SINOPSIS
de los Libros
de la Biblia
EFESIOS
INTRODUCCIÓN
El
rico y bendito ámbito de aplicación de la Epístola a los Efesios
La epístola a los Efesios nos ofrece la más rica exposición de las bendiciones de los santos individualmente y de la
asamblea, exponiendo al mismo tiempo los consejos de Dios con respecto a la gloria de Cristo. Cristo mismo es visto como Aquel
que ha de sostener todas las cosas reunidas bajo Su mano, como Cabeza de la asamblea. Vemos a la asamblea colocada en la más
íntima relación con Él, así como los que la componen lo están con el Padre mismo, y en la posición celestial otorgada a ella
por la gracia soberana de Dios. Ahora bien, estos caminos de gracia para con ella revelan a Dios mismo, y en dos caracteres
distintos; tanto en relación con Cristo como con los Cristianos. Él es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Él es
el Dios de Cristo, cuando se considera a Cristo como hombre; Él es el Padre de Cristo cuando se le considera como el Hijo
de Su amor. En el primer carácter, la naturaleza de Dios es revelada; en el segundo, vemos la íntima relación que disfrutamos
con Aquel que tiene este carácter de Padre, y esto según la excelencia de la relación propia de Cristo con Él. Es esta relación
con el Padre, así como aquella en la cual nosotros estamos con Cristo, como Su cuerpo y Su novia, la que es la fuente de bendición
para los santos y para la asamblea de Dios, de la cual la gracia nos ha hecho miembros como un todo.
Capítulo
1
Las
bendiciones de la asamblea y de los santos individualmente
Incluso la forma en que está escrita esta epístola, muestra de qué forma los pensamientos del apóstol estaban llenos
del sentido de la bendición que pertenece a la asamblea. Después de haber deseado gracia y paz a los santos y fieles [1] en
Éfeso de Dios, el Padre de los verdaderos Cristianos, y de Jesucristo su Señor, él comienza a hablar de inmediato de las bendiciones
de las cuales todos los miembros de Cristo participan. Su corazón estaba lleno de la inmensidad de la gracia; y nada en el estado espiritual de los Cristianos efesios requirió algún comentario particular adaptado
a dicho estado. Es la cercanía del corazón a Dios la que produce la sencillez, y la que nos permite disfrutar, en sencillez
de las bendiciones de Dios de la forma que Dios mismo las confiere, tal como fluyen de Su corazón, en toda la excelencia de
ellas - disfrutarlas en relación con Aquel que las imparte, y no meramente en un modo adaptado al estado de aquellos a quienes
son impartidas; o a través de una comunicación que sólo revela una parte de estas bendiciones, porque el alma no sería capaz
de recibir más. Efectivamente, cuando estamos cerca de Dios, lo estamos en sencillez, y toda la extensión de Su gracia y de
nuestras bendiciones se despliega de la forma en que se encuentra en Él.
[1] La palabra traducida "fieles" podría ser traducida como 'creyentes.' Esta palabra
se usa como un término sobrescrito, tanto aquí como en la epístola a los Colosenses. Debemos recordar que el apóstol estaba
entonces en prisión, y que la Cristiandad ya había sido establecida por algunos años, y estaba expuesta a toda clase de ataques.
Decir que uno era creyente como en el principio, era decir que él era fiel. La palabra, entonces, no expresa meramente que
ellos creían, ni que cada individuo caminaba fielmente, sino que el apóstol se dirigió a aquellos quienes por gracia mantenían
fielmente la fe que habían recibido.
La
proximidad moral a Dios y la conducta adecuada a ella; el creyente no es abandonado a causa de faltas, sino que la gracia
se
adapta
a nuestras carencias y necesidades
Es importante notar aquí, de paso, dos cosas: primero, que la proximidad moral a Dios, y la comunión con Él, son los
únicos medios para cualquier crecimiento verdadero en el conocimiento de Sus modos de obrar y de las bendiciones que Él imparte
a Sus hijos, porque esta es la única posición en la cual los podemos percibir, o de ser moralmente capaces de hacerlo; y,
también, que toda conducta que no sea apropiada a esta proximidad a Dios, toda liviandad de pensamiento, la cual Su presencia
no admite, nos hace perder estas comunicaciones de parte de Él y nos hacen incapaces de recibirlas. (Comparen con Juan 14:
21-23). En segundo lugar, no es que el Señor nos abandona a causa de estas faltas o de este descuido; Él intercede por nosotros,
y nosotros experimentamos Su gracia, pero esto ya no es más comunión o progreso inteligente en las riquezas de la revelación
de Sí mismo, de la plenitud que hay en Cristo. Esto es gracia adaptada a nuestras
carencias, una respuesta a nuestra miseria. Jesús nos extiende Su mano según la necesidad que sentimos - necesidad producida
en nuestros corazones por la operación del Espíritu Santo. Esto es gracia infinitamente preciosa, una dulce experiencia de
Su fidelidad y amor: aprendemos, por medio de esto, a discernir el bien y el mal juzgando el yo, pero la gracia se tuvo que
adaptar a nuestras carencias, y recibir un carácter de acuerdo a aquellas carencias, como respuesta a ellas; hemos tenido
que pensar en nosotros mismos.
Restaurar
la gracia no es comunión;
la
fuente positiva de gozo eterno
En un caso como este, el Espíritu Santo hace que nos ocupemos de nosotros mismos (por gracia, sin duda), y cuando hemos
perdido la comunión con Dios, no podemos descuidar este regreso hacia nosotros mismos sin engañarnos y endurecernos a nosotros
mismos. ¡Es lamentable! las relaciones de muchas almas con Cristo apenas van más allá de este carácter. Es demasiado común
a todos. En una palabra, cuando esto sucede, habiendo sido admitido el pensamiento de pecado en el corazón, para que nuestras
relaciones con el Señor sean verdaderas, esto debe ser en el terreno de esta triste admisión del pecado (por lo menos en pensamiento).
Es solamente la gracia la que nos permite tener que ver de nuevo con Dios. El hecho de que Él nos restaura realza Su gracia
ante nuestros ojos; pero esto no es comunión. Cuando caminamos con Dios, cuando caminamos según el Espíritu sin contristarle,
Él nos mantiene en comunión, en el disfrute de Dios, la fuente positiva de gozo - de un gozo eterno. Esta es una posición
en la que Él puede ocuparnos - como estando nosotros mismos interesados en todo lo que le interesa a Él - con todo el desarrollo
de Sus consejos, Su gloria y Su bondad, en la Persona de Jesús el Cristo, Jesús el Hijo de Su amor; y el corazón es ensanchado
en la medida de los objetos que lo ocupan. Esta es nuestra condición espiritual normal. En lo general, este era el caso de
los Efesios.
El
don especial de Pablo; el secreto de la bendición de la asamblea;
en
Cristo y en Sus relaciones con Dios, en los lugares celestiales
Ya hemos comentado que Pablo había sido especialmente dotado por Dios para comunicar Sus consejos y Sus modos de obrar
en Cristo; así como Juan lo fue para dar a conocer Su carácter y Su vida tal como fue manifestada en Jesús. El resultado de
este don particular en nuestro apóstol se encuentra naturalmente en la epístola que estamos considerando. No obstante, estando
nosotros en Cristo, encontramos en ella un desarrollo notable de nuestras relaciones con Dios, de la intimidad de esas relaciones,
y del efecto de esa intimidad. Cristo es el fundamento sobre el cual son edificadas nuestras bendiciones. La forma en que
las disfrutamos es estando en Él. Así, nosotros llegamos a ser el objeto real y presente del favor de Dios el Padre, así como
Cristo mismo es el objeto de este favor. Hemos sido dados a Él por el Padre; Cristo ha muerto por nosotros; nos ha redimido,
lavado y vivificado, y nos presenta, según la eficacia de Su obra y según la aceptación de Su Persona, ante Dios, Su Padre.
El secreto de toda la bendición de la asamblea es que es bendecida con Jesús mismo, y por eso - así como Él, visto como hombre
- ella es aceptada ante Dios, porque la asamblea es Su cuerpo, y disfruta en Él, y por Él, de todo lo que Su Padre le ha conferido.
El Cristiano es amado individualmente, tal como Cristo fue amado en la tierra; de aquí en adelante él participará de la gloria
de Cristo ante los ojos del mundo, como una prueba de que él fue amado así, en relación con el nombre del Padre, lo cual Dios
sostiene con respecto a esto (Juan 17: 23-26). Por eso nosotros vemos en esta epístola, en general, al creyente en Cristo,
no a Cristo en el creyente, aunque eso ciertamente es verdadero. La epístola nos conduce a los privilegios del creyente y
de la asamblea, más que a la plenitud de Cristo mismo, y hallamos más el contraste entre esta nueva posición con lo que éramos
siendo parte del mundo, que el desarrollo de la vida de Cristo: esto se encuentra más ampliamente en la Epístola a los Colosenses,
la cual se ocupa más de Cristo en nosotros. Pero esta epístola que estamos comentando, colocándonos en la relación de Cristo
con Dios y el Padre y sentados en lugares celestiales, da el carácter más alto de nuestro testimonio aquí.
Las
dos relaciones de Cristo con Dios, Su Padre
Versículo 3. Ahora bien, Cristo está en dos relaciones con Dios, Su Padre. Una es que Él es un hombre perfecto ante
Su Dios; la otra es que Él es un Hijo con Su Padre. Nosotros hemos de compartir ambas relaciones. Esto lo anunció Él a Sus
discípulos antes de que regresara al cielo: es revelado en todo su alcance por las palabras que Él habló: "Subo a mi Padre
y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." (Juan. 20:17) Esta preciosa - esta inapreciable verdad, es el fundamento de
la enseñanza del apóstol en este lugar. Él considera a Dios en este doble aspecto, como el Dios de nuestro Señor Jesucristo,
y como el Padre de nuestro Señor Jesucristo; y nuestras bendiciones están en relación con estos dos títulos.
Los
modos de obrar de Dios,
pensamientos
y consejos considerados aquí
Pero antes de procurar presentar en forma detallada los pensamientos del apóstol, notemos que él comienza aquí enteramente
con Dios, con Sus pensamientos y Sus consejos, no con lo que el hombre es. Podemos asirnos de la verdad, por decirlo así,
por uno u otro de estos dos fines - por el de la condición del pecador en relación con la responsabilidad del hombre, o por
el de los pensamientos y consejos eternos de Dios en vista de Su propia gloria. Este último es ese aspecto de la verdad al
cual el Espíritu nos hace mirar aquí. Incluso la redención, tan gloriosa como es en sí misma, es consignada al segundo lugar,
como medio por el cual disfrutamos el efecto de los consejos de Dios.
Era necesario que los modos de obrar de Dios hubieran de ser considerados en este aspecto, es decir, Sus propios pensamientos,
no meramente los medios por los que es traído el hombre al gozo del fruto de ellos. Es la epístola a los Efesios la que nos
los presenta así; al igual que la escrita a los Romanos, la cual después de decir qué es la bondad de Dios, comienza con el
estado del hombre, demostrando la maldad y presentando a la gracia como lo que la enfrenta y lo liberta de ella.
Resumen
del capítulo 1
"El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales
en Cristo, según nos escogió en él."(Efesios 1: 3, 4a) El capítulo 1 despliega estas bendiciones (versículos 4 al 7), y los
medios por los cuales son compartidas; en los versículos 8-10, leemos acerca del propósito establecido por Dios para la gloria
de Cristo, en Quien poseemos estas bendiciones. Luego, los versículos 11-14, ponen ante nosotros la herencia, y el Espíritu
Santo dado como un sello a nuestras personas, y como las arras de nuestra herencia. Sigue, entonces, a continuación, una oración
en la que el apóstol pide que sus amados hijos en la fe (incluyéndonos a nosotros mismos) digamos que podemos conocer nuestros
privilegios y el poder por el que hemos sido traídos a ellos, el mismo poder que levantó a Cristo de entre los muertos y lo
colocó a la diestra de Dios para poseerlos, como Cabeza de la asamblea, la cual es Su cuerpo, la cual será establecida con
Él sobre todas las cosas creadas por su Cabeza como Dios y que Él heredará como hombre, llenando todas las cosas con Su gloria
divina y redentora. En pocas palabras, primero tenemos el llamamiento de Dios, lo que los santos son ante Él en Cristo; luego,
habiendo declarado el pleno propósito de Dios con respecto a Cristo, la herencia de Dios en los santos; tenemos entonces la
oración pidiendo que podamos saber estas dos cosas, y el poder por el cual somos traídos a ellas y a disfrutar de ellas.
"Toda
bendición espiritual"; el carácter, el alcance,
el
origen y la medida de ellas
Pero debemos examinar estas cosas más detalladamente. Hemos visto el establecimiento de las dos relaciones entre el
hombre y Dios - relaciones en las que Cristo mismo está. Él subió a Su Dios y a nuestro Dios, a Su Padre y a nuestro Padre.
Compartimos con Él todas las bendiciones que emanan de estas dos relaciones. Él nos ha bendecido con todas las bendiciones
espirituales; no falta ninguna. Y ellas son del orden más alto; no son temporales, como eran las de los Judíos. Es en la capacidad
más exaltada del hombre renovado que disfrutamos de estas bendiciones: y son adaptadas a esa capacidad, son espirituales.
Estas bendiciones están también en la más alta esfera: no están en Canaán o la tierra de Emmanuel. Estas bendiciones se nos
otorgan "en los lugares celestiales"; se nos otorgan de la manera más excelente - una manera que no da lugar a ninguna comparación
- están en Cristo. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo nos ha bendecido con todas las bendiciones espirituales en
los lugares celestiales en Cristo. Pero esto emana del corazón de Dios mismo, desde un pensamiento más allá de las circunstancias
en que Él nos encuentra en el tiempo. Este era nuestro lugar en Su corazón, "antes de la fundación del mundo." Él se propuso
darnos un lugar en Cristo. Él "nos escogió en Él."
¡Qué bendición, qué fuente de gozo, qué gracia, el hecho de ser así los objetos del favor de Dios, según Su amor soberano!
Si lo midiéramos, es por Cristo por quien debemos procurar hacerlo; o, por lo menos, es así que debemos sentir lo que este
amor es. Nótese especialmente aquí la manera en que el Espíritu Santo lo mantiene continuamente ante nuestros ojos, que todo
está en Cristo - en los lugares celestiales en Cristo - Él nos había elegido "en Él" - para ser adoptados hijos suyos por
medio de Jesucristo - hechos "aceptos en el Amado." Este es uno de los principios fundamentales de la instrucción del Espíritu
en este lugar. El otro es que la bendición tiene su fuente en Dios mismo. Él es su fuente y autor. Su propio corazón, si podemos
expresarlo así, y Su propia mente, son su fuente y medida. Por lo tanto es solamente en Cristo que podemos tener cualquier
medida de aquello que no puede ser medido. Porque Él es, completa y adecuadamente, el deleite de Dios. El corazón de Dios
encuentra en Él un objeto suficiente para expresarse sin restricción enteramente a sí mismo, hacia el cual Su amor infinito
puede ejercerse completamente.
La bendición, entonces, proviene de Dios; pero además está con Él mismo y ante Él, para gratificarse a Sí mismo, para
satisfacer Su amor. Es Él quien nos ha elegido, es Él quien nos ha predestinado, es Él quien nos ha bendecido; pero es para
que podamos estar ante Él, y ser adoptados como hijos Suyos. Así es la gracia en estos grandes fundamentos. Esto es, por consiguiente,
lo que la gracia se complació en hacer por nosotros.
Escogidos
en Cristo, en los consejos de Dios,
antes
de que el mundo existiera;
la
responsabilidad del hombre desde la creación de Adán hasta la cruz
Pero hay otra cosa que debemos notar aquí. Somos escogidos en Él antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4). Ahora
bien, esta expresión no es simplemente la de la soberanía de Dios. Si Dios escogiera a algunos ahora, sería tan soberano como
si lo hubiera hecho antes de la fundación del mundo: pero esto muestra que nosotros pertenecemos, en los consejos de Dios,
a un sistema establecido por Él en Cristo antes de que el mundo existiera, un sistema que no es del mundo cuando este ya existe,
y que es un sistema que existirá después de que la forma de este mundo haya pasado. Este es un aspecto muy importante del
sistema Cristiano. La responsabilidad entró (para el hombre por supuesto) con la creación de Adán en este mundo. Nuestro lugar
nos fue dado en Cristo antes de que el mundo existiese. El desarrollo de todos los caracteres de esta responsabilidad continuó
hasta la cruz y terminaron allí; este es el desarrollo de los caracteres de la responsabilidad del hombre: primero inocente,
luego un pecador sin ley, después un pecador bajo la ley, y, cuando fue culpable en todo, vino la gracia - Dios mismo viene
al mundo de pecadores en su bondad y encuentra odio a cambio de Su amor. El mundo quedó juzgado y los hombres perdidos, y
esto lo aprende ahora el individuo con respecto a sí mismo. Pero entonces la redención fue consumada, y el pleno consejo y
propósito de Dios en la nueva creación en Cristo resucitado fueron revelados, el último Adán, "el misterio, que por todos
los siglos ha estado encubierto" (Efesios 3:9 - VM), mientras la responsabilidad
del primer hombre estaba siendo probada. Comparen con 2 Timoteo 1: 9-11; Tito 1: 2, donde vemos esta verdad presentada de
una manera muy clara.
La
responsabilidad y la gracia reconciliadas solamente en Cristo
Esta responsabilidad y la gracia no pueden ser realmente reconciliadas sino sólo en Cristo. Los dos principios estaban
en los dos árboles del jardín del Edén; luego la promesa a Abraham incondicionalmente, para que pudiésemos comprender que
la bendición era por pura gracia; después, la ley presentó nuevamente a ambos [principios] juntos, pero presentó la vida como
consecuencia de la responsabilidad. Cristo vino, Él es la vida, tomó sobre Sí mismo, por todos los que creen en Él, la consecuencia
de la responsabilidad, y vino a ser, como el Hijo divino y también como Cabeza resucitada de entre los muertos, la fuente
de vida, habiendo sido quitado nuestro pecado; y aquí, como resucitados con Él, no solamente hemos recibido la vida, sino
que estamos en una nueva posición habiendo sido resucitados con Él de la muerte, y tenemos una porción según los consejos
que establecieron todo en Él antes de que el mundo existiera, y son establecidos según la justicia y la redención, como una
nueva creación, de la que el Segundo Hombre es la cabeza. El capítulo siguiente explicará cómo fuimos sacados a este lugar.
Nuestras
bendiciones relacionadas con los dos caracteres en que Dios se ha revelado a Sí mismo
Hemos dicho que Dios se revela a Sí mismo en dos caracteres, incluso en Su relación con Cristo; Él es Dios, y Él es
Padre. Y nuestras bendiciones están relacionadas con esto; es decir, con Su naturaleza perfecta como Dios, y con la intimidad
de la relación positiva con Él como Padre. El apóstol no aborda aún el asunto de la herencia, ni de los consejos de Dios,
con respecto a la gloria de la cual Cristo ha de ser el centro como un todo; sino que él habla de nuestra relación con Dios,
de lo que somos con Dios y ante Él, y no de nuestra herencia - de lo que Él nos ha hecho ser, y no de lo que Él nos ha dado.
En los versículos 4-6, se explica nuestra porción en Cristo ante Dios. El versículo 4 está subordinado al nombre de Dios;
el versículo 5, al nombre de Padre.
El
carácter de Dios es descrito en lo que se atribuye a los santos;
semejantes
a Dios en Su naturaleza y capaces de disfrutarlo en Cristo
El carácter de Dios es descrito en lo que se atribuye a los santos (v. 4). Dios podía encontrar Su delicia moral únicamente
en Sí mismo y en lo que moralmente es semejante a Él. Este es realmente un principio universal. Un hombre honrado no puede
encontrar ninguna satisfacción en uno que no se le parece respecto a esto. Con mayor razón aún Dios no podría soportar lo
que está en oposición con Su santidad, puesto que, en la actividad de Su naturaleza, Él debe rodearse con lo que Él ama y
de lo que se deleita. Pero, antes de todo, Cristo es esto en Sí mismo. Él es personalmente la imagen del Dios invisible. El
amor, la santidad, la perfección intachable en todas Sus formas, están unidas a Él. Y Dios nos ha elegido en Él. En el versículo
4 encontramos nuestra posición con respecto a esto. Primeramente, estamos ante
Él: Él nos trae a Su presencia. El amor de Dios tiene que hacer esto para satisfacerse a sí mismo. El amor que está en nosotros
también debe ser hallado en esta posición para tener su objeto perfecto. Es allí únicamente donde se puede encontrar la felicidad
perfecta. Pero siendo esto así, es necesario que seamos semejantes a Dios. Él no nos podría traer a Su presencia para deleitarse
en nosotros y no obstante admitirnos allí sin que Él encuentre deleite en nosotros. Por eso, Él nos escogió en Cristo, para
que fuésemos santos y sin mancha delante de Él en amor. Él mismo es santo en Su carácter, intachable en todos Sus modos de
obrar, Su naturaleza es amor. Es una posición de felicidad perfecta - en la presencia de Dios, semejante a Él; y eso, en Cristo,
el objeto y la medida de afecto divino. Así Dios se complace en nosotros; y nosotros, poseyendo una naturaleza semejante a
la de Él con respecto a sus cualidades morales, somos capaces de disfrutar de esta naturaleza completamente y sin estorbo,
y de disfrutarla en su perfección en Él. Es también Su propia elección, Su propio afecto, que nos ha puesto allí, y nos ha
puesto allí en Cristo quien, siendo Su eterno deleite, es digno de todo esto; para que el corazón encuentre su reposo en esta
posición, porque nuestra naturaleza concuerda con la de Dios, y también fuimos escogidos para esto, lo que muestra el afecto
personal que Dios tiene para con nosotros. Hay también un objetivo perfecto y supremo del cual nos ocupamos.
El
gozo inalterable de la naturaleza de Dios
Observen que, en la relación de la cual hablamos aquí, la bendición está en relación con la naturaleza de Dios; por
lo tanto, no se dice que somos predestinados a esto según el puro afecto de Su voluntad (Efesios 1:5). Somos escogidos en
Cristo para ser bendecidos en Su presencia; es Su gracia infinita; pero el gozo de Su naturaleza no podría (ni tampoco podría
la nuestra en Él) ser otro de lo que es, porque tal es Su naturaleza. La felicidad no se podría encontrar en otra parte o
con otro.
Predestinados
a privilegios particulares como hijos
Pero en el versículo 5 llegamos a privilegios particulares, y somos predestinados a estos privilegios. "...habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad." Este versículo
no pone ante nosotros la naturaleza de Dios, sino la intimidad, como hemos dicho, de una relación positiva. Por lo tanto,
es según el puro afecto de Su voluntad. Él puede tener ángeles ante Él como siervos; pero Su voluntad fue tener hijos.
La
forma y el carácter de la relación del creyente con Dios
son
dependientes de Su voluntad soberana
Se podría decir quizás, que si uno es admitido a deleitarse en la naturaleza de Dios, difícilmente uno podría no estar
en una relación íntima; pero la forma, el carácter, de tal relación, depende ciertamente de la voluntad soberana de Dios.
Además, ya que poseemos estas cosas en Cristo, el reflejo de esta naturaleza divina y la relación de hijo van juntos, porque
los dos se unen en nosotros. No obstante, debemos recordar que nuestra participación en estas cosas depende de la voluntad
soberana de Dios nuestro Padre; así como los medios de compartirlas, y la manera en que las compartimos, es porque estamos
en Cristo. Dios nuestro Padre, en Su bondad soberana, según Sus consejos de amor, escoge tenernos cerca de Sí mismo. Este
propósito, que nos une a Cristo en la gracia, se expresa fuertemente en este versículo, así como también lo que lo precede.
No sólo caracteriza nuestra posición, sino que el Padre se presenta a Sí mismo en una manera peculiar con respecto a esta
relación. El Espíritu Santo no está satisfecho diciendo, "habiéndonos predestinado para ser adoptados," sino que Él agrega:
"hijos suyos." Uno podría decir que esto está implicado en la palabra "adoptados." Pero el Espíritu haría una distinción especial
en este pensamiento para nuestros corazones, en que el Padre escoge tenernos en una relación íntima con Él mismo como hijos.
Para Él somos hijos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de Su voluntad.
Si Cristo es la imagen del Dios invisible, nosotros llevamos esta semejanza, siendo escogidos en Él. Si Cristo es Hijo, nosotros
entramos en esa relación.
La
gloria de la gracia de Dios; en el Amado
Estas son, entonces, nuestras relaciones, tan preciosas, tan maravillosas, con Dios nuestro Padre en Cristo. Estos
son los consejos de Dios. No encontramos nada aún de la condición previa de aquellos que habían de ser llamados a esta bendición.
Es un pueblo celestial, una familia celestial, según los propósitos y consejos de Dios, es el fruto de Sus pensamientos eternos
y de Su naturaleza de amor - lo que aquí se llama "la gloria de su gracia." (Efesios 1:6) No podemos glorificar a Dios por
agregar algo a Él. Él se glorifica a Sí mismo cuando Él se revela. Por lo tanto, todo esto es para alabanza de la gloria de
Su gracia, según la cual Él ha actuado hacia nosotros en la gracia en Cristo; según la cual, Cristo es la medida y la forma
de ella hacia nosotros, es en Él en quien la compartimos. Toda la plenitud de esta gracia se revela en Sus modos de obrar
para con nosotros - los pensamientos originales de Dios, por decirlo así, que no tienen ninguna otra fuente aparte de Él mismo,
y en y por medio de los cuales Él se revela a Sí mismo, y por la realización de los cuales Él se glorifica a Sí mismo. Y observen
aquí, que al final del versículo 6 el Espíritu no dice 'el Cristo'. Cuando habla de Él, el Espíritu pondría énfasis en los
pensamientos de Dios. Él ha actuado hacia nosotros en gracia en el Amado - en Aquel que es peculiarmente el objeto de Sus
afectos. Él pone de relieve esta característica de Cristo cuando habla de la gracia conferida a nosotros en el Amado. ¿Había
un objeto especial del amor, del afecto de Dios? Él nos ha bendecido en aquel objeto.
Quiénes
son escogidos para ser bendecidos, y dónde
¿Y dónde nos encontró cuando quería ponernos en esta posición gloriosa? ¿A quién escoge Él para bendecir de esta manera?
A pobres pecadores, muertos en sus delitos y pecados, a los esclavos de Satanás y de la carne.
La
redención, los consejos eternos de Dios revelándole como glorioso en gracia
Si es en Cristo que vemos nuestra posición según los consejos de Dios, es en Él también donde encontramos la redención
que nos establece en ella. Tenemos redención por Su sangre, el perdón de nuestros pecados (Efesios 1:7). Aquellos a quienes
Él bendeciría eran pobres y miserables por causa del pecado. Él ha actuado hacia ellos según las riquezas de Su gracia. Hemos
notado ya, que el Espíritu revela en este pasaje los consejos eternos de Dios con respecto a los santos en Cristo, antes de
que Él hable del tema del estado desde el cual Él los sacó, cuando los encontró en su condición de pecadores aquí abajo. Ahora
se revelan todos los pensamientos de Dios con respeto a ellos en Sus consejos, en los que Él se glorifica a Sí mismo. Por
lo tanto, se dice que lo que Él tuvo a bien hacer con los santos fue según la gloria de Su gracia (Efesios 1:6). Él se revela
a Sí mismo en esto. Lo que Él ha hecho para pobres pecadores es según las riquezas de Su gracia. En Sus consejos, Dios se
ha manifestado a Sí mismo; Él es glorioso en gracia. En Su obra, Él piensa en nuestra miseria, en nuestras necesidades, según
las riquezas de Su gracia: nosotros tenemos parte en estas riquezas, como siendo el objeto de ellas en nuestra pobreza, en
nuestra necesidad. Él es rico en gracia. DE esta manera, nuestra posición está ordenada y establecida según los consejos de
Dios, y por la eficacia de Su obra en Cristo - nuestra posición, es decir, con referencia a Él. Si hemos de pensar aquí, donde
son revelados los pensamientos y los consejos de Dios, si la remisión y la redención vienen de esto, no debemos pensar según
nuestra necesidad como su medida, sino según la medida de las riquezas de la gracia de Dios.
La
determinada gloria de Cristo; nuestra herencia en Él
Pero hay más: Dios, habiéndonos puesto en esta intimidad, nos revela Sus pensamientos respecto a la gloria de Cristo
mismo. Esta misma gracia nos ha hecho los depositarios del propósito establecido de Sus consejos, con respecto a la gloria
universal de Cristo, para la dispensación del cumplimiento de los tiempos. Este es un favor inmenso que nos concedió. Nosotros
estamos interesados en la gloria de Cristo tanto como somos bendecidos en Él. Nuestra cercanía a Dios y nuestra perfección
ante Él nos permite tener interés en Sus consejos con respecto a la gloria de Su Hijo. Y esto conduce a la herencia (compárese
con Juan 14:28). Así Abraham, aunque en una posición inferior, era el amigo de Dios. Dios nuestro Padre nos ha permitido disfrutar
de todas las bendiciones en los lugares celestiales; pero Él reunirá todas las cosas en Cristo, así las que están en los cielos,
como las que están en la tierra, bajo Cristo como Cabeza, y nuestra relación con todo eso es puesta bajo Él, así como nuestra relación con Dios Su Padre, depende de nuestra posición en Él; es en Él que tenemos
nuestra herencia.
La
posición en virtud de la cual la herencia nos corresponde;
la
alabanza de Su gloria y la alabanza de la gloria de Su gracia
El beneplácito de Dios era reunir todo lo creado bajo la mano de Cristo (Efesios 1:9 y ss.). Este es Su propósito para
la administración de los tiempos en los que se manifestará el resultado de todos Sus modos de obrar [2]. Nosotros heredamos
nuestra parte en Cristo, herederos de Dios, como se dice en otra parte, coherederos con Cristo. Aquí, sin embargo, el Espíritu
pone ante nosotros la posición en virtud de la cual nos ha tocado la herencia, más bien que la herencia misma. Él lo atribuye
también a la soberanía de Dios, como hizo antes con respecto a la relación especial de hijos para con Dios. Observen también
aquí, que en la herencia seremos para alabanza de su gloria; así como en nuestra relación con Él somos para alabanza de la
gloria de Su gracia. Manifestados en posesión de la herencia, seremos la exhibición de Su gloria hecha visible y vista en
nosotros; pero nuestras relaciones con Él son el fruto, para nuestras propias almas, con Él y ante Él, de la gracia infinita
que nos ha introducido allí y nos ha capacitado para ellas.
[2] Será un espectáculo grandioso, como resultado de los modos de obrar de Dios, ver
todas las cosas reunidas en perfecta paz y unión bajo la autoridad del hombre, del segundo Adán, el Hijo de Dios; estando
nosotros asociados con Él en la misma gloria con Él, Sus compañeros en la gloria celestial, objetos de los consejos eternos
de Dios. No entraré aquí en detalles acerca de esta escena, porque el capítulo que estamos considerando dirige nuestra atención
a las comunicaciones de los consejos de Dios respecto a ella, y no a la escena misma. El estado eterno, en el que Dios es
todo en todos, es otra cosa. La dispensación, o más bien administración (N. del T.: en el comentario original en Inglés se
utiliza la palabra "administración") del cumplimiento de los tiempos es el resultado de los modos de obrar de Dios en el gobierno;
el estado eterno, el de la perfección de Su naturaleza. Nosotros, incluso en el gobierno, somos presentados como hijos según
Su naturaleza. ¡Maravilloso privilegio!
La
gloria concedida en Cristo como hombre; los creyentes Judíos en Cristo antes de que Él regrese, y el remanente Judío en los
últimos días
Tales son, entonces, los consejos de Dios nuestro Padre con respecto a Cristo, en lo que se refiere a la gloria conferida
a Él como hombre. Él reunirá todas las cosas en Él como Cabeza de ellas. Y como es en Él en quien tenemos nuestra posición
verdadera con respecto a nuestra relación con Dios el Padre, así también es con respecto a la herencia concedida a nosotros.
Estamos unidos a Cristo en relación con lo que está arriba; asimismo lo estamos con respecto a lo que está abajo. El apóstol
habla aquí primeramente de Cristianos Judíos, que han creído en Cristo antes de que Él se manifieste; este es el significado
de: "nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo." (Efesios 1:12). Si puedo aventurar usar una nueva palabra, «que 'PRE-confiábamos' en Cristo» - es decir, que confiaban en Él antes de que Él apareciera. El remanente de los Judíos en
los últimos días creerá (como Tomás) cuando Le vean. Bienaventurados los que no vieron, y creyeron. El apóstol habla aquí
de aquellos que de entre los Judíos ya habían creído en Él.
Sellados
con el Espíritu Santo de la promesa
En el versículo 13, él extiende la misma bendición a los Gentiles, lo que da ocasión para otra preciosa verdad con
respecto a nosotros - algo que es verdadero de todo creyente, pero que tenía una fuerza especial con respecto a aquellos de
entre los Gentiles. Dios había puesto Su sello en ellos por medio el don del Espíritu Santo. Ellos no eran herederos de las
promesas según la carne; pero, cuando creyeron, Dios los selló con el Espíritu Santo de la promesa, que es "las arras de nuestra
herencia," tanto de uno como del otro, Judíos y Gentiles, hasta que la redención
de la posesión adquirida por Cristo le sea entregada a Él, hasta que Él tome, de hecho, posesión de ella por Su poder - un
poder que no permitirá subsistir a ningún adversario. Observen que el tema no es aquí el del nuevo nacimiento, sino que el
de un sello puesto en los creyentes, una demostración y garantía de la futura plena participación en la herencia que pertenece
a Cristo - una herencia a la que Él tiene derecho mediante la redención, por medio de la cual Él ha comprado todas las cosas
para Sí mismo, pero de las cuales Él solamente se apropiará por Su poder, cuando habrá reunido a todos los coherederos para
disfrutarlas con Él.
El
Espíritu Santo como las arras (la garantía) de la herencia no poseída aún
El Espíritu Santo no es las arras del amor. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos fue dado. Dios nos ama como nos amará en el cielo. El Espíritu Santo no es más que una garantía de la herencia.
Aún no poseemos nada de la herencia. En aquel entonces seremos para alabanza de Su gloria. La gloria de Su gracia ya es revelada.
De esta forma, tenemos aquí la gracia que ordenó la posición de los hijos de Dios- los consejos de Dios con respecto
a la gloria de Cristo como Cabeza sobre todo - la parte que tenemos en Él como Heredero - y el don del Espíritu Santo a los
creyentes, como las arras y el sello (hasta que ellos sean puestos en posesión con Cristo) de la herencia que Él ha ganado.
La
oración del apóstol basada en el poder de Dios en la resurrección de Cristo; sus dos partes
Desde el versículo 15 hasta al final, tenemos la oración del apóstol por los santos, emanando de esta revelación -
una oración basada en la forma en que los hijos de Dios han sido traídos a sus bendiciones en Cristo, y conduciéndonos así
a la verdad completa en cuanto a la unión de Cristo y la asamblea, y el lugar que Cristo toma en el universo que Él creó como
Hijo, y que Él reasume como hombre; y sobre el poder mostrado al ponernos, así como también a Cristo mismo, a la altura de
esta posición que Dios nos ha dado en Sus consejos. Esta oración está fundamentada sobre el título de "Dios de nuestro Señor
Jesucristo"; la oración del capítulo tres se fundamenta sobre el título del "Padre de nuestro Señor Jesucristo." Allí es más
comunión que consejos. Dios es llamado aquí, el Padre de gloria, como siendo su fuente y autor. Pero no solamente se dice,
"El Dios de nuestro Señor Jesucristo," sino que veremos también que Cristo es visto como hombre. Dios ha operado en Cristo
(v.20), Él lo ha resucitado de los muertos - ha hecho que Él se siente a Su diestra. En una palabra, todo lo que le sucedió
a Cristo es considerado como el efecto del poder de Dios que lo ha realizado. Cristo pudo decir, "Destruid este templo, y
en tres días lo levantaré," porque Él era Dios; pero aquí Él es considerado como hombre; es Dios quien Lo resucita.
Hay dos partes en esta oración: primero, para que ellos puedan entender lo que son el llamamiento y la herencia de
Dios; y en segundo lugar, lo que es el poder que los pone en posesión de lo que este llamamiento les confiere - el mismo poder
que coloca a Cristo a la diestra de Dios, después de haberlo levantado de entre los muertos.
Se
nos da a comprender estas dos cosas:
nuestro
llamamiento de Dios y la herencia
En primer lugar (Efesios 1: 17, 18), la comprensión de las cosas que nos ha dado. Me parece que encontramos las dos
cosas que, en la parte anterior del capítulo, hemos visto que es la porción de los santos - la esperanza del llamamiento de
Dios, y la gloria de Su herencia en los santos. Lo primero está asociado con los versículos 3 al 5, es decir, nuestro llamamiento;
lo segundo lo tenemos en el versículo 11, la herencia. En lo primero hemos encontrado la gracia (es decir, Dios actuando hacia
nosotros porque Él es amor); en lo último, la gloria - el hombre manifestado como disfrutando de los frutos del poder y los
consejos de Dios en Su persona y herencia. Dios nos llama para estar ante Él, santos y sin mancha en amor, y al mismo tiempo
para ser Sus hijos. La gloria de Su herencia es la nuestra. Noten que el apóstol no dice 'nuestro llamamiento', aunque nosotros somos
los llamados. Él caracteriza este llamamiento relacionándolo con Él, que es el que llama para que podamos comprenderlo según
su propia excelencia, según su verdadero carácter. El llamamiento es según Dios mismo. Toda la bienaventuranza y el carácter
de este llamamiento son según la plenitud de Su gracia - son dignos de Él. Esto es lo que esperamos. También es Su herencia,
como la tierra de Canaán era Suya, como Él había dicho en la ley, y que, no obstante, Él heredó en Israel. Aun así, la herencia
del universo entero, cuando será llenado de gloria, pertenece a Él, pero Él la hereda en los santos. Son las riquezas de la
gloria de Su herencia en los santos (Efesios 1:18). Él llenará todas las cosas con Su gloria, y es en los santos dónde Él
las heredará. Éstas son las dos partes de la primera cosa hacia la cual habían de ser abiertos los ojos de los santos. Somos
llamados por el llamamiento de Dios a disfrutar de la bienaventuranza de Su presencia, cerca de Él, a disfrutar de lo que
está más alto que nosotros. La herencia de Dios se aplica a lo que está debajo de nosotros, a cosas creadas, que son todas
sometidas a Cristo, con quien, y en quien, disfrutamos de la luz de la presencia de Dios cerca de Él. El deseo del apóstol
es que los Efesios entiendan estas dos cosas.
La oración de Pablo
para que podamos conocer el poder ya manifestado; el lugar justo y glorioso dado a Cristo
como hombre; la Cabeza del cuerpo; la unión con Cristo es la maravillosa porción de los santos
La segunda cosa que el apóstol pide para ellos es, que conozcan el poder ya manifestado, que ya había obrado para situarlos
en esta posición bendita y gloriosa (Efesios 1: 19-23). Porque, así como fueron introducidos por la gracia soberana de Dios
en la posición de Cristo ante Dios Su Padre, así también la obra que ha sido hecha en Cristo, y la exhibición del poder de
Dios que tuvo lugar al levantarlo desde el sepulcro a la diestra de Dios el Padre sobre todo nombre que se nombra, son la
expresión y el modelo de la acción del mismo poder que obra en nosotros los que creemos, el cual nos ha levantado de nuestro
estado de muerte en el pecado para tener parte en la gloria de este mismo Cristo. Este poder es la base de la posición de
la asamblea en su unión con Él y del desarrollo del misterio según los propósitos de Dios. Cristo en persona, resucitado de
entre los muertos, está sentado a la diestra de Dios, mucho más alto que todo poder y autoridad, y sobre todo nombre que se
nombra entre las jerarquías por las que Dios administra el gobierno del mundo que ahora existe, o entre aquellas del mundo
venidero. Y esta superioridad existe, no sólo con respecto a Su divinidad, cuya gloria
no cambia, sino con respecto al lugar dado a Él como hombre; porque hablamos aquí - como hemos visto - del Dios de nuestro
Señor Jesucristo. Es Él quien Lo ha levantado de la muerte, y quien Le ha dado gloria y un lugar sobre todo; un lugar del
que, sin duda, Él era digno personalmente, pero que Él recibe y debe recibir, como hombre, de la mano de Dios, quien Lo ha
establecido como Cabeza sobre todas las cosas, uniendo a la asamblea a Él como Su cuerpo, y levantando a los miembros de su
muerte en los pecados por el mismo poder con que levantó y exaltó a la Cabeza - dándoles vida juntamente con Cristo, y sentándolos
en los lugares celestiales en Él, por el mismo poder que Lo exaltó. Así, la asamblea, Su cuerpo, es Su plenitud. En realidad,
es Él quien llena todas las cosas en todo, pero el cuerpo forma el complemento de la Cabeza. Es Él, porque Él es Dios así
como hombre, quien llena todas las cosas en todo - y esto, ya que Él es hombre, según el poder de redención, y de la gloria
que Él ha adquirido; para que el universo que Él llena de Su gloria la disfrute según la estabilidad de esa redención del
poder y efecto de los cuales nada podía separarlos [3]. Es Él, repito, quien llena el universo con Su gloria; pero la Cabeza
no está aislada, dejada, por decirlo así, incompleta como tal, sin Su cuerpo. Es el cuerpo el que Lo completa en esa gloria,
así como un cuerpo natural completa a la cabeza; pero no para ser la cabeza o dirigir, sino para ser el cuerpo de la cabeza,
y que la cabeza deba ser la cabeza de su cuerpo. Cristo es la Cabeza del cuerpo sobre todas las cosas. Él llena todas las
cosas en todo, y la asamblea es Su plenitud. Éste es el misterio en todas sus partes. Por consiguiente, podemos observar que
es cuando Cristo (habiendo consumado la redención) fue exaltado a la diestra de Dios, que Él toma el lugar en el cual Él puede
ser la Cabeza del cuerpo.
[3] Comparen con el capítulo 4: 9,10: y esta introducción de la redención, y el lugar
que Cristo ha tomado como Redentor, como llenando todas las cosas en todo, es de mucho interés.
Maravillosa porción de los santos, en virtud de su redención, y del poder divino que operó en la resurrección de Cristo,
cuando Él había muerto bajo nuestras transgresiones y pecados, y Lo sentó a la diestra de Dios: ¡una porción que, excepto
Su posición personal a la diestra del Padre, también es nuestra por medio de nuestra unión con Él!
Capítulo
2
El
poder de Dios trayendo las almas muertas al disfrute
de
los privilegios celestiales
El capítulo 2 presenta más bien la operación del poder de Dios en la tierra [4], con el propósito de traer almas al
disfrute de sus privilegios celestiales, y formar así la asamblea aquí abajo, que la revelación de los privilegios mismos,
y por consiguiente la de los consejos de Dios. No son ni siquiera estos consejos; es la gracia y el poder que obran para su
cumplimiento, guiando a las almas al resultado que este poder producirá según esos consejos. Cristo es visto primero, no como
Dios bajando aquí y presentado a pecadores, sino como muerto, esto es, donde nosotros estábamos por el pecado, pero resucitado
de allí mediante poder. Él murió por el pecado; Dios lo había resucitado de la muerte y lo había situado a Su diestra. Nosotros
estábamos muertos en nuestros delitos y pecados: Él nos dio vida juntamente con Él. Pero como lo que está en cuestión es la
tierra, y la operación del poder y gracia en la tierra, el Espíritu habla naturalmente de la condición de aquellos en quienes
obra esta gracia, de hecho, habla de la condición de todos. Al mismo tiempo, en las formas terrenales de religión, en el sistema
que existía en la tierra, existían aquellos que estaban cerca y los que estaban lejos. Ahora bien, hemos visto que en la plena
bendición de la cual habla el apóstol, está implicada la naturaleza de Dios mismo, en vista de la cual, y para la gloria de
la cual, fueron establecidos todos Sus consejos. Por lo tanto, formas externas, aunque algunas de ellas han sido establecidas
provisionalmente en la tierra por la propia autoridad de Dios, no podrían tener valor ahora. Ellas habían servido para la
manifestación de los modos de obrar de Dios como sombras de las cosas por venir, y habían sido relacionadas con la exhibición
de la autoridad de Dios en la tierra entre los hombres, manteniendo algún conocimiento de Dios - cosas importantes en su lugar;
pero estas figuras no podían hacer nada con respecto a traer almas a la relación con Dios, para disfrutar la manifestación
eterna de Su naturaleza en corazones capacitados para por la gracia, mediante su participación en esa naturaleza y reflejándola.
Por esto, esas figuras no tenían valor alguno, no eran la manifestación de estos principios eternos. Pero las dos clases de
hombres, Judíos y Gentiles, estaban allí y el apóstol habla de ambos. La gracia toma personas de ambos grupos para formar
un cuerpo, un nuevo hombre, por medio de una nueva creación en Cristo.
[4] Es el poder que, levantando a los santos con Cristo de la muerte del pecado, y
uniéndolos a Él quien es la cabeza, forma la relación de ellos con Él como Su cuerpo. La primera parte del capítulo presenta
nuestra relación individual con el Padre, en la que Cristo es el Primogénito entre muchos hermanos. Aquí venimos a la relación
colectiva con Cristo, el postrer hombre y el hombre resucitado. Hasta la segunda parte de la oración tenemos los consejos
de Dios. Desde la última parte tenemos las operaciones de poder para realizarlos. Y es aquí donde nuestra unión con Cristo
entra por primera vez, la cual, aunque los consejos de Dios con respecto a ella son revelados, sin embargo son efectuados
ahora espiritualmente, como se ve en el capítulo 5.
El
hombre distanciado de Dios bajo el poder de las tinieblas
En los primeros dos versículos de éste capítulo él habla de aquellos que fueron sacados de entre las naciones que no
conocían a Dios - Gentiles, como ellos son comúnmente llamados. En el versículo 3 él habla de los Judíos - dice, "también
todos nosotros." Él no entra aquí en los terribles detalles contenidos en Romanos 3 porque su objeto no es convencer al individuo
[5], a fin de mostrarle los medios de justificación, sino que exponer los consejos de Dios en la gracia. Aquí, entonces, él
habla de la distancia que hay entre Dios y el hombre que se encuentra bajo del poder de las tinieblas. Con respecto a las
naciones, él habla de la condición universal del mundo. El curso entero del mundo, el sistema completo, era según el príncipe
de la potestad del aire; el mundo mismo estaba bajo el gobierno del que obró en los corazones de los hijos de desobediencia,
quiénes por su propia voluntad evadieron el gobierno de Dios, aunque ellos no podían evadir Su juicio.
[5] Noten especialmente aquí que en Efesios
el Espíritu no describe la vida del viejo hombre en pecado. Dios y Su propia obra son todo. El hombre es visto como muerto
en sus pecados; por lo tanto, lo que es producido es enteramente de Dios, una nueva creación de Su parte. Un hombre que vive
en pecado debe morir, debe juzgarse a sí mismo, debe arrepentirse, debe ser limpiado por gracia; es decir, se le trata como
a un hombre vivo. Aquí el hombre está sin ningún movimiento de vida espiritual: Dios lo hace todo; Él da vida y resucita.
Es una nueva creación.
Todos,
Judíos y Gentiles, son por naturaleza hijos de ira
Si los Judíos tenían privilegios externos, si ellos no estaban en un sentido directo bajo el gobierno del príncipe
de este mundo (como era el caso de las naciones que se sumergieron en la idolatría, y se hundieron en toda la degradación
de ese sistema en el que el hombre se revolcaba, en la lascivia en la que los demonios se deleitaban en sumirlo burlándose
así de su sabiduría); si los Judíos no estaban, como los Gentiles, bajo el gobierno de demonios, no obstante, en su naturaleza
ellos eran conducidos por los mismos deseos que aquellos por los cuales los demonios influyeron a los pobres paganos. Los
Judíos llevaban la misma vida con respecto a los deseos de la carne; ellos eran hijos de ira, lo mismo que los demás, pues
esta es la condición de los hombres; son hijos de ira por naturaleza (Efesios 2:3). En sus privilegios externos los Israelitas
eran el pueblo de Dios, por naturaleza eran hombres como los otros. Y observen aquí estas palabras, "por naturaleza". El Espíritu
no está hablando aquí de un juicio pronunciado de parte de Dios, ni de pecados cometidos, ni de Israel habiendo fracasado
en su relación con Dios por caer en la idolatría y la rebelión, ni siquiera por haber rechazado al Mesías y haberse privado
ellos mismos de todo recurso - todo lo cual Israel había hecho. Él tampoco habla de un juicio pronunciado por Dios sobre la
manifestación del pecado. Ellos eran, como todos los otros hombres, por naturaleza hijos de ira. Esta ira fue la consecuencia
natural del estado en el cual ellos estaban [6].
[6] La fe, cuando es enseñada por la Palabra,
siempre regresa a esto: el juicio se refiere a actos hechos en el cuerpo. Pero nosotros estábamos muertos en pecados - sin
ningún movimiento vital hacia Dios. Nosotros no venimos a juicio (Juan 5), sino que hemos pasado de muerte a vida.
La
misericordia, el amor y el poder de Dios hacia aquellos que estaban muertos en delitos y pecados; pasados de muerte a vida
como una nueva creación, cesando todas las distinciones
Efesios 2:4. El hombre tal como era, Judío o Gentil, y la ira, iban naturalmente juntos, así como hay un vínculo natural
entre el bien y la justicia. Ahora bien, Dios en Su naturaleza está por sobre todo eso, aunque en juicio al tomar conocimiento
de todo lo que es contrario a Su voluntad y gloria. A aquellos quiénes son dignos de ira Él puede ser rico en misericordia,
porque Él lo es en Sí Mismo. El apóstol, por tanto, presenta a Dios aquí como actuando según Su propia naturaleza hacia los
objetos de Su gracia. Nosotros estábamos muertos dice el apóstol - muertos en nuestros delitos y pecados. Dios viene, en Su
amor, a librarnos por Su poder - "Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó". No había nada bueno
obrando en nosotros: estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. El movimiento vino de Él, ¡alabado sea Su nombre! Él
nos ha dado vida; no sólo eso - Él nos ha dado vida juntamente con Cristo. Él no había dicho en una manera directa, que Cristo
había sido vivificado, aunque esto puede ser dicho, donde se habla el poder del Espíritu en Él mismo. Sin embargo, Él fue
resucitado de entre los muertos; y, cuando se habla de nosotros, se nos dice que toda la energía por medio de la cual Él salió
de la muerte es empleada también para nuestra vivificación; y no solamente eso, estamos asociados con Él incluso al ser vivificados.
Él sale de la muerte - nosotros salimos con Él. Dios nos ha impartido esta vida. Es Su gracia pura, y una gracia que nos ha
salvado, que nos encontró muertos en pecados y nos ha sacado de la muerte así como Cristo salió de ella, y por el mismo poder,
y nos sacó con Él por el poder de vida en la resurrección con Cristo [7], para colocarnos en la luz y en el favor de Dios,
como una nueva creación, así como Cristo está allí. Judíos y Gentiles se encuentran juntos en la misma nueva posición en Cristo.
La resurrección ha puesto fin a todas esas distinciones; no tienen lugar en un Cristo resucitado. Dios le dado vida tanto
al uno como al otro con Cristo.
[7] Aquí hay una creación totalmente nueva,
y el nuevo estado es contemplado sencillamente en sí mismo. Estábamos muertos para Dios en nuestro viejo estado. Aquí no se
contempla al hombre como viviendo en pecados y siendo responsable, sino que se lo contempla como estando totalmente muerto
en ellos y creado de nuevo: por eso, en esta parte de la epístola, nosotros no tenemos el perdón, ni la justificación. El
hombre no es contemplado como un hombre vivo y responsable. En Colosenses nosotros somos resucitados con Cristo, pero "perdonándoos
todos los pecados", los cuales Cristo había llevado descendiendo a la muerte. Tampoco tenemos aquí al viejo hombre, y la muerte
aplicada a él, aunque ambos, el andar y el viejo hombre, son reconocidos como hechos, aunque no en relación con la resurrección.
En Colosenses tenemos que, aun cuando se habla de "muertos en pecados", se añade "y en la incircuncisión de vuestra carne"
(Colosenses 2:13), porque es muerte para con Dios. La epístola a los Romanos considera al hombre responsable en el mundo;
por esta razón ustedes tienen la plena justificación, muerto al pecado y no la resurrección con Cristo. El hombre es un hombre
vivo aquí, aunque justificado, y vivo en Cristo.
En
Cristo en una nueva condición; todo es don de la gracia de Dios
y
no por obras
Ahora bien, habiendo Cristo hecho esto, Judíos y Gentiles se encuentran juntos en el Cristo resucitado y ascendido,
sentados juntos en Él en una nueva condición común a ambos, sin las diferencias que la muerte había abolido - una condición
descrita por la del propio Cristo [8]. Pobres pecadores de entre los Gentiles y de entre los desobedientes y contradictores
Judíos, son traídos a la posición donde Cristo está, por el poder que le levanto de la muerte y le sentó a la diestra de Dios
[9], para mostrar en las edades venideras las inmensas riquezas de la gracia que lo había realizado. Una María Magdalena,
un ladrón crucificado, compañeros en la gloria con el Hijo de Dios, y todos los que creemos, testificaremos de esto. Es por
gracia que somos salvos. Ahora no estamos todavía en la gloria: ello es por medio de la fe. ¿Podría alguno decir que por lo
menos la fe es del hombre? No [10], la fe no tampoco es nuestra en este aspecto, pues todo es don de Dios y no por obras,
para que nadie se gloríe, porque somos hechura Suya.
[8] Esto no es meramente vida comunicada
(de la que leemos en Romanos), sino que un lugar y una posición totalmente nuevos que hemos tomado, una vida teniendo el carácter
de resurrección desde un estado de muerte en pecados. Y aquí no se nos ve como vivificados por Cristo, sino que vivificados
con Él. Él es el hombre resucitado y glorificado.
[9] En Colosenses los santos se ven solamente
resucitados con Cristo, con una esperanza guardada para ellos en el cielo, y son llamados a poner la mira en las cosas de
arriba, donde están escondidos Cristo y la vida de ellos con Él. Además, su resurrección con Cristo es sólo de carácter administrativo
para este mundo en el bautismo, en relación con la fe en el poder que levantó a Cristo. No tenemos la unión de Judíos y Gentiles
en Él como resucitados y en lugares celestiales. En realidad en Colosenses, solamente los Gentiles están en los pensamientos
del apóstol.
[10] Estoy bastante consciente de lo que
los críticos dicen aquí con respecto al género gramatical de la palabra utilizada, pero esto es igualmente cierto con respecto
a la gracia, y al decir "por gracia. . . y esto no de vosotros", es simplemente un absurdo; pero 'por medio de la fe' puede
suponerse que es de nosotros mismos, aunque no se puede suponer lo mismo de la gracia. Por lo tanto, el Espíritu de Dios agrega,
"y esto no de vosotros, pues es don de Dios." Es decir, el hecho de creer es don de Dios, no de nosotros mismos. Y esto es confirmado por lo que sigue: "No por obras." Pero el objeto del apóstol es mostrarnos que todo
era por gracia y una nueva creación - hechura de Dios - de Dios. Hasta aquí van juntos la gracia, la fe y todo.
Creados
de nuevo para buenas obras que concuerdan con la nueva creación
¡De qué manera poderosa el Espíritu nombra a Dios mismo como la fuente y realizador de todo, y el único! Es una creación,
pero, como obra de Él, es de un resultado que está de acuerdo con Su propio carácter. Ahora bien, esto se hace en nosotros.
Él toma a pobres pecadores para mostrar Su gloria en ellos. Si es la operación de Dios, con toda certeza será para obras buenas:
Él nos ha creado en Cristo para ellas. Y observen aquí que si Dios nos ha creado para buenas obras, estas deben ser caracterizadas
en su naturaleza por Aquel que las ha obrado en nosotros, creándonos según Sus propios pensamientos. No es el hombre quien
procura acercarse a Dios, o satisfacerlo a Él por hacer obras que le agradan según la ley - es decir, según la medida de lo
que el hombre debe ser; sino que es Dios quien nos toma en nuestros pecados, cuando no hay ni un movimiento moral en nuestros
corazones ("no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios"), y nos crea de nuevo para obras que concuerdan con esta nueva
creación. Es completamente una nueva posición en la que somos puestos, según esta nueva creación de Dios - un nuevo carácter
que se nos confiere según la predeterminación de Dios. Las obras también son predeterminadas según el carácter con el que
nos revestimos por medio de esta nueva creación. Todo es absolutamente según la mente de Dios mismo. No es el deber según
la creación antigua [11]. En la nueva creación todo es el fruto de los propios pensamientos de Dios. La ley desaparece respecto
a nosotros incluso con respecto a sus obras; junto con la naturaleza a la que ella fue aplicada. El hombre obediente a la
ley era un hombre como debía ser según el primer Adán; el hombre en Cristo debe caminar según la vida celestial del segundo
Adán, y andar digno de Él como Cabeza de una nueva creación, siendo resucitado con Él, y siendo el fruto de la nueva creación
- digna de Él, quien lo ha formado precisamente para esto. (2 Corintios 5:5).
[11] No es que Dios no reconoce las relaciones
que Él había formado originalmente - Él lo hace plenamente cuando estamos en ellas; pero la medida de la nueva creación es
otra cosa.
Judío
y Gentil, un nuevo hombre; la enemistad es destruida
y
la paz es hecha y proclamada
Por lo tanto, al gozar los Gentiles de este privilegio inefable - aunque el apóstol no reconoce al Judaísmo como una
circuncisión verdadera - ellos debían recordar de dónde habían sido sacados; sin Dios y sin esperanza como ellos estaban en
el mundo, ajenos a todas las promesas. Sin embargo, por lejos que hubieran estado, ahora fueron hechos cercanos por Su sangre.
Él había derribado la pared intermedia, habiendo abolido la ley de los mandamientos por la que el Judío, que era distinguido
por estas ordenanzas, estaba separado de los Gentiles. Estas ordenanzas tenían su esfera de acción en la carne. Pero Cristo
(como viviendo en relación con todo esto), estando muerto, ha abolido la enemistad para formar en Sí mismo de ambos - Judío
o Gentil - un nuevo hombre (Efesios 2:15); los Gentiles son hechos cercanos por la sangre de Cristo, y la pared intermedia
de separación ha sido derribada, para reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo; no solamente habiendo hecho la paz por
la cruz, sino habiendo destruido - por la gracia que era común a ambos, y que ninguno podría reclamar más que el otro, puesto
que era por el pecado - la enemistad que existía hasta entonces, entre el Judío privilegiado y el Gentil idólatra alejado
de Dios, aboliendo en Su carne la enemistad, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas.
Acceso
a Dios como nuestro Padre y como parte de Su familia;
la
verdadera casa de Dios contemplada como siendo una obra
progresiva
al igual que siendo Su casa en la tierra en la actualidad
Habiendo hecho la paz, Él la anunció con este objetivo al uno y al otro, al que estaba lejos y al que estaba cerca.
Porque por Cristo todos nosotros - ya sea Judíos o Gentiles - tenemos entrada por un solo Espíritu al Padre (Efesios 2:18).
No es el Jehová de los Judíos (cuyo nombre no fue invocado sobre los Gentiles); sino que es el Padre de los Cristianos, de
los redimidos por Jesucristo, que son adoptados para formar parte de la familia de Dios (versículo 19). Así, aunque uno sea
Gentil, ya no es un extranjero ni advenedizo; uno tiene ciudadanía cristiana y celestial; de la verdadera familia de Dios
mismo. Así es la gracia. Con respecto a este mundo celestial, siendo así incorporados en Cristo, esta es nuestra posición.
Todos, Judío o Gentil, así reunidos en un cuerpo, constituyen la asamblea en la tierra. Los apóstoles y los profetas del Nuevo
Testamento forman el fundamento del edificio, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. En Él, todo el edificio
va creciendo para ser un templo, teniendo los Gentiles su lugar, y formando con los otros la morada de Dios en la tierra,
quien está presente por Su Espíritu. Primeramente, él mira la obra progresiva que estaba siendo edificada sobre el fundamento
de los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento, la totalidad de la asamblea según la mente de Dios; y, en segundo lugar,
él mira la unión que existía entre los Efesios y otros creyentes Gentiles y los Judíos, como formando la casa de Dios en la
tierra en ese momento. Dios mora en ella por el Espíritu Santo [12].
[12] Es extremadamente importante ver
en estos días la diferencia entre esta edificación progresiva, nunca completa hasta que todos los creyentes que han de formar
el cuerpo de Cristo sean reunidos, y el templo actual de Dios sobre la tierra. En lo primero, Cristo es el constructor. Él
la lleva adelante sin fracaso, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Esto no está completo aún, ni contemplado
como un todo hasta que esté terminado. De ahí que nosotros nunca encontramos en las Epístolas un edificador en este caso:
en Pedro leemos: "allegándoos a él, como a piedra viva, . . .vosotros también, como piedras vivas sois edificados. . ."(1
Pedro 2:5 - VM); de igual modo aquí, en Efesios, leemos que este edificio crece para ser un templo santo en el Señor. Pero,
además de esto, el actual cuerpo profesante manifestado es considerado como un todo en la tierra; y el hombre es visto como
edificador. "Vosotros sois. . .edificio de Dios"(1a. Corintios 3). "Yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica
encima; pero cada uno mire como sobreedifica." La responsabilidad del hombre entra, y la obra es sujeta a juicio. Es el atribuir
a esto los privilegios del cuerpo, y de aquello que Cristo edifica, lo que ha producido el catolicismo y todo lo que es semejante.
La cosa corrupta que caerá bajo juicio está falsamente vestida con la seguridad de la obra de Cristo. Aquí en Efesios 2 no
solamente encontramos la obra construida en forma progresiva y segura, sino el edificio actual como un hecho en la bendición
de este, sin referencia a la responsabilidad humana de edificar.
Los
temas de los capítulos 1 y 2
El capítulo 1 había puesto ante nosotros los consejos y propósitos de Dios; comenzando con la relación de los hijos
y el Padre, y, cuando se menciona la operación de Dios, la asamblea como el cuerpo de Cristo unida a Él, quien es Cabeza sobre
todas las cosas. El capítulo 2, tratándose de la obra que llama afuera a la asamblea, que la crea aquí abajo por la gracia,
pone ante nosotros a esta asamblea por una parte, creciendo para ser un templo santo, y luego como la morada actual de Dios
aquí abajo por el Espíritu [13].
[13] Es verdad que el capítulo 2 habla
del cuerpo (v. 16); pero la introducción de la casa es un elemento nuevo y requiere algún desarrollo. Aunque la obra que se
lleva a cabo en la creación de los miembros que han de componer el cuerpo es totalmente de Dios, ella se realiza en la tierra.
Los consejos de Dios tienen en consideración, en primer lugar, a individuos para ponerlos cerca de Sí mismo, tal como Él querría
tenerlos; entonces, habiendo enaltecido a Cristo sobre todo nombre que se nombra, ahora o de aquí en adelante, le otorga a
Él ser cabeza del cuerpo, formado por individuos unidos a Cristo en el cielo sobre todas las cosas. Ellos serán perfectos
según su Cabeza. Pero la obra sobre la tierra, si reúne a los recién nacidos, los reúne en la tierra. Lo que ahora responde
aquí abajo a la presencia de Cristo en el cielo es la presencia del Espíritu Santo en la tierra. El creyente individual es,
desde luego, el templo de Dios, pero en este capítulo, de lo que se habla es del cuerpo completo de Cristianos formado en
la tierra; ellos llegan a ser la casa, la morada, de Dios en la tierra. Verdad maravillosa y solemne. Inmenso privilegio y
fuente de bendición; pero igualmente implica gran responsabilidad. Se observará que, hablando del cuerpo de Cristo, hablamos
del fruto del propósito eterno de Dios y de Su propia operación; y, aunque el Espíritu puede aplicar este nombre a la asamblea
de Dios en la tierra, considerada como estando compuesta por verdaderos miembros de Cristo, no obstante, el cuerpo de Cristo,
así como es formado por el poder vivificante de Dios según Su propósito eterno, está compuesto de personas unidas a la Cabeza
como miembros verdaderos. La casa de Dios, tal como está establecida ahora en la tierra, es el fruto de una obra de Dios,
encomendada aquí a hombres, no es el objeto apropiado de Sus consejos (aunque la ciudad en Apocalipsis responde en alguna
medida a ella). Entre tanto sea la obra de Dios, es evidente que esta casa está compuesta por aquellos que son llamados verdaderamente
por Dios, y Dios la estableció así, y como es mencionada aquí (comparen con Hechos 2: 47). Pero no debemos confundir el resultado
práctico de esta obra, realizado en manos de hombres, y bajo su responsabilidad (1a. Corintios 3), con el objeto de los consejos
de Dios. Nadie puede ser un miembro verdadero de Cristo, ni ser una piedra verdadera en la casa, sin estar realmente unido
a la Cabeza; pero la casa puede ser la morada de Dios, aunque aquella que no es una piedra verdadera pueda entrar en su construcción.
Pero es imposible que uno que no haya nacido de Dios pueda ser miembro del cuerpo de Cristo. Vean la nota anterior.
Capítulo
3
La
conexión del capítulo 3 con lo que lo antecede
Todo el capítulo 3 es un paréntesis que revela el misterio y que presenta simultáneamente, en la oración que lo concluye,
el segundo carácter de Dios que se nos presentó al principio de la Epístola, esto es, el del Padre de nuestro Señor Jesucristo;
y esta es la manera en que Él es presentado aquí. El capítulo 1 entrega los consejos de Dios tal como ellos son en sí mismos,
agregando Su obra de resucitar a Cristo y sentándole por sobre todas las cosas en lo alto al final. El capítulo 2, nos presenta
Su obra al vivificar a otros con Él y formar la asamblea entera de aquellos que son resucitados en Cristo, tomados por la
gracia de entre Judíos y Gentiles; estos son los pensamientos y la obra de Dios. El capítulo 3 es la administración de Pablo
de ello; él habla especialmente del hecho de hacer entrar a los Gentiles sobre la misma base de los Judíos. Esta era la parte
enteramente nueva de los modos de obrar de Dios.
El
particular ministerio de Pablo; una revelación especial del misterio, una vez necesariamente oculto, dado a conocer por el
Espíritu
Pablo era un prisionero por haber predicado el evangelio a los Gentiles - una circunstancia que sacó a relucir muy
claramente su particular ministerio. Esta forma de ministerio, en lo principal, está presentada así en Colosenses 1. Sólo
que en esta última Epístola todo el asunto es tratado más brevemente, y el carácter y principio esencial del misterio, según
su lugar en los consejos de Dios, es menos explicado, ya que es contemplado sólo en un lado especial de ello, lo conveniente
al propósito de la Epístola, es decir, Cristo y los Gentiles. El apóstol nos asegura aquí que él lo había recibido por una
revelación especial, como ya les había enseñado en palabras que, aunque pocas, eran convenientes para dar una comprensión
clara de su conocimiento del misterio de Cristo - un misterio que en otras generaciones no se dio a conocer, pero que era
revelado ahora por el Espíritu a los apóstoles y profetas (Efesios 3:5). Se observará aquí que los profetas son, en forma
muy evidente, los del Nuevo Testamento, puesto que las comunicaciones hechas a ellos se ponen en contraste con el grado de
luz otorgada a generaciones anteriores. Ahora bien, el misterio había estado oculto por todos los tiempos anteriores; y de
hecho fue necesario que fuese así; porque el hecho de haber puesto a los Gentiles sobre la misma base de los Judíos habría
sido demoler el Judaísmo, tal como Dios mismo lo había establecido. En ello Él había levantado cuidadosamente una pared intermedia
de separación. El deber del Judío era respetar esta separación; el Judío pecaba si no la observaba estrictamente. El misterio
la desechó. Los profetas del Antiguo Testamento, y Moisés mismo, habían mostrado realmente que los Gentiles se regocijarían
un día con el pueblo: pero el pueblo permanecía como un pueblo separado. Que ellos iban a ser coherederos, y del mismo cuerpo,
habiéndose perdido toda distinción, había estado, en verdad, enteramente escondido en Dios (parte de Su propósito eterno antes
de que el mundo fuese), pero no había formado parte de la historia del mundo, ni de los modos de obrar de Dios con respeto
a ello, ni de las promesas reveladas de Dios.
El
lugar de los redimidos, ahora y en el futuro, en los pensamientos de Dios
Es un maravilloso propósito de Dios el cual, uniendo a los redimidos a Cristo en el cielo como un cuerpo a su cabeza,
les dio un lugar en el cielo. Porque, aunque estamos viajando en la tierra, y aunque somos la morada de Dios por el Espíritu en la tierra, con todo, en los pensamientos de Dios nuestro lugar está en el cielo.
Los
Gentiles e Israel en el siglo venidero; ninguna distinción terrenal
en
la asamblea, como siendo uno en Cristo y teniendo un lugar en el cielo
En el siglo venidero, los Gentiles serán bendecidos; pero Israel será un pueblo especial y separado.
En la asamblea, toda distinción terrenal se pierde; todos nosotros somos uno en Cristo, resucitados con Él.
Un
Cristo cuyas riquezas son inescrutables es proclamado a los Gentiles; las dos partes del ministerio de Pablo
El evangelio del apóstol fue dirigido de esta forma a los Gentiles, para anunciar así las buenas nuevas a ellos según
el don de Dios, que había sido otorgado a Pablo por la operación de Su poder, para proclamar a ellos no meramente a un Mesías
según las promesas hechas a los padres, un Cristo Judío, sino un Cristo cuyas riquezas eran inescrutables (Efesios 3:8). Nadie
podría descubrir hasta el fin, y en todo su desarrollo en Él, la realización de los consejos, y la revelación de la naturaleza
de Dios. Estas son las riquezas incomprensibles de un Cristo en quien Dios se da a conocer a Sí mismo, y en quien todos los
pensamientos de Dios se realizan y son mostrados. Estos propósitos de Dios con respecto a un Cristo, la Cabeza de Su cuerpo
la asamblea, Cabeza sobre todas las cosas en el cielo y la tierra, Cristo, Dios manifestado en la carne, estaban siendo ahora
dadas a conocer y se estaban cumpliendo, hasta el punto de reunir a los coherederos en un solo cuerpo. Saulo, el enemigo inveterado
de Jesús proclamado como el Mesías, incluso proclamado así por el Espíritu Santo desde el cielo - por lo tanto, el peor de
todos los hombres - llega a ser, por medio de la gracia, Pablo, el instrumento y testigo de aquella gracia para anunciar estas
riquezas incomprensibles a los Gentiles. Esta era su función apostólica con respecto a los Gentiles. Había otra misión - aclarar
a todos con respecto a este misterio, que, desde el principio del mundo, había estado escondido en Dios.
Esto responde a las dos partes del ministerio del apóstol señaladas en Colosenses 1: 23-25: así como el versículo 27
en aquel capítulo corresponde con el versículo 17 aquí. Dios, quien creó todas las cosas, tenía este pensamiento, este propósito,
antes de la creación, para que, cuando Él sometiera toda la creación a Su Hijo que llegó a ser un hombre y glorificado, ese
Hijo debiera tener compañeros en Su gloria, que deberían ser como Él mismo, miembros de Su cuerpo espiritual, viviendo de
Su vida.
La
administración del misterio, el secreto de los consejos de Dios revelado por el establecimiento de la asamblea en la tierra
Él dio a conocer a los Gentiles las inescrutables riquezas de Cristo, que les dieron una porción en los consejos de
Dios en la gracia. Él aclaró a todos, no precisamente con respecto al misterio, sino con respecto a la administración [14]
del misterio; es decir, no solamente el consejo de Dios, sino el cumplimiento en el tiempo de ese consejo al traer a la asamblea
unida bajo Cristo, su cabeza. Él, quién había creado todas las cosas, como la esfera del desarrollo de Su gloria, había guardado
este secreto en Su propia posesión, para que la administración del misterio, ahora dado a conocer por el establecimiento de
la asamblea en la tierra, debiera ser en su tiempo el medio de dar a conocer a los más enaltecidos de los seres creados, la
múltiple y multiforme sabiduría de Dios. Estos principados y potestades en los lugares celestiales habían visto a la creación
surgir y expandirse delante de sus ojos; habían visto el gobierno de Dios, Su providencia, Su juicio; Su tierna intervención
en la tierra en Cristo. Había aquí un tipo de sabiduría enteramente nueva; una cosa fuera del mundo, hasta ahora encerrada
en los pensamientos de Dios, escondida en Él mismo de tal modo que no hubo ninguna promesa o profecía de ella, pero que era
el objeto especial de Su eterno propósito; relacionado en una manera peculiar con Aquel que es el centro y la plenitud del
misterio de la piedad; que tuvo su lugar propio en la unión con Él; la cual, aunque fue manifestada en la tierra y establecida
con Cristo a la cabeza de la creación, no formó parte de ella. Era una nueva parte de ella. Era una nueva creación, una manifestación
distinta de la sabiduría de Dios; una parte de Sus pensamientos que hasta entonces había estado reservada en el secreto de
Sus consejos; la administración real de la cual, en la tierra y en su tiempo por medio de la obra del apóstol, dio a conocer
la sabiduría de Dios según Su claro propósito, según Su propósito eterno en Cristo Jesús. "En quien," agrega el apóstol, "tenemos
seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él": y es de acuerdo con esta relación que nosotros lo hacemos.
[14] Me parece que esta es la palabra
correcta, y no "la dispensación." ("Y para aclarar a todos cuál es la administración del misterio que desde la eternidad había
estado escondido en Dios, quien creó todas las cosas." Efesios 3:9 - RVA)
Los
creyentes Gentiles son alentados
Por tanto, estos creyentes Gentiles no debían estar desanimados en cuanto al encarcelamiento de aquel que les había
proclamado este misterio; porque esto era la prueba y el fruto de la posición gloriosa que Dios les había otorgado, y de la
cual los Judíos estaban celosos (Efesios 3:13).
Cristo
como el centro de todos los modos de obrar de Dios; toda familia tomando su nombre del "Padre de nuestro Señor Jesucristo"
Esta revelación de los modos de obrar de Dios no nos presenta a Cristo, como lo hizo el primer capítulo, como hombre
resucitado por Dios de la muerte, para que nosotros también podamos ser resucitados para tener parte con Él, y que la administración
de los consejos de Dios deban realizarse así. Lo presenta como el centro de todos los modos de obrar de Dios, el Hijo del
Padre, el Heredero de todas las cosas como el Hijo Creador, y el centro de los consejos de Dios. Es al Padre de nuestro Señor
Jesucristo a quien el propio apóstol se dirige ahora; así como en el capítulo 1 era al Dios de nuestro Señor Jesucristo. Toda
familia (no "toda la familia") toma su nombre de este nombre de "Padre de nuestro Señor Jesucristo". Bajo el nombre de Jehová
únicamente estaban los Judíos. "A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra," había dicho Jehová a
los Judíos en Amos, "por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades" (Amos 3:2); pero bajo el nombre del Padre de Jesucristo
todas las familias - la asamblea, los ángeles, los Judíos, los Gentiles, todas - toman su nombre. Todos los modos de obrar
de Dios en lo que Él había arreglado para Su gloria estaban dispuestos en forma conjunta bajo este nombre, y estaban en relación
con ello; y lo que el apóstol pidió para los santos a quienes él se dirigió fue, que ellos pudieran ser capaces de comprender
el significado completo de estos consejos, y el amor de Cristo que formaba el centro asegurado para sus corazones (Efesios
3: 14-21).
Fortalecidos
por el Espíritu; Cristo morando en el corazón y llenándolo
Para este propósito él desea que ellos sean fortalecidos con poder en el hombre interior por el Espíritu del Padre
de nuestro Señor Jesucristo, y que el Cristo, quien es el centro de todas estas cosas en los consejos de Dios el Padre, habite
en sus corazones, y que sea así el centro inteligente de afecto para todo su conocimiento - un centro que no encontró ningún
circulo que limitara la vista que se perdía a sí misma en la infinitud que sólo Dios llenó - longitud, anchura, altura, profundidad
[15]. Pero este centro les dio, al mismo tiempo, un lugar seguro, un apoyo inamovible y bien conocido, en un amor que era
tan infinito como la extensión desconocida de la gloria de Dios en su exhibición alrededor de Sí mismo. "Para que habite Cristo,"
dice el apóstol, "por la fe en vuestros corazones." De este modo Él, quien llena todas las cosas con Su gloria, llena el corazón
Él mismo, con un amor más poderoso que toda la gloria de la cual Él es el centro. Él es para nosotros la fortaleza que nos
permite contemplar en paz y amor, todo lo que Él ha hecho, la sabiduría de Sus caminos, y la gloria universal de la cual Él
es el centro.
[15] Cristo es el centro de toda la exhibición
de la gloria divina, pero Él mora así en nuestros corazones para colocarlos, por decirlo así, en este centro, y, por lo tanto,
hacer que nuestros corazones miren fuera de allí a toda la gloria exhibida. Aquí podríamos perdernos; pero él trae nuestros
corazones de vuelta al bien conocido amor de Cristo, pero no como a algo más estrecho, porque Él es Dios, y excede todo conocimiento,
así que somos llenos de toda la plenitud de Dios.
Cristo
llenando nuestros corazones; nosotros como centro
de
Sus afectos; la plenitud de Dios
Lo repito - Él, quien llena todas las cosas, llena sobre todo nuestros corazones. Dios nos fortalece según las riquezas
de esa gloria que Él exhibe ante nuestros ojos asombrados, esa gloria que pertenece adecuadamente a Cristo. Él lo hace, en
que Cristo mora en nosotros, con el afecto más tierno, y Él es la fortaleza de nuestro corazón. Es como estar arraigados y
cimentados en amor; y abrazando así como el primer círculo de nuestros afectos y pensamientos, a aquellos que son así para
Cristo - a todos los santos, los objetos de Su amor: es como estar llenos de Él, y nosotros mismos como centro de todos Sus
afectos, y pensando Sus pensamientos, para que nos lancemos en la plena extensión de la gloria de Dios; porque es la gloria
de Él, a quien amamos. ¿Y cuál es su límite? No tiene ninguno; es la plenitud de Dios. La encontramos en esta revelación de
Sí mismo. Él se da a conocer a Sí mismo en Cristo en toda Su gloria. Él es Dios
sobre todas las cosas, bendito para siempre.
La
realización del deseo de Pablo para nosotros
Pero, viviendo en amor vivimos en Dios y Dios en nosotros: y esto en relación con la exhibición de Su gloria, tal como
Él la desarrolla en todo lo que ha formado alrededor de Sí mismo, para manifestarse a Sí mismo en ella, para que Cristo, y
Cristo en la asamblea, Su cuerpo, sea el centro de ella, y la totalidad fuese la manifestación de Sí mismo en toda Su gloria.
Nosotros somos llenos de toda la plenitud de Dios; y es en la asamblea donde Él habita para este propósito. Él obra en nosotros
por Su Espíritu con este objetivo. Por tanto, el deseo y oración de Pablo es que a Dios sea la gloria en la iglesia en Cristo
Jesús por los siglos de los siglos: Amén. (Efesios 3:21). Y observen que de lo que se habla aquí es de la realización de lo
que se desea. No es, como en el capítulo 1, el objetivo, para que ellos puedan saber lo que es ciertamente verdadero, sino
para que pueda ser verdadero para ellos, siendo fortalecidos con poder por Su Espíritu. Es muy hermoso ver cómo, después de
lanzarnos en la infinitud de la gloria de Dios, él nos trae de nuevo al conocido centro en Cristo - a conocer el amor de Cristo,
pero no para limitarnos. Es más correctamente divino que la gloria, aunque familiar para nosotros. Excede a todo conocimiento.
El
amor divino obrando en nosotros
Observen aquí, también, que el apóstol no pide ahora que Dios actúe mediante un poder que obre para nosotros, como
se expresa frecuentemente, sino mediante un poder que obre en nosotros [16]. Él es poderoso para hacer todas las cosas mucho
más de lo que pedimos o entendemos según Su poder que obra en nosotros. ¡Qué porción para nosotros! ¡Qué lugar es éste que
nos es dado en Cristo! Pero él regresa así a la tesis propuesta al final del capítulo 2, Dios morando en la asamblea por el
Espíritu, y los Cristianos, ya sean Judíos o Gentiles, unidos en uno. Él desea que los Cristianos Efesios (y todos nosotros)
anden como es digno de esta vocación. Su vocación había de ser una, el cuerpo de Cristo; pero este cuerpo, de hecho, manifestado
en la tierra en su unidad verdadera por la presencia del Espíritu Santo. Hemos visto (cap.1) al Cristiano traído a la presencia
de Dios mismo; pero el hecho de que estos Cristianos formaban el cuerpo de Cristo, y que ellos eran la morada de Dios aquí
abajo, la casa de Dios en la tierra - en una palabra, su completa posición - está comprendido en la expresión, "vuestra vocación."
La oración del capítulo 1, observen, presenta a los santos ante Dios; la del capítulo 3, a Cristo en ellos.
[16] Esto diferencia claramente la oración
del capítulo 1 y ésta. Allí el llamamiento y la herencia eran en el firme propósito de Dios, y su oración es que ellos los
puedan conocer, y el poder que los trajo allí. Aquí se trata de lo que está en nosotros, y él ora para que esto pueda existir,
y eso, como poder actual en la iglesia.
Capítulo
4
El
estado individual que Pablo deseaba que se realizara entre los Efesios
Ahora bien, el apóstol estaba en prisión por el testimonio que había dedo
de esta verdad, por haber mantenido y predicado los privilegios que Dios había concedido a los Gentiles, y en particular el
de formar por la fe, juntamente con los creyentes Judíos, un cuerpo unido a Cristo. En su exhortación hace uso de este hecho
como un motivo conmovedor. Ahora bien, la primera cosa que él buscaba de parte de sus queridos hijos en la fe, como conviene
esta unidad y como un medio de mantenerla en la práctica, era el espíritu de humildad y mansedumbre, soportándose con paciencia
los unos con los otros en amor. Éste es el estado individual que él deseaba que
se realizara entre los Efesios. Ello es el verdadero fruto de cercanía a Dios, y de la posesión de privilegios; si se disfrutan
en Su presencia.
El
resultado de la obra de Cristo; la "vocación" de los Cristianos;
su
desarrollo y aplicación
Al final del capítulo 2, el apóstol había expuesto el resultado de la obra de Cristo uniendo al Judío y al Gentil,
haciendo la paz, y formando así la morada de Dios en la tierra; teniendo acceso, el Judío y el Gentil, a Dios por un Espíritu
por medio de la mediación de Cristo, estando ambos reconciliados con Dios en un cuerpo. Tener acceso a Dios; ser la morada
de Dios por medio de Su presencia por el Espíritu Santo; ser un cuerpo reconciliado con Dios - tal es la vocación de los Cristianos.
El capítulo 3 había desarrollado esto en toda su extensión. El apóstol lo aplica en el capítulo 4.
La
triple exhortación; la unidad del Espíritu mantenida en el vínculo de la paz
Los fieles debían procurar - en las disposiciones mencionadas arriba - mantener esta unidad del Espíritu en el vínculo
de la paz. Hay tres cosas en esta exhortación: primero, un andar digno de la vocación de ellos; segundo, el espíritu en el
que habían de hacerlo; tercero, la diligencia en mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Es importante
observar que esta unidad del Espíritu no es semejanza de sentimiento, sino la unidad de los miembros del cuerpo de Cristo
establecida por el Espíritu Santo, mantenida prácticamente por un andar según el Espíritu de gracia. Es evidente que la diligencia
requerida para el mantenimiento de la unidad del Espíritu se relaciona con la tierra y a la manifestación de esta unidad en
la tierra.
Las
tres esferas de unidad
Ahora bien el apóstol basa su exhortación en los puntos de vista diferentes bajo los cuales esta unidad puede ser considerada:
en relación con el Espíritu Santo, con el Señor, y con Dios.
Hay un cuerpo y un Espíritu; no meramente un efecto producido en el corazón de individuos para que pudieran entenderse
mutuamente, sino un cuerpo. La esperanza era una, de la cual este Espíritu era la fuente y el poder. Ésta es la unidad esencial,
verdadera, y permanente.
Hay, también, un Señor. Con Él se relacionaban "una fe" y "un bautismo." Ésta es la profesión pública y el reconocimiento
de Cristo como Señor. Comparen el discurso en 1 Corintios.
Finalmente, hay un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todo, y por todos, y en todos.
¡Qué poderosos vínculos de unidad! El Espíritu de Dios, el señorío de Cristo, la omnipresencia universal de Dios, incluso
el Padre, todos tienden a traer a la unidad a aquellos relacionados con cada uno como a un centro divino. Todas las relaciones
religiosas del alma, todos los puntos por los cuales estamos en contacto con Dios, concuerdan en formar a todos los creyentes
en uno en este mundo, de tal forma que ningún hombre puede ser un Cristiano sin ser uno con todos aquellos que lo son. No
podemos ejercer la fe, ni disfrutar la esperanza, ni expresar la vida cristiana en cualquier forma, sin tener la misma fe
y la misma esperanza de los demás, sin dar expresión a lo que existe en los demás. Solamente que somos llamados a mantenerlo
en forma práctica.
El
alcance ampliado de cada círculo de unidad; la unidad esencial y real y la profesión exterior, con las demandas y los derechos
universales del Padre
Podríamos comentar, que las tres esferas de unidad presentadas en estos tres versículos no tienen el mismo alcance.
El círculo de unidad se amplía cada vez.
1.- Con el Espíritu está ligada la unidad del
cuerpo, la unidad esencial y real producida por el poder del Espíritu que une a Cristo a todos Sus miembros.
2.- Con el Señor están ligadas la unidad de
la fe y del bautismo. Aquí cada individuo tiene la misma fe, el mismo bautismo: es la profesión externa, verdadera y real
quizás, pero una profesión, con referencia a Él, quien tiene los derechos sobre aquellos que se llaman por Su nombre.
3.- Con respecto al tercer carácter de unidad,
este se relaciona con demandas que se extienden a todas las cosas, aunque para el creyente es un vínculo más íntimo, porque
Él, quien tiene derecho sobre todas las cosas, mora en los creyentes [17].
[17] Para recapitular, primero, hay un cuerpo y un Espíritu, una esperanza de nuestra
vocación; segundo, un Señor con quien están ligados una fe y un bautismo; tercero, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre
todos, y por todos, y en todos los Cristianos. Además, al insistir en estas tres grandes relaciones en las que están situados
todos los Cristianos, como estando en su naturaleza los fundamentos de unidad y los motivos de su mantenimiento, estas relaciones
se extienden sucesivamente en amplitud. La relación directa se refiere adecuadamente a las mismas personas; pero el carácter
de Él, quién es la base de la relación, amplia la idea relacionada con ella.
Con respecto al Espíritu, Su presencia une el cuerpo - es el vínculo entre todos los miembros del cuerpo: de nadie
más que de los miembros del cuerpo - y ellos, como tales - son vistos aquí.
El Señor tiene las demandas más amplias. En esta relación no se habla de los miembros del cuerpo; hay una fe y un bautismo,
una profesión en el mundo: no podrían haber dos. Pero, aunque las personas que están en esta relación exterior también pueden
estar en otras relaciones y ser miembros del cuerpo, no obstante, la relación aquí es una de profesión individual; no es una
cosa que no pueda existir en absoluto excepto en la realidad (uno es un miembro del cuerpo de Cristo, o no lo es).
Dios es el Padre de estos mismos miembros, puesto que son Sus hijos, pero Él, quien mantiene esta relación, debe estar
necesariamente y siempre sobre todas las cosas - personalmente sobre todas las cosas, pero divinamente en todas partes.
Realización
y manifestaciones de la unidad del un cuerpo
Observen aquí, que no solamente es una unidad de sentimiento, de deseo, y de corazón. Ellos son instados a la unidad;
pero se les incita así para que mantengan la realización, y la manifestación aquí abajo, de una unidad que pertenece a la
existencia y a la posición eterna de la asamblea en Cristo. Hay un Espíritu, pero hay un cuerpo. La unión de corazones en
el vínculo de la paz que el apóstol desea, es para el mantenimiento público de esta unidad; no para que se soportaran con
paciencia los unos a los otros cuando ésta ha desaparecido, es decir, los Cristianos contentos con la ausencia de ella. Uno
no acepta lo que es contrario a la Palabra, aunque en ciertos casos aquellos que lo hacen merecen paciencia. La consideración
de la comunidad de la posición y del privilegio, disfrutados por todos los hijos de Dios en las relaciones de las que hemos
estado hablando, servía para unirlos unos con otros en el dulce gozo de esta posición muy preciosa, conduciéndolos también,
a cada uno, a regocijarse en amor, de la parte que cada otro miembro del cuerpo tenía en esta felicidad.
Cristo,
cabeza sobre todas las cosas; la necesidad de redención si el hombre ha de estar unido a Cristo; Satanás vencido y llevado
cautivo
Pero, por otra parte, el hecho de que Cristo fue exaltado para estar en el cielo, como Cabeza sobre todas las cosas,
introdujo una diferencia que pertenecía a esta supremacía de Cristo - una supremacía ejercida con soberanía divina y sabiduría.
"A cada uno de nosotros fue dada la gracia (el don) conforme a la medida del don de Cristo" (es decir, como Cristo encuentra
conveniente dar) (Efesios 4:7). Con respecto a nuestra posición de gozo y bendición en Cristo, somos uno. Con respecto a nuestro
servicio, cada uno de nosotros tiene un lugar individual según Su sabiduría divina, y según Sus derechos soberanos en la obra.
El fundamento de este título, cualquiera que sea el poder divino que se ejerce en él, es este: el hombre estaba bajo el poder
de Satanás - miserable condición, el fruto de su pecado, una condición a la cual su voluntad propia lo había reducido, pero
en la que (según el juicio de Dios, quién había pronunciado en él la sentencia de muerte) era un esclavo en cuerpo y mente
del enemigo que tenía el poder de muerte - con la salvedad de los derechos soberanos y la gracia soberana de Dios (vean el
capítulo 2: 2). Ahora bien, Cristo se ha hecho hombre, y empezó yendo como hombre, llevado por el Espíritu, a encontrarse
con Satanás. Él le venció. En cuanto a Su poder personal, pudo echarlo fuera por todas partes, y librar al hombre. Pero el
hombre no quería a Dios consigo; ni era posible para los hombres, en su condición pecadora, estar unidos a Cristo sin la redención.
El Señor sin embargo, llevando a cabo Su obra perfecta de amor, sufrió la muerte, y venció a Satanás en ella, su última fortaleza,
que el juicio justo de Dios mantenía vigente contra el hombre pecaminoso - un juicio que, por lo tanto, Cristo sufrió, consumando
una redención que era completa, final, y eternal en su valor; para que ni Satanás, el príncipe de muerte y acusador de los
hijos de Dios en la tierra, ni siquiera el juicio de Dios, pudieran tener algo más que decir a los redimidos. El reino fue
quitado a Satanás; el justo juicio de Dios fue padecido y completamente satisfecho. Todo el juicio es entregado al Hijo, y
también el poder sobre todos los hombres, porque Él es el Hijo del Hombre. Estos dos resultados aún no se manifiestan, aunque
el Señor posee todo el poder en el cielo y en la tierra. La cosa de la que aquí se habla es otro resultado que es cumplido
en el entretanto. La victoria es completa. Él ha llevado cautivo al adversario. Ascendiendo al cielo Él ha puesto al hombre
victorioso sobre todas las cosas, y ha llevado cautivo todo el poder que previamente tenía el dominio sobre el hombre.
El
poder del Señor sobre Satanás exhibido en Su cuerpo, la asamblea
Ahora bien, antes de manifestar personalmente el poder que había ganado como hombre atando a Satanás, antes de exhibirlo
en la bendición del hombre en la tierra, Él lo exhibe en la asamblea, Su cuerpo, al impartir a los hombres librados del dominio
del enemigo, tal como había prometido, los dones que son la prueba de ese poder.
El
contenido y la conexión de los capítulos 1, 2, 3 y 4
El capítulo 1 nos había revelado los pensamientos de Dios.
El capítulo 2, el cumplimiento, en poder, de Sus pensamientos con respecto a los redimidos - Judíos o Gentiles, todos
muertos en sus pecados - para formarlos en la asamblea.
El capítulo 3 es el desarrollo especial del misterio en lo que concernía a los Gentiles en la administración de la
asamblea por Pablo en la tierra.
Aquí en el capítulo 4, la asamblea es presentada en su unidad como un cuerpo, y en las variadas funciones de sus miembros;
es decir, el efecto positivo de esos consejos en la asamblea aquí abajo. Pero esto está fundamentado en la exaltación de Cristo;
Él, el conquistador del enemigo, ha ascendido al cielo como hombre.
Dones
para los hombres de la cabeza del cuerpo, el hombre ascendido
Cristo, exaltado de esta forma, ha recibido dones en el hombre, es decir, en Su carácter humano (comparen con Hechos
2:33). Así que es "en el hombre," ("in Man", como figura en la versión inglesa de la Biblia traducida de los Textos Originales
por J. N. Darby - Nota del revisor de la traducción) que se expresa en el Salmo 68, de donde se toma la cita ("para los
hombres" en la Versión Reina Valera 1960; "entre los hombres" en la VM - Nota del revisor). Aquí, habiendo recibido estos
dones como la Cabeza del cuerpo, Cristo es el canal de sus comunicaciones a otros. Son dones para los hombres.
Tres cosas lo caracterizan aquí a Él como un hombre ascendido a las alturas, un hombre que ha llevado cautivo a quién
mantenía al hombre en cautividad, un hombre que ha recibido para los hombres, librados de ese enemigo, los dones de Dios,
los cuales dan testimonio de esta exaltación del hombre en Cristo, y sirven como medio para la liberación de otros. Porque
este capítulo no habla de las señales más directas del poder del Espíritu, como lenguas o milagros - dones milagrosos, que
es la forma como usualmente se les denomina - sino que habla de lo que el Señor, como Cabeza, confiere a los individuos, es
decir, estos individuos son los dones, como Sus siervos para formar a los santos para que estén con Él, y para la edificación
del cuerpo - el fruto de Su cuidado por ellos. Por lo tanto, como ya se ha comentado, la continuación de ellos (hasta que
todos nosotros, uno tras otro, crezcamos en Él que es la Cabeza) es declarada en cuanto al poder, por el Espíritu; en 1 Corintios
12 no es así.
La
obra completa y gloriosa del Señor; los cautivos de Satanás
hechos
siervos de Cristo, instrumentos de Su poder
Pero detengámonos aquí por un momento para contemplar la importancia de lo que hemos estado considerando.
¡Qué obra tan completa y gloriosa es ésa que el Señor ha consumado para nosotros, y de la cual la comunicación de estos
dones es el testimonio precioso! Cuando éramos esclavos de Satanás, y por consiguiente de la muerte, tanto como esclavos del
pecado, hemos visto que Él quiso sufrir lo que nosotros merecíamos, para gloria de Dios. Él descendió a la muerte de la que
Satanás tenía el poder. Y tan completa fue la victoria del hombre en Él, tan entera nuestra liberación, que (exaltado Él mismo
como hombre a la diestra del trono de Dios - Él que había estado bajo la muerte) Él nos ha rescatado del yugo del enemigo,
y usa el privilegio que Su posición y Su gloria le dan para hacer que aquellos que antes eran cautivos, sean los instrumentos
de Su poder para la liberación de otros también. Él nos da el derecho, bajo Su jurisdicción, de actuar en Su guerra santa,
movidos por Sus mismos principios de amor. Nuestra liberación es tal, que nosotros somos los instrumentos de Su poder contra
el enemigo - Sus colaboradores en amor a través de Su poder. De ahí la relación entre la piedad práctica, la subyugación completa
de la carne, y la capacidad de servir a Cristo como instrumentos en manos del Espíritu Santo, y vasos de Su poder.
La
importancia de la ascensión del Señor en conexión con Su persona y obra
Ahora bien, la ascensión del Señor tiene una importancia inmensa en relación con Su Persona y obra. Él ascendió, de
hecho, como hombre, pero Él descendió primero como hombre incluso a la oscuridad del sepulcro y de la muerte; y desde allí
- victorioso sobre el poder del enemigo que tenía el poder de la muerte, y habiendo borrado los pecados de Sus redimidos,
y cumplido la gloria de Dios en obediencia - toma Su lugar como hombre por encima
de todos los cielos para que Él pueda llenar todas las cosas; no sólo como siendo Dios, sino según la gloria y el poder de
una posición en la que Él fue puesto por el cumplimiento de la obra de la redención - una obra que le llevó a las profundidades
del poder del enemigo, y le puso en el trono de Dios - una posición que Él ocupa, no sólo por el título de Creador que ya
era Suyo, sino por el de Redentor, que protege del mal a todo lo que se encuentra dentro de la esfera de la eficacia poderosa
de Su obra - una esfera llena de bendición, de gracia, y con Él mismo. ¡Verdad gloriosa, que pertenece al mismo tiempo a la
unión de las naturalezas divina y humana en la Persona de Cristo y a la obra de redención cumplida por sufrir en la cruz!
El
descenso y al ascenso del Señor
El amor hizo descender a Cristo del trono de Dios, y, encontrándose como hombre [18] bajó, por la misma gracia, hasta
la oscuridad de la muerte. Habiendo muerto, llevando nuestros pecados, Él ha ascendido de nuevo a ese trono como hombre, llenando
todas las cosas. Él descendió más bajo que la criatura hasta la muerte, y ha ascendido más arriba que ella.
[18] El descenso hasta las partes más bajas de la tierra es visto como un descenso
desde Su lugar como hombre en la tierra; no Su descenso del cielo para ser hombre. Es Cristo quien descendió.
El
objeto de la obra de Cristo; Su cuerpo, Su esposa; dones comunicados para reunir a los miembros de Su cuerpo
Pero, por llenar todas las cosas en virtud de Su Persona gloriosa, y en relación con la obra que Él logró, Él está
también en relación inmediata con lo que en los consejos de Dios está unido de cerca con Aquel que llena así todas las cosas,
con aquello que ha sido especialmente el objeto de Su obra de redención. Se trata de Su cuerpo, Su asamblea, unida a Él por
el vínculo del Espíritu Santo para completar este hombre místico, para ser la esposa de este segundo Hombre, que todo lo llena
en todo - un cuerpo que, como fue manifestado aquí abajo, está colocado en medio de una creación que no está liberada todavía,
y en presencia de enemigos que están en los lugares celestiales, hasta que Cristo ejerza, de parte de Dios Su Padre, el poder
que le ha sido entregado como hombre. Cuando Cristo ejercerá así Su poder, tomará venganza en aquellos que han corrompido
Su creación seduciendo al hombre, que había sido su cabeza aquí abajo y la imagen de Aquel que iba a ser su Cabeza en todas
partes. Él también libertará a la creación de la sujeción al mal. Entre tanto, exaltado personalmente como el hombre glorioso,
y sentado a la diestra de Dios hasta que Dios ponga a Sus enemigos por estrado de Sus pies, Él comunica los dones necesarios
para la reunión de aquellos que serán los compañeros de Su gloria, quienes son miembros de Su cuerpo y quienes serán manifestados
con Él cuando Su gloria brille en medio de este mundo de tinieblas.
El
poder del Espíritu en la asamblea; el poder espiritual de la asamblea
El apóstol nos muestra aquí una asamblea ya
liberada, y ejerciendo el poder del Espíritu; que, por una parte, libra las almas, y por la otra, las edifica en Cristo, para
que puedan crecer a la medida de la Cabeza a pesar de todo el poder de Satanás que todavía subsiste.
Pero una verdad importante se relaciona con este hecho. Este poder espiritual no se ejerce de una manera simplemente
divina. Es Cristo ascendido, (Aquel que, sin embargo, había descendido previamente a las partes más bajas de la tierra) quién,
como hombre, ha recibido estos dones de poder. Es así que habla el Salmo 68 y también Hechos 2:33 ("Así que, exaltado por
la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.").
Este último pasaje habla también de los dones concedidos a Sus miembros. En nuestro capítulo es solamente de esta última forma
que se mencionan. Él dio dones a los hombres.
El
propósito y carácter de los dones de la Cabeza del cuerpo
Yo también comentaría, que estos dones no se presentan aquí como dones concedidos por el Espíritu Santo descendido
a la tierra y distribuyendo a cada uno según Su voluntad: tampoco se habla aquí de esos dones que son muestras de poder espiritual
convenientes para actuar como señales para los que están afuera: sino que ellos son para la obra del ministerio de reunir
y para edificación, establecidos por Cristo como Cabeza del cuerpo por medio de dones con los cuales Él dota a personas a
Su elección. Ascendido a lo alto y habiendo tomado Su lugar como hombre a la diestra de Dios, y llenando todas las cosas,
cualquiera sea la magnitud de Su gloria, Cristo tiene como Su primer objetivo el de cumplir los modos de obrar de Dios en
amor reuniendo almas, y en particular hacia los santos y la asamblea; establecer la manifestación de la naturaleza divina,
y comunicar a la asamblea las riquezas de esa gracia que los modos de obrar de Dios exhiben, y de la cual la naturaleza divina
es la fuente. Es en la asamblea donde la naturaleza de Dios, los consejos de la gracia, y la obra eficaz de Cristo se concentran
en su objetivo; y estos dones son los medios de ministrar, en la comunicación de éstos, en bendición para el hombre.
Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, y maestros: poniendo a los apóstoles y profetas, o más bien, siendo puestos,
como los fundamentos del edificio celestial, y actuando como viniendo directamente del Señor de una manera extraordinaria;
las otras dos clases (la última siendo subdividida en dos dones, relacionados en su naturaleza) perteneciendo al ministerio
ordinario en todas las edades. Es importante comentar, también, que el apóstol no ve nada existiendo antes de la exaltación
de Cristo excepto el hombre hijo de ira, el poder de Satanás, el poder que nos levantó (muertos en pecados como estábamos)
con Cristo, y la eficacia de la cruz, que nos había reconciliado con Dios, y había abolido la distinción entre Judío y Gentil
en la asamblea, para unirlos en un cuerpo delante de Dios - la cruz en la que Cristo bebió el vaso y soportó la maldición,
para que la ira desapareciera para el creyente, y en la que un Dios de amor, un Dios Salvador, se manifiesta totalmente.
Los
apóstoles y profetas del Nuevo Testamento excluyen a los doce apóstoles
Así que la existencia de los apóstoles sólo tiene comienzo aquí desde los dones que siguieron a la exaltación de Jesús.
Los doce como enviados por Jesús en la tierra no tienen ningún lugar en la enseñanza de esta epístola que trata del cuerpo
de Cristo, de la unidad y de los miembros de este cuerpo; y el cuerpo no podía existir antes de que la Cabeza existiera y
hubiera tomado Su lugar como tal. Así también hemos visto que, cuando el apóstol habla de los apóstoles y profetas, los últimos
son exclusivamente aquellos del Nuevo Testamento, y aquellos que han sido hechos tales por Cristo después de Su ascensión.
Es el nuevo hombre celestial que, siendo la Cabeza exaltada en el cielo, forma Su cuerpo en la tierra. Él lo hace para el
cielo, poniendo a los individuos que lo componen, espiritual e inteligentemente en relación con la Cabeza por el poder del
Espíritu Santo actuando en este cuerpo en la tierra; siendo los dones, de los que el apóstol aquí habla, los canales por los
cuales Sus gracias son comunicadas según los vínculos que el Espíritu Santo forma con la Cabeza.
El
efecto de los dones como canales para el cuerpo
Efesios 4: 12 y ss. El efecto apropiado e inmediato es perfeccionar a individuos según la gracia que mora en la Cabeza.
Además, la forma que toma esta acción divina es la obra del ministerio, y la formación del cuerpo de Cristo, hasta que todos
los miembros crezcan a la medida de la estatura de Cristo, su Cabeza. Cristo ha sido revelado en toda Su plenitud: es según
esta revelación que los miembros del cuerpo serán formados en la semejanza de Cristo, conocido como llenando todas las cosas,
y como Cabeza de Su cuerpo, la revelación del amor perfecto de Dios, de la excelencia del hombre ante Él según Sus consejos,
del hombre que es vaso de toda Su gracia, todo Su poder, y todos Sus dones. Así la asamblea, y cada uno de los miembros de
Cristo, deberían estar llenos de los pensamientos y las riquezas de un Cristo bien conocido, en lugar de ser llevados por
doquiera por toda clase de doctrinas presentada por el enemigo para engañar a las almas.
Amor
y verdad; Cristo es la expresión perfecta de ellos
El Cristiano debía crecer según todo lo que fue revelado en Cristo, y debía estar en constante crecimiento en la semejanza
a su Cabeza; usando amor y verdad para su propia alma - las dos cosas de las que Cristo es la expresión perfecta. La verdad
exhibe la relación verdadera de todas las cosas entre sí, en relación con el centro de todas las cosas, que es Dios revelado
ahora en Cristo. El amor es lo que Dios es, en medio de todo esto. Ahora Cristo, como la luz, puso todo precisamente en su
lugar - el hombre, Satanás, el pecado, la justicia, la santidad, todas las cosas, y eso en todos los detalles, y en relación
con Dios. Y Cristo era amor, la expresión del amor de Dios en medio de todo esto. Y éste es nuestro modelo; y nuestro modelo
vencedor, y, habiendo ascendido al cielo, nuestra Cabeza, a la cual estamos unidos como miembros de Su cuerpo.
Los
miembros del cuerpo son canales de la gracia de Cristo a cada miembro para que todos puedan ser nutridos y puedan crecer
Fluye allí desde esta Cabeza, por medio de sus miembros, la gracia necesaria para cumplir la obra de asemejarnos a
Él mismo. Su cuerpo, bien concertado, recibe su crecimiento por la obra de Su gracia en cada miembro, para ir edificándose
en amor [19]. Ésta es la posición de la asamblea según Dios, hasta que todos
los miembros del cuerpo lleguen a la estatura de Cristo. La manifestación de esta unidad ¡es lamentable! está estropeada;
pero la gracia, y la operación de la gracia de su Cabeza para nutrir y hacer que sus miembros crezcan, nunca se altera, al
igual que el amor en el corazón del Señor del que brota esta gracia. Nosotros no le glorificamos, no tenemos el gozo de ser
ministros del gozo los unos a los otros como deberíamos ser; pero la Cabeza no deja de obrar para el bien de Su cuerpo. Realmente
el lobo viene y dispersa las ovejas, pero no puede arrancarlas de las manos del Pastor. Su fidelidad se glorifica en nuestra
infidelidad sin excusarla por ello.
[19] El versículo 11 entrega los dones especiales y permanentes; el versículo 16, lo
que cada coyuntura provee en su lugar. Ambos tienen su lugar en la formación y crecimiento del cuerpo.
La
unión de Cristo y la asamblea en su carácter doble
Con este objetivo precioso de la suministración de gracia (a saber, para el crecimiento de cada miembro individualmente
hasta la medida de la estatura de la Cabeza misma), con la suministración de cada miembro en su lugar para la edificación
del cuerpo mismo en amor, termina este desarrollo de los consejos de Dios en la unión de Cristo y la asamblea, en su carácter
doble de cuerpo de Cristo en el cielo, y habitación del Espíritu Santo en la tierra - verdades que no pueden ser separadas,
pero cada una de las cuales tiene su importancia distintiva, y que reconcilian las verdaderas operaciones inmutables de gracia
en la Cabeza con los fracasos de la asamblea responsable en la tierra.
Exhortaciones
para un andar apropiado; despojándose del viejo hombre, vistiéndose de Cristo
Efesios 4: 17 y ss. Se presentan, a continuación, exhortaciones para un andar que conviene a tal posición, para que
la gloria de Dios en y por nosotros, y Su gracia hacia nosotros, puedan ser identificadas en nuestra plena bendición. Notaremos
los grandes principios de estas exhortaciones.
La primera es el contraste [20] entre la ignorancia de un corazón ciego y alguien que está ajeno de la vida de Dios,
y, por consiguiente, caminando en la vanidad de su pensamiento, es decir, según los deseos de un corazón rendido a los impulsos
de la carne sin Dios - el contraste, digo, entre este estado, y el de uno que ha aprendido de Cristo, como la verdad está
en Jesús (qué es la expresión de la vida de Dios en el hombre, Dios mismo manifestado en la carne), habiéndose despojado de
este viejo hombre, que está viciado según sus deseos engañosos y habiéndose vestido del nuevo hombre, Cristo. No se trata
de una mejora del viejo hombre; se trata de despojarse de él, y vestirse de Cristo.
[20] Ya he comentado, que ese contraste entre el nuevo estado y el viejo caracteriza
más a Efesios que a Colosenses, dónde encontramos más del desarrollo de la vida.
Incluso el apóstol no pierde de vista aquí la unidad del cuerpo; hemos de hablar la verdad, porque somos miembros uno
del otro. "Verdad", la expresión de simplicidad e integridad de corazón, está en relación con "la verdad que está en Jesús",
cuya vida es transparente como la luz, así como la falsedad está en relación con los deseos engañosos.
Nueva
creación; la caída de Adán y su resultado
Además, el viejo hombre está sin Dios, desposeído de la vida de Dios. El nuevo hombre es creado, es una nueva creación,
y una creación [21] según el modelo de lo que es el carácter de la justicia de Dios, y la santidad de la verdad. El primer
Adán no fue creado a la imagen de Dios de esa manera. Por la caída, el conocimiento del bien y el mal entró en el hombre.
Él ya no puede ser inocente. Cuando era inocente, él era ignorante del mal en sí mismo. Ahora, caído, él está ajeno de la
vida de Dios en su ignorancia: pero el conocimiento del bien y del mal que él ha adquirido, la distinción moral entre el bien
y mal en sí mismo, es un principio divino. "El hombre", dijo Dios, "es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal." Pero
para poseer este conocimiento, y subsistir en lo que es bueno ante Dios, debe haber energía divina, vida divina.
[21] En Colosenses podemos leer "conforme a la imagen del que lo creó se va renovando
hasta el conocimiento pleno." (Colosenses 3:10).
Dios
como el centro de toda verdadera relación y de toda obligación moral
Todas las cosas tienen su verdadera naturaleza, su verdadero carácter, a los ojos de Dios. Ésa es la verdad. No es
que Él es la verdad. La verdad es la expresión correcta y perfecta de lo que una cosa es (y, en una manera absoluta, de lo
que todas las cosas son), y de las relaciones en qué están con otras cosas, o en las que todas las cosas están hacia cada
una de las otras. Dios no podría ser la verdad de esta manera. Él no es la expresión de alguna otra cosa. Todo se relaciona
con Él. Él es el centro de toda verdadera relación, y de toda obligación moral. Tampoco Dios es la medida de todas las cosas,
porque Él está por sobre todas las cosas; y nada más puede estar así por encima de ellas, o Él no sería Dios [22]. Se trata
de Dios hecho hombre; es Cristo, quien es la verdad, y la medida de todas las cosas. Pero todas las cosas tienen su verdadero
carácter a los ojos de Dios: y Él juzga todo justamente, ya sea moralmente o en poder. Él actúa según ese juicio. Él es justo.
Él también, siendo Él mismo la bondad, conoce perfectamente el mal, que el mal puede ser perfectamente una abominación para
Él, que Él puede rechazarlo por Su propia naturaleza. Él es santo. Ahora, el nuevo hombre, creado según la naturaleza divina,
lo es en la justicia y santidad de la verdad. ¡Qué privilegio! ¡Qué bendición! Se trata, como otro apóstol ha dicho, de ser
"participantes de la naturaleza divina." Adán no tenía nada de esto.
[22] Hay un sentido en que Dios es, moralmente, la medida de otros seres - una consideración
que saca a relucir el inmenso privilegio del hijo de Dios. Es el efecto de la gracia, en la que, nacido de Él y participando
de Su naturaleza, el hijo de Dios es llamado a ser imitador de Dios, a ser perfecto como Su Padre es perfecto. Todo aquel
que ama es nacido de Dios, y conoce a Dios, porque Dios es amor. Él nos hace partícipes de Su santidad, por consiguiente somos
llamados a ser imitadores de Dios, como Sus amados hijos. Esto muestra los inmensos privilegios de la gracia. Es el amor de
Dios en medio del mal, y que, superior a todo el mal, camina en santidad, y también se regocija junto, de un modo divino,
en la unidad de los mismos gozos y los mismos sentimientos. Por consiguiente, Cristo dice (Juan 17): "así como nosotros" y
"en nosotros."
La
responsabilidad de Adán para obediencia, no para conocimiento
Adán era perfecto como hombre inocente. Dios sopló en su nariz aliento de vida, y él era responsable por la obediencia
a Dios en algo en que ni el bien ni el mal iban a ser conocidos, sino simplemente un mandamiento. La prueba sólo era la de
la obediencia, no del conocimiento del bien o mal en sí mismo. En la actualidad, en Cristo, la porción del creyente es una
participación en la propia naturaleza divina, en ser alguien que conoce el bien y mal, y que participa vitalmente en el bien
soberano, moralmente en la naturaleza de Dios mismo, aunque por eso, siempre dependiente de Él. Es nuestra naturaleza mala
la que no es así, o por lo menos la que rehúsa ser dependiente de Él.
Participantes
de la naturaleza divina y el Espíritu Santo morando en nosotros para ser imitadores de Dios
Efesios 4:26 y ss. Ahora bien, hay un príncipe de este mundo, ajeno a Dios; y, además de la participación en la naturaleza
divina, está el Espíritu mismo que nos ha sido dado. Estas verdades solemnes entran también como principios en estas exhortaciones.
"Ni deis lugar al diablo," por una parte - no den ningún lugar para que entre y para actuar en la carne; y, por el otro, "no
contristéis al Espíritu Santo", quién mora en vosotros. La redención de la criatura aún no ha tenido lugar, pero ustedes fueron
sellados para aquel día: respeten y aprecien a este Huésped poderoso y santo que mora en ustedes por gracia. Por consiguiente,
que cesen toda amargura y malicia, incluso de palabra, y permitan que la mansedumbre
y bondad reinen en ustedes según el modelo que tienen en los modos de Dios en Cristo hacia vosotros. Sean imitadores de Dios:
¡hermoso y magnífico privilegio! pero que fluye naturalmente de la verdad de que somos hechos participantes de Su naturaleza,
y que Su Espíritu mora en nosotros.
El
modelo de vida Cristiano fundamentado en una nueva creación; despojándose subjetivamente del viejo hombre y vistiéndose del
nuevo
Éstos son los dos grandes principios subjetivos del Cristiano: el haberse despojado del viejo hombre y haberse vestido
del nuevo, y el Espíritu Santo morando en él. Casi nada puede ser más bendecido que el modelo de vida presentado aquí para
los Cristianos, basado en que somos una nueva creación. Es subjetiva y objetivamente perfecto. Primero, subjetivamente, la
verdad en Jesús es el haberse despojado del viejo hombre y haberse vestido del nuevo, que tiene a Dios como su modelo. Es
creado según Dios en la perfección de Su carácter moral. Pero esto no es todo. El Espíritu Santo de Dios por el cual somos
sellados para el día de la redención mora en nosotros: no debemos contristarlo. Éstos son los dos elementos de nuestro estado,
el nuevo hombre creado según Dios, y la presencia del Espíritu Santo de Dios; y Él es enfáticamente llamado aquí el Espíritu
de Dios, como relacionado con el carácter de Dios.
Objetivamente,
Dios es el modelo de amor y luz
Y después, objetivamente: creados según Dios, y Dios morando en nosotros, Dios es el modelo de nuestro andar, y así
con respecto a las dos palabras que presentan exclusivamente la esencia de Dios - amor y luz. Nosotros hemos de caminar en
amor, como Cristo nos amó y se entregó a Sí mismo por nosotros, un sacrificio a Dios. "Por nosotros" fue amor divino; "a Dios"
es perfección de objeto y motivo. La ley establece el amor propio como la medida del amor hacia otros. Cristo se entrega totalmente
y por nosotros, pero a Dios. Nuestra indignidad engrandece el amor pero, por otra parte, un afecto y un motivo obtienen su
valor según su objeto (y con Cristo el objeto era Dios mismo), la renuncia total del yo. Porque, por decirlo así, podemos
amar hacia arriba y hacia abajo. Cuando miramos hacia arriba en nuestros afectos, mientras más noble el objeto, más noble
el afecto; cuando es hacia abajo, mientras más indigno el objeto, más puro y absoluto el amor. Cristo era perfecto en ambos,
y absolutamente así. Él se dio a Sí mismo por nosotros, y a Dios. Después somos luz en el Señor. No podemos decir que somos
amor, porque el amor es la bondad soberana en Dios; caminamos en él, como Cristo. Pero somos luz en el Señor. Éste es el segundo
nombre esencial de Dios y como participantes de la naturaleza divina somos luz en el Señor. Aquí, de nuevo, Cristo es el modelo.
"Te alumbrará Cristo". Somos llamados, entonces, como Sus hijos amados, a imitar a Dios.
La
vida nos es presentada perfecta y plenamente en Cristo
Esta vida, en la que participamos y de la que vivimos como partícipes de la naturaleza divina, nos ha sido presentada objetivamente en Cristo en toda su perfección y en toda su plenitud; en el hombre,
y en el hombre llevado a la perfección a lo alto, según los consejos de Dios con respecto a Él. Es Cristo, esta vida eterna,
quien estaba con el Padre y nos ha sido manifestado - Él quien, habiendo descendido primero, ha ascendido ahora al cielo para
llevar a la humanidad a ese lugar, y mostrarla en la gloria - la gloria de Dios - según Sus consejos eternos. Hemos visto
esta vida aquí en su desarrollo terrenal: Dios manifestado en carne; hombre, perfectamente celestial, y obediente a Su Padre
en todo, movido, en Su comportamiento para con otros, por los motivos que caracterizan a Dios mismo en la gracia. De ahora
en adelante Él se manifestará en juicio; y aquí abajo, Él ha pasado ya por todas las experiencias de un hombre, entendiendo
así cómo la gracia se adapta a nuestras necesidades, y mostrándolo ahora, según ese conocimiento, tal como Él ejercerá juicio
de ahora en adelante, con un conocimiento del hombre, no sólo divino, pero que, habiendo pasado por este mundo en santidad,
dejará a los corazones de los hombres sin excusa y sin escape.
La
imagen de Dios
Pero de lo que estamos hablando ahora es de la imagen de Dios en Él. Es en Él en quien se nos presenta la naturaleza
que tenemos que imitar, y presentada en el hombre como ella debe ser desarrollada en nosotros aquí abajo, en las circunstancias
a través de las que estamos pasando. En Él nosotros vemos la manifestación de Dios, y esto en contraste con el viejo hombre.
Allí vemos "la verdad que está en Jesús", excepto que en nosotros involucra el despojarse del viejo hombre y vestirse del
nuevo, respondiendo a la muerte y resurrección de Cristo (comparen, particularmente en cuanto a Su muerte, con 1a. Pedro 3:18;
4:1). Así, para atraer e incitar nuestros corazones, para darnos el modelo en el que ellos serán formados, el objetivo hacia
el cual ellos debían propender, Dios nos ha dado un objeto en el cual Él se manifiesta, y qué es el objeto de todo Su propio
deleite.
El
objetivo de Dios en el nuevo hombre y el objetivo del nuevo hombre
La reproducción de Dios en el hombre es el objetivo que Dios se propuso a Sí mismo en el nuevo hombre; y que el nuevo
hombre se propone a sí mismo, siendo él la reproducción de la naturaleza y el carácter de Dios. Hay dos principios para el
camino del Cristiano, según la luz en la que él se ve a sí mismo. Corriendo su carrera como hombre hacia el objetivo de su
llamamiento celestial, en la cual él sigue según Cristo ascendido a lo alto: él está corriendo la carrera hacia el cielo;
la excelencia de Cristo a ser ganada allí, su motivo que no es el aspecto de Efesios. En Efesios, él está sentado en los lugares
celestiales en Cristo, y él tiene que darse a conocer como siendo del cielo, como Cristo realmente hizo, y manifestar el carácter
de Dios en la tierra, de lo cual, como hemos visto, Cristo es el modelo. Somos llamados, en la posición de hijos amados, a
mostrar los modos de obrar de nuestro Padre.
No somos creados de nuevo según lo que era el primer Adán, sino según lo que Dios es: Cristo es su manifestación. Y
Él es el segundo Hombre, el postrer Adán [23].
[23] Es útil notar aquí la diferencia entre Romanos 12: 1-2, y esta epístola. La epístolas
a los Romanos, hemos visto, contempla a un hombre viviente en la tierra; por lo tanto, él ha de presentar su cuerpo como un
sacrificio vivo en Cristo, ha de rendir a sus miembros totalmente a Dios. Aquí los santos son vistos como ya sentados en los
lugares celestiales, y ellos han de darse a conocer en testimonio del carácter de Dios ante los hombres, andando como Cristo
anduvo en amor, y luz.
Capítulo
5
Rasgos
característicos del nuevo hombre; el retrato de la vida de Cristo
Encontraremos estos rasgos característicos detalladamente: la veracidad, la ausencia de todo enojo que tiene la naturaleza
del odio (mentir y odiar son las dos características del enemigo); la justicia práctica relacionada con el obrar según la
voluntad de Dios (la verdadera posición del hombre); y la ausencia de corrupción. Es el hombre bajo el gobierno de Dios desde
la caída, liberado del efecto de los deseos engañosos. Pero es más que esto. Un principio divino introduce el deseo de hacer
bien a otros, a su cuerpo y a su alma. No necesito decir cuán verdaderamente encontramos aquí el retrato de la vida de Cristo,
así como en las observaciones precedentes fue el despojarse del espíritu del enemigo y del viejo hombre. El espíritu de paz
y amor (y eso, a pesar del mal de otros y de los males que ellos nos hacen) completa el cuadro, agregando aquello que se entenderá
fácilmente después de lo que se ha dicho, que, "perdonándoos unos a otros", hemos de ser imitadores de Dios, y caminar en
amor como Cristo nos ha amado, y Se ha entregado por nosotros. ¡Hermoso cuadro, precioso privilegio! Qué Dios nos conceda
que miremos de tal modo a Jesús para tener Su imagen estampada sobre nosotros, y en alguna manera andar como Él anduvo.
La
gracia y el amor de Dios actuando en el hombre retornan nuevamente a Dios en consagración
Además, notemos aquí, y es una característica
importante en este retrato de los frutos de la gracia y del nuevo hombre que, cuando la gracia y el amor, los cuales vienen
de Dios, actúan en el hombre, ellos siempre retornan a Dios en consagración. "Andad", él dice, "en amor, como también Cristo
nos amó, y se entregó a Sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante." (Efesios 5:2). Esto lo vemos
en Cristo. Él es este amor que desciende en gracia, pero esta gracia, actuando en el hombre, hace que Él mismo se consagre
a Dios, aunque es a favor de otros. Así es en nosotros; es la piedra de toque de la actividad del corazón del Cristiano.
Hablando
claro en cuanto al pecado y al descuido de la moralidad común; las verdades más profundas conectadas con la práctica diaria
Luego el apóstol habla claramente acerca del pecado, para que nadie
pueda engañarse; ni pueda ocuparse de verdades profundas, usándolas intelectualmente, para descuidar la moralidad común, que
es una de las señales de herejía, propiamente llamada así. Él ha relacionado las doctrinas más profundas de su enseñanza con
la práctica diaria. Si Cristo es glorificado, la Cabeza de la asamblea, Él es el modelo del nuevo hombre, el postrer Adán;
siendo una la asamblea con Él en lo alto, y la habitación de Dios en la tierra por el Espíritu, con quien cada Cristiano es
sellado. Todo Cristiano, si en realidad ha aprendido la verdad que está en Jesús, ha aprendido que ésta consiste en haberse
despojado del viejo hombre, y haberse vestido del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y en la santidad (de la que
Cristo es el modelo, según los consejos de Dios en la gloria); y él ha de crecer a la medida de la estatura de Cristo, quien
es la Cabeza, y no contristar al Espíritu Santo con el cual él está sellado. La más amplia revelación de la gracia no debilita
la verdad inmutable de que Dios tenía un carácter apropiado a Sí mismo; la gracia nos expone ese carácter por medio de las
revelaciones más preciosas del evangelio, y de las relaciones más íntimas con Dios, que se formaron por estas revelaciones:
pero este carácter no podría alterarse, ni podría el reino de Dios permitir, cualquier carácter contrario a él. Por consiguiente,
la ira de Dios contra el mal es claramente expuesta, y contra aquellos que lo cometen.
El
fruto de la luz y las obras infructuosas de las tinieblas
Efesios 5:8 y ss. Ahora bien, nosotros éramos lo que es contrario a Su carácter, éramos tinieblas; no solamente estábamos
en tinieblas, sino que éramos tinieblas en nuestra naturaleza, lo contrario de Dios que es luz. Ni un rayo de lo que Él es
se encontraba en nuestra voluntad, nuestros deseos, nuestra comprensión. Estábamos moralmente destituidos de ello. Había en
nosotros la corrupción del primer Adán, pero ninguna participación en cualquier rasgo del carácter divino. Ahora somos partícipes
de la naturaleza divina, tenemos los mismos deseos, sabemos qué es lo que Él ama, y amamos lo que Él ama, disfrutamos de lo
que Él disfruta, somos luz (pobre y débil, de hecho, sin embargo somos tal por naturaleza) en el Señor - considerados como estando en Cristo. Ellos son los frutos de la luz [24] que se desarrollan en el Cristiano;
él debe evitar toda asociación con las obras infructuosas de las tinieblas.
[24] Debemos leer "fruto de la luz", no "fruto del Espíritu." (Efesios 5:9)
Llamados
a despertar del sueño; Cristo mismo es la luz del alma;
el
Espíritu es la fuente de gozo y acción de gracias
Pero, hablando de motivos, el apóstol vuelve a los grandes asuntos que le preocuparon, y él vuelve a ellos, no solamente
para que nos vistamos del carácter presentado por lo que él dice, sino para que comprendamos toda su magnitud, para que experimentemos
toda su fuerza. Él nos había dicho que la verdad en Cristo era habernos vestido del nuevo hombre, en contraste con el viejo
hombre, y que no debemos contristar al Espíritu Santo. Ahora él exhorta a los que duermen a que se despierten, y Cristo los
alumbraría. La luz es lo que manifiesta todo; pero el que duerme, aunque no está muerto, no se beneficia de ella. Para oír,
para ver, y para toda percepción mental y toda comunicación, él está en la condición de un difunto. ¡Ay, cuán apto es este
sueño para sorprendernos! Pero al despertar, no era que ellos podrían ver la luz oscuramente, sino que Cristo mismo sería
la luz del alma; ellos tendrían toda la plena revelación de lo que era agradable a Dios, lo que Él ama; tendrían sabiduría
divina en Cristo; podrían aprovechar las oportunidades, las encontrarían, siendo iluminados así, en las dificultades de un
mundo gobernado por el enemigo, y actuarían según el entendimiento espiritual en cada asunto que se presentaría. Además, si
no perdían sus sentidos por los medios de excitación usados en el mundo, ellos iban a ser llenos del Espíritu: es decir, que
Él debe tomar tal posesión de nuestros afectos, nuestros pensamientos, nuestra comprensión, de modo que Él sea la única fuente
de ellos según Su propia y adecuada energía para la exclusión de todo el resto. Así, llenos de gozo, debemos alabar, debemos
cantar de gozo; y debemos dar gracias por todo lo que pueda pasar, porque un
Dios de amor es la verdadera fuente de todo. Debemos estar llenos de gozo en la realización espiritual de los objetivos de
la fe, y el corazón continuamente llenándose del Espíritu y sostenido por esta gracia, la experiencia de la mano de Dios en
todo aquí abajo sólo resultará en acciones de gracias. Esto viene de Su mano, en quien confiamos y cuyo amor conocemos. Pero
el dar gracias en todo es una prueba del estado del alma; porque con la conciencia de que todas las cosas proceden de la mano
de Dios, la plena confianza en Su amor, y el estar muertos para cualquier movimiento de nuestra voluntad, debe existir, para
dar gracias en todo, un ojo sencillo que se deleita en Su voluntad.
El
fruto de la gracia en nuestras relaciones y deberes
Efesios 5:21 y ss. Al entrar en los detalles de las relaciones y deberes particulares, el apóstol no puede renunciar
a tratar el asunto que él ama tanto. El mandamiento que él dirige a las esposas, que ellas deben estar sujetas a sus propios
maridos, inmediatamente sugiere la relación entre Cristo y la asamblea, no ahora como un asunto para el conocimiento, sino
uno para revelar Su afecto y tierno cuidado. Hemos visto que el apóstol, habiendo establecido los grandes principios exhibidos
en la revelación de nuestra relación con Dios - nuestra vocación - deduce entonces sus consecuencias prácticas con respecto
a la vida y conducta de los Cristianos: ellos debían caminar como habiéndose vestido del nuevo hombre, tener a Cristo por
su luz, no contristar al Espíritu, y estar lleno del Espíritu. Ahora bien, todo esto, siendo el fruto de la gracia, o era
conocimiento o era responsabilidad práctica.
La
gracia de Cristo; tres pasos en la obra de Su amor a la asamblea
Efesios 5:25 y ss. Pero aquí el asunto se ve en otro aspecto. Es la gracia que actúa en Cristo mismo, Sus afectos,
Su cuidado protector, Su fidelidad para con la asamblea. Nada puede ser más precioso, más tierno, más íntimo. Él amó a la
asamblea, esta es la fuente de todo. Y hay tres pasos en la obra de este amor. Él se dio a Sí mismo por ella, Él la lava,
Él la presenta toda gloriosa a Sí mismo. Esto no es precisamente la elección soberana del individuo por Dios, sino el afecto
que se muestra en la relación que Cristo mantiene con la asamblea [25]. Vean también la magnitud del don, y cuan maravilloso
el fundamento de confianza que contiene. Él se entrega a Sí mismo; no sólo es Su vida, por verdadero que esto sea, sino a
Sí mismo [26]. Todo lo que Cristo era ha sido entregado, y entregado por Él mismo; es la completa devoción y entrega de Sí
mismo. Y ahora todo eso está en Él - Su gracia, Su justicia, Su aceptación por el Padre, la gloria excelente de Su Persona,
Su sabiduría, la energía del amor divino que se puede entregar a sí mismo - todo es consagrado al bienestar de la asamblea.
No hay ningunas cualidades, ningunas excelencias en Cristo que no sean nuestras en su ejercicio, consecuentes con el don de
Sí mismo. Él ya las ha dado, y las ha consagrado para la bendición de la asamblea que Él se ha dado para tener. No sólo son
dadas, sino que es Él quien las ha dado; Su amor lo ha hecho.
[25] Es bueno notar aquí este carácter de amor, amor en una relación establecida. La
Palabra de Dios es más exacta en sus expresiones de lo que generalmente se piensa; porque la expresión tiene su origen en
la cosa misma. No se dice que Cristo amó al mundo - Él no tiene ninguna relación con el mundo tal como está. Se dice que de
tal manera amó Dios al mundo; esto es lo que Él es hacia el mundo en Su propia bondad. No se dice que Dios amó a la asamblea.
La relación apropiada de la asamblea como tal es con Cristo, su Esposo celestial. El Padre nos ama, somos Sus hijos amados.
Dios, en este carácter, nos ama. Así Jehová ama a Israel. Por otro lado, toda la ternura y fidelidad que pertenecen a la relación
en la cual Cristo está, son nuestra porción en Él, así como también, todo lo que significa el nombre de Padre en esa relación.
[26] Es especialmente la devoción de Su amor; Él entrega, y se entrega a Sí mismo.
El
amor de Cristo por la asamblea -- inefable, inagotable e inmutable
Bien sabemos que es en la cruz donde este don de Sí mismo fue cumplido, es allí que Su consagración para el bien de
la asamblea fue completa. Pero aquí esa obra gloriosa no se ve exactamente del lado de su eficacia redentora y expiatoria,
sino en el de la devoción y amor a la asamblea que Cristo manifestó en ella. Ahora bien, nosotros podemos contar siempre con
este amor que fue manifestado perfectamente en la cruz. No ha sido alterado. Jesús, - ¡bendito y alabado sea Su nombre por
ello! - está conmigo según la energía de Su amor en todo lo que Él es, en todas las circunstancias y para siempre, y en la
actividad de ese amor según el cual Él se entregó a Sí mismo. Él amó a la asamblea y Se entregó a sí mismo por ella. Esto
es la fuente de todas nuestras bendiciones, como miembros de la asamblea.
Pero este amor de Cristo es inagotable e inmutable. Efectúa la bendición de su apreciado objeto, preparándolo para
una felicidad de la que Su corazón es igualmente la medida y la fuente [27], para la felicidad de pureza perfecta, la excelencia
de la cual Él conoce en el cielo - pureza apropiada a la presencia de Dios, y a ella quien debe estar para siempre en esa
presencia, la novia del Cordero - pureza que le da la capacidad de disfrutar el perfecto amor y gloria; así como ese amor
tiende a purificar el alma haciéndose conocido a ella, y atrayéndola, despojándola del yo, y llenándola de Dios como el centro
de bendición y gozo.
[27] Cuando yo digo (aquí y anteriormente) que el amor de Cristo es su fuente, no es
como si el amor del Padre y los consejos de Dios no tuviesen su lugar en ella. Yo hablo de la bendición aplicada y llevada
a cabo en la relación presentada en este pasaje; y esta relación existe con Cristo. No obstante es el mismo amor divino.
Cristo
hizo Suya a la iglesia para santificarla; los medios que Él usa
Efesios 5: 26 y ss. Es importante señalar que Cristo no santifica
aquí a la asamblea para hacerla Suya, sino que la hace Suya para santificarla. En primer lugar es Suya, luego Él la adecua a sí mismo. Cristo, quien ama a la iglesia por
ser Suya, y que ya la ha hecho Suya entregándose a sí mismo por ella, y que escoge tenerla tal como Su corazón lo desea, Él
mismo se ocupa de ella, ya ganada por Él, para presentársela así. Él se entregó a sí mismo por ella, para que Él pudiera santificarla
en el lavamiento del agua por la Palabra. Aquí encontramos ese efecto moral producido por el cuidado de Cristo, el objetivo
que Él se propone a Sí mismo en Su obra acabada en el tiempo, y los medios que Él usa para lograrlo. Él se apropia de la asamblea
moralmente, la aparta moralmente para Sí, cuando Él la ha hecho Suya; porque Él solo puede desear cosas santas - santas según
el conocimiento que Él tiene de la pureza - en virtud de Su morada eterna y natural en el cielo. Él pone entonces a la asamblea
en relación con el cielo, de donde Él es, y en el cual Él la introducirá. Él se entregó a sí mismo para santificarla. Él usa
la palabra para este propósito, la cual es la expresión divina de la mente de Dios, del orden celestial y la santidad, de
la verdad misma (es decir, de la verdadera relación de todas las cosas con Dios; y eso según Su amor en Cristo), y la cual,
por consiguiente, juzga todo lo que se desvía de ella en cuanto a pureza o amor.
La
asamblea como la esposa de Cristo
Él forma la asamblea para que sea su Esposa, una ayuda idónea para Él, en la que todo es según la gloria y el amor
de Dios, por la revelación (a través de la palabra, que viene de allí) de estas cosas tal como existen en los cielos. Ahora
bien, Cristo mismo es la plena expresión de estas cosas, la imagen del Dios invisible. Así, al comunicarlas a la asamblea,
Él la prepara para Sí. Por consiguiente, al hablar en este sentido de Su propio testimonio, Él dice, "lo que sabemos hablamos,
y lo que hemos visto, testificamos." (Juan 3:11).
La
Palabra: su efecto purificador
Pero esto es lo que la Palabra es, como la hemos recibido de Jesús; y más especialmente como hablando del cielo, con
el carácter del nuevo mandamiento, acabándose las tinieblas, y la verdadera luz alumbrando ahora; y por consiguiente, siendo
esto verdadero, no sólo en Él, sino también en nosotros. El ministerio del capítulo 1 se ocupa de esto, formando los corazones
de los santos en la tierra en comunión con la Cabeza de la cual descendieron la gracia y la luz. Entonces, Cristo santifica
de esta manera a la asamblea por la cual Él se entregó a sí mismo. Él la ha formado para cosas celestiales por medio de la
comunicación de cosas celestiales, de las cuales Él mismo es la plenitud y la gloria. Pero esta Palabra encuentra a la asamblea
mezclada con cosas que son contrarias a esta pureza y amor celestial. ¡Es lamentable! sus afectos - por lo menos en cuanto
al viejo hombre - mezclados con las cosas terrenales que son contrarias a la voluntad de Dios y a Su naturaleza. Por eso al
santificar a la asamblea Él debe purificarla. Esta es, por consiguiente, la obra del amor de Cristo durante el tiempo actual,
pero es para la felicidad eterna y esencial de la asamblea.
El
uso de la Palabra en gracia y amor por Cristo mismo
Él santifica a la asamblea, pero Él lo hace por medio de la Palabra, comunicando cosas celestiales - todo lo que pertenece
a la naturaleza, a la majestad, y a la gloria de Dios - en amor, pero al mismo tiempo aplicándolas para juzgar todo en los
afectos actuales, todo lo que está en desacuerdo con lo que Él comunica. Preciosa obra de amor, que no sólo nos ama sino que
obra para hacernos aptos para disfrutar ese amor; ¡aptos para estar con Cristo mismo en la casa del Padre!
¡Cuán profundamente Él se interesa en nosotros! Él no solamente llevó a cabo totalmente la obra gloriosa de nuestra
redención al entregarse por nosotros, sino que Él actúa continuamente con perfecto amor y paciencia para hacernos como Él
quiere que seamos en Su propia presencia - aptos para los lugares celestiales y las cosas celestiales.
¡Qué carácter muestra esto al pertenecer también a la Palabra, y qué gracia en Su uso de ella! Es la comunicación de
cosas divinas según la propia perfección de ellas, y ahora como Dios mismo está en la luz. Es la revelación de Dios mismo,
como lo conocemos en un Cristo glorificado, en un perfecto amor para formarnos también según esa perfección para que gocemos
de Él; y sin embargo ella se dirige a nosotros, sí, es apropiada en su naturaleza misma para nosotros aquí abajo (comparen
con Juan 1: 4) para impartirnos estas cosas trayendo la luz en medio de la oscuridad, juzgando necesariamente así, todo lo
que está en la oscuridad, pero para purificarnos en amor.
El
orden en el cual la obra de Cristo por Su iglesia es presentada;
la fuente de todo; su resultado y su demostración
Observen, también, el orden en el cual esta obra de Cristo nos es presentada, empezando con el amor. Él amó a la asamblea;
esto, como ya hemos dicho, es la fuente de todo. Todo lo que sigue es el resultado de ese amor y no puede contradecirlo. Luego
se declara la prueba perfecta de ello: Él se entregó a Sí mismo por la asamblea. Él no podría haber dado más. Fue para la
gloria del Padre, sin duda, pero fue por la asamblea. Si él se hubiera reservado algo, el amor al entregarse no habría sido
perfecto, no habría sido absoluto; no habría sido una consagración que no dejó nada que el corazón despertado puede desear.
No habría sido el Cristo, porque Él no podía ser sino perfecto. Conocemos el amor y perfección al conocerlo a Él. Pero Él
ha ganado el corazón de la asamblea entregándose a sí mismo por ella. Él la ha ganado así. Ella es Suya según ese amor. Efectivamente,
es allí que hemos aprendido lo que es el amor. En esto conocemos el amor, en que Él se entregó a Sí mismo por nosotros. Todo
fue para la gloria del Padre: sin eso, no habría sido perfección; y la revelación de las cosas celestiales no habría tenido
lugar, porque eso dependía del Padre al ser perfectamente glorificado. En esto las cosas que habían de ser reveladas fueron
manifestadas y verificadas, por decirlo así, a pesar del mal; pero todo es completamente por nosotros.
Si hemos aprendido a conocer el amor, hemos aprendido a conocer a Jesús, como Él es para nosotros; y Él está totalmente por nosotros.
El
resultado del amor perfecto
Es así como la obra completa de limpieza y de santificación es el resultado del amor perfecto. No es el medio de obtener
el amor, o de ser su objeto. Es, en realidad, el medio de hacernos capaces de disfrutarlo; pero es el propio amor el que,
en su ejercicio, obra esta santificación. Cristo gana a la asamblea primero. Luego Él, en Su amor perfecto, la hace tal como
Él querría - una verdad que nos es preciosa en todo sentido, y en primer lugar, para librar el alma de todo miedo servil,
para dar a la santificación su verdadero carácter de gracia y su verdadera magnitud aquí. Es el gozo del corazón al conocer
que Cristo mismo nos hará tal como Él desea que seamos.
Tres
efectos del amor de Cristo por su iglesia
Hemos considerado dos efectos del amor de Cristo para la asamblea:
- El primero fue el don de Sí mismo, lo cual,
en un cierto sentido comprende todo; es el amor perfecto en sí. Él se entregó a sí mismo.
- El segundo es la formación moral del objeto
de Su amor, para que ella pueda estar con Él; según, podemos agregar, las perfecciones de Dios mismo, porque esto de hecho
es lo que es la Palabra - la expresión de la naturaleza, los caminos, y los pensamientos de Dios.
Presentada
a Él mismo gloriosa, sin mancha ni arruga;
Eva presentada a Adán por Dios
- Hay todavía un tercer efecto de este amor
de Cristo que la completa. Él se presenta a Sí mismo una asamblea gloriosa sin mancha ni arruga. Si Él se entregó a sí mismo
por la asamblea, fue para tenerla con Él; pero si la quería tener con Él, debe
hacerla apta para estar en Su presencia gloriosa; y Él la ha santificado, limpiándola según la revelación de Dios mismo, y
según las cosas celestiales, de las que Él es en Sí mismo, el centro en la gloria. El Espíritu Santo ha tomado las cosas de
Cristo, y las ha revelado a la asamblea; y todo lo que el Padre tiene es de Cristo. Perfeccionada de esta forma según la perfección
de los cielos, Él la presenta a Sí mismo una asamblea gloriosa. Moralmente, la obra fue hecha; los elementos de la gloria
celestial se le habían comunicado a ella, la cual iba a estar en esa gloria, estos elementos habían entrado en el ser moral
de ella, y así la formó para participar en aquella gloria. Se necesita el poder del Señor para hacerla participar en ella,
de hecho, para hacerla gloriosa, para destruir cada rastro de su morada terrenal, excepto el fruto excelente que resulta de
esa morada. Él la presenta gloriosa a Sí mismo - esto es el resultado de todo. Él la tomó para Sí mismo, Él se la presenta
a Sí mismo, el fruto y prueba de Su perfecto amor; y para ella es el goce perfecto de ese mismo amor. Pero todavía hay más.
Esa frase nos descubre todo el significado de esta demostración admirable de la gracia. El Espíritu nos hace retroceder al
caso de Adán y Eva, en el cual Dios, habiendo formado a Eva, la presenta a Adán completa según Sus propios pensamientos divinos
y al mismo tiempo apropiada para ser el deleite de Adán, como ayuda idónea adaptada a su naturaleza y condición. Ahora bien,
Cristo es Dios. Él ha formado a la asamblea, pero con este derecho adicional sobre su corazón porque Él se ha entregado a
sí mismo por ella; pero Él también es el postrer Adán en la gloria; y Él se la presenta glorificada a Sí mismo, tal como la
había formado para Sí. ¡Qué esfera para el desarrollo de afectos espirituales es esta revelación! ¡Qué gracia infinita es
la que ha dado lugar para tal ejercicio de estos afectos!
La
conexión entre la purificación y la gloria
No podemos dejar de notar la relación entre la purificación y la gloria, es decir, que la purificación es según la
gloria y por ella; y que la gloria es la plenitud de la purificación, y corresponde completamente a ella. Porque la purificación
es por medio de la Palabra, la cual revela completamente la gloria y los pensamientos de Dios. Presentada en la gloria ella
no tiene ni mancha ni arruga; ella es santa y sin mancha. Esta es una verdad muy importante, y se repite en otros pasajes.
Comparen con 2a. Corintios 3:18, y Filipenses 3:11, al final. Lo mismo en 1 Tesalonicenses 3:13. Lo que está allí completo
en la gloria, es ahora forjado en el alma por el Espíritu que opera con la Palabra.
Este es, entonces, el propósito, los pensamientos del Señor, con respecto a la asamblea, y esta es la obra santificadora
que la prepara para Él y para el cielo. Pero estos no son todos los efectos de Su amor. Él la cuida tiernamente durante todo
el tiempo de su peregrinaje aquí abajo.
El
amor y el cuidado humanos expuestos por medio de necesidades y debilidades, la figura de los afectos de Cristo
Efesios 5:28 y ss. El apóstol, que no perdió de vista la tesis que dio lugar a esta digresión que es tan instructiva
para nosotros, dice que el marido debe amar a su mujer como su propio cuerpo - que esto era amarse a sí mismo. Él fue conducido
naturalmente a esto por la alusión a Génesis; pero regresa inmediatamente al asunto que le ocupa. Nadie, él dice, aborreció
jamás a su propia carne; sino que la sustenta y la cuida, como también el Señor a la asamblea. Éste es el aspecto precioso
que el apóstol presenta aquí, a través del tiempo, del amor de Cristo. No solamente Cristo tiene un propósito celestial, sino
que Su amor hace la obra que, por decirlo así, es natural a ello. Él se preocupa de la asamblea tiernamente aquí abajo; Él
la sustenta, Él la cuida. Las necesidades, las debilidades, las dificultades, las ansiedades de la asamblea son sólo oportunidades
para que Cristo ejercite Su amor. La asamblea necesita ser sustentada, así como también nuestros cuerpos; y Él la sustenta.
Ella es el objeto de Sus tiernos afectos; Él la cuida. Si el final es el cielo, la asamblea no se deja desolada aquí. Ella
conoce el amor de Cristo dónde su corazón lo necesita. Ella lo disfrutará plenamente cuando la necesidad haya desaparecido
para siempre. Además, es precioso saber que Cristo cuida de la asamblea, como un hombre cuida su propia carne. Porque somos
miembros de Su propio cuerpo. Somos de Su carne, y de Sus huesos. Aquí se alude a Eva. Somos, por así decirlo, una parte de
Él mismo, teniendo nuestra existencia y nuestro ser de Él, como Eva los tuvo de Adán. Él puede decir, "Yo soy Jesús, a quien
tú persigues." (Hechos 9:5). Nuestra posición es, por una parte, el ser miembros de Su cuerpo; por otra parte, tenemos existencia
como Cristianos desde Él. Es por esto que un hombre debe dejar sus relaciones naturales, para unirse a su mujer. Es un gran
misterio. Ahora bien, fue justamente esto lo que Cristo hizo como hombre, en un cierto sentido, divinamente. No obstante cada
uno debe amar así a su propia mujer, y la mujer debe respetar a su marido.
Capítulo
6
Relaciones
de la vida; los hijos de Cristianos
Quedan todavía ciertas relaciones en la vida, con las cuales la doctrina del Espíritu de Dios se relaciona: aquéllas
de hijos y padres, de padres e hijos, y de siervos y amos. Es interesante ver a los hijos de creyentes introducidos como objetos
del cuidado del Espíritu Santo, e incluso a esclavos (porque esto es lo que los siervos eran), elevados por el Cristianismo
a una posición que las circunstancias de su degradación social no podrían afectar.
Todos los hijos de Cristianos son contemplados como sujetos a las exhortaciones en el Señor, las cuales pertenecen
a aquellos que están dentro, que no son más de este mundo, del cual Satanás es el príncipe. ¡Dulce y precioso consuelo para
los padres, que él pueda considerarlos como teniendo derecho a esta posición, y una parte en esos tiernos cuidados que el
Espíritu Santo proporciona generosamente sobre todos los que están en la casa de Dios! El apóstol señala la importancia que
Dios vinculó, bajo la ley, a este deber. Es el primer mandamiento con el que Él unió una promesa. El versículo 3 es solamente
la cita de aquello que él alude en el versículo 2.
Exhortación
a padres Cristianos
La exhortación a los padres también es notable - de que no provoquen a sus hijos; de que sus corazones sean dirigidos
hacia ellos, de que no les rechacen, ni destruyan esa influencia que es la defensa más fuerte contra el mal del mundo. Dios
forma el corazón de los hijos alrededor de este feliz centro: el padre debe cuidar esto. Pero hay más. El padre Cristiano
(porque él siempre habla a aquellos que están dentro del cuerpo) deben reconocer la posición en la que, como hemos visto,
los hijos son puestos y criarlos bajo el yugo de Cristo, en la disciplina y amonestación del Señor. La posición cristiana
debe ser la medida y la forma de las influencias que el padre ejerce, y de la educación que él les da a sus hijos. Él los
trata como criándolos para el Señor, y como los criaría el Señor.
Sumisión
y obediencia es el principio curativo de la humanidad,
el
punto de partida de la vida Cristiana
Se observará que en las dos relaciones que estamos considerando, así como en la de las esposas con sus maridos, las
exhortaciones comienzan en el aspecto donde la sumisión es debida. Esta es la genialidad del Cristianismo en nuestro mundo
malo, en el cual la voluntad del hombre es la fuente de todo mal, expresando su separación de Dios a quien se debe toda sumisión.
El principio de sumisión y obediencia es el principio curativo de la humanidad: sólo que Dios debe ser introducido en ello,
para que la voluntad del hombre no sea la guía después de todo. Pero el principio que gobierna el corazón del hombre en el
bien, siempre y en todas partes, es la obediencia. Tal vez tenga que decir que Dios debe ser obedecido en vez del hombre,
pero dejar la obediencia es entrar en pecado. Un hombre, como padre, puede tener que ordenar y dirigir, pero lo hará mal si
no lo hace en obediencia a Dios y a Su palabra. Esto era la esencia de la vida de Cristo: "He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad." El apóstol, conforme a esto, empieza sus exhortaciones con respecto a las relaciones dando el mandato
general: "Someteos unos a otros." (Efesios 5:21). Esto facilita el orden, incluso cuando el orden de instituciones y de autoridad
puede fallar. La sumisión, la obediencia moral, nunca pueden estar ausente, en principio, en el verdadero Cristiano. Es el
punto de partida de toda su vida. Él es santificado para la obediencia de Cristo (1a. Pedro 1: 2).
El
esclavo en el feliz servicio de vida a ser recompensado por este Señor; al amo se le recuerda que él tiene el mismo Amo en
el cielo
En el caso que ha llevado a estos comentarios, es notable ver de qué manera este principio eleva al esclavo en su condición,
él obedece por un principio divino interior, como si fuese a Cristo mismo a quien él obedeciera. Por malo que su amo pueda
ser, le obedece como si obedeciera a Cristo mismo. Tres veces el apóstol repite este principio de obediencia a Cristo o el
servicio de Cristo, agregando, "de corazón haciendo la voluntad de Dios". ¡Qué diferencia hacía esto en la condición del pobre
esclavo! Además, ya sea siervo o libre, cada uno recibirá su recompensa del Señor. El propio amo tenía el mismo Amo en el
cielo, para quien no hay acepción de personas. No obstante esto se les dice a los amos, no al esclavo, porque el Cristianismo
es delicado en su decoro y nunca falsifica sus principios. El amo también debía tratar al esclavo con perfecta equidad - así
como él esperaba esto del esclavo - y no debía amenazar.
La
fragancia de la perfección de la doctrina divina en cada deber
y
en cada relación
Es hermoso ver la manera en que la doctrina divina entra en los detalles de la vida, y lanza la fragancia de su perfección
en cada deber y en cada relación; de qué forma reconoce las cosas existentes, en tanto que ellas pueden ser reconocidas y
dirigidas por sus principios, pero la doctrina exalta y refuerza el valor de todo según la perfección de esos principios;
al no tocar las relaciones, sino el corazón del hombre que camina en ellas; tomando el aspecto moral, y el de la sumisión,
en amor y en el ejercicio de autoridad, que la doctrina divina puede regular, introduciendo la gracia que gobierna el uso
de la autoridad de Dios.
Conflicto;
los enemigos del Cristiano
Efesios 6:10 y ss. Pero no solamente se trata de que hay una línea de conducta a seguir, un modelo a imitar, un Espíritu
con el que uno puede ser llenado, no son sólo relaciones entre uno mismo y Dios, y aquellas en que estamos aquí abajo, esto
no es todo lo que debe ocupar al Cristiano. Él tiene enemigos con quien luchar. El pueblo de Israel bajo Josué en la tierra
de Canaán, estaba, de hecho, en la tierra prometida, pero estaban en conflicto con los enemigos que estaban allí antes que
ellos, aunque no conforme a los derechos por los cuales Israel poseía la tierra por medio del don de Dios. Dios la había puesto
aparte para Israel (vean Deuteronomio 32: 8), Cam había tomado posesión de ella.
Bendiciones
espirituales y huestes espirituales de maldad
en
las regiones celestes
Ahora bien, con respecto a nosotros, no tenemos lucha contra carne y sangre, como fue en el caso de Israel. Nuestras
bendiciones son espirituales en los lugares celestiales. Estamos sentados en lugares celestiales en Cristo. Somos un testimonio
para los principados y potestades en regiones celestes, tenemos que luchar contra huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes. Israel había atravesado el desierto - había cruzado el Jordán, el maná había cesado, ellos comieron del fruto de
la tierra. Fueron establecidos en la tierra de Canaán, como si todo fuese suyo sin dar ni un golpe. Ellos comieron el producto
de esta buena tierra en las llanuras de Jericó. Así es con respecto al Cristiano. Aunque estamos en el desierto, también estamos
en los lugares celestiales en Cristo. Hemos cruzado el Jordán, hemos muerto y resucitado con Él. Estamos sentados en los lugares
celestiales en Él, para que podamos disfrutar de las cosas del cielo como el fruto de nuestro propio país. Pero el conflicto
está ante nosotros, si deseamos disfrutarlas prácticamente. La promesa es de toda bendición, de toda la tierra prometida,
pero en todo lugar que pisará la planta de nuestro pie en ella (Josué 1). Para esto necesitamos la fuerza del Señor, y de
esto habla el apóstol ahora. "Fortaleceos" dice él, "en el Señor". (Efesios 6:10). El enemigo es sutil. Tenemos que resistir
sus estratagemas aún más que su poder. Ni la fuerza, ni siquiera la sabiduría del hombre, pueden hacer nada aquí. Debemos
estar armados con la armadura, es decir, toda la armadura de Dios.
Dios
mismo como fortaleza; toda la armadura de Dios es suministrada
Pero observen primero que el Espíritu dirige nuestros pensamientos a Dios mismo antes de hablar de lo que debe ser
vencido. "Fortaleceos en el Señor". En primer lugar, esto no es un refugio del rostro del enemigo; estamos en esto por nosotros
mismos, antes de que usemos esto contra las asechanzas del enemigo. Es en la intimidad de los consejos y la gracia de Dios
donde el hombre se fortalece para la guerra de la que no puede escapar, si él quiere disfrutar sus privilegios Cristianos.
Y él debe tener toda la armadura. Carecer de una parte nos expone a Satanás en ese lado. La armadura debe ser la de Dios -
divina en su naturaleza. La armadura humana no podrá defenderse de los ataques de Satanás; la confianza en esa armadura nos
envolverá en la batalla solamente para caer en combate con un espíritu que es más poderoso y más astuto que nosotros.
Los
enemigos de los Cristianos caracterizados; la voluntad y la energía de ellos independientes de Dios
Estos enemigos son caracterizados así, ellos son principados y potestades - seres que poseen una energía del mal que
tiene su fuente en una voluntad que domina a aquellos que no saben resistirla; ellos también tienen la fuerza para llevarla
a cabo. La energía que ellos tienen la tienen de Dios, la voluntad que la usa es de ellos mismos, ellos han abandonado a Dios,
la fuente de sus acciones está en su propia voluntad. En este aspecto es una fuente de acción independiente de Dios, y la
energía y las cualidades que ellos tienen de Dios son los instrumentos de esa voluntad - una voluntad que no tiene freno,
excepto desde fuera de sí misma. Ellos son principados y potestades. Hay algunos buenos, pero en ellos la voluntad es sólo
hacer lo que Dios quiere y emplear en Su servicio la fuerza que ellos han recibido de Él.
Principados
malignos gobernando en las tinieblas;
su
poder en el mundo; su ascendiente religioso y engañoso
en los cielos; la esfera de su poder en
el hombre
Estos principados y potestades rebeldes gobiernan las tinieblas de este mundo. La luz es la atmósfera en que Dios mora,
la que Él difunde alrededor de Sí mismo. Los espíritus malos engañan y reinan en las tinieblas. Ahora bien, este mundo, no
teniendo la luz de Dios, está completamente en tinieblas y los demonios reinan en ellas, porque Dios no está allí - salvo
en el poder supremo después de todo, volviendo todo para Su gloria, y al final, para el bien de Sus hijos.
Pero si estos principados gobiernan en las tinieblas de este mundo, ellos no poseen meramente una fuerza exterior;
están en las regiones celestes y están ocupados allí con la maldad espiritual. Ellos ejercen una influencia espiritual, tomando
el lugar de dioses. Entonces está, en primer lugar, su carácter intrínseco, su modo de ser, y el estado en que ellos se encuentran.
En segundo lugar, su poder gobernando en el mundo y en tercer lugar, su ascendiente religioso y engañoso, como hospedados
en los cielos. Ellos también tienen, como una esfera para el ejercicio de su poder, las concupiscencias del hombre, e incluso
los terrores de su conciencia.
Dónde,
cuándo y porqué es necesaria la armadura de Dios
Para resistir enemigos como estos necesitamos la armadura de Dios. Las manifestaciones de este poder, cuando Dios lo
permite, constituyen los días malos. Todo este período presente de la ausencia de Cristo es, en un cierto sentido, el día
malo. Cristo ha sido rechazado por el mundo, del cual, mientras estuvo en él, Él era la luz, y está escondido en Dios. Este
poder, que el enemigo exhibió cuando condujo al mundo a rechazar a Cristo, todavía lo ejerce sobre ellos: nos oponemos a este
poder por la acción y el poder del Espíritu Santo, quién está aquí durante la ausencia del Señor. Pero hay momentos cuando
se le permite a este poder mostrarse de una manera más especial, cuando el enemigo usa el mundo contra los santos, oscureciendo
la luz de Dios que brilla allí, atribulando y extraviando las mentes de los profesantes e incluso de creyentes - días, en
una palabra, en los que su poder se siente. Tenemos que luchar con este poder, resistir todo, estando firmes contra todo en
la confesión de Cristo, de la luz; tenemos que hacer todo lo que la confesión de Su nombre requiere a pesar de todo y cueste
lo que cueste, y ser encontrados firmes cuando la tormenta y el día malo hayan pasado.
Así es que nosotros no sólo tenemos que disfrutar a Dios y los consejos de Dios y su efecto en paz; sino que, puesto
que estos mismos consejos nos introducen en los lugares celestiales y nos hacen que seamos la luz de Dios en la tierra, tenemos
que encontrarnos también con las huestes espirituales de maldad que están en las regiones celestes, las que buscan hacernos
falsear nuestra elevada posición, engañarnos, y oscurecer la luz de Cristo en nosotros en la tierra. Tenemos que escapar de
las trampas de las huestes espirituales de maldad por nosotros mismos y mantener el testimonio aquí abajo incorrupto y puro
[28].
[28] Con todo, lo que tenemos que vencer son las artimañas del diablo. Su poder sobre
nosotros está roto. Él puede despertar al mundo en persecución y ser un león rugiente, pero en cuanto a las tentaciones personales,
si resistimos al diablo él huye de nosotros; él sabe que se ha encontrado con Cristo y Cristo ha vencido. Pero sus artimañas
están siempre presentes.
El
orden de la armadura y su uso práctico
Ahora bien, por el poder del Espíritu Santo, el cual nos ha sido dado para este propósito, encontraremos que la armadura
de Dios se relaciona primero con aquello que, poniendo la carne a un lado, y manteniendo la existencia de una buena conciencia,
quita toda influencia al enemigo; entonces, para la preservación de la total confianza objetiva en Dios; y luego, para la
energía activa que se mantiene firme con confianza en la presencia del enemigo, y usando las armas del Espíritu Santo contra
él. En primer lugar viene la armadura defensiva, nuestro propio estado. Todo termina con la expresión de la dependencia total
y continua de Dios, en la que el guerrero Cristiano permanece.
Examinaremos esta armadura de Dios para que podamos conocerla. Toda la armadura es práctica - fundamentada en lo que ha sido cumplido, pero práctica en sí misma. Porque no es cuestión aquí de aparecer
ante el tribunal de Dios, sino de resistir al enemigo, y de mantener nuestra posición contra él.
Los
lomos ceñidos con la verdad: el corazón teniendo a la verdad
como su norma
Nuestra justicia es perfecta delante de Dios, es Cristo mismo, y nosotros somos justicia de Dios en Él: pero no necesitamos
armadura allí, estamos sentados en los lugares celestiales: todo es paz, todo es perfecto. Pero necesitamos armadura aquí,
la verdadera armadura práctica, y tener ceñidos previamente los lomos con la verdad. Los lomos son el lugar de fortaleza cuando
están adecuadamente ceñidos, pero representan los afectos íntimos y movimientos del corazón. Si permitimos que nuestros corazones
vaguen por donde quieran, en lugar de quedarnos en la comunión con Dios, Satanás nos puede agarrar fácilmente. Esta parte
de la armadura es, entonces, la aplicación de la verdad a los movimientos más íntimos, los movimientos primarios del corazón.
Nos ceñimos los lomos. Esto no se hace cuando Satanás está presente; es una obra con Dios, que se hace aplicando la verdad
a nuestras almas en Su presencia, juzgando todo en nosotros por este medio, y poniendo un freno al corazón para que sólo pueda
moverse bajo Su ojo. Esto es verdadera libertad y verdadero gozo, porque el nuevo hombre disfruta de Dios en comunión no interrumpida;
pero aquí el Espíritu habla de ella con respecto al resguardo que ella será para nosotros contra los ataques del enemigo.
Al mismo tiempo, no es meramente la represión de malos pensamientos - esa es su consecuencia: es la acción de la verdad, del
poder de Dios, actuando por la revelación de todo tal cual es - de todo lo que Él mismo enseña, trayendo a la conciencia a
Su presencia, manteniéndola así en Sus pensamientos; todo lo que Dios ha dicho en Su palabra, y las realidades invisibles
que tienen su verdadera fuerza y aplicación al corazón que se mueve en nosotros, para que sus movimientos tengan su carácter
de la palabra de Dios mismo y no de sus propios deseos, todo esto teniendo lugar en la presencia de Dios [29].
[29] Ceñir los lomos es una figura común de la escritura para una mente y corazón mantenidos
en el orden piadoso en la presencia de Dios por medio de la Palabra de Dios.
La
perfecta aplicación del Señor de la Palabra a Él mismo
Satanás no tiene ningún dominio sobre un corazón que se mantiene así en la verdad, como ha sido revelada por Dios:
no hay nada en sus deseos que responda a las sugerencias de Satanás. Tomen a Jesús como ejemplo. Su resguardo no era juzgar
todo lo que Satanás decía. En el desierto, al principio de Su ministerio público, excepto en la última tentación, estaba en
la aplicación perfecta de la palabra en cuanto a Él mismo, para lo que concernía a Su propia conducta, a las circunstancias
alrededor de Él. La verdad gobernaba Su corazón, de manera que sólo se movió según esa verdad en la circunstancia que se presentó;
"No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." Si no sale ninguna palabra, Él no hace
nada. No había ningún motivo para actuar. Habría sido actuar conforme a Su propia fuerza, a Su propia voluntad. Esa verdad
mantuvo Su corazón en relación con Dios en la circunstancia que se presentó. Cuando las circunstancias surgieron, Su corazón
ya estaba en comunicación con Dios, así que no tenía otro impulso que aquello que la Palabra de verdad sugirió. Su conducta
era puramente negativa, pero fluía de la luz que la verdad ponía sobre la circunstancia, porque Su corazón estaba bajo el
gobierno absoluto de la verdad. La sugerencia de Satanás lo habría sacado de esta posición. Eso era suficiente. Él no tendrá
nada que ver con ella. Él no ahuyenta todavía a Satanás: fue solamente una cuestión de conducta, no de oposición flagrante
a la gloria de Dios. En el último caso Él lo ahuyenta; en el primero Él actúa según Dios sin ocuparse de nada más. El ardid
de Satanás falló totalmente de su efecto. Simplemente no produjo nada. Es completamente impotente contra la verdad, porque
ello no es la verdad; y el corazón tiene la verdad por su regla. Las artimañas no son la verdad: esto es absolutamente suficiente
para prevenirnos de ser engañados por ellas, es decir, si el corazón es gobernado así.
La
coraza de Justicia; una buena conciencia; los pies calzados
con la paz en la senda de paz
En segundo lugar está la coraza de justicia - una conciencia que no tiene nada que pueda ser reprochado. El hombre
natural sabe de qué forma una mala conciencia le roba fuerza ante los hombres. Sólo hay que agregar aquí la manera en que
Satanás usa esto para atrapar al hombre en sus lazos. Al mantener la verdad tenemos a Satanás como nuestro enemigo. Si nos
sometemos al error, él nos dejará en paz en ese aspecto, excepto para usar nuestras faltas y crímenes para esclavizarnos más,
para atarnos de pies y manos en lo que es falso. ¿Cómo podría un hombre que tiene la verdad, que quizás incluso ha escapado
del error, si su conducta fuera mala, soportar tenerla expuesta a los ojos de todos? Él guarda silencio ante el enemigo. Aun
su propia conciencia le hace callar, si es íntegro, sin pensar en consecuencias, a menos que sea necesaria una confesión.
Además de esto le faltará la fuerza de Dios y la comprensión espiritual: ¿dónde las podría haber obtenido en un camino equivocado?
Nosotros avanzamos valientemente cuando tenemos una buena conciencia. Pero es cuando estamos caminando con Dios, por el amor
de Dios, por el amor de la justicia misma, que estamos vestidos de esa coraza, y estamos así sin temor al ser llamados a avanzar
y enfrentar al enemigo. Obtenemos una buena conciencia ante Dios por medio de la sangre del Cordero. Caminando con Dios la
mantenemos ante los hombres y para la comunión con Dios, para tener fuerza y entendimiento espiritual, y para tenerlas cada
vez más. Éste es el poder práctico de la buena conducta, de una conciencia irreprochable. "Me ejercito" siempre para esto,
dijo el apóstol ("En esto también me ejercito, para tener siempre una conciencia sin ofensa para con Dios y los hombres."
Hechos 24:16 - VM). ¡Qué integridad en tal camino, qué veracidad de corazón cuando ningún ojo nos ve! Somos perentorios con
nosotros mismos, con nuestros propios corazones, y con respecto a nuestra conducta; por consiguiente, podemos ser pacíficos
en nuestros caminos. Dios también está allí. Así que caminen, dice el apóstol, y el Dios de paz estará con vosotros. Si el
fruto de justicia se siembra en paz, la senda de paz es hallada en la justicia. Si
tengo una mala conciencia, estoy disgustado conmigo mismo y llego a estar enojado con otros. Cuando el corazón está en paz
con Dios y no tiene nada que reprocharse a sí mismo, cuando la voluntad es mantenida bajo control, la paz reina en el alma.
Nosotros caminamos en la tierra, pero el corazón está por sobre ella tratando con mejores cosas; caminamos en un espíritu
apacible con otros y nada perturba nuestras relaciones con Dios. Él es el Dios de paz. Paz, la paz de Jesús, llena el corazón.
Los pies están calzados con ella; caminamos en el espíritu de paz.
El
escudo de la fe; confianza plena y entera en el amor
y
la fidelidad de Dios, así como en Su poder
Pero, junto con todo esto, se necesita una pieza de armadura defensiva por sobre todo el resto, para que podamos estar
firmes a pesar de todas las asechanzas del enemigo - sin embargo, se trata de una armadura que se mantiene prácticamente en
su firmeza por el uso de las precedentes, para que, si la última es esencial, las otras tengan el primer lugar en la práctica.
Éste es el escudo, la fe; es decir, plena y entera confianza en Dios, la conciencia de la gracia y de Su favor mantenido en
el corazón. Aquí la fe no es simplemente la recepción del testimonio de Dios (aunque está basada en ese testimonio), sino
la confianza actual del corazón con respecto a lo que Dios es para nosotros, basada, como acabamos de decir, en el testimonio
que Él ha dado de Él mismo - confianza en Su amor y en Su fidelidad, así como en Su poder. "Si nuestro corazón no nos reprende,
confianza tenemos en Dios." La obra del Espíritu en nosotros es para inspirar esta confianza. Cuando ella existe, todos los
ataques del enemigo, que trata de hacernos creer que la bondad de Dios no es tan segura - todos sus esfuerzos para destruir
o debilitar en nuestros corazones esta confianza en Dios y esconderlo a Él de nosotros, resultan infructuosos. Sus flechas
caen a tierra sin alcanzarnos. Estamos firmes en la certeza de que Dios es por nosotros: nuestra comunión no es interrumpida.
Los dardos de fuego del enemigo no son los deseos de la carne, sino los ataques espirituales.
El
yelmo de la salvación: el conocimiento de Dios
Podemos así levantar nuestras cabezas: el valor moral, la energía que avanza, se mantienen. No es que tengamos algo
de lo cual podamos jactarnos en nosotros mismos, sino que la salvación y la liberación de Dios están frescas en nuestras mentes.
Dios ha estado por nosotros; Él es por nosotros, ¿quién contra nosotros? Él era por nosotros cuando no teníamos fuerza; esto
era la salvación, cuando no podíamos hacer nada. Esta es nuestra confianza - Dios mismo - no el mirarnos a nosotros mismos.
Tenemos el yelmo de la salvación sobre nuestras cabezas. Las partes anteriores de la armadura nos dan libertad para disfrutar
las últimas dos.
La
única arma ofensiva: la espada del Espíritu, la Palabra de Dios
Provistos así con lo que nos protege en nuestro andar, y en la confianza práctica en Dios, y el conocimiento de Dios
que fluye de esto, estamos en estado de usar las armas ofensivas. Tenemos una sola contra el enemigo, pero es una que él no
puede resistir si sabemos manejarla: consideren el conflicto del Señor en el desierto contra Satanás. Es la palabra de Dios.
Jesús siempre respondió allí con la Palabra por medio del poder del Espíritu. Ella pone al hombre en su verdadera posición
según Dios, como un hombre obediente en las circunstancias a su alrededor. Satanás no puede hacer nada allí: sólo tenemos
que mantener esa posición. Si Satanás nos tienta abiertamente a la desobediencia, no hay ninguna asechanza en esto. No pudiendo
hacer nada más, Satanás actuó así con el Señor, y se manifestó a sí mismo tal como es. El Señor le ahuyentó por medio de la
Palabra. Satanás no tiene poder cuando se manifiesta como Satanás. Tenemos que resistir las asechanzas del diablo. Nuestra
tarea es actuar según la Palabra, venga lo que venga; el resultado mostrará que la sabiduría de Dios estaba en ello. Pero
observen aquí, esta espada es la espada del Espíritu. No es la inteligencia o
la capacidad de hombre, aunque es el hombre quien usa la palabra. Su espada está sumamente templada, pero el hombre no puede
sacarla ni golpear con ella si el Espíritu Santo no está actuando en él. Las armas son espirituales; estas se usan por medio
del poder del Espíritu. Dios debe hablar, por débil que sea el instrumento.
Completa
dependencia en Dios expresada en oración
La espada es usada también activamente en la guerra espiritual, en la cual ella juzga todo lo que se opone a nosotros.
En este sentido es defensiva y ofensiva. Pero, detrás de toda esta armadura, hay un estado, una disposición, un medio de fuerza,
que vivifica y da su poder a todo el resto: ésta es una dependencia completa en Dios, todo unido para confiar en Él, que se
expresa en la oración. "Orando en todo tiempo" (Efesios 6:18); esta dependencia debe ser constante. Cuando es real y siento
que yo no puedo hacer nada sin Dios, y que Él quiere mi bien en todas las cosas, esta se expresa a sí misma. La dependencia
busca la fuerza que no tiene: la busca de Aquel en quien confía. Es el movimiento del Espíritu en nuestros corazones en su
comunicación con Dios, de modo que nuestras batallas sean combatidas en comunión con Su fuerza y Su favor y en la conciencia
de que no podemos hacer nada, y de que Él es todo. "En todo tiempo"; "con. . .súplica." Esta oración es la expresión de la
necesidad del hombre, del deseo del corazón, en el poder que el Espíritu le da, tanto como en la confianza en Dios. También,
y puesto que es el acto del Espíritu, ella abraza a todos los santos, ninguno de los cuales puede ser olvidado por Jesús;
y el Espíritu en nosotros responde a los afectos de Cristo y los reproduce. Debemos velar y ser diligentes para usar esta
arma, evitando todo lo que nos desvíe de Dios, aprovechándonos de cada oportunidad y encontrando, por la gracia del Espíritu,
en toda circunstancia que se presente, una ocasión (por medio de esta diligencia) para la oración y no para la distracción
[30].
[30] La oración está fundamentada en el inmenso privilegio de tener intereses comunes
con Dios, tanto para nosotros mismos como en cuanto a todo lo que es de Él, sí, hasta la gloria de Cristo. ¡Maravilloso pensamiento!
¡Gracia indecible!
La
sentida petición de Pablo; su confianza en el afecto de los Efesios por él
El apóstol pide desde su corazón esta intercesión de parte ellos, en el sentido de su propia necesidad y de lo que
él deseaba ser para Cristo.
La misión de Tíquico, expresó la certeza de Pablo en el interés que el amor de los Efesios los hacía tener en recibir
noticias de él, y de lo que él mismo sintió al enterarse del bienestar y estado espiritual de ellos en Cristo. Es una expresión
conmovedora de su confianza en el cariño de ellos - un afecto que su propio corazón devoto lo llevó a esperar de otros.
El
punto de vista de la epístola como escrita a los creyentes en los lugares celestiales en Cristo; la posición y los privilegios
de los hijos
y
de la asamblea como unidos a Cristo
Él presenta a los Efesios como disfrutando los privilegios más altos en Cristo, y como teniendo la capacidad de apreciarlos.
Él no los culpa en nada. La armadura de Dios - con la cual podían rechazar los ataques del enemigo, y crecer en paz hacia
la Cabeza en todas las cosas, la armadura protectora de Dios - fue naturalmente la última cosa que él tenía que presentar
ante ellos. Se debe observar que él no les habla en esta epístola de la venida del Señor. Él ve a los creyentes en los lugares
celestiales en Cristo, y no como en la tierra, pasando por el mundo, esperando hasta que Él venga a tomarlos para Sí mismo,
y restaure la felicidad al mundo. Lo que se espera en esta epístola, es el reunir todas las cosas bajo Cristo, su verdadera
Cabeza, según los consejos de Dios. Las bendiciones están en los cielos, el testimonio está en los cielos, la iglesia está
sentada en los cielos, la batalla es en los cielos.
El apóstol repite su deseo de paz, amor y fe para ellos y concluye su epístola con la salutación usual de su propia
mano.
Esta epístola presenta la posición y los privilegios de los hijos, y de la asamblea en su unión con Cristo.
J. N. Darby
Traducido por: W. M. Warr.-
Revisión de la traducción por:
B.R.C.O. (Por encargo de W.M . Warr)
Nueva revisión y traducción de subtítulos:
Marzo 2009.-