nos pide, y es de mucho precio para Su corazón cuando lo realizamos.
Es siempre en vista de algún
peligro cuando la Palabra nos dirige una exhortación. Por ejemplo, si ella nos invita a velar y a orar, es porque somos
propensos a caer en el sopor, en el sueño espiritual. Si nos exhorta a 'buscar
las cosas de arriba', es porque nuestros corazones son naturalmente
llevados a ocuparse de las cosas de la tierra. Finalmente, cuando nos exhorta a 'retener firme' el buen depósito, es sin duda
porque corremos el peligro de no hacerlo. En los tiempos
actuales, últimos tiempos de la historia del testimonio sobre la tierra, el Enemigo se esfuerza y se ensaña para que aquellos
que tienen el privilegio y la responsabilidad de mantener este testimonio, se olviden de la única exhortación
dirigida al testimonio filadelfiano.
Para 'retener firme', es preciso luchar, combatir,
trátese del combate de la fe o por la fe, del combate en la lid o de la lucha de Efesios 6:11 y siguientes. El creyente es
llamado a luchar "contra los principados, contra las potestades,
contra los gobernadores del mundo de las tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes." (Efesios
6:12 - BTX). Tal es el verdadero combate cristiano; y cuando
el creyente sale victorioso, él es capaz de gozar de sus privilegios,
de su posición "en lugares celestiales en Cristo". Sólo pueden vencer aquéllos que están atentos a la exhortación del apóstol:
"Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el
poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. .
. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad, pues, firmes. . . "(Efesios 6: 10-18). Esta enseñanza corresponde a la que nos da, en el Antiguo Testamento, el libro de Josué, pues el combate de Josué es una figura de la lucha
de Efesios 6: "Esfuérzate y sé valiente; . . . Solamente esfuérzate y sé muy valiente." (Josué 1: 6-9).
En los últimos días de la cristiandad,
de los cuales se ocupa especialmente la epístola de Judas, hay santas luchas que sostener "por la fe que ha sido una vez dada a los santos", hay combates inevitables, cuando
preferiríamos indudablemente ocuparnos en "nuestra común salvación" (Judas 3 - VM). El Enemigo obra para que los abandonemos, y para ello usa varios
medios que tiene a su disposición. Unas veces, ponderando la importancia de "nuestra común salvación", nos
incitará a ocuparnos únicamente en ella, cuando sería necesario también contender; otras, nos presentará los combates
como siendo contiendas o riñas de las cuales debemos apartarnos. Valiéndose del sincero deseo de paz que se halla en un
corazón regenerado, intentará descarriarnos, haciéndonos creer que
la paz tan sólo se consigue mediante un abandono más o menos completo de la verdad. Del mismo modo, nos asegura
que, para amarnos los unos a los otros, debemos tener un espíritu suficientemente abierto, y quisiera persuadirnos que
mantener la verdad nos llevaría inevitablemente a faltar de amor. Pero la Palabra nos enseña que la paz y el amor son ambos inseparables de la Verdad.
En su incesante actividad para
debilitar el testimonio, el Adversario, mentiroso y engañador, se presenta como deseando su prosperidad; por eso ocurre
a veces que encuentra instrumentos inconscientes
hasta entre aquellos que lo integran. ¡Cuántas cosas fueron consideradas como siendo para el bien del testimonio, las cuales, si las hubiésemos examinado detenidamente y con un poco de discernimiento espiritual, las hubiéramos rechazado
resueltamente! Es verdad que al presentarnos
esas cosas o actividades, el Enemigo les atribuye fines o intenciones a veces muy dignas de alabanza: pero, en realidad, su propósito es ocupar a los santos en esas cosas, con objeto de distraerles
de las responsabilidades capitales que les incumben, para que el testimonio sea mantenido con fidelidad. Cuando obra de esta
forma, sus esfuerzos son mucho más peligrosos que cuando nos ofrece todo lo que pueda desear el corazón natural, pues
en este último caso tenemos más o menos conciencia de obrar mal, mientras que en el primero
de los casos muchas veces creemos obrar con fidelidad.
En nuestros días, en los cuales
precisamos luchar para 'retener firme', el Adversario, "disfrazándose de ángel
de luz" (1 Corintios 11:14 - BTX), intenta disuadirnos de hacerlo, y viene a pregonar la paz, buscando instrumentos para ayudarle en
esta obra. Y si, por desgracia, un creyente se deja
seducir por sus ardides y engaños, obrando conforme con sus designios, presentará como siendo sin importancia
concesiones inadmisibles, o llegará a proponer abandonos aparentemente sin gravedad, pero cuyas desastrosas consecuencias
serán manifestadas más tarde. Es probable también que este creyente sea considerado por algunos como un hombre de paz.
Es hermoso, por cierto, este
título de hombre de paz, y debemos desear que muchos lo sean de verdad. Pero no es en nada un hombre de paz, y tan sólo
tiene una engañosa apariencia aquel que, desprovisto de la energía necesaria para pelear, se halla dispuesto a culpables
e inadmisibles concesiones, encaminándose (y arrastrando a los demás) a una serie fatal de abandonos sucesivos en vez de esforzarse
para 'retener firme' el
buen depósito. Puede ser que algunos le honren con ese título de 'hombre
de paz', y que sea para él un motivo de gloriarse, pero, de
hecho, la actividad de este creyente tiende a debilitar el testimonio
- tal vez arruinarlo - cuando él mismo está convencido de que obra para su prosperidad. Engañado por el Enemigo, se engañará a sí mismo
y a los demás.
No, hermanos, no serviremos
con fidelidad si no manifestamos una firmeza según Dios. ¿Se puede considerar como un verdadero siervo de Cristo a aquel que busca agradar a los hombres? Es culpable la actitud que consiste en hablar de cierto modo al
uno, y de manera diferente al otro, con objeto de ser agradable a
ambos, de no disgustar a nadie. Uno se disculpará diciendo
que lo hace para mantener la paz y la armonía entre los hermanos. Es un error, y de hecho una falta de rectitud cuyas funestas
consecuencias serán manifestadas tarde o temprano. Procurar complacer a los hombres, sea en la administración de la asamblea, sea en la enseñanza, en
vez de mantener firmemente la verdad de Dios no es lo propio de un siervo fiel. Jamás obró semejantemente el apóstol: "Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar
a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo." (Gálatas 1:10). Véase también 1 Tesalonicenses
2: 3-6.
En la mayoría de los casos,
para disfrutar una paz verdadera es preciso haber peleado y triunfado. Pero el combate por la Verdad de Dios requiere, en primer lugar, que los combatientes hayan
comprendido esta Verdad, y la aprecien en su justo valor; es
el emotivo de la exhortación de 2 Timoteo 3:14: "persiste
tú en lo que has aprendido y te persuadiste." En efecto, uno no contiende para mantener una cosa si no la aprecia. El que haya 'comprado
la verdad' se hallara dispuesto a luchar por ella, lo cual no hará el que esté dispuesto a 'venderla'. (Proverbios
23:23).
Notemos, también, - y es muy importante - que la posición que
uno adopta no debe ir más allá de lo que ha comprendido de la verdad. Si quiere obrar con rectitud ante Dios, debe abandonar
la posición en que artificiosamente se halla, el que llega a darse
cuenta un día, de que dicha posición sobrepasa lo
que ha comprendido de la verdad.
En segundo lugar, es indispensable que el creyente se encuentre en un buen estado moral: para 'militar la buena milicia' Timoteo era exhortado por el apóstol a 'mantener
la fe y la buena conciencia', ambas cosas debiendo ir siempre
juntas; además, uno de los caracteres de un siervo en la
casa de Dios es el siguiente: teniendo (o guardando) "el misterio de la fe con limpia conciencia."
(1 Timoteo 1: 18-19 y 3:9). La verdad recibida ha de ser puesta en práctica; no debe subsistir como simple conocimiento, pero sí
debe obrar en el corazón y en la conciencia. Es sólo revistiéndose de todas las piezas de la armadura como puede el creyente
resistir al adversario, y 'habiendo acabado todo, estar firme' (Efesios 6:13). El precio que tiene la verdad para su corazón
es revelado por la manifestación de los resultados que produce en su vida práctica.
Para servir al Señor,
para poder combatir victoriosamente es necesaria una formación previa, una preparación moral, comparable con la preparación
de los atletas que luchan en la palestra ("Y todo aquel que lucha en la palestra, es templado en todas las cosas." 1 Corintios
9:25 - VM. Compare también con 2 Timoteo 2:3-5). Un atleta cuida de su cuerpo, se somete a régimen, vive con sobriedad y templanza,
se impone privaciones; un ejército, una tropa, sigue también, una preparación para el combate, y una de sus mayores fortalezas
reside en la observación de una disciplina, en la sumisión a la autoridad de su jefe. Son ejemplos (y los hallamos en la Palabra)
que ilustran la preparación moral de los creyentes en vista de las luchas que tendrán que sostener un día u otro. Esperar
el día de la batalla para prepararse, o comenzar el combate sin preparación alguna, es encaminarse a una derrota inevitable.
* * *
En los días actuales,
la exhortación de Apocalipsis 3:11 se impone a cada uno de aquellos que conocen el precio y el sabor de los privilegios
de los de Filadelfia, siendo la promesa del versículo 12 la precisa porción reservada "al que venciere." El tiempo
es breve. "Vengo pronto" nos afirma Aquel que tiene las siete estrellas en Su diestra y anda en medio de los siete candeleros
de oro. Hermanos amados, ¿seremos manifestados fieles a Su venida? ¿habremos 'retenido firme' lo que tenemos?
"Retén lo que tienes..."
¡Guárdenos el Señor de todo orgullo, de gloriarnos de lo que 'tenemos'!"Porque ¿quién
hace que tú te diferencies de otro? ¿o qué tienes tú que no hayas recibido? Mas si lo recibiste, ¿por qué te glorías, como
si no lo hubieses recibido?" (1 Corintios 4:7 - VM). Pero, habiéndolo recibido, somos responsables de 'retenerlo'. Nuestros
predecesores en el testimonio lucharon para recobrar preciosas verdades, desconocidas durante varios siglos, las verdades
que atañen a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, a la reunión de los santos en torno al Señor sobre el terreno de la unidad del
Cuerpo, la reunión en Su Mesa, en la separación que enseña y requiere la segunda epístola a Timoteo 2:19 al 26, la libre acción
del Espíritu de Dios en la asamblea, la adoración "en espíritu y en verdad", el regreso del Señor para arrebatar a Su amada
Iglesia, y a todos los santos que participen de la primera resurrección. Aquellas verdades, y otras que se relacionan con
ellas, ¿son comprendidas por cada uno de los que participan en la Mesa del Señor? ¿Tienen estas verdades bastante valor para
nuestros corazones?
El
enemigo, obrando con perseverancia, ataca con fuerza esas verdades tan preciosas, y sabe hacerlo con maña y astucia, presentando casi siempre objetos y fines deseables y buenos; pero quisiera que los alcanzáramos
abandonando - no de una vez, sino poco a poco, insensiblemente - lo esencial del testimonio que somos responsables de mantener. En numerosos casos acierta, tanto más si aquellos a quienes se dirige poseen solamente un conocimiento
superficial de la verdad, tienen dudas tal vez sobre ciertos puntos, lo que suele llevarle a uno a aceptar, a la primera ocasión,
enseñanzas provenientes de otras fuentes, mientras que se abandona la "sana doctrina". Como lo hemos dicho, es pues indispensable
que el creyente se halle en un buen estado moral para combatir. Seamos ejercitados, hermanos, y preguntémonos si nos
encontramos en un estado moral y espiritual que nos capacite para 'mantener la fe', 'guardar el buen depósito por el Espíritu
Santo que mora en nosotros', 'contender eficazmente por la fe que ha sido una vez dada a los santos', en una palabra, para
'retener firme' lo que tenemos. (1 Timoteo 1: 18-19; 2 Timoteo 1:14; Judas 3; Apocalipsis 3:11.)
Es de temer, amados
hermanos, que, por falta de energía espiritual y de firmeza, nuestras manos decaídas y vacilantes estén a punto de abandonar
- dejando disgregarse - el precioso "depósito" que hemos recibido y del cual somos responsables. Si relajamos la vigilancia
hasta asociarnos más o menos estrechamente con "vasos" de los cuales la Palabra nos manda que nos separemos, llegaremos
poco a poco a abandonar el terreno sobre el cual la gracia de Dios nos ha colocado; para manifestar el carácter de "(la iglesia
del Dios vivo) columna y apoyo de la verdad." (1 Timoteo 3:15 - VM). Notemos, además, que esas asociaciones - las cuales pueden
presentarse bajo diversas formas - constituyen hoy en día uno de los más graves peligros que nos amenazan. Y si el enemigo
viene a decirnos que esta actitud no es en nada reprensible, que no es un relajamiento, un abandono, que sea lo que fuere,
ello es necesario para atraer almas al testimonio, no vacilemos un momento en discernir la voz de aquel que el Señor llama
'el padre de la mentira'. (Juan 8:44). No, hermanos, no será con principios relajados, manifestando una flaqueza culpable,
como podremos cumplir la obra de Dios. Muy al contrario, Dios animó y recompensó siempre la firmeza de sus siervos: hubo
ejemplos en todos los tiempos, y los hay también en nuestros días. Pidámosle que, en estos tiempos difíciles, nos conceda
bastante fuerza moral y energía espiritual para que podamos permanecer "firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor
siempre." (1 Corintios 15:58, compárese, además, con 1 Corintios 16: 13-14).
Al terminar estas
líneas, quisiera recordar lo que escribía hace unos treinta años, un venerado anciano: «Es indudable que preferimos meditar acerca de nuestra común salvación; pero estamos convencidos que
la advertencia del apóstol Judas es más que nunca actual y oportuna: "me he visto en la necesidad de hacerlo [de escribiros]
para exhortaros a combatir por la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez para siempre." (Judas 3 - BJ).» El relajamiento general, la flaqueza espiritual y la conformidad al mundo que nos van invadiendo cada
día más, abrieron la puerta a los reiterados ataques del adversario contra el testimonio que el Señor nos llamó a dar de las
verdades depositadas en la Iglesia en los últimos tiempos… ¡Hermanos, estemos alerta y velemos! Qué nuestros
lomos estén ceñidos y nuestras lámparas encendidas; seamos "semejantes a hombres que aguardan a que su Señor regrese."
(Lucas 12: 35-36). Vistámonos de toda la armadura de Dios, para que podamos "estar firmes contra las asechanzas
del diablo" (Efesios 6:11). A la víspera del momento en el cual veremos faz a faz nuestro adorable Señor y Salvador, escuchemos
Su voz consoladora que nos declara: "Vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona." (Apocalipsis 3:11).
Paul
Fuzier
Revista "VIDA CRISTIANA", Año
1959, No. 40.-
volver a la página de contenidos de EDIFICACIÓN CRISTIANA
|