LAS GRANDES PROFECÍAS DE DANIEL (William Kelly)

INTRODUCCIÓN














ÍNDICE | PREFACIO - Las grandes profecías de Daniel (W. Kelly) | Introducción | Capítulo 1 | Capítulo 2 | Capítulo 3 | Capítulo 4 | Capítulo 5 | Capítulo 6 | Capítulo 7 | Capítulo 8 | Capítulo 9 | Capítulos 10 y 11 | Capítulo 12





Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

KJV1769 = King James 1769 Version of the Holy BIble (conocida también como la "Authorized Version")

LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso

RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano; conocida también como Santa Biblia "Vida Abundante")

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)

LAS GRANDES PROFECÍAS DE DANIEL

Una serie de conferencias sobre

Las Profecías y Principios del Libro de Daniel

 

por William Kelly

 

 

 INTRODUCCIÓN

 

 

EXAMINANDO LA OBRA ESCRITA EN 1895 POR EL DEÁN FARRAR [1] ACERCA DEL PROFETA EN LA PUBLICACIÓN "EXPOSITOR'S BIBLE"

 

 

         DANIEL es, característicamente, el profeta del exilio Babilónico. Los aterradores excesos de Antíoco Epífanes encuentran su lugar en el curso de sus visiones, y un lugar especial, bastante diferente del terreno general sobre el cual el libro comienza y prosigue. Desde el principio se hace evidente el hecho solemne de que los Judíos son por el momento "Lo-ammi" (no es Mi pueblo) (Oseas 1:9): Dios ya no se dirige a ellos a través del profeta. Ellos son llamados el pueblo de Daniel en los capítulos 9:24; 10:14; 11:14; 12:1; y Dios es designado claramente como "el Dios del cielo" (capítulo 2: 18, 37, 44); lo cual se repite en Esdras 1:2; 5:12; 6: 9-10; 7: 12, 23, y en Nehemías 1: 4-5; 2:4, y también en 2 Crónicas 36:23. El estado de Su pueblo, su apostasía idolátrica, hizo incompatible con Su naturaleza y majestad que Él actuara como su cabeza o en medio de ellos como el "Señor de toda la tierra" (Josué 3:11). Él solo es llamado "Jehová" en la oración y confesión propias del profeta  (Capítulo 9). La expresión "Jehová ha dicho así" habría estado igualmente fuera de lugar.

         Con todo, como Dios del cielo, Él se dignó en dar a conocer al rey pagano "lo que sucederá al fin de los días" (Daniel 2:8 - LBLA); pues solamente en ese entonces el propósito de Dios será manifestado a todo ojo en el juicio de los imperios Gentiles, y en el posterior establecimiento de Su reino, el cual llenará toda la tierra y permanecerá para siempre (Daniel 2:44). De ahí que Daniel presenta, como ningún otro lo hace, los "tiempos de los gentiles" (Lucas 21:24). Este amplio ámbito es precisamente adecuado a un gran profeta levantado en el punto de partida en la época de Nabucodonosor, y que continuó con singular honor no sólo delante de un rey poderoso en un comienzo, y un sucesor indigno al final, sino que, a pesar de todo, cuando la nueva dinastía reemplazó a la "cabeza de oro", y el Imperio Medo-Persa ascendió al poder supremo. Todo esto, y más, concuerda con 'los seis magníficos capítulos de apertura', así como con los últimos seis, siendo ellos más asombrosos al develar las iniquidades explícitas de los grandes poderes, particularmente al final de ellos, y la intervención gloriosa del Anciano de días y el Hijo del Hombre para desecharlos judicialmente, e introducir un reino universal y eterno. Sólo que aquí vemos que se hace justicia a favor de los santos del  Altísimo (Daniel 7:22 - LBLA), y que el "pueblo" de ellos tienen el reino, y el dominio, y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo (Daniel 7:27).

         En esta vasta extensión de profecía 'los días de Antíoco Epífanes' no reciben la más mínima atención. Tampoco hubo allí alguna analogía entre las circunstancias de aquel día que sugiriera unas consideraciones tan grandes. De nuevo, ni la persecución de ese cruel enemigo de los Judíos, ni su desprecio profano hacia la institución de la ley, y su celo rabioso por helenizar la adoración de ellos, se parecen a los males prefigurados hasta ahora en Daniel. El antagonismo Sirio-Griego es expuesto, históricamente, en el capítulo 8: 9-14, y reaparece con detalles más completos en el capítulo 11: 21-32. Como no se puede probar que ocurra ninguna otra referencia a sus días en el libro entero, esto puede servir para exponer la absurda conjetura de los 'más altos críticos'. Sin embargo, el despropósito es una falta venial comparado con la incredulidad que ignora y niega la luz que proviene de la lámpara de profecía y que alumbra sobre los imperios Gentiles como un todo. Especialmente, como para destruir el principio rector de ellos por anticipado, el profeta se extiende acerca de las escenas finales, que ocasionan el juicio, ni siquiera cumplido aún, que va a ser ciertamente ejecutado en el día del Señor. Sólo la incredulidad se sorprende ante los peculiares rasgos distintivos del libro: lo que ellos denominan como  su calidad de cosmopolita, su estilo retórico más bien que poético, y su forma apocalíptica. De ahí la ceguera de ellos a sus elementos morales y doctrinales, y su desprecio no disimulado hacia los detalles en el capítulo 11, presentados con tanta consideración en ausencia de profetas vivos. Pero ciertamente un hombre es demasiado atrevido cuando él también compara 'los emblemas grotescos y gigantescos de Daniel' con el Segundo Libro de Esdras, el Libro de Enoc, y los Oráculos Sibilinos. Si él no tiene una fe real en la Escritura, o al menos en el Libro de Daniel en este momento, él ha suscrito solemnemente el Artículo VI.*

 

[* N. del T.: El autor se refiere al Artículo VI de los Treinta y Nueve Artículos preparados por la Iglesia de Inglaterra en 1563. Este Artículo VI junto con el Artículo VII abordan lo referente a la Escritura. Ver información en Inglés en el siguiente sitio web: http://mb-soft.com/believe/txc/thirtyni.htm]

 

         El nuevo y elaborado esfuerzo para privar a Daniel del libro que Dios le dio a escribir es aún más atroz e irrazonable, ya que no se niega que 'Daniel fue una persona real, que él vivió en los días del exilio, y que su vida se distinguió por el esplendor de su fidelidad'. El hecho es que ningún profeta tiene, en el Antiguo Testamento, un testimonio rendido a su persona semejante al que Ezequiel le rinde dos veces (Ezequiel 14: 14, 20 y 28:3); tampoco ninguno es más recomendado a la atención del lector por nuestro Señor en el Nuevo Testamento (Mateo 24:15; Marcos 13:14). ¿Y qué significa el hecho de que la gran profecía con que finaliza el Canon de la Escritura está fundamentada en el Libro de Daniel más manifiestamente que en cualquier otro profeta?

         ¿Se objeta como algo extraño que dos idiomas, Hebreo y Arameo, se empleen en el libro? Por el contrario, un fenómeno semejante se ajusta a la época de Daniel, no a la de Antíoco Epífanes. ¿Acaso no es muy conocido el hecho de que Jeremías, su anciano, haya escrito un versículo en Arameo (Jeremías 10:11) preparando asombrosamente el camino? ¿y que el inspirado sacerdote-escriba Esdras, quien siguió a continuación y prosperó en el reinado de Artajerjes Longimano, incorpora el Arameo a lo largo de varios capítulos? (Esdras 4:8 a 6:18; 7: 12-26). ¿Por qué, entonces, objetar un curso de acción similar en Daniel?

         En cuanto a las palabras particulares cuestionadas, el lector puede cuidarse bien de plausibilidades; pues la crítica hostil es inescrupulosa. Tomen el deletreo del nombre del conquistador Babilónico. Se alega que Daniel utiliza siempre la palabra נְבוּכַדְנֶצַּר Nebucadnetstsar (Esp.: Nabucodonosor); mientras Ezequiel escribe invariablemente נְבוּכַדְרֶאצַּר Nebucadretstsár (Esp.: Nabucodonosor), la forma asumida como correcta. Pero es notable que la profecía de Jeremías emplea ambas formas, tanto la que utiliza Daniel como la que utiliza Ezequiel. ¿De qué manera esto favorece la fecha de Antíoco Epífanes? ¿y por qué razón debemos tropezar a causa de algunas palabras Persas, permitiendo que el hecho sea cierto? ¿o incluso mediante los tres nombres de instrumentos musicales utilizados por Daniel que se asemejan a palabras Griegas? (N. del T.: ver Daniel 3: 5, 7, 10, 15).

         Quienes desestiman la Palabra escrita claman a viva voz contra la 'falta de benevolencia' de aquellos que denuncian sus malas maneras de obrar. Pero, ¿pueden los que conocen la verdad ser indiferentes a un asunto de tanta seriedad y tan osado como es la perversión sistemática de los milagros en Daniel transformándolos en Haggadoth (N. del T.: antigua tradición Judía que formaba, especialmente, la parte no referida a la ley del Talmud), o en novelas religiosas, y transformando sus profecías en historias que pretenden ser predicción? A aquellos que no aman las Escrituras ni creen en su autoridad divina, se trata meramente de una cuestión de crítica literaria. ¿No es absolutamente vulgar sentir o hablar con decisión acerca de un sabio Hebreo? ¿Por qué no cultivar 'dulzura y luz'? Dios no está en ninguno de sus pensamientos.

         Algo así como quince errores aparentes se exponen a partir de Daniel 1 a Daniel 11:2, todos ellos basados en apariencias contra la realidad, los cuales sólo pueden ser justificados debido a la extraordinaria confianza en el hombre y sus escritos, y a una falta total de fe en la Escritura. Ellos han sido refutados abundantemente, tal como el Dr. Farrar lo debe saber. Que las respuestas satisfagan a las mentes incrédulas es lo que sólo la gracia puede efectuar hasta que venga el juicio.  Dejemos que el primer 'error notable', tal como se le denomina, sirva para el resto: - "En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá." (Daniel 1:1). Ahora bien, contra semejante ataque frívolo dejen que yo cite el lenguaje calmado y claro de un reconocido experto en cronología, que no fue un teólogo, y que no tuvo ningún propósito controversial sino simplemente la verdad. Bajo el año 606 a.C. (371) el Sr. H. F. Clinton dice, «El cuarto año de Joacim, desde Agosto del 606 a.C. El vigésimo tercero (23) desde el decimotercero (13) de Josías: Jeremías 25:3. La deportación de Daniel fue en el tercer año de Joacim: Daniel 1:1. De lo que resulta que nosotros podemos situar la expedición de Nabucodonosor hacia el final del tercero y el comienzo del cuarto año, en el verano de 606 a.C. En el 4º. año de Joacim, Baruc escribe el libro: Jeremías 36: 1, 2» (Fasti Hellen. vol. I. pág. 328). Cualquier persona, incluso un niño vivaz, puede cuestionar cualquier cosa. Pero, ¿puede una mente recta dejar de ver, al reflexionar, que la supuesta contradicción de Daniel 2 es la evidencia más fuerte de la verdad? Ningún escritor en la época de los Macabeos habría permitido que ella apareciera; pero un escritor contemporáneo, cuando todo fue notorio, podría dejarlo para que se entendiera. "El segundo año" (Daniel 2:1) se refiere necesariamente al reinado de Nabucodonosor en solitario, así como Daniel 1 implica un reinado en asociación con su padre; y los tres años de Daniel (Daniel 1:5) se ajustarían a ello. La Escritura está escrita para creyentes, no para sofistas irreverentes.

         Dos más de estas 'sorpresas' delatan la ignorancia inequívocamente malévola - el homenaje postrado de Nabucodonosor a Daniel con "oblaciones y olores aromáticos" (Daniel 2:46 - VM); mientras que el crítico pregunta asombrado si Daniel debía haber aceptado la ofrenda. Ahora bien, es demostrablemente falso, a partir de las propias palabras del rey, que él considerase a Daniel como un dios; y es algo cierto que Daniel rechazó cualquier blasfemia semejante, tanto como lo hicieron Pablo y Bernabé (Hechos 14: 8-18). Pero el rey pagano creyó, algo que los Anglicanos  (como el Dr. Farrar) no creen, que Dios intervino sobrenaturalmente en el caso, haciendo que "el profeta Daniel" recordara el sueño olvidado, y fuera el intérprete para el futuro a través de todos "los tiempos de los gentiles" hasta que venga Su reino. Semejante revelación condujo a Nabucodonosor, en su profunda emoción y gratitud, a otorgar a Daniel los más altos honores, incluso hasta lo que nosotros los occidentales consideramos como honores en un grado extravagante. No hay apariencia de un sacrificio como en Listra. La palabra traducida "oblaciones" es utilizada frecuentemente y correctamente para designar 'un presente', independientemente del Dios verdadero o de uno falso; tal como el postrarse y la adoración eran a menudo nada más que expresiones de un respeto civil. Pero imaginen a un Judío tratando de escribir el libro en la época de los Macabeos; ¿habría él escrito en esta libertad de verdad? Si él lo hubiera introducido de todas formas, ¡qué cuidado habría tenido de decirle al rey que él tenía que adorar y ofrecer solamente a Dios! En cuanto a los "olores aromáticos" (VM) o, "incienso" (RVR60), ¿puede alguno estar tan encaprichado como para argüir que el gran fuego hecho durante el entierro del Rey Asa (2 Crónicas 16:14) implica su deificación? ¡De la manera que un tono ofensivo similar junto con una total incredulidad de la Escritura impregna mucho del resto, uno bien puede volverse a algo más decoroso, si acaso no mejor fundamentado!

         La unidad del libro, que tan a menudo y vehementemente ha sido atacada, es admitida ahora por los más avanzados librepensadores, salvo por hombres excéntricos. Esto no es, de ningún modo, debilitado por el hecho de que sólo en la última mitad (a partir de Daniel 7) el escritor habla en primera persona, o "Daniel dijo: Miraba yo..." (Daniel 7:2). En la primera parte del libro, que tiene la forma histórica, se habla de Daniel, y los principales Gentiles son prominentes, especialmente aquel que fue objeto de comunicaciones divinas (Daniel 2, 4), aunque al profeta le fue dado recordar la primera e interpretar ambas. Los capítulos históricos (Daniel 3 al 6) son de supremo valor puesto que siguen la predicción bosquejada en Daniel 2, e introducen el enfoque moral con su enseñanza más rica de Daniel 7 sobre el mismo terreno. En la segunda mitad del libro, solamente el profeta tiene las visiones e interpretaciones.

         Por consecuencia, las cosas son presentadas, no en su aspecto externo, sino en su relación con el pueblo de Dios, y con aún más elevados objetivos. Cuando Babilonia cayó, incluso durante la transición de Darío el Medo, un marcado cambio es observable en respuesta a la intercesión del profeta, ya que él sabía, por los libros, que el cautiverio estaba cerca de su fin. Una nueva apariencia y un lenguaje insensiblemente más simple fueron dispensados en cuanto a la ciudad y el santuario de Jerusalén, pero con el hecho pasmoso de que "el Mesías será quitado y no tendrá nada" (Daniel 9:26 - RVA), y sus funestas consecuencias, no solamente entonces sino cuando la última semana de las setenta se esté cumpliendo al fin del siglo. Finalmente, cuando el restaurador del exilio reinaba, la comunicación final viene en un lenguaje todavía más simple, lenguaje correctivo de todas las vanas esperanzas, basadas en el regreso,  para el presente, y en la amable condescendencia de Dios dando esos continuos e insólitos detalles que han despertado en tal grado la escarnecedora incredulidad de los hombres, que ellos se han atrevido a etiquetarlos como falsa profecía o 'profecía seudo-epigráfica'. Ellos deben dar cuenta a Dios de semejante incredulidad. Mientras tanto, esta indulgencia en el principio de infidelidad  - es decir, dar la preferencia a nuestros propios pensamientos y no a la Palabra de Dios - no deja de esparcirse hasta donde uno ni siquiera puede saber. Ello puede parecer pequeño, pero es el pequeño comienzo de un mal muy grande.

         Así, el libro deriva su forma especial de Daniel como el profeta del Exilio, de manera mucho más impresionante que cualquier otro libro escrito, incluso, por sus contemporáneos. Tanto Jeremías como Ezequiel fueron inspirados para extenderse, el uno sobre la bienaventuranza futura de Israel en la tierra bajo el Mesías y el nuevo pacto, y el otro, sobre una maravillosa muestra de la gloria divina, que dará una nueva forma a la ciudad y al templo, y una nueva partición de la tierra a las tribus restauradas, cuando las naciones conocerán que Jehová santifica a Israel, y que Su santuario estará allí para siempre (Ezequiel 37:28). La tarea de ellos estaba fuera de los propósitos de Dios por medio de Daniel, lo que ayuda a explicar por qué él habitó entre extranjeros cuando podría haber regresado a Jerusalén con el remanente en el tiempo de Ciro. Él había aprendido claramente que no era aún el tiempo para la venida del Mesías, y que, cuando viniera, Él habría de ser rechazado. A él se le mostró, posteriormente, que "al tiempo del fin" (Daniel 11:40 - VM), no sólo los reyes del norte y del sur reanudarían sus conflictos, sino que un personaje nuevo y portentoso habría de reinar en la tierra y habría de ser atacado por ambos reyes, siendo él la contrapartida del Mesías en el mal, el hombre de pecado, así como Él es de justicia: un estado totalmente diferente de Antíoco Epífanes, e irreconciliable con él, en cualquiera de sus fases, y presentado por el profeta, no solamente después que ese "hombre despreciable" (Daniel 11:21) haya dejado desde hace largo tiempo de atribular a los Judíos, sino que expresamente en un tiempo indefinidamente lejano - el fin del siglo. Esto, una vez señalado, ninguna persona seria puede negar inteligentemente que es correcto.

         Entonces una tribulación sin igual acontece a los Judíos; pero otro remanente será salvo de ella con una liberación sin par. Entonces el pueblo de Dios, como un todo, despertará de su largo sueño en el polvo de la tierra, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua (Daniel 12:2). Entonces la inteligencia fiel y celosa en el día oscuro recibirá su recompensa cuando la gloria de Jehová se levante en Sion (todavía desolada). Entonces los tiempos y las sazones se cumplirán puntualmente cuando la dispersión del poder del pueblo santo sea cumplida, y aquel que esperó sea indiscutiblemente bendecido. Hasta entonces, las palabras se cerraron y sellaron para los Judíos como tales, hasta el tiempo del fin. Pero nosotros, los cristianos, conocemos al Verbo Encarnado, y creemos que en Su rechazo por parte de los Judíos y los Gentiles, Él consumó la redención, y nos ha dado vida eterna; de modo que, mientras tanto, hay una revelación más plena expresada para nosotros a un profeta mayor, "No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca." (Apocalipsis 22:10). Daniel debía reposar hasta que el tiempo llegase, sin importar dónde en la tierra, y mucho mejor si era arriba, muy por encima del llanto de los ancianos, así como por encima del alegre clamor de los jóvenes (Esdras 3). A él se le dio la seguridad, así como debería ser con todos los santos, de estar de pie en su porción al final de los días.

         El estilo se adapta perfectamente a las circunstancias con las que el libro estaba destinado a tratar, tanto como la riqueza y sublimidad se adaptan a la obra de Isaías, o el tierno sentimiento a la de Jeremías, o la fuerte grandiosidad a Ezequiel. ¡Cuán absolutamente incongruente con las revelaciones de Daniel habría sido la forma apasionada y poética de los Salmos! A Daniel se le dio la extraordinaria incumbencia de revelar "los tiempos de los gentiles", tanto en su espléndido aspecto de poder imperial otorgado, como en su realidad interna como "bestias" ante Dios abandonado y desconocido, con seductores y opresores especiales dentro de esos tiempos; así como las transgresiones del pueblo escogido y sus jefes, las cuales trajeron sobre ellos semejantes castigos y semejante estado anormal, pero también un remanente fiel primero y postrero, quienes solamente eran sabios y entendían Su mente.

         Así como Babilonia fue, en los caminos de Dios, el lugar apropiado, del mismo modo durante ese primer imperio, hasta que Ciro el Persa le siguió, fue el período para este peculiar testimonio. ¿Quién puede concebir una época menos moral o circunstancialmente de acuerdo con su entero alcance alrededor del año 167 a.C. para «un autor anónimo valiente y dotado, que trajo su piedad y su patriotismo a relacionarse con las atribulados destinos de su pueblo»? Es entendible el hecho de que Porfirio de Batanea (232-304 d. C), quien aborrecía a Cristo, hubiese inventado una fábula semejante. Uno también puede entender que un Judío incrédulo como el Dr. Joel no se deba avergonzar por el hecho de seguir a un filósofo pagano. Pero, ¿acaso no es una traición para un hombre bautizado, para un así llamado ministro Cristiano, imitar semejante impiedad profana? Al ser la fe descartada, cualquier aprehensión inteligente del libro se vuelve imposible. Daniel comienza fijando la atención sobre un suceso de tan gran importancia como es la entrega, por parte del Señor, del rey de la casa de David al Caldeo, quien se llevó parte de los utensilios santos y los colocó en la casa de su dios. Esto es seguido, en Daniel 2, por el distintivo anuncio de que Dios estableció al conquistador de Jerusalén como el primero de los poderes mundiales (Daniel 2:37). Solamente Babilonia obtuvo este lugar directamente de Dios; el reino Medo-Persa, Grecia, Roma, tuvieron su poder simplemente en sucesión providencial. Esta distinción es reconocida con tanta minuciosidad en la Escritura, que la caída de Babilonia trae ante el Espíritu Santo, en Isaías y Jeremías, la destrucción final de las autoridades Gentiles como un todo, y la liberación relacionada, no sólo de Judá sino también de Israel, siendo Ciro solamente su presagio. No es así con los imperios intermedios, hasta que el juicio sea manifestado plenamente, lo cual aún espera el cuarto imperio o Imperio Romano; pues, en el sentido final, "la bestia", o ese imperio, perece sólo cuando el Señor Jesús aparece desde el cielo, tal como leemos en Apocalipsis 19: 19, 20. Ahora bien, esto se dio a conocer en Daniel 7 no menos claramente. ¿Qué podía saber un Judío patriota acerca de ello en un tiempo cuando ciertamente los profetas habían cesado desde hacía largo tiempo? No, esto le fue dado primero a "Daniel el profeta" para que lo revelase.

         La teoría de historias convertidas en supuestas profecías es sólo digna de hombres sin fe, insensibles al valor, carácter, y autoridad únicos de la Palabra de Dios cuando está delante de sus ojos, junto con un intento maligno de hacer lugares donde ellos no los pueden encontrar. Cuando aparecen las parábolas (o como reza el término Rabínico, Hagadot), se les da ese estilo, o manifiestamente un estilo tal; mientras que ni un libro en la Biblia toma un terreno más resuelto que Daniel para la verdad histórica, milagros evidentes, y predicciones verdaderas. Pues la época era una cuando los milagros y las profecías eran para la gloria de Dios. El poder imperial era ahora conferido por primera vez, en la soberanía de Dios, sobre los Gentiles, y fue dado a conocer por medio de una autoridad divina indudable. Fue tanto o más necesario para demostrar en ese tiempo preciso que el llamamiento y los dones de Dios no estaban sujetos a cambios de mente (Romanos 11:29), aunque el pueblo que los tenía fuera desechado por un tiempo. De ahí que se demuestra acerca del remanente, cuando estaba cautivo en Babilonia, que sólo ellos tenían Su secreto, incluso en cuanto al futuro distante, y mantenido por un poder abrumador y sobrenatural contra toda la ira, aún de los poderes existentes en ese entonces.

         A los críticos diletantes no les agrada oír que su sistema desmiente a Daniel, incluso si nosotros no decimos nada del Espíritu Santo. Y en cuanto a objeciones basadas en el lenguaje, la historia, la estructura general, la teología, etc., ¿por qué ellos repiten lo que ha sido a menudo respondido satisfactoriamente? ¿Abusan ellos de la ignorancia popular o de la indolencia personal, demasiado propensas a rendirse a la última voz, o a la más fuerte? El libro mismo, así como toda la Escritura, es la mejor respuesta a las calumnias.

 

         Daniel 1 es un prefacio, desde que Jerusalén pierde el gobierno directo de Dios (quien establece mientras tanto a Babilonia en una nueva posición imperial), hasta el primer año de Ciro. Daniel 12 tiene, también, un carácter concluyente en el juicio de los Gentiles hasta la liberación de Israel. Desde el capítulo 2 hasta el 6, los Gentiles son prominentes en una forma exotérica (N. del T.: común, accesible para el vulgo, en oposición a esotérico.) Desde Daniel 7 hasta el final, solamente el profeta recibe y comunica los pensamientos de Dios íntimamente en todo, con la gloria del Hijo del Hombre y Su pueblo aquí abajo y Sus santos en lo alto. Por consiguiente, podríamos denominar esto como siendo 'medio esotérico'. ¿Qué cosa tenía un rango de verdad tan inmenso, así como íntimo, de acuerdo con los tiempos Macabeos? Es verdad que la furiosa persecución del rey Sirio en contra de los Judíos, y su profanación de la adoración, encuentran un lugar notable en el curso del libro; pero donde lo encuentran, se da una clara indicación de un poder mayor y un mal peor, tipificado de tal modo antes de "el fin de la indignación." (Daniel 8:19 - VM). ¡Qué triste menosprecio hacia un libro inspirado es hacer de ese rey, audaz y cruel como él fue, un ciego no sólo al actor final en esa esfera, sino a otros en una escala incomparablemente más grande, todos los cuales han de caer bajo los tratos divinos en el "tiempo del fin" - un tiempo que, ciertamente, aún no ha llegado!

 

         Daniel 2 transmite el interesante e importante hecho de que "el Dios del cielo" actuó por medio de un sueño en la primera cabeza Gentil de un imperio, para mostrar el curso general de dominio que comenzó en ese entonces hasta su extinción: una imagen magnífica y terrible, pero deteriorándose gradualmente mientras desciende, y finalizando con una gran fortaleza y también con una marcada debilidad. Entonces Él establece otro reino, el Suyo propio, después de destruir, no sólo el cuarto imperio en su última condición dividida de los diez dedos (que no existía cuando Cristo sufrió o cuando el Espíritu Santo descendió), sino los restos de todos los imperios desde el primero - el oro, la plata, el bronce, así como el hierro y el barro. Sólo cuando el juicio se ejecutó la "piedra" se expande hasta ser un gran monte y llena toda la tierra. Aquí el racionalista se une con el ritualista enseñando la auto-complaciente necedad de un 'Israel ideal', la iglesia o Cristiandad. Con todo, la iglesia no es ni Judía ni Griega, sino que Cristo es todo. Ella es el cuerpo de la Cabeza glorificada; y su llamamiento es a una sufrida gracia en la tierra, esperando la gloria con Cristo en Su venida. Desmenuzar hasta hacer polvo la imagen de los imperios Gentiles no es de ninguna manera, o de ningún tiempo, la obra de la iglesia. La Piedra una vez rechazada pero ahora exaltada lo hará, tal como Él lo declara en Mateo 21:44, y en otras partes de las Escrituras: "Y el que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará. "Pero el Israel literal será liberado en el acto, y llegará a ser Su centro terrenal en poder y gloria. Tal es el testimonio uniforme de los profetas. Nosotros no necesitamos envidiar esto al remanente de Jacob entonces arrepentido, pues somos llamados a una gloria mucho más resplandeciente con Cristo en lugares celestiales. Pero, créase o no, el antiguo poderío en la tierra ciertamente volverá a la hija de Sion en aquel día (Miqueas 4:8), y mientras la tierra perdure.

 

         Las historias intermedias en Daniel 3 al 6 están en el más pleno acuerdo con las predicciones de Daniel, dos de ellas generales (Daniel 3 y 4) y dos de ellas particulares (Daniel 5 y 6) (como encontraremos que las profecías también lo son), pero ninguna de ellas refiriéndose al peculiar flagelo en los días de Antíoco Epífanes. En ninguna de ellas hay siquiera un rastro de Helenismo impuesto sobre los Judíos. Ni siquiera tenemos en Belsasar la semejanza menos verdadera con los castigadores recalcitrantes contra los dioses del Olimpo. El objetivo es mostrar cómo utilizó el Gentil el poder imperial conferido por Dios, por muy profundamente impresionado que él hubiera estado por el secreto perdido que nadie sino el cautivo Hebreo pudo interpretar. ¡Cuán lamentable! "el hombre no permanecerá en honra; Es semejante a las bestias que perecen." (Salmo 49:12). Así había sido con Israel bajo la ley, con Judá, y con la casa de David. La novedosa idolatría, bajo la más cruel pena de muerte, fue la primera orden registrada del poder mundial Gentil: un vínculo religioso para unir mediante ese acto a los varios pueblos, naciones, e idiomas del imperio único, y contrarrestar así la influencia decisiva de dioses peculiares a cada una de esas razas. Pero semejante prueba universal dio a Dios, ignorado de ese modo, la ocasión para demostrar la nulidad de aquel y de todo otro ídolo: la derrota total y manifiesta del poder supremo incluso por medio de sus propios cautivos echados en el horno abrasador, aunque haya sido calentado como nunca. ¡Cuán solemne fue la lección pública leída a todos los imperios Gentiles, si el hombre no fuera tan olvidadizo de Dios así como él se empeña en su propia voluntad!

 

         El próximo capítulo (Daniel 4) no es menos general y es aún más impresionante, ya que la humillación más profunda fue infligida por Dios, después de Su desatendida advertencia, sobre la misma cabeza altanera del poder imperial. Nabucodonosor había atribuido toda su gloria a sí mismo, y fue degradado, como nadie antes lo había sido, al estado bestial hasta que "siete tiempos" pasaran sobre él. Después de eso, él alzó sus ojos al cielo, como un hombre arrepentido y restaurado, reconociendo al Altísimo, ya no en estado de bestia sino moralmente inteligente. Es pueril rebajar o limitar al príncipe Seléucida una lección que él nunca aprendió. Es una actitud incrédula dudar de los hechos de este capítulo o del capítulo anterior. Es una demostración de ceguera no reconocer que Daniel 3 mira hacia la liberación de los fieles (no de "los muchos") al final, así como el otro capítulo mira hacia el día cuando los Gentiles ya no tendrán más un corazón de bestia, sino que bendecirán al Dios Altísimo, poseedor del cielo y de la tierra: el carácter de la exhibición divina cuando el presente siglo malo termine. ¿Qué conexión tenían ambos capítulos con el abominable enemigo de los Judíos que fue Antíoco Epífanes? Nada podía ser más decidor que ambas muestras del poder de Dios durante la "cabeza de oro" "hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan." Es la obra de Satanás no creerlos; y un Cristiano nominal es ahora mucho más culpable que un pagano de la antigüedad si él es útil a Satanás contra Dios.

 

         Los objetivos especiales de Daniel 5 y 6 tienen no menos importancia. Ni el uno ni el otro se parece o representa a Antíoco Epífanes. En Daniel 5 vemos la disoluta blasfemia obteniendo una muestra muy solemne del disgusto divino en el acto, y que es juzgada por una pena providencial esa misma noche. Con o sin monumentos, la Palabra de nuestro Dios permanecerá para siempre. Nada es más peligroso que confiar en cualquier cosa, o en uno, contra la Escritura; y ¿qué puede ser más pecaminoso? ¿Para qué sirven las valientes palabras de hombres enamorados de los ladrillos, cilindros de piedra con inscripciones, etc., babilónicos? Que ellos tengan cuidado con las trampas del gran enemigo; ni siquiera el poder de la resurrección quebrantó la incredulidad Judía. En Daniel 6 el hombre fue establecido por un tiempo, mediante engaño, como el único objeto de oración y adoración, lo cual trajo sobre sus autores la destrucción repentina que ellos habían tramado para el fiel. ¿Qué relación tenía esto, no más de lo que tenía el capítulo anterior, con el tiempo difícil de Antíoco Epífanes? Evidentemente ellos preparan el camino, el uno para el juicio de la Babilonia futura (Daniel 5), y en el otro para el de la Bestia (Daniel 6), tal como el libro del Apocalipsis los presenta, donde ambas perecen terriblemente aunque diferentemente.

 

         Luego siguen las comunicaciones más complicadas de la mente de Dios acerca de las cuatro "bestias", de la última especialmente, más plenamente y más íntimamente que en Daniel 2. El movimiento del cielo es revelado, y el interés de Dios en Su pueblo, y particularmente en los que padecen por Su nombre, especificados como "santos", e incluso como "santos del Altísimo." El sueño de Nabucodonosor, condescendiente como lo fue para él e impresionante en sí mismo, no contenía ninguna de estas visiones de gloria en lo alto, ninguna de estas perspectivas para el cielo o la tierra, ninguna muestra semejante de propósito divino en el Hijo del Hombre.

 

         Pero, así como en Daniel 2, y aún más en Daniel 7, el último y más distante imperio, el cuarto, es descrito mucho más plenamente que el imperio Babilónico que estaba entonces en existencia, o que el imperio Medo-Persa que siguió a continuación, o que el imperio Griego que los sucedió a su debido tiempo. Puesto que tenemos una multitud de predicciones minuciosas de naturaleza sin precedente, los muchos cuernos en el último imperio en su tiempo final, la audaz presunción y la inquieta ambición de su último líder, quien desde un principio pequeño gobernó el resto, y, no contento con hollar a los santos, se sublevó blasfemando contra Dios y Sus derechos, lo cual provocó un juicio sumario y final sobre todo, con la acción del cielo estableciendo el reino eterno de poder y gloria.

 

         Tal revelación choca fundamentalmente con los cánones de la Alta Crítica, y demuestra, si se cree en ella, la absoluta inutilidad de ellos. De ahí que nosotros podemos entender sus esfuerzos para deshacerse de la verdad sin adorno que Daniel coloca ante nosotros en esta visión. La tentativa de separar los elementos Medos de los Persas, de manera de convertirlos en el segundo y tercer imperios respectivamente, es desesperada e indigna. Daniel 5:28 fue explícito de antemano, así como también Daniel 6: 8, 12, 15; y, después, Daniel 8 demuele semejante tentativa de contradecir la Escritura. El oso en Daniel 7 corresponde al carnero en Daniel 8, que tenía dos cuernos, los reyes de Media y Persia - no dos bestias sino, expresamente, un poder compuesto. Por consiguiente, el leopardo con sus cuatro cabezas corresponde al macho cabrío de Grecia, porque cuando su cuerno notable fue quebrado, cuatro cuernos se levantaron en su lugar. La cuarta bestia, diferente de todas las bestias anteriores, no es otra cosa que el Imperio Romano, el cual tiene diez cuernos en su forma final, después del cual, cuando viene un cambio adicional, el juicio divino cae en una forma sin paralelo hasta entonces.*

 

{* Por lo que yo sé, Efraín el Sirio (Efraín de Nisbis, 306-378 d.C.) es el único entre los primeros eclesiásticos que trata a Antíoco Epífanes como el cuerno pequeño de Daniel 7. Fue un hombre devoto, extremadamente ligado al monacato, y vehemente contra los heterodoxos, y murió en el año 378 d.C., pero uno aún tiene que aprender por qué razón el hecho de que el difiera de todos los padres de la iglesia, anteriores y posteriores, deba tener peso. Grocio (Hugo Grocio, 1583-1645) y otros, notorios por excluir el futuro y Cristo, y por limitar la profecía a la historia pasada, siguió en tiempos modernos, aunque bastantes padres primitivos guiaron en la misma senda de incredulidad.}

 

         Si dejamos entrar, como estamos obligados, la luz adicional del Apocalipsis, donde no podemos sino reconocer la misma "bestia" que Daniel vio en el cuarto lugar, nosotros obtenemos la más plena certeza, a partir de Apocalipsis 17, que las siete cabezas fueron formas sucesivas de gobierno, de las cuales la sexta o cabeza imperial existía cuando Juan vio la visión (Apocalipsis 17:10); y que los diez cuernos eran contemporáneos, pues todos reciben "autoridad por una hora como reyes junto con la bestia." (Apocalipsis 17:12 - RVA). Ello es en preparación para la última crisis, cuando ellos pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá (Apocalipsis 17: 12-14). Esto también es mostrado decisivamente en el versículo 16, "Y los diez cuernos que viste, y la bestia [no "en la bestia" como rezan algunas traducciones al Español], éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda, y comerán sus carnes, y a ella la quemarán con fuego" (Apocalipsis 17:16 - VM), mientras ellos dan, también, "su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios." (Apocalipsis 17:17). Esto, por consiguiente y absolutamente, desecha la tentativa de hacer que los "diez cuernos" signifiquen solamente diez reyes sucesivos, como para aplicar la lista a los Seléucidas, y hacer que parezca que Antíoco fue el cuerno pequeño de Daniel 7, quien se deshizo de los tres últimos de sus predecesores. Un esquema semejante es una mera perversión de la Escritura, saca completamente el capítulo de su lugar, y nos priva de la única interpretación verdadera. Pues esto supone una interposición divina al fin del siglo, en juicio del Imperio Romano revitalizado para cumplir su destino completo y para ser juzgado por el Señor Jesús en Su aparición.

         El primer imperio tuvo una simplicidad peculiar a sí mismo. El segundo, o imperio Medo-Persa, tuvo elementos duales; y así los tuvo el símbolo de los cuernos, de los cuales el más alto creció al final. El tercer imperio o imperio Macedonio tuvo, después de su breve surgimiento, cuatro cabezas, de las cuales dos son señaladas particularmente como teniendo que ver con los Judíos en los detalles de Daniel 11. El cuarto imperio, más allá de la justa duda, es el Romano, diverso de todos los anteriores, y distinguido por la forma notable de diez cuernos concurrentes, antes de su juicio destructivo llevado a cabo por un reino que reemplaza a todos, y es verdaderamente tanto universal como eterno. Entonces los santos del Altísimo tienen su gran porción, ciertamente no para eclipsar al Hijo del Hombre, tal como estos críticos lastimosos querrían, sino para engrosar el séquito de Su gloria, de Aquel que es Heredero de todas las cosas.

         Ninguno otro imperio sino el Imperio Romano se corresponde con los pies de hierro y barro; ningún otro proporciona una analogía a los diez dedos en un caso y a los diez cuernos en el otro, única fuerza verdadera de la descripción de los diez reyes (y esto sujeto al cambio violento indicado) reinando juntos. Tampoco puede ningún poder que haya gobernado alguna vez ser tan verdaderamente comparado al 'hierro que desmenuza y rompe todas las cosas' (Daniel 2:40), o a una bestia rapaz indescriptible con grandes dientes de hierro que "devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies." (Daniel 7:7). La entrada del barro Teutón (N. del T.: se refiere a las invasiones de los bárbaros Germanos) indica el carácter quebradizo de la voluntad independiente (en contraste con el antiguo centralismo cohesivo Romano), la cual, tal como había quebrantado el imperio en el pasado, culminará en la división décupla del futuro en aquel resurgimiento del imperio que es predicho en Daniel 7 antes que caiga el juicio, y es claramente revelado en Apocalipsis 17. Este es un rasgo completamente ausente en todos los imperios anteriores, así como en el reino Sirio-Griego, el cual nunca fue un imperio, ni estuvo cerca de serlo.

         Como el resurgimiento del Imperio Romano es un hecho de tan grande importancia del futuro y para "el tiempo del fin", sería bueno señalar aquí la evidencia clara y conclusiva de la Escritura. En la presentación de Daniel 2 y 7, el cuarto imperio, o Imperio Romano, está en el poder cuando el reino de Dios viene, impuesto por el Hijo del Hombre. Pero Apocalipsis explica de qué manera esto puede ser y será. En Apocalipsis 13: 1-20, se ve a la "bestia" subir una vez más del mar, o estado revolucionado de naciones, teniendo siete cabezas y diez cuernos. De estos últimos siempre se ha sostenido que se identifican con el cuarto imperio de Daniel. Y las siete cabezas, añadidas ahora apropiadamente, sólo lo pueden confirmar, pues (explicado como está en Apocalipsis 17: 9, 10) esta descripción no es aplicable a ningún otro imperio conocido de manera tan significativa como al Romano. Solamente que tenemos que observar un hecho absolutamente nuevo en conexión con la sanación de una de aquellas cabezas (la imperial, tal como yo lo concibo) que había sido herida de muerte, y es que el gran dragón (de quien en Apocalipsis 12 se declara que es Satanás) le dio su poder y su trono y gran autoridad.

         La Roma pagana fue excesivamente malvada, y tuvo su parte en la crucifixión del Señor de gloria. El mismo Imperio Romano aparecerá nuevamente en la consumación del siglo, vigorizado por Satanás de una manera en que ni él mismo ni ningún otro imperio lo había sido jamás. Esto proporciona la clave de su blasfemia y desafío extremos contra el Altísimo, así como contra sus otros enemigos, a causa de lo cual el juicio de Dios sesionará y el dominio será quitado por la ira de Dios desde el cielo, cuando la bestia con sus huestes se atreva a hacer la guerra contra el Señor descendiendo en poder y gloria. Los cuernos actuarán entonces 'de so uno' (es decir: Juntamente, de mancomún) con la "bestia" que, en ese entonces, está presente para dar poder imperial. Para aún más claridad están los anuncios de Apocalipsis 13, y Apocalipsis 17:8 es de lo más explícito, "La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición." De nuevo, al final del versículo, "se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será." (Vean también el versículo 11). Se trataba de la "bestia" sin los cuernos bajo los Césares y sus sucesores. Los cuernos en sus varias cantidades estuvieron sin la "bestia" en la Edad Media y en adelante: "La bestia que era, y no es." Pero lo asombroso del futuro es que la bestia, antes de la escena final, no sólo va a subir del mar, sino con el símbolo aún más horroroso del abismo, señalando esto el preludio de la perdición (Apocalipsis 17:8). Aquí, nuevamente, la coherencia de la verdad se impone por sí y ante sí. Estas aplicaciones no se pueden aplicar a ningún imperio sino sólo al Imperio Romano. Para el imperio de Alejandro (el Grande) ellas son irrelevantes, ¡cuánto más para una mera ramificación de dicho imperio! ¡No!, se trata del imperio que se levantó contra el Señor en humillación, el cual, cegado y lleno del poder de Satanás, peleará contra el Cordero cuando Él venga en gloria para espantosa ruina de tal imperio.

 

         Daniel 8 es manifiestamente de un carácter y un alcance más circunscrito que las profecías generales de Daniel 2 y Daniel 7. Con todo, no es menos importante por su diseño, debido a que se ocupa solamente de una parte especial; pero todo, igualmente, nos conduce a la catástrofe en el fin. Así como hemos visto que esto es evidentemente verdadero de las grandes visiones generales del libro, del mismo modo es igualmente verdadero de los detalles, la circunstancia de los cuales expone la falacia de la identificación de los objetos. Todo entra en colisión con el juicio divino; pero ellos son distintos en carácter, como de hecho lo son. 'Un reino divino' corona las dos series generales de los cuatro imperios, como ni siquiera el racionalismo lo discute en cuanto a Daniel 2, y admite que nuestro Señor en Mateo 26:64 alude a Daniel 7. Hay, evidentemente, un esfuerzo para tratar 'la personalidad del Mesías' como 'a lo menos algo subordinada e indistinta.' Pero semejante incredulidad es vana. Ningún Judío creyente separaba el reino, que estaba por venir, del Gran Rey, tal como altaneros Gentiles están propensos a desear. Los santos del Altísimo están muy lejos de usurpar el lugar del Hijo del Hombre en la visión, lo cual hace que Él sea el centro manifiesto y el objeto investido con dominio para siempre. Pero la bienaventuranza de ellos es cuidadosamente demostrada también. Cualquier honra que estos santos puedan tener en aquel día (y ellos reinan con Cristo, tal como el Nuevo Testamento lo dice claramente), es una interpretación falsa que le niega a Él, personal y sumamente, la gloria excelente.

         En este capítulo 8, entonces, que presenta la primera de las profecías especiales, tenemos al segundo imperio, el Medo-Persa, siendo atacado de forma abrumadora por el tercer imperio o reino Griego de Alejandro Magno. Es difícil explicar cómo una mente recta no puede aprehender esto a partir de una simple lectura del texto. El gran cuerno fue quebrado cuando adquirió su mayor fuerza, y en su lugar salieron cuatro cuernos notables. De uno de estos cuatro reinos surgió un cuerno pequeño que llegó a ser extremadamente grande, y también se entrometió peculiarmente con los Judíos y el santuario. Es una deplorable falta de inteligencia confundir este opresor con el cuerno pequeño del capítulo 7, siendo el uno tan manifiestamente un gobernante sobre una parte del Imperio Griego en el Este (Oriente), así como el otro desde un comienzo pequeño llega a ser el jefe del Imperio Occidental. Ambos van a ser excesivamente impíos y malvados, y ambos son castigados por Dios en forma extraordinaria; pero confundir a ambos es perder la diferencia de los actores al final, aun siendo completamente opuestos el uno del otro, aunque los dos infligen los peores males sobre el pueblo escogido. Pero no se necesitan aquí muchas palabras, puesto que hay acuerdo en que la visión en su última parte desde el versículo 9 presenta, efectivamente, al enemigo Seléucida de los Judíos y de su religión, es decir a Antíoco Epífanes. Y parecería que los versículos 13 y 14, se refieren a su contaminación del santuario y supresión del sacrificio continuo.

         Como de costumbre en Daniel, y en otras partes en la Escritura, la interpretación no sólo explica, sino que añade considerablemente, y hace hincapié en particular, no en el tipo que representa Antíoco Epífanes, sino en el antitipo representado por el enemigo final en la misma parte en el día postrero. Es débil pretender que el terrible final predicho para el infame personaje del futuro en este capítulo y al final de Daniel 11, se cumplió en la muerte de Antíoco Epífanes, terrible como fue su muerte en la estimación de los Griegos, así como de los Judíos. Así, la predicción real de su historia en los versículos precedentes del mismo capítulo (versículo 11 hasta el 32) no se detiene sobre ello como siendo comparable con la de aquel que es hallado al final.

         Incluso, en la primera parte (de Daniel 8), hay un paréntesis notable en los versículos 11 y 12 definido por el pronombre personal "él" en comparación con el pronombre personal "se" (que se refiere al cuerno pequeño) en los versículos anterior y posterior. Esto parece dar una marcada personalidad al malvado actor que está principalmente en consideración, por mucho que el rey que procuró la apostasía de los Judíos y la destrucción de los tales por rehusarse a ser Helenizados hizo que todo esto hiciera de él un 'tipo'.

         Pero la profecía sigue adelante hasta la consumación, cuando Dios interfiere en poder inconfundible. De ahí que el intérprete angélico daría a conocer a Daniel "lo que ha de ser en el fin de la indignación." (Daniel 8:19 - VM). ¿Quién puede decir, con la más pequeña demostración de verdad, que esto fue en los días de la maldad Siria o de la resistencia de los Macabeos? "El fin de la indignación" (VM) (o, "El fin de la ira" - RVR60) será sólo cuando Israel se haya arrepentido verdaderamente y Dios no tenga más controversia con Su pueblo. Tampoco esto debe sorprender a cualquiera que lea las Escrituras en fe, pues todos los profetas miran hacia ese tiempo feliz. La persona real delante de la mente del Espíritu Santo al final es uno que "se levantará contra el Príncipe de los príncipes", pero "será quebrantado, aunque no por mano humana" (Daniel 8:25), de una manera que sobrepasa a su tipo en la historia pasada. Por consiguiente, un intervalo ocurre necesariamente en cada una de las profecías. En ningún caso existe el propósito de continuidad. Bastante se ha dicho para hacer que sea clara la aplicación general; pero en cada caso el Espíritu Santo se detiene en la escena final que se relaciona con el tema que está ante nosotros, debido a que sólo entonces el juicio de Dios decidirá todo absoluta y públicamente, e introducirá el reino de poder y gloria que nunca se acabará.

 

         Daniel 9 tiene sus propias peculiaridades. Los que contrastan este libro con otras profecías, como careciendo del elemento predominantemente moral, sólo demuestran su propia ceguera. En ninguna profecía ello es tan evidente; y el mismo capítulo que tan profundamente presenta a Dios un corazón identificado con los pecados e iniquidades ("hemos pecado", etc.) de los hombres de Judá y de los habitantes de Jerusalén, y de todo Israel sea que estén ellos cerca o lejos, pero con la más ferviente intercesión, es precisamente el corazón que, tal como él oró, recibió de Dios una predicción que es, en algunos aspectos, la más sorprendente e importante de tales Escrituras. Aquí, incluso el racionalismo no puede sino reconocer que las bendiciones prometidas en el versículo 24 pertenecen a la esperanza Mesiánica, cuando los 490 años finalizan. De este modo comparte, con toda otra predicción en el libro, la marca de ir hasta el fin del siglo cuando los tiempos de los Gentiles sean cumplidos, y Dios establezca Su reino en Cristo por medio de juicios ejecutados sobre todo mal, Judío o Gentil. Pero aquí, cuando se hace referencia a los setenta años de Jeremías (Daniel 9:2), con el regreso provisional de un remanente desde Babilonia para reconstruir la ciudad y el santuario, no solamente se trata de Jehová el Dios de Israel, sino también de la primera venida del Mesías y de su muerte. Esto interrumpe la continuidad de las siete semanas, tal como debe ser naturalmente, y sigue una perspectiva no datada de desolación (Daniel 9:26). Pues ello claramente incluye el rechazo del Mesías, y no deja nada más que la destrucción de la ciudad y el templo, y una inundación de problemas sobre los Judíos. La interrupción, evidentemente, está allí. La muerte del Mesías fue "después" de la semana 69 = 483 años (N. del T.: "Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas. . ." = 69 semanas - Daniel 9:25). Luego sigue la desolación determinada, y hasta el fin de la guerra, enteramente fuera del curso de las "semanas", lo que es prácticamente imposible de negar.

         La última semana queda para el final, sin fijar ninguna conexión o punto de partida, excepto por el hecho de que el "príncipe "Romano (cuyo "pueblo" vino y destruyó Jerusalén) hará, en el tiempo del fin, pacto con "muchos", o con la masa de Judíos infieles, por una semana o siete años, y a la mitad de estos años hará cesar el sacrificio y la ofrenda (Daniel 9:27). Es decir, él abatirá la religión Judía, en contra de su convenio; y "debido a la protección [lit., alas]" (en lugar de "con la muchedumbre") "de abominaciones" o ídolos (Daniel 9:27 - Versión Inglesa J. N. Darby), que toma su lugar, "vendrá el asolador; y hasta la consumación, y consumación decretada, se derramará la ira sobre el pueblo asolado", es decir, Jerusalén. (Daniel 9:27 - VM). El desolador parece ser el último enemigo procedente del Nordeste, así como el príncipe Romano es aquel que es tan prominente en Daniel 7, donde vimos los tiempos y leyes entregadas en su mano para la misma última mitad de semana, o tres tiempos y medio (Daniel 7:25).

         En vez de esta interpretación clara, digna, y homogénea, ¿qué es lo que dicen los neocríticos? Ellos dicen: «No puede haber ninguna duda razonable de que esto ["se quitará la vida al Mesías"] es una referencia a la destitución del sumo sacerdote Onías III, y su asesinato llevado a cabo por Andrónico  (a.C. 171).»; mientras el resto es desviado a Antíoco. Por supuesto, todo es caos entre los críticos. El designio es tergiversar la profecía, desde la muerte de Cristo y el incendio de su ciudad y la inundación de desolación, a esos asesinos. El alcance preciso es claro si la interrupción de las series se observa en el texto, con la relación futura de la última semana. Si esto es verdad, es un golpe de muerte a los 'más altos críticos', y una prueba irrefutable de que el verdadero Daniel lo escribió, quien introduce claramente aquí la terrible verdad del rechazo de Cristo, el cual ha diferido "el reino del mundo" (Apocalipsis 11:15 - VM) hasta Su segundo advenimiento, mientras que los desastres de los pobres Judíos son mostrados no sólo hasta que los Romanos destruyeron su ciudad y templo, sino al fin del siglo cuando ellos experimenten su peor tribulación antes que la liberación venga para el piadoso en aquel día.

         Es bien sabido que el Sr. De Wette (N. del T.: Wilhelm Martin Leberecht de Wette, Enero 12, 1780 - Junio 16, 1849, fue un teólogo Alemán) en su versión Alemana de la Biblia se esforzó por eliminar a "Cristo" de esta gran profecía, de manera tan sorprendente para su cadena de fechas; y que los canes del racionalismo empeoran más el asunto destrozándolo desde entonces mediante la exageración de cualquier dificultad que pueda existir. La diferencia principal entre creyentes es la aplicación en una forma ligera de la expresión "la orden para restaurar y edificar a Jerusalén" (Daniel 9:25) al decreto de Artajerjes I Longimano ya sea en el séptimo año de su reinado (Esdras 7), o en el año 20 de su reinado (Nehemías 2). La propia predicción deja un margen, pues no dice 'en la semana sesenta y dos' sino "después de las sesenta y dos semanas" (Daniel 9:26), añadidas a las 7 semanas preliminares (Daniel 9:25) (= 69 semanas, o 483 años); tanto es así, que algunos suponen que este margen cubre los tres años o más del ministerio de nuestro Señor antes de la cruz, respondiendo, de hecho, a la primera semana en el mal del pacto del futuro príncipe Romano con los 'la masa' de Judíos impíos (Daniel 9:27). Por lo demás, los lineamientos son claros. Aquí De Wette delató su incredulidad; pues la palabra Mesías no requiere el artículo definido ni en Hebreo, ni en Inglés. En Inglés es correcto decir "shall Messiah be cut off" (Daniel 9:26 - Versión Inglesa del Rey Jaime, KJV1769), que en castellano se ha traducido, "el Mesías será muerto" (Daniel 9:26 - LBLA). ¿Por qué él dice aquí solamente "ein Gesalbter" [un Ungido], cuando en otras parte él escribe "der Gesalbter" [al o el Ungido]? ¿No fue esto deshacerse de la verdad de mayor peso predicha y cumplida, y evitar aquí la refutación total del ensueño acerca de los días de Antíoco Epífanes? Pero todo este esfuerzo es luchar contra la Palabra de Dios. ¡Que los hombres puedan enterarse de su locura y su pecado antes de que Su juicio los alcance! ¡Que ellos puedan ser perdonados para proclamar la verdad que han procurado destruir, y glorificar a Dios por medio de eso, si para vergüenza de ellos, ciertamente para su gozo y bendición para siempre!

         Por supuesto que para estos críticos el capítulo es confusión, y completamente indigno de un profeta. Pero el hecho de que el Mesías fuera muerto fue un suceso de trascendental importancia, especialmente siendo mediante la voluntad y culpabilidad de Su pueblo; tal como está implicado en la interrupción de las semanas, y la perspectiva no datada que sigue a la desolación de ellos, en la cual es prominente la destrucción consumada de su lugar y su nación por el pueblo Romano. Sin embargo, aún no se trata del príncipe que ha de venir. Él está reservado para la última semana, cuando hace un pacto con los "muchos", o mayoría impía, en contraste con el remanente fiel de los Judíos, y lo quebranta con aún más iniquidad, cuando llega el fin del mal, y sigue la bendición esperada.

 

         Los últimos tres capítulos son, también, una profecía particular, y el capítulo 11 es extremadamente minucioso, para feroz disgusto de quienes toman para sí la tarea de pensar por Dios y, si ellos pudieran, darle órdenes a Él. Hay una rica variedad en la Escritura, y no menos en la Palabra profética. Nuestro lugar es inclinarnos ante Dios y aprender de Él. La incredulidad se ocupa de juzgar a Aquel que es digno de toda confianza y adoración. Ahora bien, el capítulo 11, peculiar como puede ser, demanda y merece nuestra confianza más plena, no obstante lo que digan los escarnecedores. Fue en el tercer año del reinado de Ciro que la revelación vino a Daniel (Daniel 10:1). Otros tres reyes iban a surgir en Persia - Cambises, Pseudo Smerdis, y Darío Hystaspes; luego el cuarto, más rico que todos los demás, Jerjes, quien, cuando se fortaleció por medio de su riqueza, habría de levantar a todos contra el reino de Javán, o Grecia.* Esto proporciona la interrupción apropiada, que necesariamente debe existir, a menos que una continuidad ininterrumpida fuese insertada: una cosa sin precedente en semejantes casos, ya que la interrupción que tenemos parece ser regular.

 

{* Es una declaración falsa (página 61) que el escritor conoce solamente acerca de cuatro reyes de Persia - Ciro - Cambises, D. Hystaspes, y Jerjes, porque después de Ciro él se refiere a tres, y describe a Jerjes como el más rico. En Esdras 4 ellos son nombrados como Asuero correspondiendo a Cambises, Artajerjes a Pseudo Smerdis (quien ayudó a los adversarios), y Darío H. (quien adhirió a la proclamación de Ciro). Monarcas persas posteriores aparecen en Esdras y Nehemías.}

 

         El siguiente personaje es el príncipe Macedonio, quien devolvió el golpe proyectado por Persia. Ningún hombre honesto puede evitar ver a Alejandro el Grande en el versículo 3 del capítulo 11, o a su reino dividido en el versículo 4 del mismo capítulo, lo cual presenta dos de esas divisiones, el reino del norte y del sur, y sus conflictos que siguen. De nuevo, es claro y seguro que, en los versículos 21 al 32 del capítulo 11, nosotros tenemos un relato completo de aquel que odiaba más que ninguno a los Judíos y su religión. La teoría escéptica es que un patriota Judío en su día asumió ser Daniel, de antiguo renombre en el exilio, y convirtió la historia pasada en la profecía profesada hasta ese tiempo. Pero el hecho es opuesto a que, cuando se deja a un lado a Antíoco Epífanes, los versículos 33 al 35 proporcionan un prolongado estado de juicio que resultó largo para los Judíos, cuando su antiguo enemigo dejó de atribularlos, y el texto declara expresamente que el juicio de ellos iba a continuar "hasta el tiempo del fin." ("Por eso algunos de los sabios tropezarán, para que sean acrisolados, y purificados, y emblanquecidos, hasta el tiempo del fin: porque todavía es para el tiempo determinado." Daniel 11:35 - VM). Aquí, por lo tanto, la gran interrupción está implícita de acuerdo con las otras predicciones del libro, e incluso con el mismo principio en una escala más pequeña entre los versículos 2 y 3 de este capítulo.

         Luego, desde el versículo 36 nos hallamos confrontados con el último tiempo. No se nos dice acerca de un rey del norte o del sur como antes, sino de "el rey", ese último impío a quien un profeta tan distinguido y temprano como Isaías presenta en los capítulos 11:4; 30:33; 57:9, con la misma frase ominosa, el rival personal del Ungido, reinando en la tierra conforme a su propio placer, y contrastado así plenamente con Aquel que sólo hizo la voluntad de Su Padre. Se trata de un vigoroso bosquejo de uno exaltándose a sí mismo contra todo dios; mientras que Antíoco Epífanes fue devoto de los dioses de Grecia y Roma. Aunque hablando cosas impías contra el Dios de dioses, él va a prosperar hasta que la indignación (la ira) se cumpla - la indignación de Dios contra Su pueblo culpable (como Isaías también habló), otra demostración de que son días aún por venir. El príncipe Palestino (que no fue Antíoco Epífanes, sino rey del norte) no hará caso del Dios de sus padres, a saber, Jehová (pues él es un Judío apóstata), ni del más apreciado por las mujeres (el Mesías, la esperanza de Israel), ni de dios alguno (es decir, de los Gentiles), siendo esto último algo absurdo y falso de decir acerca de Antíoco Epífanes. ("No hará caso del dios de sus padres, ni del más apreciado por las mujeres. No hará caso de dios alguno, porque se engrandecerá sobre todo." Daniel 11:37 - RVA). Es, en verdad, el Anticristo largamente predicho y en ese entonces presente, suplantando a Cristo, negando al Padre y al Hijo, viniendo en su propio nombre, y recibido por aquellos que le rechazaron a Él, quien vino en el nombre del Padre. (Juan 5:43). Su destrucción y la de ellos es mostrada en otra parte, pero aquí el profeta vuelve a la antigua lucha de los reyes del norte y del sur, estando ambos tan opuestos al "rey" como el uno contra el otro: una demostración irrefutable de la locura, en primer lugar de imaginar a Antíoco Epífanes aquí y, luego, de negar que estos sucesos, creídos o no creídos, son presentados como la predicción del profeta de la futura última colisión.

 

         Observen, finalmente, qué acumulación de pruebas proporciona Daniel 12 de esos sucesos por venir, las cuales refutan el significativo esquema de ver solamente a Antíoco Epífanes hasta el final. Pues cuando el último rey del norte perece por el juicio divino, se asegura una intervención divina a favor de Israel "en aquel tiempo." (Daniel 12:1). Los Judíos la necesitarán extremadamente, pues ellos habrán pasado a través de esta, su última y más severa tribulación. Pero, a diferencia de su calamitosa historia por largos siglos, "en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro." (Daniel 12:1). No se trata de simple política ni de proezas, sino de misericordia para el justo. De ahí la figura apropiada de "muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el desprecio eterno." (Daniel 12:2 - LBLA). De igual modo Isaías (Isaías 26) y Ezequiel (Ezequiel 37) emplearon la misma figura de resurrección para el levantamiento, nacionalmente hablando, de Israel, pero con el rechazo de los injustos, tal como nuestro profeta indica claramente.

 

         Entonces, el resultado de este breve examen del libro, asaltado por la incredulidad neocrítica, es demostrar que el esquema de ellos es sin fundamento desde el comienzo hasta el fin, y que pasa por alto el gran alcance del imperio Gentil, tanto exotérico (Daniel 2) como esotérico (Daniel 7). En esto, un gobernante tan insignificante como Antíoco Epífanes no podía tener ningún lugar, y menos aún podía ser la culminación de todo al causar la extinción divina del entero sistema del imperio Gentil, y por tanto, la restauración de Israel bajo condiciones de bendición y gloria que cambiarán la historia del mundo. Está claro que semejante momento no ha llegado. Cuando Cristo vino, el cuarto imperio estaba en el poder; el cual también hará su papel contra Él en Su segundo advenimiento, tal como el Nuevo Testamento revela cuidadosa y claramente. Su cruz estableció la base para reconciliar, no sólo a los creyentes, sino también todas las cosas a su debido tiempo. En el mundo, mientras tanto, prosiguen "los tiempos de los gentiles" (Lucas 1:24), y "la indignación" o "la ira" contra Israel infiel (Daniel 11:36 - VM). El evangelio es, efectivamente, gracia soberana hacia todos y sobre todos los que creen, y la iglesia es el cuerpo de Cristo para la gloria celestial. Pero "el reino del mundo" de nuestro Señor y de Su Cristo aún no ha llegado, ni tampoco puede llegar hasta que la séptima trompeta sea tocada ("Y el séptimo ángel tocó la trompeta: y hubo grandes voces en el cielo, que decían: ¡El reino del mundo ha venido a ser el reino dé nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará para siempre jamás!" Apocalipsis 11:15 - VM). Aun en las profecías particulares de Daniel donde hay referencias a Antíoco Epífanes (Daniel 8 y Daniel 11), el libro mismo nos enseña a cotejar su maldad con un antitipo mayor y peor ligado expresamente al "tiempo del fin", lo que de ninguna manera es aplicable al rey Seléucida.

         De este modo se ve que cada parte del libro, cuando es recibido en fe, se alza en reprensión del sueño incrédulo que hace de Antíoco Epífanes el objeto supremo y la conclusión principal. Y del mismo modo que el Imperio Romano, en su forma aún no resurgida, es predicho desde la más temprana visión, y su juicio cuando el Hijo del Hombre aparezca en gloria, así también aprendemos de un monarca del noreste que va a oprimir a los Judíos en la crisis final (Daniel 8). Tampoco el libro guarda silencio acerca del papel del príncipe occidental haciendo y rompiendo su convenio con los Judíos, e imponiendo la idolatría sobre ellos, y causando así la consumación (Daniel 9). Luego, Daniel 11: 36 al 39, presenta el claro retrato del rey inicuo en la tierra, quien se engrandece sobre Dios y Cristo, así como sobre todo presunto dios, sin embargo él mismo honra a un dios extraño, exaltando a quien quiere, y repartiendo la tierra por ganancia. (Daniel 11: 38, 39). Si no tuviéramos al Señor Jesús vindicando para siempre "al profeta Daniel" (Mateo 24:25; Marcos 13:14), un examen semejante llama a un reconocimiento creyente y agradecido del libro, no sólo como genuino y auténtico, sino inspirado por Dios, proyectando Su luz con autoridad sobre todos los imperios Gentiles, y especialmente sobre el fin del siglo, sobre el cual cada parte converge.

 

         Fue para otros más que para nuestro profeta el disertar sobre las resplandecientes escenas de justicia y paz bajo Aquel que es igualmente Hijo de David y Señor de David (Mateo 22: 41-45), el Hombre cuyo nombre es el Renuevo (o, Vástago) y Jehová (Zacarías 6:12; Isaías 4:2), Rey sobre toda la tierra (Zacarías 14:9), así como Él es también Cabeza sobre todas las cosas ("y ha puesto todas las cosas bajo sus pies, y le ha constituído cabeza sobre todas las cosas" Efesios 1:22 - VM). Pero Daniel permanece sencillamente como profeta de "los tiempos de los gentiles"; y él es esto con una precisión y plenitud divinas para todos quienes son ahora hijos de la luz. Para otros es natural amar sólo las tinieblas más bien que la luz.

 

         Después de todo, que más se podía esperar de uno que, ignorando la Palabra y el Espíritu de Dios, adopta su postura sobre «nuestra razón y nuestra conciencia siendo ellas como luces que iluminan a todo hombre que nace en el mundo.» El apóstol Pablo afirma, en Romanos 1 y 2, que estas dos son suficientes para dejar sin excusa aun a un Gentil que no tiene la ley (aún menos el evangelio). ¡Piensen en un Cristiano profesante abandonando sus preciosos privilegios por terreno pagano! ¡Y qué perversión de Juan 1:9 para un propósito similar! Allí, en ese versículo, el evangelista afirma realmente la excelencia suprema de Cristo como la Luz, la cual, viniendo al mundo, alumbra a todo hombre, en vez de actuar, como la ley, en la esfera limitada de los Judíos. Uno podría entender tales ideas en un Cuáquero, aunque no pocos de los que pertenecen a esa Sociedad (N. del T.: The Religious Society of Friends - Quakers: Religious Witnesses for Peace since 1660 - Esp.: Sociedad de los Amigos) están más allá de eso. No es de extrañar que uno que está tan lejos de la verdad del evangelio testifique su gratitud al filósofo pagano Porfirio (232-304 d.C.) (páginas 86, 87, 317), el enemigo más amargo, no sólo de Cristo, sino del Cristianismo y de la revelación. No es de extrañar que él elogie las «varoniles palabras» de Grocio (N. del T.: Hugo Grotius (o Huigh de Groot o Grocio) (1583-1645)) al adoptar expresamente esta parte del escepticismo de Porfirio. «El injusto no sabe de vergüenza.» La 'alta crítica' comienza en la deslealtad a Dios y Su Palabra, y sólo puede obrar para producir más y mayor impiedad.

 

 

W. KELLY

 

[1] Nota del Traductor: Frederic William Farrar (1831-1903), conocido a menudo como Deán Farrar, fue un escritor teológico, nacido en Bombay (India) y educado en Inglaterra en el "King William's College" en la Isla de Man, el "King's College" de Londres, y la Universidad de Cambridge, y desde 1871 a 1876 fue Director del "Marlborough College". Se convirtió, sucesivamente, en Canónigo de Westminster y Rector de St. Margaret, Archidiácono de Westminster y Deán de Canterbury. Fue un elocuente predicador y un prolífico autor, incluyendo en sus escritos historias de la vida escolar, tales como "Eric" o "Poco a poco", y "St. Winifred", una "Vida de Cristo" (1874), la cual tuvo gran popularidad, una "Vida de San Pablo" (1879), y dos novelas históricas. Sus obras fueron traducidas a muchos idiomas, especialmente la "Vida de Cristo".

Él creía en la 'reconciliación universal' y pensaba que a la larga, todas las personas serían salvas, una opinión que él promovió en una serie de sermones. Farrar publicó "La Esperanza Eterna" en 1878 y "Misericordia y Juicio" en 1881, ambas obras defendiendo detenidamente el Universalismo Cristiano. {Fuente: Internet}

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Abril 2008.-

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Título original en Inglés:
THE GREAT PROPHECIES OF DANIEL, A Series of Lectures on The Prophecies and Principles of the Book of Daniel, by William Kelly
Publicado en Inglés por:
Pickering & Inglis, London, England