SINOPSIS
de los Libros
de la Biblia
COLOSENSES
Todas las
citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido
tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los
lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras
versiones, tales como:
BJ =Biblia
de Jerusalén
JND = Una
traducción literal del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884)
por John Nelson Darby (1800-82), traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.
LBLA = La
Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation,
Usada con permiso.
RVR1977 =
Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial Clie).
VM =
Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
INTRODUCCIÓN
El
alcance de la epístola comparado y contrastado con el de la
epístola
a los Efesios; el estado de los Cristianos Efesios y Colosenses
La epístola a los Colosenses considera al Cristiano como resucitado con
Cristo, pero no, como en la epístola a los Efesios, como estando sentado en los
lugares celestiales en Cristo (Efesios 2:6 – VM). Una esperanza está guardada
para él en el cielo; él ha de fijar sus afectos en las cosas de arriba, no en
las cosas de la tierra. Él ha muerto con Cristo y ha resucitado con Él, pero no
está sentado aún en los lugares celestiales en Él. En ello tenemos una prueba
de aquello que otras epístolas demuestran, a saber, la bienaventurada manera en
que nuestro Dios en Su gracia convierte todo para el bien de los que Le aman.
En la epístola a los Efesios el Espíritu Santo había desarrollado los
consejos de Dios con respecto a la iglesia — sus privilegios. A los Cristianos
de Éfeso no se les podía reprochar nada {*}: por consiguiente, el Espíritu
Santo pudo usar la ocasión proporcionada por ese fiel rebaño para desplegar
todos los privilegios que Dios había ordenado para la iglesia en general, en
virtud de su unión con Jesucristo como su Cabeza, así como los privilegios
individuales de los hijos de Dios.
{*} ¡Cuán doloroso es ver esta iglesia tomada
después como un ejemplo de la dejación del primer amor! Pero todo se dirige al
final (Apocalipsis 2: 1-7)
Con los Colosenses no fue así.
En alguna medida, ellos se habían desviado de esta porción bienaventurada, y
habían perdido el sentido de la unión de ellos con la Cabeza del cuerpo; a lo
menos, si ello no era así realmente, ellos estaban siendo asaltados por el peligro,
y susceptibles a la influencia de aquellos que procuraban alejarlos de dicho
sentido, y someterlos a la influencia de la filosofía y del Judaísmo, de modo
que el propio apóstol tuvo que ocuparse del peligro, y no meramente de los
privilegios de ellos. Esta unión con nuestra cabeza (¡Gracias a Dios!) no puede
perderse; pero como una verdad en la iglesia, o del hecho de que los individuos
a realicen, sí puede perderse. Esto lo sabemos demasiado bien en la iglesia del
día en que vivimos. Esto, sin embargo, brinda la ocasión al Espíritu de Dios
para desarrollar todas las riquezas y toda la perfección que se encuentran en
la Cabeza y en Su obra, para que los miembros del cuerpo se recuperen de su
debilidad espiritual, o para mantenerlos en un pleno disfrute práctico de su
unión con Cristo, y en el poder de la posición adquirida por ellos mediante esa
unión. Para nosotros esta es una enseñanza permanente con respecto a las
riquezas que existen en la Cabeza.
Si la epístola a los Efesios
delinea los privilegios del cuerpo, la de los Colosenses revela la plenitud que
está en la Cabeza, y nuestra plenitud en Él. Por tanto, en la de los Efesios la
iglesia es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Efesios 1; 22, 23);
en la de los Colosenses, toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en
El (Colosenses 2:9 – LBLA), y nosotros estamos completos (o, hemos alcanzado la
plenitud) en Él. Sin embargo, hay otra diferencia que es importante destacar.
En la epístola a los Colosenses no encontramos — excepto en la expresión "amor
en el Espíritu" (Colosenses 1:8) — mención alguna del Espíritu Santo. Él
es presentado plenamente en Efesios. Pero por otra parte, nosotros tenemos a
Cristo como nuestra vida desarrollado más plenamente, de igual importancia en
su lugar. En Efesios nosotros tenemos más ampliamente el contraste del
paganismo con el privilegio y el estado cristianos. La formación del alma en
semejanza viviente a Cristo es ampliamente desarrollada en Colosenses. Se trata
más, en las bien conocidas expresiones, de Cristo en nosotros que nosotros en
Cristo, aunque estas dos cosas no pueden ser separadas. Una importante
diferencia adicional es que en Efesios la unidad de Judíos y Gentiles en un solo
cuerpo ocupa un amplio lugar. En Colosenses los Gentiles están sólo en
perspectiva, aunque en conexión con la doctrina del cuerpo. Estando estas
diferencias bien señaladas, nosotros podemos decir que las dos epístolas tienen
un gran parecido en su carácter general.
CAPÍTULO 1
Las grandes semejanzas generales en las dos
epístolas
Ellas comienzan casi de la misma manera {*}. Ambas son
escritas desde Roma, mientras el apóstol era un prisionero en esa ciudad, y
enviadas por medio del mismo mensajero y en la misma ocasión, así como probablemente
también la dirigida a Filemón: el motivo para creer esto son los nombres y las
salutaciones.
{*} El
nombre de Timoteo no se encuentra en el escrito a los santos en Éfeso.
El escrito a los Efesios los
sitúa quizás más inmediatamente en relación con Dios mismo, en lugar de
presentarlos como estando en comunión fraternal en la tierra. Ellos no son
llamados hermanos en Efesios 1:1, solamente santos y fieles en Cristo Jesús.
Ellos son vistos en Colosenses como andando en la tierra, aunque resucitados.
Por eso hay una larga oración por su andar, si bien en un terreno elevado y
santo como libertados. En Efesios se comienza con el propósito y fruto plenos
de los consejos de Dios. En esa epístola el corazón del apóstol se expande de
inmediato en la conciencia de las bendiciones disfrutadas por los Efesios.
Ellos fueron bendecidos con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo (Efesios 1:3 – LBLA).
Para los Colosenses había una esperanza guardada (o, reservada) en el cielo. Y
hay un prefacio de muchos versículos refiriéndose al evangelio que ellos habían
oído, e introduciendo sus oraciones para el andar y el estado de ellos aquí
abajo. Esto nos lleva adonde nos lleva Efesios 1:7, pero con un desarrollo
mucho más ampliado de la gloria personal de Cristo, y de un modo más histórico
de las verdaderas sendas de Dios. Se trata también de un escrito eclesiástico más
personal que Efesios.
Características especiales de lo que se
dice a los Colosenses
Pero consideremos atentamente
lo que se dice a los Colosenses. El bienaventurado llamamiento del cual habla
el apóstol (Efesios 1: 3-10), y los privilegios de la herencia (Efesios 1:
11-14), no están en Colosenses; resucitados pero en la tierra, ellos no están
sentados en los lugares celestiales, siendo todas las cosas, por tanto,
herencia de ellos. No se trata de ellos en Cristo allí, sino de Cristo en ellos,
la esperanza de la gloria, y la oración
mencionada arriba impregna el capítulo hasta que llegamos al terreno común de
la gloria de Cristo en Colosenses 1:15; e incluso aquí, la gloria divina de
Cristo es sacada a relucir en Colosenses, el sencillo hecho del propósito de
Dios en cuanto a Cristo es sacado a relucir en Efesios. Y no solamente no
tenemos la herencia de Dios siendo nuestra; sino que en Colosenses no se habla
del Espíritu como siendo las arras. Nosotros hemos visto, de hecho, que esto es
característico de Colosenses. No se habla del Espíritu, sino de la vida. En Colosenses
se nos insiste más en la Persona y la gloria divina de Cristo, y el hecho de
que estamos completos en Él; pero no en el lugar de los santos con Dios de la
misma manera. Además, como el santo es considerado como estando en la tierra,
no en Cristo en lo alto, su responsabilidad es introducida (Colosenses 1:23).
Colosenses 1:3 responde a Efesios 1:16: sólo que uno siente que hay más
plenitud en el gozo de Efesios 1:16. La fe en Cristo y el amor a todos los
santos se encuentran en cada exordio, como la ocasión del gozo del escritor.
La oración del apóstol en vista de la
necesidad de los Colosenses
El tema de su oración es muy
diferente. En los Efesios, donde él expone con orden y amplitud los consejos de
Dios con respecto a la iglesia, él pide en oración que los santos puedan
entenderlos, así como el poder mediante el cual ellos participaban en estos
consejos. Aquí en Colosenses, su oración es para que el andar de los santos
pueda ser guiado por la inteligencia divina. Pero esto pertenece a otra causa,
al punto de vista desde el cual, en su discurso, él considera a los santos.
Nosotros hemos visto que en la epístola a los Efesios él los ve como sentados
en los lugares celestiales. Por consiguiente, la herencia de ellos es la de
todas las cosas que han de ser reunidas bajo Cristo como Cabeza. Él ora aquí en
Colosenses por ellos en vista de una esperanza reservada para ellos en el
cielo; su oración se refiere, por lo tanto, al andar de ellos, que dicho andar
pueda ser en armonía con el objeto que ellos han puesto delante de ellos. Como
estando en la tierra y en peligro de no adherirse a la Cabeza, los creyentes en
Colosas estaban en peligro de desviarse de aquel objetivo. Él oraba, por tanto,
en vista de esa esperanza celestial. Ellos habían oído acerca de esta esperanza
perfecta y gloriosa. El evangelio lo había proclamado por todas partes.
El peligro de los Colosenses y su remedio
Era el evangelio predicado en
vista de una esperanza reservada en el cielo lo que había producido fruto entre
los hombres, fruto que estaba caracterizado por su fuente celestial. La religión
de ellos, aquello que gobernaba el corazón de ellos en estas relaciones con
Dios, era celestial. Los Colosenses estaban en peligro de recaer en la
corriente de las ordenanzas, y de las costumbres religiosas del hombre que vive
en este mundo, cuya religión estaba en conexión con el mundo en el cual él
vivía, y no iluminada, no plena de luz celestial. No hay nada más que una unión
consciente con Cristo la cual puede mantenernos de manera segura allí.
Ordenanzas para alcanzarle a Él no pueden tener lugar alguno allí donde nosotros
estamos unidos a Él; ninguna filosofía de pensamientos humanos, donde nosotros
poseemos vivaces pensamientos divinos en Cristo.
Sin embargo, ¡cuán precioso es
— incluso si nosotros no estamos a la plena altura de nuestro llamamiento — tener
un objeto puesto delante de nuestros corazones que nos liberta de este mundo, y
de las influencias que ocultan a Dios de nosotros! Tal es el objetivo del
apóstol en esta Escritura. Él dirige los ojos de los Colosenses al cielo, para
que puedan ver a Cristo allí, y recuperar el sentido de su unión con la Cabeza
que ellos en cierta medida habían perdido, o estaban en peligro de perder. No
obstante, el fundamento estaba allí — fe en Cristo y amor a todos los santos.
Ellos necesitaban
solamente hacer realidad su unión con la Cabeza; lo cual, además, era lo único
que podía mantenerlos en el elemento celestial por encima de las ordenanzas, por
encima de la religión humana y terrenal.
El punto de partida del apóstol
El apóstol, para elevarlos,
comienza como de costumbre desde el punto donde él encontró el bien en los
santos a los cuales él escribía. Esta esperanza celestial había llegado hasta
ellos y había producido fruto. Esto es lo que diferencia el Cristianismo de
todas las otras religiones, y en particular del sistema Judío, el cual — aunque
individuos que estaban en él por gracia anhelaban el cielo — ocultaba a Dios
detrás del velo, y envolvía la conciencia en una serie de ordenanzas a distancia
de Él.
La vida celestial práctica en la tierra de
los resucitados
con Cristo
Ahora bien, basado en esta
esperanza que colocaba la vida interior de los Cristianos en relación con el
cielo, el apóstol ora para que los Colosenses puedan ser llenos del
conocimiento de su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual. Ello es
el fruto, en la tierra, de la relación con Dios de un hombre resucitado. Esto
es muy diferente de mandamientos y ordenanzas. Se trata del fruto de la
comunión íntima con Dios, o del conocimiento de Su carácter y de Su naturaleza
en virtud de esa comunión; y, si bien ello se refiere a la vida práctica, como
perteneciendo a la vida interior, deja las ordenanzas completamente a un lado.
El apóstol tuvo que comenzar en este fin práctico, por la vida cristiana.
Quizás los Colosenses no comprendieron la relevancia de estas enseñanzas, pero
ellas contenían un principio que, inculcado ya en el corazón de ellos, y
susceptible de ser reavivado, los conducía al punto que el apóstol tenía como
objetivo, y que era, simultáneamente, un privilegio muy precioso, cuyo valor
ellos estaban en posición de comprender. Eso es amor. El apóstol desarrolla los
privilegios de ellos al respecto con fuerza y claridad, como uno para el cual
un andar semejante era bien conocido, y además con el poder del Espíritu de
Dios. Ellos no estaban en el cielo sino en la tierra, y esta es la senda que
convenía a aquellos resucitados con Cristo y que miran el cielo desde la
tierra. Se trata de la vida divina en la tierra, no del Espíritu Santo poniendo
el alma del creyente en el centro de los consejos divinos, como en Efesios 3 a
través de Cristo morando en el corazón por medio de la fe.
El conocimiento de la voluntad de Dios
basado en el estado
espiritual del alma por medio de Su
palabra; en un andar digno
y un crecimiento fructífero como resultado,
y un conocimiento
de Dios cada vez mayor
El primer principio de esta vida
celestial práctica era el conocimiento de la voluntad de Dios — ser lleno de
ella, no correr tras ella como una cosa que está fuera de nosotros, ni en
indecisión, en incertidumbre en cuanto a lo que ella era, sino ser llenos de
ella por medio de un principio de comprensión (inteligencia) que viene de Él, y
que forma el entendimiento y la sabiduría del propio Cristiano. El carácter de
Dios se traducía de manera viviente en la apreciación de todo lo que el
Cristiano hacía. Y observe aquí que el conocimiento de la voluntad de Dios está
basado en el estado espiritual del alma — sabiduría y entendimiento espiritual.
Y esto es de suma importancia práctica. Ninguna enseñanza dada por el hombre en
cuanto a conducta cumple con esto, en absoluto — más bien evita la necesidad de
entendimiento espiritual. No hay duda alguna que una mente más espiritual puede
ayudarme en el discernimiento de la voluntad de Dios; {*} pero Dios ha relacionado
el descubrimiento de la senda de Su voluntad, Su senda, con el estado interior
del alma, y hace que pasemos a través de circunstancias — la vida humana aquí
abajo — para ponernos a prueba y para que descubramos cuál es ese estado, y
para ejercitarnos en ello.
{*}
Uno de los engaños del corazón es que, cuando conocemos realmente la voluntad
de Dios bastante bien, nosotros vamos a pedirle consejo a uno no más espiritual
que nosotros mismos.
El Cristiano tiene que conocer,
mediante su estado espiritual, las sendas de Dios. La Palabra es el medio
(compárese con Juan 17: 17, 19). Dios tiene una senda Suya propia que el ojo
del halcón no ha visto (Job 28:7 – VM), conocida solamente por el hombre
espiritual, relacionada con el conocimiento de Dios, y emanando de dicho
conocimiento (Compárese con Éxodo 33:13). De este modo, el Cristiano anda como
es digno del Señor; él conoce lo que es digno
de Él {*}. Y anda en conformidad con ello, para que él pueda agradarle a Él en
todas las cosas, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo por medio del conocimiento
de Dios.
{*}
Hay tres medidas presentadas del andar Cristiano en esta forma: un andar digno
de Dios que nos ha llamado a Su reino y a Su gloria (1ª. Tesalonicenses 2:12);
un andar digno del Señor, aquí (Colosenses 1:10); un andar digno de la vocación
con que fuimos llamados, es decir, el Espíritu Santo morando en la iglesia,
Efesios 2; desarrollado como está en el final del capítulo 3 de Efesios.
La medida de la fortaleza del Cristiano;
una vida en armonía
con Dios; su carácter, su manifestación en
la tierra y su forma
No se trataba, entonces,
solamente del carácter de la vida: la vida era productiva; llevaba fruto, y, a
medida que la vida crecía, aumentaba el conocimiento de Dios. Pero esta
relación con Dios introduce otra consideración preciosa. Además del carácter y
de la energía vital que están en relación con este conocimiento, la fortaleza
del Señor {*} es desarrollada también en ella. Ellos hallan fortaleza en Él. Él
la da para que ellos puedan andar así.
{*}
Yo pienso que lo que antecede es aquí el Señor; pero el Señor y Dios se
fusionaron grandemente en un pensamiento.
"Fortalecidos", él
dice, "con todo poder (o, fortaleza), conforme a la potencia de su
gloria." (Colosenses 1:11). Tal es la medida de la fortaleza del Cristiano
para una vida en armonía con el carácter de Dios. El carácter de esta vida es
revelado así en la gloria celestial en lo alto — Jesucristo. Su manifestación en
la tierra — tal como lo había sido en Jesucristo — es hecha realidad en toda
paciencia y longanimidad con gozo, en medio del dolor y las aflicciones de la
vida de Dios en este mundo. Esta forma de la vida es también sorprendente: toda
la fortaleza divina (o, poder divino) conforme a Su gloria es dada para ser
paciente, para soportar. ¡Qué carácter ello da a la vida Cristiana en este
mundo! Ello nos permite mantener una
actitud generosa con los demás. Ni tampoco hay algún fruto más evidente del
poder que esto. La voluntad está sometida también aquí. Por consiguiente, a
pesar de todo lo que tenemos que soportar, con Dios tenemos un gozo constante.
Es una ilustración bienaventurada de la forma en que la vida divina se manifiesta
a sí misma.
La vida de paciencia: su fuente, su propósito
y su posesión actual
Y el apóstol conecta aquí esta
vida de paciencia con aquello que es su fuente, su propósito, y su posesión
actual por medio de la fe. Andando así nosotros estamos llenos de gozo, y damos
gracias al Padre el cual nos ha hecho {*} aptos para compartir la porción de
los santos en luz. Los santos están aquí establecidos en su relación adecuada
con Dios (el Padre de ellos); en el cielo — en la luz, aquello que Dios es, y
en lo cual Él mora.
{*}
Presten especial atención aquí al hecho de que no se dice 'nos hará aptos',
como una cosa aún por hacer, y en la cual nosotros progresamos.
Tenemos así el estado del alma,
el carácter del andar, y la fuerza en la cual lo realizamos. En cuanto a la aptitud
para Dios en luz, nosotros la poseemos. Además, somos trasladados al reino de
Su amado Hijo.
En la luz; el medio empleado y el carácter
práctico
de la obra que nos coloca allí
El medio empleado, y el carácter
práctico de la obra que nos instala en la luz, son presentados después,
introduciéndonos (en la medida que Colosense lo hace) en los consejos de Dios,
pero de un modo práctico — en sus resultados futuros o presentes, no en consejo
ni en cuanto al misterio de Su voluntad.
El Padre nos ha librado de la
potestad (o, del dominio) de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del
Hijo de Su amor. No se trata de una norma Judía para el hombre; es una
operación del poder de Dios, el cual nos trata como siendo del todo por
naturaleza los esclavos de Satanás y de las tinieblas; y nos coloca, mediante
un acto de ese poder, en una posición y en una relación con Dios mismo
enteramente nuevas. Nosotros vemos aquí realmente, si examinamos los principios
en su origen, la misma cosa que vemos en Efesios 1: 4, 5; Efesios 2: 1-6, en
cuanto a nuestra posición antes. Pero es evidente que faltan la plenitud y el
carácter definitivo de una nueva creación {*}. "La herencia de los santos
en luz", el " reino del Hijo de su amor (Colosenses 1:13 – VM), nos
recuerdan Efesios 1: 4, 5; pero no se trata de la cosa misma, tal como está en
la mente de Dios, sino que se trata de que nosotros hemos sido hecho aptos para
ello estando aquí; ni es, consecuentemente, el desarrollo de una posición con la
cual uno está familiarizado como estando en ella.
{*}
Nosotros veremos también, más adelante, que el punto de partida es un tanto
diferente, y, aunque se hace alusión al terreno Efesio parcialmente, introduce
al hombre tal como se lo encuentra viviendo en pecado, y absolutamente menos para
Dios, el cual lo encuentra ya muerto en pecados y lo crea conforme a Sus
propios consejos. Pero de esto hablaremos después. Además, en Efesios 1:6 nuestro
lugar está lleno de gracia en Cristo; en Colosenses 1 está la liberación actual
de la potestad de las tinieblas y el traslado al reino del Hijo de Su amor — no
la gracia o el favor en el Amado (como en Efesios).
El poder y el amor del Padre
nos
han hecho aptos para ello, y aunque el carácter de Dios está necesariamente
allí como luz y amor, según Su relación con Su Hijo, no obstante, lo que
nosotros tenemos aquí no es nuestra relación propia con Dios mismo, fuera de la
cuestión acerca de dónde Él nos sacó, sino que tenemos la obra en general que
nos coloca allí en contraste con nuestra posición anterior. Él nos ha librado
del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de Su amado Hijo; nosotros
tenemos parte en la herencia de los santos en luz: pero, ¿dónde está el santo
"sin
mancha delante de él en amor" (Efesios 1:4 – RVR1977)? ¿Dónde está nuestra
relación con Él, conforme a los consejos de Aquel que vio solamente el bien que
Él se propuso en Su propio corazón (Efesios 1:9)? ¿Dónde están los hijos para
Sí mismo por medio de Jesucristo (Efesios 1:5 – VM), mediante Su predestinación
antes que el mundo existiese (Efesios 1:4)?
Liberación
mediante el poder y la gracia de Dios;
el
medio empleado por el Espíritu
En Efesios la liberación es
traída como una consecuencia de la porción en la cual los herederos, los
objetos de los consejos eternos de Dios son vistos. {*} Aquí, la liberación es
el asunto principal. ¡Cuán desastroso es apartarse de la Cabeza y perder la
plena conciencia, en la luz, de nuestra unión con Él! ¡Cuán perfecta y preciosa
es esa gracia que se percata de nuestra condición, y nos saca de ella y nos
lleva a Dios, para hacernos disfrutar — conforme al poder y a la gracia de Dios
— la inestimable posición que Él nos ha dado en Cristo!
{*}
Esto pertenece al principio mencionado arriba. En Efesios, todo es visto desde
el punto de vista de los consejos eternos de Dios antes que el mal existiese,
el bien que Él se propuso en Sí mismo, aunque la redención fue necesaria cuando
el mal hubo entrado, y la gloria de Dios mismo y la base de nuestra gloria en
el cumplimiento de ellos, se hizo realidad en ello. En Colosenses el hombre en
el mal es el objeto de la gracia.
El medio que el Espíritu emplea
aquí para llevar a cabo esta obra de gracia es el desarrollo de la gloria del
Señor, del Hijo de Su amor.
El reino del Hijo de Su amor
"…el cual nos ha
libertado de la potestad de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del
Hijo de su amor" (Colosenses 1:13 – BJ, VM, JND).
Yo creo que solamente aquí el
reino es llamado el reino del Hijo; y yo pienso que es solamente como
introduciendo Su Persona como el centro de todo, y como presentándonos la
medida de la grandeza de la bendición. Es en el reino de Uno que tiene este
lugar, el Hijo de Su amor, en el que nosotros somos introducidos. Es realmente
Su reino; y para que nosotros podamos comprender el carácter de este reino tal
como es ahora para nosotros, y nuestra cercanía a Dios como teniendo parte en
él, este es llamado el reino del Hijo de Su amor. Esto es lo que es el
fundamento actual y la característica actual de la relación con Dios de
aquellos que están verdaderamente en ella y son de ella. Como el reino del Hijo
del Hombre, es Su manifestación, en lo sucesivo, en gloria y en gobierno. Ello
está caracterizado aquí por la relación del propio Hijo con el Padre, en Su
Persona, con el agregado de lo que nos da un derecho pleno para compartirla — redención
por medio de Su sangre, el perdón de pecados.
La gloria de Jesús puesta en vigoroso
relieve
El apóstol, habiendo
introducido así al Hijo en Su relación con el Padre, como el objeto central y
poderoso que había de atraer el corazón de los Colosenses y liberarlos del yugo
de ordenanzas, bosqueja ahora las diferentes partes de la gloria de esa
Persona. Por lo tanto, si la asamblea está carente de gloria propia, la de
Jesús es tanto más puesta en el más vigoroso relieve delante de nosotros. Dios
saca así bien del mal, y alimenta a Su pueblo en todos los sentidos.
El Señor Jesús, la imagen del Dios
invisible,
visto por ángeles y por hombres
El Señor Jesús es la imagen del
Dios invisible. Es en el Hijo de Su amor que vemos lo que Dios es (compárese
con Juan 1:18; y también con 1ª. Juan 1:2). Este es el primer carácter de Su
gloria personal, el centro esencial de todo lo demás. Ahora bien, como
consecuencia de este apropiado carácter de Su Persona, Él toma por derecho la
posición de representar a Dios en la creación. Adán fue creado a la imagen de
Dios, y colocado como centro en una creación que estaba sujeta a él. Pero,
después de todo, él era solamente una figura del Cristo, de Aquel que había de
venir. El Hijo, en Su Persona misma, en Su naturaleza (y para nosotros como
estando en el seno del Padre – Juan 1:18), es Aquel que da a conocer a Dios,
porque Él presenta a Dios en Su propia Persona y en una revelación plena de Su
ser y de Su carácter delante de los hombres y en todo el universo; Porque toda
la plenitud de la Deidad reside corporalmente en Él (Colosenses 2:9 – LBLA).
Sin embargo, Él es un hombre. Él es visto así por los ángeles. Nosotros Le
hemos visto con nuestros ojos por medio de la fe. Por lo tanto, Él es la imagen
del Dios invisible. El carácter perfecto y la representación viviente del Dios
invisible han sido vistos en Él. ¡Maravillosa verdad con respecto a la Persona
de nuestro Salvador!
El primogénito de toda la creación: su creador y cabeza
Pero entonces, ¿qué lugar puede
Él tener en la creación cuando Él ha entrado en ella conforme a los consejos
eternos de Dios? Él podía tener solamente uno, a saber, el lugar de supremacía
sin impugnación y sin controversia. Él es el primogénito de toda la creación;
este es un nombre relativo, no uno de fecha con respecto al tiempo. De Salomón se
dice, "Yo también lo haré mi primogénito, el más excelso de los reyes de
la tierra." (Salmo 89:27 – LBLA). Por lo tanto el Creador, cuando Él toma
un lugar en la creación, es necesariamente su Cabeza. Él no ha hecho efectivos
aún Sus derechos, porque en gracia Él consumaría la redención. Nosotros estamos
hablando de Sus derechos — derechos que la fe reconoce.
Él es, entonces, la imagen del
Dios invisible, y, cuando Él toma Su lugar en ella, el Primogénito de toda la
creación. La razón de esto es digna de nuestra atención — sencilla, sin embargo
maravillosa: Él la creó. Fue en la Persona del Hijo que Dios actuó, cuando
mediante Su poder Él creó todas las cosas, ya sea en el cielo o en la tierra,
visibles e invisibles. Todo lo que es grande y exaltado no es sino la obra de
Sus manos: todo ha sido creado por Él (el Hijo) y para Él. De este modo, cuando
Él toma posesión de ella, Él la toma como Su herencia por derecho. Verdad
maravillosa es que Aquel que nos ha redimido, Aquel que se hizo hombre, que se
hizo uno de nosotros en cuanto a naturaleza a fin de hacerlo, es el Creador.
Pero tal es la verdad.
Cristo como hombre teniendo derecho a todas las cosas;
creadas por Él y para Él
En relación con esta verdad
admirable, fue una parte de los consejos de Dios que el hombre debía tener
dominio sobre todas las obras de sus manos. De este modo Cristo, como hombre,
lo tiene por derecho y tomará posesión de él efectivamente. Esta parte de la
verdad de la cual estamos hablando es tratada en Hebreos 2; nosotros la
consideraremos cuando corresponda hacerlo. Yo lo introduzco aquí meramente para
que podamos entender las circunstancias bajo las cuales el Hijo toma posesión.
El Espíritu habla de Uno que es hombre, pero de Uno que es a la vez Creador de
todas las cosas, el Hijo de Dios. Ellas fueron creadas por Él, entonces ellas
fueron necesariamente creadas también para Él.
Tenemos así hasta aquí la
gloria de la Persona de Cristo y Su gloria en la creación relacionada con Su Persona.
En Él es vista la imagen
del Dios invisible. Él ha creado todas las cosas: todo es para Él; y Él es el
Primogénito de todo lo creado.
Cristo, la cabeza del cuerpo, el
primogénito de entre
los muertos; Su lugar especial en relación
con la iglesia
en poder de resurrección; Su preminencia en
todo
Otra categoría de gloria, otra
supremacía, es presentada ahora. Él toma un lugar especial en relación con la
asamblea en el poder de resurrección. Se trata de la introducción del poder
divino, no en la creación sino en el imperio de la muerte; para que otros
puedan participar en Su gloria mediante la redención, y por el poder de vida en
Él. La primera gloria era, por así decirlo, natural — la segunda es especial y
adquirida (aunque en virtud de la gloria de Su Persona) al padecer la muerte, y
todo el poder del enemigo en ella (Hebreos 2:14). Por consiguiente, ello está
relacionado, como hemos dicho recién, con la redención, y con la introducción
de otros en la participación de los mismos privilegios. Él es la cabeza del
cuerpo que es la asamblea, el Principio, el Primogénito de entre los muertos,
para que en todas las cosas Él tenga la preeminencia. Él es el Primogénito de
la creación, Él es el Primogénito {*} según el poder de resurrección, en este
orden nuevo de cosas en el cual el hombre está predestinado a una posición
enteramente nueva, obtenida por medio de la redención, y en la cual él
participa en la gloria de Dios (en la medida que lo que es creado puede
hacerlo), y eso, participando en la vida divina en Jesucristo, el Hijo de Dios
y la vida eterna; y, con respecto a la asamblea, como miembros de Su cuerpo.
{*}
Una de estas preminencias depende de Sus derechos divinos como Creador, la otra
depende de Su obra y del poder exhibido en Su humanidad en el hecho de la
resurrección. Él sostiene todo como hombre y todo por el poder divino; pero de
algún modo se puede decir que una parte de Su gloria depende de Su divinidad,
la otra de Su victoria como hombre.
Él es el Primogénito de la
creación, el Primogénito de entre los muertos; el Creador y el conquistador de la
muerte y del poder del enemigo. Estas son las dos esferas de la exhibición de
la gloria de Dios. La posición especial de la asamblea, el cuerpo de Cristo,
forma una parte de la segunda. Él debe tener Su gloria de resurrección, esta
preminencia y superioridad universal, como siendo hombre, porque toda la
plenitud (a saber, de la Deidad, véase Colosenses 2:9) se complació en habitar
en Él. ¡Qué lugar podía Él tener excepto el de ser primero en todas las cosas!
Pero, antes de hablar de lo que sigue a continuación, algunas importantes
observaciones han de ser hechas aún acerca de eso que hemos estado
considerando.
Declarado Hijo de Dios con poder por la
resurrección
El Hijo nos es presentado aquí
como Creador, no para excluir el poder del Padre, ni la operación del Espíritu.
Ellos son uno, pero es el Hijo quien es colocado aquí ante nosotros. En Juan 1
la Palabra (el Verbo) es quien crea todas las cosas. Aquí, y en Hebreos 1, es
bajo el nombre del Hijo que Él, el cual es también la Palabra, nos es revelado.
Él es la Palabra de Dios, la expresión de Su pensamiento y de Su poder. Es por
medio de Él que Dios obra y se revela a Sí mismo. Él es también el Hijo de
Dios; y, en particular, el Hijo del Padre. Él revela a Dios, y el que le ha
visto a Él ha visto al Padre. En cuanto nacido en este mundo por la operación
de Dios por medio del Espíritu Santo, Él es el Hijo de Dios (Salmo 2:7; Lucas
1:35). Pero esto es en el tiempo, cuando la creación es ya la escena de la
manifestación de los modos de obrar y de los consejos de Dios. Pero el Hijo es
también el nombre de la apropiada relación de Su Persona gloriosa con el Padre
antes que el mundo existiese. Es en este carácter que Él creó todas las cosas. El
Hijo ha de ser glorificado así como lo es el Padre. Si Él se humilla a Sí
mismo, como lo hizo por nosotros, todas las cosas son puestas en Sus manos,
para que Su gloria pueda ser manifestada en la misma naturaleza en la
aceptación de lo cual Él se humilló a Sí mismo. Y el poder de vida y de Dios ya
está manifestado por la resurrección, de modo que Él es declarado Hijo de Dios
con poder por la resurrección (Romanos 1:4). Esto es la prueba de ello.
"Toda la plenitud de la Deidad";
la Persona única de Cristo
En la epístola a los
Colosenses lo que es puesto ante nosotros es la gloria apropiada de Su Persona
como el Hijo antes que el mundo existiese. Él es el Creador como Hijo. Es
importante observar esto. Pero las Personas no están separadas en la
manifestación de ellas. Si el Hijo obraba milagros en la tierra, echaba fuera
demonios por el Espíritu; y el Padre que mora en Él (Cristo) hacía las obras
(Juan 14:10). Se debe recordar también que aquello que se dice se dice cuando Él
fue manifestado en la carne, acerca de Su Persona completa, hombre en la
tierra. No es que nosotros no separamos en nuestra mente entre la divinidad y
la humanidad; pero aun separándolas nosotros pensamos en la única Persona con
respecto a la cual lo hacemos. Nosotros decimos, «Cristo es Dios; Cristo es
hombre», pero es Cristo quien es los dos. Yo no digo esto de manera teológica,
sino para atraer la atención del lector a la notable expresión, "En Él
toda la plenitud de la Deidad tuvo complacencia en habitar." (Colosenses
1:19 – JND). Toda la plenitud de la Deidad se encontraba en Cristo.
Los errores de los Gnósticos
Los Gnósticos, los cuales en
los últimos años hostigaron tanto a la asamblea, usaban la palabra
"plenitud" en un sentido místico y peculiar para la suma y la fuente
(y sin embargo, después de todo, en el sentido de una localidad; porque ella
tenía límites que lo separaba de todo lo demás) de la divinidad que se
desarrollaba a sí misma en cuatro pares de seres — una conjunción, una
alineación — siendo Cristo uno de un par solamente. {*} No es necesario ir más
lejos en sus ensueños, excepto para observar que, con diferentes sombras de
pensamiento, ellos atribuyen la creación a un dios inferior o a un dios malo,
el cual era también el autor del Antiguo Testamento. Ellos decían, «La materia no
procedió del Dios supremo.» Ellos no comían carne; no se casaban; ellos se
entregaban al mismo tiempo a toda clase de horrores y disoluciones; y, extraño
es decirlo, se asociaban con el Judaísmo, adoraban ángeles, etc.
{*}
De hecho, añadido a los cuatro como suplementario.
Toda la plenitud habitando en Cristo
El apóstol estuvo a menudo en
conflicto con estos instrumentos de Satanás. Pedro también los menciona. Pablo
expone aquí mediante la palabra de Dios, toda la plenitud de la divinidad de
Cristo. Lejos de ser algo inferior, una emanación, o por más que tenga un lugar
exaltado en esas genealogías interminables, toda la plenitud misma habitaba en
Él. ¡Gloriosa verdad con respecto a la Persona del Señor nuestro Salvador!
Nosotros podemos dejar todas las insensatas imaginaciones del hombre en la
sombra, para disfrutar la perfecta luz de esta plenitud gloriosa de Dios en
nuestra Cabeza y Señor. Toda la plenitud estaba en Él. Nosotros conocemos
realmente al Padre, pero revelado en Él. Nosotros poseemos realmente el
Espíritu, pero la plenitud del Espíritu estaba en Él. Y porque, habiendo consumado
nuestra redención y nuestra
purificación, Él recibió entonces ese Espíritu para nosotros (Hechos 2: 32,
33). Y Dios mismo en toda Su plenitud fue revelado, sin reserva alguna, en la
Persona de Cristo; y este Cristo es nuestro, nuestro Salvador, nuestro Señor.
Él ha sido manifestado a nosotros y para nosotros. ¡Qué gloriosa verdad para
nosotros!
Es para Su propia gloria, sin
duda, que Él sea conocido tal como Él es, como amor; pero no es menos cierto
que esta revelación fue con relación a nosotros. No es solamente el Hijo
revelando al Padre, dulce y precioso como es este hecho; es la plenitud de la
Deidad como tal lo que es revelado y presentado en Cristo. Fue la complacencia
de la plenitud habitar allí.
Reconciliados con Dios por Cristo; paz
hecha mediante
la sangre de Su cruz
Pero Cristo no era solamente
la Cabeza de la creación en virtud de la gloria divina de Su Persona, y la
Cabeza de la asamblea como resucitado de entre los muertos y victorioso sobre
el poder del enemigo; la creación y todos los que habían de formar la asamblea,
estaban igualmente alejados de Dios, y los últimos estaban así incluso en la
voluntad de ellos; para estar en relación con Dios ellos debían ser
reconciliados con Él. Esta es la segunda parte de la gloria de Cristo. No sólo
fue la complacencia de la plenitud de la Deidad habitar en Él, sino que por Él
reconciliar todas las cosas
consigo, habiendo hecho la paz mediante la sangre de Su cruz. Esta
reconciliación de cosas en el cielo así como en la tierra no se ha cumplido aún.
La paz es hecha realmente mediante la sangre, pero el poder no ha entrado aún
para traer de regreso el todo a una real relación con Dios conforme al valor de
esa sangre.
Así, en Israel, la sangre era
puesta sobre el propiciatorio, y la expiación — la paz, era hecha; pero además
de esto todo era rociado, y los pecados del pueblo eran confesados. Esto, con
respecto a Israel y a la creación, no ha sido hecho aún. En cuanto a lo que es
exterior, ello permanece aún a una distancia de Dios, aunque la paz está hecha.
Nosotros sabemos que es la complacencia de Dios reconciliar todas las cosas en
el cielo, y en la tierra, por la virtud de esta sangre. Todas las cosas serán
restauradas al orden bajo el nuevo gobierno. Los culpables, permaneciendo en
sus pecados, estarán fuera de esta escena de bendición; pero el cielo y la
tierra serán libertados completamente del poder del mal (e incluso de su
presencia durante el milenio, con respecto a manifestación — y aún más tarde,
absolutamente de su presencia misma), conforme a la virtud de esa sangre que ha
separado entre el bien y el mal, según el carácter del propio Dios, y ha
glorificado tanto a Dios que la paz está hecha. Dios puede actuar libremente
para bendición; pero la obra es aquí doble, tal como la gloria de la Persona de
Cristo, y se refiere a los mismos objetos como Su gloria. Está el los consejos
de Dios reconciliar consigo todas las cosas en el cielo y en la tierra por
medio de Cristo. Pero Él ya ha reconciliado a los Cristianos. No solamente
corrompidos, al igual que la creación, sino enemigos en sus mentes, Él ya los
ha reconciliado en el cuerpo de Su carne por medio de la muerte. La obra
perfecta que Cristo consumó en Su cuerpo, borrando nuestros pecados y
glorificando perfectamente a Dios Su Padre, nos ha traído a una relación con
Dios en Su santidad conforme a la eficacia de esa obra; es decir, ella es
eficaz para presentarnos, perfectamente reconciliados, santos, sin mancha e
irreprensibles delante de Su faz; y con la conciencia de ello, y del amor que
lo ha obrado, y el favor al cual somos traídos, de modo que en el sentido de
esto el corazón es traído de regreso a Dios: estamos reconciliados con Dios.
Esto supone que continuamos firmes en la fe hasta el fin.
La ocasión de la advertencia;
el testimonio mundial del amor de Dios
La posición de los Colosenses
otorgó espacio para esta advertencia, siendo vistos como andando en la tierra
{*} Nosotros hemos visto que ellos se habían desviado un poco, o estaban en
peligro de desviarse, de la realización de su unión con Cristo.
{*}
Cuando el Cristiano es visto como estando en Cristo, no hay "si"
alguno: si nosotros estamos en Él
(Colosenses 1:23). Cuando él es visto como siendo un peregrino aquí, nosotros
estamos de camino a la gloria verdadera, y tenemos que alcanzar la meta, y aquí
entra el "si", y el peligro, y la necesidad de ser guardados. Pero
tenemos después la plena certidumbre de que seremos guardados y nunca
pereceremos, seremos confirmados hasta el fin, y la buena obra será completada.
El hecho de depender de Dios es mantenido así en los salvados, y la confianza
en Su fidelidad.
Se observará también que el
apóstol habla de su evangelio como difundido en todo el mundo. La gracia había
sobrepasado los estrechos límites del Judaísmo y la expectativa del Mesías, para
dar a conocer el testimonio del perfecto amor de Dios a toda criatura (o,
creación) debajo del cielo (Colosenses 1:23 – VM), del cual Pablo era el
instrumento como el apóstol de los Gentiles. {*}
{*
Observen aquí cuán clara y plena es la declaración: versículo 14, redención y
perdón; versículo 21, reconciliación con Dios; versículo 13, liberación e
introducción en el reino; versículo 12, nosotros somos hechos aptos para participar
de la herencia de los santos en luz. Nosotros tenemos todo esto, y por eso
somos llamados a andar como es digno del Señor.
Las dos preeminencias de Cristo, las dos reconciliaciones
y el carácter doble del ministerio de Pablo; la Palabra de Dios
completada en cuanto a sus asuntos
Hasta ahora, entonces, el
Espíritu de Dios ha puesto delante de nosotros las dos preminencias de Cristo, la
que tiene sobre la creación y la que tiene sobre la asamblea, y las dos
reconciliaciones que responden a ellas; a saber, en primer lugar, la de las
cosas sobre las que Cristo a
sido establecido como Cabeza, es decir, de todas las cosas en el cielo y en la
tierra; y, en segundo lugar, la de los propios Cristianos: esto último ya
consumado, lo anterior aún por venir. El ministerio del apóstol tenía ahora el
mismo carácter doble. Él no tiene que predicar en el cielo, indudablemente;
pero su ministerio es ejercido en todo lugar bajo el cielo donde hay un alma
que escucha. Él es un ministro de ese evangelio; y entonces él es un ministro
de la asamblea, un servicio distintivo o ministerio, dando a conocer la
verdadera posición y los verdaderos privilegios de ella, relacionado
ciertamente con el otro, en que el evangelio fue pregonado también a los
Gentiles para hacerlos entrar (versículos 23, 25). Mediante esta última
enseñanza él completó la palabra de Dios: un importante principio con respecto
a la autoridad exclusiva de la palabra escrita, que muestra que su totalidad ya
existe, demostrada por los asuntos que ella incluye; asuntos que están
enteramente completados, quedando excluidos los demás asuntos que las personas
pueden procurar introducir. El círculo de verdades que Dios tuvo que tratar,
para revelarnos la gloria de Cristo y darnos una enseñanza completa según Su sabiduría,
está entera, cuando la doctrina de la asamblea es revelada. No había otra a ser
añadida. {*}
{*}
No es aquí una cuestión acerca de las fechas de los libros, sino del círculo de
asuntos. La ley, el reino, la Persona de Cristo, la redención y los modos de
obrar de Dios, ya habían sido sacados a la luz; la doctrina de la asamblea iba
a ser entonces revelada para hacer las comunicaciones de Dios completas en
cuanto a los asuntos de ellas.
Persecución y padecimientos; la fuente de la enemistad
del Judaísmo
Pero esta doctrina en
particular expuso al apóstol a persecuciones y padecimientos, que los Judíos
especialmente, y el enemigo procuraron por todos los medios infligirle. Pero él
se regocijaba en esto como siendo un privilegio, porque Cristo había padecido a
causa de Su amor por la asamblea — por los Suyos. El apóstol no habla aquí de
la eficacia de Su muerte, sino del amor que Le llevó a padecer. Considerado en
este punto de vista, el apóstol podía participar en sus padecimientos, y
nosotros también en pequeña medida; pero el apóstol en una manera peculiar,
como el testigo portador de esta verdad. Si Cristo se hubiese contentado en
aceptar la posición de Mesías según el hombre, Él habría sido bien recibido. Si
Pablo hubiese predicado la circuncisión, el tropiezo (escándalo) de la cruz
habría cesado: el hombre podía haber tomado parte en la religión de Dios, si Su
religión hubiese reconocido al hombre en la carne. Pero si Dios es revelado, si
Su gracia se extiende a los Gentiles, si mediante esta gracia, y sin tener más
deferencia hacia los Judíos que hacia los Gentiles, Él forma una asamblea, la
cual es el cuerpo de Cristo, compartiendo la gloria celestial de Su Hijo — esto
es lo que la carne no puede soportar. El hecho de ser excluidos como siendo
nada digno delante de Dios, incluso en la religión de ellos, se esforzaran como
pudiesen hacerlo — esto es intolerable. Esta es la fuente de la enemistad del
espíritu Judaizante, el cual está fundamentado en la carne, en el hombre, y que
está reapareciendo de manera constante en la historia del apóstol, ya sea como
excitando el odio de los paganos, o como corrompiendo la doctrina de Cristo y
la sencillez del evangelio. La religión en la carne se jacta de sus propios
privilegios peculiares (véase Filipenses 3).
El doble ministerio de Pablo: el misterio
dado a conocer
Tenemos así un doble
ministerio, así como una doble preminencia de Cristo, y una doble
reconciliación; y cada una de estas cosas teniendo una relación similar la una
con la otra: Cristo, la Cabeza de todas las cosas en el cielo y en la tierra,
la Cabeza de la asamblea; todas las cosas en el cielo y en la tierra han de ser
reconciliadas, los Cristianos hemos sido reconciliados; Pablo ejerce su
ministerio en toda la creación (o, criatura) que está debajo del cielo, él es
el ministro de la asamblea. Naturalmente su ministerio estaba limitado a la tierra.
En todo aspecto, el alcance y el significado y la relevancia de la gloria de
Cristo, y del ministerio, trascendía los límites del Judaísmo, y estaban en
contraste con el sistema Judío completo.
El apóstol insiste después en
la segunda parte de su ministerio, de la cual él había estado hablando recién;
insistiendo de manera particular, no obstante, en aquello que satisfacía la
necesidad de los Colosenses, y desarrollándolo, para asegurarlos en el disfrute
del círculo completo de estas verdades preciosas. Él completaba la Palabra de
Dios anunciando este misterio, que había estado oculto a los siglos y a las
generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a los santos. Ninguna
exhibición de los modos de obrar de Dios desde la creación había (en las
verdades en las cuales este misterio se fundamentaba, en la revelación de Dios
— de Su poder, de Sus pensamientos, que formaban la base y le daban su
carácter) contenido el misterio contenido en la doctrina de la asamblea. No
había sido comunicado a ninguno de aquellos que formaron parte del sistema que
la precedió, o que fueron el medio de luz para los demás, como instrumentos para
la revelación de la luz de Dios. Ángeles, Israel, los profetas — todos por
igual lo ignoraban. La asamblea (este cuerpo unido al Hijo de Dios hecho hombre
y glorificado) y el llamamiento de los Gentiles a entrar en esa unidad estuvieron
oculto de todos ellos.
Cristo en nosotros aquí abajo: la esperanza
de gloria;
La bendición y el poder para todo hombre
Ahora que Cristo la Cabeza de
la asamblea, la Cabeza del cuerpo, estaba glorificado, el misterio de este
cuerpo era dado a conocer. El apóstol insiste aquí acerca de un aspecto
particular de este asunto, el cual, después de la Persona de Cristo, forma el
centro de todos los modos de obrar de Dios. Este aspecto es Cristo en nosotros,
especialmente como
Gentiles, la esperanza de gloria. Y nosotros vemos nuevamente en esto de qué
manera los santos son vistos como estando en la tierra, aunque en el poder de
la resurrección. El aspecto presentado aquí del misterio es Cristo en nosotros
aquí abajo, no realmente la unión con Él en la gloria, aunque es inseparable de
eso. De hecho, el misterio era en todos los sentidos un pensamiento nuevo, una
verdad nueva. Lo que se conocía era un Mesías que debía ser manifestado entre
los Judíos, el cumplimiento de la
gloria en medio de ellos; los Gentiles teniendo, a lo sumo, parte en ella, como
subordinados al pueblo de Dios. Pero según la doctrina de la asamblea, Cristo
moraba de manera invisible en medio de los Gentiles {*}, e incluso en ellos; y
en cuanto a la gloria, Él era solamente la esperanza
de ella.
{*}
Yo he comentado ya que los Gentiles están especialmente en perspectiva en
Colosenses, no la unión de Judíos y Gentiles en uno.
Un Cristo morando en los
corazones de los hombres, y de hombres anteriormente rechazados y fuera de las
promesas, y llenando sus corazones con gozo y gloria en la conciencia de la
unión con Él — esto era el maravilloso misterio preparado por Dios para la
bendición de los Gentiles. Era este Cristo, un Cristo como este, el que Pablo
predicaba, advirtiendo a todo hombre, y enseñando a todo hombre según la
exposición con orden y amplitud de la sabiduría de Dios, la cual obraba
poderosamente en el apóstol por medio del Espíritu, para que él pudiese
presentar a todo hombre en un estado espiritual que respondiese a esta
revelación de Cristo, como siendo también fruto de ella. No es que todo hombre
la recibiría; pero ya no había más límite alguno. Toda distinción entre ellos
había sido borrada, por el pecado y por la gracia por igual, y sólo había que
hacer una cosa; es decir, procurar que todo hombre, por el poder de la Palabra
y del Espíritu, refleje a Cristo y crezca a la estatura de Su plenitud, como
está revelado en la doctrina encomendada al apóstol. Él trabajaba para esto
según la operación de Cristo en él; porque Cristo no era solamente el objetivo,
sino el poder que obraba para formar almas a Su propia imagen.
CAPÍTULO
2
Las
necesidades y dificultades del camino sentidas por
Pablo
como hombre
Ahora bien, este poder obraba en la debilidad del apóstol; en un corazón
humano, que sentía las necesidades de los hombres y las dificultades que
ocurrían por el camino — que las sentía como hombre, aunque conforme a Dios, y
era el fruto de Su amor. Él deseaba que los Colosenses comprendiesen el
conflicto que él sostenía por ellos, y por todos los que nunca le habían visto,
para que pudieran ser alentados y estar completamente unidos en amor; de modo
que pudiesen entender, en todas las riquezas de una seguridad plena, el
misterio de Dios. Colosenses 2.
Unión
con Cristo, hecha realidad en el corazón: una salvaguardia
en
contra de las asechanzas del enemigo
El apóstol sintió que esto era lo que ellos necesitaban y que sería una
bendición para ellos. Él sabía que la unión con Cristo, hecha realidad en el
corazón, era una salvaguardia contra las asechanzas del enemigo, a las cuales
los Colosenses estaban expuestos. Él sabía el valor indecible de esta unión, e
incluso de su realización por medio de la fe. Él trabajaba, él lidiaba en
oración — porque se trata realmente de un conflicto — para que la plena
conciencia de esta unión con la Cabeza gloriosa pudiese ser forjada en sus
corazones, de modo que el Cristo en las alturas estuviese en ellos por medio de
la fe. Todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento se encontraban en
el misterio, del cual esto era el centro y el poder para sus almas. Ellos no
tenían que buscar en otra parte. La ciencia, falsamente llamada así, podía
pretender proporcionarles alturas a las cuales la doctrina de Cristo no
alcanzaba; pero de hecho, la sabiduría y las profundidades de Sus consejos
dejaban estos nebulosos esfuerzos de la mente humana a una distancia infinita.
Además, ellos eran verdad — realidad — en lugar de ser nada más que creaciones
de la imaginación inspiradas por el enemigo.
Lo
que falsamente se llama ciencia, y los esfuerzos de la mente
humana
dejados a una distancia infinita por las sencillas y
maravillosas
revelaciones de Dios
Por este motivo el apóstol había presentado estas revelaciones
maravillosas de Dios en lo que concierne a la doble gloria de Cristo, y con
respecto a Su Persona. Él las declaró para que nadie engañase a los Colosenses
con palabras persuasivas. Él hace uso del orden que existía entre ellos, y de
la fe de ellos para protegerlos del peligro en el que ellos estaban proveniente
de estos pensamientos, que podían deslizarse inadvertidos en sus mentes,
mientras todo estaba aún yendo bien, y la conciencia de la fe de ellos no había
sido tocada. Eso sucede a menudo. Las personas tienen fe en Cristo, ellas andan
bien, no perciben que ciertas ideas subvierten esa fe; ellas las admiten,
mientras mantienen aún la profesión de fe junto con esas ideas; pero la fuerza
de la verdad y el sentido de unión con Cristo y la sencillez que está en Él, se
pierden. Hasta el momento, el enemigo ha logrado su objetivo. Lo que se recibe
no es el desarrollo de Cristo, sino algo fuera de Él.
Los presuntos conocimiento e
intentos del hombre en la
Explicación de la creación
aparte de Dios; la parte de
Satanás
en su especulación
Por tanto, el apóstol dice,
"de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados
y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como
habéis sido enseñados." (Colosenses 2:6). Cuando nosotros hemos recibido a
Cristo, todo lo demás no es más que un desarrollo de aquello que Él es, y de la
gloria que los consejos de Dios han relacionado con Su Persona. Conocimiento, o
presunto conocimiento, fuera de esto, sólo hace que nos apartemos de Él,
retiremos nuestros corazones de la influencia de Su gloria, nos arroja en
aquello que es falso, y conduce nuestras almas a una relación con la creación
aparte de Dios, y sin poseer la clave para Sus propósitos. Por tanto, el hombre
es incapaz de entender aquello que existe, y de explicarlo a él mismo. Sus
esfuerzos para hacerlo son la causa de que él invente una cantidad considerable
de ideas que no tienen fundamento alguno, y que se esfuerce para llenar el
vacío que se encuentra en su conocimiento a través de ignorar a Dios, por medio
de especulaciones, en las cuales (debido a que está a distancia de Dios)
Satanás desempeña la parte principal sin que el hombre lo sospeche.
Principios aparentemente inconsistentes que
no pueden ser
reconciliados sin Cristo; la tendencia del
hombre
y la salvaguardia del Cristiano
El hombre, como hijo de Adán, no
está en el centro del inmenso sistema de las sendas de Dios. Fuera de Cristo, y
sin Cristo, él no conoce el centro; él especula, sin fundamento y sin fin, sólo
para perderse él mismo más y más. Su conocimiento del bien y el mal, y la
energía de sus facultades morales, no hacen sino extraviarlo más, porque él
emplea este conocimiento y esta energía en cuestiones más elevadas que aquellas
que se relacionan sencillamente con las cosas físicas; y ellas producen en él
la necesidad de reconciliar principios aparentemente inconsistentes, que no
pueden ser reconciliados sin Cristo. Además, la tendencia del hombre es siempre
hacerse él mismo, tal como él es, el centro de todo; y esto hace que todo sea
falso.
Los Cristianos, entonces,
debiesen andar con sencillez en las sendas del Señor; tal como Le han recibido;
y el progreso de ellos debiese estar en el conocimiento de Cristo, el centro
verdadero y la plenitud de todas las cosas.
Los peligros de la filosofía y la religión;
El Judaísmo como religión de la carne
Cuando el hombre mismo se
ocupa filosóficamente de todas las cosas, la insuficiencia de sus propios
recursos lo arroja siempre en las manos de un líder intelectual, y de la
tradición; y, cuando el tema es la religión, lo arroja en tradiciones que la
religión de la carne desarrolla. Y que son adecuadas a sus poderes y
tendencias.
En aquellos días el Judaísmo
tenía las más elevadas pretensiones a esta clase de religión, se alió con
especulaciones humanas, y las adoptó, e incluso las siguió de manera asidua;
ofreciendo a la vez pruebas del origen divino, y un testimonio de la unidad de
la Deidad, que la ausencia de la grosería de la mitología Pagana y el encuentro
de la conciencia humana de lo divino hacían creíble. Esta pureza relativa
tendía a eliminar — para las mentes iluminadas — aquello que era repugnante en
el sistema Pagano. El sistema Judío había perdido, por la muerte de Jesús, toda
pretensión a ser la verdadera adoración de Dios; y por tanto, era apropiada
(por las ventajas que este sistema ofrecía en la comparativa pureza de sus
dogmas) para ser un instrumento de Satanás para oponerse a la verdad. En toso
tiempo este sistema se adaptó a la carne, se fundamentaba sobre los elementos
de este mundo, porque por sus medios, cuando era reconocido por Dios, Dios
estuvo probando al hombre en la posición en que él se encontraba. Pero ahora
Dios ya no estaba en él; y los Judíos, movidos por la envidia, instaban a los
Gentiles a la persecución; y el Propio Judaísmo se aliaba con las
especulaciones Paganas, para corromper y socavar los fundamentos del
Cristianismo, y destruir su testimonio.
Es siempre así en cuanto al
principio. Puede parecer que la carne desprecia por un tiempo la tradición,
pero aquello que es puramente intelectual no puede sostenerse en medio de la
humanidad sin algo religioso. No tiene la verdad ni el mundo que pertenece a la
fe, y para una inmensa mayoría la superstición y la tradición son necesarias;
es decir, una religión a la que la carne pueda aferrarse, y que se adapte a
ella. Dios, mediante Su poder, puede preservar una porción de la verdad, o
permitir que el todo se corrompa; pero en ambos casos la posición cristiana y
la doctrina de la asamblea se pierden. {*}
Nosotros podemos, de hecho, encontrar la filosofía aparte de la religión
de la carne, y la última aparte de la primera; pero en este caso la filosofía
es impotente y atea, la religión de la carne limitada, legal, supersticiosa, y,
si puede serlo, perseguidora.
{*} Había unas leyendas muy hermosas, que contenían
verdades parciales, en el sistema Gnóstico; pero ellos habían perdido a Dios y
la verdad, y la realidad de conciencia delante de Dios.
La
sabiduría humana y las tradiciones de los hombres
en
oposición a un Cristo celestial que responde a todas
nuestras
necesidades
En nuestro capítulo (Colosenses 2) nosotros encontramos la filosofía y la
vacuidad de la sabiduría humana unidas con las tradiciones de los hombres,
caracterizados como "rudimentos (principios elementales) del mundo",
en oposición a Cristo; porque nosotros tenemos un Cristo celestial que es un
contraste perfecto con la carne en el hombre que vive en la tierra, un Cristo
en quien está toda la sabiduría y la plenitud, y la realidad de todo lo que la
ley pretendió dar, o que ella pretendía en figura: y que es, a la vez, una
respuesta a todas nuestras necesidades. El apóstol desarrolla esto aquí,
mostrando la muerte y la resurrección con Él como el medio de participar en
ello.
Lo
que nosotros tenemos y somos en la Persona de Cristo
Y en primer lugar, toda la plenitud de la Deidad habita corporalmente en
Él. En vez de las vagas especulaciones de los hombres y los fantásticos eones
{*}, nosotros tenemos la plenitud de Dios corporalmente, en un cuerpo humano
verdadero, y por tanto, eficaz para nosotros, en la Persona de Jesucristo.
{*} N. del T.: Aeón = En el gnosticismo, cada una
de las inteligencias eternas o entidades divinas de uno u otro sexo, emanadas
de la divinidad suprema. (Fuente: Real Academia Española – Diccionario de la
Lengua Española.)
En segundo lugar, nosotros estamos completos en Él; no necesitamos nada
fuera de Cristo. {*} Por una parte, nosotros tenemos, en Él, a Dios presentado
perfectamente en toda Su plenitud; por otra parte, nosotros Le poseemos a Él en
perfección e integridad delante de Dios. ¡No nos falta nada en cuanto a nuestra
posición delante de Dios! ¡Qué verdad! ¡Qué posición!
{*} Estas expresiones están relacionadas con el
carácter doble de Cristo ya presentado ante nosotros en el capítulo 1. Ellas
nos muestran que nosotros tenemos a Cristo de un modo positivo, ya que lo que
sigue a continuación lo aplica a todo lo que aquí abajo impediría que lo
disfrutemos. En Cristo está la plenitud de la Deidad, el objeto de nuestro
deleite, en quien poseemos todas las cosas. Tenemos también en Él una posición
sobre toda creación, en la perfección que ha situado a Cristo allí. Nosotros
estamos completos en Él, que es la Cabeza de todo principado y potestad. Con
respecto a la fraseología, el cambio de una palabra a una que sin embargo no es
mejor en sí misma, muestra el pensamiento del apóstol. En Él habita corporalmente
toda la plenitud de la Deidad; nosotros estamos completos en Él.
Dios, en Su plenitud perfecta, en Cristo como hombre; nosotros en Él
delante de Dios, y en la perfección de lo que Él es — en Aquel que es Cabeza de
todo principado y potestad, ante el cual el hombre en ignorancia ¡propendería a
doblar la rodilla! Nosotros estamos en Él, en quien la plenitud de la Deidad
habita en cuanto a Su Persona; en Él, el cual está sobre todo principado en
cuanto a Su posición y Sus derechos como Cristo, hombre exaltado en las
alturas.
El apóstol entra después en algunos detalles de aplicación para
demostrar que los fieles tienen todo en Cristo, vistos conforme a la posición
que Él ha tomado sin tener nada que buscar en otra parte aquí abajo.
La verdadera circuncisión
La circuncisión (la señal divina del pacto con los Judíos, y de
descartar la carne, que era requerida para formar parte del pueblo de Dios)
tenía su realidad en Él. Mediante el poder de vida que está en Él, y que es de
ellos — por haber sido hechos partícipes de la eficacia de Su muerte — Los
Cristianos deben considerarse muertos, y despojados de este cuerpo de pecado
por medio de la fe. Esta es la verdadera circuncisión de Cristo hecha sin
manos. La circuncisión hecha mediante manos no era sino la señal de este
despojarse del cuerpo de la carne — el privilegio del Cristiano en Cristo.
Teniendo una vida nueva en Cristo, él se ha despojado eficazmente del viejo
hombre.
Sepultados
con Cristo y resucitados con Él
Nosotros hemos sido sepultados con Cristo por medio del bautismo (este
es su significado) en el cual también hemos resucitado con Él mediante la fe en
esta operación del poder de Dios mediante el cual Él fue resucitado de entre
los muertos. El bautismo era la expresión de esto {*}; la fe en la operación de
Dios que Le levantó es el medio mediante el cual se efectúa en nosotros esta
resurrección maravillosa con Cristo en un nuevo estado y en una nueva escena —
esta feliz muerte, o más bien esta preciosa participación en la muerte de Aquel
que ha consumado todo para nosotros.
{*} Algunos no relacionan "resucitados"
con bautismo. Si es así, yo entiendo que el pasaje debería ser leído así: «En
quien también vosotros sois circuncidados con la circuncisión hecha sin manos,
al despojaros del cuerpo de la carne, por medio de la circuncisión de Cristo,
habiendo sido sepultados con Él en el bautismo; en el cual también fuisteis
resucitados juntamente [significando, con Cristo] por medio de la fe",
etc.». Bautismo significa claramente muerte, y no es el hecho de bautizar sino
el salir del agua el que puede ser aplicado a la resurrección. La dación de
vida no es, de ninguna manera, el sentido del bautismo, ni siquiera como una
figura, sino que es dejar la vida de Adán por medio de la muerte (la muerte de
Cristo) y la entrada a través de esa puerta a un lugar y a una posición
enteramente nuevas.
Y cuando yo digo "fe", se trata del poder del Espíritu de Dios
obrando en nosotros. Pero es el poder del propio Dios, tal como obró en Cristo,
el que obra en nosotros para darnos la nueva posición en vida. Visto en nuestra
relación con nuestra resurrección con Cristo ello implica — por el hecho mismo
de recibirla — que nosotros estamos perdonados perfectamente y para siempre.
Nosotros estábamos bajo la carga de nuestros pecados y muertos en ellos. Cristo
tomó esta carga sobre Sí mismo, y
murió por nosotros, consumando lo que quita nuestros pecados descendiendo a la
muerte. Resucitados con Él, dado que como participando de esa vida que Él posee
como levantado de los muertos, nosotros hemos dejado — como Él y con Él — esa
carga de pecado y condenación detrás de nosotros con la muerte de la cual hemos
sido librados. Por consiguiente, Él dice, "Habiéndoos perdonado, de su gracia,
todas vuestras
transgresiones" (Colosenses 2:13 – VM).
Fuera
de la muerte y en la vida; varios aspectos del
asunto
en Efesios, Romanos y Colosenses
Cristo, cuando resucitó, dejó detrás de Él la muerte y el peso de la
condenación bajo los cuales yacíamos —siendo también nosotros resucitados con
Él. Naturalmente Dios, al levantarnos así del estado en el que estábamos, no
nos ha resucitado para condenarnos, o con una condenación unida a esta vida
nueva, la cual es Cristo mismo. Porque Él había llevado ya la condenación, y
satisfizo la justicia de Dios, y murió para quitar el pecado, antes que Él nos
comunicase esta vida. Dios nos sacó de la muerte y de la condenación con Cristo
el cual la había llevado por nosotros. Pero esto está relacionado con otro
aspecto de esta obra de gracia, de la cual se habla aquí y también en Efesios,
e incluso en Juan 5 y 2ª. Corintios 5. El que está vivo en pecados está muerto
en ellos para Dios. Si yo lo veo como estando muerto en ellos, la muerte debe
entrar y ha entrado en la cruz (véase Romanos 6). Este aspecto no es presentado
en Efesios; solamente la muerte en Romanos; en Colosenses la muerte y
resurrección en Cristo, de lo cual hemos hablado. En Efesios no se habla de
esto en absoluto. Nosotros somos vistos como muertos en pecados, muertos para
Dios, y todo lo bueno es una nueva creación según los consejos de Dios. A
nosotros, estando muertos en pecados, se nos dio vida juntamente con Cristo.
Colosenses también se ocupa de esto: sólo que no se habla de ello como siendo
una nueva creación. Pero en ambas epístolas una vida nueva es dada estando
muertos; sólo que Efesios comienza con esto en Cristo resucitado y exaltado, y
por el mismo poder en nosotros. En Colosenses ello es introducido como
completando lo que es enseñado acerca de la administración de esta doctrina de
la muerte en el bautismo, y nuestra resurrección por medio de la fe en la
operación de Dios en Cristo. En Efesios la gracia nos encuentra muertos y que
se nos da vida con Cristo. En Colosenses ella nos encuentra vivos en pecados e
introduce la muerte y la resurrección, y completa esto mediante la dación de
vida juntamente con Cristo.
Los preceptos anulados
Asimismo, todos los preceptos, los cuales pertenecían a los rudimentos
de este mundo y que se aplicaban al hombre en la carne, y pesaban como un yugo
insoportable sobre los Judíos (y a los cuales ellos se esforzaban por traer a
otros a someterse), los cuales ponen siempre la conciencia bajo la carga de un
servicio incumplido por el hombre, y una justicia insatisfecha en Dios — estos
preceptos fueron anulados. En ellos el Judío había puesto su firma, por así
decirlo, a su culpabilidad; pero la obligación fue destruida y clavada en la
cruz de Cristo. Nosotros recibimos libertad así como vida y perdón.
El
poderío de la maldad espiritual; los Colosenses vistos
en
la tierra aunque resucitados; el peligro de ellos y su remedio
Esto no es todo. Estaban la fuerza de los principados y potestades
contra nosotros — el poderío de la maldad espiritual. Cristo los ha vencido y
los ha despojado en la cruz, habiendo triunfado sobre ellos en ella. Todo lo
que estaba en contra de nosotros Él lo ha apartado, para introducirnos,
enteramente libertados de todo ello, a nuestra nueva posición. Se verá entonces
que lo que el apóstol dice acerca de la obra de Cristo no va más allá de lo que
Él hizo para nuestra liberación, para establecernos en los lugares celestiales.
Él habla (Colosense 2:10) de los derechos de Cristo, pero no como sentado en
los lugares celestiales, ni como llevando cautivo al enemigo; tampoco habla
como estando sentado en Él en los lugares celestiales. Él ha hecho todo lo que
es necesario para llevarnos a ellos; pero los Colosenses son visto como estando
en la tierra, aunque resucitados, y en peligro de perder, a lo menos, el
sentido de la posición que era de ellos en virtud de la unión de ellos con
Cristo, y estaban en peligro de volver a sumirse en los elementos del mundo y
de la carne, del hombre vivo en la carne, no muerto, no resucitado con Cristo;
y el apóstol procura traerlos de regreso a ello, mostrándoles de qué manera
Cristo había cumplido con todo lo requerido — había quitado de en medio todo
aquello que impedía que ellos lo lograran. Pero él no puede hablar de la
posición misma: ellos no estaban en ella de manera consiente. En las cosas de
Dios nosotros no podemos entender una posición sin estar en ella. Dios puede revelarla.
Dios puede mostrarnos el camino a ella. El apóstol hace eso aquí con respecto a
la Persona de Cristo, que era lo único que podía traerlos de regreso a ella; y
desarrolla a la vez la eficacia de Su obra en este respecto, para liberarlos de
las ataduras que los mantenían alejados, y mostrarles que todos los obstáculos
habían sido quitados. Pero él tiene que aplicarlo más en detalle a los peligros
que los acosaban que a la exhibición de los resultados gloriosos en el cielo.
Las sombras y la sustancia; la
adoración de ángeles;
humildad
aparente
Los preceptos Judíos eran tan solo sombras, Cristo es la sustancia.
Introduciendo ángeles como objetos de homenaje, y poniéndolos por tanto entre
ellos mismos y Cristo, ellos mismos se separarían de la Cabeza del cuerpo, la
cual estaba sobre todos los principados. La sencillez de la fe cristiana se
asía a la Cabeza, de la cual todo el cuerpo obtenía directamente su nutrición,
y crecía así con el crecimiento que da Dios. Parecía ser humildad el hecho de que
ellos mismos se pusiesen en relación con ángeles, como seres superiores y
exaltados que podían servir como mediadores. Pero había dos defectos de inmensa
importancia en esta aparente humildad. En primer lugar, se trataba realmente de
orgullo — esta pretensión de penetrar en los secretos del cielo que ellos
ignoraban. ¿Qué sabían ellos de alguna posición que tuviesen los ángeles, que
los hiciese objetos de tal homenaje? Ello era pretender subir al cielo para y
por sí mismos, y medir la relación de ellos con las criaturas de Dios sin
Cristo, y relacionarse con ellas por la propia voluntad de ellos. En Segundo
lugar, ello era negar la unión de ellos con Cristo. Unos con Él, nada podía
haber entre Él y ellos; si había algo, entonces ellos estaban muertos y dos
veces muertos. Además, mediante esta unión ellos eran uno con Aquel que estaba
sobre los ángeles. Unidos a Él, ellos recibían, tal como hemos visto, una
comunicación, a través de todos los miembros del cuerpo, de los tesoros de la
gracia y de la vida que estaban en la Cabeza. El vínculo mutuo entre los
miembros del cuerpo mismo se fortalecía de ese modo, y por tanto, el cuerpo
crecía.
Aplicaciones
de la doctrina de haber muerto y resucitado
con
Cristo
Dos aplicaciones de la doctrina de que ellos habían muerto con Cristo y
resucitado con Él siguen a continuación (Colosenses 2:20). El apóstol aplica el
principio de la muerte a todos los preceptos, y a todo el ascetismo {*} que
trataban el cuerpo como una cosa vil en sí misma que debiese ser rechazada; y (Colosenses
3:1) él usa la resurrección para elevar sus corazones a una esfera más elevada
y llevarlos de regreso a Cristo mirando arriba, estando ellos muertos con
respecto al viejo hombre. {**}
{*} N. del T.: Ascetismo: Como ascetismo se
denomina una actitud y un modo de vida cuyo objeto es la perfección moral y
espiritual del ser humano a través de la renuncia a los placeres y de la
práctica de una vida austera.
{**} Estas aplicaciones resultan de Colosenses 2:
11, 12. Es de notar que la epístola a los Romanos, desde Romanos 5:12, trata de
la muerte al pecado, en el cual el hombre (como hijo de Adán) vivía. En Efesios
el hombre es considerado como muerto en pecados para con Dios. Colosenses se
ocupa de ambas cosas; Colosenses 2: 11, 12 siguen con ellas, añadiendo la
resurrección con Cristo. Colosenses 2:13 sigue la doctrina Efesia. Colosenses
2:20, Colosenses 3:1, están relacionados con Colosenses 2: 11, 12, y nosotros
tenemos el despojarse del viejo hombre y el revestirse del nuevo.
El
peligro doble; los ruinosos y generalizados efectos
de
sus principios
Para hacer estas enseñanzas más claras mostrando la conexión de ellas,
nosotros podemos comentar que el apóstol señala el peligro doble, a saber, la
filosofía, y la tradición humana, en contraste con Cristo (Colosenses 2:3;
véase versículos 9-15). Aunque nos identifica con Cristo, él habla más de la
relevancia de la obra de Cristo que de esta identificación. En los versículos
16-19 él la aplica en primer lugar (versículo 16) al hecho de someterse a preceptos,
es decir, al aspecto Judío del peligro; y después (versículo 18) a la filosofía
Gnóstica {*}, a lo que falsamente se llama ciencia, la cual se vincula con el
Judaísmo (a la cual el Judaísmo se vincula). Reproduciéndose bajo una nueva
forma.
{*} Si bien esta palabra tiene la apariencia de
erudición, y no de ser Escritural, este no es el caso. Lo que falsamente se
llama ciencia, de la cual el apóstol habla en otra parte, es en Griego, "gnosis",
por ello esta
filosofía presuntuosa y corruptora fue llamada 'Gnosticismo', y sus
incondicionales 'Gnósticos'. Ella desempeña una parte inmensa en la historia de
la iglesia, con la cual yo no tengo nada que ver aquí. Pero sus principios se
encuentran presentados frecuentemente en el Nuevo Testamento por los apóstoles
para combatirlos. Los Judíos habían caído en gran parte en la noción de una
obra mediadora de ángeles, aunque no exactamente en la forma de filosofía
Gnóstica.
Desde el versículo 20 el apóstol aplica nuestra muerte y resurrección con
Cristo a los mismos asuntos, o a la
liberación de los Colosenses elevando sus pensamiento a lo alto.
Pero los Colosenses no son los únicos que pueden haber estado en
peligro. Por lo general, estos principios han sido la ruina de la iglesia en
todos los tiempos. Ellos son los principios del misterio de la iniquidad (2ª.
Tesalonicenses 2:7) {*}, el cual ha madurado tanto desde entonces, y ha
producido tan variados resultados, y bajo tales diferentes modificaciones a
causa de otros principios que también han actuado, y bajo la providencia
soberana de Dios.
{*} Este misterio de la iniquidad estaba en acción
en los días del apóstol; Pablo lo resistió en la energía del Espíritu Santo.
Después de su partida ese poder desapareció. La iglesia histórica nunca tuvo
los dos grandes principios fundamentales del Cristianismo, perfección en Cristo
("con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre", Hebreos 10:14),
y la presencia y el poder dirigente del Espíritu Santo aquí abajo. Estos fueron
suplantados por los sacramentos y el clero.
Nosotros veremos el sencillo y decisivo profundo principio que está
involucrado en los versículos que siguen a continuación.
El
sistema maligno juzgado como siendo falso
por
la obra de Cristo, resurrección y unión con Él
Los versículos ya citados, llegando hasta el veinte, habían juzgado todo
este sistema Judeo-filosófico desde el punto de vista de la obra de Cristo, de
Su resurrección, y de la unión con Él en Su posición celestial.
El
sistema demostró ser tan falso como absurdo;
Los
preceptos relacionados con cosas corruptibles
Lo que sigue a continuación juzga este sistema según nuestra posición.
Los versículos anteriores habían demostrado que el sistema era falso, porque
Cristo y Su obra eran lo que está declarado en ellos. El pasaje que vamos a
considerar muestra que este sistema es absurdo, no puede ser aplicado a
nosotros, no tiene ninguna aplicación posible, debido a nuestra posición. Por
una parte se trata de un sistema falso, nulo y sin efecto en todas sus partes,
si Cristo es verdadero y está en el cielo y, por otra parte, es un sistema
absurdo en su aplicación a nosotros, si somos Cristianos. Y por esta razón: se
trata de un sistema que supone vida en este mundo, y relaciones a ser
adquiridas con Dios, que tienen su fundamento en esa vida, en tanto que
pretende mortificar la carne; y aun así se dirige a personas que, para la fe,
están muertas. El apóstol dice, que nosotros hemos muerto a los rudimentos, a
los principios fundamentales, de este
mundo, a todos los principios sobre los cuales la vida actúa. ¿Por qué,
entonces, como si estuviésemos aún viviendo
(vivos) en él, como si estuviésemos aún vivos en este mundo, nos sometemos a
preceptos que tienen que ver con esta vida y que suponen su existencia? —
preceptos que se aplican a cosas destinadas a perecer con el uso, y que no
tienen relación alguna con lo que es celestial y eterno. Ellas tienen, de
hecho, una apariencia de humildad y de negación del yo con respecto al cuerpo,
pero no tienen vínculo alguno con el cielo, que es la esfera de la vida nueva —
de todos sus motivos, y todo su desarrollo; y ellas no reconocen la honra de la
criatura, como una criatura que sale de la mano de Dios, la cual, como tal,
tiene siempre su lugar y su honra. Ellas colocan al hombre en y bajo la carne, en
tanto que pretenden liberarnos de ella, y separan al creyente de Cristo
poniendo ángeles entre el alma y el lugar y la bendición celestiales; mientras
que nosotros estamos unidos a Cristo el cual está sobre todas estas potestades,
y nosotros en Él.
Estos preceptos tenían que ver meramente con cosas corruptibles — no
estaban relacionadas con la vida nueva, sino con el hombre que vive en su vida
de carne en la tierra, a cuya vida el Cristiano está moralmente muerto; y por
lo que se refiere a esta vida, ellas no reconocían en cuerpo como una creación
de Dios, como debiese ser reconocido.
Cristo,
la sustancia, perdido; los peligros del sistema
entonces
y ahora
De esta manera el sistema de preceptos había perdido a Cristo, el cual
era la substancia de ellos. Ello estaba relacionado con el orgullo que
pretendía penetrar el cielo, para ponerse por sí mismo en relación con seres a
quienes nosotros no conocemos de manera tal como para tener cualquier relación
con ellos — orgullo que al hacer eso se separaba de la Cabeza del cuerpo,
Cristo, y renegaba así de toda relación con la fuente de vida, y con la única
posición verdadera del alma delante de Dios. Este sistema falsificaba por igual
nuestra posición en la tierra tratándonos como si estuviésemos aún vivos según el
viejo hombre, mientras que nosotros hemos muerto; y deshonraba a la criatura
como tal, en lugar de reconocerla como procediendo de la mano de Dios.
Aquello que era un peligro para los Cristianos en los días del apóstol
caracteriza el Cristianismo del tiempo actual.
La posición del Cristiano
expuesta como advertencia del peligro
y para enseñanza
La posición del Cristiano es expuesta así, pero hasta ahora más en su
aplicación a los peligros de los Cristianos que a sus privilegios celestiales.
La gracia nos ha proporcionado así todo lo que necesitamos, usando todo
privilegio, usando la fe de algunos, dando advertencias y enseñanza por encima
de todo precio, y sacando provecho de las faltas de otros.
CAPÍTULO
3
Exhortación
a los Cristianos como resucitados con Cristo;
ellos
han muerto porque Cristo murió por ellos, y ahora están
vivos
en Cristo; esa vida está escondida en Dios
Comienzan ahora las exhortaciones directas fundamentadas en la verdad
que ha sido desarrollada, y adaptada al estado en el cual estaban los
Colosenses; es decir, vistos como resucitados con Cristo, pero no sentados en
los lugares celestiales.
Resucitados con Cristo, ellos debían poner sus afectos en las cosas de
arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios, y no en las cosas de la
tierra. Las dos cosas no podían ir juntas. Mirar, tener los motivos propios,
arriba y abajo al mismo tiempo, es imposible. Nosotros podemos ser tentados por
cosas, podemos tener que resistirlas; pero esto no es tenerlas como nuestro objeto.
La razón para esto se encuentra, sin embargo, en nuestra posición: nosotros
hemos muerto, y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. No dice, «debemos
morir.» El hombre no puede hacer esto por el mero hecho de querer hacerlo:
nosotros no podemos negar la voluntad mediante la voluntad. Tampoco la voluntad
de la carne lo haría jamás. Si ella actúa, ella no abdica. Nosotros hemos
muerto: esta es la preciosa verdad reconfortante con respecto al Cristiano en
virtud de que Cristo ha muerto por él. Él ha recibido la vida de Cristo, y todo
lo que Cristo hizo por él, pertenece a él en esa vida. Por tanto, él está
muerto, porque Cristo murió por él. La vida con la cual están relacionados el
poder de la tentación, la culpa, los ataques del pecado, ya no existe para la
fe. Todo lo que estaba relacionado con esa vida ha llegado a su fin mediante la
muerte. Ahora bien, lo que estaba relacionado con la vida del viejo hombre era
el pecado, la condenación, la debilidad, la impotencia contra los asaltos del
enemigo — todo eso ha pasado. Nosotros tenemos una vida, pero es en Cristo;
está escondida con Él en Dios. No hemos sido manifestados aún en la gloria de
esta vida, tal como seremos manifestados ante los ojos de todos en el cielo y
en la tierra. Nuestra vida está escondida, pero segura en su fuente eterna.
Ella tiene la porción de Cristo, en quien nosotros la poseemos. Él está
escondido en Dios, así también está nuestra vida: cuando Cristo aparezca, se
manifieste, nosotros apareceremos, seremos manifestados también con Él.
El
carácter individual de nuestra vida en Cristo,
vida
escondida, pero segura en su fuente eterna
Se observará que el apóstol no habla aquí de nuestra unión con Cristo,
sino de nuestra vida, del hecho de que hemos muerto, y que nuestra vida está
escondida con Él en Dios. Él no habla de la asamblea con referencia a nuestra
posición: él habla, sin duda, de Cristo
como siendo su Cabeza, en cuanto a Su gloria personal, pero no de ella en
cuanto a nosotros. Él habla de nosotros individualmente. Cada uno tiene su vida
en Cristo ciertamente,
pero como suya propia; no se trata de la unión con los demás Cristianos.
Nosotros tenemos esta vida en Cristo, pero ella no es aquí nuestra unión como
un solo cuerpo con Él. Se trata del carácter individual del Cristiano, para el
cual Cristo, la Cabeza, es todo.
La
ausencia de alguna mención del Espíritu Santo en la epístola;
vida
en Cristo y su naturaleza
Lo que es sumamente importante observar en relación con esta verdad es
que en esta epístola nada se dice acerca del Espíritu Santo. El apóstol habla
de manera práctica acerca del amor de ellos en el Espíritu, pero en la
enseñanza de la epístola él no Le nombra. Incluso cuando él dice, "no hay
griego ni judío", etc., ello es en el nuevo hombre, no porque nosotros somos
uno en Cristo. El individuo debía adherirse a la Cabeza. Él ya no estaba
viviendo en este mundo; él había muerto, y su vida estaba escondida con Cristo
en Dios Pero esto era para él mismo; él debía saberlo, y asirlo por sí mismo,
como la verdad necesaria para que el pudiese ser preservado de las artimañas
del enemigo. En una palabra, es vida en Cristo. En otra parte vemos que se
habla de muchas de las cosas que el apóstol menciona aquí como siendo el fruto
del Espíritu, mediante las cuales la comunión y la unión son mantenidas; pero
aquí, estos frutos tienen su fuente sencillamente en la naturaleza de la vida.
Es bastante natural, por consiguiente, que el alcance y la recopilación de
todas las relaciones espirituales en uno, en Cristo, lo cual encontramos en la
enseñanza divina cuando el Espíritu Santo es introducido, estén ausentes aquí.
El
Espíritu Santo y Su obra que caracterizan la epístola
a
los Efesios
En la epístola a los Efesios esta operación del Espíritu Santo se
encuentra en todas partes, y caracteriza el conjunto de lo que se desarrolla en
comunión con la Cabeza, Cristo, con quien nosotros estamos unidos en un solo
cuerpo por el Espíritu. De este modo, nosotros somos sellados individualmente
por el Espíritu Santo de la promesa, las arras (la garantía) de nuestra
herencia; todos nosotros tenemos entrada al Padre por un mismo Espíritu;
también somos edificados juntamente para morada de Dios en el Espíritu; la
unión de los Gentiles en un solo cuerpo es revelada ahora por el Espíritu; los
santos son fortalecidos en el hombre interior por el Espíritu; hay un solo
cuerpo y un solo Espíritu; no debemos contristar al Espíritu; debemos ser
llenos de Él; la Palabra misma es la espada del Espíritu. La unión del un solo
cuerpo con Cristo, nuestra resurrección con Él, el hecho de que estamos
sentados en los lugares celestiales en Él — todo lo que emana de esta unión,
está desarrollado plenamente; pero, a la vez, el Espíritu Santo, el que nos une
a Él, y nos une a todos nosotros juntos como un solo cuerpo, y el que
caracteriza aquí abajo la presencia de Dios en la iglesia, el que actúa en
nosotros, asegura nuestro futuro, y llega a ser nuestra fortaleza en la actualidad
— el Espíritu Santo, yo repito, es hallado en todas partes, para completar la
verdad y para darle su fuerza actual para nosotros aquí abajo.
Muchas de las exhortaciones en la epístola a los Efesios son casi las
mismas que las escritas a los Colosenses. Pero en la epístola a los Efesios
ellas están relacionadas con el Espíritu; en la de los Colosenses, ellas están
relacionadas con la acción de la Palabra y de la gracia en el corazón. Esto da
un ámbito y una conectividad inmensos a la doctrina de la epístola a los
Efesios, en lo que se refiere a nuestra posición aquí abajo, porque introduce a
Dios mismo, y habitando en nosotros por el Espíritu, y llenándonos, ya sea como
en lo individual, o en la integridad del cuerpo; y presenta el alcance completo
de los consejos de Dios.
La
posesión de vida expuesta en Colosenses
No obstante, la posesión de vida es, en sí misma, tan importante como la
presencia y el Espíritu Santo morando. Ello hace que la bendición seamos
nosotros mismos, no meramente una operación en nosotros, y, como hemos visto,
el carácter de la vida divina es desarrollado de manera mucho más plena;
mientras que en Efesios es más el contraste con el estado anterior.
La
acción y la presencia del Espíritu Santo tal como están
presentados
en la epístola a los Romanos
En la epístola a los Romanos nosotros tenemos (Romanos 8) esta acción y
presencia del Espíritu Santo presentadas de manera muy notable en cuanto al
individuo. Él nos caracteriza de manera vital en el principio de nuestra
resurrección, Él da testimonio (juntamente con nuestro espíritu, de que somos
hijos de Dios (Romanos 8:16 – VM), llenándonos con el gozo y la esperanza de
gloria como herederos, la ayuda a nuestra debilidad y la fuente de nuestras
peticiones y gemidos. En la epístola a los Romanos ello es en relación con
nuestra relación personal con Dios; en la de los Efesios, es como la presencia
de Dios en nosotros en relación con nuestra unión con Cristo como un solo
cuerpo.
El propósito del Espíritu y el
punto de partida en los Efesios
y
los Colosenses y el carácter diferente
de
las
epístolas
Hay otra cosa que ha de ser notada aquí que proyecta luz sobre el
propósito del Espíritu Santo en estas epístolas. El punto de partida en la de
los Efesios es los consejos de Dios. El hombre es considerado tal como él es,
sin un latido de vida en lo que respecta a Dios; él está muerto en
transgresiones y pecados, siendo por naturaleza hijo de ira. Dios es rico en
misericordia; Él lo resucita con Cristo, el cual descendió por gracia a la muerte,
y lo sitúa conforme a Sus consejos en la misma posición en la que Cristo está.
Nosotros somos hechura Suya, creados de nuevo en Cristo Jesús. A Dios le agradó
llevarnos a Su presencia conforme a Sus propios consejos y a Su naturaleza. En
Efesios no se dice que nosotros hemos muerto con Cristo. El hombre no es visto
como estando vivo en la carne, de modo que, de una u otra forma, él tenía que
morir. Esto no era necesario decirlo. Los Efesios debían entender, por una
parte, el pleno contraste entre Dios y el hombre conforme a Sus consejos; y por
otra parte, el estado pecaminoso del hombre conforme a la naturaleza. En la
epístola a los Efesios todo es la obra de Dios mismo según el propósito
original de Su propio corazón, de Su naturaleza, y de Su voluntad {*}; el
hombre ha muerto ya, e incluso Cristo no es introducido en cuanto a su lugar,
hasta que es visto como muerto e inmediatamente después, resucitado y exaltado
en lo alto.
{*} Por eso que nosotros no tenemos la
justificación en Efesios: se trata de una nueva criatura (o nueva creación).
El peligro Colosense, vivir en
el mundo; su remedio,
muertos
y resucitados con Cristo
Los Colosenses estaban en peligro de someterse a preceptos y, por tanto,
estaban en una posición de considerar al hombre como viviendo en el mundo; y el
apóstol hace que ellos sientan que han
muerto con Cristo. Él se vio obligado, en gracia, a seguirlos donde ellos
estaban, porque el peligro para ellos era tomar al hombre en consideración como
estando vivo en la tierra, y por eso él los siguió para, no obstante, mostrar
que el Cristiano ya había muerto con Cristo, y su vida en la tierra era como
habiendo resucitado con Él.
El
punto de vista Efesio; muertos en pecados y vivificados
juntamente
con Cristo
En la carta a los Efesios no se dice que el hombre ha muerto con Cristo.
Él está muerto en sus pecados cuando Dios comienza a actuar hacia él. Para
Dios, ningún hombre está vivo. El Cristiano es vivificado (Dios le da vida) juntamente
con Cristo, el propio
Cristo es visto como muerto.
La
vida y la nueva naturaleza descritas en Colosenses
y
la energía de Dios descrita en Efesios
Sin embargo, este carácter de la epístola a los Colosenses, a saber,
vivir en la vida o en el hombre nuevos, tiene su valor para todos nosotros, y
un gran valor, porque la vida, la nueva naturaleza, y la gracia que obra en
ella, son presentadas mucho menos en la epístola a los Efesios, donde el tema
es la energía de Dios, el cual crea hombres en Cristo y los une a Él, llena al
creyente y a la asamblea aquí con la naturaleza y el carácter del nuevo hombre,
y así, de Cristo, sí, de Dios mismo{*}.
{*} Esta diferencia es de profundo interés, y saca
a relucir el carácter de la epístola a los Efesios de una manera notable — una
epístola en la que todo está influenciado por el elevado punto de vista tomado
por el Espíritu, y emana de los originales y eternos consejos de Dios, y de Sus
operaciones para llevar esos consejos a la perfección — los decididos
propósitos de Su propio corazón. Él desea tener — Él crea – algo para mostrar
las inmensas riquezas de Su gracia. Él ha tomado a los muertos y a los
perdidos: pero ellos son sólo los objetos de Sus operaciones, aptos para hacer
que estas sean manifiestas a causa de la propia condición de ellos. Él no obra
sobre la naturaleza del hombre para destruir esta contrariedad, porque ella es
contraria a la Suya. Él da vida al que está muerto, y Él crea. En Colosenses se
habla de la muerte del viejo hombre, lo cual era necesario tener en
consideración. Alabado sea Dios, nosotros tenemos derecho a verlo como estando
muerto, porque Cristo ha muerto por nosotros.
Uno podría suponer que estuvo actuando solamente el Espíritu Santo en la
plenitud de Su poder, y llenando al individuo y a la asamblea. Pero en esta
epístola a los Colosenses nosotros encontramos que hay una nueva naturaleza, un
cambio intrínseco, no de la carne realmente, sino del hombre. Porque somos
vistos no meramente como que el Hijo nos ha dado vida, sino como muertos y
resucitados con Cristo, el Hombre que había muerto, como para haber muerto
nosotros a la antigua posición de Adán —habernos despojado de dicha posición
— a una nueva posición resucitada con
Cristo — revestidos del nuevo hombre. Esta es de inmediato una posición y un
estado delante de Dios, una fuente de apreciaciones, de sentimientos, de
deseos, de argumentos, y de capacidades morales, que están en relación con la
naturaleza misma de Dios, el cual ha hecho que ello surja en el corazón.
Nosotros somos renovados en conocimiento conforme a la imagen de Aquel que nos
ha creado. Pero esta fuente es una vida, la cual necesita que el Espíritu Santo
le revele los objetos que son adecuados para ella, y que despiertan estas
apreciaciones y sentimientos, que los satisfacen y los hacen crecer. Ella
necesita que el Espíritu Santo actúe en ella para darle fortaleza; pero se
trata de una vida verdadera, una naturaleza que tiene apreciaciones unidas a su
existencia misma {**}; la cual, siendo iluminada por el Espíritu Santo, es
consiente de su propia existencia; y en la que nosotros somos los hijos de
Dios, habiendo nacido de Él.
{**} La libertad del alma está relacionada con esta
diferencia entre las actuaciones del Espíritu, y la existencia de la nueva
vida. Cuando nosotros nacemos de Dios, tenemos necesariamente una apreciación
por la santidad; el amor actúa en nosotros; nos complacemos en la justicia de
Dios. Pero, en virtud de estos sentimientos, aunque mi corazón aprecia el amor
en Dios, y este amor me atrae y me inspira con una medida de confianza, aun
así, mi conciencia me condena, yo siento que no soy lo que amo. Yo estoy bajo
la ley, y dudoso acerca de mi relación con Dios. Cuando yo he aprendido el
valor de la sangre de Cristo, que Él es mi justicia, el Espíritu Santo actuando
en mi me da el sentido de mi relación con Dios. Yo tengo conciencia de ella en
mi alma, y el Espíritu Santo da testimonio de ello. Hay libertad.
Yo puedo añadir aquí a lo que he dicho acerca del Espíritu Santo, que,
cuando el apóstol habla en Colosenses del poder de la esperanza en nosotros, él
no menciona las arras (la garantía) del Espíritu. Cristo en nosotros sigue
siendo la esperanza de gloria. En todo es Cristo, y Cristo como vida.
La nueva naturaleza, y el
viejo hombre y el nuevo
Tampoco carece de importancia el hecho de que nosotros aprendamos, con
respecto a la vida en la carne, y cuando pensamos en ella, aunque ello sea en
el aspecto negativo, que nosotros hemos muerto; que Dios no reconoce nada que
pertenece al viejo hombre; que Él se complace en una nueva creación, que es
realmente nuestra por gracia, pero que es de Dios mismo, y que es el reflejo
moral de los Suyos.
Entonces, nosotros hemos muerto, y nuestra vida está escondida con
Cristo en Dios. Nosotros tenemos miembros en la tierra — ninguna vida
reconocible; y tenemos que hacer morir {*} lo terrenal en todos estos miembros
del viejo hombre. El Cristiano tiene que negarlos de manera práctica como
perteneciendo ellos al viejo hombre, mientras su vida está allí adonde Cristo
está.
{*}
Se trata de una cosa muy diferente de morir al pecado. Esto supone que hay mal
en la cosa que muere (excepto, obviamente, en el caso de Cristo que lo hizo por
los que lo tenía); mientras que hacer morir es un acto de poder en ese que es
bueno — el nuevo hombre.
Lo terrenal en nuestros
miembros hace que la ira de Dios venga sobre los hijos de desobediencia. Los
Cristianos andaban en estas cosas cuando ellos tenían sus vidas en ellas; pero
este ya no es el caso; y ellos niegan no sólo los pecados groseros, el fruto de
las pasiones positivas (Colosenses 3: 5, 6), sino todas las actividades de una
voluntad no quebrantada y un corazón insumiso, toda indicación de las
actividades de esa naturaleza que no conoce a Dios, y que no está gobernada por
Su temor, emanando del egoísmo o del temor al hombre toda maldad y falsedad
(Colosenses 3:8). La
verdad reina en el corazón que se ha despojado del viejo hombre, conforme a la
sencillez del nuevo hombre {**}, el cual se va renovando también en
conocimiento conforme a la imagen de Aquel que lo creó (Colosenses 3: 9, 10).
{**}
Estas tres cosas forman el carácter del mal en el hombre: generalmente, la
violencia y la corrupción, esta última asumiendo la doble forma de pasión
(concupiscencia) y falsedad. De modo que, antes del diluvio, la tierra se había
corrompido delante de Dios, y la tierra estaba llena de violencia (Génesis
6:11) La falsedad es la forma de corrupción de Satanás, y la violencia también
la caracteriza. El Señor declara que él es un mentiroso y un homicida (Juan
8:44). El hombre añade la pasión (concupiscencia) debido a la carne.
El nuevo hombre anda en la
luz. No se trata solamente de que hay una conciencia que juzga el bien y el mal
conforme a aquello que el hombre debiese
ser según su naturaleza como ser responsable; hay un nuevo hombre que juzga
enteramente al viejo hombre, juzgando el bien y el mal conforme al conocimiento
de Dios. Eso es el despojarse.
Antes del Cristianismo, y después; nuevas
percepciones
de la vida divina que conoce a Dios
Antes del Cristianismo, que es la
revelación plena de Dios, hubo verdaderamente, y no es necesario decirlo, almas
nacidas de nuevo; pero la norma de ellas, cuando una norma fue dada claramente,
fue la responsabilidad del hombre (con independencia de lo que la piedad y la
gracia podían inspirar), y la ley, que era la medida perfecta de aquello que el
hombre debiese ser como un ser responsable para con Dios. Los santos de aquel
entonces no distinguieron entre un nuevo y un viejo hombre. Si bien ellos
tuvieron, por necesidad, la conciencia del viejo hombre y las apreciaciones del
nuevo, de manera limitada, en muchos aspectos. Por ejemplo, el sentido del mal
de la falsedad no tenía en absoluto el mismo lugar del que tiene con el
Cristiano. El nuevo hombre se va renovando ahora en conocimiento conforme a la
imagen de Aquel que lo creó {*}. Dios mismo en Su naturaleza es el estándar del
bien y el mal, porque el nuevo hombre tiene el conocimiento de lo que esa
naturaleza es; él ha sido hecho partícipe de ella, y tiene la luz de Dios.
{*}
Observen aquí la diferencia de la frase correspondiente en Efesios. Allí el
Cristiano es creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efesios
4:24). Aquí se trata de las nuevas apreciaciones, los nuevos gustos, de la vida
divina que conoce a Dios. Se trata de nuestro estado, no del acto creativo de
Dios. No es que esto contradiga la perspectiva de Efesios; por el contrario,
aquí "renovando" (Colosenses 3:10) es en el Griego una palabra
diferente de la que aparece en Efesios 4:23. Se trata de eso que es
completamente nuevo, que nunca estuvo allí antes. En Efesios
"renovaos" se refiere a lo que se mantiene lozano y nuevo.
Se trata de una participación
inteligente, por gracia, en la naturaleza de Dios, lo cual es el maravilloso y
precioso privilegio del Cristiano. Dios obra en esta naturaleza; pero por el
hecho de comunicarla, Él ha colocado al hombre en esta posición. Cristo es el
modelo perfecto de esta imagen, el tipo del nuevo hombre.
Vistiéndose del carácter de Cristo; la verificación divina
del hecho de asumir una naturaleza amable
para
la gracia divina
Las demás diferencias han
desaparecido: quedan solamente el viejo hombre, el cual nosotros lo reconocemos
solamente como estando muerto, y el nuevo hombre. Para el último, Cristo es
todo; de modo que no hay nadie más que Aquel a quien ellos ven y a quien ellos
reconocen, y Él está en todos los creyentes. Por lo tanto, ellos se visten como
tales, como escogidos, santos, amados (siendo Cristo la vida de ellos), del
carácter de Cristo (Colosenses 3:12 – VM), compasión, benignidad, humildad,
longanimidad, soportándose unos a otros, y perdonándose unos a otros si se ha
ofendido, así como Cristo nos perdonó {*}. Finalmente, ellos se visten de amor,
que es el vínculo de la perfección (Colosenses 3:14 – VM), aquello que da un
carácter divino a todas las cualidades que han sido enumeradas, y que fueron
manifestadas en Cristo, y una verificación divina del hecho de asumir una
naturaleza amable para la gracia divina, porque el amor divino es santo.
{*}
Observen aquí de qué manera la paciencia (traducida también como
"longanimidad") y la compasión (Colosenses 3:12 – VM) caracterizan al
Cristiano. Es notable la manera en que este es el caso en todas partes. Así
debe ser en un mundo como este. Así lo fue en Cristo. Así en Corintios 13 los
rasgos del amor son todos subjetivos y de este carácter. No se trata de que
esta sea una definición del amor, sino que es característico de él. Donde
faltan estos rasgos, el amor está.
Y tengan en cuenta aquí que el
vestirse de estas cualidades es en la conciencia del lugar bienaventurado
delante de Dios expresado en las palabras "escogidos de Dios, santos y
amados." (Colosenses 3:12). Es como tales. Tampoco podemos hacerlo de otra
manera. Es en el sentido de este favor maravilloso que la gracia se desarrolla
en nuestros corazones. Así es en Efesios, "como hijos amados."
(Efesios 5:1).
La paz como la corona, el sello y el vínculo del andar del
Cristiano en unidad; acción de gracias
resultante
Varias de estas cualidades pueden
ser asemejadas a cosas que están en la naturaleza humana; pero la energía, los
rasgos, el vínculo de amor divino, los cuales actúan en el sentido de comunión
con Dios, faltan completamente en la naturaleza mencionada arriba; y esto da un
carácter, una integridad, una justicia de aplicación, una perfección, un
decoro, y una energía a la manifestación de estas cualidades, que sólo el amor
puede dar. Porque es realmente Dios mismo el que está allí, actuando en Su
naturaleza que Él nos ha impartido. Porque el que permanece en amor, permanece
en Dios, y Dios en él. Con respecto al estado del alma, hay una corona para
este andar, con la cual los que lo siguen están contantemente adornados. La paz
de Cristo reina en el corazón, esa dulce e inefable paz que nada puede
perturbar, aunque Su espíritu pasó a través de todo para probarla, porque Él
anduvo siempre con Dios. Dios nos ha llamado también a esto; Él es el Dios de
paz. Y el apóstol introduce aquí la integridad del cuerpo de Cristo, no en
cuanto a sus privilegios en Cristo, sino en cuanto al hecho de que los
Cristianos son llamados a estar juntos en la unidad de la cual la paz es el
sello y el vínculo. Y entonces habrá acción de gracias; porque el alma es
consciente del amor y la actividad de Dios, y todo fluye hacia ella desde ese
amor.
La actividad del alma; el poder directriz
de la palabra de Cristo;
alabanza y acción de gracia
Pero, además de la paz y la
acción de gracia hacia Dios, está el desarrollo de vida en el conocimiento de
lo que es revelado, su alimento y gozo. Esto también es disfrutado en la
actividad de la vida y el amor hacia los demás. El disfrute de Dios y de lo que
hay en Su presencia conduce a esta actividad del alma. Cuando lo último es
real, es la libertad gozosa de una naturaleza que está, ella misma, en la
actividad de amor que le es natural, y que recibe su energía de la comunión con
Dios, conforme a Su naturaleza. La palabra de Cristo despliega todo lo que es
revelado al alma como aquello en que ella vive, y en lo cual ella se expande, y
es así la norma y el poder directriz activo, porque dicha palabra es la
expresión de esa naturaleza, y la revelación de todas sus sendas, y de su
energía activa en amor en Él.
El apóstol exhorta, por lo
tanto, a que la palabra de Cristo pueda morar con abundancia en ellos. Este es
el desarrollo, según la perfección de Dios, del nuevo hombre, y la sabiduría de
Dios para formarlo y dirigirlo. Pablo desea que los Cristianos puedan darse
cuenta plenamente de esto. Esto se hace mediante la comunión con el Señor,
manteniendo una interrelación con Él. Siendo la Palabra aquello en lo cual la
sabiduría es hallada; también conforme a este desarrollo los santos pueden
enseñar, y exhortarse unos a otros {*}.
{*}
Es más sencillo colocar el punto después de "unos a otros", y
solamente una coma antes de "enseñándoos."
Pero en este caso no es solamente
sabiduría lo que aprendemos, y esa mostrada en nosotros, sino afectos en
relación con Aquel en el cual hemos hallado esta sabiduría, de modo que estas
expresiones de la vida de Cristo como sabiduría verdadera en el mundo,
encuentre la voz de ellas en nuestros corazones en alabanza, en acción de
gracias, en cantar Su excelencia. Todos los íntimos afectos en los cuales la
vida espiritual se desarrolla se expresan ellos mismos, según lo que nosotros
hemos aprendido: ellos proceden del Espíritu de Cristo, y son la expresión de
la relación del alma con Él, y de los sentimientos que esto produce en el
corazón. Cristo en Su Persona, en la conciencia de Su presencia, como el Objeto
de nuestros pensamientos, y en los frutos morales que proceden desde allí,
sostiene la interrelación y las comunicaciones del alma que está ocupada con
Sus alabanzas.
Cristo mismo como el propósito y objeto del corazón
y de la mente en todo lo que
hacemos
Pero esta conciencia de relación
con Cristo, en la vida que es de Él en nosotros, es aplicable a todo. Nada se
hace sin Él. Él es la vida, todo lo que la vida hace lo tiene a Él como su fin
y objeto, en lo que respecta al corazón. Él está presente como eso que es el
motivo rector, y da su carácter a nuestras acciones, y que preocupa nuestro
corazón al llevarlas a cabo. Todo está relacionado con Él: nosotros no comemos
sin Él; (¿Cómo podríamos cuando Él es nuestra vida misma?) no bebemos sin Él;
lo que decimos, lo que hacemos, es dicho y es hecho en el nombre del Señor
Jesús. Está el sentido de Su presencia; la conciencia de que todo se relaciona
con Él, de que no podemos hacer nada — a menos que lo hagamos de manera carnal
— sin Él, porque la vida que nosotros tenemos de Él actúa con Él y en Él, no se
separa de Él, y lo tiene a Él como el propósito en todas las cosas, aun cuando
las aguas suban a la altura desde la cual ella descendió. Esto es lo que
caracteriza la vida del Cristiano. ¡Y qué vida! Por medio de Él, morando en la
conciencia del amor divino, nosotros damos gracias a nuestro Dios y Padre.
Observen que la vida cristiana no está caracterizada solamente por ciertas
cualidades subjetivas que emanan de Cristo, sino por tener al propio Cristo
como propósito y objeto del corazón y mente en todo lo que hacemos en todos los
sentidos. Cristo reina personalmente en el corazón en todo, y está presente
para el corazón en todo.
Cristo conocido
Para el ojo inexperto del hombre,
la naturaleza es confundida a menudo con la gracia; pero la conciencia
inteligente de Cristo como el objeto del corazón, de Su presencia, del sello de
Su aprobación cuando uno piensa en Él, no puede ser confundida con nada. No hay
nada que se asemeje a ello, nada que pueda parecer que tome su lugar. Cuando Él
mismo se revela a nuestro corazón, y el corazón anda con Él, y tiene comunión
con Él en todas las cosas, y busca solamente la luz de Su faz, el sello de Su
favor sobre el alma en todas las cosas, entonces Él es conocido, bien conocido.
No hay ninguno sino Él, el cual se comunica así al alma cuando ella anda en la
senda de Su voluntad, tal como está expresada en la Palabra.
El carácter Cristiano de diversas relaciones de vida;
el atractivo y la profundidad de ellas cuando están
caracterizados por la gracia
Después de estos grandes e
importantes principios de la nueva vida, el apóstol se involucra en las
diversas relaciones de la vida, dando advertencias contra aquello que las
podría poner en peligro, mostrando cuál es el carácter cristiano de cada una de
ellas. A la casada, obediencia — el afecto era natural para ella. "A tu marido
estará sujeta tu voluntad." (Génesis 3:16 – VM). Al marido, afecto y
benignidad — el corazón de él puede ser indiferente y duro. Los hijos han de
ser obedientes; los padres, amables, para que los afectos de los hijos no
puedan distanciarse de ellos, y para que no puedan ser inducidos a buscar esa
felicidad en el mundo que ellos debiesen hallar en el santuario del círculo doméstico,
que Dios ha formado como una salvaguarda para los que están creciendo en
debilidad. El precioso hogar (si Cristo es reconocido) de amables afectos, en
el cual el corazón es entrenado en los lazos que el propio Dios ha formado; y
que en relación con el Señor, y que, apreciando los afectos, preserva de las
pasiones y de la voluntad propia; y que, donde su fortaleza es desarrollada
correctamente, tiene un poder que, a pesar del pecado y el desorden, despierta
la conciencia y compromete el corazón, manteniéndolo lejos del mal y del poder
directo de Satanás. Porque ello es la designación de Dios.
Yo se, de hecho, que se requiere
otro poder para libertar el corazón del pecado y guardarlo del pecado. La
naturaleza, aun como Dios la creó, no da vida eterna, ella no restaura la
inocencia o purifica la conciencia. Nosotros podemos, por la energía del
Espíritu, consagrarnos a Dios fuera de estas relaciones, incluso renunciar a
ellas, si Dios tuviese que llamarnos mediante obligaciones más poderosas, tal
como Cristo nos enseña en el evangelio. Los derechos de Cristo sobre el hombre
perdido por el pecado son soberanos, absolutos, y completos. Él lo ha redimido;
y el redimido ya no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a Aquel que se
entregó por él. Donde existen relaciones, el pecado ha pervertido realmente
todo, y ha corrompido la voluntad; las pasiones entran; pero las relaciones
mismas son de Dios: ¡ay de aquel que las desprecia como tales! Si la gracia ha
obrado y la nueva vida existe, ella reconoce aquello que Dios ha formado. Ella
sabe muy bien que en el hombre no hay nada bueno, ella sabe que el pecado ha
estropeado todo, pero eso que el pecado ha estropeado no es pecado en sí mismo.
Y donde estas relaciones existen, el hecho de renunciar a la voluntad propia,
la muerte al pecado, dejar entrar a Cristo, la operación de vida en Él,
restaura el poder de ellas; y si ellas no pueden devolver el carácter de
inocencia (perdida para siempre) ellas pueden convertirlas en una escena para
la operación de la gracia, en la cual la humildad, la benignidad, la ayuda
mutua, y la negación del yo, en medio de las dificultades y dolores que el
pecado ha introducido, les dan un encanto y profundidad (tal como Cristo hizo
en toda relación) que la inocencia misma no podría haber dado. Es la gracia
actuando en la vida de Cristo en nosotros que se desarrolla en ellas.
No tener afecto natural es una
señal de una apostasía sin esperanza y de un distanciamiento de Dios, del
completo egoísmo de los últimos días.
Yo no estoy dibujando una falsa
imagen, o hablando poéticamente, como si el aspecto positivo fuese todo; yo
digo solamente que Dios ha formado estas relaciones, y que todo aquel que teme
a Dios las respeta. La gracia es indispensable. Dichas relaciones brindan la
ocasión, a través de su intimidad misma, a todo lo que es muy doloroso, si la
gracia no actúa en ellas. El apóstol nos advierte aquí acerca de este peligro.
Si el Señor es el vínculo en estas relaciones, si nuestra unión aún más
estrecha con Él forma la fortaleza de nuestras relaciones naturales, entonces
la gracia reina aquí como en otra parte; y, para los que están en estas
relaciones, ellas se convierten en una escena para la amorosa demostración de
la vida de Cristo.
La obra de la gracia; su efecto sobre la conciencia
aun cuando el corazón no es un corazón
convertido
Se observará que el apóstol
introduce posteriormente a Cristo en estas relaciones, y especialmente con
respecto a aquellos que están sujetos a ellas, esposas e hijos; para
santificar, mediante un tan exaltado motivo, la obediencia adecuada a la
posición de ellos. Él hace esto aún más donde el lazo no es el de la naturaleza
sino uno que tiene su origen en un mundo pecador — y del pecado mismo — el lazo
entre los siervos y sus amos. La gracia no se dedica a cambiar el estado del
mundo y de la sociedad, sino a llevar almas al cielo renovándolas según la
imagen de Dios. Yo no dudo que ella ha alterado mucho y para mejor la condición
social del hombre; porque, llevando la conciencia a estar inmediatamente
delante del Dios verdadero, a quien la gracia ha revelado en Sus perfecciones,
y estableciendo por su autoridad la de las relaciones naturales en la familia
humana, la gracia ha tenido su efecto sobre esa conciencia, incluso donde el
corazón no es un corazón convertido, y le ha proporcionado una norma en lo que
respecta a la moralidad. Pero el Cristianismo, en cuanto a su doctrina, trata
al mundo como alejado de Dios y yaciendo en el mal — trata al hombre como hijo
de ira, y perdido.
El estado del hombre y la relación del alma
con Dios
y lo que es eterno
Cristo, el Hijo de Dios (el
cual, si hubiese sido recibido podría haber puesto todas las cosas en orden, y
quien en el futuro, mediante Su reino establecerá las justicia y la paz), fue
rechazado por el mundo, y la amistad con el mundo es enemistad con Dios. El
estado del hombre es tratado en el evangelio de una manera más profunda que con
respecto a su condición social. Su estado es visto con referencia a la relación
del alma con Dios, y, por consiguiente, con lo que es eterno. Dios nos imparte
una nueva vida, para que nosotros podamos disfrutar esas relaciones nuevas con
Él, relaciones que la redención ha adquirido para nosotros. Ahora bien, tal
como Cristo, cuando vivía en la tierra, era la expresión del amor y de la
bondad omnipotente de Dios en medio de una creación caída, así, siendo ahora
rechazado por el mundo (lo cual condenó así a la carne), Cristo, el cual habita
por Su gracia en el corazón de uno que ha recibido vida, se convierte para ese
corazón en una fuente de felicidad en comunión con el amor de Dios, que lo
eleva y lo coloca arriba de las circunstancias, sean ellas las que fueren. El
siervo, al poseer a Cristo, es libre en el corazón; él es un hombre libertado
por el propio Dios. El amo sabe que él mismo tiene un Amo, y la relación en la
que él se encuentra toma la forma de la gracia y el amor que reina en el
corazón de aquel que ejerce Su autoridad en él.
El siervo Cristiano; su amo y su recompensa
Pero, tal como he dicho,
Cristo es presentado especialmente para el pobre siervo como un recurso. Él
puede servir a su amo, sea él un amo malo o un amo bueno, con fidelidad,
humildad, y con fervor; porque al hacerlo, él sirve al propio Señor, y él es
consciente que lo hace. Él tendrá su recompensa allí donde no se olvida nada de
lo que se hace para glorificar a Cristo, y donde amos y siervos están todos
delante de Aquel que no hace acepción de personas.
Dos principios actúan en el
corazón del siervo cristiano: su conciencia en toda su conducta delante de
Dios; el temor de Dios lo gobierna, y no el ojo de su amo. Y él es consciente
de su relación para con Cristo, de la presencia de Cristo, que lo sostiene y lo
eleva sobre todo. Se trata de un secreto que ninguno puede quitarle, y que
tiene poder sobre todo, porque está adentro y el lo alto — Cristo en Él, la
esperanza de gloria. Sí, ¡de qué manera admirable el conocimiento de Cristo
exalta todo lo que impregna: y con qué poder de consolador este desciende a
todo lo que está desierto y derribado, todo lo que gime, todo lo que es
humillado en este mundo de pecado!
Tres veces en estos dos
versículos el apóstol, mientras mantiene la conciencia de ellos en la presencia
de Dios, introduce al Señor, el Señor Cristo, para llenar el corazón de estos
pobres siervos, y los hace sentir quién era Aquel al cual ellos servían. Así es
el Cristianismo.
CAPÍTULO
4
Exhortaciones
generales a perseverar en oración
en
comunión con Dios, y con acción de gracias
El apóstol finaliza su epístola con algunas exhortaciones importantes.
Él desea que los santos continúen por medio de la oración en comunión
con Dios, y siendo conscientes de su dependencia de Él, consciente de Su
cercanía a ellos, y de Su disposición a oírlos. Porque aquello que habla al
corazón para nuestro andar no es suficiente; el alma debe conocer sus
relaciones con Dios, ejercitándose ella misma en esas relaciones; y ella debe
recibir directamente de Él aquello que le da la seguridad de Su amor. Debe
haber perseverancia en esto. Nosotros estamos en conflicto con el mal, mal que
controla nuestros propios corazones si nosotros estamos sin la fortaleza de
Dios. Por lo tanto, nosotros debemos tener comunión con Dios. Debemos velar en
ella con firme propósito de corazón, no meramente como una cosa ocasional:
cualquiera puede clamar cuando es necesario. Pero el corazón se separó del
mundo y todo lo que es de él se ocupa de Dios, con todo lo que respecta a la
gloria de Su nombre, conforme a la medida en que ello nos incumbe. El conflicto
es llevado a cabo con un espíritu compasivo y libertado, teniendo solamente Su
gloria como el objetivo, tanto en el andar de la asamblea como en el andar
individual. Pero así entiende uno que Dios obra, y que Él no nos abandona. Y la
acción de gracias se mezcla siempre con las oraciones que dirigimos a Él.
La
dependencia del apóstol; la clara diferencia entre
la
familia de Dios y el mundo
Pablo sentía que dependía de esta bendición, y pidió también una
participación en las oraciones de ellos, para que Dios pudiese abrir su boca, y
que él pudiese proclamar el evangelio como debía hacerlo.
Nosotros estamos ahora en un mundo hostil, en el cual la hostilidad es
fácilmente despertada allí donde no existe ya públicamente, y en la cual la
transgresión es considerada en cosas en las que quizás nosotros ni vimos el mal
ni tuvimos intención de hacerlo. Nosotros debemos quitar la ocasión incluso
para aquellos que la buscan, y andar en sabiduría con respecto a los que están
afuera.
¡Cuán claramente lo que está adentro y lo que está afuera es
diferenciado! Los de adentro, a quienes Dios reconoce, Su familia, Su asamblea
— ellos son los Suyos. Los de afuera, ellos son del mundo, los cuales no están
unidos al Señor. La distinción es señalada claramente, pero el amor está activo
hacia los que están afuera, y, estando este amor en el disfrute de la comunión
con Dios, tiene cuidado de no hacer nada que podría impedir a los demás
disfrutarla.
Dios
actuando sobre el corazón del hombre natural mediante
circunstancias
y usando a los que andan con Él
como
Su voz a los pecadores
Pero había algo más: ellos debían redimir el tiempo (o, aprovechar bien
la oportunidad). El hombre natural, absorto en sus propios asuntos, y reacio a
las cosas serias, daba al amor cristiano poca oportunidad para colocar la
gracia y la verdad ante él y hacer que él se preocupe por su propia alma, y,
por tanto, servir al Señor y usar el tiempo en Su nombre. El corazón del hombre
no siempre puede escapar de la influencia de la circunstancias del entorno, las
cuales dan testimonio a su corazón y a su conciencia de que él está bajo el
dominio del pecado, y comiendo ya sus amargos frutos aquí abajo —
circunstancias que llevan a su conciencia el recuerdo de un Dios demasiado
olvidado, que hablan con la voz poderosa de la tristeza a un corazón
quebrantado, contento de tener, a lo menos, un recurso en Dios cuando su mano
es traspasada por la frágil caña sobre la cual él se apoyaba. El propio Dios
actúa sobre el hombre mediante estas circunstancias, y por medio de cada
circunstancia de la vida. Una persona que está andando con el Señor sabe cómo
sacar provecho de ellas. Satanás puede, de hecho, engañar a un hombre, pero él
no puede evitar que Dios hable en todo momento al corazón. Es una cosa feliz
andar de tal modo con Dios que él puede usarnos como Su voz, cuando él hablaría
así a los pobres pecadores. Nuestro discurso debiese ser siempre la expresión
de esta separación del mal, de este poder de la presencia de Dios que nos
mantiene internamente aparte de él, de modo de hacer que ese poder sea sentido
por los demás; y que, en todos los interrogantes que surgen en el corazón del
hombre, deambulando en confusión y tinieblas, e incluso desviando a los demás
de ese modo, nosotros podamos saber de qué manera dar una respuesta que viene
de la luz y comunica luz.
El portador de la epístola es
recomendado y se da testimonio
del
amor de los demás
Tíquico iba a llevar el testimonio del interés que el apóstol tenía en
el bienestar de los Colosenses, y de su confianza en el interés de ellos en él.
Pablo da testimonio del amor de los demás, y también de la preocupación de
ellos en el progreso del evangelio y la prosperidad de los fieles.
Marcos
es recomendado ahora después
de
retraerse anteriormente
Marcos, el cual se había retraído anteriormente del trabajo duro de la
obra, recibe un testimonio aquí por parte del apóstol y uno aún mejor más tarde
(2ª. Timoteo 4:11), porque él se había hecho útil para el propio apóstol. Tal
es la gracia. El secreto del interés que Bernabé tuvo en él sale a relucir
aquí: él estaba cercanamente relacionado con él. Este querido siervo de Dios
era también de Chipre. Él fue allí y llevó a Marcos con él. La carne y el
Judaísmo 'hacían de las suyas' en todas partes. El poder del Espíritu de Dios
es indispensable para elevarnos sobre la influencia de ellos, y situarnos más
allá de ellos.
Demas;
el silencio del apóstol en cuanto a él
explicado
por su conducta posterior
Demas no recibe testimonio especial alguno. El apóstol comunica sus
saludos, pero guarda silencio en cuanto a él. Solamente en la epístola a
Filemón él es nombrado como un colaborador del apóstol. Él abandonó después a
Pablo. Él era un hermano: el apóstol admite su afirmación pero nada dice; él no
tenía nada que decir. "Y Demás" (Colosenses 4:14), porque el estilo
de Pablo es terriblemente frío.
La
epístola "traída de Laodicea" (Colosenses 4:16 – VM)
no
escrita a los Laodicenses
Nosotros podemos observar que la epístola a los Efesios fue escrita al
mismo tiempo, y enviada por medio de este mismo Tíquico. La epístola
"traída de Laodicea" es, no lo dudo, una que ellos habían de recibir
desde esa asamblea, escrita por Pablo, y mediante la cual los santos en Colosas
habían de beneficiarse; posiblemente la epístola a los Efesios, que él pudo
haber comunicado a los Laodicenses. Sea como fuere, todo lo que se dice es que
era una epístola de la cual la asamblea en Laodicea estaba en posesión, y que
de ninguna manera ella estaba dirigida directamente a ellos: más bien al
contrario. Es muy posible que una carta, o cien cartas, pueden haber sido
escritas por Pablo a otros, cartas que no estaba en los propósitos de Dios
preservar para la asamblea universal: pero no hay aquí prueba que una carta
hubiese sido escrita a los Laodicenses. Tíquico fue el portador de dos
epístolas: él puede haber sido portador de tres, una de las cuales se
diferenciaba solamente en algunos detalles de aplicación que podían servir para
confirmar a los Colosenses sin ser, en general, otra comunicación divina para
otros días; pero, yo repito, no parece ser así a partir de lo que se dice aquí.
Se podría decir, una carta 'desde Laodicea', porque ella estaba allí, en vez de
una carta a Laodicea; pero no es el modo de expresión habitual. Nosotros hemos
visto que la carta a los Efesios es otra comunicación del Espíritu de Dios.
Ella ha sido preservada para nosotros. Nosotros no sabemos si la que venía de
Laodicea era la misma, comunicada por ellos a los Cristianos de esa ciudad; o
era otra que ellos habían de enviara los Colosenses (una asamblea situada en su
cercanía) y que — añadiendo nada a las relaciones divinas — no ha sido
preservada para nosotros.
Parece que los Cristianos no eran muy numerosos en Laodicea. El apóstol
saluda a los hermanos de allí. Había algunos que se reunían en la casa de una
persona llamada Ninfas; ellos no están en el caso de tener una carta dirigida a
ellos en particular: aun así el apóstol no los olvida. Pero lo que él dice aquí
es una casi segura demostración de que el apóstol no había dirigido epístola
alguna a ellos. Él no habría enviado saludos por medio de los Colosenses a los
hermanos en Laodicea, si al mismo tiempo él hubiese escrito una epístola
especial a estos últimos. El caso es bastante claro: había hermanos en
Laodicea, pero no en gran número, y no en esa posición definida que hubiese
dado lugar a una epístola. Pero esta pequeña asamblea en casa de Ninfas no iba
a ser olvidada; ella debía sacar provecho de las epístolas dirigidas a otras
asambleas más considerables que ella, y cuya condición requiriese una epístola,
o brindase la ocasión para escribir una, epístolas que fueron transmitidas a
Laodicea, según la orden del apóstol.
Las epístolas a ser leídas y
disfrutadas mutuamente
Con respecto a la epístola a los Colosenses, lo afirmado arriba no es
una suposición. El apóstol les manda expresamente hacer que esta epístola sea
leída en la asamblea en Laodicea. Esta última había recibido también otra
epístola de alguna otra asamblea, y los Colosenses debían sacar provecho de
ella de la misma manera. Las dos asambleas, que estaban cerca una de la otra,
debían disfrutar mutuamente los favores espirituales que se les concedieron.
Individuos no olvidados;
Arquipo exhortado
El apóstol no olvida incluso a los individuos. Arquipo recibe una
solemne exhortación a considerar el ministerio que el Señor le había
encomendado, y a cumplir su servicio.
El apóstol no había visto estas asambleas (Colosenses 2:1).
J. N. Darby
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Abril/Junio
2018