SINOPSIS
de los Libros
de la Biblia
Hebreos
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Introducción
El lugar distintivo
de la epístola que nos muestra a Cristo
en el cielo
mientras Su pueblo está en debilidad en la tierra
La importante naturaleza de la
epístola a los Hebreos exige que la examinemos con especial cuidado. Ella tiene
su lugar propio muy distintivo. Ella no es la presentación de la posición
cristiana en sí misma vista como el fruto de la gracia soberana y de la obra y de
la resurrección de Cristo, o como el resultado de la unión de los cristianos
con Cristo, los miembros del cuerpo con la Cabeza, — una unión que les da el
disfrute de todo privilegio en Él. Se trata de una epístola en la que uno que
ha entendido realmente todo el alcance del cristianismo considerado como el hecho
de situar al cristiano en Cristo ante Dios ya sea individualmente o como
miembro del cuerpo, sin embargo ella considera al Señor desde aquí abajo y
presenta Su Persona y Sus cargos como estando entre nosotros y Dios en el cielo
mientras nosotros estamos en debilidad en la tierra, con el propósito de
separarnos (como andando en la tierra)
de todo lo que nos uniría de una manera religiosa a la tierra; incluso cuando el
vínculo había sido ordenado por Dios mismo, como era el caso entre los judíos.
Esta epístola nos muestra a
Cristo en el cielo y por consiguiente nos muestra que nuestros vínculos
religiosos con Dios son celestiales aunque todavía no estamos personalmente en
el cielo ni somos vistos como unidos a Cristo allí. Todo vínculo con la tierra
está roto incluso mientras andamos sobre la tierra.
La epístola está dirigida
a los judíos; sus relaciones religiosas,
solemnemente designadas
por Dios mismo, que
deben ser
reconocidas y abandonadas porque Cristo
en el cielo asume el
lugar de ellas
Estas enseñanzas son presentadas
en una epístola dirigida a los judíos, naturalmente, porque sus relaciones
religiosas habían sido terrenales y al mismo tiempo solemnemente designadas por
Dios mismo. Los paganos, en cuanto a sus religiones, no tenían relación formal
alguna excepto con demonios.
En el caso de los judíos esta
ruptura con la tierra era mucho más solemne, más absoluta y concluyente en
cuanto a naturaleza ya que la relación había sido divina. Esta relación debía
ser plenamente reconocida y enteramente abandonada, y no dice aquí que debido a
que el creyente está muerto y ha resucitado en Cristo, sino porque Cristo en el
cielo asume el lugar de todas las figuras y ordenanzas terrenales. Dios mismo,
el cual había instituido las ordenanzas de la ley establecía ahora otros
vínculos, diferentes ciertamente en carácter pero Él seguía siendo el mismo
Dios.
Las relaciones
de Dios con Israel van a ser reanudadas en futura
bendición en la
tierra; los puntos de vista de las epístolas a los
Romanos y a los
Efesios; el objetivo de ellas
Este hecho brinda la ocasión para
que Sus relaciones con Israel sean reanudadas por Él después de esto, cuando la
nación será restablecida, y restablecida en el disfrute de las promesas. No es
que esta epístola los ve realmente en aquel terreno; por el contrario, ella insiste
acerca de lo que es celestial y en andar por fe como Abraham y otros que no
tenían las promesas, pero ella establece principios que pueden ser aplicados a
esa posición, y en uno o dos pasajes ella deja (y debiese dejar) un espacio
para esta definitiva bendición de la
nación. En la enseñanza directa que proporciona la epístola a los Romanos ella no
puede dejar este espacio para las bendiciones del pueblo judío propiamente
dichas. En su punto de vista todos son igualmente pecadores y todos los que
están en Cristo son justificados juntos ante Dios en el cielo. Menos aún en la
epístola a los Efesios, y con el objetivo que ella tiene en perspectiva menos podría
haber espacio para hablar de la futura bendición del pueblo de Dios en la
tierra. Ella sólo contempla a cristianos unidos a su Cabeza celestial como siendo
ellos Su cuerpo; o como la morada de Dios en la tierra por el Espíritu Santo. La
epístola a los Romanos, en el pasaje que muestra la compatibilidad de esta
salvación (la cual debido a que era de Dios era para todos sin distinción) con
la fidelidad de Dios a sus promesas hechas a la nación, evoca aquello de lo
cual hablamos aún más claramente de lo que lo hace la epístola a los Hebreos; y
nos muestra que Israel, — -aunque de una manera diferente a la anterior, —
reasumirá su lugar en la línea peculiar de sus herederos de la promesa; un
lugar que a causa de su pecado quedó parcialmente vacante durante un tiempo
para permitir la entrada de los gentiles sobre el principio de la fe en esta bienaventurada
sucesión. Encontramos esto en Romanos capítulo 11. Pero el objetivo de ambas
epístolas es separar por completo a los fieles de la tierra y llevarlos a la relación
con el cielo religiosamente; una de ellas (la dirigida a los Romanos) con
respecto a la presentación personal de ellos a Dios por medio del perdón y la
justicia divina; la otra, con respecto a los medios que Dios ha establecido a
fin de que el creyente en su andar aquí abajo pueda encontrar sus relaciones
actuales con el cielo mantenidas y su conexión diaria con Dios preservada en su
integridad.
Yo he dicho preservadas porque
éste es el tema de la epístola; [véase nota] pero debe ser añadido que estas
relaciones están establecidas en este terreno mediante revelaciones divinas que
comunican la voluntad de Dios y las condiciones bajo las cuales Él se complace
en relacionarse con Su pueblo.
[Nota].
Yo creo que se encontrará que en Hebreos el ejercicio del sacerdocio celestial
no es aplicable al caso de una caída en pecado. En el tiempo de necesidad el
socorro es por misericordia y gracia. El tema de la epístola es el acceso a
Dios, teniendo al Sumo Sacerdote en las alturas; y esto lo tenemos siempre. La
conciencia es siempre perfecta (Hebreos 9 y Hebreos 10) en cuanto a la
imputación e ir así a Dios. En 1ª. Juan, donde se habla de la comunión que se
interrumpe por el pecado, abogado tenemos para con el Padre si alguno hubiere
pecado (1ª. Juan 2: 1), — esto también fundamentado en la perfecta justicia y
la propiciación en Él. El sacerdocio de Cristo reconcilia una posición
celestial perfecta con Dios con una condición débil en la tierra siempre
propensa al fracaso, — otorga consuelo y dependencia en la senda a través del
desierto.
La epístola está dirigida
a Hebreos en el terreno de una relación
que todavía
existía, aunque su fuerza fue retenida
sólo cuando ellos reconocieron
al Mesías; sus primeras palabras
Nosotros debemos señalar también
que si bien en la epístola a los Hebreos la relación del pueblo con Dios está
establecida en un terreno nuevo estando dicha condición fundamentada en la
posición celestial del Mediador, ellos son considerados como existiendo ya. Dios
trata con un pueblo ya conocido por Él. Se dirige a personas en relación
consigo mismo y que durante un largo período han ocupado la posición de un
pueblo que Dios había sacado del mundo para Sí mismo. No se trata, como en
Romanos, de pecadores sin ley o transgresores de la ley entre los cuales no hay
diferencia alguna porque todos por igual están enteramente destituidos de la
gloria de Dios, todos por igual son hijos de ira, o no se trata, como en
Efesios, de una creación enteramente nueva antes desconocida. Ellos estaban
necesitando mejores cosas; pero aquellos a quienes aquí se habla necesitaban
eso porque estaban en relación con Dios, y la condición de la relación de ellos
con Él no perfeccionaba nada. De hecho, lo que ellos poseían no eran más que señales
y figuras; pero yo reitero que aun así el pueblo era un pueblo en relación con
Dios. Muchos de ellos podrían rechazar el nuevo método de bendición y gracia y por
consiguiente se perderían; pero el vínculo entre el pueblo y Dios es
considerado como subsistente: sólo que habiendo sido revelado el Mesías no se
podía tener un lugar entre aquel pueblo sino en el reconocimiento del Mesías.
Es muy importante para la comprensión
esta epístola entender este punto, a saber, que ella está dirigida a Hebreos que
estaban en el terreno de una relación que todavía existía [véase nota], aunque sólo
conservaba su fuerza en la medida en que reconocían al Mesías el cual era la
piedra angular de dicha relación. De ahí que las primeras palabras conectan el
estado actual de ellos con revelaciones anteriores en lugar de romper toda
conexión e introducir algo nuevo aún no revelado.
[Nota].
Él santifica al pueblo con Su sangre. Ellos tenían por inmunda la sangre del
pacto con la cual eran santificados. En la epístola a los Hebreos no se habla
de ninguna operación santificadora interna del Espíritu aunque hay exhortaciones
a la búsqueda de la santidad.
El motivo por el
cual la epístola no contiene el nombre de su autor; comunicaciones de Dios por
medio del Mesías
iniciadas Cuando Jesús
estaba en la tierra
Algunas observaciones acerca de
la forma de la epístola nos ayudarán a entenderla mejor.
Ella no contiene el nombre de su
autor. El motivo de esto es conmovedor y notable. Ello es porque según esta
epístola el propio Señor era el Apóstol de Israel. Los apóstoles que Él envió
fueron empleados sólo para confirmar Sus palabras transmitiéndolas a otros, confirmando
Dios mismo el testimonio de ellos por medio de dones milagrosos. Esto nos hace
comprender también que aunque como Sacerdote el Señor está en el cielo para el
ejercicio de Su sacerdocio allí y para establecer sobre un nuevo terreno la
relación del pueblo con Dios, sin embargo las comunicaciones de Dios con Su
pueblo por medio del Mesías habían comenzado cuando Jesús estaba en la tierra
viviendo en medio de ellos. Consecuentemente el carácter de la relación de
ellos no era de unión con Él en el cielo; era la relación con Dios en el
terreno de las comunicaciones divinas y del servicio de un Mediador con Dios.
La epístola como
un discurso de un maestro
Además, esta epístola es un
discurso, un tratado más que una carta dirigida en el ejercicio de las
funciones apostólicas a santos con los que el escritor estaba personalmente
relacionado. El autor asume el lugar de un maestro más que el de un apóstol. Él
habla sin duda desde la altura del llamamiento celestial pero en relación con
la posición real del pueblo judío; sin embargo ello fue con el propósito de
hacer comprender con detenimiento a los creyentes que debían abandonar esa
posición.
El momento del
juicio de la nación se estaba acercando
Se estaba acercando el momento
del juicio sobre la nación; y con respecto a esto la destrucción de Jerusalén tuvo
gran significancia porque rompió definitivamente toda relación exterior entre
Dios y el pueblo judío. Ya no había altar ni sacrificio, no había sacerdote ni
santuario. Todo vínculo se rompió en aquel entonces por el juicio y permanece
roto hasta que será formado de nuevo bajo el nuevo pacto conforme a la gracia.
Con la epístola
tenemos más contraste que comparación
Además, se encontrará que hay
más contraste que comparación. El velo es comparado pero además cerrando la
entrada al santuario, en cambio ahora hay un camino nuevo y vivo hacia él
(Hebreos 10:20). Tenemos un sacrificio pero además repetido como para decir que
los pecados aún estaban allí, en cambio ahora la ofrenda fue hecha una vez para
siempre para que no haya recuerdo de los pecados (Hebreos 10:10); y así acerca de
cada detalle importante.
El sistema
judío a punto de ser destruido por Dios; los creyentes
exhortados a
salir de él y a llevar el vituperio del Señor
El autor de esta epístola (y
yo no dudo que fue Pablo, pero esto tiene poca importancia) empleó otros
motivos además del juicio inminente para inducir a los judíos creyentes a
abandonar sus relaciones judaicas. Sin embargo, él los induce a dar este último
paso; y el juicio estaba cercano. Hasta ahora ellos habían vinculado el
cristianismo con el judaísmo; había habido miles de cristianos que eran muy
celosos de la ley. Pero Dios estaba a punto de destruir por completo aquel sistema,
— de hecho, un sistema ya juzgado por el rechazo de Cristo por parte de los judíos
y por la resistencia de ellos al testimonio del Espíritu Santo. Nuestra
epístola induce a los creyentes a salir por completo de aquel sistema y a
llevar el vituperio del Señor, colocando ante ellos un nuevo fundamento para la
relación de ellos con Dios en un Sumo Sacerdote que está en los cielos. Al
mismo tiempo ello vincula todo lo que ella dice con el testimonio de Dios mediante
los profetas a través de la mediación de Cristo, el Hijo de Dios, hablando
durante Su vida en la tierra aunque hablando ahora desde el cielo.
La continuidad
de la nueva posición con la anterior; la relación
de un Cristo
celestial; la posición y la enseñanza de Pablo
Es expuesta así claramente la
nueva posición pero también es establecida la continuidad con la anterior; y por
medio del nuevo pacto nosotros tenemos un atisbo de continuidad también con lo
que ha de venir, — un hilo mediante el cual otro estado de cosas, el estado
milenial, está conectado con la totalidad de los tratos de Dios con la nación,
aunque lo que es enseñado y desarrollado en la epístola es la posición de los
creyentes (de las personas), formada por la revelación de un Cristo celestial
de quien dependía toda la relación de ellos con Dios. Ellos debían salir fuera del
campamento (Hebreos13:13); pero ello era porque Jesús, para santificar al
pueblo mediante Su sangre, padeció fuera de la puerta. (Hebreos 13:12). Debido
a que aquí no hay una ciudad permanente: nosotros buscamos una que está por
venir. (Hebreos 13:14). El propio escritor se sitúa entre el resto del pueblo
como uno de ellos. Él enseña con la luz plena del Espíritu Santo, pero no a
aquellos a quienes él había sido enviado como apóstol con la autoridad
apostólica que una misión tal le habría dado sobre ellos. Se entenderá que al
decir esto nosotros hablamos de la relación del escritor, no de la inspiración
del escrito.
La gloriosa
persona del Mesías, Sus compasiones y Su gloria
celestial
hechas prominentes en primer lugar para que ellos
pudieran
seguirle y llevar Su vituperio
A la vez que revela las compasiones
de Cristo y Sus padecimientos para mostrar que Él es capaz de compadecer a los
que padecen y a los que son probados, la epístola no presenta Su humillación ni
el vituperio de la cruz hasta el fin cuando, — habiendo sido expuesta Su gloria,
— el autor induce al judío a seguirle y a compartir su vituperio.
La gloria de la Persona del
Mesías, Sus compasiones, Su gloria celestial, son hechas prominentes para fortalecer
la fe vacilante de los cristianos judíos y para fortalecerlos en su posición
cristiana, para que ellos pudieran ver esta última en su verdadero carácter; y para
que estando ellos mismos relacionados con el cielo y establecidos en su llamamiento
celestial pudieran aprender a llevar la cruz y separarse de la religión de la
carne y no retroceder a un judaísmo tan a punto de fenecer.
Lo que
caracteriza la epístola como estando dirigida a los Hebreos
Entonces nosotros debemos
buscar en esta epístola el carácter de las relaciones con Dios formadas sobre
la revelación del Mesías en la posición que Él había asumido en las alturas, y
no debemos buscar la doctrina de una nueva naturaleza; debemos buscar el acercamiento
a Dios en el Lugar Santísimo cosa que era imposible en el judaísmo, pero no
debemos buscar la revelación del Padre ni la unión con Cristo en las alturas.
El autor está hablando a
personas que estaban familiarizadas con los privilegios de los padres.
Dios habiendo hablado
por los profetas había hablado ahora
en la persona de
Su Hijo; la conexión de esta revelación
con las
palabras anteriores
Dios había hablado a los
padres por medio de los profetas en diferentes tiempos y de diferentes maneras;
y ahora, al final de esos días, es decir, al final de los días de la
dispensación israelita en los cuales la ley debiese haber estado en vigor; al fin
de los tiempos durante los cuales Dios mantuvo relación con Israel (sosteniéndolas
con un pueblo desobediente por medio de los profetas), — al fin luego de esos
días Dios había hablado en la Persona del Hijo. No hay infracción alguna de la
ley para comenzar un sistema totalmente nuevo. El Dios que antes había hablado
por medio de los profetas procedió ahora a hablar en Cristo.
Ello no fue sólo inspirando a
hombres santos (como Él había hecho antes) para que ellos pudiesen recordar a
Israel la ley y anunciaran la venida del Mesías. Él mismo había hablado como el
Hijo, — en [Su] Hijo. Vemos de inmediato que el escritor conecta la revelación de
los pensamientos de Dios hecha por Jesús [véase nota], con las palabras
anteriores dirigidas a Israel por los profetas. El autor, identificándose con
Su pueblo, dice que Dios nos ha hablado, como Él habló a nuestros padres
por los profetas.
[Nota].
Nosotros veremos que a la vez que el escritor muestra al comienzo que el Sujeto
de su discurso se había sentado a la diestra de Dios, él habla también de las
comunicaciones del Señor cuando estaba en la tierra. Pero incluso aquí está en
contraste con Moisés y los ángeles como siendo Él mucho más excelente. Todo
tiene en perspectiva la liberación de los creyentes judíos del judaísmo.
Habiendo
hablado el Mesías, la gloria de Su persona y
su posición estaban
expuestas
El Mesías Había hablado, el
Hijo del cual las Escrituras ya habían testificado. Esto brinda la ocasión para
exponer de acuerdo con las Escrituras la gloria de este Mesías, de Jesús, en
cuanto a Su Persona y a la posición que Él ha asumido.
Y aquí
nosotros debemos recordar siempre que es
del Mesías de quien el autor habla. — de Aquel que una vez habló en la tierra. Él
declara realmente Su gloria divina; pero lo que declara es la gloria de Aquel
que ha hablado, la gloria de aquel Hijo que había aparecido conforme a las
promesas hechas a Israel.
La doble gloria
de Cristo como Hijo de Dios e Hijo del Hombre;
la solemne
autoridad de Su palabra
Esta gloria es doble y está en
relación con el doble cargo de Cristo. Es la gloria divina de la Persona del
Mesías, el Hijo de Dios. La solemne autoridad de Su palabra está relacionada
con esta gloria. Y luego está la gloria con la cual está investida Su humanidad
de acuerdo con los consejos de Dios, — la gloria del Hijo del Hombre; una
gloria relacionada con Sus padecimientos durante Su estadía aquí abajo que Lo
prepararon para el ejercicio de un sacerdocio tanto misericordioso como inteligente
con respecto a las necesidades y a las pruebas de Su pueblo.
Resumen de los
capítulos 1 y 2 como fundamento
de la doctrina
de la epístola
Estos dos capítulos son el
fundamento de toda la doctrina de la epístola. En el capítulo 1 encontramos la
gloria divina de la Persona del Mesías; en Hebreos 2:1-4 (que continúa el
tema), encontramos la autoridad de Su palabra; y desde el versículo 5 al versículo
18 encontramos Su gloriosa humanidad. Como Hombre, todas las cosas están sujetas
a Él; sin embargo, antes de ser glorificado Él participó en todos los padecimientos
y en todas las tentaciones a que están sometidos los santos cuya naturaleza Él
había asumido. Con esta gloria está relacionada Su sacerdocio: Él puede
socorrer a los que son tentados porque Él mismo padeció la tentación. Por lo
tanto, Él es el Apóstol y el Sumo Sacerdote del pueblo "llamado".
(Hebreos 3: 1).
Capítulos 3:7 a
4:13: la gloria accesoria de Cristo como Cabeza
sobre la casa
de Dios; consiguientes exhortaciones
A esta doble gloria es unida
una gloria adjunta: Él es Cabeza, como Hijo, sobre la casa de Dios poseyendo
esta autoridad como Aquel que creó todas las cosas así como Moisés tenía
autoridad como siervo en la casa de Dios en la tierra.. Los creyentes a quienes
se estaba dirigiendo el escritor inspirado eran ahora esta casa, si al menos se
mantenían firmes en la confesión de Su nombre hasta el fin. (Hebreos 3:5, 6). Porque
el peligro de los Hebreos convertidos era el de perder su confianza porque no
había nada ante sus ojos como cumplimiento de las promesas. Por eso siguen las
exhortaciones (Hebreos 3:7 a Hebreos 4:13), exhortaciones que remiten a oír la
voz del Señor como portadora de la palabra de Dios en medio del pueblo para que
ellos no endurezcan sus corazones.
Capítulos 4:14
a capítulo 12:2: el sacerdocio y el sacrificio de Cristo; exhortaciones fundamentadas
en ellos
Desde Hebreos 4:14 el tema del
sacerdocio es tratado conduciendo al valor del sacrificio de Cristo pero
introduciendo también de paso los dos pactos e insistiendo acerca del cambio de
la ley necesariamente resultante del cambio de sacerdocio. Luego viene el valor
del
sacrificio muy plenamente en contraste con las figuras que acompañaban al
antiguo pacto; y en las cuales, y en la sangre que en ellas era derramada, se
fundamentaba el pacto mismo. Esta enseñanza acerca del sacerdocio continúa
hasta el final de Hebreos 10:18. Las exhortaciones fundamentadas en ella
introducen el principio de la perseverancia de la fe que conduce a Hebreos 11,
capítulo en el cual se pasa revista a la nube de testigos coronándolos con el
ejemplo de Cristo mismo, el cual completó toda la carrera de la fe a pesar de
todos los obstáculos y que nos muestra dónde termina esta senda dolorosa pero
gloriosa. (Hebreos 12:2).
Capítulos 12:3
a 13:25: pruebas en la senda de la fe; advertencia
y estímulo; la
posición cristiana bajo la cruz; separación del judaísmo.
Desde Hebreos 12:3 el autor
entra más detenidamente en las pruebas encontradas en la senda de la fe y
presenta la más solemne advertencia con respecto al peligro de aquellos que
retroceden, y los más preciosos estímulos a aquellos que perseveran en ella
exponiendo la relación a la que somos llevados por gracia: y finalmente en
Hebreos 13 él exhorta a los creyentes Hebreos acerca de varios detalles y en
particular acerca de asumir sin reservas la posición cristiana bajo la cruz, enfatizando
el hecho de que sólo los cristianos tenían la verdadera adoración a Dios y que
los que decidían perseverar en el judaísmo no tenían derecho a participar en ello.
En una palabra, él querría que ellos se separaran definitivamente de un
judaísmo que ya había sido juzgado y que mantuvieran firme el llamamiento
celestial llevando la cruz aquí abajo. Ahora era un llamamiento celestial y la
senda, una senda de fe.
Tal es el resumen de nuestra
Epístola. Volvemos ahora al estudio de sus capítulos en detalle.
Capítulo
1
Se habla al remanente
creyente; la verdadera gloria del Mesías,
el único objeto
de la fe
Hemos dicho que en Hebreos 1
encontramos la gloria de la Persona del Mesías, el Hijo de Dios, por medio de quien
Dios ha hablado al pueblo. Cuando digo, 'al pueblo', es evidente que nosotros entendemos
que la epístola está dirigida al remanente creyente, participantes, se dice,
del llamamiento celestial (Hebreos 3:1, pero considerados como los únicos que
ocupan el verdadero lugar de pueblo.
Se trata de una distinción dada
al remanente en vista de la posición que el Mesías asumió en relación con Su
pueblo, a quienes Él vino primeramente. El remanente probado y despreciado
visto como el único que realmente tiene su lugar es alentado y su fe es
sostenida por la verdadera gloria de su Mesías, oculta a sus ojos naturales y objeto
único de la fe.
El Hijo debería
haber sido esperado por los judíos;
lo que no convenía
a sus corazones carnales
"Dios" (dice el
escritor inspirado situándose él mismo entre los creyentes de la nación amada),
"nos ha hablado en la persona del Hijo".
(Hebreos 1: 1, 2 – JND). El Salmo 2 debería haber llevado a los judíos a
esperar al Hijo, y ellos debiesen haberse formado una idea elevada de Su
gloria a partir de Isaías 9 y otras Escrituras que, de hecho, eran aplicadas al
Mesías por sus maestros como aún lo demuestran los escritos rabínicos. Pero que
Él esté en el cielo y no haya elevado a Su pueblo a la posesión de la gloria
terrenal, esto no se adecuaba al estado carnal de sus corazones.
La gloria
celestial y la posición del Mesías;
la posición
celestial de Su pueblo;
La perfecta compasión
de Cristo como Hombre para
mantener la
comunión de ellos con el cielo
Ahora bien, lo que es presentado
aquí es la gloria celestial, esta verdadera posición del Mesías y de Su pueblo
en relación con Su derecho divino a la atención de ellos y a la adoración de
los ángeles mismos, donde el Espíritu de Dios saca a relucir de manera tan infinitamente
preciosa la gloria divina de Cristo con el propósito de exhortar a Su pueblo a
creer en una posición celestial; exponiendo al mismo tiempo en lo que sigue
a continuación Su perfecta compasión
con nosotros, como Hombre, para mantener la comunión de ellos con el cielo a
pesar de las dificultades de la senda de ellos en la tierra.
La asamblea no es
encontrada en Hebreos sino su
Salvador
presentado en Su persona, obra y sacerdocio;
el llamamiento
celestial
Así, aunque la asamblea no es
encontrada en la epístola a los Hebreos salvo en una alusión a todos
comprendidos en la gloria milenial en Hebreos 12, el Salvador de la asamblea es
presentado allí en Su Persona, Su obra y Su sacerdocio, muy profusamente a nuestro
corazón y a nuestro entendimiento espiritual; y el llamamiento celestial está
en sí mismo muy particularmente desarrollado.
La obra del
Salvador es una parte de la manifestación de Su gloria divina
Es también muy interesante ver la
forma en que la obra de nuestro Salvador, consumada para nosotros, forma una parte
de la manifestación de Su gloria divina.
El Hijo como el creador
"Dios.. nos ha hablado en la
persona del Hijo" (Hebreos 1: 1, 2 – JND), dice el autor inspirado de
nuestra epístola. Entonces, Él es este Hijo. Primero Él es declarado Heredero
de todas las cosas. Es Él quien ha de poseer gloriosamente como Hijo todo lo
que existe. Tales son los decretos de Dios. Además, es por medio de Él que Dios
creó el universo (o los mundos). (Hebreos 1: 2). [Véase nota]. Todo el vasto
sistema de este universo, esos mundos desconocidos que trazan sus caminos en
las vastas regiones del espacio en orden divino para manifestar la gloria de un
Dios-Creador, son obra de Su mano, de Aquel que nos ha hablado, del Cristo
divino.
[Nota].
Una interpretación particular ha sido presentada por algunos para la palabra
αἰῶνας·, edades, traducida como "universo"
o mundos; pero es cierto que la palabra es usada por la Septuaginta (es decir,
en el griego helenístico o escritural) para los mundos físicos.
La gloria personal
de Cristo en plenitud;
el Mesías que ha
asumido Su lugar en los cielos;
el que creía en Él
sería sacado del judaísmo
En Él ha resplandecido la gloria
de Dios: Él es la impronta perfecta de
Su ser. Nosotros vemos a Dios en Él, en todo lo que Él dijo, en todo lo que Él
hizo, en Su Persona. Además, mediante el poder de Su palabra Él sostiene todo
lo que existe. Entonces Él es el Creador. Dios se revela en Su Persona. Él sustenta
todas las cosas mediante Su palabra que tiene por tanto un poder divino. Pero
esto no es todo (porque todavía estamos hablando del Cristo); hay otra parte de
Su gloria, ciertamente divina, pero manifestada en humana naturaleza. Aquel que
era todo esto que acabamos de ver, habiendo efectuado por medio de Sí mismo (consumando
Su propia gloria [Véase nota] y para Su gloria) la purificación de nuestros
pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.
[Nota].
El verbo griego tiene aquí una forma peculiar que le da un sentido reflexivo,
haciendo que la cosa efectuada regrese al hacedor, arrojando la gloria de la
cosa hecha sobre aquel que la hizo.
Aquí está en plenitud la gloria
personal de Cristo. Él es de hecho el Creador, la revelación de Dios, el
sustentador de todas las cosas mediante Su palabra, Él es el Redentor. Él mismo
ha efectuado la purificación de nuestros pecados; se ha sentado a la diestra de
la Majestad en las alturas. Es el Mesías quien es todo esto. Él es el
Dios-Creador pero es un Mesías que ha asumido Su lugar en los cielos a la
diestra de la Majestad, habiendo consumado la purificación de nuestros pecados.
Nosotros percibimos de qué manera esta exhibición de la gloria de Cristo, el
Mesías, ya sea personal o de posición, sacaría del judaísmo a todo aquel que creía
en ella, aunque vinculándose ella misma con las promesas y esperanzas judías. Él
es Dios, Él ha bajado del cielo, Él ha subido allí de nuevo.
La posición de
Cristo mucho más eminente que la de los ángeles;
demostrado por las
Escrituras; la gloria del cristianismo
muy por encima de
la de la ley
Ahora bien, aquellos que se unían
a Él se encontraban en otro aspecto también por encima del sistema judío. Aquel
sistema fue ordenado en relación con los ángeles pero Cristo ha asumido una
posición mucho más eminente que la de los ángeles porque Él tiene como Su herencia
propia un nombre (es decir, una revelación de lo que Él es) el cual es mucho
más excelente que el de los ángeles. Tras esto el autor de esta epístola cita
varios pasajes del Antiguo Testamento que hablan del Mesías para mostrar lo que
Él es en contraste con la naturaleza y la posición relativa de los ángeles. La
significancia de estos pasajes para un judío convertido es evidente y de
inmediato nosotros percibimos la adaptación del argumento a ellos porque la
economía judía estaba bajo la administración de ángeles, según la creencia de
ellos, una creencia totalmente basada en la palabra .[Véase nota].
[Nota].
Ver Salmo 68:17 , Hechos 7:53 ; Gálatas 3:19.
Y al mismo tiempo eran sus
propias Escrituras las que demostraban que el Mesías iba a tener una posición
mucho más excelente y exaltada que la de los ángeles, según los derechos que Le
correspondían en virtud de Su naturaleza y conforme a los consejos y a la
revelación de Dios: de modo que quienes se unían a Él eran llevados a una
conexión con aquello que eclipsaba enteramente la ley y todo aquello que
relacionaba con ella y con la economía judía que no podía ser separada de ella
y cuya gloria era de carácter angélico. La gloria del cristianismo, — y el
autor habla de los que reconocían que Jesús es el Cristo, — estaba tan por
encima de la gloria de la ley que ambas no podían estar realmente unidas.
El título de
"Mi Hijo" aplicado al Mesías nacido en la tierra;
Su relación en
el tiempo con Dios; el uso de dicho título
en el Salmo 2 y
en Hebreos 1:5
Las citas comienzan por la del
Salmo 2. Está escrito que Dios nunca ha dicho a ninguno de los ángeles: "Mi
Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy". Es este carácter de Filiación,
propio del Mesías el que, como una relación real, Lo distingue. Él era desde la
eternidad el Hijo del Padre; pero no es precisamente en este punto de vista
como Él es considerado aquí. El nombre expresa la misma relación pero este
título es aplicado aquí al Mesías nacido en la tierra. Porque el Salmo 2 al
constituirle como Rey en Sion anuncia el decreto que proclama Su título.
"Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy", es su relación en el tiempo
con Dios. (Salmo 2:7). Yo no dudo que ello depende de Su gloriosa naturaleza;
pero esta posición para el hombre fue adquirida por el milagroso nacimiento de
Jesús aquí abajo y fue demostrada como
verdadera y decidida en su verdadera trascendencia por Su resurrección. En el
Salmo 2 el testimonio presentado de esta relación está en conexión con Su
realeza en Sion pero el Salmo declara las glorias personales del Rey reconocido
por Dios. En virtud de los derechos relacionados con este título todos los
reyes son llamados a someterse a Él. Además, este Salmo habla del gobierno del
mundo cuando Dios establece al Mesías como Rey de Sion, y no habla del
evangelio. Pero en el pasaje citado (Hebreos 1:5) Lo que se expone es la
relación de gloria en la que Él subsiste con Dios, el fundamento de Sus
derechos, y no los derechos reales mismos.
El Hijo en su
relación con Dios y no Su relación eterna con el Padre.
Lo mismo ocurre en la cita
siguiente: "Yo seré a él Padre, Y él me será a
mí hijo". Nosotros vemos claramente que aquí se trata de la relación en la
que Él está con Dios, en la que Dios Lo acepta y Lo reconoce y no Su relación
eterna con el Padre: "Yo seré a él Padre", etc. De este modo aún se
trata del Mesías, el Rey de Sion, el Hijo de David, pues estas palabras son
aplicadas en primer lugar a Salomón, como hijo de David (2º Samuel 7:14 y 1º Crónicas
17:13). En este segundo pasaje la aplicación de la expresión al verdadero Hijo
de David es más clara. Una relación tan íntima (se puede decir, expresada con
tanto afecto) no era la porción de ángeles. El Hijo de Dios, reconocido como
tal por Dios mismo, — ésta es la porción
del Mesías en relación con Dios. Entonces el Mesías es el Hijo de Dios de una
manera totalmente peculiar que no podría ser aplicada a ángeles.
Ángeles llamados a
adorar al primogénito, al heredero,
que tiene
preeminencia universal
Pero aún más: — cuando Dios
introduce al Primogénito en el mundo todos los ángeles son llamados a adorarle.
Dios Lo presenta al mundo; pero los más altos de los seres creados deben
entonces postrarse a Sus pies. Los ángeles de Dios mismo, — las criaturas que
están más cerca de Él, — deben rendir homenaje al Primogénito. Esta última expresión
también es notable. El Primogénito es el Heredero, el principio de la
manifestación de la gloria y del poder de Dios. La palabra es empleada en este
sentido. Del Hijo de David se dice: "Yo también le pondré por primogénito,
El más excelso de los reyes de la tierra". (Salmo 89:27). El Mesías es introducido
así en el mundo como ocupando este lugar con respecto a Dios mismo. Es el
Primogénito, — la expresión inmediata de los derechos y de la gloria de Dios.
Él tiene preeminencia universal.
La gloria
posicional del Mesías
Tal es, por así decirlo, la
gloria posicional del Mesías. No sólo es Cabeza del pueblo en la tierra como
Hijo de David, ni siquiera es sólo el Hijo reconocido de Dios en la tierra
según el Salmo 2, sino que es el Primogénito universal; de modo que la
principal y más exaltada de las criaturas, las más cercanas a Dios, los ángeles
de Dios, los instrumentos de Su poder y gobierno deben rendir homenaje al Hijo
en esta Su posición.
La gloria propia y
personal del Mesías
Sin embargo esto está lejos de
ser todo y este homenaje mismo estaría fuera de lugar si Su gloria no fuera
propia y personal, si dicha gloria no estuviera relacionada con Su naturaleza.
No obstante lo que tenemos ante nosotros en este capítulo sigue siendo el
Mesías como reconocido por Dios. Dios nos dice lo que Él es. De los ángeles
dice: Él "hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de
fuego". (Hebreos 1:7). Él no hace que Su hijo sea algo pues Él reconoce lo
que Él es diciendo: "¡Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos; y
un cetro de rectitud es el cetro de tu reino!". (Hebreos 1:8 - JND,
RV1977, RV1865, VM). El Mesías puede tener un trono terrenal (que tampoco Le es
arrebatado sino que cesa por Su toma de posesión de un trono eterno), pero Él tiene
un trono que es por los siglos de los siglos.
La divinidad y el
trono eterno del Señor; compañeros para
un Hombre fiel
cuyo lugar está tan por encima de ellos
Como Mesías el cetro de Su trono
es un cetro de rectitud. (Hebreos 1: 8 – JND, RV1977, RV1865, VM). Cuando estuvo
aquí abajo Él también amó personalmente la rectitud y aborreció la iniquidad;
por tanto Dios Lo ungió con óleo de alegría más que a Sus compañeros. Estos
compañeros son el remanente creyente de Israel a quienes Él ha hecho por gracia
Sus compañeros, aunque (complaciendo perfectamente a Dios por Su amor a la rectitud,
— y eso, a toda costa) Él es exaltado más que todos ellos. Este es un pasaje
notable porque mientras por una parte la divinidad del Señor está plenamente
establecida así como Su trono eterno, por otra parte el pasaje desciende a Su
carácter como el hombre fiel en la tierra donde Él hizo hombres piadosos, — el
pequeño remanente de Israel que esperaba redención, Sus compañeros; al mismo
tiempo ello Le da (y no podría ser de otra manera) un lugar por encima de ellos.
El hombre humilde
reconocido como compañero de Jehová y el
remanente pobre
reconocido como compañeros del divino Salvador.
Luego el texto vuelve a la gloria
que Le fue dada como Hombre teniendo la preeminencia aquí como en todas las
cosas.
Ya he comentado en otra parte que
mientras que como leemos en Zacarías Jehová reconoce como compañero Suyo al
Hombre humillado contra el cual Su espada se levanta para herir; aquí, donde la
divinidad de Jesús es expuesta, el mismo Jehová reconoce al remanente pobre de
creyentes como compañeros del divino Salvador. ¡Maravillosos vínculos entre
Dios y Su pueblo! (Zacarías 13: 7).
Poseyendo el trono
eterno de equidad Cristo es reconocido por Dios y glorificado sobre todos los
demás
Entonces, Él ya tiene en estos
notables testimonios el trono eterno y el cetro de justicia: Él es reconocido
como Dios aunque Hombre, y glorificado sobre todos los demás como recompensa de
justicia.
El Salvador
cortado en medio de Sus días era el Creador mismo
Pero la declaración de Su
divinidad, la divinidad del Mesías, debe ser más precisa. Y el testimonio es de
la mayor hermosura. El Salmo que lo contiene es una de las expresiones más
completas que encontramos en la Escritura del sentido que Jesús tenía de Su
humillación en la tierra, de Su dependencia de Jehová, y de que habiendo sido
levantado como Mesías de entre los hombres, fue abatido y Sus días acortados.
Si Sion fuera reconstruida (y el Salmo habla proféticamente del tiempo en que
ello ocurrirá), ¿dónde estaría Él, Mesías como era, si, debilitado y humillado,
fuera cortado en medio de sus días (como fue el caso)? En una palabra, se trata
de la expresión profética del corazón del Salvador en la perspectiva de lo que Le
sucedió como Hombre en la tierra, la palabra de Su corazón a Jehová en aquellos
días de humillación, en presencia del renovado afecto del remanente para con el
polvo de Sion, — un afecto que el Señor había producido en sus corazones y que por
lo tanto era una muestra de Su buena voluntad y Su propósito de restablecerlo.
Pero, ¿cómo podía participar en ello un Salvador que había sido cortado? (una
pregunta inquisitiva para un judío creyente, tentado en ese aspecto). Las
palabras aquí citadas son la respuesta a esta pregunta. Humilde como Él era, Él
era el Creador mismo. Él era siempre el mismo [véase nota]; Sus años nunca
podían acabar. Era Él quien había fundado los cielos: Él los envolverá como un
vestido, pero Él mismo nunca cambiaría.
[Nota].
Las palabras traducidas, "Tú eres el mismo", ( σὺ αὐτὸς, sú autós)
son tomadas por muchos hebraístas eruditos - al menos σὺ, sú - como un nombre
de Dios. En cualquier caso, como es inmutablemente lo mismo, equivale a ello.
Los años que no acaban son de duración interminable cuando Él se hace hombre.
El testimonio que
las Escrituras dan del Mesías
Entonces, tal es el testimonio
que dan del Mesías las Escrituras de los propios judíos: — la gloria de Su
posición por encima de los ángeles que administraban la dispensación de la ley;
Su trono eterno de equidad; Su divinidad inmutable como Creador de todas las
cosas.
El lugar actual de
Cristo es Su propio lugar
Una cosa restaba para completar
esta cadena de gloria, — es decir, el lugar ocupado actualmente por Cristo aún
en contraste con los ángeles (lugar que depende, por una parte, de la gloria
divina de Su Persona; por otra, de la consumación de Su obra). Y este lugar
está a la diestra de Dios que es Aquel que Lo llamó a sentarse allí hasta que Él
haya puesto a Sus enemigos por estrado de Sus pies. No solamente en Su Persona
gloriosa y divina, no solamente Él ocupa el primer lugar con respecto a todas
las criaturas del universo (hemos hablado de esto que tendrá lugar cuando Él sea
introducido en el mundo), sino que Él tiene Su propio lugar a la diestra de la
Majestad en los cielos. ¿A cuál de los ángeles ha dicho Dios esto jamás? Ellos
son siervos de parte de Dios para los herederos de la salvación.
Capítulo
2
La exhortación a
los judíos creyentes en cuanto
a la palabra
anunciada, la palabra de salvación
Hebreos 2. Este es el motivo por
el cual es tanto más necesario prestar atención a la Palabra anunciada a fin de
que ellos no la dejen desaparecer de la vida y de la memoria.
Dios había mantenido la autoridad
de la Palabra que era comunicada por medio de los ángeles castigando la
desobediencia a ella pues ella era una ley. Entonces, ¿cómo escaparemos
nosotros si descuidamos una salvación que el propio Señor ha anunciado? Por
lo tanto el servicio del Señor entre los judíos era una palabra de salvación
que los apóstoles confirmaban y que el poderoso testimonio del Espíritu Santo
establecía.
Tal es la exhortación dirigida a
los creyentes judíos fundamentada en la gloria del Mesías, ya sea con respecto
a Su posición o a Su Persona, llamándolos a alejarse de lo que era judío a
pensamientos más elevados acerca de Cristo.
El testimonio del
Señor a Israel; su confirmación
Ya hemos comentado que el
testimonio del cual esta epístola trata es atribuido al Señor mismo. Por lo
tanto no debemos esperar encontrar en ella la asamblea (como tal), de la cual
el Señor sólo había hablado proféticamente; sino Su testimonio en relación con
Israel, entre los cuales Él residió en la tierra, con independencia del alcance
de aquel testimonio. Aquello de lo cual los apóstoles hablaban sólo es tratado
aquí como una confirmación de la propia palabra del Señor a la que Dios añadió
Su testimonio mediante las manifestaciones milagrosas del Espíritu el cual
distribuyó Sus dones a cada uno conforme a Su propia voluntad.
La gloria del
Señor como Hijo del Hombre, en relación con
el mundo venidero,
excluyendo completamente a los ángeles
La gloria de la que hemos estado
hablando es la gloria personal del Mesías, el Hijo de David; y Su gloria en el
tiempo actual durante el cual Dios Lo ha llamado a sentarse a Su diestra. Él es
el Hijo de Dios, Él es incluso el Creador; pero también está Su gloria en
relación con el mundo venidero como Hijo del Hombre. Hebreos 2 habla todavía de
esto comparándole a Él con los ángeles pero para excluirlos aquí por completo.
En el capítulo anterior ellos tenían su lugar: la ley fue dada por medio de ángeles;
ellos son siervos por parte de Dios de los herederos de la salvación. En el
capítulo 2 ellos no tienen lugar alguno, no reinan; el mundo venidero no está sujeto
a ellos, es decir, esta tierra habitable dirigida y gobernada como lo estará
cuando Dios habrá consumado aquello de lo cual Él ha hablado por los profetas.
Todas las cosas sujetas
bajo los pies del Hijo del Hombre
El orden del mundo puesto en
relación con Jehová bajo la ley, o que yace en tinieblas, ha sido interrumpido
por el rechazo del Mesías, el cual ha asumido Su lugar a la diestra de Dios en
las alturas sin que Sus enemigos hayan sido todavía entregados en Su mano para
ser juzgados porque Dios está llevando a cabo Su obra de gracia y reuniendo a
la asamblea. Pero Él aún establecerá un nuevo orden de cosas en la tierra; éste
será "el mundo venidero". Ahora bien, ese mundo no está sujeto a los
ángeles. El testimonio presentado en el
Antiguo Testamento con respecto a esto es el siguiente: "¿Qué es el
hombre, para que te acuerdes de él o el Hijo del Hombre, para que le visites?
Le hiciste un poco menor que los ángeles, Le coronaste de gloria y de honra, le
pusiste sobre las obras de tus manos; Todo lo sujetaste bajo sus pies".
(Hebreos 2:5-8; Salmo 8:4-6). Por lo
tanto, todas las cosas sin excepción (excepto Aquel que ha hecho que se sujeten
a Él), están, según el propósito de Dios, sujetas bajo los pies del hombre, y
en particular del Hijo del Hombre.
El testimonio de los
Salmos 1, 2 y 8 de Cristo hecho inferior a
los ángeles como
hombre, rechazado y exaltado
Cuando estudiamos el Libro de los
Salmos vimos lo que recuerdo aquí, a saber, que este testimonio en el Salmo 8
es, con respecto a la posición y dominio de Cristo como hombre, un anticipación
del Salmo 2. El Salmo 1 pone ante nosotros el hombre justo, aceptado por Dios,
el remanente piadoso con el que Cristo se relacionó; El Salmo 2 presenta los
consejos de Dios respecto a Su Mesías a pesar de los esfuerzos hechos por los
reyes y gobernantes de la tierra. Dios Lo establece como Rey en Sion y convoca
a todos los reyes para que rindan homenaje a Aquel a quien Él proclamó que es
Su Hijo en la tierra. Después vemos que siendo Él rechazado el remanente padece
y este Salmo 2 es lo que Pedro cita para demostrar el levantamiento de las
autoridades de la tierra, judíos y
gentiles, contra el Mesías. (Hechos 4:25). Pero el Salmo 8 muestra que todo
esto sólo sirvió para ampliar la esfera de Su gloria. Cristo asume la posición
de hombre y el título de Hijo del Hombre y disfruta Sus derechos según los
consejos de Dios; y hecho un poco menor que los ángeles Él es coronado de
gloria y de honra. Y no sólo se hace que los reyes de la tierra se sujeten a Él
sino que todas las cosas, sin excepción, son puestas bajo Sus pies. [Véase
nota]. Esto es lo que el apóstol cita aquí. El Cristo ya había sido rechazado y
Su instalación como Rey en Sion aplazada para ser llevada a cabo en un período
posterior. Él había sido exaltado a la diestra de Dios, como hemos visto; y el
título más amplio Le fue añadido, aunque el resultado no había sido aún consumado.
[Nota].
Compárese la respuesta de Cristo a Natanael al final de Juan 1; también Mateo
17 y Lucas 9 donde se prohíbe a los discípulos anunciarle como el Cristo, y Él
declara que está a punto de padecer como Hijo del Hombre pero les muestra la
gloria venidera.
El cumplimiento
parcial del Salmo 8 es una garantía de
su cumplimiento ;
por qué Cristo fue hecho inferior a los ángeles;
coronado de gloria
y de honra
La epístola nos llama aquí a
prestar atención a esto. Nosotros no vemos todavía el cumplimiento de todo lo
que anuncia este Salmo, a saber, que todas las cosas deben estar sujetas bajo
Sus pies; pero una parte ya se ha cumplido y ello es una garantía para el
corazón del cumplimiento del todo. Hecho un poco menor que los ángeles para padecer
la muerte Él es coronado de gloria y de honra. Él ha padecido la muerte y es
coronado en recompensa por Su obra mediante la cual glorificó perfectamente a
Dios en el lugar donde Él había sido deshonrado, y salvó al hombre (a los que
creen en Él) allí donde el hombre estaba perdido. Porque Él fue hecho un poco
menor que los ángeles para que por la gracia de Dios gustase la muerte por
todos. Me parece que las palabras, "un poco menor que los ángeles" y,
"padecimiento de la muerte", van juntas, a saber, "pero vemos a
Jesús, el cual fue hecho un poco menor que los ángeles a causa del padecimiento
de la muerte coronado de gloria y de honra, para que por la gracia de Dios
gustase la muerte por todos" ( Hebreos 2: 9 – JND, WK); y, "para que
por la gracia de Dios", es una frase general conectada con toda la verdad declarada.
Entrando en las
circunstancias en que estaban los hombres
y padeciendo las consecuencias; perfeccionado
por medio de aflicciones; nosotros gustamos la muerte debido al pecado;
Él, debido a la gracia, por el pecado.
Entonces, este pasaje que es
aplicado así al Señor, Lo presenta como exaltado al cielo cuando Él hubo
experimentado la muerte que Le dio derecho a todo de una manera nueva mientras
espera que todo estuviera sujeto bajo Sus pies. Pero hay otra verdad relacionada
con esto. Él había emprendido la causa de los hijos a quienes Dios está
llevando a la gloria y por lo tanto Él debía entrar en las circunstancias en
que ellos se encontraban, sufrir las consecuencias de ello y ser tratado de
acuerdo con la obra que Él había emprendido. Ello era una realidad y convenía
que Dios reivindicara los derechos de Su gloria y la mantuviera con referencia
a los que Le habían deshonrado, y que Él tratara a Aquel que había asumido la
causa de ellos en Sus manos y que estaba ante Él en nombre de ellos como
representándolos en aquel sentido. Dios perfeccionaría al autor de la salvación
de ellos por medio de aflicciones. Él debía sufrir las consecuencias de la
situación a la que Él había venido. Su obra había de ser una realidad de acuerdo
con la medida de la responsabilidad que Él había asumido, y ello implicaba la
gloria de Dios allí donde estaba el pecado. Por lo tanto, Él debía padecer; Él debía
gustar la muerte. Él hizo eso por la gracia de Dios, — nosotros la gustamos
debido al pecado; Él, a causa de la gracia, por el pecado.
Cristo y los
santificados como una sola compañía;
Él no se
avergüenza de llamar a éstos Sus hermanos
Esto nos muestra a Cristo en
medio de los que son salvos, a quienes Dios lleva a la gloria, aunque encabezándolos.
Esto es lo que nuestra epístola pone ante nosotros,— El que santifica (el
Cristo) y los que son santificados (el remanente apartado para Dios por el
Espíritu) de uno son todos: una expresión cuya fuerza es fácilmente entendida
pero difícil de expresar cuando uno abandona la naturaleza abstracta de la
frase misma. Obsérvese que esto es dicho solamente acerca de personas
santificadas. Cristo y los santificados son todos una sola compañía, hombres
juntos en la misma posición delante de Dios. Pero la idea va un poco más lejos.
No se trata de un solo y un mismo Padre; si hubiera sido así no podría haber
sido dicho: "No se avergüenza de llamarlos hermanos". Entonces, Él no
podía hacer otra cosa que llamarlos hermanos.
Si decimos «de la misma masa» la expresión puede ser
llevada demasiado lejos como si Él y los demás fueran de la misma naturaleza
como hijos de Adán, pecadores juntos. En este caso Él tendría que llamar
hermano a todo hombre; mientras que Él llama así sólo a los hijos que Dios Le
ha dado, a los "santificados". Pero Él y los santificados están todos
juntos como hombres en la misma naturaleza y posición delante de Dios. Cuando
digo «la misma», no es en el mismo estado
de pecado sino al contrario, pues ellos son el Santificador y los santificados
pero en la misma verdad de posición humana tal como ella está delante de Dios,
como santificada para Él; lo mismo en cuanto al hombre cuando Él como el
santificado está ante Dios. Por este motivo Él no se avergüenza de llamar a los
santificados: Sus hermanos.
Los hijos dados a
Él son llamados hermanos
sólo cuando Él
consumó Su obra
Esta posición es obtenida
enteramente por la resurrección; porque aunque en cuanto a principio los hijos
Le fueron dados antes, sin embargo Él los llamó Sus hermanos sólo cuando Él
hubo consumado la obra que Le permitió presentarlos consigo mismo delante de
Dios. De hecho, Él dijo, "madre, hermana, hermano"; pero no empleó el
término "mis hermanos" [como
en Juan 20] hasta que dijo a María Magdalena: "Vé a mis hermanos, y diles:
Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios". También en
el Salmo 22 Él manifestó el nombre de un Dios-Libertador a Sus hermanos y alabó
a Dios en medio de la asamblea cuando Él había sido oído desde los cuernos del
uro. ("¡Sálvame de la boca del león! Y ya me has oído, clamando desde los
cuernos de los uros". Salmo 22:21 – VM).
El vínculo de los
discípulos con el Padre no es formado
hasta después de la resurrección de Cristo
Él les habló del nombre del Padre
mientras estuvo en la tierra pero el vínculo mismo no pudo ser formado; Él no podía
presentarlos al Padre hasta que el grano de trigo, cayendo en tierra, hubiese
muerto; hasta entonces Él permaneció solo, con independencia de cuales pudieron
ser las revelaciones que Él les hizo. Y de hecho Él dio a conocer el nombre de
Su Padre a quienes Él Le había dado. Sin embargo, Él había asumido realmente la
posición humana y Él mismo estaba en esta relación con Dios. Él los guardó en
el nombre del Padre, ellos no estaban todavía unidos a Él en esta posición;
pero Él estaba como hombre en la relación con Dios en la que ellos también deberían
estar cuando fueran llevados a estar por medio de la redención a la asociación
con Él. Lo que Él hace en la última parte del Evangelio de Juan es colocar a
Sus discípulos, — en las explicaciones que Él presentó acerca de la condición
en que Él los dejaba, — en la posición que, de hecho, Él había asumido en
relación con Su Padre en la tierra y en testimonio al mundo, siendo la gloria
de Su Persona necesariamente distinta como representación y revelación de Su
Padre. Y al tratar de asociarse con ellos Él los asoció a Sí mismo y se asoció
a Sí mismo con ellos cuando Él ascendió al cielo, aunque ya no sujeto
corporalmente a las pruebas de su posición. [Véase nota].
[Nota].
Esto, sin embargo, en la relación con Dios. Ellos no representaban ni daban a conocer
al Padre como Él lo hacía. Asimismo, si bien nosotros somos llevados a la misma
gloria con Cristo y a la misma relación con el Padre, la gloria personal de
Cristo como Hijo está siempre cuidadosamente asegurada. Otra persona ha comentado
justamente con el mismo propósito que Él nunca dice "nuestro" Padre
con los discípulos. Él Les dice que digan "nuestro", pero Él dice
"mí y vuestro", y ello es mucho más precioso.
Cristo llama a Su
pueblo "hermanos"
sólo cuando Él hubo
resucitado;
asociando a hombres
piadosos,
el remanente, con
Él mismo
Él no se avergonzó de llamarlos
hermanos en aquel entonces, diciendo, aunque resucitado, sí, sólo cuando
resucitó: "Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación
te alabaré". Y hablando del remanente separado de Israel Él dice: "He
aquí, yo y los hijos que me dio Jehová somos por señales y presagios en Israel
(o para las dos casas de Israel)" (Isaías 8: 18; y de nuevo: "Yo
confiaré en él", — otra cita de Isaías 8. (Isaías 8: 17). De modo que en los
Salmos, especialmente en el Salmo 16 Él declara que no asume Su lugar como
Dios, — "mi bondad no te aprovecha a ti" (Salmo 16: 2 – VM), sino que
Él se identifica con los íntegros (o excelentes) de la tierra, — Él declara que
toda Su complacencia es para ellos. Este es nuevamente el remanente de Israel
llamado por gracia.
Cristo asocia a estos hombres
santificados, hombres piadosos en la tierra, con Él mismo. En el pasaje citado aún
se trata de Su lugar en la tierra; y Sus padecimientos, Su exaltación, Su gloria
futura, Su divinidad, son añadidos aquí tal como hemos visto.
Cristo
conformándose a la posición de los hijos;
participando de
carne y sangre; el motivo; Satanás vencido
Habiendo asumido este lugar como
siendo parte de la compañía pero a la cabeza de ella, — siervo de ellos en
todas las cosas, Él debe conformarse a la posición de ellos. Y Él hizo esto
pues siendo los hijos partícipes de carne y sangre Él participó de lo mismo; y Él
lo hizo para poner fin por medio de la muerte al dominio de aquel que tenía el
poder de la muerte y librar a aquellos que por temor a la muerte habían estado sujetos
toda su vida al yugo de servidumbre.
También aquí (procurando el
apóstol mostrar siempre el aspecto glorioso y eficaz incluso de lo que era más
humillante a fin de acostumbrar el débil corazón de los judíos a esa porción
del Evangelio) nosotros encontramos que la obra del Señor va mucho más allá de
los límites de una presentación del Mesías a Su pueblo. No solamente Él es
glorioso en el cielo sino que ha vencido a Satanás en el lugar mismo donde él ejercía
su triste dominio sobre el hombre y donde el juicio de Dios caía pesadamente
sobre el hombre.
El motivo y el
medio de la liberación del hombre;
la descendencia de
Abraham
Movido por un profundo amor al
hombre, el Hijo, — hecho Hijo del Hombre, — entra de corazón y de hecho en toda
necesidad y se somete a todas las circunstancias del hombre para librarlo. Él
participa (pues Él no estaba antes en ello) de carne y sangre para morir porque
el hombre estaba sujeto a la muerte; y asume (para destruir al que ejercía su
dominio sobre el hombre por medio de la muerte y le hacía temblar toda su vida
en la expectativa de aquel terrible momento que testificaba del juicio de Dios
y de la incapacidad del hombre para escapar a las consecuencias del pecado) la
condición en que la desobediencia a Dios lo había sumido. Porque verdaderamente
el Señor no asumió la causa de los ángeles sino la de la simiente de Abraham, y
para proclamar la obra que era necesaria para ellos, y para representarlos
eficaz y realmente ante Dios Él debía necesariamente colocarse en la posición y
en las circunstancias en que se encontraba esa descendencia, aunque no en el
estado en que ellos se hallaban personalmente.
Se observará aquí que es una
familia propiedad de Dios la que aún está ante nuestros ojos como el objeto del
afecto y cuidado del Salvador, — los hijos que Dios Le había dado, hijos de
Abraham según la carne, si en esa condición ellos respondían a la designación
de "descendencia de Abraham" (este es el asunto de Juan 8:37-39), o Sus
hijos según el Espíritu, si la gracia les concede serlo.
Cristo es el sacerdote
capaz de compadecerse de los Suyos
en todos sus conflictos y dificultades
Estas verdades introducen el
sacerdocio. Como Hijo del Hombre Él había sido hecho un poco menor que los
ángeles, y coronado ya de gloria y de honra Él iba a tener después todas las
cosas sujetas bajo Sus pies. Esto todavía no lo vemos. Pero Él asumió este
lugar de humillación para gustar la muerte por todo el sistema que estaba lejos
de Dios, y para ganar los plenos derechos del segundo Hombre glorificando a
Dios allí donde la criatura había fallado por debilidad y donde también el
enemigo, habiendo engañado al hombre mediante su sutileza, tenía dominio sobre
él (conforme al justo juicio de Dios) en poder y malicia. Al mismo tiempo, Él
gustó la muerte con el propósito especial de librar a los hijos que Dios
llevaría a la gloria asumiendo la naturaleza de ellos y reuniéndolos como
santificados en torno a Sí mismo, no avergonzándose Él de llamarlos hermanos.
Pero fue así que Él debía presentarlos ahora ante Dios según la eficacia de la
obra que Él había consumado por ellos; Él llegaría a ser un sacerdote pudiendo
por Su vida de humillación y de prueba aquí abajo compadecerse de los Suyos en
todos sus conflictos y dificultades.
Padecer o ceder;
la carne no padece sino que disfruta;
La necesidad de
socorro del nuevo hombre contra la carne
Él padeció, — Él nunca cedió. Nosotros
padecemos cuando cedemos a la tentación: la carne se complace en las cosas mediante
las cuales ella es tentada. Jesús padeció siendo tentado y puede socorrer a los
que son tentados. Es importante comentar que cuando la carne es dominada por
sus deseos ella no padece. Siendo tentada, ¡lamentablemente! ella disfruta.
Pero cuando según la luz del Espíritu Santo y la fidelidad de la obediencia el
Espíritu resiste los ataques del enemigo, sean ellos sutiles o acosadores,
entonces uno padece. Esto hizo el Señor y esto tenemos que hacer nosotros. Lo
que necesita socorro es el nuevo hombre, el corazón fiel y no la carne. Yo necesito
socorro contra la carne y lo necesito para mortificar todos los miembros del
viejo hombre.
Socorro necesario
dado por Aquel que padeció siendo tentado;
la fidelidad y el
amor de Jesús igualmente perfectos
El necesario socorro se refiere aquí
a las dificultades del santo fiel para cumplir toda la voluntad de Dios. Aquí
es donde él padece, aquí es donde el Señor, — que padeció, — puede socorrerlo.
Él anduvo por esta senda, Él aprendió en ella lo que allí se puede padecer del
enemigo y de los hombres. Un corazón humano lo siente y Jesús tenía un corazón
humano. Además, cuanto más fiel es el corazón, cuanto más lleno está de amor a
Dios, y cuanto menos tiene dicho corazón de esa dureza que es el resultado de la
interacción con el mundo, tanto más padecerá. Ahora bien, en Jesús no había
dureza alguna. Su fidelidad y Su amor eran igualmente perfectos. Él fue varón
de dolores, experimentado en quebranto y fatiga. Él padeció siendo tentado.
[Véase nota].
[Nota].
Cuatro motivos distintivos pueden ser observados en el capítulo para la
humillación de Jesús, a saber, ella
convenía a Dios, — estaba Su gloria; la destrucción del poder de Satanás; la
reconciliación o realmente propiciación mediante Su muerte; y la capacidad de compasión
en el sacerdocio.
Capítulo
3
El Señor como Apóstol
y Sumo Sacerdote
de los creyentes de
entre los judíos
Hebreos 3. El Señor nos es
presentado así como Apóstol y Sumo Sacerdote de los creyentes de entre los
judíos, el pueblo verdadero. Yo digo «de
entre los judíos», no
porque Él no sea nuestro Sacerdote sino porque el escritor sagrado se coloca
aquí entre los judíos creyentes diciendo "nuestra"; y en vez de
hablar de sí mismo como apóstol él señala a Jesús como el Apóstol lo cual Él fue
en Persona entre los judíos. En cuanto a principio ello es cierto para todos
los creyentes. Lo que el escritor ha dicho es la palabra del Señor y Él puede
socorrernos cuando somos tentados. Nosotros somos Su casa.
Moisés, el siervo
fiel en la casa, contrastado con Cristo,
el Hijo sobre Su
casa
Tenemos pues aquí un tercer
carácter de Cristo. Él es "hijo sobre su casa". Moisés fue fiel en
toda la casa de Dios como siervo para dar testimonio de lo que se iba a decir
más tarde. Pero Cristo está sobre la casa de Dios; pero no está como siervo
sino como Hijo. Él hizo la casa. Él es Dios.
Moisés se identificó con la casa,
fiel a ella en todo. Pero Cristo es más excelente; así como el que hace la casa
es más excelente que la casa. Pero el que hace todas las cosas es Dios. Y esto
es lo que Cristo hizo. Porque de hecho la casa (es decir, el tabernáculo en el
desierto) era una figura del universo; y Cristo traspasó los cielos como el sumo
sacerdote penetraba en el santuario. (Hebreos 4:14). Todo era purificado con
sangre, así como Dios reconciliará todas las cosas por medio de Cristo en los
cielos y en la tierra. En cierto sentido este universo es la casa de Dios. Él
se digna habitarlo. Cristo lo creó todo. Pero hay una casa que es más
propiamente Suya. Nosotros somos Su casa dando por supuesto que nosotros perseveramos
hasta el fin.
El peligro de los
cristianos Hebreos de abandonar el cristianismo
y a un Cristo invisible por las cosas visibles
Los cristianos Hebreos estaban en
peligro, — siendo atraídos por sus antiguas costumbres y por una ley y unas
ceremonias que Dios mismo había establecido, — de abandonar un cristianismo en
el que Cristo no era visible por cosas visibles y palpables. Lejos de ser una
corona de gloria para el pueblo el Cristo de los cristianos era sólo un objeto
de fe, de modo que si la fe fallaba Él era privado de toda importancia para
ellos. Una religión que se hacía ver («el
vino viejo») atraía de
manera natural a los que se habían acostumbrado a ella.
La casa y el que
la hace
Pero en realidad Cristo era mucho
más excelente que Moisés así como el que ha hecho la casa tiene más honra que
la casa. Ahora bien, esta casa era figura de todas las cosas y el que las había
hecho era Dios. El pasaje nos presenta esta visión de Cristo y de la casa y
también dice que nosotros somos esta casa. Y Cristo no es el siervo aquí; Él es
el Hijo sobre la casa de Dios.
La asamblea como
cuerpo de Cristo y sus adecuados privilegios
no se encuentran en esta epístola
Debemos recordar siempre lo que
ya ha sido señalado, a saber, que en esta epístola no tenemos la asamblea como
el cuerpo de Cristo en unión con Él mismo; ni siquiera tenemos al Padre excepto
como comparación en Hebreos capítulo 12. Aquí se trata de Dios, de un Cristo
celestial (el cual es el Hijo de Dios), y de un pueblo, siendo el Mesías un
Mediador celestial entre el pueblo y Dios. Por lo tanto los adecuados privilegios
de la asamblea no se encuentran en esta epístola, — ellos emanan de nuestra unión
con Cristo; y Cristo es aquí una Persona aparte que está entre nosotros y Dios
en las alturas mientras nosotros estamos aquí.
Hay aún algunos comentarios que
podemos añadir aquí para proyectar luz sobre este asunto y ayudar al lector a
comprender los dos primeros capítulos así como el principio de las enseñanzas a
lo largo de toda la epístola.
La obra de Cristo como
es presentada en el capítulo 1
En Hebreos 1 Cristo lleva a cabo
por Sí mismo y como parte de Su gloria divina la purificación de los pecados y
se sienta a la diestra de Dios. Obsérvese que esta obra es realizada por Él
mismo. Nosotros no tenemos nada que ver con ella excepto creer en ella y
disfrutarla. Es una obra divina que esta Persona divina ha realizado por Sí
misma; de modo que ella tiene toda la perfección absoluta, toda la fuerza de
una obra realizada por Él sin mezcla alguna de nuestra debilidad, de nuestros
esfuerzos o de nuestras experiencias. Él la llevó a cabo por Sí mismo y está consumada.
Acto seguido Él toma Su asiento. Él No es
colocado allí, — Él mismo se sienta en el trono en las alturas.
Estado actual del
hombre glorificado esperando
la plena bendición
futura en el Hijo del Hombre
En Hebreos 2 vemos otro asunto
que caracteriza la epístola, — a saber, el estado actual del Hombre
glorificado. Él está coronado de gloria y de honra; pero ello es con la
perspectiva de un orden de cosas que aún no se ha cumplido. Es la Persona del
Hombre Cristo lo que es presentado y no la asamblea en unión con Él, incluso
cuando Él es contemplado glorificado en los cielos. Esta gloria es vista como
un cumplimiento parcial de lo que pertenece a Él como Hijo del Hombre según los
consejos de Dios. En lo sucesivo esta gloria será completa en todas sus partes
por la subyugación de todas las cosas.
Por lo tanto, la gloria actual de
Cristo nos hace esperar un orden de cosas aún futuro que será pleno reposo,
plena bendición. En una palabra, además de la perfección de Su obra la epístola
pone ante nosotros la secuela de lo que pertenece al Cristo en Persona, al Hijo
del Hombre, no la perfección de la asamblea en Él. Y esto abarca el tiempo actual
cuyo carácter para el creyente depende de que Cristo está ahora glorificado en
el cielo mientras espera un estado futuro en el que todas las cosas estarán
sujetas a Él.
Cristo coronado
como Hijo del Hombre;
Cristo
glorificado, muerto una vez a causa del hombre
En Hebreos 2 vemos también que Él
está coronado. Él no es visto sentado allí como en Su propio derecho original
aunque Él tenía esa gloria antes de que el mundo existiese, sino que habiendo
sido Él hecho un poco menor que los ángeles Dios Le corona. Nosotros vemos
también claramente que aunque los Hebreos creyentes están especialmente en
perspectiva, e incluso todos los cristianos están clasificados bajo el título
de la descendencia de Abraham en la tierra, vemos sin embargo que Cristo es
visto como el Hijo del Hombre y no como el Hijo de David; y la pregunta es:
"¿Qué es el hombre?". La respuesta (la preciosa respuesta para
nosotros) es, Cristo glorificado, muerto una vez a causa de la condición del
hombre. En Él vemos el pensamiento de Dios con respecto al hombre.
Los cristianos vistos como descendencia de Abraham,
como formando parte
de la cadena de los herederos
de la promesa en
la tierra, y no como la asamblea
El hecho de que los propios cristianos son vistos como
descendencia de Abraham muestra claramente la manera en que ellos son
considerados como formando parte de la cadena de los herederos de la promesa en
la tierra (como en Romanos capítulo 11), y no como la asamblea unida a Cristo
como Su cuerpo en el cielo.
Las partes
terrenal y celestial de los consejos de Dios
anticipadas en
relación con la posición actual
del Hijo del
Hombre; la bendición del remanente;
la fuerza de
"nosotros" en la epístola
La obra es perfecta; es la obra
de Dios. Él ha hecho la purificación de los pecados por Sí mismo. El pleno resultado
de los consejos de Dios con respecto al Hijo del Hombre aún no ha llegado. De
este modo la parte terrenal puede ser introducida como algo anticipado así como
la parte celestial, aunque las personas a las que la epístola habla tenían
parte en la gloria celestial, — participaban del llamamiento celestial, — en
relación con la posición actual del Hijo del Hombre.
El remanente de los judíos, como
hemos dicho, es considerado como continuador de la cadena del pueblo bendecido
en la tierra, con independencia de cuáles son los privilegios celestiales que
también poseen o de cuál es el estado especial de ellos en relación con la
exaltación del Mesías al cielo. Nosotros hemos sido injertados en el buen
olivo, de modo que compartimos todas las ventajas aquí mencionadas. Nuestra
posición más elevada y los privilegios que le pertenecen no están considerados
aquí. Por consiguiente, como escribiendo a Hebreos y como siendo uno entre
ellos el autor se dirige a ellos, es decir, a cristianos y a israelitas
creyentes. Esta es la fuerza de la palabra, "nosotros", en la
epístola; debemos tener esto en cuenta, y también que los creyentes Hebreos
siempre forman parte de la palabra, "nosotros", de la cual también
forma parte el escritor.
Como he dicho, en cuanto a principio
nosotros nos lo apropiamos debidamente; pero para tener una visión clara de su
significado debemos situarnos en el punto de vista que el Espíritu de Dios ha adoptado.
Endurecer el
corazón; las consecuencias de apartarse
de lo que es
reconocido como verdadero; el peligro de abandonar
al Dios vivo; la palabra "hoy"
expresa la actividad paciente
de la gracia y de la
paciencia de Dios
Nadie debiese endurecer su
corazón; pero esta palabra está dirigida especialmente a Israel, y eso hasta el
día en que Cristo aparecerá. Al hablar de ello el autor vuelve a la palabra que
anteriormente había sido dirigida a Israel; no ahora para advertirles del
peligro en que incurrirían si la descuidaban sino para advertirles de las
consecuencias de apartarse de lo que ellos habían reconocido que es verdadero. Cuando
Israel fue libertado de Egipto había provocado a Dios en el desierto (de hecho,
era también el caso de los cristianos en este mundo), porque no estuvieron de
inmediato y sin dificultad en Canaán. Aquellos a quienes él escribía estaban en
peligro de abandonar al Dios vivo de la misma manera; es decir, el peligro
estaba allí ante los ojos de ellos. Ellos debían más bien exhortarse los unos a
los otros entre tanto que se dice: "hoy", para que no se endurecieran
por el engaño del pecado. Esta palabra "hoy" es la expresión de la
paciente actividad de la gracia de Dios hacia Israel incluso hasta el fin. El
pueblo era incrédulo; ellos habían endurecido sus corazones; ellos lo habían hecho
y, ¡lamentablemente! lo harán hasta el fin hasta que venga el juicio en la
Persona de Jehová-Mesías a quien ellos han despreciado. Pero hasta entonces
Dios ama reiterar: "Si oyereis hoy su voz". Puede ser que sólo unos
pocos oigan; puede ser que la nación sea endurecida judicialmente para admitir
a los gentiles; pero la palabra "hoy" todavía resuena para cada uno
de entre ellos que tiene oídos para oír hasta que el Señor aparecerá en juicio.
Ello está dirigido al pueblo conforme a la paciencia de Dios. Para el remanente
que había
creído era una advertencia especial para que no anduvieran en los caminos del
pueblo endurecido que se había rehusado oír, — para que no volvieran a dichos
caminos abandonando la confianza de ellos en la Palabra que los había llamado
como hizo Israel en el desierto.
Peligro práctico;
incredulidad a causa del pecado
y la fidelidad de
Dios
Mientras continuara el
"hoy" del llamamiento de la gracia ellos debían exhortarse los unos a
los otros para que la incredulidad no se deslizara en sus corazones mediante la
sutileza del pecado. Es así como el Dios vivo es abandonado. Nosotros hablamos
así de manera práctica y no con referencia a la fidelidad de Dios el cual ciertamente
no permitirá que ninguno de los Suyos perezca, sino con respecto al peligro
práctico y a aquello que nos alejaría, — en cuanto a nuestra responsabilidad, —
de Dios, y para siempre, si Dios no interviniera actuando en la vida que Él nos
ha dado y que nunca perece.
Efectos del
pecado; la advertencia contra él detiene a los vivos;
los muertos la
desprecian y perecen; Israel en el desierto
El pecado nos separa de Dios en
nuestros pensamientos; ya no tenemos la misma consciencia ni de Su amor, ni de
Su poder, ni de Su interés en nosotros. Se pierde la confianza. La esperanza y
el valor de las cosas invisibles disminuyen mientras que el valor de las cosas
que se ven aumenta proporcionalmente. La conciencia es mala; uno no está en
reposo con Dios. La senda es dura y difícil; la voluntad se fortalece contra
Él. Nosotros ya no vivimos por fe; las cosas visibles se interponen entre
nosotros y Dios y se apoderan del
corazón. Donde hay vida Dios advierte por medio de Su Espíritu (como en esta
epístola), Él castiga y restaura. Donde era sólo una influencia exterior, una
fe desprovista de vida, y la conciencia no alcanzada, se abandona.
La advertencia en contra de hacer
eso es lo que detiene a los vivos. Los muertos, — aquellos cuya conciencia no
está involucrada, los que no dicen: "¿A quién iremos? Tú tienes palabras
de vida eterna", — desprecian la advertencia y perecen. Este fue el caso
de Israel en el desierto y Dios les juró que no entrarían en Su reposo. (Números
14:21-23). ¿Por qué? Porque ellos habían abandonado su confianza en Él. La
incredulidad de ellos, — cuando se les había informado de la hermosura y
excelencia de la tierra, — los privó del prometido reposo.
Israel privado del
prometido reposo a causa de incredulidad;
la posición de los
creyentes en relación con mejores promesas.
La posición de los creyentes a
quienes esta epístola está dirigida era la misma que ésta, aunque en relación
con mejores promesas. La hermosura y excelencia de la Canaán celestial les
habían sido anunciadas. Por medio del Espíritu ellos habían visto y gustado sus
frutos; ellos estaban en el desierto; tenían que perseverar para mantener su
confianza hasta el fin.
Los cristianos que
dudan no están contemplados aquí;
la exhortación presentada
para preservar al cristiano
en la confianza; el
uso de la epístola para sancionar las dudas
como una maquinación
del enemigo; una buena conciencia
Obsérvese aquí, — dado que Satanás
y nuestra propia conciencia cuando no ha sido libertada a menudo hacen uso de
esta epístola, — que los cristianos que dudan no están contemplados aquí, ni las
personas que todavía no han adquirido completa confianza en Dios: pues sus
exhortaciones y advertencias no tienen aplicación alguna a los que se
encuentran en esta condición. Estas exhortaciones son para preservar al
cristiano en una confianza que él tiene, y para perseverar, no para tranquilizar
temores y dudas. Este uso de la epístola para sancionar tales dudas no es más
que una maquinación del enemigo. Yo sólo quisiera añadir aquí que aunque el
conocimiento pleno de la gracia (que en tal caso el alma seguramente no ha
alcanzado aún) es lo único que puede librarla y libertarla de sus temores, sin
embargo, en este caso es muy importante mantener una buena conciencia de manera
práctica para no proporcionar al enemigo un medio especial de ataque.
Capítulo
4
Israel no logra entrar en el reposo a causa
de la incredulidad;
el reposo aún por llegar; los creyentes
entran en él
Hebreos 4. El apóstol continúa
aplicando esta parte de la historia de Israel a aquellos a quienes él se
dirigía poniendo énfasis en dos asuntos: 1º, que Israel no había logrado entrar
en el reposo a causa de la incredulidad; 2º, que el reposo estaba aún por llegar
y que los creyentes (los que no estaban buscando el reposo aquí sino que
aceptaban el desierto por el momento) debían entrar en él.
Él comienza diciendo:
"Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su
reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado", parezca haber
sido privado de él. Porque nosotros hemos sido los objetos del anuncio de la
buena nueva tal como lo fueron ellos en tiempos pasados. Pero la palabra
dirigida a ellos quedó infructuosa al no haber ido acompañada por fe en los que
la oyeron; pero nosotros, los que hemos creído, entramos en el reposo. El reposo
mismo aún ha de llegar y son los creyentes los que entran en él. Porque hay un
reposo de Dios y hay algunos que entran en él: por cuanto está escrito: "No
entrarán (señalando una cierta clase que ha de ser excluida) en mi reposo".
El reposo de Dios
en la primera creación;
algunos iban a
entrar en él, pero Israel no lo hizo
a causa de la
incredulidad
Dios había obrado en la creación
y luego reposó de Sus obras cuando las hubo acabado. Por lo tanto, desde la
fundación del mundo Él ha mostrado que Él tenía un reposo, como en el
pasaje ya citado, "No entrarán en mi reposo"; pero esto,
mostrando que la entrada estaba todavía en duda, mostró que el hombre no había
entrado en el reposo de Dios en la primera creación. Entonces, dos cosas evidentes,
a saber, algunos iban a entrar y el Israel a quienes se les propuso por primera
vez no entró a causa de la incredulidad de ellos. Por lo tanto, Él fija nuevamente
un día, diciendo por medio de David, mucho después de la entrada en Canaán:
"Hoy", como está escrito, "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis
vuestros corazones".
El reposo de Dios
no era el reposo de entrar en Canaán,
sino que está por llegar,
asegurado por la palabra de Dios
Aquí se presenta una objeción
natural a la que el pasaje da una respuesta completa sin hablar de la objeción
misma. De hecho, los israelitas habían caído en el desierto pero Josué había
introducido al pueblo en Canaán lugar al cual los incrédulos nunca llegaron;
los judíos estaban allí de modo que ellos entraron en el reposo en cuanto a lo
cual los demás fracasaron. La respuesta es evidente. Fue mucho después de esto
que Dios dijo por medio de David: "Juré en mi ira, no entrarán en mi
reposo". Si Josué hubiera dado reposo a Israel David no podría haber
hablado después de otro día. Por lo tanto, queda un reposo para el pueblo de
Dios. Todavía está por llegar; pero está asegurado por la palabra de Dios, — una
verdad cuya importancia es vista inmediatamente con respecto a la relación de
los judíos creyentes con la nación en medio de la cual ellos estaban tentados a
buscar un reposo que por el momento la fe no les proporcionaba, y estando
debilitados sólo veían vagamente ante ello. Para tener el reposo de Dios uno
debe perseverar en la fe. El reposo aparente presente en aquel momento no era
el reposo verdadero. Todavía se debía esperar el reposo de Dios. Sólo la fe
reconoció esto y no buscó reposo alguno en el desierto confiando en la promesa.
Dios aún decía "Hoy". El estado del pueblo era peor que el reposo que
Josué les dio; el cual no era reposo alguno tal como lo demuestran los propios
Salmos de ellos.
Lo que muestra la
exhortación a entrar en aquel reposo
En cuanto al orden de los
versículos la exhortación del versículo 11 depende de todo el curso de lo que
precede, habiendo sido completado el argumento mediante el testimonio de David
que viene después de Josué. Después de la creación Dios realmente reposó; pero después
de eso Él dijo, "No entrarán en mi reposo". De modo que los hombres
no habían entrado en aquel reposo. Josué entró en la tierra; pero la palabra de
David que vino mucho después demuestra que el reposo de Dios no había sido alcanzado
aún. Sin embargo, este mismo testimonio que prohibía la entrada en el reposo a
causa de la incredulidad mostraba que algunos han de entrar: de otro modo no
había necesidad de declarar la exclusión de otros por una causa especial, ni de
advertir a los hombres para que pudieran escapar de lo que impedía la entrada
de ellos. No se necesita ningún paréntesis.
La exhortación
Ahora bien, mientras alguno no
haya cesado de sus obras él no ha entrado en el reposo; el que ha entrado en él
ha cesado de trabajar así como Dios acabó Sus obras cuando Él entró en Su
reposo. "Procuremos, pues" es la exhortación del fiel testigo de Dios, "entrar
en aquel reposo, — el
reposo de Dios, — a fin de que no caigamos en el mismo ejemplo de incredulidad.
El reposo de Dios;
el futuro reposo del cristiano
de todas sus
obras; el reposo bienaventurado que queda
Nosotros debemos observar
especialmente que es del reposo de Dios de lo que se habla aquí. Esto nos
permite comprender la felicidad y la perfección del reposo. Dios debe reposar
en aquello que satisface Su corazón. Este fue el caso incluso en la creación, —
todo era muy bueno. Y ahora debe ser en una perfecta bendición con lo que el
amor perfecto puede satisfacerse con respecto a nosotros que poseeremos una
porción celestial en la bendición que tendremos en Su presencia en perfecta
santidad y en perfecta luz. Por consiguiente, cesarán toda la trabajosa obra de
la fe, el ejercicio de la fe en el desierto, la guerra (aunque hay muchas
alegrías), las buenas obras practicadas allí, el trabajo de toda clase. No sólo
se trata de que nosotros seremos librados del poder del pecado que mora en
nosotros sino que cesarán todos los esfuerzos y todos las angustias del nuevo hombre.
Nosotros ya hemos sido librados de la ley del pecado; en aquel entonces cesará
nuestro ejercicio espiritual para Dios. Reposaremos de nuestras obras, — no de
las malas. Ya hemos reposado de nuestras obras con respecto a la justificación
y por lo tanto en ese sentido tenemos ahora reposo en nuestras conciencias;
pero ese no es el tema aquí, — el tema es aquí el reposo del cristiano de todas
sus obras. Dios reposó de Sus obras, — ciertamente de las buenas, — y nosotros
también descansaremos con Él en aquel entonces.
Ahora estamos en el desierto;
también luchamos con espíritus de maldad en las regiones celestes. Un reposo bienaventurado
queda para nosotros en el que nuestros corazones reposarán en la presencia de
Dios donde nada perturbará la perfección de nuestro reposo, donde Dios reposará
en la perfección de la bendición que Él ha dado a Su pueblo.
El creyente no
debe esperar aquel reposo aquí;
un reposo terrenal
para el pueblo terrenal y uno celestial
para los participantes
del llamamiento celestial
El gran pensamiento del pasaje es
que queda un reposo (es decir, que el creyente no debe esperarlo aquí) sin
decir dónde está. Y el pasaje no habla en detalle del carácter del reposo
porque deja la puerta abierta a un reposo terrenal para el pueblo terrenal en
el terreno de las promesas, aunque para los cristianos participantes del
llamamiento celestial el
reposo de Dios es evidentemente
uno celestial.
El instrumento que
Dios utiliza para juzgar la incredulidad,
la palabra de
Dios; su poder, carácter, obra,
efecto y
consecuencias
Luego el apóstol nos presenta el
instrumento que Dios emplea para juzgar la incredulidad y todas las obras del
corazón que tienden, como hemos visto, a llevar al creyente a apartarse de la
posición de fe y a ocultar a Dios de él induciéndolo a satisfacer su carne y a
buscar reposo en el desierto.
Para el creyente recto de corazón
este juicio es de gran valor como siendo lo que le permite discernir todo lo
que tiende a obstaculizar su progreso o a hacerle flaquear en su andar. Es la
palabra de Dios la cual, — siendo la revelación de Dios, la expresión de lo que
Él es y de todo lo que Le rodea, y de cuál es Su voluntad en todas las
circunstancias que nos rodean, — juzga todo lo que hay en el corazón que
no es de Él. Ella es más penetrante que una espada de dos filos. Viva y
enérgica, ella separa todo lo que está más íntimamente unido en nuestros
corazones y en nuestras mentes. Siempre que la naturaleza, — el
"alma" y sus sentimientos, — se mezcla con lo que es espiritual ella
interpone entre ambos el filo de la espada de la verdad viva de Dios, y juzga
los movimientos ocultos del corazón con respecto a ellos. Ella discierne todos
los pensamientos e intenciones del corazón. Pero ella tiene otro carácter,
viniendo de Dios (siendo, por así decirlo, Su ojo sobre la conciencia), nos
lleva a Su presencia; y todo lo que ella nos obliga a descubrir lo pone en
nuestra conciencia ante los ojos de Dios mismo. Nada queda oculto, todas las
cosas están desnudas y al descubierto ante los ojos de Aquel a quien tenemos
que dar cuenta. [Véase nota].
[Nota].
Es muy notable aquí la conexión entre la palabra dirigida al hombre y Dios
mismo.
Tal es el verdadero socorro, el
poderoso instrumento de Dios para juzgar todo lo que en nosotros nos impide
seguir nuestro curso a través del desierto con gozo y con un corazón boyante
fortalecido por la fe y la confianza en Él. Precioso instrumento de un Dios
fiel, instrumento solemne y severo en su operación pero de inestimable e
infinita bendición en sus efectos, en sus consecuencias.
Es un instrumento que en sus
operaciones no permite a los deseos "de la carne y de los pensamientos"
actuar en libertad; que no permite que el corazón se engañe a sí mismo; sino
que nos procura fortaleza y nos coloca sin ninguna conciencia del mal en la
presencia de Dios para proseguir nuestro curso con gozo y energía espiritual.
Aquí concluye la exhortación fundamentada en el poder de la palabra.
Otro socorro, — el
sacerdocio;
el Gran Sumo
Sacerdote, Jesús, el Hijo de David
Pero hay otro socorro, un socorro
de carácter diferente, para socorrernos en nuestro paso a través del desierto;
y ese socorro es el sacerdocio, — un tema que la epístola comienza aquí y
continúa a través de varios capítulos.
Tenemos un Sumo Sacerdote que
traspasó los cielos, — como Aarón a través de las sucesivas partes del tabernáculo,
— Jesús, el Hijo de Dios.
La facultad de
Jesús para compadecerse de la debilidad
y las
dificultades; Ahora Él puede proveer, cuidar
y compadecerse de
ello más allá del alcance del dolor y la prueba
Él fue tentado en todo como
nosotros, pero sin pecado, de modo que puede compadecerse de nuestras
debilidades. La Palabra saca a la luz las intenciones del corazón, juzga la
voluntad y todo lo que no tiene a Dios como su objeto y su fuente. Entonces, en
lo que concierne a la debilidad nosotros tenemos Su compasión. Obviamente Cristo
no tenía malos deseos: Él Fue tentado en todo, pero sin pecado. El pecado no
tuvo parte alguna en ello en absoluto. Pero yo no deseo compasión por el pecado
que hay en mí; yo lo detesto, yo deseo que sea mortificado, — juzgado sin misericordia.
Esto lo hace la Palabra. Yo busco compasión para con mi debilidad y mis
dificultades y la encuentro en el sacerdocio de Jesús. Para compadecerse de mí
no es necesario que una persona sienta en el mismo momento lo que yo siento,
sino todo lo contrario. Si yo padezco dolor no estoy en condiciones de pensar
tanto en el dolor de otro. Pero para compadecerme de él debo tener una
naturaleza capaz de apreciar su dolor.
Es así con Jesús cuando Él ejerce
Su sacerdocio. Él está en todos los sentidos fuera del alcance del dolor y de
la prueba, pero Él es hombre; y no sólo tiene la naturaleza humana que en su
momento padeció dolor sino que Él experimentó más plenamente que cualquiera de
nosotros las pruebas por las que un santo tiene que pasar; y Su corazón libre y
lleno de amor puede compadecerse enteramente de nosotros según Su experiencia
del mal y según la gloriosa libertad que Él tiene ahora para proveer y ocuparse
de él. Esto nos estimula a que retengamos nuestra profesión a pesar de las
dificultades que asedian nuestra senda; porque Jesús se ocupa de ellas según Su
propio conocimiento y experiencia de lo que ellas son y según el poder de Su
gracia.
El trono de la gracia:
lo que encontramos allí
Por lo tanto, estando allí
nuestro Sumo Sacerdote nosotros podemos acercarnos confiadamente al trono de la
gracia para alcanzar misericordia y la gracia adecuada a nosotros en todos los
momentos de necesidad: misericordia porque somos débiles y vacilantes; gracia
necesaria porque estamos comprometidos en una guerra que Dios reconoce.
Observen ustedes que no es que nosotros
vamos al Sumo Sacerdote. Ello se hace a menudo y Dios puede tener compasión;
pero ello es una demostración de que no entendemos plenamente la gracia. El
Sacerdote, el Señor Jesús, se ocupa de nosotros, — se compadece de nosotros,
por una parte; y por la otra, nosotros vamos directamente al trono de la
gracia.
El propósito de la
exhortación a acercarnos confiadamente
al trono de la
gracia
El Espíritu no habla aquí positivamente acerca de caídas;
encontramos eso en 1ª Juan capítulo 2. Allí también ello es en conexión con la
comunión con Su Padre, aquí con el acceso a Dios. Su propósito aquí es
fortalecernos, estimularnos a perseverar en la senda, conscientes de las compasiones
que poseemos en el cielo y de que el trono está siempre abierto para nosotros.
Capítulo
5
El sacerdocio del
Señor comparado con el de Aarón
Hebreos 5. Luego la epístola
desarrolla el sacerdocio del Señor Jesús comparándolo con el de Aarón; pero
como veremos, con la perspectiva de sacar a relucir la diferencia más que la
semejanza entre ambos aunque existe una analogía general y el uno era sombra
del otro.
Esta comparación es hecha en
Hebreos 5:1-10. Luego la línea del argumento es interrumpida aunque el
fundamento del argumento es ampliado y desarrollado hasta el final de Hebreos 7
donde es hecha la comparación con Melquisedec y es afirmado el cambio de ley resultante
del cambio de sacerdocio, lo cual introduce los pactos y todo lo relacionado con
las circunstancias de los judíos.
Deberes, defectos
y honras del sacerdocio Aarónico
Entonces, el sacerdote como
tomado de entre los hombres (el autor no está hablando aquí de Cristo sino de
aquello con lo cual él Le compara), es constituido a favor de los hombres en
las cosas que a Dios se refieren para que él pueda ofrecer tanto ofrendas como
sacrificios por los pecados; él puede sentir las miserias de los demás porque
él mismo está rodeado de debilidad, y por lo tanto ofrece tanto por sí mismo
como por el pueblo. Además, nadie toma para sí esta honra sino que la recibe,
como Aarón la recibió por haber sido llamado por Dios. La epístola hablará más
adelante del sacrificio, — ella habla aquí de la persona del sacerdote y del
orden del sacerdocio.
La gloria personal
y oficial de Cristo como Sumo Sacerdote
De la misma manera el Cristo no
se glorificó a Sí mismo para llegar a ser Sumo Sacerdote. La gloria de Su
Persona manifestada como hombre en la tierra y la de Su función son ambas
claramente declaradas por Dios: lo primero cuando Él dijo: "Tú eres mi
Hijo, Yo te he engendrado hoy" (Salmo 2); lo segundo en estas palabras:
"Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec".
(Salmo 110). Entonces, tal es el Sumo Sacerdote en gloria personal y oficial,
el Mesías esperado, Cristo.
Lo que acercó al Glorioso
a las miserias de los hombres
Pero Su gloria (aunque ella Le da
Su puesto en honra ante Dios y resultante de la redención para poder Él asumir
la causa del pueblo ante Dios conforme a Su voluntad) no Le acerca a las
miserias de los hombres. Es Su historia en la tierra la que nos hace sentir cuán
verdaderamente capaz es Él de participar en ellas. "En los días de su
carne", es decir, aquí abajo, Él entró en todas las angustias de la muerte
en dependencia de Dios, haciendo Su petición a Aquel que Le podía librar de
ella. Porque, estando Él aquí para obedecer y padecer no se salvó a Sí mismo. Él
se sometió a todo, obedeció en todo y dependió de Dios para todo.
El temor de Dios fue
Su temor reverente;
sintiendo todo el
peso de la muerte y del pecado;
Su obediencia perfecta
Él fue oído a causa de Su temor
reverente. Fue apropiado que Aquel que tomó la muerte sobre Sí mismo y respondiendo
por los demás sintiera todo el peso de ella sobre Su alma. Él no escapó de las
consecuencias de lo que había emprendido (compárese con Hebreos capítulo 2), ni
fracasó en el justo sentido de lo que era estar así bajo la mano de Dios en
juicio. Su temor de Dios fue Su temor reverente, la correcta estimación de la
posición en que se encontraba el hombre pecador, y lo que debía venir de parte
de Dios a causa de ello. Sin embargo, padecer las consecuencias de esta
posición para Él fue obediencia. Y esta obediencia debía ser perfecta y probada
hasta lo sumo.
El glorioso Hijo
de Dios perfeccionado;
la causa de la eterna
salvación;
declarado por Dios
"sumo sacerdote
según el orden de
Melquisedec"
Él era el Hijo, el glorioso Hijo
de Dios. Pero aunque esto era así, Él por todo lo que padeció había de aprender
la obediencia (y para Él era algo nuevo), lo que había en el mundo. Y habiendo
merecido toda gloria Él había de asumir Su lugar como el Hombre glorificado, —
para ser perfeccionado; y en esa posición llegar a ser la causa de eterna salvación
(no meramente liberaciones temporales) para los que Le obedecen; una salvación
que debía estar relacionada con la posición que Él había asumido a consecuencia
de Su obra de obediencia, declarado por Dios "sumo sacerdote según el
orden de Melquisedec".
Lo que sigue a continuación y
hasta el final de Hebreos 6 es un paréntesis que se refiere a la condición de
aquellos a quienes la epístola está dirigida. Ellos son censurados por la
insulsez de su entendimiento espiritual y al mismo tiempo son animados mediante
las promesas de Dios; todo ello con referencia a la posición de ellos como
creyentes judíos. Después la línea de enseñanza con respecto a Melquisedec es
reanudada. Sin embargo ellos necesitaban que alguien les enseñara los rudimentos
de las palabras de Dios, — requiriendo leche en lugar de alimento sólido.
Nosotros podemos observar que no
hay mayor obstáculo para el progreso en la vida espiritual y para el
entendimiento que el apego a una antigua forma de religión, la cual siendo
tradicional y no sencillamente fe personal en la verdad consiste siempre en
ordenanzas y por consiguiente es carnal y terrenal. Sin esto las personas
pueden ser incrédulas; pero bajo la influencia de un sistema tal la piedad
misma, — agotada en formas, — hace una barrera entre el alma y la luz de Dios:
y estas formas que rodean, preocupan y mantienen cautivos los afectos, impiden
que ellos se acrecienten y sean iluminados por medio de la revelación divina.
Moralmente (como el apóstol lo expresa aquí) los sentidos no son ejercitados
para discernir tanto el bien como el mal.
Pero el Espíritu Santo no se
limitará al estrecho círculo y a los débiles y fútiles sentimientos de la
tradición humana, ni siquiera a aquellas verdades que uno puede recibir en un
estado como éste. En un caso tal Cristo no tiene Su verdadero lugar. Y nuestra
epístola desarrolla esto aquí.
La leche pertenece a los niños,
el alimento sólido pertenece a aquellos
que han alcanzado madurez. Esta infancia era la condición del alma bajo las
ordenanzas y requisitos de la ley. (Compárese con Gálatas 4:1-7). Pero había
una revelación del Mesías en conexión con estos dos estados, — a saber, el de
la infancia y el de la madurez. Y el desarrollo de la palabra de justicia, de
las verdaderas relaciones prácticas del alma con Dios conforme a Su carácter y a
Sus modos de obrar, era en proporción a la revelación de Cristo, el cual es la
manifestación de aquel carácter y el centro de todos esos modos de obrar. Por
eso en Hebreos 5:12-13, la epístola habla de los rudimentos, el principio, de las
palabras de Dios y de la palabra de justicia; en Hebreos 6:1 habla de los
rudimentos de la doctrina, o de los principios elementales de la doctrina de
Cristo. (Hebreos 6: 1 – VM).
Capítulo
6
La plena
revelación de la gloria de Cristo;
la doctrina
perteneciente a la infancia en contraste con la fuerza
y el sabor de la revelación cristiana;
lo que Cristo
mismo es
Hebreos 6. Ahora bien, el
Espíritu no se detendrá en este punto con los cristianos sino que continuará
hasta la plena revelación de Su gloria, la cual pertenece a los que han
alcanzado la madurez, y de hecho nos forma para ese estado.
Nosotros percibimos fácilmente
que el escritor inspirado trata de hacer que los Hebreos sintieran que él los
estaba situando en un
terreno más elevado y más excelente, relacionándolos con un Cristo celestial e
invisible; y que el judaísmo los retenía en la posición de niños. Además, esto caracteriza
toda la epístola.
Sin embargo, nosotros encontraremos
aquí dos cosas: por una parte, los rudimentos y el carácter de la doctrina que
pertenecían a la infancia, a saber, "los principios elementales de la
doctrina de Cristo" (Hebreos 6: 1 – VM), en contraste con la fuerza y el
sabor celestial que acompañaban a la revelación cristiana; y por otra parte, lo
que es la revelación de Cristo mismo en conexión con este último sistema
espiritual y cristiano.
Por qué el sistema
cristiano es diferenciado
de la doctrina de
la Persona de Cristo
Pero la epístola diferencia entre
este sistema y la doctrina de la Persona de Cristo, incluso considerado como
hombre [véase nota], aunque la posición actual de Cristo da su carácter al
sistema cristiano. La diferencia es hecha, — no porque la condición de las
almas no dependa de la medida de la revelación de Cristo y de la posición que
Él ha asumido, sino, — porque la doctrina de Su Persona y Su gloria va mucho
más lejos que el estado actual de nuestra relación con Dios.
[Nota].
Sin embargo, la filiación de Cristo aquí abajo no puede ser separada de Su
filiación eterna, pues esta da su carácter a la relación en la que Él está como
Hijo en la tierra en el tiempo. El pasaje del texto se refiere a los versículos
5 y 8, comparados con Hebreos 5:6 y 10. Compárese también con el comienzo de
Juan 17.
Las doctrinas
elementales de los tiempos en que Cristo
no se manifestaba,
y los privilegios cristianos disfrutados
en virtud de la
obra y la glorificación del Mesías
Las cosas de las que se habla en
Hebreos 6:1, 2 tuvieron su lugar, porque el Mesías estaba entonces por venir:
todo estaba en estado de infancia. Las cosas de las que se habla en los
versículos 4 y 5 son los privilegios que disfrutaban los cristianos en virtud
de la obra y la glorificación del Mesías. Pero estos privilegios no son en sí
mismos la "perfección" mencionada en el versículo 1 y que se relaciona
más bien con el conocimiento de la Persona de Cristo mismo. Los privilegios en
cuestión eran el resultado de la gloriosa posición de Su Persona en el cielo.
Es importante tener en cuenta
esto para entender estos pasajes. En la infancia de la que se habla en los
versículos 1, 2, la oscuridad de las revelaciones del Mesías anunciadas hasta
lo sumo mediante promesas y profecías, dejaba a los adoradores bajo el yugo de
ceremonias y figuras, aunque en posesión de algunas verdades fundamentales. Su
exaltación dio paso al poder del Espíritu Santo aquí abajo: y de esto dependía
la responsabilidad de las almas que lo habían gustado.
La revelación
plena de la epístola para evitar
que los judíos
abandonaran los privilegios cristianos
para volver a las
cosas anteriores
La doctrina de la Persona y de la
gloria de Jesús constituye el tema de revelación en la epístola y era el medio
de liberar a los judíos de todo el sistema que había sido una carga tan pesada
para sus corazones; dicha doctrina debía impedir que ellos abandonaran el
estado descrito en los versículos 4 y 5, para volver a la debilidad y (habiendo
venido Cristo) al estado carnal de los versículos 1 y 2.
Además, la epístola no desea
establecer de nuevo las doctrinas verdaderas pero rudimentales que pertenecían
a los tiempos en que Cristo no se había manifestado sino avanzar hasta la plena
revelación de Su gloria y Su posición conforme a los consejos de Dios revelados
en la Palabra.
Cosas nuevas relacionadas
con la gloria celestial del Mesías
caracterizadas por
el poder del Espíritu
El Espíritu Santo no volvería a
estas cosas anteriores porque cosas nuevas habían sido introducidas en relación
con la gloria celestial del Mesías, a saber, el cristianismo caracterizado por
el poder del Espíritu Santo.
Dejadas atrás las
cosas anteriores del judaísmo
y abandonadas las
cosas nuevas del cristianismo,
nada quedaba
Pero si alguien que había estado
bajo aquel poder, alguien que lo había conocido, lo abandonaba después, no
podía ser renovado otra vez para arrepentimiento. Las cosas anteriores del
judaísmo debían ser y fueron dejadas atrás por aquello en lo que el tal había
entrado. Los cristianos no podían tratar con las almas por medio de ellas; y en
cuanto a las cosas nuevas él había renunciado a ellas. Todos los medios de Dios
habían sido empleados para él y no habían producido nada.
Alguien como él, — por su propia
voluntad, — crucificó para sí mismo al Hijo de Dios. Asociado con las personas
que lo habían hecho, él había reconocido el pecado que su pueblo había cometido
y había reconocido que Jesús era el Mesías. Pero ahora él cometía el crimen
[véase nota], a sabiendas y por su propia voluntad.
[Nota].
Yo no creo que deba insertarse "de nuevo": el énfasis está en hacerlo
para sí mismo. (Hebreos 6:6).
Milagros como
testimonio de la glorificación del Mesías,
anticipación
parcial de la liberación total,
los "poderes
del siglo venidero"
El juicio, la resurrección de los
muertos, el arrepentimiento de obras muertas, todas estas cosas habían sido
enseñadas. Bajo aquel orden de cosas la nación había crucificado a su Mesías.
Ahora había llegado el poder que testificaba de la glorificación del Mesías
crucificado, el Hijo de Dios en el cielo; y que mediante milagros destruía (al
menos en detalle) el poder del enemigo que aún reinaba sobre el mundo. Estos
milagros eran una anticipación parcial de la liberación completa y gloriosa que
tendría lugar en el siglo venidero (o era venidera), cuando el Mesías
triunfante, el Hijo de Dios, destruya enteramente todo el poder del enemigo. Por
eso dichos milagros son llamados "los poderes del siglo venidero".
El poder del
Espíritu ejercido en anticipación de la liberación
y la palabra de la
gracia predicada
El poder del Espíritu Santo, los
milagros realizados en el seno del cristianismo eran testimonios de que el
poder que había de consumar esa liberación, — aunque oculto aún en el cielo, —
no obstante existía en la gloriosa Persona del Hijo de Dios. El poder no
consumaba aún la liberación de este mundo oprimido por Satanás porque mientras
tanto otra cosa estaba siendo llevada a cabo. La luz de Dios estaba
resplandeciendo, la buena palabra de la gracia estaba siendo predicada, el don
celestial (una mejor cosa que la liberación del mundo) estaba siendo gustado; y
el poder sensible del Espíritu Santo se daba a conocer mientras se esperaba el
regreso en gloria del Mesías para atar a Satanás y lograr así la liberación del
mundo que estaba bajo su dominio.
Hablando de manera general, el
poder del Espíritu Santo, la consecuencia de la glorificación del Mesías en lo
alto, era ejercido en la tierra como manifestación presente y como anticipación
de la gran
liberación venidera. La revelación de la gracia, la buena palabra de Dios, era
predicada; y el cristiano vivía en la esfera donde estas cosas mismas se
mostraban, y estaba sujeto a la influencia ejercida en ella. Esto se hacía
sentir por aquellos que eran introducidos entre los cristianos. Incluso donde
no había vida espiritual alguna de estas influencias eran sentidas.
La revelación
plena de la gracia y el poder conocida y rechazada,
un imposible
regreso al judaísmo; Cristo es abandonado,
no había otro
medio para llevar el alma al arrepentimiento
Pero después de haber sido el
objeto de esta influencia de la presencia del Espíritu Santo, después de haber
gustado la revelación así hecha de la benignidad de Dios, y de haber
experimentado las demostraciones de Su poder, si entonces alguien abandonaba a Cristo
no quedaba otro medio para restaurar el alma, para llevarla al arrepentimiento.
Los tesoros celestiales ya habían sido empleados: la persona los había descartado
como siendo carentes de valor; había rechazado la plena revelación de la gracia
y del poder después de haberla conocido. ¿Qué medio podía ser usado ahora? Cuando
la verdad había sido revelada era imposible volver al judaísmo y a los
principios elementales de la doctrina de Cristo en él: y la nueva luz había
sido conocida y rechazada. En un caso como éste sólo existía la carne; no había
vida nueva. Espinos y abrojos estaban siendo producidos como antes. No había
ningún cambio real en el estado del hombre.
Comparación del
poder del cristianismo con el judaísmo;
el poder del
Espíritu Santo; gustar de la buena palabra
Una vez que nosotros hemos
entendido que este pasaje es una comparación del poder del sistema espiritual
con el judaísmo y que habla acerca de abandonar al primero después de haberlo
conocido, su dificultad desaparece. La posesión de la vida no se da por
supuesta, ni se toca ese asunto. El pasaje no habla de vida sino del Espíritu
Santo como un poder presente en el cristianismo. Gustar "de la buena
palabra" es haber entendido cuán preciosa es esa palabra y no el haber
sido vivificado por medio de ella. [Véase nota]. De ahí que al hablar a los
cristianos judíos el autor espera cosas mejores y cosas que acompañan la
salvación, de modo que todas estas cosas podrían estar allí y sin embargo no
haber salvación. No podría haber fruto; eso supone que hay vida.
[Nota].
Así en Mateo 13 alguno la recibe con gozo, pero no había raíz alguna.
Consuelo para los
que habían mostrado pruebas de vida
Sin embargo el apóstol no aplica
lo que él dice a los cristianos hebreos pues con independencia de cuán bajo
pudiese ser el estado de ellos había habido frutos, pruebas de vida, lo
que en sí mismo no es un mero poder; y él continúa su discurso presentándoles
consuelo y motivos para la
perseverancia.
El estado y los
privilegios de los profesantes
antes y después de
que Cristo fue glorificado
Por otra parte se observará que
este pasaje es una comparación entre lo que se poseía antes y después de que
Cristo fue glorificado, — el estado y los privilegios de los profesantes en
estos dos períodos, sin duda alguna en cuanto a la conversión personal. Cuando
el poder del Espíritu Santo estaba presente y había la plena revelación de la
gracia, si alguno abandonaba la asamblea, apostataba de Cristo y volvía atrás,
no había medio de renovarlos para arrepentimiento. Por lo tanto, el escritor
inspirado no volvería a poner el fundamento de las cosas anteriores con
respecto a Cristo, — cosas ya envejecidas, —sino que avanzaría para beneficio de
los que permanecían firmes en la fe.
El futuro estado
terrenal, el mundo milenial
También podemos comentar la
manera en que al hablar de los privilegios cristianos la epístola no pierde de
vista el futuro estado terrenal, la gloria y los privilegios del mundo
milenial. Los milagros son los milagros del siglo venidero; pertenecen a aquel
período. La liberación y la destrucción del poder de Satanás van a ser
completas en aquel entonces; esos milagros eran liberaciones, muestras de aquel
poder. Nosotros vimos este asunto puesto de relieve (Hebreos 2:4) al principio
de la doctrina de la epístola; y en Hebreos 4 vimos el reposo de Dios dejado
inconcreto en su carácter a fin de abarcar tanto la parte celestial como la
terrenal del reinado milenial de nuestro Señor. El poder presente del Espíritu
Santo caracteriza aquí los modos de las sendas de Dios, el cristianismo; pero
los milagros son un anticipo de la era venidera en la que todo el mundo será
bendecido.
Las promesas de
Dios confirmadas por Su juramento
y la garantía
personal del Mediador celestial;
el carácter
celestial de la esperanza;
el doble carácter
de bendición
En los consuelos que les da la
epístola ella recuerda ya los principios mediante los cuales había andado el
padre de los creyentes y de la nación judía, y la manera en que Dios lo había
fortalecido en su fe. Abraham tuvo que descansar en las promesas sin poseer lo
prometido; y éste, en cuanto al reposo y a la gloria, era el estado en que estaban
los cristianos hebreos en aquel entonces. Pero al mismo tiempo y para dar plena
seguridad al corazón Dios había confirmado Su palabra mediante un juramento a
fin de que los que edifican sobre esta esperanza de la gloria prometida pudiesen
tener un fortísimo y satisfactorio consuelo. Y esta seguridad ha recibido una
confirmación aún mayor. Entró dentro del velo, halló su aprobación en el
santuario mismo, donde había entrado un Precursor, dando no sólo una palabra,
un juramento, sino una garantía personal para el cumplimiento de estas
promesas, y el santuario de Dios como refugio para el corazón; dando así para
los que tenían entendimiento espiritual un carácter celestial a la esperanza
que ellos atesoraban; mostrando al mismo tiempo y mediante el carácter de Aquel
que había entrado en el cielo el seguro cumplimiento de todas las promesas del
Antiguo Testamento en conexión con un Mediador celestial, el cual por Su
posición aseguraba aquel cumplimiento; estableciendo la bendición terrenal
sobre el firme fundamento del cielo mismo y dando al mismo tiempo un carácter
más elevado y más excelente a esa bendición uniéndola al cielo y haciéndola emanar
desde allí.
Tenemos así el doble carácter de
bendición que este libro presenta otra vez a nuestra mente, en conexión con la
Persona del Mesías, y tenemos el todo vinculado mediante la fe con Jesús.
El orden Aarónico es
descartado;
el sacerdocio
celestial de Cristo según el orden de Melquisedec,
señalando una
futura realeza aún no manifestada
Jesús ha entrado en el cielo como Precursor. Él está allí.
Nosotros pertenecemos a aquel cielo. Él está allí como Sumo Sacerdote. Por lo
tanto, Su sacerdocio tiene un carácter celestial durante el tiempo actual; no
obstante, Él es sacerdote, personalmente, según el orden de Melquisedec. Entonces,
ello descarta todo el orden Aarónico aunque el sacerdocio sea ejercido ahora
según la analogía del de Aarón, pero por su naturaleza señala en el futuro a una
realeza que todavía no ha sido manifestada. Ahora bien, el hecho mismo de que
esta futura realeza estuviera conectada con la Persona de Aquel que estaba
sentado a la diestra de la Majestad en las alturas según el Salmo 110, hizo que
el cristiano hebreo, cuando se veía tentado a volverse atrás, fijara su
atención en Aquel que estaba en los cielos, y le hizo comprender el sacerdocio
que el Señor está ejerciendo ahora; lo liberó del judaísmo y lo fortaleció en
el carácter celestial del cristianismo que él había abrazado.
Capítulo
7
La dignidad
personal de Melquisedec
y la importancia
de su sacerdocio;
lo único que se
atestigua de él
Hebreos 7. La epístola, volviendo
al tema de Melquisedec, repasa, por tanto, la dignidad de su persona y la
importancia de su sacerdocio. Porque del sacerdocio como medio de acercarse a
Dios dependía todo el sistema relacionado con él.
Entonces, Melquisedec (una
persona típica y característica, como el uso de su título en el Salmo 110
demuestra) era rey de Salem, es decir, rey de paz, y por nombre, rey de
justicia. La justicia y la paz caracterizan su reinado. Pero sobre todo él era
sacerdote del Dios Altísimo. Este es el nombre de Dios como supremo Gobernador
de todas las cosas, — Creador (lit. Poseedor), como se añade en Génesis,
de los cielos y de la tierra. Así es como Le reconoció Nabucodonosor, el humillado
potentado terrenal. Así fue como Él se reveló a Abraham cuando Melquisedec
bendijo al patriarca después de haber vencido a sus enemigos. En relación con
su senda de fe, el nombre de Dios para Abraham era el "Todopoderoso".
(Génesis 17:1). Aquí Abraham, victorioso
sobre los reyes de la tierra, es bendecido por Melquisedec, por el rey de
justicia, en conexión con Dios como Creador de los cielos y de la tierra, el
Altísimo. Esto anticipa la realeza de Cristo, un Sacerdote en Su trono, cuando
por la voluntad y el poder de Dios habrá triunfado sobre todos Sus enemigos, —
un tiempo aún no llegado, — cumplido por primera vez en el milenio, como es
expresado comúnmente, aunque esto se refiere más bien a la parte terrenal.
Abraham dio los diezmos de todo a Melquisedec. Su realeza no era todo pues el
Salmo 110 es muy claro al describir a Melquisedec como sacerdote y como
poseedor de un sacerdocio duradero e ininterrumpido. Él no tenía ascendencia
sacerdotal de la cual procediera su sacerdocio. Como sacerdote él no tenía
padre ni madre; a diferencia de los hijos de Aarón él no tenía genealogía
(compárese con Esdras 2:62); no tenía límites asignados a la duración de su
servicio sacerdotal como era el caso de los hijos de Aarón (Números 4:3). Él fue
hecho sacerdote, semejante, — en su carácter sacerdotal, — al Hijo de Dios;
pero, hasta ahora, este último está en el cielo.
El hecho de que él recibió los
diezmos de Abraham y de que bendijo a Abraham mostró la elevada y preeminente
dignidad de este personaje por lo demás desconocido y misterioso. Lo único que
se atestigua de él, — sin nombrar padre o madre, comienzo de vida, o muerte que
pudiera haber tenido lugar, — es que él vivía.
La dignidad de su persona trascendía
la de Abraham el cual era el depositario de las promesas; la dignidad de su
sacerdocio trascendía el de Aarón el cual en Abraham pagó los diezmos que el propio
Leví recibía de sus hermanos. Entonces, el sacerdocio cambia, y con él todo el
sistema que dependía de él.
Pruebas de que el
sacerdocio y todo su sistema fueron cambiados
El Salmo 110 interrumpido por la fe en Cristo, — pues no
hace falta decir que la epístola habla siempre a cristianos, — es sin embargo
el asunto sobre el cual se fundamenta su
argumentación. Entonces, la primera prueba de que todo había cambiado es que el
Señor Jesús, el Mesías (un Sacerdote según el orden de Melquisedec), no descendía
evidentemente de la tribu sacerdotal sino de otra, a saber, la de Judá. Por eso
ellos creían que Jesús era el Mesías. Pero según las escrituras judías el
Mesías era tal como Él es presentado aquí; y en ese caso el sacerdocio fue
cambiado y con él todo el sistema. Y esto no era sólo una consecuencia que
debía ser deducida del hecho de que el Mesías era de la tribu de Judá, aunque
Sacerdote; sino que era necesario que se levantara otro sacerdote que no fuera
el de la familia de Aarón, y uno a semejanza de Melquisedec, no constituido
conforme a la ley de un mandamiento que no tenía más poder que el poder que
tenía la carne a la que dicho mandamiento era aplicado sino que fuera según el
poder de una vida indestructible.. El testimonio que el Salmo da de esto era
positivo: "Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec".
La introducción de
una mejor esperanza;
la ley y la gracia
de Dios
De hecho, hay una abrogación del mandamiento que existía
previamente porque era ineficaz (porque la ley nada perfeccionaba), y hay la
introducción de una mejor esperanza mediante la cual nos acercamos a Dios.
¡Preciosa diferencia! Un mandamiento para el hombre pecador
y alejado de Dios, sustituido por una esperanza, una confianza, fundamentada en
la gracia y en la promesa divina, mediante la cual nosotros podemos llegar
incluso a la presencia de Dios.
No hay duda alguna de que la ley era buena; pero aún
subsistía la separación entre el hombre y Dios. La ley nada perfeccionaba. Dios
era siempre perfecto y se requería perfección humana; todo debía ser conforme a
lo que la perfección divina exigía del hombre. Pero el pecado estaba allí y por
consiguiente la ley no tenía poder (excepto para condenar); y sus ceremonias y
ordenanzas no eran más que figuras y un pesado yugo. Incluso aquello que
aliviaba temporalmente la conciencia traía el pecado a la memoria y nunca hacía
que la conciencia fuera perfecta para con Dios. Ellos seguían estando a
distancia de Él. La gracia lleva el alma a Dios, el cual es conocido en amor y
en una justicia que es para nosotros.
La superioridad
del nuevo sacerdocio y de su pacto;
el sacerdocio de
Jesús comparado con el de Aarón.
El carácter del nuevo sacerdocio
llevaba en todas sus características el sello de su superioridad sobre el que
existía bajo el orden de la ley y con el cual todo el sistema de la ley se
mantenía o caía.
El pacto relacionado con el nuevo
sacerdocio respondía igualmente a la superioridad de éste sobre el sacerdocio
anterior.
El sacerdocio de Jesús fue
establecido mediante juramento; el de Aarón no. El sacerdocio de Aarón pasaba
de una persona a otra porque la muerte ponía fin a su ejercicio por parte de
los individuos que estaban investidos de él. Pero Jesús permanece el mismo para
siempre; Él tiene un sacerdocio que no es transmitido a otros. Por lo tanto Él
salva por completo y perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, puesto
que Él vive para siempre para interceder por ellos.
La posición del
cristiano; nuestra necesidad satisfecha
por Aquel a quien
la pureza y la gloria del cielo exigían;
una obra
completada
Consecuentemente, "tal sumo
sacerdote nos convenía". ¡Glorioso pensamiento! Llamados a estar en la
presencia de Dios, a relacionarnos con Él en la gloria celestial, a acercarnos
a Él en lo alto donde nada que contamina puede entrar, nosotros necesitábamos
un Sumo Sacerdote en el lugar al que se nos daba acceso (como los judíos en el
templo terrenal), y a un tal como la gloria y la pureza del cielo exigían. ¡Qué
demostración de que nosotros pertenecemos al cielo y de la naturaleza exaltada
de nuestra relación con Dios! Porque convenía que tuviéramos tal Sacerdote:
"Santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más
sublime que los cielos", — pues así somos nosotros en cuanto a nuestra
posición teniendo que ver con Dios allí, — un Sacerdote que no necesita renovar
los sacrificios como si todavía quedara por hacer alguna obra para quitar el
pecado, o como si los pecados de ellos aún pudieran ser imputados a los
creyentes; porque entonces sería imposible permanecer en el santuario
celestial. Habiendo completado una vez Su obra para quitar el pecado, nuestro
Sacerdote ofreció Su sacrificio una vez para siempre cuando Él se ofreció a Sí
mismo.
Los sumos
sacerdotes bajo la ley
contrastados con
el Hijo de Dios
Porque la ley designaba sumos sacerdotes
a quienes tenían las debilidades de los hombres, pues ellos mismos eran
hombres; el juramento de Dios, posterior a la ley establece al Hijo, cuando Él
es hecho perfecto para siempre, consagrado a Dios en el cielo.
Nosotros vemos aquí que aunque
había una analogía y las figuras de las cosas celestiales, en esta epístola hay
más en cuanto a contraste que en cuanto a comparación. Los sacerdotes conforme
a la ley tenían las mismas debilidades que los demás hombres; Jesús tiene un
sacerdocio glorificado conforme al poder de una vida indestructible.
Capítulo
8
El nuevo
sacerdocio implica un cambio
en los sacrificios
y en el pacto
Hebreos 8. La introducción de
este nuevo sacerdocio ejercido en el cielo implica un cambio en los sacrificios
y en el pacto. El escritor inspirado lo desarrolla aquí exponiendo el valor del
sacrificio de Cristo y el nuevo pacto por largo tiempo prometido. La conexión
directa es con los sacrificios; pero él se aparta por un momento para referirse
a los dos pactos, una consideración tan amplia y de suma importancia para el
judío cristiano que había estado bajo el primero.
Hebreos 8 con respecto a esto es
sencillo y claro; sólo los últimos versículos brindan espacio para algunos
comentarios.
La suma de la
doctrina presentada
La suma de la doctrina que hemos
estado considerando es que tenemos un Sumo Sacerdote que está sentado en el
trono de la Majestad en los cielos, un Ministro del santuario celestial no
hecho de manos. Como tal, Él debe tener una ofrenda para presentar allí. Si Jesús
estuviera en la tierra no sería Sacerdote; hubo sacerdotes en la tierra conforme
a la ley en la que todas las cosas no eran sino figuras de las cosas
celestiales; como a Moisés se le dijo que hiciera todas las cosas según el
modelo que se le había mostrado en el monte. Pero el ministerio de Jesús es más
excelente porque Él es el Mediador de un mejor pacto, del pacto del cual se
habla en Jeremías 31 que es citado aquí; una prueba clara y sencilla de que el
primer pacto no iba a continuar.
Los dos pactos
Nosotros encontramos aquí
nuevamente ese desarrollo particular de la verdad requerido por el carácter de
las personas a las cuales esta carta fue
dirigida.
El primer pacto fue hecho con
Israel; el segundo debe serlo igualmente conforme a la profecía de Jeremías. No
obstante en este pasaje la epístola sólo hace uso del hecho de que iba a haber
un segundo pacto para demostrar que el primero ya no iba a durar más tiempo.
Había envejecido y debía desaparecer. Él autor detalla los términos del nuevo
pacto. Nosotros encontraremos que hace uso de ello después. En lo que sigue él
contrasta los servicios (u oficios) que pertenecían al primero con la obra
perfecta sobre la cual se fundamenta el cristianismo. De este modo el alcance y
el valor de la obra de Cristo son presentados.
Aunque aquí no hay dificultad alguna,
es importante tener luz con respecto a estos dos pactos porque algunos tienen
ideas muy vagas sobre este asunto y muchas almas que se sitúan bajo pacto, — es
decir, en relación con Dios bajo condiciones en las que Él no las ha situado, —
pierden su sencillez y no echan mano de la gracia y de la plenitud de la obra
de Cristo, y de la posición que Él ha adquirido para ellas en el cielo.
Un pacto definido;
el antiguo y el nuevo
Un pacto es un principio de
relación con Dios en la tierra, — condiciones establecidas por Dios bajo las
cuales el hombre ha de vivir con Él. Tal vez la palabra puede ser usada en
sentido figurado o por adaptación. La palabra es aplicada a detalles de la
relación de Dios con Israel, y así con Abraham (Génesis 15), y casos similares;
pero estrictamente hablando no hay más que dos pactos en los cuales Dios ha
tratado con el hombre en la tierra, o lo hará, — el antiguo y el nuevo. El
antiguo fue establecido en Sinaí. El nuevo pacto es hecho también con las dos
casas de Israel. [Véase nota].
[Nota].
Al final de la epístola tenemos también la expresión "la sangre del pacto
eterno". (Hebreos 13:20). Yo no dudo que el autor usa la palabra "pacto" (como
también es usada la
palabra "ley"), porque era empleada comúnmente como la condición de la
relación con Dios, y el adjetivo "eterno" es característico de los Hebreos.
Ha habido, y habrá, pactos en el tiempo y para la tierra; pero nosotros tenemos
condiciones eternas de relación con Dios de las cuales la sangre de Cristo es
la expresión y la seguridad, fundamentadas en la gracia eterna, y la justicia
así como la gracia, por esa sangre preciosa en la cual todo el carácter y todo
el propósito de Dios se han cumplido y han sido glorificados, así como nuestros
pecados han sido quitados.
El evangelio no es un pacto sino
la revelación de la salvación de Dios. Proclama la gran salvación. Nosotros
disfrutamos ciertamente de todos los privilegios esenciales del nuevo pacto dado
que su fundamento está puesto por parte de Dios en la sangre de Cristo, pero lo
hacemos en espíritu, no según la letra.
El nuevo pacto será establecido formalmente
con Israel en el milenio. Mientras tanto el antiguo pacto es juzgado por el
hecho de que existe uno nuevo.
Capítulo
9
Características
del primer pacto
Hebreos 9. Al relatar algunas
circunstancias particulares que caracterizaban el primer pacto, la epístola
muestra que ni los pecados eran quitados,
ni la conciencia era limpiada mediante sus medios, ni la entrada en el lugar
santísimo era concedida a los adoradores. El velo ocultaba a Dios. El sumo
sacerdote entraba una vez al año para hacer la reconciliación, — nadie más. El
camino a Dios en santidad estaba cerrado. Ellos no podían ser perfectos en
cuanto a la conciencia mediante la sangre de toros y de machos cabríos. Éstas
no eran más que ordenanzas provisionales y figurativas hasta que Dios
emprendiera la verdadera obra misma a fin de llevarla a cabo plenamente y para
siempre.
El valor y el
alcance del sacrificio de Cristo
Pero esto nos lleva al foco de la
luz que Dios nos da mediante el Espíritu Santo en esta epístola. Antes de demostrar
por medio de las escrituras del Antiguo Testamento la doctrina que anunció, y
la discontinuación de los sacrificios legales, — de todo sacrificio por el
pecado, el escritor, con un corazón lleno de la verdad y de la importancia de
esa verdad, enseña el valor y el alcance del sacrificio de Cristo (todavía en
contraste con las ofrendas anteriores pero un contraste que descansa en el
valor intrínseco de la ofrenda de Cristo). Son presentados estos tres
resultados: — primero, el camino abierto al santuario fue manifestado; es
decir, acceso a Dios mismo donde Él está; segundo, la limpieza de la
conciencia; tercero, una eterna redención; y yo puedo añadir la promesa de una
herencia eterna.
El camino abierto
al santuario; el acceso a Dios mismo
Uno siente la inmensa
importancia, el valor inestimable de lo primero. El creyente es admitido a la
propia presencia de Dios por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través
del velo, esto es, de Su carne; tiene acceso constante a Dios, acceso inmediato
al lugar donde Él está, en luz. ¡Qué completa salvación, qué bienaventuranza,
qué seguridad! Porque ¿cómo podríamos tener nosotros acceso a Dios en luz si
todo lo que nos separaría de Él no fuera enteramente quitado por medio de Aquel
que fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos? Pero aquí está
el precioso y perfecto resultado a este respecto el cual nos es revelado y
formalmente demostrado en Hebreos 10 como un derecho que nosotros poseemos, que
el acceso a Dios mismo está entera y gratuitamente abierto para nosotros. En
realidad no se nos dice en este pasaje que nosotros estamos sentados allí pues
no es nuestra unión con Cristo el tema de esta epístola sino nuestro acceso a
Dios en el santuario. Y es importante mencionar esto último, y ello es tan
precioso en su lugar como lo otro. Nosotros somos vistos como estando en la
tierra, y estando en la tierra tenemos libre y pleno acceso a Dios en el
santuario. Vamos en perfecta libertad a Dios donde mora Su santidad y donde
nada que Le es contrario puede ser admitido. ¡Qué felicidad! ¡Qué gracia tan
perfecta! ¡Qué resultado tan glorioso, supremo y completo! ¿Podría ser deseado algo
mejor recordando además que esa es nuestra morada? Esta es nuestra posición en
la presencia de Dios por la entrada de Cristo en el santuario.
La limpieza no
sólo de los pecados sino de la conciencia
El segundo resultado nos muestra
el estado personal al que somos llevados para el disfrute de nuestra posición;
para que por nuestra parte podamos entrar libremente. Es que nuestro Salvador
ha hecho que nuestra conciencia sea perfecta de modo que podemos entrar en el
santuario sin una idea de temor, sin que surja una sola duda en nuestras mentes
acerca del pecado. Una conciencia perfecta no es una conciencia inocente que
feliz en su inconsciencia no conoce el mal y no conoce a Dios revelado en
santidad. Una conciencia perfecta conoce a Dios; ha sido limpiada, y teniendo
el conocimiento del bien y del mal conforme a la luz de Dios mismo sabe que ha
sido limpiada de todo mal conforme a Su pureza. Ahora bien, la sangre de los toros
y de los machos cabríos, y los lavamientos (o abluciones) repetidos bajo la ley
nunca pudieron hacer perfecta la conciencia. Dichas cosas podían santificar
carnalmente como para permitir al adorador acercarse a Dios exteriormente pero
sólo de lejos, con el velo todavía sin rasgar. Pero las ofrendas bajo la ley
nunca podían producir una verdadera limpieza del pecado y de los pecados de
modo que el alma pueda estar en la presencia de Dios mismo en luz sin mancha y consciente
de dicha limpieza,. Dichas cosas no eran más que figuras. Pero gracias sean
dadas a Dios, Cristo ha llevado a cabo la obra y Él se presenta ahora por
nosotros en el santuario celestial y eterno, Él es allí el testigo de que
nuestros pecados han sido quitados; de modo que toda conciencia de pecado ante
Dios ha sido destruida porque sabemos que Aquel que llevó nuestros pecados está
en la presencia de Dios después de haber consumado la obra de expiación. Nosotros
somos así conscientes de que estamos en luz sin mancha. No sólo tenemos la limpieza
de los pecados sino también de la conciencia de modo que podemos usar este
acceso a Dios con plena libertad y gozo presentándonos ante Aquel que de tal
manera nos amó.
Cristo permanece
en el cielo; una redención eterna
El tercer resultado que sella y define
los otros dos es que habiendo entrado Cristo una vez Él permanece en el cielo.
Ha entrado en el santuario celestial para permanecer allí en virtud de una eterna
redención, de una sangre que tiene validez eterna. La obra está completamente
hecha y nunca puede cambiar de valor. Si nuestros pecados han sido efectivamente
quitados, Dios ha sido glorificado, y la justicia ha sido completa, lo que una
vez sirvió para efectuar esto nunca puede no servir. La sangre derramada una
vez para siempre es siempre eficaz.
Nuestro Sumo Sacerdote está en el
santuario pero no con la sangre de los sacrificios los cuales no son sino
figuras de lo verdadero. La obra que quita el pecado ha sido hecha. Esta
redención no es temporal ni transitoria. Es la redención del alma y es para la
eternidad conforme a la eficacia moral de lo que ha sido hecho.
Entonces, aquí están los tres
aspectos del resultado de la obra de Cristo: a saber, acceso inmediato a Dios; una
conciencia limpiada; una eterna redención.
El sumo sacerdote
de los bienes venideros;
el reinado del Mesías en la tierra;
la relación actual
del cristiano
Tres asuntos quedan por mencionar
antes de entrar en los temas de los pactos que aquí son retomados.
En primer lugar, Cristo es un
Sumo Sacerdote de los bienes venideros. Al decir "bienes venideros"
el punto de partida es Israel bajo la ley antes del advenimiento de nuestro
Señor. Sin embargo si estos bienes venideros fueran a adquiridos ahora, si se pudiera
decir «los tenemos» porque el cristianismo fue
el cumplimiento de ellos, difícilmente se podría decir todavía, — cuando
el cristianismo
fue establecido, — "bienes venideros". Ellos están aún por venir. Estos
"bienes venideros" consisten en todo lo que el Mesías disfrutará
cuando Él reine. Este es también el motivo por el cual las cosas terrenales
tienen su lugar. Pero nuestra relación actual con Él es única y completamente
celestial. Él actúa como Sacerdote en un tabernáculo que no es de esta
creación: es celestial, en la presencia de Dios, no hecho de manos. Nuestro
lugar está en el cielo.
La preciosa
ofrenda de Cristo ofreciéndose a Sí mismo
como Hombre a Dios y mediante el Espíritu
eterno
En segundo lugar leemos,
"Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno [véase nota] se ofreció a sí
mismo sin mancha a Dios". La preciosa ofrenda de Cristo es vista aquí como
un acto que Él realizó como hombre aunque en la perfección y en el valor de Su
Persona. Él se ofreció a Sí mismo a Dios pero movido por el poder y conforme a la
perfección del Espíritu eterno. Todos los motivos que gobernaron esta acción y
la consumación del hecho de acuerdo con esos motivos fueron pura y
perfectamente los del Espíritu Santo; es decir, absolutamente divinos en su
perfección, pero del Espíritu Santo actuando en un hombre (un hombre sin pecado
que nacido y viviendo siempre por el poder del Espíritu Santo nunca conoció
pecado; un hombre que estando exento de él por nacimiento nunca permitió que
entrara en Él); de modo que es el Hombre Cristo quien se ofrece a Sí mismo. Esto
era necesario.
[Nota].
El lector observará cuán ansiosamente, por así decirlo, la epístola adjunta
aquí el calificativo "eterno" a todo. No se trataba de un terreno
temporal o terrenal de relación con Dios sino de uno eterno; así en cuanto a la
redención; así en cuanto a la herencia. Correspondiente a esto y en cuanto a la
obra en la tierra, ella es una vez para siempre. No es de poca importancia mencionar
esto en cuanto a la naturaleza de la obra. Por eso el calificativo anexado incluso
al Espíritu.
La perfección, la
pureza y el valor eterno de la ofrenda
Por lo tanto la ofrenda fue en sí
misma perfecta y pura, sin contaminación; y el acto de ofrecer fue perfecto,
fuera ella en amor o en obediencia, o en el deseo de glorificar a Dios, o de
llevar a cabo el propósito de Dios. Nada se mezclaba con la perfección de Su
intención al ofrecerse a Sí mismo.
Además, no se trató de una
ofrenda temporal que se aplicaba a un pecado con el cual la conciencia estaba
cargada y que no iba más allá de ese pecado, una ofrenda que por su naturaleza no
podía tener la perfección de la que se habla porque no era la Persona
ofreciéndose a Sí misma, ni era absolutamente para Dios, porque no había en
ella ni la perfección de la voluntad ni la de la obediencia. Pero la ofrenda de
Cristo fue una que siendo perfecta en su naturaleza moral, siendo en sí misma
perfecta a los ojos de Dios, fue necesariamente eterna en su valor. Porque este
valor era tan perdurable como la naturaleza de Dios el cual fue glorificado en
ella.
La ofrenda
voluntaria de obediencia;
su resultado para
nosotros
Dicha ofrenda no fue hecha por
necesidad sino por libre voluntad y en obediencia. Fue hecha por un Hombre para
la gloria de Dios pero mediante el Espíritu eterno, siempre el mismo en Su
naturaleza y valor.
Estando así todo consumado
perfectamente para la gloria de Dios la conciencia de cada uno que viene a Él
por esta ofrenda es limpiada; las obras muertas son borradas y desechadas;
estamos ante Dios en el terreno de lo que Cristo ha hecho.
La posición
cristiana; servir al Dios vivo en amor
en contraste con
el judaísmo
Y aquí entra el tercer punto.
Estando perfectamente limpios en la conciencia de todo lo que el hombre en su
naturaleza pecaminosa produce, y teniendo que ver con Dios en luz y en amor, no
habiendo ningún asunto de conciencia con Él, nosotros estamos en condiciones de
servir al Dios vivo. ¡Preciosa libertad! en la que felices y sin duda ante Dios
según Su naturaleza en luz podemos servirle conforme a la actividad de Su
naturaleza en amor. El judaísmo no sabía más acerca de esto de lo que sabía
acerca de la perfección en cuanto a la conciencia.
Ciertamente la obligación para
con Dios mantenía aquel sistema; y ofrecía cierta provisión para lo que se
necesitaba en caso de fracaso exterior. Pero dicho sistema nada sabía acerca de
tener una conciencia perfecta y luego servir a Dios en amor conforme a Su
voluntad. Esta es la posición cristiana: la conciencia perfecta por medio de Cristo,
[véase nota] conforme a la naturaleza de Dios mismo; servir a Dios en libertad
conforme a Su naturaleza de amor actuando hacia los demás.
[Nota].
Porque en Cristo nosotros hemos sido hechos justicia de Dios. Su sangre nos
limpia por parte de Dios. Jesús obró la limpieza de los pecados por Sí mismo y
glorificó a Dios al hacerlo.
El sistema judío
caracterizado por el Lugar Santo
Porque el sistema judío en sus
máximas ventajas se caracterizaba por el Lugar Santo. Había deberes y
obligaciones a ser cumplidas para acercarse, sacrificios para limpiar
exteriormente a aquel que se acercaba exteriormente. Mientras tanto Dios estaba
siempre oculto. Nadie entraba en el "Lugar Santo": está implícito que
el "Lugar Santísimo" era inaccesible. Todavía no se había ofrecido
ningún sacrificio que diera libre acceso y en todo momento. Dios estaba oculto:
que Él lo estuviera caracterizaba la posición. Ellos no podían estar ante Él. Él
tampoco se manifestaba. Ellos Le servían fuera de Su presencia sin entrar.
Es importante mencionar esta verdad
para entender el pasaje que tenemos ante nosotros, a saber, que todo el sistema
en su acceso más elevado y cercano a Dios estaba caracterizado por el Lugar Santo.
El judaísmo identificado
con la primera parte del tabernáculo,
la figura mostraba
que no había acceso a Dios;
a Dios sólo se Le acercaba
por medio de un sacerdocio;
en aquel entonces se
hablaba del cielo
Ahora bien, al primer
tabernáculo, — el judaísmo como sistema, — se lo identifica con la primera
parte del tabernáculo, y esa primera parte abierta sólo a la parte sacerdotal
de la nación, la segunda parte (es decir, el santuario), por las circunstancias
relacionadas con él sólo muestra que no había acceso a Dios. Cuando el autor de
la epístola pasa a la posición actual de Cristo, él abandona el tabernáculo
terrenal, — entonces él habla del cielo mismo, un tabernáculo no hecho por
manos humanas, ni de esta creación, en el cual nos introduce.
La primera tienda o la primera parte
del tabernáculo daba el carácter de la relación del pueblo con Dios y eso sólo
mediante un sacerdocio. Ellos no podían llegar a Dios. Cuando nosotros nos
acercamos a Dios mismo ello es en el cielo; y todo el primer sistema
desaparece. Todo era ofrecido como figura en el primer sistema, e incluso como
figura mostraba que la conciencia no había sido aún liberada, ni la presencia
de Dios era accesible al hombre. El recuerdo de los pecados se renovaba
continuamente (el sacrificio anual era un memorial de los pecados y Dios no se
manifestaba ni se abría el camino a Él).
Los dos sistemas
opuestos;
las cosas típicas
y el cielo, el santuario verdadero
Cristo viene, lleva a cabo el
sacrificio, hace perfecta la conciencia, entra en el cielo mismo; y nosotros nos
acercamos a Dios en la luz. Mezclar el servicio del primer tabernáculo o Lugar Santo
con el servicio cristiano es negar este último porque el significado del
primero era que el camino a Dios no estaba aún abierto mientras que el
significado del segundo es que dicho camino ha sido abierto.
Dios puede tener paciencia con la
debilidad del hombre. Hasta la destrucción de Jerusalén Él toleró a los judíos;
pero los dos sistemas no pueden realmente continuar juntos, a saber, un sistema
que decía que uno no puede acercarse a Dios, y otro sistema que da acceso a Él.
Cristo vino, el Sumo Sacerdote de
un nuevo sistema de "bienes" que bajo el antiguo sistema eran aún "venideros";
pero Él no entró en el "Lugar Santísimo" terrenal, dejando que el
"Lugar Santo" subsistiera sin un significado verdadero. Él ha venido
por medio del más amplio y más perfecto tabernáculo. Yo lo repito porque ello es
esencial aquí: el Lugar Santo, o la primera tienda, es la figura de la relación
de los hombres con Dios bajo el primer tabernáculo (tomado como un todo); de
modo que podemos decir: «la
primera tienda»,
aplicándolo a la primera parte del tabernáculo, y pasar al primer
tabernáculo como un todo, y como un período reconocido que tiene el mismo
significado. Esto es lo que la epístola hace aquí. Para salir de esta posición
nosotros debemos dejar las cosas que son tipos y pasar al cielo que es el
verdadero santuario donde Cristo vive siempre y donde ningún velo impide
nuestra entrada.
La garantía de
toda promesa, — Cristo en el cielo
Ahora bien, no se dice que
nosotros tenemos "los bienes venideros". Cristo ha ido al cielo
mismo, el Sumo Sacerdote de esos bienes asegurando la posesión de ellos a
aquellos que confían en Él. Pero nosotros tenemos acceso a Dios [véase nota] en
la luz en virtud de la presencia de Cristo allí. Esa presencia es la prueba de
la justicia plenamente establecida; la sangre es una evidencia de que nuestros
pecados han sido quitados para siempre; y nuestra conciencia es hecha perfecta.
Cristo en el cielo es la garantía del cumplimiento de toda promesa. Él nos ha
abierto un acceso incluso ahora a Dios en la luz; habiendo limpiado nuestras
conciencias de una vez para siempre, — porque Él mora en lo alto continuamente,
— para que nosotros podamos entrar y para que podamos servir a Dios aquí abajo.
[Nota].
Es muy importante comprender minuciosamente que es a la presencia de Dios donde
nosotros entramos; y eso en todo momento y en virtud de un sacrificio y de una
sangre que nunca pierden su valor. Bajo el antiguo tabernáculo el adorador no
entraba a la presencia de Dios; él permanecía fuera del velo no rasgado. Él
pecaba, — un sacrificio era ofrecido; él pecaba nuevamente, — un sacrificio era
ofrecido. Ahora el velo se ha rasgado. Nosotros estamos siempre en la presencia
de Dios sin un velo. Pase lo que pase Él siempre nos ve, — nos ve en Su
presencia, — según la eficacia del sacrificio perfecto de Cristo. Estamos
allí ahora, en virtud de un sacrificio perfecto, ofrecido para quitar el
pecado conforme a la gloria divina, y que ha consumado perfectamente la limpieza
de los pecados. Yo no estaría en la presencia de Dios en el santuario si yo no
hubiera sido limpiado conforme a la pureza de Dios, y limpiado por Dios. Fue
esto lo que me llevó allí. Y este sacrificio y esta sangre nunca pueden perder
su valor. Por tanto, por medio de ellos yo he sido perfeccionado para siempre
en la presencia de Dios; por ellos fui introducido en ella.
El nuevo pacto
fundamentado en la sangre de Cristo;
la herencia eterna
Todo esto ya está establecido y
asegurado; pero hay más. El nuevo pacto del cual Él es Mediador está fundamentado
en Su sangre. Es muy notable la manera en que el apóstol evita siempre la
aplicación directa del nuevo pacto.
Las transgresiones que eran
imputadas bajo el primer pacto y que los sacrificios que ofrecía no podían
expiar son enteramente borradas por la sangre del nuevo pacto. Por lo tanto los
llamados, — observen ustedes la expresión (versículo 15), — pueden recibir la
promesa de la herencia eterna; es decir, es puesto el fundamento para el
cumplimiento de las bendiciones del pacto. El autor dice "la herencia eterna"
porque como hemos visto la reconciliación fue completa, nuestros pecados fueron
llevados y cancelados, y la obra por la cual el pecado es finalmente quitado de
la vista de Dios consumada conforme a la naturaleza y el carácter de Dios
mismo. Este es el asunto principal de toda esta parte de la epístola.
La necesidad de
que el pecado y los pecados
sean enteramente
quitados;
el Mediador del
nuevo pacto que ha pagado el rescate
Es debido a la necesidad que
había de este sacrificio, — la necesidad de que los pecados, y finalmente el
pecado fueran enteramente quitados [véase nota], para el disfrute de las
promesas eternas (pues Dios no podía bendecir como principio eterno y
definitivamente, mientras el pecado estuviera ante Sus ojos)-, que Cristo, el
Hijo de Dios, Hombre en la tierra, llegó a ser el Mediador del nuevo pacto para
que con Su muerte pudiese abrir el camino para el disfrute permanente de aquello
que había sido prometido. El nuevo pacto en sí mismo no hablaba de un
Mediador. Dios escribiría Sus leyes en el corazón de Su pueblo y no recordaría
más los pecados.
[Nota].
La obra en virtud de la cual todo pecado es finalmente quitado de la vista de
Dios, — suprimido, —ha sido consumada, el asunto del bien y del mal llegó a un
resultado final en la cruz y Dios fue perfectamente glorificado cuando el
pecado estuvo delante de Él; pero el resultado no se cumplirá definitivamente
hasta los cielos nuevos y la tierra nueva. Pero habiendo sido nuestros pecados
llevados por Cristo en la cruz, Él resucita, hecha la expiación, como
testimonio eterno de que han desaparecido para siempre y de que por medio de la
fe nosotros estamos ahora justificados y tenemos paz. No debemos confundir
estas dos cosas, nuestros pecados siendo quitados y la perfecta glorificación
de Dios con respecto al pecado cuando Cristo fue hecho pecado, cuyos resultados
aún no se han cumplido. Con respecto a la naturaleza pecaminosa, ella todavía
está en nosotros; pero habiendo muerto Cristo la condenación de dicha
naturaleza tuvo lugar en aquel entonces, pero estando aquella en muerte nosotros
nos consideramos muertos a ella y sin condenación alguna para nosotros.
El pacto con Israel y Judá aún no
ha sido realizado. Pero mientras tanto Dios ha establecido y ha revelado al
Mediador, el cual ha llevado a cabo la obra sobre la cual puede fundamentarse
el cumplimiento de las promesas de una manera duradera en cuanto a principio y eterna
porque está conectada con la naturaleza de Dios mismo. Esto es hecho mediante la
muerte que es la paga del pecado, y mediante la cual el pecado es dejado atrás;
y habiendo sido hecha la expiación por el pecado conforme a la justicia de Dios
es adoptada una posición totalmente nueva fuera y más allá del pecado. El
Mediador ha pagado el rescate. El pecado ya no tiene derecho sobre nosotros.
La implicación de
un "testamento";
la muerte
necesaria antes de que los hombres
pudieran estar en
relación con Dios
Los versículos 16 y 17 son un paréntesis
en el que es presentada la idea de un "testamento" (que es la misma
palabra que "pacto" en griego, una disposición por parte de quien
tiene el derecho de disponer), para hacer que entendamos que la muerte debe
haber ocurrido antes de que los derechos adquiridos en virtud del testamento
puedan ser disfrutados. [Véase nota].
[Nota].
Algunos piensan que estos dos versículos no son un paréntesis que habla acerca
de un testamento sino una continuación del argumento acerca del pacto, tomando
la palabra griega como no significando el testador sino el sacrificio, el cual
puso un sello más solemne que un juramento sobre la obligación de guardar el
pacto. Es un asunto griego muy delicado en el que yo no entro aquí. Pero no
puedo decir que ellos me hayan convencido.
Esta necesidad de que el pacto estuviese
fundamentado en la sangre de una víctima no fue olvidada en el caso del primer
pacto. Todo era rociado con sangre. Sólo que en este caso se trataba de la
solemne sanción de la muerte unida a la obligación del pacto. Los tipos
hablaban siempre de la necesidad de que la muerte interviniera antes de que los
hombres pudieran estar en relación con Dios. El pecado había introducido la
muerte y el juicio. Nosotros mismos debemos experimentar el juicio o ver
nuestros pecados borrados por Otro que experimentó el juicio en nuestro lugar.
Tres aplicaciones
de la sangre:
el fundamento
necesario en la expiación;
la purificación de
la contaminación del pecado;
la remisión de los
pecados por la sangre derramada
Tres aplicaciones de la sangre
son presentadas aquí. El pacto está fundamentado en la sangre. La contaminación
es lavada mediante ella. La culpa es eliminada por la remisión obtenida por
medio de la sangre que ha sido derramada.
De hecho, estas son las tres
cosas necesarias. En primer lugar, los modos de obrar de Dios al otorgar
bendiciones de acuerdo con Sus promesas están relacionadas con Su justicia, habiendo
sido expiados los pecados de los bendecidos, el necesario fundamento del pacto,
habiendo Cristo glorificado a Dios con respecto al pecado cuando Él fue hecho
pecado en la cruz.
En segundo lugar, la purificación
del pecado por el cual estábamos contaminados (por el cual todas las cosas que
no podían ser culpables fueron sin embargo contaminadas) ha sido llevada a cabo.
Aquí había casos en los que el agua era utilizada a modo de tipo: se trata de
una purificación
moral y práctica. Dicha purificación emana de la muerte; el agua que purifica
procedía del costado de la Víctima santa ya muerta. Es la aplicación de la
Palabra, — la cual juzga todo mal y revela todo lo bueno, — a la conciencia y
al corazón.
En tercer lugar, en cuanto a la
remisión. En ningún caso esto puede ser obtenido sin el derramamiento de
sangre. Observen que aquí no se dice «aplicación». De lo que aquí se habla
es de la consumación de la obra de la verdadera propiciación. Sin derramamiento
de sangre no se hace remisión. ¡Verdad de suma importancia! Para una obra de
remisión debía haber muerte y derramamiento de sangre.
Dos consecuencias
de la expiación y de la reconciliación con Dios,
— la necesidad de
un mejor sacrificio y la sola ofrenda perfecta
Dos consecuencias tienen su
origen en estas perspectivas de la expiación y de la reconciliación con Dios.
En primer lugar, era necesario
que hubiera un mejor sacrificio, una víctima más excelente que las que eran
ofrecidas bajo el antiguo pacto porque eran las cosas celestiales mismas y no
sus figuras las que debían ser purificadas. Porque Cristo entró a la presencia
de Dios en el cielo mismo.
En segundo lugar, Cristo no debía
ofrecerse a Sí mismo muchas veces como hacía el sumo sacerdote cada año con sangre
ajena. Porque Él se ofreció a Sí mismo. Por lo tanto, si todo lo que
estaba disponible en el sacrificio no fue llevado a la perfección por una sola
ofrenda hecha una sola vez, a Él le hubiera sido necesario padecer muchas veces
desde el principio del mundo. [Véase nota].
[Nota]. Y Él debió haber padecido
repetidamente porque tiene que haber realidad en la eliminación del pecado.
Por qué Dios permitió
que pasaran siglos
antes de llevar a
cabo Su obra de gracia
Este comentario conduce a la
declaración clara y sencilla de los modos de obrar de Dios acerca de este
asunto, — una declaración de valor inestimable. Dios permitió que pasaran
edades (los distintos períodos en los que el hombre ha sido puesto a prueba de
diversas maneras y en los que ha tenido tiempo de mostrar lo que él es) sin
llevar a cabo todavía Su obra de gracia. Esta prueba del hombre ha servido para
mostrar que él es malo en naturaleza y en voluntad. La multiplicación de los
medios sólo hizo más evidente que él era esencialmente malo de corazón, pues no
se valió de ninguno de ellos para acercarse a Dios. Por el contrario, su
enemistad contra Dios fue plenamente manifestada.
Cuando Dios hubo dejado esto en
claro, antes de la ley, bajo la ley, mediante promesas, mediante la venida y la
presencia de Su Hijo, entonces la obra de Dios asume el lugar de la
responsabilidad del hombre para nuestra salvación y para la gloria de Dios, — en
cuyo terreno la fe sabe que el hombre está completamente perdido. Esto explica
la expresión en el versículo 26), "en
la consumación de los siglos".
La medida del
pecado del hombre colmada
por el rechazo de
Jesús; la consumación de los siglos
Ahora bien, esta obra es perfecta
y ha sido cumplida perfectamente. El pecado había deshonrado a Dios y había separado
al hombre de Él. Todo lo que Dios había hecho para darle los medios de regreso
sólo terminó en darle la oportunidad de colmar la medida de su pecado mediante
el rechazo de Jesús. Pero en esto se cumplieron los consejos eternos de Dios,
al menos fueron establecidas las bases morales y esto fue hecho en infinita
perfección para el cumplimiento real de dichos consejos en sus resultados. De
hecho todo ahora, como siempre en cuanto apropósito, descansaba en el segundo
Adán y en lo que Dios había hecho, no en la responsabilidad del hombre,
mientras que ésta se cumplía plenamente para gloria de Dios. (Compárese 2ª
Timoteo 1:9, 10; Tito 1:1, 2). El Cristo a quien el hombre rechazó había
aparecido para quitar el pecado mediante el sacrificio de Sí mismo. Por tanto
ello fue moralmente la consumación de los siglos.
El pecado será
enteramente borrado como resultado
de la obra y el
poder de Dios;
para la fe esto ya
ha sido realizado
Los resultados de la obra y el
poder de Dios no se han manifestado aún. Una nueva creación los desarrollará.
Pero como hijo de Adán el hombre ha corrido toda su carrera en su relación con
Dios: él está en enemistad contra Dios. Cristo cumpliendo la voluntad de Dios
ha venido en la consumación de los siglos para quitar el pecado por el
sacrificio de Sí mismo y Su obra para este fin ha sido consumada. Este es el
poder moral de Su acto [véase nota], de Su sacrificio ante Dios; como resultado
el pecado será enteramente borrado de los cielos y de la tierra.
[Nota].
Cuanto más examinemos la cruz desde el lado de Dios tanto más veremos esto, a
saber, que la enemistad del hombre contra Dios, y contra Dios venido en bondad
fue exhibida absolutamente; también fue exhibido el poder de Satanás en maldad
sobre el hombre; la perfección del hombre en amor al Padre y obediencia a Él;
la majestad y la justicia de Dios contra el pecado, y el amor a los pecadores,
todo lo que Él es; todo el bien y el mal perfectamente llevados a un punto
final, y eso en el lugar del pecado, es decir, en Cristo por nosotros hecho
pecado. Cuando el pecado estaba como tal ante Su rostro en Aquel sin pecado
donde ello era necesario y Dios perfectamente glorificado, y de hecho también el
Hijo del hombre, todo el asunto fue moralmente resuelto , y nosotros lo
sabemos: los resultados reales aún no se han producido.
Para la fe este resultado, a
saber, la eliminación del pecado ya ha sido realizado en la conciencia [véase
nota], porque Cristo que por nosotros fue hecho pecado ha muerto y ha muerto al
pecado, y ahora ha resucitado y ha sido glorificado, siendo el pecado (tal como
Él por nosotros fue hecho), dejado atrás.
[Nota].
El juicio que caerá sobre los impíos, no es por el pecado. Está mucho
más involucrado también en la obra y la posición de Cristo, incluso la gloria
celestial con Dios: pero ello no es nuestro tema aquí.
El resultado
anunciado; los pecados del creyente
borrados dado que fueron
puestos sobre Cristo en la cruz
en Su primera
venida; Su segunda aparición
no para juicio
sino para salvación
Además, este resultado es
anunciado al creyente, — a los que están esperando el regreso del Señor. La
muerte y el juicio son la porción de los hombres como hijos de Adán. "Cristo,
habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por
segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente
le esperan". (Hebreos 9: 28 – LBA), no para juicio.
Para ellos y en lo que se refiere
a la posición de ellos ante Dios el pecado ha sido ya quitado (Juan 1:29): como
Cristo es, así son ellos; todos sus pecados han sido borrados. Cristo apareció
la primera vez para ser hecho pecado por nosotros y para llevar nuestros
pecados; ellos fueron puestos sobre Él en la cruz. Y con respecto a aquellos
que Le esperan esos pecados han sido enteramente quitados. Cuando Él regrese,
Cristo no tendrá nada que ver con el pecado en lo que a ellos respecta. El
pecado fue completamente tratado en Su primera venida. Él aparece la segunda
vez para librarlos de todos los resultados del pecado, de toda esclavitud. Él aparecerá
pero no para juicio, sino para salvación. La eliminación del pecado en favor de
ellos ante Dios ha sido tan completa, los pecados de los creyentes han sido tan
enteramente borrados, que cuando Él aparece por segunda vez, Él no tiene nada
que ver con el pecado en cuanto a ellos. Él aparece separado del pecado, no
sólo sin pecado en Su bendita Persona, — este fue el caso en Su primera venida,
— sino (en cuanto a aquellos que Le esperan) fuera de todo asunto de pecado,
para la liberación final de ellos.
El carácter de la
segunda venida del Señor;
no vista por el
mundo sino por aquellos que Le esperan;
el momento de la liberación de ellos
La expresión, "sin relación
con el pecado" contrasta con "llevar los pecados de muchos".[Véase
nota]. Pero se observará que el arrebatamiento de la asamblea no está
mencionado aquí. Es bueno prestar atención al lenguaje. El tema es el carácter
de Su segunda venida. Él apareció una vez. Él es visto ahora por los que
Le esperan. La expresión puede ser aplicada a la liberación de los judíos que
Le esperan en los postreros días. Él aparecerá para la liberación de ellos.
Pero nosotros esperamos al Señor para esta liberación y Le veremos cuando Él la
lleve a cabo incluso para nosotros. El apóstol no toca el asunto de la
diferencia entre esto y el hecho de que nosotros seremos arrebatados, y él no
usa la palabra que sirve para anunciar Su aparición pública. Él aparecerá a los
que Le esperan. Él no es visto por todo el mundo, ni ello es consecuentemente
el juicio, aunque eso pueda seguir a continuación. El Espíritu Santo habla sólo
de los que esperan al Señor. Él aparecerá a ellos. Él será visto por ellos y ese
será el momento de la liberación de ellos; de modo que esto es verdad para
nosotros, y también es aplicable al remanente judío en los postreros días.
[Nota].
Es importante ver la diferencia entre los versículos 26 y 28. El pecado tenía
que ser quitado conceptualmente de la vista de Dios, y por lo tanto Él tenía
que ser perfectamente glorificado con respecto a él en aquel lugar donde el
pecado estaba delante de Él. Cristo fue hecho pecado, — apareció para
suprimirlo de la vista de Dios. Además de esto nuestros pecados (la culpa)
estaban en consideración y Cristo los llevó en Su cuerpo sobre el madero. Los
pecados son llevados y Cristo ya no los tiene. Han desaparecido como culpa ante
Dios para siempre. La obra para la supresión del pecado a los ojos de Dios está
terminada y Dios la reconoce como hecha, habiendo glorificado a Jesús que Le
glorificó a Él en cuanto a ello cuando él por nosotros fue hecho pecado. De
modo que para Dios el asunto está resuelto y la fe reconoce esto, pero el
resultado no se ha producido. La obra está ante Dios en todo su valor, pero el
pecado aún existe en el creyente y en el mundo. La fe reconoce ambas cosas y
sabe que a los ojos de Dios la obra está hecha y descansa así como Dios descansa
en ella, pero el creyente sabe que el pecado todavía está, de hecho,
allí y en él: sólo que él tiene derecho a considerarse muerto a él, — que el
pecado en la carne está condenado, pero en el sacrificio por el pecado, de modo
que no hay ninguno para él. La eliminación no se ha cumplido, pero lo que lo
hace sí lo está; de modo que Dios lo reconoce y también lo hace la fe, y él
queda perfectamente limpio ante Dios en cuanto al pecado y a los pecados. El
que está muerto (y nosotros lo estamos como habiendo muerto con Cristo) ha sido
justificado del pecado. Todos nuestros pecados han sido llevados. La dificultad
surge en parte porque la palabra "pecado" es usada para un acto
particular, y también de forma conceptual. En la palabra "pecados" no
hay tal ambigüedad. Un sacrificio por el pecado puede ser aplicado a una falta
particular. Que el pecado entró en el mundo es otra idea. Esta ambigüedad ha
producido la confusión.
Por lo tanto, aquí son presentadas
la posición cristiana y la esperanza del mundo venidero, fundamentadas en la
sangre y en el Mediador del nuevo pacto. Una es la porción actual del creyente,
la otra está asegurada como la esperanza de Israel.
¡Qué maravillosa es la gracia que estamos considerando
ahora!
La gracia y la
bondad de Cristo;
la eficacia de Su
obra consumada;
en presencia de Dios
tan blancos como la nieve
Hay dos cosas que se nos
presentan en Cristo, — a saber, las atracciones a nuestro corazón de Su gracia
y bondad, y Su obra que lleva nuestras almas a la presencia de Dios. Es con
esto último que el Espíritu Santo nos ocupa aquí. No sólo existe la piedad que
la gracia produce; está la eficacia de la obra misma. ¿Cuál es esta eficacia?
¿Cuál es el resultado de Su obra para nosotros? Acceso a Dios en la luz sin un
velo, nosotros mismos enteramente limpios de todo pecado ante Él, tan blancos
como la nieve en la luz que sólo lo muestra. ¡Maravillosa posición para
nosotros! No tenemos que esperar un día del juicio (que ciertamente viene), ni
buscar medios para acercarnos a Dios. Nosotros estamos en Su presencia. Cristo
aparece en la presencia de Dios por nosotros; y no sólo esto pues Él permanece
allí para siempre; por lo tanto nuestra posición nunca cambia. Es verdad que
estamos llamados a andar conforme a esa posición. Pero esto no toca el hecho de
que la posición es esa. ¿Y cómo llegamos a ella? y ¿en qué condición? Nuestros
pecados enteramente quitados, perfectamente quitados, y de una vez para siempre,
y todo el asunto del pecado resuelto para siempre ante Dios, estamos allí
porque Cristo ha terminado la obra que lo suprimió, y sin él a la vista de
Dios. De modo que hay dos cosas, — esta
obra consumada y esta posición que es nuestra en la presencia de Dios.
Contraste entre
cristianismo y judaísmo
Nosotros vemos la fuerza del
contraste entre esto y el judaísmo. Como hemos visto, según este último el
servicio divino era llevado a cabo fuera del velo. Los adoradores no llegaban a
la presencia de Dios. Por lo tanto ellos siempre tenían que empezar de nuevo.
El sacrificio propiciatorio era renovado de año en año, — siendo esto un
testimonio continuamente repetido de que el pecado todavía estaba allí.
Individualmente ellos obtenían un perdón temporal por actos particulares. Ello tenía
que ser renovado constantemente. La conciencia nunca era hecha perfecta, el
alma no estaba en la presencia de Dios, este gran asunto nunca era resuelto.
(¡Cuántas almas están incluso ahora en esta condición!) La entrada del sumo
sacerdote una vez al año no hacía más que proporcionar una prueba de que el
camino seguía cerrado, de que no se podía acceder a Dios sino que el pecado aún
era recordado.
Pero ahora la culpa de los
creyentes ha desaparecido, sus pecados han sido lavados por una obra hecha una
vez para siempre; la conciencia es hecha perfecta; no hay condenación para
ellos. El pecado en la carne ha sido condenado en Cristo cuando fue un
sacrificio por el pecado, y Cristo aparece siempre en la presencia de Dios por
nosotros. El Sumo Sacerdote permanece allí. De este modo, en lugar de tener un
memorial del pecado reiterado de año en año, la justicia perfecta subsiste
siempre para nosotros en la presencia de Dios. La posición ha cambiado por
completo.
La porción del hombre depende
ahora de Cristo, no de Adán
La porción del hombre (pues esta
obra perfecta nos saca del judaísmo) es la muerte y el juicio. Pero nuestra
porción depende ahora de Cristo, no de Adán. Cristo fue ofrecido para llevar
los pecados de muchos [véase nota], — la obra está completa, los pecados
borrados, y para aquellos que Le esperan Él aparecerá sin tener nada que ver
con el pecado, habiendo sido aquel asunto enteramente resuelto en Su primera
venida. En la muerte de Jesús Dios se ocupó de los pecados de aquellos que Le esperan;
y Él no aparecerá para juzgar sino para salvar, — para liberarlos finalmente de
la posición a la cual el pecado los había llevado. Esto tendrá su aplicación al
remanente judío según las circunstancias de la posición de ellos; pero de una
manera absoluta ello es aplicable al cristiano, el cual tiene el cielo por su
porción.
[Nota]. La
palabra "muchos" tiene aquí un doble significado, negativo y
positivo. No podría decirse "todos", o todos serían salvos. Por otra
parte la palabra "muchos" generaliza la obra, de modo que no son sólo
los judíos quienes son su objeto.
Capítulo
10
Cristo se ofreció
a Si mismo una vez para siempre
Hebreos 10. El asunto esencial
establecido en la doctrina de la muerte de Cristo es que Él se ofreció a Sí
mismo una vez para siempre. Debemos tener esto en cuenta para comprender la
plena trascendencia de todo lo que aquí se dice. El décimo capítulo es el
desarrollo y la aplicación de esto. En él el autor recapitula su doctrina
acerca de este asunto y la aplica a las almas, confirmando dicha doctrina
mediante las Escrituras y mediante consideraciones que son evidentes para toda
conciencia iluminada.
El sacrificio de
la ley, la sombra de las cosas venideras
y no la verdadera
imagen de ellas
La ley con sus sacrificios no hacía
perfectos a los adoradores; porque si ellos hubieran llegado a la perfección
los sacrificios no habrían sido ofrecidos de nuevo. Si estos sacrificios eran
ofrecidos de nuevo era porque los adoradores no eran perfectos. Por el
contrario, la repetición del sacrificio era un recordatorio de los pecados;
recordaba al pueblo que el pecado seguía allí y que aún estaba ante Dios. En realidad,
si bien la ley era la sombra de las cosas venideras ella no era la verdadera
imagen de ellas. Había sacrificios; pero ellos eran repetidos en vez de haber
un único sacrificio de eficacia eterna. Había un sumo sacerdote pero él era
mortal y el sacerdocio era transmisible. Él entraba en el Lugar Santísimo pero
sólo una vez al año, estando sin rasgar el velo que ocultaba a Dios, y el sumo
sacerdote no podía permanecer en Su presencia al no ser perfecta la obra. Por
lo tanto, había realmente elementos que indicaban claramente las partes
constitutivas, por así decirlo, del sacerdocio de los bienes venideros; pero el
estado de los adoradores era en un caso exactamente lo contrario de lo que era
en el otro. En el primero cada acto mostraba que la obra de la reconciliación
no estaba hecha; en el segundo la posición del Sumo Sacerdote y del adorador es
un testimonio de que esta obra ha sido consumada, y de que estos últimos han sido
perfeccionados para siempre en la presencia de Dios.
La repetición de
los sacrificios;
el sacrificio de
Cristo ofrecido una sola vez
es la demostración
de su eficacia eterna
En Hebreos 10 este principio es
aplicado al sacrificio. Su repetición demostraba que el pecado estaba allí. El
hecho de que el sacrificio de Cristo sólo se ofreció una sola vez fue la
demostración de su eficacia eterna. Si los sacrificios judíos hubieran hecho a
los adoradores realmente perfectos ante Dios dichos sacrificios habrían dejado
de ser ofrecidos. El apóstol está hablando (aunque el principio es general) del
sacrificio anual en el día de expiación. Porque si por la eficacia del
sacrificio ellos hubieran sido hechos permanentemente perfectos no habrían
tenido ya más conciencia de pecado y no habrían podido tener el pensamiento de
renovar el sacrificio.
Acercándose; la
obra de Cristo excluye toda otra
y toda repetición
de la misma
Observen aquí lo que es muy
importante, a saber, que la conciencia es limpiada, nuestros pecados son
expiados, el adorador se acerca en virtud del sacrificio. El significado del
servicio judío era que la culpa todavía estaba allí; el del cristiano es que ha
desaparecido. En cuanto al primero y con independencia de cuan precioso es el
tipo el motivo es evidente: la sangre de los toros y de los machos cabríos no
podía quitar el pecado. Por lo tanto esos sacrificios han sido suprimidos y una
obra de otro carácter ha sido consumada (aunque aún es un sacrificio), — una
obra que excluye cualquier otra y toda repetición de la misma porque consiste
nada menos que en la consagración de Sí mismo del Hijo de Dios para cumplir la
voluntad de Dios, y la consecución de aquello a lo que Él se consagró: un acto
imposible de repetir porque toda Su voluntad no puede cumplirse dos
veces, y, si ello fuera posible, sería un testimonio de la insuficiencia de la
primera, y así de ambas.
El Hijo de Dios asumiendo
el lugar de sumisión y obediencia,
el deber de
cumplir toda la voluntad de Dios.
Esto es lo que dice el Hijo de Dios
en este solemnísimo pasaje (versículos 5 al 9), en el cual se admite que
nosotros conozcamos, conforme a la gracia de Dios, lo que sucedió entre Dios
Padre y Él mismo cuando Él asumió para Sí mismo el cumplimiento de la voluntad
de Dios, — lo que Él dijo y los consejos eternos de Dios que Él llevó a la
práctica. Él asume el lugar de sumisión y de obediencia, de cumplir la voluntad
de otro. Dios ya no aceptaba los sacrificios que eran ofrecidos bajo la ley
(cuyas cuatro clases son señaladas aquí), A Él no le agradaban. En su lugar Él había
preparado un cuerpo para Su Hijo; ¡vasta e importante verdad! porque el lugar
del hombre es la obediencia. Por consiguiente, al asumir este lugar el Hijo de
Dios se puso en la posición de obedecer perfectamente. De hecho, Él asume el
deber de cumplir toda la voluntad de Dios, sea ella cual fuere, — una voluntad
que es siempre "buena…, agradable y perfecta".
Tomando forma de
siervo
El Salmo 40:6 dice en hebreo:
" Has excavado [véase nota] oídos para mí", traducido en la
Septuaginta como: "Cuerpo me has aparejado"; palabras que por dar el
verdadero sentido son empleadas por el Espíritu Santo. Porque "el
oído" es empleado siempre como señal de la recepción de mandamientos y del
principio de la obligación de obedecer, o de la disposición a hacerlo. "Jehová
el Señor… despierta mañana tras mañana, despierta mi oído" (Isaías 50:4 –
VM), es decir, me ha hecho escuchar Su voluntad, ser obediente a Sus
mandamientos.
[Nota].
No es la misma palabra que "horadará", o perforará en Éxodo 21 ni que
"despierta (o abre)" en Isaías 50. La una (excavado) es preparar para
la obediencia, la otra sería atar a ella para siempre y someterse a la
obediencia cuando se debe. Éxodo 21 insinúa la verdad bienaventurada de que una
vez cumplido Su servicio personal en la tierra, Él no abandonaría a Su asamblea
ni a Su pueblo. Él es siempre Dios, pero siempre hombre, el hombre humillado,
el hombre glorificado y reinante, el hombre sometido, en el disfrute de la
perfección eterna.
La oreja era horadada o era
fijada con una lezna a la puerta para expresar que el israelita estaba unido a
la casa como un esclavo, para obedecer, para siempre. Ahora bien, al tomar un
cuerpo el Señor tomó forma de siervo (Filipenses 2). Oídos fueron excavados
para Él. Es decir, Él mismo Se colocó en una posición en la que tenía que
obedecer toda la voluntad de su Amo, con independencia de cuál pudiese ser
ella. Pero es el propio Señor [véase nota] quien habla en el pasaje que tenemos
ante nosotros: Él dice, "[Tú] me preparaste cuerpo".
[Nota].
Como en toda la epístola el Mesías es el tema. En el Salmo 40 el que habla es
el Mesías, es decir, el Ungido aquí abajo. Expresa Su paciencia y fidelidad en
la posición que había asumido dirigiéndose a Jehová como Su Dios; y Él nos dice
que asumió este lugar voluntariamente conforme a los consejos eternos con respecto
a Su propia Persona. Pues la Persona no ha cambiado. Pero en el salmo 40 Él
habla conforme a la posición de obediencia
que había asumido hablando siempre en primera persona (esperé, yo,
vengo, mí, etc.) ; al hablar de lo que tuvo lugar antes de Su encarnación.
El velo es levantado
de lo que aconteció en el cielo
entre Dios y el
Verbo el cual se comprometió
a hacer Su
voluntad
Entrando más en detalle Él
especifica holocaustos y expiaciones por el pecado, sacrificios que tenían
menos del carácter de comunión y por lo tanto un significado más profundo; pero
a Dios no le agradaban. En una palabra, ya había sido declarado por el Espíritu
que el servicio judío era inaceptable para Dios. Todo debía cesar, era
infructuoso; ninguna ofrenda que formaba parte de él era aceptable. No; los consejos
de Dios mismos se revelan, pero ante todo en el corazón del Verbo, el Hijo de
Dios, el cual Se ofrece a sí mismo para cumplir la voluntad de Dios.
"Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como
en el rollo del libro está escrito de mí". Nada puede ser más solemne que
levantar así el velo de lo que acontece en el cielo entre Dios y el Verbo el
cual asumió hacer Su voluntad. Obsérvese que antes de estar en la posición de
obediencia Él se ofrece para cumplir la voluntad de Dios, es decir, de libre amor
para la gloria de Dios, por voluntad propia; como Uno que tenía el poder Él se
ofrece a Sí mismo. Asume el hecho de obedecer, se compromete a hacer lo que
Dios quiere. Esto es realmente sacrificar toda Su propia voluntad pero
libremente y como resultado de Su propio propósito, aunque con ocasión de la
voluntad de Su Padre. Necesariamente Él debe ser Dios para hacer esto y asumir
el cumplimiento de todo lo que Dios podía querer.
Por qué nos es
comunicado
el gran misterio
de la interacción divina;
la completa
sumisión del Señor
Nosotros tenemos aquí el gran
misterio de esta divina interacción que permanece siempre rodeada de su solemne
majestad aunque nos es comunicada para que podamos conocerla. Y nosotros
debiésemos conocerla; porque es así como comprendemos la gracia infinita y la
gloria de esta obra. Antes de que Él se hiciese hombre, en el lugar donde sólo
la divinidad es conocida, y Sus eternos consejos y pensamientos son comunicados
entre las Personas divinas, el Verbo, — tal como Él nos lo ha declarado a su
debido tiempo por medio del Espíritu profético, — siendo esa la voluntad de
Dios contenida en el libro de los consejos eternos, Aquel que podía hacerlo, se
ofreció libremente a Sí mismo para cumplir esa voluntad. Sumiso a este consejo
ya dispuesto para Él, Él mismo Se ofrece no obstante en perfecta libertad para llevarla
a cabo. Pero al ofrecerse Él se somete, pero al mismo tiempo se compromete a
hacer todo lo que Dios, como Dios, quería. Pero también al asumir hacer la
voluntad de Dios Él lo hizo a modo de obediencia, de sumisión y de consagración.
Porque yo podría comprometerme a hacer la voluntad de otro, como libre y
competente porque yo lo quise hacer así; pero si yo digo "hacer tu
voluntad", esto es en sí mismo sumisión absoluta y completa. Y esto es lo
que hizo el Señor, el Verbo. Él Lo hizo también declarando que había venido
para hacerla. Él asumió una posición de obediencia aceptando el cuerpo
preparado para Él. Él vino para hacer la voluntad de Dios.
La vida de Jesús
en la tierra es la expresión
de lo que Él era
en el cielo como nos es revelado
Aquello de lo que hemos estado
hablando es continuamente manifestado en la vida de Jesús en la tierra. Dios
resplandece a través de Su posición en el cuerpo humano; porque Él era
necesariamente Dios en el acto mismo de Su humillación; y nadie sino Dios
podría haber asumido y haber sido hallado en él; y sin embargo Él fue siempre y
entera y perfectamente obediente y dependiente de Dios. Lo que se reveló en Su
existencia en la tierra fue la expresión de lo que fue realizado en la morada
eterna, en Su propia naturaleza. Es decir (y de esto habla el Salmo 40), lo que
Él declara y lo que Él era aquí abajo son la misma cosa, lo uno en realidad en
el cielo, lo otro corporalmente en la tierra. Lo que Él era aquí abajo no era
sino la expresión, la manifestación viviente, real, corporal de lo que está
contenido en aquellas comunicaciones divinas que nos han sido reveladas y que
eran la realidad de la posición que Él asumió.
Y es muy importante ver estas
cosas en la oferta libre hecha por divina competencia y no sólo en el cumplimiento
de ellas en la muerte. Ello da un carácter muy diferente a la obra corporal
aquí abajo.
La revelación del
salmo 40 imprescindible para explicar
de qué manera el
Señor se hizo siervo por voluntad propia
En realidad desde Hebreos 1 el
Espíritu Santo siempre presenta a Cristo de esta manera. Pero esta revelación
en el Salmo era imprescindible para explicar de qué manera Él se hizo siervo, lo
que el Mesías era realmente; y a nosotros nos abre una inmensa perspectiva de
los modos de obrar de Dios, una perspectiva cuyas profundidades, — tan
claramente como es revelado, y por medio de la misma claridad de la revelación,
— nos muestran cosas tan divinas y gloriosas que inclinamos la cabeza y ponemos
un velo sobre nuestros rostros como si hubiéramos tenido parte, por así
decirlo, en tales comunicaciones, a causa de la majestad de las Personas cuyos
actos y cuyas íntimas relaciones son reveladas. No es aquí la gloria lo que nos
deslumbra. Pero incluso en este pobre mundo no hay nada a lo que seamos más ajenos
que a la intimidad de aquellos que están, en sus estilos de vida, muy por
encima de nosotros. ¡Qué, entonces, cuando se trata de la intimidad de Dios!
¡Bendito sea Su nombre! Porque hay gracia que nos introduce en ella, y que se
ha acercado a nosotros en nuestra debilidad. Entonces se nos permite conocer
esta preciosa verdad: que el Señor Jesús asumió por Su propia voluntad el
cumplimiento de toda la voluntad de Dios, y que a Él le agradó tomar el cuerpo
preparado para Él a fin de cumplirla. El amor, la consagración a la gloria de
Dios, y la manera en que Él asumió obedecer, son expuestos plenamente. Y esto,
— el fruto de los consejos eternos de Dios, — desplaza (por su naturaleza misma)
toda señal provisional: y sólo contiene en sí mismo la condición de toda
relación con Dios y el medio mediante el cual Él mismo se glorifica. [Véase
nota].
[Nota].
Noten también aquí no sólo la realidad sustituyendo las figuras ceremoniales de
la ley, sino la diferencia de principio. La ley exigía para la justicia que el
hombre hiciera la voluntad de Dios y ella lo hacía correctamente. Esa era
justicia humana. Aquí Cristo asume hacerla y la ha cumplido ofreciéndose a Sí
mismo. El hecho de hacer Él así la voluntad de Dios es la base de
nuestra relación con Dios, y ello está hecho y somos aceptos. Como nacidos de
Dios, nuestro deleite es hacer la voluntad de Dios, pero es en amor y novedad
de naturaleza, no para ser aceptos.
El efecto del
sacrificio de Cristo
con respecto a la
santificación
Entonces, el Verbo asume un
cuerpo para ofrecerse a Sí mismo como sacrificio. Además de la revelación de
esta consagración del Verbo para cumplir la voluntad de Dios nos es presentado
también el efecto de Su sacrificio conforme a la voluntad de Dios.
Él vino para hacer la voluntad de
Jehová. Ahora bien, la fe entiende que es por esta voluntad de Dios (es decir,
es por Su voluntad que de acuerdo con Su sabiduría eterna preparó un cuerpo
para Su Hijo) que aquellos a quienes Él ha llamado a Sí mismo para salvación
son apartados para Dios, en otras palabras, son santificados. Es por la
voluntad de Dios que nosotros somos apartados para Él (no por nuestra propia
voluntad), y eso por medio del sacrificio ofrecido a Dios.
Observaremos que la epístola no
habla aquí de la comunicación de vida, o de una santificación práctica obrada
por el Espíritu Santo [véase nota]: pues el tema es la Persona de Cristo
ascendido a lo alto y la eficacia de Su obra. Y esto es importante con respecto
a la santificación porque muestra que la santificación es un apartamiento
completo para Dios como perteneciente a Él al precio de la ofrenda de Jesús,
una consagración a Él por medio de esa ofrenda. Dios tomó a los judíos inmundos
de entre los hombres y los apartó, los consagró para Él mismo; así ahora a los
llamados de esa nación; y gracias a Dios, también a nosotros mismos, por medio
de la ofrenda de Jesús.
[Nota].
De esto último se habla en las exhortaciones, Hebreos 12:14. Pero en la
doctrina de la epístola la expresión "santificación" no es usada en
el sentido práctico de lo que es obrado en nosotros.
La ofrenda de
Cristo es una vez para siempre;
Su sesión a la
diestra de Dios demostrando
el estado al que
Él nos ha llevado.
Pero hay en esta ofrenda otro
elemento ya señalado cuya fuerza la epístola aplica aquí a los creyentes, a
saber, que la ofrenda es "una vez para siempre". Ella no admite repetición.
Si nosotros disfrutamos el efecto de esta ofrenda nuestra santificación es
eterna en su naturaleza. No falla. Ella nunca se repite. Nosotros pertenecemos
a Dios para siempre conforme a la eficacia de esta ofrenda. Por tanto nuestra
santificación, o el hecho de haber sido nosotros apartados para Dios tiene, —
con respecto a la obra que la logró, — toda la estabilidad de la voluntad de
Dios y toda la gracia de la cual surgió; y ella tiene también en su naturaleza
la perfección de la obra misma por la cual fue realizada, y la duración y la
fuerza constante de la eficacia de esa obra. Pero el efecto de esta ofrenda no
se limita a esta separación para Dios. El asunto ya tratado contiene nuestra
consagración por Dios mismo mediante la ofrenda perfectamente eficaz de Cristo
cumpliendo Su voluntad. Y la posición que Cristo ha asumido ahora como
consecuencia de ofrecerse a Sí mismo es empleada para demostrar claramente el
estado al que Él nos ha llevado ante Dios.
Los sacerdotes entre los judíos,
— pues este contraste aún es mantenido, — estaban continuamente ante el
altar para repetir los mismos sacrificios que nunca podían quitar los pecados.
Pero cuando este Hombre hubo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, "se
sentó para siempre [véase nota] a la diestra de Dios". (Hebreos 10:12 –
RVA). Allí, — habiendo terminado para los Suyos todo lo que se refiere a la
presentación de ellos sin mancha ante Dios, — Él espera el momento en que Sus
enemigos serán puestos por estrado de Sus pies conforme al Salmo 110:
"Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus
pies". (Salmo 110:1). Y el Espíritu nos presenta el importante motivo tan
infinitamente preciosa para nosotros: "Porque con una sola ofrenda ha
perfeccionado para siempre a los que son santificados". (Hebreos
10:14 – VM).
[Nota].
La palabra traducida aquí "para siempre" no es la misma que es usada
para eternamente. Ella tiene el sentido de continuamente, sin interrupción, Él
no se levanta ni se pone en pie. Él está siempre sentado pues su obra esta
consumada. De hecho, Él se levantará al final para venir a buscarnos y para
juzgar al mundo, tal como este mismo pasaje nos dice.
La fuerza de la
palabra traducida "para siempre"
Aquí en el versículo 14, como en
el versículo 12, del cual depende este último, la palabra griega traducida como
"para siempre" tiene fuerza de permanencia, — de continuidad
ininterrumpida. Él está sentado para siempre, nosotros hemos sido perfeccionados
para siempre en virtud de Su obra y de acuerdo con la perfecta justicia en la
cual, y conforme a la cual, Él está sentado a la diestra de Dios en Su trono
conforme a lo que Él es personalmente allí, siendo demostrada Su aceptación por
parte de Dios por Su sesión a Su diestra. Y Él está allí por nosotros.
La justicia del
trono;
el origen y
fundamento de nuestra posición;
el testimonio
divino rendido a ella y su aplicación;
los pecados nunca
más recordados
Es una justicia adecuada al trono
de Dios, sí, la justicia del trono. No varía ni falla. Él está sentado allí
para siempre. Entonces, si nosotros hemos sido santificados, — apartados para
Dios, — mediante esta ofrenda conforme a la voluntad de Dios mismo, también
hemos sido perfeccionados para Dios por la misma ofrenda, como presentados a
Él en la Persona de Jesús.
Nosotros hemos visto que esta
posición tiene su origen en la voluntad, la buena voluntad de Dios (una
voluntad que combina la gracia y el propósito de Dios), y que tiene su
fundamento y certeza actual en el cumplimiento de la obra de Cristo, cuya
perfección queda demostrada por el hecho de que Aquel que la llevo a cabo está
sentado a la diestra de Dios. Pero el testimonio, — porque para disfrutar esta
gracia debemos conocerla con certeza divina, y cuanto mayor sea esta certeza tanto
más nuestro corazón sería llevado a dudar de ella, — el testimonio sobre el
cual lo creemos debe ser divino. Y esto así es. El Espíritu Santo nos da
testimonio de ello. La voluntad de Dios es la fuente de la obra; Cristo, el
Hijo de Dios, la llevó a cabo; el Espíritu Santo nos da testimonio de ello. Y consecuentemente
aquí se expone plenamente la aplicación al pueblo llamado por gracia y perdonado,
no meramente el cumplimiento de la obra. El Espíritu Santo nos da testimonio.
"Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones".
¡Bienaventurada posición! La
certeza de que Dios nunca más se acordará de nuestros pecados y transgresiones está
fundamentada sobre la firme voluntad de Dios, sobre la ofrenda perfecta de
Cristo ahora consecuentemente sentado a la diestra de Dios, y sobre el seguro testimonio
del Espíritu Santo. El hecho de que Dios nunca se acordará de nuestros pecados
es un asunto de fe.
La epístola
dirigida a los Hebreos;
el pacto al cual
se alude
Nosotros podemos comentar aquí la
manera en que el pacto es presentado porque si bien como escribiendo a "hermanos
santos, participantes del llamamiento celestial", el autor dice, "nos
atestigua… el Espíritu Santo", la forma de su discurso es siempre la de
una epístola a los Hebreos (creyentes, obviamente, pero Hebreos, todavía
con el carácter de pueblo de Dios). Él no habla del pacto de manera directa,
como un privilegio en el cual los cristianos participaran de manera directa. Él
dice que el Espíritu Santo declara: "Nunca más me acordaré", etc.
Esto es lo que el autor cita. Él sólo alude al nuevo pacto dejándolo de lado consecuentemente
en cuanto a toda aplicación actual. Porque habiendo dicho: "Este es el
pacto", etc., el testimonio es citado como siendo el del Espíritu Santo
para demostrar el asunto capital que estaba tratando, es decir, que Dios no recuerda
nunca más nuestros pecados. Pero él alude al pacto (ya conocido por los judíos
como declarado antes por Dios) que daba la autoridad de las Escrituras a este
testimonio de que Dios no recordaba más los pecados de Su pueblo el cual ha
sido santificado y admitido en Su favor, y que presentaba al mismo tiempo estos
dos pensamientos, a saber, en primer lugar, que este perdón completo no existía
bajo el primer pacto; y en segundo lugar, que la puerta es dejada abierta para
la bendición de la nación cuando el nuevo pacto será formalmente establecido.
Remitidos los
pecados ya no hay más ofrenda por el pecado;
En Cristo;
libertad para entrar en el Lugar Santísimo;
representada por
el gran Sumo Sacerdote
Otra consecuencia práctica es
obtenida, a saber, remitidos los pecados no hay más ofrenda (oblación) por el
pecado. Habiendo el solo sacrificio obtenido la remisión no pueden ser
ofrecidos otros para obtenerla. De hecho puede haber un recuerdo de este único
sacrificio, cualquiera que sea su carácter; pero no puede haber un sacrificio
para quitar los pecados que ya han sido quitados. Por lo tanto, nosotros
estamos en realidad en un terreno completamente nuevo, — en el del hecho de que
mediante el sacrificio de Cristo nuestros pecados han sido totalmente quitados,
y que para nosotros que hemos sido santificados y que hemos sido hechos participantes
del llamamiento celestial, ha sido hecha una limpieza permanente, perfecta y
eterna, se nos ha concedido la remisión y ha sido obtenida la redención eterna.
De modo que a los ojos de Dios nosotros estamos sin pecado en el terreno de la
perfección de la obra de Cristo, el cual está sentado a Su diestra, el cual ha
entrado en el verdadero Lugar Santísimo, en el cielo mismo, para sentarse allí
porque Su obra está cumplida.
Por tanto toda libertad es
nuestra para entrar en el Lugar Santísimo (toda confianza) por la sangre de
Jesús, por un camino nuevo y vivo que es Su carne, para admitirnos sin mancha
en la presencia de Dios mismo, el cual allí Se revela. Para nosotros el velo
está rasgado y Aquel que rasgó el velo para admitirnos ha quitado también el
pecado que nos impedía la entrada. Tenemos también un gran Sumo Sacerdote sobre
la casa de Dios, como hemos visto, el cual nos representa en el Lugar Santísimo.
La justicia
perfecta y el sacerdocio;
plena libertad
para entrar en el Lugar Santísimo
Las exhortaciones que siguen a
continuación están fundamentadas sobre estas verdades. Una palabra antes de
entrar en ellas en cuanto a la relación que existe entre la justicia perfecta y
el sacerdocio. Hay muchas almas que usan el sacerdocio como medio para obtener
el perdón cuando han fracasado. Ellas acuden a Cristo como sacerdote para que
Él interceda por ellas y obtenga el perdón que ellas desean, pero para el cual
ellas no se atreven a pedir a Dios de manera directa. Estas almas, — sinceras
como ellas son, — no tienen libertad para entrar en el Lugar Santísimo. Ellas se
refugian en Cristo para ser llevadas de nuevo a la presencia de Dios. La condición
de ellas es prácticamente aquella en la que se encontraba un judío piadoso.
Ellas han perdido, o más bien nunca han tenido por medio de la fe, la
conciencia real de su posición ante Dios en virtud del sacrificio de Cristo. Yo
no hablo aquí de todos los privilegios de la asamblea pues nosotros hemos visto
que la epístola no habla de ellos. La posición que la epístola establece para
los creyentes es ésta, a saber, aquellos a quienes ella está dirigida no son vistos
como situados en el cielo aunque participantes del llamamiento celestial; pero
una redención perfecta ha sido cumplida, toda culpa ha sido enteramente
eliminada para el pueblo de Dios, el cual ya no se acuerda más de sus pecados.
La conciencia es hecha perfecta, — ellos ya no tienen conciencia de pecado, — en
virtud de la obra realizada una vez para siempre. No hay más duda acerca del
pecado; es decir, de su imputación, de que dicho pecado esté sobre ellos ante
Dios, entre ellos y Dios. No puede haberla debido a la obra consumada en la
cruz. Por lo tanto, la conciencia es perfecta; el Representante y Sumo
Sacerdote de ellos está en el cielo como testigo allí de la obra ya realizada para
ellos.
Por tanto, aunque la epístola no
los presenta como en el Lugar Santísimo, como estando sentados allí, —
como en la epístola a los
Efesios, — ellos tienen plena libertad, completa confianza, para entrar en él. El
asunto de la imputación ya no existe. Sus pecados han sido imputados a Cristo.
Pero Él está ahora en el cielo, — una prueba de que los pecados han sido
borrados para siempre. Por tanto, los creyentes entran con entera libertad a la
presencia de Dios mismo, y eso siempre, sin tener ya más conciencia de pecado
para siempre.
Los pecados
interrumpiendo la comunión
pero no modificando
nuestra posición;
el efecto doble de
la presencia de Cristo a la diestra de Dios;
nuestro abogado
Entonces, ¿cuál es el propósito
para el cual existe el sacerdocio? ¿Qué hay que hacer con los pecados que
nosotros cometemos? Ellos interrumpen nuestra comunión; pero no modifican
nuestra posición ante Dios, ni en el testimonio dado por la presencia de Cristo
a la diestra de Dios. Dichos pecados tampoco plantean alguna duda en cuanto a
la imputación. Ellos son pecados contra esa posición, o contra Dios, medidos
por la relación en la que estamos con Dios, como estando en ella. Porque el
pecado es medido por la conciencia conforme a nuestra posición. La presencia
perpetua de Cristo a la diestra de Dios tiene este efecto doble para nosotros,
a saber, en primer lugar, perfeccionados para siempre nosotros ya no tenemos
conciencia de pecado ante Dios, somos aceptos; en segundo lugar, como sacerdote
Él obtiene gracia para socorrernos en tiempo de necesidad, para que no
pequemos. Pero el ejercicio actual del sacerdocio por Cristo no se refiere al
pecado: por Su obra nosotros ya no tenemos conciencia de pecado, hemos sido perfeccionados
para siempre. Hay otra verdad relacionada con esto que se encuentra en 1ª Juan
2, a saber, nosotros Abogado tenemos [véase nota] para con el Padre, a Jesucristo
el justo. En esto está fundamentada y asegurada nuestra comunión con el
Padre y con Su Hijo Jesucristo. Nuestros pecados no son imputados pues la
propiciación está en todo su valor ante Dios. Pero por el pecado la comunión es
interrumpida; nuestra justicia no es alterada, — pues eso es Cristo mismo a la
diestra de Dios en virtud de Su obra; tampoco la gracia es cambiada, y "él
es la propiciación por nuestros pecados"; pero el corazón se ha alejado de
Dios, la comunión es interrumpida. Pero la gracia actúa en virtud de la
justicia perfecta y por la abogacía de Cristo a favor del que ha fracasado; y
su alma es restaurada a la comunión. No es que nosotros vamos a Jesús para
esto; Él va, incluso si pecamos, a Dios por nosotros (o, en nuestro lugar).
[Nota].
Hay aquí una diferencia en cuanto a detalle pero ella no afecta el tema que
estoy exponiendo. El Sumo Sacerdote tiene que ver con nuestro acceso a Dios; el
Abogado con nuestra comunión con el Padre y Su gobierno de nosotros como hijos.
La epístola a los Hebreos trata acerca del terreno del acceso y nos muestra que
hemos sido perfeccionados para siempre; y la intercesión sacerdotal no es
aplicable a los pecados en aquel sentido. Dicha intercesión trae misericordia y
gracia para socorrer aquí en tiempos de necesidad, pero nosotros hemos sido perfeccionados
para siempre ante Dios. Pero la comunión es necesariamente interrumpida por el
menor pecado o el menor pensamiento ocioso, — en efecto, realmente lo había
sido de manera práctica, si no judicialmente, antes de que el pensamiento
ocioso estuviera allí. Aquí entra la defensa de Juan: "Si alguno hubiere
pecado", y el alma es restaurada. Pero nunca hay imputación al
creyente.
Su presencia allí es el
testimonio de una justicia inmutable que es nuestra, Su intercesión nos
mantiene en la senda en la que tenemos que andar, o como nuestro Abogado
restablece la comunión que está fundamentada en esa justicia. Nuestro acceso a
Dios está siempre abierto. El pecado interrumpe nuestro disfrute de él, el
corazón no está en comunión; la abogacía de Jesús es el medio para despertar la
conciencia mediante la acción del Espíritu y de la Palabra, y nosotros volvemos
(humillándonos) a la presencia de Dios mismo. El sacerdocio y la abogacía de
Cristo se refieren a la condición de una criatura imperfecta y débil, o
fracasada, en la tierra, reconciliándola con la perfección del lugar y la
gloria en que nos coloca la justicia divina. El alma es mantenida firme o
restaurada.
Exhortación a
acercarse en plena certidumbre de fe
Exhortaciones siguen a
continuación. Teniendo así derecho a acercarnos a Dios, acerquémonos con
corazón sincero, en plena certidumbre de fe. Esto es lo único que honra la
eficacia de la obra de Cristo y el amor que nos ha llevado a disfrutar de Dios.
En las palabras que siguen a continuación se hace alusión a la consagración de
los sacerdotes, — una alusión natural puesto que el tema es acerca de acercarse
a Dios en el Lugar Santísimo. Ellos eran rociados con sangre y lavados con agua
y entonces se acercaban para servir a Dios. Sin embargo, aunque no dudo de la
alusión a los sacerdotes, es muy natural que el bautismo haya dado lugar a
ella. Aquí no se habla de la unción, — se trata del poder o privilegio del
derecho moral para acercarse.
Además nosotros podemos mencionar
que en cuanto al fundamento de la verdad este es el terreno sobre el cual
Israel estará en los postreros días. En Cristo en el cielo no será el lugar de
ellos, ni la posesión del Espíritu Santo como uniendo al creyente con Cristo en
el cielo; sino que la bendición se fundamentará en el agua y en la sangre. Dios
no se acordará más de sus pecados; y ellos serán lavados en el agua limpia de
la Palabra.
Perseverancia en
una profesión plena de Cristo
y considerarse
unos a otros;
no hay otro
sacrificio por el pecado si se abandona
deliberadamente el
único sacrificio para andar en pecado.
La segunda exhortación es a perseverar
sin fluctuar en la profesión de la esperanza. Fiel es Aquel que hizo las
promesas.
No sólo debemos tener esta
confianza en Dios para nosotros mismos sino que también debemos considerarnos
unos a otros para el estímulo mutuo; y al mismo tiempo no fracasar en la
profesión pública y común de la fe, pretendiendo mantenerla al mismo tiempo que
es evitada la identificación pública de uno mismo con el pueblo del Señor en
las dificultades relacionadas con la profesión de esta fe ante el mundo.
Además, esta profesión pública tenía un nuevo motivo en que el día se acercaba.
Nosotros vemos que es el juicio lo que aquí es presentado como la cosa
esperada, — para que ello pueda actuar sobre la conciencia y guardar a los
cristianos de volverse al mundo y de la influencia del temor del hombre, — en
lugar de la venida del Señor para arrebatar a Su pueblo. El versículo 26 está
relacionado con el párrafo precedente (versículos 23 a 25), cuyas últimas
palabras sugieren la advertencia del versículo 26; que además está fundamentado
en la doctrina de estos dos capítulos (Hebreos 9 y Hebreos 10), con respecto al
sacrificio. El autor insiste en la perseverancia en una plena profesión de
Cristo pues Su solo sacrificio ofrecido una vez era el único. Si alguno que
había profesado conocer su valor lo abandonaba no había otro sacrificio al que
pudiera recurrir, ni podría repetirse jamás. ya no quedaba sacrificio alguno
por los pecados. Todos los pecados eran perdonados por la eficacia de este
sacrificio: pero si después de haber conocido la verdad ellos elegían en su
lugar el pecado, no había ningún otro sacrificio ni siquiera en la calidad de
la perfección del de Cristo. No quedaba más que el juicio. Tal profesante,
habiendo tenido el conocimiento de la verdad y habiéndola abandonado, asumiría
el carácter de un adversario.
Entonces el caso aquí supuesto es
la renuncia a la profesión de Cristo prefiriendo deliberadamente, — después de
haber conocido la verdad, — andar en pecado conforme a la voluntad propia. Esto
es evidente tanto por lo que precede como por el versículo 29.
Dos grandes
privilegios del cristianismo;
advertencia que si
se renunciaba a estos medios de salvación
no quedaba más que
el juicio
Nosotros tenemos así (Hebreos 6 y
Hebreos 10) los dos grandes privilegios del cristianismo, lo que lo diferencia
del judaísmo, presentados para advertir a los que hacían profesión de lo
primero que la renuncia a la verdad después de disfrutar de estas ventajas era
fatal; porque si se renunciaba a estos medios de salvación no había ningún
otro. Estos privilegios eran la presencia manifiesta y el poder del Espíritu
Santo y la ofrenda que por su valor intrínseco y absoluto no dejaba lugar para
ninguna otra. Ambos poseían una poderosa eficacia que al mismo tiempo daba brío
y fuerza divinos, y por una parte la manifestación de la presencia de Dios, y por
otra daba a conocer la redención eterna y la perfección del adorador; no
dejando medio alguno para el arrepentimiento si alguno abandonaba el poder
manifestado y conocido de esa presencia; sin lugar para otro sacrificio (que
además habría negado la eficacia del primero), después de la obra perfecta de
Dios en la salvación, perfecta tanto con respecto a la redención o a la
presencia de Dios por el Espíritu en medio de los Suyos. No quedaba nada más
que el juicio.
El resultado de
despreciar la gracia de Dios
y lo que Él ha
hecho
Los que despreciaban la ley de
Moisés morían sin misericordia. ¿Qué, pues, no merecerían de la mano de Dios
los que pisoteaban al Hijo de Dios, tenían por cosa común la sangre del pacto
por la cual habían sido santificados y hacían afrenta al Espíritu de gracia? No
era simple desobediencia, por muy mala que ella pudiese ser; era despreciar la
gracia de Dios, y lo que Él había hecho, en la Persona de Jesús, para librarnos
de las consecuencias de la desobediencia. Por una parte, ¿qué les quedaba a
ellos si con el conocimiento de lo que ello era renunciaban a esto? Por otra
parte, ¿cómo podrían ellos escapar al juicio? pues conocían a un Dios que había
dicho que la venganza Le pertenecía y que Él daría el pago; y otra vez, el
Señor juzgaría a Su pueblo.
Santificación
atribuida a la sangre
Obsérvese aquí la manera en que
la santificación es atribuida a la sangre; y también que los profesantes son
tratados como pertenecientes al pueblo. La sangre, recibida por la fe, consagra
el alma a Dios; pero aquí ella es considerada también como un medio externo
para apartar a las personas como un pueblo. Cada individuo que había reconocido
que Jesús es el Mesías, y que la sangre es el sello y fundamento de un pacto
eterno disponible para la limpieza y redención eternas por parte de Dios,
reconociéndose a sí mismo como apartado para Dios, por este medio, como uno del
pueblo, — si cada uno de tales individuos renunciaba a ello, renunciaba como
tal: y no había otra manera de santificarlo. El sistema anterior había perdido
evidentemente su poder para él y él había abandonado el verdadero. Este es el
motivo por el cual se dice, "después de haber recibido el conocimiento de
la verdad".
Cosas mejores
esperadas en los cristianos Hebreos;
una vida de
paciencia y perseverancia caracterizada por la fe,
la fuerza de dicha fe
Sin embargo el autor espera cosas
mejores porque el fruto, señal de vida,
estaba allí. Les recuerda cuánto habían padecido ellos por la verdad y que
incluso habían recibido con gozo el despojo de sus bienes sabiendo que tenían
una mejor y permanente porción en el cielo. Ellos no debían perder esta
confianza cuyo galardón sería grande. Porque ciertamente ellos necesitaban
paciencia para que habiendo hecho la voluntad de Dios ellos pudiesen
recibir el resultado de la promesa. Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Es a esta vida de paciencia y
perseverancia a la que el capítulo es aplicable. Pero hay un principio que es
la fuerza de esta vida y que la caracteriza. En medio de las dificultades del andar
cristiano el justo vivirá por fe; y si alguno retrocede Dios no se complacerá
en él. "Pero", dice el autor, situándose como siempre en medio de los
creyentes, "nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino
de los que tienen fe para preservación del alma". Acto seguido él describe
la acción de esta fe alentando a los creyentes mediante el ejemplo de los
ancianos que habían adquirido su renombre andando conforme al mismo principio
por el cual los fieles estaban llamados a andar ahora.
Capítulo
11
La fe: sus poderes
y su acción; el orden de sus ejemplos
Hebreos 11. Lo que la epístola
nos presenta al comienzo de Hebreos 11 no es una definición de este principio
sino una declaración de sus poderes y acción. La fe hace realidad (da certeza
a) lo que nosotros esperamos, y es una demostración al alma de lo que no vemos.
Hay mucho más orden de lo que
generalmente se piensa en la serie aquí presentada de ejemplos de la acción de
la fe aunque este orden no es el objetivo principal. Señalaré sus principales
características.
Fe con respecto a
la creación por la palabra de Dios
En primer lugar con respecto a la
creación. Perdida en razonamientos y sin conocer a Dios la mente humana buscó
interminables soluciones para la existencia. Los que han leído las cosmogonías
de los antiguos saben cuántos sistemas diferentes, cada uno más absurdo que el
otro, han sido inventados para aquello que la presentación de Dios por medio de
la fe hace que ello sea perfectamente sencillo. La ciencia moderna con una
mente menos activa y más práctica se detiene en las segundas causas y poco se
ocupa de Dios. La geología ha asumido el lugar de la cosmogonía de los hindúes,
de los egipcios, de los orientales y de los filósofos. Para el creyente el pensamiento
es claro y sencillo; su mente está asegurada y comprende por medio de la fe.
Dios hizo que todas las cosas existan por
medio de Su palabra. El universo no es una causa productora; él mismo es una
creación que actúa según una ley que le ha sido impuesta. Aquel que ha hablado
es Uno que tiene autoridad; Su palabra tiene eficacia divina. Él habla, y la
cosa existe. Nosotros sentimos que esto es digno de Dios porque una vez
que Dios es introducido, todo es sencillo. Exclúyanle y el hombre se pierde en
los esfuerzos de su propia imaginación que no puede crear ni llegar al
conocimiento de un Creador porque sólo trabaja con el poder de una criatura.
Por lo tanto, antes de entrar en los detalles de la forma actual de la creación
la Palabra dice sencillamente: "En el principio creó Dios los cielos y la
tierra". (Génesis 1:1). Cualquier cosa que pueda haber sucedido entre eso
y el caos ello no forma parte de la revelación. Ello es diferente de la acción
especial del diluvio que se nos da a conocer. El comienzo del Génesis no
presenta los detalles de la creación en sí, ni la historia del universo. Dicho
comienzo presenta el hecho de que en el principio Dios creó; y después, las
cosas que conciernen al hombre en la tierra. Los ángeles ni siquiera están allí.
De las estrellas sólo se dice: "Hizo también las estrellas"; no se
nos dice cuándo. Entonces, Por la fe entendemos haber sido constituido el
universo por la palabra de Dios.
Pecado y
sacrificio; Abel se acerca por la fe;
testimonio rendido
a su ofrenda
Pero el pecado ha entrado y hay
que encontrar justicia para el hombre caído a fin de que él pueda estar ante
Dios. Dios ha dado un Cordero para el sacrificio. Pero no tenemos aquí ante nosotros
el don de parte de Dios sino el alma que se acerca a Él por la fe.
Entonces, por la fe Abel ofrece a
Dios un sacrificio más excelente que Caín, — un sacrificio que (fundamentado en
la revelación ya hecha por Dios) fue ofrecido en la comprensión que poseía una
conciencia enseñada por Dios con respecto a la posición en que estaba aquel que
lo ofrecía. La muerte y el juicio habían entrado por el pecado, para el hombre
insoportables, aunque él debía experimentarlos. Por lo tanto, él debe ir a Dios
confesando esto; pero debe ir con un sustituto que la gracia ha dado. Él debe
ir con sangre, testimonio al mismo tiempo de juicio y de la gracia perfecta de
Dios. Haciendo esto él estaba en la verdad, y esta verdad era justicia y
gracia. Él se acerca a Dios y coloca el sacrificio entre él y Dios. Recibe el
testimonio de que él es justo, — justo según el justo juicio de Dios. Porque el
sacrificio estaba en relación con la justicia que había condenado al hombre, y
poseía también el valor perfecto de aquello que en él se hacía. El testimonio
es rendido a su ofrenda; pero Abel es justo ante Dios. Nada puede ser más
claro, más precioso acerca de este asunto. No es sólo el sacrificio lo que es
aceptado sino Abel quien viene con el sacrificio. Él recibe de parte de Dios
este testimonio de que él es justo. ¡Dulce y bienaventurado consuelo! Pero el
testimonio es rendido a sus dones, de modo que él poseía toda la certeza de la
aceptación conforme al valor del sacrificio ofrecido. Al ir a Dios por el
sacrificio de Jesús yo no sólo soy justo (recibo el testimonio de que soy
justo), sino que este testimonio es rendido a mi ofrenda; y por lo tanto mi
justicia tiene el valor y la perfección de la ofrenda; es decir, el valor de
Cristo ofreciéndose a Sí mismo a Dios. El hecho de que nosotros recibamos
testimonio por parte de Dios de que somos justos, y al mismo tiempo que el
testimonio sea rendido a la ofrenda que ofrecemos (no a la condición en que
estamos), es de un valor infinito para nosotros. Nosotros estamos ante Dios conforme
a la perfección de la obra de Cristo. Así andamos con Dios.
El poder y los
derechos de la muerte destruida
mostrada por la
exención de Enoc
de la suerte común
de la humanidad
Por la fe, habiendo sido la
muerte el medio de mi aceptación ante Dios, todo lo que pertenece al viejo hombre
queda abolido para la fe; el poder y los derechos de la muerte son enteramente
destruidos, — Cristo los ha experimentado. De este modo, si Dios se complace,
nosotros vamos al cielo sin siquiera pasar por la muerte (compárese con 2ª Corintios
5:1-4). Dios hizo esto como un testimonio por Enoc, por Elías. No sólo los pecados
son quitados y la justicia es establecida por la obra de Cristo sino que los derechos
y el poder de aquel que tiene el poder de la muerte son completamente
destruidos. A nosotros nos puede sobrevenir la muerte, — por naturaleza
estamos expuestos a ella; pero
poseemos una vida que está fuera de su jurisdicción. Si la muerte llega, ella
no es más que una ganancia para nosotros; y aunque nada sino el poder de Dios
mismo puede resucitar o transformar el cuerpo, este poder ha sido manifestado
en Jesús, y ya ha obrado en nosotros vivificándonos (compárese con Efesios
1:19); y obra ahora en nosotros en el poder de la liberación del pecado, de la
ley y de la carne. La muerte, como poder del enemigo, ha sido vencida; ella
llega a ser una "ganancia" para la fe en lugar de ser un juicio sobre
la naturaleza. La vida, el poder de Dios en la vida, obra en santidad y en
obediencia aquí abajo y se manifiesta en la resurrección o en la transformación
del cuerpo. Es un testimonio de poder con respecto a Cristo en Romanos 1:4.
El testimonio que
Enoc recibió de agradar a Dios
y el testimonio que
él dio acerca del juicio del mundo;
su transposición
como una figura
de la posición de
la asamblea
Pero hay otra consideración muy
dulce que debe ser mencionada aquí. Antes que fuese traspuesto Enoc recibió
testimonio de que él agradaba a Dios. Esto es muy importante y muy precioso. Si
nosotros andamos con Dios tenemos el testimonio de que Le agradamos; tenemos la
dulzura de la comunión con Dios, el testimonio de Su Espíritu, Su interacción
con nosotros siendo conscientes de Su presencia, la conciencia de andar conforme
a Su palabra, lo cual sabemos que es aprobado por Él, — en una palabra, una
vida que transcurrida con Él y delante de Él por medio de la fe transcurre a la
luz de Su semblante y en el disfrute de las comunicaciones de Su gracia y de un
seguro testimonio de que le estamos agradando proveniente de Él mismo. Un niño
que camina con un padre bondadoso y conversa con él sin que su conciencia le
reproche nada, — ¿acaso no disfruta él de la sensación del favor de su padre?
En figura Enoc representa aquí la
posición de los santos que componen la asamblea. Él es llevado al cielo en
virtud de una victoria completa sobre la muerte. Por el ejercicio de la gracia
soberana él está fuera del gobierno y de la común liberación de Dios. Por el
Espíritu él da testimonio del juicio del mundo pero no pasa a través de él. (Véase
la epístola de Judas 14-15). Un andar como el de Enoc tiene a Dios como su Objeto;
Su existencia es tenida presente, — el gran asunto de la vida que en el mundo es
vivida como si el hombre lo hiciera todo, — y el hecho de que Él está
interesado en el andar de los hombres, de que Él lo toma en consideración para galardonar
a los que diligentemente Le buscan.
Aceptando el
testimonio de Dios en cuanto al juicio venidero
y el medio para
escapar de él,
Noé preservado
para un mundo futuro
Noé se encuentra en la escena del
gobierno de este mundo. Él no advierte a los demás de los juicios venideros
como alguien que está fuera de ellos aunque él es un pregonero de justicia. (2ª
Pedro 2:5). Él mismo es advertido y para sí mismo pues está en las
circunstancias a las que la advertencia se refiere. Es el espíritu de profecía.
Él es movido por el temor y construye un arca para la salvación de su casa. Así
él condenó al mundo. Enoc no tuvo que construir un arca para pasar a salvo a
través del diluvio. Él no estuvo en ella. Dios lo traspuso, — excepcionalmente.
Noé es preservado (heredero de la justicia que viene por la fe) para un mundo
futuro. Existe un principio general que acepta el testimonio de Dios con respecto
al juicio que caerá sobre los hombres, y el medio proporcionado por Dios para
escapar de él: esto pertenece a todo creyente.
El mundo condenado
por el arca de Noé;
pasando a través del
juicio Noé representa al remanente judío
Pero hay algo más preciso. Abel
tiene el testimonio de que es justo; Enoc camina con Dios, agrada a Dios y es
eximido de la común porción de la humanidad, proclamando como desde lo alto la
suerte que aguarda a los hombres y la venida de Aquel que ejecutará el juicio. Él
avanza al cumplimiento de los designios de Dios. Pero ni Abel ni Enoc, vistos
así, condenaron al mundo como aquello en medio de lo cual ellos transitaban
recibiendo ellos mismos la advertencia dirigida a los que moraban en él. Este
fue el caso de Noé; el profeta, aunque librado, él está en medio de las
personas juzgadas. La asamblea está fuera de ellas. El arca de Noé condenó al
mundo; el testimonio de Dios fue suficiente para la fe, y él hereda un mundo
que había sido destruido, y (lo que pertenece a todos los creyentes) la
justicia que viene por la fe, sobre la cual también el nuevo mundo está
fundamentado. Este es el caso del remanente judío en los postreros días. Ellos
pasan a través de los juicios, de los cuales nosotros, como no pertenecientes
al mundo, hemos sido sacados. Advertidos ellos mismos del modo de gobierno de
Dios en la tierra ellos serán testimonios al mundo de los juicios venideros, y
serán herederos de la justicia que viene por la fe, y testimonios de ella en un
mundo nuevo en el que la justicia será lograda en juicio por Aquel que ha de
venir, y cuyo trono sostendrá el mundo en el cual Noé mismo fracasó. Yo creo
que las palabras, "heredero de la justicia que viene por la fe",
señalan que esta fe que había gobernado a unos pocos se resumió en su persona,
y que todo el mundo incrédulo fue condenado. Testimonio de esta fe antes del
juicio, Noé pasa a través de él; y cuando el mundo es renovado, él es el
testimonio público de la bendición de Dios que descansa en la fe, aunque
exteriormente todo ha cambiado. Por tanto, Enoc representa a los santos del
tiempo actual; Noé, al remanente judío. [Véase nota].
[Nota].
En realidad, a todos los que son librados para el mundo venidero. El estado de
ellos está expresado en el final de Apocalipsis 7, así como el de los judíos en
los primeros versículos de Apocalipsis 14.
Ejemplos de vida
divina en detalle;
la paciencia de la
esperanza que confía en Dios y espera
asumiendo aquí el
lugar de la extranjería
porque se desea
algo mejor; su efecto
Después de establecer los grandes
principios fundamentales de la fe en acción el Espíritu pasa a presentar en
detalle (versículo 8) ejemplos de vida divina siempre en conexión con el
conocimiento judío, con aquello que el corazón de un hebreo no podía dejar de reconocer;
y al mismo tiempo en conexión con el objetivo de la epístola y con las
necesidades de cristianos entre los hebreos.
En el caso anterior hemos visto
una fe que después de reconocer a un Dios-Creador reconoce los grandes
principios de las relaciones del hombre con Dios, y eso hasta el fin en la
tierra.
En lo que sigue a continuación
tenemos en primer lugar la paciencia de la fe cuando no posee sino que confía
en Dios y espera, asegurada del cumplimiento. Esto va desde el versículo 8 hasta
el 22. Nosotros podemos subdividirlo así, — en primer lugar, la fe que asume el
lugar de extranjería en la tierra y lo mantiene porque se desea algo mejor; y
que a pesar de la debilidad encuentra la fortaleza imprescindible para el
cumplimiento de las promesas. Esto es desde el versículo 8 hasta el 16. Su
efecto es la entrada en el gozo de una esperanza celestial. Extranjeros en la
tierra prometida y sin disfrutar el cumplimiento de las promesas aquí abajo, ellos
esperan cosas más excelentes, cosas que Dios prepara en lo alto para los que Le
aman. Él ha preparado una ciudad para los tales. Al unísono con Dios en Sus
propios pensamientos los deseos de ellos (por gracia) responden a las cosas en
las que Él se deleita, ellos son los objetos de Su peculiar consideración. Él
no se avergüenza de llamarse Dios de ellos. Abraham no sólo siguió a Dios a una
tierra que Él le mostró sino que siendo un extranjero allí y no poseyendo la
tierra prometida, por la poderosa gracia de Dios él es exaltado a la esfera de
Sus pensamientos; y disfrutando la comunión con Dios y las comunicaciones de Su
gracia él descansa en Dios por el momento en que él está, acepta su posición de
extranjero en la tierra, y como porción de su fe él espera la ciudad celestial
de la cual Dios es el arquitecto y el constructor. No hubo, por así decirlo,
una revelación abierta de lo que era el tema de esta esperanza, como fue el
caso con aquella por la que Abraham fue llamado por Dios; pero andando lo
suficientemente cerca de Dios como para conocer lo que era disfrutado en Su
presencia, y siendo consciente de que él no había recibido el cumplimiento de
la promesa, él se aferra a mejores cosas y las espera, aunque sólo mirándolas de
lejos, y permanece como un extranjero en la tierra, sin pensar en la patria de
donde él salió.
La aplicación especial de estos
primeros principios de la fe al caso de los cristianos hebreos es evidente. Ellos
son la vida normal de la fe para todos.
Confianza completa
en el cumplimiento de las promesas
a pesar de la
debilidad
El segundo carácter de la fe que
es presentado en esta parte es la confianza completa en el cumplimiento de las
promesas, — una confianza que es mantenida a pesar de todo lo que podía tender
a destruirla. Esto va desde el versículo 17 al 22.
Encontramos a continuación la
segunda gran división, a saber, que la fe se abre paso a través de todas las
dificultades que se oponen a su progreso (versículos 23 al 27). Y desde el
versículo 28 al 31 la fe se muestra a sí misma en una confianza que reposa en
Dios con respecto al uso de los medios que Él pone ante nosotros, y de los que
la naturaleza no puede valerse. finalmente está la energía en general de la cual
la fe es fuente, y los padecimientos que caracterizan el andar de la fe. [Véase
nota].
[Nota].
En general podemos decir que en los versículos 8 al 22 tenemos la fe que
descansa asegurada en la promesa, la paciencia de la fe: y desde el versículo
23 hasta el final tenemos la fe que descansa en Dios para las actividades y
dificultades a las que la fe conduce, la energía de la fe.
El carácter
general de los ejemplos de fe
Este carácter general pertenece a
todos los ejemplos mencionados, a saber, que aquellos que han ejercido la fe no
han recibido el cumplimiento de la promesa; cuya aplicación al estado de los
cristianos hebreos es evidente. Además, estos ilustres héroes de la fe, por muy
honrados que podían ser entre los judíos, no disfrutaban los privilegios que
poseían los cristianos. Dios en Sus designios había reservado algo mejor para
nosotros.
La fe de Abraham;
su renuncia, un
tipo de Cristo en muerte y resurrección
Mencionemos algunos detalles. La
fe de Abraham se muestra a sí misma por una confianza total en Dios. Llamado a
dejar a los suyos rompiendo los lazos de la naturaleza, él obedece. No sabe
adónde va: a él le basta con que Dios le muestre el lugar. Dios, habiéndole
llevado allí, no le da nada. Él habita allí satisfecho, en perfecta confianza
en Dios. Él fue un ganador por ello. Él esperaba una ciudad que tenía
fundamentos. Confiesa públicamente que él es extranjero y forastero en la
tierra (Génesis 23:4). De este modo y en espíritu él se acerca más a Dios.
Aunque no posee nada sus afectos están involucrados. Él desea una patria mejor
y se adhiere a Dios más inmediata y enteramente. Él no desea regresar a su
patria, él busca una patria. Así es el cristiano. En la ofrenda de Isaac hubo
esa confianza absoluta en Dios que por mandato Suyo puede renunciar incluso a
las promesas de Dios como poseídas según la carne, seguro de que Dios las
restauraría mediante el ejercicio de Su poder venciendo a la muerte y todo
obstáculo.
Es así como Cristo renunció a Sus
derechos como Mesías y fue hasta la muerte encomendándose a la voluntad de Dios
y confiando en Él; y recibió todo en resurrección. Y los cristianos hebreos
tenían que ver con esto, con respecto al Mesías y a las promesas hechas a
Israel. Pero, si hay sencillez de fe, para nosotros el Jordán está seco, y
tampoco podríamos haberlo pasado si el Señor no hubiera pasado antes.
Obsérvese aquí que cuando se
confía en Dios y se renuncia a todo por Él, siempre ganamos y aprendemos algo
más de los modos de obrar de Su poder: porque al renunciar conforme a Su
voluntad a algo ya recibido nosotros debemos esperar del poder de Dios que Él nos
concederá algo más. Abraham renuncia a la promesa según la carne. Él ve la
ciudad que tiene fundamentos; puede desear una patria celestial. Él renuncia a
Isaac en quien estaban las promesas: aprende la resurrección pues Dios es
infaliblemente fiel. Las promesas estaban en Isaac: por eso Dios debe restituirlo
a Abraham, y mediante resurrección si él lo ofrecía en sacrificio.
Expresiones de fe
en el futuro cumplimiento de la promesa de Dios;
el futuro regreso
de Israel a su tierra
mostrado en Isaac,
Jacob y José
En Isaac la fe diferencia entre
la porción del pueblo de Dios conforme a Su elección y la del hombre que tiene
derechos de nacimiento conforme a la naturaleza. Este es el conocimiento de los
modos de obrar de Dios en bendición y en juicio.
Por la fe Jacob, extranjero y
débil, sin nada más que el bordón con el que había cruzado el Jordán, adora a
Dios y anuncia la doble porción del heredero de Israel, de aquel a quien sus
hermanos rechazaron, — un tipo del Señor, el heredero de todas las cosas. Esto cimenta
el terreno de la adoración.
Por la fe José, un extranjero, el
representante aquí de Israel lejos de su país, cuenta con el cumplimiento de
las promesas terrenales. [Véase nota].
[Nota].
Observen que en estos casos encontramos los derechos de Cristo en resurrección;
el juicio de la naturaleza y la bendición de la fe, por gracia; la herencia de
todas las cosas celestiales y terrenales por Cristo; y el futuro regreso de
Israel a su tierra.
La fe que supera
toda dificultad mostrada en Moisés
Estas son expresiones de fe en la
fidelidad de Dios, en el futuro cumplimiento de Su promesa. En lo que sigue a
continuación tenemos la fe que supera toda dificultad que se presenta en la
senda del hombre de Dios, en la senda que Dios le marca en su travesía hacia el
cumplimiento de las promesas.
La fe de los padres de Moisés
hace que ellos desatiendan el cruel decreto del rey y esconden a su niño; a
quien Dios, en respuesta a la fe de ellos, preservó por medios extraordinarios
cuando no había otro modo de salvarlo. La fe no razona; actúa desde su propio
punto de vista y deja el resultado a Dios.
Pero los medios que Dios usó para
la preservación de Moisés lo colocaron muy cerca de la posición más elevada en
el reino. Él llegó a poseer allí todas las destrezas que aquella época podía
otorgar a un hombre distinguido por igual por su energía y por su carácter.
Pero la fe hace su obra e inspira afectos divinos que no miran las
circunstancias circundantes como guía de acción, aun cuando esas circunstancias
puedan tener su origen en las providencias más notables.
La fe y no la
providencia como norma y motivo
La fe tiene sus propios objetivos
suministrados por Dios mismo y ella gobierna el corazón teniendo esos objetivos
en perspectiva. Ella nos da un lugar y unas relaciones que gobiernan toda la
vida y no dejan espacio para otros motivos y otras esferas de afecto que
dividirían el corazón; porque los motivos y afectos que gobiernan la fe son
dados por Dios, y son dados por Él para formar y gobernar el corazón.
Los versículos 24 al 26
desarrollan este punto. Se trata de un principio muy importante porque a menudo
oímos declarar a la Providencia como siendo ella un motivo para no andar por
fe. Nunca hubo una Providencia más notable que la que colocó a Moisés en la
corte de Faraón; y ella obtuvo su objetivo. No lo habría obtenido si Moisés no
hubiera abandonado la posición a la que esa Providencia lo había llevado. Pero
fue fe (es decir, los afectos divinos que Dios había creado en su corazón), y no
la Providencia como norma y motivo lo que produjo el efecto para el que la
Providencia lo había preservado y preparado. La Providencia (¡gracias sean
dadas a Dios!) gobierna las
circunstancias; la fe gobierna el corazón y la conducta.
El galardón prometido
por Dios sustenta y anima el corazón,
pero no es la causa
motora
El galardón que Dios ha prometido
entra aquí como un objetivo reconocido en la esfera de la fe. Dicho galardón no
es la causa motora; pero sustenta y anima el corazón que actúa por fe en la
perspectiva del objetivo que Dios presenta a nuestros afectos. Por tanto el
galardón aleja el corazón del presente, de la influencia de las cosas que nos
rodean (sean ellas cosas que nos atraen o que tienden a intimidarnos), y eleva
el corazón y el carácter de aquel que anda por fe y lo confirma en una senda de
consagración que lo conducirá al fin al que él aspira.
El secreto de la estabilidad y de
la verdadera grandeza es un motivo que está afuera de lo que para nosotros es
actual. Podemos tener un objetivo con respecto al cual actuamos; pero
necesitamos un motivo que esté afuera de aquel objetivo, — un motivo divino, — que
nos permita actuar de manera piadosa con respecto a él.
La intervención de
Dios reconocida;
el medio de
seguridad proporcionado;
la eficacia de la
sangre en la que se confía;
el reconocimiento
de la culpa
La fe reconoce también la
intervención de Dios sin verle (versículo 27); y libra así de todo temor al
poder del hombre, — temor al enemigo de Su pueblo. Pero el pensamiento de la
intervención de Dios lleva el corazón a una dificultad mayor que incluso el
temor al hombre. Si Su pueblo ha de ser liberado Dios debe intervenir y eso en
juicio. Pero tanto ellos como sus enemigos son pecadores; y la conciencia de
pecado y de merecer juicio destruye necesariamente la confianza en Aquel que es
el Juez. ¿Se atreven ellos a verle venir a manifestar Su poder en juicio
(porque de hecho esto es lo que debe tener lugar para la liberación de Su
pueblo)? ¿Está Dios a favor nuestro, — pregunta el corazón, — este Dios
que viene en juicio? Pero Dios ha provisto el medio para afirmar la seguridad
en presencia del juicio (versículo 28); un medio aparentemente despreciable e
inútil, pero que en realidad es el único que glorificándole con respecto al mal
del cual somos culpables, tiene el poder de proporcionar refugio del juicio que
Él ejecuta.
La fe reconocía el testimonio de
Dios confiando en la eficacia de la sangre rociada sobre la puerta y podía, con
toda seguridad, dejar que Dios viniera en juicio, — Dios que viendo la sangre pasaría
por alto a Su pueblo creyente. Por la fe celebró Moisés la pascua. Obsérvese
aquí que mediante el acto de poner la sangre sobre la puerta el pueblo reconoció
que era tan objeto del justo juicio de Dios como los egipcios. Dios les había
dado aquello que los preservaba de él; pero eso fue porque ellos eran culpables
y lo merecían. Nadie puede estar delante de Dios.
El juicio y la
liberación de Dios; su antitipo terrenal
Versículo 29. Pero el poder de
Dios se manifiesta, y se manifiesta en juicio. La naturaleza, los enemigos del
pueblo de Dios, piensan pasar a través de este juicio en seco, como aquellos
que están escudados por el poder redentor de la justa venganza de Dios. Pero el
juicio los sorbe en el mismo lugar en el que el pueblo encuentra liberación, — un
principio de maravillosa importancia. Allí, donde está el juicio de Dios, incluso
allí está la liberación. Los creyentes han experimentado verdaderamente esto en
Cristo. La cruz es muerte y juicio, las dos terribles consecuencias del pecado,
la porción del hombre pecador. Para nosotros ellos son la liberación
proporcionada por Dios. Por ellos y en ellos somos liberados, y (en Cristo)
pasamos a través de ellos y estamos fuera de su alcance. Cristo murió y
resucitó; y por medio de lo que debería haber sido nuestra ruina eterna la fe
nos lleva a un lugar donde la muerte y el juicio son dejados atrás, y donde
nuestros enemigos ya no pueden alcanzarnos. Pasamos a través sin que ellos nos
toquen. La muerte y el juicio nos escudan del enemigo. Ellos son nuestra
seguridad. Pero nosotros entramos en una nueva esfera, no sólo vivimos por el
resultado de la muerte de Cristo sino por el de Su resurrección.
Aquellos que en el mero poder de
la naturaleza piensan pasar a través (los que hablan de la muerte y el juicio y
Cristo asumiendo la posición cristiana, y pensando pasar a través aunque el
poder de Dios en redención no está con ellos) son sorbidos.
Con respecto a los judíos este
acontecimiento tendrá un antitipo terrenal; porque en realidad el día del
juicio de Dios en la tierra será la liberación de Israel que habrá sido llevado
al arrepentimiento.
La liberación del
Mar Rojo y de que habló ella:
Dios a favor del pueblo
La liberación en el Mar Rojo va
más allá de la protección de la sangre en Egipto. Viniendo Dios allí en la
expresión de Su santidad, ejecutando juicio sobre el mal, lo que ellos necesitaron
fue ser protegidos de aquel juicio, — ser protegidos del justo juicio de Dios
mismo. Y mediante la sangre Dios viniendo así a ejecutar juicio, fue excluido,
y el pueblo fue puesto en seguridad ante el Juez. Este juicio tuvo el carácter
de juicio eterno. Y Dios tuvo el carácter de un Juez.
En el Mar Rojo no se trató simplemente
de la liberación del juicio que pendía sobre ellos; Dios estuvo a favor
del pueblo, activo en amor y en poder por ellos. [Véase nota].
[Nota].
"Estad firmes", dice Moisés, "y ved la salvación que Jehová hará
hoy con vosotros".
La liberación fue una liberación
real: ellos salieron de esa condición en la que habían estado esclavizados, el
propio poder de Dios los sacó ilesos a través de lo que de otro modo habría
sido la destrucción de ellos. De este modo, en nuestro caso es la muerte y
resurrección de Cristo en las que participamos, la redención que Él en ellas
consumó, [véase nota], lo que nos introduce en una condición completamente
nueva, totalmente fuera de la naturaleza. Ya no estamos en la carne.
[Nota].
Cruzar el Jordán representa al creyente siendo puesto en libertad y
entrando inteligentemente por la fe en los lugares celestiales; ello es ser
conscientes de haber muerto y resucitado con Cristo. El Mar Rojo es el
poder de redención por Cristo.
En cuanto a principio la liberación
terrenal de la nación judía (el remanente judío) será la misma. Fundamentada en
el poder del Cristo resucitado y en la propiciación obrada por Su muerte, esa
liberación será llevada a cabo por Dios, el cual intervendrá a favor de los que
se vuelvan a Él por medio de la fe: al mismo tiempo que sus adversarios (que
son también los de Su pueblo) serán destruidos por el mismo juicio que es la
salvaguardia del pueblo al cual ellos han oprimido.
Las dificultades
desaparecen delante de Dios;
los muros de
Jericó
Versículo 30. Sin embargo, todas
las dificultades no fueron superadas debido a la redención consumada, a la liberación
efectuada. Pero el Dios de la liberación estaba con ellos; las dificultades
desaparecen delante de Él. Lo que para el hombre es una dificultad, para Él no
lo es. La fe confía en Él, y utiliza medios que sólo sirven para expresar esa
confianza. Los muros de Jericó se derrumbaron al sonido de bocinas hechas de
cuernos de carnero, después de que Israel hubo rodeado la ciudad durante siete
días tocando estas bocinas siete veces.
Rahab escapa del
juicio
Rahab, en presencia de toda la
fuerza de los enemigos de Dios y de Su pueblo, fuerza hasta aquel momento
intacta, se identifica con estos últimos antes de que hubieran obtenido una
sola victoria, porque ella sintió que Dios estaba con ellos. Una extranjera para
ellos (como en cuanto a la carne), escapó por la fe al juicio que Dios ejecutó
sobre su pueblo.
Fe bajo diversos
caracteres y energía de paciencia,
sosteniendo bajo
toda clase de padecimientos
Versículo 32. Ya no se entra en
detalles. Israel (aunque los individuos todavía tenían que actuar por fe),
estando establecido en la tierra prometida proporcionó menos ocasión para
desarrollar ejemplos de los principios sobre los cuales la fe actuaba. El
Espíritu habla de manera general de estos ejemplos en los que la fe reaparecía
bajo diversos caracteres y energía de paciencia, y sostenía a las almas bajo
toda clase de padecimientos. La gloria de ellos estaba con Dios, el mundo no
era digno de ellos. Sin embargo ellos no habían recibido nada del cumplimiento
de las promesas; ellos tenían que vivir por medio de la fe, así como los
hebreos a quienes la epístola estaba dirigida. No obstante, estos últimos
disfrutaban privilegios que en modo alguno poseyeron los creyentes de días
anteriores. Ni unos ni otros fueron llevados a la perfección, es decir, a la
gloria celestial a la que Dios nos ha llamado y de la que ellos han de
participar. Abraham y otros esperaron esta gloria; ellos nunca la poseyeron:
Dios no se la daría sin nosotros. Pero Él no nos ha llamado sólo mediante las
mismas revelaciones que Él les hizo a ellos. Para los días del Mesías rechazado
Él había reservado algo mejor. Las cosas celestiales han llegado a ser cosas
del tiempo actual, cosas plenamente reveladas y realmente poseídas en espíritu
por la unión de los santos con Cristo, y el acceso actual al Lugar Santísimo
por la sangre de Cristo.
La porción actual
del cristiano; la cosa mejor reservada
Nosotros no tenemos que ver con
una promesa y una visión diferente de un lugar al cual acercarse desde fuera
cuya entrada aún no había sido concedida, de modo que la relación con Dios no
se fundamentaría en la entrada dentro del velo, — la entrada en Su propia
presencia. Nosotros tenemos ahora libertad para entrar. Pertenecemos al cielo;
nuestra ciudadanía está allí; estamos en el hogar allí. La gloria celestial es
nuestra porción actual, habiendo entrado Cristo como nuestro Precursor. Tenemos
en el cielo un Cristo que es el hombre glorificado. Abraham no tuvo esto. Él
anduvo en la tierra con una mente celestial, esperando una ciudad, sintiendo
que nada más satisfaría los deseos que Dios había despertado en su corazón;
pero él no pudo estar relacionado con el cielo por medio de un Cristo realmente
sentado allí en gloria. Esta es nuestra porción actual. Incluso podemos
decir que estamos unidos a Él allí. La posición del cristiano es muy diferente
de la de Abraham. Dios había reservado alguna cosa mejor para nosotros.
El Espíritu no desarrolla aquí
todo el alcance de esta "cosa mejor" porque la asamblea no es Su
tema. Él presenta el pensamiento general a los hebreos para animarlos, a saber,
que los creyentes del día actual tienen privilegios especiales que disfrutan
por la fe pero que no pertenecieron ni siquiera a la fe de los creyentes en
días anteriores.
Nosotros seremos perfeccionados,
es decir, seremos glorificados juntamente en la resurrección; pero hay una
porción especial que pertenece a los santos ahora y que no perteneció a los
patriarcas. El hecho de que Cristo como hombre está en el cielo después de
haber consumado la redención, y de que el Espíritu Santo por quien estamos
unidos a Cristo está en la tierra, hace que se comprenda fácilmente esta
superioridad concedida a los cristianos. Por consiguiente, incluso el más pequeño
en el reino de los cielos es mayor que el mayor de los que le precedieron.
Capítulo
12
Exhortaciones
prácticas que emanan de la enseñanza doctrinal
en cuanto a los peligros;
corriendo la
carrera que tenemos por delante
Hebreos 12. La epístola entra
ahora en las exhortaciones prácticas que emanan de su enseñanza doctrinal a los
cristianos hebreos con referencia a los peligros peculiares, — enseñanza
adecuada en todo para inspirarles valor. Rodeados de una nube de testigos como los
de Hebreos 11, todos los cuales declararon las ventajas de una vida de fe en
las promesas aún no cumplidas, ellos debían sentirse impulsados a seguir sus pasos
corriendo con paciencia la carrera que tenían por delante y sobre todo apartando
la mirada de todas las dificultades [véase nota] y mirando a Jesús el cual había
corrido toda la carrera de la fe sostenido por el gozo puesto delante de Él, y que
habiendo llegado a la meta se había sentado en la gloria a la diestra de Dios.
[Nota].
No se trata de no ser sensibles a ellas sino que cuando se siente que están
allí, mirar desde ellas a Cristo. Este es el secreto de la fe. No hubiese sido
necesario decir: "Por nada estéis afanosos" (Filipenses 4: 6), si no
hubiese habido nada calculado para despertar el afán. Abraham no consideró su
cuerpo amortecido. (Hebreos 11:12).
El ejemplo del
Señor como habiendo recorrido
toda la carrera de
la fe
Este pasaje no presenta al Señor
como Aquel que otorga la fe sino como Aquel que ha recorrido Él mismo toda la
carrera de la fe. Otros habían recorrido una parte de la senda, habían superado
algunas dificultades; pero la obediencia y la perseverancia del Señor habían
sido sometidas a toda prueba de que es susceptible la naturaleza humana. Los
hombres, el adversario, el hecho de ser desamparado por Dios, todo estuvo
contra Él. Sus discípulos huyen cuando Él está en peligro, Su amigo íntimo Le
traiciona; Él busca a alguien que tenga compasión de Él y no encuentra a nadie.
Los padres (de quienes leímos en el capítulo anterior) confiaron en Dios y
fueron librados, pero en cuanto a Jesús, Él era gusano, y no hombre (Salmo 22);
Su garganta se había enronquecido por el llanto (Salmo 69). Su amor por
nosotros, Su obediencia a Su Padre, superó todo. Él logra la victoria mediante
la sumisión y Se sienta en una gloria exaltado en proporción a la grandeza de Su
anonadación y obediencia, el único y justo galardón por haber glorificado
perfectamente a Dios donde Él había sido deshonrado por el pecado. El gozo y los
galardones que son puestos ante nosotros nunca son los motivos de la senda de
la fe, — nosotros sabemos bien esto con respecto a Cristo pero no es menos
cierto en nuestro caso, — ellos son el
estímulo de los que andan en dicha senda.
Entonces, Jesús que ha alcanzado
la gloria que Le es debida se convierte en un ejemplo para nosotros por los padecimientos
por los que Él pasó para alcanzarla; por lo tanto nosotros no debemos permitir
que nuestro ánimo se canse hasta desmayar. Nosotros aún no hemos perdido, como
Él, la vida por glorificar a Dios y servirle. Es notable la manera en que el
apóstol los lleva a desembarazarse de todo obstáculo, ya sea pecado o
dificultad; como si ellos no tuvieran nada que hacer sino descartarlos como
pesos inútiles. Y de hecho, cuando nosotros miramos a Jesús nada es más fácil;
cuando no lo miramos, nada es más imposible.
Lo que hay que descartar;
la manera y el
poder de hacerlo
Hay dos cosas que deben ser
descartadas, a saber, todo peso, y el pecado que entorpecería nuestros
pies (pues el autor habla de uno que está corriendo en la carrera). La carne,
el corazón humano, está ocupado en preocupaciones y dificultades; y cuanto más
pensamos en ellas, más nos cargamos mediante ellas. Dicho corazón es seducido por
el objeto de sus deseos, no se libra de ellos. El conflicto es con un corazón
que ama aquello contra lo que luchamos; nosotros no nos separamos de ello en el
pensamiento. Cuando miramos a Jesús el nuevo hombre está activo; hay un objeto
nuevo que nos alivia quitando el peso y nos separa de cualquier otro por medio
de un afecto nuevo que tiene su lugar en una nueva naturaleza: y en Jesús mismo,
a quien miramos, hay un poder positivo que nos hace libres.
Es descartando todo de una manera
absoluta que la cosa es fácil, — considerando aquello que llena el corazón con
otras cosas y lo ocupa en una esfera diferente donde un nuevo objeto y una
nueva naturaleza actúan el uno sobre el otro; y en ese objeto hay un poder
positivo que absorbe el corazón y excluye a todos los objetos que actúan
meramente sobre la vieja naturaleza. Lo que se siente como un peso es
fácilmente descartado. Todo es juzgado por su influencia sobre el objetivo al
cual aspiramos. Si yo corro en una carrera y todo mi pensamiento es el premio,
una bolsa de oro es fácilmente desechada. Es un peso. Pero debemos mirar a
Jesús. Sólo en Él podemos descartar cualquier obstáculo fácilmente y sin
reservas. No podemos combatir el pecado mediante la carne.
Pruebas que deben
ser soportadas;
la disciplina de
Dios no debe ser despreciada
ni hay que
desalentarse por ella; su propósito
Pero hay otra clase de pruebas
que vienen desde fuera: no hay que descartarlas, deben ser soportadas. Como
hemos visto, Cristo pasó por ellas. Nosotros no hemos resistido como Él incluso
hasta el derramamiento de nuestra sangre sino más bien fracasamos en fidelidad
y obediencia. Ahora bien, Dios actúa en estas pruebas como un padre. Él nos disciplina.
Quizás estas pruebas vengan del enemigo como en el caso de Job, pero la mano y
la sabiduría de Dios están en ellas. Él disciplina a los que ama. Por tanto, no
debemos despreciar la disciplina ni ser desalentados por ella. No debemos
despreciarla porque Él no disciplina sin motivo ni causa (además, es Dios quien
lo hace); tampoco debemos ser desalentados porque Él lo hace en amor.
Si nosotros perdemos la vida por
el testimonio del Señor y la perdemos al resistir el pecado, el combate termina;
y esto no es disciplina sino la gloria de padecer con Cristo. En este caso la
muerte es la negación del pecado. Aquel que ha muerto está libre del pecado; aquel
que ha padecido en la carne ha terminado con el pecado. Pero hasta ese punto la
carne en la práctica (pues tenemos derecho a considerarnos muertos) no está
todavía destruida; y Dios sabe de qué manera unir la manifestación de la
fidelidad del nuevo hombre que padece por el Señor con la disciplina mediante
la cual la carne es mortificada. Por ejemplo, el aguijón en la carne de Pablo
unía estas dos cosas. Era doloroso para él en el ejercicio de su ministerio
porque era algo que tendía a hacerlo menospreciable cuando predicaba (y él
soportó esto por amor al Señor), pero al mismo tiempo mantenía contenida su
carne.
Los propósitos de
Dios en la santidad;
Los frutos del
ejercicio de alma
Versículo 9. Ahora bien, nosotros
estamos sujetos a nuestros padres naturales los cuales nos disciplinan según su
voluntad: entonces ¡cuánto más no estaremos sujetos al Padre de los espíritus,[véase
nota] el cual
nos hace partícipes de Su santidad! Obsérvese la gracia a la que aquí se apela.
Nosotros hemos visto cuánto necesitaban ser amonestados los hebreos, — la tendencia
de ellos era a fracasar en la carrera de la fe. El medio de prevenir esto es, obviamente,
no escatimar advertencias, sino incluso llevar completamente al alma a la conexión
con la gracia. Sólo esto puede dar fortaleza y valor mediante la confianza en
Dios.
[Nota].
La expresión "Padre de los espíritus" es simplemente un contraste con
la expresión "padres terrenales".
Nosotros no nos hemos acercado al
monte Sinaí, a la ley que nos plantea exigencias, sino a Sion donde Dios
manifestó Su poder al restablecer a Israel por Su gracia en la persona del rey
escogido (David), cuando en cuanto a la responsabilidad del pueblo todo estaba
completamente perdido, toda relación con Dios era imposible en esa posición,
pues el arca se había perdido; ya no había propiciatorio, ya no había trono de
Dios en medio del pueblo. El nombre Icabod estaba escrito sobre Israel.
Por consiguiente, al hablar de
santidad, él dice: «Dios
está activo en amor hacia ti, incluso en tus padecimientos mismos. Él es quien
no sólo ha dado libre acceso a Él mismo por medio de la sangre y por la
presencia de Cristo en el cielo por nosotros, sino que está continuamente
ocupado con todos los detalles de tu vida; Él es aquel cuya mano está en todas
tus pruebas, aquel que piensa incesantemente acerca de ti para hacerte
partícipe de Su santidad».
Esto no es para exigir santidad de nuestra parte, — necesaria como ella debe
ser siempre, — esto es para hacernos partícipes de Su santidad. ¡Qué gracia tan
inmensa y perfecta! ¡Qué medio! Es el medio mediante el cual disfrutar perfectamente
de Dios mismo.
Versículo 11. Dios no espera que
encontremos agradables estos ejercicios de alma en el momento (ellos no
producirían su efecto si lo fueran), pero después y una vez quebrantada la
voluntad producen fruto apacible de justicia. El orgullo del hombre es abatido
cuando él se ve obligado a someterse a aquello que es contrario a su voluntad.
Dios asume también un mayor lugar (siempre precioso) en sus pensamientos y en
su vida.
La gracia, motivo
de la senda dela fe y de la piedad
Versículo 12. Sobre el principio
de la gracia los hebreos son exhortados a animarse a sí mismos en la senda de
la fe, y a que vigilen contra los brotes de pecado entre ellos, ya sea cediendo
a los deseos de la carne o renunciando a los privilegios cristianos por algo
del mundo. Ellos debían andar tan valientemente que sus evidentes gozo y
bendición (que es siempre un testimonio claro y que triunfa sobre el enemigo)
debería hacer que los débiles sientan que ello era también su porción
asegurada; y así se les administraría fortaleza y remedio en vez de desánimo. La
senda de la piedad en cuanto a las circunstancias se iba a hacer fácil, una
senda trillada para las almas débiles y lisiadas; y ellas sentirían más que las
almas más fuertes el consuelo y el valor de una senda tal.
Ya hemos dicho que la gracia es
el motivo dado para este andar; pero la gracia es presentada aquí en una forma
que requiere ser considerada un poco en detalle.
El monte Sinaí
contrastado con el monte de Sion
La epístola dice que no nos hemos
acercado al Monte Sinaí. Los terrores de la majestad de Dios mantenían allí al
hombre a distancia. Nadie debía acercarse a Él. Incluso Moisés temía y temblaba
ante la presencia de Jehová. No es allí donde el cristiano es llevado. Pero en
contraste con tales relaciones como éstas con Dios todo el estado milenial en
todas sus partes es desarrollado; y sin embargo eso es conforme a la manera en
que estas diferentes partes son conocidas ahora como cosas esperadas. Nosotros
pertenecemos a todo ello; pero evidentemente estas cosas aún no están
establecidas. Nombrémoslas: Jerusalén la celestial; los ángeles y la asamblea
general e iglesia de los primogénitos inscritos en el cielo (Hebreos 12:23 –
VM); Dios el Juez de todos; los espíritus de los justos hechos perfectos; Jesús
el Mediador del nuevo pacto; y finalmente, la sangre rociada que habla mejor
que la de Abel.
Nosotros hemos hablado de Sion
como principio. Es la intervención de la gracia soberana (en el rey) después de
la ruina y en medio de la ruina de Israel, restableciendo al pueblo conforme a los
consejos de Dios en gloria y las relaciones de ellos con Dios mismo. Se trata
del reposo de Dios en la tierra, la sede del poder real del Mesías. Pero, como
sabemos, la extensión de la tierra dista mucho de ser los límites de la
herencia del Señor. Sion en la tierra es el reposo de Jehová; no es la ciudad
del Dios vivo, — Jerusalén la celestial es eso, la capital celestial, por así
decirlo, de Su reino, la ciudad que tiene fundamentos cuyo arquitecto y
constructor es Dios mismo.
La asamblea de los
primogénitos en el cielo;
la porción de
ellos; Dios el juez de todos y los reconocidos como Suyos
antes de que la asamblea
celestial fuese revelada
Habiendo nombrado a Sion abajo,
el autor se vuelve de manera natural a Jerusalén arriba, pero esto lo lleva al
cielo y él mismo se encuentra con todo el pueblo de Dios, la gran asamblea
universal [véase nota] del mundo invisible, en medio de una multitud de ángeles.
Sin embargo, hay un objeto peculiar en el que su vista descansa en esta escena
maravillosa y celestial. Es la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están
inscritos en el cielo.
[Nota].
La palabra griega traducida aquí como "congregación (o asamblea)" en
el versículo 23 era la que incluía a todos los estados de Grecia; y
"primogénitos" es la palabra para la asamblea o reunión de ciudadanos
de algún estado específico.
Ellos no nacieron allí, no son
oriundos como lo son los ángeles a los cuales Dios preservó de la caída. Ellos
son los objetos de los consejos de Dios. No es meramente que ellos llegan al
cielo sino que son los gloriosos herederos y primogénitos de Dios conforme a
Sus consejos eternos, de acuerdo con lo cual ellos están inscritos en el cielo.
La asamblea compuesta por los objetos de la gracia llamados ahora en Cristo y
que pertenece al cielo por gracia. Ellos no son los objetos de las promesas, no
son aquellos que no habiendo recibido el cumplimiento de las promesas en la
tierra no dejan de disfrutarlas en el cielo. Ellos no tienen la expectativa de
otra patria o ciudadanía que el cielo. Las promesas no fueron dirigidas a
ellos. Ellos no tienen lugar alguno en la tierra. El cielo está preparado para
ellos por Dios mismo. Sus nombres están inscritos allí por Él. Es el lugar más
alto en el cielo por encima de los tratos de Dios en gobierno, promesa y ley en
la tierra. Esto conduce el retrato de la gloria hasta Dios mismo. Pero
(habiendo alcanzado el punto más alto, aquello que es más excelente en gracia)
Él es visto bajo otro carácter, a saber, como el Juez de todos, como mirando
desde lo alto para juzgar todo lo que está abajo. Esto presenta otra clase de
estos bienaventurados habitantes de la gloria celestial: aquellos a quienes el
Juez justo reconocía como Suyos antes de que se revelara la asamblea celestial,
los espíritus de los justos hechos perfectos. Ellos habían terminado su curso,
habían vencido en el conflicto, sólo estaban esperando la gloria. Ellos habían
estado relacionados con los tratos de Dios en la tierra, pero, — fieles antes
de que llegara el momento de la bendición de ellos, — tenían su reposo y su
porción en el cielo.
El nuevo pacto y su
mediador; la sangre de Cristo derramada
que clama por
perdón y paz
No obstante, el propósito de Dios
era bendecir la tierra. Él no podía hacerlo conforme a la responsabilidad del
hombre pues incluso Su pueblo no era más que hierba. Por tanto, Él establecería
un nuevo pacto con
Israel, un pacto de perdón y según el cual Él escribiría la ley en el corazón
de Su pueblo. El Mediador de este pacto ya había aparecido y había hecho todo lo
que se requería para su establecimiento. Los santos de entre los hebreos habían
acudido al Mediador del nuevo pacto y la bendición estaba así preparada para la
tierra y asegurada para ella. Finalmente,
la sangre de Cristo había sido derramada en la tierra, como la de Abel fue
derramada por Caín; pero en lugar de clamar desde la tierra por venganza de
modo que Caín se convirtió en un errante y extranjero en la tierra (un
sorprendente tipo del judío culpable de la muerte de Cristo), es la gracia la
que habla; y la sangre derramada clama para obtener perdón y paz para aquellos
que la derramaron.
La condición
actual antes de que llegue la bendición terrenal;
la conmoción de
todas las cosas es anunciada;
el reino de Cristo
es inconmovible; el carácter de nuestro Dios;
el consiguiente
servicio apropiado
Se observará que aunque se habla
de las diferentes partes de la bendición milenial con sus fundamentos, todo es
presentado de acuerdo con la condición actual de cosas, antes de la venida de aquel
tiempo de bendición de parte de Dios. Nosotros
estamos en dicho tiempo en cuanto a nuestras relaciones; pero aquí sólo se
habla de los espíritus de los justos del Antiguo Testamento, y sólo del
Mediador de este nuevo pacto: el pacto mismo no ha sido establecido. La sangre
clama pero la respuesta en bendición terrenal no ha llegado todavía. Esto es fácilmente
comprendido pues concuerda exactamente con el estado de cosas existente, e
incluso proyecta considerable luz sobre la posición de los cristianos hebreos y
sobre la doctrina de la epístola. Lo importante para ellos era no apartarse de
Aquel que hablaba desde el cielo. Ellos tenían que ver con Él. Nosotros los
hemos visto relacionados con todo lo que sucedió antes, con el testimonio del
Señor en la tierra; pero de hecho ellos tenían que ver en aquel momento con el
Señor mismo como hablándoles desde el cielo. Su voz conmovió la tierra en aquel
entonces; pero ahora, hablando con la autoridad de la gracia y desde el cielo
Él anunciaba la disolución de todo aquello en lo que la carne podía apoyarse, o
en lo que la criatura podía poner sus esperanzas.
Todo lo que podía ser conmovido
debe ser disuelto. ¡Cuánto más fatal es apartarse de Aquel que habla ahora que
de los mandamientos incluso del Sinaí! Esta conmoción de todas las cosas (ya
sea aquí o en el pasaje análogo de 2ª Pedro 3:10 a 12) evidentemente va más
allá del judaísmo pero tiene una aplicación peculiar a él. El judaísmo era el
sistema y el marco de las relaciones de Dios con los hombres en la tierra según
el principio de la responsabilidad de éstos. Todo esto era de la primera
creación pero sus fuentes estaban envenenadas; el cielo, sede del poder del
enemigo, pervertido y corrompido; el corazón del hombre en la tierra era
corrupto y rebelde. Dios conmoverá y cambiará todas las cosas. El resultado
será una nueva creación en la que morará la justicia.
Mientras tanto las primicias de
esta nueva creación estaban siendo formadas; y en el cristianismo Dios estaba
formando la parte celestial del reino inconmovible; y el judaísmo, — el centro
del sistema terrenal y de la responsabilidad humana, — estaba feneciendo. Por
lo tanto el apóstol anuncia la conmoción de todas las cosas, — anuncia que todo
lo que existe como creación actual será desechado. Con respecto al hecho
presente él sólo dice: "recibiendo nosotros un reino inconmovible"; y
nos llama a servir a Dios con verdadera piedad porque nuestro Dios es fuego
consumidor; no, — como dice la gente, — Dios fuera de Cristo, sino nuestro
Dios. Este es Su carácter en santa majestad y en justo juicio del mal.
Capítulo
13
Exhortaciones
relativas a la senda del cristiano aquí
y con los hebreos
en relación con la próxima demolición
y juicio del judaísmo
Hebreos 13. En este capítulo que
sigue a continuación hay más de una verdad que es importante mencionar. Las
exhortaciones son tan sencillas como de peso, y sólo requieren pocos
comentarios. Ellas descansan en la esfera en que lo hace toda la epístola: a
saber, lo que se relaciona con la senda del cristiano como andando aquí y no lo
que emana de la unión con Cristo en los lugares celestiales. El amor fraternal,
la hospitalidad, la preocupación por los creyentes encarcelados, el
mantenimiento estricto del vínculo matrimonial y de la pureza personal, evitar
la avaricia: tales son los temas de exhortación, todos importantes y
relacionados con el andar benigno de un cristiano, pero no extraídos de las
fuentes y principios más elevados y celestiales de la vida cristiana tal como
vemos en Efesios y Colosenses. Ni aunque pueda haber más analogía las
exhortaciones son como en esta última epístola, — pues la epístola a los
Romanos se basa en general en la vida en Cristo en este mundo presentando la
resurrección de Cristo sin continuar hasta Su ascensión. [Véase nota]. Las que
siguen a continuación se relacionan con las circunstancias en que se
encontraban los hebreos, y se fundamentan en la próxima abolición y juicio del
judaísmo del cual ellos tenían que separarse definitivamente ahora.
[Nota].
Sólo se habla de ello en Romanos 8:34 y hay una alusión en Romanos 10:6.
Al exhortarlos (versículo 7) a
que recuerden a los que han guiado el rebaño el autor habla de los que ya han partido
en contraste con los que aún viven (versículo 17). El resultado de la fe de
ellos bien podría animar a otros a seguir sus pasos, a andar por medio de aquellos
principios de fe que les habían conducido a tan noble resultado.
El Cristo
inmutable
Además, Cristo nunca cambió; Él
es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. Que ellos permanezcan en la
sencillez e integridad de la fe. Nada es una demostración más clara que el
corazón no posee de manera práctica aquello que da descanso en Cristo y que no
se da cuenta de lo que Cristo es, que la búsqueda inquieta de algo nuevo:
"doctrinas diversas y extrañas". Crecer en el conocimiento de Cristo
es nuestra vida y nuestro privilegio. La búsqueda de novedades que son ajenas a
Él es una demostración de que no estamos satisfechos con Él. Pero aquel que no
está satisfecho con Jesús no Le conoce o al menos Le ha olvidado. Es imposible
disfrutar de Él y no sentir que Él lo es todo, es decir, que Él nos satisface y
que por la naturaleza de lo que Él es, Él excluye todo lo demás.
El culto terrenal
judío finalizado; la porción de Cristo: —
en el cielo,
aceptado; en la tierra, expulsado y despreciado
Ahora bien, con respecto al
judaísmo en el cual los hebreos estaban naturalmente inclinados a buscar
satisfacción para la carne, el apóstol va más lejos. Ellos ya no eran judíos en
posesión del culto verdadero a Dios, un culto privilegiado en el que los demás
no tenían derecho a participar. El altar de Dios pertenecía ahora a los
cristianos. Sólo los cristianos tenían derecho a él. Un culto terrenal en el
que no se podía entrar más allá del velo, a la presencia de Dios en el
santuario, ya no podía subsistir, — un culto que tenía su gloria mundana, que
pertenecía a los elementos de este mundo y tenía su lugar allí. Ahora bien, o es
el cielo, o es la cruz y la vergüenza. El gran sacrificio por el pecado ha sido
ofrecido; pero por su eficacia dicho sacrificio nos lleva al santuario, al
cielo mismo, donde la sangre ha sido llevada; y por otra parte el mismo
sacrificio nos lleva fuera del campamento, es decir, fuera de un pueblo
religioso relacionado con el mundo de aquí abajo, llevándonos a la vergüenza y
el rechazo en la tierra. Esta es la porción de Cristo. En el cielo Él es
aceptado, Él ha entrado con Su sangre, — en la tierra Él fue expulsado y
despreciado.
Una religión mundana que forma un
sistema en el que el mundo puede andar y en el que el elemento religioso está
adaptado para el hombre en la tierra es la negación del cristianismo.
Andando en la
tierra como perteneciendo a una ciudad celestial
y buscando sólo
agradar al Señor
Nosotros no tenemos aquí una
ciudad permanente, buscamos la por venir. Por medio de Cristo ofrecemos
nuestros sacrificios de alabanza y acción de gracias. Compartiendo también
nuestros bienes con los demás, haciendo el bien en todos los sentidos,
ofrecemos sacrificios con los que Dios se agrada. (Versículo 16).
Luego él los exhorta a obedecer a
quienes como responsables ante Dios velan por las almas y van delante de los
santos para guiarlos. Ello es una demostración de ese espíritu humilde de la
gracia que sólo busca agradar al Señor.
El apóstol
pidiendo las oraciones de los santos
El sentido de esta
responsabilidad hace que Pablo pida a los santos que oren por él, pero con la
declaración de que él tenía una buena conciencia. Nosotros servimos a Dios,
actuamos para Él cuando Él no está obligado a actuar sobre nosotros. Es decir,
el Espíritu de Dios actúa por nuestro medio cuando Él no tiene que ocuparnos de
nosotros mismos. Cuando este último es el caso uno no podría pedir las
oraciones de los santos como un obrero. Mientras el Espíritu nos está
ejercitando en nuestra conciencia no podemos llamarnos obreros de Dios. Cuando
la conciencia es buena nosotros podemos pedir sin reservas las oraciones de los
santos. El apóstol tanto más las pedía porque esperaba así volver cuanto antes
a verlos.
La bendición del
Dios de paz es invocada
Finalmente,
él invoca la bendición sobre ellos dando a
Dios el título que tan a menudo le atribuye, "el Dios de paz". En
medio del ejercicio de corazón con respecto a los hebreos, de los argumentos
para preservar su amor del peligro de enfriarse, en medio de la inestabilidad
moral que debilitaba el andar de estos cristianos, y sus pruebas en el
desmoronamiento de lo que ellos consideraban estable y santo, este título tiene
un carácter peculiarmente precioso.
En presencia de un
Cristo resucitado; una esperanza inmutable,
y una bendición
inmutable y un pacto eterno;
el deseo del
apóstol
El Espíritu los sitúa también en
presencia de un Cristo resucitado, de un Dios que había fundamentado y
asegurado la paz mediante la muerte de Cristo, y había dado una prueba de ello
en Su resurrección. Él había resucitado a Cristo de los muertos en virtud del
poder de la sangre del pacto eterno. [Véase nota]. Sobre esta sangre las
personas creyentes podían edificar una esperanza que nada podía conmover.
Porque no se trataba de promesas fundamentadas en la condición de la obediencia
del pueblo como en Sinaí, sino del rescate que había sido pagado y de la perfecta
expiación de la desobediencia de ellos. Por lo tanto, la bendición era inmutable
y el pacto era eterno (tal como lo eran la herencia y la redención). Él ora
para que el Dios que lo había realizado obrara en ellos para concederles plenos
poder y energía para el cumplimiento de Su voluntad, haciendo Él mismo en ellos
lo que era agradable delante de Él.
[Nota].
La palabra "eterno" es específica en la epístola a los Hebreos en
contraste con un sistema que estaba feneciendo. Dicha palabra habla de eterna redención
(Hebreos 9:12), de herencia eterna (Hebreos 9:15), incluso del Espíritu eterno
(Hebreos 9:14).
Él los insta a prestar atención a
la exhortación; él sólo les había enviado unas pocas palabras.
Circunstancias que
confirman la idea de que Pablo
escribió esta
carta; la autoridad de la carta
es la autoridad del
Espíritu de Dios
Aquel que escribió la carta desea
que ellos sepan que Timoteo estaba en libertad; él mismo ya lo estaba; él estaba
en Italia; circunstancias que tienden a confirmar la idea de que fue Pablo
quien escribió esta carta, — un asunto muy interesante aunque de ninguna manera
afecta a la autoridad de ella.
Es el Espíritu de Dios quien en
todas partes da Su propia autoridad a la Palabra.
J. N. Darby
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Marzo/Mayo 2023
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
JND = Una traducción literal del Antiguo Testamento
(1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby (1800-82), traducido
del Inglés al Español por: B.R.C.O.
RV1977 = VerSionReina-Valera ReviSion1977 (Publicada por
Editorial Clie).
RV1865 = Versión Reina-Valera Revisión 1865 (Publicada
por: Local Church Bible Publishers, P.O. Box 26024, Lansing, MI 48909 USA).
VM = VerSionModerna, traducción de 1893 de H. B. Pratt,
ReviSion1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
WK = Una traducción del del Nuevo Testamento por William
Kelly, versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.