Sinopsis de los Libros de la Biblia - Nuevo Testamento (J. N. Darby)

HEBREOS (Sinopsis de los Libros de la Biblia (John N. Darby)

ÍNDICE SINOPSIS N.T.
INTRODUCCIÓN AL NUEVO TESTAMENTO
MATEO 1 - 14
MATEO 15 - 28
MARCOS
LUCAS 1 - 8
LUCAS 9 - 24
JUAN 1 - 12
JUAN 13 - 21
HECHOS
LAS EPÍSTOLAS: INTRODUCCIÓN
ROMANOS
1 CORINTIOS
2 CORINTIOS
GÁLATAS
EFESIOS
FILIPENSES
COLOSENSES
1 TESALONICENSES
2 TESALONICENSES
1 TIMOTEO
2 TIMOTEO
TITO
FILEMÓN
HEBREOS
SANTIAGO
1 PEDRO
2 PEDRO
1 JUAN
2 JUAN
3 JUAN
JUDAS
APOCALIPSIS

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SINOPSIS

de los Libros de la Biblia

 

Hebreos

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

Introducción

 

El lugar distintivo de la epístola que nos muestra a Cristo

en el cielo mientras Su pueblo está en debilidad en la tierra

 

La importante naturaleza de la epístola a los Hebreos exige que la examinemos con especial cuidado. Ella tiene su lugar propio muy distintivo. Ella no es la presentación de la posición cristiana en sí misma vista como el fruto de la gracia soberana y de la obra y de la resurrección de Cristo, o como el resultado de la unión de los cristianos con Cristo, los miembros del cuerpo con la Cabeza, — una unión que les da el disfrute de todo privilegio en Él. Se trata de una epístola en la que uno que ha entendido realmente todo el alcance del cristianismo considerado como el hecho de situar al cristiano en Cristo ante Dios ya sea individualmente o como miembro del cuerpo, sin embargo ella considera al Señor desde aquí abajo y presenta Su Persona y Sus cargos como estando entre nosotros y Dios en el cielo mientras nosotros estamos en debilidad en la tierra, con el propósito de separarnos  (como andando en la tierra) de todo lo que nos uniría de una manera religiosa a la tierra; incluso cuando el vínculo había sido ordenado por Dios mismo, como era el caso entre los judíos.

 

Esta epístola nos muestra a Cristo en el cielo y por consiguiente nos muestra que nuestros vínculos religiosos con Dios son celestiales aunque todavía no estamos personalmente en el cielo ni somos vistos como unidos a Cristo allí. Todo vínculo con la tierra está roto incluso mientras andamos sobre la tierra.

 

La epístola está dirigida a los judíos; sus relaciones religiosas,

solemnemente designadas por Dios mismo, que

deben ser reconocidas y abandonadas porque Cristo

en el cielo asume el lugar de ellas

 

Estas enseñanzas son presentadas en una epístola dirigida a los judíos, naturalmente, porque sus relaciones religiosas habían sido terrenales y al mismo tiempo solemnemente designadas por Dios mismo. Los paganos, en cuanto a sus religiones, no tenían relación formal alguna excepto con demonios.

 

En el caso de los judíos esta ruptura con la tierra era mucho más solemne, más absoluta y concluyente en cuanto a naturaleza ya que la relación había sido divina. Esta relación debía ser plenamente reconocida y enteramente abandonada, y no dice aquí que debido a que el creyente está muerto y ha resucitado en Cristo, sino porque Cristo en el cielo asume el lugar de todas las figuras y ordenanzas terrenales. Dios mismo, el cual había instituido las ordenanzas de la ley establecía ahora otros vínculos, diferentes ciertamente en carácter pero Él seguía siendo el mismo Dios.

 

Las relaciones de Dios con Israel van a ser reanudadas en futura

bendición en la tierra; los puntos de vista de las epístolas a los

Romanos y a los Efesios; el objetivo de ellas

 

Este hecho brinda la ocasión para que Sus relaciones con Israel sean reanudadas por Él después de esto, cuando la nación será restablecida, y restablecida en el disfrute de las promesas. No es que esta epístola los ve realmente en aquel terreno; por el contrario, ella insiste acerca de lo que es celestial y en andar por fe como Abraham y otros que no tenían las promesas, pero ella establece principios que pueden ser aplicados a esa posición, y en uno o dos pasajes ella deja (y debiese dejar) un espacio para esta definitiva bendición  de la nación. En la enseñanza directa que proporciona la epístola a los Romanos ella no puede dejar este espacio para las bendiciones del pueblo judío propiamente dichas. En su punto de vista todos son igualmente pecadores y todos los que están en Cristo son justificados juntos ante Dios en el cielo. Menos aún en la epístola a los Efesios, y con el objetivo que ella tiene en perspectiva menos podría haber espacio para hablar de la futura bendición del pueblo de Dios en la tierra. Ella sólo contempla a cristianos unidos a su Cabeza celestial como siendo ellos Su cuerpo; o como la morada de Dios en la tierra por el Espíritu Santo. La epístola a los Romanos, en el pasaje que muestra la compatibilidad de esta salvación (la cual debido a que era de Dios era para todos sin distinción) con la fidelidad de Dios a sus promesas hechas a la nación, evoca aquello de lo cual hablamos aún más claramente de lo que lo hace la epístola a los Hebreos; y nos muestra que Israel, — -aunque de una manera diferente a la anterior, — reasumirá su lugar en la línea peculiar de sus herederos de la promesa; un lugar que a causa de su pecado quedó parcialmente vacante durante un tiempo para permitir la entrada de los gentiles sobre el principio de la fe en esta bienaventurada sucesión. Encontramos esto en Romanos capítulo 11. Pero el objetivo de ambas epístolas es separar por completo a los fieles de la tierra y llevarlos a la relación con el cielo religiosamente; una de ellas (la dirigida a los Romanos) con respecto a la presentación personal de ellos a Dios por medio del perdón y la justicia divina; la otra, con respecto a los medios que Dios ha establecido a fin de que el creyente en su andar aquí abajo pueda encontrar sus relaciones actuales con el cielo mantenidas y su conexión diaria con Dios preservada en su integridad.

 

Yo he dicho preservadas porque éste es el tema de la epístola; [véase nota] pero debe ser añadido que estas relaciones están establecidas en este terreno mediante revelaciones divinas que comunican la voluntad de Dios y las condiciones bajo las cuales Él se complace en relacionarse con Su pueblo.

 

[Nota]. Yo creo que se encontrará que en Hebreos el ejercicio del sacerdocio celestial no es aplicable al caso de una caída en pecado. En el tiempo de necesidad el socorro es por misericordia y gracia. El tema de la epístola es el acceso a Dios, teniendo al Sumo Sacerdote en las alturas; y esto lo tenemos siempre. La conciencia es siempre perfecta (Hebreos 9 y Hebreos 10) en cuanto a la imputación e ir así a Dios. En 1ª. Juan, donde se habla de la comunión que se interrumpe por el pecado, abogado tenemos para con el Padre si alguno hubiere pecado (1ª. Juan 2: 1), — esto también fundamentado en la perfecta justicia y la propiciación en Él. El sacerdocio de Cristo reconcilia una posición celestial perfecta con Dios con una condición débil en la tierra siempre propensa al fracaso, — otorga consuelo y dependencia en la senda a través del desierto.

 

La epístola está dirigida a Hebreos en el terreno de una relación

que todavía existía, aunque su fuerza fue retenida

sólo cuando ellos reconocieron al Mesías; sus primeras palabras

 

Nosotros debemos señalar también que si bien en la epístola a los Hebreos la relación del pueblo con Dios está establecida en un terreno nuevo estando dicha condición fundamentada en la posición celestial del Mediador, ellos son considerados como existiendo ya. Dios trata con un pueblo ya conocido por Él. Se dirige a personas en relación consigo mismo y que durante un largo período han ocupado la posición de un pueblo que Dios había sacado del mundo para Sí mismo. No se trata, como en Romanos, de pecadores sin ley o transgresores de la ley entre los cuales no hay diferencia alguna porque todos por igual están enteramente destituidos de la gloria de Dios, todos por igual son hijos de ira, o no se trata, como en Efesios, de una creación enteramente nueva antes desconocida. Ellos estaban necesitando mejores cosas; pero aquellos a quienes aquí se habla necesitaban eso porque estaban en relación con Dios, y la condición de la relación de ellos con Él no perfeccionaba nada. De hecho, lo que ellos poseían no eran más que señales y figuras; pero yo reitero que aun así el pueblo era un pueblo en relación con Dios. Muchos de ellos podrían rechazar el nuevo método de bendición y gracia y por consiguiente se perderían; pero el vínculo entre el pueblo y Dios es considerado como subsistente: sólo que habiendo sido revelado el Mesías no se podía tener un lugar entre aquel pueblo sino en el reconocimiento del Mesías.

 

Es muy importante para la comprensión esta epístola entender este punto, a saber, que ella está dirigida a Hebreos que estaban en el terreno de una relación que todavía existía [véase nota], aunque sólo conservaba su fuerza en la medida en que reconocían al Mesías el cual era la piedra angular de dicha relación. De ahí que las primeras palabras conectan el estado actual de ellos con revelaciones anteriores en lugar de romper toda conexión e introducir algo nuevo aún no revelado.

 

[Nota]. Él santifica al pueblo con Su sangre. Ellos tenían por inmunda la sangre del pacto con la cual eran santificados. En la epístola a los Hebreos no se habla de ninguna operación santificadora interna del Espíritu aunque hay exhortaciones a la búsqueda de la santidad.

 

El motivo por el cual la epístola no contiene el nombre de su autor; comunicaciones de Dios por medio del Mesías

iniciadas Cuando Jesús estaba en la tierra

 

Algunas observaciones acerca de la forma de la epístola nos ayudarán a entenderla mejor.

 

Ella no contiene el nombre de su autor. El motivo de esto es conmovedor y notable. Ello es porque según esta epístola el propio Señor era el Apóstol de Israel. Los apóstoles que Él envió fueron empleados sólo para confirmar Sus palabras transmitiéndolas a otros, confirmando Dios mismo el testimonio de ellos por medio de dones milagrosos. Esto nos hace comprender también que aunque como Sacerdote el Señor está en el cielo para el ejercicio de Su sacerdocio allí y para establecer sobre un nuevo terreno la relación del pueblo con Dios, sin embargo las comunicaciones de Dios con Su pueblo por medio del Mesías habían comenzado cuando Jesús estaba en la tierra viviendo en medio de ellos. Consecuentemente el carácter de la relación de ellos no era de unión con Él en el cielo; era la relación con Dios en el terreno de las comunicaciones divinas y del servicio de un Mediador con Dios.

 

La epístola como un discurso de un maestro

 

Además, esta epístola es un discurso, un tratado más que una carta dirigida en el ejercicio de las funciones apostólicas a santos con los que el escritor estaba personalmente relacionado. El autor asume el lugar de un maestro más que el de un apóstol. Él habla sin duda desde la altura del llamamiento celestial pero en relación con la posición real del pueblo judío; sin embargo ello fue con el propósito de hacer comprender con detenimiento a los creyentes que debían abandonar esa posición.

 

El momento del juicio de la nación se estaba acercando

 

Se estaba acercando el momento del juicio sobre la nación; y con respecto a esto la destrucción de Jerusalén tuvo gran significancia porque rompió definitivamente toda relación exterior entre Dios y el pueblo judío. Ya no había altar ni sacrificio, no había sacerdote ni santuario. Todo vínculo se rompió en aquel entonces por el juicio y permanece roto hasta que será formado de nuevo bajo el nuevo pacto conforme a la gracia.

 

Con la epístola tenemos más contraste que comparación

 

Además, se encontrará que hay más contraste que comparación. El velo es comparado pero además cerrando la entrada al santuario, en cambio ahora hay un camino nuevo y vivo hacia él (Hebreos 10:20). Tenemos un sacrificio pero además repetido como para decir que los pecados aún estaban allí, en cambio ahora la ofrenda fue hecha una vez para siempre para que no haya recuerdo de los pecados (Hebreos 10:10); y así acerca de cada detalle importante.

 

El sistema judío a punto de ser destruido por Dios; los creyentes

exhortados a salir de él y a llevar el vituperio del Señor

 

El autor de esta epístola (y yo no dudo que fue Pablo, pero esto tiene poca importancia) empleó otros motivos además del juicio inminente para inducir a los judíos creyentes a abandonar sus relaciones judaicas. Sin embargo, él los induce a dar este último paso; y el juicio estaba cercano. Hasta ahora ellos habían vinculado el cristianismo con el judaísmo; había habido miles de cristianos que eran muy celosos de la ley. Pero Dios estaba a punto de destruir por completo aquel sistema, — de hecho, un sistema ya juzgado por el rechazo de Cristo por parte de los judíos y por la resistencia de ellos al testimonio del Espíritu Santo. Nuestra epístola induce a los creyentes a salir por completo de aquel sistema y a llevar el vituperio del Señor, colocando ante ellos un nuevo fundamento para la relación de ellos con Dios en un Sumo Sacerdote que está en los cielos. Al mismo tiempo ello vincula todo lo que ella dice con el testimonio de Dios mediante los profetas a través de la mediación de Cristo, el Hijo de Dios, hablando durante Su vida en la tierra aunque hablando ahora desde el cielo.

 

La continuidad de la nueva posición con la anterior; la relación

de un Cristo celestial; la posición y la enseñanza de Pablo

 

Es expuesta así claramente la nueva posición pero también es establecida la continuidad con la anterior; y por medio del nuevo pacto nosotros tenemos un atisbo de continuidad también con lo que ha de venir, — un hilo mediante el cual otro estado de cosas, el estado milenial, está conectado con la totalidad de los tratos de Dios con la nación, aunque lo que es enseñado y desarrollado en la epístola es la posición de los creyentes (de las personas), formada por la revelación de un Cristo celestial de quien dependía toda la relación de ellos con Dios. Ellos debían salir fuera del campamento (Hebreos13:13); pero ello era porque Jesús, para santificar al pueblo mediante Su sangre, padeció fuera de la puerta. (Hebreos 13:12). Debido a que aquí no hay una ciudad permanente: nosotros buscamos una que está por venir. (Hebreos 13:14). El propio escritor se sitúa entre el resto del pueblo como uno de ellos. Él enseña con la luz plena del Espíritu Santo, pero no a aquellos a quienes él había sido enviado como apóstol con la autoridad apostólica que una misión tal le habría dado sobre ellos. Se entenderá que al decir esto nosotros hablamos de la relación del escritor, no de la inspiración del escrito.

 

La gloriosa persona del Mesías, Sus compasiones y Su gloria

celestial hechas prominentes en primer lugar para que ellos

pudieran seguirle y llevar Su vituperio

 

A la vez que revela las compasiones de Cristo y Sus padecimientos para mostrar que Él es capaz de compadecer a los que padecen y a los que son probados, la epístola no presenta Su humillación ni el vituperio de la cruz hasta el fin cuando, — habiendo sido expuesta Su gloria, — el autor induce al judío a seguirle y a compartir su vituperio.

 

La gloria de la Persona del Mesías, Sus compasiones, Su gloria celestial, son hechas prominentes para fortalecer la fe vacilante de los cristianos judíos y para fortalecerlos en su posición cristiana, para que ellos pudieran ver esta última en su verdadero carácter; y para que estando ellos mismos relacionados con el cielo y establecidos en su llamamiento celestial pudieran aprender a llevar la cruz y separarse de la religión de la carne y no retroceder a un judaísmo tan a punto de fenecer.

 

Lo que caracteriza la epístola como estando dirigida a los Hebreos

 

Entonces nosotros debemos buscar en esta epístola el carácter de las relaciones con Dios formadas sobre la revelación del Mesías en la posición que Él había asumido en las alturas, y no debemos buscar la doctrina de una nueva naturaleza; debemos buscar el acercamiento a Dios en el Lugar Santísimo cosa que era imposible en el judaísmo, pero no debemos buscar la revelación del Padre ni la unión con Cristo en las alturas.

 

El autor está hablando a personas que estaban familiarizadas con los privilegios de los padres.

 

Dios habiendo hablado por los profetas había hablado ahora

en la persona de Su Hijo; la conexión de esta revelación

con las palabras anteriores

 

Dios había hablado a los padres por medio de los profetas en diferentes tiempos y de diferentes maneras; y ahora, al final de esos días, es decir, al final de los días de la dispensación israelita en los cuales la ley debiese haber estado en vigor; al fin de los tiempos durante los cuales Dios mantuvo relación con Israel (sosteniéndolas con un pueblo desobediente por medio de los profetas), — al fin luego de esos días Dios había hablado en la Persona del Hijo. No hay infracción alguna de la ley para comenzar un sistema totalmente nuevo. El Dios que antes había hablado por medio de los profetas procedió ahora a hablar en Cristo.

 

Ello no fue sólo inspirando a hombres santos (como Él había hecho antes) para que ellos pudiesen recordar a Israel la ley y anunciaran la venida del Mesías. Él mismo había hablado como el Hijo, — en [Su] Hijo. Vemos de inmediato que el escritor conecta la revelación de los pensamientos de Dios hecha por Jesús [véase nota], con las palabras anteriores dirigidas a Israel por los profetas. El autor, identificándose con Su pueblo, dice que Dios nos ha hablado, como Él habló a nuestros padres por los profetas.

 

[Nota]. Nosotros veremos que a la vez que el escritor muestra al comienzo que el Sujeto de su discurso se había sentado a la diestra de Dios, él habla también de las comunicaciones del Señor cuando estaba en la tierra. Pero incluso aquí está en contraste con Moisés y los ángeles como siendo Él mucho más excelente. Todo tiene en perspectiva la liberación de los creyentes judíos del judaísmo.

 

Habiendo hablado el Mesías, la gloria de Su persona y

su posición estaban expuestas

 

El Mesías Había hablado, el Hijo del cual las Escrituras ya habían testificado. Esto brinda la ocasión para exponer de acuerdo con las Escrituras la gloria de este Mesías, de Jesús, en cuanto a Su Persona y a la posición que Él ha asumido.

 

Y  aquí nosotros debemos recordar siempre que es del Mesías de quien el autor habla. — de Aquel que una vez habló en la tierra. Él declara realmente Su gloria divina; pero lo que declara es la gloria de Aquel que ha hablado, la gloria de aquel Hijo que había aparecido conforme a las promesas hechas a Israel.

 

La doble gloria de Cristo como Hijo de Dios e Hijo del Hombre;

la solemne autoridad de Su palabra

 

Esta gloria es doble y está en relación con el doble cargo de Cristo. Es la gloria divina de la Persona del Mesías, el Hijo de Dios. La solemne autoridad de Su palabra está relacionada con esta gloria. Y luego está la gloria con la cual está investida Su humanidad de acuerdo con los consejos de Dios, — la gloria del Hijo del Hombre; una gloria relacionada con Sus padecimientos durante Su estadía aquí abajo que Lo prepararon para el ejercicio de un sacerdocio tanto misericordioso como inteligente con respecto a las necesidades y a las pruebas de Su pueblo.

 

Resumen de los capítulos 1 y 2 como fundamento

de la doctrina de la epístola

 

Estos dos capítulos son el fundamento de toda la doctrina de la epístola. En el capítulo 1 encontramos la gloria divina de la Persona del Mesías; en Hebreos 2:1-4 (que continúa el tema), encontramos la autoridad de Su palabra; y desde el versículo 5 al versículo 18 encontramos Su gloriosa humanidad. Como Hombre, todas las cosas están sujetas a Él; sin embargo, antes de ser glorificado Él participó en todos los padecimientos y en todas las tentaciones a que están sometidos los santos cuya naturaleza Él había asumido. Con esta gloria está relacionada Su sacerdocio: Él puede socorrer a los que son tentados porque Él mismo padeció la tentación. Por lo tanto, Él es el Apóstol y el Sumo Sacerdote del pueblo "llamado". (Hebreos 3: 1).

 

Capítulos 3:7 a 4:13: la gloria accesoria de Cristo como Cabeza

sobre la casa de Dios; consiguientes exhortaciones

 

A esta doble gloria es unida una gloria adjunta: Él es Cabeza, como Hijo, sobre la casa de Dios poseyendo esta autoridad como Aquel que creó todas las cosas así como Moisés tenía autoridad como siervo en la casa de Dios en la tierra.. Los creyentes a quienes se estaba dirigiendo el escritor inspirado eran ahora esta casa, si al menos se mantenían firmes en la confesión de Su nombre hasta el fin. (Hebreos 3:5, 6). Porque el peligro de los Hebreos convertidos era el de perder su confianza porque no había nada ante sus ojos como cumplimiento de las promesas. Por eso siguen las exhortaciones (Hebreos 3:7 a Hebreos 4:13), exhortaciones que remiten a oír la voz del Señor como portadora de la palabra de Dios en medio del pueblo para que ellos no endurezcan sus corazones.

 

Capítulos 4:14 a capítulo 12:2: el sacerdocio y el sacrificio de Cristo; exhortaciones fundamentadas en ellos

 

Desde Hebreos 4:14 el tema del sacerdocio es tratado conduciendo al valor del sacrificio de Cristo pero introduciendo también de paso los dos pactos e insistiendo acerca del cambio de la ley necesariamente resultante del  cambio de sacerdocio. Luego viene el valor del sacrificio muy plenamente en contraste con las figuras que acompañaban al antiguo pacto; y en las cuales, y en la sangre que en ellas era derramada, se fundamentaba el pacto mismo. Esta enseñanza acerca del sacerdocio continúa hasta el final de Hebreos 10:18. Las exhortaciones fundamentadas en ella introducen el principio de la perseverancia de la fe que conduce a Hebreos 11, capítulo en el cual se pasa revista a la nube de testigos coronándolos con el ejemplo de Cristo mismo, el cual completó toda la carrera de la fe a pesar de todos los obstáculos y que nos muestra dónde termina esta senda dolorosa pero gloriosa. (Hebreos 12:2).

 

Capítulos 12:3 a 13:25: pruebas en la senda de la fe; advertencia

y estímulo; la posición cristiana bajo la cruz; separación del judaísmo.

 

Desde Hebreos 12:3 el autor entra más detenidamente en las pruebas encontradas en la senda de la fe y presenta la más solemne advertencia con respecto al peligro de aquellos que retroceden, y los más preciosos estímulos a aquellos que perseveran en ella exponiendo la relación a la que somos llevados por gracia: y finalmente en Hebreos 13 él exhorta a los creyentes Hebreos acerca de varios detalles y en particular acerca de asumir sin reservas la posición cristiana bajo la cruz, enfatizando el hecho de que sólo los cristianos tenían la verdadera adoración a Dios y que los que decidían perseverar en el judaísmo no tenían derecho a participar en ello. En una palabra, él querría que ellos se separaran definitivamente de un judaísmo que ya había sido juzgado y que mantuvieran firme el llamamiento celestial llevando la cruz aquí abajo. Ahora era un llamamiento celestial y la senda, una senda de fe.

 

Tal es el resumen de nuestra Epístola. Volvemos ahora al estudio de sus capítulos en detalle.

 

Capítulo 1

 

Se habla al remanente creyente; la verdadera gloria del Mesías,

el único objeto de la fe

 

Hemos dicho que en Hebreos 1 encontramos la gloria de la Persona del Mesías, el Hijo de Dios, por medio de quien Dios ha hablado al pueblo. Cuando digo, 'al pueblo', es evidente que nosotros entendemos que la epístola está dirigida al remanente creyente, participantes, se dice, del llamamiento celestial (Hebreos 3:1, pero considerados como los únicos que ocupan el verdadero lugar de pueblo.

 

Se trata de una distinción dada al remanente en vista de la posición que el Mesías asumió en relación con Su pueblo, a quienes Él vino primeramente. El remanente probado y despreciado visto como el único que realmente tiene su lugar es alentado y su fe es sostenida por la verdadera gloria de su Mesías, oculta a sus ojos naturales y objeto único de la fe.

 

El Hijo debería haber sido esperado por los judíos;

lo que no convenía a sus corazones carnales

 

"Dios" (dice el escritor inspirado situándose él mismo entre los creyentes de la nación amada), "nos ha hablado en la persona del Hijo". (Hebreos 1: 1, 2 – JND). El Salmo 2 debería haber llevado a los judíos a esperar al Hijo, y ellos debiesen haberse formado una idea elevada de Su gloria a partir de Isaías 9 y otras Escrituras que, de hecho, eran aplicadas al Mesías por sus maestros como aún lo demuestran los escritos rabínicos. Pero que Él esté en el cielo y no haya elevado a Su pueblo a la posesión de la gloria terrenal, esto no se adecuaba al estado carnal de sus corazones.

 

La gloria celestial y la posición del Mesías;

la posición celestial de Su pueblo;

La perfecta compasión de Cristo como Hombre para

mantener la comunión de ellos con el cielo

 

Ahora bien, lo que es presentado aquí es la gloria celestial, esta verdadera posición del Mesías y de Su pueblo en relación con Su derecho divino a la atención de ellos y a la adoración de los ángeles mismos, donde el Espíritu de Dios saca a relucir de manera tan infinitamente preciosa la gloria divina de Cristo con el propósito de exhortar a Su pueblo a creer en una posición celestial; exponiendo al mismo tiempo  en lo que sigue a continuación Su perfecta compasión con nosotros, como Hombre, para mantener la comunión de ellos con el cielo a pesar de las dificultades de la senda de ellos en la tierra.

 

La asamblea no es encontrada en Hebreos sino su

Salvador presentado en Su persona, obra y sacerdocio;

el llamamiento celestial

 

Así, aunque la asamblea no es encontrada en la epístola a los Hebreos salvo en una alusión a todos comprendidos en la gloria milenial en Hebreos 12, el Salvador de la asamblea es presentado allí en Su Persona, Su obra y Su sacerdocio, muy profusamente a nuestro corazón y a nuestro entendimiento espiritual; y el llamamiento celestial está en sí mismo muy particularmente desarrollado.

 

La obra del Salvador es una parte de la manifestación de Su gloria divina

 

Es también muy interesante ver la forma en que la obra de nuestro Salvador, consumada para nosotros, forma una parte de la manifestación de Su gloria divina.

 

El Hijo como el creador

 

"Dios.. nos ha hablado en la persona del Hijo" (Hebreos 1: 1, 2 – JND), dice el autor inspirado de nuestra epístola. Entonces, Él es este Hijo. Primero Él es declarado Heredero de todas las cosas. Es Él quien ha de poseer gloriosamente como Hijo todo lo que existe. Tales son los decretos de Dios. Además, es por medio de Él que Dios creó el universo (o los mundos). (Hebreos 1: 2). [Véase nota]. Todo el vasto sistema de este universo, esos mundos desconocidos que trazan sus caminos en las vastas regiones del espacio en orden divino para manifestar la gloria de un Dios-Creador, son obra de Su mano, de Aquel que nos ha hablado, del Cristo divino.

 

[Nota]. Una interpretación particular ha sido presentada por algunos para  la palabra αἰῶνας·, edades, traducida como "universo" o mundos; pero es cierto que la palabra es usada por la Septuaginta (es decir, en el griego helenístico o escritural) para los mundos físicos.

 

La gloria personal de Cristo en plenitud;

el Mesías que ha asumido Su lugar en los cielos;

el que creía en Él sería sacado del judaísmo

 

En Él ha resplandecido la gloria de Dios: Él es la impronta  perfecta de Su ser. Nosotros vemos a Dios en Él, en todo lo que Él dijo, en todo lo que Él hizo, en Su Persona. Además, mediante el poder de Su palabra Él sostiene todo lo que existe. Entonces Él es el Creador. Dios se revela en Su Persona. Él sustenta todas las cosas mediante Su palabra que tiene por tanto un poder divino. Pero esto no es todo (porque todavía estamos hablando del Cristo); hay otra parte de Su gloria, ciertamente divina, pero manifestada en humana naturaleza. Aquel que era todo esto que acabamos de ver, habiendo efectuado por medio de Sí mismo (consumando Su propia gloria [Véase nota] y para Su gloria) la purificación de nuestros pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.

 

[Nota]. El verbo griego tiene aquí una forma peculiar que le da un sentido reflexivo, haciendo que la cosa efectuada regrese al hacedor, arrojando la gloria de la cosa hecha sobre aquel que la hizo.

 

Aquí está en plenitud la gloria personal de Cristo. Él es de hecho el Creador, la revelación de Dios, el sustentador de todas las cosas mediante Su palabra, Él es el Redentor. Él mismo ha efectuado la purificación de nuestros pecados; se ha sentado a la diestra de la Majestad en las alturas. Es el Mesías quien es todo esto. Él es el Dios-Creador pero es un Mesías que ha asumido Su lugar en los cielos a la diestra de la Majestad, habiendo consumado la purificación de nuestros pecados. Nosotros percibimos de qué manera esta exhibición de la gloria de Cristo, el Mesías, ya sea personal o de posición, sacaría del judaísmo a todo aquel que creía en ella, aunque vinculándose ella misma con las promesas y esperanzas judías. Él es Dios, Él ha bajado del cielo, Él ha subido allí de nuevo.

 

La posición de Cristo mucho más eminente que la de los ángeles;

demostrado por las Escrituras; la gloria del cristianismo

muy por encima de la de la ley

 

Ahora bien, aquellos que se unían a Él se encontraban en otro aspecto también por encima del sistema judío. Aquel sistema fue ordenado en relación con los ángeles pero Cristo ha asumido una posición mucho más eminente que la de los ángeles porque Él tiene como Su herencia propia un nombre (es decir, una revelación de lo que Él es) el cual es mucho más excelente que el de los ángeles. Tras esto el autor de esta epístola cita varios pasajes del Antiguo Testamento que hablan del Mesías para mostrar lo que Él es en contraste con la naturaleza y la posición relativa de los ángeles. La significancia de estos pasajes para un judío convertido es evidente y de inmediato nosotros percibimos la adaptación del argumento a ellos porque la economía judía estaba bajo la administración de ángeles, según la creencia de ellos, una creencia totalmente basada en la palabra .[Véase nota].

 

[Nota]. Ver Salmo 68:17 , Hechos 7:53 ; Gálatas 3:19.

 

Y al mismo tiempo eran sus propias Escrituras las que demostraban que el Mesías iba a tener una posición mucho más excelente y exaltada que la de los ángeles, según los derechos que Le correspondían en virtud de Su naturaleza y conforme a los consejos y a la revelación de Dios: de modo que quienes se unían a Él eran llevados a una conexión con aquello que eclipsaba enteramente la ley y todo aquello que relacionaba con ella y con la economía judía que no podía ser separada de ella y cuya gloria era de carácter angélico. La gloria del cristianismo, — y el autor habla de los que reconocían que Jesús es el Cristo, — estaba tan por encima de la gloria de la ley que ambas no podían estar realmente unidas.

 

El título de "Mi Hijo" aplicado al Mesías nacido en la tierra;

Su relación en el tiempo con Dios; el uso de dicho título  

en el Salmo 2 y en Hebreos 1:5

 

Las citas comienzan por la del Salmo 2. Está escrito que Dios nunca ha dicho a ninguno de los ángeles: "Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy". Es este carácter de Filiación, propio del Mesías el que, como una relación real, Lo distingue. Él era desde la eternidad el Hijo del Padre; pero no es precisamente en este punto de vista como Él es considerado aquí. El nombre expresa la misma relación pero este título es aplicado aquí al Mesías nacido en la tierra. Porque el Salmo 2 al constituirle como Rey en Sion anuncia el decreto que proclama Su título. "Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy", es su relación en el tiempo con Dios. (Salmo 2:7). Yo no dudo que ello depende de Su gloriosa naturaleza; pero esta posición para el hombre fue adquirida por el milagroso nacimiento de Jesús aquí abajo y  fue demostrada como verdadera y decidida en su verdadera trascendencia por Su resurrección. En el Salmo 2 el testimonio presentado de esta relación está en conexión con Su realeza en Sion pero el Salmo declara las glorias personales del Rey reconocido por Dios. En virtud de los derechos relacionados con este título todos los reyes son llamados a someterse a Él. Además, este Salmo habla del gobierno del mundo cuando Dios establece al Mesías como Rey de Sion, y no habla del evangelio. Pero en el pasaje citado (Hebreos 1:5) Lo que se expone es la relación de gloria en la que Él subsiste con Dios, el fundamento de Sus derechos, y no los derechos reales mismos.

 

 

El Hijo en su relación con Dios y no Su relación eterna con el Padre.

 

Lo mismo ocurre en la cita siguiente: "Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo". Nosotros vemos claramente que aquí se trata de la relación en la que Él está con Dios, en la que Dios Lo acepta y Lo reconoce y no Su relación eterna con el Padre: "Yo seré a él Padre", etc. De este modo aún se trata del Mesías, el Rey de Sion, el Hijo de David, pues estas palabras son aplicadas en primer lugar a Salomón, como hijo de David (2º Samuel 7:14 y 1º Crónicas 17:13). En este segundo pasaje la aplicación de la expresión al verdadero Hijo de David es más clara. Una relación tan íntima (se puede decir, expresada con tanto afecto) no era la porción de ángeles. El Hijo de Dios, reconocido  como tal por Dios mismo, — ésta es la porción del Mesías en relación con Dios. Entonces el Mesías es el Hijo de Dios de una manera totalmente peculiar que no podría ser aplicada a ángeles.

 

Ángeles llamados a adorar al primogénito, al heredero,

que tiene preeminencia universal

 

Pero aún más: — cuando Dios introduce al Primogénito en el mundo todos los ángeles son llamados a adorarle. Dios Lo presenta al mundo; pero los más altos de los seres creados deben entonces postrarse a Sus pies. Los ángeles de Dios mismo, — las criaturas que están más cerca de Él, — deben rendir homenaje al Primogénito. Esta última expresión también es notable. El Primogénito es el Heredero, el principio de la manifestación de la gloria y del poder de Dios. La palabra es empleada en este sentido. Del Hijo de David se dice: "Yo también le pondré por primogénito, El más excelso de los reyes de la tierra". (Salmo 89:27). El Mesías es introducido así en el mundo como ocupando este lugar con respecto a Dios mismo. Es el Primogénito, — la expresión inmediata de los derechos y de la gloria de Dios. Él tiene preeminencia universal.

 

La gloria posicional del Mesías

 

Tal es, por así decirlo, la gloria posicional del Mesías. No sólo es Cabeza del pueblo en la tierra como Hijo de David, ni siquiera es sólo el Hijo reconocido de Dios en la tierra según el Salmo 2, sino que es el Primogénito universal; de modo que la principal y más exaltada de las criaturas, las más cercanas a Dios, los ángeles de Dios, los instrumentos de Su poder y gobierno deben rendir homenaje al Hijo en esta Su posición.

 

La gloria propia y personal del Mesías

 

Sin embargo esto está lejos de ser todo y este homenaje mismo estaría fuera de lugar si Su gloria no fuera propia y personal, si dicha gloria no estuviera relacionada con Su naturaleza. No obstante lo que tenemos ante nosotros en este capítulo sigue siendo el Mesías como reconocido por Dios. Dios nos dice lo que Él es. De los ángeles dice: Él "hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego". (Hebreos 1:7). Él no hace que Su hijo sea algo pues Él reconoce lo que Él es diciendo: "¡Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos; y un cetro de rectitud es el cetro de tu reino!". (Hebreos 1:8 - JND, RV1977, RV1865, VM). El Mesías puede tener un trono terrenal (que tampoco Le es arrebatado sino que cesa por Su toma de posesión de un trono eterno), pero Él tiene un trono que es por los siglos de los siglos.

 

La divinidad y el trono eterno del Señor; compañeros para

un Hombre fiel cuyo lugar está tan por encima de ellos

 

Como Mesías el cetro de Su trono es un cetro de rectitud. (Hebreos 1: 8 – JND, RV1977, RV1865, VM). Cuando estuvo aquí abajo Él también amó personalmente la rectitud y aborreció la iniquidad; por tanto Dios Lo ungió con óleo de alegría más que a Sus compañeros. Estos compañeros son el remanente creyente de Israel a quienes Él ha hecho por gracia Sus compañeros, aunque (complaciendo perfectamente a Dios por Su amor a la rectitud, — y eso, a toda costa) Él es exaltado más que todos ellos. Este es un pasaje notable porque mientras por una parte la divinidad del Señor está plenamente establecida así como Su trono eterno, por otra parte el pasaje desciende a Su carácter como el hombre fiel en la tierra donde Él hizo hombres piadosos, — el pequeño remanente de Israel que esperaba redención, Sus compañeros; al mismo tiempo ello Le da (y no podría ser de otra manera) un lugar por encima de ellos.

 

El hombre humilde reconocido como compañero de Jehová y el

remanente pobre reconocido como compañeros del divino Salvador.

 

Luego el texto vuelve a la gloria que Le fue dada como Hombre teniendo la preeminencia aquí como en todas las cosas.

 

Ya he comentado en otra parte que mientras que como leemos en Zacarías Jehová reconoce como compañero Suyo al Hombre humillado contra el cual Su espada se levanta para herir; aquí, donde la divinidad de Jesús es expuesta, el mismo Jehová reconoce al remanente pobre de creyentes como compañeros del divino Salvador. ¡Maravillosos vínculos entre Dios y Su pueblo! (Zacarías 13: 7).

 

Poseyendo el trono eterno de equidad Cristo es reconocido por Dios y glorificado sobre todos los demás

 

Entonces, Él ya tiene en estos notables testimonios el trono eterno y el cetro de justicia: Él es reconocido como Dios aunque Hombre, y glorificado sobre todos los demás como recompensa de justicia.

 

El Salvador cortado en medio de Sus días era el Creador mismo

 

Pero la declaración de Su divinidad, la divinidad del Mesías, debe ser más precisa. Y el testimonio es de la mayor hermosura. El Salmo que lo contiene es una de las expresiones más completas que encontramos en la Escritura del sentido que Jesús tenía de Su humillación en la tierra, de Su dependencia de Jehová, y de que habiendo sido levantado como Mesías de entre los hombres, fue abatido y Sus días acortados. Si Sion fuera reconstruida (y el Salmo habla proféticamente del tiempo en que ello ocurrirá), ¿dónde estaría Él, Mesías como era, si, debilitado y humillado, fuera cortado en medio de sus días (como fue el caso)? En una palabra, se trata de la expresión profética del corazón del Salvador en la perspectiva de lo que Le sucedió como Hombre en la tierra, la palabra de Su corazón a Jehová en aquellos días de humillación, en presencia del renovado afecto del remanente para con el polvo de Sion, — un afecto que el Señor había producido en sus corazones y que por lo tanto era una muestra de Su buena voluntad y Su propósito de restablecerlo. Pero, ¿cómo podía participar en ello un Salvador que había sido cortado? (una pregunta inquisitiva para un judío creyente, tentado en ese aspecto). Las palabras aquí citadas son la respuesta a esta pregunta. Humilde como Él era, Él era el Creador mismo. Él era siempre el mismo [véase nota]; Sus años nunca podían acabar. Era Él quien había fundado los cielos: Él los envolverá como un vestido, pero Él mismo nunca cambiaría.

 

[Nota]. Las palabras traducidas, "Tú eres el mismo", ( σὺ αὐτὸς, sú autós) son tomadas por muchos hebraístas eruditos - al menos σὺ, sú - como un nombre de Dios. En cualquier caso, como es inmutablemente lo mismo, equivale a ello. Los años que no acaban son de duración interminable cuando Él se hace hombre.

 

El testimonio que las Escrituras dan del Mesías

 

Entonces, tal es el testimonio que dan del Mesías las Escrituras de los propios judíos: — la gloria de Su posición por encima de los ángeles que administraban la dispensación de la ley; Su trono eterno de equidad; Su divinidad inmutable como Creador de todas las cosas.

 

El lugar actual de Cristo es Su propio lugar

 

Una cosa restaba para completar esta cadena de gloria, — es decir, el lugar ocupado actualmente por Cristo aún en contraste con los ángeles (lugar que depende, por una parte, de la gloria divina de Su Persona; por otra, de la consumación de Su obra). Y este lugar está a la diestra de Dios que es Aquel que Lo llamó a sentarse allí hasta que Él haya puesto a Sus enemigos por estrado de Sus pies. No solamente en Su Persona gloriosa y divina, no solamente Él ocupa el primer lugar con respecto a todas las criaturas del universo (hemos hablado de esto que tendrá lugar cuando Él sea introducido en el mundo), sino que Él tiene Su propio lugar a la diestra de la Majestad en los cielos. ¿A cuál de los ángeles ha dicho Dios esto jamás? Ellos son siervos de parte de Dios para los herederos de la salvación.

 

Capítulo 2

 

La exhortación a los judíos creyentes en cuanto

a la palabra anunciada, la palabra de salvación

 

Hebreos 2. Este es el motivo por el cual es tanto más necesario prestar atención a la Palabra anunciada a fin de que ellos no la dejen desaparecer de la vida y de la memoria.

 

Dios había mantenido la autoridad de la Palabra que era comunicada por medio de los ángeles castigando la desobediencia a ella pues ella era una ley. Entonces, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación que el propio Señor ha anunciado? Por lo tanto el servicio del Señor entre los judíos era una palabra de salvación que los apóstoles confirmaban y que el poderoso testimonio del Espíritu Santo establecía.

 

Tal es la exhortación dirigida a los creyentes judíos fundamentada en la gloria del Mesías, ya sea con respecto a Su posición o a Su Persona, llamándolos a alejarse de lo que era judío a pensamientos más elevados acerca de Cristo.

 

El testimonio del Señor a Israel; su confirmación

 

Ya hemos comentado que el testimonio del cual esta epístola trata es atribuido al Señor mismo. Por lo tanto no debemos esperar encontrar en ella la asamblea (como tal), de la cual el Señor sólo había hablado proféticamente; sino Su testimonio en relación con Israel, entre los cuales Él residió en la tierra, con independencia del alcance de aquel testimonio. Aquello de lo cual los apóstoles hablaban sólo es tratado aquí como una confirmación de la propia palabra del Señor a la que Dios añadió Su testimonio mediante las manifestaciones milagrosas del Espíritu el cual distribuyó Sus dones a cada uno conforme a Su propia voluntad.

 

La gloria del Señor como Hijo del Hombre, en relación con

el mundo venidero, excluyendo completamente a los ángeles

 

La gloria de la que hemos estado hablando es la gloria personal del Mesías, el Hijo de David; y Su gloria en el tiempo actual durante el cual Dios Lo ha llamado a sentarse a Su diestra. Él es el Hijo de Dios, Él es incluso el Creador; pero también está Su gloria en relación con el mundo venidero como Hijo del Hombre. Hebreos 2 habla todavía de esto comparándole a Él con los ángeles pero para excluirlos aquí por completo. En el capítulo anterior ellos tenían su lugar: la ley fue dada por medio de ángeles; ellos son siervos por parte de Dios de los herederos de la salvación. En el capítulo 2 ellos no tienen lugar alguno, no reinan; el mundo venidero no está sujeto a ellos, es decir, esta tierra habitable dirigida y gobernada como lo estará cuando Dios habrá consumado aquello de lo cual Él ha hablado por los profetas.

 

Todas las cosas sujetas bajo los pies del Hijo del Hombre

 

El orden del mundo puesto en relación con Jehová bajo la ley, o que yace en tinieblas, ha sido interrumpido por el rechazo del Mesías, el cual ha asumido Su lugar a la diestra de Dios en las alturas sin que Sus enemigos hayan sido todavía entregados en Su mano para ser juzgados porque Dios está llevando a cabo Su obra de gracia y reuniendo a la asamblea. Pero Él aún establecerá un nuevo orden de cosas en la tierra; éste será "el mundo venidero". Ahora bien, ese mundo no está sujeto a los ángeles. El testimonio  presentado en el Antiguo Testamento con respecto a esto es el siguiente: "¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él o el Hijo del Hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, Le coronaste de gloria y de honra, le pusiste sobre las obras de tus manos; Todo lo sujetaste bajo sus pies". (Hebreos 2:5-8; Salmo 8:4-6).  Por lo tanto, todas las cosas sin excepción (excepto Aquel que ha hecho que se sujeten a Él), están, según el propósito de Dios, sujetas bajo los pies del hombre, y en particular del Hijo del Hombre.

 

 

El testimonio de los Salmos 1, 2 y 8 de Cristo hecho inferior a

los ángeles como hombre, rechazado y exaltado

 

Cuando estudiamos el Libro de los Salmos vimos lo que recuerdo aquí, a saber, que este testimonio en el Salmo 8 es, con respecto a la posición y dominio de Cristo como hombre, un anticipación del Salmo 2. El Salmo 1 pone ante nosotros el hombre justo, aceptado por Dios, el remanente piadoso con el que Cristo se relacionó; El Salmo 2 presenta los consejos de Dios respecto a Su Mesías a pesar de los esfuerzos hechos por los reyes y gobernantes de la tierra. Dios Lo establece como Rey en Sion y convoca a todos los reyes para que rindan homenaje a Aquel a quien Él proclamó que es Su Hijo en la tierra. Después vemos que siendo Él rechazado el remanente padece y este Salmo 2 es lo que Pedro cita para demostrar el levantamiento de las autoridades  de la tierra, judíos y gentiles, contra el Mesías. (Hechos 4:25). Pero el Salmo 8 muestra que todo esto sólo sirvió para ampliar la esfera de Su gloria. Cristo asume la posición de hombre y el título de Hijo del Hombre y disfruta Sus derechos según los consejos de Dios; y hecho un poco menor que los ángeles Él es coronado de gloria y de honra. Y no sólo se hace que los reyes de la tierra se sujeten a Él sino que todas las cosas, sin excepción, son puestas bajo Sus pies. [Véase nota]. Esto es lo que el apóstol cita aquí. El Cristo ya había sido rechazado y Su instalación como Rey en Sion aplazada para ser llevada a cabo en un período posterior. Él había sido exaltado a la diestra de Dios, como hemos visto; y el título más amplio Le fue añadido, aunque el resultado no había sido aún consumado.

 

[Nota]. Compárese la respuesta de Cristo a Natanael al final de Juan 1; también Mateo 17 y Lucas 9 donde se prohíbe a los discípulos anunciarle como el Cristo, y Él declara que está a punto de padecer como Hijo del Hombre pero les muestra la gloria venidera.

 

El cumplimiento parcial del Salmo 8 es una  garantía de

su cumplimiento ; por qué Cristo fue hecho inferior a los ángeles;

coronado de gloria y de honra

 

La epístola nos llama aquí a prestar atención a esto. Nosotros no vemos todavía el cumplimiento de todo lo que anuncia este Salmo, a saber, que todas las cosas deben estar sujetas bajo Sus pies; pero una parte ya se ha cumplido y ello es una garantía para el corazón del cumplimiento del todo. Hecho un poco menor que los ángeles para padecer la muerte Él es coronado de gloria y de honra. Él ha padecido la muerte y es coronado en recompensa por Su obra mediante la cual glorificó perfectamente a Dios en el lugar donde Él había sido deshonrado, y salvó al hombre (a los que creen en Él) allí donde el hombre estaba perdido. Porque Él fue hecho un poco menor que los ángeles para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Me parece que las palabras, "un poco menor que los ángeles" y, "padecimiento de la muerte", van juntas, a saber, "pero vemos a Jesús, el cual fue hecho un poco menor que los ángeles a causa del padecimiento de la muerte coronado de gloria y de honra, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos" ( Hebreos 2: 9 – JND, WK); y, "para que por la gracia de Dios", es una frase general conectada con toda la verdad declarada.

 

Entrando en las circunstancias en que estaban los hombres

 y padeciendo las consecuencias; perfeccionado por medio de aflicciones; nosotros gustamos la muerte debido al pecado;

 Él, debido a la gracia, por el pecado.

 

Entonces, este pasaje que es aplicado así al Señor, Lo presenta como exaltado al cielo cuando Él hubo experimentado la muerte que Le dio derecho a todo de una manera nueva mientras espera que todo estuviera sujeto bajo Sus pies. Pero hay otra verdad relacionada con esto. Él había emprendido la causa de los hijos a quienes Dios está llevando a la gloria y por lo tanto Él debía entrar en las circunstancias en que ellos se encontraban, sufrir las consecuencias de ello y ser tratado de acuerdo con la obra que Él había emprendido. Ello era una realidad y convenía que Dios reivindicara los derechos de Su gloria y la mantuviera con referencia a los que Le habían deshonrado, y que Él tratara a Aquel que había asumido la causa de ellos en Sus manos y que estaba ante Él en nombre de ellos como representándolos en aquel sentido. Dios perfeccionaría al autor de la salvación de ellos por medio de aflicciones. Él debía sufrir las consecuencias de la situación a la que Él había venido. Su obra había de ser una realidad de acuerdo con la medida de la responsabilidad que Él había asumido, y ello implicaba la gloria de Dios allí donde estaba el pecado. Por lo tanto, Él debía padecer; Él debía gustar la muerte. Él hizo eso por la gracia de Dios, — nosotros la gustamos debido al pecado; Él, a causa de la gracia, por el pecado.

 

Cristo y los santificados como una sola compañía;

Él no se avergüenza de llamar a éstos Sus hermanos

 

Esto nos muestra a Cristo en medio de los que son salvos, a quienes Dios lleva a la gloria, aunque encabezándolos. Esto es lo que nuestra epístola pone ante nosotros,— El que santifica (el Cristo) y los que son santificados (el remanente apartado para Dios por el Espíritu) de uno son todos: una expresión cuya fuerza es fácilmente entendida pero difícil de expresar cuando uno abandona la naturaleza abstracta de la frase misma. Obsérvese que esto es dicho solamente acerca de personas santificadas. Cristo y los santificados son todos una sola compañía, hombres juntos en la misma posición delante de Dios. Pero la idea va un poco más lejos. No se trata de un solo y un mismo Padre; si hubiera sido así no podría haber sido dicho: "No se avergüenza de llamarlos hermanos". Entonces, Él no podía hacer otra cosa que llamarlos hermanos.

 

Si decimos «de la misma masa» la expresión puede ser llevada demasiado lejos como si Él y los demás fueran de la misma naturaleza como hijos de Adán, pecadores juntos. En este caso Él tendría que llamar hermano a todo hombre; mientras que Él llama así sólo a los hijos que Dios Le ha dado, a los "santificados". Pero Él y los santificados están todos juntos como hombres en la misma naturaleza y posición delante de Dios. Cuando digo «la misma», no es en el mismo estado de pecado sino al contrario, pues ellos son el Santificador y los santificados pero en la misma verdad de posición humana tal como ella está delante de Dios, como santificada para Él; lo mismo en cuanto al hombre cuando Él como el santificado está ante Dios. Por este motivo Él no se avergüenza de llamar a los santificados: Sus hermanos.

 

Los hijos dados a Él son llamados hermanos

sólo cuando Él consumó Su obra

 

Esta posición es obtenida enteramente por la resurrección; porque aunque en cuanto a principio los hijos Le fueron dados antes, sin embargo Él los llamó Sus hermanos sólo cuando Él hubo consumado la obra que Le permitió presentarlos consigo mismo delante de Dios. De hecho, Él dijo, "madre, hermana, hermano"; pero no empleó el término "mis  hermanos" [como en Juan 20] hasta que dijo a María Magdalena: "Vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios". También en el Salmo 22 Él manifestó el nombre de un Dios-Libertador a Sus hermanos y alabó a Dios en medio de la asamblea cuando Él había sido oído desde los cuernos del uro. ("¡Sálvame de la boca del león! Y ya me has oído, clamando desde los cuernos de los uros". Salmo 22:21 – VM).

 

El vínculo de los discípulos con el Padre no es formado

 hasta después de la resurrección de Cristo

 

Él les habló del nombre del Padre mientras estuvo en la tierra pero el vínculo mismo no pudo ser formado; Él no podía presentarlos al Padre hasta que el grano de trigo, cayendo en tierra, hubiese muerto; hasta entonces Él permaneció solo, con independencia de cuales pudieron ser las revelaciones que Él les hizo. Y de hecho Él dio a conocer el nombre de Su Padre a quienes Él Le había dado. Sin embargo, Él había asumido realmente la posición humana y Él mismo estaba en esta relación con Dios. Él los guardó en el nombre del Padre, ellos no estaban todavía unidos a Él en esta posición; pero Él estaba como hombre en la relación con Dios en la que ellos también deberían estar cuando fueran llevados a estar por medio de la redención a la asociación con Él. Lo que Él hace en la última parte del Evangelio de Juan es colocar a Sus discípulos, — en las explicaciones que Él presentó acerca de la condición en que Él los dejaba, — en la posición que, de hecho, Él había asumido en relación con Su Padre en la tierra y en testimonio al mundo, siendo la gloria de Su Persona necesariamente distinta como representación y revelación de Su Padre. Y al tratar de asociarse con ellos Él los asoció a Sí mismo y se asoció a Sí mismo con ellos cuando Él ascendió al cielo, aunque ya no sujeto corporalmente a las pruebas de su posición. [Véase nota].

 

[Nota]. Esto, sin embargo, en la relación con Dios. Ellos no representaban ni daban a conocer al Padre como Él lo hacía. Asimismo, si bien nosotros somos llevados a la misma gloria con Cristo y a la misma relación con el Padre, la gloria personal de Cristo como Hijo está siempre cuidadosamente asegurada. Otra persona ha comentado justamente con el mismo propósito que Él nunca dice "nuestro" Padre con los discípulos. Él Les dice que digan "nuestro", pero Él dice "mí y vuestro", y ello es mucho más precioso.

 

Cristo llama a Su pueblo "hermanos"

sólo cuando Él hubo resucitado;

asociando a hombres piadosos,

el remanente, con Él mismo

 

Él no se avergonzó de llamarlos hermanos en aquel entonces, diciendo, aunque resucitado, sí, sólo cuando resucitó: "Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré". Y hablando del remanente separado de Israel Él dice: "He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová somos por señales y presagios en Israel (o para las dos casas de Israel)" (Isaías 8: 18; y de nuevo: "Yo confiaré en él", — otra cita de Isaías 8. (Isaías 8: 17). De modo que en los Salmos, especialmente en el Salmo 16 Él declara que no asume Su lugar como Dios, — "mi bondad no te aprovecha a ti" (Salmo 16: 2 – VM), sino que Él se identifica con los íntegros (o excelentes) de la tierra, — Él declara que toda Su complacencia es para ellos. Este es nuevamente el remanente de Israel llamado por gracia.

 

Cristo asocia a estos hombres santificados, hombres piadosos en la tierra, con Él mismo. En el pasaje citado aún se trata de Su lugar en la tierra; y Sus padecimientos, Su exaltación, Su gloria futura, Su divinidad, son añadidos aquí tal como hemos visto.

 

Cristo conformándose a la posición de los hijos;

participando de carne y sangre; el motivo; Satanás vencido

 

Habiendo asumido este lugar como siendo parte de la compañía pero a la cabeza de ella, — siervo de ellos en todas las cosas, Él debe conformarse a la posición de ellos. Y Él hizo esto pues siendo los hijos partícipes de carne y sangre Él participó de lo mismo; y Él lo hizo para poner fin por medio de la muerte al dominio de aquel que tenía el poder de la muerte y librar a aquellos que por temor a la muerte habían estado sujetos toda su vida al yugo de servidumbre.

 

También aquí (procurando el apóstol mostrar siempre el aspecto glorioso y eficaz incluso de lo que era más humillante a fin de acostumbrar el débil corazón de los judíos a esa porción del Evangelio) nosotros encontramos que la obra del Señor va mucho más allá de los límites de una presentación del Mesías a Su pueblo. No solamente Él es glorioso en el cielo sino que ha vencido a Satanás en el lugar mismo donde él ejercía su triste dominio sobre el hombre y donde el juicio de Dios caía pesadamente sobre el hombre.

 

El motivo y el medio de la liberación del hombre;

la descendencia de Abraham

 

Movido por un profundo amor al hombre, el Hijo, — hecho Hijo del Hombre, — entra de corazón y de hecho en toda necesidad y se somete a todas las circunstancias del hombre para librarlo. Él participa (pues Él no estaba antes en ello) de carne y sangre para morir porque el hombre estaba sujeto a la muerte; y asume (para destruir al que ejercía su dominio sobre el hombre por medio de la muerte y le hacía temblar toda su vida en la expectativa de aquel terrible momento que testificaba del juicio de Dios y de la incapacidad del hombre para escapar a las consecuencias del pecado) la condición en que la desobediencia a Dios lo había sumido. Porque verdaderamente el Señor no asumió la causa de los ángeles sino la de la simiente de Abraham, y para proclamar la obra que era necesaria para ellos, y para representarlos eficaz y realmente ante Dios Él debía necesariamente colocarse en la posición y en las circunstancias en que se encontraba esa descendencia, aunque no en el estado en que ellos se hallaban personalmente.

 

Se observará aquí que es una familia propiedad de Dios la que aún está ante nuestros ojos como el objeto del afecto y cuidado del Salvador, — los hijos que Dios Le había dado, hijos de Abraham según la carne, si en esa condición ellos respondían a la designación de "descendencia de Abraham" (este es el asunto de Juan 8:37-39), o Sus hijos según el Espíritu, si la gracia les concede serlo.

 

Cristo es el sacerdote capaz de compadecerse de los Suyos

 en todos sus conflictos y dificultades

 

Estas verdades introducen el sacerdocio. Como Hijo del Hombre Él había sido hecho un poco menor que los ángeles, y coronado ya de gloria y de honra Él iba a tener después todas las cosas sujetas bajo Sus pies. Esto todavía no lo vemos. Pero Él asumió este lugar de humillación para gustar la muerte por todo el sistema que estaba lejos de Dios, y para ganar los plenos derechos del segundo Hombre glorificando a Dios allí donde la criatura había fallado por debilidad y donde también el enemigo, habiendo engañado al hombre mediante su sutileza, tenía dominio sobre él (conforme al justo juicio de Dios) en poder y malicia. Al mismo tiempo, Él gustó la muerte con el propósito especial de librar a los hijos que Dios llevaría a la gloria asumiendo la naturaleza de ellos y reuniéndolos como santificados en torno a Sí mismo, no avergonzándose Él de llamarlos hermanos. Pero fue así que Él debía presentarlos ahora ante Dios según la eficacia de la obra que Él había consumado por ellos; Él llegaría a ser un sacerdote pudiendo por Su vida de humillación y de prueba aquí abajo compadecerse de los Suyos en todos sus conflictos y dificultades.

 

Padecer o ceder; la carne no padece sino que disfruta;

La necesidad de socorro del nuevo hombre contra la carne

 

Él padeció, — Él nunca cedió. Nosotros padecemos cuando cedemos a la tentación: la carne se complace en las cosas mediante las cuales ella es tentada. Jesús padeció siendo tentado y puede socorrer a los que son tentados. Es importante comentar que cuando la carne es dominada por sus deseos ella no padece. Siendo tentada, ¡lamentablemente! ella disfruta. Pero cuando según la luz del Espíritu Santo y la fidelidad de la obediencia el Espíritu resiste los ataques del enemigo, sean ellos sutiles o acosadores, entonces uno padece. Esto hizo el Señor y esto tenemos que hacer nosotros. Lo que necesita socorro es el nuevo hombre, el corazón fiel y no la carne. Yo necesito socorro contra la carne y lo necesito para mortificar todos los miembros del viejo hombre.

 

Socorro necesario dado por Aquel que padeció siendo tentado;

la fidelidad y el amor de Jesús igualmente perfectos

 

El necesario socorro se refiere aquí a las dificultades del santo fiel para cumplir toda la voluntad de Dios. Aquí es donde él padece, aquí es donde el Señor, — que padeció, — puede socorrerlo. Él anduvo por esta senda, Él aprendió en ella lo que allí se puede padecer del enemigo y de los hombres. Un corazón humano lo siente y Jesús tenía un corazón humano. Además, cuanto más fiel es el corazón, cuanto más lleno está de amor a Dios, y cuanto menos tiene dicho corazón de esa dureza que es el resultado de la interacción con el mundo, tanto más padecerá. Ahora bien, en Jesús no había dureza alguna. Su fidelidad y Su amor eran igualmente perfectos. Él fue varón de dolores, experimentado en quebranto y fatiga. Él padeció siendo tentado. [Véase nota].

 

[Nota]. Cuatro motivos distintivos pueden ser observados en el capítulo para la humillación de Jesús, a saber,  ella convenía a Dios, — estaba Su gloria; la destrucción del poder de Satanás; la reconciliación o realmente propiciación mediante Su muerte; y la capacidad de compasión en el sacerdocio.

 

Capítulo 3

 

El Señor como Apóstol y Sumo Sacerdote

de los creyentes de entre los judíos

 

Hebreos 3. El Señor nos es presentado así como Apóstol y Sumo Sacerdote de los creyentes de entre los judíos, el pueblo verdadero. Yo digo «de entre los judíos», no porque Él no sea nuestro Sacerdote sino porque el escritor sagrado se coloca aquí entre los judíos creyentes diciendo "nuestra"; y en vez de hablar de sí mismo como apóstol él señala a Jesús como el Apóstol lo cual Él fue en Persona entre los judíos. En cuanto a principio ello es cierto para todos los creyentes. Lo que el escritor ha dicho es la palabra del Señor y Él puede socorrernos cuando somos tentados. Nosotros somos Su casa.

 

Moisés, el siervo fiel en la casa, contrastado con Cristo,

el Hijo sobre Su casa

 

Tenemos pues aquí un tercer carácter de Cristo. Él es "hijo sobre su casa". Moisés fue fiel en toda la casa de Dios como siervo para dar testimonio de lo que se iba a decir más tarde. Pero Cristo está sobre la casa de Dios; pero no está como siervo sino como Hijo. Él hizo la casa. Él es Dios.

 

Moisés se identificó con la casa, fiel a ella en todo. Pero Cristo es más excelente; así como el que hace la casa es más excelente que la casa. Pero el que hace todas las cosas es Dios. Y esto es lo que Cristo hizo. Porque de hecho la casa (es decir, el tabernáculo en el desierto) era una figura del universo; y Cristo traspasó los cielos como el sumo sacerdote penetraba en el santuario. (Hebreos 4:14). Todo era purificado con sangre, así como Dios reconciliará todas las cosas por medio de Cristo en los cielos y en la tierra. En cierto sentido este universo es la casa de Dios. Él se digna habitarlo. Cristo lo creó todo. Pero hay una casa que es más propiamente Suya. Nosotros somos Su casa dando por supuesto que nosotros perseveramos hasta el fin.

 

El peligro de los cristianos Hebreos de abandonar el cristianismo

 y a un Cristo invisible por las cosas visibles

 

Los cristianos Hebreos estaban en peligro, — siendo atraídos por sus antiguas costumbres y por una ley y unas ceremonias que Dios mismo había establecido, — de abandonar un cristianismo en el que Cristo no era visible por cosas visibles y palpables. Lejos de ser una corona de gloria para el pueblo el Cristo de los cristianos era sólo un objeto de fe, de modo que si la fe fallaba Él era privado de toda importancia para ellos. Una religión que se hacía ver («el vino viejo») atraía de manera natural a los que se habían acostumbrado a ella.

 

La casa y el que la hace

 

Pero en realidad Cristo era mucho más excelente que Moisés así como el que ha hecho la casa tiene más honra que la casa. Ahora bien, esta casa era figura de todas las cosas y el que las había hecho era Dios. El pasaje nos presenta esta visión de Cristo y de la casa y también dice que nosotros somos esta casa. Y Cristo no es el siervo aquí; Él es el Hijo sobre la casa de Dios.

 

La asamblea como cuerpo de Cristo y sus adecuados privilegios

 no se encuentran en esta epístola

 

Debemos recordar siempre lo que ya ha sido señalado, a saber, que en esta epístola no tenemos la asamblea como el cuerpo de Cristo en unión con Él mismo; ni siquiera tenemos al Padre excepto como comparación en Hebreos capítulo 12. Aquí se trata de Dios, de un Cristo celestial (el cual es el Hijo de Dios), y de un pueblo, siendo el Mesías un Mediador celestial entre el pueblo y Dios. Por lo tanto los adecuados privilegios de la asamblea no se encuentran en esta epístola, — ellos emanan de nuestra unión con Cristo; y Cristo es aquí una Persona aparte que está entre nosotros y Dios en las alturas mientras nosotros estamos aquí.

 

Hay aún algunos comentarios que podemos añadir aquí para proyectar luz sobre este asunto y ayudar al lector a comprender los dos primeros capítulos así como el principio de las enseñanzas a lo largo de toda la epístola.

 

La obra de Cristo como es presentada en el capítulo 1

 

En Hebreos 1 Cristo lleva a cabo por Sí mismo y como parte de Su gloria divina la purificación de los pecados y se sienta a la diestra de Dios. Obsérvese que esta obra es realizada por Él mismo. Nosotros no tenemos nada que ver con ella excepto creer en ella y disfrutarla. Es una obra divina que esta Persona divina ha realizado por Sí misma; de modo que ella tiene toda la perfección absoluta, toda la fuerza de una obra realizada por Él sin mezcla alguna de nuestra debilidad, de nuestros esfuerzos o de nuestras experiencias. Él la llevó a cabo por Sí mismo y está consumada. Acto seguido Él  toma Su asiento. Él No es colocado allí, — Él mismo se sienta en el trono en las alturas.

 

Estado actual del hombre glorificado esperando

la plena bendición futura en el Hijo del Hombre

 

En Hebreos 2 vemos otro asunto que caracteriza la epístola, — a saber, el estado actual del Hombre glorificado. Él está coronado de gloria y de honra; pero ello es con la perspectiva de un orden de cosas que aún no se ha cumplido. Es la Persona del Hombre Cristo lo que es presentado y no la asamblea en unión con Él, incluso cuando Él es contemplado glorificado en los cielos. Esta gloria es vista como un cumplimiento parcial de lo que pertenece a Él como Hijo del Hombre según los consejos de Dios. En lo sucesivo esta gloria será completa en todas sus partes por la subyugación de todas las cosas.

 

Por lo tanto, la gloria actual de Cristo nos hace esperar un orden de cosas aún futuro que será pleno reposo, plena bendición. En una palabra, además de la perfección de Su obra la epístola pone ante nosotros la secuela de lo que pertenece al Cristo en Persona, al Hijo del Hombre, no la perfección de la asamblea en Él. Y esto abarca el tiempo actual cuyo carácter para el creyente depende de que Cristo está ahora glorificado en el cielo mientras espera un estado futuro en el que todas las cosas estarán sujetas a Él.

 

Cristo coronado como Hijo del Hombre;

Cristo glorificado, muerto una vez a causa del hombre

 

En Hebreos 2 vemos también que Él está coronado. Él no es visto sentado allí como en Su propio derecho original aunque Él tenía esa gloria antes de que el mundo existiese, sino que habiendo sido Él hecho un poco menor que los ángeles Dios Le corona. Nosotros vemos también claramente que aunque los Hebreos creyentes están especialmente en perspectiva, e incluso todos los cristianos están clasificados bajo el título de la descendencia de Abraham en la tierra, vemos sin embargo que Cristo es visto como el Hijo del Hombre y no como el Hijo de David; y la pregunta es: "¿Qué es el hombre?". La respuesta (la preciosa respuesta para nosotros) es, Cristo glorificado, muerto una vez a causa de la condición del hombre. En Él vemos el pensamiento de Dios con respecto al hombre.

 

Los cristianos  vistos como descendencia de Abraham,

como formando parte de la cadena de los herederos

de la promesa en la tierra, y no como la asamblea

 

El hecho de que  los propios cristianos son vistos como descendencia de Abraham muestra claramente la manera en que ellos son considerados como formando parte de la cadena de los herederos de la promesa en la tierra (como en Romanos capítulo 11), y no como la asamblea unida a Cristo como Su cuerpo en el cielo.

 

Las partes terrenal y celestial de los consejos de Dios

anticipadas en relación con la posición actual

del Hijo del Hombre; la bendición del remanente;

la fuerza de "nosotros" en la epístola

 

La obra es perfecta; es la obra de Dios. Él ha hecho la purificación de los pecados por Sí mismo. El pleno resultado de los consejos de Dios con respecto al Hijo del Hombre aún no ha llegado. De este modo la parte terrenal puede ser introducida como algo anticipado así como la parte celestial, aunque las personas a las que la epístola habla tenían parte en la gloria celestial, — participaban del llamamiento celestial, — en relación con la posición actual del Hijo del Hombre.

 

El remanente de los judíos, como hemos dicho, es considerado como continuador de la cadena del pueblo bendecido en la tierra, con independencia de cuáles son los privilegios celestiales que también poseen o de cuál es el estado especial de ellos en relación con la exaltación del Mesías al cielo. Nosotros hemos sido injertados en el buen olivo, de modo que compartimos todas las ventajas aquí mencionadas. Nuestra posición más elevada y los privilegios que le pertenecen no están considerados aquí. Por consiguiente, como escribiendo a Hebreos y como siendo uno entre ellos el autor se dirige a ellos, es decir, a cristianos y a israelitas creyentes. Esta es la fuerza de la palabra, "nosotros", en la epístola; debemos tener esto en cuenta, y también que los creyentes Hebreos siempre forman parte de la palabra, "nosotros", de la cual también forma parte el escritor.

 

Como he dicho, en cuanto a principio nosotros nos lo apropiamos debidamente; pero para tener una visión clara de su significado debemos situarnos en el punto de vista que el Espíritu de Dios ha adoptado.

 

Endurecer el corazón; las consecuencias de apartarse

de lo que es reconocido como verdadero; el peligro de abandonar

 al Dios vivo; la palabra "hoy" expresa la actividad paciente

de la gracia y de la paciencia de Dios

 

Nadie debiese endurecer su corazón; pero esta palabra está dirigida especialmente a Israel, y eso hasta el día en que Cristo aparecerá. Al hablar de ello el autor vuelve a la palabra que anteriormente había sido dirigida a Israel; no ahora para advertirles del peligro en que incurrirían si la descuidaban sino para advertirles de las consecuencias de apartarse de lo que ellos habían reconocido que es verdadero. Cuando Israel fue libertado de Egipto había provocado a Dios en el desierto (de hecho, era también el caso de los cristianos en este mundo), porque no estuvieron de inmediato y sin dificultad en Canaán. Aquellos a quienes él escribía estaban en peligro de abandonar al Dios vivo de la misma manera; es decir, el peligro estaba allí ante los ojos de ellos. Ellos debían más bien exhortarse los unos a los otros entre tanto que se dice: "hoy", para que no se endurecieran por el engaño del pecado. Esta palabra "hoy" es la expresión de la paciente actividad de la gracia de Dios hacia Israel incluso hasta el fin. El pueblo era incrédulo; ellos habían endurecido sus corazones; ellos lo habían hecho y, ¡lamentablemente! lo harán hasta el fin hasta que venga el juicio en la Persona de Jehová-Mesías a quien ellos han despreciado. Pero hasta entonces Dios ama reiterar: "Si oyereis hoy su voz". Puede ser que sólo unos pocos oigan; puede ser que la nación sea endurecida judicialmente para admitir a los gentiles; pero la palabra "hoy" todavía resuena para cada uno de entre ellos que tiene oídos para oír hasta que el Señor aparecerá en juicio. Ello está dirigido al pueblo conforme a  la paciencia de Dios. Para el remanente que había creído era una advertencia especial para que no anduvieran en los caminos del pueblo endurecido que se había rehusado oír, — para que no volvieran a dichos caminos abandonando la confianza de ellos en la Palabra que los había llamado como hizo Israel en el desierto.

 

Peligro práctico; incredulidad a causa del pecado

y la fidelidad de Dios

 

Mientras continuara el "hoy" del llamamiento de la gracia ellos debían exhortarse los unos a los otros para que la incredulidad no se deslizara en sus corazones mediante la sutileza del pecado. Es así como el Dios vivo es abandonado. Nosotros hablamos así de manera práctica y no con referencia a la fidelidad de Dios el cual ciertamente no permitirá que ninguno de los Suyos perezca, sino con respecto al peligro práctico y a aquello que nos alejaría, — en cuanto a nuestra responsabilidad, — de Dios, y para siempre, si Dios no interviniera actuando en la vida que Él nos ha dado y que nunca perece.

 

Efectos del pecado; la advertencia contra él detiene a los vivos;

los muertos la desprecian y perecen; Israel en el desierto

 

El pecado nos separa de Dios en nuestros pensamientos; ya no tenemos la misma consciencia ni de Su amor, ni de Su poder, ni de Su interés en nosotros. Se pierde la confianza. La esperanza y el valor de las cosas invisibles disminuyen mientras que el valor de las cosas que se ven aumenta proporcionalmente. La conciencia es mala; uno no está en reposo con Dios. La senda es dura y difícil; la voluntad se fortalece contra Él. Nosotros ya no vivimos por fe; las cosas visibles se interponen entre nosotros y Dios y  se apoderan del corazón. Donde hay vida Dios advierte por medio de Su Espíritu (como en esta epístola), Él castiga y restaura. Donde era sólo una influencia exterior, una fe desprovista de vida, y la conciencia no alcanzada, se abandona.

 

La advertencia en contra de hacer eso es lo que detiene a los vivos. Los muertos, — aquellos cuya conciencia no está involucrada, los que no dicen: "¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna", — desprecian la advertencia y perecen. Este fue el caso de Israel en el desierto y Dios les juró que no entrarían en Su reposo. (Números 14:21-23). ¿Por qué? Porque ellos habían abandonado su confianza en Él. La incredulidad de ellos, — cuando se les había informado de la hermosura y excelencia de la tierra, — los privó del prometido reposo.

 

Israel privado del prometido reposo a causa de incredulidad;

la posición de los creyentes en relación con mejores promesas.

 

La posición de los creyentes a quienes esta epístola está dirigida era la misma que ésta, aunque en relación con mejores promesas. La hermosura y excelencia de la Canaán celestial les habían sido anunciadas. Por medio del Espíritu ellos habían visto y gustado sus frutos; ellos estaban en el desierto; tenían que perseverar para mantener su confianza hasta el fin.

 

Los cristianos que dudan no están contemplados aquí;

la exhortación presentada para preservar al cristiano

en la confianza; el uso de la epístola para sancionar las dudas

como una maquinación del enemigo; una buena conciencia

 

Obsérvese aquí, — dado que Satanás y nuestra propia conciencia cuando no ha sido libertada a menudo hacen uso de esta epístola, — que los cristianos que dudan no están contemplados aquí, ni las personas que todavía no han adquirido completa confianza en Dios: pues sus exhortaciones y advertencias no tienen aplicación alguna a los que se encuentran en esta condición. Estas exhortaciones son para preservar al cristiano en una confianza que él tiene, y para perseverar, no para tranquilizar temores y dudas. Este uso de la epístola para sancionar tales dudas no es más que una maquinación del enemigo. Yo sólo quisiera añadir aquí que aunque el conocimiento pleno de la gracia (que en tal caso el alma seguramente no ha alcanzado aún) es lo único que puede librarla y libertarla de sus temores, sin embargo, en este caso es muy importante mantener una buena conciencia de manera práctica para no proporcionar al enemigo un medio especial de ataque.

 

Capítulo 4

 

Israel no logra entrar en el reposo a causa de la incredulidad;

el reposo aún por llegar; los creyentes entran en él

 

Hebreos 4. El apóstol continúa aplicando esta parte de la historia de Israel a aquellos a quienes él se dirigía poniendo énfasis en dos asuntos: 1º, que Israel no había logrado entrar en el reposo a causa de la incredulidad; 2º, que el reposo estaba aún por llegar y que los creyentes (los que no estaban buscando el reposo aquí sino que aceptaban el desierto por el momento) debían entrar en él.

 

Él comienza diciendo: "Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado", parezca haber sido privado de él. Porque nosotros hemos sido los objetos del anuncio de la buena nueva tal como lo fueron ellos en tiempos pasados. Pero la palabra dirigida a ellos quedó infructuosa al no haber ido acompañada por fe en los que la oyeron; pero nosotros, los que hemos creído, entramos en el reposo. El reposo mismo aún ha de llegar y son los creyentes los que entran en él. Porque hay un reposo de Dios y hay algunos que entran en él: por cuanto está escrito: "No entrarán (señalando una cierta clase que ha de ser excluida) en mi reposo".

 

El reposo de Dios en la primera creación;

algunos iban a entrar en él, pero Israel no lo hizo

a causa de la incredulidad

 

Dios había obrado en la creación y luego reposó de Sus obras cuando las hubo acabado. Por lo tanto, desde la fundación del mundo Él ha mostrado que Él tenía un reposo, como en el pasaje ya citado, "No entrarán en mi reposo"; pero esto, mostrando que la entrada estaba todavía en duda, mostró que el hombre no había entrado en el reposo de Dios en la primera creación. Entonces, dos cosas evidentes, a saber, algunos iban a entrar y el Israel a quienes se les propuso por primera vez no entró a causa de la incredulidad de ellos. Por lo tanto, Él fija nuevamente un día, diciendo por medio de David, mucho después de la entrada en Canaán: "Hoy", como está escrito, "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones".

 

El reposo de Dios no era el reposo de entrar en Canaán,

sino que está por llegar, asegurado por la palabra de Dios

 

Aquí se presenta una objeción natural a la que el pasaje da una respuesta completa sin hablar de la objeción misma. De hecho, los israelitas habían caído en el desierto pero Josué había introducido al pueblo en Canaán lugar al cual los incrédulos nunca llegaron; los judíos estaban allí de modo que ellos entraron en el reposo en cuanto a lo cual los demás fracasaron. La respuesta es evidente. Fue mucho después de esto que Dios dijo por medio de David: "Juré en mi ira, no entrarán en mi reposo". Si Josué hubiera dado reposo a Israel David no podría haber hablado después de otro día. Por lo tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Todavía está por llegar; pero está asegurado por la palabra de Dios, — una verdad cuya importancia es vista inmediatamente con respecto a la relación de los judíos creyentes con la nación en medio de la cual ellos estaban tentados a buscar un reposo que por el momento la fe no les proporcionaba, y estando debilitados sólo veían vagamente ante ello. Para tener el reposo de Dios uno debe perseverar en la fe. El reposo aparente presente en aquel momento no era el reposo verdadero. Todavía se debía esperar el reposo de Dios. Sólo la fe reconoció esto y no buscó reposo alguno en el desierto confiando en la promesa. Dios aún decía "Hoy". El estado del pueblo era peor que el reposo que Josué les dio; el cual no era reposo alguno tal como lo demuestran los propios Salmos de ellos.

 

Lo que muestra la exhortación a entrar en aquel reposo

 

En cuanto al orden de los versículos la exhortación del versículo 11 depende de todo el curso de lo que precede, habiendo sido completado el argumento mediante el testimonio de David que viene después de Josué. Después de la creación Dios realmente reposó; pero después de eso Él dijo, "No entrarán en mi reposo". De modo que los hombres no habían entrado en aquel reposo. Josué entró en la tierra; pero la palabra de David que vino mucho después demuestra que el reposo de Dios no había sido alcanzado aún. Sin embargo, este mismo testimonio que prohibía la entrada en el reposo a causa de la incredulidad mostraba que algunos han de entrar: de otro modo no había necesidad de declarar la exclusión de otros por una causa especial, ni de advertir a los hombres para que pudieran escapar de lo que impedía la entrada de ellos. No se necesita ningún paréntesis.

 

La exhortación

 

Ahora bien, mientras alguno no haya cesado de sus obras él no ha entrado en el reposo; el que ha entrado en él ha cesado de trabajar así como Dios acabó Sus obras cuando Él entró en Su reposo. "Procuremos, pues" es la exhortación del fiel testigo  de Dios, "entrar en aquel reposo, — el reposo de Dios, — a fin de que no caigamos en el mismo ejemplo de incredulidad.

 

El reposo de Dios; el futuro reposo del cristiano

de todas sus obras; el reposo bienaventurado que queda

 

Nosotros debemos observar especialmente que es del reposo de Dios de lo que se habla aquí. Esto nos permite comprender la felicidad y la perfección del reposo. Dios debe reposar en aquello que satisface Su corazón. Este fue el caso incluso en la creación, — todo era muy bueno. Y ahora debe ser en una perfecta bendición con lo que el amor perfecto puede satisfacerse con respecto a nosotros que poseeremos una porción celestial en la bendición que tendremos en Su presencia en perfecta santidad y en perfecta luz. Por consiguiente, cesarán toda la trabajosa obra de la fe, el ejercicio de la fe en el desierto, la guerra (aunque hay muchas alegrías), las buenas obras practicadas allí, el trabajo de toda clase. No sólo se trata de que nosotros seremos librados del poder del pecado que mora en nosotros sino que cesarán todos los esfuerzos y todos las angustias del nuevo hombre. Nosotros ya hemos sido librados de la ley del pecado; en aquel entonces cesará nuestro ejercicio espiritual para Dios. Reposaremos de nuestras obras, — no de las malas. Ya hemos reposado de nuestras obras con respecto a la justificación y por lo tanto en ese sentido tenemos ahora reposo en nuestras conciencias; pero ese no es el tema aquí, — el tema es aquí el reposo del cristiano de todas sus obras. Dios reposó de Sus obras, — ciertamente de las buenas, — y nosotros también descansaremos con Él en aquel entonces.

 

Ahora estamos en el desierto; también luchamos con espíritus de maldad en las regiones celestes. Un reposo bienaventurado queda para nosotros en el que nuestros corazones reposarán en la presencia de Dios donde nada perturbará la perfección de nuestro reposo, donde Dios reposará en la perfección de la bendición que Él ha dado a Su pueblo.

 

El creyente no debe esperar aquel reposo aquí;

un reposo terrenal para el pueblo terrenal y uno celestial

para los participantes del llamamiento celestial

 

El gran pensamiento del pasaje es que queda un reposo (es decir, que el creyente no debe esperarlo aquí) sin decir dónde está. Y el pasaje no habla en detalle del carácter del reposo porque deja la puerta abierta a un reposo terrenal para el pueblo terrenal en el terreno de las promesas, aunque para los cristianos participantes del llamamiento celestial el

reposo de Dios es evidentemente uno celestial.

 

El instrumento que Dios utiliza para juzgar la incredulidad,

la palabra de Dios; su poder, carácter, obra,

efecto y consecuencias

 

Luego el apóstol nos presenta el instrumento que Dios emplea para juzgar la incredulidad y todas las obras del corazón que tienden, como hemos visto, a llevar al creyente a apartarse de la posición de fe y a ocultar a Dios de él induciéndolo a satisfacer su carne y a buscar reposo en el desierto.

 

Para el creyente recto de corazón este juicio es de gran valor como siendo lo que le permite discernir todo lo que tiende a obstaculizar su progreso o a hacerle flaquear en su andar. Es la palabra de Dios la cual, — siendo la revelación de Dios, la expresión de lo que Él es y de todo lo que Le rodea, y de cuál es Su voluntad en todas las circunstancias que nos rodean, — juzga todo lo que hay en el corazón que no es de Él. Ella es más penetrante que una espada de dos filos. Viva y enérgica, ella separa todo lo que está más íntimamente unido en nuestros corazones y en nuestras mentes. Siempre que la naturaleza, — el "alma" y sus sentimientos, — se mezcla con lo que es espiritual ella interpone entre ambos el filo de la espada de la verdad viva de Dios, y juzga los movimientos ocultos del corazón con respecto a ellos. Ella discierne todos los pensamientos e intenciones del corazón. Pero ella tiene otro carácter, viniendo de Dios (siendo, por así decirlo, Su ojo sobre la conciencia), nos lleva a Su presencia; y todo lo que ella nos obliga a descubrir lo pone en nuestra conciencia ante los ojos de Dios mismo. Nada queda oculto, todas las cosas están desnudas y al descubierto ante los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta. [Véase nota].

 

[Nota]. Es muy notable aquí la conexión entre la palabra dirigida al hombre y Dios mismo.

 

Tal es el verdadero socorro, el poderoso instrumento de Dios para juzgar todo lo que en nosotros nos impide seguir nuestro curso a través del desierto con gozo y con un corazón boyante fortalecido por la fe y la confianza en Él. Precioso instrumento de un Dios fiel, instrumento solemne y severo en su operación pero de inestimable e infinita bendición en sus efectos, en sus consecuencias.

 

Es un instrumento que en sus operaciones no permite a los deseos "de la carne y de los pensamientos" actuar en libertad; que no permite que el corazón se engañe a sí mismo; sino que nos procura fortaleza y nos coloca sin ninguna conciencia del mal en la presencia de Dios para proseguir nuestro curso con gozo y energía espiritual. Aquí concluye la exhortación fundamentada en el poder de la palabra.

 

Otro socorro, — el sacerdocio;

el Gran Sumo Sacerdote, Jesús, el Hijo de David

 

Pero hay otro socorro, un socorro de carácter diferente, para socorrernos en nuestro paso a través del desierto; y ese socorro es el sacerdocio, — un tema que la epístola comienza aquí y continúa a través de varios capítulos.

 

Tenemos un Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, — como Aarón a través de las sucesivas partes del tabernáculo, — Jesús, el Hijo de Dios.

 

La facultad de Jesús para compadecerse de la debilidad

y las dificultades; Ahora Él puede proveer, cuidar

y compadecerse de ello más allá del alcance del dolor y la prueba

 

Él fue tentado en todo como nosotros, pero sin pecado, de modo que puede compadecerse de nuestras debilidades. La Palabra saca a la luz las intenciones del corazón, juzga la voluntad y todo lo que no tiene a Dios como su objeto y su fuente. Entonces, en lo que concierne a la debilidad nosotros tenemos Su compasión. Obviamente Cristo no tenía malos deseos: Él Fue tentado en todo, pero sin pecado. El pecado no tuvo parte alguna en ello en absoluto. Pero yo no deseo compasión por el pecado que hay en mí; yo lo detesto, yo deseo que sea mortificado, — juzgado sin misericordia. Esto lo hace la Palabra. Yo busco compasión para con mi debilidad y mis dificultades y la encuentro en el sacerdocio de Jesús. Para compadecerse de mí no es necesario que una persona sienta en el mismo momento lo que yo siento, sino todo lo contrario. Si yo padezco dolor no estoy en condiciones de pensar tanto en el dolor de otro. Pero para compadecerme de él debo tener una naturaleza capaz de apreciar su dolor.

 

Es así con Jesús cuando Él ejerce Su sacerdocio. Él está en todos los sentidos fuera del alcance del dolor y de la prueba, pero Él es hombre; y no sólo tiene la naturaleza humana que en su momento padeció dolor sino que Él experimentó más plenamente que cualquiera de nosotros las pruebas por las que un santo tiene que pasar; y Su corazón libre y lleno de amor puede compadecerse enteramente de nosotros según Su experiencia del mal y según la gloriosa libertad que Él tiene ahora para proveer y ocuparse de él. Esto nos estimula a que retengamos nuestra profesión a pesar de las dificultades que asedian nuestra senda; porque Jesús se ocupa de ellas según Su propio conocimiento y experiencia de lo que ellas son y según el poder de Su gracia.

 

El trono de la gracia: lo que encontramos allí

 

Por lo tanto, estando allí nuestro Sumo Sacerdote nosotros podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia para alcanzar misericordia y la gracia adecuada a nosotros en todos los momentos de necesidad: misericordia porque somos débiles y vacilantes; gracia necesaria porque estamos comprometidos en una guerra que Dios reconoce.

 

Observen ustedes que no es que nosotros vamos al Sumo Sacerdote. Ello se hace a menudo y Dios puede tener compasión; pero ello es una demostración de que no entendemos plenamente la gracia. El Sacerdote, el Señor Jesús, se ocupa de nosotros, — se compadece de nosotros, por una parte; y por la otra, nosotros vamos directamente al trono de la gracia.

 

El propósito de la exhortación a acercarnos confiadamente

al trono de la gracia

 

El Espíritu no habla aquí positivamente acerca de caídas; encontramos eso en 1ª Juan capítulo 2. Allí también ello es en conexión con la comunión con Su Padre, aquí con el acceso a Dios. Su propósito aquí es fortalecernos, estimularnos a perseverar en la senda, conscientes de las compasiones que poseemos en el cielo y de que el trono está siempre abierto para nosotros.

 

Capítulo 5

 

El sacerdocio del Señor comparado con el de Aarón

 

Hebreos 5. Luego la epístola desarrolla el sacerdocio del Señor Jesús comparándolo con el de Aarón; pero como veremos, con la perspectiva de sacar a relucir la diferencia más que la semejanza entre ambos aunque existe una analogía general y el uno era sombra del otro.

 

Esta comparación es hecha en Hebreos 5:1-10. Luego la línea del argumento es interrumpida aunque el fundamento del argumento es ampliado y desarrollado hasta el final de Hebreos 7 donde es hecha la comparación con Melquisedec y es afirmado el cambio de ley resultante del cambio de sacerdocio, lo cual introduce los pactos y todo lo relacionado con las circunstancias de los judíos.

 

Deberes, defectos y honras del sacerdocio Aarónico

 

Entonces, el sacerdote como tomado de entre los hombres (el autor no está hablando aquí de Cristo sino de aquello con lo cual él Le compara), es constituido a favor de los hombres en las cosas que a Dios se refieren para que él pueda ofrecer tanto ofrendas como sacrificios por los pecados; él puede sentir las miserias de los demás porque él mismo está rodeado de debilidad, y por lo tanto ofrece tanto por sí mismo como por el pueblo. Además, nadie toma para sí esta honra sino que la recibe, como Aarón la recibió por haber sido llamado por Dios. La epístola hablará más adelante del sacrificio, — ella habla aquí de la persona del sacerdote y del orden del sacerdocio.

 

La gloria personal y oficial de Cristo como Sumo Sacerdote

 

De la misma manera el Cristo no se glorificó a Sí mismo para llegar a ser Sumo Sacerdote. La gloria de Su Persona manifestada como hombre en la tierra y la de Su función son ambas claramente declaradas por Dios: lo primero cuando Él dijo: "Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy" (Salmo 2); lo segundo en estas palabras: "Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec". (Salmo 110). Entonces, tal es el Sumo Sacerdote en gloria personal y oficial, el Mesías esperado, Cristo.

 

Lo que acercó al Glorioso a las miserias de los hombres

 

Pero Su gloria (aunque ella Le da Su puesto en honra ante Dios y resultante de la redención para poder Él asumir la causa del pueblo ante Dios conforme a Su voluntad) no Le acerca a las miserias de los hombres. Es Su historia en la tierra la que nos hace sentir cuán verdaderamente capaz es Él de participar en ellas. "En los días de su carne", es decir, aquí abajo, Él entró en todas las angustias de la muerte en dependencia de Dios, haciendo Su petición a Aquel que Le podía librar de ella. Porque, estando Él aquí para obedecer y padecer no se salvó a Sí mismo. Él se sometió a todo, obedeció en todo y dependió de Dios para todo.

 

El temor de Dios fue Su temor reverente;

sintiendo todo el peso de la muerte y del pecado;

Su obediencia perfecta

 

Él fue oído a causa de Su temor reverente. Fue apropiado que Aquel que tomó la muerte sobre Sí mismo y respondiendo por los demás sintiera todo el peso de ella  sobre Su alma. Él no escapó de las consecuencias de lo que había emprendido (compárese con Hebreos capítulo 2), ni fracasó en el justo sentido de lo que era estar así bajo la mano de Dios en juicio. Su temor de Dios fue Su temor reverente, la correcta estimación de la posición en que se encontraba el hombre pecador, y lo que debía venir de parte de Dios a causa de ello. Sin embargo, padecer las consecuencias de esta posición para Él fue obediencia. Y esta obediencia debía ser perfecta y probada hasta lo sumo.

 

El glorioso Hijo de Dios perfeccionado;

la causa de la eterna salvación;

declarado por Dios "sumo sacerdote

según el orden de Melquisedec"

 

Él era el Hijo, el glorioso Hijo de Dios. Pero aunque esto era así, Él por todo lo que padeció había de aprender la obediencia (y para Él era algo nuevo), lo que había en el mundo. Y habiendo merecido toda gloria Él había de asumir Su lugar como el Hombre glorificado, — para ser perfeccionado; y en esa posición llegar a ser la causa de eterna salvación (no meramente liberaciones temporales) para los que Le obedecen; una salvación que debía estar relacionada con la posición que Él había asumido a consecuencia de Su obra de obediencia, declarado por Dios "sumo sacerdote según el orden de Melquisedec".

 

Lo que sigue a continuación y hasta el final de Hebreos 6 es un paréntesis que se refiere a la condición de aquellos a quienes la epístola está dirigida. Ellos son censurados por la insulsez de su entendimiento espiritual y al mismo tiempo son animados mediante las promesas de Dios; todo ello con referencia a la posición de ellos como creyentes judíos. Después la línea de enseñanza con respecto a Melquisedec es reanudada. Sin embargo ellos necesitaban que alguien les enseñara los rudimentos de las palabras de Dios, — requiriendo leche en lugar de alimento sólido.

 

Nosotros podemos observar que no hay mayor obstáculo para el progreso en la vida espiritual y para el entendimiento que el apego a una antigua forma de religión, la cual siendo tradicional y no sencillamente fe personal en la verdad consiste siempre en ordenanzas y por consiguiente es carnal y terrenal. Sin esto las personas pueden ser incrédulas; pero bajo la influencia de un sistema tal la piedad misma, — agotada en formas, — hace una barrera entre el alma y la luz de Dios: y estas formas que rodean, preocupan y mantienen cautivos los afectos, impiden que ellos se acrecienten y sean iluminados por medio de la revelación divina. Moralmente (como el apóstol lo expresa aquí) los sentidos no son ejercitados para discernir tanto el bien como el mal.

 

Pero el Espíritu Santo no se limitará al estrecho círculo y a los débiles y fútiles sentimientos de la tradición humana, ni siquiera a aquellas verdades que uno puede recibir en un estado como éste. En un caso tal Cristo no tiene Su verdadero lugar. Y nuestra epístola desarrolla esto aquí.

 

La leche pertenece a los niños, el alimento sólido pertenece a  aquellos que han alcanzado madurez. Esta infancia era la condición del alma bajo las ordenanzas y requisitos de la ley. (Compárese con Gálatas 4:1-7). Pero había una revelación del Mesías en conexión con estos dos estados, — a saber, el de la infancia y el de la madurez. Y el desarrollo de la palabra de justicia, de las verdaderas relaciones prácticas del alma con Dios conforme a Su carácter y a Sus modos de obrar, era en proporción a la revelación de Cristo, el cual es la manifestación de aquel carácter y el centro de todos esos modos de obrar. Por eso en Hebreos 5:12-13, la epístola habla de los rudimentos, el principio, de las palabras de Dios y de la palabra de justicia; en Hebreos 6:1 habla de los rudimentos de la doctrina, o de los principios elementales de la doctrina de Cristo. (Hebreos 6: 1 – VM).

 

Capítulo 6

 

La plena revelación de la gloria de Cristo;

la doctrina perteneciente a la infancia en contraste con la fuerza

 y el sabor de la revelación cristiana;

lo que Cristo mismo es

 

Hebreos 6. Ahora bien, el Espíritu no se detendrá en este punto con los cristianos sino que continuará hasta la plena revelación de Su gloria, la cual pertenece a los que han alcanzado la madurez, y de hecho nos forma para ese estado.

 

Nosotros percibimos fácilmente que el escritor inspirado trata de hacer que los Hebreos  sintieran que él los estaba situando en un terreno más elevado y más excelente, relacionándolos con un Cristo celestial e invisible; y que el judaísmo los retenía en la posición de niños. Además, esto caracteriza toda la epístola.

 

Sin embargo, nosotros encontraremos aquí dos cosas: por una parte, los rudimentos y el carácter de la doctrina que pertenecían a la infancia, a saber, "los principios elementales de la doctrina de Cristo" (Hebreos 6: 1 – VM), en contraste con la fuerza y el sabor celestial que acompañaban a la revelación cristiana; y por otra parte, lo que es la revelación de Cristo mismo en conexión con este último sistema espiritual y cristiano.

 

Por qué el sistema cristiano es diferenciado

de la doctrina de la Persona de Cristo

 

Pero la epístola diferencia entre este sistema y la doctrina de la Persona de Cristo, incluso considerado como hombre [véase nota], aunque la posición actual de Cristo da su carácter al sistema cristiano. La diferencia es hecha, — no porque la condición de las almas no dependa de la medida de la revelación de Cristo y de la posición que Él ha asumido, sino, — porque la doctrina de Su Persona y Su gloria va mucho más lejos que el estado actual de nuestra relación con Dios.

 

[Nota]. Sin embargo, la filiación de Cristo aquí abajo no puede ser separada de Su filiación eterna, pues esta da su carácter a la relación en la que Él está como Hijo en la tierra en el tiempo. El pasaje del texto se refiere a los versículos 5 y 8, comparados con Hebreos 5:6 y 10. Compárese también con el comienzo de Juan 17.

 

Las doctrinas elementales de los tiempos en que Cristo

no se manifestaba, y los privilegios cristianos disfrutados

en virtud de la obra y la glorificación del Mesías

 

Las cosas de las que se habla en Hebreos 6:1, 2 tuvieron su lugar, porque el Mesías estaba entonces por venir: todo estaba en estado de infancia. Las cosas de las que se habla en los versículos 4 y 5 son los privilegios que disfrutaban los cristianos en virtud de la obra y la glorificación del Mesías. Pero estos privilegios no son en sí mismos la "perfección" mencionada en el versículo 1 y que se relaciona más bien con el conocimiento de la Persona de Cristo mismo. Los privilegios en cuestión eran el resultado de la gloriosa posición de Su Persona en el cielo.

 

Es importante tener en cuenta esto para entender estos pasajes. En la infancia de la que se habla en los versículos 1, 2, la oscuridad de las revelaciones del Mesías anunciadas hasta lo sumo mediante promesas y profecías, dejaba a los adoradores bajo el yugo de ceremonias y figuras, aunque en posesión de algunas verdades fundamentales. Su exaltación dio paso al poder del Espíritu Santo aquí abajo: y de esto dependía la responsabilidad de las almas que lo habían gustado.

 

La revelación plena de la epístola para evitar

que los judíos abandonaran los privilegios cristianos

para volver a las cosas anteriores

 

La doctrina de la Persona y de la gloria de Jesús constituye el tema de revelación en la epístola y era el medio de liberar a los judíos de todo el sistema que había sido una carga tan pesada para sus corazones; dicha doctrina debía impedir que ellos abandonaran el estado descrito en los versículos 4 y 5, para volver a la debilidad y (habiendo venido Cristo) al estado carnal de los versículos 1 y 2.

 

Además, la epístola no desea establecer de nuevo las doctrinas verdaderas pero rudimentales que pertenecían a los tiempos en que Cristo no se había manifestado sino avanzar hasta la plena revelación de Su gloria y Su posición conforme a los consejos de Dios revelados en la Palabra.

 

 

Cosas nuevas relacionadas con la gloria celestial del Mesías

caracterizadas por el poder del Espíritu

 

El Espíritu Santo no volvería a estas cosas anteriores porque cosas nuevas habían sido introducidas en relación con la gloria celestial del Mesías, a saber, el cristianismo caracterizado por el poder del Espíritu Santo.

 

Dejadas atrás las cosas anteriores del judaísmo

y abandonadas las cosas nuevas del cristianismo,

nada quedaba

 

Pero si alguien que había estado bajo aquel poder, alguien que lo había conocido, lo abandonaba después, no podía ser renovado otra vez para arrepentimiento. Las cosas anteriores del judaísmo debían ser y fueron dejadas atrás por aquello en lo que el tal había entrado. Los cristianos no podían tratar con las almas por medio de ellas; y en cuanto a las cosas nuevas él había renunciado a ellas. Todos los medios de Dios habían sido empleados para él y no habían producido nada.

 

Alguien como él, — por su propia voluntad, — crucificó para sí mismo al Hijo de Dios. Asociado con las personas que lo habían hecho, él había reconocido el pecado que su pueblo había cometido y había reconocido que Jesús era el Mesías. Pero ahora él cometía el crimen [véase nota], a sabiendas y por su propia voluntad.

 

 [Nota]. Yo no creo que deba insertarse "de nuevo": el énfasis está en hacerlo para sí mismo. (Hebreos 6:6).

 

Milagros como testimonio de la glorificación del Mesías,

anticipación parcial de la liberación total,

los "poderes del siglo venidero"

 

El juicio, la resurrección de los muertos, el arrepentimiento de obras muertas, todas estas cosas habían sido enseñadas. Bajo aquel orden de cosas la nación había crucificado a su Mesías. Ahora había llegado el poder que testificaba de la glorificación del Mesías crucificado, el Hijo de Dios en el cielo; y que mediante milagros destruía (al menos en detalle) el poder del enemigo que aún reinaba sobre el mundo. Estos milagros eran una anticipación parcial de la liberación completa y gloriosa que tendría lugar en el siglo venidero (o era venidera), cuando el Mesías triunfante, el Hijo de Dios, destruya enteramente todo el poder del enemigo. Por eso dichos milagros son llamados "los poderes del siglo venidero".

 

El poder del Espíritu ejercido en anticipación de la liberación

y la palabra de la gracia predicada

 

El poder del Espíritu Santo, los milagros realizados en el seno del cristianismo eran testimonios de que el poder que había de consumar esa liberación, — aunque oculto aún en el cielo, — no obstante existía en la gloriosa Persona del Hijo de Dios. El poder no consumaba aún la liberación de este mundo oprimido por Satanás porque mientras tanto otra cosa estaba siendo llevada a cabo. La luz de Dios estaba resplandeciendo, la buena palabra de la gracia estaba siendo predicada, el don celestial (una mejor cosa que la liberación del mundo) estaba siendo gustado; y el poder sensible del Espíritu Santo se daba a conocer mientras se esperaba el regreso en gloria del Mesías para atar a Satanás y lograr así la liberación del mundo que estaba bajo su dominio.

 

Hablando de manera general, el poder del Espíritu Santo, la consecuencia de la glorificación del Mesías en lo alto, era ejercido en la tierra como manifestación  presente y como anticipación de la gran liberación venidera. La revelación de la gracia, la buena palabra de Dios, era predicada; y el cristiano vivía en la esfera donde estas cosas mismas se mostraban, y estaba sujeto a la influencia ejercida en ella. Esto se hacía sentir por aquellos que eran introducidos entre los cristianos. Incluso donde no había vida espiritual alguna de estas influencias eran sentidas.

 

La revelación plena de la gracia y el poder conocida y rechazada,

un imposible regreso al judaísmo; Cristo es abandonado,

no había otro medio para llevar el alma al arrepentimiento

 

Pero después de haber sido el objeto de esta influencia de la presencia del Espíritu Santo, después de haber gustado la revelación así hecha de la benignidad de Dios, y de haber experimentado las demostraciones de Su poder, si entonces alguien abandonaba a Cristo no quedaba otro medio para restaurar el alma, para llevarla al arrepentimiento. Los tesoros celestiales ya habían sido empleados: la persona los había descartado como siendo carentes de valor; había rechazado la plena revelación de la gracia y del poder después de haberla conocido. ¿Qué medio podía ser usado ahora? Cuando la verdad había sido revelada era imposible volver al judaísmo y a los principios elementales de la doctrina de Cristo en él: y la nueva luz había sido conocida y rechazada. En un caso como éste sólo existía la carne; no había vida nueva. Espinos y abrojos estaban siendo producidos como antes. No había ningún cambio real en el estado del hombre.

 

Comparación del poder del cristianismo con el judaísmo;

el poder del Espíritu Santo; gustar de la buena palabra

 

Una vez que nosotros hemos entendido que este pasaje es una comparación del poder del sistema espiritual con el judaísmo y que habla acerca de abandonar al primero después de haberlo conocido, su dificultad desaparece. La posesión de la vida no se da por supuesta, ni se toca ese asunto. El pasaje no habla de vida sino del Espíritu Santo como un poder presente en el cristianismo. Gustar "de la buena palabra" es haber entendido cuán preciosa es esa palabra y no el haber sido vivificado por medio de ella. [Véase nota]. De ahí que al hablar a los cristianos judíos el autor espera cosas mejores y cosas que acompañan la salvación, de modo que todas estas cosas podrían estar allí y sin embargo no haber salvación. No podría haber fruto; eso supone que hay vida.

 

[Nota]. Así en Mateo 13 alguno la recibe con gozo, pero no había raíz alguna.

 

Consuelo para los que habían mostrado pruebas de vida

 

Sin embargo el apóstol no aplica lo que él dice a los cristianos hebreos pues con independencia de cuán bajo pudiese ser el estado de ellos había habido frutos, pruebas de vida, lo que en sí mismo no es un mero poder; y él continúa su discurso presentándoles consuelo  y motivos para la perseverancia.

 

El estado y los privilegios de los profesantes

antes y después de que Cristo fue glorificado

 

Por otra parte se observará que este pasaje es una comparación entre lo que se poseía antes y después de que Cristo fue glorificado, — el estado y los privilegios de los profesantes en estos dos períodos, sin duda alguna en cuanto a la conversión personal. Cuando el poder del Espíritu Santo estaba presente y había la plena revelación de la gracia, si alguno abandonaba la asamblea, apostataba de Cristo y volvía atrás, no había medio de renovarlos para arrepentimiento. Por lo tanto, el escritor inspirado no volvería a poner el fundamento de las cosas anteriores con respecto a Cristo, — cosas ya envejecidas, —sino que avanzaría para beneficio de los que permanecían firmes en la fe.

 

El futuro estado terrenal, el mundo milenial

 

También podemos comentar la manera en que al hablar de los privilegios cristianos la epístola no pierde de vista el futuro estado terrenal, la gloria y los privilegios del mundo milenial. Los milagros son los milagros del siglo venidero; pertenecen a aquel período. La liberación y la destrucción del poder de Satanás van a ser completas en aquel entonces; esos milagros eran liberaciones, muestras de aquel poder. Nosotros vimos este asunto puesto de relieve (Hebreos 2:4) al principio de la doctrina de la epístola; y en Hebreos 4 vimos el reposo de Dios dejado inconcreto en su carácter a fin de abarcar tanto la parte celestial como la terrenal del reinado milenial de nuestro Señor. El poder presente del Espíritu Santo caracteriza aquí los modos de las sendas de Dios, el cristianismo; pero los milagros son un anticipo de la era venidera en la que todo el mundo será bendecido.

 

Las promesas de Dios confirmadas por Su juramento

y la garantía personal del Mediador celestial;

el carácter celestial de la esperanza;

el doble carácter de bendición

 

En los consuelos que les da la epístola ella recuerda ya los principios mediante los cuales había andado el padre de los creyentes y de la nación judía, y la manera en que Dios lo había fortalecido en su fe. Abraham tuvo que descansar en las promesas sin poseer lo prometido; y éste, en cuanto al reposo y a la gloria, era el estado en que estaban los cristianos hebreos en aquel entonces. Pero al mismo tiempo y para dar plena seguridad al corazón Dios había confirmado Su palabra mediante un juramento a fin de que los que edifican sobre esta esperanza de la gloria prometida pudiesen tener un fortísimo y satisfactorio consuelo. Y esta seguridad ha recibido una confirmación aún mayor. Entró dentro del velo, halló su aprobación en el santuario mismo, donde había entrado un Precursor, dando no sólo una palabra, un juramento, sino una garantía personal para el cumplimiento de estas promesas, y el santuario de Dios como refugio para el corazón; dando así para los que tenían entendimiento espiritual un carácter celestial a la esperanza que ellos atesoraban; mostrando al mismo tiempo y mediante el carácter de Aquel que había entrado en el cielo el seguro cumplimiento de todas las promesas del Antiguo Testamento en conexión con un Mediador celestial, el cual por Su posición aseguraba aquel cumplimiento; estableciendo la bendición terrenal sobre el firme fundamento del cielo mismo y dando al mismo tiempo un carácter más elevado y más excelente a esa bendición uniéndola al cielo y haciéndola emanar desde allí.

 

Tenemos así el doble carácter de bendición que este libro presenta otra vez a nuestra mente, en conexión con la Persona del Mesías, y tenemos el todo vinculado mediante la fe con Jesús.

 

El orden Aarónico es descartado;

el sacerdocio celestial de Cristo según el orden de Melquisedec,

señalando una futura realeza aún no manifestada

 

Jesús ha entrado en el cielo como Precursor. Él está allí. Nosotros pertenecemos a aquel cielo. Él está allí como Sumo Sacerdote. Por lo tanto, Su sacerdocio tiene un carácter celestial durante el tiempo actual; no obstante, Él es sacerdote, personalmente, según el orden de Melquisedec. Entonces, ello descarta todo el orden Aarónico aunque el sacerdocio sea ejercido ahora según la analogía del de Aarón, pero por su naturaleza señala en el futuro a una realeza que todavía no ha sido manifestada. Ahora bien, el hecho mismo de que esta futura realeza estuviera conectada con la Persona de Aquel que estaba sentado a la diestra de la Majestad en las alturas según el Salmo 110, hizo que el cristiano hebreo, cuando se veía tentado a volverse atrás, fijara su atención en Aquel que estaba en los cielos, y le hizo comprender el sacerdocio que el Señor está ejerciendo ahora; lo liberó del judaísmo y lo fortaleció en el carácter celestial del cristianismo que él había abrazado.

 

Capítulo 7

 

La dignidad personal de Melquisedec

y la importancia de su sacerdocio;

lo único que se atestigua de él

 

Hebreos 7. La epístola, volviendo al tema de Melquisedec, repasa, por tanto, la dignidad de su persona y la importancia de su sacerdocio. Porque del sacerdocio como medio de acercarse a Dios dependía todo el sistema relacionado con él.

 

Entonces, Melquisedec (una persona típica y característica, como el uso de su título en el Salmo 110 demuestra) era rey de Salem, es decir, rey de paz, y por nombre, rey de justicia. La justicia y la paz caracterizan su reinado. Pero sobre todo él era sacerdote del Dios Altísimo. Este es el nombre de Dios como supremo Gobernador de todas las cosas, — Creador (lit. Poseedor), como se añade en Génesis, de los cielos y de la tierra. Así es como Le reconoció Nabucodonosor, el humillado potentado terrenal. Así fue como Él se reveló a Abraham cuando Melquisedec bendijo al patriarca después de haber vencido a sus enemigos. En relación con su senda de fe, el nombre de Dios para Abraham era el "Todopoderoso". (Génesis 17:1).  Aquí Abraham, victorioso sobre los reyes de la tierra, es bendecido por Melquisedec, por el rey de justicia, en conexión con Dios como Creador de los cielos y de la tierra, el Altísimo. Esto anticipa la realeza de Cristo, un Sacerdote en Su trono, cuando por la voluntad y el poder de Dios habrá triunfado sobre todos Sus enemigos, — un tiempo aún no llegado, — cumplido por primera vez en el milenio, como es expresado comúnmente, aunque esto se refiere más bien a la parte terrenal. Abraham dio los diezmos de todo a Melquisedec. Su realeza no era todo pues el Salmo 110 es muy claro al describir a Melquisedec como sacerdote y como poseedor de un sacerdocio duradero e ininterrumpido. Él no tenía ascendencia sacerdotal de la cual procediera su sacerdocio. Como sacerdote él no tenía padre ni madre; a diferencia de los hijos de Aarón él no tenía genealogía (compárese con Esdras 2:62); no tenía límites asignados a la duración de su servicio sacerdotal como era el caso de los hijos de Aarón (Números 4:3). Él fue hecho sacerdote, semejante, — en su carácter sacerdotal, — al Hijo de Dios; pero, hasta ahora, este último está en el cielo.

 

El hecho de que él recibió los diezmos de Abraham y de que bendijo a Abraham mostró la elevada y preeminente dignidad de este personaje por lo demás desconocido y misterioso. Lo único que se atestigua de él, — sin nombrar padre o madre, comienzo de vida, o muerte que pudiera haber tenido lugar, — es que él vivía.

 

La dignidad de su persona trascendía la de Abraham el cual era el depositario de las promesas; la dignidad de su sacerdocio trascendía el de Aarón el cual en Abraham pagó los diezmos que el propio Leví recibía de sus hermanos. Entonces, el sacerdocio cambia, y con él todo el sistema que dependía de él.

 

Pruebas de que el sacerdocio y todo su sistema fueron  cambiados

 

El Salmo 110 interrumpido por la fe en Cristo, — pues no hace falta decir que la epístola habla siempre a cristianos, — es sin embargo el asunto sobre el cual  se fundamenta su argumentación. Entonces, la primera prueba de que todo había cambiado es que el Señor Jesús, el Mesías (un Sacerdote según el orden de Melquisedec), no descendía evidentemente de la tribu sacerdotal sino de otra, a saber, la de Judá. Por eso ellos creían que Jesús era el Mesías. Pero según las escrituras judías el Mesías era tal como Él es presentado aquí; y en ese caso el sacerdocio fue cambiado y con él todo el sistema. Y esto no era sólo una consecuencia que debía ser deducida del hecho de que el Mesías era de la tribu de Judá, aunque Sacerdote; sino que era necesario que se levantara otro sacerdote que no fuera el de la familia de Aarón, y uno a semejanza de Melquisedec, no constituido conforme a la ley de un mandamiento que no tenía más poder que el poder que tenía la carne a la que dicho mandamiento era aplicado sino que fuera según el poder de una vida indestructible.. El testimonio que el Salmo da de esto era positivo: "Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec".

 

La introducción de una mejor esperanza;

la ley y la gracia de Dios

 

De hecho, hay una abrogación del mandamiento que existía previamente porque era ineficaz (porque la ley nada perfeccionaba), y hay la introducción de una mejor esperanza mediante la cual nos acercamos a Dios.

 

¡Preciosa diferencia! Un mandamiento para el hombre pecador y alejado de Dios, sustituido por una esperanza, una confianza, fundamentada en la gracia y en la promesa divina, mediante la cual nosotros podemos llegar incluso a la presencia de Dios.

 

No hay duda alguna de que la ley era buena; pero aún subsistía la separación entre el hombre y Dios. La ley nada perfeccionaba. Dios era siempre perfecto y se requería perfección humana; todo debía ser conforme a lo que la perfección divina exigía del hombre. Pero el pecado estaba allí y por consiguiente la ley no tenía poder (excepto para condenar); y sus ceremonias y ordenanzas no eran más que figuras y un pesado yugo. Incluso aquello que aliviaba temporalmente la conciencia traía el pecado a la memoria y nunca hacía que la conciencia fuera perfecta para con Dios. Ellos seguían estando a distancia de Él. La gracia lleva el alma a Dios, el cual es conocido en amor y en una justicia que es para nosotros.

 

La superioridad del nuevo sacerdocio y de su pacto;

el sacerdocio de Jesús comparado con el de Aarón.

 

El carácter del nuevo sacerdocio llevaba en todas sus características el sello de su superioridad sobre el que existía bajo el orden de la ley y con el cual todo el sistema de la ley se mantenía o caía.

 

El pacto relacionado con el nuevo sacerdocio respondía igualmente a la superioridad de éste sobre el sacerdocio anterior.

 

El sacerdocio de Jesús fue establecido mediante juramento; el de Aarón no. El sacerdocio de Aarón pasaba de una persona a otra porque la muerte ponía fin a su ejercicio por parte de los individuos que estaban investidos de él. Pero Jesús permanece el mismo para siempre; Él tiene un sacerdocio que no es transmitido a otros. Por lo tanto Él salva por completo y perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, puesto que Él vive para siempre para interceder por ellos.

 

La posición del cristiano; nuestra necesidad satisfecha

por Aquel a quien la pureza y la gloria del cielo exigían;

una obra completada

 

Consecuentemente, "tal sumo sacerdote nos convenía". ¡Glorioso pensamiento! Llamados a estar en la presencia de Dios, a relacionarnos con Él en la gloria celestial, a acercarnos a Él en lo alto donde nada que contamina puede entrar, nosotros necesitábamos un Sumo Sacerdote en el lugar al que se nos daba acceso (como los judíos en el templo terrenal), y a un tal como la gloria y la pureza del cielo exigían. ¡Qué demostración de que nosotros pertenecemos al cielo y de la naturaleza exaltada de nuestra relación con Dios! Porque convenía que tuviéramos tal Sacerdote: "Santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos", — pues así somos nosotros en cuanto a nuestra posición teniendo que ver con Dios allí, — un Sacerdote que no necesita renovar los sacrificios como si todavía quedara por hacer alguna obra para quitar el pecado, o como si los pecados de ellos aún pudieran ser imputados a los creyentes; porque entonces sería imposible permanecer en el santuario celestial. Habiendo completado una vez Su obra para quitar el pecado, nuestro Sacerdote ofreció Su sacrificio una vez para siempre cuando Él se ofreció a Sí mismo.

 

Los sumos sacerdotes bajo la ley

contrastados con el Hijo de Dios

 

Porque la ley designaba sumos sacerdotes a quienes tenían las debilidades de los hombres, pues ellos mismos eran hombres; el juramento de Dios, posterior a la ley establece al Hijo, cuando Él es hecho perfecto para siempre, consagrado a Dios en el cielo.

 

Nosotros vemos aquí que aunque había una analogía y las figuras de las cosas celestiales, en esta epístola hay más en cuanto a contraste que en cuanto a comparación. Los sacerdotes conforme a la ley tenían las mismas debilidades que los demás hombres; Jesús tiene un sacerdocio glorificado conforme al poder de una vida indestructible.

 

 

Capítulo 8

 

El nuevo sacerdocio implica un cambio

en los sacrificios y en el pacto

 

Hebreos 8. La introducción de este nuevo sacerdocio ejercido en el cielo implica un cambio en los sacrificios y en el pacto. El escritor inspirado lo desarrolla aquí exponiendo el valor del sacrificio de Cristo y el nuevo pacto por largo tiempo prometido. La conexión directa es con los sacrificios; pero él se aparta por un momento para referirse a los dos pactos, una consideración tan amplia y de suma importancia para el judío cristiano que había estado bajo el primero.

 

Hebreos 8 con respecto a esto es sencillo y claro; sólo los últimos versículos brindan espacio para algunos comentarios.

 

La suma de la doctrina presentada

 

La suma de la doctrina que hemos estado considerando es que tenemos un Sumo Sacerdote que está sentado en el trono de la Majestad en los cielos, un Ministro del santuario celestial no hecho de manos. Como tal, Él debe tener una ofrenda para presentar allí. Si Jesús estuviera en la tierra no sería Sacerdote; hubo sacerdotes en la tierra conforme a la ley en la que todas las cosas no eran sino figuras de las cosas celestiales; como a Moisés se le dijo que hiciera todas las cosas según el modelo que se le había mostrado en el monte. Pero el ministerio de Jesús es más excelente porque Él es el Mediador de un mejor pacto, del pacto del cual se habla en Jeremías 31 que es citado aquí; una prueba clara y sencilla de que el primer pacto no iba a continuar.

 

Los dos pactos

 

Nosotros encontramos aquí nuevamente ese desarrollo particular de la verdad requerido por el carácter de las personas a las cuales esta carta  fue dirigida.

 

El primer pacto fue hecho con Israel; el segundo debe serlo igualmente conforme a la profecía de Jeremías. No obstante en este pasaje la epístola sólo hace uso del hecho de que iba a haber un segundo pacto para demostrar que el primero ya no iba a durar más tiempo. Había envejecido y debía desaparecer. Él autor detalla los términos del nuevo pacto. Nosotros encontraremos que hace uso de ello después. En lo que sigue él contrasta los servicios (u oficios) que pertenecían al primero con la obra perfecta sobre la cual se fundamenta el cristianismo. De este modo el alcance y el valor de la obra de Cristo son presentados.

 

Aunque aquí no hay dificultad alguna, es importante tener luz con respecto a estos dos pactos porque algunos tienen ideas muy vagas sobre este asunto y muchas almas que se sitúan bajo pacto, — es decir, en relación con Dios bajo condiciones en las que Él no las ha situado, — pierden su sencillez y no echan mano de la gracia y de la plenitud de la obra de Cristo, y de la posición que Él ha adquirido para ellas en el cielo.

 

Un pacto definido; el antiguo y el nuevo

 

Un pacto es un principio de relación con Dios en la tierra, — condiciones establecidas por Dios bajo las cuales el hombre ha de vivir con Él. Tal vez la palabra puede ser usada en sentido figurado o por adaptación. La palabra es aplicada a detalles de la relación de Dios con Israel, y así con Abraham (Génesis 15), y casos similares; pero estrictamente hablando no hay más que dos pactos en los cuales Dios ha tratado con el hombre en la tierra, o lo hará, — el antiguo y el nuevo. El antiguo fue establecido en Sinaí. El nuevo pacto es hecho también con las dos casas de Israel. [Véase nota].

 

[Nota]. Al final de la epístola tenemos también la expresión "la sangre del pacto eterno". (Hebreos 13:20). Yo no dudo que el autor usa la palabra  "pacto" (como también es usada la palabra "ley"), porque era empleada comúnmente como la condición de la relación con Dios, y el adjetivo "eterno" es característico de los Hebreos. Ha habido, y habrá, pactos en el tiempo y para la tierra; pero nosotros tenemos condiciones eternas de relación con Dios de las cuales la sangre de Cristo es la expresión y la seguridad, fundamentadas en la gracia eterna, y la justicia así como la gracia, por esa sangre preciosa en la cual todo el carácter y todo el propósito de Dios se han cumplido y han sido glorificados, así como nuestros pecados han sido quitados.

 

El evangelio no es un pacto sino la revelación de la salvación de Dios. Proclama la gran salvación. Nosotros disfrutamos ciertamente de todos los privilegios esenciales del nuevo pacto dado que su fundamento está puesto por parte de Dios en la sangre de Cristo, pero lo hacemos en espíritu, no según la letra.

 

El nuevo pacto será establecido formalmente con Israel en el milenio. Mientras tanto el antiguo pacto es juzgado por el hecho de que existe uno nuevo.

 

Capítulo 9

 

Características del primer pacto

 

Hebreos 9. Al relatar algunas circunstancias particulares que caracterizaban el primer pacto,  la epístola muestra que ni los pecados eran quitados, ni la conciencia era limpiada mediante sus medios, ni la entrada en el lugar santísimo era concedida a los adoradores. El velo ocultaba a Dios. El sumo sacerdote entraba una vez al año para hacer la reconciliación, — nadie más. El camino a Dios en santidad estaba cerrado. Ellos no podían ser perfectos en cuanto a la conciencia mediante la sangre de toros y de machos cabríos. Éstas no eran más que ordenanzas provisionales y figurativas hasta que Dios emprendiera la verdadera obra misma a fin de llevarla a cabo plenamente y para siempre.

 

El valor y el alcance del sacrificio de Cristo

 

Pero esto nos lleva al foco de la luz que Dios nos da mediante el Espíritu Santo en esta epístola. Antes de demostrar por medio de las escrituras del Antiguo Testamento la doctrina que anunció, y la discontinuación de los sacrificios legales, — de todo sacrificio por el pecado, el escritor, con un corazón lleno de la verdad y de la importancia de esa verdad, enseña el valor y el alcance del sacrificio de Cristo (todavía en contraste con las ofrendas anteriores pero un contraste que descansa en el valor intrínseco de la ofrenda de Cristo). Son presentados estos tres resultados: — primero, el camino abierto al santuario fue manifestado; es decir, acceso a Dios mismo donde Él está; segundo, la limpieza de la conciencia; tercero, una eterna redención; y yo puedo añadir la promesa de una herencia eterna.

 

El camino abierto al santuario; el acceso a Dios mismo

 

Uno siente la inmensa importancia, el valor inestimable de lo primero. El creyente es admitido a la propia presencia de Dios por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo, esto es, de Su carne; tiene acceso constante a Dios, acceso inmediato al lugar donde Él está, en luz. ¡Qué completa salvación, qué bienaventuranza, qué seguridad! Porque ¿cómo podríamos tener nosotros acceso a Dios en luz si todo lo que nos separaría de Él no fuera enteramente quitado por medio de Aquel que fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos? Pero aquí está el precioso y perfecto resultado a este respecto el cual nos es revelado y formalmente demostrado en Hebreos 10 como un derecho que nosotros poseemos, que el acceso a Dios mismo está entera y gratuitamente abierto para nosotros. En realidad no se nos dice en este pasaje que nosotros estamos sentados allí pues no es nuestra unión con Cristo el tema de esta epístola sino nuestro acceso a Dios en el santuario. Y es importante mencionar esto último, y ello es tan precioso en su lugar como lo otro. Nosotros somos vistos como estando en la tierra, y estando en la tierra tenemos libre y pleno acceso a Dios en el santuario. Vamos en perfecta libertad a Dios donde mora Su santidad y donde nada que Le es contrario puede ser admitido. ¡Qué felicidad! ¡Qué gracia tan perfecta! ¡Qué resultado tan glorioso, supremo y completo! ¿Podría ser deseado algo mejor recordando además que esa es nuestra morada? Esta es nuestra posición en la presencia de Dios por la entrada de Cristo en el santuario.

 

La limpieza no sólo de los pecados sino de la conciencia

 

El segundo resultado nos muestra el estado personal al que somos llevados para el disfrute de nuestra posición; para que por nuestra parte podamos entrar libremente. Es que nuestro Salvador ha hecho que nuestra conciencia sea perfecta de modo que podemos entrar en el santuario sin una idea de temor, sin que surja una sola duda en nuestras mentes acerca del pecado. Una conciencia perfecta no es una conciencia inocente que feliz en su inconsciencia no conoce el mal y no conoce a Dios revelado en santidad. Una conciencia perfecta conoce a Dios; ha sido limpiada, y teniendo el conocimiento del bien y del mal conforme a la luz de Dios mismo sabe que ha sido limpiada de todo mal conforme a Su pureza. Ahora bien, la sangre de los toros y de los machos cabríos, y los lavamientos (o abluciones) repetidos bajo la ley nunca pudieron hacer perfecta la conciencia. Dichas cosas podían santificar carnalmente como para permitir al adorador acercarse a Dios exteriormente pero sólo de lejos, con el velo todavía sin rasgar. Pero las ofrendas bajo la ley nunca podían producir una verdadera limpieza del pecado y de los pecados de modo que el alma pueda estar en la presencia de Dios mismo en luz sin mancha y consciente de dicha limpieza,. Dichas cosas no eran más que figuras. Pero gracias sean dadas a Dios, Cristo ha llevado a cabo la obra y Él se presenta ahora por nosotros en el santuario celestial y eterno, Él es allí el testigo de que nuestros pecados han sido quitados; de modo que toda conciencia de pecado ante Dios ha sido destruida porque sabemos que Aquel que llevó nuestros pecados está en la presencia de Dios después de haber consumado la obra de expiación. Nosotros somos así conscientes de que estamos en luz sin mancha. No sólo tenemos la limpieza de los pecados sino también de la conciencia de modo que podemos usar este acceso a Dios con plena libertad y gozo presentándonos ante Aquel que de tal manera nos amó.

 

Cristo permanece en el cielo; una redención eterna

 

El tercer resultado que sella y define los otros dos es que habiendo entrado Cristo una vez Él permanece en el cielo. Ha entrado en el santuario celestial para permanecer allí en virtud de una eterna redención, de una sangre que tiene validez eterna. La obra está completamente hecha y nunca puede cambiar de valor. Si nuestros pecados han sido efectivamente quitados, Dios ha sido glorificado, y la justicia ha sido completa, lo que una vez sirvió para efectuar esto nunca puede no servir. La sangre derramada una vez para siempre es siempre eficaz.

 

Nuestro Sumo Sacerdote está en el santuario pero no con la sangre de los sacrificios los cuales no son sino figuras de lo verdadero. La obra que quita el pecado ha sido hecha. Esta redención no es temporal ni transitoria. Es la redención del alma y es para la eternidad conforme a la eficacia moral de lo que ha sido hecho.

 

Entonces, aquí están los tres aspectos del resultado de la obra de Cristo: a saber, acceso inmediato a Dios; una conciencia limpiada; una eterna redención.

 

El sumo sacerdote de los bienes venideros;

 el reinado del Mesías en la tierra;

la relación actual del cristiano

 

Tres asuntos quedan por mencionar antes de entrar en los temas de los pactos que aquí son retomados.

 

En primer lugar, Cristo es un Sumo Sacerdote de los bienes venideros. Al decir "bienes venideros" el punto de partida es Israel bajo la ley antes del advenimiento de nuestro Señor. Sin embargo si estos bienes venideros fueran a adquiridos ahora, si se pudiera decir «los tenemos» porque el cristianismo fue el cumplimiento de ellos, difícilmente se  podría decir todavía, — cuando el cristianismo fue establecido, — "bienes venideros". Ellos están aún por venir. Estos "bienes venideros" consisten en todo lo que el Mesías disfrutará cuando Él reine. Este es también el motivo por el cual las cosas terrenales tienen su lugar. Pero nuestra relación actual con Él es única y completamente celestial. Él actúa como Sacerdote en un tabernáculo que no es de esta creación: es celestial, en la presencia de Dios, no hecho de manos. Nuestro lugar está en el cielo.

 

La preciosa ofrenda de Cristo ofreciéndose a Sí mismo

 como Hombre a Dios y mediante el Espíritu eterno

 

En segundo lugar leemos, "Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno [véase nota] se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios". La preciosa ofrenda de Cristo es vista aquí como un acto que Él realizó como hombre aunque en la perfección y en el valor de Su Persona. Él se ofreció a Sí mismo a Dios pero movido por el poder y conforme a la perfección del Espíritu eterno. Todos los motivos que gobernaron esta acción y la consumación del hecho de acuerdo con esos motivos fueron pura y perfectamente los del Espíritu Santo; es decir, absolutamente divinos en su perfección, pero del Espíritu Santo actuando en un hombre (un hombre sin pecado que nacido y viviendo siempre por el poder del Espíritu Santo nunca conoció pecado; un hombre que estando exento de él por nacimiento nunca permitió que entrara en Él); de modo que es el Hombre Cristo quien se ofrece a Sí mismo. Esto era necesario.

 

[Nota]. El lector observará cuán ansiosamente, por así decirlo, la epístola adjunta aquí el calificativo "eterno" a todo. No se trataba de un terreno temporal o terrenal de relación con Dios sino de uno eterno; así en cuanto a la redención; así en cuanto a la herencia. Correspondiente a esto y en cuanto a la obra en la tierra, ella es una vez para siempre. No es de poca importancia mencionar esto en cuanto a la naturaleza de la obra. Por eso el calificativo  anexado incluso al Espíritu.

 

La perfección, la pureza y el valor eterno de la ofrenda

 

Por lo tanto la ofrenda fue en sí misma perfecta y pura, sin contaminación; y el acto de ofrecer fue perfecto, fuera ella en amor o en obediencia, o en el deseo de glorificar a Dios, o de llevar a cabo el propósito de Dios. Nada se mezclaba con la perfección de Su intención al ofrecerse a Sí mismo.

 

Además, no se trató de una ofrenda temporal que se aplicaba a un pecado con el cual la conciencia estaba cargada y que no iba más allá de ese pecado, una ofrenda que por su naturaleza no podía tener la perfección de la que se habla porque no era la Persona ofreciéndose a Sí misma, ni era absolutamente para Dios, porque no había en ella ni la perfección de la voluntad ni la de la obediencia. Pero la ofrenda de Cristo fue una que siendo perfecta en su naturaleza moral, siendo en sí misma perfecta a los ojos de Dios, fue necesariamente eterna en su valor. Porque este valor era tan perdurable como la naturaleza de Dios el cual fue glorificado en ella.

 

La ofrenda voluntaria de obediencia;

su resultado para nosotros

 

Dicha ofrenda no fue hecha por necesidad sino por libre voluntad y en obediencia. Fue hecha por un Hombre para la gloria de Dios pero mediante el Espíritu eterno, siempre el mismo en Su naturaleza y valor.

 

Estando así todo consumado perfectamente para la gloria de Dios la conciencia de cada uno que viene a Él por esta ofrenda es limpiada; las obras muertas son borradas y desechadas; estamos ante Dios en el terreno de lo que Cristo ha hecho.

 

La posición cristiana; servir al Dios vivo en amor

en contraste con el judaísmo

 

Y aquí entra el tercer punto. Estando perfectamente limpios en la conciencia de todo lo que el hombre en su naturaleza pecaminosa produce, y teniendo que ver con Dios en luz y en amor, no habiendo ningún asunto de conciencia con Él, nosotros estamos en condiciones de servir al Dios vivo. ¡Preciosa libertad! en la que felices y sin duda ante Dios según Su naturaleza en luz podemos servirle conforme a la actividad de Su naturaleza en amor. El judaísmo no sabía más acerca de esto de lo que sabía acerca de la perfección en cuanto a la conciencia.

 

Ciertamente la obligación para con Dios mantenía aquel sistema; y ofrecía cierta provisión para lo que se necesitaba en caso de fracaso exterior. Pero dicho sistema nada sabía acerca de tener una conciencia perfecta y luego servir a Dios en amor conforme a Su voluntad. Esta es la posición cristiana: la conciencia perfecta por medio de Cristo, [véase nota] conforme a la naturaleza de Dios mismo; servir a Dios en libertad conforme a Su naturaleza de amor actuando hacia los demás.

 

 [Nota]. Porque en Cristo nosotros hemos sido hechos justicia de Dios. Su sangre nos limpia por parte de Dios. Jesús obró la limpieza de los pecados por Sí mismo y glorificó a Dios al hacerlo.

 

El sistema judío caracterizado por el Lugar Santo

 

Porque el sistema judío en sus máximas ventajas se caracterizaba por el Lugar Santo. Había deberes y obligaciones a ser cumplidas para acercarse, sacrificios para limpiar exteriormente a aquel que se acercaba exteriormente. Mientras tanto Dios estaba siempre oculto. Nadie entraba en el "Lugar Santo": está implícito que el "Lugar Santísimo" era inaccesible. Todavía no se había ofrecido ningún sacrificio que diera libre acceso y en todo momento. Dios estaba oculto: que Él lo estuviera caracterizaba la posición. Ellos no podían estar ante Él. Él tampoco se manifestaba. Ellos Le servían fuera de Su presencia sin entrar.

 

Es importante mencionar esta verdad para entender el pasaje que tenemos ante nosotros, a saber, que todo el sistema en su acceso más elevado y cercano a Dios estaba caracterizado por el Lugar Santo.

 

El judaísmo identificado con la primera parte del tabernáculo,

la figura mostraba que no había acceso a Dios;

a Dios sólo se Le acercaba por medio de un sacerdocio;

en aquel entonces se hablaba del cielo

Ahora bien, al primer tabernáculo, — el judaísmo como sistema, — se lo identifica con la primera parte del tabernáculo, y esa primera parte abierta sólo a la parte sacerdotal de la nación, la segunda parte (es decir, el santuario), por las circunstancias relacionadas con él sólo muestra que no había acceso a Dios. Cuando el autor de la epístola pasa a la posición actual de Cristo, él abandona el tabernáculo terrenal, — entonces él habla del cielo mismo, un tabernáculo no hecho por manos humanas, ni de esta creación, en el cual nos introduce.

 

La primera tienda o la primera parte del tabernáculo daba el carácter de la relación del pueblo con Dios y eso sólo mediante un sacerdocio. Ellos no podían llegar a Dios. Cuando nosotros nos acercamos a Dios mismo ello es en el cielo; y todo el primer sistema desaparece. Todo era ofrecido como figura en el primer sistema, e incluso como figura mostraba que la conciencia no había sido aún liberada, ni la presencia de Dios era accesible al hombre. El recuerdo de los pecados se renovaba continuamente (el sacrificio anual era un memorial de los pecados y Dios no se manifestaba ni se abría el camino a Él).

 

Los dos sistemas opuestos;

las cosas típicas y el cielo, el santuario verdadero

 

Cristo viene, lleva a cabo el sacrificio, hace perfecta la conciencia, entra en el cielo mismo; y nosotros nos acercamos a Dios en la luz. Mezclar el servicio del primer tabernáculo o Lugar Santo con el servicio cristiano es negar este último porque el significado del primero era que el camino a Dios no estaba aún abierto mientras que el significado del segundo es que dicho camino ha sido abierto.

 

Dios puede tener paciencia con la debilidad del hombre. Hasta la destrucción de Jerusalén Él toleró a los judíos; pero los dos sistemas no pueden realmente continuar juntos, a saber, un sistema que decía que uno no puede acercarse a Dios, y otro sistema que da acceso a Él.

 

Cristo vino, el Sumo Sacerdote de un nuevo sistema de "bienes" que bajo el antiguo sistema eran aún "venideros"; pero Él no entró en el "Lugar Santísimo" terrenal, dejando que el "Lugar Santo" subsistiera sin un significado verdadero. Él ha venido por medio del más amplio y más perfecto tabernáculo. Yo lo repito porque ello es esencial aquí: el Lugar Santo, o la primera tienda, es la figura de la relación de los hombres con Dios bajo el primer tabernáculo (tomado como un todo); de modo que podemos decir: «la primera tienda», aplicándolo a la primera parte del tabernáculo, y pasar al primer tabernáculo como un todo, y como un período reconocido que tiene el mismo significado. Esto es lo que la epístola hace aquí. Para salir de esta posición nosotros debemos dejar las cosas que son tipos y pasar al cielo que es el verdadero santuario donde Cristo vive siempre y donde ningún velo impide nuestra entrada.

 

La garantía de toda promesa, — Cristo en el cielo

 

Ahora bien, no se dice que nosotros tenemos "los bienes venideros". Cristo ha ido al cielo mismo, el Sumo Sacerdote de esos bienes asegurando la posesión de ellos a aquellos que confían en Él. Pero nosotros tenemos acceso a Dios [véase nota] en la luz en virtud de la presencia de Cristo allí. Esa presencia es la prueba de la justicia plenamente establecida; la sangre es una evidencia de que nuestros pecados han sido quitados para siempre; y nuestra conciencia es hecha perfecta. Cristo en el cielo es la garantía del cumplimiento de toda promesa. Él nos ha abierto un acceso incluso ahora a Dios en la luz; habiendo limpiado nuestras conciencias de una vez para siempre, — porque Él mora en lo alto continuamente, — para que nosotros podamos entrar y para que podamos servir a Dios aquí abajo.

 

[Nota]. Es muy importante comprender minuciosamente que es a la presencia de Dios donde nosotros entramos; y eso en todo momento y en virtud de un sacrificio y de una sangre que nunca pierden su valor. Bajo el antiguo tabernáculo el adorador no entraba a la presencia de Dios; él permanecía fuera del velo no rasgado. Él pecaba, — un sacrificio era ofrecido; él pecaba nuevamente, — un sacrificio era ofrecido. Ahora el velo se ha rasgado. Nosotros estamos siempre en la presencia de Dios sin un velo. Pase lo que pase Él siempre nos ve, — nos ve en Su presencia, — según la eficacia del sacrificio perfecto de Cristo. Estamos allí ahora, en virtud de un sacrificio perfecto, ofrecido para quitar el pecado conforme a la gloria divina, y que ha consumado perfectamente la limpieza de los pecados. Yo no estaría en la presencia de Dios en el santuario si yo no hubiera sido limpiado conforme a la pureza de Dios, y limpiado por Dios. Fue esto lo que me llevó allí. Y este sacrificio y esta sangre nunca pueden perder su valor. Por tanto, por medio de ellos yo he sido perfeccionado para siempre en la presencia de Dios; por ellos fui introducido en ella.

 

El nuevo pacto fundamentado en la sangre de Cristo;

la herencia eterna

 

Todo esto ya está establecido y asegurado; pero hay más. El nuevo pacto del cual Él es Mediador está fundamentado en Su sangre. Es muy notable la manera en que el apóstol evita siempre la aplicación directa del nuevo pacto.

 

Las transgresiones que eran imputadas bajo el primer pacto y que los sacrificios que ofrecía no podían expiar son enteramente borradas por la sangre del nuevo pacto. Por lo tanto los llamados, — observen ustedes la expresión (versículo 15), — pueden recibir la promesa de la herencia eterna; es decir, es puesto el fundamento para el cumplimiento de las bendiciones del pacto. El autor dice "la herencia eterna" porque como hemos visto la reconciliación fue completa, nuestros pecados fueron llevados y cancelados, y la obra por la cual el pecado es finalmente quitado de la vista de Dios consumada conforme a la naturaleza y el carácter de Dios mismo. Este es el asunto principal de toda esta parte de la epístola.

 

La necesidad de que el pecado y los pecados

sean enteramente quitados;

el Mediador del nuevo pacto que ha pagado el rescate

 

Es debido a la necesidad que había de este sacrificio, — la necesidad de que los pecados, y finalmente el pecado fueran enteramente quitados [véase nota], para el disfrute de las promesas eternas (pues Dios no podía bendecir como principio eterno y definitivamente, mientras el pecado estuviera ante Sus ojos)-, que Cristo, el Hijo de Dios, Hombre en la tierra, llegó a ser el Mediador del nuevo pacto para que con Su muerte pudiese abrir el camino para el disfrute permanente de aquello que había sido prometido. El nuevo pacto en sí mismo no hablaba de un Mediador. Dios escribiría Sus leyes en el corazón de Su pueblo y no recordaría más los pecados.

 

[Nota]. La obra en virtud de la cual todo pecado es finalmente quitado de la vista de Dios, — suprimido, —ha sido consumada, el asunto del bien y del mal llegó a un resultado final en la cruz y Dios fue perfectamente glorificado cuando el pecado estuvo delante de Él; pero el resultado no se cumplirá definitivamente hasta los cielos nuevos y la tierra nueva. Pero habiendo sido nuestros pecados llevados por Cristo en la cruz, Él resucita, hecha la expiación, como testimonio eterno de que han desaparecido para siempre y de que por medio de la fe nosotros estamos ahora justificados y tenemos paz. No debemos confundir estas dos cosas, nuestros pecados siendo quitados y la perfecta glorificación de Dios con respecto al pecado cuando Cristo fue hecho pecado, cuyos resultados aún no se han cumplido. Con respecto a la naturaleza pecaminosa, ella todavía está en nosotros; pero habiendo muerto Cristo la condenación de dicha naturaleza tuvo lugar en aquel entonces, pero estando aquella en muerte nosotros nos consideramos muertos a ella y sin condenación alguna para nosotros.

 

El pacto con Israel y Judá aún no ha sido realizado. Pero mientras tanto Dios ha establecido y ha revelado al Mediador, el cual ha llevado a cabo la obra sobre la cual puede fundamentarse el cumplimiento de las promesas de una manera duradera en cuanto a principio y eterna porque está conectada con la naturaleza de Dios mismo. Esto es hecho mediante la muerte que es la paga del pecado, y mediante la cual el pecado es dejado atrás; y habiendo sido hecha la expiación por el pecado conforme a la justicia de Dios es adoptada una posición totalmente nueva fuera y más allá del pecado. El Mediador ha pagado el rescate. El pecado ya no tiene derecho sobre nosotros.

 

La implicación de un "testamento";

la muerte necesaria antes de que los hombres

pudieran estar en relación con Dios

 

Los versículos 16 y 17 son un paréntesis en el que es presentada la idea de un "testamento" (que es la misma palabra que "pacto" en griego, una disposición por parte de quien tiene el derecho de disponer), para hacer que entendamos que la muerte debe haber ocurrido antes de que los derechos adquiridos en virtud del testamento puedan ser disfrutados. [Véase nota].

 

[Nota]. Algunos piensan que estos dos versículos no son un paréntesis que habla acerca de un testamento sino una continuación del argumento acerca del pacto, tomando la palabra griega como no significando el testador sino el sacrificio, el cual puso un sello más solemne que un juramento sobre la obligación de guardar el pacto. Es un asunto griego muy delicado en el que yo no entro aquí. Pero no puedo decir que ellos me hayan convencido.

 

Esta necesidad de que el pacto estuviese fundamentado en la sangre de una víctima no fue olvidada en el caso del primer pacto. Todo era rociado con sangre. Sólo que en este caso se trataba de la solemne sanción de la muerte unida a la obligación del pacto. Los tipos hablaban siempre de la necesidad de que la muerte interviniera antes de que los hombres pudieran estar en relación con Dios. El pecado había introducido la muerte y el juicio. Nosotros mismos debemos experimentar el juicio o ver nuestros pecados borrados por Otro que experimentó el juicio en nuestro lugar.

 

Tres aplicaciones de la sangre:

el fundamento necesario en la expiación;

la purificación de la contaminación del pecado;

la remisión de los pecados por la sangre derramada

 

Tres aplicaciones de la sangre son presentadas aquí. El pacto está fundamentado en la sangre. La contaminación es lavada mediante ella. La culpa es eliminada por la remisión obtenida por medio de la sangre que ha sido derramada.

 

De hecho, estas son las tres cosas necesarias. En primer lugar, los modos de obrar de Dios al otorgar bendiciones de acuerdo con Sus promesas están relacionadas con Su justicia, habiendo sido expiados los pecados de los bendecidos, el necesario fundamento del pacto, habiendo Cristo glorificado a Dios con respecto al pecado cuando Él fue hecho pecado en la cruz.

 

En segundo lugar, la purificación del pecado por el cual estábamos contaminados (por el cual todas las cosas que no podían ser culpables fueron sin embargo contaminadas) ha sido llevada a cabo. Aquí había casos en los que el agua era utilizada  a modo de tipo: se trata de una purificación moral y práctica. Dicha purificación emana de la muerte; el agua que purifica procedía del costado de la Víctima santa ya muerta. Es la aplicación de la Palabra, — la cual juzga todo mal y revela todo lo bueno, — a la conciencia y al corazón.

 

En tercer lugar, en cuanto a la remisión. En ningún caso esto puede ser obtenido sin el derramamiento de sangre. Observen que aquí no se dice «aplicación». De lo que aquí se habla es de la consumación de la obra de la verdadera propiciación. Sin derramamiento de sangre no se hace remisión. ¡Verdad de suma importancia! Para una obra de remisión debía haber muerte y derramamiento de sangre.

 

Dos consecuencias de la expiación y de la reconciliación con Dios,

— la necesidad de un mejor sacrificio y la sola ofrenda perfecta

 

Dos consecuencias tienen su origen en estas perspectivas de la expiación y de la reconciliación con Dios.

 

En primer lugar, era necesario que hubiera un mejor sacrificio, una víctima más excelente que las que eran ofrecidas bajo el antiguo pacto porque eran las cosas celestiales mismas y no sus figuras las que debían ser purificadas. Porque Cristo entró a la presencia de Dios en el cielo mismo.

 

En segundo lugar, Cristo no debía ofrecerse a Sí mismo muchas veces como hacía el sumo sacerdote cada año con sangre ajena. Porque Él se ofreció a Sí mismo. Por lo tanto, si todo lo que estaba disponible en el sacrificio no fue llevado a la perfección por una sola ofrenda hecha una sola vez, a Él le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo. [Véase nota].

 

[Nota].  Y Él debió haber padecido repetidamente porque tiene que haber realidad en la eliminación del pecado.

 

Por qué Dios permitió que pasaran  siglos

antes de llevar a cabo Su obra de gracia

 

Este comentario conduce a la declaración clara y sencilla de los modos de obrar de Dios acerca de este asunto, — una declaración de valor inestimable. Dios permitió que pasaran edades (los distintos períodos en los que el hombre ha sido puesto a prueba de diversas maneras y en los que ha tenido tiempo de mostrar lo que él es) sin llevar a cabo todavía Su obra de gracia. Esta prueba del hombre ha servido para mostrar que él es malo en naturaleza y en voluntad. La multiplicación de los medios sólo hizo más evidente que él era esencialmente malo de corazón, pues no se valió de ninguno de ellos para acercarse a Dios. Por el contrario, su enemistad contra Dios fue plenamente manifestada.

 

Cuando Dios hubo dejado esto en claro, antes de la ley, bajo la ley, mediante promesas, mediante la venida y la presencia de Su Hijo, entonces la obra de Dios asume el lugar de la responsabilidad del hombre para nuestra salvación y para la gloria de Dios, — en cuyo terreno la fe sabe que el hombre está completamente perdido. Esto explica la expresión en el versículo 26),  "en la consumación de los siglos".

 

La medida del pecado del hombre colmada

por el rechazo de Jesús; la consumación de los siglos

 

Ahora bien, esta obra es perfecta y ha sido cumplida perfectamente. El pecado había deshonrado a Dios y había separado al hombre de Él. Todo lo que Dios había hecho para darle los medios de regreso sólo terminó en darle la oportunidad de colmar la medida de su pecado mediante el rechazo de Jesús. Pero en esto se cumplieron los consejos eternos de Dios, al menos fueron establecidas las bases morales y esto fue hecho en infinita perfección para el cumplimiento real de dichos consejos en sus resultados. De hecho todo ahora, como siempre en cuanto apropósito, descansaba en el segundo Adán y en lo que Dios había hecho, no en la responsabilidad del hombre, mientras que ésta se cumplía plenamente para gloria de Dios. (Compárese 2ª Timoteo 1:9, 10; Tito 1:1, 2). El Cristo a quien el hombre rechazó había aparecido para quitar el pecado mediante el sacrificio de Sí mismo. Por tanto ello fue moralmente la consumación de los siglos.

 

El pecado será enteramente borrado como resultado

de la obra y el poder de Dios;

para la fe esto ya ha sido realizado

 

Los resultados de la obra y el poder de Dios no se han manifestado aún. Una nueva creación los desarrollará. Pero como hijo de Adán el hombre ha corrido toda su carrera en su relación con Dios: él está en enemistad contra Dios. Cristo cumpliendo la voluntad de Dios ha venido en la consumación de los siglos para quitar el pecado por el sacrificio de Sí mismo y Su obra para este fin ha sido consumada. Este es el poder moral de Su acto [véase nota], de Su sacrificio ante Dios; como resultado el pecado será enteramente borrado de los cielos y de la tierra.

 

[Nota]. Cuanto más examinemos la cruz desde el lado de Dios tanto más veremos esto, a saber, que la enemistad del hombre contra Dios, y contra Dios venido en bondad fue exhibida absolutamente; también fue exhibido el poder de Satanás en maldad sobre el hombre; la perfección del hombre en amor al Padre y obediencia a Él; la majestad y la justicia de Dios contra el pecado, y el amor a los pecadores, todo lo que Él es; todo el bien y el mal perfectamente llevados a un punto final, y eso en el lugar del pecado, es decir, en Cristo por nosotros hecho pecado. Cuando el pecado estaba como tal ante Su rostro en Aquel sin pecado donde ello era necesario y Dios perfectamente glorificado, y de hecho también el Hijo del hombre, todo el asunto fue moralmente resuelto , y nosotros lo sabemos: los resultados reales aún no se han producido.

 

Para la fe este resultado, a saber, la eliminación del pecado ya ha sido realizado en la conciencia [véase nota], porque Cristo que por nosotros fue hecho pecado ha muerto y ha muerto al pecado, y ahora ha resucitado y ha sido glorificado, siendo el pecado (tal como Él por nosotros fue hecho), dejado atrás.

 

[Nota]. El juicio que caerá sobre los impíos, no es por el pecado. Está mucho más involucrado también en la obra y la posición de Cristo, incluso la gloria celestial con Dios: pero ello no es nuestro tema aquí.

 

El resultado anunciado; los pecados del creyente

borrados dado que fueron puestos sobre Cristo en la cruz

en Su primera venida; Su segunda aparición

no para juicio sino para salvación

 

Además, este resultado es anunciado al creyente, — a los que están esperando el regreso del Señor. La muerte y el juicio son la porción de los hombres como hijos de Adán. "Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan". (Hebreos 9: 28 – LBA), no para juicio.

 

Para ellos y en lo que se refiere a la posición de ellos ante Dios el pecado ha sido ya quitado (Juan 1:29): como Cristo es, así son ellos; todos sus pecados han sido borrados. Cristo apareció la primera vez para ser hecho pecado por nosotros y para llevar nuestros pecados; ellos fueron puestos sobre Él en la cruz. Y con respecto a aquellos que Le esperan esos pecados han sido enteramente quitados. Cuando Él regrese, Cristo no tendrá nada que ver con el pecado en lo que a ellos respecta. El pecado fue completamente tratado en Su primera venida. Él aparece la segunda vez para librarlos de todos los resultados del pecado, de toda esclavitud. Él aparecerá pero no para juicio, sino para salvación. La eliminación del pecado en favor de ellos ante Dios ha sido tan completa, los pecados de los creyentes han sido tan enteramente borrados, que cuando Él aparece por segunda vez, Él no tiene nada que ver con el pecado en cuanto a ellos. Él aparece separado del pecado, no sólo sin pecado en Su bendita Persona, — este fue el caso en Su primera venida, — sino (en cuanto a aquellos que Le esperan) fuera de todo asunto de pecado, para la liberación final de ellos.

 

El carácter de la segunda venida del Señor;

no vista por el mundo sino por aquellos que Le esperan;

 el momento de la liberación de ellos

 

La expresión, "sin relación con el pecado" contrasta con "llevar los pecados de muchos".[Véase nota]. Pero se observará que el arrebatamiento de la asamblea no está mencionado aquí. Es bueno prestar atención al lenguaje. El tema es el carácter de Su segunda venida. Él apareció una vez. Él es visto ahora por los que Le esperan. La expresión puede ser aplicada a la liberación de los judíos que Le esperan en los postreros días. Él aparecerá para la liberación de ellos. Pero nosotros esperamos al Señor para esta liberación y Le veremos cuando Él la lleve a cabo incluso para nosotros. El apóstol no toca el asunto de la diferencia entre esto y el hecho de que nosotros seremos arrebatados, y él no usa la palabra que sirve para anunciar Su aparición pública. Él aparecerá a los que Le esperan. Él no es visto por todo el mundo, ni ello es consecuentemente el juicio, aunque eso pueda seguir a continuación. El Espíritu Santo habla sólo de los que esperan al Señor. Él aparecerá a ellos. Él será visto por ellos y ese será el momento de la liberación de ellos; de modo que esto es verdad para nosotros, y también es aplicable al remanente judío en los postreros días.

 

[Nota]. Es importante ver la diferencia entre los versículos 26 y 28. El pecado tenía que ser quitado conceptualmente de la vista de Dios, y por lo tanto Él tenía que ser perfectamente glorificado con respecto a él en aquel lugar donde el pecado estaba delante de Él. Cristo fue hecho pecado, — apareció para suprimirlo de la vista de Dios. Además de esto nuestros pecados (la culpa) estaban en consideración y Cristo los llevó en Su cuerpo sobre el madero. Los pecados son llevados y Cristo ya no los tiene. Han desaparecido como culpa ante Dios para siempre. La obra para la supresión del pecado a los ojos de Dios está terminada y Dios la reconoce como hecha, habiendo glorificado a Jesús que Le glorificó a Él en cuanto a ello cuando él por nosotros fue hecho pecado. De modo que para Dios el asunto está resuelto y la fe reconoce esto, pero el resultado no se ha producido. La obra está ante Dios en todo su valor, pero el pecado aún existe en el creyente y en el mundo. La fe reconoce ambas cosas y sabe que a los ojos de Dios la obra está hecha y descansa así como Dios descansa en ella, pero el creyente sabe que el pecado todavía está, de hecho, allí y en él: sólo que él tiene derecho a considerarse muerto a él, — que el pecado en la carne está condenado, pero en el sacrificio por el pecado, de modo que no hay ninguno para él. La eliminación no se ha cumplido, pero lo que lo hace sí lo está; de modo que Dios lo reconoce y también lo hace la fe, y él queda perfectamente limpio ante Dios en cuanto al pecado y a los pecados. El que está muerto (y nosotros lo estamos como habiendo muerto con Cristo) ha sido justificado del pecado. Todos nuestros pecados han sido llevados. La dificultad surge en parte porque la palabra "pecado" es usada para un acto particular, y también de forma conceptual. En la palabra "pecados" no hay tal ambigüedad. Un sacrificio por el pecado puede ser aplicado a una falta particular. Que el pecado entró en el mundo es otra idea. Esta ambigüedad ha producido la confusión.

 

Por lo tanto, aquí son presentadas la posición cristiana y la esperanza del mundo venidero, fundamentadas en la sangre y en el Mediador del nuevo pacto. Una es la porción actual del creyente, la otra está asegurada como la esperanza de Israel.

 

¡Qué maravillosa es la gracia que estamos considerando ahora!

 

La gracia y la bondad de Cristo;

la eficacia de Su obra consumada;

en presencia de Dios tan blancos como la nieve

 

Hay dos cosas que se nos presentan en Cristo, — a saber, las atracciones a nuestro corazón de Su gracia y bondad, y Su obra que lleva nuestras almas a la presencia de Dios. Es con esto último que el Espíritu Santo nos ocupa aquí. No sólo existe la piedad que la gracia produce; está la eficacia de la obra misma. ¿Cuál es esta eficacia? ¿Cuál es el resultado de Su obra para nosotros? Acceso a Dios en la luz sin un velo, nosotros mismos enteramente limpios de todo pecado ante Él, tan blancos como la nieve en la luz que sólo lo muestra. ¡Maravillosa posición para nosotros! No tenemos que esperar un día del juicio (que ciertamente viene), ni buscar medios para acercarnos a Dios. Nosotros estamos en Su presencia. Cristo aparece en la presencia de Dios por nosotros; y no sólo esto pues Él permanece allí para siempre; por lo tanto nuestra posición nunca cambia. Es verdad que estamos llamados a andar conforme a esa posición. Pero esto no toca el hecho de que la posición es esa. ¿Y cómo llegamos a ella? y ¿en qué condición? Nuestros pecados enteramente quitados, perfectamente quitados, y de una vez para siempre, y todo el asunto del pecado resuelto para siempre ante Dios, estamos allí porque Cristo ha terminado la obra que lo suprimió, y sin él a la vista de Dios. De modo que hay dos cosas, —  esta obra consumada y esta posición que es nuestra en la presencia de Dios.

 

Contraste entre cristianismo y judaísmo

 

Nosotros vemos la fuerza del contraste entre esto y el judaísmo. Como hemos visto, según este último el servicio divino era llevado a cabo fuera del velo. Los adoradores no llegaban a la presencia de Dios. Por lo tanto ellos siempre tenían que empezar de nuevo. El sacrificio propiciatorio era renovado de año en año, — siendo esto un testimonio continuamente repetido de que el pecado todavía estaba allí. Individualmente ellos obtenían un perdón temporal por actos particulares. Ello tenía que ser renovado constantemente. La conciencia nunca era hecha perfecta, el alma no estaba en la presencia de Dios, este gran asunto nunca era resuelto. (¡Cuántas almas están incluso ahora en esta condición!) La entrada del sumo sacerdote una vez al año no hacía más que proporcionar una prueba de que el camino seguía cerrado, de que no se podía acceder a Dios sino que el pecado aún era recordado.

 

Pero ahora la culpa de los creyentes ha desaparecido, sus pecados han sido lavados por una obra hecha una vez para siempre; la conciencia es hecha perfecta; no hay condenación para ellos. El pecado en la carne ha sido condenado en Cristo cuando fue un sacrificio por el pecado, y Cristo aparece siempre en la presencia de Dios por nosotros. El Sumo Sacerdote permanece allí. De este modo, en lugar de tener un memorial del pecado reiterado de año en año, la justicia perfecta subsiste siempre para nosotros en la presencia de Dios. La posición ha cambiado por completo.

 

La porción del hombre depende ahora de Cristo, no de Adán

 

La porción del hombre (pues esta obra perfecta nos saca del judaísmo) es la muerte y el juicio. Pero nuestra porción depende ahora de Cristo, no de Adán. Cristo fue ofrecido para llevar los pecados de muchos [véase nota], — la obra está completa, los pecados borrados, y para aquellos que Le esperan Él aparecerá sin tener nada que ver con el pecado, habiendo sido aquel asunto enteramente resuelto en Su primera venida. En la muerte de Jesús Dios se ocupó de los pecados de aquellos que Le esperan; y Él no aparecerá para juzgar sino para salvar, — para liberarlos finalmente de la posición a la cual el pecado los había llevado. Esto tendrá su aplicación al remanente judío según las circunstancias de la posición de ellos; pero de una manera absoluta ello es aplicable al cristiano, el cual tiene el cielo por su porción.

 

[Nota]. La palabra "muchos" tiene aquí un doble significado, negativo y positivo. No podría decirse "todos", o todos serían salvos. Por otra parte la palabra "muchos" generaliza la obra, de modo que no son sólo los judíos quienes son su objeto.

 

Capítulo 10

 

Cristo se ofreció a Si mismo una vez para siempre

 

Hebreos 10. El asunto esencial establecido en la doctrina de la muerte de Cristo es que Él se ofreció a Sí mismo una vez para siempre. Debemos tener esto en cuenta para comprender la plena trascendencia de todo lo que aquí se dice. El décimo capítulo es el desarrollo y la aplicación de esto. En él el autor recapitula su doctrina acerca de este asunto y la aplica a las almas, confirmando dicha doctrina mediante las Escrituras y mediante consideraciones que son evidentes para toda conciencia iluminada.

 

El sacrificio de la ley, la sombra de las cosas venideras

y no la verdadera imagen de ellas

 

La ley con sus sacrificios no hacía perfectos a los adoradores; porque si ellos hubieran llegado a la perfección los sacrificios no habrían sido ofrecidos de nuevo. Si estos sacrificios eran ofrecidos de nuevo era porque los adoradores no eran perfectos. Por el contrario, la repetición del sacrificio era un recordatorio de los pecados; recordaba al pueblo que el pecado seguía allí y que aún estaba ante Dios. En realidad, si bien la ley era la sombra de las cosas venideras ella no era la verdadera imagen de ellas. Había sacrificios; pero ellos eran repetidos en vez de haber un único sacrificio de eficacia eterna. Había un sumo sacerdote pero él era mortal y el sacerdocio era transmisible. Él entraba en el Lugar Santísimo pero sólo una vez al año, estando sin rasgar el velo que ocultaba a Dios, y el sumo sacerdote no podía permanecer en Su presencia al no ser perfecta la obra. Por lo tanto, había realmente elementos que indicaban claramente las partes constitutivas, por así decirlo, del sacerdocio de los bienes venideros; pero el estado de los adoradores era en un caso exactamente lo contrario de lo que era en el otro. En el primero cada acto mostraba que la obra de la reconciliación no estaba hecha; en el segundo la posición del Sumo Sacerdote y del adorador es un testimonio de que esta obra ha sido consumada, y de que estos últimos han sido perfeccionados para siempre en la presencia de Dios.

 

La repetición de los sacrificios;

el sacrificio de Cristo ofrecido una sola vez

es la demostración de su eficacia eterna

 

En Hebreos 10 este principio es aplicado al sacrificio. Su repetición demostraba que el pecado estaba allí. El hecho de que el sacrificio de Cristo sólo se ofreció una sola vez fue la demostración de su eficacia eterna. Si los sacrificios judíos hubieran hecho a los adoradores realmente perfectos ante Dios dichos sacrificios habrían dejado de ser ofrecidos. El apóstol está hablando (aunque el principio es general) del sacrificio anual en el día de expiación. Porque si por la eficacia del sacrificio ellos hubieran sido hechos permanentemente perfectos no habrían tenido ya más conciencia de pecado y no habrían podido tener el pensamiento de renovar el sacrificio.

 

Acercándose; la obra de Cristo excluye toda otra

y toda repetición de la misma

 

Observen aquí lo que es muy importante, a saber, que la conciencia es limpiada, nuestros pecados son expiados, el adorador se acerca en virtud del sacrificio. El significado del servicio judío era que la culpa todavía estaba allí; el del cristiano es que ha desaparecido. En cuanto al primero y con independencia de cuan precioso es el tipo el motivo es evidente: la sangre de los toros y de los machos cabríos no podía quitar el pecado. Por lo tanto esos sacrificios han sido suprimidos y una obra de otro carácter ha sido consumada (aunque aún es un sacrificio), — una obra que excluye cualquier otra y toda repetición de la misma porque consiste nada menos que en la consagración de Sí mismo del Hijo de Dios para cumplir la voluntad de Dios, y la consecución de aquello a lo que Él se consagró: un acto imposible de repetir porque toda Su voluntad no puede cumplirse dos veces, y, si ello fuera posible, sería un testimonio de la insuficiencia de la primera, y así de ambas.

 

El Hijo de Dios asumiendo el lugar de sumisión y obediencia,

el deber de cumplir toda la voluntad de Dios.

 

Esto es lo que dice el Hijo de Dios en este solemnísimo pasaje (versículos 5 al 9), en el cual se admite que nosotros conozcamos, conforme a la gracia de Dios, lo que sucedió entre Dios Padre y Él mismo cuando Él asumió para Sí mismo el cumplimiento de la voluntad de Dios, — lo que Él dijo y los consejos eternos de Dios que Él llevó a la práctica. Él asume el lugar de sumisión y de obediencia, de cumplir la voluntad de otro. Dios ya no aceptaba los sacrificios que eran ofrecidos bajo la ley (cuyas cuatro clases son señaladas aquí), A Él no le agradaban. En su lugar Él había preparado un cuerpo para Su Hijo; ¡vasta e importante verdad! porque el lugar del hombre es la obediencia. Por consiguiente, al asumir este lugar el Hijo de Dios se puso en la posición de obedecer perfectamente. De hecho, Él asume el deber de cumplir toda la voluntad de Dios, sea ella cual fuere, — una voluntad que es siempre "buena…, agradable y perfecta".

 

Tomando forma de siervo

 

El Salmo 40:6 dice en hebreo: " Has excavado [véase nota] oídos para mí", traducido en la Septuaginta como: "Cuerpo me has aparejado"; palabras que por dar el verdadero sentido son empleadas por el Espíritu Santo. Porque "el oído" es empleado siempre como señal de la recepción de mandamientos y del principio de la obligación de obedecer, o de la disposición a hacerlo. "Jehová el Señor… despierta mañana tras mañana, despierta mi oído" (Isaías 50:4 – VM), es decir, me ha hecho escuchar Su voluntad, ser obediente a Sus mandamientos.

 

[Nota]. No es la misma palabra que "horadará", o perforará en Éxodo 21 ni que "despierta (o abre)" en Isaías 50. La una (excavado) es preparar para la obediencia, la otra sería atar a ella para siempre y someterse a la obediencia cuando se debe. Éxodo 21 insinúa la verdad bienaventurada de que una vez cumplido Su servicio personal en la tierra, Él no abandonaría a Su asamblea ni a Su pueblo. Él es siempre Dios, pero siempre hombre, el hombre humillado, el hombre glorificado y reinante, el hombre sometido, en el disfrute de la perfección eterna.


La oreja era horadada o era fijada con una lezna a la puerta para expresar que el israelita estaba unido a la casa como un esclavo, para obedecer, para siempre. Ahora bien, al tomar un cuerpo el Señor tomó forma de siervo (Filipenses 2). Oídos fueron excavados para Él. Es decir, Él mismo Se colocó en una posición en la que tenía que obedecer toda la voluntad de su Amo, con independencia de cuál pudiese ser ella. Pero es el propio Señor [véase nota] quien habla en el pasaje que tenemos ante nosotros: Él dice, "[Tú] me preparaste cuerpo".

 

[Nota]. Como en toda la epístola el Mesías es el tema. En el Salmo 40 el que habla es el Mesías, es decir, el Ungido aquí abajo. Expresa Su paciencia y fidelidad en la posición que había asumido dirigiéndose a Jehová como Su Dios; y Él nos dice que asumió este lugar voluntariamente conforme a los consejos eternos con respecto a Su propia Persona. Pues la Persona no ha cambiado. Pero en el salmo 40  Él habla conforme a la posición de obediencia que había asumido hablando siempre en primera persona (esperé, yo, vengo, mí, etc.) ; al hablar de lo que tuvo lugar antes de Su encarnación.

 

El velo es levantado de lo que aconteció en el cielo

entre Dios y el Verbo el cual se comprometió

a hacer Su voluntad

 

Entrando más en detalle Él especifica holocaustos y expiaciones por el pecado, sacrificios que tenían menos del carácter de comunión y por lo tanto un significado más profundo; pero a Dios no le agradaban. En una palabra, ya había sido declarado por el Espíritu que el servicio judío era inaceptable para Dios. Todo debía cesar, era infructuoso; ninguna ofrenda que formaba parte de él era aceptable. No; los consejos de Dios mismos se revelan, pero ante todo en el corazón del Verbo, el Hijo de Dios, el cual Se ofrece a sí mismo para cumplir la voluntad de Dios. "Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí". Nada puede ser más solemne que levantar así el velo de lo que acontece en el cielo entre Dios y el Verbo el cual asumió hacer Su voluntad. Obsérvese que antes de estar en la posición de obediencia Él se ofrece para cumplir la voluntad de Dios, es decir, de libre amor para la gloria de Dios, por voluntad propia; como Uno que tenía el poder Él se ofrece a Sí mismo. Asume el hecho de obedecer, se compromete a hacer lo que Dios quiere. Esto es realmente sacrificar toda Su propia voluntad pero libremente y como resultado de Su propio propósito, aunque con ocasión de la voluntad de Su Padre. Necesariamente Él debe ser Dios para hacer esto y asumir el cumplimiento de todo lo que Dios podía querer.

 

Por qué nos es comunicado

el gran misterio de la interacción divina;

la completa sumisión del Señor

 

Nosotros tenemos aquí el gran misterio de esta divina interacción que permanece siempre rodeada de su solemne majestad aunque nos es comunicada para que podamos conocerla. Y nosotros debiésemos conocerla; porque es así como comprendemos la gracia infinita y la gloria de esta obra. Antes de que Él se hiciese hombre, en el lugar donde sólo la divinidad es conocida, y Sus eternos consejos y pensamientos son comunicados entre las Personas divinas, el Verbo, — tal como Él nos lo ha declarado a su debido tiempo por medio del Espíritu profético, — siendo esa la voluntad de Dios contenida en el libro de los consejos eternos, Aquel que podía hacerlo, se ofreció libremente a Sí mismo para cumplir esa voluntad. Sumiso a este consejo ya dispuesto para Él, Él mismo Se ofrece no obstante en perfecta libertad para llevarla a cabo. Pero al ofrecerse Él se somete, pero al mismo tiempo se compromete a hacer todo lo que Dios, como Dios, quería. Pero también al asumir hacer la voluntad de Dios Él lo hizo a modo de obediencia, de sumisión y de consagración. Porque yo podría comprometerme a hacer la voluntad de otro, como libre y competente porque yo lo quise hacer así; pero si yo digo "hacer tu voluntad", esto es en sí mismo sumisión absoluta y completa. Y esto es lo que hizo el Señor, el Verbo. Él Lo hizo también declarando que había venido para hacerla. Él asumió una posición de obediencia aceptando el cuerpo preparado para Él. Él vino para hacer la voluntad de Dios.

 

La vida de Jesús en la tierra es la expresión

de lo que Él era en el cielo como nos es revelado

 

Aquello de lo que hemos estado hablando es continuamente manifestado en la vida de Jesús en la tierra. Dios resplandece a través de Su posición en el cuerpo humano; porque Él era necesariamente Dios en el acto mismo de Su humillación; y nadie sino Dios podría haber asumido y haber sido hallado en él; y sin embargo Él fue siempre y entera y perfectamente obediente y dependiente de Dios. Lo que se reveló en Su existencia en la tierra fue la expresión de lo que fue realizado en la morada eterna, en Su propia naturaleza. Es decir (y de esto habla el Salmo 40), lo que Él declara y lo que Él era aquí abajo son la misma cosa, lo uno en realidad en el cielo, lo otro corporalmente en la tierra. Lo que Él era aquí abajo no era sino la expresión, la manifestación viviente, real, corporal de lo que está contenido en aquellas comunicaciones divinas que nos han sido reveladas y que eran la realidad de la posición que Él asumió.

 

Y es muy importante ver estas cosas en la oferta libre hecha por divina competencia y no sólo en el cumplimiento de ellas en la muerte. Ello da un carácter muy diferente a la obra corporal aquí abajo.

 

La revelación del salmo 40 imprescindible para explicar

de qué manera el Señor se hizo siervo por voluntad propia

 

En realidad desde Hebreos 1 el Espíritu Santo siempre presenta a Cristo de esta manera. Pero esta revelación en el Salmo era imprescindible para explicar de qué manera Él se hizo siervo, lo que el Mesías era realmente; y a nosotros nos abre una inmensa perspectiva de los modos de obrar de Dios, una perspectiva cuyas profundidades, — tan claramente como es revelado, y por medio de la misma claridad de la revelación, — nos muestran cosas tan divinas y gloriosas que inclinamos la cabeza y ponemos un velo sobre nuestros rostros como si hubiéramos tenido parte, por así decirlo, en tales comunicaciones, a causa de la majestad de las Personas cuyos actos y cuyas íntimas relaciones son reveladas. No es aquí la gloria lo que nos deslumbra. Pero incluso en este pobre mundo no hay nada a lo que seamos más ajenos que a la intimidad de aquellos que están, en sus estilos de vida, muy por encima de nosotros. ¡Qué, entonces, cuando se trata de la intimidad de Dios! ¡Bendito sea Su nombre! Porque hay gracia que nos introduce en ella, y que se ha acercado a nosotros en nuestra debilidad. Entonces se nos permite conocer esta preciosa verdad: que el Señor Jesús asumió por Su propia voluntad el cumplimiento de toda la voluntad de Dios, y que a Él le agradó tomar el cuerpo preparado para Él a fin de cumplirla. El amor, la consagración a la gloria de Dios, y la manera en que Él asumió obedecer, son expuestos plenamente. Y esto, — el fruto de los consejos eternos de Dios, — desplaza (por su naturaleza misma) toda señal provisional: y sólo contiene en sí mismo la condición de toda relación con Dios y el medio mediante el cual Él mismo se glorifica. [Véase nota].

 

[Nota]. Noten también aquí no sólo la realidad sustituyendo las figuras ceremoniales de la ley, sino la diferencia de principio. La ley exigía para la justicia que el hombre hiciera la voluntad de Dios y ella lo hacía correctamente. Esa era justicia humana. Aquí Cristo asume hacerla y la ha cumplido ofreciéndose a Sí mismo. El hecho de hacer Él así la voluntad de Dios es la base de nuestra relación con Dios, y ello está hecho y somos aceptos. Como nacidos de Dios, nuestro deleite es hacer la voluntad de Dios, pero es en amor y novedad de naturaleza, no para ser aceptos.

 

El efecto del sacrificio de Cristo

con respecto a la santificación

 

Entonces, el Verbo asume un cuerpo para ofrecerse a Sí mismo como sacrificio. Además de la revelación de esta consagración del Verbo para cumplir la voluntad de Dios nos es presentado también el efecto de Su sacrificio conforme a la voluntad de Dios.

 

Él vino para hacer la voluntad de Jehová. Ahora bien, la fe entiende que es por esta voluntad de Dios (es decir, es por Su voluntad que de acuerdo con Su sabiduría eterna preparó un cuerpo para Su Hijo) que aquellos a quienes Él ha llamado a Sí mismo para salvación son apartados para Dios, en otras palabras, son santificados. Es por la voluntad de Dios que nosotros somos apartados para Él (no por nuestra propia voluntad), y eso por medio del sacrificio ofrecido a Dios.

 

Observaremos que la epístola no habla aquí de la comunicación de vida, o de una santificación práctica obrada por el Espíritu Santo [véase nota]: pues el tema es la Persona de Cristo ascendido a lo alto y la eficacia de Su obra. Y esto es importante con respecto a la santificación porque muestra que la santificación es un apartamiento completo para Dios como perteneciente a Él al precio de la ofrenda de Jesús, una consagración a Él por medio de esa ofrenda. Dios tomó a los judíos inmundos de entre los hombres y los apartó, los consagró para Él mismo; así ahora a los llamados de esa nación; y gracias a Dios, también a nosotros mismos, por medio de la ofrenda de Jesús.

 

[Nota]. De esto último se habla en las exhortaciones, Hebreos 12:14. Pero en la doctrina de la epístola la expresión "santificación" no es usada en el sentido práctico de lo que es obrado en nosotros.

 

La ofrenda de Cristo es una vez para siempre;

Su sesión a la diestra de Dios demostrando

el estado al que Él nos ha llevado.

 

Pero hay en esta ofrenda otro elemento ya señalado cuya fuerza la epístola aplica aquí a los creyentes, a saber, que la ofrenda es "una vez para siempre". Ella no admite repetición. Si nosotros disfrutamos el efecto de esta ofrenda nuestra santificación es eterna en su naturaleza. No falla. Ella nunca se repite. Nosotros pertenecemos a Dios para siempre conforme a la eficacia de esta ofrenda. Por tanto nuestra santificación, o el hecho de haber sido nosotros apartados para Dios tiene, — con respecto a la obra que la logró, — toda la estabilidad de la voluntad de Dios y toda la gracia de la cual surgió; y ella tiene también en su naturaleza la perfección de la obra misma por la cual fue realizada, y la duración y la fuerza constante de la eficacia de esa obra. Pero el efecto de esta ofrenda no se limita a esta separación para Dios. El asunto ya tratado contiene nuestra consagración por Dios mismo mediante la ofrenda perfectamente eficaz de Cristo cumpliendo Su voluntad. Y la posición que Cristo ha asumido ahora como consecuencia de ofrecerse a Sí mismo es empleada para demostrar claramente el estado al que Él nos ha llevado ante Dios.

 

Los sacerdotes entre los judíos, — pues este contraste aún es mantenido, — estaban continuamente ante el altar para repetir los mismos sacrificios que nunca podían quitar los pecados. Pero cuando este Hombre hubo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, "se sentó para siempre [véase nota] a la diestra de Dios". (Hebreos 10:12 – RVA). Allí, — habiendo terminado para los Suyos todo lo que se refiere a la presentación de ellos sin mancha ante Dios, — Él espera el momento en que Sus enemigos serán puestos por estrado de Sus pies conforme al Salmo 110: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies". (Salmo 110:1). Y el Espíritu nos presenta el importante motivo tan infinitamente preciosa para nosotros: "Porque con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que son santificados". (Hebreos 10:14 – VM).

 

[Nota]. La palabra traducida aquí "para siempre" no es la misma que es usada para eternamente. Ella tiene el sentido de continuamente, sin interrupción, Él no se levanta ni se pone en pie. Él está siempre sentado pues su obra esta consumada. De hecho, Él se levantará al final para venir a buscarnos y para juzgar al mundo, tal como este mismo pasaje nos dice.

 

La fuerza de la palabra traducida "para siempre"

 

Aquí en el versículo 14, como en el versículo 12, del cual depende este último, la palabra griega traducida como "para siempre" tiene fuerza de permanencia, — de continuidad ininterrumpida. Él está sentado para siempre, nosotros hemos sido perfeccionados para siempre en virtud de Su obra y de acuerdo con la perfecta justicia en la cual, y conforme a la cual, Él está sentado a la diestra de Dios en Su trono conforme a lo que Él es personalmente allí, siendo demostrada Su aceptación por parte de Dios por Su sesión a Su diestra. Y Él está allí por nosotros.

 

La justicia del trono;

el origen y fundamento de nuestra posición;

el testimonio divino rendido a ella y su aplicación;

los pecados nunca más recordados

 

Es una justicia adecuada al trono de Dios, sí, la justicia del trono. No varía ni falla. Él está sentado allí para siempre. Entonces, si nosotros hemos sido santificados, — apartados para Dios, — mediante esta ofrenda conforme a la voluntad de Dios mismo, también hemos sido perfeccionados para Dios por la misma ofrenda,  como presentados a Él en la Persona de Jesús.

 

Nosotros hemos visto que esta posición tiene su origen en la voluntad, la buena voluntad de Dios (una voluntad que combina la gracia y el propósito de Dios), y que tiene su fundamento y certeza actual en el cumplimiento de la obra de Cristo, cuya perfección queda demostrada por el hecho de que Aquel que la llevo a cabo está sentado a la diestra de Dios. Pero el testimonio, — porque para disfrutar esta gracia debemos conocerla con certeza divina, y cuanto mayor sea esta certeza tanto más nuestro corazón sería llevado a dudar de ella, — el testimonio sobre el cual lo creemos debe ser divino. Y esto así es. El Espíritu Santo nos da testimonio de ello. La voluntad de Dios es la fuente de la obra; Cristo, el Hijo de Dios, la llevó a cabo; el Espíritu Santo nos da testimonio de ello. Y consecuentemente aquí se expone plenamente la aplicación al pueblo llamado por gracia y perdonado, no meramente el cumplimiento de la obra. El Espíritu Santo nos da testimonio. "Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones".

 

¡Bienaventurada posición! La certeza de que Dios nunca más se acordará de nuestros pecados y transgresiones está fundamentada sobre la firme voluntad de Dios, sobre la ofrenda perfecta de Cristo ahora consecuentemente sentado a la diestra de Dios, y sobre el seguro testimonio del Espíritu Santo. El hecho de que Dios nunca se acordará de nuestros pecados es un asunto de fe.

 

La epístola dirigida a los Hebreos;

el pacto al cual se alude

 

Nosotros podemos comentar aquí la manera en que el pacto es presentado porque si bien como escribiendo a "hermanos santos, participantes del llamamiento celestial", el autor dice, "nos atestigua… el Espíritu Santo", la forma de su discurso es siempre la de una epístola a los Hebreos (creyentes, obviamente, pero Hebreos, todavía con el carácter de pueblo de Dios). Él no habla del pacto de manera directa, como un privilegio en el cual los cristianos participaran de manera directa. Él dice que el Espíritu Santo declara: "Nunca más me acordaré", etc. Esto es lo que el autor cita. Él sólo alude al nuevo pacto dejándolo de lado consecuentemente en cuanto a toda aplicación actual. Porque habiendo dicho: "Este es el pacto", etc., el testimonio es citado como siendo el del Espíritu Santo para demostrar el asunto capital que estaba tratando, es decir, que Dios no recuerda nunca más nuestros pecados. Pero él alude al pacto (ya conocido por los judíos como declarado antes por Dios) que daba la autoridad de las Escrituras a este testimonio de que Dios no recordaba más los pecados de Su pueblo el cual ha sido santificado y admitido en Su favor, y que presentaba al mismo tiempo estos dos pensamientos, a saber, en primer lugar, que este perdón completo no existía bajo el primer pacto; y en segundo lugar, que la puerta es dejada abierta para la bendición de la nación cuando el nuevo pacto será formalmente establecido.

 

Remitidos los pecados ya no hay más ofrenda por el pecado;

En Cristo; libertad para entrar en el Lugar Santísimo;

representada por el gran Sumo Sacerdote

 

Otra consecuencia práctica es obtenida, a saber, remitidos los pecados no hay más ofrenda (oblación) por el pecado. Habiendo el solo sacrificio obtenido la remisión no pueden ser ofrecidos otros para obtenerla. De hecho puede haber un recuerdo de este único sacrificio, cualquiera que sea su carácter; pero no puede haber un sacrificio para quitar los pecados que ya han sido quitados. Por lo tanto, nosotros estamos en realidad en un terreno completamente nuevo, — en el del hecho de que mediante el sacrificio de Cristo nuestros pecados han sido totalmente quitados, y que para nosotros que hemos sido santificados y que hemos sido hechos participantes del llamamiento celestial, ha sido hecha una limpieza permanente, perfecta y eterna, se nos ha concedido la remisión y ha sido obtenida la redención eterna. De modo que a los ojos de Dios nosotros estamos sin pecado en el terreno de la perfección de la obra de Cristo, el cual está sentado a Su diestra, el cual ha entrado en el verdadero Lugar Santísimo, en el cielo mismo, para sentarse allí porque Su obra está cumplida.

 

Por tanto toda libertad es nuestra para entrar en el Lugar Santísimo (toda confianza) por la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo que es Su carne, para admitirnos sin mancha en la presencia de Dios mismo, el cual allí Se revela. Para nosotros el velo está rasgado y Aquel que rasgó el velo para admitirnos ha quitado también el pecado que nos impedía la entrada. Tenemos también un gran Sumo Sacerdote sobre la casa de Dios, como hemos visto, el cual nos representa en el Lugar Santísimo.

 

La justicia perfecta y el sacerdocio;

plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo

 

Las exhortaciones que siguen a continuación están fundamentadas sobre estas verdades. Una palabra antes de entrar en ellas en cuanto a la relación que existe entre la justicia perfecta y el sacerdocio. Hay muchas almas que usan el sacerdocio como medio para obtener el perdón cuando han fracasado. Ellas acuden a Cristo como sacerdote para que Él interceda por ellas y obtenga el perdón que ellas desean, pero para el cual ellas no se atreven a pedir a Dios de manera directa. Estas almas, — sinceras como ellas son, — no tienen libertad para entrar en el Lugar Santísimo. Ellas se refugian en Cristo para ser llevadas de nuevo a la presencia de Dios. La condición de ellas es prácticamente aquella en la que se encontraba un judío piadoso. Ellas han perdido, o más bien nunca han tenido por medio de la fe, la conciencia real de su posición ante Dios en virtud del sacrificio de Cristo. Yo no hablo aquí de todos los privilegios de la asamblea pues nosotros hemos visto que la epístola no habla de ellos. La posición que la epístola establece para los creyentes es ésta, a saber, aquellos a quienes ella está dirigida no son vistos como situados en el cielo aunque participantes del llamamiento celestial; pero una redención perfecta ha sido cumplida, toda culpa ha sido enteramente eliminada para el pueblo de Dios, el cual ya no se acuerda más de sus pecados. La conciencia es hecha perfecta, — ellos ya no tienen conciencia de pecado, — en virtud de la obra realizada una vez para siempre. No hay más duda acerca del pecado; es decir, de su imputación, de que dicho pecado esté sobre ellos ante Dios, entre ellos y Dios. No puede haberla debido a la obra consumada en la cruz. Por lo tanto, la conciencia es perfecta; el Representante y Sumo Sacerdote de ellos está en el cielo como testigo allí de la obra ya realizada para ellos.

 

Por tanto, aunque la epístola no los presenta como en el Lugar Santísimo, como estando  sentados allí, — como en la epístola a los Efesios, — ellos tienen plena libertad, completa confianza, para entrar en él. El asunto de la imputación ya no existe. Sus pecados han sido imputados a Cristo. Pero Él está ahora en el cielo, — una prueba de que los pecados han sido borrados para siempre. Por tanto, los creyentes entran con entera libertad a la presencia de Dios mismo, y eso siempre, sin tener ya más conciencia de pecado para siempre.

 

Los pecados interrumpiendo la comunión

pero no modificando nuestra posición;

el efecto doble de la presencia de Cristo a la diestra de Dios;

nuestro abogado

 

Entonces, ¿cuál es el propósito para el cual existe el sacerdocio? ¿Qué hay que hacer con los pecados que nosotros cometemos? Ellos interrumpen nuestra comunión; pero no modifican nuestra posición ante Dios, ni en el testimonio dado por la presencia de Cristo a la diestra de Dios. Dichos pecados tampoco plantean alguna duda en cuanto a la imputación. Ellos son pecados contra esa posición, o contra Dios, medidos por la relación en la que estamos con Dios, como estando en ella. Porque el pecado es medido por la conciencia conforme a nuestra posición. La presencia perpetua de Cristo a la diestra de Dios tiene este efecto doble para nosotros, a saber, en primer lugar, perfeccionados para siempre nosotros ya no tenemos conciencia de pecado ante Dios, somos aceptos; en segundo lugar, como sacerdote Él obtiene gracia para socorrernos en tiempo de necesidad, para que no pequemos. Pero el ejercicio actual del sacerdocio por Cristo no se refiere al pecado: por Su obra nosotros ya no tenemos conciencia de pecado, hemos sido perfeccionados para siempre. Hay otra verdad relacionada con esto que se encuentra en 1ª Juan 2, a saber, nosotros Abogado tenemos [véase nota] para con el Padre, a Jesucristo el justo. En esto está fundamentada y asegurada nuestra comunión con el Padre y con Su Hijo Jesucristo. Nuestros pecados no son imputados pues la propiciación está en todo su valor ante Dios. Pero por el pecado la comunión es interrumpida; nuestra justicia no es alterada, — pues eso es Cristo mismo a la diestra de Dios en virtud de Su obra; tampoco la gracia es cambiada, y "él es la propiciación por nuestros pecados"; pero el corazón se ha alejado de Dios, la comunión es interrumpida. Pero la gracia actúa en virtud de la justicia perfecta y por la abogacía de Cristo a favor del que ha fracasado; y su alma es restaurada a la comunión. No es que nosotros vamos a Jesús para esto; Él va, incluso si pecamos, a Dios por nosotros (o, en nuestro lugar).

 

[Nota]. Hay aquí una diferencia en cuanto a detalle pero ella no afecta el tema que estoy exponiendo. El Sumo Sacerdote tiene que ver con nuestro acceso a Dios; el Abogado con nuestra comunión con el Padre y Su gobierno de nosotros como hijos. La epístola a los Hebreos trata acerca del terreno del acceso y nos muestra que hemos sido perfeccionados para siempre; y la intercesión sacerdotal no es aplicable a los pecados en aquel sentido. Dicha intercesión trae misericordia y gracia para socorrer aquí en tiempos de necesidad, pero nosotros hemos sido perfeccionados para siempre ante Dios. Pero la comunión es necesariamente interrumpida por el menor pecado o el menor pensamiento ocioso, — en efecto, realmente lo había sido de manera práctica, si no judicialmente, antes de que el pensamiento ocioso estuviera allí. Aquí entra la defensa de Juan: "Si alguno hubiere pecado", y el alma es restaurada. Pero nunca hay imputación al creyente.

 

Su presencia allí es el testimonio de una justicia inmutable que es nuestra, Su intercesión nos mantiene en la senda en la que tenemos que andar, o como nuestro Abogado restablece la comunión que está fundamentada en esa justicia. Nuestro acceso a Dios está siempre abierto. El pecado interrumpe nuestro disfrute de él, el corazón no está en comunión; la abogacía de Jesús es el medio para despertar la conciencia mediante la acción del Espíritu y de la Palabra, y nosotros volvemos (humillándonos) a la presencia de Dios mismo. El sacerdocio y la abogacía de Cristo se refieren a la condición de una criatura imperfecta y débil, o fracasada, en la tierra, reconciliándola con la perfección del lugar y la gloria en que nos coloca la justicia divina. El alma es mantenida firme o restaurada.

 

Exhortación a acercarse en plena certidumbre de fe

 

Exhortaciones siguen a continuación. Teniendo así derecho a acercarnos a Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe. Esto es lo único que honra la eficacia de la obra de Cristo y el amor que nos ha llevado a disfrutar de Dios. En las palabras que siguen a continuación se hace alusión a la consagración de los sacerdotes, — una alusión natural puesto que el tema es acerca de acercarse a Dios en el Lugar Santísimo. Ellos eran rociados con sangre y lavados con agua y entonces se acercaban para servir a Dios. Sin embargo, aunque no dudo de la alusión a los sacerdotes, es muy natural que el bautismo haya dado lugar a ella. Aquí no se habla de la unción, — se trata del poder o privilegio del derecho moral para acercarse.

 

Además nosotros podemos mencionar que en cuanto al fundamento de la verdad este es el terreno sobre el cual Israel estará en los postreros días. En Cristo en el cielo no será el lugar de ellos, ni la posesión del Espíritu Santo como uniendo al creyente con Cristo en el cielo; sino que la bendición se fundamentará en el agua y en la sangre. Dios no se acordará más de sus pecados; y ellos serán lavados en el agua limpia de la Palabra.

 

Perseverancia en una profesión plena de Cristo

y considerarse unos a otros;

no hay otro sacrificio por el pecado si se abandona

deliberadamente el único sacrificio para andar en pecado.

 

La segunda exhortación es a perseverar sin fluctuar en la profesión de la esperanza. Fiel es Aquel que hizo las promesas.

 

No sólo debemos tener esta confianza en Dios para nosotros mismos sino que también debemos considerarnos unos a otros para el estímulo mutuo; y al mismo tiempo no fracasar en la profesión pública y común de la fe, pretendiendo mantenerla al mismo tiempo que es evitada la identificación pública de uno mismo con el pueblo del Señor en las dificultades relacionadas con la profesión de esta fe ante el mundo. Además, esta profesión pública tenía un nuevo motivo en que el día se acercaba. Nosotros vemos que es el juicio lo que aquí es presentado como la cosa esperada, — para que ello pueda actuar sobre la conciencia y guardar a los cristianos de volverse al mundo y de la influencia del temor del hombre, — en lugar de la venida del Señor para arrebatar a Su pueblo. El versículo 26 está relacionado con el párrafo precedente (versículos 23 a 25), cuyas últimas palabras sugieren la advertencia del versículo 26; que además está fundamentado en la doctrina de estos dos capítulos (Hebreos 9 y Hebreos 10), con respecto al sacrificio. El autor insiste en la perseverancia en una plena profesión de Cristo pues Su solo sacrificio ofrecido una vez era el único. Si alguno que había profesado conocer su valor lo abandonaba no había otro sacrificio al que pudiera recurrir, ni podría repetirse jamás. ya no quedaba sacrificio alguno por los pecados. Todos los pecados eran perdonados por la eficacia de este sacrificio: pero si después de haber conocido la verdad ellos elegían en su lugar el pecado, no había ningún otro sacrificio ni siquiera en la calidad de la perfección del de Cristo. No quedaba más que el juicio. Tal profesante, habiendo tenido el conocimiento de la verdad y habiéndola abandonado, asumiría el carácter de un adversario.

 

Entonces el caso aquí supuesto es la renuncia a la profesión de Cristo prefiriendo deliberadamente, — después de haber conocido la verdad, — andar en pecado conforme a la voluntad propia. Esto es evidente tanto por lo que precede como por el versículo 29.

 

Dos grandes privilegios del cristianismo;

advertencia que si se renunciaba a estos medios de salvación

no quedaba más que el juicio

 

Nosotros tenemos así (Hebreos 6 y Hebreos 10) los dos grandes privilegios del cristianismo, lo que lo diferencia del judaísmo, presentados para advertir a los que hacían profesión de lo primero que la renuncia a la verdad después de disfrutar de estas ventajas era fatal; porque si se renunciaba a estos medios de salvación no había ningún otro. Estos privilegios eran la presencia manifiesta y el poder del Espíritu Santo y la ofrenda que por su valor intrínseco y absoluto no dejaba lugar para ninguna otra. Ambos poseían una poderosa eficacia que al mismo tiempo daba brío y fuerza divinos, y por una parte la manifestación de la presencia de Dios, y por otra daba a conocer la redención eterna y la perfección del adorador; no dejando medio alguno para el arrepentimiento si alguno abandonaba el poder manifestado y conocido de esa presencia; sin lugar para otro sacrificio (que además habría negado la eficacia del primero), después de la obra perfecta de Dios en la salvación, perfecta tanto con respecto a la redención o a la presencia de Dios por el Espíritu en medio de los Suyos. No quedaba nada más que el juicio.

 

El resultado de despreciar la gracia de Dios

y lo que Él ha hecho

 

Los que despreciaban la ley de Moisés morían sin misericordia. ¿Qué, pues, no merecerían de la mano de Dios los que pisoteaban al Hijo de Dios, tenían por cosa común la sangre del pacto por la cual habían sido santificados y hacían afrenta al Espíritu de gracia? No era simple desobediencia, por muy mala que ella pudiese ser; era despreciar la gracia de Dios, y lo que Él había hecho, en la Persona de Jesús, para librarnos de las consecuencias de la desobediencia. Por una parte, ¿qué les quedaba a ellos si con el conocimiento de lo que ello era renunciaban a esto? Por otra parte, ¿cómo podrían ellos escapar al juicio? pues conocían a un Dios que había dicho que la venganza Le pertenecía y que Él daría el pago; y otra vez, el Señor juzgaría a Su pueblo.

 

Santificación atribuida a la sangre

 

Obsérvese aquí la manera en que la santificación es atribuida a la sangre; y también que los profesantes son tratados como pertenecientes al pueblo. La sangre, recibida por la fe, consagra el alma a Dios; pero aquí ella es considerada también como un medio externo para apartar a las personas como un pueblo. Cada individuo que había reconocido que Jesús es el Mesías, y que la sangre es el sello y fundamento de un pacto eterno disponible para la limpieza y redención eternas por parte de Dios, reconociéndose a sí mismo como apartado para Dios, por este medio, como uno del pueblo, — si cada uno de tales individuos renunciaba a ello, renunciaba como tal: y no había otra manera de santificarlo. El sistema anterior había perdido evidentemente su poder para él y él había abandonado el verdadero. Este es el motivo por el cual se dice, "después de haber recibido el conocimiento de la verdad".

 

Cosas mejores esperadas en los cristianos Hebreos;

una vida de paciencia y perseverancia caracterizada por la fe,

 la fuerza de dicha fe

 

Sin embargo el autor espera cosas mejores porque el fruto, señal  de vida, estaba allí. Les recuerda cuánto habían padecido ellos por la verdad y que incluso habían recibido con gozo el despojo de sus bienes sabiendo que tenían una mejor y permanente porción en el cielo. Ellos no debían perder esta confianza cuyo galardón sería grande. Porque ciertamente ellos necesitaban paciencia para que habiendo hecho la voluntad de Dios ellos pudiesen recibir el resultado de la promesa. Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.

 

Es a esta vida de paciencia y perseverancia a la que el capítulo es aplicable. Pero hay un principio que es la fuerza de esta vida y que la caracteriza. En medio de las dificultades del andar cristiano el justo vivirá por fe; y si alguno retrocede Dios no se complacerá en él. "Pero", dice el autor, situándose como siempre en medio de los creyentes, "nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma". Acto seguido él describe la acción de esta fe alentando a los creyentes mediante el ejemplo de los ancianos que habían adquirido su renombre andando conforme al mismo principio por el cual los fieles estaban llamados a andar ahora.

 

Capítulo 11

 

La fe: sus poderes y su acción; el orden de sus ejemplos

 

Hebreos 11. Lo que la epístola nos presenta al comienzo de Hebreos 11 no es una definición de este principio sino una declaración de sus poderes y acción. La fe hace realidad (da certeza a) lo que nosotros esperamos, y es una demostración al alma de lo que no vemos.

 

Hay mucho más orden de lo que generalmente se piensa en la serie aquí presentada de ejemplos de la acción de la fe aunque este orden no es el objetivo principal. Señalaré sus principales características.

 

Fe con respecto a la creación por la palabra de Dios

 

En primer lugar con respecto a la creación. Perdida en razonamientos y sin conocer a Dios la mente humana buscó interminables soluciones para la existencia. Los que han leído las cosmogonías de los antiguos saben cuántos sistemas diferentes, cada uno más absurdo que el otro, han sido inventados para aquello que la presentación de Dios por medio de la fe hace que ello sea perfectamente sencillo. La ciencia moderna con una mente menos activa y más práctica se detiene en las segundas causas y poco se ocupa de Dios. La geología ha asumido el lugar de la cosmogonía de los hindúes, de los egipcios, de los orientales y de los filósofos. Para el creyente el pensamiento es claro y sencillo; su mente está asegurada y comprende por medio de  la fe. Dios hizo que todas las cosas existan por medio de Su palabra. El universo no es una causa productora; él mismo es una creación que actúa según una ley que le ha sido impuesta. Aquel que ha hablado es Uno que tiene autoridad; Su palabra tiene eficacia divina. Él habla, y la cosa existe. Nosotros sentimos que esto es digno de Dios porque una vez que Dios es introducido, todo es sencillo. Exclúyanle y el hombre se pierde en los esfuerzos de su propia imaginación que no puede crear ni llegar al conocimiento de un Creador porque sólo trabaja con el poder de una criatura. Por lo tanto, antes de entrar en los detalles de la forma actual de la creación la Palabra dice sencillamente: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra". (Génesis 1:1). Cualquier cosa que pueda haber sucedido entre eso y el caos ello no forma parte de la revelación. Ello es diferente de la acción especial del diluvio que se nos da a conocer. El comienzo del Génesis no presenta los detalles de la creación en sí, ni la historia del universo. Dicho comienzo presenta el hecho de que en el principio Dios creó; y después, las cosas que conciernen al hombre en la tierra. Los ángeles ni siquiera están allí. De las estrellas sólo se dice: "Hizo también las estrellas"; no se nos dice cuándo. Entonces, Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios.

 

Pecado y sacrificio; Abel se acerca por la fe;

testimonio rendido a su ofrenda

 

Pero el pecado ha entrado y hay que encontrar justicia para el hombre caído a fin de que él pueda estar ante Dios. Dios ha dado un Cordero para el sacrificio. Pero no tenemos aquí ante nosotros el don de parte de Dios sino el alma que se acerca a Él por la fe.

 

Entonces, por la fe Abel ofrece a Dios un sacrificio más excelente que Caín, — un sacrificio que (fundamentado en la revelación ya hecha por Dios) fue ofrecido en la comprensión que poseía una conciencia enseñada por Dios con respecto a la posición en que estaba aquel que lo ofrecía. La muerte y el juicio habían entrado por el pecado, para el hombre insoportables, aunque él debía experimentarlos. Por lo tanto, él debe ir a Dios confesando esto; pero debe ir con un sustituto que la gracia ha dado. Él debe ir con sangre, testimonio al mismo tiempo de juicio y de la gracia perfecta de Dios. Haciendo esto él estaba en la verdad, y esta verdad era justicia y gracia. Él se acerca a Dios y coloca el sacrificio entre él y Dios. Recibe el testimonio de que él es justo, — justo según el justo juicio de Dios. Porque el sacrificio estaba en relación con la justicia que había condenado al hombre, y poseía también el valor perfecto de aquello que en él se hacía. El testimonio es rendido a su ofrenda; pero Abel es justo ante Dios. Nada puede ser más claro, más precioso acerca de este asunto. No es sólo el sacrificio lo que es aceptado sino Abel quien viene con el sacrificio. Él recibe de parte de Dios este testimonio de que él es justo. ¡Dulce y bienaventurado consuelo! Pero el testimonio es rendido a sus dones, de modo que él poseía toda la certeza de la aceptación conforme al valor del sacrificio ofrecido. Al ir a Dios por el sacrificio de Jesús yo no sólo soy justo (recibo el testimonio de que soy justo), sino que este testimonio es rendido a mi ofrenda; y por lo tanto mi justicia tiene el valor y la perfección de la ofrenda; es decir, el valor de Cristo ofreciéndose a Sí mismo a Dios. El hecho de que nosotros recibamos testimonio por parte de Dios de que somos justos, y al mismo tiempo que el testimonio sea rendido a la ofrenda que ofrecemos (no a la condición en que estamos), es de un valor infinito para nosotros. Nosotros estamos ante Dios conforme a la perfección de la obra de Cristo. Así andamos con Dios.

 

El poder y los derechos de la muerte destruida

mostrada por la exención de Enoc

de la suerte común de la humanidad

 

Por la fe, habiendo sido la muerte el medio de mi aceptación ante Dios, todo lo que pertenece al viejo hombre queda abolido para la fe; el poder y los derechos de la muerte son enteramente destruidos, — Cristo los ha experimentado. De este modo, si Dios se complace, nosotros vamos al cielo sin siquiera pasar por la muerte (compárese con 2ª Corintios 5:1-4). Dios hizo esto como un testimonio por Enoc, por Elías. No sólo los pecados son quitados y la justicia es establecida por la obra de Cristo sino que los derechos y el poder de aquel que tiene el poder de la muerte son completamente destruidos. A nosotros nos puede sobrevenir la muerte, —  por naturaleza estamos expuestos a ella; pero poseemos una vida que está fuera de su jurisdicción. Si la muerte llega, ella no es más que una ganancia para nosotros; y aunque nada sino el poder de Dios mismo puede resucitar o transformar el cuerpo, este poder ha sido manifestado en Jesús, y ya ha obrado en nosotros vivificándonos (compárese con Efesios 1:19); y obra ahora en nosotros en el poder de la liberación del pecado, de la ley y de la carne. La muerte, como poder del enemigo, ha sido vencida; ella llega a ser una "ganancia" para la fe en lugar de ser un juicio sobre la naturaleza. La vida, el poder de Dios en la vida, obra en santidad y en obediencia aquí abajo y se manifiesta en la resurrección o en la transformación del cuerpo. Es un testimonio de poder con respecto a Cristo en Romanos 1:4.

 

El testimonio que Enoc recibió de agradar a Dios

y el testimonio que él dio acerca del juicio del mundo;

su transposición como una figura

de la posición de la asamblea

 

Pero hay otra consideración muy dulce que debe ser mencionada aquí. Antes que fuese traspuesto Enoc recibió testimonio de que él agradaba a Dios. Esto es muy importante y muy precioso. Si nosotros andamos con Dios tenemos el testimonio de que Le agradamos; tenemos la dulzura de la comunión con Dios, el testimonio de Su Espíritu, Su interacción con nosotros siendo conscientes de Su presencia, la conciencia de andar conforme a Su palabra, lo cual sabemos que es aprobado por Él, — en una palabra, una vida que transcurrida con Él y delante de Él por medio de la fe transcurre a la luz de Su semblante y en el disfrute de las comunicaciones de Su gracia y de un seguro testimonio de que le estamos agradando proveniente de Él mismo. Un niño que camina con un padre bondadoso y conversa con él sin que su conciencia le reproche nada, — ¿acaso no disfruta él de la sensación del favor de su padre?

 

En figura Enoc representa aquí la posición de los santos que componen la asamblea. Él es llevado al cielo en virtud de una victoria completa sobre la muerte. Por el ejercicio de la gracia soberana él está fuera del gobierno y de la común liberación de Dios. Por el Espíritu él da testimonio del juicio del mundo pero no pasa a través de él. (Véase la epístola de Judas 14-15). Un andar como el de Enoc tiene a Dios como su Objeto; Su existencia es tenida presente, — el gran asunto de la vida que en el mundo es vivida como si el hombre lo hiciera todo, — y el hecho de que Él está interesado en el andar de los hombres, de que Él lo toma en consideración para galardonar a los que diligentemente Le buscan.

 

Aceptando el testimonio de Dios en cuanto al juicio venidero

y el medio para escapar de él,

Noé preservado para un mundo futuro

 

Noé se encuentra en la escena del gobierno de este mundo. Él no advierte a los demás de los juicios venideros como alguien que está fuera de ellos aunque él es un pregonero de justicia. (2ª Pedro 2:5). Él mismo es advertido y para sí mismo pues está en las circunstancias a las que la advertencia se refiere. Es el espíritu de profecía. Él es movido por el temor y construye un arca para la salvación de su casa. Así él condenó al mundo. Enoc no tuvo que construir un arca para pasar a salvo a través del diluvio. Él no estuvo en ella. Dios lo traspuso, — excepcionalmente. Noé es preservado (heredero de la justicia que viene por la fe) para un mundo futuro. Existe un principio general que acepta el testimonio de Dios con respecto al juicio que caerá sobre los hombres, y el medio proporcionado por Dios para escapar de él: esto pertenece a todo creyente.

 

El mundo condenado por el arca de Noé;

pasando a través del juicio Noé representa al remanente judío

 

Pero hay algo más preciso. Abel tiene el testimonio de que es justo; Enoc camina con Dios, agrada a Dios y es eximido de la común porción de la humanidad, proclamando como desde lo alto la suerte que aguarda a los hombres y la venida de Aquel que ejecutará el juicio. Él avanza al cumplimiento de los designios de Dios. Pero ni Abel ni Enoc, vistos así, condenaron al mundo como aquello en medio de lo cual ellos transitaban recibiendo ellos mismos la advertencia dirigida a los que moraban en él. Este fue el caso de Noé; el profeta, aunque librado, él está en medio de las personas juzgadas. La asamblea está fuera de ellas. El arca de Noé condenó al mundo; el testimonio de Dios fue suficiente para la fe, y él hereda un mundo que había sido destruido, y (lo que pertenece a todos los creyentes) la justicia que viene por la fe, sobre la cual también el nuevo mundo está fundamentado. Este es el caso del remanente judío en los postreros días. Ellos pasan a través de los juicios, de los cuales nosotros, como no pertenecientes al mundo, hemos sido sacados. Advertidos ellos mismos del modo de gobierno de Dios en la tierra ellos serán testimonios al mundo de los juicios venideros, y serán herederos de la justicia que viene por la fe, y testimonios de ella en un mundo nuevo en el que la justicia será lograda en juicio por Aquel que ha de venir, y cuyo trono sostendrá el mundo en el cual Noé mismo fracasó. Yo creo que las palabras, "heredero de la justicia que viene por la fe", señalan que esta fe que había gobernado a unos pocos se resumió en su persona, y que todo el mundo incrédulo fue condenado. Testimonio de esta fe antes del juicio, Noé pasa a través de él; y cuando el mundo es renovado, él es el testimonio público de la bendición de Dios que descansa en la fe, aunque exteriormente todo ha cambiado. Por tanto, Enoc representa a los santos del tiempo actual; Noé, al remanente judío. [Véase nota].

 

[Nota]. En realidad, a todos los que son librados para el mundo venidero. El estado de ellos está expresado en el final de Apocalipsis 7, así como el de los judíos en los primeros versículos de Apocalipsis 14.

 

Ejemplos de vida divina en detalle;

la paciencia de la esperanza que confía en Dios y espera

asumiendo aquí el lugar de la extranjería  

porque se desea algo mejor; su efecto

 

Después de establecer los grandes principios fundamentales de la fe en acción el Espíritu pasa a presentar en detalle (versículo 8) ejemplos de vida divina siempre en conexión con el conocimiento judío, con aquello que el corazón de un hebreo no podía dejar de reconocer; y al mismo tiempo en conexión con el objetivo de la epístola y con las necesidades de cristianos entre los hebreos.

 

En el caso anterior hemos visto una fe que después de reconocer a un Dios-Creador reconoce los grandes principios de las relaciones del hombre con Dios, y eso hasta el fin en la tierra.

 

En lo que sigue a continuación tenemos en primer lugar la paciencia de la fe cuando no posee sino que confía en Dios y espera, asegurada del cumplimiento. Esto va desde el versículo 8 hasta el 22. Nosotros podemos subdividirlo así, — en primer lugar, la fe que asume el lugar de extranjería en la tierra y lo mantiene porque se desea algo mejor; y que a pesar de la debilidad encuentra la fortaleza imprescindible para el cumplimiento de las promesas. Esto es desde el versículo 8 hasta el 16. Su efecto es la entrada en el gozo de una esperanza celestial. Extranjeros en la tierra prometida y sin disfrutar el cumplimiento de las promesas aquí abajo, ellos esperan cosas más excelentes, cosas que Dios prepara en lo alto para los que Le aman. Él ha preparado una ciudad para los tales. Al unísono con Dios en Sus propios pensamientos los deseos de ellos (por gracia) responden a las cosas en las que Él se deleita, ellos son los objetos de Su peculiar consideración. Él no se avergüenza de llamarse Dios de ellos. Abraham no sólo siguió a Dios a una tierra que Él le mostró sino que siendo un extranjero allí y no poseyendo la tierra prometida, por la poderosa gracia de Dios él es exaltado a la esfera de Sus pensamientos; y disfrutando la comunión con Dios y las comunicaciones de Su gracia él descansa en Dios por el momento en que él está, acepta su posición de extranjero en la tierra, y como porción de su fe él espera la ciudad celestial de la cual Dios es el arquitecto y el constructor. No hubo, por así decirlo, una revelación abierta de lo que era el tema de esta esperanza, como fue el caso con aquella por la que Abraham fue llamado por Dios; pero andando lo suficientemente cerca de Dios como para conocer lo que era disfrutado en Su presencia, y siendo consciente de que él no había recibido el cumplimiento de la promesa, él se aferra a mejores cosas y las espera, aunque sólo mirándolas de lejos, y permanece como un extranjero en la tierra, sin pensar en la patria de donde él salió.

 

La aplicación especial de estos primeros principios de la fe al caso de los cristianos hebreos es evidente. Ellos son la vida normal de la fe para todos.

 

Confianza completa en el cumplimiento de las promesas

a pesar de la debilidad

 

El segundo carácter de la fe que es presentado en esta parte es la confianza completa en el cumplimiento de las promesas, — una confianza que es mantenida a pesar de todo lo que podía tender a destruirla. Esto va desde el versículo 17 al 22.

 

Encontramos a continuación la segunda gran división, a saber, que la fe se abre paso a través de todas las dificultades que se oponen a su progreso (versículos 23 al 27). Y desde el versículo 28 al 31 la fe se muestra a sí misma en una confianza que reposa en Dios con respecto al uso de los medios que Él pone ante nosotros, y de los que la naturaleza no puede valerse. finalmente está la energía en general de la cual la fe es fuente, y los padecimientos que caracterizan el andar de la fe. [Véase nota].

 

[Nota]. En general podemos decir que en los versículos 8 al 22 tenemos la fe que descansa asegurada en la promesa, la paciencia de la fe: y desde el versículo 23 hasta el final tenemos la fe que descansa en Dios para las actividades y dificultades a las que la fe conduce, la energía de la fe.

 

El carácter general de los ejemplos de fe

 

Este carácter general pertenece a todos los ejemplos mencionados, a saber, que aquellos que han ejercido la fe no han recibido el cumplimiento de la promesa; cuya aplicación al estado de los cristianos hebreos es evidente. Además, estos ilustres héroes de la fe, por muy honrados que podían ser entre los judíos, no disfrutaban los privilegios que poseían los cristianos. Dios en Sus designios había reservado algo mejor para nosotros.

 

La fe de Abraham;

su renuncia, un tipo de Cristo en muerte y resurrección

 

Mencionemos algunos detalles. La fe de Abraham se muestra a sí misma por una confianza total en Dios. Llamado a dejar a los suyos rompiendo los lazos de la naturaleza, él obedece. No sabe adónde va: a él le basta con que Dios le muestre el lugar. Dios, habiéndole llevado allí, no le da nada. Él habita allí satisfecho, en perfecta confianza en Dios. Él fue un ganador por ello. Él esperaba una ciudad que tenía fundamentos. Confiesa públicamente que él es extranjero y forastero en la tierra (Génesis 23:4). De este modo y en espíritu él se acerca más a Dios. Aunque no posee nada sus afectos están involucrados. Él desea una patria mejor y se adhiere a Dios más inmediata y enteramente. Él no desea regresar a su patria, él busca una patria. Así es el cristiano. En la ofrenda de Isaac hubo esa confianza absoluta en Dios que por mandato Suyo puede renunciar incluso a las promesas de Dios como poseídas según la carne, seguro de que Dios las restauraría mediante el ejercicio de Su poder venciendo a la muerte y todo obstáculo.

 

Es así como Cristo renunció a Sus derechos como Mesías y fue hasta la muerte encomendándose a la voluntad de Dios y confiando en Él; y recibió todo en resurrección. Y los cristianos hebreos tenían que ver con esto, con respecto al Mesías y a las promesas hechas a Israel. Pero, si hay sencillez de fe, para nosotros el Jordán está seco, y tampoco podríamos haberlo pasado si el Señor no hubiera pasado antes.

 

Obsérvese aquí que cuando se confía en Dios y se renuncia a todo por Él, siempre ganamos y aprendemos algo más de los modos de obrar de Su poder: porque al renunciar conforme a Su voluntad a algo ya recibido nosotros debemos esperar del poder de Dios que Él nos concederá algo más. Abraham renuncia a la promesa según la carne. Él ve la ciudad que tiene fundamentos; puede desear una patria celestial. Él renuncia a Isaac en quien estaban las promesas: aprende la resurrección pues Dios es infaliblemente fiel. Las promesas estaban en Isaac: por eso Dios debe restituirlo a Abraham, y mediante resurrección si él lo ofrecía en sacrificio.

 

Expresiones de fe en el futuro cumplimiento de la promesa de Dios;

el futuro regreso de Israel a su tierra

mostrado en Isaac, Jacob y José

 

En Isaac la fe diferencia entre la porción del pueblo de Dios conforme a Su elección y la del hombre que tiene derechos de nacimiento conforme a la naturaleza. Este es el conocimiento de los modos de obrar de Dios en bendición y en juicio.

 

Por la fe Jacob, extranjero y débil, sin nada más que el bordón con el que había cruzado el Jordán, adora a Dios y anuncia la doble porción del heredero de Israel, de aquel a quien sus hermanos rechazaron, — un tipo del Señor, el heredero de todas las cosas. Esto cimenta el terreno de la adoración.

 

Por la fe José, un extranjero, el representante aquí de Israel lejos de su país, cuenta con el cumplimiento de las promesas terrenales. [Véase nota].

 

[Nota]. Observen que en estos casos encontramos los derechos de Cristo en resurrección; el juicio de la naturaleza y la bendición de la fe, por gracia; la herencia de todas las cosas celestiales y terrenales por Cristo; y el futuro regreso de Israel a su tierra.

 

La fe que supera toda dificultad mostrada en Moisés

 

Estas son expresiones de fe en la fidelidad de Dios, en el futuro cumplimiento de Su promesa. En lo que sigue a continuación tenemos la fe que supera toda dificultad que se presenta en la senda del hombre de Dios, en la senda que Dios le marca en su travesía hacia el cumplimiento de las promesas.

 

La fe de los padres de Moisés hace que ellos desatiendan el cruel decreto del rey y esconden a su niño; a quien Dios, en respuesta a la fe de ellos, preservó por medios extraordinarios cuando no había otro modo de salvarlo. La fe no razona; actúa desde su propio punto de vista y deja el resultado a Dios.

 

Pero los medios que Dios usó para la preservación de Moisés lo colocaron muy cerca de la posición más elevada en el reino. Él llegó a poseer allí todas las destrezas que aquella época podía otorgar a un hombre distinguido por igual por su energía y por su carácter. Pero la fe hace su obra e inspira afectos divinos que no miran las circunstancias circundantes como guía de acción, aun cuando esas circunstancias puedan tener su origen en las providencias más notables.

 

La fe y no la providencia como norma y motivo

 

La fe tiene sus propios objetivos suministrados por Dios mismo y ella gobierna el corazón teniendo esos objetivos en perspectiva. Ella nos da un lugar y unas relaciones que gobiernan toda la vida y no dejan espacio para otros motivos y otras esferas de afecto que dividirían el corazón; porque los motivos y afectos que gobiernan la fe son dados por Dios, y son dados por Él para formar y gobernar el corazón.

 

Los versículos 24 al 26 desarrollan este punto. Se trata de un principio muy importante porque a menudo oímos declarar a la Providencia como siendo ella un motivo para no andar por fe. Nunca hubo una Providencia más notable que la que colocó a Moisés en la corte de Faraón; y ella obtuvo su objetivo. No lo habría obtenido si Moisés no hubiera abandonado la posición a la que esa Providencia lo había llevado. Pero fue fe (es decir, los afectos divinos que Dios había creado en su corazón), y no la Providencia como norma y motivo lo que produjo el efecto para el que la Providencia lo había preservado y preparado. La Providencia (¡gracias sean dadas  a Dios!) gobierna las circunstancias; la fe gobierna el corazón y la conducta.

 

El galardón prometido por Dios sustenta y anima el corazón,

pero no es la causa motora

 

El galardón que Dios ha prometido entra aquí como un objetivo reconocido en la esfera de la fe. Dicho galardón no es la causa motora; pero sustenta y anima el corazón que actúa por fe en la perspectiva del objetivo que Dios presenta a nuestros afectos. Por tanto el galardón aleja el corazón del presente, de la influencia de las cosas que nos rodean (sean ellas cosas que nos atraen o que tienden a intimidarnos), y eleva el corazón y el carácter de aquel que anda por fe y lo confirma en una senda de consagración que lo conducirá al fin al que él aspira.

 

El secreto de la estabilidad y de la verdadera grandeza es un motivo que está afuera de lo que para nosotros es actual. Podemos tener un objetivo con respecto al cual actuamos; pero necesitamos un motivo que esté afuera de aquel objetivo, — un motivo divino, — que nos permita actuar de manera piadosa con respecto a él.

 

La intervención de Dios reconocida;

el medio de seguridad proporcionado;

la eficacia de la sangre en la que se confía;

el reconocimiento de la culpa

 

La fe reconoce también la intervención de Dios sin verle (versículo 27); y libra así de todo temor al poder del hombre, — temor al enemigo de Su pueblo. Pero el pensamiento de la intervención de Dios lleva el corazón a una dificultad mayor que incluso el temor al hombre. Si Su pueblo ha de ser liberado Dios debe intervenir y eso en juicio. Pero tanto ellos como sus enemigos son pecadores; y la conciencia de pecado y de merecer juicio destruye necesariamente la confianza en Aquel que es el Juez. ¿Se atreven ellos a verle venir a manifestar Su poder en juicio (porque de hecho esto es lo que debe tener lugar para la liberación de Su pueblo)? ¿Está Dios a favor nuestro, — pregunta el corazón, — este Dios que viene en juicio? Pero Dios ha provisto el medio para afirmar la seguridad en presencia del juicio (versículo 28); un medio aparentemente despreciable e inútil, pero que en realidad es el único que glorificándole con respecto al mal del cual somos culpables, tiene el poder de proporcionar refugio del juicio que Él ejecuta.

 

La fe reconocía el testimonio de Dios confiando en la eficacia de la sangre rociada sobre la puerta y podía, con toda seguridad, dejar que Dios viniera en juicio, — Dios que viendo la sangre pasaría por alto a Su pueblo creyente. Por la fe celebró Moisés la pascua. Obsérvese aquí que mediante el acto de poner la sangre sobre la puerta el pueblo reconoció que era tan objeto del justo juicio de Dios como los egipcios. Dios les había dado aquello que los preservaba de él; pero eso fue porque ellos eran culpables y lo merecían. Nadie puede estar delante de Dios.

 

El juicio y la liberación de Dios; su antitipo terrenal

 

Versículo 29. Pero el poder de Dios se manifiesta, y se manifiesta en juicio. La naturaleza, los enemigos del pueblo de Dios, piensan pasar a través de este juicio en seco, como aquellos que están escudados por el poder redentor de la justa venganza de Dios. Pero el juicio los sorbe en el mismo lugar en el que el pueblo encuentra liberación, — un principio de maravillosa importancia. Allí, donde está el juicio de Dios, incluso allí está la liberación. Los creyentes han experimentado verdaderamente esto en Cristo. La cruz es muerte y juicio, las dos terribles consecuencias del pecado, la porción del hombre pecador. Para nosotros ellos son la liberación proporcionada por Dios. Por ellos y en ellos somos liberados, y (en Cristo) pasamos a través de ellos y estamos fuera de su alcance. Cristo murió y resucitó; y por medio de lo que debería haber sido nuestra ruina eterna la fe nos lleva a un lugar donde la muerte y el juicio son dejados atrás, y donde nuestros enemigos ya no pueden alcanzarnos. Pasamos a través sin que ellos nos toquen. La muerte y el juicio nos escudan del enemigo. Ellos son nuestra seguridad. Pero nosotros entramos en una nueva esfera, no sólo vivimos por el resultado de la muerte de Cristo sino por el de Su resurrección.

 

Aquellos que en el mero poder de la naturaleza piensan pasar a través (los que hablan de la muerte y el juicio y Cristo asumiendo la posición cristiana, y pensando pasar a través aunque el poder de Dios en redención no está con ellos) son sorbidos.

 

Con respecto a los judíos este acontecimiento tendrá un antitipo terrenal; porque en realidad el día del juicio de Dios en la tierra será la liberación de Israel que habrá sido llevado al arrepentimiento.

 

La liberación del Mar Rojo y de que habló ella:

Dios a favor del pueblo

 

La liberación en el Mar Rojo va más allá de la protección de la sangre en Egipto. Viniendo Dios allí en la expresión de Su santidad, ejecutando juicio sobre el mal, lo que ellos necesitaron fue ser protegidos de aquel juicio, — ser protegidos del justo juicio de Dios mismo. Y mediante la sangre Dios viniendo así a ejecutar juicio, fue excluido, y el pueblo fue puesto en seguridad ante el Juez. Este juicio tuvo el carácter de juicio eterno. Y Dios tuvo el carácter de un Juez.

 

En el Mar Rojo no se trató simplemente de la liberación del juicio que pendía sobre ellos; Dios estuvo a favor del pueblo, activo en amor y en poder por ellos. [Véase nota].

 

[Nota]. "Estad firmes", dice Moisés, "y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros".

 

La liberación fue una liberación real: ellos salieron de esa condición en la que habían estado esclavizados, el propio poder de Dios los sacó ilesos a través de lo que de otro modo habría sido la destrucción de ellos. De este modo, en nuestro caso es la muerte y resurrección de Cristo en las que participamos, la redención que Él en ellas consumó, [véase nota], lo que nos introduce en una condición completamente nueva, totalmente fuera de la naturaleza. Ya no estamos en la carne.

 

[Nota]. Cruzar el Jordán representa al creyente siendo puesto en libertad y entrando inteligentemente por la fe en los lugares celestiales; ello es ser conscientes de haber muerto y resucitado con Cristo. El Mar Rojo es el poder de redención por Cristo.

 

En cuanto a principio la liberación terrenal de la nación judía (el remanente judío) será la misma. Fundamentada en el poder del Cristo resucitado y en la propiciación obrada por Su muerte, esa liberación será llevada a cabo por Dios, el cual intervendrá a favor de los que se vuelvan a Él por medio de la fe: al mismo tiempo que sus adversarios (que son también los de Su pueblo) serán destruidos por el mismo juicio que es la salvaguardia del pueblo al cual ellos han oprimido.

 

Las dificultades desaparecen delante de Dios;

los muros de Jericó

 

Versículo 30. Sin embargo, todas las dificultades no fueron superadas debido a la redención consumada, a la liberación efectuada. Pero el Dios de la liberación estaba con ellos; las dificultades desaparecen delante de Él. Lo que para el hombre es una dificultad, para Él no lo es. La fe confía en Él, y utiliza medios que sólo sirven para expresar esa confianza. Los muros de Jericó se derrumbaron al sonido de bocinas hechas de cuernos de carnero, después de que Israel hubo rodeado la ciudad durante siete días tocando estas bocinas siete veces.

 

Rahab escapa del juicio

 

Rahab, en presencia de toda la fuerza de los enemigos de Dios y de Su pueblo, fuerza hasta aquel momento intacta, se identifica con estos últimos antes de que hubieran obtenido una sola victoria, porque ella sintió que Dios estaba con ellos. Una extranjera para ellos (como en cuanto a la carne), escapó por la fe al juicio que Dios ejecutó sobre su pueblo.

 

Fe bajo diversos caracteres y energía de paciencia,

sosteniendo bajo toda clase de padecimientos

 

Versículo 32. Ya no se entra en detalles. Israel (aunque los individuos todavía tenían que actuar por fe), estando establecido en la tierra prometida proporcionó menos ocasión para desarrollar ejemplos de los principios sobre los cuales la fe actuaba. El Espíritu habla de manera general de estos ejemplos en los que la fe reaparecía bajo diversos caracteres y energía de paciencia, y sostenía a las almas bajo toda clase de padecimientos. La gloria de ellos estaba con Dios, el mundo no era digno de ellos. Sin embargo ellos no habían recibido nada del cumplimiento de las promesas; ellos tenían que vivir por medio de la fe, así como los hebreos a quienes la epístola estaba dirigida. No obstante, estos últimos disfrutaban privilegios que en modo alguno poseyeron los creyentes de días anteriores. Ni unos ni otros fueron llevados a la perfección, es decir, a la gloria celestial a la que Dios nos ha llamado y de la que ellos han de participar. Abraham y otros esperaron esta gloria; ellos nunca la poseyeron: Dios no se la daría sin nosotros. Pero Él no nos ha llamado sólo mediante las mismas revelaciones que Él les hizo a ellos. Para los días del Mesías rechazado Él había reservado algo mejor. Las cosas celestiales han llegado a ser cosas del tiempo actual, cosas plenamente reveladas y realmente poseídas en espíritu por la unión de los santos con Cristo, y el acceso actual al Lugar Santísimo por la sangre de Cristo.

 

La porción actual del cristiano; la cosa mejor reservada

 

Nosotros no tenemos que ver con una promesa y una visión diferente de un lugar al cual acercarse desde fuera cuya entrada aún no había sido concedida, de modo que la relación con Dios no se fundamentaría en la entrada dentro del velo, — la entrada en Su propia presencia. Nosotros tenemos ahora libertad para entrar. Pertenecemos al cielo; nuestra ciudadanía está allí; estamos en el hogar allí. La gloria celestial es nuestra porción actual, habiendo entrado Cristo como nuestro Precursor. Tenemos en el cielo un Cristo que es el hombre glorificado. Abraham no tuvo esto. Él anduvo en la tierra con una mente celestial, esperando una ciudad, sintiendo que nada más satisfaría los deseos que Dios había despertado en su corazón; pero él no pudo estar relacionado con el cielo por medio de un Cristo realmente sentado allí en gloria. Esta es nuestra porción actual. Incluso podemos decir que estamos unidos a Él allí. La posición del cristiano es muy diferente de la de Abraham. Dios había reservado alguna cosa mejor para nosotros.

 

El Espíritu no desarrolla aquí todo el alcance de esta "cosa mejor" porque la asamblea no es Su tema. Él presenta el pensamiento general a los hebreos para animarlos, a saber, que los creyentes del día actual tienen privilegios especiales que disfrutan por la fe pero que no pertenecieron ni siquiera a la fe de los creyentes en días anteriores.

 

Nosotros seremos perfeccionados, es decir, seremos glorificados juntamente en la resurrección; pero hay una porción especial que pertenece a los santos ahora y que no perteneció a los patriarcas. El hecho de que Cristo como hombre está en el cielo después de haber consumado la redención, y de que el Espíritu Santo por quien estamos unidos a Cristo está en la tierra, hace que se comprenda fácilmente esta superioridad concedida a los cristianos. Por consiguiente, incluso el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que el mayor de los que le precedieron.

 

Capítulo 12

 

Exhortaciones prácticas que emanan de la enseñanza doctrinal

 en cuanto a los peligros;

corriendo la carrera que tenemos por delante

 

Hebreos 12. La epístola entra ahora en las exhortaciones prácticas que emanan de su enseñanza doctrinal a los cristianos hebreos con referencia a los peligros peculiares, — enseñanza adecuada en todo para inspirarles valor. Rodeados de una nube de testigos como los de Hebreos 11, todos los cuales declararon las ventajas de una vida de fe en las promesas aún no cumplidas, ellos debían sentirse impulsados a seguir sus pasos corriendo con paciencia la carrera que tenían por delante y sobre todo apartando la mirada de todas las dificultades [véase nota] y mirando a Jesús el cual había corrido toda la carrera de la fe sostenido por el gozo puesto delante de Él, y que habiendo llegado a la meta se había sentado en la gloria a la diestra de Dios.

 

[Nota]. No se trata de no ser sensibles a ellas sino que cuando se siente que están allí, mirar desde ellas a Cristo. Este es el secreto de la fe. No hubiese sido necesario decir: "Por nada estéis afanosos" (Filipenses 4: 6), si no hubiese habido nada calculado para despertar el afán. Abraham no consideró su cuerpo amortecido. (Hebreos 11:12).

 

El ejemplo del Señor como habiendo recorrido

toda la carrera de la fe

 

Este pasaje no presenta al Señor como Aquel que otorga la fe sino como Aquel que ha recorrido Él mismo toda la carrera de la fe. Otros habían recorrido una parte de la senda, habían superado algunas dificultades; pero la obediencia y la perseverancia del Señor habían sido sometidas a toda prueba de que es susceptible la naturaleza humana. Los hombres, el adversario, el hecho de ser desamparado por Dios, todo estuvo contra Él. Sus discípulos huyen cuando Él está en peligro, Su amigo íntimo Le traiciona; Él busca a alguien que tenga compasión de Él y no encuentra a nadie. Los padres (de quienes leímos en el capítulo anterior) confiaron en Dios y fueron librados, pero en cuanto a Jesús, Él era gusano, y no hombre (Salmo 22); Su garganta se había enronquecido por el llanto (Salmo 69). Su amor por nosotros, Su obediencia a Su Padre, superó todo. Él logra la victoria mediante la sumisión y Se sienta en una gloria exaltado en proporción a la grandeza de Su anonadación y obediencia, el único y justo galardón por haber glorificado perfectamente a Dios donde Él había sido deshonrado por el pecado. El gozo y los galardones que son puestos ante nosotros nunca son los motivos de la senda de la fe, — nosotros sabemos bien esto con respecto a Cristo pero no es menos cierto en nuestro caso, —  ellos son el estímulo de los que andan en dicha senda.

 

Entonces, Jesús que ha alcanzado la gloria que Le es debida se convierte en un ejemplo para nosotros por los padecimientos por los que Él pasó para alcanzarla; por lo tanto nosotros no debemos permitir que nuestro ánimo se canse hasta desmayar. Nosotros aún no hemos perdido, como Él, la vida por glorificar a Dios y servirle. Es notable la manera en que el apóstol los lleva a desembarazarse de todo obstáculo, ya sea pecado o dificultad; como si ellos no tuvieran nada que hacer sino descartarlos como pesos inútiles. Y de hecho, cuando nosotros miramos a Jesús nada es más fácil; cuando no lo miramos, nada es más imposible.

 

Lo que hay que descartar;

la manera y el poder de hacerlo

 

Hay dos cosas que deben ser descartadas, a saber, todo peso, y el pecado que entorpecería nuestros pies (pues el autor habla de uno que está corriendo en la carrera). La carne, el corazón humano, está ocupado en preocupaciones y dificultades; y cuanto más pensamos en ellas, más nos cargamos mediante ellas. Dicho corazón es seducido por el objeto de sus deseos, no se libra de ellos. El conflicto es con un corazón que ama aquello contra lo que luchamos; nosotros no nos separamos de ello en el pensamiento. Cuando miramos a Jesús el nuevo hombre está activo; hay un objeto nuevo que nos alivia quitando el peso y nos separa de cualquier otro por medio de un afecto nuevo que tiene su lugar en una nueva naturaleza: y en Jesús mismo, a quien miramos, hay un poder positivo que nos hace libres.

 

Es descartando todo de una manera absoluta que la cosa es fácil, — considerando aquello que llena el corazón con otras cosas y lo ocupa en una esfera diferente donde un nuevo objeto y una nueva naturaleza actúan el uno sobre el otro; y en ese objeto hay un poder positivo que absorbe el corazón y excluye a todos los objetos que actúan meramente sobre la vieja naturaleza. Lo que se siente como un peso es fácilmente descartado. Todo es juzgado por su influencia sobre el objetivo al cual aspiramos. Si yo corro en una carrera y todo mi pensamiento es el premio, una bolsa de oro es fácilmente desechada. Es un peso. Pero debemos mirar a Jesús. Sólo en Él podemos descartar cualquier obstáculo fácilmente y sin reservas. No podemos combatir el pecado mediante la carne.

 

Pruebas que deben ser soportadas;

la disciplina de Dios no debe ser despreciada

ni hay que desalentarse por ella; su propósito

 

Pero hay otra clase de pruebas que vienen desde fuera: no hay que descartarlas, deben ser soportadas. Como hemos visto, Cristo pasó por ellas. Nosotros no hemos resistido como Él incluso hasta el derramamiento de nuestra sangre sino más bien fracasamos en fidelidad y obediencia. Ahora bien, Dios actúa en estas pruebas como un padre. Él nos disciplina. Quizás estas pruebas vengan del enemigo como en el caso de Job, pero la mano y la sabiduría de Dios están en ellas. Él disciplina a los que ama. Por tanto, no debemos despreciar la disciplina ni ser desalentados por ella. No debemos despreciarla porque Él no disciplina sin motivo ni causa (además, es Dios quien lo hace); tampoco debemos ser desalentados porque Él lo hace en amor.

 

Si nosotros perdemos la vida por el testimonio del Señor y la perdemos al resistir el pecado, el combate termina; y esto no es disciplina sino la gloria de padecer con Cristo. En este caso la muerte es la negación del pecado. Aquel que ha muerto está libre del pecado; aquel que ha padecido en la carne ha terminado con el pecado. Pero hasta ese punto la carne en la práctica (pues tenemos derecho a considerarnos muertos) no está todavía destruida; y Dios sabe de qué manera unir la manifestación de la fidelidad del nuevo hombre que padece por el Señor con la disciplina mediante la cual la carne es mortificada. Por ejemplo, el aguijón en la carne de Pablo unía estas dos cosas. Era doloroso para él en el ejercicio de su ministerio porque era algo que tendía a hacerlo menospreciable cuando predicaba (y él soportó esto por amor al Señor), pero al mismo tiempo mantenía contenida su carne.

 

Los propósitos de Dios en la santidad;

Los frutos del ejercicio de alma

 

Versículo 9. Ahora bien, nosotros estamos sujetos a nuestros padres naturales los cuales nos disciplinan según su voluntad: entonces ¡cuánto más no estaremos sujetos  al Padre de los espíritus,[véase nota] el cual nos hace partícipes de Su santidad! Obsérvese la gracia a la que aquí se apela. Nosotros hemos visto cuánto necesitaban ser amonestados los hebreos, — la tendencia de ellos era a fracasar en la carrera de la fe. El medio de prevenir esto es, obviamente, no escatimar advertencias, sino incluso llevar completamente al alma a la conexión con la gracia. Sólo esto puede dar fortaleza y valor mediante la confianza en Dios.

 

[Nota]. La expresión "Padre de los espíritus" es simplemente un contraste con la expresión "padres terrenales".

 

Nosotros no nos hemos acercado al monte Sinaí, a la ley que nos plantea exigencias, sino a Sion donde Dios manifestó Su poder al restablecer a Israel por Su gracia en la persona del rey escogido (David), cuando en cuanto a la responsabilidad del pueblo todo estaba completamente perdido, toda relación con Dios era imposible en esa posición, pues el arca se había perdido; ya no había propiciatorio, ya no había trono de Dios en medio del pueblo. El nombre Icabod estaba escrito sobre Israel.

 

Por consiguiente, al hablar de santidad, él dice: «Dios está activo en amor hacia ti, incluso en tus padecimientos mismos. Él es quien no sólo ha dado libre acceso a Él mismo por medio de la sangre y por la presencia de Cristo en el cielo por nosotros, sino que está continuamente ocupado con todos los detalles de tu vida; Él es aquel cuya mano está en todas tus pruebas, aquel que piensa incesantemente acerca de ti para hacerte partícipe de Su santidad». Esto no es para exigir santidad de nuestra parte, — necesaria como ella debe ser siempre, — esto es para hacernos partícipes de Su santidad. ¡Qué gracia tan inmensa y perfecta! ¡Qué medio! Es el medio mediante el cual disfrutar perfectamente de Dios mismo.

 

Versículo 11. Dios no espera que encontremos agradables estos ejercicios de alma en el momento (ellos no producirían su efecto si lo fueran), pero después y una vez quebrantada la voluntad producen fruto apacible de justicia. El orgullo del hombre es abatido cuando él se ve obligado a someterse a aquello que es contrario a su voluntad. Dios asume también un mayor lugar (siempre precioso) en sus pensamientos y en su vida.

 

La gracia, motivo de la senda dela fe y de la piedad

 

Versículo 12. Sobre el principio de la gracia los hebreos son exhortados a animarse a sí mismos en la senda de la fe, y a que vigilen contra los brotes de pecado entre ellos, ya sea cediendo a los deseos de la carne o renunciando a los privilegios cristianos por algo del mundo. Ellos debían andar tan valientemente que sus evidentes gozo y bendición (que es siempre un testimonio claro y que triunfa sobre el enemigo) debería hacer que los débiles sientan que ello era también su porción asegurada; y así se les administraría fortaleza y remedio en vez de desánimo. La senda de la piedad en cuanto a las circunstancias se iba a hacer fácil, una senda trillada para las almas débiles y lisiadas; y ellas sentirían más que las almas más fuertes el consuelo y el valor de una senda tal.

 

Ya hemos dicho que la gracia es el motivo dado para este andar; pero la gracia es presentada aquí en una forma que requiere ser considerada un poco en detalle.

 

El monte Sinaí contrastado con el monte de Sion

 

La epístola dice que no nos hemos acercado al Monte Sinaí. Los terrores de la majestad de Dios mantenían allí al hombre a distancia. Nadie debía acercarse a Él. Incluso Moisés temía y temblaba ante la presencia de Jehová. No es allí donde el cristiano es llevado. Pero en contraste con tales relaciones como éstas con Dios todo el estado milenial en todas sus partes es desarrollado; y sin embargo eso es conforme a la manera en que estas diferentes partes son conocidas ahora como cosas esperadas. Nosotros pertenecemos a todo ello; pero evidentemente estas cosas aún no están establecidas. Nombrémoslas: Jerusalén la celestial; los ángeles y la asamblea general e iglesia de los primogénitos inscritos en el cielo (Hebreos 12:23 – VM); Dios el Juez de todos; los espíritus de los justos hechos perfectos; Jesús el Mediador del nuevo pacto; y finalmente, la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.

 

Nosotros hemos hablado de Sion como principio. Es la intervención de la gracia soberana (en el rey) después de la ruina y en medio de la ruina de Israel, restableciendo al pueblo conforme a los consejos de Dios en gloria y las relaciones de ellos con Dios mismo. Se trata del reposo de Dios en la tierra, la sede del poder real del Mesías. Pero, como sabemos, la extensión de la tierra dista mucho de ser los límites de la herencia del Señor. Sion en la tierra es el reposo de Jehová; no es la ciudad del Dios vivo, — Jerusalén la celestial es eso, la capital celestial, por así decirlo, de Su reino, la ciudad que tiene fundamentos cuyo arquitecto y constructor es Dios mismo.

 

La asamblea de los primogénitos en el cielo;

la porción de ellos; Dios el juez de todos y los reconocidos como Suyos

antes de que la asamblea celestial fuese revelada

 

Habiendo nombrado a Sion abajo, el autor se vuelve de manera natural a Jerusalén arriba, pero esto lo lleva al cielo y él mismo se encuentra con todo el pueblo de Dios, la gran asamblea universal [véase nota] del mundo invisible, en medio de una multitud de ángeles. Sin embargo, hay un objeto peculiar en el que su vista descansa en esta escena maravillosa y celestial. Es la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están inscritos en el cielo.

 

[Nota]. La palabra griega traducida aquí como "congregación (o asamblea)" en el versículo 23 era la que incluía a todos los estados de Grecia; y "primogénitos" es la palabra para la asamblea o reunión de ciudadanos de algún estado específico.

 

Ellos no nacieron allí, no son oriundos como lo son los ángeles a los cuales Dios preservó de la caída. Ellos son los objetos de los consejos de Dios. No es meramente que ellos llegan al cielo sino que son los gloriosos herederos y primogénitos de Dios conforme a Sus consejos eternos, de acuerdo con lo cual ellos están inscritos en el cielo. La asamblea compuesta por los objetos de la gracia llamados ahora en Cristo y que pertenece al cielo por gracia. Ellos no son los objetos de las promesas, no son aquellos que no habiendo recibido el cumplimiento de las promesas en la tierra no dejan de disfrutarlas en el cielo. Ellos no tienen la expectativa de otra patria o ciudadanía que el cielo. Las promesas no fueron dirigidas a ellos. Ellos no tienen lugar alguno en la tierra. El cielo está preparado para ellos por Dios mismo. Sus nombres están inscritos allí por Él. Es el lugar más alto en el cielo por encima de los tratos de Dios en gobierno, promesa y ley en la tierra. Esto conduce el retrato de la gloria hasta Dios mismo. Pero (habiendo alcanzado el punto más alto, aquello que es más excelente en gracia) Él es visto bajo otro carácter, a saber, como el Juez de todos, como mirando desde lo alto para juzgar todo lo que está abajo. Esto presenta otra clase de estos bienaventurados habitantes de la gloria celestial: aquellos a quienes el Juez justo reconocía como Suyos antes de que se revelara la asamblea celestial, los espíritus de los justos hechos perfectos. Ellos habían terminado su curso, habían vencido en el conflicto, sólo estaban esperando la gloria. Ellos habían estado relacionados con los tratos de Dios en la tierra, pero, — fieles antes de que llegara el momento de la bendición de ellos, — tenían su reposo y su porción en el cielo.

 

El nuevo pacto y su mediador; la sangre de Cristo derramada

que clama por perdón y paz

 

No obstante, el propósito de Dios era bendecir la tierra. Él no podía hacerlo conforme a la responsabilidad del hombre pues incluso Su pueblo no era más que hierba.  Por tanto, Él establecería un nuevo pacto con Israel, un pacto de perdón y según el cual Él escribiría la ley en el corazón de Su pueblo. El Mediador de este pacto ya había aparecido y había hecho todo lo que se requería para su establecimiento. Los santos de entre los hebreos habían acudido al Mediador del nuevo pacto y la bendición estaba así preparada para la tierra y asegurada para ella.  Finalmente, la sangre de Cristo había sido derramada en la tierra, como la de Abel fue derramada por Caín; pero en lugar de clamar desde la tierra por venganza de modo que Caín se convirtió en un errante y extranjero en la tierra (un sorprendente tipo del judío culpable de la muerte de Cristo), es la gracia la que habla; y la sangre derramada clama para obtener perdón y paz para aquellos que la derramaron.

 

La condición actual antes de que llegue la bendición terrenal;

la conmoción de todas las cosas es anunciada;

el reino de Cristo es inconmovible; el carácter de nuestro Dios;

el consiguiente servicio apropiado

 

Se observará que aunque se habla de las diferentes partes de la bendición milenial con sus fundamentos, todo es presentado de acuerdo con la condición actual de cosas, antes de la venida de aquel tiempo de bendición de parte de  Dios. Nosotros estamos en dicho tiempo en cuanto a nuestras relaciones; pero aquí sólo se habla de los espíritus de los justos del Antiguo Testamento, y sólo del Mediador de este nuevo pacto: el pacto mismo no ha sido establecido. La sangre clama pero la respuesta en bendición terrenal no ha llegado todavía. Esto es fácilmente comprendido pues concuerda exactamente con el estado de cosas existente, e incluso proyecta considerable luz sobre la posición de los cristianos hebreos y sobre la doctrina de la epístola. Lo importante para ellos era no apartarse de Aquel que hablaba desde el cielo. Ellos tenían que ver con Él. Nosotros los hemos visto relacionados con todo lo que sucedió antes, con el testimonio del Señor en la tierra; pero de hecho ellos tenían que ver en aquel momento con el Señor mismo como hablándoles desde el cielo. Su voz conmovió la tierra en aquel entonces; pero ahora, hablando con la autoridad de la gracia y desde el cielo Él anunciaba la disolución de todo aquello en lo que la carne podía apoyarse, o en lo que la criatura podía poner sus esperanzas.

 

Todo lo que podía ser conmovido debe ser disuelto. ¡Cuánto más fatal es apartarse de Aquel que habla ahora que de los mandamientos incluso del Sinaí! Esta conmoción de todas las cosas (ya sea aquí o en el pasaje análogo de 2ª Pedro 3:10 a 12) evidentemente va más allá del judaísmo pero tiene una aplicación peculiar a él. El judaísmo era el sistema y el marco de las relaciones de Dios con los hombres en la tierra según el principio de la responsabilidad de éstos. Todo esto era de la primera creación pero sus fuentes estaban envenenadas; el cielo, sede del poder del enemigo, pervertido y corrompido; el corazón del hombre en la tierra era corrupto y rebelde. Dios conmoverá y cambiará todas las cosas. El resultado será una nueva creación en la que morará la justicia.

 

Mientras tanto las primicias de esta nueva creación estaban siendo formadas; y en el cristianismo Dios estaba formando la parte celestial del reino inconmovible; y el judaísmo, — el centro del sistema terrenal y de la responsabilidad humana, — estaba feneciendo. Por lo tanto el apóstol anuncia la conmoción de todas las cosas, — anuncia que todo lo que existe como creación actual será desechado. Con respecto al hecho presente él sólo dice: "recibiendo nosotros un reino inconmovible"; y nos llama a servir a Dios con verdadera piedad porque nuestro Dios es fuego consumidor; no, — como dice la gente, — Dios fuera de Cristo, sino nuestro Dios. Este es Su carácter en santa majestad y en justo juicio del mal.

 

Capítulo 13

 

Exhortaciones relativas a la senda del cristiano aquí

y con los hebreos en relación con la próxima demolición

y juicio del judaísmo

 

Hebreos 13. En este capítulo que sigue a continuación hay más de una verdad que es importante mencionar. Las exhortaciones son tan sencillas como de peso, y sólo requieren pocos comentarios. Ellas descansan en la esfera en que lo hace toda la epístola: a saber, lo que se relaciona con la senda del cristiano como andando aquí y no lo que emana de la unión con Cristo en los lugares celestiales. El amor fraternal, la hospitalidad, la preocupación por los creyentes encarcelados, el mantenimiento estricto del vínculo matrimonial y de la pureza personal, evitar la avaricia: tales son los temas de exhortación, todos importantes y relacionados con el andar benigno de un cristiano, pero no extraídos de las fuentes y principios más elevados y celestiales de la vida cristiana tal como vemos en Efesios y Colosenses. Ni aunque pueda haber más analogía las exhortaciones son como en esta última epístola, — pues la epístola a los Romanos se basa en general en la vida en Cristo en este mundo presentando la resurrección de Cristo sin continuar hasta Su ascensión. [Véase nota]. Las que siguen a continuación se relacionan con las circunstancias en que se encontraban los hebreos, y se fundamentan en la próxima abolición y juicio del judaísmo del cual ellos tenían que separarse definitivamente ahora.

 

[Nota]. Sólo se habla de ello en Romanos 8:34 y hay una alusión en Romanos 10:6.

 

Al exhortarlos (versículo 7) a que recuerden a los que han guiado el rebaño el autor habla de los que ya han partido en contraste con los que aún viven (versículo 17). El resultado de la fe de ellos bien podría animar a otros a seguir sus pasos, a andar por medio de aquellos principios de fe que les habían conducido a tan noble resultado.

 

El Cristo inmutable

 

Además, Cristo nunca cambió; Él es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. Que ellos permanezcan en la sencillez e integridad de la fe. Nada es una demostración más clara que el corazón no posee de manera práctica aquello que da descanso en Cristo y que no se da cuenta de lo que Cristo es, que la búsqueda inquieta de algo nuevo: "doctrinas diversas y extrañas". Crecer en el conocimiento de Cristo es nuestra vida y nuestro privilegio. La búsqueda de novedades que son ajenas a Él es una demostración de que no estamos satisfechos con Él. Pero aquel que no está satisfecho con Jesús no Le conoce o al menos Le ha olvidado. Es imposible disfrutar de Él y no sentir que Él lo es todo, es decir, que Él nos satisface y que por la naturaleza de lo que Él es, Él excluye todo lo demás.

 

El culto terrenal judío finalizado; la porción de Cristo: —

en el cielo, aceptado; en la tierra, expulsado y despreciado

 

Ahora bien, con respecto al judaísmo en el cual los hebreos estaban naturalmente inclinados a buscar satisfacción para la carne, el apóstol va más lejos. Ellos ya no eran judíos en posesión del culto verdadero a Dios, un culto privilegiado en el que los demás no tenían derecho a participar. El altar de Dios pertenecía ahora a los cristianos. Sólo los cristianos tenían derecho a él. Un culto terrenal en el que no se podía entrar más allá del velo, a la presencia de Dios en el santuario, ya no podía subsistir, — un culto que tenía su gloria mundana, que pertenecía a los elementos de este mundo y tenía su lugar allí. Ahora bien, o es el cielo, o es la cruz y la vergüenza. El gran sacrificio por el pecado ha sido ofrecido; pero por su eficacia dicho sacrificio nos lleva al santuario, al cielo mismo, donde la sangre ha sido llevada; y por otra parte el mismo sacrificio nos lleva fuera del campamento, es decir, fuera de un pueblo religioso relacionado con el mundo de aquí abajo, llevándonos a la vergüenza y el rechazo en la tierra. Esta es la porción de Cristo. En el cielo Él es aceptado, Él ha entrado con Su sangre, — en la tierra Él fue expulsado y despreciado.

 

Una religión mundana que forma un sistema en el que el mundo puede andar y en el que el elemento religioso está adaptado para el hombre en la tierra es la negación del cristianismo.

 

Andando en la tierra como perteneciendo a una ciudad celestial

y buscando sólo agradar al Señor

 

Nosotros no tenemos aquí una ciudad permanente, buscamos la por venir. Por medio de Cristo ofrecemos nuestros sacrificios de alabanza y acción de gracias. Compartiendo también nuestros bienes con los demás, haciendo el bien en todos los sentidos, ofrecemos sacrificios con los que Dios se agrada. (Versículo 16).

 

Luego él los exhorta a obedecer a quienes como responsables ante Dios velan por las almas y van delante de los santos para guiarlos. Ello es una demostración de ese espíritu humilde de la gracia que sólo busca agradar al Señor.

 

El apóstol pidiendo las oraciones de los santos

 

El sentido de esta responsabilidad hace que Pablo pida a los santos que oren por él, pero con la declaración de que él tenía una buena conciencia. Nosotros servimos a Dios, actuamos para Él cuando Él no está obligado a actuar sobre nosotros. Es decir, el Espíritu de Dios actúa por nuestro medio cuando Él no tiene que ocuparnos de nosotros mismos. Cuando este último es el caso uno no podría pedir las oraciones de los santos como un obrero. Mientras el Espíritu nos está ejercitando en nuestra conciencia no podemos llamarnos obreros de Dios. Cuando la conciencia es buena nosotros podemos pedir sin reservas las oraciones de los santos. El apóstol tanto más las pedía porque esperaba así volver cuanto antes a verlos.

 

La bendición del Dios de paz es invocada

 

Finalmente,  él invoca la bendición sobre ellos dando a Dios el título que tan a menudo le atribuye, "el Dios de paz". En medio del ejercicio de corazón con respecto a los hebreos, de los argumentos para preservar su amor del peligro de enfriarse, en medio de la inestabilidad moral que debilitaba el andar de estos cristianos, y sus pruebas en el desmoronamiento de lo que ellos consideraban estable y santo, este título tiene un carácter peculiarmente precioso.

 

En presencia de un Cristo resucitado; una esperanza inmutable,

y una bendición inmutable y un pacto eterno;

el deseo del apóstol

 

El Espíritu los sitúa también en presencia de un Cristo resucitado, de un Dios que había fundamentado y asegurado la paz mediante la muerte de Cristo, y había dado una prueba de ello en Su resurrección. Él había resucitado a Cristo de los muertos en virtud del poder de la sangre del pacto eterno. [Véase nota]. Sobre esta sangre las personas creyentes podían edificar una esperanza que nada podía conmover. Porque no se trataba de promesas fundamentadas en la condición de la obediencia del pueblo como en Sinaí, sino del rescate que había sido pagado y de la perfecta expiación de la desobediencia de ellos. Por lo tanto, la bendición era inmutable y el pacto era eterno (tal como lo eran la herencia y la redención). Él ora para que el Dios que lo había realizado obrara en ellos para concederles plenos poder y energía para el cumplimiento de Su voluntad, haciendo Él mismo en ellos lo que era agradable delante de Él.

 

[Nota]. La palabra "eterno" es específica en la epístola a los Hebreos en contraste con un sistema que estaba feneciendo. Dicha palabra habla de eterna redención (Hebreos 9:12), de herencia eterna (Hebreos 9:15), incluso del Espíritu eterno (Hebreos 9:14).

 

Él los insta a prestar atención a la exhortación; él sólo les había enviado unas pocas palabras.

 

Circunstancias que confirman la idea de que Pablo

escribió esta carta; la autoridad de la carta

es la autoridad del Espíritu de Dios

 

Aquel que escribió la carta desea que ellos sepan que Timoteo estaba en libertad; él mismo ya lo estaba; él estaba en Italia; circunstancias que tienden a confirmar la idea de que fue Pablo quien escribió esta carta, — un asunto muy interesante aunque de ninguna manera afecta a la autoridad de ella.

 

Es el Espíritu de Dios quien en todas partes da Su propia autoridad a la Palabra.

 

J. N. Darby

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Marzo/Mayo 2023

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

JND = Una traducción literal del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby (1800-82), traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.

RV1977 = VerSionReina-Valera ReviSion1977 (Publicada por Editorial Clie).

RV1865 = Versión Reina-Valera Revisión 1865 (Publicada por: Local Church Bible Publishers, P.O. Box 26024, Lansing, MI 48909 USA).

VM = VerSionModerna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, ReviSion1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

WK = Una traducción del del Nuevo Testamento por William Kelly, versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.

Título original en inglés:
HEBREWS, by J.N.Darby 
Synopsis of the Books of the Bible
Traducido con permiso
Publicado originalmente en Inglés
Traducido con permiso

Versión Inglesa
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